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Fuente: GEA. Recolectando escanda con mesories. |
Capítulo 31.
El milagro de la tierra. Novena parte.
La escanda o erga.
El ciclo agrario.
“No recuerdo más que lo que olvidé”.
Aurelio González Ovies.
El objetivo final de todos los trabajos en el campo, en les tierres, no es otro que recoger la cosecha. Todos los esfuerzos y sacrificios previos se orientan a ello. Cada producto, cada plantación va sujeta a unos condicionantes y nada queda a libre albedrío. Dependiendo del fruto, se podía segar, arrancar de la tierra o de la propia planta. Pero siempre que se pudiera, en base a una restricción ya expuesta: debería hacerse en cuarto menguante. La luna, nuestro satélite nuevamente marca ritmos y tiempos en los laboreos de los sectores primarios.
La vida campesina está sujeta invariablemente a los trabajos agrícolas, que se repiten a lo largo de los años de modo cíclico, con la salvedad que marcan las excepcionalidades del tiempo climatológico. Nuestro refranero es tan rico como atinado en la descripción y precisión de los trabayos a ejecutar.
Sería por nuestra parte muy presuntuoso el enumerar las inagotables sentencias de origen popular, que a ilustres estudiosos como Luciano Castañón o Xuan Xosé Sánchez les ha ocupado años de duro trabajo. Pero si al menos reflejar un elemental calendario de les faenes de nuestres tierres, hace algún tiempo atrás y que complementa al editado en anteriores capítulos. Aquellas labores que penaron y sufrieron nuestros antepasados, con los escasos o nulos recursos disponibles, pero con la obligación de vivir, por encima de todas las cosas:
Noviembre: recoger castañes, semar (sembrar) escanda o erga.
Diciembre: semar ayos y berzes.
Enero: semar ayos y arbeyos.
Febrero: semar patates tempranes.
Marzo: sallar (limpiar) escanda y preparar la tierra con el arado para determinados cultivos. Así lo reflejan estos versos maliciosos que recriminan la pasividad del paisano:
"Estando nel mes de marzu
arrimadín al par del fuegu
díxome la mio muyer:
¿tú cuando agarres el llabiegu?".
Abril: semar maíz, fabes y sallar les patates tempranes.
Mayo: semar maíz y fabes.
Junio: sallar maíz y arrendar (arrimar tierra) a la planta de les patates. Nuevamente la sabiduría del pueblo se refrenda en sentencias que reprocha determinados comportamientos:
“Quien no salló por San Xuán, da muestres de folgazán”.
Julio: arrendar tierra al maíz, recoger la primera escanda.
Septiembre: recoger les patates y fabes.
Octubre: recoger castañes y maíz.
Los cereales y sus medidas de capacidad.
"Todo lo que se hace
se puede medir,
solo si se mide
se puede controlar".
Pedro Mendoza.
Desde el punto de vista administrativo ha sido durante muchos años un objetivo el unificar medidas, para evitar la disparidad existente a lo largo y ancho de la geografía asturiana. La Junta General del Principado de Asturias, apoyándose en disposiciones reales trató entre los siglos XVI y XVIII reglar pesos y medidas. Priorizando aquellos que afectaban a dos productos de consumo básico: el pan y el vino. Tratando de imponer el patrón que funcionaba a nivel nacional, el llamado "medida de Ávila". Todos aquellos esfuerzos de las entonces autoridades fueron baldíos, "dada la singularidad e independencia de los municipios asturianos".
El 22 de febrero de 1635, la Junta General solicitó a todos los concejos que al menos las medidas correspondientes al aceite, pan y vino se unificaran por las de San Salvador de Oviedo y así evitar conflictos y pleitos. La respuesta de parte de procuradores que representaban los intereses de algunos municipios, como los de Amieva, Castropol o Llanes no se hizo esperar: "Contradecimos dicha petición y lo allá acordado, por cuanto tenemos nuestras propias medidas, con las que nos gobernamos y no hay necesidad de otras". La atomización de los concejos y su poder acaba con las pretensiones de la Junta.
Uno de los últimos intentos para tratar de aunar aquel tamaño desaguisado, fue un Real Decreto editado el 19 de julio de 1848 por la reina Isabel II. Con él se buscaba establecer como obligatorio en todos los dominios españoles, "los pesos y medidas del sistema métrico decimal". Aquel intento chocó frontalmente por las permanentes discordias locales y nacionales del tumultuoso siglo XIX.
Curiosamente, los insignes Bellmunt y Canella en su magna obra "Asturias", editada en el año 1900, aseveraban que: "En la provincia (Asturias) es habitual el uso y conocimiento del sistema métrico". Para desmentir tal afirmación recurrimos a la memoria de Bernarda Mori, quien en su juventud detalla las medidas locales usadas: "Sobre todo para la molienda, pero para otras cosas se media todo por galipos, copines, celemines y faniegas. Cuando se llevaba al molín, siempre te cobraben en maquilas, que era sobre un kilo. Dependiendo de la cantidad que se llevara, eran más o menos maquilas".
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Fuente: Mariluz Serrano. De izquierda a derecha: Bernarda Mori y Marina el Tuertu. |
La manifiesta división de medidas entre los diversos territorios y comarcas fue un denominador común. Así teniendo en cuenta la misma denominación, correspondía a cantidades diferentes. Tal lo aclara Erika Álvarez, de la Asociación Fumañeda Santolaya: " El llamado galipo de Lluanco, que ye una medida de capacidad, viene a ser como unos cuatro kilo y medio de erga. Y el galipo de la villa (Avilés), ye un poco más pequeño, como unos 4 kilos". Precisando aquellas medidas estandarizadas por estos lares: "Les medides teníen estes correspondencies: 2 galipos ye un copín; 4 galipos un celemín y 16 galipos una faniega".
Por estas diferencias expuestas, surgieron los avispados y especuladores, como lo expone la propia Erika: "Algunos compraben el cereal en un sitio y lo vendían en otros lugares para aprovechar aquella diferencia y ganar dinero. Compraben con la medida de Lluanco e iben a vender a Candás con el galipo de Avilés". Una vez más la especulativa y compleja naturaleza humana se manifiesta en situaciones como esta.
