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Semadora. |
Capítulo 26.
El milagro de la tierra. Cuarta parte.
La tierra (I).
"Que cercano
me parecen agora
lo escuro y lo remoto
que cortu'l camín
y que confuso".
Chechu García.
Fuente: Mercado Calabajío. Campo de escanda o erga. Triticum Spelta. |
Alivios atípicos.
“Los probes
de antes, son los ricos de ahora”.
Emilia
Posada.
Habíamos expuesto con anterioridad, en lo que
respecta al ámbito de la economía rural y más en concreto en lo referente a las
caserías que se basaba en la explotación de los recursos propios, esto es, en
el ganado y cultivo de las tierras. Sin lugar a dudas se trataba de una
autarquía, una economía de subsistencia que cubría las necesidades más
elementales de los miembros de la unidad familiar.
En nuestro pueblo, con la salvedad
de algunas caserías, toda la actividad se desarrollaba con penuria, solo daba para
vivir, sin posibilidad alguna de ahorro. Barajar la eventualidad de generar algún tipo de riqueza con aquel exigente trabajo era una entelequia. Tratándose de minifundios y explotaciones pequeñas, que en el mejor de los casos atendía las perentorias necesidades de los miembros de la unidad familiar.
Esta probabilidad de ingresos ajenos a la propia casería por parte (casi siempre) de alguno de los varones, era fruto de gran celebración. Este golpe de fortuna representaba la ocasión perfecta para invertir, mejorar o sencillamente ahorrar ante la certeza de tiempos peores. Tal lo refleja Alfonso Pinón:”Mi padre trabajaba también fuera (de la casería), en Candás, Luanco o donde lo hubiese. Trabajaba en casa y en la construcción, de mampostero, levantando muros". Detallando un curioso procedimiento en el oficio: "Nunca tuvo un metro, todo lo medía con el martillo". Recuerda en su exposición que un hecho luctuoso cambió durante algún tiempo su vida: "Hice 27 meses de mili y al año siguiente de licenciarme murió mi padre (año 44). Para no perder aquel ingreso de su sueldo, empecé a trabajar de paleta y después de oficial en la construcción, unos tres o cuatro años". Aunque tras aquella aventura laboral: "Después de ese tiempo volví pa la casería, que era lo mío".
En los hogares con elevada natalidad, como la del bueno de Alfonso, todos los complementos económicos eran bien recibidos: "En esta casa nacieron once hermanos. Mi madre entre parto y parto, también trabayaba fuera de casa, cosiendo. Era siempre yo quien cuando llegaba de la escuela el que tenía que probar lo que cosía". Exponiendo la tranquilidad que aquellos extras representaban: “Con todo, nunca hubo dinero amontonado en casa, pero pa comer siempre había".
Estas caserías de antes se sustentaban en muchas ocasiones en aquel formato de economía mixta, con ingresos ajenos a la actividad agro-ganadera.
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Alfonso Pinón. |
La posibilidad de desarrollar oficios ajenos a los trabajos estrictamente agrícolas y ganaderos no se desaprovechaba. Si era el cabeza de familia quien buscaba esta alternativa económica, representaba una mayor carga de trabajo para el resto de los miembros de la unidad familiar. Será la muyer, quien coja el relevo, durante esta ausencia. Las tomas de decisiones basadas en experiencias generacionales y en ocasiones personales, acompañado del duro trabajo cotidiano, formará parte de la rutina de la fémina. Alfonso Pinón, por si hubiera alguna duda, así lo manifiesta: " Les muyeres eren les que manteníen en píe a muches caseríes. Los homes trabayaben más en bruto, pero pa lo otro estaben les muyeres. Algunes eren dures como peñes, no había paisano que les metiese mano trabayando".
