Capítulo 29. El milagro de la tierra. Séptima parte. Maquines de tiro.

 




Fuente: María González Artime. Miembros de Casa Les Moranes
trabayando la tierra. Año 1974. 



Capítulo 29.


El milagro de la tierra. Séptima parte.




  Maquines de tiro.




Les primeres maquines de tiro.

 

 

 

“Les maquines quitaron mucho trabajo

en les caseríes...

pero lo cierto es que esto 

ye todo muy sujeto”.

Emilio Posada.

 

 

             Nuestra sociedad rural estuvo dominada desde tiempos antiquísimos por la pesca y las actividades agrarias. A partir de finales del siglo XIX y muy lentamente se irán introduciendo en estas últimas leves mejoras e innovaciones. Con ello se mejorarán con permiso de la climatología los rendimientos de las cosechas, pudiendo estar destinados algunos de los excedentes a la venta.

                Hasta prácticamente entonces todos los útiles con honrosas excepciones, necesarios para el cultivo de la tierra serán  los aperos de mano. Para una exposición objetiva de aquellos tiempos  recurrimos a la experiencia  de los ingleses  M. Ross y H. Stonehewer Cooper, quienes  hacen un viaje por el norte de España a finales del siglo XIX. Durante el mismo y en Asturias se sorprenden del retraso endémico existente en esta tierra con las técnicas agrícolas. Manifestándolo del modo que sigue en su cuaderno de bitácora, "Las Tierras Altas del Cantábrico": " El cultivo de la tierra se hace según se venía haciéndolo desde hace siglos. Es inútil tratar de convencerles que roten las cosechas o de que usen otros métodos de cultivo. Así como lo hacían sus padres, así es como ellos lo hacen, ¡Y contentos que están!". Se muestran desconcertados por el tamaño de los cultivos: "La tierra está dividida hasta el infinito, así que no hay posibilidad de introducir mejoras extensivas ni de ver sus efectos". Siendo el colofón de su pasmo , algunos útiles usados: "Los carros usados por los asturianos son similares a los de los romanos , de ello hace más de veinte siglos. Remueven la tierra con un pequeño arado de madera con punta de hierro, el cual es tirado con pareja de bueyes". Reseñando el procedimiento de su uso y rendimiento: " El hombre sostiene el arado mientras la mujer va por delante con una vara para guiar los animales: Se ara hasta una profundidad de seis a nueve pulgadas (1)".

            Son estas maquinas las movidas por animales, previas a la actual motorización, pero siempre bajo la dirección y atenta mirada del paisano, las que forman parte de la evolución, la transformación de la experiencia en pragmatismo vital.

          Estes maquines de tiro tendrán la facultad de desarrollar tareas y funciones imposibles por los llabradores con sus manos. Sin ellas, los humanos difícilmente podrían cultivar la tierra para una producción sistemática y trabajar determinadas especies para que tuvieran un mínimo de rentabilidad.

            La tierra, como juez y parte, será quien imponga las formas de laboreo. Sus accesos o nivel de inclinación impedirá el uso de maquinaria. En otras ocasiones la nula capacidad económica de los labradores evitará la posibilidad de uso de las mismas.

            Desde la aparición por nuestras tierras  del viejo arado de madera (llabiego) o las gradias, hasta la llegada de las semadoras (sembradoras) o salladoras transcurrirá mucho tiempo. Todas las operaciones desarrolladas en les tierres hasta bien entrado el siglo XIX se harán a mano o con preseos de brazo. Con la salvedad de arar muy rústicamente o gradiar.

            Debido a ello y ante la carencia de mecanización alguna, el trabajo de la tierra era agotador. Aparece, tal y como vimos la figura de la andecha. La colaboración vecinal para aliviar la inversión de tiempo y esfuerzo. Representó en muchos casos una forma de reforzar amistades y relaciones sociales, en alguna de estas llabores surgieron cortejos que acabaron en matrimonio.

            Si tuviéramos que resumir en pocas palabras, lo que era aquella actividad desarrollada en la agricultura tradicional, diríamos que se basaba en la mayor parte de las ocasiones en las capacidades físicas de los miembros de aquella unidad de producción. El resultado de todo ello era un rendimiento escaso, que difícilmente cubría las necesidades . Tan solo el paso del tiempo y la mejora que representó la aparición de les maquines de tiro supuso el empuje necesario para aliviar aquellas carencias.

           En algunas caserías o casas del pueblo y dado el condicionante económico , será algún miembro de la casa familiar quien elabore los aperos. Así lo recuerda Alfonso Pinón: "Mi hermano Clemente, tenía unas manos de plata. Trabajaba muy bien en todo lo que se ponía. Hizo aprovechando madera que estaba tirada maquines pa trabajar la tierra. Era la única manera de llegar a elles, porque eren muy cares". Básicamente los materiales empleados para ello eran la madera y el fierro.

       Esta serie de instrumentos de trabajo son el complemento perfecto con los empleados en la siembra, en los cuidados dedicados a las plantas para facilitar su crecimiento, y en la siega o la recolección. 

