Capítulo 69. Llabores doméstiques ya olvidades. Otros ritos y consideraciones. Parte III.

 





Fuente: María González.  Coloreada por Ramón Fernández.




Capítulo 69.


Llabores doméstiques ya olvidades.

Otros ritos y consideraciones.

Parte III.




D'ir a misa.

 


"La costumbre es la reina

del mundo...

...el tiempo se encarga

de mordisquear muchas costumbres. "

Píndaro.



Los años de fame y miseria de la postguerra se prolongaron más de lo deseado por los sufridos españolitos. El aislamiento derivado en el país tras la victoria de los aliados en la II Guerra Mundial, agravará aun más si cabe una situación de necesidad ya de por si muy acuciante. Son los años en los que la jerarquía eclesiástica se arrimará intencionadamente al Régimen, aprovechando la intención del dictador de crear un nuevo Estado: " Regenerar España, afianzando el catolicismo, dentro de una concepción unitaria de Estado". 


Se inician campañas de "recristianización", tras los desmanes sociales impuestos por las "hordas rojas": Ejercicios espirituales, misas por los caídos en la batalla por Dios y España, meses de María, peregrinaciones al Santuario de Covadonga, adoraciones nocturnas...etc. Son tiempos socialmente duros y difíciles, incluyendo a los habituales de las misas. Para la entrada al templo se exige que las mujeres lleven la cabeza cubierta con mantilla o pañoleta y los hombres la cabeza descubierta, sin boina, sombrero o gorra. Tendrán que pasar más de veinte años para empezar a aliviar estas exigencias, por las presiones derivadas del Concilio Vaticano II (1962-1965), en su intención de actualizar la vida de la Iglesia a los nuevos tiempos. En muchas áreas rurales todo fue en vano, las pretensiones aperturistas de la jerarquía eclesiástica  se tropezaron con la intransigencia de muchos curas  que se aferraron al pasado preconciliar. Manteniendo usos, costumbres y poderes hasta el fin de su sacerdocio, que bien se pudiera reflejar en una sentencia popular: " Les coses que funcionen, no se toquen".


En el Régimen se da un paso al frente, tratando de ofertar a un aperturismo teórico. El entonces ministro Fernando María Castiella, encabezará dos años después del Concilio, la presentación de una ley "revolucionaria"  (Ley 44/1967), que ofertará la posibilidad de practicar otras religiones "no oficiales". Lo cierto, es que aquel gesto oficial no fue especialmente significativo, debido a la escasa pluralidad religiosa de los entonces habitantes de este país.


Pese a la creencia extendida de que durante algún tiempo de la dictadura franquista fue obligatoria la asistencia a misa , nada más lejos de la realidad. Tan sólo los presos tenían ese "privilegio", aunque cualquier actitud hostil  o crítica era duramente castigada. 


Serán con toda probabilidad durante las décadas de los 40 y 50 cuando aquellas personas sospechosas de ser displicentes con el nuevo orden establecido, los que más interés tenían en asistir a misa. Aleccionados por motivo práctico, más que por convicción, era una forma de disipar comentarios maliciosos.


Tras un buen puñado de años, ya llegados a la década de los setenta, es cuando se produce un  distanciamiento de la Iglesia con la dictadura. La llegada de nuevos aires a los seminarios con la nueva hornada de sacerdotes jóvenes  harán posible una renovación socio-religiosa. En nuestra parroquia fueron visibles todas estas transformaciones con la presencia de un cura, nacido en León y que rompió los encorsetados clichés que rodeaban al intocable mundo religioso, Don Jorge. Su aproximación y colaboración con los jóvenes generó unas expectativas desconocidas hasta entonces. Fue parte vital para la constitución del primer y único coro que amenizaron misas y otros eventos, además de la piedra angular para la creación de la primera asociación juvenil en Antromero.



Fuente: María Jesús Fernández. Don Jorge, en la celebración del
sacramento de la Comunión, con unos niños de la vecina  parroquia
de San Martín de Cardo.

En cualquier caso, un análisis con el criterio que aporta la experiencia y conocimiento lo proporciona Alfonso Pinón: " Lo de d'ir a misa fue cosa más de muyeres que paisanos. No quiero decir que no van paisanos, pero son menos. Yo sólo iba a coses como entierros, bodes, cabos d'año y poco más. Además los paisanos eren más de quedar por fuera de la iglesia. Me acuerdo una vez que estando de cura Don Jenaro, estábamos un montón de paisanos afuera de la iglesia y todos hablando de lo nuestro. Paró la misa y salió a llamar la atención: "El que vien a misa ye pa entrar". Así que  todos pa dentro". 



Fuente: Enrique Pinón. Alfonso Pinón sirve una copa de bebida 
espirituosa al párroco de Bañugues, Don Ángel, junto con el hermano
del primero.


Desde la propia escuela también se promulgaba la asistencia a los oficios religiosos y era habitual el tono burlón del maestro, denunciando ausencias: " No te vi este sábado en misa". El balbuceo en búsqueda de una excusa convincente y posterior sonrojo del destinatario estaba garantizado.


La tecnología al servicio de la religión se consumará con la transmisión por la televisión el 28 de octubre de 1956, cuando un plató de los estudios de TVE, en el Paseo de la Habana, se convertirá en capilla para oficiar la primera misa. Aquello revolucionó el panorama para los fieles practicantes y por supuesto no pasó desapercibido en nuestro pueblo: " Mi ma, desde que dan la misa por la televisión ya no va a a la iglesia"


No será este medio de comunicación el que sólo va a restar presencia humana en los templos. Para hacer un dictamen al respecto están otras personas más doctas: " Ahora a misa van solo un puñao de muyeres y cada vez más vieyes".




Algunos ritos de paso.





"Cinco minutos bastan para soñar toda una vida,

así de relativo es el tiempo".

Mario Benedetti. 




Todos los seres humanos, sin distinción, que pululan por el mundo están sujetos a un contrato condicionado por la propia naturaleza. Nacemos, morimos y nadie, absolutamente nadie, se puede escapar de ello. De nada sirve la riqueza, ni el poder, ni los intentos de pacto con el diablo. Somos vulnerables y el paso del tiempo así nos lo recuerda.

 
En Asturias y, en lo que respecta al ser humano propiamente dicho, se va encuadrando desde su nacimiento hasta su muerte en determinados grupos, generalmente clasificados por la edad, sujetos como no puede ser de otro modo a una serie de estados que tanto la vida como la sociedad, imponen. Son, en definitiva, los denominados "ritos de paso".


Este concepto, fue acuñado por vez primera por el etnógrafo francés de origen alemán Arnold Van Gennep, en 1900. Con mucha más modestia y menos ambiciones, aunque seguramente con las mismas ilusiones que aquel estudioso galo iniciaremos un breve, pero confiemos entretenido viaje, por aquellos tránsitos vitales de los paisanos y muyeres que nos precedieron en esta tierra que hoy pisamos.


Lo único cierto, es que históricamente todas las sociedades humanas han estado ligadas a determinados ritos en su desarrollo. Han necesitado y seguramente aun necesitan determinadas ritos para sobrevivir, pues aseguran y preestablecen un orden necesario y una estructura social que garantiza comportamientos ante el desorden cotidiano.