Nuestro declarante, aclara algún incidente no siempre previsto y previsible en este tipo de experiencia productiva: “Había veces que había un poco de dinero en casa y de repente escalabarriabase una vaca o un xato, y tábamos como al principio.” También es cierto que cuando menos te lo esperas la suerte te da una agradable sorpresa y te insufla con una ayuda inesperada, como lo recuerda Lucía les Moranes: “Yo siempre compraba lotería con Delfina, y una vez fui pa la Granda y dijéronme que tocoi a Delfina el Civil la lotería. Fui pa casa a comprobarla y ¡tocáronnos unos miles de duros! “. La inversión no tardó en llegar: “Compré una vaca, un horro y un abrigo. La vaca la mejor que había en la villa, 13.000 pesetes”.
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Fuente Mariluz Serrano. Delfina o Delfa el Civil. "...y dijéronme tocoi a Delfina el Civil la lotería". |
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Fuente: Laudina Artime. A la derecha, Lucía les Moranes junto a Amparo Julían. |
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Fuente: Fran Posada. Emilia Posada. |
El carácter de los trabayadores de la tierra.
“Se puede vivir con los demás,
pero sólo se sobrevive con uno mismo.”
Roberto Gervaso.
Históricamente pensadores y estudiosos foráneos han emitido sin ningún tipo de rubor opiniones de todo tipo sobre el carácter de los asturianos. Barajando casi siempre los mismos adjetivos: guerreros, sarcásticos, afables, honrados, campechanos, "grandones"...En esta liturgia no faltan tampoco algunos despectivos como charlatanes, brutos, orgullosos...Ante estas coincidencias nos quedaremos con la descripción de Pascual -Madoz, que en su obra " Diccionario geográfico- estadístico- histórico" (1845-1850): "El asturiano es robusto y sufrido, firme en sus propósitos y amigo del trabajo, si bien lo emprende no con mucha actividad y energía".
Hay un rasgo común entre todos los nacidos en estas tierras y es el temor a hacer el ridículo. Para evitar este mal trago lo solventa riéndose de si mismo, antes de lo que hagan los demás. En Antromero, hemos tenido a lo largo de la historia, numerosos casos de vecinos que son un claro ejemplo de ello.
En lo que a nosotros respecta, los habitantes de este pueblo, suelen ser además desapegados con lo material y económico. No buscan como fin principal el dinero en las actividades que desarrollan. Existe un desarrollado sentimiento de altruista colaboración vecinal. Probablemente hayan sido los condicionantes impuestos por el marco geográfico mar-tierra, determinantes en la forja de este carácter. Para muestra un botón, ese que nos expone Benigna Anxelín: " En los tiempos de la fame (posguerra), lo normal era ayudarse entre los vecinos. Se repartían patates, cebolles,...En la quintana en la que vivíamos éramos mas que vecinos, familia". Sentenciando este estadio de modo irrefutable: "La miseria se llevaba mejor repartiéndola". Los lazos de solidaridad han sido constantes en este lugar.
Como prueba de ello, de aquella indisoluble fraternidad, son las declaraciones de Amparo Julián: "Mi suegro, José, hacía cestes y paxos pa la gente que traíen blimes (mimbres)". Esta habilidad fue secundada por el hijo de aquel, José el Salao, quien durante años elaboró manualmente aquellos capazos, repartiéndose a lo largo del pueblo.
Ya habíamos atendido en anteriores capítulos la oscura tendencia que tenemos para estereotipar comportamientos y colgar sambenitos que afectan a todo el mundo, sin distinción. Parafraseando a Hesse, podemos decir que toda la vida individual es una aventura universal que nos hace ser diferentes. En cambio, el análisis de un colectivo, de un sector productivo va sujeto a definiciones que se basan en determinados conceptos o más esquemáticamente en palabras claves.