            La aparición de la industria circundante, el auge de una sociedad más industrial va a ser el principal motivo de la decadencia de la vida campesina. Este inevitable proceso evolutivo estará condicionado por la discontinuidad de ingresos durante los meses invernales. Aquella irregularidad económica, empujará al llabrador a buscar trabajo fuera del hasta entonces cerrado círculo familiar. Con ello la perdida manifiesta de su identidad original y el progresivo abandono de las tareas que fueron el motor económico rural. El paso del tiempo, exigencias administrativas y raquíticos rendimientos económicos impedirán el mantenimiento de la autarquía social, económica y cultural de la que hizo siempre gala el mundo del campo.

            Gran parte de los preseos y maquines quedarán paulatinamente abandonadas a su suerte, formando parte de un vistoso catalogo para los visitantes ajenos al mundo rural. Aunque a fecha de hoy en este proceso evolutivo se puede identificar situaciones intermedias: el complemento del trabajador a cuenta propia con el de contratación ajena.  




(1). La pulgada inglesa a la que se refieren los autores del texto, corresponde a 2,5 cm. Así se puede deducir que los surcos que detallaban tenían una profundidad que podía oscilar entre los 15 y los 22,5 cm. A todas luces insuficiente para un rendimiento óptimo de los productos sembrados.





Les maquines de tiro.



"Repartiendo el viento 

las hojas por el suelo...

reverdeciendo, produce otras 

al llegar la primavera".

Homero.




Accesorios imprescindibles.


                Antes de inmiscuirnos de lleno en este mundo de maquinas, que hoy sería catalogadas como básicas y que cambiaron ostensiblemente el trabajo y tareas de los esforzados trabajadores de la tierra, deberíamos recordar determinados complementos y accesorios. Aquellos que serían vitales e imprescindibles para el manejo y conducción de determinados artefactos, en combinación con la fuerza de las bestias.


La collera.


            Tal y como se puede deducir por su nombre, se trata de un collar. En este caso con coraza de madera, forrado en cuero y su relleno de paja para evitar mayor sufrimiento físico al animal. Era colocado al cuello de las caballerías para que pudieran tirar de las maquinas de labradío. Dependiendo del tamaño de los animales solía haber varias medidas. La forma de enganche era a través de sujeciones metálicas o hebillas. Se usaba como expresión característica para denotar las limitaciones intelectuales del afectado : "Tas como una collera".



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. La collera.




El sillín.



            Este accesorio es una especie de albarda pequeña forrada para evitar rozadura y daño a los animales. Su objetivo es el enganche de todo el correaje que va encima de la bestia. Imprescindible para el enganche del carro y otros preseos. Su diseño y uso es exclusivo para caballos, mulos y burros.

                Se sujetaba con una cincha o correa que pasaba por debajo de la barriga del animal, con ello se garantizaba la estabilidad del sillín. En algunas ocasiones y debido al desgaste de este se colocaba previamente una manta para evitar cualquier rozadura.



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Sillín. Se aprecia el correaje
necesario para el enganche de determinados objetos .


                                                            El balancín.


            Es un artilugio diseñado para el arrastre de objetos de las caballerías . Invento sencillo a la par que eficaz. Tratándose de una pieza de madera con una sujeción en medio y en los extremos dos ganchos metálicos, en donde se prenderán las herramientas que el llabrador estime.

            Dependiendo del animal de tiro, pudiera ser de diferente tamaño. El de los caballos siempre más grandes que el de los pollinos.



Balancín. Sencillo y eficaz.



                                                                La cabezada.


                Es el ronzal. Un conjunto de correajes de cuero para la cabeza de los animales. Su objetivo es tratar de minimizar sus instintos de libertad e iniciativa propia.
            
           Dependiendo de la agresividad de estos pudiera tener la cabezada en la parte destinada  a la boca una cadena para frenar sus ímpetus. Y por supuesto dependiendo del tamaño del cuadrúpedo variaba la talla de este ingenio.

         Usada expresiva y coloquialmente para recriminar cuando uno de los participantes en la discusión pierde los papeles: "Tas pa ponete una cabezada".



Cabezada de cuero, pa burro.




                                                    Cesto, bozal o bozo. 



            Bozal hecho de alambre entretejido o en su defecto con red de ese mismo material. Su uso era indicado en aquellas cabalgaduras rebeldes o bien que se despistaban a la hora de cumplir ordenes. Con ello se evitaba que comieran a destiempo, entreteniéndose en ello.
    
             Benigna Anxelín detalla su experiencia: "En casa teníamos un burro que era muy malo. Debió de morder a todos los de la familía, menos a mi pa, porque debía de tenerle miedo. Poníamos un bozal de alambre y así y todo revolvíase". Valorando como la única solución la venta: "Así que un lunes arrancamos mi madre y yo  con él pa Avilés. Apareció un paisano y dijo que lo quería . Lo cogió por los agujeros de la nariz para comprobar la dentadura y nos pusimos a temblar por si lo mordía. Pues no hizo nada. Cogímos les perres y a correr, sin mirar pa atrás". 

            Algunos historiadores e investigadores lo citan como instrumento básico en la definitiva domesticación de los burros, de ello hace más de 4000 años.

    

Bozal para cuadrúpedos.


                                                               Barriguera.



