Capítulo 39. Coses de animales. Primera parte. Las vacas (I).

 




Fuente: Cuco Fernández Fernández. Casería Casa Menéndez.





Capítulo 39.



Coses de animales. Primera parte.



 Las vacas (I).




"Algo tuvo que pasar sin que yo

me haya enterado en este tiempo

para que hoy, de pronto, 

cuente por décadas

los años y de todo hace ya, 

por lo menos,

una vida".

Berta Piñán.




    En todos los lugares del mundo habitados, hay un tesoro inabarcable, un mundo intangible construido por las palabras de los antepasados y todas sus actividades desarrolladas durante miles de años. Es una suerte de eternidad construida y combinada en vidas, momentos, trabajos, lugares y la ayuda necesaria de animales para hacer más liviano aquel esfuerzo titánico. Una inmortalidad pendiente de nuestra actitud, de mantener vivo el recuerdo para  evitar que se hunda en la fugacidad de los nuevos tiempos, de este nuevo mundo que fractura el vínculo con el pasado.

    La necesaria evolución humana ha tenido sus detractores, personas críticas que han considerado y consideran que no ha sido tal. Uno de estos es el filósofo y escritor Yuval Noah, quien estima un verdadero fraude para el desarrollo humano la domesticación de animales y plantas hace más de 12.000 años. Para llegar a esta conclusión se basa en una ley humana: "Los lujos tienden a convertirse en necesidades y a generar nuevas necesidades". Resumiéndose todo a un viciado circulo cerrado que nos domina y con ello el fracaso de aquella revolución agro-ganadera de hace varios miles de años. Porque la pregunta que se hace es pese a tener todas esas mejoras, ¿Vives una vida más relajada?.

    Pero, ¿Quién ha sido la verdadera victima de este proceso evolutivo?. Sin lugar a dudas los animales domesticados. Nos vais a permitir hacer un breve análisis, asumiendo el riesgo que representa el error de nuestras conjeturas. Los cazadores primitivos en un momento determinado consideran la posibilidad de domesticar algunos animales, convirtiéndose en ganaderos. Para lograr este propósito van hacer una selección, eliminando a las bestias menos dóciles y manteniendo en el rebaño a los sumisos y adaptables.



Fuente: www. jjbenitez. com. Grabado sin datar en el desierto 
del Sahara. En el se aprecia como un hombre prehistórico 
ordeña una vaca.


  Será a partir de este momento cuando estos animales empiezan a formar parte de la cadena productiva humana (carne, pieles, lana,  leche y fuerza muscular). Los duros trabajos hechos hasta esta fecha por los hombres, empiezan a ser paulatinamente sustituidos por la fuerza animal.

  Para lograr este dominio y domesticación han tenido que concurrir dos factores, el tiempo y el ingenio.  Para reconvertir a las bestias salvajes los hombres-ganaderos hicieron gala de la experiencia que proporciona la observación, empleando inventivas y técnicas para doblegar los instintos naturales de aquellas.

    Entre estas estudiadas estrategias estaba el encerrarlos durante tiempo ilimitado en cierres y jaulas, golpeándoles para demostrar quien era el ser superior e incluso y llegado el caso usando  la mutilación como solución final ante la resistencia mostrada. En Papúa Nueva Guinea, a los cerdos hasta no hace mucho tiempo se les cortaba parte del hocico, para que perdieran su capacidad olfativa necesaria para buscar alimento. Eso les impedía escapar de la piara al depender del cuidador. Esta claro que estos hacen uso practico de la sentencia mal adjudicada a Maquiavelo (1): " El fin justifica los medios".

  No todas las culturas y sociedades se emplearon con estudiada crueldad contra los animales. En el actual mundo occidental hay una preocupante tendencia a humanizar las mascotas domesticas, especialmente perros y gatos, yendo contra los propios instintos naturales. En el Imperio Romano,  Calígula (12-41 d. C.), quiso nombrar cónsul a su caballo Incitatus, en un gesto de amor pésimamente aplicado.

    En cualquier caso después de estas divagaciones , podemos llegar a una conclusión inequívoca, los animales han sido los grandes damnificados en esta deriva evolutiva. El éxito colectivo del hombre representa el sacrificio de las bestias.




    


(1). Esta frase ha sido popularmente adjudicada al filósofo político Nicolas Maquiavelo (1496- 1527). El origen de la misma es controvertido, pues entre la lista de los posibles autores están Ignacio de Loyola, Napoleón, Thomas Hobbes o incluso al teólogo jesuita alemán Hermann Busenbaum. Lo único cierto es que ha sido aplicada sin ningún tipo de rubor en política, economía y ética, para nuestro sonrojo.




Introducción histórica. 

La domesticación.



"Les manes de la tierra

nun caricien, nacieron

pa escaecer lo que toquen".

Pablo Antón Marín Estrada.



    El término domesticación deriva del latín "domesticus", esto es, perteneciente a la casa. Este es al fin y al cabo el verdadero objetivo de esta actividad, el sumar a la propiedad los animales, hasta no hace mucho tiempo salvajes. El biólogo estadounidense George Robert Price (1922- 1975) así lo define : " La domesticación es un proceso mediante el cual una población animal se adapta al hombre y a una situación de cautividad, a través de una serie de modificaciones genéticas que suceden en el transcurso de generaciones y por una serie de procesos de adaptación producidos por el ambiente y repetidos por generaciones".