En la cultura asturiana estas cadenas están salpicadas de creencias, que no han pasado desapercibidas socialmente. Prácticas y costumbres arraigadas en los comportamientos que en los últimos años han ido amortaxíandose, fruto de las nuevas modas impuestas. Un guaje, una muyer o un paisano no afrontan, ni tan siquiera entienden los avatares de la vida del mismo modo. Tampoco el comportamiento de un niño que vivió hace doscientos años es el mismo que otro que vive en la actualidad. El proceso acelerado de la globalización ha llegado con malas intenciones y su insaciable apetito se colma con nuestras tradiciones, costumbres y memoria. 






Nacer.




"Hai neños que paecen nacíos nel desiertu,

como un pinu, como si'l sol sofitara nel

 rabadón..."

Alejandra Sirvent.



Es una evidencia que el número de nacimientos hasta no hace demasiado tiempo era superlativo. Y no lo es menos que la mortalidad infantil iba con ellos de la mano. Nacían muchos niños y morían demasiados. Esta tónica social, de nacimientos exponenciales se mantuvo en este país hasta el año 1964, el último baby-boom. La aparición posterior de la televisión, el penúltimo gran anticonceptivo social, a finales de estas décadas puso el germen al otoño demográfico en el que nos hemos instalado.


En todas o casi todas las sociedades, el nacimiento de un retoño representa una gran alegría familiar, acompañada de le eterna preocupación, aquella que ha sobrevivido al paso del tiempo, la obligación de alimentar una nueva boca: " Antes, no fai munchos años, los guajes casi se criaben solos. Ahora, mamina, todo ye poco pa ellos. Gasten más en un mes en ellos, que antes hasta que diben a facer la mili". 


Les visites al recién nacido.

    
La llegada de una nueva criatura a la casa es un gran acontecimiento familiar. A las nuevas planificaciones se le suman los cuidados que recibe la parturienta. En estas tierras hay una obligación social de visitar a la familia del recién nacido, para desearle todas las buenas venturas. Aunque no se suele ir de vacío, con las manos colgando. Pueden ser "regalos" de lo más variopinto y, lo que nunca ha de faltar es una "pita", una gallina vieya reconfortar físicamente a la madre, esa que va a proporcionar untuosos cocidos regeneradores de ánimos y fuerzas.


Antaño, gran parte de aquellas dádivas eran comestibles, legumbres, patates, algo de la matanza, vino dulce, pastas  o llambionades, entre otras cosas. Actualmente, nos hemos vuelto más refinados y las  "tradiciones" urbanas han hecho mella. Se regalan cosas que ya nada tienen que ver con la vinculación a la subsistencia diaria: colonias, ropas o incluso joyas forman parte del amplo muestrario que los nuevos tiempos imponen.


Situaciones vividas hasta hace relativamente poco tiempo por nuestros informantes habituales, tal lo recuerda Gabriela Álvarez: " En el año 1988, cuando nació mi primera hija las vecinas me llevaron moscatel, chocolate, galletas, gallinas...". Tradiciones y costumbres abocadas al olvido.




Vino dulce Sanson. Regalo a las parturientas, muy 
habitual a mediados del pasado siglo, además de 
ser muy agradecido por la receptora.


También hubo una época en la que era habitual el regalar una cigüa, la mano negra tallada en azabache. Según antiguos usos se colocaba en el recién nacido o incluso en la madre para evitar el mal de ojo. En el caso del neonato, lo debía llevar al menos durante dos años, para evitar las envidias y malas artes de la agüelladora (era siempre mujer). Recordemos que en Condres, Concha (Casa Miguel), usaba un ritual para evitar las males artes de aquellas brujas: "A
l pasar a su lado hay que cerrar el puño, sacando el dedo gordo...colocándolo en la espalda, junto al culo y decir: el tú ojo en mi culo, agüeyate a ti y no me agüeyes a mi". Utilizando el gesto manual con la misma forma de la cigüa de azabache.





Fuente: Internet. Cigüa de azabache. 
Amuleto contra el mal de ojo.




Fuente: Gabriela Álvarez. Concha, acompañada de 
su hija Margarita y nieta, Gabriela.


Las visitas de entonces por los domicilios de los recién nacidos  era un deber, una obligación social que representaba un síntoma de buena vecindad. Lazos de renovación colectiva, reflejado en un comportamiento muy generalizado que mantenía la máxima: "Hoy por ti, mañana por mi".



Hay que ponerle un nombre.


Tampoco era extraño que a la mujer a punto de parir, le sorprendiera los dolores de parto en sus quehaceres diarios: yendo al río a lavar, trabayando la tierra o atendiendo la cuadra. Son muchos los nuestros vecinos que pueden atestiguar estas ahora excepcionalidades: " Mi ma el día antes de nacer yo, taba en el río lavando la ropa y allí rompió agues. Les coses había que faceles si o si. ¿Quién podía tar echao en la cama esperando a parir?". Aunque mientras transcurrían los días, con las faenas habituales, lo que estaba planificado era el nombre. Ya estaba seleccionado desde prácticamente el inicio del embarazo, esperando tan sólo la sorpresa de su  sexo.


Buscar un nombre adecuado para asignar al nuevo neonato, otra de las tareas pendientes. Porque todas las cosas del mundo tienen nombre y aquellas que no lo tienen, sencillamente no existen.  Antes de modas, pasajeras modas, que fluctúan y varían como el sol y el día, los nombres asignados estaban influidos en los antecedentes familiares. Su designación estaba totalmente programada dentro del ámbito familiar y, en ocasiones planteaba ciertos problemas prácticos, tal lo recuerda Emilia Posada: "Antes de que llegara la televisión y empezase a ponese nombres raros a los guajes, llamábense como algún familiar. Normalmente solía ser los mismos nombres que el de los abuelos". Decisión que si se tomaba cuando ambos patriarcas tenían el mismo nombre, se recurría al pragmatismo, como así lo certifica Benigna Anxelín: " Mi pa se llamaba José y mi suegro también José. Tuvimos dos fios y los dos se llamaron como los guelos, uno José Manuel y el otro José Enrique". Los nombres compuestos aliviaron algunos de los entuertos familiares.


También es cierto que en aquellos tiempos donde las unidades familiares tenían vástagos que llegaban a los dos dígitos, se recurría al conocimiento y sapiencia del párroco, quién no dudaba en recurrir al santoral para asignar un nombre a recién llegado al mundo. Nuestro vecino Alfonso Pinón, así lo corroboraba: " En este pueblo y en otros muchos hubo families que tuvieron muchos fíos. Si la muyer era de d'ir a misa preguntaba al cura que nombre podía poner  al que iba a nacer. Entonces cuando ya nacía la criatura el cura miraba el calendario y ponía el nombre del santo de aquel día". Aclarando sospechas: "Por eso en muches families había nombres tan raros".


