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Fuente: Erika Fumañeda. Bañistas en la Playa de San Pedro. Años 30. |
Capítulo 60.
La riqueza natural de Antromero
y otras curiosidades.
La Playa de San Pedro (V).
Undécima parte. (XI).
"...descubrimos aventuras que otros niegan,
recordamos palabras que ya no se escuchan
ni siquiera a los más viejos del lugar".
Xandru Fernández.
La riqueza natural de la playa de San Pedro, está y estuvo desde los tiempos antiguos, permanente aparejada a tareas humanas. Aquellas, que ya se empiezan a escabullir con el paso de los siglos, vinculadas a la supervivencia, junto a otras más actuales y mundanas.
Ha sido este lugar durante décadas un punto de reunión social. Siempre y cuando las condiciones climatológicas favorables colaboraban, era el sitio perfecto para el encuentro de los menores y el desarrollo de sus juegos sin causar molestas: "¡ Mira si vas hasta la playa y dejes de tocar los c...!".
El paisaje vinculado a esta zona, ha sido un ineludible reclamo para mucha gente. Los atrayentes cantos de sirena, sin sirena alguna, no han pasado desapercibidos para los visitantes. Algunos de los cuales, han engrosado una larga lista de personas que han sentido una atracción casi enfermiza por este lugar. Uno de aquellos numerosos antromerinos de adopción, tal fue el caso de Alejandro el maestro de escuela, oriundo de Orense, siempre reflexionaba en voz alta: " Pensar lo mucho que sufrimos por tener que venir, antes de conocer Antromero, y lo mucho que sufriremos, cuando tengamos que marchar". Un enamorado de estas costas, quien disfrutó de las mismas con la pasión de cualquier oriundo.
Los primeros baños.
"Así fueron los días que recuerdo".
Ángel González.
La playa de San Pedro fue el lugar elegido por gran parte de nuestros antepasados, especialmente féminas, para cumplir con el ritual de los nueve baños, y así fortalecer la buena salud para el resto del año.
El cumplimiento de aquella tradición está sujeta a creencias médico-religiosas. El nueve representa todo un simbolismo dentro de la Iglesia Católica. La "novena" (del latín novem-nueve), es un protocolo para orar durante nueve días consecutivos, y así con este "sacrificio" tratar de conseguir una gracia particular de Dios, Virgen o algún santo específico.
Por tanto, cabe pensar como ocurre con tantas y tantas cosas, que la casualidad no existe y la vinculación pagana-religiosa se muestra a través de un número, una vez más. Este dígito que en la Biblia está asociado a la perfección y a la totalidad.
Históricamente, y durante el Imperio Romano, sus ciudadanos fueron proclives a los baños marinos, por puro placer o para la cura de sus heridas. En cambio, en otros periodos históricos como el Medievo, fue considerada esta actividad un estigma, y una frivolidad imperdonable. Entendiendo las autoridades que los cuerpos desnudos o con poca ropa, era una incitación al fornicio y el pecado. Por ello, prohibieron el uso del agua con estos fines. Hay incluso sentencias de muerte, emitidas por la Santa Inquisición, para personas que "abusaban de la aplicación del agua sobre sus cuerpos".
Obviando estos antecedentes históricos, ya que no es nuestro objetivo, expondremos como punto de inflexión la mitad del siglo XIX, pues el concepto y uso de playa va a a cambiar drásticamente. Hasta entonces, era un lugar de trabajo y para algunos afortunados, de paseo y ocio. En aquella época, las investigaciones médicas-científicas desarrolladas en algunos países como fue en Gran Bretaña, invitan a la población a el uso de los baños terapéuticos del agua de la mar. Tras una terrible epidemia de cólera que sacudió toda Europa, hace doscientos años, se abre la puerta al mundo marino, con la aplicación de los primeros "baños de ola". Con ellos, se pretende luchar contra algunos problemas de salud, tales fueron el asma, la depresión o problemas respiratorios.
Aunque bien pudiera parecer, nada quedaba a libre albedrio y todo estaba perfectamente regulado, para el buen uso de aquellas terapias y con ello sus mayores beneficios. Algunos médicos de la época, no desaprovechan la oportunidad y editan sus manuales e instrucciones para unos correctos baños de aguas salinas. Así, el entonces afamado Dr. Bataller y Contasi, publica en 1887, "Guía del bañista o reglas para tomar con provecho los baños del mar". Entre otras indicaciones reseña: " No debe tomarse baño alguno...que no haya pasado tres horas desde la última comida, Los niños pueden hacerlo después de dos, porque digieren con mayor rapidez,... tampoco se debe hacerse en ayunas, si no quiere el bañista exponerse a un síncope ..." .