            Correa de sujeción del carro al animal de tiro. Muy empleada en los populares carros de burro. Para su plena eficacia se pasaba por debajo de la barriga de la caballería y cada extremo iba sujeto a las varas del carro.


Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Carro con caballo.
Con flecha se indica la correa denominada barriguera.




                                                         El xugo o yugo.



          El origen del término "yugo" proviene con toda seguridad de una de las lenguas más antiguas de las que se tiene registro, el sánscrito. Emana del término "yug", que significa unión. Esta palabra, posteriormente fue incorporada al latín , constituyendo el vocablo "iugulus" o "iugum". Cuya acepción genérica podría ser "palo de unir".

          El yugo junto con  el haz de flechas forman una pieza heráldica, que se remonta a los Reyes Católicos, Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla. El paso del tiempo ha sido testigo de su adaptación a otros usos partidistas y propagandísticos.

       Tras esta breve reseña histórica podríamos describir al xugo, como pieza de madera donde la pareja de bueyes o vacas se unían por la cabeza, para aprovechar toda su potencia al unísono.

         Este artefacto era de madera, casi siempre de fresno. Al tratarse de un árbol de dureza demostrada, además de poco peso. En esta pieza es donde la pareja de animales seleccionados se juntaban por la cabeza. Siendo sujeto a los cuernos por una correa de cuero llamada cornal. Esta acción es lo que se llamaba el xoncer.




Fuente: Homenaxe al campo
asturiano. Los cornales. Cinchas 
de cuero para sujetar el xugo
a los animales.


            Está elaborado con dos arcos semicirculares , que reciben el nombre de gamellas o camesones y  es donde se acoplan los animales de tiro. Los picos entrantes y salientes están diseñados para pasar a través de ellos las correas de sujeción, recibiendo el nombre de canyuelos o cañuelos.



Partes del xugo.


                   Era la piedra angular para desarrollar los trabajos de tiro con los animales. Tal lo recuerda Alfonso Pinón: "Gracies al yugo podíes xoncer la pareja vaques o gües (bueyes) . Y enganchar el carro, el llabiego, la semadora, la gradía, lo que ficiera falta. Todos los aparatos".

                La unión del yugo a los preseos se hacía a través de unas correas muy fuertes de cuero, llamadas sobeo. Para evitar su peligrosa rotura, debía de estar siempre perfectamente engrasado. Con este amarre se ataba al xugo a la pértiga del carro o  del resto de las maquinas de tiro.



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. El sobeo, 
tira de cuero siempre engrasado para fijar las
máquinas de tiro al xugo.


                Para su plena eficacia y evitar daños a los animales, era necesario el complemento de una serie de accesorios. Pudiendo señalar como básicos y fundamentales, los que siguen:

                - Las mullidas. Son una especie de almohadillas que se colocan en la cabeza para que la dureza de madera del yugo no les haga herida. De aquellas colgaban unas tiras finas de cuero, llamadas mosqueres. El objetivo de estas no era otro que evitar la acción de las molestas moscas sobre los ojos del sufrido animal. También se podía añadir una especie de melena que cubría la cabeza de los animales para  protegerla de la lluvia y el sol.



Fuente (MdPA). Krüger (1914). Mullidas, mosqueres y melena
en los animales xuncidos.



                    Respecto a este complemento, Emilio Posada señala: "En algunes caseríes había mullides que llamaben la atención. Era un trabajo de artesanos buenísimo. Ahora se pueden ver algunas de ellas en competiciones de deportes asturianos o en alguna feria de ganao".

            
 
Fuente: Emilio Posada. Pareja de vaques xuncides. Se aprecia  les
mullides y su característica melena. Años 40


.
Mullides. Se distinguen las tiras finas de cuero o mosqueres. Para evitar las
molestias ocasionadas por las moscas a los ojos de los animales.


Rollo, rondio, arcoxio. 


                Pieza en forma circular hecha de madera y fierro. Su objetivo no es otro que la fijación de cualquier preseo de llabranza a la pareja de animales xoncidos. Para ello el rondio se colgaba del xugo, metiéndose por este artefacto la pértiga de la máquina de tiro, fijándose con un pasador para evitar que se soltara.


Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Rollo o rondio.



Detalle de como se fija la pértiga o mástil de la máquina y el rondio, 
a través del pasador o clavixón.


Carrín de mano. 


           Artilugio de tracción animal-humana. Representó un verdadero alivio para el esfuerzo cotidiano de les muyeres de este pueblo. Su estructura básica y funcional: un mango o asa semicircular para manejar su dirección, pequeña caja para los acopios y unas ruedas aprovechadas de otros usos.

           Absolutamente imprescindible para transportar los excedentes de producción agro-ganadera a las plazas de abastos próximas, para su comercialización.

    También un verdadero rompedero de cabeza para los sufridos conductores de vehículos, especialmente los ALSA . Alguno de aquellos maldecía este ingenio cuando en las estrecheces de la sinuosa carretera, tenía que adelantar a los carros de mano .  Sus usuarias circulaban por  el Llagarón o  les Teyeres, pareadas, inconscientes del perjuicio que representaba su tránsito vial al resto de los usuarios. Bernarda Mori, reseña lo que supuso el uso de aquel invento: "Para les mujeres que iban sobre todo a la plaza fue lo mejor. Ya no se llevaba en la cabeza o colgando de las manos lo que se vendía. Lo llevaban en el carrín y solo tenían que empujarlo".