Tras el consenso del nombre había que declarar y registrar al neonato ante las instancias administrativas (ayuntamiento, juzgado), dando cuenta de nombre, apellidos, día de nacimiento y los distintos parentescos. Con toda esa información al servicio de la administración y censo, el recién nacido pasa a formar parte de la sociedad con todos sus derechos y obligaciones. En esos días de tensión familiar, acompañada de alegrías desmedidas por la llegada del nuevo ser, no faltaron despistes que pudieron ser solventados en jornadas posteriores: " Mi pa, cuando nací fue a registrame a Luanco y paró antes en Casa El Aldeano, allí tuvo tomando unos vinos pa celebralo. Tantos vinos tomó que no se acordó de apuntame en el Ayuntamiento. A los tres días lo fizo, pero ya fue mi ma con él, pa evitar que se repitiera la cosa. Así que gracies a mi pa soy tres díes más joven".

     
Todas estas alteraciones sociales había que registrarlas en el denominado Libro de Familia, que fue expedido por primera vez en España el 15 de noviembre de 1915, bajo el gobierno de Alfonso XIII. El objetivo que perseguía no era otro que recoger la relación existente entre los miembros de la unidad familiar (padres, cónyuges e hijos), además de registrar las defunciones. Recientemente, el 30 de abril de 2021, con la nueva Ley de Registro Civil, desaparece el formato físico del Libro de Familia, siendo sustituido por un registro electrónico. Los nuevos tiempos mandan.


Del número de integrantes de la unidad familiar, entiéndase hijos, pudiera acogerse a los beneficios de la consideración de familia numerosa. La administración facilitaba unos exiguos beneficios a las familias que podían disponer de aquel título, otorgado por la fecundidad de sus progenitores.




Fuente: Jesús Artime: Libro de Familia de Manolo Capacho y Benigna,
en las páginas correspondientes a la celebración de su matrimonio (1956).





El título de familia numerosa se introdujo en este país,
con la Ley de 1 de agosto de 1941, con reforma posterior 
en 1943. A lo largo de los años se irán modificando las
condiciones exigidas para cumplir los requisitos. Esta ley
y las sucesivas contemplan una serie de beneficios a los 
miembros de la unidad familiar.









El Bautismo.



¿...A quién le debo entonces

lo que soy,

de quién la densidad 

con la que siento...?"

Aurelio González Ovies.



Dada la idiosincrasia religiosa, tras el nacimiento, era preciso conformar el rito del bautismo, en la que son necesarios los padrinos. Hombre y mujer del entorno familiar, quienes van a ser los responsables del desarrollo del recién nacido en caso de ausencia, incapacidad o fallecimiento de los padres. Relación que se mantendrá hasta el matrimonio del ahijado, momento en que desaparecerá también el compromiso de entrega del "bollo" a aquel. Aunque a este respecto no hay conformada un criterio uniforme, tal lo recuerda Emilia Posada: " Eso dependía de les families. En algunos sitios  se dejaba de dar el bollo cuando el chaval iba pa la mili, en otres cuando se casaba y en otres cuando empezaba a trabayar". Matizando en sus palabras, alguna excepción : " Conocí una muyer que dio el bollo a su ahijao hasta que ella murió. Él ya estaba casao y con fios mozos, pero ye verdad que sólo conocí ese caso".


El ritual del "bollo", en esta zona específica se limita a la entrega del ramo bendecido por parte del joven a sus padrinos, el Domingo de Resurrección y que desde hace años es correspondido por la dación de un bollo dulce o dinero. La expresión, "hoy tengo que dar el bollo al afiáo", se apoya lógicamente en aquella actuación. Aunque según muchos estudiosos, como Roberto González-Quevedo González estiman en su origen aquella entrega como algo más práctico, en duros tiempos de escaseces: " El nombre de este regalo es el de bollo o bolla, porque, efectivamente, en tiempos pasados dicho regalo era un bollu de pan relleno con alimentos sustanciosos".


La prodigiosa e impagable memoria de Emilia Posada, recuerda otros tiempos de esta práctica: " Si el chiquillo tenía un padrín o madrina en casería que se defendía, se daba un bollo, que normalmente era una boroña preñada (1). También se daba un bollo dulce o de marañuela y los últimos años ya eren perres (dinero)". Detallando el motivo de esta última opción: " Con les perres lleven más alegría, pues pueden comprar lo que les apetezca". Menéndez El Roxín certifica aquel testimonio pragmático: " El que tenía unos padrinos en una casería, tenía un tesoro. Cuando se daba el ramo, en Semana Santa, podía caerte coses para comer, que normalmente no había en casa".  La evidencia se manifiesta una vez más, ante las perentorias necesidades del ser humano.




Fuente: Fran Posada. Emilia Posada, en el centro, en la celebración
de les carroces de la fiesta de San Pedro. Años 80.




La entrega de los ramos bendecidos en la iglesia el Domingo de Ramos, era una celebración más. Se estrenaba ropa y se tenía la garantía de recibir el "bollo". Previamente para cumplimentar este rito religioso hubo que ir a buscar laureles y romero, para hacer el ramo. Combinación vegetal que era motivo de reto entre los preadolescentes varones de quién era el que lo tenía más grande. 



Fuente: Mariluz Serrano. Domingo de Ramos. Se aprecia la mayoría 
de ramos compuestos por laurel y romero, junto con una palma. Nuestros 
vecinos siempre fueron muy respetuoso con las celebraciones religiosas.



El acto religioso en si se celebraba en la capital de la parroquia, Bocines. No sólo los bautizos, también todos los ritos de paso, vinculados a la religión: Primeras Comuniones, Confirmación, matrimonios y entierros. El punto de inflexión y rotura de aquella tendencia centralizada, lo detalla Laudina Artime: " Con la llegada de un cura joven a la parroquia, que fue Don Jorge, se empieza a hacer en la Capilla de San Pedro todos los sacramentos. Fue con la inauguración de la nueva iglesia en el año 1971".




Fuente: María Jesús Fernández. Don Jorge, administrando
la comunión a un niño, en Cardo.



Nuestra vecina Charo Rodríguez Muñiz fue una de aquellas últimas personas bautizadas en aquel entorno de la capital de la parroquia, Bocines. Así se atestigua en la foto anexa, con sus padrinos.



Fuente: Betsabet. Betsabet, como madrina
sostiene en sus brazos a Charo Rodríguez. Uno
de los últimos bautizos en Bocines de nuestros vecinos.



No debiéramos olvidar jamás, el trabayo de les muyeres en cualquier ritual religioso. El acondicionamiento de la iglesia siempre estuvo en sus manos. Limpieza y ornato que exigía la celebración pasaba por ellas. Laudina Artime en la Iglesia de Antromero o Conchita (Casa Los Paxaros) en la Ermita del Carmen, han sido el mejor ejemplo del trabajo abnegado de guardesa. Una labor más a sumar a la larga lista de las rutinas cotidianas:


"Pero yo quiero cantarte a ti,

silenciosa, luchadora.

Que se levanta la primera

al salir los rayos del sol.

Mujer de mil nombres,

de mil caras,

de mil horas".

Pedro Rodríguez Muñiz.








