Tuvo esta actividad tanta raigambre en la sociedad del momento que quedó para siempre una expresión vinculada a ella, cuando las circunstancias rebasan cualquier expectativa o acontecimiento: " Hay que joderse con la carga de leña".
Tal y como se puede apreciar en las manifestaciones expuestas, la muyer, les muyeres son casi siempre una vez más las encargadas de este tipo de trabajo que contempla la intendencia y mantenimiento del hogar. Trabajo rutinario y exigente.
En un pueblo como es Antromero, con kilométricas fronteras marinas, las familias sin propiedades vinculadas al monte recurrían a otra alternativa para almacenar leña que no era otro que el paso obligado por la ribera. La rucha (1) formó parte de algunos de los quehaceres cotidianos de la xente de Antromero. Buscar y encontrar en las líneas de marea los pequeños tesoros que la mar, siempre la mar, regalaba en unos sitios, despojando en otros. Aunque respecto a esta actividad, Manolo Robés descifra a través de su experiencia la forma de seleccionar aquella materia leñosa: " No toda la leña que aparecía por les riberes era buena. Hay alguna que ye favaraca, no vale pa nada. Al quemar enseguida se consume y todo se vuelve a fumo, ye madera cocida por la mar. Suele ser muy blanca, como lavada y rompe sola".
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Fuente: LNE. Detalle de varamiento de leña, en una de las playas de la comarca. |
Los hábitos recolectores no se diferenciaban demasiado entre los pueblos del entorno, aunque en la capital del concejo, Luanco, había ciertas variaciones, tal lo recuerda Luis Servando Peláez: "Aparte de las piñas y la madera de la rucha, en Luanco íbamos a los cortiellos (recortes de madera) en la sierra de Remigio y de Ignacio El Habanero. La gente del barrio de La Judea se iba al astillero del Dique a por listones y astillas". Aunque siempre había una predilección por determinados restos de madera por su mejor poder calorífico: "Los mejores eran los de pino. Los de eucalipto había que picarlos, igual que los de castaño".
La aparición de las cocinas de gas, estufas y calefacciones, redujo en grado sumo esta actividad, casi tan antigua como el propio hombre.
(1). La rucha, ha sido históricamente una actividad de una economía de subsistencia, entre nuestros vecinos. El buscar a las riberas objetos que bien pudieran ser usados en en ámbito doméstico, su objetivo. El factor suerte, siempre determinante en estas actividades, era el perfecto indicador del éxito operativo.
D'ir a les piñes.
" La historia ¿habrá acabado?
¿será el fin de su paso vagabundo?
¿quedará aletargado
e inmóvil este mundo?
¿o será que empezó el tomo segundo?".
Mario Benedetti.
La piña, también llamado cono o estróbilo, es aquel órgano donde se desarrollan las semillas de las coníferas. La característica más visual de esta denominada flor incompleta o falsa flor (2), se produce cuando se manifiestan alteraciones en el tiempo atmosférico: se abren cuando hace calor, cerrándose cuando impera la humedad y el frío.
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Fuente: Pino negro. Piñas en su estado natural.
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Como todos los procesos naturales, la recogida se hace en un periodo específico, tal lo precisa Alfonso Pinón: " Les piñes se cogen a partir de los difuntos (1 de noviembre), y a partir de ahí todo el invierno. Antes si se pañen no valen para nada, porque tan verdes y no dan de si". Estas declaraciones emitidas por la voz de una experiencia inapelable: " Cuantes veces me tocó d'ir a buscar piñes. Íbamos con unos sacos a pañar les del suelo. Cogíamos hasta llenarlos, porque la piña seca pesa muy poco". Precisando la evolución de los tiempos: " Antes había más pinares. Ahora todo el mundo planta ocalitos (eucaliptos), por culpa de la madera. Enseguida crecen y a cortar. Si tuvieras en los tiempos que corren, que llenar un saco de piñes, no se donde tendríes que d'ir a buscales". Añadiendo para nuestra información una práctica peligrosa y no bien vista por los propietarios o "llevadores" de los montes: " Alguna vez se subía a los pinos para cogerlas. Les rames de los pinos son muy falses y los sustos grandes. Mi pa siempre decía que un pariente suyo matose por caer de un pino, cuando estaba a les piñes".