            Dependiendo de su estructura y sobre todo de la fortaleza de sus ruedas, era un socorrido recurso para mover de un lado a otro pequeños objetos o volúmenes. 


Fuente: Emilio Rodríguez Artime. Josefa Anxelín
con el carrín de mano y la pradera al hombro.
En busca de una carga de yerba. Año 1977. 


Los carros.


            Tratar de precisar el origen de los carros es tarea ardua e infructuosa. En algunos restos arqueológicos de pueblos antiguos, tal fue el caso de los celtas, aparecieron carros tirados por caballos. Carromatos de cuatro ruedas fueron usados en la Europa de la Edad de Bronce (1800 años a. de C.)

                Los carros de bueyes, antecesores de los que aun se pueden ver por algunos pueblos de nuestra comunidad, se empezaron a usar durante el cuarto milenio antes de Cristos. Se trataban de artefactos muy recios y pesados estructuralmente, seguramente así diseñados para transportar por  duras difíciles  superficies. Se han encontrado restos de estos en Mohenjo , Harappa  y Chanhudaro  en Pakistán.


De burro.


            En lo que a nosotros respecta y entrados en el siglo XX, el carro, al que vamos hacer referencia en Antromero tenía dos divisiones: de burro o de vaques. En la década de los 60 y 70 en este pueblo, había un considerable parque de carros de burros, con su correspondiente matrícula del Ayuntamiento de Gozón. Junto a un accesorio elemental e imprescindible, una vara de avellano, (en el mejor de los casos) pa afalar (avivar) al desdichado cuadrúpedo que tiraba de aquel ingenio. Nuestro vecino Pilo así lo testimonia: "En todes les cases de Antromero donde había una o dos vaquines, taba también un burro con el carro"


Fuente: Emilio el Lechugo. Carro de burro aparejado a su 
correspondiente acémila. Año 1969. Se puede observar a la 
derecha de la imagen el cuadrado blanco, que corresponde a
la matricula del vehículo.  En ella figuraba rotulado con letras 
negras: Ayuntamiento de Gozón y el número de la matrícula 
correspondiente.


                El carro del burro, tal y como aquí lo denominamos, fue más popular que el del país o de vaques. Determinante para aquella elección fue el tamaño y su mejor manejo, además del uso de un solo cuadrúpedo para su conducción y gobierno.

                Pueden ser de diferentes tamaños y modelos. Aunque el usado habitualmente por estos lares, con alguna excepción, fue aquel de ruedas de goma, con freno que se accionaba a rosca y dos largueros o varales, donde se ubicaba el sufrido animal. Además de otros accesorios comunes ya vistos con anterioridad. Significar la uniformidad los colores del mismo: azules las partes de madera y les de fierro rojo-marrón.



Algunas partes del carro de burro. Los tentemozos, eran los soportes 
para colocar el carro en posición horizontal, cuando no estaba el asno.
El collarón también se denomina cabezada.



De vaques.


                Este transporte de tracción alimentado por vacas o bueyes es la evolución del llamado carro chillón o del país, aunque más grande que este. La gran innovación está en que se incorporan al mismo mayores ruedas, para facilitar el movimiento en los exigentes terrenos por donde deambulaban. Les ruedes de madera estarán hechas con radios de madera y un aro de hierro protegerá toda su circunferencia exterior, para evitar el desgaste prematuro de la rueda por el rozamiento de esta con el suelo. 

                Su caja, de mayor capacidad que la de los burros. Tienen la posibilidad de desmontarse sus laterales (al igual que la del burro), además de poder colocar suplementos para ofertar mayor capacidad de carga. Estos se denominan rabera. El freno se hace con unos palos o galgas, que en contacto con las ruedas sirven de contención de la velocidad.




Fuente: Emilio Posada. Cargando panoyes (mazorcas) de maíz
al interior del carro de vaques. Se aprecia una mayor capacidad de carga
y las ruedas grandes y con radios de madera. 


            Recurrimos una vez más a la experiencia de Emilio Posada, quien pone los puntos sobre las íes respecto a este medio de transporte: "Tener antes una pareja de vaques o gües  con su carro, que respondieran sacábate de muchos apuros. Fueron muy importantes hasta que empezaron a aparecer los primero tractores. Era lo que había". Aunque si la empresa a ejecutar era voluminosa se solía recurrir a los profesionales: los carreteros. Nuestro anterior declarante recuerda la importancia de los mismos: "Los carreteros fueron necesarios pa llevar a los sitios les coseches y todo tipo de mercancía. Recuerdo de guaje como pasaben por la carretera cargados de remolacha pa llevar a les fábriques de azucar".



Carretero al paso por La Frontera. Años veinte.



            Los carreteros y sus habilidades para el transporte de mercancías fueron vitales para la economía de esta región, con tantas dificultades orográficas. En nuestro pueblo distinguiremos la figura del célebre Celesto Bolla, experto en estas lides.  