Respecto a estas variaciones tan bien apuntadas por nuestra colaboradora, hubo en diferentes medidas de capacidad unas alteraciones muy notables. Recordemos algunas muy llamativas, dependiendo del concejo o zona de influencia y que fueron referencia de medida hasta bien entrado el siglo XX. Confiando en no aburrir en exceso, pero con la intención de subrayar las notables diferencias entre las distintas mediciones, mayores cuanto mas grande fuera la envergadura a medir.
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Fuente: J.L. Pérez de Castro. Gráfico donde se aprecian las diferencias entre determinadas medidas de capacidad entre concejos. |
En el denominado Galipo, se trataba de una medida de áridos, de aproximadamente 4 kg.
- Cabranes y Lastres: el copín del lugar unos 5 kg.
- En el Cabo de Peñas: unos 4, 5 kg.
- En Colunga: sobre 4,76 litros de capacidad.
-Villaviciosa: 3,5 kg.
- Quintueles: 4 kg, como en Avilés.
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Medida para el galipo. |
El Celemín, se trata de otra medida de capacidad. Siendo históricamente el de referencia el de Oviedo, que eran dos copinos (8 kg.), igual que en los concejos de Colunga y Villaviciosa. En Carreño, su medida era un poco inferior, unos 7,800 kg. Como curiosidad histórica, añadiremos que en la carta sobre fueros de la Iglesia de Oviedo, de 1380, está registrado un tributo para aquellos que sean poseedores de un buey, quienes deberían pagar a los responsables eclesiásticos la cantidad de tres celemines, pero de los medidos en Oviedo. Los religiosos conocedores de aquellas disparidades, no querían merma en sus tributos.
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Celemín. |
El Copín, en esta medida es donde probablemente existan las mayores diferencias entre las distintas áreas geográficas asturianas. Equivale a la octava parte de una fanega o al doble de un galipo, esto es, aproximadamente unos 8Kg.
- En Cudillero se usaba el mismo que el de Oviedo, llamado de San Salvador . Siendo este copín el mayor de Asturias.
- En Pravia tiene la cuarta parte de un copín menos en cada fanega.
- En el Cabo de Peñas, al igual que en Quintueles , Libardón o Teverga , aproximadamente unos 7, 5 kg. Siendo algo mayor en el concejo de Carreño, aproximadamente unos 200 gr. más.
Hay una medida muy similar al copín, que se denomina la cuarta. En muchos lugares se supeditaban, coincidiendo sus mismas equivalencias.
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Fuente: La Piedriquina. Copín , con su rasero. |
La Fanega o Faniega. Medida de superficie para terrenos o capacidad para áridos. De gran uso, para transacciones de cierta envergadura. Parece ser que se trata de una medida de origen castellana.
Respecto a esta medición diremos que es el equivalente a ocho copinos y dieciséis galipos, esto es, aproximadamente 64 Kg.
Si atendemos a esta medida como de capacidad por las distintas poblaciones, certificamos que en Oviedo se registró con 8 copinos y 4 celeminos. En Carreño, sin embargo lo fue con 2 celemines, 4 copines y 8 galipos, por lo que pesaría unos 62,438 kg. La de Gozón excedería a la de Avilés en 1 copín y 3 maquilas. Estas diferencias eran los beneficios de los intermediarios y especuladores, a los que hacía mención nuestra declarante Erika.
Debido a su tamaño, en algunas zonas contemplaban la medida de media fanega, con un cajón hecho a tal efecto.
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Media fanega. |
La Maquila. Fue seguramente una de las medidas más conocidas y populares en tiempos de la fame. Aquellos que persiguieron sin descanso y compasión a nuestros ancestros. Fue la medida con la que el molinero cobraba por sus servicios de moler el grano.
En estas tierras fue un impuesto, durante el Reino astur-leonés, que los pobladores debían de pagar a su señor, cada cierto tiempo. Posteriormente derivó en el pago por el uso del molino. Equivale a una cuarta parte de un galipo, esto es, aproximadamente un Kg.
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Fuente: La Piedriquina. Una maquila. |
El Modio o Moyo. Se trata de una medida de capacidad de áridos. Especialmente orientado para cereales panificables. En muy pocos estudios se recoge, dado su carácter de uso estrictamente local. Está registrado en la documentación diplomática asturiana de los siglos VIII y IX, con sus correspondientes submúltiplos:
-Semodio, medio modio.
-Cuarta o quartario, un cuarto de modio.
- Sextaria, una sexta parte.
Su medida rondaba en los 8 kg., equiparándose al celemín. Sustituyendo este último progresivamente su uso. Aunque en lo que a nosotros respecta su empleo era recogido en el propio Alfoz de Gozón en el siglo XII: " Seguimos encontrando esta medida el modio, de estirpe romana, como canon de medida en nuestro alfoz".
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Distintos útiles para tomar medida de áridos. Hoy completamente en desuso. |
La escanda, erga o el trigo del probe.
“En 1808 la escanda era la principal cosecha en Asturias”
Pascual Madoz.
La escanda cultivada en estas tierras era la variedad "Triticum espelta". Un cereal sembrado desde el Neolítico, en las fértiles vegas de los ríos Éufrates y Tigris, en la actual Irán. Se trata del primer trigo domesticado, entonces de poco rendimiento, pero con la ventaja de su fácil adaptación a suelos en las que otras especies no sobrevivían.
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Plantación de escanda o erga. Aun en fase de crecimiento. |
Recientemente se han encontrado rastros de su cultivo en el Lago Tiberiades o el llamado Mar de Galilea (actual Israel), de hace más de 22.000 años. Siendo en la actualidad el dato histórico más antiguo al respecto.
