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Casa Norte, actualmente. |
Capítulo 85.
Coses y casos de cases.
Parte III.
Casa Norte.
"Adoro los misterios.
Hay partes que parecen no encajar,
pero al final lo hacen y
todo cobra sentido".
Kristen Wiig.
Regresemos, una vez más, al pasado. Maldigamos a la memoria que nos desasosiega, sintamos los cantos de guerra que surgen entre los escombros del abandono y tratemos de recuperar una historia que ya es de todos. Viajemos ausentes del lastre que maniata el equipaje, al pasado que nos esquiva.
En los testimonios documentales, pertenecientes a la colección diplomática del monasterio de San Vicente, de Oviedo (actualmente alberga el Museo Arqueológico de Asturias), se documenta con fecha de 13 de noviembre de 1331, el arriendo a un habitante de Antromero, llamado Joseph Pérez, las propiedades que el abad del monasterio poseía en toda la parroquia. Entre sus posesiones, documentaba "...tres cabannas e dos orrios en Entremerio, todo techado de palla..., quatro bués e quatro vacas e dolce reciellos..." (1). La evidencia es abrumadora: un pequeño pueblo sin más pretensiones que sobrevivir.
Entonces, Antromero, sujeto al yugo del abad de San Vicente, tenía un puñado de cabañas y escasos habitantes. Más de quinientos años después, esto es, en 1858, se edita el "Nomenclator de los pueblos de España", de la Comisión de Estadística General del Reino, quien a censa 220 habitantes y precisa la existencia de 45 casas. Una década después, en el padrón de 1867, se registran 221 habitantes y 45 viviendas, esto es, un crecimiento vegetativo de la población casi nulo. Datos estos, corroborados anteriormente, en los textos editados en la magnífica obra "Geografía General de España", de Muñoz y Romero y editada en 1862: "Antromero tiene 220 habitantes". Ya en el siglo XX, en 1910, en la "Enciclopedia Universal Ilustrada Europea-Americana", certifica la existencia de 286 habitantes y 84 edificios. Edificios, que sospechamos, incluyen cuadras y hórreos.
Estos datos nos confirman teorías y elucubraciones, expuestas en el anterior capítulo. El incremento poblacional en algo más de un cuarto de siglo, es de un 30% y su semilla podemos hallarla en las hermanas de casa La Granda o El Catalán. Analizando toda esta exposición y con respecto al desarrollo del pueblo, durante este periodo de tiempo ( siglo XIX y primera mitad del XX), hubo una casa que sobresalía por encima del resto, con un poder económico sin par: Casa Norte.
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Fuente: Google Earth. Vista aérea. La flecha señaliza la Casa Norte. |
Una casa, sobre la que las leyendas mitificadas pulularon en el sentir popular. Especulaciones sobre su riqueza, procedente de allende de los mares, transmitidas oralmente durante generaciones y generaciones, tal y como se encargaba Rosario La Salada de recordar: " De Cuba, fai muchos años, vino un paisano, cargáo de oro y fizo Casa Norte. Fue la primera casa de Antromero. De eso, ¿Quién sabe cuando paso?". Apuntillando aquella transacción comercial: "Aquel paisano con diez mil reales, compró casi todo el pueblo".
La tradición oral, a todas luces enriquecedora, en este caso no se ajusta a la realidad. La isla de Cuba, (inicialmente llamada Juana (2) por su descubridor) fue pisada por Cristóbal Colón, un domingo, el 28 de octubre de 1492 y entonces este pueblo ya tenía tras si una fecunda historia económica-social. Rosario, probablemente, pudiera referirse a la primera construcción de una vivienda, tal y como la entendemos en la actualidad, no una cabaña o cuadra, construcciones míseras, habituales hasta entonces.
Nuestra declarante Rosario La Salada (1901), detalla, para satisfacción de los lectores, como eran las viviendas en su juventud: " Antromero tenía unes poques cases. Habría sobre trenta y la cuadra y la casa donde taba la xente taben pegades. Les paredes taben feches de yerba seca y barro. La xente sentábase en les riestres del maíz, donde era la cocina. Había mucha pobreza y la casa de verdá de Antromero, era la de Casa Norte".