En estos juicios de valor, no se sale siempre demasiado airoso de los dictámenes populares, convertidos con el paso del tiempo en inevitables sentencias que acompañan en la eternidad. Recordemos que en capítulos pasados uno de los enjuiciamientos a los hombres de la mar, era el de manirroto y malgastador. En los trabajadores de la tierra, la sentencia popular va orientada por derroteros opuestos, pues son tildados de ávaros y falsos. Reseñaremos como prueba fehaciente de lo expuesto, de esa manifiesta desconfianza entre los dos sectores productivos más importantes que durante siglos ha tenido Asturias , el ejemplo que se exterioriza en la novela de marcado ambiente marinero, “José”, de Armando Palacio Valdés. Quien cita expresamente: “...no abundan entre los marineros los avaros, los intrigantes y tramposos, como entre los campesinos”.
Sin lugar a dudas, forma parte de esos tópicos y estereotipos que tratan de simplificar el "carácter de grupo". Sin más pretensiones que la generalización y el error que lleva parejo aquella.
Pese a la manifiesta desconfianza entre agricultores y campesinos, será el propio desarrollo de la misma vida quién va obligar a mezclar intereses de la mar y la tierra. Las actividades pesqueras fueron en muchas ocasiones una fuente de ingresos extra para los campesinos sin grandes recursos económicos. Así lo expone Benigna Anxelín: "Mi padre, José el Salao, trabajaba en la tierra, en la cantera. Pero siempre iba a la costera del bonito y nunca aprendió a nadar". Sospechamos, tal y como lo aclara Benigna, que la elección del tipo de costera era evidente: "Era por el verano y dormía todos los días en casa".
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Fuente: Benigna Anxelín. José el Salao. |
Estas combinaciones no permitían una nítida distinción entre el hombre de tierra y el de mar. Uniéndose en los tiempos, necesidades y espacios a lo largo del inevitable paso del reloj.
Centrándonos en la tierra, sobresale el cinismo pragmático, muy característico en la práctica de estos trabayadores del campo, se refleja en una socorrida leyenda, que se ajusta por sus características a cualquier pueblo o zona geográfica . Tal la exponemos: Un paisano ante la insistencia amenazante del cura del pueblo, vendió un magnifico peral que tenía en la llosa. El objetivo perseguido por el religioso no era otro que para que con su tronco, un artesano local tallara una imagen del patrono del lugar. El agricultor, molesto por el acoso sufrido por el párroco en aquella venta, se pasó por la iglesia para ver el resultado, la figura del santo hecho en la madera de su mejor frutal. Sonriendo y a grandes voces, expuso su crítica opinión:
"San Pedro de la peral,
¡las peras que te comí!
Los milagros que tú faigas
¡Que me los cuelguen de aquí!".
Señalando las partes pudendas,
en señal de reprobación. Haciendo suyo el
desdeñoso dicho popular :“Lo que non da'l campu, non lo da'l santu”.
El descaro y osadía estudiada se
manifiesta en dichos y saberes populares que expone el agricultor, tal cuando
se remite al dicho: “Dios y el cuchu (abono) pueden munchu...”. Aunque siempre con la mirada dividida entre la tierra y el cielo, atento a cualquier indicio desaprobatorio en las alturas, lo despacha pragmáticamente
con: “...pero sobre todo el cuchu.”
Es la sabiduría reflejada por los refranes, la que no deja se escapar a esa ironía transgresora e irreverente dirigida a los representantes de la Iglesia en la tierra, como se manifiesta: “Vale más cagayón de borrico que oración de obispo.” Es la evidencia del pragmatismo, en la sapiencia innata del aldeano. Por encima de todas las cosas, está la consecución del objetivo, aunque no a cualquier precio. Difícilmente venderían su alma al diablo, pues con las cosas de la religión y la eternidad no se juega.
Pero pese a lo que pudiera dar a entender las anteriores sentencias, siempre se evidencia, un temor reverencial a todo aquello vinculado con la religión y desconocimiento del más allá. Así el inicio de cosechas y de tareas varias se señala con el santoral: “Per Santa Marina (18 de Julio), cuelga la fesoria de la viga”, o esta otra, “Per San Martín (11 de noviembre), sema el ayu y el cebollín”.