                   Recurrimos al conocimiento de su nieto Celestino Hevia, quien aporta y describe tiempos duros,   en esta deliciosa e impagable biografía de su abuelo:

            "Aunque era originario de el Regueral, Carreño, tras casarse con Generosa vivieron en Bocines, en lo que hoy conocemos como Salines. Allí  sacaron adelante a su prole de ocho hijos vivos y en aquella llosa delante de casa, Generosa trabayó lo que no está escrito. 

                   Con una  pareja de vaques de tiro, Celesto sacaba madera de los montes y lo llevaba a la sierra de Fermín, en el Regueral. En esta labor contaba con la ayuda de sus hijas Oliva y Pacita todavía en edad infantil, porque en la postguerra toda ayuda era poca.

                    Desahuciados a principios de los cuarenta, es cuando la familia de Celesto Bolla se traslada a Antromero, tras comprar la casa del padre de Suso Bernarda. En la actualidad Casa Bolla.

                Además de trabayar la tierra, Celesto carretaba con les vaques: la piedra pa la casa que estaba haciendo algún vecín, madera pa la sierra y sobre todo materiales pa la carretera de Luanco a Candás. El firme de la carretera original de aquella carretera fue carretado por Celesto. Incluso llegó a ir con les vaques al Musel. Años de postguerra muy duros, donde cualquier ayuda a la economía de subsistencia no se podía desperdiciar.

                En aquellos tiempos, tener una buena pareja de vaques prestigiaba a la casería y a la hora de cargar todos tenían en la cabeza el dicho que "el carro  tien que cargar a tenor de los gües", porque se consideraba un desprestigio tener que echar "una gavita", pa desembachar un carro. Además de Celesto Bolla, por la zona había buenes vaques de tiro en Casa Sampedrín y en Casa de Miguelito.

                El trabayo era muy duro y los pocos momentos de relajación Celesto los pasaba en La Frontera echando la partida y con la botella de vino cerca. "Muncho vino, que siempre había sede. Celesto que no era de vocabulario refinado, jugaba entre otros con el cura de la época y cuando perdía a les cartes lo primero que le venía a la cabeza era un cagamento , pero por respeto al cura exclamaba: "¡Tengo que aguantame!, ¡Tengo que aguantame!". Mientras se iba consumiendo.. Tal era la situación que al final el cura le decía: "Celesto no se aguante hombre, no se aguante". En un claro ejemplo de compadreo y amistad en unos tiempos muy difíciles".



Fuente: Celestino Hevia. Generosa y Celesto.


            Para finalizar, nada mejor que recordar unos populares versos de transmisión popular, que detallaban el denodado trajín de estos esforzados conductores:


"Soy carretero en Candás,

paso por Antromero.

Dexo los gües en Xixón

y voy a cortexar a Oviedo."

    

La gradia.


          Útil cuya estructura está elaborada de madera y en la que lleva incorporados unos pinchos de fierro (antiguamente de madera). En su parte delantera está dotada de unas cadenas para su enganche con los sacrificados animales y en la parte de atrás un cordel para que el paisano pueda moverla y corregir su trayectoria. Para su manejo es necesaria la colaboración de un animal de tiro, siendo su objetivo tapar los riegos (surcos), desfacer los terrones, eliminar aquellos bloques terrosos que pudieran dificulta la posterior siembra  y dejar la tierra suelta.



Gradia. Básica y funcional.


            Dependiendo de la dureza del terreno se podía poner encima de este primitivo ingenio un peso: piedra, guaje o paisano. Dotando de mayor eficacia a la maniobra.



Pareja xuncida  a la gradia. Una muyer encima del útil para generar
más peso, a la vez que mayor eficacia. Años veinte del siglo pasado.

            Era tal  la tosquedad de su uso que se usaba frecuentemente como la  comparación perfecta e idónea para poner en evidencia la escasa formación intelectual o torpeza del afectado. Así era una coletilla habitual de Rosario Rosa : "Quita p' allá que tas como una gradia”.



Rosario Rosa. Primera por la derecha.


La semadora.


                  Este es un útil mucho más sofisticado que el anterior y que persigue el objetivo de depositar las semillas y el grano en la tierra. Habitualmente usado para la siembra del maíz y les fabes. Su descripción era básicamente la de un cajón en el que se deposita el objeto de la siembra y que el propio movimiento de la máquina (arrastrada siempre por un animal de tiro) se encarga de posar en la tierra.

            Esta maquina es tirada, tal y como advertimos con anterioridad por caballo o burro.  En su arrastre  van cayendo los granos por la parte de atrás de una paleta que a su vez  va haciendo los surcos, que finalmente son tapados por la ancha rueda de atrás.

            En nuestro pueblo, como en tantos otros, les fabes y el maíz, se siembran a la par para ahorrar esfuerzos y trabajos, en una simbiosis muy agradecida por el campesino. Dado el poder trepador de las primeras, evitando su manchado que acarrearía una importante dificultad en su comercialización. Alfonso Pinón reseña el uso de este artefacto para determinadas simientes: "En casa semábamos sobre todo el maíz y les fabes con la semadora. Era un gran adelanto. Quitaba mucho trabayo, sobre todo pa les muyeres que eren les encargades de echar el grano al riego (surco)".



