Capítulo 27. El milagro de la tierra. Quinta parte. La tierra ( y II).







Fuente: Loli Serrano. Dolores regando patates.




Capítulo 27.



El milagro de la tierra. Quinta parte.



La tierra ( y II).




 Preparación de la tierra.

 

 

“Si a la gente le gustara trabajar,

aún estaríamos labrando la tierra

con arados de madera...”

William Feather.



            Conseguir una buena adaptación de la tierra para obtener óptimas cosechas, era fruto de la experiencia y laboriosidad. Transmisión consuetudinaria necesaria en aquellas heredades y fincas de labradío trabajadas por la misma sangre durante un tiempo casi infinito.

          La rica diversidad geológica y los condicionantes que representaba la proximidad de la mar, han hecho en muchos casos que el cultivo de aquellas, se equiparara a una difícil ecuación trigonométrica. Lucía les Moranes: " Pa sembrar les tierres de casa, siempre se respetaba lo que decía la persona que más sabía. Que siempre era la más vieya". La incógnita a  aquel problema , estaba en las buenas manos de la pericia que proporciona la veteranía.

               El acondicionamiento de la tierra, primer paso necesario. Valorar las características físicas, analizando las mismas para sacar la mayor rendimiento. Tal y como expusimos, la riqueza geológica de Antromero, hace que los llevadores o propietarios de las fincas agrícolas encuentren variedades diametralmente opuestas en sus composiciones. 

            En esta pluralidad se pueden distinguir y de modo genérico dos tipos: las tierras arenosas son las más apropiadas en este clima tan lluvioso, pues aportan buen drenaje y oxigenación. Las más arcillosas, con aspecto barroso no filtran bien el agua y compactan. Moncho la Piedra, oferta la solución salomónica: " Si la tierra macizaba, había que buscar arena a la playa, pa suavizarla. Había que dejarla esponjosa, pa poder trabayar por ella". Alfonso Pinón reafirma esa exposición: "Hay tierres que aguanten mucho el agua, cuando llueve. Eso no ye bueno ni pa semar, ni pa que de buena cosecha. Cuando eso pasaba, era bueno mezclar la tierra con arena".

            Para conseguir el máximo rendimiento de la tierra, es necesario su preparación y posteriormente atender la propia demanda de la cosecha en marcha. Necesita de varias fases, que en posteriores episodios, se expondrán con más profundidad:

            - Segar o eliminar las malas hierbas, el morgazo. El evitar la aparición de gran parte  de esta maleza en la fase de crecimiento de lo sembrado, pasaba por una eliminación previa de aquellas. Para ello se usaba la guadaña, o en su defecto el rozón, útil de corte similar a la anterior, pero mucho más robusto.



Rozón.

              

            - Cuchar (abonar), normalmente con el cucho procedente de las cucheras  que se amontonaban delante de quintanas y cuadras a la espera de este momento. Acumulado durante todo el año en aquellas pilas. El ingenio popular no desperdicia la ocasión para sacar punta al trabajo:


"Fui a cortexar a Antromero

agradeciéronmelo muncho.

No taba la moza en casa

y mandáronme sacar el cucho".


                El transporte de este abono, antes de la mecanización, se hacía en carros de vaques o burro. Y su carga con la eficaz pala de dientes, evolución del antiguo forcao de madera. Para ello se trabajaba en equipo y casi siempre con colaboración familiar o vecinal.

    

          


Fuente: Homenaxe al campo asturiano.
Forca o forcao de cuatro dientes. La más 
básica tenía dos.



Pala de dientes. Evolución metálica del forcao o forca. Dependiendo de su usuario, 
podían tener más dientes. Siendo un útil personalizado en la longitud y combado de
su mango.


             Este trabayo, como tantos otros vinculados al campo, era de fuerza. Había que soltar el pesado cucho de su pila, solo con la ayuda de brazos y espalda. Una vez cargado adecuadamente el carro, se llevaba a la tierra. Repartiéndolo con la ayuda del garabato en pequeños montones, distribuidos a lo largo y ancho de aquella superficie a trabajar, para posteriormente esparcirlo. 

