Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.




Casa Norte, actualmente.



 Capítulo 85.


Coses y casos de cases.

Parte III.


Casa Norte.


"Adoro los misterios.

 Hay partes que parecen no encajar,

pero al final lo hacen y 

todo cobra sentido".

Kristen Wiig.


Regresemos, una vez más, al pasado. Maldigamos a la memoria que nos desasosiega, sintamos los cantos de guerra que surgen entre los escombros del abandono y tratemos de recuperar una historia que ya es de todos. Viajemos ausentes del lastre que maniata el equipaje, al pasado que nos esquiva.


En los testimonios documentales, pertenecientes a la colección diplomática del monasterio de San Vicente, de Oviedo (actualmente alberga el Museo Arqueológico de Asturias), se documenta con fecha de 13 de noviembre de 1331, el arriendo a un habitante de Antromero, llamado Joseph Pérez, las propiedades que el abad del monasterio poseía en toda la parroquia. Entre sus posesiones, documentaba "...tres cabannas e dos orrios en Entremerio, todo techado de palla..., quatro bués e quatro vacas e dolce reciellos..." (1). La evidencia es abrumadora: un pequeño pueblo sin más pretensiones que sobrevivir.


Entonces, Antromero, sujeto al yugo del abad de San Vicente, tenía un puñado de cabañas y escasos habitantes. Más de quinientos años después, esto es, en 1858, se edita el "Nomenclator de los pueblos de España", de la Comisión de Estadística General del Reino, quien a censa 220 habitantes y precisa la existencia de 45 casas. Una década después,  en el padrón de 1867, se registran 221 habitantes y 45 viviendas, esto es, un crecimiento vegetativo de la población casi nulo. Datos estos, corroborados anteriormente, en los textos editados en la magnífica  obra "Geografía General de España", de Muñoz y Romero y editada en 1862: "Antromero tiene 220 habitantes". Ya en el siglo XX, en 1910, en la "Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana", certifica la existencia de 286 habitantes y 84 edificios. Edificios, que sospechamos, incluyen cuadras y hórreos.


Estos datos nos confirman  teorías y elucubraciones, expuestas en el anterior capítulo. El incremento poblacional  en algo más de un cuarto de siglo, es de un 30% y su semilla podemos hallarla  en las hermanas de casa La Granda o El Catalán. Analizando toda esta exposición y con respecto  al desarrollo del pueblo, durante este periodo de tiempo ( siglo XIX y primera mitad del XX), hubo una casa que sobresalía por encima del resto, con un poder económico sin par: Casa Norte. 




Fuente: Google Earth. Vista aérea. La flecha señaliza la Casa Norte.


Una casa, sobre la que las leyendas mitificadas pulularon en el sentir popular. Especulaciones sobre su riqueza, procedente de allende de los mares, transmitidas oralmente durante generaciones y generaciones, tal y como se encargaba Rosario La Salada de recordar: " De Cuba, fai muchos años, vino un paisano, cargáo de oro y fizo Casa Norte. Fue la primera casa de Antromero. De eso, ¿Quién sabe cuando paso?". Apuntillando aquella transacción comercial: "Aquel paisano con diez mil reales, compró casi todo el pueblo"


La tradición oral, a todas luces enriquecedora, en este caso no se ajusta a la realidad. La isla de Cuba, (inicialmente llamada Juana (2) por su descubridor) fue pisada por Cristóbal Colón, un domingo, el 28 de octubre de 1492 y entonces este pueblo ya tenía tras si una fecunda historia económica-social. Rosario, probablemente, pudiera referirse a la primera construcción de una vivienda, tal y como la entendemos en la actualidad, no una cabaña o cuadra, construcciones míseras, habituales hasta entonces.


Nuestra declarante Rosario La Salada (1901), detalla, para satisfacción de los lectores, como eran las viviendas en su juventud: " Antromero tenía unes poques cases. Habría sobre trenta y la cuadra y la casa donde taba la xente taben pegades. Les paredes taben feches de yerba seca y barro. La xente sentábase en les riestres del maíz, donde era la cocina. Había mucha pobreza y la casa de verdá  de Antromero, era la de Casa Norte".


Esta noble vivienda, siempre ofreció un halo de misterio e una  imagen de poderío económico innegable. Los detalles aportados por Lucía Les Moranes, no hacen otra cosa que certificar estas populares sensaciones: " La Casa Norte, siempre fue la mejor de Antromero. Una casa cojonuda, con cuadra, panera y llagar. Teníen un comedor muy guapo, tremendo". Planteando una pregunta reveladora de un estatus único: "Entonces, ¿Quién tenía un comedor?. El que tenía ya una cocina, ¡era rico!". El paso de los años y la nula inversión marca  una fecha en el horizonte, que manifiesta una decadencia imparable y un punto de inflexión : " Al morir, Manuel, la cosa cambió. Pa esa casa todo fue a peor y el llagar cayó más tarde por no atendelo".



Restos de antiguas edificaciones, en Casa Norte.