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Fuente: Enrique Pinón. Alfonso Pinón. |
El motivo de aquella actividad socialmente inculcada entre el grueso de la población estaba en el alto valor como combustible de las piñas, tal lo recuerda Benigna Anxelín: " No hay nada mejor que la piña para arrancar un fuego. Fai milagros, si está seca. Estando abierta se arrima una llama y no hay nada que se resista. En casa, siempre teníamos piñes pa encender la cocina. Y como en mi casa, en las del todo el pueblo".
El almacenaje de las mismas, exigía por encima de todas las cosas evitar cualquier tipo de humedad que pudiera reducir sus propiedades: " Les piñes había que tenerles bajo techo, a seco y pudiendo ser que no tuvieren apoyades en el suelo de tierra. Estando así, no había miedo a encender un fuego".
Actualmente esta actividad está en franco retroceso. Cada vez quedan menos cocinas de carbón o leña que necesitan de este complemento como carburante de arranque. También, tal y como recordaba el bueno de Alfonso, "queden menos pinares". Ahora forman parte del extenso listado de componentes de manualidades y adornos, especialmente para motivos navideños.
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Fuente: Ah que Paty. Piñas decoradas como adornos navideños. Este es un ejemplo más de como hemos evolucionado. |
(2). La piña es denominada falsa flor o flor incompleta. Podemos caer en la tentación de pensar que pueda ser un fruto del pino o incluso una flor. Nada más lejos de la realidad, pues en su interior o estructura alberga los óvulos. Cuando son fecundados por el polen de otra piña (masculino), se produce el crecimiento de aquella, por el desarrollo de los piñones, que son sus semillas. La sabia naturaleza le ha dotado a estos piñones de una especie de ala vegetal, con el que con la ayuda del viento se pueda desplazar a varios cientos de metros. Así aparecen pinos en lugares insospechados, aunque siendo francos cada vez son menos por motivos económicos. El ocalito (eucalipto) manda.
Aquelles cocines de carbón y leña.
" Sólo podemos vivir
de pensamientos prestados..."
Nicolas Parra.
El objetivo de esta actividad, como la de d'ir a recoger leña, giraban en torno a un componente básico y elemental de la cocina : la cocina de carbón o leña. Aquella que fue sustituyendo paulatinamente al llar y, que la evolución la fue arrinconando con la aparición del gas y sus fogones. Los modelos eran variados, dependiendo si se complementaban con el calentamiento del agua o no. Aunque con independencia del modelo, su estética era inconfundible.
Sus nombres asignados dependían de la zona geográfica: La Económica, Bilbaína, de Carbón o de Leña. En Antromero, se referenciaba con alguna de las dos últimas acepciones, de leña o de carbón. Apreciadas por el calor emitido, aunque con los inconvenientes del trabajo que reclamaba y la suciedad característica, propiciada por los preparativos y posterior combustión, tal lo señala Benigna Anxelín: "No hay nada mejor que una cocina de carbón en una casa de aldea. Todes les cocines tienen su "d' aqué" pa entendeles. Antes de arrancales, hay que escarbar con el gancho pa quitar todes les cenices y dejar lo que quema. Pa encender, nada mejor que una piña y un poco de madera ruina, y después cuando el fuego tenga cuerpo, echar leña y carbón. La mezcla de los dos , da unes brases tremendes y si tienes cisgo, la fiesta completa".
Si tenemos que buscar sus orígenes, debemos remontarnos a la primer mitad del siglo XVII. En el año 1630, un inglés que atendía al nombre de John Sibthrope registra a su nombre una primera versión de este tipo de cocinas. El invento no acabaría de cuajar entre los usuarios, pues entendían que sus beneficios no compensaba la tardanza que representaba el calentar la chapa de la cocina para iniciar el proceso de cocción.
A principios del siglo XIX, en el año 1802, otro inglés llamado Jorge Bodley, mejorará el prototipo inicial y patentará una cocina de hierro forjado, ya con unos complementos similares a la actual cocina económica e incluso con una chimenea que facilitaría la combustión y el tiro.