                    Respecto al uso de las palas de dientes, recordamos que alguno de nuestros vecinos, no conformes con la adquisición de la más grande, añadían algún diente más. Tal fue el caso de Paco Medero. Su poderío físico difícilmente lo soportaba el mango, quien sufría habitualmente fallo catastrófico, en la carga de cucho.


Garabato de tres dientes.


            Nuevamente recurrimos al refranero, por si quedara alguna duda de la importancia de este abono:

Con cuatro coses podrá l' aldeanu coyer muncho: cuchu, cuchu, cuchu y cuchu".



Fuente: GEA. Cargando cucho al carro de vaques.

                En algunas ocasiones se recurría al estiércol de gallinaza,  que era el generado por  las gallinas y otras aves de corral. Para aminorar su potente olor y poder ácido era aconsejable su secado o desecación. Normalmente usado en pequeñas huertas o la llosa, ya que nunca era de gran producción. Benigna Anxelín lo atestigua: "El cucho de les gallines era muy poco, valía pa cuchar poca cosa".

            Recordar también que ante la ausencia del preciado abono se recurría al ocle y otras  algas marinas, e incluso a los deliciosos oricios (erizos) de mar. Esta práctica de recurrir a los deliciosos productos marinos para cuchar, ha sido tónica habitual en los pueblos costeros de todo el mundo, hasta hace unas décadas. En la Inglaterra del siglo XIX, eran tantas las langostas existentes, que se pescaban para triturarlas y usarlas como fertilizantes en sus tierras de labor.

               En la década de los 50 y ante la sobrepesca del chicharrón en nuestras aguas, fue usado como abono. Así lo expone Luis Servando: "Cuando se pescaba tanto chicharrón y ya no lo quería ni la Fedionda (fábrica de harinas), en algunas tierras se usaron como cucho". 

       

            -  Llabrar (arar). Actualmente se usan los arados para abrir los surcos donde se va a depositar las semillas. Los primeros utensilios usados para tal fin, fueron trozos de palo y huesos afilados. El arado es seguramente el apero más importante de la agricultura, sufriendo importantes evoluciones a lo largo de la historia.  Su origen se remonta miles de años atrás, estimándose el mismo hace 3500 años antes de Cristo, en las prósperas civilizaciones del Oriente Medio.



Llabrando con la pareja de vaques.

            El arcaico llabiego, arado de madera de origen romano, estuvo instaurado en nuestras caserías hasta la aparición en el pasado siglo del arado de doble vertedera. El llabiego, tenía un matiz importante, dependiendo del animal de tiro. Si eran vacas, su timón (brazo de sujeción ) era más largo y en el caso de caballo, más corto.


Fuente: Homenaxe al campo asturianu. Llabiego. El timón es el brazo largo 
y recto, a la derecha de la imagen.

                La funcionalidad de este rústico artefacto la describe Emilio Posada: "El llabiego, hacía un dos por uno. Era fesoria y pico". Pese a su tosquedad, era absolutamente necesario su uso: "En todas las caserías había uno. Y se usaba para semar alcacer, ballico...cosas que no necesitaban profundidad de surco".            

                 En los terrenos pequeños o inaccesibles para los arados, se recurría al trabajo manual. El mover y preparar la tierra  con el palote. Así lo recuerda Benigna Anxelín: "Mi padre siempre trabajo con el palote la huerta detrás de casa. Y lo iba haciendo por partes. menos los domingos que prohibieron trabayar los curas".  Para escenificar el grado de esfuerzo de aquella tarea, recurrimos a las expertas palabras de Alfonso: "Pa un espacio pequeño, siempre se cogía el palote. Si la tierra era grande, eso facía fumo".


Palote. Manejarlo un duro trabayo.


                La aparición del arado de doble vertedera en la década de los 20 del siglo pasado, va a proporcionar una mayor profundidad en los surcos de la tierra y con ello una mayor y mejor producción. Será una pequeña revolución agrícola.


           -  Semar (sembrar). Dependiendo de lo que se sembrara podía hacerse echando la semilla a voleo, como el caso de determinadas variedades de vegetales como el vallico, o en cambio introduciendo en el surco la simiente de la venidera cosecha, tal el caso de les patates o de les fabes.



Fuente: Loli Serrano. Dolores el Civil, regando patates.
Este es el proceso por el que se mete la simiente de les
patates en los surcos o riegos hechos previamente. Década de los 70.