Los testimonios acerca de  aquella instalación civil, con toda probabilidad, la más vieja que se conserva en pie en el pueblo, corroboran exposiciones anteriores. Laudina Artime: " La planta de abajo, estaba toda rehabilitada. Para subir a la planta de arriba, había que subir unes escaleres de madera y llegabes, directamente a la sala. Todo el suelo de madera y en una pared, el retrato de Manuel (último gran propietario)". Lo cierto, es que hemos sido testigos en la primera década del siglo de esta descripción, con la amable invitación de una de sus herederas, Estelina. En breve visita, pudimos comprobar una respetuosa rehabilitación, de la parte inferior de la vivienda, incluida su cocina, en el fondo de aquella. En cambio, en la planta superior, se mantenía como hace mucho tiempo atrás. Un viaje al pasado en toda regla. Vetustas maderas vestían sus suelos, pisados por ascendientes de los que ya jamás tendremos noticias. Robustos muebles, elaborados con un arte ya hace tiempo desestimado, desgastados en sus aristas por el paso de cientos de paños, de limpiezas domésticas obligadas. Y en una de aquellas paredes, el retrato de Manuel García Suarez (1872), el último "gran dueño", de tamaño considerable, en actitud vigilante, desaprobando con toda probabilidad  la presencia de aquellos intrusos en su propiedad. La experiencia de un viaje a un pasado impreciso, impagable.



Fachada lateral de Casa Norte. Al fondo y a la izquierda, en construcción 
de menor altura, la ubicación de la cocina.


De aquella visita, aun mantenemos viva la imagen de un pequeño habitáculo, en el que se amontonaban sin orden ni concierto papeles, documentos y legajos, desprendiendo un olor a moho y humedad que anunciaba el progresivo deterioro de aquellos. Nuestra anfitriona, metió a libre albedrío su mano en ellos, y sacó una nota escrita a mano, fechada a finales de siglo XVIII, en la que se notificaba a uno de sus antepasados una sanción a pagar en maravedíes, por haber cruzado la villa de Luanco a excesiva velocidad a lomos de un caballo. ¡Cuanta información pudiera albergar aquel tesoro en papel, amenazado por envejecimientos acelerados y roedores insaciables!. Fueron en cualquier caso, minutos de placer, acompañados por la angustia de predecir el final de unos documentos privados, de gran interés público. Una gran parte de la cronología de la familia Norte y de Antromero reposaban amontonados, esperando un final poco gratificante.


Años después, desaparecidas las tres hermanas herederas, se cumplía sentencia. Un final anunciado y ejecutado, con el desalojo de todo tipo de objetos que durante cientos de años se albergaron entre aquellas sólidas paredes. Amontonados debajo de la panera, esperaron su triste final al traslado de  alguna escombrera o basurero. Y, desaparecidos aquellos libros, legajos y documentos, finiquitada documentalmente parte de nuestra historia. 





(1). Por los documentos históricos datados, no todo el pueblo, ni la parroquia eran propiedad del Monasterio de San Vicente. En 1058, el hijo del rey Sancho I de León (956-966), Oveo Sánchez, vende a este monasterio una posesión que se encuentra en "Uocitatam Luanco" y cuyos lindes geográficos son: " Nozines Fauares, Sancti Martini (de Bocines)", a cambio de un caballo bayo enjaezado. Registra esta tasación el presbítero Ramiro, siendo testigo Pelayo Ouequiz. Algunos nobles, disponían de heredades en propiedad.

(2). Cristóbal Colón, parece ser que llamó inicialmente a la isla de Cuba, Juana, en honor a Juana "La Loca", hija de sus benefactores, los Reyes Católicos. 




La panera de Casa Norte.



"Facen pe les xuntures ensambláu
les colondres, embelgos y los gayos,
co les trabes que paecen espantayos,
puestu na basamenta y afianzáu...".

Alfonso Camín.


Hasta no hace tanto tiempo, no había casa o casería con ciertos recursos que no dispusiera de un almacén, en forma de hórreo a panera. Por supuesto, la edificación más vetusta del pueblo y con más riqueza cuantificada en bienes muebles e inmuebles, no se quedaría a la zaga.



Estado actual de la panera.


Pese a que en anteriores capítulos, tratamos con cierto detalle de este tipo de levantamientos, contando para ello con la impagable colaboración  de Paulino García, nos sentimos obligados a recuperar en estos textos su trabajo :


"La panera de casa Norte. De finales del siglo XVIII, tiene detalles decorativos en algunas colondras, de los primeros maestros del conocido como estilo Carreño. El más sobresaliente sin duda, es una custodia, motivo religioso que aparece asociado a las casas de importantes hidalgos cercanos a los clérigos de la comarca. Su estado de conservación es bueno. En la publicación Arquitectura Popular de Gozón del Club Apolo de San Jorge, hay un párrafo dedicáo a ella que dice: "Una custodia con pie triangular, esbelto astil y gran sol se emplaza en el eje de simetría, tallada en el paño de la colondra que separa las dos puertas".


Fuente: Paulino García. Panera Casa Norte.


Fuente: Paulino García.



Fuente : Paulino García"Una custodia con pie triangular..."


Paulino García Suarez.






Medir la riqueza de antes.




"Dos linajes solos hay en el mundo,
como decía una agüela mía,
que son el tener y el no tener".

Miguel de Cervantes.