Espigas maduras de la variedad de escanda Triticum espelta. |
Precisar cuando fue introducido y quien lo hizo en Asturias es un empeño baldío. Según algunos historiadores consideran que los pueblos celtas y germanos fueron los impulsores de la llegada del "Triticum espelta". Lo cierto es que entre los restos de al menos tres castros prerromanos (siglos VIII-VI a. de C.) en los concejos de Gijón (Campa Torres) y Villaviciosa ( Pico el Castiello de Moriyón y Castiello de Camoca) , aparecen granos de la variedad de escanda "Triticum turgidum", mas conocida como "Povia". Con lo cual se puede deducir que el cultivo de la escanda no estaba sujeta a una única y exclusiva variante.
El autor griego Homero (siglo VIII a, de C.) ya recuerda a este cereal, citándolo en su obra Odisea. Indicando que los caballos de la época se alimentaban con cebada y escanda. Ponderando sus beneficios también en su epopeya de la Iliada.
Durante la supuesta romanización de nuestras tierras el historiador Plinio, hace mención en varias ocasiones en sus escritos de su cultivo. Llegando incluso a sorprenderse como los astures manifestaban en sus ademanes una consideración semi-sagrada respecto a la escanda y sus derivados. Es cierto, que en el mundo rural el pan y el proceso para su transformación (desde la semilla) y fabricación siempre se desarrolló con un gran respeto y veneración. Porque al fin y al cabo es el componente básico y fundamental de la alimentación o así lo era hasta no hace demasiados años. Esta dependencia queda plasmada en los rituales que acompañaban el ciclo completo de su elaboración.
Si nos remitimos a documentos concretos, la primera referencia escrita que actualmente existe sobre el cultivo de la escanda en Asturias es del año 833. Será en la Crónica Albeldense, donde en un listado de los productos sembrados en las tierras de la Reconquista figura: "la escanda de Asturias". En el siglo X aparece documentado en textos del monasterio de San Vicente de Oviedo como iscania, iscanlula, scandula, scanla. En años posteriores y hasta el siglo XIX en documentos de monasterios ya hay continuas referencias a la escanda en forma de cuenteo de tributos.
En Antromero, se denominó genéricamente como erga. Este nombre y dependiendo la zona geográfica tiene varias acepciones. Así en algunos lugares su significado es el el conjunto del grano con cáscara y en otros puede ser uno u otro. En nuestro caso, la designamos como agrupación total, planta incluida.
La evidencia es que se trató de uno de los cultivos más importantes en nuestras hasta la llegada y expansión del maíz, hace casi cuatro siglos desde allende de los mares, América . Quien fue desplazando poco a poco la plantación del resto de los cereales, entre ellos, a nuestra erga.
Siguiendo esta dinámica histórica podemos extraer unos datos de la Real Academia de Historia, por parte de Pascual Madoz, para referenciar lo anteriormente expuesto. En los que manifiesta: “Todavía en 1808 la escanda constituía en Asturias el primer grano y principal cosecha”. Detallando el motivo de aquella implantación: “Habiendo pocos pueblos que no se beneficie por su decidida ventaja respecto a los demás granos. Dada su poca exigencia en la siembra".
Si tuviéramos que referirnos a datos numéricos y específicos para evidenciar la preponderancia de aquel cereal de referencia entre los siglos X y XVIII, solo exponer que durante el año 1695, el 10% del territorio asturiano estaba cultivado por escanda.
Finalmente y durante el siglo pasado se produce la gran caída productiva. Las razones fueron varias, pudiendo reseñarse entre otras: el pago de las rentas ya no se hacía en especie, sino en dinero; la especialización de las caserías en ganaderías de carne o leche provocando con ello la evolución de las tierras en terrenos de pasto y finalmente la apuesta por otras especies vegetales que requerían menos esfuerzo y generaban más rentabilidad, tal fue el caso del maíz.
Respecto al pago de rentas e impuestos en especie, se produce a lo largo del siglo XVIII un punto de inflexión que marcará el futuro devenir de esta gramínea. Los agricultores aportaban los pagos y tributos con este cereal, muy pesado. Y con ella aparece la astucia campesina, pues una parte de la cosecha se sembraba una variedad de mayor volumen. Así testimonia esta estrategia Jovellanos en el año 1792 en una visita al concejo de Teverga: "Los campesinos cultivan dos clases de escanda: una, la "fisga" y otra la "pavía": esta para pagar las rentas porque tiene mucho más bulto y menos harina". Con menos granos cubrían la medida de pago.
A raíz de esta táctica, en los nuevos contratos de arrendamiento se especifica con claridad la medida, el tipo de grano y su calidad. Y en el caso que se acordara la escanda, esta tenía que estar "limpia de polvo y paja".
Hay unos antecedentes que consideramos se deben exponer para explicar el motivo del éxito de la escanda y su resistencia a desaparecer de nuestras tierras y es la gran raigambre del pan de fisga (elaborado con las semillas de este cereal) entre la población. Los propietarios de las fincas exigían a sus colonos y arrendados el pago con escanda, tal lo recuerda Joaquín Ocampo Suarez- Valdés: " A partir de la generalización del maíz, los propietarios exigieron a los colonos más escanda, que tenía más valor en el mercado".
En cualquier caso, hacemos mención de las palabras de Roberto González Quevedo, quien apostilla que el maíz fue incapaz de vencer en su totalidad a la escanda. No así ocurrió con otros cereales panificables: "La escanda ye un cereal duru y resistente que tenía abonda importancia na agriculturas de munches zones asturianes. Cuando llego'l maíz , esti acabo da fecho con otros cereales como'l miyu y el panizu, pero la escanda siguió siendo importante y llegó a convivir col maíz llegáu d' América".
Para testimoniar lo expuesto, recurrimos al conocimiento de Emilia Posada, quien confirma su cultivo en nuestras tierras hasta bien entrado el siglo XX: " En casa siempre se semó la escanda, o como se llamaba por aquí la erga. Y como nosotros todes les cases del pueblo. Semose hasta bien entrado los años 60. La última vez que se hizo creo que fue en 1966, y cuando fuimos a recogerlo, a principios de noviembre, levantose un temporal tremendo que duró una semana. Al final se perdió casi todo. Nunca más la semamos".