                En el caso de algunas simientes se podía aprovechar una innovación técnica, la semadora. Se va a tratar de la primera máquina agrícola de los tiempos modernos, inventada por Jethro Tull en el año 1701 y el germen de la futura revolución agrícola en el viejo continente.



Anuncio publicitario de una sembradora o semadora. Principios
del siglo XX.




                Para su uso, era necesaria la participación de un animal de tiro y al menos dos personas. La de mayor experiencia iba al mando de la máquina y el más lerdo, llevando a la bestia. Tal lo recuerda Alfonso Pinón: "Pa la semadora, era bueno tener un animal dócil, pero sobre todo que el paisano que la manejara supiera dirigir. Era mi pa siempre el que la llevaba y yo o alguno de los hermanos los que íbamos con el mulo. Él dirigía todas las maniobras".



Fuente: LVA. Semando en Casa Posada. De izquierda a derecha:
Tivo, Emilio y Raimunda Posada.


            - Sallar y arrimar. Una vez que empiezan a brotar los frutos de la cosecha, se deben facer llabores, para ofrecer unas mínimas garantías para el futuro desarrollo de las plantas. Se tiene que sallar o eliminar el morgazo, o las malas hierbas. También el arrimar  la tierra a las plantas para fortalecer su crecimiento y  arrancar las que están muy cercas unas de otras, para que no entorpezcan su crecimiento. 

                Respecto a esta actividad, en lugares próximos a Antromero tiene otra acepción, que es la de arrendar. Siendo el significado de sallar, la de remover la tierra alrededor de la planta.  Para evitar cualquier duda al respecto, consultamos al Diccionario de la Llingua Asturiana, quien así define una y otra:

                "Sallar: Llimpiar de plantes dañibles ( una tierra, una planta). Arrendar: Arrimar tierra ( a una planta) tiempo después de sala la".

                    En estas definiciones, se evidencia la ejecución de una y otra faena en el tiempo. Primero se salla y pasado un tiempo se arrima. Aunque dependiendo de varios factores, tales como humedad, simientes que pudiera contener el cucho o la riqueza vegetal de la tierra trabajada, se podía sallar en más de una ocasión. Lucia les Moranes, así se explicita en la resignación de repetir aquel trabayo: "Era una faena tremenda tener que sallar más de una vez les fabes, patates... Pero no quedaba otra, porque el morgazo comíate la planta. Y allí no crecía nada".

            Apuntamos en la labor de sallar que era específicamente  femenina, la advertencia maliciosa, dada por la forzada postura para realizarla, a través de los siguientes ripios:

 

“Esa saya colorada

no la lleves a sallar

si quies que te la vean

cuélgala de la figal.”

 

Fuente: Emilio Rodríguez Artime. Un receso en la dura tarea de sallar.
De izquierda a derecha: Benigna, Ángeles y Consuelo Anxelín.

                
                Como todas las faenas agrícolas, esta faena era de esfuerzo físico. Espalda y brazos los grandes damnificados del mismo por el uso continuo de la fesoria (azada). El rico refranero, recuerda las exigencias de aquel empeño, y el resultado final: "Sallaras llorando, recoyerás cantando".



Sallando en andecha. Principio de siglo.


                -Recoger la cosecha. Tras estos laboriosos pasos, había que recoger el producto derivado de los mismos. Atendiendo a fechas y condicionantes climatológicos. Alfonso Pinón, así lo testimonia: "Al final de todo había que pañar lo que se semó. Dependiendo de lo que fuera, daba más o menos guerra. Pero todo tenía su cosa. Les fabes había que secales y mayales; les patates sacales y escogeles, el maíz facer riestres...Todo llevaba su trabayo".



Fuente: GEA. Sacando patates a fesoria. Había que tener maña 
para evitar picarlas con ese útil. La división de la faena
por géneros es evidente en la imagen. El trabajo más hábil a manos de les
muyeres y la fuerza bruta pa los paisanos.

 

            La aparición de la maquinaria, en nuestro pueblo de manera generalizada a partir de la década de los 70 del siglo pasado, va a mejorar todo este trabajo desarrollado hasta esa fecha.

