Capítulo 20.
La mar. Undécima parte y última.
Algunes coses nuestres ( y II).
Una curiosidad toponímica.
"Se lo debo a los nombres
que tanto me llamaron..."
Aurelio González Ovies.
Según Cristian Longo Viejo, en su magnífica obra ""Diccionario etimológico marinero de los concejos de Carreño y Gozón", describe en estos términos a el pedreo de La Mina: "Conjunto de cuevas situadas en la parroquia de Antromero. No aluden a una mina propiamente dicha, sino que los lugareños, debido a que de estas cuevas extraían ocle (muy apreciado en el uso como fertilizante), decidieron darle ese nombre".
En ningún caso buscamos la polémica, ni tan siquiera una rectificación de la anterior exposición. Pero el bueno de Cristian comete un error de apreciación geográfica. En las ilustraciones que acompañan aquel excelente estudio, ubica el pedreo de la Mina en los fornones de Gargantera. Describiendo los mismos como: "Oquedades en el acantilado que asemejaban las bocaminas, donde se acumulaba el ocle, recogido por los vecinos para usarlo como fertilizante".
Por si hubiera alguna duda al respecto, nada mejor que apoyarnos en la experiencia de aquellos quienes han ejercido la dura llabor de recolectar ocle por nuestros pedreos. Maruja Anxelín expone: "En la Mina se sacaba ocle, pero había que trabayar mucho pa tan poco resultado. Había otros pedreos mucho mejores en Antromero". Las características de este acantilado, dentro del conjunto de la generosa costa de este pueblo, no lo definían como el mejor sitio para desarrollar esta actividad. Fuertes embates de la mar, siempre abaxamar y un reducido espacio físico, limitaba sobremanera el desarrollo de recogida de aquella arribazón. Por todo lo expuesto, desestimamos como válida la definición de Cristian Longo, respecto a la Mina.
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Ubicación de La Mina. Su acceso siempre en bajamar y la peligrosidad del entorno circundante, un hándicap añadido para laborear en ella con el ocle. |
Una de las opciones que se pueden barajar respecto a su denominación puede estar en una extracción no industrial. Aquella que se pudo haber hecho en pasadas épocas de un carbono impurificado, negro y de dureza relativa, vinculado a la ancestral cultura asturiana. Tal fue el azabache, usado como piedra de connotaciones mágicas. Solución y prevención definitiva para los agüeyamientos provocados por envidias, maldiciones o incluso los excesos de cariño.
Históricamente fue usado para aliviar dolores, triturándolo y mezclándolo con miel. Actualmente hay agrupaciones y asociaciones que defienden su utilidad si padeces o sufres un sinfín de problemas de movilidad física: ciática, calambres, artritis o tendinitis. Siguiendo estas creencias, lo recomiendan como tranquilizante natural para episodios de nervios o ansiedad. Considerando que si lo llevas puesta cerca de la cabeza, alivia los episodios de migrañas.
Fue y es objeto de deseo de los artistas azabacheros, quienes han labrado y labran este mineral, haciendo verdaderas obras de arte. Reconocida musa de escritores y poetas. Tal fue el caso de José Caveda y Nava, quien en su obra "Una aldeana del concejo de Gijón al Príncipe de Asturias" (1858), en la referencia a las cigüas, recita:
"...tengo yo una de azabache,
bien curiosa de verdá,
que la punxe munches veces
de pequeñucu al mió Xuan:
Has atala a la muñeca
con medides de Candás
y pondraste más lozanu
que cuantos neñucos hay..."
Básicamente el azabache es un fósil de la madera de árboles. Se tiene la convicción que proviene de los troncos de las araucarias, vegetal arbóreo muy abundante en el Jurásico. La época de los dinosaurios, aquellos que alguna vez vivieron en estas tierras.
Se trata en definitiva de un carbón anómalo, una rareza geológica. Se tiene constancia de su uso desde la prehistoria, teniendo una preponderancia durante el Imperio Romano. Fue usada como piedra protectora por los peregrinos del Camino de Santiago.
En el siglo XIX , promovido por la realeza inglesa hubo una gran demanda del azabache, agotando prácticamente sus existencias internas. Recurriendo a Asturias como gran suministrador. Así fue que durante los años 1870 y 1890 se exportaron desde nuestros puertos la friolera cantidad de 830.000 kg.
Este mineral no se localiza en vetas como pudiera ocurrir con el carbón. Por el contrario, aparece en piezas aisladas y no de gran tamaño. Es el resultado de haber estado sometido a grandes periodos de exposición a la acción de agua estancada, un trozo de madera. Posteriormente soportando mayúsculas presiones para su compactación, convirtiéndose finalmente en fósil.
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Trozo de azabache. |
A día de hoy estamos en disposición de confirmar que en el entorno de la Mina, aun se pueden visibilizar restos del mismo. Habiéndolo hecho con anterioridad el prestigioso geólogo Guillermo Shulz, en la visita que realizó por nuestro pueblo a principios del siglo XIX. Recogido en su obra de referencia “Viaje por Asturias”, publicada en 1836: "Hay ramas de azabache en la costa de Antromero y en la pequeña ensenada de San Pedro".