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Emilia Posada. |
Aprovechamos la anterior exposición para hacer un análisis global del fin de este cereal en nuestras tierras, apoyado en las declaraciones de los vecinos. En Antromero, se puede confirmar que las últimas cosechas datan de mediados de los años 60 del pasado siglo, pero ya con un carácter residual y sin un gran peso específico dentro del contexto del calendario de las cosechas. Así lo rememora nuestro ilustre Manolo Robés: "De guaje tocome ver mucha erga semada. En los años de los 40 y 50 (del siglo pasado) se cultivó algo de trigo y erga. En los años sesenta ya muy poques caseríes la semaben ”. Aclarando que para su buen desarrollo era imprescindible: “El vigilarlo todo para que saliera p' lante el grano”. Algo que por otra parte también precisa Benigna Anxelín: “Se solía plantar en les tierres que daben poco, que eren más pobres a la hora de cosechar otres coses.”. Y por si quedara alguna duda respecto a este tipo de cosecha lo refrenda Emilio Posada: “A mi ya casi no me tocó trabayar la erga, pero siempre se cultivó”.
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Manolo Robés. "En los años sesenta ya muy poques caseríes la semaben". |
Finalmente, expondremos unos datos esclarecedores en nuestro concejo de la evolución a la baja de la producción en estos dos últimos siglos de la fisga. En la parte final del siglo XIX los cultivos predominantes son el centeno, maíz y la escanda. Transcurrido un siglo, esto es, a finales del siglo XX, solo aparece el maíz como único cereal productivo. Este grano procedente de América y su gran rendimiento será el punto de inflexión necesario para el cambio definitivo del régimen productivo agrario.
En cualquier caso nos hacemos eco de los números de la producción de la erga en nuestro concejo, durante el año 1903, recogido por Calixto Alvargonzález, en su obra "La Escanda": "En Gozón se cultivó en el año 1903 la cantidad de 1000 fanegas, mientras en el concejo de Carreño no se cultivó nada". Esto es, en aquel año se registraron 64 toneladas de producción de erga en Gozón. Tratándose esta de una cifra "oficial" y declarada por los sufridos productores. Sospechamos en que esa cantidad consignada sea inferior a la realmente cosechada, para evitar los pertinentes tributos.
El semar (sembrar) la escanda.
"¿Que ye esti mundu pa´l que non tien vianda
nin cueye trigu, nin maíz. ni escanda?
¡una llamuerga solo en mi concencia
en que vive faciendo penitencia!!"
Teodoro Cuesta.
La escanda o la erga, es un mal llamado cereal de invierno, de los denominados de ciclo largo y su característica más notable que marcó la diferencia con otros fue sin duda la adaptación a la humedad y suelos pobres. Sin necesidad de profundizar mucho para su siembra. Su producción es muy generosa en suelos arcillosos provistos de abundante calcio, habitual en estas tierras. Además de no necesitar gran cantidad de abono o cuchadas, para evitar un crecimiento excesivo de la planta, que pudiera dar al trate con su estabilidad.
Quisiéramos aclarar lo de cereal de invierno y es que para nuestros trabayadores de la tierra el año tan solo se divide en dos estaciones: el invierno, de septiembre a mayo y el verano de mayo a septiembre. Y esta partición se ajustaba lógicamente a los factores climatológicos que son quienes en definitiva van a condicionar todos los trabajos del campo.
El proceso de selección de terrenos para el cultivo de este cereal, lo describe el ilustre Plinio el Viejo (Siglo I d. C.) en su monumental obra Historia Natural, en el tomo XVIII, 17: " La escanda necesita tierras frescas, arenosas y con arcilla". Respecto a su abonado, así describe el proceso: "En el mes de Agosto quitan hierbas de un terreno inculto y preparan los hormigueros (hogueras); que después de apagados, esparcen las cenizas. En el mes de Octubre siembran la escanda en su cáscara, haciéndolo a volea, removiendo la tierra para tapar la semilla".
Básicamente describe aquel proceso de preparación/ sembrado de las tierras dedicadas a la escanda hace dos mil años. El protocolo descrito por Plinio, se mantuvo durante siglos casi inamovible en este territorio. En algunas ocasiones se aprovechaba el preparar la tierra tras unas jornadas de lluvia, como lo explica Manolo Robés: "Cuando tienes que trabayar con la fesoria o el palote, lo mejor ye que la tierra esté un poco mojada". Pero advirtiendo : "Sin que se pegue a los aparatos".
La siembra se solía repetir durante dos años más , sin añadir abono. Después se dejaba en barbecho, en descanso, para que se recuperara . En algunos concejos rotaban con el maíz. En cualquier caso, se debía de tener cuidado con el exceso de cucho o abono, ya que un exceso crecimiento de la planta la podía "encamar" y con ello la casi segura pérdida de la misma. Emilio Posada: "En casa lo que se hacía era semar en la misma tierra un año maíz y al otro escanda. Cambiando todos los años".
Respecto al protocolo de cuchar, el escritor agronómico de la Antigua Roma, Columela, en el siglo I aconseja : "Aquel que quiera preparar la tierra para sembrar granos, debe de formar en aquella pequeños montones de estiércol en el mes de Septiembre". Advirtiendo de cumplir con la fase lunar adecuada: "Siempre cuando la luna esté en menguante".
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Fuente: Homenaxe al campo asturianu. Cuchando. "...debe de formar en la tierra pequeños montones de estiércol". |
Consultados nuestros vecinos sobre esta exigencia , nadie lo recuerda con la salvedad de Alfonso: "De guaje pareciome escuchar lo de la luna pa cuchar. Aunque ahora nadie se fija en eso. Se cucha cuando se puede".
Como ocurre con todos los cereales, desde tiempos inmemoriales su siembra se hace a "voleo" y echándolo al riego. A diferencia de otro tipo de cereales, la erga se semaba el grano con la cascarilla que lo envuelve. Esta operativa la realizaban paisanos/as con la mayor solvencia de la casa o casería. Tratándose de una acción de gran responsabilidad, que podía marcar el devenir futuro de la casería y sus miembros, esto es, pasar mayor o menor fame. Ya con el paso de los años se recurre a las maquinas, a la semadora y que debido a su coste económico se podía llegar a compartir entre varias casas.