En cualquier caso, el campesino asturiano y antromerino, aquel que es propietario de un terruño, por pequeño que sea, tiene un apego noble a su tierra, no siempre correspondido. La tierra y su respuesta productiva suele ser caprichosa, dependiendo de factores impredecibles. Así lo expone Emilio Posada: "Tener una buena tierra no te garantiza nada. Hay veces que fallan las cosechas y sin saber porque dan muy poco o casi nada".
Las grandes dificultades orográficas
( no siendo este el caso de Antromero) y las contrariedades para adaptar todo
su esfuerzo en pos de unos mínimos rendimientos, no han cambiado ni agriado en
absoluto su carácter. Por el contrario, han hecho fortalecer convencimientos,
curtiendo caracteres y generando inevitablemente los comportamientos característicos
de nuestros paisanos.
Tan solo recordar las palabras de
Alfonso López Alfonso que en su obra “El tiempo baldío”, resume y
destila toda la anterior palabrería vana: “Hay una cadencia íntima que
conecta a todos los que aquí nacieron, a todos los que aquí vivieron y
sintieron este paisaje.” El paisaje y el apego a la tierra que te ha visto
nacer, son seguramente los condicionantes más determinantes en la forja de la
naturaleza y condición de los paisanos.
En definitiva, la tierra marca los sentimientos y el carácter de los nacidos, de los criados y trabajados en ella. Más concluyente y definitivo es el dictamen del Nobel colombiano García Márquez, en su maravillosa obra "Cien años de Soledad". Será su personaje más carismático, José Arcadio Buendía, quien expondrá a su esposa Úrsula la forma de entender el apego al terruño: "Uno no es de ninguna parte mientras no tenga un muerto bajo la tierra". Antromero, ya es nuestra tierra, aun sin tener camposanto alguno.
La tierra.
“Dime lo que un pueblo come
y te diré el papel
que desempeña en la historia”
Blas de Otero.
La tierra, bendita tierra, origen y fin del ser humano.
Es la historia y trabayo de los pueblos. Es sentimiento, tradición y la
pérdida de la inocencia con la incorporación que representa su posesión, su titularidad.
Aun considerando que en si conjuga todos los valores
simbólicos sujetos al ser humano, vamos a limitar este apartado al significado
de la tierra como actividad agraria, como sustento de la población. Objeto
primordial de una sociedad rural como la nuestra y hoy tristemente adornada de de una falsa modernidad.
Les tierres de llabor.
“...dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable
que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.”
Ángel González.
Podríamos dedicar este apartado, a un aspecto menos materialista y ahondar en los sentimientos, en el apego del terruño. Antromero sin ser un pueblo de emigración, si ha tenido a lo largo de la historia gente que por diversos motivos tuvieron que recoger sus escasas pertenencias y marchar (en la mayoría de las ocasiones a América) en busca de otra fortuna, de otra suerte. Tal nos lo reseña Amparo Julián: "Antes de la guerra en casa Artime, marcharon dos pa Cuba y dicen que hicieron perres; Manolo el Tercero pa Cuba también, Alvaro Anxelín fue pa Argentina; Ramona Salines; Jesús Artime; Benigno Teresa marchó pa Buenos Aires y Falo Santa también fue pa la Argentina, pero este si volvió". El paso de los años no pudo en ningún caso erradicar de sus pensamientos la tierra que los vio nacer. Añorando a cada minuto de su existencia, la remota posibilidad de la vuelta.
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Fuente: María del Rosario Muñiz. Imagen de Manolo el Tercero, en 1917, el año que se fue a Cuba. |
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Fuente: Laudina Artime. Amparo Julián. |
En cambio, vamos a tratar con la brevedad propia del
escaso conocimiento, del trabayo en les tierres.
Así, recordar que en las casas y caserías se trabaja un porcentaje importante del total de las tierras, propias o de renta, Todas estaban señalizadas con unos mojones o finxos, que delimitaban las propiedades de unos y otros. En Antromero, las tierras comunales, prácticamente desaparecieron con las desamortizaciones del siglo XIX y los turbios manejos de acaudaladas manos en años posteriores.
