Capítulo 34.
El milagro de la tierra.
Duodécima parte y última.
La remolacha y les castañes.
La remolacha.
“La risa ye el segundo plato de los probes
-¿y el primero?
-pues....¡La fame!".
La remolacha azucarera (Beta vulgaris vulgaris var. altissima ), es una variante de la remolacha común. Su plantación está destinada comercialmente para la producción del azúcar, aprovechando para ello su gran contenido de sacarosa. Este carbohidrato, que no deja de ser un azúcar simple, se va formando inicialmente en sus hojas durante la fotosíntesis y después pasa a la raíz para su almacenamiento definitivo.
En algunas civilizaciones y culturas compartieron mismos sentimientos y usos respecto a ella. Así tanto romanos y griegos, tenían una veneración especial. Creían firmemente en sus propiedades afrodisiacas. Es más que probable que el color rojo de alguna de sus variantes y su forma de corazón facilitaron estas estimaciones.
Lo cierto es que a lo largo de la historia fue usada para teñir, tanto telas como cueros. También para dar un característico sabor a los vinos y vinagres en la antigua Roma.
Recabando datos más mundanos y actuales diremos respecto a la remolacha azucarera, que se trata de una planta que se cultiva cada dos años y tiene la gran ventaja que se adapta a suelos húmedos y fríos. Su siembra se realiza en primavera y su recolecta en otoño . En su gran raíz se encuentra entre un 10 a un 13% de azúcar, aunque dependiendo de la calidad de la misma puede llegar a un nada desdeñable porcentaje del 20% .
![]() |
Remolacha azucarera. Beta vulgaris vulgaris var. altissima. Una supuesta mejora para los campesinos. |
Nos remitiremos en este apartado a un tipo de cultivo que pese a no tener una gran continuidad en nuestras tierras, fue un importante acicate económico en un periodo muy duro de autarquía financiera. La perdida de la última colonia en ultramar, Cuba, agudizó el interés de espabilados inversores para paliar la demanda del azúcar y con ello una apuesta interesada por este cultivo.
Pequeña reseña histórica.
" La historia,
ese cuento de nunca acabar"
Peter B. Lewis.
El químico alemán Margraf fue en 1747 quien valoró la posibilidad de extraer azúcar de remolacha. Este interés se debió a un gran repunte del consumo de café y de té por la sociedad de la época. Pero su propuesta fracasó, al no encontrar la financiación necesaria. Tendrán que pasar casi 50 años para que otro compatriota, Achard, exponga el proyecto al rey de Prusia, Guillermo III y consiga el éxito negado con anterioridad al primero.
A partir de este momento se produce una pequeña revolución en las tierras del viejo continente. La plantación masiva y progresiva por todo el continente europeo será una evidencia a partir del siglo XIX de esta acelga, ya que se adapta perfectamente a casi todos los tipos de climas.
Una fábrica polaca sita en Cunerm, comercializará por primera vez el azúcar sólido obtenido del jugo de la raíz. Este es el punto de inflexión para la instalación de equipaciones fabriles por casi todos los países europeos.
En 1811, el avispado dictador francés Napoleón, vio una óptima salida en esta alternativa para el bloqueo que los británicos estaban haciendo del suministro de la caña de azúcar desde las Indias Occidentales hacia su país. Su reacción fue la construcción de unas 40 fábricas de azúcar de remolacha en Francia.
Todos estos condicionantes y el control norteamericano de la producción de zafra caribeña, va hacer que a principios del siglo XX en Europa, las toneladas consumidas de azúcar de remolacha superará ampliamente a las de azúcar de caña de ultramar.
Estos antecedentes suponen un cambio definitivo en el hábito y consumo de esta acelga. Pues hasta no hacía demasiados años lo que se usaban eran las hojas de la misma, desechando su raíz. En algunos países centroeuropeos, será a partir del siglo XVI, cuando se aprovechará su raíz, para dar cobertura a la alimentación de los animales herbívoros domésticos. Fruto de la desesperación de no encontrar otra alternativa a ello. La hambruna hace cambiar hábitos, consumos y aliados.
Las campañas de la remolacha.
" Va a fracasar
en cada asalto".
Chechu García.
Estas campañas de la remolacha azucarera tenían unos tres o cuatro meses de duración. En condiciones normales cubrían el periodo que iba desde octubre hasta diciembre y excepcionalmente hasta enero. Los labradores ven una alternativa muy interesante este cultivo a otros existentes. La posibilidad de una garantía de venta de toda su producción será determinante para vencer voluntades.
Habrá un decenio extraordinario . Será entre los años 40 y 50 cuando se produce un significativo incremento productivo. La ruina económica del país, tras la guerra civil y la perdida de relaciones internacionales obligará a una mayor producción. Aquel aislamiento político agobiante obligará a forzar todos los recursos disponibles para paliar las carencias.
Consecuencia inmediata de esta obligada autarquía, el Régimen toma una serie de drásticas medidas, para activar una economía moribunda. En lo que respecta a la producción que ahora nos atañe y así poder abastecer el consumo interno y la demanda de determinadas industrias se impuso el denominado "Sistema de Reservas". Marino Busto así detalla aquel nuevo procedimiento manufacturero: " "Consistía en contratar los industriales interesados, con los labradores que lo deseasen y tuvieran tierras para ello, la siembra mínima de una hectárea". Pero subrayando un condicionante: " Solo servía en terrenos nuevos, de nueva roturación". El precio era siempre acordado y superior al de las propias fábricas. El azúcar proveniente de aquellas remolachas que provenían de este sistema, era entregado directamente a aquellos industriales "comprometidos" con la dictadura.