Sin ánimo de frivolizar en temas derivados de la salud, estas pautas descritas con anterioridad han estado y están aun en vigor a la hora de bañarse en la mar, río o piscina: " Pa que no se te corte la digestión".
Otra de las normas a seguir, estaba en la indumentaria a la hora de ir al baño. Los trajes de baño, según aquellos parámetros marcados por el modismo médico de la época: "Han de ser de tela ligera, de lana, compuesto de dos partes: blusa y pantalón. La lana debe estar elaborada, que aunque mojada, la tela no se aplique al cuerpo, sino se mantenga tiesa a alguna distancia del mismo".
La manifiesta evidencia, es que sólo las clases pudientes podían aplicarse en aquellas pautas textiles. Nuestra vecina, Benigna Anxelín (1929), despeja cualquier duda al respecto: "Cuando éramos jóvenes, íbamos a bañanos con una bata. Lo peor era cuando te la levantaba les foles, o al salir que se te quedaba pegada al cuerpo". En nada difiere de las manifestaciones de Lucía Les Moranes (1921): " Cuando íbamos a San Pedro pa bañanos, llevábamos un vestido. Aquello era tremendo, veníen les foles y levantaba el vestido. Al final, quedábamos peor de lo que estábamos".
A nivel político - administrativo, esto de los baños representaba un verdadero rompedero de cabeza y esta preocupación se reflejaba en la emisión de edictos y bandos municipales. Así en julio de 1896, el entonces alcalde de Gijón, D. Justino Vigil-Escalera hacia saber a los ciudadanos varones el cumplimiento de la siguiente condición: " El traje que se debe emplear para el baño ha de ser de modo que no transparente y cubra parte del cuerpo de la cintura a la rodilla".
Años después, el 27 de junio de 1926, será otro alcalde de aquella ciudad, Emilio Tuya García quien emita un bando para tratar de controlar los baños: "Prohíbese el maillot, se fija una zona para tomar el sol en la playa y se destina otra para el baño exclusivo de las señoras". Advirtiendo de las sanciones que pudieran acarrear ciertas actuaciones: "...tendrán que los guardias discernir cuando se utilizan con corrección las máquinas fotográficas y gemelos ópticos".
Así mismo y en el caso de los más pequeños o manifiestamente impúberes, la solución pasaba por usar el traje de Adán y Eva, sin mayores problemas " Los rapacinos en la playa siempre estaben en pulguina (desnudos)".
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Fuente: Mariluz Serrano. Baños al lado de la Peña Larga. Fuente: Moncho La Piedra. Moncho y su hermano Pepe, con el "equipamiento téxtil" de época, jugando en la playa. Años 50. |
Las pretensiones y consejos médicos, se quedaban en nada, tal recuerda Benigna: " ¿Dónde estaben los trajes de baño o les toalles?, ¿Quién tenía perres pa comprarlo?. Aquí cada una arreglábase como se podía".
Aunque entre las féminas, era vital una necesaria y estrecha colaboración conciliada, tal lo reflejan las palabras de Amparo Julián (1916): " Cuando yo era rapacina, había la costumbre entre les muyeres de dar los nueve baños (1), en el mes de septiembre. Habíales que iben con un vestido, otres con bates y algunes envolvíense en sábanes. Yo iba con una bata que era de mi ma". Las mujeres mayores, con menor movilidad, se asistían de las más jóvenes: " Siempre se ayudaba a la xente mayor. Decíame la difunta María Balsera cuando se estaba bañando: Amparo sujétame la sábana". Y el desaguisado, no se hacía esperar, dejando al aire añejas vergüenzas: " Y cuando más entusiasmada taba, siempre se me caía la sábana. Y siempre acababa riñéndome : ¡Que siempre tas igual, Amparo!. Non tienes nin gota sentio".
Aquellos baños femeninos, siempre estaban acompañados por una expectación sin precedentes: " No había más que cabeces detrás de los bardiales (setos) y por la riba (acantilado) mirando como nos bañábamos". Los despistes y malas jugadas que la mar hacía en los caseros trajes de baño, eran celebrados, como no podía ser de otro modo, con gran satisfacción por todos aquellos espectadores que permanecían camuflados en la zona acantilada de la playa.