Con fecha de 15/08/1943, el diario regional de La Nueva España, recoge una noticia de la aparición de azabache en los acantilados de Antromero. Algo que no debiera sorprender en tanto y cuanto hay un sinfín de afloraciones estratigráficas, en la mayor parte de las riberas de este pueblo. Si bien es cierto que tienen un bajo o nulo valor comercial.
Finalmente añadiremos una segunda opción para la denominación de este pedreo. Esta no es otra que su aspecto de boca de entrada o galería de mina. Su angosto acceso y la apariencia de bocamina, han podido ser determinante a la hora de adjudicarle su denominación de la Mina
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Detalle de afloramiento de azabache lignítico en el acantilado de San Pedro. Se aprecia una mayor dureza que la anterior imagen. Pero aun inservible para laborar por los orfebres. |
Los secretos que guardan los acantilados.
" La memoria es un monstruo,
tú olvidas, ella no".
John Irving.
Nuestros acantilados, estes ribes, están llenas de rica historia y de antigua vida. Son miles los secretos que albergan, esperando a que en algún momento descubramos todo su contenido.
Si analizamos las ubicaciones físicas de los yacimientos prehistóricos de nuestro entorno, en todos hay unos denominadores comunes. La presencia de agua dulce, vital para la subsistencia y la proximidad de la mar. Recordemos algunos de estos puntos: Bañugues, Aramar, Perán.
Si estuviéramos en el pellejo de los hombres primitivos que deambularon por estos parajes, ¿Dejaríamos pasar la oportunidad de colonizar la atractiva desembocadura del rio Pielgo?. Sus suaves condiciones orográficas y la presencia de la mar, son una tentación difícil de eludir.
Habíamos reseñado en otros capítulos la aparición de utensilios líticos de cuarcita (100.000 años de antigüedad) en espacio disperso, en torno a la playa de San Pedro. También nos consta al menos de la presencia de un yacimiento prehistórico, localizado y sin investigar: "En la Grandas altas de Antromero(2006)". Todo ello reseña una actividad que aquellos antiguos pobladores, probablemente los Asturienses, tuvieron por estos lares.
Estamos especialmente intrigados en el insistente silencio de Talusia (pedreo próximo a la playa) y el entorno de la desembocadura del Pielgo. Guarecen enigmas, secuencias aun ocultas de nuestra historia. El día que manifiesten y vuelquen su interior, se abrirán muchas puertas. Despejarán incógnitas y sentenciarán sospechas fundadas. Son sin lugar a dudas las dos asignaturas pendientes del entramado histórico de nuestro pueblo.
Para conciliar con los presentes tiempos nuestra hipótesis, debemos de despojarnos de la actual visión de la zona. Entonces se trataría de un lugar con mas riqueza vegetal y arbórea. Nuestro querido arroyo del Pielgo, sería más caudaloso y "navegable". Este último matiz, podría ser determinante para la ubicación en su entorno de cualquier actividad humana.
El poder transportar a lo largo del riachuelo objetos flotantes facilitaría la vida de nuestros ancestros. Si tenemos constancia desde hace siglos de trajín náutico y con ello la construcción de pequeñas embarcaciones con las que retar a la mar. Alguien puede poner en duda que, ¿no aprovecharían el cauce fluvial para desplazar con menos esfuerzo las piezas o royas de los árboles?. Y en su desembocadura o proximidades de la misma poder construir sus barquichuelas.
Considerando también como factor negativo, el manifiesto retroceso de la línea de costa. Pues aquellos con cierta edad hemos visto como estos acantilados se han ido argayando con el paso del tiempo. Y con ello la pérdida de indicios y yacimientos que pudieran fortalecer nuestra teoría.
Esta es, en cualquier caso una apuesta personal, sin mayor fundamento que el expuesto y apoyada por otras personas con menor pasión y mayor objetividad que la nuestra. Mientras no se demuestre lo contrario, mantendremos la misma.
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Mapa de Antromero. En el circulo identificada la zona de Talusia y desembocadura del Pielgo. Objeto de nuestras disquisiciones. |
Ribes (acantilados) llenes de vida.
"Cuantayá que pasó esin tiempu
de vivir a escures
vamos construyir idegues..."
Berto García.
Antromero está catalogado como Punto de Interés Geológico Nacional. En especial su playa de San Pedro y el pedreo de Gargantera. Forman parte de la base de datos IELIG (Inventario Español de Lugares de Interés Geológico), por interés paleontológico, estratigráfico, sedimentológico, tectónico y geomorfológico. Por ello, nos sentimos obligados a realizar una parada, breve e intensa.
Aparquemos especulaciones previas y dejémonos guiar por los datos que ahora tenemos. Fundamentos y realidades. En estes ribes se alberga "vida" e información. Una vida histórica de lo que fue nuestro pueblo y toda esta zona, ya en estado fósil. Existencia de aguas marinas cálidas que facilitaron la subsistencia de corales y esponjas marinas. De grandes depredadores acuáticos y de dinosaurios. Tras la desaparición de estos, la gran aparición de plancton que se extendió a lo largo y ancho de nuestra mar. Acompañado de crustáceos de todo tipo y tamaño. Algunos de los cuales aun mantienen su aspecto milenario, sin evolución aparente.
