Capítulo 32. El milagro de la tierra. Décima parte. Les patates.

 




Emilia y Raimunda Posada, secando las patatas.




Capítulo 32.




El milagro de la tierra. Décima parte.





Les patates.




“Esquivar la fame, fue siempre el objetivo

histórico y básico del trabayador de la tierra”.

Xuan  Agüéria.

 



Es una evidencia que el inefable paso del tiempo y de los años nos hace cambiar posiciones, ideas, sentimientos. Incluso nos hace dudar de aquellos pilares que creíamos inamovibles de la memoria. Aquella cosmogonía infantil que fortaleció nuestras primeras creencias y mitos se irá disolviendo y reestructurando.

Hay miles, millones de recuerdos que vagan en nuestra memoria, que se resisten a salir de su escondrijo, permaneciendo en una esquina  agazapados, aguardando su oportunidad que lleva parejo una alegría o un disgusto. Imágenes nebulosas, frágiles como un cristal, que alteran nuestra tranquilidad emocional.

Tratamos en todo momento de mantener  intacto aquel mundo pasado del que apenas no queda recuerdo. Despertando nostalgias llenas de neblina, pero que representa el hilo conductor que une mundos imposibles de alcanzar. Los sueños de blanco y negro y la fuerza que da la ausencia del color de los mismos. Aquella señaldá que se encarga de recordarnos que nuestro pasado, nunca fue del todo nuestro.

En los trabajos, en los sudores, en los esfuerzos cotidianos de días, semanas, meses, años...de toda una vida , del conjunto de todas las vidas que fueron y que han hecho ser lo que somos. Serán  esos los conocimientos, errores, ideas y novedades que tienen aun  la capacidad de sorprendernos. Así  fue la patata para nuestros ancestros. Un querer y no poder en una relación de despropósitos acumulados. 

Esperamos que en este apartado, como en tantos otros, esa asociación misteriosa de la memoria no nos de el esquinazo y se presente ante nosotros rindiendo cuentas ante este folio en blanco que nos amenaza con su silencio.

Pretender agrupar en unas pocas líneas la historia y evolución de uno de los alimentos que más han colaborado en el desarrollo de la humanidad es tan ingenuo como osado. Tan solo os pedimos disculpas por este atrevimiento con el que ahora retamos a la inercia del temor a errar. Pero como en otra ocasión nos dijo alguno de los que testimonian estas secuencias históricas: “El caso ye que el que tién ganes empiece a facer coses, porque sino jodidos tamos todos.”






Breve historia de les patates.



"Pasa poques veces,

pero hai un día que nos asomamos

nel espeyu del olvido y les sombres".

Miguel Allende.


Las patatas fueron descubiertas por los conquistadores españoles en un valle de los Andes, cerca del Cuzco, la residencia de los antiguos reyes del Perú, a través de  la expedición de  Pedro Cieza de León  (algunos historiadores atribuyen este acontecimiento a Francisco Pizarro). Describiéndolas del modo que sigue: “Los indios llaman 'papas', que es a manera de turmas de tierra, el cual después queda tan tierno por de dentro como castaña cocida; no tiene cáscara ni hueso más que lo que tiene la turma de la tierra, porque también nace debajo de tierra, como ella; produce esta fruta una hierba ni más ni menos que la amapola”.

        El conquistador Gonzalo Giménez de Quesal en el año 1536, reseña en su bitácora y con gran sorpresa que los indígenas de la actual Colombia, tenían como base de su alimentación dos productos desconocidos: el maíz y las patatas.

Inicialmente los españoles la introdujeron en Europa en el año 1560,  pero al contrario que el maíz, se hizo sin ningún interés, tan solo como curiosidad botánica por el atractivo que representaba la planta en sí. Fue tal el éxito de aquella  como adorno, que gran parte de Sevilla tenía en sus fachadas y portales tiestos con la patata.

        En esa época fue cultivada en Canarias y Sevilla, con desigual fortuna. Inicialmente orientada para el forraje de animales y durante algún tiempo en la capital andaluza para alimentar a los pobres que estaban sujetos a casos de extrema necesidad.

        En documento con fecha de 1604, el cardenal Jerónimo del Hoyo, recogido en su obra "Memorias del Arzobispado de Santiago" cita que: "Se fizo plantar papas (patatas) en el año 1576 en el monasterio de Herbón (Padrón)". Desestimándose la continuidad de aquella plantación al considerar como "bastas" a las patatas, no siendo dignas de formar parte de cocina alguna. Tendrán que pasar casi doscientos años para que las tierras gallegas y del noroeste de la Península vuelvan a tener contacto con este tubérculo.

 Un siglo después  las autoridades  son conscientes y advierten de las grandes posibilidades que tiene este tubérculo , ante la hambruna que en esa centuria va a asolar este país. Tratando de orientar su consumo a las clases más desfavorecidas y a los probes de solemnidad que abundaron por desgracia en todos los llaos.

Seguramente el factor determinante para su decisiva introducción en la rala dieta campesina nos la aporta el investigador Eloy Terrón. Quien subraya que la miseria y el hambre recorría todo España durante el siglo XVII, aumentando según iban pasando las décadas del mismo: “Así la vida de los campesinos fue de pobreza generalizada...la pobreza fue general y opresora en España hasta finales del siglo XIX” . 

