Capítulo 61. La riqueza natural de Antromero y otras curiosidades. La Playa de San Pedro (VI). Duodécima parte (XII) y última.










 



 Capítulo 61.


La riqueza natural de Antromero

y otras curiosidades.


La Playa de San Pedro (VI).


Duodécima parte (XII) y última.




"Too pasa y ha de pasar;

y el que parándose piense

ser un poquín a quedar

no que seguro y-paez,

fuxa de la inxenuidá.

pos tolo que yá se tien..."

Manuel Asur.



    La Playa de San Pedro, tal y como hemos reiterado, ha sido un referente vital para Antromero y sus habitantes. Lugar para el desarrollo de infinidad de trabayos, sujetos a los caprichos de la misma naturaleza. La vida de los nuestros, de los antepasados, siempre vulnerable y condicionada a una inseguridad manifiesta. Aquellos tiempos de cuando eras viejo a los treinta años y el milagro pasaba por sobrevivir a los cuarenta.

    El inevitable paso del reloj, condiciona desarrollos y ajusta evoluciones. La vida, sigue siendo una carrera en favor de la supervivencia, pero los medios son otros. La capacidad humana de adaptación a las nuevas exigencias es imparable y el conocimiento su mejor aliado para afrontar estos retos.

    Si tuviéramos que elegir un lugar específico del pueblo para reflejar en un estudio sociológico la evolución y adaptación al medio del ser humano, en favor de su existencia, elegiríamos sin lugar a dudas la playa. Nuestros antepasados, son el claro ejemplo de la lucha desigual, desarrollada en infinidad de ocasiones desde aquel arenal, y hoy transcurridos tantos siglos, evidencian un cambio obligado. Los actuales usuarios de San Pedro lucen sus mejores galas y atuendos que impone la dictadura de la moda, para disfrutar del ocio y merecido disfrute. Desconocedores y ajenos de las historias y dramas humanos que aquella concha acantilada ha visto durante tanto y tanto tiempo. Vivir por encima de todas las cosas, era el objetivo.





A vueltas con el  ocle.


"La felicidad era real

 cuando  el mundo conocido,

era el que sólo te alcanzaba la vista.

Han tenido que pasar tantas cosas,

para perder la inocencia 

y brotar la desilusión".

J.M.G.A.



    En el pasado capítulo 15, hemos repasado uno de los elementos que más ha modificado al pueblo, el ocle. Nada en el obligado peaje que impone la vida es gratis, todo tiene su precio. El ocle fue durante al menos tres décadas, la riqueza accesible y popular, devengada con el esfuerzo y trabayo titánico de los nuestros. Meses, semanas exigiendo al cuerpo vigilias interminables, sacrificios iniciados en las aguas salinas y prolongados en tierra firme.

    A finales del mes de agosto y durante el mes de septiembre, la mar ya anuncia la presencia de una nueva temporada de ocle varao. En este periodo de tiempo, aparecen en pedreos y la playa, los primeros síntomas, fruto de la madurez de las algas. Pequeños arribazones de "morgazo", de plumín, ocle inservible comercialmente, advierten a los ocleros que en próximas marejadas, su objeto de deseo estará varado, para consternación de bañistas quienes ven una incomodidad aquella secuencia biológica.

  La compensación económica  justifica la faena, a la entrega de las algas, ya secas. Aunque excepcionalmente, aquella cadena productiva se interrumpía intencionadamente, tal lo refrenda Marina El Tuertu: " Un año, metiose una invernada tremenda, y cogimos ocle en la ribera de San Pedro. Carretámoslo Paulo, Fausto, Mercedines y yo, con el carrín y el burro, hasta el Cañaveral (carretera general). Tuvimos que vendelo en verde (sin secar), porque llovía como Dios traía el agua. Taba el tiempo endemoniao y no se podía secar. Vinieron a buscalo, por mediación de Marcelo (almacenista), con un camión". 