Sin el ánimo de aburrir con nombres científicos, ni extendernos en este dilatado y espeso mundo geológico, solo haremos mención de algunos de los fósiles más comunes en Antromero. Deberán de perdonarnos aquellos poseedores de excelsos conocimientos de la geociencia, ante la raquítica información expuesta. Solicitamos su gracia, al no tener estos textos otra ambición que informar básicamente de nuestro rico patrimonio pétreo.
Las orbitolinas. Aparecen durante el Cretácico (145 - 66 millones de años), coincidiendo con la desaparición de los dinosaurios. Se trata de un animal marino, que vivió próximo al litoral, colonizando gran parte de nuestras aguas. Formaron parte del alimento de los predadores marinos. Se caracterizan por su forma similar a la de un sombrero chino y no suelen superar los dos centímetros de espesor. Se desplazaban con la ayuda de pequeños filamentos, al modo de diminutas medusas.
En el MUJA (Museo del Jurásico de Asturias) está expuesto un bloque de orbitolinas que fueron extraídas de la Punta del Cabrito. Aunque en su cartel identificativo les ubiquen en nuestra playa.
![]() Orbitolinas. |
Se trata del fósil mas común de Antromero. Se encuentra en grandes estratos a lo largo y ancho de nuestra costa. En algunos casos ya compactados en la propia piedra caliza. |
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Fuente: José M. Montes. Playa de San Pedro. Lumaquela, constituida por gran cantidad de gasterópodos, primos hermanos de los bígaros. |
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Fuente: José M. Montes. Playa de San Pedro. Fósil de coral, junto a alguna orbitolina. |
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Fuente: José M. Montes. Turritelas de la Playa de San Pedro. Cretácico Inferior (145/100 millones de años). |
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Fuente: José M. Montes. Gasterópodo natica. Suele haber entre estos ejemplares diferencias en la morfología de sus conchas. |
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Fuente: José M. Montes. Icnita o huella fósil de un dinosaurio o saurópodo. Playa de San Pedro. |
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Fuente: José M. Montes. Pedreo el Bigaral. Vértebra fosíl de un dinosaurio Iguanadon. Tiene adheridos fósiles de ostras. Actualmente está en el MUJA. |
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Flysch de San Pedro. Esta formación sedimentaria tiene unas características paleontológicas y litológicas especificas. |
En la anterior imagen se aprecia una plataforma pétrea, denominada de abrasión. En ella se puede apreciar distintos colores, en función del tipo de material observado. Hay un tramo de caliza de montaña, que se alarga hacía el acantilado, formando unos espectaculares estratos o capas verticales. Todo ello desarrollado sobre rocas del carbonífero.
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División entre estratos. |
El último carpintero de ribera.
"Al marineru n´la mar
nunca i falta una pena,
cuandu rompei el timón,
cuandu rompei la vela".
Popular.
Desde tiempos inmemorables, en nuestro pueblo siempre se desarrolló una actividad ligada a la construcción y reparación de pequeñas embarcaciones. Aquella con la que nuestros antepasados luchaban para sacar rendimiento a las entrañas de la mar (ver anteriores capítulos). En el arenal de San Pedro y Talusia, se guarecen secretos históricos, reseñas escondidas de aquel trajín crucial para el devenir de Antromero.
Esta labor se interrumpiría en su continuidad a principios del siglo pasado, y no volverá a resurgir hasta la década de los 70. Será a través de la mano de un autodidacta, Cesar García Artime, quién prescindiendo de planos de formas o similares, guiándose por sus dotes y solvencia natural va a dar vida a aquellas maderas muertas. Logrando unas increíbles formas y líneas transmitidas a botes, chalanas o motoras.
Tendrá su centro de operaciones en La Ería, a 150 metros de la playa (manteniendo la premisa histórica de la proximidad del astillero a la playa) , en lo que todas aquellas generaciones de antromerinos conocimos como La Chabola. Una pequeña nave en la que se disponía en bancos y pequeños armarios, todos los utensilios necesarios con los que transformar la naturaleza muerta en lanches, maravilloses lanches. Creadas por las manos de un artista y de su intuición.
Serruchos, serruchos de punta, zueles (azuelas), formones, cepillos, garlopines, mazas, martillos, tenazas, alicates, pie de cabra, hachas, barrenos, berbiquí, prensas, escoplos,...etc. Pero sobre todo una herramienta básica e imprescindible sujeta como no podía ser de otra manera por un apéndice, la oreja, tal fue el lápiz de carpintero (principio y fin de todo en este gremio). Aquella instrumentación formaba parte de un exclusivo paisaje. De un mundo lleno de serrín y virutas, esparcidas por el suelo. Con ello un inconfundible olor a resina, mezclada en alguna ocasión con el aroma de la faria sujeta en la boca del maestro, de Cesar.
