Capítulo 37. Aquella xente inolvidable (II).

 




Fuente: Benigna Anxelín.



Capítulo 37.




Aquella xente inolvidable (II).



"A Dios doy gracias por ser mi padre.

Por tus reproches y consejos.

Por el bien que me enseñaste

 y de mi siempre cuidaste..."

Pablo Neruda.



    La madurez que llama a nuestra puerta nos obliga a ser cautos, la experiencia nos exige ser pausados, la vida reclama y extraña personas y cosas pasadas. Siempre hay gente que deja una huella indeleble, imposible de borrar. Somos conscientes que llegado a un momento necesitamos de esos recuerdos para conocer, saber quienes somos y en que nos hemos convertido.

    Serán las vivencias de aquel pasado, de aquellos días casi perfectos, quienes sobrevivan a los caprichosos pliegues de la memoria. Una palabra, un gesto, una mirada cómplice y compartida superarán los desmanes  que ha impuesto la dictadura del paso del tiempo.

    Aprovechemos el alimento que proporciona  la nostalgia, ese que borra las malas vivencias y magnifica los buenas. Es el momento de recordar, de disfrutar esta segunda parte de aquella xente inolvidable. Sencillamente, porque ellos lo merecen. 




Basilio "El Tercero".



   " Sirvan esta líneas de recuerdo y homenaje a mi queridísimo güelin, Basilio Gutiérrez Fernández. Tengo el mejor de los recuerdos de él. Era un abuelo cariñoso, simpático, "picardioso" y entrañable.

    A fecha de hoy,  son pocos los días que no me acuerde de él. Me encantaba visitarlo, era tan "charrán" y contaba historias y anécdotas de sus vida, con una gracia y detalle que siento no haber tenido la ocurrencia de haberle grabado todo, aunque conservo alguna conversación con él.

    Basilio nació a las seis de la madrugada del día 5 de noviembre de 1898 en Vioño, en Casa Arispol (etimológicamente Ara, el dios Apolo). Era esta una casería buena y rica para aquella época. Su padre Rafael era cariñoso y bueno con los hijos, pero no tenía ni mucha "cabeza", ni suerte con las cartas y perdió la casería en una mala partida..."Coses que pasaben de aquella", decía mi güelu. Como consecuencia  de ello, se marchó a México desde el puerto de Avilés, no volviendo la familia a saber de él. Mi güelu decía que lo habían matado en la Revolución de Pancho Villa, donde "mataben  a los españoles".

    Quien se quedó con la casería, permitió a la familia permanecer en la propiedad, pero ya no como dueños.

    Es en el año 1919, cuando las historias que me contaba mi abuelo me resultan más fascinantes. En ese año y en plena crisis de la guerra de Marruecos, es llamado a filas, como decía él, "para defender al Rey".

    Mi abuelo me contaba con todo lujo de detalles lo que había vivido en los tres años que estuvo en el frente. Su memoria era prodigiosa, y con ese tartamudeo tan entrañable, te relataba desde el embarque en Cádiz, su destino en infantería de marina, la lucha en las montañas de "Larache" y "Alcazaquivir", las emboscadas de los moros, las penurias, te cantaba canciones de los soldados...etc. etc.

    Yo quedaba embobado escuchándolo todo. Incluso, me daba instrucciones militares y como ejemplo recuerdo que me decía: "Falín, si estás de guardia en una posición y viene el Rey y le pides el santo y seña y no te responde, ¿Qué tienes que hacer?". Yo, aleccionado por todas las veces que me lo había preguntado, le contestaba: " ¡ Disparar al Rey, güelu !". Y él decía riéndose: "Muy bien, muy bien".

    A la vuelta de la guerra (porque decía que de todos los de la quinta del 19, que habían ido de Gozón, sólo habían vuelto vivos él y otro sin un brazo, creo recordar de Ambiedes), se buscó la vida trabajando como "criau", en diversas caserías. Entre ellas en "Casa Norte" de Antromero, donde conoce a mi güela, María El Tercero y se casó con ella el 3 de enero de 1926.  Tuvieron 8 hijos, de los que seis llegaron a la edad adulta. Muchos años de trabajo, esfuerzos, ahorrar, comprar fincas, vender xatos para salir adelante.


Fuente: Rafael Gutiérrez. María El Tercero y Basilio Gutiérrez.


    En 1970, tras cortarse unos años antes un ojo con una hoja de maíz, y no curar bien, queda completamente ciego. Eso lo trastocó lógicamente la vida, aunque era sorprendente ver como se movía por la casa y la quintana. A pesar de ello y salvo alguna vez que decía que estaba "lloriao" no perdía el buen humor, y siempre decía que seguía siendo el "amu".



Fuente: Rafael Gutiérrez. Basilio, con su nieta
política y su bisnieta Olaya.


    Recuerdo que cuando estaba con él, y no había nadie más por  casa, ni mi pobre prima Carmenchu, ni mi tío Like, mi güelu me pedía que lo llevase a la cuadra, a "palpar los xatos", quería saber y controlar como eran. Ahí lo metía entre aquellos animales, con cerca de cien años, ciego, con bastón, y él venga a palpar lo xatos, si eran culones, de que color, etc. Y todo el tiempo diciendo: "Falín, no cuentes nada, ¿eh?"...No, güelo. Bastante tenía yo con controlar que no pisase una boñiga o le diera una patada una vaca...

    Tengo muchas anécdotas en la memoria, pero sería muy largo y quedan para mi recuerdo.

    Era un  forofo del Oviedo, escuchaba los partidos por la radio, a todo lo que daba, y cuando marcaba un gol el Oviedo, caía la quintana.


Basilio El Tercero y Rafael Gutiérrez.
en La Eria.


    Basilio murió el 12 de Agosto de 1999, a los 101 años, dejando un recuerdo entrañable entre sus descendientes. Conservo como un tesoro su boína (con acento en la i, como el la pronunciaba), también su partida de nacimiento con datos de tres generaciones anteriores. Descansa en paz, güelín".


Rafael Gutiérrez.




María  Braña Artime, María Antromero.



    María Braña Artime o como era más reconocida en Avilés, María Antromero y en este pueblo como María Balsera, nació en el año 1914. Si tuviera que explicar como era aquella mujer, mi madre, tendría que escribir varios libros, así que lo mejor que  puedo decir es que era la ostia.

    Para entender lo que fue en la comarca de Avilés, solo puedo decir que en una encuesta hecha entre la gente en los años cincuenta, fue considerada la tercera persona más popular. Por encima de deportistas, alcalde o concejales.

    Fue una persona adelantada para su tiempo y la mayor de cinco hermanos: Donata, Ramona, Antonio y José y en aquellos años de mucha fame y miseria en aquella casa nunca faltó de nada, gracias a ella. Murió su madre muy pronto y su padre enfermó, pero gracias a su tesón y visión de las cosas sacó para adelante la familia.

    Las cosas se complicaron para ella aun más. Mi padre fue voluntario a la guerra con el bando republicano y la perdió. Con el miedo pegado al cuerpo huyó para Francia y quiso que mi madre fuera con él. Pese a sus súplicas, ella fue incapaz de dejar en la estacada a la familia y no lo acompañó en aquel viaje plagado de incertidumbre. Sacrificó su felicidad por el bienestar de los suyos. Con el paso del tiempo se intentó de todas las maneras posibles el negociar el regreso de mi padre a España, pero todos los intentos acabaron en fracaso.

      Con aquel arranque y empuje que tenía empezó a estraperlar por El Musel, comprando y después vendiendo y siempre trayendo comida para casa. No faltó nunca de nada, ni carne, ni aceite, ni pescao. Y para los domingos siempre había garbanzos y sopa, costumbre que todavía respeto, después de tantos años.


Fuente: Laudina Artime. María Antromero
y su hijo Manuel Quirós Braña.


    Puedo garantizar que aparte de conseguir beneficio con aquella actividad, ella mató mucha fame, especialmente en Candás. Cuando iba hasta El Musel, venía cargada de arroz, garbanzos, lentejas, y hasta 700 raciones de pan que luego repartía por las tiendas de ultramarinos de Candás. Por las tardes pasaba a cobrar por las tiendas y ya de noche íbamos a buscarla mi tío José o yo.

    Aquella actividad no pasó desapercibida, la casa de Antromero (Casa Balsera), era conocida como la casa del banco. Allí se compraba todo lo que les traían: patatas, fabas, quesos, cebollas. Aquella mercancía se compraba con dinero, no se cambiaba.

    Había en aquella época un artilugio vital para la actividad, el carro de caballo con toldo. Lo tenía mi abuelo en perfectas condiciones, llevándolo a revisar y reparar al taller de Pedro de los Carros.

   La vida profesional de mi madre giraba en torno al puerto del Musel, abasteciendo a los provisionistas de buques. Era un perfecto circulo económico, pues venían buques de América con trigo, arroz, aceite, café y un montón de cosas que no había en la postguerra. Ella suministraba y se suministraba, vendía lo que compraba en Antromero y alrededores y compraba lo que no se podía encontrar en las tiendas normalmente. 

    En el año 50, toma la decisión de instalarse en Avilés, empezando en la calle Palacio Valdés. Allí había una señora que tenía un aparcamiento para burros y alquiló un almacén a mi madre, para guardar la mercancía. Aquella mujer estuvo robando a María lo que no estaba escrito, aprovechando su confianza. Un día vino a venderle fabes y entre ellas venía un papel, una nota que había metido mi madre unos días antes en unos kilos que había comprado.