    Lo cierto que nuestra playa en lo referente al ocle varao, aquel que llegaba a la orilla, tras las temidas tempestades invernales cantábricas, era un lugar preferente, respecto a otros lugares. La facilidad de acceso y el suelo arenoso facilitaba trabajos. Esta dinámica histórica se vería bruscamente interrumpida por la llegada de los coreanos (1). Aquellos gitanos, oriundos de Portugal, van a cambiar para siempre los hábitos laborales de los nuestros. Lucía Les Moranes, así se explicita: " Aquellos demonios no teníen miedo a nada. Metíense de cabeza a por él, sin dejar que varase. En San Pedro, quien quería ocle tenía que metese con ellos al agua". En aquella lucha contra los elementos, no había distinción de sexos: " Al agua metíense muyeres y paisanos. Aquelles portugueses (mujeres), iben con aquellos faldones largos y negros, sin problemas".



Playa de San Pedro. Ocle varao o de arribazón.(1998)





Fuente: Mariluz Serrano. Mino el Civil y Emilio Rodríguez 
el Lechugo, vaciando la terrafa en la playa de San Pedro.
Al fondo, gente trajinando con este arte y con traje de neopreno.
"En San Pedro, quien quería ocle tenía que metese con ellos al agua"


 Acompañados de unos llamativos y destartalados vehículos, bajaban al arenal y cargaban temerariamente los mismos. La rampa que inicia la subida del camín de la playa, una verdadera prueba de fuego, para las ambiciones de los portugueses. En más de una ocasión tuvieron que recurrir a la buena voluntad y ayuda de los vecinos, para salvar sus camiones y camionetas de la voracidad de la mar. La playa, era su lugar preferido para recolectar el ocle, evitando los pedreos, dada la mayor complejidad y tiempo que exigía esa otra opción.



Fuente: Tuero - Arias. Gitanos portugueses recogiendo ocle,
en la Playa de San Lorenzo (1984).



    En estos años 80, aquella salvaje competencia, hace dar un paso adelante a los ocleros autóctonos. Aparecen los neoprenos y los trajes de aguas con botas altas de peto, sustituyendo cualquier ropaje anterior. Además surgen nuevos utensilios más desarrollados, para captar el ocle dentro del agua, tal fue la tarrafa de arrastre. Basada en la de mano, aquella que se manejaba con una lanza o mástil, esta lleva sujeta a su estructura más amplia, dos brazos de tiro. En aquel paisaje teñido de esfuerzo, llamaba poderosamente la atención el tamaño de la empleada por Paco Medero, pues potencia para emplear en su arrastre marino, sobraba.



Fuente: Revista Asturies. Autor: Astur Paredes.
Tino Rionda, en la postura de uso 
de la tarrafa de mano para el  ocle.


Tarrafa. Dibujo: Alberto Álvarez Peña. El desarrollo de este útil está basado en 
la tarrafa de mano.




   En el verano, los usos se modifican. El ocle es de arranque, esto es, se aprovechan las buenas bajamares para sacar rendimiento a aquella recolección. En la playa, no hubo esta actividad,  propiamente dicha, pero si se desarrollaron quehaceres vinculados a ella. Tal fue el sitio para guarecer alguno de los complementos, que durante años se usaron, como el caso del garabato (2). En mareas muertas, de poco coeficiente, se dejaban en la arena seca, así lo recuerda Perfecto Muñiz: " En la playa se dejaban los garabatos en la arena seca. Nunca faltó ninguno y todo el mundo conocía el suyo". Concluyendo en un veredicto común y popular: " Antes nadie jugaba con les coses de comer, había un respeto. Si dejes ahora un garabato en la playa, cuando vas a buscalo tienes el sitio".



Fuente: Emilio Rodríguez el Lechugo (1969). A la derecha, los garabatos
"guardados", mientras la xente xoven juegan a su lado.



    También este lugar era un punto logístico para la descarga de las lanchas que venían con el preciado vegetal marino, como recuerda con cierta añoranza Perfecto: " Cuantos botes me tocaron descargar en San Pedro. Y como yo, todos los que teníen lancha. Era el mejor sitio: agua tranquila, arena y espacio pa sacar el ocle".



Fuente; Mari Artime. Álvaro Artime, la motora Dardo y una chalana llena de ocle.
 En la playa de San Pedro.



Fuente: María González. Ocle arrancao. Playa de San Pedro.
De izquierda a derecha: Joaquín le Moranes, Fermín y Avelino. Años 80.