En esta área geográfica se instalaron casi en exclusiva dos tipos de cocina durante el siglo XX: aquellas negras con vistosos herrajes de latón y durante la década de los sesenta unas que estaban recubiertas con una cerámica blanca, que le daba un aspecto de modernidad, complementándose con la aparición de aquellos muebles de formica. Estas últimas eran menos costosas que las primeras y genéricamente como "les cocines blanques". También más delicadas en su uso, tal lo recuerda Benigna Anxelín: "Les cocines blanques si pegabes un golpe, escachaben todes y quedaben negres".
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Fuente: Cocinas del Bierzo. La imagen corresponde a las denominadas cocinas blancas. Misma funcionalidad, distinto aspecto. |
Quienes disfrutaron de este placer doméstico saben de lo que se expone en estas líneas. No hay calor más gratificante, ni más natural que el desprendido por una cocina de carbón. Los inconvenientes de su uso, ciertamente sucio y engorroso respecto a las nuevas instalaciones, eran compensadas por otras prestaciones "más naturales". El cocinar en una de aquellas equipaciones es un lujo impensable en los tiempos actuales, llenos de prisas que no van a ningún sitio, tal lo recuerda Alfonso Pinón: " No hay comida mejor que la que sale de una cocina de carbón. Con ella se calentaba la casa y se secaba el calzao, calentábase les zapatilles, la ropa y todos los trapos en los días de frio y agua". Nuestra vecina Ana Vegas, recuerda aquella capacidad calefactora: " Y como prestaba dormir al otro lado de la pared donde estaba la cocina de carbón".
Escarbando entre los recuerdos, subyacen nostalgias, evocaciones de tiempos y situaciones vividas, algunos detalles imborrables. Así nuestra habitual informante Carmen Poquito, expone añoranzas tras un cambio de domicilio con el objetivo de tener un mayor confort: "Lo que más eché de menos cuando cambié de casa, de la calle Madrid a la calle Gijón, fue la cocina de carbón. Me encantaba, aun hoy después de 45 años aun la sigo echando de menos".
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Fuente: Internet. Calentando los pies en el horno de la cocina de carbón. Ciertamente una imagen exagerada, pero la realidad supera en muchas ocasiones a la propia ficción |
La evolución que exigen los nuevos tiempos, se manifiesta en la cocina de nuestros ancestros. Se pasa del llar, de una foguera en medio del habitáculo a un ingenio, donde se controla el fuego, con un sistema tan sencillo como eficaz. Nuestro vecino Arturo Artime expone aquella transformación, a través de un relato oral: " Recuerdo una historia que contaba mi güelo. Al parecer su madre, aun de soltera, estuvo sirviendo en una casa en Perlora que por aquellos años (antes de 1917) ya tenían cocina de carbón. Cuando se casó para Casa Lluisa, seguían teniendo llar y cocinando en el pote colgado de les calamilleres. Cuando pudieron pusieron cocina de carbón y calculo que sería a finales de los años 20 o principios de los años 30. Para poner la cocina de carbón, llamaron a un vecino que tenía mucha fama de ser muy curioso con lo de colocar cocinas. El hombre debía dominar bien la técnica de instalar cocinas y que estas tirasen bien, pero lo que no debía dominar muy bien eran los números y las medidas. Tenía un metro de aquellos de madera y para hacer una medida, marcaba en el metro o en el azulejo que debía de cortar. Aunque el problema surgía cuando la medida era superior al metro, pues estiraba el metro y el resultado de la medida era siempre el mismo: un metro y otro poco".
La atractiva historia detallada por Arturo muestra una época distinta, llena de ilusiones por adaptarse a un progreso que golpeaba la puerta y unas carencias formativas en los "profesionales" preocupantes. Aunque solventadas en muchas ocasiones con ingenio, tal lo recuerda Pilo: " Mi padre era albañil y en aquella época había mucha gente que lo de llevar números y medir no era pa ellos. Ellos facíen igual muros, paredes y todo lo que se yos pidiese. Así que medíen todo con la maceta (3). Iben marcando les coses y apoyando la maceta, les veces que ficiesen falta". La evidencia se manifiesta en el comportamiento del ser humano, para solventar problemas ante la ausencia de conocimientos matemáticos y recurriendo a la imaginación.
