Capítulo 33. El milagro de la tierra. Undécima parte.Les fabes y coses de los molinos.






Josefa Muñiz, Salero, descaxinando o escaxinando.
 



Capítulo 33.



El milagro de la tierra.


Undécima parte.


Les fabes y coses de los molinos.




Nuestres  fabes.  




“Patates, fabes, berces y sopes,

 ye lo que crien les buenes moces”

Popular.


            Las habas (fabes de mayo) son unas de las legumbres más antiguas del mundo. Sus restos ya fueron encontrados en palafitos Neolíticos, hace más de 4500 años. Formaron parte de la alimentación de los antiguos griegos y egipcios. Aunque su origen parece situarse en el Norte de África  y Asia Menor.

             Les fabes siempre tuvieron en épocas pasadas una connotación misteriosa, así en determinadas civilizaciones se les consideró como una antesala con el más allá. En el antiguo Egipto, se admitía que las tierras sembradas de estas papilionáceas eran donde los muertos esperaban su momento de volver a reencarnarse y había que evitar el pisar aquellos sembrados.  Salvo en las labores estrictamente agrícolas, para no molestar a sus residentes.

El historiador  Plinio aun ampliaba estas creencias en la antigua Roma. Estimándose que aquellos sembrados  formaban parte de la alimentación de los espíritus y por ello siempre había que tener plantadas habas. El mundo terrenal y el espiritual a lo largo de distintos episodios de la historia de la humanidad han ido de la mano. 

        Aunque no sea necesario, recordaremos que nuestro pueblo, Antromero, esta ubicado en una zona geográfica privilegiada. Tiene una morfología condicionada por la rasa litoral. Su perfil está configurado por una ausencia de grandes contrastes en altitud ( su cota más alta es de 48 metros respecto al nivel de mar).  Este clima suave y húmedo ha favorecido el desarrollo de innumerables especies vegetales, entre las que se encuentran todo tipo de legumbres. Y por supuesto, como no podía ser de otro modo, les apreciades fabes de granja.

Hoy en día nos escandalizamos por los efectos inmediatos de la globalización, ponemos el grito en el cielo por la incursión de productos y componentes que hacen desestabilizar los mercados y el modus vivendi de comunidades. Hace algunos años muchos de nosotros nos sorprendíamos ante la llegada masiva de fabes de granja desde algunos países americanos, que ocupaban los estantes de supermercados y tiendas. Y los gestos de reprobación se combinaban con alguna imprecación, ¡¡¡¿¿Pero que coño sabrán esta gente de fabes,...pero como se atreven??!!!.

Todo esto olvidando que la procedencia de este tipo de faba es americana. Durante siglos incas, mayas y aztecas cultivaron en las altiplanicies esta legumbre convirtiendo a la misma en una base alimenticia de sus pueblos.   

        Nuestra apreciada faba (Phaseolus vulgaris) es la especie más conocida del genero Phaseolus y dependiendo de la zona reciben distintos nombres. Es originaria de América Central y del Sur: Tratándose de una planta trepadora y de floración anual.

Los conquistadores españoles serán los encargados de introducirla en nuestras tierras, y como dato curioso con respecto a otras plantas no recibió, al menos oficialmente, rechazo alguno de la población.

La explicación  a esta prodigiosa adaptación no es otra que la presencia de otras habas, que aunque de diferente aspecto y textura, no dejan de ser muy similares. Así las populares fabes de mayo (vitae faba), constituía uno de los pilares de la escasa alimentación de nuestras tierras en en Medievo. En cambio, durante este periodo de tiempo en algunos países centroeuropeos, pese a la fame que arrastraben, solo las cultivaban como alimento del ganao, despreciándolas al ser considerado un alimento de pobres. La historia doméstica del ser humano es un complejo auto-laberinto. 

       Les fabes de mayo son originarias de las cuencas del Mediterráneo y del Asia Central. Hoy se cultivan en prácticamente todo el mundo, adaptándose a cualquier tipo de clima. De ese fácil desarrollo pueden dar fe nuestros vecinos como lo testimonia Pepe Capacha: " Les fabes de mayo pa semales no necesiten casi cucho. Crecen bien  en cualquier tierra, solo piden que se les arrime tierra cuando tan creciendo".



Fabes de mayo (Vitae faba). Garantía productiva.



La fabada.



"En el camino del olvido

me crucé contigo".

Vanessa Gutiérrez.



Como bien sabéis son el componente fundamental del plato estrella de la gastronomía asturiana, la fabada y una de las señas de identidad que  se enarbola en el exterior. Y aunque exista una creencia muy arraigada de que esta preparación gastronómica se remite a tiempos muy lejanos, que casi se pierde en los albores de la humanidad, nada mas lejos de la realidad.

        Ciñéndonos a datos históricos es evidente que el consumo de este tipo de fabes puede remontarse al siglo XVI, momento cuando se empieza a cultivar  en estas tierras.

         Si tomamos como referencia la obra cumbre de Leopoldo Alas “Clarín”, La Regenta, editada entre los años 1884 y 1885, donde se cita la relación de  los alimentos más comunes da la sociedad carbayona, no aparece la fabada.