            Como no podía ser de otra manera, no solo el trabayo terrenal se tenía en cuenta, también era necesario buscar la complicidad del cielo.  La bendición de los campos y de les tierres, el ramo de laurel que se bendecía en el Domingo de Ramos, se colocaba en el centro de la tierra cultivada, que acompañado de una serie de conjuros, se trataba de conseguir mejores  cosechas. Estos difieren dependiendo de la zona geográfica donde se desarrollan, pero que en esencia no difiere del que sigue:

 

"Fuera sapos, fuera ratos

fuera toa maldición,

allá va el agua bendita

co´l ramu de la Pasión".

 

           

            También  es necesario, para la buena marcha del negocio que el tiempo acompañe, que colabore y que el agua de la lluvia cuando caiga, no lo haga a destiempo. Y sobre todo que durante un mes, el de mayo, precipiten de manera adecuada  para que conviertan los praos tierres en vergeles de fertilidad.

            Son las lluvias de este mes una verdadera bendición para los aldeanos y que presumíblemente van  acondicionar el resultado de las cosechas pendientes de recogida. Esta tesitura queda expuesta en el saber popular:

 

“Agua de mayu, pan pa too el añu”

           

            O el manifiestamente más explícito:

 

“Val más el mes de mayu, que les parexes y el carru.”

 

         Es evidente que el inevitable paso del tiempo, de los años, ha ido eliminando lastre del pesado y penoso trabajo de nuestros antepasados. Estos han configurado con su experiencia unos conocimientos, transmitidos casi siempre de forma oral, de padres a hijos. Son la sabia receta de una forma de trabajar que transciende a modas y tecnologías.

 

 

 

 

Refranes pa trabayar.



 "Que linda sería la vida 

si el joven supiera

y el viejo pudiera".

Popular.

 

            Los refranes encierran la sabiduría y conocimiento popular. Han sido transmitido oralmente, durante siglos y llegado hasta nuestros días. Son el acervo de la experiencia y tenidos en cuenta para desarrollar cualquier actividad. En este apartado hemos seleccionado un buen puñado de ellos, identitarios con les faenes de la tierra.

 

            Señaladores de tiempos y actividades:

 

            “Per Santa Marina, (18 de julio), tira la fesoria y coge la garabatina". Es el momento de dejar los trabajos de la tierra, pues comienza la yerba.

            “Per San Martín (11 de noviembre), sema el ayu y el cebollín". Fechas de siembra para esas especies.

            “Quien dixo mayu, dixo maíz". Es el mes de su siembra.

            “Hasta Santa Isabel (8 de Julio), tien fabes el que quier". Según las costumbres, esta es la fecha límite de su sembrado.

            Si quies tener un buen patatero, sema a menguante de la luna de febrero". La influencia de la luna evidente en este refrán.

            “El maíz que non panoyó pa San Bartolomé, córtalo y echaló al güe". Si en esa fecha no hay mazorca, maíz improductivo.

            “Sí pa el 24 de agosto non tien panoya el maíz, poco remedio". 

            “El que semara  pa Santa Lucía, dala al diablo, la cosa que coyería". Es una fecha demasiada tardía para sembrar.

            “Agosto lo trae, agosto lo lleva". Necesidad en este mes del agua.

            “Si xela por Santa Quiteria (22 de mayo), mal año nos espera". Helar en el mes de mayo, mal asunto.

            Hasta la luna de abril, no semes el maíz". La luna nuevamente marca ciclos productivos.

            “Agua por Santa Marina, todo ye pan y fariña". El agua de la lluvia del verano, vale su peso en oro para las cosechas de maíz y trigo.

            “En setiembre recoye y non semes".  Es el mes del inicio de cosechar, que no sembrar.

            “Quien quiera pan de fisga o escanda, por San Andrés la tendrá semada".  Es noviembre su siembra.

            Tantos díes pasen de enero, tantos ajos pierde el ajero".  Desde primeros de año, son las fechas propicias para la siembra del ajo.

            “Cuando la primavera ye lluviosa, paya habrá muncha, grano poca cosa". Mucha agua en primavera, es buena solo para la hierba.

            “La seca de abril ye mala de cubrir, pero la de mayo dura t'ol añu". La importancia de las lluvias en este mes, ya reseñada con anterioridad, es definitiva para el desarrollo de las cosechas.