(1). La boroña preñada era un paz de maíz a la que se rellenaba con productos "de casa": huevos, chorizo, jamón o llacón, queso...En algunas zonas la denominan bolla asturiana. Tiene una variante muy celebrada por los amantes del pescado, que es la bolla de sardinas, evidentemente rellenada con este suculento y sabroso pez. El bollo de marañuela aun sigue haciéndose en los obradores y fornos de la Mancomunidad Cabo de Peñas.







La Primera Comunión.




"La fuerza más fuerte de todas

es la de un corazón inocente".

Víctor Hugo.




Hace unos años se publicó un estudio de esos que normalmente pasan desapercibidos. En él se daba cuenta de una curiosa estadística que combinaba fe, religión y vida. Los números que se reflejaban eran cuando menos curiosos, pues aseguraba que un 90% de los adultos mayores de 60 años, cuya confesión religiosa era la católica declaraban que el día más feliz de sus vidas fue la celebración de la Primera Comunión. En ese mismo texto se reflejaba algún que otro detalle que dejaba más interrogantes que certezas, pues también se confirmaba que aquel acto religioso representaba para los entrevistados el paso del estadio de la niñez a la vida adulta. Creemos y así lo manifestamos que esta última exposición es precipitada, pues aunque la vida ha cambiado mucho en tan poco tiempo, ¿ Cómo puede ser posible que con siete, ocho o nueve años se te pueda considerar una persona adulta?. 


Fruto de esta disquisición aportamos unas declaraciones proporcionadas por Luis Servando Peláez, que rezuman el sabor de las travesuras de la tierna infancia, sin la malicia del mundo adulto: " Recuerdo que la víspera de hacer la Primera Comunión nos liamos Ramón el de Ochoa y yo. En la refriega le pegué un puñetazo, con tan mala fortuna que no había modo de parar la sangre que le salía por la nariz. La noche que pasé ya se puede imaginar como fue por la preocupación,  aparte del repaso que me dieron en casa con el arma persuasiva de la zapatilla". Pecados de infancia, solventados con la mano poderosa de la matriarca.


Aparquemos las intrigas y reflexiones para aclarar que, en cualquier caso, la Primera Comunión es un ritual cristiano, una ceremonia religiosa. El origen se puede atribuir en la Última Cena que Jesús celebró con sus Doce Apóstoles, aunque se puede precisar que este acto de celebración como Sacramento se inicia oficialmente con el Concilio de Letrán, en 1215. Entonces, los mandamases de la Iglesia toman la decisión de acotar edades: "La edad de discreción para recibir este sacramento estará entre los doce y catorce años".


Pese a ello y el cambio de los tiempos, en la sociedad medieval el niño nunca fue considerado como sujeto social relevante. Empleado para trabajar y excepcionalmente orientado para el estudio, se convirtió en un eslabón más del explotado de aquel arcaico sistema productivo. Los guajes de entonces se hacían hombres  a fuerza de golpes que propinaba la misma vida y sus congéneres.

    
Tendrán que pasar varios siglos, para entender a esta ceremonia como un acto relevante. Será ya en el siglo XX, cuando la Iglesia es consciente de una necesaria preparación para recibir este sacramento a sus acólitos. Para ello va organizar cursos de catequesis, para enseñar y comprender este rito, formando normalmente a jóvenes, autorizadas previamente y con el visto bueno del cura del lugar.



Fuente: Gabriela Álvarez. En la imagen, reunión familiar para la
celebración de la Primera Comunión de una sobrina de Concha 
(Casa Miguel).



En cualquier caso, debemos aclarar que este rito tal y como lo conocemos actualmente, tiene sus orígenes en los inicios del siglo XVII. Antes de este periodo, todo se reducía a la privacidad familiar y será en este punto de inflexión cuando los preadolescentes de una misma edad se reunen, celebrando actos religiosos colectivos y celebraciones públicas.


Les catequistes.


En Antromero y bajo la supervisión del sacerdote de turno, hubo varias catequistas, todas mujeres. Voluntarias que prestaban su tiempo y conocimiento para la formación espiritual de los más jóvenes. Entre ellas estuvieron las figuras de Perfeuta (ejerció también de maestra-maternal), su sobrina María La Maestra y la incombustible Maruja El Tuertu, tal lo recuerda nuestro habitual colaborador y sobrino de aquella, Paulino García:A finales de los años cuarenta, Perfeuta y Feliciana, debido a la edad y precaria salud, dejaron de ejercer (como maestras) y Don Vicente llamó a Maruja El Tuertu como sustituta, recomendada por el cura Don Plácido que sabía de sus aptitudes como catequista. Maruja apenas tenía 18 años cuando inició esa tarea, que desempeñó con soltura durante una docena de años, hasta 1961, año en que se trasladó a vivir a Candás".  Benigna Anxelín añade algún detalle a la excepcional información de nuestro vecino, Paulino: " Durante algún tiempo, siendo una chavalina hice de catequista , estando de cura Don Jenaro, que era de Cardo, después ya lo fui con Don Vicente".

    
Las experiencias vividas por nuestros vecinos, son únicas e intransferibles, tal lo recuerda María del Rosario Muñiz. Testimonio que por su detalle y valor transcribimos sin interrupción: " No debía de tener ni tres años cuando mi madre me llevó a la escuela de Maruja, la hija de Marcelo El Civil, que estaba en la antigua Capilla de San Pedro de Antromero. No solía haber misa los domingos en el pueblo, pues no era parroquia y todo se hacía en Bocines. Aunque el catecismo si lo teníamos en Antromero. Nuestras catequistas eran Benigna y Angelinos Anxelín y Adelina El Tuertu, eran inteligentes, nos daban cariño y confianza. Las respetábamos y queríamos mucho y nos enseñaron todo lo que ellas sabían referente al Catecismo y a los ritos y actividades de la Iglesia. Con ellas aprendimos los Mandamientos, los Sacramentos, como se confesaba, como debíamos recibir la Primera Comunión, los cánticos de la Iglesia, los del mes de mayo o de las flores, el rosario con los misterios y la letanía en latín y lo aprendíamos de oídas.

Ya en la escuela de Maruja El Tuertu, aprendí rápido y entonces Doña Ana con cinco años me cogió para la escuela pública, la antigua (d'arriba). Allí unos meses antes de la Primera Comunión vino Don Plácido que estaba de sacerdote en Luanco y entre él y Doña Ana nos hacían preguntas orales sobre el catecismo y decidían quienes podían recibir este sacramento. A mis padres les dijeron que con seis años recién cumplidos podía hacerla y ellos decidieron que era mejor un año después, con siete. Cumplí siete  años el 4 de mayo de 1957 e hice la Primera Comunión un mes y un día después, en la Iglesia Parroquial de San Martín de Bocines, lugar este donde se celebraban los bautizos , comuniones, confirmaciones, bodas y defunciones". 




Fuente: Paulino García. A la derecha, Maruja El Tuertu, acompañada de 
dos hermanas. Maestra vocacional e instructora espiritual.



También otras mujeres fueron voluntarias para ejercer de enseñantes o catequistas, tal lo recuerda Carmen  González: "La Primera Comunión la hice en Bocines, en el año 66. Siendo catequista Loli, la hija de María Ángela. La hice con Susi, María les Moranes y Marisol la de Julián. Y de críos era Joaquín Rionda, Richard y Ramón El Chato".