           Es una evidencia proporcionada por el sentido común, que aunque los aldeanos fueran capaces de reunir todos los ingredientes que solicita una fabada, serían incapaces de juntarlos  en una misma olla, para comerlo  de golpe. La lucha contra la fame y la necesidad marcaban otro tipo de prioridades.

El prestigioso ex-rector de la Universidad de Oviedo, José Caso, estima que este plato universal no se introducirá en los hábitos alimenticios de los asturianos hasta finales del siglo XIX y principios del XX. La primera referencia pública que se hace de la fabada, es a través del periódico El Comercio en el año 1884, donde  el  Restaurante la Bartola de Granda- Gijón anuncia en su menú "Fabes al estilo tradicional".  Aunque dos años antes, en 1882, el Centro Asturiano de Madrid, en el remate de alguna de sus actividades publicita en sus programa la celebración de "una clásica fabada". Algo ciertamente curioso, teniendo en cuenta que difícilmente se pudiera catalogar de "clásica" a la elaboración de unes fabes, cuyos ingredientes variaban dependiendo del lugar geográfico donde se elaboraran.

       Eduardo Méndez Riestra en su más que aconsejable obra "Diccionario de cocina y gastronomía de Asturias", recoge que  en el año 1895, el viajero Alfonso Pérez escribe en su diario de viaje y para su grata sorpresa, que en una hospedería de Covadonga le sirven "fabes con morciella" para cenar. Rompiendo los estándares gastronómicos conocidos por entonces.

       El ilustrado Jovellanos en sus innumerables publicaciones y anotaciones hace una mención genérica e imprecisa, que no hace otra cosa que añadir más confusión, allá por el año 1811: "había pucheros de faves". Si nos desplazamos al sigo XVIII, en el año 1783, el escritor y periodista Manuel Rubín de Celis, concreta gustos y algún ingrediente: " Poques coses podrán gustar más que a los asturianos que les fabiquines con tocín".

     El entonces afamado cocinero Atilano Granda, publicará en junio de 1911 "El Arte Culinario", donde hace una curiosa precisión respecto a este plato. En su afirmación proclama la total expansión de la fabada en prácticamente todos lo hogares astures: "Este es el plato diario que se come en la Región Asturiana, se adapta a todas las fortunas y constituye el principal alimento de sus habitantes". Aclarando en su escrito la dependencia económica para su elaboración: " En aquellas casas en las que la fortuna no alcanza a comer carne todos los días, que son la más, suprimen esta. Haciéndose (la fabada) solo con tocino, unto, judías, berza y patata...en fin, cada cual con lo que pueda hacer". La descripción de estos componentes y especialmente la participación de la berza, nos hace pensar en una similitud con el popular pote de berzas.

        Ya en el año 1913, la escritora gallega Emilia Pardo Bazán , recoge lo que podríamos decir el origen o germen de la actual fabada: " Se hace con fabes blancas de las llamadas de manteca, morciella, tocín entreverado , codillo de cerdo, un buen trozo de jamón, unos chorizos, que lejos de adulterar la fabada, la mejoran". 

        Nunca debemos de caer en el error de comparar les fabes estofades, con la fabada. Tal y como expresó Paco Ignacio Taibo I : "Les fabes estofades son el pariente pobre de la fabada". Nada comparable en cualquier caso, tal lo recuerda la canción popular asturiana, donde se evidencia la ausencia de los componentes básicos de este plato estrella:


"Les fabes no taben bones,

morciella no había denguna

el tocín taba en el gochu:

¡Válgame Dios que fartura! ".


        El diseño gastronómico exigido por este plato, en aquellos duros  años, estaba orientado sin lugar a dudas a una bisagra social. Solo la clase media-alta asturiana se podía permitir este dispendio.

        Lo cierto es que todos los componentes dependen de las posibilidades de cada uno y que el único ingrediente común es tal y como decía Emilia Posada: " La fabada hay que hacerla despacio, sin prisa. Pero sobre todo necesita de reposo".

        A la calidad de la materia prima se le suma la participación del agua. Las legumbres deben de estar en remojo durante al menos toda la noche.  Ya en proceso de cocción, forma parte del protocolo exigido, el "asustar la fabada", añadiendo el líquido elemento, buscando como  objetivo el ablandar les fabes. En muchas casas del pueblo había una obligación inexcusable, tal lo expone Marina el Tuertu : "No había mejor agua que el de la fuente de Carín. Era cojonuda pa todo".

        En cualquier caso cuando la fabada está bien fecha,  un buen comedor que la aprecie, rebaña con el pan el fondo del plato, recogiendo con él hasta el último pellejo de la faba. En un proceso que se deja tan limpio a aquel, que no "fai falta fregalo".


La fabada. "...hay que hacerla despacio, sin prisa."