    Aquello la motivó para marchar a la calle Los Alas, permaneciendo allí hasta el final, hasta su jubilación. Para almacenar aquella gran cantidad de material, como fueron relojes, puros, cintas magnetofónicas, calculadores, cadenas, pulseras, tabaco, despertadores...hubo que hacer una división en el salón de casa. Para ello se aprovechó las buenas artes de mi primo Jesús, quién hizo el cierre con un acceso que quedaba tapado por un mueble, un aparador. Aquella obra rebautizo a nuestra casa para toda la familia como la casa de Jesús.

    En aquellos tiempos quién quería un reloj curioso, un regalo bueno, que no había en ninguna tienda , había que recurrir a mi madre, María Antromero. Y aquello no quedaría desapercibido para un montón de denuncias que sufriría.

    Los lunes era el día grande, el día del mercao, de la plaza en Avilés. Las aldeanas cuando iba pasando el día, todo el sobrante se lo acercaban a mi madre. Ella lo compraba todo y un lunes cualquiera podía comprar varios centenares de kilos de fabes, 40 kg. de mantecas, 50 docenas de huevos, cebollas, manzanas...Todo lo que se podía comprar, se compraba. Ese día se trabajaba en equipo, se pesaba y precintaba para después enviarlo al Musel. Para abastecer a tres o cuatro provisionistas muy potentes se necesitaba comprar de manera continua.

   Aquellas mujeres del lunes, reinvertían lo que vendían por otros productos que normalmente no había en ninguna tienda: arroz, lentejas, garbanzos, azúcar. El dinero no salía de casa.

    Pese a todo fue una mujer extremadamente  desinteresada y buena. Le metieron muchos pufos, aunque ganó mucho dinero. En muchas ocasiones le decía : " Pero vamos a ver si es que ya ni te piden dinero, se lo ofreces tú" y ella me respondía: "Calla, probitines, que bastante mal lo están pasando".

    Una de las mayores ventas estaba en el tabaco y licores. Puros y tabacos ingleses que se compraban a los barcos e íbamos a la carretera de San Juan en furgoneta a buscarlo. Todo estaba perfectamente regulado entre barcos, carabineros y nosotros.

    Eran los estancos los mayores perjudicados y los que la denunciaban, pues María tenía mayor variedad de marcas y precios sin competencia. El objetivo era la casa de Jesús de los inspectores de Hacienda y los resultados para su desesperación siempre negativos. Aunque pese a ello no dejaban de preguntar: " Oiga señora, ¿ Donde está la famosa casa de Jesús?. Sabemos que vende de todo, pero la casa de Jesús, ¿ Donde está?". 

    Fue tal la variedad de productos que vendía que llegó a vender unas pastillas para el estómago. Había entonces un barco que entraba en el Musel, procedente de Rotterdam que las traía. Se llamaban "Roter" y eran grandes y amarillas y un montón de clientes en lista de espera : "María cuando vengan esas pastillas, guárdame un par de cajas".

    Éramos los que abastecíamos al cuartel de la Policía Armada y cuando se instalaron provisionalmente los antidisturbios, serían los primeros quienes avisaban a sus compañeros: "Ir a esa señora que tiene de todo". Pasaron todos por el mostrador para recoger su pedido a la hora de marchar de Avilés.

    Después de tantos años, puedo decir que mi madre, María Antromero, fue una persona con un instinto comercial único. Trabajadora hasta el límite, sin ningún tipo de estudios, que compensaba con su buen hacer y gran memoria. Acababa ella primero con la cabeza que yo con la calculadora el resultado final de las sumas. 

    Sabía manejarse como nadie en un ambiente poco propicio para aquel tipo de transacciones comerciales. Hasta que no se abrió Simago en la calle Fernández Balsera, había que ir a casa de María para todo. Había cola en unos tiempos en que había muy poca oferta en las tiendas de la villa y alrededores. También la siguiente generación de aquellas mujeres que suministraron a mi madre durante tantos años, ya no querían acercarse a vender al almacén. Se empezó a "normalizar " las cosas. Y poco a poco se puso punto final a un gran negocio, que empezó y acabo con mi madre, el gran bazar de Avilés.

    Tan solo recordar que cuando ya no teníamos nada en la Casa de Jesús, uno de aquellos brigadillas que acompañaban en las inspecciones de Hacienda, me dijo: "Tienes que enseñarme la Casa de Jesús". Y así lo hice y aquel hombre no daba crédito de lo cerca que estaba todo y la imposibilidad de localizarlo.

    María Braña Artime, fue ante todo una gran mujer, llena de bondad . Cuando mi abuelo murió, pese a dejarla en la herencia como mejorada, ella lo repartió entre todos sus hermanos a partes iguales e incluso pagó a sus hermanas los ajuares. En Avilés fue muy conocida y popular, casi más por lo que ayudó a la gente que por el negocio reconocido popularmente como "María Antromero".


Manuel Quirós.

    



 José Fernández García, José La Maestra.



    "Mi abuelo José Fernández García, José La Maestra, nació en el año 1922. Siempre vivió en el barrio de La Viesca, junto  a sus padres José Manuel y Juana y su hermana María.

     Su padre José Manuel murió en el año 1969 y su madre en el año 1971. Profesionalmente trabajó muchos años para la casería de Casa Artime y cuando se fue y como agradecimiento por todo aquel trabajo y esfuerzo le regalaron un xato, que era un tesoro en aquella época.


Fuente Natalia Cuervo. José La Maestra, 
en sus prestaciones a la patria.


    Después empezaría a trabajar como albañil, en la empresa de FEVE, haciendo las obras para ella. Pero siempre sin desatender la casa, ni el ganado. Llegó a tener tres vacas, un número importante en aquellos tiempos, teniendo en cuenta que no se trataba de una dedicación exclusiva.



Fuente: Natalia Cuervo.
José La Maestra.


    Se casó con mi abuela, Josefa Gutiérrez Fernández, de Casa El Tercero y viviendo juntos desde entonces en la misma casa paterna de José. Fruto de aquel matrimonio nacieron dos hijos, María José y José. Su carácter tranquilo y pausado, se dejaba notar en todas las cosas que hacía.

    Puso punto y final a su vida laboral en el año 1984, muriendo cuatro años después".


    Natalia Cuervo Fernández.




Mi familia.



    "Soy descendiente de dos familias asentadas en Antromero desde siempre, con eso, ya lo decía todo.

    Los "Civiles", por parte de mi padre, y los "Reglete" por parte de madre. Su estirpe es la historia de Antromero desde los inicios y su casa una de las más antiguas.

    Mi abuelo, Manuel, era "Civil", yo era un bebe cuando murió. Mi madre siempre me cuenta que me quiso nada más nacer. Bajaba desde La Flor hasta La Ería gritando: "¡ María del Carmen! ", y me llenaba de piruletas, poco podía hacer yo , siendo un bebe.

    Fue un hombre de carácter, amigo de sus amigos, y recto, como todos los hombres que curte la vida. Trabajó en la fábrica de Candás y tenían ganado. Su inseparable burra, Carola, sale con él en casi todas sus fotos, la bajaba a la tierra cuando segaba y hasta llegó a subir ocle cuando mi madre ya vivía con ellos. Mi madre siempre dice, que le encantaba como cocinaba ella, mi abuela María, la salsa verde y  los flanes  eran su perdición.


Fuente: Mary Artime. Manuel El Civil y María.


    Mi abuelo Manuel y mi abuela María , vivieron en la Casa "Reglete", donde La Flor, el refugio actual de mi hermano. Era de los padres de mi abuela, mis bisabuelos, Álvaro y Ramona.



Fuente: Mary Artime. Álvaro y Ramona.


    Mi abuela, costurera incansable, era muy buena en lo suyo, tiene a mi padre en el último año de la guerra. Nunca contaron demasiado de esa época de posguerra, pero por pequeños recuerdos que se les escapaban fue tremendamente difícil. Mi padre decía que en Ramos, el que tenía un huevo cocido para comer era rico, y yo siempre lo tuve. Mi abuela y sus gallinas, cuanta magia hace una madre para que no se noten las necesidades.

    Con las gallinas y sus huevos hay una historia: existe un juego de café que fue un trueque de una familia de Oviedo por una docena de huevos. A medida que me hice mayor comprendí porqué era tratada con tanto cuidado, es el recuerdo de la necesidad. Mi padre no se acordaba de pasar hambre, pero ese juego de café...La vida puso a mi familia a prueba como a tantas otras.

    Así creció mi padre, mimado por la familia. Mi abuela lo adoró hasta el final, así como su hermano , mi tío abuelo. Este fue el gran pilar de mi padre, encajaba perfectamente con él, como una pieza de puzzle. Intentó meterlo a trabajar en ENSIDESA, pero cuando hay un espíritu indomable, poco se puede hacer.

    La mar ya  lo había atrapado desde joven, era su medio. Siempre me decía: " Vete a la mar, cualquier problema que tengas se resuelve allí". 

    Siendo aún un niño, paseaba a todos los niños que venían a pasar el verano en el Hospicio. Muchos de aquellos aún pasan a verme por el camping, por ser su hija y me llenan de recuerdos que me hacen vivirlo de nuevo.


Fuente: Mercedes López. Álvaro con los remos. al mando de 
los remos.


    En la Ería hace un chabolo para guardar su lancha, sus aparejos y sus inseparables latas de conserva. Sus amigos, empiezan a llamarlo Hotel COI, pues en las noches alegres, siempre podían dormir allí en las hamacas de red, los COI. Eso si, sin acabar las latas, pues más de uno fue perseguido por ese motivo.


Fuente: Mary Artime. Arriba y primero por la derecha,  Álvaro Artime.
Amigos para la eternidad.