 Parece ser que la primera cosecha de patatas que se dio en Europa fue allá por el año 1573, en el entorno del Hospital de Sevilla, como recurso para dar de comer a los allí ingresados, dada las estrecheces con las que se manejaban en aquella institución.




En Europa.



"Si ha sido el año estéril,

veréis al hambre

recorrer las aldeas

y las ciudades".

Ventura Ruiz de Aguilera.



La historia de la patata en Europa es compleja y su introducción en los cultivos, con la honrosa excepción de Alemania e Irlanda, va a ser lenta y dolorosa por el manifiesto rechazo de la población a ella.

Sir Walter Raleigh las trajo a las Islas Británicas entre los años 1565 y 1586. Posteriormente  corsarios y piratas varios como Hawkins, Raleigh y Drake, que pululaban por las aguas atlánticas en aquellas épocas, se convirtieron en  los mejores embajadores y promotores de su consumo en el mundo sajón. Beneficiarios fueron   aquellos puertos y localidades donde atracaban para repostar y recuperar fuerzas de sus discutibles actividades.

      El pirata Drake dedicó gran parte de su vida al saqueo, matar y robar con el beneplácito de la corona inglesa. De sus fechorías pueden dar cuenta nuestros ancestros, siempre temerosos de sus ataques. 

     Pero como no llueve nunca  a gusto de todos, ni la interpretación de la historia es igual, dependiendo siempre de quien la escribe, al Sir Drake le dispensaron loas y honores en determinados lugares . Así en la ciudad alemana de Ofenburgo  le erigieron una estatua en el año 1835. En ella estaba su figura y en su mano izquierda unas plantas de patatas, al pie de la misma se podía leer el siguiente texto:


"El difusor de la patata en Europa

en el año de Nuestro Señor de 1586.

Millones de personas

 que trabajan la tierra

bendicen  su memoria inmortal".


   

La estatua dedicada a Drake, en Ofenburgo.
Fue destruida en el año 1938, bajo el triste dominio
de los nazis en Alemania.
Cada cual interpreta a su modo la historia.


Años más tarde serán las guerras napoleónicas quienes propagarán indirectamente el consumo, ya que formaba parte de la alimentación de sus soldados. La patata que acompañó a aquellas tropas en sus batallas, conquistas y derrotas, se extendió por prácticamente toda Europa. Regresando con fuerza a nuestro país con la invasión napoleónica. 

        En Italia, y debido a su gran pasión por las trufas ( se desarrollan bajo tierra), no les sorprendió su desarrollo biológico ni pusieron mayor impedimento a su cultivo y consumo. Empezaron a cultivarlas sin gran demanda popular hacia 1588, llamándolas "tartufoli". 

En algunos países como en Francia, durante mucho tiempo se la consideró más una planta ornamental que orientada a la alimentación. En cualquier caso, las escasas plantaciones iban orientadas al consumo animal. Algún historiador recoge en 1616 un provocador y estudiado gesto cortesano del  entonces rey francés Luis XIII a su consejero, el cardenal  Richelieu: durante la celebración  de una cena, le sirvió patatas a aquel que desdeñaba al tubérculo. 

    Años más tarde, cuentan que la reina María Antonieta (1755-1793) y sus damas de compañía  usaban sus flores como el adorno favorito para sus cabellos y escotes.  Práctica esta que les  traería algún quebranto de salud (1).

Lo cierto es que hay un punto de inflexión, provocado por la astucia e inteligencia natural  del boticario mayor del reino francés, Parmentier. Este hombre en connivencia con el entonces rey de Francia, Luís XVI, planta en 1785  unas 25 hectáreas de patatas en los jardines reales . Esta producción fue vigilada día y noche por la Guardia Real, como si se tratara del mayor secreto de estado jamás visto. A la hora de su recolección los guardianes  reciben ordenes  de desaparecer y con ella las miles de patatas que los parisinos saquean vencidos por la curiosidad. A partir de este momento crece de manera exponencial su consumo en todo el país. La estrategia del avispado boticario tuvo el éxito esperado, tal lo confirman sus palabras: "Cada ladrón de patatas, se convierte en un partidario".

En contra de la inteligencia pragmática del ilustre licenciado,  algunos gobernantes no se andaban por las ramas a la hora de implementarla en el calendario agrícola , con métodos menos sutiles y por supuesto más expeditivos. En Prusia, Federico el Grande, dado el gran estado de necesidad en parte de la población,  forzó la introducción de la patata en la dieta de sus súbditos, que temían que fuera venenosa. Amenazando para ello, con cortar la nariz y las orejas de todo aquel que se negara a comerla. Hay propuestas que convencen más que cualquier explicación. 

Debemos de tener una especial mención a lo ocurrido en Irlanda . A principios del siglo XVIII era un cultivo muy habitual en la antigua colonia inglesa, algo realmente impensable en el resto del viejo continente. En aquellos momentos la isla era el país europeo con mayor densidad de población. 

        Para atender la demanda alimenticia se decide plantar la variedad de patata "Lumper" (2). La facilidad de su producción garantizó un éxito temporal, integrándose en los hábitos y consumos irlandeses.

Esta solanácea representó un alivio y casi un milagro para sus habitantes, tal y como exponía  Máximo Fuertes Acebedo: “ La patata fue cultivada con interés en todas las comarcas del mundo, así en las altas montañas como en las riberas del mar, pues en todas partes se arraiga, vive, crece y fructifica”.