        Con independencia de la discusión que pueda generar la fecha de implantación de nuestra fabada, lo que resulta una evidencia es la importancia que tuvo esta especie en los hábitos y economía de los asturianos y por ende de los antromerinos. Así se demuestra en el informe de La Sociedad Económica de Gijón, a finales del siglo XIX, donde expone que una de las forma de ingresar dinero de los campesinos era la venta de productos considerados de alta calidad, como son la carne, la leche y les fabes. Tan solo con la mejora económica y la salida de la penuria hizo posible la aparición de este plato.

      La fabada es un plato mastodóntico, descomunal, que se sirve con la opulencia de un pueblo generoso y con todos los ingredientes. Es un plato exclusivo, que no necesita más acompañante que un buen vino o sidra para regar aquella prodigiosa manduca. Nada mejor que recoger la reflexión del ilustre maño Luis Buñuel, tras ingerir su primera fabada, para entender este exceso gastronómico: " Este es un plato inventado por un pueblo hambriento".

       Este surgimiento y aparición de esta vianda,  representa  la historia de una nueva riqueza. Desconocida hasta entonces por el grueso de la sociedad astur. 




El compango.


"El rico come,

el pobre se alimenta".

Francisco de Quevedo.



        Tan importante como la calidad de les fabes, es la del compango. Siendo este el conjunto de viandas de carne, casi siempre de cerdo, que acompaña a determinados potes, especialmente la fabada. 

         Si tuviéramos  que recurrir a una descripción gráfica de aquel binomio fabes-gocho, recogeríamos sin lugar a dudas la manifiesta expresividad de Antonio Rubín: " La fabada, sin trampa ni cartón, hecha como mandan los cánones, consiste en un cerdo lanzado sobre unes fabes".

        La evidencia histórica y deducible es que este complemento cárnico  no fue incorporado de manera oficial y definitivo a esta receta gastronómica hasta hace relativamente poco tiempo. La pobreza no permitía tales dispendios. Tan solo las clases más pudientes podían permitírselo. Aquella combinación opípara de fabes, morciella, tocín y chorizo para consumir de una sentada estaba vetada al grueso de la población.

        


Compango preparado para fabada, ya envasado y comercializado.


         La calidad del compango es vital para el resultado final. Y en esa tesitura desarrolla su pragmática reflexión Jovita González: "Un buen compango mejora la fabada, pero unes buenes fabes no mejoran el compango".

        La riqueza de este arte culinario  y de sus componentes no pasa desapercibida para nuestros autores. Así el prolífico gozoniego Marcos del Torniello, agudiza su pluma para describir una buena fabada:


"¿Y la fabada? lo típico

pa los almuerzos de gala,

ye la fabada estupenda

con todo lo que fai falta

que tenga: pernil de gochu,

con los chorizos de casa

y de la morciella y les fabes

que sean de bona traza..."


        Uno de nuestros poetas más universales, Ángel González, se decanta por el valor añadido que genera la morcilla: 


"Nada es lo mismo, nada

permanece.

Menos 

la historia y la morcilla de mi tierra:

se hacen las dos con sangre, se repiten".

        

             Lo cierto, es que una fabada con un compango como lo marcan los cánones, no está al alcance de todos los estómagos actuales. Las sales de frutas y antaño el bicarbonato sódico, fueron  y son sobremesa para numerosos comensales incapaces de superar la contundencia de nuestro plato de referencia.
    
        



Algunos detalles de les fabes.



" Es una limitación

pensar que son las cosas,

razonar por qué unas engendran a otras".

Roberto González - Quevedo.



Les fabes, son sembradas en el mes de mayo, aunque en determinadas ocasiones y siempre con la última decisión del encargado/a de estos menesteres se puede apostar por semar en fechas más tempranas. Siempre teniendo en cuenta el factor climatológico, al fin y al cabo, el juez y parte de estos trabajos agrícolas.

El sembrado se solía hacer antaño acompañando al maíz, para que la planta trepara por él y en caso de no hacerse así se solía  utilizar unos tutores para guiar y acompañar su crecimiento. Estos pueden ser varas de madera, de cañavera, de fierro o bien líneas de cuerda o cable. El objetivo no es otro que les fabes no caigan al suelo, pudiendo con ello manchar la blancura de las mismas. Perdiendo todo su valor comercial.






Fabes guiades por tutores de madera. El objetivo evitar que la planta 
toque el suelo y arruine la producción.



Sus enemigos naturales durante su desarrollo son les baboses, orugas, chinches, pulgones, los gusanos de alambre, caracoles... Una larga lista de bichos que “en un momento jódente el trabayo de meses”, tal expone Antonio Guardado. 

Una vez que se arranca la planta se procede al secado que se hace hasta septiembre o como muy tarde principios de octubre. El método es colgar las vainas de los corredores de la casa, hórreos o paneras . En su defecto  o ausencia se recurría al uso de los matorrales y bardiales


Fabes secando en el corredor del horro.

        El siguiente paso el esbillales o descaxinar/escaxinar, separar de la vaina o caxina la faba, manualmente o con la ayuda de los manales (los más expertos), vares o la pala de dientes. Si la producción era pequeña, se recurría a las manos. Paciencia y tiempo, era el secreto de los que esbillaben.