Durante la postguerra y ante el avance de la moda de los baños playeros, la Iglesia siempre vigilante, a través de sus ministros y oradores reputados, tal fue el padre capuchino Quintín de Sariegos, quien alerta de las consecuencias que acarrean exhibiciones impúdicas femeninas: " No hay pues en la conducta social de la mujer una acción más grave, más excitante al pecado feo, que la que realiza en los baños públicos, en la playa. Son ocasiones próximas al pecado mortal".
A partir de los años 40 del pasado siglo, se aprecia una cierta rutina y continuidad durante los meses de verano del uso de la playa para baños, no sujetos a ningún condicionamiento terapéutico. El placer de disfrutar de la refrescante agua cantábrica. Tónica esta, que irá in crescendo, paulatinamente hasta una poderosa eclosión en los años 60. Fruto de un desarrollismo social sin precedentes, con sus ventajas e inconvenientes.
La proximidad relativa de Antromero a los núcleos de población mas importantes de Asturias (Avilés, Gijón y Oviedo), junto con la tranquilidad y seguridad que ofrece nuestro arenal, van a ser los factores que empujen a los amantes de la playa a este lugar. Así se puede ver reflejado en las históricas fotografías elaboradas por Agustín El Guache, en la década de los 60. En ellas, se puede apreciar la importante afluencia de gente y coches, entremezclados a lo largo de la ribera.
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Fuente: Agustín El Guache. Coches, bañistas, botes, en una imagen representativa de los años sesenta. Hoy, absolutamente impensable. |
La revolución estética- social estaba servida y la evolución de las modas estaba desatada. Los modelos, según pasaban los años, eran más escuetos en tela, hasta ya en la década de los ochenta la aparición del topless y en algunos pedreos, el desnudo integral. Ya lo sentenciaba Amparo Julián: " Antes los homes andaben mirando entre los bardiales, pa no ver nada y ahora que ta el mundo con todo al aire, ya no miren pa ello".
(1). El objetivo de los llamados nueve baños, no era otro que tratar de fortalecer el sistema inmunológico, para afrontar con mejores garantías las enfermedades propias del invierno. En la actualidad, aun hay gente que mantiene este protocolo, adoptado desde la segunda mitad del siglo XIX. Dependiendo de las zonas geográficas, existen un amplio abanico de variantes para su aplicación. Aunque nos vamos quedar, con las concluyentes y llenas de sentido de humor de Amparo Julián: "Decíen que era pa no coger catarros y gripes. ¿Qué se yo?. Catarros y gripes siempre los hubo y los habrá".
El turismo y sus consecuencias.
"Bajamos a las profundas
aguas del sueño a tratar con los peces
de la memoria..."
Joan Vinyoli.
La llegada del turismo nacional o extranjero, no pasó desapercibido para los vecinos con iniciativa. Alfredo Rionda, cargará con su carro del burro, productos de la huerta, para vender a pie de playa, con notable éxito. También Manolo El Civil, aprovechando la construcción de una caseta de almacenaje y aperos de su hijo, Álvaro Artime, en la proximidad de la playa, venderá la producción generada en su huerta y otros frutos derivados de la mar, pescados estos últimos por su descendiente. Aquella rústica construcción será uno de los primeros puntales y principio de la hostelería "oficial" playera, derivada por la atracción foránea de la ribera de San Pedro.
Pescadores locales, rentarán con el mercadeo, el rendimiento de su trabajo a veraneantes y visitantes, en la misma playa. Su esfuerzo, se verá recompensado con aquel comercio, casi siempre garantizado. Marcelo Sierra, tal y como vimos, orientará su inventiva a la creación de un chiringuito de playa, con el nombre de "Las Olas", en el inicio de la década de los sesenta, aunque popularmente fue siempre reconocida como "La Barraca". Negocio al que daría continuidad Argenta y su marido Pepe, ampliando espacios y teniendo como referencia gastronómica la venta de sardines.
La hostelería en el entorno de playas, es la apuesta segura, es caballo ganador. Así lo entiende Álvaro Artime, pionero en estas labores. Animado por su padre, iniciará una singladura sin marcha atrás. Tal lo recuerda Mari Artime: " Sería mi abuelo, Manolo, quien a base de insistir, convenció a mis padres de que abrieran algo, donde la caseta que tenía mi padre. Pues él vendía todo lo que llevaba. Además, mi madre ya tenía experiencia en la hostelería, al haber trabajado con anterioridad en el restaurante Guernica, de Luanco".