La azucarera de Veriña.
"Sino un recuerdo
de un tiempo que, hace tanto,
estalló en una pompa dorada..."
Xuan Xosé Sánchez Vicente.
El primer comprador de nuestra producción de la remolacha fue la Azucarera de Veriña, fundada en por el abogado gijonés Faustino Rodríguez en el año 1893 . Como respuesta a la demanda provocada por la consecuencia de la pérdida de Cuba, por entonces colonia española y principal exportador de azúcar a nuestro país.
Su nombre industrial atenderá a "Fábrica Azucarera Asturiana", quien comenzaría su producción en el mes de noviembre de 1884, como lo recoge el periódico "El Comercio", en su edición de 22/11/1884: "Apareciendo en el mercado la muestra del primer producto salido de la nueva fábrica...".
Las expectativas que tuvo este arranque estuvieron llenas de optimismo, como lo refleja Félix de Aramburu y Zuloaga, quien a los pocos meses del su apertura escribía exultante de gozo, anunciando un prometedor futuro, en su obra “Monografía de Asturias”: “...la remolacha que está destinada a proporcionar la materia prima a la fabricación de azúcar; flamante industria que, según sus primeros ensayos, programas y ofertas, está llamada a causar una verdadera revolución en nuestras tradicionales prácticas agrícolas y a dejar en el país extraordinarios rendimientos.”. La triste realidad ya la conocemos , ausencia total de sembrados de este tipo a partir de los años 60. Este ocaso es desgraciadamente demasiado reiterado en nuestra tierra.
![]() |
Fuente: Revista Monsacro. Azucarera de Veriña. |
Por si quedara alguna duda de la ilusión que cosechó este tipo de plantación, resaltaremos el testimonio del propio fundador de la Azucarera de Veriña, D. Faustino Rodríguez Sampedro (1853-1925), quien asevera a finales del siglo XIX: “ Para el campesino asturiano el cultivo de la remolacha es muy superior económicamente al rendimiento que pudieran dar las populares fabes...”. Animando a los sufridos agricultores a que orientasen sus esfuerzos y trabajo a la producción de la remolacha. Para ello, contó con un equipo de personas quienes visitaban a aquellos orientándoles. Tentando con importantes ganancias, la garantía de su compra, facilitando y regalando en otras ocasiones la semilla.
La "Revista de Asturias" con fecha de 15 de abril de 1881 recoge: " La Junta de Agricultura, Industria y Comercio ha adquirido semillas forrajeras, poco conocidas en el país, para que ensayado su cultivo por los labradores que las soliciten, puedan apreciarse las ventajas alimenticias y económicas que reúnan". Señalando el tipo de aquellas simientes: "Cuéntase una buena cantidad de remolacha, en sus variedades blanca de cuello verde y de Silesia". Advirtiendo de una necesaria preparación para su cultivo : " Pero como de poco o nada puede servir tal reparto, sin que acompañe una ligera instrucción".
Será la misma publicación la encargada de publicitar los supuestos beneficios del cultivo de este tubérculo. Sospechamos que este interés estaba patrocinado por los intereses empresariales del sector.
Lo cierto es que en este pueblo, como en tantos otros, hubo una atención a los cantos de sirena hacia aquel supuesto dinero más fácil que generó la plantación de remolachas. Tal lo recuerda Alfonso Pinón: " De chaval salían a finales de año, muchos carros de Antromero con remolacha, con dirección a Veriña. Pero con el paso del tiempo la cosa fue a menos. A mitad de los 50 ya casi nadie plantaba y el que lo hacía era para dar de comer al ganao de la cuadra".
Moncho La Piedra, recuerda en la casería la existencia en su juventud de los aperos para la carga de la remolacha: "En casa tocome ver les pales con las que se cargaba la remolacha. Aunque yo nunca les use, estaben apartades".
De estas últimas declaraciones, se puede deducir una conclusión inequívoca: la estrategia inicial de los gerentes de la Azucarera de Veriña dieron sus frutos. Aquella llamada a la producción cuajó un importante listado de agricultores dispuestos a probar fortuna en el cultivo de esta raíz. El tiempo de duración de aquel interés es discutible. Según testimonio de nuestro declarante es más que probable que en la década de los 50 empezara a ser residual su cultivo en Antromero.
En su pleno apogeo, esta fábrica podía moler 30.000 toneladas al año. Teniendo en cuenta que solo trabajaban dos o tres meses al año y empleando en ello hasta 315 obreros en dos turnos de 12 horas. En nuestro concejo vecino de Carreño, tuvo una gran importancia e impacto económico esta industria, tal lo recoge el cronista de aquel municipio, Marino Busto: " Para los agricultores del concejo, era tenida (la fábrica) como algo suyo, ya que muchos de ellos, sin abandonar sus haciendas, formaban parte de la plantilla de trabajadores...". Percibir un salario garantizado, en tiempos de incertidumbre representaba un respiro y unas expectativas económicas envidiables.