    Así era mi padre, capaz de dártelo todo y después tirarte desde la lancha para que aprendieras a nadar por tus propios medios. Un libra, 2 de octubre, de pura cepa.

    Construyó todos los muros que rodean al camping con sus propias manos, en el de entrada hubo un pequeño percance, la mejor anécdota, poco conocida. Dos chavales del pueblo y una moto descontrolada por la velocidad que estaba claro contra que se iba a chocar. Yo daría todo lo que fuera por ver a mi padre corriendo detrás de ellos diciendo ; "¡Esto no se hace!, ¡ Esto no se hace!. Uno de ellos se murió hace poco, pero se rio hasta el final contándolo. Y yo pienso que suerte haber nacido en una época donde todo se perdonaba y acababa en carcajadas.

    Hay una foto antigua que adoro . En ella se intuyen todas las pasiones de mi padre juntas: su moto, los niños, la Princesa (su perra eterna) y lo único que había en la Ería , su chabolo y sus tierras. Aquel arraigo que me traspasó  a mi.



Fuente: Mary Artime. " En ella se intuyen todas las pasiones de mi padre..."


    Mi padre se casa y aquel chabolo pasa a convertirse en bar, con su don de gentes, imposible que no funcionara. Mi madre en la cocina y mi padre en la barra. ¿Puede haber una combinación más perfecta?.




Fuente: Mary Artime. Bar del camping, en sus orígenes. 
Ambiente sin igual.


    Un inspector de turismo le convence para hacer un camping, con los terrenos heredados de tantas generaciones y su situación. Aquella visión de futuro fue posible. Mi padre lo lucha más de lo que en principio pudiera parecer, se embarca en la Asociación de Camping de Asturias, así como en Hostelería, como vocal en el concejo de Gozón. Llegó tarde el homenaje que le hicieron, mi madre lo recibió por los dos.

    Muchos dueños de campings a los que visité no hace mucho, lo recuerdan como un gran persona, trabajadora, entrañable, divertida y muy sociable. Uno de ellos me marcó, un madrileño que tuvo el camping de Cudillero, con sus palabras: "Mary, la palabra que define a tú padre es afable". Que después de 30 años se acuerden de ti con esa palabra lo resume todo.

     Luchó hasta el final por el camping, para dejarnos un legado a mi hermano y a mi. El Presidente de los Campings de aquella época fue un íntimo amigo de él, le mandaba hacer panfletos todos los años. Los llevaba hasta Alemania, a todas las ciudades europeas que veía a su paso. Sin medios, sin ayudas, consiguieron darse a conocer. Llevó a Antromero lejos, antes de que fácil, antes de la era digital.

    Y el camping se llenó de extranjeros, sin tener él ni idea de como comunicarse. Lo solucionó rápido, señalándose y diciendo: "Yo Bulto, esto sidra". Aun este año estuvo en el camping un chico alemán de aquellos, ahora mayor, recordándolo a él y recordándonos a nosotros, como éramos cuando él vivía.

    Fue y siempre será mi pilar, mi referente y mi muro ante las dificultades. Me dio todas las respuestas que busco aún, sin yo saberlo, así de inteligente era.

    Va a se verdad que "la sonrisa es el idioma universal". Daba igual de donde vinieras, mi padre sonreía y llenaba tú alma, entendiendo su mensaje".


Mary Artime.




Félix Hevia.



   Mis recuerdos de cuando era niña son vagos, pero hay algunos que no se olvidan por mucho que pase el tiempo. Aun recuerdo cuando subía con mi padre a Casa Like, a por la leche y encontrar a mi bisabuela María y a mi bisabuelo Basilio El Tercero, cada uno sentado a cada lado de la mesa esperándonos. Y mi mayor deseo era el llegar rápido para que la "bisa" me diera aquellas bolas de caramelo con sabor a anís, que nunca más volví a comer.

    Y mientras Basilio nos llamaba para bromear con mi padre, que los dos tenían un gran sentido del humor. La sangre común no ofrecía lugar a dudas, les gustaba mucho las bromas.

    Deseaba que llegará la época estival para ir a la hierba. Mientras para todos los adultos era un duro trabajo, a mi me encantaba. Se juntaba toda la familia y mientras mi padre Félix, mi tío Ángel , Like y José se encargaban de aquel laborioso trabajo, de recoger y empacar,  yo era feliz tirándome entre las pacas recién hechas de hierba.

    Luego llegaban Carmenchu y mi madre con bebidas frías y se hacía un merecido descanso, para reponer las fuerzas. Aunque el mejor momento de la tarde llegaba y acabada la tarea, llegábamos a casa y bajaba con mi padre a pegarnos un baño a Gargantera.

    Lo cierto es que las tareas nunca se acababan del todo, cuando no era la hierba, eran les fabes y cuando no las patatas, o la siembra. Siempre se juntaban para ese trabajo, unas veces eran pocos, en otras ocasiones muchos, pero los que nunca faltaban a aquellas citas eran dos: mi padre y mi tío Ángel. Hermanos de sangre, pero tan diferentes uno del otro, aunque inseparables y así siguieron hasta el último día.

    Eran esas cosas que se hacían antes y que ahora apenas se ven. Todas esas cosas de pueblo que van desapareciendo poco a poco y que son mis mejores recuerdos de aquella niñez. Esos mismos recuerdos que mis hijos ya no vivieron con mi padre, porque ya no se iba a la hierba, ni a la tierra, ni a por leche.

    Aunque si pueden sentirse orgullosos de haber aprendido otra cosas de Félix, su abuelo: el aprender a andar en bicicleta, a nadar, a ir a los pulpos y otras tantas cosas que llevaran en su memoria y recuerdos.

    Mi padre, siempre fue muy deportista, jugó al fútbol desde muy joven. Era portero y tenía unas grandes dotes atléticas, pues era muy elástico y ágil. Jugó en un montón de equipos de Asturias y cuando se retiró, aun participó con el equipo de aficionados del pueblo en torneos de futbol- playa por la comarca. Su hijo Keko mantiene la estirpe futbolera de su genética.



Fuente: Eva Hevia. Félix en una de las formaciones del Candás.
En la fila de arriba, segundo por la derecha, a su lado nuestro 
vecino Moncho.



    Tuvo muchas pasiones: la familia, sus nietos, la mar y especialmente los pulpos, la caza y sobre todo el Real Madrid. Siempre buscaba la gracia de las cosas pues tenía muy desarrollado su sentido del humor. Desgraciadamente para todos nosotros nos dejó muy joven, demasiado joven. La vida se comporta en demasiadas ocasiones de modo muy cruel".



Fuente: María Hevia. Félix Hevia, con parte de 
sus pasiones: Su familia (nieto), pulpos y el Real Madrid.


María Hevia.




Ramón Suarez Muñiz, Ramón de Benita.



    "Ramón Suarez Muñiz, popularmente conocido como Ramón de Benita, y en Candás como Ramón El Indiano, fue un hombre que dejó huella, en unos tiempos llenos de limitaciones de todo tipo.

    En Candás tenía el apodo reconocido de El Indiano, pues unos antepasados suyo emigraron a Cuba con la noble intención de hacer fortuna. Su casa, se la conocía también y por ese mismo motivo como la Casa del Indiano.

    Nació en los inicios del pasado siglo XX, en el año 1909. Formó matrimonio con una oriunda de Guimaran (Carreño), María del Carmen Muñiz Rodríguez en 1954 teniendo dos hijas: María Josefa y María del Carmen.

    Su vida laboral estuvo vinculada por las labores por cuenta ajena y posteriormente dedicarse en exclusiva a la casería. Empezó ayudando a construir la carretera que une Luanco y Candás; en el duro trabajo de maderista en compañía del padre de María Corujedo, a quien consideró su mentor y apoyo en aquellas tareas; trabajando como carretero para sacar la producción de la tejera de Cabornio y finalmente en la fábrica de conservas de Albo, en Candás.



Fuente: María del Carmén Suarez. Ramón de Benita.


    Será en esta última época cuando hace valer sus dotes  de cualificación laboral. que no pasaran desapercibidas al dueño de la empresa, Alfonso Albo. Comienza de peón, progresando en poco tiempo a la categoría de  "cocedor" y en los últimos ya con la confianza del propietario tendrá las llaves de esa industria.

    Durante aquel periodo y en una de las primeras ferias de muestras, apareció una avioneta para lanzar desde las alturas panfletos publicitarios. Ramón se ganó la confianza del piloto y subió al aeroplano y llegando a Condres, le mandó que sobrevolara por encima de su casa. Ante aquel estruendo se espantó todo el ganado, las gallinas corriendo en todas las direcciones y todos los animales sublevados. Su madre ante aquel despropósito, lanzó todo tipo de improperios a aquella máquina infernal que había roto la tranquilidad : ¡¡Si cayéreis abaxo!!. Desconocedora que en la avioneta viajaba de acompañante su hijo, Ramón.

    En aquel tiempo, él conducía los camiones de la fábrica para las labores propias de la misma y en una ocasión el dueño, Alfonso, lo observó por una ventana durante una de sus maniobras. Pese a la pericia demostrada aquel hombre le preguntó si tenía carnet de conducir. La respuesta fue negativa y a los ocho días ya tenía todos los carnets, sin ningún  examen previo.

    Las circunstancias familiares y personales le obligaron a tomar una decisión irrevocable. La edad de sus padres, ya mayores, hizo que abandonara aquel trabajo, para tomar las riendas de la casería. Pese a las condiciones muy mejoradas del titular de la envasadora para que continuara, fue inamovible su determinación. Pese a todo y como agradecimiento recibió de aquel una motocicleta. Los nuevos sustitutos no atinaban con la óptima producción de las máquinas y la encargada rogaba en voz alta: "¡Por Dios, ir a buscar al Indiano!".