Fuente: María González. De izquierda a derecha: Carmen, Lola,
Susi, María Les Moranes.



Pese a su papel de segundo plano en el organigrama de la Iglesia, les muyeres, siempre les muyeres, serán vitales para el buen desarrollo y mantenimiento en la ejecución del sacramento de la Primera Comunión. Su aporte formativo, una vez más vital.


En esta ceremonia todo estaba perfectamente organizado. Los niños y niñas lucían vestidos y ropas preparados para la ocasión, ceremonia en la iglesia y posterior festejo casi siempre acompañado de una copiosa comida, entradas para el cine o excursiones.




Fuente: Mercedes Menéndez. Agrupación de familiares y niños
celebrantes de la Primera Comunión, en la iglesia de Bocines (1956).
A pesar de la perdida de color, se aprecian algunos de nuestros vecinos 
y distinguen al menos a Marina (Casa Fausta) y Nacy El Molín.


Los trajes y vestidos.


La vestimenta, casi siempre heredada, alquilada o cedida. Pocas veces se compraba o elaboraba para lucir en el momento. En las niñas, prevalecía el tul, gasas y vestimenta larga hasta el suelo y el blanco inmaculado como símbolo de pureza. En los niños, trajes con corbata, vestimentas de marineritos o de mayor empaque, incluyendo galones y gorra de plato. La ocasión lo merecía y así se exhibía. Benigna Anxelín recuerda aquella fecha con una nitidez envidiable: " Hice la Primera Comunión en Bocines, en junio de 1936, un mes antes de empezar la Guerra Civil. Éramos unos cuantos de Antromero , y fuimos andando  por la carretera de Les Teyeres, hasta llegar al río. Allí había un caminín que te llevaba hasta la iglesia que era de tierra. Yo llevaba un vestido heredao de les mis hermanes y lo único que estrené fueron unos zapatinos de color blanco. Al salir, empezó a llover y cuando llegamos a  Antromero, estábamos todos fechos un cristo".




Fuente: María González. Las escaleras de la iglesia de Bocines muy 
propicia para plasmar imágenes en grupo. Primera Comunión de Vicente 
García y Mari Luz (Les Moranes). En el grupo se distinguen los padres de 
ambos: Vicente, Rosario, Carmina y Joaquín. Además de Avelino, Carmen,
Mari, Tito, Cuca, Falín, Benigna, Ángeles, Covadonga, Delfa, Adelina, Generosa,
Loli, Nacy, Betsabet y Genaro.

 


El transcurso de los años proporciona medios hasta entonces imposibles, tal lo recuerda María del Rosario Muñiz: "Yo era pequeña y con un vestido largo, lo que hizo que mi padre alquilara un taxi para llevarme porque con el barro, el vestido y la distancia no llegaría nunca. Era la primera vez que me subía a un taxi". Esta experiencia relatada con anterioridad fue compartida por otros niños como lo detalla Laudina: " Mi hermano ya le tocó ir en taxi. Iben cien dentro del coche, pero ya no bajaben andando".




Fuente: Arturo Artime. Covadonga (Casa
Corugedo). Tras ella, sus hermanas, madre de 
Arturo y Ángel de Lluisa.




Fuente: María González. Joaquín y Carmina Les Moranes,
junto a su hijo Tito.(1956).




Fuente: Betsabet García. Vicente García, el primero por la izquierda. Las Primeras
Comuniones de antaño siempre se caracterizaron por el gran número de participantes.
Aun quedaba lejos el otoño demográfico en el que nos hemos instalado.
 



Hay excepciones que rompen las reglas preestablecidas, tal lo testimonia Mercedes Menéndez: "Comulgué el 10 de junio de 1962 y éramos 9 crías y 5 niños. Mi vestido fue diferente a los demás. El cura entonces era D. Casimiro y no quería que fuéramos de largo, que lo hiciéramos de corto. Además a mi madre tampoco le gustaba lo del vestido largo, así que me hizo uno corto. El día de la comunión, sólo una de Bocines y yo llevamos aquel modelo, las demás iban de traje clásico. Así que me disgusté mucho y al salir de la iglesia, el cura me tocó con  la mano la cabeza y me dijo que era la más guapa".   



Fuente: Mercedes Menéndez. "El cura de entonces era 
D. Casimiro y no quería que fuéramos de largo....".
Las nuevas modas imperan. (1962). 




Los tiempos avanzan y las costumbres se mantienen, tal lo recuerda  Carmen González, quien años después mantenía las pautas de  sus antecesores: "Íbamos al catecismo a Bocines y la catequista era Loli Serrano. Siempre caminando por la carretera hasta donde está hoy el taller de Carrocerías Sirgo y por allí nos metíamos por un atajo".  Nuestro declarante y colaborador Paulino García, rasca en la memoria retazos de aquellos momentos: " Del día de la ceremonia no recuerdo nada. Lo que si, era de les semanes previes que íbamos a Bocines a los preparativos con les catequistes, por el Monte El Reyario, el antiguo camín parroquial que no se si seguirá abierto. Hacíase ida y vuelta y por eso tenía que ser con los días grandes". Mercedes Menéndez precisa tiempos: " Comulgué con 7 años e hice la comunión en Bocines. Íbamos todo el mes anterior y todos los días al catecismo".



Fuente: Google Maps. " Siempre caminando por la carretera hasta
donde está hoy el taller de Carrocerías Sirgo..."



En la década de los cuarenta, en 1947, hará su Primera Comunión Laudina Artime, quien así relata su experiencia , con un  vestido para la ocasión: " Era prestado. Una señora de Gijón que tenía una tienda en la que paraba mi madre cuando andaben al estraperlo. Era la dueña de una tienda de eses antigues de Gijón, de toda la vida, "Casa Olvido", fue la que lo presto". Detallando algunas de aquellas vivencias festivas: " En Bocines, comulgamos de Antromero, Sarita, Manolo de Antón de Menéndez y yo, con más rapacinos de Bocines. A las 8 de la mañana salíamos de casa, pa ir caminando hasta la iglesia, con aquel vestido que  teníes que llevarlo por el aire pa no mancharlo con la tierra y el barro. Teníes que ir en ayunes, así que una vez que comulgué, diome mi ma un huevo cocido que llevaba pa no morir de fame. Por la tarde después de comer, volver a colocar el vestido y otra vez pa la procesión en Bocines. Era en junio o finales de mayo y se sacaban a la Niña Virgen y el Niño Jesús".



Fuente: María González. Procesión en Bocines
con los niños recién comulgados. En primera fila
y a izquierda, Tito Les Moranes. Tras el, Marina (Casa Fausta) y,
en medio Jesús (Casa Sierra).
"...y se sacaban a la Niña Virgen y el Niño Jesús". (1956).



Fuente: María González. Misma secuencia que la 
imagen anterior, pero en otra perspectiva.



Fuente: Mercedes Menéndez. En primera línea 
y a la derecha Marina (Casa Fausta), portando
a la Niña Virgen, en procesión. (1956).



