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Cartilla de racionamiento. |
Capítulo 38.
El Fielato, las cartillas de
racionamiento
y el estraperlo.
Introducción.
"Lo más maravilloso de la historia es la paciencia
con que hombres y mujeres se someten
a las cargas innecesarias con que
sus gobiernos los abruman".
William Borah.
La humanidad y su desarrollo siempre estuvo sujeta a una serie de condicionantes, aquellos que la naturaleza imponía y los aplicados por sus congéneres. En este estadio, nada es casual y todo está orientado a un mayor o menor control por parte de los que encabezan la pirámide de mando.
Desde tiempos inmemoriales nuestros antepasados han tenido que tributar, aportar y pagar lo previamente acordado por las clases dominantes. Han sido tantos los abusos y tropelías causadas en aquellos desmanes, que a veces cuesta entender como hemos podido llegar hasta aquí sin habernos autodestruido antes.
Los argumentos y excusas usados en tal empeño fueron largas y variadas: en el nombre de la salubridad pública colectiva, del Dios todopoderoso, del bienestar común se ha mancillado, arruinado, saqueado y vilipendiado el desarrollo social. Y los grandes perjudicados, como siempre, han sido los que menos han tenido, los pobres de solemnidad.
Nos vamos adentrar en este capítulo en unos tributos y controles impuestos, que ya empiezan a escurrirse en nuestra maltrecha memoria colectiva. Recorramos de puntillas la crónica de otros tiempos no tan lejanos, transición inequívoca de dos mundos, aquel mundo de los Fielatos, cartillas de racionamiento y el estraperlo que dominaron la economía de este país durante la postguerra.
Breve introducción histórica.
"Una nación que intenta prosperar
a base de impuestos, es como un hombre
con los píes en un cubo y que intenta
levantarse tirando del asa".
Winston Churchill.
Originalmente los Fielatos fueron un instrumento de captación de dinero, a través de impuestos, creados por el monarca Felipe II. Será la capital, Madrid, la primera población en sufrir el mismo durante el año 1561. Las mercancías que se introducían en la ciudad debían pagar una pequeña cantidad monetaria con el objetivo de cubrir obras de mejora en la Villa y Corte.
Para ilustrar este tipo de imposiciones en nuestra área de influencia, recogemos la imposición de una sisa (impuesto especial sobre el consumo, compra-venta de determinadas mercancías) por parte de Felipe II en el año 1581 en Avilés, para la reparación de puentes por donde pasaban tratantes y sus ganados, algunos de los cuales procedían del concejo de Gozón. No satisfecho con aquella medida, la amplía a los productos vivos o muertos destinados a la alimentación, descargados en el puerto de aquella villa, tales fueron aceite, carne, pan, animales, pan...etc. El objetivo no era otro que conseguir los 6500 maravedíes que costaba la construcción del acceso al barrio de Sabugo .
A principios del siglo XVII (1614), los sufridos pescadores de estas costas no salieron indemnes de estas sisas. Así las capturas de especies tales como sardinas, chicharrón, congrio, besugos fueron objeto de aquellos pagos en los puertos de Candás, todos los atraques del concejo de Gozón, Tazones, Villaviciosa, Lastres, Ribadesella, Avilés, Canero, Pravia, Cudillero, Cadavedo y Luarca.
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Fuente: Marino Busto. Copia del documento donde se especifican las sisas por las capturas de pescado. También se detalla los cargos añadidos por demora en los plazos de pago. |
El austria Felipe IV, extenderá a toda la península aquel tributo para costear las guerras con otros países europeos y así tratar de recaudar fondos para una nación en completa bancarrota. Durante el siglo XVII, el Estado cederá a los concejos el cobro de estos impuestos para que formen parte de los ingresos de las arcas municipales, constituyendo gran alivio económico. Así en cada municipio había un listado de todos los productos que estaban obligados a pagar y entre ellos no figuraba cargas de leña o las legumbres usadas como semilla, vitales para la supervivencia de muchas familias.
Este hecho nos reaviva en la memoria un atinado aforismo mozambiqueño, que no deja lugar a dudas: "Los pobres son los primeros que matan en la guerra y en la paz son los primeros en morir por la necesidad". Los fracasos de los gobernantes derivan en la miseria de sus súbditos.