Podríamos garantizar que  también ningún alimento cambió tanto la historia de un país europeo como la patata. Entre los años 1845 y 1849, van a morir de hambre más de un millón de irlandeses y otros tantos tendrán que emigrar. Quedando reducida su población a más de un 20% del total entonces existente.  La conjunción de una serie de factores serán determinantes: malas decisiones políticas , nula previsión agraria  ya que había prácticamente un monocultivo en toda la isla ( la patata) y la llegada de una plaga, el mildiú, que arrasará con las plantaciones del tubérculo.  Las consecuencias ya conocidas, desolación, fame y emigración. La ruina de cualquier país.



Efectos visibles del mildiu de la patata.





(1). La planta de la patata tiene un alcaloide tóxico, la solanina, que en un contacto constante con la piel del ser humano puede provocar diversas molestias. Tales son dolores de cabeza, erupciones cutáneas y malestar generalizado.

(2). La variedad de la patata "Lumper", no tenía diferenciación genética, por lo que el mildiu que afecto a la producción de patatas en Irlanda durante la década de 1840, no tuvo ningún impedimento para una rápida expansión. Y ese motivo fue también lo que destruyó sus plantaciones a manos del mildiu.





En Asturias.




"Y si pasando tanto,...eres incapaz de verlo".

J.J. Millás.



            La primera referencia del cultivo de la patata en Asturias, está situada en el concejo de Boal. El historiador y crítico gastronómico Eduardo Méndez Riestra así lo expone: "La mención más antigua parece corresponder al año 1753, en el concejo de Boal, registrándose otras para Navia y Villaviciosa en 1772.

            Podemos deducir que dado uno de los sobrenombres que tenía este tubérculo en   aquella época , "patatas de Francia", bien pudiera haberse adaptado previamente en Europa. Lo cierto es que en Asturias penetró a través de Galicia, como se refleja en el siguiente mapa .



Mapa de Asturias. Evolución de la adaptación del cultivo de la 
patata por las diferentes áreas. Debajo del concejo, el año en que
se estima el inicio de su cosecha. En nuestro concejo estamos en 
la horquilla media (1760/1800).


   Jovellanos en “Novena carta a Ponz”, describe que los vaqueiros (considerados un grupo absolutamente marginal) cultivan y consumen patatas como algo rutinario y habitual, formando parte de su escasa alimentación: "Hay algunos que a  la cría de ganados juntan el cultivo de las patatas, y los que así lo hacen, apenas conocen otro alimento que este fruto y la leche".  Lo que resulta una evidencia es que hasta muy avanzado el siglo XIX, no fue un cultivo habitual en nuestras tierras. 

Fue un producto desde sus orígenes que despertó mucha aversión entre todos los miembros de la sociedad sin excepción, costando mucho introducir su  cultivo y por supuesto su consumo. Su gran inconveniente estaba en que crecía y desarrollaba bajo tierra, algo inverosímil hasta la fecha.

      Idelfonso Martínez en su obra de “La pelagra y el mal de la rosa en Asturias (1848)” ,  vio una buena oportunidad en este tubérculo como alternativa   a la boroña: “ Modificar, sino extirpar de raíz el mal conocido con el nombre de la rosa....apostando por la propagación de la cultura de la patata". El consumo excesivo del maíz diezmó la salud de muchos asturianos, afectados por la terrible enfermedad de la pelagra.

A aquellas reticencias se le suma las generadas desde la propia Iglesia, sintiendo que su consumo  pudiera afectar  su recogida de impuestos y diezmos. Ya que los denominados frutos nuevos (y la patata lo era entonces) no tributaban, organizó una campaña en contra de la denominada “raíz del diablo”. Consiguiendo su propósito, al menos inicialmente. Tendrá que pasar algún tiempo para que su cultivo se consolidara.

La mala imagen que de este tubérculo se tenía era el conocimiento  existente de que la planta en si era tóxica y por supuesto  su ingesta  provocaría irremediablemente el envenenamiento. Lo cierto es que en la planta de la patata hay  un alcaloide denominado solanina, que se encuentra en todas las partes exteriores de misma (tallo, hojas, flores, frutos),  y en caso de ingestión en dosis muy elevadas  pudiera incluso llegar a producir la muerte. 

El consumo de los frutos de la planta (no de su tubérculo, salvo que estuviera verde) terminaba a menudo en un dolor de barriga o incluso el envenenamiento, lo que fomentó que florecieran los prejuicios contra esta planta ultramarina. El error adjudicado a esta ingesta estaba motivado por el desconocimiento, pues algunas personas creían que la parte comestible era aquel fruto y en ningún caso la patata propiamente dicha.

       La naturaleza y sus actores dan muestras constantemente del conocimiento que soporta la supervivencia. Las llamas andinas, antes de comer las plantas de las patatas silvestres, lamen arcilla y barro para proteger a sus estómagos de los posibles efectos nocivos de aquella digestión.


Frutos de la patata. Altamente tóxicos.

 Fuese por aquello o por el temor irracional despertado por esta vegetal, podemos afirmar que  hasta bien entrado el siglo XIX  la patata en Asturias era popularmente considerada nociva y peligroso su consumo e  incluso los más pobres, aquellos que se morían de hambre, literalmente la despreciaban. Fue tal el desprecio que en este periodo a los gallegos, habituales consumidores de este tubérculo, despectivamente los llamaban "patateros", como un grave insulto.