    Marcar, delimitar con fechas concretas el inicio de la domesticación de especies animales y vegetales por el ser humano es una fantasía en la que no vamos a caer. Hay una serie de condicionamientos que diferencian y distancian  claramente tiempos, dependiendo del lugar geográfico y la duración del estadio nómada-cazador al nómada-pastor. En cualquier caso hay un hecho común en todas las áreas geográficas estudiadas y no es otro que la construcción de viviendas fijas. A partir de este hecho se va a producir con una relativa facilidad la domesticación de ciertas especies animales.
    
   La relación con los animales empieza con propósitos de cubrir la alimentación, de atender la demanda del hambre. Posteriormente se ampliará como herramienta y compañero de caza, de fuerza... Incluso la posesión de algunas especies exóticas representó en determinadas civilizaciones un rol social preponderante, tal fue durante el Imperio Romano, donde era habitual ver encadenados o enjaulados peligrosos felinos o reptiles en las ostentosas villas romanas. Exhibidos durante las fiestas como  summum total de status social.

    Todo apunta que este proceso de adaptación de los seres salvajes al ser humano se inicia durante el Neolítico, un periodo histórico que empieza hace más de 10.000 años. Si hiciéramos un listado por la antigüedad de las domesticaciones, debiéramos enumerar como las primeras la del perro, el reno y el burro. En el saber popular que ha trascendido al paso del tiempo se estima que fue por criar lobos, aunque la teoría más extendida y con mayor peso es la de auto-domesticación. Los cánidos más tranquilos y dóciles en esa relación con el hombre fueron los que se acercaban a sus viviendas y moradas  para comer los desperdicios generados por aquel, adaptándose esta especie a compartir la vida con el ser humano. Como ocurre en estos casos, en los que nos adentramos en las oscuridades del tiempo pasado, resulta una quimera marcar fechas y lugares. Si en un principio se pensó que el origen de la domesticación del perro había sido en Asia, actualmente y según últimos estudios apuntan que fue en Europa y de ello hace más de 25.000 años. Las creencias del ayer se desvanecen con los descubrimientos del mañana.

    Otras especies se adaptarán al ser humano a partir de determinados animales, tal fue el caso de las vacas, quienes se habrían domesticado hace unos 10.000 años a partir de los uros salvajes en la India y Oriente Medio. El burro lo haría en Egipto, de ello hace algo más de 5.000 años.

    El dato objetivo y concluyente es que los animales domésticos han sido determinantes para los desarrollos de culturas y pueblos. Inicialmente su sacrificio fue fundamental para el provecho de los seres humanos y actualmente y dependiendo de algunos ambientes, especialmente los urbanos, los hombres ya trabajan para el bienestar de algunos animales. Las mascotas son un claro ejemplo de ello. El círculo histórico comienza a cerrarse.




La ganadería.



"El que pierde una vaca

y encuentra un cuerno,

no lo pierde todo".

Popular.



   Históricamente en el Antromero rural y dependiente de la tierra, la producción siempre, como no podía ser de otro modo, estuvo ligada a la agricultura y  ganadería. La ausencia de terrenos y montes de uso comunal, impidió como en algunas de nuestras parroquias vecinas usufructo y provecho alguna de aquella alternativa.  Aquella carencia está justificada por apropiación indebida y en manifiesta iniquidad aprovechando la coyuntura político-social que en algún momento existió.

  Si de la agricultura hemos hecho un largo recorrido (reflejado en una docena de capítulos), la ganadería no se quedó a la zaga en el papel preponderante del desarrollo de las caserías. El progreso de las mismas en nuestro pueblo no  fue una evidencia manifiesta hasta hace relativamente poco tiempo.



Fuente: Conchi. José de Antón de Menéndez. Titular de una de las
caserías de referencia de la primera mitad del siglo XX, con un 
precioso toro o xato.


Fuente: Conchi. Manolo y Antón, hijos de José Antón de Menéndez, quienes 
murieron muy jóvenes, el primero con 23 años y el segundo con 29.
La vida dicta el desarrollo de los proyectos.



    Hasta bien entrado el siglo XX y para tener una idea objetiva de la sociedad agrícola y ganadera asturiana, baste decir que no hubo grandes diferencias con respecto a anteriores siglos. Campesinos y ganaderos dedicaban todos sus esfuerzos a la subsistencia de sus familias. Pobres de solemnidad y sin prácticamente conocer las transacciones con dinero, recurrían al trueque. Siendo la emigración la alternativa a aquellas eternas miserias. 

   El desarrollo histórico de la cabaña ganadera asturiana  estuvo condicionada por una serie de factores, casi siempre económicos. Aunque ciertamente algunos estudiosos lo vinculan a los climatológicos. Debemos de recordar que desde la Baja Edad Media hasta el siglo XIX se vivió una pequeña edad de hielo. El frio, las pertinentes lluvias, granizos y nieves (incluso durante algún verano) fueron durante muchos años una constante para nuestros antepasados. Aquello representó un verdadero problema que trascendió, como no podía ser de otro modo a todo tipo de proyección productiva, incluida la producción ganadera. Los seres vivos (humanos, animales y vegetales) son más vulnerables cuando sufren y aquellos episodios de inmenso frio contribuyen aun más a un pésimo rendimiento.