Ya durante el siglo XVIII, El Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), elaborado en nuestra parroquia, recoge los pagos y tributos respecto a algunos animales domésticos, criados en cuadra: " En la parroquia de San Martín de Bocines, hijuela de Sta. María de Piedeloro, se contribuya con otros derechos de diezmo (1) de esta manera, cada potro, potra, ternero o ternera se pagan cuatro maravedíes; de cada cordero, cabrito o mamón, dos maravedíes".
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Página original del Catastro del Marqués de la Ensenada (1753), respecto a los tributos ganaderos, en nuestra parroquia. |
Este tipo impositivo durante el siglo XIX y motivado por las continuas protestas sociales fue suprimido en tres ocasiones y en tantas resurgiría con más fuerza si cabe. Los ingresos derivados de sus cobros resultaban vitales para las arcas públicas.
Históricamente, todo el consumo de bienes estará penalizado con sus correspondientes tributos, de una manera u otra, para complementar fondos destinados en la mayoría de las ocasiones a financiar obras de carácter público y cubrir económicamente algún que otro desmán administrativo. Algo que pese a no ser necesario recordar, se mantiene hasta nuestras fechas.
(1). El diezmo fue un impuesto habitual durante la Edad Media y que se extendió hasta el siglo XVIII. Es la décima parte de algo que se paga como contribución a la Iglesia, o bien como impuesto obligatorio al gobierno.
El Fielato.
"Después de tanto luchar
por la vida.
¿Qué te queda?
Miseria compartida.
Xuan Ortiz.
Aquellas sisas exigidas a lo largo de la historia, se convertirán definitivamente durante el siglo XX ( ya era así reconocido en muchos lugares a finales del siglo XIX) en lo que denominaría Fielato. En 1912, durante el gobierno de Canalejas se pondrá fin a los llamados impuestos de Consumo, sustituyéndolos por este. Se mantiene el espíritu recaudador, modificándose las formas.
Tratándose aquel de una tasa de puertas, para aquellos productos que o bien en la entrada o salida de pueblo, villa o ciudad estuvieran recogidos en el listado de los géneros obligados a tributar. Siendo inicialmente estos: carnes, vino, cerveza, sidra, legumbres, harinas, pescados, conservas, sal, jabones, carbón, aceite y granos destinados al consumo. Aunque conviene detallar que en poblaciones superiores a 30.000 habitantes había que añadir los que siguen: aves, nieve, hielo, cera, huevos, leche, queso, manteca, paja, leña y hierba para el forraje animal.
Nos sentimos obligados en cualquier caso el recordar un antecedente histórico en la aplicación de estos arbitrios durante el siglo XVIII, siendo Ministro de Hacienda, Diego María de Gardoqui, llamándoles "derechos de puertas", pero con irregulares resultados. Se tomará inicialmente esta idea para mejorarla y adaptarla 150 años después.
Tal y como pudiera sospecharse en algunos sitios su aplicación fue abusiva, sin importar el estado de necesidad de la población. El argumento esgrimido por aquellas autoridades fue la defensa de su aplicación por un interés meramente sanitario. Aplicándose este arbitrio como control de calidad sobre determinados alimentos y así repercutir positivamente en la salud de sus habitantes. Una perfecta excusa para ocultar el espíritu de aquella legislación, que no era otro que el meramente recaudatorio.
Para evitar y contener las arbitrariedades y excesos de las administraciones menores e incluso de la gestión de estos impuestos, en muchas ocasiones en manos privadas, (al subastar el municipio la diligencia del mismo) se va a regular por ley su desarrollo. Así surge la Ley Municipal de octubre de 1877, quien es su artículo 139 con referencia al impuesto de consumos, establece: " Que las tarifas no excederían en ningún caso del 25 % del precio medio del articulo en la localidad respectiva según su clase". Tomando siempre como precio el de origen o proveedor, para evitar dentro de lo posible los desmanes a los que sometían a comerciantes y consumidores.
Lo cierto, es que esta imposición tributaria estuvo llena de innumerables altercados públicos y muertes a lo largo del territorio de la piel de toro. Para ilustrar estos hechos tan solo recordar que en el nefasto año de 1898 las vendedoras ambulantes de pescados y mariscos en Gijón hacen un motín para evitar el pago de aquel tributo, el Fielato. Tratando de evitar males mayores las entonces autoridades declararán en esa ciudad el estado de sitio, siendo tomada esta y durante varios días por las fuerzas del orden público y ejercito.