Fuente: María González Artime. Miembros de Casa Les Moranes
semando en el Naranxal. De izquierda a derecha: Cuca, Tito y Marcela.
Año 1974.

Fuente: Laudina Artime. Marcelino la Salada y Yolanda Rodríguez
junto al burro aparejado a una semadora. Año 1969.

            Debemos de puntualizar que la semadora se usaba casi siempre para el maíz. En algunas caserías eran reticentes a su uso para la siembra de les fabes. Siendo el alto valor añadido de estas alubias el motivo por  el que  eran semades a mano. Subrayando en esta conducta la soterrada desconfianza que el llabrador tenía en les maquines.

       Recogemos el estudio de Manuel Menéndez García en su interesante obra " El maíz y su terminología en Asturias", editado en 1953, quien estima que a partir de esa década cambian las tornas : "Desde hace algunos años va generalizándose el empleo de máquinas sembradoras (semadoras), excepto en las tierras que por su excesivo declive no admiten tal procedimiento: Cuando se siembra a máquina ya no se vuelve a dar más labores al suelo hasta el momento de escardar; que casi siempre se intercalan en los sembrados de maíz, se mezclan con este en el depósito de la sembradora a fin de sembrarlas al mismo tiempo".

            Así y para no aburrir en exceso exponemos de modo breve las partes del ingenio:

            -Fuchico o paleta.  Es la parte del ingenio que permite abrir la tierra y hacer el surco o riego, donde posteriormente se depositará la simiente.

           -Segas. Es la parte que va a tapar con la misma tierra antes apartada la abertura hecha por el fuchico.

                  -Ruedas.  Son dos para desplazarse y otra para tapar los granos.

                 -Disco del maíz. Distribuidor de las semillas.

                  -Dos aletas.  Para tapar la semilla o grano en el mismo cajón donde se depositan

                -Carabellos o charabellos. Son para colocar la cadena que activa el mecanismo que acciona las anteriores descripciones.

                    -Cadena. Activador de la semadora.



Semadora.

           

            Este artefacto que alivió y gestionó el trabayo de los nuestros, tiene origen en la Inglaterra de 1730 (fue inventada por el ingeniero Jethro Tull). Es el referente,  base de la revolución agraria  y  de su verdadera importancia  lo refleja la publicidad de la época que, como no podía ser de otro modo, alaba las bondades del artefacto: “ Realiza el trabajo de 70 personas, solo con la ayuda de 2 hombres”. Las imágenes de aquella sembradora, era muy similar a nuestra semadora, si acaso su gran diferencia residía en  el tamaño ya que  estaba diseñada para trabajar en las extensas campiñas de la isla.  

           Hay constancia de su uso en Asturias a finales del siglo XVII, siendo su verdadera eclosión durante el siglo XX. 

            Cuando los recursos son limitados y escasos, se valora especialmente las habilidades e ingenio de algún miembro de la unidad familiar para copiar estos adelantos técnicos. Tal lo recuerda Alfonso Pinón: “Mi hermano Constante hizo una semadora pa casa, la fabricó toda él, hasta les ruedes".  Describiendo este último proceso: “Eren de madera y cemento y para que aguantaran sin romper les forro con chapa de cinc".

            No nos aburriremos de recalcar que una vez más la necesidad agudiza el ingenio, destronando el popular refrán: “Treinta oficios, cuarenta miseries”.


La salladora.

 

             Curioso artefacto con varios dientes y con el objetivo de arrancar el morgazo, aquellas malas hierbas que acompañan a la cosecha. Es arrastrada por animal de tiro y sus partes son:

            -Seis dientes.  Encargados de hacer los surcos y  limpieza de las plantas indeseadas.

            -Dos abecas. Serán con los que se ajusta la profundidad con las que se entierran  los dientes en la tierra.

            -Manillar. Su misión es el regular el ancho de los surcos o riegos.

            -Rueda.  Va delante y facilita el paso del artefacto por la superficie terrosa. Es la referencia del paso de la máquina.



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Salladora regulable.


 El arado o arao.


           Este es sin lugar a dudas el invento estelar que revoluciono a la agricultura. Lo surcos generados en la tierra por este ingenio consiguieron dotar a los sufridos trabajadores de una mejor y más provechosa producción.  Sus orígenes hay que situarlos hace más de 5000 años en  los primitivos y arcaicos instrumentos de los asirios, basados en unas maderas punzantes. 

     Serán los romanos quienes mejorarán sus prestaciones dotándoles a las mismas con  cuchillas de fierro para romper la dureza de la tierra.  Transmitiendo   a los animales de tiro el dudoso honor para arrastrarlo, ya que hasta entonces este "privilegio" era otorgado a esclavos y reos.

       Con la Revolución Industrial se fabricará en Inglaterra el primer arado completamente de hierro y con él la producción en serie del mismo. Marcando con ello un punto de inflexión y un hito en hasta la manifiesta involución productiva.

            En la década de 1830 (algunos señalan 1837 más exactamente), el herrero estadounidense John Deere inventó la reja de los arados, de acero, dotándole de una dureza y eficacia desconocida hasta entonces.