    Una vez que estalló la guerra tomo una determinación que marcaría su futuro: fue chofer del bando republicano. Una vez que fue un hecho la victoria de Franco, sería su propio compañero quien lo delató, junto a otros más.  Fue detenido y pese a que Ramón no tenía delitos de sangre, ni nada parecido fue condenado a muerte, sentencia que afortunadamente nunca se llegó a cumplir. Estuvo en las cárceles de El Coto (Gijón), Burgos y finalmente en Celanova (Orense) en el convento de San Rosendo.

    Junto a mi padre, llevaron detenida a su hermana Belarmina. Tras una terrible paliza y creyéndole muerto sus captores, lo tiraron a una cuadra de caballos. Sería un médico el que no solo lo atendió sino que facilitó la posibilidad  de que viera  a su hermana en la cárcel destinada a las mujeres en el Coto. Esa misma noche la fusilaron. Nunca la pudo olvidar y cada vez que se acordaba de ella, lloraba como un crio.

    Tras ese episodio trágico lo trasladaron a Burgos y finalmente a Celanova. Las cárceles entonces eran un foco de hambre, miseria y enfermedades. Aquel médico que tanto lo ayudó en Gijón, fue también fue llevado a la prisión gallega, acusado de masón ( una de las obsesiones personales del dictador) y lo vio a través de una ventana. Aprovechando la carencia de medios y personal sanitario  solicitó a sus carceleros la ayuda de alguien con conocimientos de enfermería. Así rescató a mi padre, quien si tenía aquella base y mucho valor para afrontar tantas enfermedades. Esta nueva situación representó un nuevo status, ya se podía mover por distintas estancias, entre ellas la cocina. Lo que facilitó el ayudar a los presos famélicos, sin ninguna posibilidad .

    Su don de gentes, le posibilitó la posibilidad de ser "amigo" de la madre superiora, del colectivo de monjas que había en aquel convento-cárcel. Aprovechando una vez más aquella nueva amistad para mejorar la vida de alguno de los reos. Así a un tío de Floro el del Monte, le consiguió un trabajo para cumplimentar trabajos de madera como jaulas o tablas de lavar, que vendían las religiosas. Sus contactos intramuros facilitó mejoras para otros muchos como Tamargo de Avilés o Solar, quienes pudieron trabajar en unas minas de wolframio próximas.

    Pese a todo y haber podido mejorar su condición personal, no fue así. Siguió curando y arriesgando su propia salud, haciéndose cargo de aquellos pobres presos. Años más tarde fue puesto en libertad vigilada, teniendo que conseguir salvaconductos para cualquier desplazamiento. La visita  de la pareja de la Guardia Civil fue una constante durante mucho tiempo por esta casa, para constatar que Ramón  seguía localizable.

    A su regreso a casa, era todo ruina, los "vencedores" se encargaron de saquearla en aquellos años. Solo quedaba trabajar y sacar la cabeza hacia delante. En una ocasión y cuando iba a segar a un monte encontró a dos mujeres de Luanco que eran tías de Marcela, la actual dueña del "Horno de Luanco". Preguntándoles por un hermano, ellas le confiesan que está en un zulo en casa, junto al entonces cuartel de la Guardia Civil prácticamente muriéndose. Esa misma noche y asumiendo un grave riesgo personal y familiar, con la ayuda de un famélico caballo, mi padre traslada a José a su casa.

    Mi tío Francisco finge una enfermedad para que pudiera atender un médico  a aquel hombre sin despertar sospechas. Entonces la presencia de cualquier facultativo en un domicilio era excepcional. El médico fue Antonio Artime, de Avilés, evidentemente conocedor de aquella situación.

    La recuperación del enfermo fue lenta. La ayuda médica, comida y la posibilidad de disfrutar del aire fresco y puro, después de tantos años, obraron el milagro. La estrategia para evitar cualquier suspicacia fue que dejara barba, pusiera gafas y pasara como un "criao" de mi padre. Tras años de  estancia, José fue embarcado en Bilbao, con destino a Francia. Mi padre una vez más tuvo que gestionar los contactos y enlaces necesarios.

    Pese a lo que pudiera parecer, uno de aquellos guardias y con el paso del tiempo  se convertiría en un gran amigo de Ramón. Fue quien le facilitó un los salva-conductos que necesitaría para viajar a Oviedo para poder transfusiones de sangre a mi tío Francisco, operado del pulmón. Fruto de aquella amistad en alguna ocasiones acompañó a la familia en comidas festivas. En una de aquellas y estando José en la mesa, preguntó: "¿Con cuantos rojos como hoy?". Su connivencia fue vital para nuestra tranquilidad.

    Refugió en casa a  25 ( 24 hombres y una mujer) militantes y guerrilleros socialistas en Asturias, perseguidos por el franquismo y los embarcó en Luanco el 23 de octubre de 1948, en un barco gestionado por Indalecio Prieto desde Francia. Josefa Muñiz, Salero, se crio en esta casa y con diez años era la encargada de la intendencia para la compra de la comida de tanta gente. Aprovechando el viaje para llevar la leche a la plaza de Candás, iba comprando en distintas tiendas pequeñas cantidades de comida, para no despertar sospechas.



Miembros de aquellos militantes y guerrilleros socialistas, junto a Indalecio Prieto,
ya en Francia. "...y los embarcó en Luanco el 23 de octubre de 1948".


    El día de autos, mi padre salió antes de amanecer con todos ellos, consciente del riesgo asumido y sabiendo que aquel día pudiera ser el último que viera a su familia. Afortunadamente todo salió bien.

    Esta casa, desde siempre fue un refugio para los desamparados y necesitados de todo tipo. Tal y como decía nuestro vecino Marcelo el de Lluisa: "La Casa Benita siempre ye una casa de puertes abiertes". Probablemente fue porque mi padre nunca ambicionó fortuna alguna, luchando por el beneficio y justicia social, desinteresado hasta límites temerarios. Llegando a hipotecar en varias ocasiones sus propiedades para ayudar a personas en apuros. Fue una persona ideológicamente adelantada a su tiempo, defensor a ultranza del cooperativismo y socialización de recursos comunes, para escándalo de alguno de sus vecinos. 



Ramón de Benita y una de sus nietas al fondo.


    Persona de gran inventiva, quien modificó su vetusto coche para reconvertirlo provisionalmente como segadora o darle un nuevo uso a su moto para empujar la hierba recién segada. Siempre informado y con una ideología que no ocultaba, mantuvo como premisa vital por encima de todas las cosas el respeto. Amigo de cualquier persona con independencia de pensamiento político. Prueba de aquel interés informativo, durante la guerra y postguerra en casa hubo una radio que se ocultaba para evitar males mayores en los truébanos de las abejas.

    Todo los que lo conocieron pueden corroborar que fue una persona cumplidora, siempre dispuesta a ayudar a todo el mundo, sin esperar nada a cambio. De carácter afable y empatía única pero intransigente ante cualquier injusticia, era cuando manifestaba su genio. El orgullo de haber podido disfrutar de una persona como mi padre es algo que jamás podremos valorar en toda su dimensión. Fue un hombre único e irrepetible".


María del Carmen Suarez.



    Ramón Suarez, Ramón de Benita , tendría un reconocimiento oficial por su altruismo con la inauguración de una calle a su nombre en la capital gozoniega el día 26 de enero de 2019.





Casa Miterio (1800-2023).



   "Emeterio García Barrosa, aparece por Antromero procedente de Bañugues, otros dicen que de Verdicio a principios del año 1800 y contrae matrimonio con Doña Ramona González Vega, tienen un hijo sobre 1864 llamado Antonio García González, siendo esta persona uno de los que contribuyó a que se fuera formando el núcleo urbano de lo que es ahora Antromero.

    Esto es debido a su amplia descendencia: seis hijos, dieciocho nietos y treinta biznietos. Contrae matrimonio en primeras nupcias con Rafaela Gutiérrez Alonso y tienen dos hijos, Don Manuel y Florentina (Flora). Al fallecer su primera esposa, se casa en segundas nupcias con Doña Generosa Braña García y tienen cuatro hijos: Laureano, Rafael, Celso y Olvido Braña.



Fuente: Mónica. Florentina García.


Fuente: Mónica. Rafael García.



     Su hijo Rafael contrae matrimonio con Doña Manuela González Artime y tienen tres hijos: Rafael, Trinidad y Cristina y al fallecimiento de su padre, Antonio García González queda al cuidado de la casa familiar.



Fuente: Mónica. Manuela González Artime.


Fuente: Mónica. De izquierda a derecha:
Cristina, Rafael y Trinidad.

    Trinidad se casa y tiene una hija llamada Mónica. Cristina se casa y tiene dos hijas llamadas Patricia y Cristina y Rafael (conocido como Falo Miterio), soltero y sin hijos,  quien al igual que su padre quedará al cuidado de la ganadería familiar de Casa Miterio. Será atendido en primera instancia por su hermana Cristina hasta su casamiento, quien se va a vivir a Avilés. Posteriormente tomará el relevo su otra hermana Trinidad, hasta su fallecimiento en junio de 1991, pasando entonces las labores de casa a su sobrina Mónica, con apenas 22 años. Situación que se mantendrá hasta el fallecimiento de Rafael, el 26 de diciembre de 2020, cuando contaba con 86 años.



Fuente: Mónica. Falo Miterio, primero por la derecha, en 
el bar del Cañaveral.