Esta azucarera fue una de las primeras grandes empresas que se dedicaron a la molturación de la remolacha azucarera. Tal y como se expuso fue fundada por el abogado, ministro durante la monarquía de Alfonso XIII y político gijonés Faustino Rodríguez ( bisabuelo del ex-ministro Rodrigo Rato). El capital fundacional para su arranque fue de 1.500.000 pesetas, un verdadero capital en aquellos años. Y su objetivo fue la consecución de azúcar refinado y melaza a partir de la remolacha, para paliar el déficit del mercado generado por la perdida de aquella última colonia de ultramar.
Su ubicación fue en la parroquia de Poago, con una superficie ocupada de 2 hectáreas, siendo fundamental para su desarrollo la proximidad del ferrocarril. Fue fundada en 1893 y tras algo más de medio siglo de actividad, allá por diciembre de 1957, sucumbirá ante la dura competencia y la caída de precios que arrastrará las malas artes comerciales.
Los actuales terrenos de la factoría de Arcelor- Mittal en Veriña, fueron su gran vivero de materia prima durante los años de su existencia. Las condiciones exigidas para formar parte de la red de abastecimiento de la fabrica eran concretas. Pudiendo hacerlo aquellos que cultivaban cosechas en terreno superiores o iguales a 4 dies de gües (5000 metros cuadrados), garantizando esta fábrica toda su compra.
Entre las obligaciones impuestas por aquella, está : "Entregar la remolacha limpia en fábrica..." Quedando a favor del labrador en esta operativa: " Los cuellos y las hojas de la remolacha, que valen mucho más que el narvaso (planta del maíz) como alimento para el ganado o como abono del terreno". Admiramos el marketing desarrollado por esta instalación fabril, para atraer al campesinado a este tipo de cosecha.
Para los grandes productores, la empresa tenía una concesión más: la posibilidad de recoger in situ, la pulpa desechada tras el proceso productivo. Aquella pasta tenía un importante valor como pienso para el ganado. Aunque Emilio Posada, que nunca se dedicó a su cultivo eleva una sospecha compartida de aquellos beneficios: " Es más que seguro que lo de la pulpa era para los "amigos" ".
La Azucarera de Villalegre-Avilés.
"Perdurar
en nuestra sangre, hacerse sitio
en la memoria caduca de los hombres".
Xuan Bello.
Fue fundada en 1898 y se construyó junto a la estación de ferrocarril de Villalegre, con la denominación de "Avilés Industrial". Funcionó como tal hasta 1906. Uno de los motivos aducidos para su cierre estuvo en la dura competencia comercial que hubo con la fábrica de Veriña. Años después se acondicionaría para fabricar un ladrillo especial, denominado "brigueta".
La instalación fue financiada con el capital de un gran número de indianos afincados en aquel barrio avilesino. Sobresaliendo la aportación económica y logística de la familia Maribona (1), de triste recuerdo en esa comarca. Este complejo fabril fue una apuesta local, sin casi apoyos oficiales. Siendo el buque insignia de aquel próspero desarrollo residencial que en aquellos años se produjo en Villalegre.
![]() |
Azucarera de Villalegre. Año 1902. |
El transporte.
"Llegaos a esti puntu,
igual too tenía que ser más sencillo".
Berta Piñán.
Una vez que la raíz se arrancaba de la tierra, se separaba de sus hojas (no admitidas por la industria), quedaba el duro y lento traslado a destino. La participación de los carreteros fue básica para aquel transporte, ante la escasa logística y mecanización de este sector. En nuestra parroquia, tal y como se expuso con anterioridad, hubo distinguidos y apreciados carreteros. Recordamos en la parroquia, entre otros que hubo, la figura José de Casa Miguel (Condres), tal lo recuerda la voz autorizada de su nieta, Gabriela Álvarez: "Combinada el trabajo de la agricultura con la de carretero. José era natural de la Cerezal de Cardo, se casó en segundas con mi abuela Concha, trabajando en el transporte de todo tipo de material para construcción de carreteras, escuelas y para todo lo que le llamaran". Detallando un rasgo de su carácter, que en aquellos años era de alto riesgo: "No era para nada religioso, no tenía especial vinculación con el mundo de la religión". Nuestra declarante hace un curioso añadido que denota unos tiempos de temores y opacidad clasista: "Durante un tiempo estuvo trabajando para el cura, carretando para una obra suya. Cuando acabaron con la faena y seguramente porque lo les pagó demasiado, les invitó a una comida. Siendo un viernes y en el menú había carne, no pudo evitar el indicarlo al religioso. Este, sin ningún tipo de rubor les dijo que no se preocuparen, que podían seguir comiendo tranquilos, pues él tenía bula".
Moncho la Piedra, aporta una concesión informativa de otra época: " Según me dijo mi padre, cuando se puso el primer pavimento a la carretera, que antes era de piedra, los carros de vaques no podíen transportar más de una tonelada de peso". La explicación a esta limitación la proporciona nuestro declarante: "El piso de la carretera no era muy fuerte y les ruedes de los carros de les vaques son estreches y reforzades con hierro. Si el peso era muy grande reventaben la carretera".