Josefa Muñiz, Salero, descaxinando o escaxinando.
 


Fuente: Rafa Gutiérrez. Basilio El Tercero excasinando
delante de casa.



Mayando fabes. El útil usado en esta ocasión la pala de dientes.

El mejor método para eliminar definitivamente los restos de les caxines (vainas), era aprovechar un día de viento moderado y echales desde el recipiente donde se encuentran les fabes a un trapo (casi siempre una colcha vieja). En  el caso de quedar restos indeseados, volver a repetir la operación.

Después el escogerlas, labor esta que se solía hacer en el llar o la cocina. Para ello se despejaba la mesa o superficie a utilizar de cualquier objeto que pudiera obstaculizar la operativa. Se seleccionaban en tres o cuatro montones: Las grandes y blancas siempre en el centro y a sus lados las medianas, pequeñas,  manchadas y finalmente las dañadas o demasiado ruinas.

     Una vez que se formalizaba la clasificación, todas tenían un destino, tal lo recuerda Lucia les Moranes: "Les mas grandes y guapes eren pa vender a la plaza o se reservaben para gente que ya sabies que veníen a comprales a casa. Les medianes y pequeñes pa comer la familia y alguna manchada que se pudiera aprovechar. Les otres ruines y seques siempre p'al gocho".

      Después había que guardarlas a buen recaudo de gorgojos o papones. Según conocimientos ancestrales es aconsejable acompañarlas de unas hojas de laurel, para ahuyentar a esos invitados indeseados. Tal lo recuerda Benigna Anxelín: " Pa guardar les fabes, lo mejor ye una saca de tela bien seca y dentro echar unes hojes de laurel".

        Los restos, después de aquella operativa de mayar o varear, es lo que se llamaba  fabaraca. Tratándose de los restos de tallos, hojas, raíces y vainas, esto es, el deshecho vegetal. Dependiendo de la necesidad y estado del mismo, bien pudiera usarse como acompañante de la vianda de los animales, o por el contrario pa facer la cama de los mismos.

La sala de la casa, casi siempre en la parte superior de la misma y en ausencia de hórreos , paneras o despensas, era el lugar escogido para almacén de las cosechas. Aquellas que van a garantizar los escasos recursos familiares para afrontar el futuro.

Su conservación va implícitamente ligada al grado de humedad relativa, pues si es inferior al 11% se pueden llegar a conservar hasta dos años. En la actualidad hay gente que las congela para evitar problemas. Técnica esta que pondría los pelos como escarpias a nuestros antepasados.

La variedad de estas legumbres es en nuestra tierra amplia y variada, de granja, de bocau, de mayo, roxes, pintes, verdines, de mantega, chichos, negres, sanxuaninos....etc. Y todas ellas representaron junto con el maíz el principal alimento de los astures. Antaño siempre fueron consideradas como la carne del probe, por su alto contenido proteínico. Aunque actualmente no seria aconsejable esa etiqueta,  dado el precio de las mismas.

     En términos despectivos, los naturales de Luanco siempre aludieron a los de Antromero como "Caretos". Así lo recuerda Luis Servando, quien habiendo contraído matrimonio con una natural de este pueblo, siempre le recordaban : "¡Coño, al final casástete con una careta!". 

          Esa acepción corresponde a una variedad de legumbre que era oriunda o al menos se cosechaba casi en exclusividad en nuestro pueblo. Tratándose de la faba careta, de vistosos colores morados y blancos, destacando un sugerente sabor dulzón. En la actualidad aun estamos en disposición de asegurar que las cultivan Tito Les Moranes y Rafael Gutiérrez, nieto de Basilio El Tercero. Este último así lo confirma en sus declaraciones: "Todavía semo chichos caretos y fabes de los que tenía mi güela". Confirmando la protección y pureza de los mismos : "Llevan conmigo por lo menos 35 años". 



Fabes Caretas. Típicas de nuestro pueblo.


Por si quedara alguna duda el 20 de diciembre de 1797 el ilustre D. José Bernardo de Quirós manifestaba que los principales granos que se cultivaban en estas tierras eran: "La fisga y el maíz y en cuanto a los tubérculos se distinguía los nabos y un poco la patata (aun su cultivo provocaba los resabios descritos en el capítulo 32). Respecto a las legumbres las habas de mayo, las llamadas negras , les roxes y las blancas que dependiendo la zona se pueden llamar de varios nombres y unos guisantes que aquí llaman arbejos...".

La importancia que tuvo en la vida de nuestros antepasados esta planta lo demuestra que las casas siempre se reservó una parte del terreno para plantar fabes, en la huerta , en la llosa, lugares privilegiados en definitiva, para un cultivo de alto valor añadido.







Algunes coses en torno al molín.



"La memoria se deshilvana

bajo el sol, sentada sobre su taburete,

contemplando el paso tranquilo de la vida".

José Luis Rendueles.