    De Falo Miterio se podrían decir muchas cosas, pero una de sus grandes virtudes es que era una persona que se conformaba con poco para ser feliz. Es decir, sus vaquinas, sus pitas,...era su vida y por encima de todo era un naturalista de pura cepa. No tenía más afición que plantar árboles de todo tipo, sus fincas se distinguían porque en  cada una de ellas había un eucaliptus. Él era feliz viendo como crecían sus animales y árboles,...solía decir que bonita es la naturaleza. 

    Todo lo que saliera de su mundo lo consideraba que era "lujear", por eso, él tuvo una vida plena, ya que realizó lo que más le gustaba, como era estar y vivir en contacto directo con la naturaleza y sus animales. Nunca fue una persona materialista.

    Otra de las facetas que destacaba en él según los vecinos era su gran vitalidad y fuerza natural que poseía. En resumidas cuentas, Falo vivió como quiso y deseó, siendo feliz, sin ningún tipo de lujo, tal y como solía decir: " Lo importante no es lo que se ve desde fuera, si no, lo que está en el interior, que es donde uno vive". Lógicamente se refería a su forma de ver la vida y de vivir..."


José Antonio García Vázquez.




Secundina Fernández Fernández (1927- 2008).

"Mi madre".


    "Me siento muy agradecido por permitirme ofrecer este cariñoso homenaje a esa gran mujer que fue mi madre.

    Secundina nació el 1 de julio de 1927 en Luanco. Era hija de Segundo y de María, mis abuelos.

    Segundo fue marinero en una lancha de pesca. Salía todos los días cuando la mar lo permitía a faenar. Era un trabajo duro y con unas condiciones muy precarias: frío, esfuerzos, mojaduras, todo ello acompañado de una escasa alimentación. Al final de la jornada de pesca casi siempre traía para casa una cestina con algo de pescao para el alimento de su familia.

    Trabajó también de carpintero cuando no faenaba, en el Dique con Anselmo, haciendo lanchas y calafateando, (tapando grietas y ranuras con estopa o cáñamo y brea). En el resto de la jornada que quedar libre trabajaba la huerta de casa donde se sacaba el sustento para comer y luego poder vender los excedentes.

    Vivieron momentos muy duros, contaba mi abuelo que durante la guerra un día en el que se encontraban faenando se les acercó un buque de  guerra  y se llevaron a él y a toda la tripulación presos, llevándose también la lancha de pesca amarrada al buque. Fue un tiempo de incertidumbre y sufrimiento  en el que su familia no supo nada de él y tuvo que subsistir como buenamente pudo.

    María era conocida como "María el Hortelano", apodo heredado de su padre que era un excelente jardinero que cuidaba los mejores jardines de Luanco.  Trabajó sin descanso en la huerta de casa..., las mujeres de entonces no se podían permitir el desaliento. Y también como muchas otras mujeres fue hasta una edad avanzada a la fábrica de conservas en condiciones penosas, insalubres y muy duras: frio, humedad y hambre.

    Contaban alguna de ellas que los jefes pedían a sus empleadas que durante la jornada laboral cantaran a ala vez que trabajaban, así se aseguraban que no se comieran el pescao que preparaban para la conserva, pues tanta era el hambre que sentían. Seguro que en más de una ocasión tuvieron que recurrir a la picaresca.

    Pese a la dura vida de trabajo fue una mujer muy longeva, cumplió 103 años con sus capacidades mentales casi intactas y fue homenajeada por el Ayuntamiento de Gozón por ser la de mayor edad en el concejo en aquella época.

    Segundo y María tuvieron cinco hijos, de ellos tres mujeres: Secundina, Isabel y Luisina y dos hombres: Evaristo y Ramón.

    Secundina fue la mayor de los hermanos y ya siendo muy niña fue a aprender a coser, su ilusión era ser modista. Además como todos los hermanos tenía que ayudar en las labores y tareas de la casa.



Fuente: Marisol Carro. Secundina.


    Con 20 años conoció a Manolo, "mi padre", natural de Antromero y nacido el 19 de febrero de 1928. Hijo de Manolo "El Tercero" y de Ramona "Llaranes". Fue el segundo de cuatro hermanos.

    Trabajó de Subjefe de Guarda  muelles en la Junta de Obras del Puerto del Musel, como su padre. Apoyaba en la casería paterna y trabajaba en el huerto que había en casa.

    Era muy perfeccionista y al plantar las hortalizas le gustaba mucho incluso tirar una línea para que las plantas guardasen una perfecta estética. Su huerto llamaba la atención.

    Fue un hombre de carácter, con las ideas muy claras que luchó con tesón para conseguir sus metas y al que nunca le gustaron las injusticias y siempre defendió la verdad.

    Manolo y Secundina se casaron pronto y se quedaron a vivir en Luanco en la casa paterna de mi madre en Samarincha. Mi madre al ser la mayor estaba predestinada a "quedar pa en casa", como era costumbre en aquel tiempo. Su madre la quería mucho, siempre le decían sus hermanos que era la preferida y favorita de María, su madre.



Fuente: Marisol Carro. María, Secundina y Manolo.


    A los pocos meses nací yo. Los primeros seis años de mi vida los pasé en casa de mis abuelos con mis padres. Fui muy querido.

    Mis padres después de meditarlo mucho y pensando en su futuro se fueron a Antromero y construyeron una casina cerca de la casa paterna de mi padre, una vez construida se fueron a vivir allí.



Fuente: Marisol Carro. Manolo y Secundina.


    Mi madre fue una ama de cas y además durante toda su vida desempeñó el trabajo de modista. Tenía el taller en una habitación que estaba en el sótano de casa. Coser fue su vocación..., su gran pasión, la costura la transportaba a otro mundo. Me lo confirma el hecho de que yo incluso en los últimos años de su vida y en los periodos en que su mente desvariaba la expresión feliz de sus cara y los movimientos de sus manos me demostraban que seguía dando puntadas y recogiendo hilos de forma imaginaria.

    Fue muy trabajadoras, incansable, tenaz y muy organizada. Recuerdo verla a las dos y tres de la mañana sentada en la cama al lado de mi padre ya dormido cosiendo a mano la labor que al día siguiente cosería a máquina en el taller. Ese taller por el que pasaron tantas chicas, alguna muy niñas, rodeada de todas ellas dándoles las instrucciones necesarias para aprender el oficio.



Fuente: Marisol Carro. Alumnas de Secundina,
sentada en el centro, primera fila (1968).


    Para hacerle encargos venía mucha gente de los alrededores y pueblos limítrofes de Gozón y Carreño.

    Tenía buen carácter y fue muy buena persona, tranquila, sin un mal gesto. Apoyando siempre a mi padre. Sin duda se pareció siempre en su forma de ser a su madre María.

    La recuerdo como una buena madre, una excelente abuela y sin duda una  gran persona. Cada día de mi vida la tengo presente en mis pensamientos y en mi corazón". 


Antonio Fernández Fernández, "Toño".




Rafael Menéndez González.

   


 "Rafael, mi abuelo, nació en el año 1895, se casó curiosamente con una prima carnal que era de Casa Roque, en Bañugues, llamada Dolores González. De aquel matrimonio nacieron ocho hijos, de los cuales solo cuatro lograron sobrevivir: Ángeles; Josefa (mi madre), Ramonín y Rafael, más conocido este último como Falo Menéndez. Las duras condiciones de aquella vida, condicionaron la existencia y supervivencia de nuestros antepasados.

    Siempre vivieron en la casa familiar, Casa Menéndez (Alto El Monte), con mis bisabuelos Manuel y Antonia. Su vida fue trabajar en la casería, cultivando la tierra y al cuidado del ganado. Mi abuela Lola no se quedaba a la zaga, atendiendo las labores de casa y complementado aquellas con los trabajos agrícolas y ganaderos. Formando como en tantas otras casas un perfecto equipo.



Fuente: Olga Fernández. De izquierda a derecha
y arriba: Dolores, Rafael y su hermana
Ramonina. Abajo: Antonia y Manuel.


    Rafael era propietario de una pareja de bueyes, lo que representó un trabajo extra muy agradecido para los ingresos familiares. Durante muchos años suplementó aquellas faenas con el transporte de piedra desde Gijón a Luanco, para la construcción del espigón del Gayo.

    Fumador empedernido, era muy habitual verle con el cigarrillo siempre en la comisura de los labios. Aquel tabaco liado le generó una grave enfermedad en la boca, que superó. Aquel incidente en ningún momento agrió su carácter jovial, pues quienes tuvieron la fortuna de conocerle pueden corroborar su pegajosa simpatía. Era lo que se podía definir como un bendito de Dios.

    Animoso y juerguista, trabajador incansable, sabía disfrutar cuando así había que hacerlo y aplicarse en la faena cuando correspondía. Mi abuela, con su discreción y comportamiento más reservado formaba un  complemento envidiable.

    Con el paso de los años y en su vejez, sufrió achaques de reuma, que le redujo la movilidad, pero no su sentido del humor. Muy apreciado por todos aquellos que lo conocieron. Murió con 92 años y con una plenitud mental envidiable.


Fuente: Olga Fernández. Rafael Menéndez.


    Fue como tantos otro y sin lugar a dudas un ejemplo a seguir, un espejo en el que debiéramos mirarnos de vez en cuando todos, para no olvidar su modelo de derrotar a  las dificultades, sin perder las ganas de vivir y disfrutar de la vida".


Olga Fernández.



Juan de Canales y Pacita.



    " Mi padre era Juan, aunque todo el mundo lo conocía como Juan de Canales. Era un hombre muy bueno y servicial. Toda su vida trabajó muchísimo , pero en aquellos años ¿Quién no lo fizo?.