 También debemos de valorar en este análisis algunos  condicionantes, especialmente  los  geográficos y la proximidad de la mar que hace más benigno el clima, van hacer que en algunos  concejos fueran  las vacas el animal preponderante sobre el resto de la cabaña ganadera. Tal fueron los  de Ribadesella o incluso Gozón, hace de ello  más de doscientos años. Ya a finales del siglo XIX y principios del XX, los concejos de Carreño y Gozón encabezaban el ranking regional en número de cabezas bovinas (vacas). El abundante pasto respecto a otras zonas de montaña fue determinante para este despegue numérico.

    Como el resto de los sectores productivos en Asturias,  la progresiva mejoría en las cuadras, no será visible hasta la década de los 60. Nos consta que en periodos previos a esta fecha, que bien pudiéramos estabular entre mitad del siglo XVIII hasta finales del  XIX, todo se va reducir a una economía de subsistencia, limitada por las carencias estructurales. Hasta entonces las cuadras eran un lugar absolutamente insalubre, llenas de suciedad y humedades, que dificultaría aun más cualquier tipo de producción óptima.

   En los últimos tres siglos  respecto al ganado vacuno, actual referente de la cabaña asturiana y en el ámbito estrictamente regional, llama poderosamente la atención el gran baile de los números si lo comparamos con el  censo del resto de los animales destinados para la casería. Así hasta el siglo XX serán las ovejas las que en mayor cantidad dominaran estas estadísticas. Las vacas en 1750 estaban registradas con la cantidad de 353.307 cabezas, un siglo después , esto es, en 1850 bajarán ostensíblemente a menos de la mitad (160.844). Convirtiéndose durante la pasada centuria en el animal de referencia en nuestras cuadras, con la no desdeñable cifra de 460.735, según cifras facilitadas por la Consejería de Agricultura.



Fuente : Consejería  de Agricultura (1997). En este
cuadrante y en la parte superior cifras correspondientes
a mediados del siglo XVIII, en el centro justo un siglo
después y abajo las del año 1996. Es la evolución
de la cabaña ganadera asturiana en dos siglos y medio.



Fuente: Erika Fumañeda. Eloy "el de la 
fábrica (natural de Luanco)", en Casa Pacha,
con un ejemplar de vaca. Raza que no 
nos aventuramos a puntualizar, para evitar
el error, al no estar clara su morfología.


   Cuando nos referimos al ganado vacuno de aquel tiempo, no debemos de caer en el error de incluir algunas especies que entonces no había. Reduciremos las mismas a las razas autóctonas existentes entonces: bien pudieran ser la casina o asturiana de montaña y la carreña o asturiana de los valles.


Vaca carreña o asturiana de los valles.



Vaca casina o asturiana de montaña , normalmente de menor tamaño. Por las
circunstancias de su evolución genética y el medio geográfico donde se desarrollaba.


     Aunque podamos pecar de reiterativos, debemos recordar que los tiempos pasados en aquellos días antiguos fueron muy pobres. Es época de escasez y todos con capacidad de trabajar, con independencia de edad tienen que colaborar. El destino, el haber nacido a destiempo marca la vida y sueños de la gente. Resaltando una vez más,  la figura omnipresente de la mujer, piedra angular de aquel sacrificio y esfuerzo, tal lo rememora Tito Les Moranes: "Antes de coger yo la casería, les vaques, en casa lo llevaben todo mis tías. Marcela era la encargada de catar (ordeñar)".

    La irregularidad de la intensidad del trabajo a lo largo del año en la casa campesina es un denominador común en toda nuestra geografía. Hay meses y estaciones, como el verano, en las que las labores son asfixiantes, de sol a sol y sin descanso. La participación de algunos  animales domésticos será determinante para suavizar y aliviar aquellos. 

  Siempre tenemos que valorar al menos  dos variables que han sido analizadas con anterioridad y que van a marcar la intensidad del esfuerzo. La primera es  el número de miembros consumidores en la casa, pues a mayor cantidad, más grande la necesidad de producir. En segundo lugar, la ubicación tanto de la casería como de los campos y tierras de labradío. Las condiciones geográficas y orográficas de las mismas, pueden ser un escollo que solo salvará la participación de determinados animales domésticos.

    El paso del tiempo, juez inequívoco, dictará sentencia en el futuro de estas unidades de producción. El esfuerzo y la fatiga que provoca la producción agraria , el agotamiento de las fuerzas propias y de su familia siempre al límite, junto a los beneficios marginales producidos por tan ingente tarea, serán determinantes para el abandono casi definitivo de nuestros campos y tierras. Todo ello en el último cuarto del siglo XX. 

    Lo cierto es que los supervivientes a este proceso de degradación se han especializado,  obligados por la economía de mercado e imposiciones administrativas. Tal lo recuerda Matías Artime: "Cuando cumplí 40 años, mi madre fue la que tomó la decisión. Para seguir funcionando con la casería había que hipotecar todo, para que fuera rentable. Los nuevos tiempos así obligaban. Así que ella nos buscó trabajo y se abandonó la actividad que durante casi un siglo alimentó a la familia".

     Esto ha traído inevitablemente una simplificación, respecto a tiempos pasados. Antaño era normal ver en cualquier cuadra un batiburrillo de animales sin orden ni concierto: Vacas, burro, caballo, pites, conejos, gochos...etc. Todos ellos necesarios y ocupando un eslabón en la cadena  de aquella unidad productiva. Un paisaje inequívoco que se ha ido transformando en una especialización que reduce la variedad de las bestias a las estrictamente necesarias para la producción a la que se orientó la casería.