Ese ambiente fue conocido por nuestro impagable informador, Manuel Roxín. Así lo recuerda su hija María del Rosario: " Su abuelo fue carpintero de ribera y cuando la guerra se llevaron toda su herramienta". Ante tal despropósito recurrió a lo único que le quedaba: "Con una navaja se dedicó a hacer madreñas". Tiempo después siguió con aquella actividad: "Todos los barcos que después hizo se los llevaba para ser inscritos a los Astilleros de Anselmo. Él no podía hacerlo al no poder darse de alta en aquel oficio". Este es un ejemplo del esfuerzo, de la lucha permanente por salir hacía delante. Fiel reflejo de la firmeza y convicción de los nuestros. De aquellos que van de frente y no saben dar rodeos.
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Sala del Museo Marítimo de Luanco destinada a la carpintería de ribera. |
El inicio de todos los preparativos, pasaban indefectiblemente por el corte y selección de la madera, de cualquier madera en menguante de luna, que es cuando la savia de aquella retrocede. Así lo puntualiza el experto Juan Antonio Apraiz: “Para evitar la putrefacción de la madera, esta se debía de cortar en los meses con menos actividad de los árboles, esto es, los últimos del otoño y primeros del invierno (preferentemente entre noviembre y enero), siempre en los cuartos menguantes”. La sabiduría, experiencia popular siempre tan presente, ha transmitido este conocimiento en su herencia oral.
Cesar manifiesta que siguiendo los criterios anteriormente expuestos: “Iba a cortar madera a Bañugues, al Regueral, a Grao...”. Aclarando que para despiezar aquellas royas de madera: “Se llevaba a la sierra de Remigio, en Luanco”. También nos especifica la preferencia de la materia prima: “Siempre trabajé con pino, roble y castaño”. Normalmente para las piezas mayores se utilizaba el roble, por su mayor resistencia a los movimientos de la mar. En algunos astilleros y dependiendo de la pieza (como la quilla) se sustituyó por ocalito (eucalipto), dada la imposibilidad de conseguir robles de ese tamaño.
Señala alguno de los protocolos de años atrás: "Antiguamente se cocía la madera pa que durase más. Aunque yo una vez cortada la dejaba secar unos años, a techo y que circulara el aire. No había mejor cosa que esa pa tener una buena madera". Reseñando la dureza de algunas maderas: "Un paisano de Gijón que me había encargado un arreglo de una lancha, empeñose en colocar una pieza de iroko (madera tropical) en la proa. No había manera de trabayala. Dura como una peña". Aclarando como salió de aquel embrollo: "Después de dos días, apareció un paisano de Candás por la chabola y dijo que solo se podía trabajarla estando caliente la madera".
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Fuente : Jessica García. Cesar García Artime. El último carpintero de ribera de Antromero. |
La madera más usada era “la de pino norte”. Que sin lugar a dudas era la más se ajustaba en lo económico y por sus adecuadas características, reuniendo tal y como diría un comercial de ventas, “la mejor relación calidad-precio”. Pero su mejor carta de presentación estaba en su respuesta a los golpes de la mar y en su manifiesta adaptación al salitre y la humedad.
La siguiente fase era el secado de las piezas cortadas, disponiéndose en forma de tijera y apilándose más tarde unas encima de otras apoyadas en listones y bajo techo. Y cuando en la exigencia de la construcción se necesitaba arquearla para darle forma, se recurría al fuego. Al eterno fuego, calentándola o tal se decía en aquel argot, cociendola.
Premisa prioritaria a la hora de seleccionar la madera era :“Que la pieza no tuviese rajada, y mucho cuidao con los defectos y nudos de la madera, porque son un peligro muy jodío”. El notable riesgo estaba en utilizar aquelles maderes para forrar la cubierta, pudiendo generar un estropicio irreparable, por esos fallos propios de los arboles y en este caso de sus derivados.
La transformación del trabajo de estos artistas sorprende por su resultado. Dada la complejidad del equilibrio exigido y la belleza de las líneas de les lanches emergidas de aquellas manos hábiles y firmes. La primera de su obra creativa fue la motora María Angélica: “Y después hice otra pa Gorrina de Candás, pa el suegro de José Manuel Mori...”.Aclarando la orientación de su actividad: “Sobre todo lo que hice fue arreglar lanches, muches lanches, de Luanco y de Gijón.”
Nuestro vecino Luis Servando corrobora aquella actividad: "Cesar hizo la primera chalana que tuve. Fue entre los años 1975/76. Años después compré otra a Florín , que también la había hecho Cesar".
En los primeros años de los 90 del siglo pasado, Cesar pone punto y final a una actividad exigente y apta solo para unos escogidos. Aquellos afortunados que con sus manos transformaban el trabajo en arte.
Se imponen nuevos tiempos, la madera se va sustituyendo progresivamente por otro elementos más competitivos, pero menos marineros como la fibra de vidrio. El futuro se adueña de nuestro pasado. Así se la juega el destino.
Con Cesar se pone punto y final a una larga cadena, a un oficio que se pierde en la oscuridad del tiempo y los siglos. Es el último de uno de aquellos pilares necesarios, que acompañaron a nuestros antepasados para mantener firme una forma de vida vinculada a un medio hostil, a la mar.