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Recorte de El Comercio, donde se recoge el motín desarrollado por las vendedoras de pescado, frente a los vigilantes del fielato. |
El nombre de Fielato, deriva de fiel , peso o balanza, de aquellos útiles que se usaban en el pesaje durante el desarrollo de su trabajo. En el "Diccionario de la Administración Española" de Marcelo Martínez Alcubilla, publicado en su primera edición en el año 1886, recoge una serie de artículos para el buen funcionamiento de aquellos:
-Art. 37. Los Fielatos serán abiertos a la salida del sol y cerrados a la puesta de la misma.
-Art. 41. Los Fielatos reconocerán y adeudarán las especies que concurran a ellos al tiempo de entrar y salir de los mismos.
Los encargados para ejercer aquellos trabajos eran personas de plena confianza de las autoridades y ayuntamientos. Debería cuando menos primar su honestidad y neutralidad a la hora de ejercer su trabajo. Controlando pesos y medidas en aquellos lugares donde se comerciara con productos de consumo. Aunque en muchas más ocasiones de las debidas hubiera varas de diferentes medidas, romanas que pesaban menos de lo que debieran y litros de novecientos centilitros.
En algunas parroquias la inspección de consumos no era fija, se hacía en ronda aleatoria e itinerante. Con el objetivo de sorprender a quienes trataban de evitar el paso por aquellos controles fijos.
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Recibo de Fielato, a través de la Administración de Consumo, con fecha de 31 de diciembre de 1911. Llama la atención la firma del responsable que ya atiende como Fiel (Fielato). |
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Fuente: Benigna Anxelín. Recibo de Fielato a nombre de nuestro vecino José González Arenes, por importe de 6 pesetas, con fecha de 6 de diciembre de 1905. |
Este tipo de tasa quedaría en desuso en el bienio 1964/65, con la eliminación del impopular Impuesto de Consumos. Aunque la primera intención para derogarlo surge con la Ley de Bases de Régimen Local de 17 de julio de 1945, quien busca en su promulgación : " La transformación necesaria de hacer desaparecer las líneas fiscales y los fielatos impopulares y anacrónicos...". Aunque realmente la desaparición de estos Fielatos fue por los elevados costes de los mismos, tal lo recoge el desarrollo de esa ley: " Creemos que es posible organizar un sistema con comerciantes, industriales y productores que asegure el núcleo básico de la recaudación, sistema que será mucho más barato que el actual...". Con esta iniciativa se abre las puertas al actual sistema impositivo y se pone el punto y final a una tasa que marcó la dinámica económica de nuestros antepasados.
Serían las razones meramente crematísticas las que llevarían a tomar aquella decisión. Aquel mantenimiento de instalaciones junto con el gran número de personal necesario para dotarlas de una mínima eficacia, obligará a las instituciones a buscar una evolución más racional y económica, acorde con los tiempos que corren. Así el cálculo estimativo de ahorro con el nuevo sistema proyectado y según las estimaciones estatales, va generar un ahorro de más de 468 millones de pesetas del año 1945. Cantidad ciertamente muy respetable.
Emilio Posada , satisface nuestra curiosidad en la regulación administrativa de ciertas actividades en la casería y su vinculación con los Fielatos: "Cuando matabas un gocho, tenías que llamar a los del Fielato, que venían con la romana y a tenor de lo que pesaba, pagabas la tasa correspondiente". Alfonso Pinón reseña la visita de los inspectores por domicilio: " Venían por las casas para controlar no solo el ganado, vacas y cerdos especialmente. También la cantidad de piensos". Estas declaraciones y la actuación de aquellos vigilantes, están amparadas en un decreto de 8 de agosto de 1867. Generalizándose con ese texto legal, el sistema de tributación por las carnes en el impuesto de arbitrios municipales por cada kilo de peso de animal abierta en canal, sacrificado en matadero o domicilio. Así Alfonso Pinón lo detalla: " En cada parroquia había un día para matar y venía el "pesador", "celador" del Ayuntamiento, que normalmente eran los del Fielato".