    Los protagonistas de la casa, eran en el fondo los animales. Elementos determinantes para el desarrollo económico y vital de una sociedad autárquica y en ocasiones, demasiado miserable. Formaron parte de transacciones, trueques y de la cadena productiva familiar. Así lo confirma como era aquellas tradicionales unidades de explotación, con sus sabias palabras Alfonso Pinón " Dos o tres vacas para dar xatos y algo de leche".





Les caseríes de antes.



" Y es allí donde te encuentras,

mientras por detrás tú casa

se disuelve".

Michael Hamburguer.



    Analizando datos anteriores a la mitad del siglo pasado, se puede asegurar sin ningún miedo a errar que todas las caserías tenían un  denominador común: una producción orientada al abastecimiento de la familia. La combinación con los productos derivados del cultivo de la tierra obraba el milagro de aquella manutención. Los excedentes eran escasos y si los hubiera eran normalmente divididos para almacenarlos en previsión de tiempos peores (en el caso de que se pudiera hacer) y para la venta.

    La Sociedad Económica de los Amigos del País en la primera mitad del siglo XIX, elabora un estudio sobre los males que acechan al sector ganadero , bajo este título: " Informe sobre las causas de la decadencia de la ganadería en Asturias y medios para mejorarla" (1832). Las conclusiones son demoledoras y las soluciones propuestas fueron aplicadas con cuentagotas. Estiman como el mayor inconveniente para un crecimiento adecuado  la falta de propiedad del campesino, respecto a los bienes que trabaja: " Hay en las tierras asturianas una superabundancia de caseros, habiendo una falta de propiedad de los labradores, que propicie una mayor motivación de mejora". También reseñan como muy grave el pequeño tamaño de aquellas explotaciones familiares; el pésimo estado de los establos; la presencia de animales dañinos que diezman la cabaña ganadera, como lobos, osos, linces, raposos (2),...etc.; la falta de buenos padres sementales para mejorar las razas y la especulación de los precios de artículos de primera necesidad para el ganadero, como fue el gravamen de la sal, aplicado en este siglo. El análisis y valoración de aquella Sociedad resulta cuando menos desolador.

   Es una manifiesta evidencia que  en la cuadra los animales eran pocos y entre ellos estaba por encima, en un escalón superior, la vaca. Eran el sustento principal, trabajaban, daban xatos y leche. Lo cierto es que dependiendo de los integrantes de la unidad familiar y los escasos réditos de la casería, era normal que alguno de sus miembros se emplearan en otros oficios. Tal lo recuerda Alfonso Pinón: "Mis hermanos trabajaban en las obras de albañiles y encofradores y después de salir del trabajo, pa la casería. También mi madre cosía pa encargos de algunes muyeres y alguna tienda de Luanco". Corrobora estas declaraciones el bueno de Pilo: "Mi padre Juan de Canales tenía tres o cuatro vaquines y aquello daba lo que daba. Entonces él tenía que trabayar de albañil por Candás. Les perres había que buscales por fuera, a casa nadie te  les trae".   Matías Artimese explicita de tal modo en su definición, que no da lugar a dudas: " La casería tenía que tener una buena pareja de vaques pa xuncir y un caballo con un carro. La que no tuviera esto, no podía considerarse casería".


Pilo, a la entrada de la cuadra.




    Tan importante como la participación de la vaca en el trabajo familiar, estaba la colaboración vecinal. La andecha, ya vista en anteriores capítulos dedicados a la tierra, era un claro ejemplo de la necesidad en aquel ambiente rural de la reciprocidad en la ayuda y las buenas relaciones vecinales. La realización de las tareas estacionales como la siembra, la limpieza de las malas hierbas de la cosecha o recogida de los frutos derivados de ella fueron vitales la presencia de los vecinos, ante la imposibilidad física de la familia de llevar en tiempo y forma tales trabajos. Así lo recuerda Moncho La Piedra: "En la llosa de casa y en tiempo de trabayar la tierra había cuatro parejes de vaques con el arao. Juntábense más de ochenta persones cada vez que había andecha".

    Además del trabajo, era una oportunidad única para socializar, tal lo rememora Moncho: " Después de trabayar, facíase un festejo tremendo, se daba de comer y beber y venía Marcelino La Salada a tocar el acordeón. Allí se cantaba y bailaba hasta que la xente quedaba rendida". Ángeles Vega, así se explicita con respecto a su madre y su participación en aquella colaboración vecinal: "Gelia iba a sallar con la fesoria a la llosa de La Piedra y Rosario (La Piedra) quería que fuera siempre, porque después de trabayar, bailaba el charlestón (3)". Nuestro vecino Manolo Llaranes detalla y compara las anteriores exposiciones: "Los festejos después de trabajar eran tremendos en La Piedra. Había alguna romería por alrededor que no tenía tanta gente, comida y bebida y también música. La gente cantaba y bailaba, pero también se trabajaba mucho". Genéricamente, nuestro confidente Tito Les Moranes hace una observación de la alegría vital de nuestros ancestros, pese a todo: :" En La Piedra, después de les andeches, aquella gente cenaba, cantaba y bailaba y eso con el cuerpo baldao de trabayar tantes hores".   Al fin y al cabo,  con un pragmatismo aldeano envidiable, así lo sentenciaba Maruja Anxelín: " La xente solo ye mala tenela en casa, a la hora de darles de comer".



Moncho La Piedra. "...Juntábense más de ochenta persones cada
vez que había andecha".