           "Por san Blas, la patata semarás". Fecha de inicio de sembrado de este tubérculo.

            "Setiembre ye el mes galanu p'al llabrador asturiano". Después de tanto esfuerzo es el mes para recoger los frutos.

           

            A vueltas con el cuchu:

 

             Iniciamos este breviario en torno al abono por excelencia, con unos versos cargados de malicia:

 

“La tierra non da granu

si non tien cuchu;

la muyer non tien celos

si non quier munchu.”

 

 

            “El folgazan que non cucha, non tendrá cosecha muncha.” El poco trabayador, tiene mala prensa y aquí no iba a ser una excepción.

            “El que sema y non cucha, con tierra lucha y pierde la lucha.” Sembrado sin abono, mala pareja.

            “Non dará la tierra muncho como i echen poco cucho”. Para determinadas cosechas es necesario una buena cantidad de abono, tal lo recuerda Pepe Capacha: “Pa les patates, hay que echar una buena cuchada,... les fabes y el maíz necesiten menos.”

            “Onde cuches, no señales". La eficacia del cucho es manifiestamente visible.

            “Pa que la tierra te de munchu, más que en Dios, fiate del cuchu". Ya sobran los comentarios.

            “Si lo que quiés ye coyer munchos nabos, en xunio postrero has de semalos". Es el mes de junio el aconsejable en este refrán.

           

            Facultades, defectos y críticas sociales:

           

            “Llibró Dios la cosecha de males temporales, y non la llibró de males manes". La torpeza es un lastre y socialmente reprochable, en cualquier aspecto de la vida. Aun hoy grava más por la sociedad tan dura y competitiva que sufrimos.

            “Llabrador gordu, ta malu o ye un folgazan". Debido a su permanente actividad, era muy difícil el visionar un agricultor pasado de peso.

         “Sol tempraneru, cura callejeru y agricultor muy cortés, pa jodelos a los tres". Un trío no deseable.

         Tamos llabrando, dixoi la mosca al buey". Los que menos trabayen, son los que más lo anuncian.

           “Los nabos y los señores amos, cuanto más ralos mejor". No es aconsejable el plantar juntos a los nabos, para dar una buena cosecha. Respecto a los amos, cuanto más separados del sufrido trabayador mejor.

         “El mejor día de gües de la mi casería, ye el que toy en la cama". No hay mejor aprovechamiento que el descanso, en trabajos tan duros y físicos como este.

            El que se a lavar gochos se para, pierde el tiempo y el jabón". No se puede ni debe perder el tiempo en batallas perdidas de antemano.

            El que nun cría, nun pía". Es necesario criar animales, para cubrir mejor las demandas de la casa.

            El que sema, algo recoye". Por mal que se de la producción, una vez sembrado siempre se recoge.

            “Llabra a fondo y tendrás maíz abondo". Los surcos necesarios para sembrar este cereal, deben de estar lo suficientemente profundo. La explicación pasa por el tamaño de la planta y su futura estabilidad en el proceso de crecimiento.

            “Tal la tierra, tales nabos, padres gochos y fios marranos".  Observando el aspecto de la tierra, ya se sospecha cual va a ser su cosecha, igual que con la xente.

            “Non se pue cagar entre llambiones, porque igual te lo comen". Líbranos de envidiosos.

           “Maldiciones de burru, non lleguen al cielu".Ya sabéis, en cualquier oficio y este no iba ser excepción, sobran los que tratan de organizar a grito pelado. Perdiendo con ello cualquier atisbo de sensatez y criterio.

            Trenta oficios, cuarenta miseries". Lo habitual era tratar de dominar los conocimientos posibles para tratar de aplicarlos en casa en el caso de necesidad. En muchas ocasiones, solo servía para empeorar aun más la avería original.

            No olvidemos que este pequeño resumen de un sinfín de estos aforismos populares, de transmisión oral  tenían un objetivo que no  era otro que el  poner en alerta, advertir a sus oyentes. Y así, sacar el máximo provecho al trabayo pa comer.