Todas las enciclopedias de economía definen a la riqueza como "el conjunto de bienes, derechos y obligaciones de una persona física o jurídica, privada o pública". Traducida este definición a un lenguaje más coloquial, podríamos decir que es el patrimonio, lo que realmente se tiene. 


El saber popular, una vez más, da muestras de pragmatismo, en dichos y refranes. El conocido "les perres (dinero), llamen a más perres" , evidencia una realidad incuestionable: la riqueza produce renta y esta renta genera más riqueza. La fortuna se puede conseguir, lícita o ilícitamente, por herencia o por acumulación de capital.


Hace años, en los pueblos, el patrimonio se medía en función de determinados parámetros: el número de cabezas de ganado, las tierras en propiedad, los criados y algo mucho más tangible que era el dinero. Socialmente, el valor e importancia de una persona se estimaba por la capacidad para generar esa fortuna tan deseada.

Nada mejor que la experiencia y el conocimiento para determinar el criterio con que antaño, se evaluaba para hacer una valoración de la riqueza de una casería. Contamos para ello con  la memoria de Arturo Artime y de las pragmáticas exposiciones de su abuelo, Marcelo Lluisa : " Mi güelo, hacía una estimación en función del número de animales que tenía la casería, también del terreno que debía de tener y del número de miembros de la familia que podía alimentar". Las proporciones no dejan lugar a dudas: "Por cada animal adulto (vacas, bueyes), tenían que disponer de 8 díes de gües (3) de terreno y por cada vaca en la cuadra, podían vivir dos personas".  Siguiendo estas pautas, marcadas por el conocimiento y experiencia de Marcelo, su nieto llega a una lógica deducción, que pone en valor algunas de las caserías de la primera mitad del pasado siglo: " Lo normal de aquella, antes de la llegada de los abonos químicos y maquinaria, era tener 6 vacas. Con este número, podrían alimentarse 12 personas en casa y , para ello, deberían de tener al menos 48 díes de gües para producir alimento pal ganáo". Aunque, llegados a cierto punto, la cosa se extendía: " Una casería normal de aquella época, era la que tenía 6 vacas, la de 8 se salía de lo normal y solía tener un criáo. La que tenía 10 vacas era sobresaliente y solía tener criáo y criada". La relación de las caserías del pueblo, con este estatus, sin que prevalezca un orden específico eran la de Casa Norte,  José de Menende, Posada, El Chato y José La Granda.


Respecto a la propiedad, la cosa cambiaba ostensiblemente y era un indicativo más del poderío de la casería: "La casería era propia, si el terreno y la casa era de ellos, pero podían ser "caseros", que era cuando la propiedad tenía un amo diferente y se le pagaba una renta". Y, en este sentido, no había lugar a incertidumbre: " Mi güelo no tenía dudas. Siempre dijo que la más potente de Antromero era la Casa Norte, que a parte de tener mucho ganado, tenía terreno alquilado a otras caserías y casas". Precisando algún dato vivido en primera persona, por el propio Marcelo: " En la casa donde nació mi güelo, tenían terreno alquilado que era de los de Norte, y que después compraron. Y, años después, hizo Marcelo la casa".


La propiedad, los alquileres, triquiñuelas y picardías, han ido parejas y de la mano históricamente. La naturaleza humana y sus debilidades, en forma de desvergüenza, se manifiesta sin que sea necesaria convocarla. Rescatemos del pasado, alguna de estas, vinculada a la Casa Norte: " Una de las fincas de esta casería, alquilada en la parroquia , estaba a nombre de un paisano de El Regueral, que atendía cómo Jenaro González. La finca, tendría una hectárea que en la parte superior contaba con una zona pendiente de unos 2000 o 3000 metros, y que el arrendatario tenía abandonada. En una de las caseríes de Condres, vieron una oportunidad para llevar esa parte del terreno improductivo, negociando con Jenaro su explotación.

Llegaron a un acuerdo y en el mismo, se acordó que los interesados cultivaran ese terreno durante 5 años para semar patates, y al cabo de los mismos, entregar a Jenaro la finca limpia. El acuerdo satisfizo a ambas partes. Pero, vencido  el tiempo, los nuevos llevadores se acercaron a Casa Norte, acusando a Jenaro de estar "sobrearrendando", aquella finca que no era de su propiedad".

La respuesta de la propiedad, no se dejó esperar. Dieron a los denunciantes esa parte de la finca con la renta correspondiente. En cambio, a Jenaro, le dejaron llevar la otra parte, pero pagando el alquiler del total de la finca". La moraleja de esta historia, se basa en la importancia de la casería con  poder en una época de estrecheces, sus abusos y acompañada por la malicia que algunos destilan.


Todas las medidas para ponderar esta riqueza rural, expuestas con anterioridad por Arturo, son reconocidas y cuantificadas en su máxima expresión en esta casería de Casa Norte. 



Fuente: Arturo Artime. Joaquina Llorienzo, Marcelo Lluisa y Arturo.
Arturo, la voz y memoria de un prodigio de conocimiento, tal  fue
su abuelo, Marcelo. (2001).





(3). Medida de superficie, empleada en las zonas rurales. Se entendía como la cantidad de terreno que una pareja de bueyes podían arar en un día. Aunque, dependiendo de los lugares, hay varías medidas, hoy se tiene como medida normalizada los 1250 metros cuadrados.