    Podemos presumir, que durante muchos años estas costas fueron referentes de les costeres de ocle. La Playa de San Pedro, fue uno de tantos engranajes de aquella cadena económica, que cimentó las economías familiares. Sin olvidar, en  ningún momento, que lo fue por el sacrificio y pundonor de los nuestros. Gente que son un ejemplo de honestidad y compromiso con la vida y  los suyos.





(1). Los coreanos fue un término despectivo utilizado para designar a las personas procedentes de los distintos territorios del país. Atraídos por el empleo generado por la empresona ENSIDESA, y coincidiendo con la guerra de Corea, la sangrienta ironía local, no tardó en adjudicarles este apelativo. En Antromero, fue usado para definir a los gitanos asentados en el poblado chabolista de Tremañes, procedentes de Portugal.

(2). El garabato, ya visto en el capítulo 15, dedicado exclusivamente al ocle. era un peine de hierro, sujeto a unas varas de eucalipto, de varios metros. El objetivo era arrancar esta alga desde la embarcación, sin necesidad de bucear. Los destrozos que generaba este método de arranque, era notable. Al no ser selectivo, desraizaba y destruía toda la vida, por donde pasaba.





La rucha.



 "La memoria juega con los recuerdos,

nos da la posibilidad de escoger

y seleccionar episodios en función

de nuestros intereses".

Juan Carlos Onetti.



    La rucha, según el "Diccionariu Asturianu-Castellanu", de Xuan Xosé  Sánchez Vicente (quien fue vecino del pueblo durante la década de los ochenta), es :" Cosa o conjunto de cosas que se encuentran en la orilla al bajar la marea". Nosotros, estimamos que son esos objetos que aparecen en les riberes, con independencia del estado de la marea. De esta manera lo recuerda el experto conocimiento de Manolo Robés: " D'ír a la rucha era pañar les coses que deja la mar: madera, redes, aparejos, boyes, cordeles, tabaco, cocos...". Aunque sus palabras no dejan lugar a dudas: " Ahora, y desde haz años lo que más vara ye plásticos, galipote y mucho morgazo".

   Hay una ley no escrita, que forma parte del conocimiento y respeto popular, que Manolo explicita: " Si pañes madera en la ribera, la amontones y pones una señal, como una piedra, un palo con un trapo o cualquier cosa, eso se respeta y nadie lo toca porque tien dueño, hasta que lo mueva la mar". Si en cambio se trata de un objeto que aun no varó, o hay dificultades para rescatarlo de las aguas: " Basta con amarrarlo con un cordel y fijarlo a una peña o algún punto fijo de tierra, y ya tiene dueño. El caso ye que esté sujeto por alguna cosa a tierra firme".

    Por la disposición natural de nuestra ribera de referencia, es muy receptiva a la llegada de todo tipo de objetos con los vientos favorables del norte, especialmente del nordeste. Y ese conocimiento no ha pasado desapercibido a los buscadores de tesoros, de la rucha.



Fuente: Asturnatura. La disposición de la Playa de San Pedro, muy
favorable a la llegada de todo tipo de objetos, algunos de los cuales 
no muy apetecibles.



 Una de las recogidas más apreciadas y aprovechables, fue la de la leña. Maderas, restos de árboles, ramascas,.. formaron parte de uno de los objetos más deseados de la rucha, tal lo recuerda Maruja Anxelín: "En San Pedro mucha leña se pañó, pa les cocines de carbón y de leña".  Amparo Julián (1916), recuerda con la precisión que proporciona su prodigiosa memoria, algún curioso episodio: " Cuando yo era pequeña, me acuerdo de que la gente d'iba pañar sacaos de cacahuetes en la ribera de San Pedro. Igual taben moyaos o mahurientos, pero todos se aprovecharon. Poniénse encima de la chapa de la cocina y a comer". en  Aclarando el contraste con los tiempos actuales: " Y los que los comieron ninguno morrió por ello. Ahora tan todo el día mirando cuando caduquen les coses antes de comeles. Hay mucho refalfiao".