Esta noble vivienda, siempre ofreció un halo de misterio e una imagen de poderío económico innegable. Los detalles aportados por Lucía Les Moranes, no hacen otra cosa que certificar estas populares sensaciones: " La Casa Norte, siempre fue la mejor de Antromero. Una casa cojonuda, con cuadra, panera y llagar. Teníen un comedor muy guapo, tremendo". Planteando una pregunta reveladora de un estatus único: "Entonces, ¿Quién tenía un comedor?. El que tenía ya una cocina, ¡era rico!". El paso de los años y la nula inversión marca una fecha en el horizonte, que manifiesta una decadencia imparable y un punto de inflexión : " Al morir, Manuel, la cosa cambió. Pa esa casa todo fue a peor y el llagar cayó más tarde por no atendelo".
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Restos de antiguas edificaciones, en Casa Norte. |
Los testimonios acerca de aquella instalación civil, con toda probabilidad, la más vieja que se conserva en pie en el pueblo, corroboran exposiciones anteriores. Laudina Artime: " La planta de abajo, estaba toda rehabilitada. Para subir a la planta de arriba, había que subir unes escaleres de madera y llegabes, directamente a la sala. Todo el suelo de madera y en una pared, el retrato de Manuel (último gran propietario)". Lo cierto, es que hemos sido testigos en la primera década del siglo de esta descripción, con la amable invitación de una de sus herederas, Estelina. En breve visita, pudimos comprobar una respetuosa rehabilitación, de la parte inferior de la vivienda, incluida su cocina, en el fondo de aquella. En cambio, en la planta superior, se mantenía como hace mucho tiempo atrás. Un viaje al pasado en toda regla. Vetustas maderas vestían sus suelos, pisados por ascendientes de los que ya jamás tendremos noticias. Robustos muebles, elaborados con un arte ya hace tiempo desestimado, desgastados en sus aristas por el paso de cientos de paños, de limpiezas domésticas obligadas. Y en una de aquellas paredes, el retrato de Manuel García Suarez (1872), el último "gran dueño", de tamaño considerable, en actitud vigilante, desaprobando con toda probabilidad la presencia de aquellos intrusos en su propiedad. La experiencia de un viaje a un pasado impreciso, impagable.
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Fachada lateral de Casa Norte. Al fondo y a la izquierda, en construcción de menor altura, la ubicación de la cocina. |
De aquella visita, aun mantenemos viva la imagen de un pequeño habitáculo, en el que se amontonaban sin orden ni concierto papeles, documentos y legajos, desprendiendo un olor a moho y humedad que anunciaba el progresivo deterioro de aquellos. Nuestra anfitriona, metió a libre albedrío su mano en ellos, y sacó una nota escrita a mano, fechada a finales de siglo XVIII, en la que se notificaba a uno de sus antepasados una sanción a pagar en maravedíes, por haber cruzado la villa de Luanco a excesiva velocidad a lomos de un caballo. ¡Cuanta información pudiera albergar aquel tesoro en papel, amenazado por envejecimientos acelerados y roedores insaciables!. Fueron en cualquier caso, minutos de placer, acompañados por la angustia de predecir el final de unos documentos privados, de gran interés público. Una gran parte de la cronología de la familia Norte y de Antromero reposaban amontonados, esperando un final poco gratificante.
Años después, desaparecidas las tres hermanas herederas, se cumplía sentencia. Un final anunciado y ejecutado, con el desalojo de todo tipo de objetos que durante cientos de años se albergaron entre aquellas sólidas paredes. Amontonados debajo de la panera, esperaron su triste final al traslado de alguna escombrera o basurero. Y, desaparecidos aquellos libros, legajos y documentos, finiquitada documentalmente parte de nuestra historia.
(1). Por los documentos históricos datados, no todo el pueblo, ni la parroquia eran propiedad del Monasterio de San Vicente. En 1058, el hijo del rey Sancho I de León (956-966), Oveo Sánchez, vende a este monasterio una posesión que se encuentra en "Uocitatam Luanco" y cuyos lindes geográficos son: " Nozines Fauares, Sancti Martini (de Bocines)", a cambio de un caballo bayo enjaezado. Registra esta tasación el presbítero Ramiro, siendo testigo Pelayo Ouequiz. Algunos nobles, disponían de heredades en propiedad.
(2). Cristóbal Colón, parece ser que llamó inicialmente a la isla de Cuba, Juana, en honor a Juana "La Loca", hija de sus benefactores, los Reyes Católicos.
La panera de Casa Norte.
Hasta no hace tanto tiempo, no había casa o casería con ciertos recursos que no dispusiera de un almacén, en forma de hórreo a panera. Por supuesto, la edificación más vetusta del pueblo y con más riqueza cuantificada en bienes muebles e inmuebles, no se quedaría a la zaga.