Casa Norte, una casa rica.


" ... quiere entregarnos,
porque la Historia ha empezado explosivamente
al tiempo futuro.
en colores o en blanco y negro".

Günter Grass. " El Rodaballo".


La Casa Norte, se asienta en la parte sudoeste de Antromero. Hasta no hace mucho tiempo era la última vivienda de este núcleo de población, en dirección a Condres. Lugar privilegiado, su estudiada ubicación le permite estar protegida de los temidos temporales procedentes de la mar, pese a su altitud. El tupido cierre natural, orientado al norte, compuesto casi en su totalidad por laurel (4) (laurus nobilis), facilita aquellas intenciones.

Para los desconocedores de su ubicación, se llega a esta propiedad siguiendo la ruta en dirección a la aldea de Condres, por la caleya que une esta y Antromero. Camino, que se inicia en nuestro pueblo, bien en el El Cañaveral o La Flor y que sobrepasada la Casa Arenes (en el punto de mayor altitud del trayecto), se toma un desvío a la izquierda, llegando a la puerta principal del caserón.


Caleya de acceso a Casa Norte.




En la mitad del siglo XVIII, esto es, en  1753  el 80% de la población gozoniega vivía en la zona rural, y los propietarios de las tierras que trabajaban y no poseían estaban en casi su totalidad en manos del Colegio de San Vicente de Oviedo, la familia del Conde de Peñalba y de La Pola (5). Medio siglo después, aparecerán nuevos titulares de heredades, con las decisiones que el gobierno central, en manos de liberales, van aplicar.


Con las desamortizaciones (6), iniciadas en España a finales del siglo XVII y prolongadas hasta mitad del siglo XIX,  se cambia el dueño de las tierras, y como efecto secundario, en la mayor parte de los casos, una multiplicación de los problemas para  los caseros "llevadores".  Los nuevos propietarios, exigirán revisiones de antiguas rentas y nuevas condiciones. Nuevos tiempos y ninguna indulgencia para los más desfavorecidos. Decretos estatales que favorecieron a ricos, facilitándoles la posibilidad de adquirir propiedades, en muchas ocasiones, a precio de saldo y en el mismo lote, mano de obra empobrecida y necesitada.


Aquella  reforma agraria, iniciada en nombre del progreso, va a tener como su mayor postulado la expropiación y posterior venta de terreno e inmuebles en manos de la nobleza, la Iglesia e instituciones religiosas y también de los ayuntamientos y municipios. En este último caso, terrenos usados y empleados, en algunos casos, desde la Reconquista por los vecinos, pasan a manos de nuevos dueños, especuladores y rentistas. Montes de utilidad pública que durante siglos abastecieron a vecinos de pasto para animales, leña para el llar y estro pa facer la cama en la cuadra.


Entonces, cabe una pregunta: ¿Hubo en estas heredades hasta el siglo XIX, tierras de disfrute y uso vecinal?. La interrogante, de difícil respuesta, confirma sospechas fundadas en que fueron privatizadas durante estos periodos históricos, pertenecientes a las desamortizaciones. Sin caer en la tentación de exponer teoría alguna, elevemos esta exposición, que hoy por hoy, y con la documentación disponible, no tiene respuesta.


Regresemos a esta familia, con el documento registral más antiguo disponible. En el padrón de 1867, la unidad familiar de esta casa, está formada por ocho miembros (aun no había nacido, el  gran propietario del siglo XX, (Manuel) y tenían tres sirvientes: Pedro González Llanos (1813), nacido en Santolaya, Antonia Fernández (1815) y el joven Manuel Moré (1851), estos últimos, nacidos en la parroquia de Bocines. Avanzado el anterior siglo, se puede comprobar el ocaso de una saga. Cincuenta y siete años después, en el padrón de 1924, figuran ya censados Manuel García Suarez (1872), su hermana Josefa (1860), ambos solteros y sin descendientes en línea directa y en calidad de sirviente, Basilio Gutiérrez, El Tercero (1898).

Basilio El Tercero, llegó en la primera década del pasado siglo, desde su Vioño natal a Antromero. La primera peripecia laboral en el pueblo, estuvo sujeta a Casa Norte, desarrollando las labores de criáo: "Mi padre era labrador, era de Vioño y tenía una casa muy grande y muy rica. Se jugó la casa pa marchar a México con un hermano. Salió desde Avilés y nos abandonó. Cuando llegó a México, nos mandó una carta con una foto, pidiéndonos dinero". Recuerdos, que no se desvanecen, pese al tiempo transcurrido: " En aquella casa teníamos de todo, éramos ocho personas. Ahora es de los Mori, de Luanco, pero antes fue del Conde de Peñalba". La casa  que menta, nuestro declarante es la llamada Arispol (7).