    Aunque de las desgracias ajenas, también se sacaba beneficio. La pérdida de carga de barcos se hizo notar en esta costa, como lo recuerda Félix Hevia: " Cuando éramos chavales, vararon un montón de cervezas. Las guardamos por la riba (acantilado) y nunca hubo tanta chavalería en la playa como aquellos días. De aquella no había ni fecha de caducidad, ni nada, todo valía". En otras ocasiones la aparición de objetos extraños, aceleró comportamientos imprudentes: " Otra vez, aparecieron bengales y faltó tiempo pa explotales. Una de elles, abrió abajo y menudo susto nos dio".

    La aparición de tablones, y maderas ya manufacturadas, representó una gran ayuda para la cubrición de suelos de salas y elaboración de horros. Aunque siempre dejando claro la obligación de notificar a las autoridades marinas locales, cualquier aparición de objeto que tuviera valor. Transcurridos treinta días de su publicación en el Boletín Oficial de la Provincia y sin que nadie reclame y pueda demostrar su propiedad, "será entregado a su hallador". En nuestro caso, era de obligado cumplimiento hacerlo en la Ayudantía de Marina de Luanco, aunque el sentimiento popular era inequívoco: "¿Quién iba a declarar a Luanco nada?. El que encontraba algo , se lo quedaba y pa casa con ello, salvo que fuera un muerto". 

    A propósito de esta información, recabamos las declaraciones de  Lucía Les Moranes, quien detalla un periodo de tiempo en el que varó un tipo de madera específica: " Cuando era rapacina aparecieron muches chapes de madera. Eren tremendes de grandes y la gente colocábales por les ribes (acantilados). Una vez puesta donde no llegaba la mar, ya tenía dueño. No facía falta poner nombre, ni llevales pa casa. Todo el  mundo lo respetaba".

 Así, recordando apariciones no deseadas, rescatamos de otro capítulo las declaraciones de José Sirgo, Canales, quien atestigua en primera persona una de aquellas: "Tendría sobre 15 años, y veníamos en grupo andando desde Candás, desde la escuela de Pepe El Moreno. Siempre nos dejábamos caer para Antromero por el cementerio de Candás y La Piedra. Cuando llegamos a la playa de San Pedro, encontramos en la arena y a mitad de playa, el cuerpo de un paisano, o lo que quedaba de él. Sólo quedaba el tronco". El desafortunado era un pescador de caña, que había desparecido unos días atrás.

 En algunas circunstancias, la rucha se programaba y era más previsible, tal  lo detalla José Sirgo: " En la playa de San Pedro y en la Peña Larga, la Guardia Civil de Luanco, acostumbraba hacer prácticas de tiro". Detallando un protocolo que diferenciaba rangos: " Los números disparaban con fusil y los oficiales con pistola". La actuación posterior de la chavalería, estaba sujeta al rastreo: "Finalizadas las maniobras, buscábamos el plomo de las balas estrelladas, y así hacer plomadas para los aparejos de pescar".


José Sirgo, Canales.


"...y en la Peña Larga, la Guardia Civil de Luanco...."




    Nuestro vecino Moncho La Piedra, recuerda alguno de aquellos habituales en esta labor de búsqueda de la suerte que caprichosamente entregaba las aguas salinas: " Joaquina Anxelín, era una de les que madrugaba pa dír a la rucha. Cuando no cogía una xibia  (las sepias una vez que desovan en la proximidad de las riberas, mueren), era leña o lo que varase".

    Para contextualizar en su justa medida a la rucha, estamos obligados a retroceder en el tiempo, en una economía familiar precaria, que se basaba en muchas ocasiones en el autoabastecimiento. La riqueza de la mar, era aprovechada y agradecida en el azar de su reparto. La actuación del Cantábrico indiscriminada y caprichosa era celebrada por los beneficiarios y maldecida, como no podía ser de otro modo, por aquellos a les que arrebataba sus pertenencias. 

    Esta actividad humana muy apegada a las costumbres ancestrales de nuestro pueblo, era una garantía de éxito, tal lo sentencia Jovita González: "Cuando ibas a la rucha, nunca venías de vacío. Siempre había algo que aprovechar. En la playa de San Pedro, la mar siempre traía algo".





Y llegó el deporte.



"No debía de ser tan fácil en aquel tiempo.

Los años mentirosos que después vienen 

vienen a decir lo contrario: 

no los creas.

O créelos."

Xuan Bello.