        Jovellanos se muestra cauto y prudente en su análisis respecto a las reticencias de los astures de comer este tubérculo: "Me guardaré bien de empeñarme en su resolución sin el debido conocimiento...cuando se trata de objetos de primera necesidad, cambiar las opiniones de un pueblo...".

Las autoridades viendo en la patata un remedio a la crítica situación de aprovisionamiento de alimentos, van a legislar y hacer todo lo posible para introducir este tubérculo  en los hábitos y consumo de la gente, imponiendo la producción del mismo a los campesinos. Así lo testimonian las Ordenanzas de la Junta General del Principado en 1781 que establecieron como obligación para cada agricultor el “sembrar y cerrar los sitios que señala la Junta de Agricultura, tratándose de un cuarto de día de bueyes para patatas...”

El Gobierno dictará años después una Real Orden por la que implica directamente a la Iglesia  y autoridades locales a que propaguen y aconsejen el cultivo y consumo de la patata . En esa directriz del siglo XIX , incide especialmente en que los curas insistan tanto desde el púlpito como a la salida del santo oficio en la directriz expuesta. José Caso explica a propósito de esta propuesta: “Creo que es este el primer testimonio del cultivo de la patata en Asturias y testimonio curioso; recuérdese que todavía hacia 1817 se leía a los campesinos días festivos una real orden que recomendaba a las autoridades locales a los párrocos que aconsejasen el cultivo de la patata, contra la que había grandes prevenciones”.

Pero una cosa era la propaganda oficial y otra bien diferente la realidad. Así  González Llana en su obra “Manual de agricultura práctica para la provincia de Oviedo”, manifiesta el total desprecio a la planta por parte de quienes eran los responsables de promocionar su cultivo y consumo: “Las personas encargadas de dar tan necesarios consejos acerca de su consumo, eran las primeras que se cuidaban muy bien de no servir en sus mesas la patata".

        El biólogo francés Eugene Durieu, en un recorrido por Asturias durante 1835, se sorprende de la presencia del cultivo de la patata en prácticamente todo su territorio: " Se producen abundantes patatas, prósperamente cultivadas por todas partes. Constituyendo un importante alimento de los moradores de aquellas zonas". Aunque declara no estar seguro de su plena integración social en determinadas zonas, muy influenciables por su mala fama.

Visto lo visto, nos remitiremos al análisis del sociólogo Álvarez-Uría, quien describe esta situación de la división cultural de la vida en las áreas rurales: “La cultura campesina es una  cultura oral, hablada y transmitida de generación en generación". En cambio estima que en temas documentales esto sobrepasa sus propios roles y los remite a otras altas instancias, quienes tratarán de dirigir sus vidas y trabajo:  “Para los campesinos la escritura está ligada a instituciones y profesiones de poder: La Iglesia, el Estado, maestros...”. Esa es la verdadera explicación a los requerimientos legales por parte de las autoridades expuestos con anterioridad. La sumisión endémica del campesino y el conocimiento de los gobernantes de la misma.

       El espaldarazo definitivo en estas tierras de la patata y su aceptación social   deberíamos vincularlo sin lugar a dudas, ya en el siglo XIX, a la unión de un vegetal, la berza. Constituyendo el definitivo pote de berzes, icono de  les guisanderes  que se precien por estos lares. Sustituyendo de manera definitiva hasta entonces el pote de referencia, el de nabos y castañes.



Pote de berzes. La integración definitiva de la patata.





En nuestra área de influencia.



"Has saber que la memoria

-goxu de lleña p'al invierno-

manca como un golpe en el llombu".

Berto García.



En lo que respecta a nuestro entorno, recuperamos las sabias palabras del ilustre Marino Busto, quién aclara :“Las primeras patatas sembradas en Carreño lo fueron en Guimarán allá por el año 1793... y comunicando el señor cura de Tamón con gran algarabía en el año 1817 al Deán y Cabildo de la Catedral de Oviedo que según propia deducción el cultivo de la batata (patata) se iba extendiendo". Tal alegría no se justifica por la producción de un alimento que pudiera aminorar la devastación del hambre como pudiera parecer, sino por los diezmos e impuestos que la Iglesia recibiría por su cultivo.

        El propio Marino recuerda que originariamente este tubérculo tuvo la denominación de pataca por estas tierras para: "...posteriormente los labradores ponerle el nombre de pataca, con el que todavía se conoce en  algunas aldeas". Cierta esta aseveración pues algunos mayores aun siguen usando esa designación. Así Raúl Sirgo confirma esta sentencia: "En mi casa se decía pataques/pataca. Y las que sembrábamos en La Iría eran de un color rosáceo". 

     La aceptación definitiva por estos lares del otrora despreciado tubérculo, como uno de los principales artículos de alimentación humana, se hará durante la invasión y guerra contra las tropas napoleónicas. Aquel periodo histórico, como tantos otros,  está repleto de fame, necesidades y miseria. A partir de este momento (segunda década del siglo XIX) se irá sustituyendo de la dieta la omnipresente castaña por la patata. Desde entonces y hasta los años 90 del siglo pasado, fue uno de los productos más cultivados de Antromero.