Aunque, su gran recuerdo, una vez pisado por primera vez estos lares, está vinculado a un cultivo, que fue base de la alimentación de nuestros ancestros, antes de la llegada de la patata: " Lo que más me acuerdo de cuando llegué a Antromero y a Casa Norte fue los montones de castañes que había. Les magostades que se facíen al oscurecer con un farol pa alumbrar y una foguera". Declaración que, aunque no sorprenda, si puede resultar curiosa. Antromero, ha perdido en los últimos siglos su riqueza arbórea de forma paulatina. Topónimos que han desorientado la justificación y origen de los mismos, así lo demuestra el caso de La Viesca/Biesca = Bosque. Todo puede apuntar, que aquel recuerdo de Basilio, se ajuste a un pago en especies de alguna renta o deuda contraída con la Casa Norte. También no debemos olvidar sus propiedades, algunas en forma de montes, que bien pudieran producir aquel excedente de aquellos frutos, tal y como lo detalla Arturo Artime: "Tenían una finca muy grande en El Rellario, que ahora es prao, y que llamaban el Castañeo de Norte (8)".



Fuente: Rafael Gutiérrez. María El Tercero y Basilio Gutiérrez. 
Imagen del matrimonio, pocos años después de dejar aquel, las
labores en Casa Norte.


Tras su peripecia laboral con esta familia, cumplió con la llamada del servicio militar: " De Casa Norte, llamáronme pa facer la mili y tocome marchar pa África". Basilio vive en aquellas tierras, los últimos rescoldos de la guerra del Rif: " Taba todo lleno de alambres con pinchos, pa que los moros no pasaren. Viajamos en tren de carbón hasta Cádiz, y después en un barco que se llamaba "Delfín". Algunos recuerdos se fijan en la eternidad: " De todos los que fuimos pa África de Gozón, solo volví yo. Unos murieron y otros quedaron allí pa siempre".


No sería el último, ni único en el pueblo en desarrollar estos trabajo de apoyo en la casería, como detalla  Manolo Robés (1933): " Trabaye en Casa Norte, de guaje. Era, entonces, la casa más rica del pueblo. Teníen de todo: terrenos, ganáo, montes, criáos y la mejor casa del pueblo. Era toda una riqueza". Basilio refuerza este análisis: " Era la casa más rica que había. Aquello facía fumo: criáos, tierres, montes y de todo". Uno de los barómetros de la influencia y poder social de esta familia se exhibía con números y presencia de la gente, cuando a esta se la requería: " En les andeches, venía medio pueblo a trabayar a Casa Norte. No pasaben lista, pero era mejor que te vieran ".


En esta línea narrativa, recopilamos otros testimonios, que confirman un estatus social envidiable. Así, Lucía Les Moranes, testimonia: "Les mejores caseríes cuando yo era joven, eres la de Casa Norte y Casa Posada. Teníen criáos pa trabayar. Yo dormí allí muches veces  y teníen una habitación grande con cuatro cames. Allí dormíamos todos, 8 o 9". Amparo Julián, precisa algunos nombres: " Teníen muyeres que limpiaben la casa y facíen la comida. Conocí a dos: Telvina (1914) y María". Su hija, Laudina, amplía todo aquel poderío: " Mirases pa donde mirases, siempre había propiedades de Casa Norte, repartides por todo el pueblo: tierres, praos, montes con madera". 


La tradición oral, enseguida se encargó de transmitir aquella riqueza de bienes inmuebles: " Podíen pasar de un concejo a otro sin pisar más terreno que el de ellos. De Luanco a Candás, a caballo o andando, solo pisando lo suyo".


Aquel poder económico, facilitó una nueva actividad que proporcionó a la familia pingües beneficios: " Teníen perres y ficieron munches más, prestándoles a la gente. La gente iba  pedir un préstamo pa comprar coses y si no podíen pagar lo último, ganaben un prao o una tierra". No serían los únicos que en la parroquia desarrollaron aquellos quehaceres de prestamistas. En algunas ocasiones, los impagos se compensaban no sólo con la pérdida de la propiedad que avalaba aquel crédito (los bancos se han sumado a esas antiguas prácticas) sino también con cláusulas abusivas, que rozaban la esclavitud. Hemos sido lectores de un documento de posguerra, desgraciadamente desaparecido, de un préstamo de 5000 pesetas, en la que se detallaba el prestamista, el prestatario, el objeto de cesión del dinero, que no era otra, que la compra de una finca en La Ería. El incumplimiento de los pagos, repercutiría en la entrega de la propiedad al fiador y que una de las hijas del deudor, trabajara al servicio del primero gratis y durante un tiempo, en función del importe impagado. ¡Cuantos campesinos quedaron convertidos en siervos, víctimas de aquellas prácticas usureras!. 


Sabedores de este poderío, era transmitido en sus actuaciones inversoras: " Mientras vivió Manuel, nunca se vendió nada de lo que teníen. Siempre aumentaben les tierres. ¿Pa que iben a vender nada? Si casi todo era de ellos". A la muerte del hacendado, las cosas cambiarán.