Cesar, nuestro último carpintero de ribera.
...Allí vienen los vikingos,
entre ruxidos y truenos,
sobre el mar de yerba, barcos,
los mismos con que vinieron
fae ya tantos, tantos años
que nun queda ni el recuerdu..."
Pilar Sánchez Vicente.
( Extracto del pregón de las fiestas
de S. Pedrín del año 1986).
Hay una leyenda extendida por toda Asturias que nos aporta que los pixuetos de Cudillero y la gente de Antromero descienden de los vikingos. Así nos lo recuerda Basilio el Tercero, “ a los de Antromero los llamaben vikingos, porque siempre hubo xente alta y roxa”. Seguramente habéis escuchado en alguna ocasión y en boca de nuestros vecinos más próximos ( Candás o Luanco), “los de Antromero son vikingos”. En una mezcla confusa de insulto y admiración respetuosa.
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Basilio el Tercero. |
La prosapia o ascendencia vikinga de nuestro pueblo esta lleno de luces y sombras. No estamos en disposición de iniciar una profunda investigación. Pero si añadiremos, a lo largo de este apartado, una hipótesis con los escasos datos que disponemos. En cualquier caso, estos nórdicos ya forman parte de la historia de nuestro pueblo. Adjudicados para bien o para mal y por decisión popular.
Los vikingos no son ningún pueblo, ni una raza, es una profesión. Formada por aquellos que un día decidieron dejar sus casas, a los suyos. Para comprobar lo pequeño que es el mundo y también lo grande que puede llegar a ser. La verdadera razón de su exilio está en la desesperada búsqueda de lo desconocido y poder encontrar soluciones a los problemas que les acuciaban en sus tierras. Tales como una superpoblación, escasa productividad y recursos menguantes para cubrir las necesidades de sus gentes.
Fue mítico su comportamiento cruel en la lucha y en la batalla. El histórico apelativo de "los demonios del Norte", fue el perfecto reflejo de ello. El gran secreto del espíritu aguerrido que siempre les acompañaba en sus incursiones estaba en la ingesta de una seta desecada. Se trataba de la amanita muscaria, aquella roja moteada de blanco, que vinculamos a los enanitos. Es altamente tóxica, pero que consumida en una dosis adecuada provoca alucinaciones, acompañadas de comportamiento agresivo. Fue tal la importancia de su valor en aquellas épocas, que en años de escasez se podía llegar a cambiar un hongo por varios renos.
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Amanita muscaria. Parte del alma guerrera vikinga. |
El nombre "vikingo", procede de la palabra “Vik” que significa bahía o fiordo. Estos hombres procedían de aquellas tierras del norte de Europa, plagadas de estos accidentes orográficos. Fueron durante siglos los auténticos reyes del mar , acompañados de sus naves (los drakkars). Barcos ligeros de velas cuadrangulares, de fácil manejo en aguas pocas profundas. Siendo la curiosidad más visible, la no distinción funcional entre proa y popa, para su eficacia en los varamientos en costa. Diseñados para desembarcos rápidos y sorpresivos con los que se complementaban sus estrategias de depredar todo aquello de valor que encontraban a su paso.
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Barco vikingo o Drakkar. Museo vikingo de Oslo. Algunos solían navegar con barcos de menor porte que hacían las funciones de almacenaje. |
Pero va a ser las propias características de sus barcos, quienes van a condicionar su forma de navegar. Pues a bordo no disponían más que una pequeña zona destinada a almacenaje. Por ello e inicialmente, tenían que navegar casi siempre próximos a la costa, al litoral, para reponer cada cierto tiempo víveres y agua .
Las fuentes de información que hoy se disponen respecto a esta época son escasas , fragmentarias e incompletas. Llenas de fabulaciones que no hacen otra cosa que añadir confusión y por defecto desconocimiento. Pero pese a ello, vamos a tratar de exponer lo que algunos estudiosos e historiadores han aportado con su esfuerzo y trabajo, complementado por algunos documentos de la época.
Finalmente, y sin la posibilidad de reconstruir hechos, tan solo nos queda la facultad de barajar hipótesis. Como única alternativa al desazón de nuestro desconocimiento.
En su articulo “Los Adoradores de Fuego en la Península”, el catedrático de historia medieval José Luis Martín nos cita que :”Las crónicas cristianas al respecto son muy escuetas, se limitan a declarar que el 31 de julio de 844 llegaron los normandos a Spania desembarcando por primera vez en Gijón.” El fruto de esa manifiesta confusión queda reflejado en el códice de los ANALES BERTINIANOS, quienes contradicen a aquel estudioso, indicando que los normandos rehúsan entrar en Gijón dada la resistencia ofrecida por los gijoneses, dirigiéndose hacía Betanzos. Alfonso de Lanzós corrobora lo anterior, "...en el verano del año 844 fueron avistadas muchas naves normandas en la proximidad de Gijón, empujadas por una tempestad. Ante la imposibilidad de tomar tierra por la resistencia de los lugareños y las tropas de Ramiro I, deciden buscar agua y ganado en las proximidades. Dirigiéndose después a Galicia."