        Como en todos los pueblos, podemos caer en la tentación de ensalzar por encima de todas las cosas lo nuestro. Esa patriotería que llevamos en la sangre los antromerinos, la demostramos en este tipo de tesituras. Tal lo recuerda Manolo Llaranes: "Las patatas que se cosechan en Antromero, son muy finas y buenas. Normalmente grandes y con muy poco desperdicio. Además de tener muy buen sabor".

        Si es cierto que la demanda de compra de este producto agrícola fue numerosa e intensa en la segunda mitad del siglo XX en esta parroquia. No era necesario en ocasiones llevarlas a la plaza, para ejecutar la transmisión comercial. Los clientes fieles se acercaban a sus casa y caserías de confianza para gestionar sus compras. 

        En la década de los ochenta del siglo pasado, fue muy popular una familia numerosa madrileña, que veraneaba por estos lares. Con los últimos coletazos del verano, el progenitor acompañado de su esposa formalizaban algunas compras de productos de la tierra, entre ellos, la patata. Preguntado si compensaba llevar en el coche ese suplemento de peso, su respuesta no se hacía esperar: "Por supuesto, las patatas de Antromero saben a mar".

        Lo cierto y como análisis final se puede  aseverar que la introducción definitiva del tubérculo en el calendario de cosechas,  todas las partes parecen ganar. La historia es cíclica y repetitiva, es la crónica de la humanidad.




El escarabajo de les patates.



"Doblado por el peso de los siglos,

apoyado en su azada mira el suelo,

en su faz el vacío de los tiempos

y la carga del mundo sobre el hombro..."

Edwin Markham.


Si pudiéramos valorar algún efecto beneficioso de esta tardanza es que no se sufrió la terrible plaga de la sarna de la patata y de la “phytophtora infestas” que destruyó a mediados del siglo XIX, casi todas las cosechas en otros países, generando terribles hambrunas.

Aunque debemos de hacer mención de una plaga en el siglo pasado en España, que fue la irrupción del escarabajo patatero, cuyos primeros ejemplares aparecieron en 1935.  Llegando a tierras asturianas en 1940, destruyendo masivamente plantaciones y por consiguiente mermando la producción. Agravando  a la ya de por si dura posguerra. Ratificando el popular refrán: “Les desgracies nunca vienen soles”.

        Respecto a este invitado no deseado, Benigna Anxelín, hace una interesante precisión: " Estaba enferma en la cama, guardando reposo, y aparecieron mis hermanas todas contentas, que venían de sallar patates, con un bicho en la mano negro y amarillo, para enseñármelo. Nunca lo habíamos visto. Era muy llamativo,  de colores negros y amarillos. Fue en el año 1941".



Escarabajos patateros. "...de colores negros y amarillos. Fue en el año 1941".


    El escarabajo de la patata procede de América. El  biólogo que lo describió por primera vez fue Thomas Say en 1824, desconocedor del poder destructor del mismo. La primera vez que se consignó en Europa fue en Alemania en 1877, tomándose medidas protectoras en todos los puertos marítimos del viejo continente para evitar su propagación. Los resultados fueron negativos. Así en 1920 en la zona francesa de Burdeos se detectó una masiva infestación del escarabajo. El resto de esta historia es la progresiva invasión de  este coleóptero por todes les tierres de patates del viejo continente.



Ataque colectivo de escarabajos a una planta de patata.


      Curiosamente  algunas personas como Francisca Santamaría Santamaría, nacida en el año 1923, (trabajó en Bilbao, frecuentando mucho el puerto con sus cargas y descargas), consideraba que el escarabajo llegó a España con las patatas que mandó Alemania en la postguerra. Tal lo recuerda su hija Itziar Maza, quien sospecha : "Mi madre vería aquellos primeros bichos entre las patatas descargadas en el puerto de Bilbao".



Fuente: Itziar Maza. Francisca Santamaría,
con 17 años. De paseo con quien sería su 
futuro marido.

          Nuestro vecino Raúl Sirgo aporta unas atractivas declaraciones al respecto: " Mi padre José Canales me dijo que habían sido los alemanes quienes, teniendo un gran stock de insecticidas habían diseminado desde aviones, millones de escarabajos para acabar con la cosecha".



Fuente: Laudina Artime. Primero de la derecha,
José Canales (1936).



        Los escarabajos de la patata aparecen en la primavera. Aprovechan el crecimiento óptimo de la planta para refugiarse en ella y así la hembra puede colocar sus paquetes de huevos. Depositan una cantidad próxima a las 1000 unidades y pueden hacerlo dos veces en la misma temporada. Son extremadamente voraces, llegando los ejemplares adultos vivir hasta dos años. Estos antecedentes nos dan una idea de la peligrosidad de esta plaga.

        Un aspecto importante sobre el escarabajo de la patata es que fue el insecto con el que empezó la moderna guerra química contra las plagas del campo. Y esto sucedió porque se empezó a utilizar las sales arsenicales de manera sistemática. Estos compuestos como bien sabemos llevan años prohibidos por su gran toxicidad y persistencia.

        En la década de los 40, se usaron potentes plaguicidas e insecticidas, entre ellos el peligroso DDT (3). Su uso indiscriminado hasta bien entrado los años 60 en este país, generó problemas de salud y medioambientales. A fecha de hoy no se pueden valorar los daños ocasionados: muertes, intoxicaciones que derivaron en enfermedades crónicas, malformación de fetos y un daño medioambiental difícil de cuantificar.