El bar, se abriría con fecha de 29 de julio de 1974, sobre la base de aquella conocida y popular caseta de Álvaro. En esa propiedad, se van a conjugar una serie de factores que van sobrepasar las expectativas de aquel negocio, como lo detalla Mari Artime: " Mi padre dejaba acampar en el prao a alguna gente, dejando las pequeñas tiendas durante la semana. La visita de un inspector de turismo y la confianza desarrollada entre ambos, va a formalizar el proyecto de construir un camping".
Solicitados los permisos pertinentes y con el asesoramiento de aquel funcionario, el matrimonio compuesto por Álvaro y Mercedes, abrirán con fecha de 13 de enero de 1978, el gran referente turístico del pueblo, El Camping El Peñoso, con capacidad de 48 plazas. El 23 de de abril de 1979, las plazas se aumentan a 250, cuando su titular Álvaro cuenta con 39 años de edad.
Cruzando la caleya o camino, nos abocamos a una finca cerrada, que fue el origen y primigenia de toda la posterior evolución hostelera en la zona playera, actualmente reconvertida en vivienda, y bautizada para la posteridad como La Cantina. Su propietario, José Antonio García Uría (1928), detalla la cadencia histórica de los negocios que florecieron por el reclamo de la playa: "Detrás de Argenta que tenía La Barraca en la misma playa, fuimos mi mujer, Liber y yo, quienes empezamos con eso de la hostelería en aquella zona. Unos años más tarde lo haría Alvarín, después sería Oliva y en los ochenta, Neri".
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Fuente: TPA. José Antonio García Uría. "...fuimos mi mujer, Liber y yo, quienes empezamos con eso de la hostelería en aquella zona". |
La razón de aquel riesgo inversor, estaba más que justificado: " Era la época del auge de las playas. Nunca hubo tanta gente por todas las playas y pedreos. De aquella, yo estaba de alcalde de barrio y fue el propio alcalde de Gozón, Salvador, quien me dio la información para hacer el bar". La herencia de su padre , José, facilitó aquella iniciativa: " Mi padre había heredado de su abuelo una finca de 1000 metros. En ella empezamos la primera fase de La Cantina. Al principio, el bar era un edificio de 10 m. de largo por 4 m. de ancho, que después se fue ampliando, según se fue comprando terreno. Al final, el conjunto del merendero, eran 3000 metros, todos cerrados".
Aquella iniciativa se forjó el 28 de agosto de 1968: " Se empezaron hacer los cimientos un día de San Agustín. Y se hicieron con regodones (cantos rodados) de la misma playa, que se subieron con la pareja de vaques de Casa La Piedra. Se inauguró el primero de mayo de 1969". Concluyendo de forma inequívoca: " Allí estuvimos 24 años, un negocio familiar, que se vendió al tener todos los hijos trabajo y no ver una clara continuidad". Precisando, con indisimulada satisfacción: " La idea fue nuestra, de Liber y mía. El proyecto de la obra estuvo a cargo de Joaquín, el aparejador de Cañeo y la mayoría de las cosas se hicieron con mis manos".
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Fuente: José Antonio García Uría. Construcción del bar La Cantina (1968). |
Frente a La Cantina, y en el año 1975 la iniciativa mostrada por nuestra vecina Oliva García, se traducirá en un nuevo bar, Casa Oliva. Justo al inicio del sendero que abocaba a la playa. Posteriormente y atendiendo a la demanda se le dotará al edificio de una ampliación, con espectacular terraza. Lugar durante años de venta de todo tipo de golosinas, para atracción del numeroso personal, especialmente de los más pequeños, quienes formaban largas e interminables colas, abusando de la paciencia de la buena de Oliva.
En sus orígenes, la oferta de productos desplegada era variada y curiosa, tal lo recuerda Conchita Serrano: " Cuanta fruta vendía todos los días en Casa Oliva, antes de marchar pa Candás". La inestimable ayuda de la familia, un factor determinante para la buena y fructífera marcha del negocio.