    Cuando las carencias y las precariedades evidencian limitaciones, se recurre inevitablemente a optimizar los escasos recursos. Antromero, desde siempre se ha distinguido por la afición deportiva vinculada a los hombres, pues la participación de las féminas siguiendo las rancias normas sociales, se circunscribía exclusivamente a los juegos.

    Ante la evidente ausencia de instalaciones que pudieran atender la demanda popular, se recurría para cualquier práctica deportiva a la playa. Condicionada aquella por las imposiciones de las fases lunares, traducidas en las mareas. Inevitablemente, se buscaba las baxamares para ello, con la salvedad de los juegos náuticos, tal pudieran ser el remo o el disfrute de la natación.

  Aquellas restricciones impuestas por  la naturaleza, se equilibraban con la búsqueda de un prao lo suficientemente llano que pudiera cubrir las exigencias de los participantes. Evidentemente, el furtivismo y la ausencia del permiso de su propietario formaba parte del encanto de aquellos hábitos, para consternación de sus propietarios. El inevitable paso de los años y de las generaciones han corroborado aquellas prácticas  y no hay varón, al menos hasta los nacidos en los años ochenta, que no haya sentido la adrenalina y el aumento de la frecuencia cardiaca por huir de la presencia  del furibundo dueño de la heredad, pisoteada y mancillada por los poseedores de aquellas hormonas juveniles alteradas.

   Uno de aquellos episodios es recordado por José Manuel González Artime, quien precisa un motivo material por el que se disputaba aquellos encuentros, además del efímero honor de la victoria,  durante la década de los 70 : " Cuantas veces se jugaba en el prado que estaba al lado de Casa Oliva. Se repartían los chavales en dos equipos y  se apostaba una gaseosa de color, que costaría unas tres pesetas. El equipo que perdía era el que la pagaba". Aunque detallando que el espíritu olímpico del Barón Pierre de Coubertin (3), se mantenía entre los disputantes: " De ella bebían todos".

 El triunfo del llamado deporte rey, el fútbol, es inexcusable y muy visible en la playa. Este deporte en su visión moderna, se contextualizó en Gran Bretaña durante la segunda mitad del siglo XIX. Su extensión por casi todo el mundo fue imparable y en lo referente a nuestro pueblo, tenemos constancia gráfica de su desarrollo en los años veinte del pasado siglo con una imagen que no ofrece dudas al respecto. Pese a su pésima calidad, se aprecia la formación uniformada de los jóvenes con entrenador incluido. El corto plano de la misma nos impide dilucidar donde se formalizó la misma, aunque algunos vecinos recuerdan con meridiana precisión los lugares de aquellas prácticas con el balón. Así José Antonio García Uría, nacido en 1928, precisa: " Siempre me acuerdo de jugar  a la pelota en San Pedro (playa), y cuando no se podía porque la mar estaba alta, cualquier prao valía, o en la misma carretera". Esta declaración ha trascencido al paso del tiempo y cualquier escolín  que haya vivido la concentración escolar de Luanco, hasta los años ochenta, podrá recordar con precisión meridiana, como se jugaba al balón delante de las paradas escolares, mientras se esperaba la llegada del autobús. Los libros, libretas o prenda de abrigo hacían las veces de porterías. Para abatimiento de madres y desesperación de los conductores de los escasos coches que entonces transitaban por tan estrecha vía.

    También algún ministro de la Iglesia, uso su condición de representante religioso en varias parroquias, para conformar e intermediar en estos retos deportivos, tal lo recuerda Emilia Posada: " El cura D. Vicente traía a los chavales de Cardo a jugar al balón a Antromero y al revés. Jugaben casi siempre en la playa de San Pedro, aunque alguna vez jugaron en praos".



Fuente: Benigna Anxelín. En la parte posterior de la imagen está
registrado el siguiente texto: "Antromero 1928".


    Otros declarantes como Benigna Anxelín (1929), recuerdan como algunos de los partidos de rivalidad  local entre los equipos representantes de Candás y Luanco, se disputaban en campo neutral: " Después de la guerra civil, se jugaron algunos partidos entre el Canijo (4) y el Marino de Luanco, en La Granda. En el año 1942, fue a verlos Herrerita (5) y hubo una revolución en el pueblo". 