Respecto a este punto polémico de los terreno y montes de uso comunal, recordamos que obligados por las grandes hambrunas que asolaron Asturias en el siglo XVIII, la Junta General del Principado toma una serie de decisiones para paliar aquel sufrimiento popular. Así a través de las Ordenanzas Generales de 1781, van a facultar a los vecinos necesitados para que faenen en los terrenos comunales que las Juntas parroquiales decidan. Esta medida tomada con carácter social, fue el perfecto instrumento para que las familias más poderosas de los pueblos y concejos se apropiaran de aquellos terruños. Sin mayores explicaciones que pudieran causar polémica, ahí dejamos la información.
Aquellos finxos o cierres de una finca, han sido desde siempre uno de los puntos más calientes en las relaciones vecinales. La tentación de mover y cambiar alguno de estos puntos en propio beneficio, ha sido una permanente tentación y motivo de conflictos que aun llegan hasta nuestros días.
Este cierre consiste básicamente en calar unas piedras en puntos concretos de los limites de una finca. De manera que la unión entre ellas con líneas imaginarias señalan el área de aquella. Los finxos, tienen que estar sujetos a unas condiciones físicas específicas: deben de tener un volumen y peso adecuado, entendiéndose por ello que no puedan moverse con facilidad, en actividad agraria, una vez enterrados. Es habitual, siguiendo costumbres y tradiciones romanas, el colocar restos de teja o cerámica para señalizar su posición o unas piedras testigos clavadas bajo ellos.
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Fuente: peritoagrónomo.es Los finxos, deben de estar lo suficientemente enterrados para que cualquier actividad agraria no los mueva. |
En estas tierras y dependiendo de las épocas del año se cultivaban diversos
productos, fabes, patetes, maíz, arbeyos, escanda,
remolacha,...etc. y alternando con otros cultivos orientados para el consumo
del ganao como alcacer, ballico, alfalfa. Manteniendo el parámetro y denominador común de cubrir las necesidades más elementales de la unidad
familiar.
Orientada siempre la producción a la subsistencia. Recogemos para conocer de primera mano la relación de productos cultivados y por supuesto consumidos en el siguiente párrafo de “Monografía
de un obrero del campo”, editado por la Universidad de Oviedo en el año
1904: “La
alimentación del campesino y de su familia consiste: por la mañana en leche y
sopas, al mediodía en habas, verduras y patatas; por la noche, en lo que sobra
de la comida anterior, o leche o fariñes o castañas, en su tiempo. Suelen
añadir embutidos y tocino,... solo se dan el lujo de comer carne en días
señalados.”
Exponemos en esta misma dirección, las declaraciones de nuestra vecina Emilia Posada, que no se difieren ni se escapan de guion marcado por el anterior acta de comienzos del siglo XX: “En casa se atendía primero la comida de los hombres, que eran los que hacían más trabajo (físico)”. Citando el menú básico en aquellos días: “ A la amanecida era leche caliente con pan o boroña, al mediodía cocido y para cenar el sobrante de la comida”. Precisando en el añadido la importancia de la combinación agricultura y ganadería: “ Cuando les vaques paríen, comíase rabón. También papes por el invierno ". Citando una costumbre que se hizo norma hasta hace muy pocos años: "Y los domingos se comía sopa y garbanzos".
Confiando en que nos perdonéis la frivolidad y respecto a la gastronomía quisiéramos hacer un pequeño apunte. Aunque pudiera ser de difícil encaje en este capítulo, para precisar que la aparición por los domicilios, allá por el comienzo de los años setenta del siglo pasado, del libro de cocina "El arte de cocinar", de la afamada María Luisa García, puso el punto de inflexión entre los estadios de matar la fame y el comer por comer, sin ya la perentorias necesidades. Empieza a mejorar la calidad en la alimentación de los vecinos de nuestro pueblo.