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Estado actual de la panera. |
Pese a que en anteriores capítulos, tratamos con cierto detalle de este tipo de levantamientos, contando para ello con la impagable colaboración de Paulino García, nos sentimos obligados a recuperar en estos textos su trabajo :
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Fuente: Paulino García. Panera Casa Norte. |
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Fuente: Paulino García. |
Nada mejor que la experiencia y el conocimiento para determinar el criterio con que antaño, se evaluaba para hacer una valoración de la riqueza de una casería. Contamos para ello con la memoria de Arturo Artime y de las pragmáticas exposiciones de su abuelo, Marcelo Lluisa : " Mi güelo, hacía una estimación en función del número de animales que tenía la casería, también del terreno que debía de tener y del número de miembros de la familia que podía alimentar". Las proporciones no dejan lugar a dudas: "Por cada animal adulto (vacas, bueyes), tenían que disponer de 8 díes de gües (3) de terreno y por cada vaca en la cuadra, podían vivir dos personas". Siguiendo estas pautas, marcadas por el conocimiento y experiencia de Marcelo, su nieto llega a una lógica deducción, que pone en valor algunas de las caserías de la primera mitad del pasado siglo: " Lo normal de aquella, antes de la llegada de los abonos químicos y maquinaria, era tener 6 vacas. Con este número, podrían alimentarse 12 personas en casa y , para ello, deberían de tener al menos 48 díes de gües para producir alimento pal ganáo". Aunque, llegados a cierto punto, la cosa se extendía: " Una casería normal de aquella época, era la que tenía 6 vacas, la de 8 se salía de lo normal y solía tener un criáo. La que tenía 10 vacas era sobresaliente y solía tener criáo y criada". La relación de las caserías del pueblo, con este estatus, sin que prevalezca un orden específico eran la de Casa Norte, José de Menende, Posada, El Chato y José La Granda.
Respecto a la propiedad, la cosa cambiaba ostensiblemente y era un indicativo más del poderío de la casería: "La casería era propia, si el terreno y la casa era de ellos, pero podían ser "caseros", que era cuando la propiedad tenía un amo diferente y se le pagaba una renta". Y, en este sentido, no había lugar a incertidumbre: " Mi güelo no tenía dudas. Siempre dijo que la más potente de Antromero era la Casa Norte, que a parte de tener mucho ganado, tenía terreno alquilado a otras caserías y casas". Precisando algún dato vivido en primera persona, por el propio Marcelo: " En la casa donde nació mi güelo, tenían terreno alquilado que era de los de Norte, y que después compraron. Y, años después, hizo Marcelo la casa".
La propiedad, los alquileres, triquiñuelas y picardías, han ido parejas y de la mano históricamente. La naturaleza humana y sus debilidades, en forma de desvergüenza, se manifiesta sin que sea necesaria convocarla. Rescatemos del pasado, alguna de estas, vinculada a la Casa Norte: " Una de las fincas de esta casería, alquilada en la parroquia , estaba a nombre de un paisano de El Regueral, que atendía cómo Jenaro González. La finca, tendría una hectárea que en la parte superior contaba con una zona pendiente de unos 2000 o 3000 metros, y que el arrendatario tenía abandonada. En una de las caseríes de Condres, vieron una oportunidad para llevar esa parte del terreno improductivo, negociando con Jenaro su explotación.
Llegaron a un acuerdo y en el mismo, se acordó que los interesados cultivaran ese terreno durante 5 años para semar patates, y al cabo de los mismos, entregar a Jenaro la finca limpia. El acuerdo satisfizo a ambas partes. Pero, vencido el tiempo, los nuevos llevadores se acercaron a Casa Norte, acusando a Jenaro de estar "sobrearrendando", aquella finca que no era de su propiedad".
La respuesta de la propiedad, no se dejó esperar. Dieron a los denunciantes esa parte de la finca con la renta correspondiente. En cambio, a Jenaro, le dejaron llevar la otra parte, pero pagando el alquiler del total de la finca". La moraleja de esta historia, se basa en la importancia de la casería con poder en una época de estrecheces, sus abusos y acompañada por la malicia que algunos destilan.
Todas las medidas para ponderar esta riqueza rural, expuestas con anterioridad por Arturo, son reconocidas y cuantificadas en su máxima expresión en esta casería de Casa Norte.