Fuente: Benigna Anxelín. Foto sin datar de uno de los muchos equipos
que disputaron en el pueblo.


   Aquellos jóvenes que acudían a los retos y pugnas deportivas de nuestros vecinos, habían desarrollado una estudiada y variable estrategia, en función de los resultados del match: " Si perdían los del Canijo, los esperábamos en la curva de La Xatera (subida a Candás) y allí nos reíamos de ellos, y cuando perdían los de Luanco, hacíamos lo mismo en el Naranxal".  En algunas ocasiones, la estudiada estrategia se alteraba: " Muches veces tocaba correr, porque veníen enfadaos a por nosotros".

    Aunque la rutina y hábito de esta práctica deportiva pasaba por un único escenario e irremplazable, dada la carencia de instalaciones en el pueblo, y no era otra que la playa de San Pedro. En ella, se emplazaba los desiguales partidos entre casados y solteros, de obligado cumplimiento durante la celebración de las fiestas patronales; los retos contra otros pueblos del contorno y las "pachangas" habituales entre la chavalería del pueblo. 

    Antes de la llegada del consumismo desaforado que nos acosa, este juego en la playa se desarrollaba en un principio de igualdad inapelable. Todo el mundo jugaba descalzo, evitando en ello el desequilibrio al que abocaría las diferentes calidades del calzado. También afloraban las quejas por las artes maliciosas de alguno de los participantes, quienes aprovechaban el desarrollo y fortaleza de las uñas de sus pies para intimidar al contrario.



Fuente: Mariluz Serrano. Uno de los equipos de futbol - playa
de Antromero que disputaron las tertulias candasinas. Se puede 
observar la ausencia de calzado. Años 80. De Izquierda a derecha, arriba:
Emilio El Lechugo, Falo El Roxu, Pepe Salero, Falo, Carlinos. Abajo: Ángel
Sampedrín, Manolo Sampedrín, Canario, Manolo Robés y Vicente.


    A la sombra de esta ribera, nacieron diferentes equipos a lo largo de los años. Las inquietudes deportivas de los jóvenes se traducía en la orientación hacia un casi exclusivo deporte, el fútbol. Recordamos  a uno de aquellos conjuntos deportivos de la década de los sesenta cuyos  participantes vendieron lotería para acceder a la compra de una envidiable equipación (incluso botas, algo inaudito entonces). El recuento de beneficios queda corto y será determinante  la colaboración económica de Jesús González Capacha, mentor y a la postre entrenador de aquel grupo juvenil.



Fuente: Carmen González. De izquierda a derecha, en la línea de arriba.
Félix Hevia, Falo Balsera, Matías El Chato, Richard, Jesús González,
Toño de Antón de Menéndez, Martín. Abajo: Tomás, ¿?, José Rodríguez,
Juan de Casa Bolla y Ramonín de Lisa. Se puede comprobar la perfecta
equipación, con escudo incluido. Finales de los años 60. Al fondo, La Barraca 
de Argenta y Pepe, otro de los iconos de la playa.



    En la posterior década (años 70) se creará otro equipo, por el mismo sistema de financiación y ya con integrantes nuevos. Se apuesta por una atrevida camiseta  negra y banda diagonal blanca. Llamativa y vistosa, con sus primeros lavados se va transformando en un único tono negro, desapareciendo aquella primigenia combinación de color. Mientras se usó, el equipo fue conocido en la comarca como "La Funeraria", por el definitivo aspecto negruzco de aquella casaca deportiva.




Fuente: Benigna Anxelín. Equipación original de 
la posterior "La Funeraria", posando en San Pedro. Años 70.  



    Ya en los ochenta, se apuesta por camiseta amarilla de manga larga. El algodón de su composición, era el mayor inconveniente para su uso en los días de lluvia o en la humedad de la arena playera. En ocasiones, se podía transformar en un extraño camisón que bien podía llegar hasta las rodillas. A partir de estos años, aparecieron las fibras textiles y una amplia variedad de colores, que fueron usados por los sucesivos equipos vinculados a Antromero.




Formación de un equipo local, en las tertulias de invierno de Candás. 
De izquierda a derecha. Arriba: José Antonio, Roberto, Josenín, Jose.
Abajo: Vicente, Humberto, Alfredo, Javi y Juanjo.