        Pese a haber dedicado todo un capítulo al maíz (capítulo 2), nos sentimos obligados a hacer una pequeña parada. Recordando la parte más humana y sentimental de una  actividad que acompañó a aquel cereal.

     Serán unas pinceladas aportadas por nuestros vecinos, vitales y con la fuerza que da el conocimiento. En ellas recordaremos algunos de los molinos y sus habitantes de nuestro entorno. Aquellos que facilitaron la vida a los nuestros, que transformaron los granos del maíz, en la preciada fariña.




Aquellos molinos.



" La silueta del molino

erguido aun, a duras penas, 

sobre la podredumbre de la hiedra

y el olvido". 

Julio Llamazares.



       El topónimo Antromero, tiene varias acepciones en su etimología, siendo la más popular, aunque no sabemos si la más correcta la de Inter= entre y merus= arroyo o río. Aceptemos como buena esta, teniendo dos arroyos circundantes al pueblo: el Pielgo (1), que nace en terrenos de San Martín de Cardo y el arroyo de La Gallega (2).

        A lo largo de la historia ha sido aprovechado el curso del agua de estos regatos para instalar una serie de ingenios para triturar el grano de los campos. En lo que respecta a estos molinos, podemos enumerar al menos quince (3), distribuidos del modo que sigue:

          En el arroyo del Pielgo: Álvaro de Prendes (Condres); Llaviado; Granda; Sevillano y Pielgo. En el entorno de la Gallega se sitúan los que siguen: Gallega; Diego Cuervo; La Cardina; Mori; Fumayor; Toribo; Mingo; Biroña; Piñeo; De la Pola y Aramar (son la relación de molinos que figuran en el listado de la contribución industrial de 1886).

            Nuestro vecino Aurelio Fernández Sirgo, detalla aquellos de la cuenca de la Gallega, que fueron más influyentes en nuestro pueblo: "Los que por proximidad fueron los más usados para moler, fueron  los de Eugenio, de Claudio, de Leré y Fumayor". Detallando: "Río arriba había más, pero ya quedaban un poco a desmano". Luis Servando recuerda algún detalle vivido en su infancia: "No era visitante habitual de los molinos, porque en casa no había producción para llevar. Recuerdo el molín de Falo Leré, que lo que más me llamaba la atención era que el polvo de la molienda no te dejaba ver la bombilla. Solo había un poco de claridad, pero no se sabía de donde procedía". Desmontando las tesis populares de la poca fiabilidad moral de los molineros/as, señala : " Me acuerdo de ir también al molín de Generosa , que quedaba por debajo de la iglesia de Bocines. Y aquella mujer haciendo honor a su nombre te regalaba manzanas y fruta de sus árboles. Era muy buena mujer".

            El propio Luis, pone fecha aproximada al fin de aquellas actividades: " El molín del Aramar cerró su actividad sobre los años 50 del pasado siglo. El de Generosa lo hizo antes, a finales de los años 40".

         Otra de las actividades habituales que generaba el entorno del molino, era lavar la colada. Tal lo testimonia Carmina Sirgo: "Trabajaba en la fábrica de conservas La Polar, de Luanco. Y se aprovechaba los domingos para bajar a lavar al molín. Íbamos varias vecinas y siempre que se podía al molín del Aramar, de Eugenio". Recordando otros tiempos de sacrificios, hoy impensables: "Estábamos lavando y Benigna  se puso con dolores de parto del que sería su último hijo , José. Terminó de lavar, cogió la tabla y la ropa y marchó para casa".



Conchita Sirgo y su esposo, Enrique.


        El recurso de lavar en el entorno de los molinos, era por ser una zona normalmente despejada y limpia. Además de aprovechar la mayor fuerza del agua con la que salía de aquel ingenio.



Fuente: Mar Martino. Lavando en la canal del Molín del Pielgo. A la izquierda
usando la conocida tabla de lavar.


Fuente: Mar Martino. En esta imagen se aprecia el anclaje
de la piedra de lavar en la canal.



                                         


(1). El Pielgo es un nombre que deriva del término latino" pelagum", esto es, pozo de un río. Aunque en documentos del siglo VIII aparece reflejado como Lugar de un río donde se puede pescar.

(2). El término Gallega es un barrio de Bocines. Este topónimo puede proceder de un lugar donde abunda una planta del género de las linarias y cuya flor se asemeja a la cabeza de un gallo. De ahí su nombre.

(3). Parte de los molinos, prácticamente hoy desaparecidos e irrecuperables han sido sacados del Catastro del Marques de la Ensenada, datado en estas tierras gozoniegas con fecha de 7 de abril de 1753.




Los molinos en el siglo XVIII.

Catastro del Marques de la Ensenada. 



"Molín que no anda, 

no gana". 

Popular.



        El Catastro del Marques de la Ensenada fue decretado en el año 1749, por el entonces monarca Fernando VI a propuesta de su ministro Zenón de Somodevilla, marques de la Ensenada.

        El objetivo final marcado era buscar una mayor recaudación de las actividades desarrolladas en todas las poblaciones de este país. Con la salvedad de las provincias vascas, que estaban exentas de estos impuestos.