Nuestro informante detalla aquel transporte de la remolacha : " Los que cosechaben remolacha en Antromero, las llevaben en carros de vaques hasta la estación de tren de Candás y desde allí hasta la fábrica de Veriña, pero en tren". Detalla este protocolo nuestro vecino Pilo: " Los carros iben hasta la estación de tren de Candás y allí había una pesa de plataforma. Se pesaba todo y después para cargar los vagones. El que llevaba la bascula era Pepe Crespo, que tenía una zapatería cojonuda en La Calzada". Tito les Moranes proporciona una interesante información: " A los carros de vaques se les colocaba unos suplementos, unes raberes y lladrales, para que tuvieran mayor carga". Su objetivo lo aclara el bueno de Tito: " Lo que se buscaba era llevar la mayor carga para hacer en la báscula les menos pesades. Allí, en la estación, cobraben por cada una que se hacía. Así que si lo llevabes en dos carros, en vez de tres, ahorrabes algo. Marcelino Sampedrín era uno de los que más recuerdo que tocoi muches veces llevar la remolacha a Candás".
Nuestro vecino Luis Servando rememora una zona de almacenamiento: " Por donde está actualmente el cuartel de la Guardia Civil de Luanco, había un prao que estaba reservado para almacenar remolacha. Recuerdo ver carros de vaques tirados por dos parejas y con lladrales para poder cargar más. Los carreteros y ayudantes eran los encargados de vigilar la carga". Añadiendo en su declaración la ventaja que suponía la llegada de los camiones: " Pero cuando los carros se sustituyeron por camiones y empezaben a subir las cuestas con estas cargas tan pesadas, los guajes los asaltaben para despistar alguna remolacha, aprovechando que iban muy despacio. Luego tocaba venderlas pues siempre había compradores. Las pequeñas a perrina y las grandes a perrona o a dos perronas. Alguna quedaba para comerla a cachinos con la navaja".
Es una evidencia que el transito de vehículos de carga de tracción animal con este tubérculo en dirección a Candás, durante los meses de su recolección , fue un hecho constatado por numerosos vecinos. Aquella maltrecha carretera testificó del tráfico de los innumerables carros que procedentes de numerosos puntos del concejo, aliviaban la demanda de la fábrica azucarera gijonesa.
Cierto es que toda esta sobreinformación ocultan de modo doloso un hecho ya experimentado en otros países europeos: el gran agotamiento que sufre el suelo con el cultivo intenso de este tubérculo. Tal lo expone Alfonso: "Las tierras después de plantar remolacha, tenían que descansar. Dejábase pa alcacer, vallico...(3)"
Pese a todo hay una evidencia y no es otra que se trató de una aventura poco duradera y que en nuestro pueblo casi paso de puntillas, tal lo recuerda Benigna Anxelín: “ Por la carretera pasaban carros cargados de remolacha que parecía talmente que iban a fundir la carretera de lo cargados que iban en dirección a Gijón”. . Nuestro vecino Basilio El Tercero, refrenda estas declaraciones: “Muchos carros con remolacha diben pa Veriña pa facer azucar. La xente plantaba remolacha porque salía a cuenta. Pagábenla muy bien".
Otras fábricas azucareras próximas a nuestro pueblo se ubicaban en Pravia y Villalegre (“Avilés Industrial”), todas ellas sellaron sus puertas antes que la gijonesa. Concretando Emilio Posada la predilección de venta: “Si la remolacha no se trabayaba pa casa, pa dar de comer a los animales y se hacía para vender, normalmente se mandaba para Veriña ”.
También es cierto que sea por casualidad, por rendimiento o por recordar los antiguos rescoldos , era habitual entre las plantaciones de maíz (cuando se recogían a mano les panoyes) ver remolachas plantadas aleatóriamente entre ellos, como planta forrajera. Así lo recuerda Benigna Anxelín: "Detrás de casa plantábase alguna remolacha. Mi padre y después mi hermana Joaquina, aprovechaben todo pa dar de comer al ganao. Picábenlo con un hacha pequeño y se mezclaba con pienso".
Como curiosidad y conexión implícita con los conocimientos de remedios y medicina popular, el investigador Claudio Boutelou en su obra “Tratado de la huerta” (1813), expone uno muy valorado por los que sufrían esa afección : “Machacadas las remolachas con manteca fresca de vacas son excelente remedio para las almorranas” . Y sin haber experimentado los beneficios de tal formula, dicho queda.
Lo cierto es que las cosechas de remolacha llevaban aparejado un notable y sacrificado trabajo físico. El ingenio siempre fue el perfecto aliado para minimizar esfuerzos. La carga en los carros de vacas o bueyes de estos pesados tubérculos se hacía doblando la espalda. La aparición de una pala u horca con remate romo en sus finalizaciones, para evitar el dañar el producto a cargar mejoró ostensiblemente aquella dura faena.
Tito Les Moranes refrenda con sus palabras el uso de la misma: "Todavía hasta no hace mucho tiempo había por casa una pala para cargar remolacha". Describiendo la misma del modo que sigue: " Tenía seis dientes y al final de cada uno estaba rematado con una bola de fierro, para no pinchar lo que se cargaba en ella". Matizando una curiosa información: " En algunos sitios cargaben con ella patates a granel".
![]() |
Pala de dientes para cargar remolacha. Se aprecia los remates de los dientes para minimizar daños . |
Tan solo concluir con una anécdota que refleja la poca aceptación que a nivel popular disfrutaba la susodicha acelga. Un vecino nuestro acompañado de su esposa (no es necesario su identificación) se trasladó a tierras castellanas y a mitad de viaje, hicieron parada para restaurar fuerzas y ánimos con un buen guiso. Tras dar cuenta de la comida, el dueño del mesón le acercó el postre y este amigo sorprendido por el aspecto, preguntó:
-¿que ye esto, mozo?