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Semando con la técnica "a voleo". |
Hasta hace relativamente poco tiempo, la época de la siembra (aparte del estado del tiempo y condiciones de la tierra) estaba sujeta a la historia vivida, llena de sabiduría y vinculada a experiencias únicas. En la época romana serán las estrellas y sus constelaciones las que marcan el inicio de determinadas cosechas. Así las Pléyades, cúmulo de estrellas visibles a simple vista, indicaban la siembra de la escanda y el trigo. Según el ilustre Columela: "No debía de sembrarse antes de acostarse las Pléyades, pudiendo hacerlo hasta 46 días después de su desaparición (hasta el 8 de diciembre)".
Obviando las tradiciones romanas y ajustándonos a nuestros usos y costumbres, los meses para su siembra son los que van desde noviembre hasta enero o incluso las primeras semanas de febrero. Aunque debemos de reseñar que siguiendo tradiciones antiquísimas los agricultores estiman como no hábil el mes de diciembre. Lo verdaderamente cierto es que si primero se sema la escanda, y en condiciones meteorológicas normales, mejores resultados se cosechan.
Después de distribuir la simiente á la volea en la tierra, e inmediatamente , se xuncen les vaques al llabiego (1) y aran la tierra, con cuya operación se entierra la semilla y las malas hierbas, que se reciclan como abono. Posteriormente luego se pasa el rastro o la gradía para igualar la tierra.
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Fuente: Homenaxe al campo asturianu. Pasando la gradia. |
En nuestra tierra el calendario marcará el inicio de las actividades. Será en el mes de marzo cuando se hace la limpieza del entorno de la planta (sallar), eliminando cualquier atisbo de males plantes, que pudieran restar eficacia al desarrollo de la escanda. Usando para ello, como no podía ser de otro modo la sempiterna fesoria (azada).
(1). En muchas caserías y casas, pese a disponer de un arado, usaban el antiguo llabiego de origen romano. Al no necesitar una excesiva roturación en la tierra, escogían este artefacto. Igual ocurría con otros sembrados como el alcacer (cebada que se recoge en verde).
Selección de las semillas.
"El tiempu, esi gran arquitecto,
va poner cada piedra en su sitiu".
Xaviero Cayarga.
La semilla de la escanda se caracteriza por disponer de una cubierta dura, con cascarilla (gluma/o). Y esta a la hora de su sembrado no debe de quitarse, por lo que siempre hay que seleccionar después de su recolección las simientes que van a ser usadas para la posterior siembra, tal nos lo expone el ilustre investigador Ramón García: ”Cuando se recogía la cosecha cada familia apartaba el mejor grano para la siguiente siembra, una tarea que se conocía como "extermar" el grano de la simiente".
Nuestro vecino Alfonso Pinón , recuerda aquel procedimiento: "Cada vez que se semaba , se escogía les semilles. En la erga, se buscaben les buenes. Era pa tener mejor cosecha". Confirmando anteriores exposiciones: " Se echaba en les tierres a voleo y con la cáscara".
En cualquier caso era necesario cada cierto tiempo ( casi siempre cuatro años) cambiar el grano con otras caserías, en la convicción de que el cultivo prolongado de esa semilla podía generar una degeneración en la misma. Con ella un rendimiento menor de la cosecha. Así lo testimonia Emilia Posada: "Se cambiaba el grano que iba a ser la semilla con otres caseríes de confianza, en Cardo, Zanzabornín, donde había confianza. Pudiendo ser se hacía cada cuatro o cinco años".
Respecto a los motivos objetivos de sembrar así, con el grano y su protección, podían ser varios. Pero todos ellos con una única finalidad: intentar una buena germinación. La presencia de la cáscara estaba motivada entre otras causas para era evitar que el arado o llabiego pudiera destruir la parte germinativa del grano con su roce, que la humedad de las tierras pudriera el grano y para protegerlo de otros agentes externos , como de la voracidad de los pájaros.
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Grano de erga seleccionado o extermado, para sembrar. |
Problemas productivos.
"Un problema deja de serlo
si no tiene solución".
Eduardo Mendoza.
Una vez que la planta va alcanzando la madurez y su espiga tomando la forma, acostumbraba a presentarse un grave problema. No era otro que la aparición de un hongo (ustilago trillici), que hace crecer más de lo normal a las espigas y con ello cubriéndolas de un polvo negruzco que impedía su consumo humano. Así lo describía el Padre Feijoo en sus “Cartas eruditas y curiosas” de 1776: “Este grano ha menester limpiarse sacudiéndose al aire cada cinco, o seis semanas, de cierto polvillo". Añadiendo el desconcierto y su desazón que le representa la negativa a realizar esta operación de los campesinos. Por razones que se escudan en tradiciones y saberes ancestrales: “Pero se han observado hasta ahora a los naturales de Asturias no hacer esta operación, sino en los menguantes de luna, imaginando que en las crecientes se dañaría en algún modo el grano”. Advirtiendo las graves consecuencias de su actitud: “Este error ha ocasionado la pérdida de millones de hanegas...”.
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Espiga de escanda afectada por el hongo ustilago trillici, que impide su consumo. |
Otro de los graves inconvenientes de este cultivo, estaba en la irresistible atracción que representaba para los gorriones y otros páxaros, quienes no desaprovechaban la oportunidad de saciar su hambre con los granos de estos cereales. Tal lo recuerda Benigna Anxelín: “De rapacines cuantes veces teníamos que ir a llindar (vigilar) a la escanda”. Exponiendo la eficacia de los métodos seleccionados: “Cuando aparecíen los pájaros cogíamos piedres y terrones y a lanzarlos para espantarlos”. Nosotros añadimos que mucho más eficaz que aquellos espantapájaros que no hace mucho tiempo pululaban por nuestros huertos y tierras de cultivo. Aquellos que hoy han sido sustituidos por discos de cd´s y bolsas de plástico al viento. Y que tan gráficamente describe en estos versos Elías Veiga:
"Llevaba puestu un abrigu y unos pantalones
del güelu, una camisa a cuadros de mío padre
y un sombreru que yo puxera de nenu
pa dir a la yerba.