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Fuente: Arturo Artime. Joaquina Llorienzo, Marcelo Lluisa y Arturo. Arturo, la voz y memoria de un prodigio de conocimiento, tal fue su abuelo, Marcelo. (2001). |
(3). Medida de superficie, empleada en las zonas rurales. Se entendía como la cantidad de terreno que una pareja de bueyes podían arar en un día. Aunque, dependiendo de los lugares, hay varías medidas, hoy se tiene como medida normalizada los 1250 metros cuadrados.
Casa Norte, una casa rica.
La Casa Norte, se asienta en la parte sudoeste de Antromero. Hasta no hace mucho tiempo era la última vivienda de este núcleo de población, en dirección a Condres. Lugar privilegiado, su estudiada ubicación le permite estar protegida de los temidos temporales procedentes de la mar, pese a su altitud. El tupido cierre natural, orientado al norte, compuesto casi en su totalidad por laurel (4) (laurus nobilis), facilita aquellas intenciones.
Para los desconocedores de su ubicación, se llega a esta propiedad siguiendo la ruta en dirección a la aldea de Condres, por la caleya que une esta y Antromero. Camino, que se inicia en nuestro pueblo, bien en el El Cañaveral o La Flor y que sobrepasada la Casa Arenes (en el punto de mayor altitud del trayecto), se toma un desvío a la izquierda, llegando a la puerta principal del caserón.
Basilio El Tercero, llegó en la primera década del pasado siglo, desde su Vioño natal a Antromero. La primera peripecia laboral en el pueblo, estuvo sujeta a Casa Norte, desarrollando las labores de criáo: "Mi padre era labrador, era de Vioño y tenía una casa muy grande y muy rica. Se jugó la casa pa marchar a México con un hermano. Salió desde Avilés y nos abandonó. Cuando llegó a México, nos mandó una carta con una foto, pidiéndonos dinero". Recuerdos, que no se desvanecen, pese al tiempo transcurrido: " En aquella casa teníamos de todo, éramos ocho personas. Ahora es de los Mori, de Luanco, pero antes fue del Conde de Peñalba". La casa que menta, nuestro declarante es la llamada Arispol (7).
Aunque, su gran recuerdo, una vez pisado por primera vez estos lares, está vinculado a un cultivo, que fue base de la alimentación de nuestros ancestros, antes de la llegada de la patata: " Lo que más me acuerdo de cuando llegué a Antromero y a Casa Norte fue los montones de castañes que había. Les magostades que se facíen al oscurecer con un farol pa alumbrar y una foguera". Declaración que, aunque no sorprenda, si puede resultar curiosa. Antromero, ha perdido en los últimos siglos su riqueza arbórea de forma paulatina. Topónimos que han desorientado la justificación y origen de los mismos, así lo demuestra el caso de La Viesca/Biesca = Bosque. Todo puede apuntar, que aquel recuerdo de Basilio, se ajuste a un pago en especies de alguna renta o deuda contraída con la Casa Norte. También no debemos olvidar sus propiedades, algunas en forma de montes, que bien pudieran producir aquel excedente de aquellos frutos, tal y como lo detalla Arturo Artime: "Tenían una finca muy grande en El Rellario, que ahora es prao, y que llamaban el Castañeo de Norte (8)".
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Fuente: Rafael Gutiérrez. María El Tercero y Basilio Gutiérrez. Imagen del matrimonio, pocos años después de dejar aquel, las labores en Casa Norte. |
Tras su peripecia laboral con esta familia, cumplió con la llamada del servicio militar: " De Casa Norte, llamáronme pa facer la mili y tocome marchar pa África". Basilio vive en aquellas tierras, los últimos rescoldos de la guerra del Rif: " Taba todo lleno de alambres con pinchos, pa que los moros no pasaren. Viajamos en tren de carbón hasta Cádiz, y después en un barco que se llamaba "Delfín". Algunos recuerdos se fijan en la eternidad: " De todos los que fuimos pa África de Gozón, solo volví yo. Unos murieron y otros quedaron allí pa siempre".
No sería el último, ni único en el pueblo en desarrollar estos trabajo de apoyo en la casería, como detalla Manolo Robés (1933): " Trabaye en Casa Norte, de guaje. Era, entonces, la casa más rica del pueblo. Teníen de todo: terrenos, ganáo, montes, criáos y la mejor casa del pueblo. Era toda una riqueza". Basilio refuerza este análisis: " Era la casa más rica que había. Aquello facía fumo: criáos, tierres, montes y de todo". Uno de los barómetros de la influencia y poder social de esta familia se exhibía con números y presencia de la gente, cuando a esta se la requería: " En les andeches, venía medio pueblo a trabayar a Casa Norte. No pasaben lista, pero era mejor que te vieran ".