    Su oficio fue el de albañil, en unos años que hubo mucho trabayo de eso, taba todo pates arrriba. Además siempre tuvo ganao, 4 vaques debaxo el horro y una pareja pa xoncer con el yugo.

   Casose con Pacita, que era hermana de la madre de Oliva, Generosa, Paulino,... y vivieron en el Rebuñón, donde ahora vivimos Yoli y yo. De aquel matrimonio tuvieron cuatro fíos: Ramón, Maripaz, Ángeles y yo, Pilo.

    El probe tenía un asma tremendo, pero trabayaba como taba mandao. En la casa, semando, segando, con les vaques y después lo de fuera. El fizo cases en Candás y el deposito del agua, y no ye como ahora que todo son máquines. Antes, en los tiempos de él, aquel trabayo había que sacalo con el cuerpo y nada de tar atechao. Les coses no son como ahora, que por todo se quejen.

    Y en la casería los medios eren peores. tenia que ir con la pareja de vaques a buscar arena pa facer la cama de los animales a la playa de Candás o de San Pedro. Muches veces había que d'ir a buscar el pienso, a ferrar los animales, todo se segaba a mano, con el gadaño....que se yo, muncho trabayo. 

    Mi pa tenía una fuerza tremenda. Aquel paisano no ye que fuera muy grande, pero cogía los sacos de pienso, de patates, de lo que fuera con una facilidad tremenda. Murió muy joven, con solo 58 años, que ahora la gente de esa edad todavía son unos chavales.

    Mi madre, Pacita, era muy buena persona. No ye porque fuera mi ma, pero era muy buena gente. Tenía un corazón tremendo. Fíjate como era que taben los gitanos acampaos por arriba casa y metiose una invernada tremenda, entonces dejábalos dormir en el desván. Pero con la condición de que teníen que lavase un poco antes de subir. ¿ Puedes creer que alguno de ellos, quisieron d'ir pa debaxo el toldo que teníen y pasar frío, antes de tocar el agua y el jabón?.

    Puedo decir que los dos ayudaron a todos los que pudieron, que como tanta xente trabayaron lo suyo, y que fueron muy serviciales. Ye pa sentise orgulloso de ellos y yo lo estoy mucho".


Pilo.




Félix Hevia García y María Gutiérrez.


   " Mis güelinos eran Félix Hevia García (1927- 2002) y María Gutiérrez Fernández (1926-1975). A ella no la conocí pues murió cuando mi padre tenía solo 17 años. Tuvieron tres hijos: Ángel, Pepe y Felíx.



Fuente: Eva Hevia. María y Félix.


    Mi güela era de la familia de El Tercero, hija de María y Basilio El Tercero, al que si llegué a conocer, pues cada vez que íbamos con mi padre a  buscar la leche, allí estaba con Maruja, Carmenchu o Like. Siempre lo recordaré en los inviernos sentado al calor de la cocina de carbón, o en los veranos delante de la casa, en el banco. Mi güela, aunque no la conocí, siempre me hablaron de ella con mucho cariño y amor, recordando lo gran y buena trabajadora que era. Felíx, mi güelo, siempre se acordaba de ella y decía lo mucho que le hubiera prestado conocer a todas sus niet@s, especialmente al no haber tenido niñas, hubiera disfrutado mucho.

    Félix era natural de Candás, de la familia que llamaban los Falucos. Después de casados vivieron algún tiempo en Candás, hasta que en 1955 hicieron la casa en La Ería. Según me contaba fue la primera casa en hacerse en esta zona de Antromero, luego se haría la de Anxelín y todas las demás que hoy por hoy llegan hasta la playa.

    Siempre trabajó en el Carreño, que luego pasó a ser la FEVE, hasta que se jubiló por la enfermedad del Crohn. Son tantos los recuerdos que tengo de él que los llevaré conmigo mientras viva. Era una persona familiar, cariñosa y muy generoso...Le gustaba ir al bar El Choli, a echar la partida con los paisanos del pueblo, le encantaba estar tiempo con su prole. El día 1 de agosto, San Félix, siempre reunía a todos los miembros de las familias de sus hijos para asar sardinas o hacer una comida.

    En aquellos inviernos tan duros, en todas las casas había madreñes, para poder pisar los suelos tan embarrados que había. Mi güelo las llevaba a muchos sitios, entre ellos cuando iba al Choli. Yo no tenía mayor afición que poner las de él, que eran las más grandes.



Fuente: Eva Hevia. Félix acompañado de su hijo Félix, 
imagen clavada de su nieto Keko.


    Son tantos y tan buenos los recuerdos que tengo de esa época, con todos reunidos. El día del Carmen íbamos hasta el prao, todos juntos con la comida a pasar el día; de las tardes en la playa de Los Cristales; de mi padre y mi tío Ángel yendo a los pulpos; aquellas tardes recogiendo patatas; de mayar les fabes y luego echarlas al viento...Buuuf se me agolpan tantas cosas y muchos recuerdos de todos: mi tío Ángel y Pepe, mi tía Lena, Mari y mis primos... Hoy nos faltan los güelos, Ángel y mi padre Félix, pero mantengo viva mi memoria.


Fuente: Eva Hevia. Celebración familiar de parte de la familia
Los Terceros y allegados. Félix, el quinto por la izquierda.

    Otro dato que no me perdonaría el no mencionar, era el día del encuentro en Candás, donde mi güelo izaba la bandera a los píes del viejo Ayuntamiento de Candás, cuando le quitaban el velo a la Virgen María en el momento en que esta y su Hijo Resucitado se encuentran. Era un momento muy especial para él, ya que heredó esa tradición en el año 1943 de su padre Rafael, al que siempre acompañaba de crio en aquel solemne acto. Estuvo izando la bandera hasta los 74 años y una de la últimas veces que fue me llevó a mi. Recuerdo ese momento con mucho cariño, igual que todos los que tengo de ellos.



Fuente: Eva Hevia. Recorte de prensa, donde Félix arría la bandera.
En este reportaje se le brinda un cálido homenaje por esta actividad
durante tantos años.


    Un beso al cielo para todas esas personas que formaron parte de nuestras vidas y ahora nos cuidan desde arriba".


Eva Hevia.




José Viña González, José Arenes.



   " José Viña, más conocido por José Arenes, nació en Antromero en el año 1899. Sus padres fueron María González Viña (1864-1953)  y Juan de la Viña (1863-??), quienes tuvieron otra hija, de nombre María y quien permaneció soltera, con dedicación a las labores de casa y a trabajar en la fábrica de Bernardo Alfageme.


Fuente: Benigna Anxelín. Carnet de identidad del año 1935,
 de María Viña, donde se identifica el lugar de su trabajo.


Fuente: Benigna Anxelín. Carnet de María Viña del sindicato anarquista CNT,
año 1935.


Fuente; Benigna Anxelín. Carnet de María Viña del sindicato único y vertical 
falangista. Año 1938. Cambio obligado.


    Sus abuelos maternos fueron José González Arenes, nacido en el año 1833 y Manuela Viña quien lo hizo en 1842. Este hombre según registro de los pagos de consumo del Ayuntamiento de Gozón se dedicaba a la agricultura y a la pesca. Como prácticamente todo el mundo en aquellos años.

    José Arenes se casó dos veces y en aquel primer matrimonio hubo cuatro hijos, dos varones y dos hembras: Firme, Concha, Caridad y Manolo. Una vez viudo, se volverá a casar con Pilar La Salada, pero en esta ocasión, ya sin hijos. Viviendo en La Flor, junto a la casa materna.

    Su trabajo fue siempre el de marinero, pero de bajura. Salían y entraban  en  puerto todos los días, yendo sobre todo a la sardina. Su hijo Manolo, también sintió la llamada de la mar, pero en barcos mercantes. También trabajaba la tierra, llevando una huerta donde Les Moranes, detrás de su casa  y un cacho de tierra en el Molín del Pielgo. Allí  paloteaba y semaba para consumo de casa.

    Era un hombre que tenía una gran facilidad para quedarse dormido en cualquier sitio y condición. Durante algún tiempo alternó aquellos trabajos con los de la fábrica de conservas Albo, en Candás. Durante el llenado de un depósito de  agua, para aquellas faenas conserveras, le encargaron que vigilara y sujetara una gran manguera, por donde salía aquel líquido. Apoyó el tubo sobre el borde, mientras  lo sujetaba, quedándose dormido. Sus compañeros cerraron el paso del agua, cortando por detrás suya la manguera y recogiéndola. Así quedó el bueno de José de pie, durmiendo y con un cacho de tubo debajo del brazo, hasta la llegada del encargado que viendo aquello le propinó una buena bronca.

    Siempre hubo en su casa y debajo del corredor palomas y pichones. La casa de aquel hombre era un enjambre de ellos y la explicación de aquella gran presencia de páxaros estaba en que los pichones los vendía, llevándolos a Candás. En aquellos años había un gran comercio de ellos, pues normalmente cuando te encontrabas mal o estabas enfermo era la comida que te daban para que te recuperaras pronto.

    Había algo que lo caracterizaba que era la boina, las gafas de miope y el cigarro siempre en los labios. Fumaba de continuo, aquel caldo que liaba con papel de fumar y la camisa y chaqueta siempre llena de ceniza y agujeros de las brasas. Aunque según confesaba nunca tragó el humo.



José Arenes. Una imagen
inconfundible.


    Ya retirado venía mucho a ayudar en la cuadra a mi padre, Marcelino La Salada, con los animales. tenía una verdadera pasión por todos ellos y ellos por él. Siempre traía cachos de pan en los bolsos para dárselo. Sin llegar a la quintana ellos ya sabían que se estaba acercando, así la perra que teníamos, Lira, echaba a correr a buscarlo. La burra, les oveyes, todos iban detrás suya. Su felicidad estaba sujeta a todos los bichos.