Aquel esperpentu plantau nel huertu
vestíu con los restos de los de casa
bien parecía una metáfora absurda de la mía vida..."
Atendiendo a lo anterior y demostrando con ello la atemporalidad de aquel fenómeno, la investigadora Lucía Fandós, expone: “Curiosamente una de las plagas que afectaba la producción agrícola en los años treinta del siglo XIX es la causada por los gorriones, que diezmaban las cosechas de trigo, de cebada, maíz...”. Puntualizando que: “Las autoridades municipales impusieron una serie de leyes para que los vecinos matasen a estos animales...siendo el concejo de Gozón el primero de los concejos asturianos en imponer a cada uno de sus vecinos la obligación de presentar anualmente, como justificante de su lucha contra esta plaga, la cabeza de cuatro gorriones". Algo que no debiera sorprendernos, pues aun se mantienen estos controles cinegéticos contra el crecimiento de determinadas especies animales.
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Espantapájaros. Antaño muy abundantes en nuestros sembrados y de discutible eficacia. |
También era necesaria la consideración que para su siembra no necesitaba de una buena cuchada (abono), sino más bien escasa. Pues si la planta crece en exceso corre el riesgo de caerse o encamarse y con ello la pérdida de la espiga.
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Fuente: La Opinión . Campo de cereales encamado . |
El encamado es, sin lugar a dudas, el principal problema que plantea el cultivo de las variedades asturianas de escanda cuando están llegando a su madurez. Las plantas pueden alcanzar el metro y medio de altura. Este era un verdadero contratiempo, agravado por factores sujetos a la mala climatología, tales como lluvias intensas o fuertes vientos. También el crecimiento de maleza o morgazo como la correhuela (2), puede hacer caer la erga.
La solución podía pasar por el asociacionismo. Cultivando otras especies a la par como fabes de mayo o incluso arbeyos (guisantes), para así ofrecer mayor resistencia ante eventuales problemas de estabilidad. Antiguamente se recurría a quitar el agua ( tras tormenta o chubasco) a las espigas para eliminarles peso, recibiendo este sistema el nombre de "sogueado". Esta denominación se debe al uso de una soga o cuerda, con la que dos personas, una en cada extremo la pasaban por las plantas.
Requeridos nuestros habituales declarantes por tal procedimiento, ninguno de ellos confiesa haberlo visto jamás. Aunque atendemos la explicación ofertada por Benigna Anxelín, por su curiosidad y más que probable vinculación a evitar el encamamiento de las plantas: "Mi padre, cuando estaba la erga grande y llovía mucho, iba a sacudir un poco las plantas. Nunca explicó para que lo hacía". Estimamos que el motivo de aquella actuación, tras todo lo expuesto , es evidente.
(2) La correhuela (Convolvulus arvensis), es una planta herbácea perenne rastrera y trepadora que puede alcanzar una altura de dos metros. Sus flores son muy llamativas en forma de trompeta. Está considerada hierba mala, debido a su crecimiento, pudiendo estrangular y derribar a plantas cultivadas. Debido a la forma de sus flores, es conocida popularmente por las "campanillas de la Virgen".
La recolección.
"Llamásteme piquiñina
como el granu de la escanda,
pero lo que tengu de pequeña
lu tengu de resalada".
Popular.
La recolección de la escanda se desarrollaba entre finales de julio y primeros de septiembre, aunque esto podía retrasarse dependiendo de factores varios, casi siempre sujetos a la climatología. Preferiblemente se solía escoger el mes de agosto, cuando más calienta el sol.
En cualquier caso era muy importante la intuición, previsión e inteligencia táctica del líder familiar y su decisión final. Atendiendo y escuchando las señales que la naturaleza ofrece y la interpretación de las mismas. Así se podía asegurar una recogida óptima de la cosecha. Tal y como trasciende el popular refrán asturiano: “Enseña más la necesidá que la Universidá.”
También confirman aquellos temores eternos y la incertidumbre de un futuro no demasiado halagüeño estos excelentes versos de Aurelio González- Ovies:
"Mi padre me enseñó a comprender el viento,
a predecir la lluvia en la piel de los árboles
y por eso he tenido siempre miedo al futuro".
Todos los conocimientos y sabiduría popular eran pocos para llevar a buen puerto la recolección. En el caso que las espigas se hubieran encamado, cayendo a los suelos, entonces había que apelucar o pañar la cosecha, recogiéndola directamente del piso, siempre que fuera aprovechable.
¿Pero como se solventó la recogida de aquellos frutos que cogidos imprudentemente pudieran ocasionar graves lesiones en las manos de los sufridos campesinos?. Pues utilizando la imaginación acompañada de lo más elemental: dos cachos de madera y un cordel.
En prácticamente todos los países de Europa se puede confirmar que el procedimiento habitual de recolección de la escanda era con la foceta (hoz) o por el contrario con gadaña. A la hora de hacer gavillas, los campesinos para evitar los cortes forraban los dedos con tiras de cuero.
En cambio, en Asturias las espigas de escanda se recogen con las denominadas mesories. Tratándose estas de dos palos de madera de avellano o de fresno., aproximadamente de algo más de medio metro, unidos en uno de sus extremos por una cuerda o badana de cuero.
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Fuente: Homenaxe al campo asturianu. Mesorias. |
El procedimiento para su uso tan simple como eficaz. Se meten varias espigas entre los dos palos, se aprieta los mismos tirando hacía arriba de ellos y arrancando a aquellas. Lo siguiente era ir depositándolas en una goxa/o grande, que normalmente era manejada por una segunda persona ajena al uso de las mesorias.