Una vez cubiertas y si llegara el caso por existir un excedente productivo, se llevaba a vender a los mercados o plazas el mismo, tal lo recuerda Lucía les Moranes: “La leche, patetes, fabes, arbeyos y de lo que se plantaba llevábase a vender a la plaza”. El objetivo era evidente, conseguir dinero efectivo para cubrir gastos cotidianos de la casa. Por si quedara alguna duda, atendemos a Manolo el Sardín, quien con una gracia innata expone: “En mi casa hay de todo, menos perres,..y alguna vez también, ...cuando se vende un xato (ternero)". Este excedente, la venta del xato, estaba siempre programada para formar parte del remanente económico para abordar los imprevistos . Difícilmente se orientaría en otros derroteros.
Aunque no siempre aquellas transacciones comerciales derivaban en pago monetario. Tal lo apunta Alfonso Pinón: "Antes de la guerra, llevábamos les coses a vender a la plaza de Candás. Siempre venía a comprarnos la leche una mujer que se llamaba Etelvina. Era la dueña de un almacén de muebles. De lo que se le vendía, no se le cobraba nada y cuando se necesitaba un mueble o se casaba una hermana, se hacían cuentas y pagaba con un mueble, que era p'al ajuar ". Rematando la importancia de cumplimentar hasta el final el trato de compra-venta: "Lo importante era cobrar, en perres o lo que fuera".
Las diversas y variadas condiciones geológicas del suelo de Antromero, hace que sean dispares los resultados del rendimientos de los distintos sembrados. Nadie mejor que sus propietarios o llevadores para sacar la mayor productividad de las tierras. La experiencia de años, lustros y siglos mediante el infalible mecanismo de prueba y error han sido determinantes para seleccionar los productos a cultivar y las fechas apropiadas. Emilia Posada, lo aclara: " No son lo mismo unes tierras que otras. Hay que mirar si están empozades, en cuesta, al lado de un monte o de la mar". También recuerda los condicionamientos del clima: " Después siempre hay que mirar si llovió mucho antes de semar (sembrar) o hubo mucha seca".
En un pueblo tan bizarro como este, donde los obstáculos cotidianos se les planta cara sin contemplaciones, las particularidades geográficas forman parte de ellos. Benigna Anxelín recuerda una combinación demoledora para los intereses aldeanos: "El viento nordeste, cuando se levanta en condiciones, suele durar una semana por lo menos. Si se acaba de semar una tierra y ya están biltades (germinadas) les plantes, puede ser una catástrofe. Ese viento seca la tierra y quema todo lo que acaba de nacer. Aunque lo peor ye si la tierra está al lao de la mar". La solución pasa por tratar de impedir que el dios Eolo campe a sus anchas, con estorbos naturales o artificiales: "Para tratar que esto no pasara, se dejaba crecer bardiales (setos) o se facíen muros de piedra por donde entraba el viento". Luchar con los designios de la naturaleza es casi una entelequia, pero aquellos intentos son dignos de admiración y en muchas ocasiones extremadamente eficaces.
Estas soluciones expuestas por nuestra declarante y ejecutadas por los vecinos, aun son muy visibles en determinadas partes del pueblo, próximas a las zonas acantiladas. En la zona del Picudel y aledañas se levantan pequeños muros de piedra en la zona norte de las tierras de labranza. Hay quien estima que fueron creados para otros usos, como el defensivo. Pudiera ser, pero dadas sus características físicas ( extremadamente bajas, siempre largas como la finca y orientadas al norte), nos inclinamos por la hipótesis de protector del viento.
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Fuente. Google. Vista aérea de la zona del Picudel y la Fuentina. Las flechas indican muros de piedra y setos para la protección de los vientos procedentes del Norte, en otrora tierras de llabor. |
La decisión final para preparar la tierra corresponde a la mujer, como buen matriarcado encubierto oficialmente en la actividad rural. Así el considerado uno de los grandes sabios de su época, Posidonio (siglo I a. de C.), en unos de los retazos de su obra que ha respetado el tiempo, se sorprende de la preponderancia e importancia de la mujer en las tareas de la agricultura, en estos lares.