De la importancia que pudiera tener esta aparición de estos escandinavos nos lo expone José Javier Esparza, en su obra “Asturias”, quien relata estos acontecimientos del modo que sigue: “ Una vez Ramiro I recién llegado al trono, es cuando aparecen súbitamente los vikingos...., y según las crónicas de la época había no menos de 115 barcos, a bordo de los cuales podrían navegar unos 5000 hombres". Durante los siguientes dos siglos su presencia será habitual en esta zona cantábrica. Así la CRÓNICA DE ALFONSO III, en su versión OVETENSE cita: “De nuevo los piratas normandos llegaron en estos tiempos (año 858 ) a nuestras costas,...reinando Ordoño I”.
Será en el año 1008 cuando se tiene constancia de una nuevo ataque de estos guerreros . Posteriormente en documento del monasterio San Vicente de Oviedo, fechado el 15 de agosto de 1028, se da cuenta de como un noble astur unos años atrás, Félix Agelaci, había conspirado contra el entonces Rey Alfonso V. Para evitar el castigo real huyó con los normandos o "lodormanos" que estarían atracados en estas costas. Por aquellas fechas, los tan temidos vikingos habían reconducido sus iniciales ímpetus guerreros, reconvirtiéndose en negociantes. Entonces su presencia por estos lares era regular. Sus contactos con nuestras gentes iban más allá de las luchas guerreras. Serán estas históricas relaciones, junto con los denostados ataques piratas (casi siempre ingleses) los que van a forjar la llamativa genética de estas costas. La consabida descripción física de los lugareños, da cuenta de ello: "Altos y roxos".
Respecto a aquel personaje, la reina Velasquita, repudiada por el monarca Vermudo II, le cede en documento datado el 15 de agosto de 1028, unas heredades en nuestro concejo: “super flumine maris, porto quos dizent Bonnua, Uilla que uozidant Eiras (Heres)”. Esto es, recibe la villa de Heres, junto al puerto de Bañugues. Actualmente hay aun un barrio en esa zona que nos recuerda aquella historia. Se trata de Gelaz, que presumiblemente deriva de Agelaci.
Es en la CRÓNICA DE ALFONSO III, en su versión ROTENSE, donde se nos describe sucintamente como eran estos normandos. Aquellos que aparecieron durante el reinado de Ramiro I con una notable flota de barcos: “gente pagana y cruelísima que llegó a nuestra costas con naval ejército”. En esta precisión se manifiesta el notable temor de nuestro vecinos a estos piratas navales.
Existe una inscripción de ese mismo reinado (866-910), en el crucero de la catedral de Oviedo. Fue grabada para conmemorar la construcción de unas defensas de la iglesia y su tesoro de aquella ciudad y en la que se puede leer: "Evitando se dé que, puesto que suelen arribar por marlos gentiles con su ejercito de piratas, veamos que aquéllas sufran algún daño". La evidente conclusión es que los normandos eran un peligro real y manifiesto. Será a partir de este momento cuando todos los reyes astures se inclinen por la construcción de defensas en la costa.
Aquella alerta despertada por la intermitente presencia de estos saqueadores, hizo que los entonces regidores de estas tierras levantaran fortificaciones y puntos de vigía. Tratando de defender, a la vez que vigilar la mayor parte de la costa asturiana. Así el rey Ramiro I, a mediados del siglo IX, es consciente de esta necesidad, teniendo en cuenta el arrojo y valor de estos no deseados visitantes e inicia una serie de edificaciones con el objetivo de mantener la defensa de nuestro litoral. Será Alfonso III, quien levantará el desaparecido y tan manido Castillo de Gauzón (peñón de Raices), con la finalidad táctica de frenar los intentos de invasiones marinas.
En este sentido, nos recuerda, nuestro admirado Ignacio Pando, ...”en el año 844 los temidos normandos llegan a las costas del centro de Asturias..., iniciándose la construcción de numerosos puntos de vigilancia que tendrían como centro el Castillo de Gauzón. La proximidad de Antromero a Gijón (donde se produce este primer desembarco normando) pudo haber sido la causa por la que se instala uno de esos puntos de vigilancia sobre un promontorio cercano a ese territorio, conocido como la “Casa de los Moros”, dominando una amplia franja de litoral y que se mantendrá como tal puesto de vigía durante muchos años, pues la presencia de piratas, corsarios y flotas enemigas fue constante en la historia de nuestro concejo hasta el siglo XVIII.” Atendiendo a ello, en la parte mas al este de la playa del Aramar, tenemos aun visible una zanja a la que se ha dominado popularmente la Casa de los Moros, y que todo apunta que fue la cimentación de algún edificio cuyo destino era la vigilancia de la mar en época medieval.