            De aquella dura llabor, recogida bucólicamente   en estos versos de autor desconocido:

 

"Y p'al trabayu déxame folgau

piesca entos la fesoria o el gadañu,

arriendo, sallo, siego o col arau

detrás de los mios gües llabro les eres...

 

...Acá produz panoyes, allá espigues,

cueyu fabes, aquí dame una siega

de yerba en otra parte sin ortigues.

 

Ya la bona cevera siempre allega,

castañes y panizu pa les migues,

y pruno y cerezes y manzanes,

ñueces, figos, nisos y avellanes".







El último eslabón productivo. Los guajes.



"Defendería 
la casa de mio padre
de nun ser
que padre la vendió
pa que yo fuera 
algo en la vida". 

Antón García.



             La clave más importante de la sociedad rural era la familia. Sin excepción  todos sus componentes eran fundamentales para el desarrollo de las actividades vinculadas a aquella.  Dentro de esta unidad familiar, se encontraba el eslabón más frágil, los niños. Aparentemente sin mayor importancia dentro de la funcionalidad productiva.

            En cambio y pese a las apariencias fueron  una importante pieza de la producción: En sus manos estaban tareas como llindar (vigilar);  regar; destarronar (deshacer terrones de la tierra); destapinar (quitar tepes de un campo); facer los recaos; dar de beber y comer a determinados animales...etc. Alfonso Pinón, recuerda alguna de aquellas tareas: "De chiquillos se facía lo que te mandaban y cuidao con no facelo. Ibámos a llindar (vigilar) el ganao; andar delante de les vaques cuando se trabayaba con elles; llevar el ganao a beber; buscar agua; ir a pañar les patates y después escogeles; sacar el cucho;  dar de comer a les pites, llevar el maíz a la molienda; en la época de la yerba eran los guajes los de los recaos ...". Detallando que algunas de aquellas tareas se convertían en aventuras: "Cuando iba a llevar la comida al gallinero. Aquello era tremendo. Había un cabrón de gallo que nada más que aparecía, corría detrás de mi pa picame. Iba mi padre o mi madre y no hacía nada. A mi me tenía abrasao. Yo no quería ir porque tenía miedo".


Dando de comer a las gallinas. Labor esta orientada a muyeres y guajes.



También los ancianos compartían labores con los guajes. Muyer dando
de comer a les gallines. "...un cabrón de gallo que nada más
que aparecía, corría detrás de mi pa picame"


                Respecto a las faenas estrictamente agrícolas, tenían un importante peso en el uso  de los aparatos, tal lo expone nuestro anterior declarante: "Con el llabiego, la semadora, salladora, gradia, iba delante con el burro o el caballo y mi padre detrás dirigiéndome".

                   Dentro de este totum revolutum de faenas varias, el bueno de Alfonso rescata una simpática anécdota: " A veces teniamos que llindar algunes tierres cuando estaba la cosecha pa recoger. Una vez, mandonos mi madre ir a vigilar la erga (escanda) que teníamos en la Bayuerga a mi y a dos hermanos más". El protocolo del buen vigilante era sencillo, a la par que eficaz: "Cogíamos piedras  y con ellas espantábamos los páxaros pa que no llevasen el grano. Aquel día hacía un calor tremendo no había ni un páxaro. Como nos aburríamos empezamos a tirarnos piedres unos a otros y la que se armó fue tremenda". El resultado, tal y como se puede sospechar, desastroso: "Abrasamos el sembrao. La suerte fue que nunca lo supieron en casa". 

                Algunas de estas labores anteriormente citadas eran repartidas entre los más pequeños y los mayores o ancianos, que aun se podían manejar con solvencia físicamente. Pero siempre con el condicionante en ambas opciones de ser tareas sin grandes exigencias físicas. Llegaba un momento, en la fase pre-adolescente que el guaje es de máxima confianza y ya se trataba en ese ámbito familiar como un pequeño hombre.

               En definitiva, los guajes fueron un importante comodín en las interminables tareas de las caserías. Su fácil adaptación a las circunstancias, dificultades y carencias de aquellos tiempos fue determinante para el mantenimiento de las economías rurales. El incumplimiento se basaba en el castigo físico, admitido socialmente hasta hace poco tiempo. Tal y como dictamina Alfonso: "Cuando yo era guaje, éramos como los criaos de la casería".


                







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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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