Nada mejor que recurrir al ilustre Constantino Cabal (Oviedo 1877-1967), que describe un estado de laboriosidad, ya reconocido por los que peinamos canas: "En el cuchar y el arar, y en el rastrear y segar, el papel principal es del hombre, sirviéndole la mujer. En todo lo demás ella domina el terruño. Ella salla, siembra, riega y corta las espigas, ordena y almacena los frutos en el hórreo". Concluyendo con un veredicto innegable: "El hombre sin embargo, cuando puede , elude y evita la agricultura".
Por si hubiera alguna necesidad de aclarar este periodo, recurrimos a la exposición de Benigna Anxelín: "En casa quien decidía cuando se sembraba era Consuelo. Era quien decía el día para semar, sallar y recoger les coses de la tierra".
La captación de aquel modelo de aprendizaje, nos lo deja claro Marina el Tuertu: "Pa trabayar todo el mundo val, ahora la xente no quier trabayar. Nadie nació enseñao, lo que tienes ye que fijate un poco en lo que fae la xente de casa, y poner ganes". Sentenciando : "El problema ye que nadie quier trabayar les tierres". Esa transmisión de conocimiento ha sido vital para el desarrollo de esta economía rural.
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Fuente: Paulino García. Marina el Tuertu, en el centro. Sus hermanas a ambos lados: Falina y Maruja. |
En cualquier caso, a lo largo del año había un calendario agrícola a respetar. Que con independencia de matices sujetos a cada zona o área geográfica, siempre solía comenzar con la preparación de la tierra en el mes de noviembre. Ese inicio, antaño era para el cultivo de los cereales de invierno, que en nuestro pueblo, fue la erga o escanda.
Una agenda de siembra, que ya prácticamente está olvidada y que sucintamente recordaremos aquí, de manera breve. Pues será tratado con mayor profundidad en próximos capítulos:
-Noviembre: Escanda o erga.
-Diciembre: Ajos, berzas y fabes de mayo. Para les fabes de mayo, tanto la siembra como la recolección debe de hacerse en luna llena. Aunque según los expertos las que son recolectadas en menguante de luna, se conservan mejor.
-Enero: Ajos y arbeyos (guisantes).
-Febrero: Patates tempranes.
-Marzo: Patatas y sallar (eliminar malas hierbas) la escanda.
-Abril: Escanda seronda (tardía) y maíz.
- Mayo: Fabes, maíz y sallar escanda.
- Junio: Sallar maíz y arriendar (arrimar tierra a la planta) patates.
-Julio: Arriendar el maíz.
-Agosto: Recoger escanda.
-Septiembre: Recoger patatas y fabes.
- Octubre: recoger maíz.
En aquellas caserías de posibles, tenían el recurso de la tecnología a su alcance, tal lo recuerda nuestro vecino Luis Servando: "Por algunas casas circulaba un calendario que se llamaba el Zaragozano. Allí iban explicadas fechas para las cosechas, entre otras muchas cosas". Este calendario es una publicación anual no científica. Se lleva editando desde 1840 y siendo su autor Mariano Castillo, haciéndose muy popular entre los campesinos. Sus predicciones se basaban en las influencias de la luna y el sol en las cosechas. Su nombre es un homenaje al astrónomo español Victoriano Zaragozano Zapater, nacido en la Puebla de Albortón , en el siglo XVI y quien ya elaboraba este tipo de almanaques.
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Algunas portadas históricas del calendario Zaragozano. |
Antromero, como un nuevo pueblo rico, ha abandonado el sector productivo primario. Aquel que fue nuestro sustento y apoyo para evolucionar y llegar hasta lo que hoy somos. No se trata de ninguna crítica, es tan solo una evidencia. Aunque para evitar dar más rodeos y análisis innecesarios, concluiremos con la sabia reflexión de Marina el Tuertu: "Como venga la fame, la xente va tener que volver pa les tierres".
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