Fuente: Laudina Artime. José Arenes. Los animales su gran pasión.

  Durante la guerra civil, fue considerado por las autoridades como hombre de "tendencias izquierdistas", pese a no habérsele conocido actividad política o sindical alguna. Probablemente era porque en aquella época si no eras azul, tenías que ser rojo. Aquella calificación le representó algún que otro rompedero de cabeza, pues debía de estar localizado y cualquier desplazamiento fuera del concejo, debería estar autorizado por las autoridades.



Fuente: Benigna Anxelín. Certificado municipal extendido a nombre 
de José Arenes.


    José Arenes fue lo que se puede llamar un buen hombre,  muy buena gente, sin más ambiciones que disfrutar de tranquilidad. Su carácter era calmoso y pausado, nunca levantaba la voz y menos a los animales. Su segunda mujer, Pilar La Salada, quien era todo nervio, fue el perfecto complemento de aquella personalidad. Su hermana María heredaría aquella genética de José".


Laudina Artime.




Joaquín  González y Carmina Les Moranes.



    "Joaquín González Heres nació en 1920 en Luanco, y era de La Cuesta. Trabajó faenando en la mar, algo que nunca abandonó, aunque trabajara en otros sitios. Vino a vivir a Antromero a Les Moranes, cuando se casó con mi madre, María del Carmen Artime García, Carmina. De aquel matrimonio nacieron siete hijos, de los que todos vivieron: María Angélica, Joaquín, Mariluz, María del Carmen, Avelino, Carmen y Marian.

    Fue una persona muy trabajadora y durante un tiempo lo hizo en la fabrica de harinas, La Fedionda y después en la FEVE, donde se retiraría. Tuvo un bote, el popular "Punta de los Ángeles", con el que complementaba los trabajos en la tierra. Primero con la fuerza de los remos y después ya con un motor fuera borda faenó arrancando ocle, pescando o marisqueando. 

   Fumador incansable de tabaco negro. Primero los "celtas" sin boquilla y después "ducados", llevaba tanto su cajetilla como el mechero de mecha debajo de su reconocible boina para evitar que se mojara. En su menú marinero no podían faltar nunca dos elementos: tabaco y uvas. Cuando por el verano llegaba en el bote a la playa con la cesta llena de pescado y mientras los veraneantes se sorprendían de sus capturas, yo rebuscaba entre los restos de su comida, para encontrar suelta  alguna de aquellas uvas, dulces como la miel, sabor que nunca más encontré en ellas .

  Su físico era inconfundible, vestido de mahón, boina negra, y siempre un cigarrillo en sus labios, encajaba perfectamente en la imagen marinera clásica. Delgado y fibroso, nervioso e inquieto, fuerza y puro nervio, tal heredó esa genética su hijo, Avelino.



Fuente: Marian González. Joaquín Les Moranes, una imagen 
típicamente marinera.


   Pese a ser de carácter explosivo, tenía un corazón que no le cogía en el pecho. Muy buena gente, servicial, ayudando en todo lo que podía. Lo acompañaba buenas maneras a la hora de hacer cosas, mañoso, construía recambios para la lancha, arreglaba cosas en casa, hacía varas para los garabatos del ocle, mangos para palas, fesories...

   En el trato personal era cercano y animoso. Tenía una expresión característica y propia para todo el mundo: "mi niñín" o "mi niñina", en un ejercicio de demostración de cariño, proximidad y confianza. En todas las fiestas era el primero en salir a bailar y el último en abandonar el baile, en una animosidad muy contagiosa.

    Mi madre, María del Carmen Artime García, Carmina Les Moranes, formó parte de la prole creada por sus padres, Ramón y Filomena. Fueron ocho hermanos: Etelvina, María, Marcela, Lucía, Carmina, Avelino, Sergio y uno que murió que estaba muy impedido.

    Ramón, su padre, quedará viudo y se casará por segunda vez, En esta ocasión con una hermana de su anterior mujer, quien rechazará a todos sus hijos. Cuando murió su madre, Carmina tenía tan solo cinco años y todos ellos tuvieron que sobrevivir como bien pudieron. Trabajaron por casas, tan solo por la comida. La vida fue cruel con su infancia. Etelvina trabajaría como criada en una de las caserías mas potentes de Antromero, Casa Norte.



Fuente: María González. Joaquín y Carmina
Les Moranes.


    La organización de aquellos huérfanos estuvo en manos de María. hasta que se casó, que marchó a vivir a su propia casa. Lucía tomaría el relevo, quien  además de ser muy trabajadora, tenía mucho carácter. Aquella forma de ser quedaría reflejada con el paso del tiempo: durante años coció las marañueles de medio pueblo en el forno de Laudina. Ella era la encargada no solo de su cocción, sino también de recoger la lloreda, para arroxar el forno y dar ese aroma característico a las galletas.



Fuente: Tito Les Moranes. Lucía les Moranes, 
hermana de Carmina.



       El carácter de mi madre era completamente diferente al de mi padre, muy suave en las formas. Él en cambio todo puro nervio, lo contrario a ella. Siempre decía lo mismo: para llevar una casa, el trabajo de afuera, el cuidado de la familia solo tenía un secreto que era hacerlo todo con tranquilidad.

    Aquella gente trabajó en todo lo que pudieron y nunca se quejaron por nada, y menos por trabajar mucho. En Antromero si había trabajo, había riqueza  y la mar fue un tesoro para todo el mundo. Se fue a todo lo que se pudo: al ocle, al marisco, a les tierres, al laurel, a los caracoles...Fue un sacrificio duro y diario y nadie te regalaba nada. Acostumbraron su cuerpo a un esfuerzo casi inhumano, que para la gente de hoy sería imposible: ir a buscar el agua a la fuente con un caldero en la cabeza y uno en cada mano, llevar el cabeza a la plaza tanto peso y andando tantos kilómetros... y un día y al siguiente también.

    Todo el mundo tenía una vaquina para la leche y unes pites y un gocho para matar para el año y con poco más la gente se arreglaba. Nunca ningún antiguo tuvo problemas de ansiedad y les sobraban los motivos para ello. Deberíamos mirar un poco para atrás y ver lo que hicieron los nuestros antepasados y aprender un poco de ellos. Y entre ellos de mi padre y mi madre, trabajadores incansables y buena gente.


Tito y Marian Les Moranes.




Antonio Guardado y Josefa Muñiz. Casa Salero.



    "Mis padres fueron Antonio Guardado González, nacido en Antromero en 1925 y Josefa Muñiz Menéndez, quien nació 1928 en Condres. Ella fue hija de madre soltera, criándose en Casa Benita, pues mi abuela y la madre de Ramón de Benita eran primas carnales. Su madre se casaría más tarde y tendría otros tres hijos. Para Josefa, mi madre, Ramón, Olimpia y Josefa eran mas que hermanos. 

    Antonio y Josefa se casaron en el año 1952 y de aquella unión nací yo, que fui hija única. Aunque antes de esto hubo un embarazo que no prosperó, tuvo un aborto.



Fuente: Sheila. Antonio y Josefa Salero.


    Mi padre estuvo trabajando una temporada por afuera de Asturias, con mi tío Manolo, haciendo construcciones por Palencia. Después de aquella experiencia trabajaría en la fabrica de harinas de nuestro pueblo, La Fedionda. Y poco tiempo después ya comenzaría en el Carreño, de guardagujas, donde finalmente se retiraría.

    En casa, Casa Salero, siempre tuvieron ganado, criando xatos y una vez que mi madre se afilió a la Agraria, aumentaron el numero de vacas. Siempre se trabajó en todo lo que se pudo, la cuadra, las tierras e incluso al ocle, como tantos otros. Mi madre y yo fuimos al ocle durante algún tiempo y mi padre solo venía a ayudar a transportarlo.

    Los excedentes que salían del cultivo de las tierras, Josefa los llevaba a vender a Gijón. Sobre todo las patatas tempranas, aquellas que se daban en los meses de abril o mayo. Al principio el encargado de llevarlas con el carro hasta el Carreño, al tren,  era mi padre. Después, una vez que me casé y aprovechando que mi suegro trabajaba en Gijón, las llevaba él en el coche. La venta no era muy complicada, pues había clientes fijos, estaba garantizada.



Fuente: Sheila. Antonio y Josefa, delante de 
la cuadra.


    Lo cierto es que en casa mandaba mi madre, como en casi todas, era la encargada de tomar todas las decisiones domésticas y la organización de todo pasaba por sus manos. Su voluntad era la que se cumplía.

    Mi padre tenía una debilidad, y no era otra que la fiesta de San Pedro. Se celebrara o no, aquella fecha la tenía marcada en el calendario, para él era lo más grande. Participaba y hacía carrozas todos los años en los que había desfile. Tenía un carácter festivo, formó parte activa de la popular Charanga de Antromero y tanto él como su burro Kike, no pasaban desapercibidos. Aquel animal era como un ser humano, bebía sidra y cerveza por un vaso sin romperlo y aquella singular facultad le permitió ganar un montón de apuestas, traducidas en cajas de sidra para el disfrute de los miembros de la charanga.


Fuente: Milagros. La popular charanga de Antromero. Años 80. Participante habitual en
los desfiles de carrozas  de un sinfín de romerías y fiestas populares. Abanderados
de un desparpajo e ingenio, muy agradecido por los concurrentes.
Destaca en primer plano el burro Kike, junto con Antón Salero. Cuadrúpedo de contrastadas
habilidades. Capaz de beber por un vaso de sidra sin romperlo.
Probablemente aquel ambiente facilitó el desarrollo de aquella 
destreza.