Fuente: Betsabet. Vicente Carma, primero a la derecha, 
 en la procesión de Bocines. Finales de los años 40.



Fuente: Fran Posada.  Emilio Posada, primero a la 
derecha,  portando el Niño Jesús, mitad de los 50.



Algunas incidencias no previstas solían ocurrir, tal es el destino y así lo testimonia Laudina: "Por la tarde y para la procesión estaba avisada que tuviera cuidao. No hice más que andar con el arremangao y al subir una escalera lo pisé y lo rompí por abajo. Cayome un buen ostiazo de Amparo (madre): ¡Ya tuviste que romper el vestido, la madre que te parió, tienes el demonio en el cuerpo!".

    
Los días previos al gran acontecimiento familiar son fechas de probaturas, de tijeras, agujas e hilos. Se aprovecha los usados en otras comuniones y las más curiosas en las casas para el "corte y confección" afrontan el reto de adaptar aquellas ropas de un sólo uso anual a su nuevo inquilino.  La magia de aquellas manos se traduce en el milagro de una nueva vestimenta.


"Estoy loco de contento 

porque me fixo mió madre

unos pantalones nuevos

de unos vieyos de mió padre".


Uno de aquellos vecinos, ya sesentón, que prefiere guardar el anonimato, se explicita sobre su experiencia en estos ámbitos textiles: " Cuando fice mi Primera Comunión, fui de marinero. Mi ma vino con un traje de Gijón, que lo emprestaron xente de muches perres. Camín de la iglesia, iba al mi lao el cabrón de mi primo y tiró del cordón que iba a uno de los bolsos de la camisa. Apareció un xiblato y fue todo el camín dándome la murga. Llegué a misa con la cabeza como un tambor y no escuchaba al cura, Don Jorge, sólo el chiflido de aquel xiblato".




Fuente: Gabriela Álvarez. Carmina Sirgo

  

Fuente: Gabriela Álvarez. Mari Carmen
(Casa Miguel). Vestido angelical.




Fuente: María Jesús Fernández. Agrupación de niños 
de la parroquia de San Martín de Cardo, vestidos para
celebrar la Primera Comunión, con Don Jorge.
 Son tiempos de explosión demográfica.



Fuente: Mercedes Menéndez. Marina (Casa Fausta).
(1956).


Fuente: Jesús Artime. Comunión de Manolo (Capacho).
Acompañado de su familia.




Fuente: Aurelio Fernández Sirgo. Aurelio, de marinerito.
Acompañado de sus padres, Enrique y Carmina.(1967).




Fuente: Rosa Mari Mori. Marcelino Mori, vestido de
socorrido traje de marinero, posando con un coche de 
época.(1965).



Fuente: Gabriela Álvarez. Ramón (Casa Miguel).
Un traje novedoso, negro y pantalones cortos.




Fuente: Eva Hevia. Siguiendo la tónica anterior,
aunque con varios años de demora, lucen unos modelos 
similares los hermanos Pepe y Ángel Hevia.




Fuente: Rosa Mari Mori. Marcelino y su hermana Rosa Mari, posan para la ocasión.
(1965).



Fuente: Gabriela Álvarez. Gabriela, acompañada
de sus padres, Benito y  Mari Carmen (1970).




Fuente: María González. Avelino Les Moranes, con su
traje de marinero.(1966).




Fuente: Loli García. Ricardo Lorenzo González (1959).
Fue compañera de aquella celebración, Angelita 
(Casa Bolla).




Fuente: Luis Servando Peláez. Luis vestido para la ocasión



Fuente: Rosa Mari Mori. Vestida de blanco impoluto.




Fuente: Gabriela Álvarez. Comunión de Mari Vega. En este 
posado y tras ella sus padres, Inos y José. La acompañan en 
el primer plano, Miguel, Montse y Aurelio.(1971).



Fuente: María González. Tito Les Moranes y Nacy 
El Molín. Posando ante el altar de la iglesia de 
Bocines. Resalta el blanco inmaculado de ambos.(1956).



Fuente: Gabriela Álvarez. Toño (Casa Miguel)
posa con su traje de oficial. Todo un lujo para
aquella época.



Fuente: Gabriela Álvarez. Margarita, Manolo 
y Mari Carmen.(Casa Miguel).Preciosa imagen
que vincula esta celebración al ámbito infantil.



Fuente: Jesús Artime. Manolo y Benigna en la celebración de la comunión de 
una de sus nietas.




Aquel chocolate en tazón.


En la década de los cincuenta y por iniciativa del párroco de turno, a los celebrantes de este sacramento se les invita a la degustación de chocolate con churros y pastas, en la Casa Rectoral, al lado de la iglesia de Bocines. Acto de confraternidad infantil, entre todos los participantes y que recuerda José Sirgo: " Hice la Primera Comunión en el año 1954, en la iglesia de Bocines. Tras el acto religioso comimos en la Casa Rectoral, chocolate en tazón con pastas. Aunque lo que más me llamó la atención fueron las preciosas cristaleras de aquella casa y sus jardines tan bien cuidados". La habitual declarante María del Rosario Muñiz, precisa su experiencia: "Después de los ritos de la iglesia, se iba a la Casa Rectoral, la que está al lado de la misma iglesia y nos daban leche, chocolate y churros. Algunos de los niños que hicimos ese día la comunión fueron Anselmo de La Granda, Ramón Piqueras, Genaro La Pielora, Fernando Artime, las gemelas de Condres y dudo si las de Antromero".




Fuente: María del Rosario Muñiz. En la Casa Rectoral, degustando
el chocolate.



El punto de inflexión de esta celebración gastronómica quedará marcado en la memoria para alguna de nuestros vecinos, como fue el caso de Laudina Artime: " A mi no me tocó lo del chocolate. Fue más tarde cuando se empezó a dar una merienda en la casa del cura". Pese a ello, evoca otra satisfacción para los estómagos de aquellos niños, en una iniciativa sin invitación: " Cuando se iba hasta la iglesia para el catecismo, muchos de los guajes cogían les naranjes del cura. Tenía un árbol muy grande y todo lleno de fruta". Precisando el motivo de su abstención en aquel asalto: " Todo el mundo les pañaba, menos yo. Tenía miedo que mi padre se enterara y que me cayera un centellazo en la cabeza". Concluyendo en sentencia inequívoca: " No llevaron fartura de chocolate, pero fartáronse de naranjes".


 
Fuente: Fran Posada.  Emilio Posada, segundo por la izquierda.
Disfrutando de les llambionades.



      
   
El inexorable e impasible paso del tiempo, modifica costumbres. En los años 80, el chocolate con churros y pastas será sustituido por componentes más comerciales. Así aparece en la vetusta celebración de la Casa Rectoral nuevos componentes impuestos, rompiendo tradiciones: bebidas gaseosas y otros snacks más de los nuevos gustos infantiles, tal lo recuerda Arturo Artime: " Cuando hice la Primera Comunión a  finales de los 80, seguía llevándose en Bocines y después de la misa, el tentempié en la Casa del Cura. Pero entonces, ya no había chocolate y era con Kas, Coca-cola y patatitas."