   Respecto a la evolución numérica de vacas en la casería, nuestro dicente Moncho La Piedra hace una manifestación concluyente: "En tiempos de mi güelo, la que tenía dos o tres vaques era una casería cojonuda. Mi padre ya llegó a tener 50 cabeces de ganao, pero era yo joven y se hizo la nave de la parte de afuera. Así que cuando murió la mi muyer, Angelita, estaba la cuadra llena. Mientras estaban vivos los dos (el padre y su mujer) no había miedo a nada, no había problema".

  Nuestro habitual declarante Emilio Posada, testimonia su actividad lechera: "Llegué a tener 30 vaques de producción. Aunque antes se apostaba por tener vaques de carne, creo que teníamos sobre 10 de estas". Estableciendo el cambio de estrategia ganadera: "A finales de los años 60 y principios de los 70 se empezó a apostar por la leche". Los motivos justificados nos los aclara este dicente: "Eso fue cuando empezaron a aparecer los tractores, porque hasta entonces eran les vaques de carne las que tenían que hacer las labores de tiro". Esta evolución temporal la determina Pilo, con una fecha, la de su boda: " Cuando me casé (años 60) en casa teníamos tres vaques y con aquello se tiraba p'alante. Después con mucho trabayo y ahorro llegué a tener más de treinta vaques". Aunque precisando con la percepción que da el paso del tiempo y la experiencia que lleva pareja: "Antes trabayabes y dábate pa vivir y ahorrar. Desde hace unos años les caseríes volviéronse una ruina. Tienes que arriesgar todo lo que tienes y no tienes y ya no compensa". Alfonso Pinón detalla en números su experiencia ganadera: "Hubo 16 vaques junto con sus crías, fue lo máximo que tuve  y si tuviera que volver a nacer igual escogía otro oficio". 



Fuente: Casa Posada; Emilio Posada, sujetando por
el ñarigon (4) a un buen xato asturiano.


   Aunque no sea necesario, complementamos le exposición anterior con las manifestaciones de Tito Les Moranes, quien corrobora al anterior declarante: "Antiguamente (principios del siglo XX) les caseríes  teníen como mucho tres o cuatro vaques. Les que llegaben a siete u ocho era ya una casería rica ". Aclarando el estatus productivo ganadero de prácticamente todo el pueblo: "En Antromero hasta no hace mucho tiempo casi todo el mundo tenía una vaquina, que el paisano atendía después de salir de trabayar".

    Al margen del  hándicap del costo económico que representaba las mejoras y ampliaciones de estas instalaciones, había dos a tener en cuenta: La resistencia al cambio, por parte de los ancianos y los patriarcas y que la titularidad de las caserías no era de los que la explotaban. El miedo al cambio, a cualquier novedad va a ser determinante para el anquilosamiento y punto y final de muchas de ellas. Una resistencia numantina a cualquier mejora o modificación por parte del cabeza del familia, quien temeroso, aplicará la máxima popular hasta límites insospechados: " Piedra que se mueve, no cría mofo (musgo)" , o esta más concluyente: "Les coses de la xente nueva y la leña verde todo se vuelve a fumo". Ciertamente para reconducir para bien o para mal la situación, está la muyer, aquella que calla y que cuando habla se hace lo que ella propone. Así lo testifica Matías El Chato, quien recuerda que cuando se retiró de este mundo, a los 40 años, tenía 17 cabezas de ganao y la espada de Damocles para decidir su futuro sobre su cabeza: "La decisión era que para seguir, tal y como se estaban poniendo las cosas el hipotecar la casería para seguir con la actividad ganadera. Mi madre fue la que dijo que no merecía la pena. Ella lo valoró y organizó todo, buscándome también trabayo".  

    Respecto a la propiedad de casas  y por ende de cuadras, el Catastro del Marques de la Ensenada elaborado para el concejo de Gozón en 1754, disipa cualquier duda respecto a la titularidad de los bienes inmuebles y la precaria situación de los colonos, trabajadores de la tierra: "A la veintidós, que hay en este dicho partido y parroquias de que se compone, seiscientas cuatro casas habitables y veinte arruinadas, y que el exceder el número de vecinos al de las casas, es por el motivo de vivir en algunas de ellas que son de un mismo dueño, a dos vecinos debajo de un techo, y que ninguno paga cosa alguna por razón de señorío, a excepción de que tal cual fabrique casa, u otro edificio en territorio ajeno, que en tal caso pague al dueño de él por su establecimiento y suelo lo en que son convenidos, sin que se pueda expresar cota fija del tanto o cuanto, sólo si, que los dueños regulares de estos territorios, son el Colegio de San Vicente de Oviedo, el Conde de Peñalba y don José Menéndez Pola, vecino de esta villa". El documento no deja lugar a dudas. 

    En este siglo XVIII, en el concejo de Gozón los grandes propietarios del suelo y por añadidura de las caserías y gran parte de los animales vinculados a ellas son las familias García-Pola, Valdés Alas y García Caunedo.

    Si tuviéramos que hacer un resumen de las diferencias  que hay entre  les caseríes de antes, respecto a las actuales, estaría sobre todo en el número de cabezas de ganado. También es muy concluyente la actual especialización y la tecnología . En pocos años hemos pasado de unas explotaciones familiares a otras donde es necesario evolucionar según marca el ritmo de los mercados. Así lo manifiesta Alfonso Pinón:  "Si los antiguos levantasen la cabeza, volvíen otra vez p'alla asustados. Nada de lo que hay hoy en les caseríes se parece a lo de hace años. Se trabaja de otra manera, pero no por culpa de les maquines, sino por culpa de los paisanos".