Este invento que revolucionó usos y costumbres de les muyeres de la casa, estaba compuesto por una serie de elementos:
- La parte superior la forma una chapa de hierro fundido (chapa de la cocina), en cuya parte izquierda se sitúa la boca por la que se alimenta la cocina. Este lugar está compuesto por varios anillos de diferente tamaño que se solapan unos a otros y en el más pequeño hay un pequeño orificio, por donde con la ayuda del "gancho", se van desmontando para alimentar con el combustible (carbón, leña, cisgo), En algunos modelos se incorporaba una portezuela en ese mismo lado izquierdo y en el frontal, para facilitar la introducción del material a quemar. Su comercialización fue más escasa, dado el encarecimiento que representaba este extra.
Será sobre esta chapa donde se colocarán las planchas de fierro, aprovechando el calor de aquella para su uso en el planchado de ropa. Artilugios que forman parte de la historia y que ya son muy cotizados como adornos decorativos. La vida y sus sacrificios se arrinconan sobre estanterías. El pasado no tiene cabida en el futuro.
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Fuente: Internet. Antiguas planchas de fierro. Algunas de las mismas se clasificaban con números, indicando estos el tipo de plancha: Volumen y peso. Nuestra vecina Laudina Artime, posee un ejemplar con una decoración singular. Una especie de cruz gamada luce grabada sobre su superficie. La plancha elaborada antes de los años de terror impuestos por Hitler. Es más que probable que se trate de una evolución de un trisquel, símbolo de buena suerte y deseos. |
- Respecto al gancho, era uno de los "artefactos" preferidos por las madres, para frenar los irrefrenables ímpetus preadolescentes y juveniles. Cuando aquellas mujeres empuñaban el artilugio y no se dirigían a la cocina, era el mejor momento para los jóvenes de iniciar una carrera que les separara del alcance de aquel utensilio metálico. Así lo recuerda Luis Servando: " En más de una ocasión fue usado por las madres para "enderezarnos". Aunque después de usarlo les daba remordimiento, sobre todo si te quejabas más de la cuenta después de llevarlas". Han cambiado tanto las cosas en un plazo de tiempo tan breve, que ahora esta información proporcionada por el bueno de Luis sería cabecera en todos los medios de comunicación.
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Fuente : Moncha Artime. Cocina negra, modelo Hergom de Moncha En la parte superior izquierda la portezuela para alimentar con la leña y carbón la cocina. El sempiterno gancho colgado de la barra horizontal, sobre el lado izquierdo. |
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Fuente: Santibáñez de Lomba. Chapa de la cocina, con los aros desmontables para alimentarla. El orificio del último aro, está diseñado para facilitar su manejo con el gancho y así poder montar y desmontar los mismos.
Gancho de la cocina. Accesorio elemental para el buen funcionamiento de la cocina. Básico para ayudar en la colocación de los componentes a quemar. Absolutamente necesario para escarbar las cenizas para el futuro arranque y colocación de leña y carbón. |
- En la misma prolongación y hacia abajo de donde se realiza la combustión y separado por una rejilla se encuentra un pequeño habitáculo, donde se recogen las cenizas, llamado cenicero.
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Fuente: Internet. Cenicero, donde se recoge las cenizas originadas por la combustión en la cocina de carbón y leña. |
- En el centro y a la izquierda del cenicero, se ubica el forno. Importante lugar de múltiplos usos y no sólo gastronómicos. En cualquier caso, referente de elaboraciones varias: boroñes, manzanes asades, empanades, llambionades,..., tal lo testimonia Benigna Anxelín: " El forno de una cocina de carbón hay que entendelo. Depende de muches coses, pero sobre todo de como te de acalorada la cocina. El secreto pa que salgan les coses bien, ye tar muy pendiente de lo que se fai". El horno exige atención, como tantas y tantas cosas que se celebran en el día a día.