Fuente: Arturo Artime. Celebración de la Primera Comunión en la 
Casa Rectoral de Bocines. Finales de los años 80. De izquierda a derecha:
Rubén, María Victoria, Arturo y Trini. 


En aquel recuerdo descrito por nuestro declarante, hubo un incidente que afectó a la salud de los celebrantes: "De los que estuvimos ese día de comunión, sólo yo amanecí yo sin varicela. El resto todos cayeron". Evidentemente, el destino da motivos para añadir un recuerdo más a la celebración religiosa.


Nada se escapa de las agujas del reloj, de ese inquebrantable paso del tiempo. Son los años, la erosión generada por el martilleante paso del cronómetro quien transforma hábitos y practicas humanas que creíamos inamovibles. Somos victimas de una evolución impuesta a golpe de talonario y dinero.



 Celebraciones.

Este banquete comunitario, el del chocolate, dará paso a otro más intimo y familiar, evolucionando a una celebración familiar. Tan sólo los miembros de la familia y si acaso algún amigo del celebrante  formarán la lista que disfrutarán de una comida copiosa.


Históricamente en estas tierras y hasta no hace mucho tiempo hubo fame, que poco a poco fue sustituida por necesidá. Un espacio áspero y desigual marcó el desarrollo vital de nuestros antepasados. Hoy cuesta trabajo creer esta sentencia de una economía familiar desbaratada, sujeta a miles de jornadas fatigadas, poco productivas, plenas de privacidades y agobios. Pero, pese a todo, siempre hubo o al menos se intentó un resquicio al dispendio, a la celebración y la fiesta. Serán fechas señaladas en el calendario donde las familias y su administradora al frente rompe con el rigor de la gestión frugal y comedida. Bodas, bautizos, comuniones o la fiesta del patrón, son algunas de aquellas.


Actualmente las Primeras Comuniones, son fiestas sujetas a la industria del consumo. Una farsa de las vanidades, donde se están convirtiendo en pequeñas bodas, sin novios  pero con toda la parafernalia de aquellas. Atrás se han quedado olvidadas las celebraciones familiares, la comida en casa con la familia y algún amigo, además de la excepcionalidad de ver un fotógrafo para inmortalizar el momento.



Fuente: Mercedes Menéndez. En primer plano, Mercedes.
El ámbito recogido y familiar, una de las opciones
más usadas. Muy al contrario de la actual parafernalia.
!0 de junio de 1962.

Estacionemos los nuevos tiempos de una modernidad sospechosa y retrocedamos unos años. Refresquemos la memoria con la riqueza de testimonios, para reubicarnos en una época diferente. Así nuestro amigo Paulino García rescata con la intermitencia que impone el paso de los años, algún detalle de la celebración: " Ni siquiera me acuerdo de si hubo fiesta, comida o algo así. Pero entonces había la costumbre de ir al cine a Candás, todos los comulgantes. Aunque no se si fue el mi casu". Luis Servando hace una precisión diferente y más gratificante para los jóvenes estómagos: " Nos dieron a todos chocolate con churros en el restaurante Las Delicias". Añadiendo al testimonio una pícara reflexión  infantil, salpicado por tiempos de fame: " Al año siguiente de hacer yo la comunión, la hizo José Luis Salinas (el actual señorito de la Pola) y los que la hicieron cuando él fueron invitados a su casa a un ágape con pasteles. Recuerdo que me decía a mi mismo porque no comulgaría cuando él para comer pasteles". 



Fuente: Luis Servando Peláez. De izquierda a derecha: Vega (emigró a EEUU),
con la servilleta Servando, Ramonín de Montán y Alvarín (Pevaro). Los tres del
barrio de la Judea. Las señoras, de izquierda a derecha: Tía de Vega, Pilar la tía
de Ramonín, Ramonina madre de Servando, la madre de Alvarín y la madre de
Alfonsín, el del bar. "Nos dieron chocolate con churros...".



Hubo otras celebraciones de ámbito mucho más íntimo y doméstico, tal lo recuerda Carmen González: " La celebramos en casa, con la familia de mi madre de Luanco". Rescatando los recuerdos que están sujetos por los hilos descosidos del tiempo, nuestra declarante Mercedes Menéndez detalla su especial comunión: "Fue un poco rara. Mi padre nunca fue de iglesia y ese día trabajaba y ni tan siquiera lo pidió en la empresa para ir conmigo. Mi madre el día anterior clavó una pala en el pie y no pudo ir tampoco. Fuí con mi tía de Candás y mi güela, la madre de mi padre, pues la otra tuvo que quedar cuidando a mi madre en casa. Y si, la celebración aunque no la recuerdo muy bien, fue en casa. ¿Dónde iba a ser, estando mi madre así?".


Fuente: Nedi Pérez. Celebración familiar.
De pie, Nedi. Abajo: Covadonga Anxelín, Alfredo
y Alfredo (padre).

En cambio, María del Rosario Muñiz, rescata de su memoria un acontecimiento que entonces era un verdadero lujo, una excursión al corazón mariano de Asturias, a Covadonga: "Después de haber hecho la Primera Comunión seguí yendo al Catecismo y creo que al año siguiente vino un sacerdote de nombre Don Vicente para las parroquias de Cardo y Bocines y ya venía a dar misa a Antromero. Nos llevó a todos los niños de estas parroquias de excursión a Covadonga. Yo era la de menor edad, con 8 años y mi madre me dejó ir porque iba muy bien cuidada por mis tres catequistas, que nos cuidaban como si fuéramos sus hij@s."



Fuente: María del Rosario Muñiz. Excursión a Covadonga.
Arriba de pie y de izquierda a derecha: Betsabet, ¿?,  Ángeles Anxelín,
Mari Flor, Benigna y Mari Anxelín, Don Vicente y María del Rosario, 
Cuca Les Moranes y Adelina. Abajo, agachados: Tito Les Moranes,
Falín La Pielora, Joaquin, Toño y José Manuel.


En sus recuerdos nos participa de la dicha del momento: "  Íbamos en un autobús, muy apretados pero muy felices, nuestras profesoras o catequistas y los niños que aunque ya habíamos hecho la Primera Comunión seguíamos yendo cada domingo al Catecismo. La participación económica de alguna casería del pueblo, pudo tener la influencia necesaria para aquellas actividades post- comunión:  "Había un rumor que se decía que Florentino el de Casa Catalán le había regalado una vespa al sacerdote para que pudiéramos tener misa y actividades en la Iglesia". Seguramente para facilitarle los desplazamientos, otorgando al religioso una mayor flexibilidad en la organización de sus tiempos.


Ya en la iglesia de Antromero.


Tal y como expusimos con anterioridad, la capitalidad de la parroquia por parte de Bocines, supuso el monopolio de todos los actos religiosos con cierta entidad en su iglesia. Situación que generaba más inconvenientes que beneficios a los vecinos de Antromero. Traslados y el tránsito por caminos, pasos y caleyes en la mayoría de las ocasiones  impracticables, era un notable incordio al que se sumaba la configuración preestablecida dentro del templo: " En Bocines los paisanos del pueblo teníen reservado la parte de atrás de la iglesia pa ellos y la de p'alante era de les muyeres. Allí no se podía sentar nadie. Además de todes les silles (reclinatorios) teníen dueño. Así que los de afuera, casi siempre tocaba la rodilla al suelo".