En esta línea narrativa, recopilamos otros testimonios, que confirman un estatus social envidiable. Así, Lucía Les Moranes, testimonia: " "Les mejores caseríes cuando yo era joven, eres la de Casa Norte y Casa Posada. Teníen criáos pa trabayar. Yo dormí allí muches veces y teníen una habitación grande con cuatro cames. Allí dormíamos todos, 8 o 9". Amparo Julián, precisa algunos nombres: " Teníen muyeres que limpiaben la casa y facíen la comida. Conocí a dos: Telvina (1914) y María". Su hija, Laudina, amplía todo aquel poderío: " Mirases pa donde mirases, siempre había propiedades de Casa Norte, repartides por todo el pueblo: tierres, praos, montes con madera".
La tradición oral, enseguida se encargó de transmitir aquella riqueza de bienes inmuebles: " Podíen pasar de un concejo a otro sin pisar más terreno que el de ellos. De Luanco a Candás, a caballo o andando, solo pisando lo suyo".
Aquel poder económico, facilitó una nueva actividad que proporcionó a la familia pingües beneficios: " Teníen perres y ficieron munches más, prestándoles a la gente. La gente iba pedir un préstamo pa comprar coses y si no podíen pagar lo último, ganaben un prao o una tierra". No serían los únicos que en la parroquia desarrollaron aquellos quehaceres de prestamistas. En algunas ocasiones, los impagos se compensaban no sólo con la pérdida de la propiedad que avalaba aquel crédito (los bancos se han sumado a esas antiguas prácticas) sino también con cláusulas abusivas, que rozaban la esclavitud. Hemos sido lectores de un documento de posguerra, desgraciadamente desaparecido, de un préstamo de 5000 pesetas, en la que se detallaba el prestamista, el prestatario, el objeto de cesión del dinero, que no era otra, que la compra de una finca en La Ería. El incumplimiento de los pagos, repercutiría en la entrega de la propiedad al fiador y que una de las hijas del deudor, trabajara al servicio del primero gratis y durante un tiempo, en función del importe impagado. ¡Cuantos campesinos quedaron convertidos en siervos, víctimas de aquellas prácticas usureras!.
Sabedores de este poderío, era transmitido en sus actuaciones inversoras: " Mientras vivió Manuel, nunca se vendió nada de lo que teníen. Siempre aumentaben les tierres. ¿Pa que iben a vender nada? Si casi todo era de ellos". A la muerte del hacendado, las cosas cambiarán.
Aquel histórico poder social, se manifestaba con hechos tangibles, y sobre todo muy visibles. En la creencia popular, siempre se consideró que los enterramientos cerca de la iglesia y próximos a los venerados santos, facilitaba un mejor acceso al cielo cristiano. Históricamente, fue práctica habitual este tipo de inhumaciones, que la Iglesia trató de limitar en el Concilio de Braga (563 d. C.) y que el Concilio Vaticano II erradicó finalmente (1959). Las progresivas prohibiciones, no hicieron otra cosa que desarrollar el ingenio de las clases pudientes, para mantener esa "cercanía salvadora", haciendo sepulturas en las paredes exteriores de los edificios religiosos, con el beneplácito de los ministros de la iglesia. Así, en Bocines, entre alguna otra, está la lápida con los restos de José García Norte y de su esposa, Antonia Suarez, en uno de los laterales de la iglesia, " a la altura o incluso debajo de la escalera que sube a la tribuna ". El poder e influjo socio-económico habido en aquella familia, se demostraba, una vez más, con hechos.
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Fuente: Arturo Artime. Lápida de José García Norte y su esposa, Antonia Suarez. |
(4). La plantación del laurel al lado de las casas, y en algunas ocasiones, como es el caso, recreando un vistoso cierre, no es casual. Creencias en torno a este arbusto vinculadas a la seguridad ante tormentas y la buena suerte justifican su presencia.
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Fuente: Geli Artime. Registro censal de Casa Norte, en el año 1867. Elaborado con minuciosa caligrafía, por José García Norte, tercero en la lista. |
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Fuente: Francisco Manuel Barbas. Luz y Pachu.(1946). Fuente: Francisco Manuel Barbas. Las hermanas Montse y Luz. |
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