- Inmediatamente debajo del horno, se encuentra una pequeña portezuela, que protege un compartimento que se comunica con la chimenea, llamado fornicio. Una denominación derivada del término forno y que sugiere episodios subidos de tono. Cada cierto tiempo se debe de pasar una pletina rectangular, soldada a una vara para mantener una adecuada limpieza de esta zona y del tiro.
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En el centro y con puerta grande, el forno. Debajo de este un pequeño compartimento ( con toda la tapa dorada), el fornicio. |
- Con independencia del modelo de cocina todas disponen de chimenea. Necesaria para evacuar todos los gases y humos derivados de la combustión. A poco menos de un metro de la cocina y en la misma chimenea se dispone de una plancha metálica horizontal, denominada tiro. Con este ingenio, regulamos el paso de oxigeno, para dotar de una mayor o menor combustión.
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Fuente: Moncha Artime. El tiro de la cocina, que regula la intensidad de la combustión. |
- También en modelos más selectos se les dotaba de un deposito de agua caliente, llamado calderín. Usado este agua para uso sanitario y en hogares de posibles se alimentaba la red de radiadores existente. No nos consta en el pueblo, el uso de esta segunda opción (radiadores).
- Otro de los elementos fijos de las cocinas era la barra horizontal dispuesta a todo el largo de aquella. Un componente práctico, recurrente y recurrido. En él se colgaba todo tipo de trapos y prendas a secar, además del gancho en uno de sus extremos.
- Un complemento vital y necesario para el buen funcionamiento de la cocina estaba en la paleta. Pequeña pala para cargar el carbón o el cisgo en los receptáculos destinados a albergar esos combustibles y posteriormente para alimentar la cocina.
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Fuente: Moncha Artime. Todos los accesorios necesarios para un correcto funcionamiento y dinámica de la cocina de carbón. Sobre la tapa cerámica blanca, que cubría la chapa cuando aquella no estaba activa, se observa en primar plano, es gancho, en el medio la paleta y al fondo el raspador para mantener el buen tiro del fornicio. |
Aquella novedosa tecnología fue una auténtica revolución para las tareas domésticas y cubrir la intendencia alimenticia. No hay nada más recurrente en nuestra memoria que recordar las "potas" colocadas en la cocina, sin prisa y sin pausa. El paso cadencioso del tiempo, acompañaba aquel chop-chop de las cocciones y pucheros, tal lo sentencia Antonio Guardado: " Aquelles comides que se facíen en les cocines de carbón, no se paguen con perres (dinero). Ahora todo son prises y así tamos".
Aunque no todo eran ventajas en el uso de este ingenio. Uno de los mayores problemas en la logística del mantenimiento de las cocinas, estaba en su limpieza. Hace años, antes de que la evolución exhibiera su poder, con infinidad de productos de limpieza, se usaba la arena para limpiar y pulir aquella superficie de la chapa. Aunque ya habíamos recordado esta actividad de buscar este árido a les riberes en anteriores capítulos, no vamos desaprovechar la oportunidad de rescatar vivencias vinculadas a ella, tal lo recuerda Ana Vegas: " Cuando mis abuelos llegaron a Asturias desde el norte de Extremadura, empezaron a ganarse la vida vendiendo la arena que cogían en una playina en Ferrero, bien para limpiar la chapa de la cocina o para la construcción". Sus abuelos Antonio y Feliciana vivieron en primera persona, como tantos otros, la dura experiencia de la lucha diaria y de aquella primera actividad laboral por estas tierras le quedó para siempre el sobrenombre de "El Arenero".
Otros protocolos habituales era con la combinación del frotado con vinagre, tal lo recuerda Benigna: " Cuando todavía estaba la chapa caliente se frotaba con una lija fina, a la que se echaba un poco de vinagre". Advirtiendo del uso de papel para evitar daños físicos: " Para no quemarte se cogía un puñao de papel o periódico y se colocaba la lija sobre él. Así no te quemabes". Aplicando esta dinámica los resultados eran inmediatos y muy visibles: " Después de limpiarla, podías comer encima. Aunque lo mejor era echar un poco de " foxter", para dar un color plateao y así no se oxidaba y quedaba como nueva".