Los Fielatos que afectaban directamente al paso de la mercadería en nuestra parroquia estaban en puntos fijos. Recurrimos a la sapiencia y memoria de nuestros vecinos para corroborar esta información y así Emilio Posada nos lo detalla: "En dirección a Luanco estaba la caseta del Fielato por debajo del Bar Amable, por encima del matadero. Allí toda la mercancía que pasaba había que pagar, dependiendo del peso o medida. Trabajaban allí el de la Mocha, Ramón y desapareció a mitad de los años 60". Precisando en cualquier caso, que no fue una desaparición definitiva: "Después ya pasaron y se centralizaron en la plaza de abastos".
Estas personas encargadas de estas instalaciones y con el cierre de los mismos y su posterior concentración en la plaza de abastos, se reconvirtieron en muchos casos en policías municipales. Así lo recuerda Emilio: "Algunos de aquellos que trabajaban en los Fielatos y cuando se acabaron cerrando, acabaron de policías municipales". Al menos habían demostrado sus dotes de vigilancia y preservación de la ley durante bastante tiempo.
Luis Servando precisa aquella ubicación en el acceso a Luanco: "Estaba en la esquina de Marcela Juanillo. Justo en el comienzo del camino que había al lado de la sierra de Remigio, en la caleya que iba a los Laureles". Carmen Poquito, corrobora el anterior testimonio: " Me acuerdo cuando venían de Bocines, Cardo y Antromero a pagar el Fielato que había en Cañeo, al lado de la casa de Marcela Juanillo, donde la cocina de José Gil. Allí estaban Linde y Ramón de la Mocha trabajando". Alfonso Pinón : "Conocí a algunos de los que trabajaban en el Fielato del Matadero: Estaban Ignacio Cardoso, Lorenzo "EL Llobo" y Ramón de la Mocha, que eran los que venían por casa a controlar el peso de lo que se mataba".
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Fuente. Google. Ubicación de la caseta del Fielato, dirección a Luanco. "...justo al lado de la sierra de Remigio..." |
Moncho La Piedra precisa la ubicación en dirección a Candás: " La caseta del Fielato estaba pasado el río El Pielgo, a la altura de la entrada actual al Proyecto Hombre o Sanatorio". Aclarando su desaparición: "A mitad de los años sesenta se acabó y se tiró al poco tiempo aquella caseta".
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Antigua ubicación de la caseta del Fielato, en dirección a Candás. |
Lo cierto es que al no existir controles itinerantes y aleatorios en nuestra parroquia, nuestros vecinos se aventuraban en muchas ocasiones a evitar estos pasos, y con ello el pago de tributos. Para ello se buscaban caleyes, montes y caminos alternativos, aprovechando el alba y siempre condicionados por el riesgo de coincidir con la temida pareja de la guardia civil. Pudiéndoseles en estos casos aplicarles los castigos y multas estipuladas para los delitos de contrabando y estraperlismo.
Para compensar aquellos impuestos, en más ocasiones de las recomendadas se recurrió a la manipulación de los productos, especialmente si estos eran líquidos. La picaresca, tan arraigada en nuestra cultura hispana, emergió con la ayuda del agua. La mezcla especialmente en vino y leche con el líquido elemento constituyó la adulteración más recurrente.
Como ejemplo diremos que en el año 1950, en Madrid el control por parte de los Fielatos, de las entradas de leche con destino al consumo de la población se cifró en 230.000 litros diarios. El gasto real ascendía a más del doble, 480.000 litros. El milagro se obraba con la ayuda del agua. Fruto de aquellos desmanes se detendría a un importante empresario del sector lácteo de la capital, quien en su factoría se dedicaba a aplicar más de un 30% del liquido elemento sobre la leche. Sin molestarse tan siquiera en que esta fuera potable. Los quebrantos de salud de los consumidores fueron los que finalmente lo delataron.
El resumen al que se puede llegar con este arbitrio recaudador es la injusta aplicación del mismo. No hay mayor atropello e inmoralidad que aplicar un impuesto lineal al consumo y alimentación. Donde no hay distinción entre los que más tienen y los que penan sus miserias. Este desafuero ha perseguido y persigue a la evolución humana y social. Cada cual saque sus propias conclusiones.
Cartilla de racionamiento .
"Soy el hambre que nunca se va.
Soy el hambre que siempre vuelve..."
Martiño Ortega.