-se trata de un postre hecho con remolacha.
-oye...¿tendrás por ahí arroz con leche?....porque esto.... en mi casa, no lo comíen ni los gochos en tiempos de la fame.
Les castañes.
“Cada cosa en su tiempo,
la castaña en avientu”.
Popular.
Este fruto del castaño, está vinculado a curiosas historias. Sus orígenes en nuestra comunidad forman parte de la larga lista de disquisiciones de los eruditos. Lo que parece indiscutible es que en Europa, este tipo de castaña dulce, fue importada de la antigua ciudad de Sardes (4), en Asia Menor, llamada durante mucho tiempo "nuez sardiana" por aquella procedencia.
Los celtas acostumbraban a comer castañas como ayuda para liberar a las almas de los purgatorios. Cada castaña era el símbolo del alama de un difunto. Pero siempre debían de estar asadas, el fuego siguiendo sus creencias era un purificador de almas y espíritus.
En determinadas zonas, como la nuestra, tuvo una perfecta adaptación. Formó parte de la alimentación de nuestros antepasados, quienes vieron en este producto un perfecto sustituto de los escasos cereales que se desarrollaban en estas zonas septentrionales peninsulares. Los antiguos pobladores de estas tierras demostraron una perfecta adaptación al duro medio en el que los tocó vivir.
La historia de les castañes ye una vez más la historia de la propia humanidad reflejada en un fruto agrícola. De todos esos seres humanos que vagaron desesperadamente por la faz de la tierra en busca de un alimento con el que engañar el hambre. Pues las hambrunas fueron siempre cíclicas, repetitivas y en muchos casos quedaron con nosotros casi eternamente. Así ocurrió desde mitad del siglo XVII hasta finales del siglo XIX y que en nuestro pueblo se aminoró gracias a la combinación de los alimentos que ofrecían la mar y la tierra.
Nuestros antepasados del paleolítico se alimentaban de frutos silvestres que proporcionaba la naturaleza, tales como las bellotas y las castañas. Hace más de 2000 años los auténticos promotores serán los romanos, quienes potencian su consumo entre los nativos. Su gran éxito es el haber incorporado la fariña de les castañes en la dieta de los astures.
La historia de las castañas es una historia de masas frondosas de arboledas, de tiempos remotos donde se respetaba a la naturaleza. Aquellas épocas donde prevalecía el desconocimiento y misterio de las cosas que rodeaban el ser humano.
En el año 1792, el religioso Fray Toribio de Pumarada, expone la importancia manifiesta de este árbol mítico: “De él se sacan dos grandes provechos, el fruto y la madera”. Añadiendo la evidencia: “Las castañas son de gran sustento para la gente y duran, con secas y frescas, desde octubre hasta abril, ahorrando mucho pan en casa y secas valen sus realejas”. Reseñando la importancia de aprovecharlo todo, de no tirar nada en aquella economía de supervivencia: :”También las ruinas y malas sirven para criar y engordar los cerdos, que son los que todo el año arman la olla.”
Del castaño y sus frutos siempre se ha sacado provecho. Con el árbol se ha garantizado la construcción de viviendas, hórreos, paneras, goxos... . De su fruto, de les castañes recogemos el testimonio del agrónomo Quinto Gargilio Marcial, quien allá por el siglo III describe los beneficios de este alimento, que no de su ingestión: “Las castañas son un alimento agradable, difíciles de digerir verdes son dañinas, cocidas lo son menos. Asadas sobre la ceniza o en una vasija de barro, trituradas con miel, dadas en ayuno, ayudan a los que tiene tos". Añadiendo la importancia que tiene el agua con la que se cuecen: “ Sirve para los que tienen disentería y a quienes escupen sangre". Además de aconsejar la frotación por el cuero cabelludo de las cascaras trituradas para recuperar el pelo perdido.
Aunque un siglo antes el ilustre médico griego Galeno de Pérgamo, describía los beneficios y a su vez alertaba de determinadas alteraciones y traiciones que en algunas ocasiones hemos sufrido con su ingesta: “Dan al cuerpo más nutrimento que ningún otro fruto silvestre y salvaje. Pero engendran ventosidades, hinchan y dan estreñimiento...”.Y eso que el sr. Galeno desconocía entonces la peligrosa combinación de este fruto con la sidra dulce.
Añade en sus escritos y deducciones que también su consumo tiene beneficios sexuales, “...también provocan al apetito venéreo.” Después de su exposición llegamos a la conclusión (guiándonos por sus observaciones) de alguno de sus efectos secundarios, la peligrosa combinación de las ventosidades y deseo carnal.
En Asturias se tenía un día de referencia para comer castañas y evitar determinados problemas de salud, siguiendo conocimientos, saberes y creencias populares antiquísimos será: “El día San Blas, comiendo castañes nun duel la garganta más”.