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Aplicando este producto sobre la plancha una vez limpia, era el perfecto remate para aquel protocolo. Sus componentes de aluminio, facilitaban una imagen de acabado envidiable. |
Pese a ser una máquina adaptada a uso doméstico, en ocasiones bien parecía que tenía vida propia. Obrando de manera caprichosa y maniática. Su instalación era un verdadero arte y de las manos del artista, en muchas ocasiones dependía su buen tiro y combustión. El mismo tipo de carbón o incluso de leña, no respondía y funcionaba igual en las mismas cocinas. Y el factor atmosférico era determinante, tal lo recuerda nuevamente Benigna: " Los días de torofia, amortaxiaos, con niebla muy baja, de turbón, valía más morise que pegase con la cocina. Moríen les brases y estaba todo el tiempo apagándose". La evidencia es demoledora, la presión atmosférica es y ha sido determinante para un buen funcionamiento de estos ingenios.
Había cocinas que funcionaban a las mil maravillas, sin factores ajenos: " Quemaben hasta les piedres de les riberes". Carmen Poquito fue una de aquellas afortunadas que pudieron disfrutar de uno de aquellos envidiables ejemplares: "Yo quemaba en la cocina todo lo que se podía quemar. Aquella cocina que tenía tiraba mucho,era una maravilla. Sin necesidad de meter directamente en el fogón nada, lo freía todo en ella". La ausencia en su anterior domicilio de algunas comodidades que disfruta en la actualidad, eran compensadas con la presencia de este artefacto que marcó un época: " No teníamos calefacción, pero tampoco se necesitaba. La encendía a las ocho de la mañana y la apagaba a las tres de la tarde, para fregarla. A las cinco o seis de la tarde volvía a encenderla". La conclusión emitida por Carmen no deja lugar a duda alguna: "Después de 45 años la sigo echando de menos".
Nos debemos rendir ante la evidencia reveladora, que no es otra que la presencia de estas cocinas en los domicilios representó una auténtica revolución. Una comodidad para las féminas encargadas de la comida y muy apreciada, entre otras cosas, por su poder calorífico y pa facer la comida. A fecha de hoy, aun podemos encontrar en muchas casas de nuestro pueblo este tipo de cocinas en pleno uso (especialmente en invierno), tal lo recuerda Moncha: " Todavía la tengo. La uso sobre todo en invierno, es de las negras y no la cambio por nada". También nuestra vecina Mercedes Menéndez, con indisimulado orgullo expone su propiedad: " Ya aun la conservo".
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Fuente: Mercedes Menéndez. Alguna cocinas de carbón han superado la prueba de las reformas y mejoras en cocinas. Quienes las han disfrutado saben de la importancia que han tenido en la vida doméstica. |
Si tuviéramos que hacer un resumen del avance doméstico que representó la cocina de carbón y leña entre todos quienes la pudieron sufrir y disfrutar, nos quedaríamos con sentencias inequívocas: " La comida fecha con ella sabe diferente. No se puede comparar". " Daba un calor tan rico, que calentaba toda la casa". Estas palabras emitidas por quienes conocieron los años previos dominados por los llares, son un reconocimiento a un estadio doméstico más optimizado. Pronunciamientos todos ellos que ahogan a las críticas de la gente joven: " Las cocinas de carbón son sucias, dan olor y humo", alimentadas estas por el supino desconocimiento de unas épocas vividas por sus antepasados más inmediatos y, condicionadas por los estados de necesidad que marcaron existencias y procederes. De algo podemos estar seguros: ¡ pocas veces se ha sacado tanto rédito a una inversión!.
(3). La maceta es un pequeño mazo metálico, usado en sectores como la construcción, para derribos y golpeos.
D'ir a segar el bericio.
"Mira la casa ferida,
l'horru escundarmáu.
Artos y ortigues texen
silenciu nes parés".
Antón García.
El bericio viene definido en una de sus acepciones de la siguiente manera en la recomendable obra de Xuan Xosé Sánchez Vicente, "Diccionariu Asturianu- Castellano": "Nombre que agrupa a diversas plantas del género Erica".