        El entonces Ministerio de Agricultura de España durante el año 1944, publica un manual para deshacerse de los escarabajos, apoyándose en el uso de estos potentes insecticidas. Para dotar de mayor credibilidad al panfleto, lo firma un reconocido ingeniero de entonces, José del Cañizo Gómez. En la actualidad gran parte de estos insectos son inmunes u ofrecen gran resistencia a los efectos de estos plaguicidas.



Buscando una solución, se encontró un 
grave problema.


La solución propuesta por los organismos oficiales  pasó por el sulfatao. En Antromero, como en tantos otros pueblos del entorno se hizo con el barquillo o sulfatadora manual o doméstica. Tratándose esta de un fuelle de cuero con un depósito pequeño en un lateral de la misma, en la que se depositaba el componente químico con el que se trataba de eliminar aquel invitado no deseado.

        Pese a las advertencias de protección en su uso, pocas o ninguna persona usaba medio físico para evitar el contacto de aquellos productos sobre piel, mucosas y ojos. La única advertencia respetada era la de usarlo siempre a favor de viento. Práctica ancestral usada desde tiempos inmemoriales en los avatares diarios de los nuestros: "Quien contra el viento quiera mexar (orinar) por fuerza se ha de mojar".



Antigua sulfatadora de fuelle. Deposito en un lateral para el sulfato.


Otro de las habituales sulfatadoras manuales. Se utilizaba generando
la suficiente presión con un émbolo interno de acción manual. Muy habitual en 
nuestras casas, hasta bien entrada la década de los 60 del siglo pasado.

La gran conclusión es que la patata, pese a sus dificultades de adaptación, consiguió el milagro de matar la fame, de cubrir el gran objetivo de la vida: ayudar a vivir. Porque las malas cosechas siempre regalaron a los sufridos aldeanos infortunios y   la miseria golpeando sus puertas.





(3) . El denostado DDT (dicloro difenil tricloroetano) es el compuesto químico principal de los insecticidas.  Su intoxicación normalmente genera nauseas, vómitos, diarrea, mareos , temblores y un largo etc. Aunque el mayor riesgo de una exposición prolongada a este insecticida está en la afección al sistema nervioso. A fecha de hoy aun tiene defensores, quienes argumentan que sus beneficios superan ampliamente a los inconvenientes. Ver para creer.





La sema  (siembra) y otros detalles.




“La memoria es un monstruo:

tú olvidas, ella no”

John Irving.



Para abreviar este sumario y no cansar en exceso, adoptamos la explicación de Lucia les Moranes, quien con una asombrosa claridad lo expone del modo que sigue: “ Les patates semense en el día, fainse los riegos (surcos) y allí se echan les patates cortades, cada cacho con bilto (brote)...después arrimase con la fesoria , eso era siempre cosa de les muyeres.” Previamente recuerda que: “Había que preparar la tierra,.. cuchala y arala” . Recordando aquel protocolo inalterable, ya que  inexcusablemente había que liberar la planta (para que no sufriera su crecimiento alguna incidencia) de las malas hierbas: “Después había que sallala,... y rendala, que ye arrimai la tierra a la planta”.



Semando patates.

        En aquella preparación y específicamente en la fase de abono de la tierra, Alfonso Pinón nos recuerda: " Pa les patates ye importante cuchar abondo, pues les patates necesiten de la fuerza del cucho".

A la hora de la siembra, no necesita que se profundice en exceso, tal como lo recuerda Amparo Julián: "El riego pa semar (sembrar) les patates no hacía falta que fuera muy fondo. No necesita mucha tierra" . Así lo testimonia el refrán: “La patata al semala, que te vea dir pa casa”.



Tapando los riegos con la fesoria. "...no hacía falta
que fuera muy fondo".

    La semilla se selecciona con cuidado y previsión, como lo recuerda  Amparo Julián: “Déjense apartades unes cuantes patates, que se escogen antes, que sean regularines, que tean bien pa semar pa la siguiente(cosecha)”

        Además requiere el agua justo, sin exceso: “La patata quier agua pa nacer y pa cocer", junto con un desarrollo continuado y sostenido: “Onde no hay mata, no hay patata”. El factor climatológico siempre determinante en los sectores primarios.

    Manteniendo la máxima aldeana de “en tierra moyada, non des fesoriada”, siempre valorando previamente la humedad propicia del terreno para iniciar cualquier trabajo en él.



Fuente: Laudina Artime. Lucía Les Moranes
de joven. Años 40.

Nuestra dicente, Benigna Anxelín, añade que siempre que se podía se compraba patatas para nueva semilla: “Pues ye conveniente cambiarla (la semilla), porque así había más producción y no se degeneraba la patata". Nada mejor que una voz experta para puntualizar los métodos para lograr un buen rendimiento al sembrado. Tratándose de una exigencia biológica, ya que el uso continuado de la misma semilla en sucesivas cosechas provocaba una degeneración productiva de la patata. Perdiendo esta textura y adquiriendo un mal sabor.



Fuente: Emilio Rodríguez, el Lechugo. Benigna Anxelín
sallando. Una de las actividades necesarias para un buen
desarrollo de la producción de la patata. Años 60.