Esta es como tantas otras, una historia de hambre, que esconde una profunda miseria. Aquella que acompañó sin compasión a millones de personas en este país. Durante estos periodos de escasez de todo, los gobiernos trataron de poner coto a tanta penuria y necesidad con soluciones casi siempre ineficaces.
Aunque todos los mayores han vinculado el racionamiento a la dictadura franquista, no fue así. La primera implantación de este nuevo estado económico se produce en plena guerra civil. Será el socialista Largo Caballero, durante el llamado Gobierno de la Victoria y a través de un Decreto de 5 de marzo de 1937, publicado en la Gaceta de la República dos días después, quien establece el modo de reparto de los alimentos disponibles entre la castigada población, a través de un "racionamiento". Quedando perfectamente explícito en su primer artículo : " Se crea en todos los Municipios de la España leal (zona republicana) la tarjeta de racionamiento familiar".
Técnicamente podríamos decir que el racionamiento es la intervención del gobierno para controlar los recursos limitados y los bienes de consumo. Aplicándose generalmente durante situaciones excepcionales como hambrunas, guerras o cualquier otro tipo de emergencia nacional. Aunque si somos prácticos en la exposición, se podría decir que es una forma de repartir la miseria entre los más desfavorecidos.
Detallar que en algunas fases de la contienda civil, el dinero se sustituyó por vales sujetos a determinadas circunscripciones geográficas. Fueron absolutamente necesarios para conseguir cualquier transacción comercial, incluyendo los alimentos.
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Fuente: Benigna Anxelín. Vales o cupones emitidos en Candás durante la guerra civil y de validez en zona republicana. |
Aquel inicio y germen será aprovechado por el dictador una vez ganada la guerra. Esta vez a través de una orden ministerial plasmada el 14 de mayo de 1939: "Se establece el régimen de racionamiento en España para los productos básicos alimenticios y de primera necesidad". Es evidente que ante la escasez , el gobierno trata de controlar la distribución de aquellos alimentos absolutamente necesarios para la supervivencia.
Durante 13 años se implementará la popular cartilla de racionamiento, junto con sus pertinente cupones. La obligada economía autárquica, generada por el apoyo de Franco durante la II Guerra mundial al Eje fascista (Alemania e Italia) hasta los últimos momentos, va provocar un total aislamiento internacional de este país. Las consecuencias serán devastadoras, tal y como describe con su atinado análisis nuestra vecina Maruja Anxelín : " En esa época lo que más había era fame y pioyos". Sobra cualquier añadido a su exposición.
Esos años desoladores que van desde la finalización de la guerra en 1939 hasta 1952 solo a través de aquellas cartillas se podía conseguir de forma legal, determinados alimentos básicos como leche, huevos, legumbres, arroz, aceite, jabón o incluso paquetes de tabaco de "caldo". Fueron años de mucha hambre y miseria.
Aunque rescatamos las manifestaciones de Lucía Les Moranes, quien en el ámbito local subraya: "Fame, lo que se dice fame nunca se pasó en Antromero. Necesidad mucha, pero fame de morise la gente, no. Entre la mar, un poco de huerta, la leche de la vaquina y algo más, siempre había algo que comer".
Tal y como reseñó nuestra anterior declarante, las economías domésticas de este pueblo se vieron aliviadas por el ambiente rural y la mar. Esta combinación esquivó mucha fame. En otros lugares y durante aquellos años cada día era una lucha contra la manifiesta degradación del nivel de vida. El objetivo en gran parte de las familias era sobrevivir por encima de cualquier otra cosa, en una lucha diaria y titánica contra la necesidad.
Inicialmente se reguló las cantidades de entrega por cartilla, dependiendo del número y edad de las personas que integran la unidad familiar. Se clasificarían en varias categorías clasificadas del modo que sigue: hombres adultos, mujeres adultas (ración del 80% del hombre adulto), niños o niñas menores de 14 años ( ración del 60% del hombre adulto) o personas mayores de 60 años (anciana y con ración del 80% del hombre adulto)), a través de decreto de 28 de junio de 1939.
Aunque la clasificación inicial era de primera clase para las familias pudientes, de segunda para la clase media y de tercera para las pobres y desfavorecidas. Para ello se hacía una declaración jurada en la que los solicitantes tenían que dar cuenta de su situación. La evidencia es que todo o casi todo el mundo optaba por la última opción. Con esta división se formaliza una premeditada discriminación en la que la cantidad de cupos podía ser diferente, dependiendo del trabajo del cabeza de familia y la capacidad económica de esa.