Ya en la década de los años ochenta, el matrimonio constituido por el candasín Luis Vigil y la antromerina Neri, regresan de su aventura empresarial barcelonesa. Se instalan en los bajos de su edificio de pisos, camino de la playa, con un equipamiento hostelero, dedicado a la restauración. El último negocio ventero, que generará la atracción costera de Antromero. Recibe desde entonces, el inconfundible bautismo de El Bigaral, pese a otros nombres posteriores, asignados por diferentes gestores.
El cisgo de la playa.
"Así las cosas.
así las mercancías:
indiferentes..."
Ángel González.
La arena de la Playa de San Pedro, se caracteriza por tener un granulado muy fino, y que se convierte en lodo bajo las aguas de las grandes baxamares. Desde tiempos lejanos y vinculado a la actividad humana y minera, se deposita sobre la superficie de la ribera un manto negruzco, que cubre parcial, aleatoriamente y con diferentes espesores. Se trata de carbón en polvo, popularmente bautizado como cisgo.
Nuestros vecinos, recolectores de esta riqueza regalada y trajinada por la mar, caen en la imprecisión de datar su presencia en el arenal, tal lo reseña Benigna Anxelín (1929): " Me acuerdo de ver siempre el cisgo en la playa, y también entre los bolos (cantos rodados) del Cuerno, pero ahí no se podía pañar. Si me acuerdo de ver bajar a mi ma y a otres muyeres c'ol calderín en la cabeza a buscar cisgo. Siempre lo hubo en la playa".
El origen de este sedimento, se puede justificar inicialmente en la actividad minera de Asturias. Muchas de aquellas minas del interior, usaban las aguas fluviales de los ríos más próximos, para sus lavaderos de carbón. Siendo el Narcea-Nalón, uno de los utilizados. La desembocadura del primero se convertirá en el lugar de carga de barcos. Tal se puede apreciar aun con los "cargaderos", convertidos en referente turístico de San Esteban de Pravia.
Las caprichosas corrientes marinas serán las encargadas de la distribución aleatoria de este combustible fósil, por playas y riberas. Los beneficiarios eran agradecidos, y así lo manifestaban con su selectiva recogida. Aunque pudiera parecer una actividad sujeta a división de sexo, nada más lejos de la realidad. Así lo detalla Paulino García: "Mi güilu, Marcelo'l Cevil, era un consumidor diario del cisgo, desde que se jubiló hasta que les fuerces lo acompañaron. Bajaba todos los díes a coger un calderín. Previamente miraba desde la riba de la capilla de San Pedro, si con la bajamar al descubierto, era un buen día pa ello". Añadiendo en su descripción una singularidad, común entre muchos varones de Antromero: "Recuerdo que la posición que tomaba en el borde del prao de los de Antón de Menénde, era de cuclillas con el pitín fecho con el librito entre los labios".
Aquella postura, forma parte de respeto e integración con el medio que te acoge, en una pose, tan antigua como el propio hombre. En cuclillas, su cuerpo descansando sobre el tren inferior encogido, mientras los ojos escudriñan o simplemente relajan la tensión del momento. Así lo manifiestan Marcelo´l Cevil, Silvino Artime, Perfecto Muñiz, Vicente Salero, Fernando La Salada, Félix Hevia, Venancio Artime, Manolín...y tantos otros. Heredada esta actitud a través de la transmisión milenaria, de aquella semilla genética que recuerda al ser humano su origen, formando parte de una simbiosis llena de agradecimiento.
Nadie mejor que Raúl Sirgo, en su emotivo pregón de las fiestas de San Pedrín, del año 1984, donde refleja esa vinculación del antromerín con la tierra que pisa y ama: "También he pensado muchas veces que Antromero es un gran claustro materno en el que todos sus habitantes se sienten muy cómodos. Este entorno haría que sus habitantes tuvieran costumbres especiales, incluso una curva de entonación que al hablar nos delataría como de Antromero. He de explicarme, recuerdo a Marcelo "El Tuerto" sentado detrás de la capilla contemplando la mar, una estampa que no tendría nada que extrañar excepto que Marcelo se sentaba de cuclillas, lo mismo que Silvino Artime contemplando los "praos" de La Granda o Perfecto cuando echa un pito. Esta postura no es otra que la que felizmente adopta el feto en el claustro materno. Quiero decir que Antromero es a la madre lo que sus habitantes son a los hijos". Estamos convencidos, y así lo manifestamos, que estas palabras son el perfecto colofón a la unión de nuestros vecinos con esta tierra, que en ocasiones se muestra áspera, cual despótica madrastra, pero que refuerza la tesis de la "postura fetal", que subraya Raúl.