Atendiendo a tradiciones ancestrales el estudioso Carlos Azcoytia, nos recuerda que determinada culturas, como la céltica tenían grabado a fuego el día 1 de noviembre para celebrar en una ceremonia tumultuosa el inicio del invierno. Fecha en la que se comían castañas y otros frutos silvestres, en una especie de amagüesto. Siempre con el fuego como gran convidado y donde agradecían el origen mítico de la vida y la continuidad del mundo, precisando: “Más tarde la religión católica, siempre tan oportunista y dada a borrar todo vestigio del pasado de cualquier cultura, hizo suyos estos eventos, cuando el Papa Gregorio IV (siglo IX) instituyó el día dedicado a Todos los Santos". Si ya se sabe que el mundo siempre fue de los listos.
Hay un momento de descontrol y fiebre en la creación de nuevos bosques de castaños. Dados los pingües beneficios que nuestros antepasados observan, en Asturias, que obliga a intervenir a la Junta General del Principado a través de una acta del año 1595, tratando de poner freno a los desmanes ocasionados con sus plantaciones: “...se sabe que hay muchos excesos de hace muchos años y muchos vecinos se ingieren a plantar muy de propósito, en particular lo que son de castaño, y para hacerlo rompen y destrozan muchos pedazos de montes de robles y otros árboles...”.
Aunque nos pudiera sorprender esta decisión política, dada la imagen y aspecto de nuestro pueblo(casi ausente de masas arbóreas), debemos de valorar que hace algunos siglos atrás esto no era así. La progresiva deforestación fue provocada por factores varios, uso de madera para edificar, ahuyentar fríos y humedades invernales, las brasas diarias, fabricación de útiles, abrir espacios para cultivar, tala masiva para la construcción de barcos y chalupas... etc.
Lo que siempre se consideró un referente dentro del marco alimenticio de los nuestros, va ir perdiendo poco a poco aquel peso específico. De manera gradual y coincidiendo con la introducción de aquellos productos llegados del otro lado de los mares, del maíz y les fabes, van a ser determinantes en el ocaso de un producto de referencia, les nuestres castañes.
Sin olvidar en ningún caso que la autentica ventaja de la castaña frente a otros productos de la tierra, son especialmente ser muy rica en hidratos de carbono y fécula. Sobre todo la gran posibilidad de almacenarla durante los meses de menos producción agrícola, los meses de invierno.
(4). La antigua ciudad de Sardes fue fundada por el rey lidio Giges (680-644 a, de C.)., siendo posteriormente capital del reino lidio. Actualmente ocuparía la ciudad de Sart, en la provincia turca de Manisa.
La recolección.
“Las estaciones marcan el ritmo de la vida campesina.”
J. M. García.
Será un viento caliente, proveniente del Oeste, el denominado gallego, el que de la señal de les primeres caides de les castañes. Con ello, siguiendo el ciclo que la propia naturaleza marca y que la sabiduría popular se encarga de recordar en el rico refranero: “Cada cosa a su tiempu y la castaña en avientu".
También precisa fecha de disfrutar de las mismas, vinculando esta al santoral, algo muy típico dentro del mundo agrario: “Per San Miguel, les castañes en el fardel". También la tan precisa: “Per San Cebriano castaña en mano”. Recordamos el genérico, pero atinado: “Les manzanes pa setiembre y les castañes pa noviembre”, da paso a otro que valora la posibilidad de un adelanto en la recogida: “La castaña que bien ceo ha probala San Mateo (21 de setiembre)”.
Las condiciones climatológicas previas a su madurez van a determinar una mejor o peor cosecha:
-“ Rellámpagos per San Xuan, castañes lo pagarán”.
-“Les castañes quieren en agostu arder y en setiembre beber.”
-“ Agostu secu castañes en cestu, agosto moyau cestu apilau”.
A la hora de recogerlas, los expertos distinguen entre las que caen por su propio peso y las que se recogen con su oricio. Agrupándose estas últimas en un pequeño cercado de forma circular que se llama corripa/o o corru Casi siempre se hacía al lado de un árbol y luego se tapaban con ramas, hojas y felechos. Con este estudiado reposo, entre dos o cuatro semanas se empiezan abrir los molestos oricios, soltando les castañes.
![]() |
Castañes en el árbol, dentro aun de su oricio, ya lo suficientemente maduras. |
Además de recurrir a la imaginación para evitar los molestos pinchos de los oricios, tal lo recuerda Moncho La Piedra: " Para sacar las castañas de los oricios se usaben unes pinces heches de madera del propio castaño". Indicando la forma de elaborarlas: " Alguna gente calentaba la madera para doblarla sin que triscara, otros las iban doblando poco a poco hasta facer la forma de pinzas".
Siempre era aconsejable el consumir primero las recogidas del suelo, porque aguantan menos. En cambio, las de la corripa/o eran las que se almacenaban en hórreos, paneras o suelos de las salas de la casa, a la espera de ser consumidas.
En muchas ocasiones se vareaban los castaños, para precipitar la recogida de sus frutos, usando para ello varas largas de diferentes medidas, dependiendo de la volumetría del árbol. Golpeando con ellas los oricios que se resistían a caer. No siempre este método resultaba eficaz y había que subir a las ramas, sorteando las dificultades propias que este ejercicio funambulista exigía. Los accidentes por este motivo eran elevados y de alto riesgo, dada la fragilidad de algunas ramas de estos árboles.