Aquel histórico poder social, se manifestaba con hechos tangibles, y sobre todo muy visibles. En la creencia popular, siempre se consideró que los enterramientos cerca de la iglesia y próximos a  los venerados santos, facilitaba un mejor acceso al cielo cristiano. Históricamente, fue práctica habitual este tipo de inhumaciones, que la Iglesia trató de limitar en el Concilio de Braga (563 d. C.) y que el Concilio Vaticano II erradicó finalmente (1959). Las progresivas prohibiciones, no hicieron otra cosa que desarrollar el ingenio de las clases pudientes, para mantener esa "cercanía salvadora", haciendo sepulturas en las paredes exteriores de los edificios religiosos, con el beneplácito de los ministros de la iglesia. Así, en Bocines, entre alguna otra, está la lápida con los restos de José García Norte y de su esposa, Antonia Suarez, en uno de los laterales de la iglesia, " a la altura o incluso debajo de la escalera que sube a la tribuna ". El poder e influjo socio-económico  habido en aquella familia, se demostraba, una vez más,  con hechos.



Fuente: Arturo Artime. Lápida de José
García Norte y su esposa, Antonia Suarez.




(4). La plantación del laurel al lado de las casas, y en algunas ocasiones, como es el caso, recreando un vistoso cierre, no es casual. Creencias en torno a este arbusto vinculadas a la seguridad ante tormentas y la buena suerte justifican su presencia.

(5). Datos proporcionados por Lucía Fandos Rodríguez.

(6). Las desamortizaciones, siendo la primera y más  conocida la de Godoy, en 1798, fueron un proceso que el Estado, en manos liberales, expropiaron y vendieron propiedades en manos de instituciones religiosos, nobles y municipios, para su posterior venta.

(7). El término Arispol, según Ignacio Pando, significa lugar consagrado al dios Apolo. La investigadora local Erika Álvarez, corrobora los datos ofrecidos por Basilio: " Era una buena casería, que pasó a manos de los Mori. Los últimos habitantes de esa casa, murieron hace unos diez años".

(8). La finca que hace mención Arturo, la ubica del modo que sigue: " Está en un cruce de caminos que hay en el Rellario. Tiene una caseta junto a su entrada y llega hasta el deposito del agua de la Bayuerga".







Un nombre que vino de afuera.



"El hombre construye su destino
con cada acción y pensamiento".

Anónimo.


Todas las conexiones, que pueden revertir en coincidencias, están tejidas con actuaciones, intencionadas o no, que van a dar forma final a nuestras vidas. Pocas cosas, en la actuación humana pueden ser catalogadas de casuales. Algunas de estas, han estado y están minuciosamente planteadas para conseguir determinados objetivos.


El apelativo de Norte, tiene un recorrido de algo más de siglo y medio. La primera constancia oficial del mismo data de 1867. Entonces, se registra en el padrón de ese año, los habitantes de la casa, y entre ellos el matrimonio compuesto por José García Norte, nacido en Perlora en 1818, con la que sospechamos heredera de la casería, Antonia Suarez (1831). Matrimonio, formalizado una docena de años antes de la elaboración de aquel censo, esto es, en torno al año 1855. 


Las dudas respecto a que pudiera ser la hija y por tanto heredera de esta propiedad, nos surge al comprobar que su apellido Suarez, no lo tienen los que figuran como patriarcas de la casería: Rosendo Busto , nacido en 1785 y su mujer, Antonia Mori, nacida en 1795. Tan solo coinciden los datos en los nombres de pila de las dos mujeres. Pudiera ser en cualquier caso, una heredera en segundo grado, entiéndase sobrina, dado que Antonia Mori, tendría una edad provecta en el momento del nacimiento de la otra Antonia, esto es, 46 años la contemplaría y las dificultades y riesgos para afrontar un parto se evidenciaban.


Lo único cierto, es que el objetivo de José García Norte, fue el inmortalizar su segundo apellido, tal lo atestigua ese antiguo registro. En él, se documenta los cuatro hijos existentes en el matrimonio, desplazando el primer apellido de la madre, con García Norte, sin más. 


Este documento, fue elaborado por el propio José, un 14 de diciembre de 1867, tal y como se constata en su nítida y elegante rúbrica. Lo que demuestra, dada la calidad de su caligrafía, una formación privilegiada, en unos tiempos muy duros para la cultura y aprendizaje.




Fuente: Geli Artime. Registro censal de Casa Norte,
en el año 1867. Elaborado con minuciosa caligrafía,
por José García Norte, tercero en la lista.



Por todo ello, estamos seguros de que el apelativo de esta casa, se inicia con la aparición en aquella familia de este hombre, quien porfió para que su apellido, Norte, no quedara en el olvido. Apellido, que en este siglo XIX, está registrado en algunas parroquias circundantes y que en este caso, procede del vecino concejo de Carreño.






La xente de Casa Norte.


"...los nombres se los lleva el tiempo,
como las hojas de los árboles el otoño..."

Alfonso López Alfonso.



No descubrimos nada nuevo al exponer que volver al pasado, es una tarea que plantea  muchas dificultades, más aun cuando no existe la posibilidad de recurrir a testimonios familiares. Vencer esta vicisitud requiere un trabajo extra, que pierde el calor y la cercanía que ofrecen acontecimientos relatados por la gente próxima.


Ante la imposibilidad, por evidentes razones logísticas, de rebuscar entre la memoria y archivos procedentes de esta unidad familiar, recurrimos a los fríos datos, procedentes de los catastros administrativos. El padrón elaborado en 1867, aporta inevitables sombras y luces. Figuran dos matrimonios, el primero compuesto por Rosendo Busto, nacido en 1785  en Logrezana , y Antonia Mori, nacida en 1795, en la parroquia de Bocines. Deducimos que sea  esta mujer la línea sanguínea de Casa Norte.