            En lo que respecta a  Asturias han convivido,  diferentes tipos de arados “preindustriales”: arados de gancho, de cuchillo, llabiegos. Y en nuestro ámbito local tenemos que resaltar a este último, que sembró hasta no hace demasiado tiempo nuestras tierras. Como refresca en su memoria Alfonso Pinón: “ Había  llabiegos en todes les caseríes” .  Precisando sus fines en las tareas agrícolas: “Con el se solía semar el alcacer que con poca profundidad ya medra.”


Arando con el llabiego. Los miembros de la unidad familiar 
participan en la faena. Años veinte del pasado siglo.

            Lo cierto es que tendrán que pasar siglos desde la importación por parte de los romanos de estos primeros útiles para que se note una cierta mejoría y evolución de los mismos. Así lo manifestaba sorprendido por aquel retraso endémico y falta de eficiencia, el escritor inglés Joseph Townsend allá por el año 1786, en un viaje desarrollado por nuestras tierras: “Los arados son, sin excepción, los peores que he visto en mi vida , y posiblemente, los peores ideados que se puedan imaginar”. Precisando el motivo de su sorpresa: “Apenas pueden rascar el suelo y en consecuencia el resultado de la productividad es ridícula y miserable”.

             Los arados de doble vertedera, que representarán una notable evolución y mejora en nuestres tierres, aparecerán durante los felices años 20 del siglo pasado, aunque en Asturias se tuvo constancia de su presencia en los inicios de la anterior centuria. El motivo de esa tardanza no fue otro que el alto precio con el que se comercializaba aquel deseado objeto.

            La aparición de los mismos en nuestro pueblo, como en tantos otros, va a mejorar ostensiblemente calidad y producción, como lo asevera con sus palabras Emilio Posada: “ En la llosa de La Piedra a veces juntábense 4 o 5 araos (de varias caserías) en una andecha y preparábase la tierra como un tiro”.


Arado de doble vertedera.

            La importancia de este tipo de arado radica en que la acción del mismo en la tierra es que la voltea y con ello produce su aireación y oxigenación.  Tapa el morgazo (malas hierbas), transformándolo en abono y  mejorando las condiciones químicas del suelo.

            Para no entrar en más detalles farragosos, enumeramos las partes de este último modelo, seguramente el que más revolucionó las previsiones y provisiones de nuestros antepasados:


            - Planchas. Son las  partes que hacen girar la tierra.

            Punteras Parte de atrás.

            - Segas. Son  las partes parecidas a un cuchillo.

            - Raspaderas. Palas para raspar los terrones.

             - Manillar . Accesorio para regularlo en altura.

            Timón.  Es el tronco, la unión de todo. Giratorio.

            - Vertederas. Las que remueven  la tierra y están situadas en la parte de atrás.

            Veca. Para dar la vuelta al arado.

               - Tiro. Está en la parte delantera.

            -Zapata.  Su objetivo es que no se gasten los hierros de las ruedas.



Evolución histórica del arado.

            Aprovechamos los acertados versos de Blas de Otero, para comparar nuestra vida con la del arado, que al fin y a la postre no es otra que la de trabayar y trabayar:

“ Ya sabes

lo que hay que hacer en este mundo, andar

como un arado, andar entre la tierra.” .



Segadora de vaques.


            En el anterior capítulo hicimos una breve reseña de este artefacto. Sin grandes pretensiones detallaremos brevemente su funcionamiento. Se trata de una maquina hecha de hierro y su funcionamiento es activado por un mecanismo que va vinculado al movimiento de sus ruedas. Los animales que estaban xuncios  a ella, eran una pareja de vacas o bueyes. 

              Tenía un asiento desde donde el conductor dirigía las maniobras pertinentes. Su aparición y uso se remite a principios del siglo XX, limitado a praos grandes y llanos. Tal lo recuerda Emilio Posada: "Estes segadores quitaron mucho trabajo, pero solo se podían usar en praos lisos o con poca cuesta. Si estaban inclinaos, era imposible, además de peligroso". Haciendo gala de una envidiable memoria, precisa: "La que teníamos en casa era de la marca Ajuria, fabricada en Bilbao".

            La aparición de las segadoras motorizadas sumió en el progresivo abandono de este invento.



Segadora de vacas. Enganchada para su uso.


            La albarda.


                Este es un aparejo destinado en exclusiva para los animales de carga. Se trata de un par de almohadillas rellenas de paja, que se colocan encima de la grupa, sujetándose al vientre del animal con una cincha. Su objetivo no es otro que al poner el cargamento se evite el daño.



Albarda con su cincha de sujeción.



                A raíz de estos accesorios , nacieron oficios  para su necesario  mantenimiento. Gente que recorría las zonas rurales con la intención de reparar y solventar desaguisados, roturas varias en aquellos. Así lo recuerda Luis Servando: " En el año 1973, estando en un bacaladero portugués, el enfermero era conocido como el hijo de Alcides "el Albardero".  Su padre se dedicaba a ir por las aldeas portuguesas  y salamanquinas reparando todo aquel material forrado en cuero, necesario para el trabajo de tiro de las máquinas". Es evidente que tras las declaraciones de nuestro vecino, no siempre se podían solventar los desaguisados generados a los accesorios de aquella actividad rural. En otras ocasiones se tenía que recurrir a las manos expertas de un profesional. Siendo casi siempre aquellos oriundos de tierras castellanas.