        A mediados de 1700, una serie de personas auspiciadas por el decreto real, van recorrer pueblo por pueblo y casa por casa  para tratar de hacer un exhaustivo recuento de todas las personas, bienes, oficios, rentas  y riquezas del Reino.

    Tras los interrogatorios, estaba la inevitable ocultación de datos. Muchos de estos fueron intencionadamente falseados por responsables municipales y ciudadanos temerosos de nuevos y mayores tributos.

       Lo cierto es que el conjunto de aquella descomunal obra ha generado un conjunto documental impresionante y sin precedentes hasta entonces.

         A continuación y para no aburrir en exceso transmitimos copia digital de la documentación recogida en este Catastro, en lo referente a la actividad molinera en nuestra área de influencia. La finalidad no es otra que saciar la curiosidad informativa de aquellos que quieran profundizar en el detalle histórico.









Copias digitales de la actividad molinera. Con fecha 
7 de abril de 1753.




Molín Víctor el Sevillano. 



"Lo demás, todo,

lo lleva el río del olvido".

Esther García.



       Nada mejor que sangre de la sangre de sus fundadores (Víctor y Ramona "el Molín"), su nieta Josefa Menéndez, para añadir pequeños detalles que nos puedan acercar a aquella actividad familiar: "Mi güelo Victor hizo el molín, aunque yo ya no lo conocí. Los recuerdos que tengo de mi güela ye verla siempre alrededor del molín, siempre pendiente de él".

        Respecto a aquel ingenio, nos lo describe del modo que sigue: " Según entrabas había como un portalón y tras él estaba el molín. Dentro de él lo más llamativo era una escalera apoyada en un poyo grande, para echar la molienda a la tolva". Aclarando una exclusividad: "Allí solo se molía maíz".

        Recuerda nuestra declarante, la presencia de numerosas telarañas: "Había montón de telarañas, gordas y blancas, por el polvo del molín. Y siempre preguntaba a mi madre porque no se quitaban".  La respuesta estaba en un conocimiento adquirido entre molineros por el paso del tiempo. Las telarañas formaban parte de una decoración permitida para evitar la presencia de todo tipo de insectos que pudieran afectar a los cereales. Aquellos  que estaban en espera para ser pasados por las muelas de piedra del molín.



Telarañas blancas. Fruto del polvo de harina en suspensión que había 
cuando funcionaba el molín.

            El mantenimiento formaba parte de una actividad familiar y regulada. Cada cierto tiempo había que revisar todos los mecanismos. Tal lo recuerda nuestra manifestante: " Mi tío Víctor era el encargado de vigilar que todo funcionara bien. A veces levantaba la piedra de la muela, para picarla y limpiarla".

            Esta rutina era muy común , dependiendo de la calidad y secado del grano se hacía con mayor o menor frecuencia.


"Vente conmigo al molino,
y serás mi molinera,
echarás maíz a la tolva,
mientras yo pico la piedra".


           Durante mucho tiempo  esta actividad  fue un fundamental eslabón de la cadena productiva en todos los pueblos. Así lo recuerda Josefa Menéndez: " Mi güelo, Víctor, siempre decía a mi madre que no se deshicieran del molín, que era una fuente de ingresos segura. Que siempre habría que hacer fariña".


Fuente: Josefina Menéndez. De derecha a izquierda: Josefa (madre de 
nuestra declarante), Ramona (abuela), Celestino ( tío). Abajo y agachado:
Jesús "Canciones" (padre).
Arriba en el centro , Josefina Menéndez , su prima Tita y su hermano.


        La forma de pago estipulada era variada: "Solo pagaba en dinero José Manuel, de Condres y a veces, los de Casa el Maestro de Perlora. El resto de la gente lo hacía con la maquila".



Distintos útiles de medidas de áridos. La maquila la primera por 
la derecha. Se trata de un Kilo, aproximadamente. Dependiendo de 
la zona de influencia, podía ser formato cuadrado o rectangular.


        Aquella actividad era complementada con otras agro-ganaderas: " Tenían 4 o 5 vaques y a mi madre ya le tocó vender la leche y todo lo que sobraba de la tierra en la plaza de Candás". Aclarando aquella selección: " Iba a Candás, porque quedaba mucho más cerca que Luanco".

        Respecto a la actividad de transformación del grano de cereal, específica sus clientes habituales: " Al molín iba mucha gente de Antromero y también de Condres y menos de Candás". Señalando alguno de los clientes más importantes: " José Manuel el de Condres era el que más llevaba a moler. Cada vez que aparecía por el molín iba con 8, 10 o 12 sacos pa moler. También había otro de Perlora que  tenía una casería, que llamaben Casa el Maestro". Precisando el método habitual de peso: "Lo que se traía se pesaba con la romana".



Romana antigua. Muy usada en este pueblo, hasta la aparición de 
las basculas de plataforma. Inventada hace más de 2000 años.
Este instrumento para pesar, está compuesto de una palanca de brazos
desiguales. El objeto  a pesar se coloca en un extremo del brazo más 
pequeño. Buscando con el peso constante el equilibrio, corriéndose 
sobre el brazo mayor. Siendo ahí donde se encuentra la escala de los  pesos.