El segundo matrimonio registrado, estuvo formando por José García Norte (1818) y Antonia Suarez (1831). Ante esta información, surgen las dudas expuestas con anterioridad. ¿Pudiera ser que Antonia no fuera hija de Rosendo y Antonia?, ¿Pudiera ser una heredera en segundo grado, al no haber tenido descendencia aquellos?. Las incógnitas, sobrevuelan amenazantes, pero por rigor histórico, tan solo nos queda aferrarnos a la única certeza: Antonia Suarez y José García Norte, serán los encargados en dar continuidad a esta saga familiar, en el pueblo (9).


Este matrimonio, tendrán cinco hijos: Benigno García Norte (1856), Josefa (1859), Secundina (1860), Laureano (1865) y Manuel (1872). De estos, se vincularan directamente al desarrollo posterior de la casería dos: Josefa y Manuel. Ambos,  hermanos solteros y sin descendencia directa serán la gran última referencia  de la saga familiar. Manuel, mantendrá con mano firme y recia, el tino histórico del legado de sus ascendientes: " Manuel, nunca quiso vender nada, negándose a cambiar cualquier propiedad por dinero".


Son tiempos manejados por varones, hombres de miradas duras y objetivos fijados en mantener la riqueza, hombres capaces de vencer cualquier obstáculo, crecidos ante la adversidad y defensores de una estima, adornada, en muchas ocasiones de falsa honorabilidad. Objetivos finales, que se traducían en uno solo: alargar y perdurar la especie , la continuidad de su sangre en forma de hijos, si fuera posible.


En el padrón municipal de 1924, en el domicilio familiar, ya solo se registran tres personas. Dos de las mismas, son parte de la unidad familiar: los hermanos Josefa y Manuel, junto con Basilio Gutiérrez, El Tercero como sirviente. Nos consta, que en este periodo de tiempo hubo más gente al servicio de la casa, pero ya con domicilio en el pueblo, por lo que no aparecen en este registro.




Fuente: Geli Artime. Padrón de 1924, donde se registra los habitantes de
Casa Norte.


A la muerte de Josefa y Manuel, heredará todas estas posesiones, amasadas a lo largo de cientos de años, la primogénita de Benigno García, que atendía al nombre de Benigna. Casada con un miembro de la familia Orbegozo, vinculada esta al sector naval. De este matrimonio, nacerán tres hijas: Josefina, Estelina y Monguita.  Estas dos últimas, solteras,  establecerán su residencia en la candasina calle de Braulio Busto, rompiendo la tradición de mantener la residencia en el pueblo.


La primogénita, Josefina, contraerá matrimonio con Pepe De La Puente, asentándose en Madrid. Las visitas estivales de su marido, no pasaban desapercibidas a nuestros vecinos: " Cuando se segaban los praos alrededor de la casa, este paisano salía a dar palazos al aire. Al principio, todo el mundo pensaba que taba mal de la teyera, que taba chifláo". La realidad, bien diferente, es que aprovechaba el segado para jugar al golf, entonces, un deporte a todas luces desconocido.


Desaparecidas estas hermanas, el patrimonio, aun considerable, pasará a manos de los hijos de Josefina. Las ventas, iniciadas tras la muerte de Manuel, son continuas y la grandeza de tantas y tantas propiedades, se va diluyendo poco a poco. 


Tras un tiempo, para dilucidar un heredero entre los últimos propietarios, con las previsibles negociaciones y acuerdos familiares, esta hacienda tiene un nuevo amo. Un madrileño, que atiende al nombre de Sergio, es el que trata de recuperar y rehabilitar esta afamada vivienda, en los momentos que su trabajo le permite. Trabajo, no le va a faltar y confiemos que tampoco las ganas. 


La dinámica de esta solariega casa, es la de otras muchas, fijadas en raíces con pretensiones de eternidad, pero que el paso del tiempo se encarga de desmentir. El apego a la tierra que te vio nacer y crecer, va desapareciendo según se extiende el ramaje familiar. La vida, breve, da lecciones día a día y la historia conforma episodios impensables, no hace tanto tiempo.








(9). Históricamente, y hasta prácticamente el inicio del siglo XIX, el registro de los apellidos en este país era un libre albedrío, un derecho propio de cada individuo. Si a este dato, añadimos que el doble apellido no se formalizó hasta el año 1870 (fecha de la instauración del Registro Civil) y con ello un orden de colocación  (primero padre y después madre), la investigación genealógica ha sufrido en muchos casos más desinformación que datos positivos. 






Tiempos nuevos. Pachu Norte y Luz.



"Una pregunta para cada historia".
Bertolt Brecht.



Tras la marcha de Basilio El Tercero, empleado en la segunda década del pasado siglo como criáo, la dinámica laboral de la Casa Norte, va a experimentar un gran cambio. Manuel, el último gran hacendado, va arrendar la casería, al joven Francisco González Vega, Pachu Norte, nacido en Coyanca, en 1912. Este nuevo tipo de explotación, se inicia en 1936  y Pachu, contará con el apoyo de sus hermanas Carmen y Maruja. 