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Paisano usando les mesorias y la goxa/o. |
Esta manipulación y ajetreo lo describen los viajeros ingleses M. Ross y H. Stonehewer-Cooper en su obra “Las tierras altas del Cantábrico”, a finales del siglo XIX del modo que sigue: “La primera cosecha que se recoge es la de escanda...recurriendo a la ayuda unos vecinos de otros y formándose parejas llevan una cesta grande hecha de trozos de madera. Con dos varas (mesories) proceden a quitar las espigas y echarlas a la cesta, mientras pisan toda la paja que cae bajo sus pies. Cuando se ha recogido el grano, entran los hombres con unas hoces y cortan la paja, que se guarda en pilas para el invierno.”
Detrás de los recolectores iban muyeres y guajes, apelucando o pañando (recogiendo), aquellas espigas que quedaban atrás. La premisa necesaria por encima de cualquier condicionante es que el día para coyer estuviera soleado. Así serían más eficaces les mesories, desapareciendo gran parte de la humedad que almacenaban los granos y con ella haciendo valer una mayor conservación en su posterior almacenamiento.
Hay excepciones que confirman la regla, tal lo expone Alfonso Pinón: "Había xente que prefería segarlo a focete, porque no se acostumbraben a les mesories. O a lo mejor pa ellos era más fácil hacerlo así".
Aunque si hay algo que subraya la atención a las personas ajenas y advenedizas que se aproximan al mundo rural son los olores y sobre manera los ruidos característicos que a nosotros nos pasan casi inadvertidos. La rutina convierte lo excepcional en ordinario. En la recogida de la espiga con aquellas mesories iba acompañada de una musicalidad inconfundible. Tal era el golpeteo de los dos palos convirtiéndose en rústicas castañuelas que marcaban el ritmo a los sufridos campesinos.
El ilustre biólogo ruso Nicolai Ivanovich, al que hacíamos mención con anterioridad, incrementó sus sorpresa al comprobar que no se usaban hoces y guadañas para cosechar. Empleando los campesinos las rústicas mesorias: ""Durante mis viajes por cerca de 60 países ni una sola vez tuve la oportunidad de observar ese modo de cosechar. Sólo conozco un método similar, en las montañas de Georgia occidental, en Lechjumi, donde se descubrió un grupo importante de trigo endémico que incluye una especie particular genéticamente muy cercana a la escanda". La deducción es que el empleo de estos instrumentos no era común y que la coincidencia geográfica de su uso estaba distanciada por más de 5000 km.
Nuestro vecino Emilio Posada, respecto a este fundamental útil, expone: “Hasta hace poco tiempo teníamos en casa guardadas les últimes mesories que se usaron, pero estaban tan viejas y no en demasiado buen estado que decidimos tirarlas.”. Es sin lugar a dudas un final metafórico sujeto al de la propia escanda en nuestras tierras.
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Fuente: GEA. Recolectando escanda con mesories. Trabajo coral. |
Mayar.
"Yo sé que nada regresa, que nada
vuelve a nacer, que lo que estuvo
no está, que nada es lo que fue".
Aurelio González Ovies.
Acabado el proceso de secado de las espigas en el hórreo, o edificio bajo techo, eran mayadas con varas o manales, para romper y separar los granos. Los manales son un rústico artefacto compuesto por dos varas de diferentes dimensiones, unidas en uno de sus extremos por una badana de cuero.
Para su óptimo funcionamiento el mayador sujeta el palo más largo o pértigo (hecho de castaño o avellano), golpeando el montón de espigas depositadas en el suelo con el palo más corto o moca. Tratándose este último de una madera robusta y nudosa ( casi siempre de acebo). Para ver más detalles respecto a este ingenio, ver capítulo 28.
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Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Mayando con manales. Grupo numeroso de personas mayando en la era. |
Una práctica habitual para facilitar su suelta era calentar o chamuscar con fuego a las espigas. Previamente se debían de haber apartado las semillas seleccionadas para la siguiente cosecha.
Después solo quedaba esperar a un día lo suficiente ventoso y seco para iniciar la separación de las pajas y las semillas. Era lo que se denominaba ventearlo, ventarlo o aventarlo. Para mayor detalle recurrimos a la explicación de Benigna Anxelín: "No hacía falta mucho viento, pero si era importante que hubiera sol. Se colocaba una manta vieya en el suelo o un trapo grande y con un barreñón o caldero cargado de lo que se quería limpiar y por encima de la cabeza, se empezaba a echar poco a poco. El viento separaba lo que valía de lo que no". Advirtiendo en su exposición: " Se hacía todas las veces que hiciera falta, hasta que quedara limpio ".
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Aventando. Labor típicamente femenina. |
La memoria de Alfonso Pinón nos proporciona un uso antiquísimo y actualmente abandonado, para luchar contra la acción de aquellos animales: "Me acuerdo de ver de guaje como se mataba la cal con agua (4) y se dejaba secar. Después se echaba en el suelo y encima los granos de la erga". También Benigna Anxelín aporta otro popular recurso: "Para que no entrasen los papones se ponían rames de laurel en el suelo y encima de lo que se guardaba". Detallando: "Si se recogía en bolses de trapo, metíense hojes de laurel sueltes dentro".
Lo siguiente consistía en pisar y deshacer la cascara que cubría el grano y finalmente llevarla al molín para la obtención de la preciada fariña d'escanda. Algunos de los métodos caseros y habituales para separar aquellos elementos era a través de pisones. Emilio Posada describe uno de aquellos artefactos: " El pisón que teníamos en casa era un cuadrado de madera, con un mango. Se levantaba una cuarta y se dejaba caer sobre la erga. No hacía falta la fuerza, con el peso bastaba". Sospechamos que se trataba de algo parecido a los usados para machacar la manzana manualmente.
En algunos lugares existieron los llamados molinos de rabil. Aparato este similar al molino común. Podía ser movido sus rodamientos a través de la fuerza bruta de varios paisanos o por el contrario hidráulico. Para facilitar aquella labor se chamuscaban las semillas previamente. Había grupos de personas que disponían de este artefacto subido a un carro. Aquella portabilidad les permitía visitar pueblos y aldeas para moler la erga.