En Antromero, hubo hasta bien entrado el siglo XX, tres núcleos muy reducidos de castañales: los de Basilio el Tercero, Casa Miterio y Casa Artime, por lo que era habitual el recurrir a otras zonas para conseguir el preciado botín, para disgusto de sus propietarios. Así lo recuerda Benigna Anxelín:“La gente de Antromero se iba mucho pa la parte de Condres, que había más castañes". Añadiremos tan solo un dicho popular que reflejó plenamente los sentimientos de unos y otros (los dueños y los que asaltaben les castañes): “Tengo les castañes en casa y hay voces nel castañeo”.
![]() |
Fuente: Google. El Bardascal, último reducto de los castañales en nuestro pueblo, Antromero. |
El consumo.
“Castañes por navidad,
saben bien y parten mal”.
Popular.
Hasta no hace demasiado tiempo la castaña formaba parte de la alimentación de nuestras casas y caserías, constituyendo un complemento nutritivo de primer orden. Posteriormente se convirtió en alimento del ganao y desde hace algún tiempo atrás se está potenciando su consumo a través de la popularización de los amagüestos.
La forma más habitual de comerlas eran peladas y cocidas, las llamadas peladas o pulguines. También se solían cocer con piel ( en corbata), añadiendo en cualquiera de las dos opciones de cocción un puñado de hinojo o anisinos, para evitar problemas digestivos o flatulencias.
![]() |
Flor de hinojo, o anisinos, aun sin madurar. El añadido de esta flor al cocer castañes aminoraba los problemas digestivos, a la vez de generar un sutil sabor a las mismas. |
Otra opción, que es sin dudas la más conocida se trata de asarlas con los rescoldos del fuego. Para ello se usa una chapa, sartén vieja o con un tambor agujereado y que girado manualmente evita que estas se carbonicen. Este método requiere una atención del asado y bastante tiempo, como lo denuncian la siguiente sentencia: “El que cria neños, nun asa castañes”.
![]() |
Fuente: IES Corvera d'Asturies. Tambor para amagostar castañes. |
Finalmente, les mayuques, que son aquellas que son curadas al sol o en el mejor de los casos al calor de llar. Para ello se entrelazaban varas para elaborar una parrilla que se colocaba en la parte superior de aquel, facilitando su desecado, bajo la atenta vigilancia de la muyer con más autoridad de la casa, como no podía ser de otro modo.
Su preparación para formar parte del escueto menú de antes, se resumía a un guiso o pote, al estilo de cualquier otro, caracterizándose por un inequívoco sabor dulzón. Aunque en épocas pasadas era habitual el cocerlas con unto o grasa animal, que hacía del mismo un consistente cocido, muy agradecido para esquivar los estragos de la fame. Tal lo recuerda Jovita González: " En la tienda se vendieron muchos kilos de castañes mayucas, porque antes se comían mucho". Aclarando : " Pero solo la gente de más edad la compraban, los rapacinos las preferían comer crudas". La explicación a esta curiosa atracción de este tipo de fruto es el sabor dulce del mismo y una dureza característica.
![]() |
Castañes pilonges, mayucas o secas. El desecado generaba una mejor conservación y durabilidad de este carbohidrato. |
Durante mucho tiempo tuvo una importancia vital en la alimentación de nuestros antepasados que quedó grabada para siempre una sentencia que expresaba el sentir de aquellos, sin ambigüedad alguna: “Fariñes y castañes, onde y como quiera”.
Los amagüestos.
“Añoro la vida cuando era nuestra”.
María Izaguirre.
Respecto al origen de este término amagüesto/magosto hay varias teorías, vinculadas casi todas al poder y atracción del fuego. Así hay estudiosos de la materia que apuestan por "Magnus Ustus", esto es, gran fuego y otros prefieren la acepción "Magum Ustum", la magia del fuego. Sin decantarnos por ninguna de ellas, la evidencia es que el fuego es el acompañante necesario para ello. Sin él difícilmente pudiéramos desarrollar esta actividad.
Lo cierto es que algunos investigadores estiman que el origen de los amagüestos, tal y como hoy se pueden reconocer, corresponde al periodo del siglo XVIII. En esta época y en determinadas zonas rurales, era muy habitual el asado de castañas en los ágapes funerarios, esto es, en las comidas que se daban a los concurrentes a velatorios y pésames. Tradición esta que se mantuvo hasta bien entrado en siglo XX.
Nuestro vecino Basilio El Tercero, recuerda años atrás cuando el desarrollaba sus labores de criao, en Casa Norte, como eran los amagüestos :"En aquellos años, antes de marchar pa la mili a Marruecos, había mucha castaña, y en aquella casa se hacíen afuera de ella, frente a la panera, de noche. Se asaben en una foguera, y pa alumbrar más se traían faroles de carburo".
En los amagüestos se dan cita dos frutos otoñales, les manzanes representadas en su zumo, la sidra dulce y les castañes auténtica estrella de esta celebración. Se trata de la fiesta de la seronda, del otoño. Allí donde las castañas son las protagonistas: asadas, amagostadas, al calor de una foguera.
El verbo amagostar, significa en asturiano asar la castaña. Para completar el festejo es absolutamente necesaria la participación de la sidra del duernu, la primera que sale del llagar. La premisa aconsejada es la moderación, pues alguno de vosotros seguramente habéis sufrido los efectos laxantes del exceso.