Aquella apuesta familiar, se traduce con el asentamiento de la familia de Francisco en el pueblo, tal lo detalla Loli García: " Carmen, su hermana, se casará con Silvino Artime, quedando ya para siempre en el pueblo, y mi suegra, Luisa, hermana también vivirá en La Viesca , durante muchos años, con su marido Ricardo. ¡Cuantas veces subimos por las tardes a buscar la leche a Casa Norte, allá por los años setenta!".


El nieto de Pachu, Francisco Manuel Barbas González (1970), nos abre la puerta a algún detalle familiar: " Mi güelo, se casaría en el año 1946, con María de la Luz Gutiérrez Granda (1916), que nació en Santolaya. Mi güela, era familia de los Granda, la casería del Aramar". De aquella unión, nacerían dos hijas: "En Casa Norte, nacieron mi madre, Monserrat y mi tía, María Luz". Además de una vinculación sentimental con aquellas vetustas paredes:" Me críe en Casa Norte, y todavía recuerdo la sala, con un suelo de madera crujiente. Era ahí donde dormía, junto a  la pared que daba a la cuadra, que era la que daba más calor". 



Fuente: Francisco Manuel Barbas. Luz y Pachu.(1946).



Fuente: Francisco Manuel Barbas. Las hermanas Montse y Luz.



La relación del cabeza de familia y sus miembros con Casa Norte, se prolongó durante casi medio siglo, en calidad de "casero-llevador", tiempo suficiente para que el saber popular, le identificara con la propiedad. El  sobrenombre de Pachu Norte, así lo certifica.


La vida transcurre en la rutina diaria de las labores propias de una casería, reducida al cuidado del ganado y la producción agrícola. Aunque las empatías sociales del matrimonio, mantenían grandes diferencias: " Mi güelo era un poco antisocial, le costaba relacionarse con la gente. Su mejor amigo, era el vecino Kiko Medero. Mi güela, era mucho más agradable, siempre tenía una palabra y una sonrisa para todo el mundo con el que se tropezaba.  Aunque salía poco, todos los días a vender la leche con el carrín hasta Candás  y cuando tocaba, lavar la ropa al río. Aunque en casa era quien controlaba todo, los terrenos, las cosechas, era la que pensaba, la que decía, la que mandaba."


La memoria recurrente de Fran, nos hace reverdecer antiguos recuerdos: " Había una habitación donde aquella familia guardaba toda la documentación y mi abuelo, el tabaco. Yo la conocía como la habitación del tabaco y nunca entraba en ella". Añosos testimonios escritos, que tuvieron un final poco edificante: " A la muerte de las tres hermanas, apareció una empresa de limpieza que vació la casa. Debajo de la panera, amontonaron de todo: Muebles, retratos, papeles, libros preciosos con lomos y tapas de letras doradas,...hasta un viejo reloj de cuco. Todo aquello desapareció". Y con ellos nuestra esperanza de algún día entender la historia de Antromero, vinculada a la intrahistoria de una familia.


El matrimonio de los caseros Francisco y Luz, pondrán punto y final a su vinculación con Casa Norte, en el año 1985, tras casi cincuenta años de labores ininterrumpidas: "Cuando se retiraron en 1985, les entregaron dos terrenos y en uno de ellos hicieron una casa, en la que vivieron hasta que murieron".  Con ellos, se pone punto y final a una historia de una gran casería, vinculada a un pueblo que aun recuerda tiempos de grandeza sin par y de un halo misterioso que agranda su leyenda (10).







(10). Todos los datos referentes al matrimonio compuesto por Luz y Francisco., han sido proporcionados por su nieto, Francisco Manuel.






Conclusiones.


                                                               


Hace algún tiempo, un buen amigo, exhibía una teoría que vinculaba a la actividad de la investigación histórica. Su rotunda exposición, no dejaba indiferente a los oyentes: " Rebuscar en el pasado, es la perfecta excusa para huir del presente". En cambio, estimamos que viajar a la búsqueda de historias de otros tiempos pasados, no es una huida, es asegurar el presente, para fortalecer el futuro.
 

Tratar de recuperar, aunque sea de manera segada y parcial, la historia de una saga familiar, sin contar con el apoyo de sus miembros, resulta una tarea ardua y desesperante. Recabar información a través de los fríos papeles registrales, puede resultar agotador e infructuoso. 


Todas las dificultades para viajar a unos tiempos pasados, pero con una inequívoca sensación de que han estado presentes desde siempre, historias cuyas raíces se hundían en épocas diferentes, han sido aliviadas, una vez más por los rescoldos de la memoria de nuestros impagables declarantes. 


Casa Norte, ha sido la casería más mitificada del pueblo. Su cronología vital, alargada y decisoria, forma parte de viejas historias ligadas al hambre y a la necesidad. Ha sido, sin duda alguna, la casa solariega de Antromero. Su historia, es la historia de Antromero.


La desaparición de su extensa y valiosa documentación familiar, es un golpe muy duro a las viejas aspiraciones de recuperar una  crónica  común, que ya será imposible de cumplir. Una herida abierta,  sin antídoto que pudiera minimizar la ansia del saber pasado.




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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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