En el año 1941, y como información de las estrecheces existentes, tan solo decir que con las cartillas de racionamiento se podía conseguir como ración estándar y diaria de pan negruzco estas cantidades: para las de tercera clase (las más beneficiadas) 185 gr. , las de segunda 120 gr. y las de primera 80 gr. A finales de este mismo año, la situación de abastecimiento era un caos total y absoluto. Se trata de poner remedio a este despropósito con la aplicación de la Ley contra la Ocultación y Acaparamiento, en la que se contemplaba la pena de muerte para los acaparadores. Tal lo recogía la prensa nacional, a través de la Agencia Cifra, el 8 de noviembre con el siguiente titular: "Ejemplar sanción en Alicante contra varios desalmados que traficaban con géneros sustraídos a la Ayuda Social. Dos ejecutados y veintiocho condenados a penas de cárcel de hasta 30 años". Durante este periodo fue una distribución tan miserable y escuálida que muchos de los beneficiarios renegaron del uso de la cartilla de racionamiento.
A finales de este año el gobierno, a través de la Comisaría General de Abastecimiento, publicita una relación de productos intervenidos para distribuir entre la famélica población, tratando de relajar la tensión social. Si valoramos las características de los mismos son los mas adecuados para las maniobras fraudulentas de acaparación por parte de los especuladores.
Aquellas primigenias cartillas eran familiares, hasta que en 1943 ( B.O.E de 15 de abril de ese año) se sustituyen por individuales, para mayor control de la población. Durante la vigencia del primer mes de ese nuevo formato, las autoridades del momento contabilizan un total de 27.071.978 beneficiarios de aquel reparto controlado.
Era una manifiesta evidencia que en más veces de lo aconsejable los productos repartidos eran de pésima calidad o estaban en mal estado. Tal lo recuerda Benigna Anxelín: "Cuando llegabas a casa con el racionamiento, algunes veces olía mal muchas de las cosas o estaba mahuriento (con moho y húmedo). Lo que no se podía comer iba p'al gocho, no estaben los tiempos pa tirar nada".
En aquella distribución cada persona tenía una tienda o lugar para comprar sus productos asignados a través de la cartilla. Cantidades que no eran fijas, dependiendo de la semana o el mes. María Jesús García Mori, así lo recuerda: "Nos tocaba comprar en Luanco, al lado de la actual carnicería de Floro". La calle apuntada por la declarante es la de San Juan, aportando más detalle al respecto: " Era la tienda de Amparín de Virginia. Una tienda de las de toda la vida, como las que había por todos los pueblos".
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Fuente: Mariluz Serrano. María Jesús García Mori. |
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Tarjeta de fumador emitida por Tabacalera S.A. |
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Fuente: Benigna Anxelín. Cédula personal de José González Arenes, emitida en el año 1897. Similar a esta era necesaria para conseguir la tarjeta de fumador. |
El estraperlo.
"La necesidad es la madre
de la imaginación".
Popular.
Aquel estado de necesidad, escasez y miseria provocó el funcionamiento del estraperlo. Tratándose este de un comercio al margen de la ley establecida y donde participaban varios estamentos sociales y profesionales para su funcionamiento. Es decir, un comercio ilegal en toda regla.
Fue seguramente una época ideal para los oportunistas, quienes aprovecharon el momento para crear una riqueza paralela, a través de una serie de tejemanejes generados por un importante entramado. En muchas ocasiones fijando en ese mercado negro unos precios desorbitados en productos de primera necesidad y sujetos a racionamiento. Ya lo exponía Amparo Julián en una sentencia inequívoca: "El mundo ye pa los listos".
Si de algo estamos seguros es que aquellas cartillas de racionamiento que funcionaron hasta 1952 fueron la salvación de mucha gente de no morir definitivamente de hambre, pero penando sus miserias, hasta límites insospechados. El estraperlo, mientras tanto, crecía exponencialmente con el paso de aquellos años de miedo e incertidumbre. Al no funcionar los cálculos previstos por las autoridades para abastecer a la población, la sociedad tenía que sobrevivir y en esa apuesta triunfó el estraperlo.