Fuente: Cuco Fernández Fernández. Preciosa imagen histórica
de la casería Casa Menéndez. En ella se aprecia cinco vacas, en 
las que hay dos parejas xoncides y un enorme cerdo en el centro.
 



    Tal vez el resumen de lo que han sido y son las caserías, las de antes y las de hoy, nos lo dicte Emilio Posada, con una sabia reflexión: "Antes les vaques que había en les caseríes trabayaben pa los paisanos y ahora ye al revés, trabayen los paisanos pa les vaques".

    



(2). El reverendo inglés Joseph Townsend, hace un viaje por media Europa,, recalando en Asturias, en el año 1786. Sorprendido por la gran fauna salvaje de esta región:" No solamente hay lobos, sino también osos y una especie de tigres". Probablemente se refiriera en este último caso a la presencia de linces o gatos monteses.

(3). El charlestón era una música que hizo furor en los felices años 20 del siglo pasado.  Su danza estaba basada en un compás de 4 tiempos, alternando brazos y pies, que exigía una gran movilidad y coordinación, pudiéndose bailar solo o acompañado.

(4). El ñarigón, es un aro que se fijaba en las fosas nasales de los xatos y toros, con la finalidad de poder controlar sus reacciones violentas. A él iba sujeto una cuerda para poder conducir al animal.




La vaca.



"Detrás de sus palabras sonará 

el ruido inconfundible de la cuadra.

La Pinta, la Pastora, la Careta..."

Miguel Allende.




    Este animal es sagrado en algunas culturas y religiones  como la hinduista. En aquellas regiones, la vaca es sagrada y simboliza a la madre tierra. Su leche es considerada como el alimento más perfecto, su sacrificio está terminantemente prohibido en muchas lugares de aquel inmenso país. Sin llegar a estos extremos en Asturias es un animal totémico, que ha enraizado en nuestra  cultura y costumbres, convirtiéndose en la piedra angular de la sociedad campesina.

    Su  importancia se refleja en su interrelación social con los miembros de la unidad familiar. En Asturias y hasta bien entrado el pasado siglo, este animal compartía el acceso a la vivienda con sus moradores. Tal lo expone Concha Menéndez: "En muchas casas del pueblo las vacas entraban por la puerta principal de la casa para ir a la cuadra". Este trato privilegiado denota la importancia que tenía dentro del escalafón animal, respecto a otros. La división del llar respecto a la cuadra, era en la mayoría de las veces un tabique, elaborado de tablas y tablones. Aquella liviana separación facilitaba la perfecta vigilancia ante cualquier incidente o imprevisto que pudiera acontecer a aquella despensa de cuatro patas, la vaca.

    Por su hubiera que despejar alguna duda, recurrimos a la excelsa obra de Higinio del campo, "Estudios sobre la pelagra" (1847), quien testimonia lo que sigue: " Los campesinos habitan, generalmente hablando, en casas pequeñas y aglomerados en los dormitorios, por lo común mal vestidos. Los más pobres se construyen miserables chozas, en los que duermen en amigable compañía con los ganados y demás animales domésticos".

    En esa misma época, Santiago Rodríguez Pérez, elabora un exhaustivo estudio sobre la forma de la vida en la Asturias rural, reseñando un detalle predecible: " Hay una convivencia estrecha con los animales ( vacas, cerdos, gallinas,...), bajo un mismo techo, aumentando la suciedad y los olores en el interior de la vivienda, así como la presencia de miles de moscas".



Fuente: Laudina Artime. Marcelino La
Salada. Años 30.

  Aquellos quienes han vivido en un ambiente rural con cierta continuidad, pueden corroborar que en este como en otros tantos pueblos, se ha llegado a alcanzar un cierto equilibrio económico en base de un considerable ahorro, prudencia y buena administración, apoyado todo ello en el puntal que representa la unidad familiar, la familia. Sobresaliendo en aquel entramado de subsistencia la vaca, un icono que representa aquella vida rural. Es un símbolo austero y productivo, así lo refleja Tito Les Moranes en una exposición que no ofrece dudas: "En todes les cases había una vaquina. Este animal garantizaba la leche diaria para la casa". No era necesario para su mantenimiento ni la posesión de prado alguno: "Cuanta gente segaba por los lados de las carreteras, caminos y caleyes, pa dar de comer a la vaca". Nuestro vecino y declarante Antonio Guardado, Salero, lo testimonia en primera persona: " Yo iba a trabajar con mi padre, que era albañil y cuando llegábamos a casa era de noche, justo para cenar. De lo de la casa y la tierra se ocupaba mi madre y la vaquina que teníamos se cuidaba ella sola, comiendo por les cunetes de les caleyes". Aclarando por si fuera necesario: " En aquellos tiempos, ¿ quién la iba a atropellar?, ye que no había coches". El contraste lo manifiesta Luis Servando Peláez, entre el poder de casería potente y la tenencia de una vaca para la subsistencia: "En el barrio de la Judea estaba la Casa de Marcelo El Carnicero, quien tenía en aquella época una gran casería, con más de siete vacas y el lujo de contar con caballo, donde no había problemas para dar de comer a todo aquel ganado. A su lado José Mori, quien tenía una vaquina , que pastaba por las cunetas".



Fuente: Mariluz Serrano. De izquierda derecha:
Dolores El Civil, Antonio Guardado y Moncho La Piedra.
En celebración de una boda. Los dos últimos, habituales
informantes.