Retomando la actividad de estos bárbaros, nos remitimos a otros estudiosos. Tal fue el arabista flamenco Reinhert P. A. Dozy escribió en su obra "Los Normandos en España en 1881" y publicada en nuestro país en 1914: " El año 844, una escuadra de normandos que salió del rio Garona francés, después de llegar hasta Tolosa, fue arrojada por una tempestad a las playas de Asturias. los piratas saquearon la costa cercana a Gijón". Por lo que, según Dozy, nuestras costas no eran objetivo inicial de estos hombres del Norte. Sino por el contrario, fue la casualidad provocada por un incidente climatológico, el porque de la presencia de estos intrusos marinos.
El historiador Masdeu, confirma las tesis expuestas con anterioridad y ante la posibilidad inicial de atacar Gijón, desestimaron la misma :“Saqueando los contornos de Gijón, allá por el año 844”. Las posibilidades de que accedieran a nuestra costa son más que evidentes. Si bien es cierto que el objetivo de los normandos estaba en los ricos monasterios ovetenses. Pues los entonces míseros núcleos de población de la costa no se distinguían por tesoros o grandes riquezas.
En este sentido, Jesús Evaristo Casariego, en su obra “Asturias y la mar”, nos alerta de su supuesta presencia en el interior de nuestra región. En el grabado de una lápida de la Catedral de Oviedo, confeccionada entre los años 871 y 873 (principios del reinado de Alfonso III), donde nos habla de la defensa de Oviedo: “Contra los ataques de los piratas gentiles que vienen por la mar”. Seguramente corresponderá a la inscripción anteriormente citada que se conserva en el crucero de la citada Catedral. Si atendemos a esta última información, podemos confirmar lo anteriormente expuesto, que los desembarcos en nuestra costas tenían el objetivo de saquear a los mencionados monasterios, y que la estancia en la costa tenia otros objetivos, tal y como puntualmente expondremos.
Algo que no nos debiera de sorprender, teniendo en cuenta la actitud y agresividad de estos normandos, capaces de ascender el río Guadalquivir para saquear a la entonces poderosa y rica Sevilla, en manos de los musulmanes.
¿Vikingos en Antromero?.
En la década de los 80, los profesores de historia en Toledo, Julio Macía y su esposa Charo (asiduos visitantes de nuestro pueblo), organizan un viaje por tierras danesas. En uno de los múltiples museos dedicados al mundo de los vikingos, en Roskilde, advierten con gran sorpresa uno de los mapas expuestos, que reflejan las expediciones de sus antepasados. En la zona central de Asturias hay tres flechas que indican las incursiones de aquellos navegantes, una dirigida a Gijón, otra a Cudillero y la última expresamente indicando directamente a ¡¡¡ANTROMERO!!!.
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Museo Vikingo de Roskilde. |
¿Realmente pudieron recalar los mal llamados vikingos en Antromero? Si atendemos a las teorías de algunos de los historiadores expuestas con anterioridad, podríamos defender esa hipótesis atendiendo a los siguientes argumentos, sin caer en el pecado venial de la vehemencia desmedida:
1. Comparando nuestros accesos marinos con los de nuestros pueblos vecinos, y teniendo en cuenta el posible rechazo que los normandos sufrieron en Gijón (Anales Bertinianos). Es evidente que el enclave y condiciones naturales de la ensenada de San Pedro ofrece unas mejores posibilidades de desembarco rápido y menos peligroso que en otros sitios como Candás. Plagado de temidos petones, como los de Entrellusa, el Castañar, los Huesos de San Pedro o El Covanín, que jalonan y dificultan los accesos a aquellas costas.
2. Había una necesidad imperiosa de tomar tierra. para recuperar fuerzas y aprovisionamiento de los necesarios víveres para continuar en su navegación.
3. Tratar de reparar y recomponer alguna de sus naves afectadas seguramente por el intento fallido de conquista de Gijón.
4. La conclusión del historiador Masdeu, “saquearon los contornos de Gijón (año 844)”, refuerza nuestra hipótesis.
5. Y la más que segura de conseguir el perfecto abrigo natural que representa nuestra costa. Para aprovechar los vientos favorables con los que poder doblar el temido Cabo Peñas, en su paso hacia Galicia.
6. Valorando la posibilidad de algún indicio de asentamiento temporal , tal y como parece pudo ocurrir en Galicia, en nuestro caso no podemos confirmar nada. No existe a fecha de hoy, ninguna prueba documental, ni prueba arqueológica alguna del establecimiento de estos normandos en estas tierras.
Con todo ello, es más que probable que esa transmisión oral de siglos que nos expuso Basilio el Tercero “a los de Antromero los llamaben vikingos...”, tenga su fundamento o base histórica. Que no haya sido en absoluto descabellada la posibilidad de algún tipo de presencia, que no conquista (algo que no practicaban), de los normandos en Antromero.
Les marañueles.
Transcurridos varios siglos desde entonces y situándonos en la década de los 70 del siglo pasado, el entonces cura de Candás, D. Valeriano acompañado de “los escolinos” hicieron un viaje a Suecia y Dinamarca (cunas de los normandos). La sorpresa surgió al comprobar que había a la venta las mismas galletas con idénticas formas, textura y sabor que les marañueles. El 23 de noviembre de 2008, el periodista candasín Braulio Fernández, publica un articulo de prensa referenciando lo anteriormente expuesto, creándose un gran revuelo, entre sus lectores.