Nuestra área geográfica estuvo especialmente abonada para el desarrollo de este mercado. La proximidad de dos puertos marítimos con gran tráfico de buques propició de algún modo el calvo de cultivo necesario para ello. Para los estraperlistas de poca monta y en el entorno de aquellos muelles había tiendas específicas donde comprar, a un buen precio para llevar para casa o después revender. Tal lo resume Laudina: "En Antromero siempre hubo gente que se dedicó al estraperlo. Se cogía el primer tren de la mañana con dirección al Musel y a comprar. Se volvía con el género pa casa o se cambiaba por otras cosas en las tiendas de Candás. Así funcionaba el negocio". Nuestra anterior declarante así precisa una nueva información vinculada a su familia: " Ramonina , mi güela iba a estraperlar al Musel. Sobre todo era harina, tabaco y medias de cristal, pero ella se encargaba de cambiarlo, no traía dinero pa casa". Así lo precisa y lo refiere Amparo Julián, madre a la postre de Laudina: " Cuando la guerra mi ma iba a Gijón, compraba aceite o fariña y después vendíalo o cambiábalo en Candás o Antromero. Así ganaba algo y p'al viaje".
Precisando nuestra anterior declarante la fecha de rotura con aquellas actividades económicas en el pueblo: " En Antromero, a partir de los años 50, ya nadie estraperló. Ya no compensaba". La lenta aparición de productos de consumo por tiendas, hasta entonces impensable, mejoró la rutina doméstica.
Con respecto a aquellas tiendas que tenían productos derivados del estraperlo, formaban parte de la normalidad del momento. Las había en todas las poblaciones y eran conocidas por sus habitantes. María Jesús García así lo destaca: "Aparte de las tiendas que había para las cartillas de abastecimiento, estaban las del estraperlo. Allí era donde se conseguía lo que no tenían las otras. En Luanco y Candás habían varias".
Por si no hubiera quedado lo suficientemente claro, recogemos las declaraciones del historiador Miguel Ángel del Arco, quien así expone aquella vida clandestina: "Eran mercados negros de supervivencia, el estraperlo de los pobres, en el que participaban las clases sociales más bajas y que no enriquecieron a sus protagonistas, sino más bien le permitieron salir hacia adelante a ellos y a sus familias".
El término coloquial matutero o matutera, es producto de esta actividad. Gente que traficaba en este desarrollado mercado negro de postguerra y que debían de madrugar para iniciar a primera hora, tan socialmente respetada y considerada ocupación .
La mayor dificultad estribaba en eludir los posibles controles de los carabineros y guardias. Para ello y siempre dependiendo de la cantidad se usaba de diversas tretas: dobles fondos en las carretas, maletas o bolsas de transporte; mujeres supuestamente embarazadas; pantalones de dobles perneras; cinturones con dobles pespuntes; amplias gabardinas; simuladores de jorobas y sobre todo entre las estraperlistas la faja. Esta prenda interior ajustada permitía el llevar innumerables productos sin levantar mayor sospecha. Nuestro vecino Luís Servando precisa unos datos al respecto: "Las señoras que se dedicaban al estraperlo, lo tenían más fácil. En la ropa interior era donde guardaban el estraperlo con fajas de doble forro, sostenes con doble capa y tirantes huecos para meter los graneles. Luego solo quedaba buscar caminos por donde no hubiera mucha vigilancia". A estas declaraciones suma una confidencia de origen familiar: " Mi padre trabajaba de estibador en El Musel y tenía unos pantalones con doble fondo en las pernuelas. Metiendo a través de los bolsos lentejas, arroz, garbanzos para llevar para casa. Aquellos productos eran los que se descargaban en ese puerto". En otras ocasiones y dependiendo de la capacidad de convicción del estraperlista, se pactaba con un aporte material o económico el tránsito de la mercadería.