    Aunque también es cierto, que ante la coincidencia de colores con el rival, se tomaba la decisión que uno de los contrincantes se despojara de la parte superior de la vestimenta, jugando a pecho descubierto y sin mayores problemas.



Fuente: Secundina Fernández."...ante la coincidencia de colores...",



   En la prensa regional, se recoge alguno de aquellas disputas, que se formalizaron a caballo de la playa y La Granda. Así el diario "Región", con fecha de 26 de Setiembre de 1935, detalla en envidiable crónica  uno de aquellos encuentros:" El pasado sábado se trasladó a la playa de Antromero el "Atrevido Sporting" de Sta. Eulalia de Nembro, para contender con el "Infantil de Antromero". Dio comienzo el partido a las tres de la tarde, dominado en un principio por el equipo visitante. Siendo fruto de ello lograr marcar el primer gol...A los pocos minutos los de Antromero consiguen el empate, terminando así el primer tiempo. Comenzado el segundo tiempo se registra un penalti que adelanta al "Atrevido Sporting". Los peques de Antromero se animan y no tardan en conseguir nuevamente el empate, dándose con ello por terminado el encuentro con el empate a dos tantos. Todos supieron desempeñar su cometido admirablemente".

    Un año antes, con fecha de 1 de agosto de 1934, el mismo periódico en su sección de deportes lucía el siguiente titular, en una de las visitas de nuestros equipos a la capital del concejo: " El Racing Club de Luanco vence al Antromero 4-3". La prensa se encarga de recordarnos la actividad futbolera organizada en el pueblo, durante el periodo pre-guerra civil.

   A partir  de la década de los sesenta del pasado siglo y pese a lo que pudiera parecer, no todo fueron parabienes en el arenal, dada la importancia afluencia de gente.  Esta práctica deportiva exigía una buena ocupación y monopolio de la playa, para desesperación de muchos visitantes, quienes buscaban una tranquilidad que el balón rodando, inevitablemente rompía. En época estival y bajamar se podía contabilizar varias decenas de participantes en varios de estos partidos, tratando de emular a los Pelé, Di Stéfano o Cruyff  de la época. Al fin y a la postre la facilidad para su desarrollo, era su verdadero éxito de participación colectiva. Una pelota y unos montones de arena para simular las porterías, sus únicas exigencias.

    Si de deportes hablamos, no tan sólo hubo fútbol en la playa. Podemos enumerar alguna de otras alternativas al "opio del pueblo". Así se desarrollaron, casi siempre coincidentes con las fiestas del pueblo, pruebas de remo, en forma de carreras de botes. Alguno de nuestros vecinos, formaron parte de la embarcación que en el año 1972, en Cedeira, quedó cuarta en el Campeonato de Asturias de bateles, registrándose como el Club de Remo de Antromero. Aquella embarcación estaba formada por Falo Balsera, Jesús Muñiz, Venancio Artime y Richard.


Fuente: Mariluz Serrano. Imagen rehabilitada por Nino Rodríguez.
De Izquierda a derecha: Perfecto, Paco Medero, Marcelino, 
Moncho La Piedra y Toño. Entrenando , en el vetusto bote 
Punta de los Ángeles, propiedad de Joaquín Les Moranes.



    Durante las fiestas patronales en la segunda mitad de los años 70, los miembros de la entonces comisión de festejos, deciden hacer una cucaña en la playa. Ante la imposibilidad de formalizarla con las pautas al uso, esto es, con el palo horizontal engrasado, buscan alternativas en las que se mezclan potencia y habilidad. Para ello, lanzan desde una lancha un pequeño cerdo aceitado, para que los nadadores participantes traten de capturarlo. Aquel lechón demostró más pericia que los afanados deportistas, y tras largos minutos de infructuosa persecución desapareció bajo las aguas. Hubo todo tipo de teorías y discusiones al respecto, incluso los que apostaban que aquellos animales tenían una innata habilidad para surdir (bucear), facilitando con ello su huida. La polémica suscitada se diluyó, cuando al día siguiente apareció varado el cadáver del desdichado animal. El desconocimiento de los miembros de la comisión festejil, de que los cerdos van ganando agua por su esfínter anal, provocando su inevitable hundimiento, tal lo reconocía públicamente alguno de aquellos: " ¡Quien d'iba pensar que se afogaría! .Tuvimos suerte que fue en aquellos años, si ye ahora, tamos todos en la cárcel".