          El río y la canal se limpiaba con la ayuda de los miembros de la unidad familiar y en algunas ocasiones con voluntarios: " Ángel y Esperanza venían muchas veces a limpiar el río". Debido a aquella limpieza y los espacios más diáfanos en el entorno de aquel, era habitual la presencia de muyeres que iban a lavar su colada. Josefa así lo expone: " Al lado del molín había dos o tres puestas para lavar y muches muyeres aprovechaban el llevar la molienda para lavar la ropa. Aquella era la zona más ancha del río y era donde la fuerza del agua era más grande porque salía con muy rápido después de pasar por el molín".


Josefina Menéndez.


          Históricamente siempre hubo mucho recelo entre los usuarios de los molinos. Refranes que dictan sentencias, así lo aseveran: "Cambiarás de molín, de ladrón non". Recurriendo a la prodigiosa memoria de Basilio el Tercero, confirma en su declaración, la excepción que confirma la regla: " En los molinos del Pielgo y del Sevillano, había gente muy buena, eren muy buenos cristianos". Por si hubiera que despejar alguna duda, Josefa Menéndez recuerda: " Mi abuela, Ramona, era una persona  muy justa. Lo que no quería para ella, no lo quería para nadie. Y alguna vez hasta de no cobrar nada por la molienda".

        Fruto de aquella connivencia  y entente  social, nos expone una jugosa anécdota: "Mi güela se llevaba muy bien con los gitanos. Y ellos acampaban siempre alrededor del molín. Mi madre siempre le estaba diciendo que no sabía porque tenían que hacerlo cerca de casa". La resolución  es este enigma es una conjugación perfecta de experiencia y sapiencia. "Ramona le contestó que los gitanos no solo no hacían nada, sino todo lo contrario. Mientras estuvieran por allí nadie iba a molestar. Con aquello se acabó con las discusiones entre madre e hija por los gitanos".

        La actividad de este negocio familiar puso punto y final a finales de la década de los 70: "Cuando mi tío Víctor se retiró de la agraria, con ello se cerró el molín". No sin antes recordarnos: "A última hora ya casi nadie molía. Además ya ponían (las administraciones) problemas hasta para limpiar el río".




Fuente: Candas Tv. com. La casa del Sevillano. Una parte importante
de la historia de nuestro pueblo y comarca rondó por estos lares.





     Molín del Pielgo.       

 



"...seguimos hablando de ti,

recordándote".

Pablo Antón Marín Estrada.


         El Molín del Pielgo fue sin lugar a dudas el que más atendió la demanda de la molienda de nuestros vecinos. Su proximidad geográfica fue determinante para que así ocurriera. La gestión del mismo fue a través de la unidad familiar, con tres pilares básicos para cubrir las necesidades de la casería y la molienda: Víctor Artime, el Civil, la hermana y omnipresente Delfa y la  esposa del primero Pacita Suarez, el Tuertu . También podríamos mencionar a Dolores el Civil como parte de aquel engranaje de parentela. Dolores era la encargada de la venta del excedente de la fariña, provocado por los cobros en maquila. Su actividad resultó tan familiar que en Candas, tenia el sobrenombre de "la Molinera".



Dolores Artime, el Civil. 


           En esta ocasión, aparcaremos los detalles puramente mercantilistas, para entrar de lleno en el valor sentimental. Recorreremos de puntillas y sin mayores pretensiones que dotar de alguna reseña de la vida de aquella gente que fueron parte vital de nuestras  vidas y la del pueblo. Apoyándonos para ello en algunos miembros de su familia.

       Nuestro colaborador Paulino García Suarez, aporta una impagable descripción de  la figura de Víctor Artime, el Civil: "Vito'l Cevil fue un hombre irrepetible en aquella sociedad de la segunda mitad del siglo XX de Antromero. Era un maestro artesano, que en silencio daba lecciones de sabiduría en todos los quehaceres propios de la época. Tan solo se hace oír en los festejos y celebraciones que acababan en juerga. En eso, ya no era maestro, era un doctorado. Ahora recordando alguno de sus inimitables momentos, hubiera podido competir con el genial Charles Chaplin... Era todo arte, sabiduría y destreza, además de sencillez y modestia".



Fuente : Mar Martino. Víctor el Civil sentado en las escaleras de
la panera, mientras tras suya José Antonio Serrano observa con 
atención el escanciado de un culín de sidra.


        María del Mar Martino, nieta y sobrina, detalla algunos aportes llenos de nostalgia. Aquellos que recuerdan otros tiempos distintos, duros y donde la familia era el pilar básico. Transcribimos, sin interrupciones, sus declaraciones: "Víctor Artime nació en 1913. Además de buena persona era muy trabajadora. Colaborando con todo el mundo. También era muy curiosa para las labores de la tierra y con el ganado. Era un habitual en las andechas, para sembrar el maíz, transportar cosas, arando la tierra....Su vida era trabajar y sobre todo la familia. Para él los domingos eran sagrados. No perdonaba el vermú y se organizaba ese día para trabajar lo justo".