  Reiteramos que este animal es el tótem de la cuadra asturiana, es mucho más que una criatura vacuna. Forma parte del engranaje económico familiar pues tira del carro, del llabiego y arado, da leche, crea riqueza añadida con sus partos (xatos), y genera cucho, el maná para la tierra. Este animal, junto con el perro recibe en muchas ocasiones un trato especial, casi una humanización.



Fuente: Imágenes de Asturias. Arando con el Llabiego.


     Tienen nombre propio, con frecuencia se les habla, tratando de mantener una intercomunicación e incluso se la llama con un: ¡Toma, ven,... toma bobina, ven,,,!, o se le manda parar con una onomatopeya sonora y contundente: "¡¡Guooo!!".

   En definitiva, es uno de los nexos más importantes de unión entre dos de los sectores primarios, vitales en las áreas rurales: la agricultura y la ganadería.

   Hasta no hace muchos años el número de vacas  fue el índice o coeficiente para valorar la importancia de la casería. Así lo recuerda Moncho La Piedra: "En los tiempos de mi pa, cuando era joven, la casería que tenía tres o cuatro vaques, era lo más grande . Y si dos eren pa xoncer el yugo, entonces era la perfección, la mayor riqueza, como si tuvieras el mejor tractor hoy". Aunque matiza el cambio de percepción con el transcurso del tiempo: "Ahora aparte de tener un buen número de vaques, hay que tener maquinaria. Les coses cambiaron en poco tiempo. Sin maquinaria no hay buena casería". Por si hubiera alguna duda al respecto, recurrimos a la sapiencia y experiencia de Alfonso Carma, quien se explaya del modo que sigue: "Les ganaderíes buenes de verdad, eran les que teníen cuatro o cinco vaques. Eren como las que ahora tienen cien y si encima teníes un par de elles pa xoncer ya no dependíes de nadie".



Fuente: Moncho La Piedra. Su padre, Ramón, con la pareja de vacas
perfectamente engalanadas en las fiestas del Cristo de Candás. 
Orgullo de esos animales:"...Como si tuvieras el mejor tractor hoy".

 El inevitable transcurso del tiempo, de los años, empieza a recolocar las cosas desde otra perspectiva.  La tecnología, esa que nos ha colonizado sin llamar a ninguna puerta, no solo ha cambiado la vida al campesino y al ganadero, también a los animales. Tal lo recuerda en sus acertados versos, Pablo Ardisana:


"...Ya nun vas a los remansos del río

a bebete a ti mesma. Ya nun güelves

a la cuadra mullida de felechu y rosada...

Como una máquina: La lleche que manes

cuerre tuberíes hacia'l frigorificu.

Y cási que te cunten hasta'l pelo

pa facete toa númberos: rentabilidá."


  La vaca  representa actualmente una de  imágenes más representativas de Asturias en el exterior. Aunque sea la estampa de la vaca frisona la más reconocida,  una inmigrante que en la década de los 20 del siglo pasado llegó en estas tierras, para no marcharse jamás. Su magnífica adaptación a nuestras tierras  ha sido determinante para la apuesta de muchas de nuestras casería por la opción de explotación del mercado de la leche. La región donde primero recaló fue en Cantabria en el siglo XIX, concretamente en 1892, a través de iniciativa privada, pero con apoyo oficial. En Asturias tendríamos que esperar hasta el año 1920, para oficializar su presencia en estas tierras.

    En nuestro ámbito geográfico, debemos de reseñar y sin desmerecer a nadie a la casería Badiola, en Condres. Fundada en 1975, cuenta hoy con más de 600 cabezas de ganado de la raza frisona y son un referente nacional e internacional. Badiola, su propietario, siempre que puede expone que su amor por estos animales lo heredó de su abuelo, Ramón.



Fuente: Moncho La Piedra. Primero por la izquierda, Ramón
de Eulogio, inspirador  y abuelo del  actual titular de la ganadería Badiola.





Fuente: José Ramón Heres. Vaca frisona Ucrania, propiedad de la casería de 
Condres Holstein Bora. Ganadora del concurso de Villaviciosa 2023. En la 
imagen José Ramón Heres y sus hijos Borja y Raúl, la nueva savia. Esta raza
marcará un antes y después en las caserías asturianas.




Fuente: Moncho La Piedra. Vista parcial de la llosa de La Piedra. Frisonas.
Finales de los años 80 del pasado siglo.


    Nos sentimos obligados a recordar una institución, la Sociedad Económica de Amigos del País de Asturias, creada por la Diputación General del Principado en el año 1775. Para ello, contaran con el apoyo determinante de los Condes de Toreno y Campomanes, para su consolidación definitiva en 1778, tras unos inicios titubeantes. El objetivo de esta Sociedad no va ser otro que apoyar el desarrollo económico de Asturias. Para ello van a tomar una serie  de acciones en todos los sectores productivos. En lo referente a la ganadería van apostar por la introducción de nuevas razas ganaderas, que potencien a las ya existentes, preocupados por la evolución degenerativa de las razas existentes.

 Respecto al ganado vacuno, quedaría conformado del modo que sigue:

Vaca casina, vaca asturiana

Vaca pasiega.

Vaca pinta: Frisona blanca y negra

Vaca ratina, raza pardo-alpina

Vaca roxa. Asturiana de los valles, autóctona.