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Pisón o molino de rabil. En el se descascarillaba el grano de la erga, para llevarlo al molín. |
(3). El gorgojo ( Curculioni) es un coleóptero herbívoro, conocido como el picudo o papón de la fariña. Siente una predilección especial por los granos de los cereales.
(4). Mediante al aporte de agua a la cal viva , obtenemos el hidróxido de calcio, o cal apagada o "muerta". Debiéndose tomar precauciones, pues se produce una reacción química que alcanza grandes temperaturas y que es muy caustica.
Los diezmos.
"...Que' l tiempu
ye l'asesino de la memoria".
Berto García.
El Papa Gregorio IX, allá por el siglo XIII, dictó unas Decretales para "todas las naciones de la Orbe". Posteriormente reafirmadas tres siglos después, en el Concilio de Trento, con penas de excomunión , para aquellos incumplidores de los pagos o tributos a la Iglesia.
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Decretales de Gregorio IX. |
No obstante ya Alfonso X "El Sabio", en el año 1255, notificaba a "todos los concejos asturianos la obligación de pagar diezmos a la Iglesia". En sus Partidas (1ª.- Tº. XX) aclara lo que representa este impuesto: "Diezmo es la décima parte de todos los bienes que los homes ganasen derechamente".
Todavía en el siglo XVIII, estaban sujetos a este tributo especies como: Maíz, castañas, fabes, manzanas, nabos, hierba, arbeyos, alcacer,... y sobre todo la erga. Tendremos que llegar al año de 1836, para la desaparición del diezmo, con la Ley de Desamortización Eclesiástica, popularmente conocida como de Mendizábal. Si bien es cierto que hubo pequeños paréntesis históricos en los que se abolió este pago, pero por muy poco tiempo efectivo. Tal fue con la Constitución de Cádiz (1812) o el llamado Trienio Liberal (1820/1823).
Lo cierto es que el sacar rendimiento al esfuerzo ajeno, siempre ha sido muy del gusto de todo tipo de todo tipo de mandamases y gobiernos. Aunque algunos haciendo del abuso su estandarte tributario.
El pan de escanda.
“Para la leña, la de faya
y para pan, el de escanda”
Popular.
La harina resultante de la molienda de la erga fue muy apreciada por gran parte de la población, especialmente los habitantes de las áreas urbanas. Los argumentos aducidos para ese favoritismo, fueron entre otros que aquella fariña era especialmente blanca, más fina y sabrosa que la del trigo. A pesos iguales produce la escanda mucha más pan. Teniendo este una textura, miga y sabor que se mantenía perfectamente días después de su elaboración.
El alto rendimiento de aquellas semillas, fue una importante razón para desequilibrar la balanza . Sobre el peso bruto, se solía sacar un 55% de harinas y un 30% de salvado.
A principios del siglo pasado existían afamados hornos en el territorio astur para la elaboración del pan de fisga o escanda. Era tal su demanda que permanecían funcionando las 24 horas del día, sin descanso. Tal fueron los de La Camposa en Avilés o los de Siones y la Fitoria, en Oviedo.
Recogemos el testimonio del ingeniero agrónomo Manuel Gadea, quien expone: “La escanda es un trigo rústico...y su harina muy apreciada, da un pan sabroso y que se conserva más tiempo que el propio trigo común".
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Pan de escanda o erga. |
Algún tiempo atrás, más en concreto allá por el siglo XVIII, el primer director de la Real Academia de la Historia, D. Benito Pérez de Valdés, natural de Candás, sentenciaba aquellas propiedades y efectos positivos para las papilas gustativas: “Se hace de él nuestro hermoso pan de fisga, más blanco durador y suculento que el de otros cereales".
Estos son en definitiva los auténticos argumentos por los que este cereal se mantuvo durante miles de años en el calendario de plantación de nuestros antepasados. Quienes conscientes de sus carencias, vieron en la erga un aliado necesario para sobrevivir a sus miserias.
A la hora de elaborarlo, se mantenía la división de los roles y papeles sociales, según sexo. Esta evidencia se manifiesta en el saber popular, a través de este ripio: “A los homes llévalos el diañu arando, y a les muyeres les lleva arroxando (5)”. No hace falta dar más pistas sobre quien elaboraba ese (y cualquier otro) delicioso pan.
(5). Arroxar es la acción de calentar el forno con leña, para que adquiera la temperatura ideal para hornear.
Conclusiones.
Algunos de los sufridos lectores, creerán con toda justicia que pueda llegar a ser excesivo un capítulo tan largo para recordar el cultivo de la escanda. Que tal vez se pudiera despachar en unos pocos párrafos. Entendemos que en Antromero representó históricamente una importante llabor para esquivar los bajos golpes con los que te sacude el destino. Este laboreo, ya extinto, marcó un rastro difícil de olvidar. Aquellos vestigios son reconocidos en nuestra toponimia, como lo recuerda uno de los valles más fértiles y extensos del pueblo, la Bayuerga.
El nombre de este lugar procede del asturiano: Bayura, significa abundancia y erga es el cereal que hemos reconocido. Por lo tanto podríamos hablar de abundancia de escanda. Apuntando todo ello una importante producción de la misma en pasadas épocas.
En cualquier caso, y sin la pretensión de justificar la extensión de este escrito, podemos asegurar que todo aquel proceso tradicional de cultivar; cuchar; semar; sallar; recoger; almacenar y si llegara el caso hornear, no nos debiera dejar indiferentes para mantener la memoria viva de los nuestros. Tratándose todo en su conjunto de un auténtico tesoro etnográfico, que al menos nosotros no estamos dispuestos a olvidar.
Finalmente, para resumir todo aquel denodado esfuerzo y la esperanza de llevar a buen puerto los miedos y duros meses de trabajo, quedan manifiestamente expuestos en este fragmento del poeta realista del siglo XVIII, Ventura Ruiz de Aguilera:
"A la tierra, en el grano
que desparrama,
el labrador confía
sus esperanzas.
Hasta verlas cumplidas
¡que de trabajo!
¡que de temores!".
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