    Mi madre, fue una persona socialmente implicada, defensora de la dignidad, en unos tiempos especialmente duros. Ella y Benigna Anxelín recorrían casas a cualquier hora del día y de la noche para poner inyecciones, sin importar a quien. Me admiró siempre su valor para afrontar las cosas. No era temerosa e incluso  la gente la venía a buscar a casa para vestir a los muertos. 

    Siendo yo una cría, íbamos andando hasta Condres, a Casa Benita,  para ayudar en las tareas (matar y embutir el gocho, esfoyadas,...) y después  solíamos regresar de madrugada, sin ningún punto de luz en todo el camino y con unos bardiales que inundaban todo. Ella volvía sin problema, tan solo con un par de piedras en los bolsos: " Por si sale alguien de entre los bardiales".

    Aquellas vivencias con las que le retó la vida le hicieron curtir. Siendo una rapacina iba llevar la comida a la cárcel de Candás y formó parte de la intendencia para mantener a los  25 refugiados políticos que tenía Ramón de Benita en su casa. Con tan solo diez años era la encargada de comprar la comida para ellos en las tiendas de Candás y para evitar levantar sospechas hacía pequeñas adquisiciones en cada una de ellas. 

    Su valor y lucha ante las injusticias no pasó desapercibida, recibiendo un homenaje en el año 2016, en La Colladiella, por su lucha, labor y solidaridad por la mejora de los más desfavorecidos, en un tiempo en los que fueron cruelmente perseguidos.



Fuente : Conchita Guardado. Cuadro entregado a Josefa como homenaje
por su lucha social. Año 2016.


    Un orgullo y ejemplo. Su carácter y fuerza  nunca quedará en el olvido".


 Conchita Guardado Muñiz.




Arturo Piqueiras García.


    "Arturo nació el 16 de marzo de 1930 en Antromero, hijo de Raimundo Piqueiras García y Raimunda García García. Siendo el quinto de los hermanos: Rosario, Manolo, Estela y Cecilia.

    Alguno de los temas que recuerdo hablar en casa cuando yo era joven son:

    - Cuando la Guerra Civil escondían los pocos animales que tenían, para que no se los requisaran y se los llevasen, sobre todo los cerdos.

   - Durante en esta época me suena de contar que algún chiquillo murió por un bombardeo, pues a veces ellos creían desde los aviones les iban a tirar algo para coger.

    - Otra de las cosas que le oí contar era que de pequeño llevaban a pastar alguna vaca a la zona que separa los pedreos de Gargantera  con El Carmen, pues eso era amplio y ahora parece una pequeña península, de muy difícil acceso.

    - Arturo, mi padre, decía que iban con unos paxos a San Pedro a coger ocle, que lo usaban para cuchar las tierras.

    - Siendo joven recordaba que se desplazaban al Musel a cargar vagones de carbón y como el dinero lo daban en casa, al final cargaba un poco más para aquello que recibía por su trabajo extra, quedárselo él. De chavales creo que alquilaban bicicletas a Alfonso de Belarmina y así hacían alguna excursión, pues eran muy pocos la que la tenían.

    - Navegó en "Dorita Viña" durante dos periodos diferentes, entre el 23 de noviembre de 1946 a 26 de enero de 1949 y posteriormente lo haría desde el 18 de junio de 1949 al día 20 de febrero de 1950. Aquel barco era un pesquero, mi madre siempre decía que anduvo a la pesca, pero que no le gustaba.



Fuente: Humberto Piqueiras. El Dorita Viña caceando, pesquero por el 
que pasaron innumerables antromerinos, entre ellos, Arturo.


  - En alguna foto aparece junto a un grupo de gente, probablemente de su edad, entre los que puedo reconocer a Suso, el del Taller y a José Arenes.

  - La mili la hizo en la Escuela Naval de Marín, donde conocería a mi madre, Dolores Couto Bernárdez, quien trabajaba en la casa del Jefe de Estudios de la Escuela. Por ello después de hacer la instrucción (creo que en El Ferrol) quedó en Marín de repostero (marinero que está al servicio personal de un jefe u oficial de la marina) en la casa del Jefe de Estudios.

  - Una vez que finalizó el servicio militar, mi padre con la recomendación de hasta entonces su superior, entró a navegar en  "El Uribitarte", el día 29 de abril de 1952, que era un barco de un armador vasco. Durante algún tiempo, hasta que se casaron , mi padre y mi madre, se veían tan solo cuando él tenía vacaciones o aquel buque entraba a puerto en un punto cercano. Para los dos la manera de salir era sencillamente escribiéndose cartas.


Fuente: Humberto Piqueiras. Arturo Piqueiras en el Uribitarte.


    - Arturo con el dinero que había ahorrado hizo la casa en la que vivimos. Así para cuando se casaran ya podrían vivir en ella. El terreno en la que se construyó, se lo había dado su padre, Raimundo.

  - Se casó el 28 de septiembre de 1958, en Marín, con mi madre Dolores, originaria de Loira (Montecelo), a tres kilómetros del lugar donde celebraron sus nupcias.

  - Recuerdo  que una vez casados y como en esa época las vacaciones navegando eran de un mes, entonces mi madre y yo si el barco atracaba en España, íbamos a verlo (Santander, Bilbao, Fuenterrabia,...). 



Fuente: Humberto Piqueiras. Arturo, Dolores y Humberto.

    - En el barco rompió un brazo y como el barco entró en Inglaterra ( no recuerdo el puerto), le dejaron allí, en un hospital, aunque no puedo explicar como volvió.

    - Navegando en este barco, este estuvo retenido dos veces pues llevaba contrabando (tabaco), aunque en ambas ocasiones él estaba de vacaciones. El armador y el dueño del tabaco pagaron la multa y el problema resuelto, el barco a navegar.

    -Recuerdo que mi padre traía por esa época tabaco, Wiski y aparatos de radio, que después vendía en ciertos bares de los puertos donde solían hacer escala (Barcelona, Gijón...).

    - En un viaje a Estados Unidos, alguno que bajó del barco, se quedó allí. Era normal hacerlo, pues a veces, llevaban direcciones de otra gente que ya lo había hecho anteriormente y de esa forma contactaban y les ayudaban.



Fuente: Humberto Piqueiras.   Arturo, una vida en permanente
contacto con la mar.


    - Como el navegar y estar fuera de casa durante tanto tiempo, era muy duro, se quedó dos veces en tierra. Una primera vez trabajó en montajes y en otra ocasión en Cristalería, pero se ganaba poco y tomó la decisión de volver a navegar.

    - Uno de los recuerdos que tengo es que trajo una radio para Don Casimiro, quien fue un cura que estuvo en Antromero. Para nosotros trajo una vez una televisión y para sacarla del barco en Gijón tuvo que darles algo a los carabineros que estaban por el puerto controlando lo que se bajaba de los buques. Esta tele, tenía la particularidad que era de color, pero en aquel tiempo en España todavía no se emitía en ese formato.

    - El puesto que ocupo en el barco  fue el de fogonero y de engrasador, tal y como se refleja en su cartilla de navegación. Estuvo navegando hasta el día 24 de octubre de 1963, que finalmente desembarcó.

   - Después entró en ENSIDESA, pero le costó un poco, pues al pasar el reconocimiento médico le detectaron que tenía un ojo vago y que veía poco con él. Allí trabajó siempre en la acería, creo recordar que era la LD-II, que estaba ubicada entre Trasona y Llaranes.

    - A él le cogió muy cerca la explosión del 6 de febrero de 1971, en la que murieron 8 personas y hubo más de cien heridos. Ocurrió en la zona donde trabajaba, pero para su fortuna él había bajado a por algo. ese día no llegó a casa a la hora habitual y mi madre que ya había escuchado las noticias estaba muy preocupada. Hasta que finalmente se enteró que no le había pasado nada y que había quedado ayudando en la zona del siniestro, que había muchos heridos.

    - En los años que trabajó no recuerdo que haya tenido ningún accidente, salvo pequeñas quemaduras que aparecían también en las ropas que le daban y eran salpicaduras de cuando iban a coger muestras. En esa zona también trabajaba José Manuel, el de la Flor (Mori).

   - Trabajando en ENSIDESA fue algo al ocle varado, como mucha gente de Antromero, pero al no tener prado donde secar, ni burro, ni tractor, enseguida lo dejamos.


    - Compró una chalana a un sobrino de Luanco, Raimundo ( que murió cuando la explosión del bar El Bodegón) y con ella solía salir mucho a pescar a las julias y cabras, siempre le decía que aquello le encantaba. También con Mino de Bernarda solían ir a la quisquilla y andaricas ( de aquella hacían la vista gorda y no te multaban), para comer en casa y doy fe de grandes farturas de ese marisco. Al ir juntos muchas veces y cuando coincidían se ayudaban mutuamente a subir las chalanas.

    - Se jubiló de ENSIDESA en el año 1989, con 59 años. Después de ello y como teníamos una tierra que se había comprado al padre de Manel, Luis, quien era municipal en Avilés, se entretenía plantando un poco de todo en ella: fabes, patates, repollos, coliflor, puerros, etc. Mi madre le solía acompañar y ayudar.

    Falleció el 30 de diciembre de 2010 de forma inesperada, con 80 años".


Humberto Piqueiras Couto.




 











    









    

    












    



    


















1 comentario:

  1. Soy Carmen Poquito y me acuerdo de la mayoría, cuando venían a comprar a Casa Poquito. Todos muy buena gente, que buenos recuerdos.

    ResponderEliminar

los comentarios son libres y todos serán públicos

Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.