        " Mi güela Pacita Suarez, nació en 1923, y es lo que podríamos llamar buena gente. Una gran trabajadora. Trabajaba en la tierra y todo lo de casa. Tenía una actitud muy positiva ante cualquier problema. Nunca estaba cansada, lo de ella era trabajar y trabajar. Pero como mi abuelo la familia por encima de todas las cosas. Recuerdo que siendo yo pequeña jugaba con nosotras a las prendas, después de estar todo el día trabajando. Esa era mi abuela."


Fuente: Mar Martino. Pacita el Tuertu, en el centro y  a su lado
Víctor el Civil. Eran las almas de las fiestas.


       " Mi tía Delfa, era la encargada del molín. La gente llevaba el maíz en grano y era ella quien lo echaba a moler. Cobrando en maquila, con aquel sistema de cobro en especie que había. Ella hacía las labores de campo. Mi madre recordaba que no había paisano que segara a guadaña como Delfa. Físicamente era un verdadero portento. Cuando descansaba iba al Cañaveral, allí tenía su grupo de amigas, entre otras: Doña Ana , la maestra, Sara Artime, Rosario Rosa, María Artime... Hacían una juergas tremendas".


Fuente: Mar Martino. A la derecha, Delfa Artime. En celebración familiar.


       Respecto a la figura de Víctor, nos recuerda José Antonio Serrano su pragmatismo aldeano, a través de una anécdota: "Cuando éramos guajes  fuimos mi primo Mino y yo, a ver como segaba Víctor. A la hora de cargar la vianda al carro, nos dio una pala de dientes a cada uno y nos dijo que a ver quien coge la palada mayor de pación . Cuando se quiso dar cuenta, estaba todo recogido, para su regocijo".

        La vida de nuestros vecinos es tan igual y diferente como el resto, pero con denominador común: el verbo trabajar en todas sus conjugaciones.  El oficio de molinero/a, pese a lo que pudiera parecer, no era tan cómodo ni fácil. Se desarrollaba en un ambiente poco saludable, de humedad permanente, además de mover pesadas cargas y en un medio pulvígeno, provocado por la molienda.

      Los molinos fueron durante mucho tiempo la referencia de las reuniones sociales de los pueblos, dado su ubicación estratégica. Fueron un verdadero rompedero de cabeza para los guardianes del orden. Así lo recuerda Basilio el Tercero: "Por la noche se iba a los molinos a jugar a las cartas".

        María del Mar Martino nos recuerda como se desarrollaron este tipo de reuniones. Curiosamente todos los asistentes correspondían al genero femenino: "Todos los domingos en el Molín, se juntaban unas cuantas mujeres para jugar a las cartas, a la perejila, al cinquillo, a lo que pintara. Vamos lo que se dice unos domingos gloriosos".



Fuente Mar Martino. "Todos los domingos en el Molín...."
De izquierda a derecha; Regina, Pacita, Fala Salero, Marina,
Maruja el Sanatorio y Delfa.


        Nuestra dicente, confirma la necesaria relación simbiótica entre casas y caserías: " Hablar del Molín, sin hacerlo del  Sanatorio o de Casa la Piedra no es posible. Aquella relación vecinal era casi familiar: mi abuelo Víctor era el padrino de Finina de la Piedra". Esta declaración no nos sorprende en absoluto ya que en Antromero como en tantos otros lugares de ámbito rural, los apoyos vecinales se transformaban en una relación inexcusable y duradera.



Fuente: Mar Martino. De izquierda a derecha: 
Maruja el Sanatorio y Pacita el Tuertu. La panera
del Molín al fondo. "Aquella relación era casi familiar".


            Como curiosidad recordaremos que este río marca los lindes geográficos entre los concejos de Gozón y Carreño. El paso del mismo por debajo de este molino, representó a sus titulares un verdadero quebranto, al tener que cumplimentar con el pago de la contribución en ambos ayuntamientos. El Pielgo se había encargado de dividir el edificio en dos.

        El molino tiene un aurea especial. Todos los que han tenido la oportunidad de entrar en él , de visionar su interior y funcionamiento, jamás olvidaran ciertos detalles. El rumor y sonido del agua; aquel ruido continuo; monótono y quejumbroso de los mecanismos en movimiento, creando un extraño concierto, cuya música aun permanecía en tú interior pasado un tiempo.  El suave  olor dulzón de la fariña recién molida... y el calor que había en su interior, un calor denso y agradable que acompañaba a  la neblina provocada por el fino polvo de la harina en suspensión. 

      Respecto a ello, recordamos las declaraciones de alguno de nuestros vecinos, quienes se sorprendían de no ver la bombilla que generaba la iluminación. Todo ello, por aquella densa neblina provocada por la molienda.

        Todos esos recuerdos, vivencias forman parte del archivo de nuestra memoria. De unos tiempos vividos que jamás volverán.




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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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