Cerrados los lavaderos de carbón, minimizada la actividad de su extracción , el cisgo, nos sigue visitando con la misma asiduidad y frecuencia de antaño. Los supuestos depósitos marinos acumulados, ya deberían estar agotados o en vías de hacerlo. Las incógnitas afloran: "¿Pero, entonces como sigue saliendo?". Es cierto que aquel factor humano que reducía su presencia ha desaparecido, pues ya nadie recoge el otrora deseado cisgo.
Con las dudas, se desarrollan las inevitables elucubraciones. El 11 de enero de 1986, el buque "Castillo de Salas", naufraga con 99.000 Tm. de carbón, frente a la costa gijonesa. El barco se rompe en dos, hundiéndose por completo la popa el 24 de enero y tras casi un mes después de protestas ciudadanas, el 22 de febrero se remolca el resto del pecio (proa y cinco bodegas) a unas 40 millas al norte de Cabo Peñas. Durante los años posteriores el arenal de Gijón, San Lorenzo, sigue sufriendo depósitos de polvo de carbón. En el año 2020, el Instituto de Ciencia y Tecnología del Carbono (INCAR), elabora un minucioso informe , recogiendo 198 muestras de carbón, tomadas en aquella playa. La conclusión resulta inapelable, desmontando una de las teorías que más consolidadas estaban en aquel territorio playu: "Las muestras de carbón , no corresponden , en su mayoría, con el mineral que transportaba el Castillo de Salas".
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Fuente: Coses de Gijón. Castillo de Salas. 1986. |
Esta teoría conspirativa, respecto a la presencia en los últimos años del cisgo en San Pedro, ya forma parte del saber popular: " Esto ye por lo del barco que hundió delante de Xixón, y que taba cargaó de carbón". En ocasiones, la ciencia nos deja en evidencia, demostrándonos que la distancia más corta entre dos puntos, no tiene porque ser una línea recta.
Desaparecidos, tal y como vimos, los lavaderos de carbón y la actividad minera sujeta a ellos, descartado el hundimiento del Castillo de Salas, como potenciales responsables del sedimento del polvo de carbón en San Pedro, ¿Qué nos queda?. Pues casi y exclusivamente, la actividad almacenadora de la empresa Arcelor-Mittal, en Aboño. Las pesquisas y posteriores deducciones, no dan lugar a dudas. Los barcos descargan ese mineral, y pierden carga en el trasvase. Los almacenes estén en Aboño, y el viento y el río se encarga de transportar hacia la mar el polvo en suspensión y pequeños restos solidos, derivados de toda aquella actividad exigida por la siderúrgica.
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Fuente: Coordinadora Ecoloxista de Asturies (2013).La presencia de cisgo, en nuestra playa, una constante histórica. |
Lo único cierto y concluyente en todo lo expuesto es que durante décadas, fue un recurso utilizado por gran parte de las unidades familiares del pueblo. Los fríos días de invierno tenían un perfecto antídoto con la combustión del cisgo, tal lo reseña Lucía Les Moranes: " Calentaba como ta mandao".
Su recogida iba sujeta a un inevitable protocolo. Para ello se solía utilizar una tablilla lisa, manejable y ligera, con la que ir arrastrando y amontonando aquel residuo del carbón. La precaución estaba en no arrastrar restos de arena, que pudieran restar eficacia a su posterior quema y efecto calorífico. La fase definitiva estaba en su traslado a un lugar, donde se pudiera minimizar la humedad y su almacenamiento al resguardo de los elementos climatológicos adversos, entiéndase lluvia y viento.
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Fuente: Luis Servando. Muyeres de Luanco, pañando cisgo en ´ la playa de La Ribera. |
Durante décadas el cisgo, represento un maná, un regalo depositado por las aguas del Cantábrico en nuestra playa. Un recurso más para aliviar estrecheces y fomentar el ahorro de nuestras gentes. En cambio, para los numerosos visitantes del arenal, generaba una desagradable sorpresa visual, que al grito de "¡Menuda playa más sucia!", manifestaban el gran desconocimiento del impacto económico de aquel manto negruzco, que en ocasiones cubría algunas zonas de San Pedro. "El cisgo fizo aforrar munches perres y quitó muncho frío a la xente d'Antromero".
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