Actualmente se pueden distinguir un innumerable listado de variedades de patatas, todas ellas con su correspondiente semilla. Admitiendo esta diversidad, en nuestro ámbito solo vamos a reseñar las que siguen,  que siempre fueron las más cosechadas:

-reñón, muy buenas. Una referencia y éxito de producción. 

-invernices, muy duras.

-baraka, amarillas, muy finas y  apreciadas para la venta.

-tempranes, de pocos ojos, finas y de muy poco desperdicio.

        Aunque no debiéramos de olvidar la información prestada por una experta, dada su experiencia en su venta, Carmen Poquito: "Deje el almacén en el año 66, cuando me casé. Y hasta ahí solo había para vender dos tipos de patates: las de bilto (brote) roxo y las de bilto azul".

Las patatas se echaben (cultivaban) pa casa, pero el excedente se iba a vender a la plaza.   Los más afortunados disponían de sus propios clientes fidelizados. Tal lo expone Gabriela Álvarez: "Recuerdo como mi güela bajaba a la plaza a vender, y cuantas veces antes de llegar a ella lo tenía todo vendido".

Respecto a este tipo de comercio, recuerda su vivencia  Amparo Julián, a quien respetamos integro su testimonio por la singularidad del mismo: “ Antes íbamos a la plaza a vender a Candás con la goxa en la cabeza, tenía que repartir leche por les cases, vendía maíz, fabes, patates, cebolles...Solo llevábamoslo en la cabeza...¿dónde taba otra cosa pa llevalu? . Además pol camín no había más que bardiales, que eren cojonudos pa atechanos cuando llovía".


Fuente: Laudina Artime. La primera por la izquierda  Amparo
Julián, en la romería de San Pedro. Años 50.


        En los años venideros a los tiempos declarados por nuestra informante, aparecieron los pequeños carros de mano. Facilitando el transito de mercancías, con un menor esfuerzo.

Esta comercialización  siempre fue una llabor de les muyeres, como tantas otras, dentro del mundo rural. Aprovechando nuevamente el enriquecedor testimonio de Lucía les Moranes, para ampliar con nuevos detalles de aquellos tiempos y métodos tan sacrificados: “Casi todos los díes íbamos a vender a Candás, con la goxa en la cabeza, lloviendo, ventando... como fuese.  A veces poníamos una manta negra en la cabeza y en cuanto se moyaba aquella manta era peor el remedio que la enfermedad, arrastrábamosla pol suelo". Precisando un simpático detalle: “Íbamos de madreñes, sin gomes, faciendo un ruido que metía miedo. Cuando se pusieron les gomes yo gocé".

El sentido de la obligación y abnegación de nuestros antepasados han perdurado durante siglos y en estas últimas generaciones lo hemos tirado irremediablemente por la borda.





Producción y recogida.




"Da lo mesmo.Podremos

llaborar nesta andecha 

esgranado los ecos

del pasaú que me ronde na cabeza,

y si nun soí muí fiel

al echa la mía cuenta,

poco te va importar,

¿Qué hestoria ye la hestoria verdadera?"

Miguel Allende.



       

Cualquier actividad humana, estuvo acompañada siempre de refranes originados por la experiencia, por la observación de miles de años y por supuesto que nada se deja al libre albedrío, nada es casual. Así será la misma planta la que indique el momento de sacar les patates de la tierra y ese no es otro que cuando empiece a amortaxiar, a quedar seca y perder su color.

La forma de sacarla ahora es con maquinas, pero hasta no hace mucho tiempo y si el espacio es lo suficientemente reducido se hace con la fesoria, el icono del campesino. Aquel útil que transforma a la xente, y con el que se las tiene todo el mundo en el área rural , con independencia de sexo:


"Coloradina y guapina,

arrímate a la fesoria

que tus padres ya non pueden 

mantenete de señorina".


A finales de agosto y durante el mes de  septiembre llega  la hora de sacarlas con este rústico, primitivo y a la par  eficaz apero. En cambio si se trata de las llamadas patates tempranes sémense  en invierno y sáquense en primavera. Hay que tener mucho cuidado de no cortarlas, de picarlas, porque esto obliga a un rápido consumo de la misma o el riesgo de putrefacción de dicha pieza. Todo ello y siguiendo ancestrales costumbres facelo al amparo del menguante de luna.

Si en cambio, se sacan con máquina,  normalmente la salladora (ver capítulo 29) , con el animal de tracción y un paisano conduciendo, mientras otro maneja aquella. Los tiempos de ejecución se reducen, aumentando la eficacia. El equipo se completa con un número indeterminado de  muyeres y guajes  pertrechados con calderos, paxes,...Recogiendo les patates y llenando sacos que se colocan estratégicamente a los lados de la tierra. La maquina repetirá la operativa una y otra vez hasta que el número de patatas en la última pasada no sea significativo, desestimando el cabecilla de la cuadrilla la continuación de aquella operativa.



Sacando patates. La habilidad del manejo de la fesoria, a cargo de 
les muyeres. El trabajo físico y más bruto de cargar en manos de 
los paisanos.

Si la faena se hace en andecha (colaboración vecinal), esta se transmite de boca a boca, y en algún tiempo pasado y dependiendo de la ilustre casería, será el propio cura quien a la salida de misa se encargará de dar el recao.