Fuente: María González. Comunión de Mari Luz Les Moranes (1959).
Al fondo, ..." casi siempre tocaba la rodilla al suelo".


La llegada a finales de los años sesenta del pasado siglo de un cura joven, conciliador y con nuevas formas, va a romper la exclusiva de Bocines en aquellas celebraciones y cultos religiosos. Serán los vecinos nacidos en el inicio de aquella década los primeros beneficiarios de este cambio en lo concerniente a las Primeras Comuniones. La tranquilidad, evitando el incordio de desplazamientos kilométricos la mejor baza para este nuevo estadio social- religioso.


Una de aquellas agraciadas, Charo Rodríguez Muñiz, así lo recuerda: " Yo comulgué en la iglesia de San Pedro  de Antromero, en el año 1977, cuando tenía 7 años". Anteriormente, en el año 1971, para inaugurar el nuevo templo y durante la celebración de San Pedro lo habían hecho los nacidos durante el llamado baby-boom, siendo seguramente la más numerosa celebración habida en el pueblo.



Fuente: Charo Rodríguez. Ángel, 
Charo y Socorro. (1977).



Fuente: Betsabet García. de izquierda a derecha: Nieto de José Antonio Uría, Ana, Rubén,
Jorge y Araceli. Tras ellos, Don Jorge, el promotor fundamental para 
que estas celebraciones se desarrollaran en Antromero. (1983)



Fuente: Benigna Anxelín. Nedi y  José. Las primeras hornadas 
de Primeras Comuniones en el pueblo, sin solución de continuidad.
(1971) "...para inaugurar el nuevo templo".



Fuente: Nedi Pérez. Nedi en primer plano, tras ella Sol y
María del Carmen.. (1971).



Fuente: Nedi Pérez. De izquierda a derecha: Belén, Alfredo y Yolanda. Tras ellos.
D. Jorge y cumpliendo las labores de monaguillos Marcelino, Mino y Manuel Hevia.
  


Fuente: Nedi Pérez. Nedi (1971).



Fuente: Charo Rodríguez. Al fondo, Maruja
Anxelín, Nedi. Delante: Alfredo, Charo y Sara.
(1977).


Fuente: Rafael Gutiérrez. Celebrando la Primera Comunión el 26/05/2005.
Irene, Sergio y Olaya.



Fuente: Nedi Pérez. Alfredo Pérez, recibiendo
 la comunión.


Fuente: Rafael Gutiérrez. Los primos Olaya y Sergio, en el exterior del templo
(2005).


Fuente: Rafael Gutierrez. Posando en el interior de la iglesia. Irene, Sergio y Olaya.



Aquella reciente inauguración de la iglesia, tras el sacrificio de la antigua capilla, así invitaba. De planta rectangular, funcional y sobre todo más amplia, constituirá el marco perfecto para la ejecución de determinados acontecimientos religiosos, que hasta la fecha y, salvo contadas excepciones se circunscribían a Bocines.


Los recordatorios.


Los recordatorios de la Primera Comunión y el negocio con libros personalizados, bombones y el dispendio de la fiesta, forman parte de la parafernalia de cualquier actividad social humana.


Son unas  piezas de cartón o cartulina que detallan el acontecimiento a celebrar. Aunque se puedan confeccionar tanto para bautizos, confirmaciones o funerales, su máximo desarrollo se da en las comuniones. A primeros del siglo pasado eran habituales los que se hacían sobre una estampa religiosa, indicando fecha, lugar,  hora y el nombre del niñ@ en aquella celebración. A partir de los años sesenta se fue imponiendo poco a poco la sustitución de la imagen ilustrada con motivos espirituales, por una fotografía del protagonista del acontecimiento. Imagen elaborada en estudio que hoy se han quedado obsoleta, con la creatividad que oferta el mundo digital.



Fuente: Internet. Colección de recordatorios de la Primera
Comunión del primer tercio del pasado siglo XX.   



Fuente: Rosa Mari. Recordatorio de Marcelino
Mori (1965).



Los nuevos diseños de recordatorios evidencian unos tiempos
muy diferentes. La tecnología ha llegado con todas sus consecuencias.


La entrega de esta tarjeta de recuerdo a amigos, vecinos y familia, llevaba un compromiso social de entrega de un pequeño regalo al titular de la misma, en formas de especies o dinero contante y sonante. Durante algún tiempo fue habitual los regalos vinculados al acto religioso, como ejemplares del Nuevo Testamento, Biblias , profusamente decorados para la ocasión. Así uno de los voluntarios  declarantes, quien prefiere guardar el anonimato recuerda una de aquellas entregas: " Fui con mi madre a casa de una vecina a darle un recordatorio. Ella me dio un paquete envuelto, que al deshacerlo era el libro de "El Quijote". A mi caso me da vuelta el corazón, pues por el tamaño pensé que era una caja de bombones. Menudo disgusto pillé. De vuelta a casa y cuando mi ma iba delante, tiré el libro a una pila de cucho que había por el camín. Menos mal que no se enteró nadie".


    Para concluir este apartado, nos dejaremos llevar por el recuerdo, por la añoranza de Raúl Sirgo, quien describe como nadie un sentimiento pleno: 

    " Era el mes de junio, de eso estoy seguro. No recuerdo el año, tuvo que ser a principios, muy principios de los sesenta. Había aprendido a leer muy pronto, sentado en las rodillas de mi padre leíamos el periódico: Total que decidieron que tenía que hacer la Primera Comunión.

        El día fue muy especial, los prolegómenos de ir caminando a Bocines vamos a obviarlos. Ese día fuimos en taxi, comulgamos mi prima y yo. El taxista era Fotingo y las madres iban de estreno. Vino Pura la Golosa, amiga de mi madre a cocinar, invitaron a Loly Maridangela, mi catequista, a comer, que gran persona.

       Lo que más recuerdo es cuando, en Discos Dedicados, en la radio me dedicaron Mi Primera Comunión, qué emoción sonar mi nombre en la radio. Ahora, parece todo un sueño".






    

2 comentarios:

  1. Maria Jesús Fernández7 de septiembre de 2024, 14:57

    No hace mucho que descubrí esta publicacion que me parece interesantisima y muy necesaria para conocer la historia pequeña y cercana de los pueblos. Yo no soy de Antromero soy de Cardo pero conozco historias de mi pueblo calcadas a las que se describen en la publicación....Como anécdota diré que D. Jorge también impulsó coro en Cardo y recuerdo como chicos de Antrometo en fechas señaladas iban con sus guitarras a acompañarnos. Recuerdo a Jovino, Raúl, Jose....hace un montón de años seguro que alguno más pero no recuerdo....Enhorabuena por el trabajo, es genial

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    Respuestas
    1. Gracias María Jesús por tus palabras de apoyo y ánimo. Y por supuesto por la colaboración que nos has dispensado, cuando se te pidió. Muchas gracias.

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.