  También  a través de la Asociación Cultural y Deportiva "Gritos", se formalizarán dos regatas de piragüismo durante los años 1987/88, que formarán parte del calendario regional  para categorías inferiores en esta modalidad.

    Es durante este periodo de  tiempo cuando hay una trasformación amenazante para la playa. La pérdida de áridos, entiéndase arena, hace peligrar el uso de la misma para actividades deportivas. El aspecto es de un pedreo,  y las posibilidades para desarrollar práctica atlética, se reduce a pequeños espacios. Los entonces jóvenes, ven amenazados sus intereses ocio-deportivos por la misma naturaleza y buscan alternativas para adaptarse a los nuevos tiempos.

    La cesión por parte del Club Náutico de Carreño de una equipación de voley-playa en los inicios de los años 80, con la que se va a dar un giro a la participación femenina en estos avatares deportivos. Hasta prácticamente estas fechas la vinculación deportiva de las féminas en la playa, se reducían a actividades de iniciativa individual, como nadar, correr o hacer saltos acrobáticos náuticos. 

    Las colaboraciones individuales son muy agradecidas. En esta época y con la presencia de Paco García- Pumarino como socorrista del arenal, va facilitar con sus habilidades que se confeccione los complementos necesarios para el desarrollo del tenis- playa, con el reciclaje de restos de aparejos. Ampliándose el abanico de posibilidades deportivas, para los atletas locales. Con todo ello, se busca la alternativa al fútbol (imposible de practicar), que durante más de medio siglo, tiranizó al resto de los deportes en estos lares.

    Aunque los irreductibles practicantes de aquel juego de pelota no se amedrentan. Reducen el tamaño de las porterías, tamaño hockey sobre patines y, minimizan el número de competidores por equipo a tres o cuatro. Estamos ante la modalidad de fútbol denominada "cuadrín". 



Cartel anunciador de una de las actividades deportivas
organizadas en nuestro arenal. En este caso, campeonato 
de "cuadrín".




    Actualmente las nuevas generaciones, apuestan por prácticas deportivas más sofisticadas. Tanto en invierno, como en verano ya no se ve ningún balón rodar por la arena. Corren nuevos tiempos, desplazando al abandono a viejas ilusiones que se formalizaron durante tantos años.







    

    




(3). Aquel espíritu olímpico defendido por este ilustre aristocrático, se apoyaba en el principio de lo importante era participar de las contiendas deportivas.

(4). El Canijo, fue el origen del equipo que hoy conocemos como Candas C.F.  y fundado en 1934.

(5). Herrerita fue un futbolista que nació en Gijón en 1914, y desarrolló prácticamente toda su carrera en el Real Oviedo. Internacional con la selección absoluta en la década de los años 40, al ser considerado como uno de los mejores delanteros españoles de aquella época. Su presencia en Antromero, despertó una gran curiosidad entre los asistentes de la disputa entre El Canijo y el Marino.







Conclusiones.



    Nuestro vecino y amigo Paulino García, con su magnífico trabajo descriptivo de "la vuelta alrededor de les riberes", nos ha abierto las puertas para detallar con más pausa la riqueza natural de estos acantilados. Ha sido una labor emotiva y emocionante. Llena de sentimientos encontrados, donde hemos recordado, una vez más, el sacrificio perenne de nuestros antepasados.

 La vida efímera, insiste en recordarnos que rápido pasan las cosas y a que velocidad vertiginosa transcurren los acontecimientos que marcan las existencias.

 Hemos hecho memoria, repescando como siempre las sabias palabras y la prudencia contenida de aquellos que nos antecedieron, y seguramente cayendo en el involuntario error de seleccionar determinados recuerdos y obviando otros, probablemente  más interesantes. El subconsciente hace gala de su poder descontrolado.

    Pero, pese a todo, y sin la posibilidad de pagar los plazos pactados con el destino, creemos que ha merecido la pena el esfuerzo.

"Nunca sabrás el valor de lo vivido, hasta que se convierta en recuerdo".

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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