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Gabardina de estraperlista. |
En nuestro pueblo se distinguieron por encima de todos María Braña y su hermano José. Durante años transformaron con su osadía e iniciativa el estraperlo en un verdadero arte. Siendo los verdaderos abastecedores de innumerables tiendas de ultramarinos de Candás. Tal lo recuerda su hijo Manuel Quirós: " Mi madre con el estraperlo mató mucha fame en Candás y Antromero". Ciertamente se convirtieron en personas muy respetadas socialmente y su actividad sirvió para dotar de productos impensables por el conducto oficial. Recurrimos a las declaraciones de Manolo nuevamente para aclarar aquel trabajo: " La vida profesional de mi madre giraba en torno al puerto del Musel, abasteciendo a los provisionistas de buques. Era un perfecto circulo económico, pues venían buques de América con trigo, arroz, aceite, café y un montón de cosas que no había en la postguerra. Ella suministraba y se suministraba, vendía lo que compraba en Antromero y alrededores y compraba lo que no se podía encontrar en las tiendas normalmente". María Antromero (2), tal y como se conocería durante décadas en la comarca de Avílés se instalaría definitivamente en la Villa del Adelantado en el año 50, hasta su retiro definitivo.
También reseñar la cara menos amable y dura de este mercado, a través de las incontables corruptelas que durante aquellos convulsos años sacudieron este país. En 1947 el régimen recibe un balón de oxigeno vital para su continuidad y futuro. España está absolutamente aislada en el concierto internacional y su economía devastada, abastecida tan solo por una insuficiente producción interna. El general argentino Juan Domingo Perón, enviará una ayuda en forma de maná alimenticio: 400.000 toneladas de trigo; 120.000 de maíz; 25.000 de carne congelada; 8.000 de aceite; 11.000 de lentejas; 20.000 de alubias y 50.000 cajas de huevos. La especulación y corrupción hará mella en aquella entrega, pues aquel trigo austral jamás llegaría al destino final de la población a través de los cauces creados por el gobierno. En cambio, si lo hizo a través del estraperlo, enriqueciendo a gente sin escrúpulos en una larga cadena de personas de diferentes responsabilidades políticas y sociales.
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Portada del diario Nueva España reseñando las sanciones y multas impuestas por irregularidades en la distribución de productos. |
Algunos de los grandes productores agrícolas fueron conscientes del gran filón que representaba aquella situación. Comenzaron a reservar y no declarar parte de sus recursos para después venderlos clandestinamente con pingües beneficios. Este es el inicio real y más duro del estraperlo durante el franquismo.
Con la década de los sesenta del siglo pasado empiezan a estar cubiertas las necesidades más perentorias y aquel comercio ilegal se orientará a otros artículos más mundanos. Manuel Quirós, pone punto final a la fecha de aquella actividad con una expresión inequívoca: "El estraperlo se acabó cuando se normalizaron las cosas. La llegada de otros comercios y sobre todo con la aparición de Simago (3)".
Con esta apreciación de un autentico experto en estas lides, no es necesario añadir nada más.
(2). Para mayor información sobre la vida de María Antromero, aconsejamos la visualización del capítulo 37, donde su hijo Manolo Quirós, detalla la intensa actividad de estraperlo desarrollada por su madre.
(3). Cadena de supermercados que representó una autentica revolución. Su nuevo concepto de mercado marcó un hito en los años 70.
Conclusiones.
La memoria social, aquella que está plagada de recuerdos de testigos puede convertirse en una pesada losa, difícil de superar. Es cierto que aquella pasada vida llena de incertidumbre, era pese a todo un poco más fácil, menos compleja que la actual. Por encima de cualquier consideración sobresalía el instinto de sobrevivir en un ambiente hostil. El día a día se convertía en la aventura de existir, de tratar de cumplir con los mínimos vitales.
El desarrollo de la picaresca y la malicia en un contexto como el vivido por nuestros antepasados más inmediatos era un plus añadido para el necesario éxito de sobrevivir a la inmediatez . El futuro era propiedad privada y se marcaba como gran reto el objetivo de tratar de minimizar los impuestos y exigencias burocráticas.
El estraperlo y su desarrollo por parte de innumerables vecinos aprovechando la inmejorable situación geográfica de Antromero fue el alivio necesario para muchas familias. Las circunstancias en algún modo así obligaban.
En ningún caso estamos aquí para enjuiciar comportamientos, pero si para rendir un homenaje a quienes vencieron en su rutina cotidiana a la amenaza de la miseria.
Soy Carmen Poquito, me acuerdo. cuando venían de las parroquias de Bocines, Cardo y Antromero y pagaban en el fielato que había en Cañeo, al lao de casa Marcela Juanillo, donde hoy es la cocina de José Gil, estaba allí Linde y Ramón de la Mocha
ResponderEliminarAntromero no era parroquia, la parroquia era Bocines. Soy Carmen Poquito
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