    No obstante debemos de recordar que hasta entrado el siglo XX y salvando contadas excepciones (consideradas como algo exótico), se podían tan solo distinguir tres variedades de vacas, de modo genérico: Montaña, de menor talla, condicionada por la orografía; marina y de los valles. Ya en la década de los 20 del pasado siglo, tal y como se expuso anteriormente, aparecerá la raza frisona, convidada de honor, que se adaptaría perfectamente a nuestros campos y climas, revolucionando el mundo bovino asturiano.

    En cualquier caso, recordar que en todos los tiempos hubo razas mixtas, que en ningún caso mantuvieron la pureza de la especie. En muchas ocasiones por necesidad y en otras por comodidad.

     De aquellas decisiones tomadas por aquellos organismos oficiales, rescataremos en el Título XII de las Ordenanzas de San Pedro de 1781 la siguiente resolución que refleja el interés en aumentar y potencias la cabaña ganadera: "Al que mantuviese doce vacas de vientre parideras, se le dará de fondo de agricultura cuatro reales cada año, por cada una de ellas...".

    Ciertamente podríamos estar hablando de una importante subvención, pero leyendo el texto a ¿Quién realmente favorecería?. Si tenemos en cuenta que aquella apuesta oficial data de finales del siglo XVII y que transcurrido más de un siglo, prestando atención a las declaraciones de nuestros vecinos, estimando estos que una buena casería tendría como mucho seis o siete vacas; ¿Quién podría tener en aquellos años "doce vacas de vientre parideras"?. Seguramente los que menos necesitaban aquellos apoyos económicos oficiales.




El nombre de les vaques.



"Dir dexando atrás, 

pa siempre,

todo lo que nos fizo ser

a la imaxe y semeyanza

de aquellos que nos amaron.

como naide más nos quier".

Aurelio González Ovies.



    La importancia de estos animales en las casas y caserías se manifiesta en que cada una de ellas tenía un nombre. De los animales destinados a la producción serán, salvo excepciones, las únicas que puedan presumir de esa concesión.

    Pese a lo que inicialmente pudiera parecer, nada es arbitrario ni queda de la mano del capricho o improvisación. Su aspecto físico o forma de actuar será determinante a la hora de adjudicarles un nombre. Pudiendo hacer una clara clasificación de ello:

        - Por el color y las características físicas,

- Morica o Mora, color negro.

- Cereza, de la tonalidad de esta fruta.

- Paloma o Palomba, blanca.

- Roxa, rubia asturiana.

- Pinta, se trata de la raza frisona holandesa, esto es, con manchas  blancas, negras o marrones.

- Careta, cara blanca.

- Coleta, cola blanca.

- Estrella, mancha blanca en la frente.

- Picona, mancha blanca en el morro u hocico.

 -Ratina, Vaca suiza originaria del cantón de Schwyz, de color pardo grisáceo. Atendiendo a la apreciación de Emilio Posada: "La que tenía pelo rata".

      - Por su carácter, tienen un amplio abanico de nombres: Boba, Galana, Calmosa, Alegre, Noble, Arisca, Cordera...

      - Por problemas o carencias físicas:

 - Barquina, el barquín es el fuelle con el que se trata de avivar el fuego del llar. En este caso es el nombre para aquellas que tienen dificultades para respirar.

  -Manía o Manera, aquella que nunca o por el contrario tiene grandes dificultades para quedar preñada.

     - Por su edad: 

    - Xatina, si se trataba de un animal joven, de meses.

    - Noviella, si es joven, de año o algo más.

    - Vieya o Magüeta, cuando tiene varios años. 

    En la actualidad se recurre a soluciones prácticas para dotar de nombre a las vacas. El pasar a cantidades ciertamente respetables en el número que integra la cabaña ganadera así obliga. El ganadero José Ramón Heres, tal lo testimonia: "Tengo más de cien cabezas de ganado y el nombre está asignado por países". Nuestro declarante tiene casi todo el mapamundi en su granja y una gran memoria para su identificación.

    Las personas ajenas a este mundo, suelen idealizar la vida del ganadero. Esa percepción fue alimentada desde el siglo XIX, con la ayuda de numerosos escritores de la época, quienes describieron una sociedad idílica y feliz y en la que destacaban siempre a la vaca, por encima del resto de los animales. Juan Valera, José María Pereda o Armando Palacio Valdés fueron algunos de estos, que en su composición de novela romántica alimentaron errores que han llegado a nuestros días. Heredados estos por muchos urbanitas quienes son  incapaces de distinguir entre un cuerno y el teto de la vaca, pero cualificados para dar consejos de como llevar y gestionar una casería. Obsesionados por humanizar, no se sabe con que interés, pero siempre tratando de llamar por el nombre a todos los cuadrúpedos que pasan por su lado. 

    En cualquier caso y obviando las percepciones anteriores, el ganadero asturiano pone nombre a estos animales en un sistema de valores y sentimientos enraizados en la sociedad y cultura asturiana. Así lo demuestran estos versos de  Acevedo Huelves, impregnados del cariño que se puede tener por la vaca:


"Morrió la Pinta... quedó ensin nada

y con la testa medio amoriada,

que, llocu, esequies hacer quería

a la so vaca...y dixo'l Nanu:

Meyor la Pinta les merecía

qu'algun cristianu".



2 comentarios:

  1. ❗️ENHORABUENA❗️
    Además de la excelente redacción y documentación de los capítulos precedentes, me sorprende gratamente el enfoque con tintes humorísticos.

    ResponderEliminar

los comentarios son libres y todos serán públicos

Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.