Vecinos de Villamar (Cudillero) en andecha, tras pañar patates. Año1933.

Previamente había que segar la planta y amontonarla. Al terminar  la faena  de recolección se quemaba haciendo una borrón (hoguera), echando algunas patatas a las brasas. Convirtiendo eses patates en algo exquisito, delicioso. Con un palo se sacan de la hoguera y se solía coger una berza para hacer la operativa de su pelado, de retirar el pelleyo (piel) quemado y comer esa pulpa caliente. Aquellas patatas tenían una intensidad de sabor difícil de describir.



Patates asades al borrón, a la brasa de la foguera. Un placer sin par.


 Una vez sacadas de la tierra, se dejan secar y si llevan pegada mucha tierra, se suelen lavar, secar y almacenar sin agruparlas en exceso, pues no conviene machacarlas. Manteniendo una tónica elemental , tener suficiente ventilación acompañada de  la no exposición directa a los rayos solares, pues acaba irremediablemente estropeando a la patata, girando esta a un tono verde. Dejando a esta inservible para el consumo humano.

       Siempre había que hacer la adecuada  selección: siempre por tamaños o calidades. Una parte de las mejores son apartadas para que sirvan de simiente. Las picadas o cortadas aparte, pues eran las primeras en ser consumidas y las ruinas o pequeñas para el ganao (casi siempre el cerdo). Esta últimas se mezclaban con todo tipo de alimentos para hacer más contundente el forraje animal. Marina el Tuertu, con su simpatía natural añade una anécdota que ilustra tiempos de estrecheces: "Cuando Josefa Anxelín sacaba les patates pequeñes cocides p'al gocho a enfriar en la quintana, ya estábamos todos los guajes pendientes pa comeles. La probe a veces no tenía ninguna pa dar al gocho".

    Respecto a estas declaraciones hay una dinámica evolutiva propia del desparpajo colectivo. María del Carmen Anxelín así lo expone: "En la escuela se cantaba entre los rapacinos: uno de enero, dos de febrero, tres de marzo, cuatro de abril, les patates robaron a Josefa Anxelín".


Emilia y Raimunda Posada, secando las patatas.
    
        

        El mejor lugar para su depósito, el hórreo. Ante su ausencia cualquier lugar que reúna las mínimas condiciones. Covadonga Anxelín expone: "Nosotros como no teníamos hórreo, así que las guardábamos en el desván de casa. Se subían en calderos, cestos o medios sacos y había que subir tres pisos". Concluyendo inequívocamente: "Cuantas escaleras se subieron, con tanto peso, cuanto trabayo".

Lo demás es disfrutar de este preciado alimento que acompaña a cualquier comida, enriqueciendo y dotando de unos sabores únicos. ¿Habrá algo más sabroso que después de un día de trabayo el comer un cacho de tortilla de patata, patates cocies con leche, patates frites...? En la jodida posguerra fue uno de los recursos más socorridos para aliviar la fame. Tal lo recuerda Amparo Julían: " Si me ponen en fila les patates que comí, no había carretera que les llevaba". 



Conclusiones.


      Les patates como el maíz, fueron dos pilares básicos de la alimentación de nuestro pueblo. Aquellas reticencias iniciales para su consumo fueron vencidas con el paso del tiempo. Este tardío cultivo tuvo curiosamente alguna consideración positiva. El mildiu o la sarna ordinaria de la patata no tuvo tanta repercusión, al no estar extendido su sembrado, eludiendo las desoladoras consecuencias que tuvo en otros países europeos.

       Las crisis agrarias sufridas durante el siglo XVIII, especialmente la vivida durante el bienio 1768/69, abrió poco a poco la mentalidad cerrada del campesinado asturiano. Poco a poco se fue convirtiendo en uno de los recursos alimentarios más socorrido de estas tierras. Y es que como dice con su fina ironía Lucía les Moranes: "No hay nada mejor que pasar fame, pa saber lo que ye bueno".   

        Aquel menospreciado alimento hoy sobrepasa al sector alimenticio y su almidón es usado en la industria farmacéutica, textil, papel... También como pegamento, adhesivo, relleno, limpiador, combustible y como sustituto del peligroso plástico. Incluso en Polonia se fabrica un vodka muy apreciado con la patata fermentada.

La historia de la patata es  la propia historia de la humanidad, llena de curiosidades, de encontronazos e incongruencias. De correr entre el barro, en vez de facelo por lo seco. Así somos y no tenemos remedio.



2 comentarios:

  1. Excelente redaccioon y documentación, como es habitual en los capítulos anteriores.

    Puntualizar que en la década de los 40 del pasado siglo, se cultivó una variedad llamada popularmente “patata Mora”, sobre todo en las parroquias de Cado y Podes, que se caracteerizaba por su piel muy oscura y porqué su cultivo era diferente.

    La planta no se cortaba ni ser arrancaba, cuando la planta florecia que escarbaba alrededor y se extraían unas pocas (8, o 10) y se volvía a tapar arimando tierra a la planta; la operación se repetía cada 15 o 20 días y la planta Daba frutos casi todo el año

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  2. Gracias por tus comentarios e información añadida. Si fueras tan amable de hablar con nosotros a través del Messenger en Facebook. La cuenta es la de Antromeroantromeroantromero . Gracias

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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