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Galleta nórdica Kringla. ¿Les recuerda a alguna nuestra? |
¿Es posible que el origen del postre más conocido de la Mancomunidad del Cabo Peñas, esté en aquellos países nórdicos? Nos sentimos obligados a incidir que gran parte de las galletas, tienen en la elaboración de su masa componentes similares. Con absoluta independencia de fronteras: manteca, azúcar y huevos. Una vez aclarada la raíz común y sin tratar de hacer sentencia alguna al respecto, vamos a exponer nuestra razonada hipótesis:
Nos explica con una implacable solvencia nuestro vecino, José González, Capitán de la Marina Mercante, de la importancia histórica de elegir los alimentos, para los prolongados viajes por barco. Especialmente y sobre manera en épocas pasadas. Donde los limitados recursos técnicos y de espacio de las naves, marcaban un estilo de alimentación característico. Así nos incide de la necesaria inclusión de nutrientes imprescindibles en determinados tipo de navegación. Como era el caso del bizcocho: “Era pensado para el abastecimiento de barcos pesqueros que marchaban a caladeros lejanos. Se elaboraba el pan bizcocho que era de gran dureza y se conservaba durante bastante tiempo. Se cocía una primera vez sin sal, y en el momento de su consumo se mojaba con el agua salada del mar. Así se convertía en un bizcocho blando.” También nos aclaraba que una vez que se pudo hacer pan a bordo, tan solo se llevaba para casos de mal tiempo y temporales.
Les marañueles y su histórica vinculación a los baldes y alimentación de nuestros marineros, cumplen en este ámbito geográfico con lo reseñado con anterioridad. Tal y como nos lo explica nuevamente José González: ”Con la composición de la marañuela, huevos, manteca, azúcar, se transforma esos productos perecederos en una galleta de larga y de fácil conservación . Esto aporta en alta mar un alimento de alto valor energético (grasa e hidratos de carbono) y proteínas (huevos y mantequilla)” . Su consumo fue durante muchos años una referencia y costumbre en nuestres lanches.
Ante las dudas que nos ofrece el origen de nuestres marañueles. Valorando las galletas ”descubiertas” por el entonces cura de Candás, D. Valeriano en aquellos países nórdicos, que se remiten en su origen a siglos pasados. Es mas que probable, atendiendo a las expertas explicaciones de José González, que los vikingos o normandos llevasen en sus largas expediciones como importante y necesario nutriente alimenticio a esas galletas. Y que debido a todos los antecedentes razonados y anteriormente expuestos, nos las hubiesen transmitido como herencia y referencia de su paso por esta zona. En una larga cadena de transmisión oral ininterrumpida.
Entendiendo que el patrimonio, acervo y heredades culturales no tienen ni dueño, ni señor. Que no están sujetas a amos, banderas y mucho menos a fronteras. No debiéramos de tener tentaciones ni intenciones de apropiarnos de un valor patrimonial común. Pero como esto no es así, desde estas líneas reivindicamos que les marañueles, ni de Luanco, ni de Candás, ¡¡son de ANTROMERO!!.
Recordamos a una de aquellas personas que comercializaron con notable éxito este exquisito dulce, Argenta, a través de las impagables palabras de su nieto, Esteban: "Tengo el recuerdo de verla amasar en la cocina de fuera de casa y darles forma encima de las latas de aceite de oliva de Carbonell. Aquellas que años atrás se habían utilizado para asar las sardinas de Candás, cuando era el Festival y que aún deben andar por el desván metidas. Luego, era mi güelo "El Cubano" el encargado del transporte del las latas hasta el "Horno de Luanco", donde Jose ya bien temprano cocía infinidad de ellas. Daba gusto subirse en aquel Ford Orión, con todas aquellas marañuelas recién cocidas".
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Fuente: Esteban. Argenta y en sus brazos Lucia (hija de María José y Roberto), con una buena muestra de marañueles. |
Y con ello despejamos uno de los conflictos localistas a los que nos tienen acostumbrados nuestros litigantes vecinos.
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Laudina Artime arroxiando el forno. Para la cocción de les marañueles. |
Última reflexión.
Debajo de esa gran superficie salina que es la mar, hay un mundo oculto, desconocido. Un infinito cosmos acuático, que no hace otra cosa que ridiculizar y empequeñecer las aspiraciones del ser humano.
La mar, la inmensa mar es el verdadero y gran espectáculo del planeta. Aquella que atrae y hechiza a quienes la conocen. Esa es su verdadera magia que acompaña al encanto de sus mitos: de la perdida Atlántida; de San Borondón e islas misteriosas; de monstruos marinos y leviatanes; de pérfidas sirenas; de valles y montañas abisales que esconden misterios inescrutables; de Moby Dick y miles de ballenas... Y de nuestros antepasados, aquellos que con el miedo grabado en su piel, fruto de esas leyendas que ha generado el salitre y transmitido en chigres entre media y media de vino, nos han dado una lección vital de responsabilidad y gallardía.
Vaya este humilde trabajo en su honor.
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