Les parigüeles.


                Las parihuelas son un artilugio hecho de madera, que se coloca sobre las albardas de la caballería para llevar cargas de leña, paja, el segao, etc. Esta articulado con unas bisagras para abrirlas y poder regularlas sobre el llombo del animal.

 


Fuente: Emilio el Lechugo. De izquierda a derecha:
Jose, Yolanda y Fernando. Subidos a un burro con 
parihuelas. Año 1964.



Dibujo de unes parugüeles.



Fuente: Mercedes López. Burro con parigüeles
en la playa de San Pedro.







Reparación, construcción  de carros y aperos.



               Tal y como se expuso, el acceso a las innovaciones  en forma de maquinas era en muchos casos una cuestión baladí.  Llegar a la posibilidad de adquisición, representaba un gran esfuerzo económico, solventado en muchas ocasiones con los ingresos ajenos a la casería y proporcionados por el empleo de algún miembro de aquella.

                  Atendiendo a una creciente demanda, surgen los herreros capaces de hacer y reparar preseos de todo tipo, junto a máquinas y carros. En nuestra área de influencia, destacaremos a los de la Casa de Juan de Pedro, a la entrada de Valparaiso.  Recurrimos a la envidiable memoria de María del Rosario Muñiz, quien detalla esta información: "Con la necesidad de hace carros, aperos agrícolas o las reparaciones, aparecen los artesanos que trabajan en ello. Así en Valparaiso en Casa de Juan de Pedro igual hubo tres o cuatro generaciones que se dedicaron a ello. Allí se hicieron muchos carros".

                Alfonso Pinón señala que en su pre-adolescencia los sufridos teyeros  (cap. 21) ya iban a reparar y hacer herramientas a este taller: " Cuando rompía algún aparato o había que hacer pales, rayones, ibán a Casa de Juan de Pedro".

                Luis Servando Peláez nos precisa: "Eran varios hermanos, que aparte de atender la casería propia, trabajaban en hacer cosas de hierro y madera". Uno de aquellos se va instalar en Candás, en el barrio de San Antonio, tal lo declara nuestra vecina María del Rosario: "Pedro puso en Candás su taller y después de él siguió con la actividad su hijo, que tenía el mismo nombre que su padre. Mientras en Valparaiso hacían carros grandes, de vacas, en Candás se especializaran en los de mano. Un gran invento para las mujeres de las aldeas en aquella época".

             Otro hermano de aquella unidad familiar, pioneros en determinadas actividades manufactureras, se va instalar en Bocines. Recurrimos a el apoyo de Luis Servando para conciliar nuestra desmemoria: "Juan el de Pedro instalará su taller en Bocines. Con ello se pone punto y final al origen de aquella actividad en Valparaiso. Aquí hará muchos carros, pero pequeños". Aprovechando su retentiva, manifiesta la elaboración de un útil que trasciende las actividades terrestres: " Pedro, ya en Candás tenía mucha demanda de puertas para los barcos de arrastre. Tratándose de una parte muy importante para los aparejos de estos barcos".

            El paso del tiempo nuevamente marcará el destino de muchas actividades, y en este caso no hay excepción. Reinventarse o morir. 



Valparaiso. Lugar donde se encontraba Casa de Juan de Pedro.
Actualmente está Carrocerías Sirgo.



Conclusiones.


         Respecto a estos artilugios no automatizados podemos afirmar sin temor a equivocarnos que representaron en el ámbito rural la auténtica revolución agrícola.  Mucho mayor aun que la presencia posterior de tractores y otras maquinas, por las mejoras productivas y reducción de esfuerzos logradas con los mismos. Tampoco debiéramos olvidar que todo ello se desarrolló de un modo lento, pausado y en muchas ocasiones con las reticencias y negativas de los patriarcas de las caserías.  Incapaces de adaptarse a las nuevas exigencias que los tiempos reclaman, sujetos a tradiciones enraizadas con sentimientos inexplicables. Así nos lo recuerda Eloy Gómez Pellón: “En el ámbito social los cambios son lentos, en el ámbito ideológico se oponen sencillamente a los cambios.”

            Así durante muchos años se dio la perfecta conjunción del apego a las costumbres y la escasez de medios económicos y con ello la aparición de un inmovilismo característico. Tal y como expusimos al inicio de este capítulo manifestado en expresiones tan recurridas como: “Así se fizo toda la vida, entós tara bien fecho”, o la probatoria:“¿Que me quies decir que mi pa y mi güelu no sabien facer bien les coses?”. Sentencias todas ellas transmitidas e inalterables a lo largo del tiempo, tal vez demasiado tiempo.

            Por lo que las novedades e innovaciones no siempre fueron bien acogidas y despertaron en muchos casos ciertos desasosiegos, que tan solo el paso del tiempo se encargo de disipar. Tal y como veremos posteriormente con la introducción en nuestras tierras de determinados cultivos.



 

 




 








No hay comentarios:

Publicar un comentario

los comentarios son libres y todos serán públicos

Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.