![]() |
Castañes y sidra del duerno o dulce. La pareja necesaria para el amagüesto. |
Hace años se usaba una chapa de fierro para depositar ese fruto sobre ella o sobre la misma cocina de carbón y el resto es llindarles (vigilarlas) para evitar que se carbonicen. Hoy en cambio, se usa los desechos de la tecnología, como los tambores de les lavadores, o cualquier cilindro metálico agujereado y movido manualmente.
![]() |
Amagostando castañes sobre la chapa de la cocina de carbón. |
Dentro del protocolo a respetar, está el cortar la piel de la castaña. El objetivo no era otro que evitar la explosión de la misma. Tal lo recuerda Benigna Anxelín: "En casa teníamos un cuchillín pequeño, que solo era pa picar les castañes y d'ir a les llámpares. Cuando no se cocíen, se asaban encima de la chapa de la cocina. Cuantos sustos llevamos porque alguna reventaba porque no estaba bien cortada".
![]() |
Castañes cortades por su piel. El objetivo era evitar la explosión durante su asado. |
Tradicionalmente esta fiesta discurría en los anocheceres del mes de noviembre, y eran aprovechados para dar rienda suelta y esquivar puntualmente las normas sociales tan rígidas que desde siempre han existido. En algunas ocasiones, los desmanes eran descontrolados y de consecuencias previsibles, tal lo recogen estos ripios:
" Madre mía toy en cinta
-fia mía, cares son
les castañes que comiste
¿de que castañeru son?".
En cualquier caso recurrimos a las sabias y pragmáticas palabras de Moncho La Piedra, quien sin atisbo de duda, hace una sentencia inequívoca: "Les castañes siempre fueron una riqueza pa los pueblos".
Conclusiones.
El trabayo en el campo siempre fue muy duro, y en la mayor parte de los casos (dado el carácter minifundista de nuestro pueblo), solo trataba de cubrir las necesidades perentorias de los miembros de la unidad familiar. Los pequeños excedentes productivos, conseguidos con sacrificio y necesidad, se destinaban a la venta o al trueque.
La mayor parte de casas y caserías estaban sujetas a rentas o diezmos, que puntualmente había que hacer frente ante el amo. Esto no hacía más que sumar miseria a la ya existente.
La vida exigente y dura del campesino, pocas veces recompensada, queda reflejada en su propio régimen de trabajo, tal y como lo recoge este popular refrán: “ De San Miguel a San Miguel nunca quedó por facer”.
Los pilares básicos de la producción de les tierres, se basaban en dos: el abono y el trabayo permanente. Aunque vitales eran los complementos que la naturaleza generaba, tal lo recuerda Moncho La Piedra: "Por mucho que trabayes, si no cae agua tas jodido. Dependes muches veces del cielo, no de tu trabayo". Faena dura complementada por el respeto y cumplimiento a los conocimientos heredados, aunque a veces resulten curiosos y de dudosa eficacia, así lo recoge las manifestaciones del anterior dicente: "Los viejos de antes decíen que el mejor agua era el que caía después de haber rayos o relámpagos, pues era más caliente".
Lo cierto es que sin apenas tiempo libre, el campesino se convertía en auténtico esclavo de la tierra que trabajaba. Aquí no hay espacio para los vagos: “El que en enero sema (siembra) terrones, en agosto rasca los cojones.”
Hoy en día estas labores están abandonadas casi por completo, los más jóvenes han dado la espalda a una forma de vida que acompañó a nuestros antepasados, heredada de padres a hijos. Las políticas tan erráticas de nuestros gobernantes han hecho el resto. Un país que abandona un sector productivo tan importante como este, es un país abocado al fracaso más estrepitoso.
Pese a todo, vamos a finalizar con la visión optimista del recurrido clérigo Bruno Fernández Cepeda, quien allá por el siglo XVIII, mitificaba la variedad, cantidad y calidad de los cultivos en huertas y labradíos asturianos en este poema. Aunque la realidad fuera otra:
"...Pero tenemos arbeyos
y chichos en cualquier faza.
Hay frexoles, anxelinas
Ñabos, castaña de Francia
Berces, coliflor, repollos,
Cenahories, bona-dama
Alcachofes, cherivíes
Berenxenes, verdolinga
Perexil, ayos, cebolles
Fabes de mayo, patates
Calabazines y fabes
Panizu, muyu, centeno
En fín, de toa metralla..."
Algunos años, también se incentivo el cultivo de remolacha regalando guano/abono a los sembradores.
ResponderEliminarEl carretero Mariano Posada (fundador de la empresa escavaciones posada organización); cargaba los sacos en la margen izquierda de la día de Aviles y los iba repartiendo por las parroquias limítrofes (laviana, ambiedes, Verdicio……); dejaba a los labradores una cantidad proporcional a la superficie sembrada. Estos solamente le pagaban el transporte, más veces en especies y maquila que con dinero.
Cierto es. En la azucarera de Veriña y al principio de su funcionamiento, formó parte de su estrategia de captación de productores la entrega de abonos y fertilizantes. Junto con la formación para la plantación de la remolacha, obviando en esa información el agotamiento al que se sometía a la tierra. Como información que has añadido, nos parece muy interesante y precisa. Nos gustaría que te pusieras en contacto para aportar la misma al capítulo, acompañada de tú filiación. Si fueras tan amable de ponerte en contacto con nosotros a través del messenger dela cuenta de Facebook, Antromero Antromero Antromero, o bien a través del teléfono 666308183. Muchas gracias.
Eliminar