Por genero Erica, podemos entender a la agrupación de plantas fanerógamas conocidas como brezos. Siendo en esta zona los más abundantes el brezo común ( Calluna vulgaris) y la llamativa Erica cinerea. Reduciendo todos estos latinismos a una generalidad más conocida y entendible: " Tamos hablando de la argaña". Aquellas plantas con las que se hacían las populares escobas con las que se barrían les quintanes y cuadres.
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Fuente: María de los Ángeles. Brezo común (Calluna vulgaris).
Fuente: María de los Ángeles. Erica cinerea. Acompañada de algunes rebolles o árgoma.
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En nuestra comunidad autónoma, Asturias, el bericio, bericiu, berezu, biriciu y alguna que otra denominación más, dependiendo del área geográfica, popularmente se asigna a cualquier planta de monte que se puede rozar (cortar o desbrozar). Así lo recuerda Antonio Guardado: " El bericio ye todo lo que se podía segar, pa facer la cama a les vaques. Felechos, yerbes, argañes...todo valía".
El objetivo de esta tarea pasaba por conseguir una cama para el ganado. Tal y como expuso nuestro anterior declarante, la roza de monte bajo era lo primordial, siempre y cuando se tuviera esa disponibilidad. Esa preparación generada por cualquier resto vegetal, era lo que se denominaba "estrar" (4), facer la cama de los cuadrúpedos en las cuadras, formando un mullido que con el tiempo se convertirá en el estiércol o cucho. El joven ganadero José Ramón Heres recuerda como en la casa de sus abuela paterna se iba a rozar los vegetales de monte bajo: " Siendo yo un crío en casa de mi abuela se iba a buscar bericio al monte Merín, donde tenían en propiedad una parte de aquel monte, uno de los más grandes de Gozón".
No todo el mundo era propietario o llevador de monte alguno, dificultando la obtención del bericio. Para conseguirlo, se recurría a zonas comunales, lindes con caleyes, caminos y carreteras y las innumerables zonas acantiladas del entorno, como lo recuerda Antonio Guardado: " En casa íbamos a buscalo donde el Redondel (playa de Candás). Allí segabes por les ribes y de paso también les limpiabes". Una vez en casa, había curiosos que daban un giro más a la tuerca, rozando la excelencia: " José El Salao era de los que picaba con una hachina (hacha) el bericio, pa facelo más pequeño, apartando algún escayo (pincho)".
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Fuente: Emilio Rodríguez Lechugo. José El Salao, picando con la hachina narvaso (tallos de la planta de maíz). |
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Fuente: La Costa Asturiana. En primer término el entorno de la playa del redondel. "...allí segabes por les ribes". |
Este trabajo tenía un complemento importante de limpieza de rastrojos en montes, evitando la acumulación de restos vegetales que pudieran facilitar los temidos incendios. Así lo recuerda Alfonso Pinón: "Antes en los montes daba gusto pasar, estaben todos limpios. Ahora meten miedo".
El inefable transcurso de los días, meses y años modifican comportamientos y actitudes. Aquella sacrificada tarea, fue aminorándose con un ritmo lento, pero continuo. Hoy en día nadie va al bericio, al menos con la intención expuesta. Las mejoras económicas, evolución y desarrollo de las casas y caserías han aparcado para siempre un duro trabayo, tal lo refrenda José Ramón Heres: "Pero hoy, ¿ quién dispone de tiempo para ir a desbrozar un monte, para hacer camas a los animales?. Se compra un camión de paja, serrín o arena...y asunto resuelto".
Las maquinas han facilitado la vida del ser humano, pero a su vez nos han convertido en sus pequeños súbditos. Las necesitamos más que nunca, agilizándonos rutinas laborales y curiosamente, restándonos tiempo para otras muchas cosas que nuestros antepasados si disfrutaban.
(4). El término "estro", tal lo recuerda Raúl Sirgo, puede derivar de la cultura anglosajona: " En inglés "paja" se denomina "straw" y el "estro" son los vegetales con los que se mullían las camas de los animales en las cuadras".
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