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Fuente: Agustín el Guache. Playa de San Pedro (1964). |
Capítulo 19.
La mar. Décima parte.
Algunes coses nuestres (I).
Nuestro faro.
"El gran faro
ofuscador de luceros,
busca en vano en la alta noche
viejas sombras de veleros".
Celso Amieva.
Desde tiempos remotos, la
gente vinculada a la mar siempre recurrió a señales audio-visuales para
alertar, llamar la atención y señalar los incidentes propios de las tareas
diarias a la comunidad. Así el sonido emitido a través del turullo (caracola) , el fumu
y el fuego de les fogueres, dependiendo de la luz solar, fueron recurso
habitual de aquellos aconteceres.
También es cierto que los lugareños de determinadas zonas usaron estos mismos signos para provocar naufragios de confiadas tripulaciones, con la insana intención de saquear aquellas naos. Fue tal la continuidad y permisividad de estas actividades que estaba aceptado socialmente y considerada como una honesta profesión, la de los piratas de tierra. Transmitiéndose sus faenes a través de relatos épicos, leyendas y a veces, realidades. Así nos lo recuerda nuestro capitán y vecino José González: “En algunas épocas y culturas, aquellos que ejercían la piratería y asaltos a todo tipo de naves usando el engaño. Tenían un preponderante rol social, considerada su actividad como de gran relevancia”. Aunque no haya necesidad para refutar las anteriores declaraciones, pensad que el terrible pirata Drake, que aterró a nuestros antepasados, fue nombrado Sir, por el poderoso imperio británico.
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José González. |
Hasta el siglo XVII, los faros existentes en estas costas no eran más que hogueras hechas con madera y en algunos casos con carbón, que ardían en las zonas superiores de elevados edificios (faros). En aquellos sitios con mayores recursos se sustituían aquellas por lámparas encerradas dentro de vidrios de aumento. En el año 1782, un ingeniero que atendía al nombre de Teulère modificó tan limitados recursos por unas lámparas de reflectores parabólicos. Este técnico construyó para el histórico faro francés de Cordouan, un nuevo sistema de alumbrado con un quinqué apoyado en un sistema de reflectores parabólicos mecanizados . Estos son los antecedentes de los actuales faros, tal y como hoy los conocemos.
En anteriores capítulos, habíamos hecho alguna que otra referencia a
la casería de La Piedra. Aunque pertenece geográficamente al concejo
vecino de Carreño, siempre la hemos
considerado como parte integrante de nuestro pueblo por vínculos sentimentales e históricos que desde
siempre han existido. Y su atalaya, será
determinante durante muchos años para la seguridad del tráfico marítimo menor de la zona.
Las dificultades de acceso por la mar a Candás han sido notables y evidentes a lo largo de la historia por los temidos petones que jalonan la entrada. El agravante de la noche acrecienta las mismas a los sufridos marineros. La solución práctica para buscar una vía de acceso libre de peligros se obtuvo conjugando una alineación entre la casería La Piedra y el Faro de Candás. Así nos lo explica nuestro vecino, José González: “Enfilando esos puntos se evita los peligrosos petones de Entrellusa, el Castañar, Huesos de San Pedro, y el Covanín”. Y el Instituto Hidrográfico de la Marina de Cádiz precisa: “...en este trozo de costa, a 0,3 millas al NW de la Punta Palos, se encuentra la Casa de la Piedra,...y que sirve de enfilación para el paso de El Carrero, en la entrada de Candás”.
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Fuente: El Faro de Candás. Foto: Luis Muñiz. Enclave de los peligrosos obstáculos de entrada al puerto de Candás. |
Es relevante
el reseñar que en este caso lo que realmente tiene importancia es la posición
relativa de los peligros circundantes. Esos que nuestro faro (señal lumínica fija)
trata de evitar, indicando la línea de enfilación a seguir.
Resulta evidente que con la luz solar las referencias citadas son óptimas. Pero, ¿ qué pasa cuando no hay suficiente iluminación y no se distinguen esos puntos?. La solución se remonta a finales del siglo XIX, con la instalación de un faro de orientación en la fachada de La Piedra. Costeado este por la Sociedad de Mareantes de Candás, según nos documentan Manuel Ramón Rodríguez “Moncho” y David Pérez Sierra: “El primer contrato para su instalación se llevó a cabo con Isidro la Piedra. Acordándose que las luces fuesen dos faroles alimentados a gas, comprometiéndose la Sociedad a gratificar al propietario de dicha casa por el funcionamiento”. Ya bien entrado el siglo XX, con fecha de 1922 nos precisan: “Se convino con José Viña la Piedra la colocación de unas luces de enfilación en unos muros de la casa”. Pero sin cobrar nada por el servicio prestado: “Al haber costeado la Sociedad el 50% de los gastos de la instalación de la casa y comprometiéndose el Sr. Viña a colocar una luz supletoria por si fallaba la principal”.
Con el paso de los años, serán las instituciones oficiales quienes coloquen un pequeño faro, con luz fija y más potente. Sustituyendo a las primigenias luces, costeadas por la Sociedad de Mareantes de Candás. Se ubicará en el mismo lugar que las anteriores rústicas iluminaciones.
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Fuente: José Ramón García. El faro de la Piedra. |
En el año 2015 funcionarios del Ministerio de Defensa vinieron a recogerlo. Los últimos años de su actividad fue automatizado. Tal lo recuerda Moncho La Piedra: “Ya no hacía falta el estar pendiente de prendelo, encendía solo”. Era precisamente el Instituto Hidrográfico de la Marina de Cádiz, quien tenía el control y mantenimiento del mismo. Así atestiguaba una pequeña placa en la base del pequeño faro que presidía la fachada norte de la casería. Con el objetivo de tratar de mantener la referencia y con ello la garantía de supervivencia de los nuestros, de los sufridos marineros.
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Moncho la Piedra. |
Tan
pequeño, casi insignificante pero imprescindible y necesario, como
recuerda en su poema Nené Losada,
"Siempre habrá
luciérnagas
en una noche oscura
para quien vislumbra
la más pequeña luz
de esperanza en su
vida".
Aquellos primeros baños.
"Se van corriendo los años,
se van galopando al viento
como potros desbocados,
perdiendo fuerzas y aliento,
pues llevan sobre la grupa
toda la carga del tiempo".
Nené Losada Rico.
Los baños en la mar han sido desde hace años una recomendación médica y un motivo para recuperar parte de la salud perdida. Así en el año 1891, el prestigioso doctor Eladio G. Jove, expone su teoría al respecto de los efectos positivos que tiene el contacto con la playa y sus baños de aquellas personas con problemas de salud: “...se mejora en el apetito ( no siempre bienvenido), comiendo con avidez, durmiendo profundamente, purificando con la brisa marina aquellos organismos pobres y enfermizos...”
Algunos expertos de la época, tal lo recoge Braulio Vigón, en su excelsa obra "Folklore del Mar"(1885), estiman que para aprovechar todos los beneficios de aquellos baños, se deben de tomar siempre en ayunas.
Nuestros vecinos mucho antes del boom turístico que sufrió Antromero partir de la década de los 60, ya ejercían de pioneros en estas lides de contactar con los baños mucho tiempo atrás. Aunque siempre de manera puntual.
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Fuente: Erika, Fumañeda Santolaya. Gente preparada para el baño en la playa de San Pedro. Años 30 de la pasada centuria. Los más pequeños, tal y como era costumbre, con el traje de Adán. |
Si tenemos en cuenta que en lo que al varón se refiere nunca hubo mayor problema en el chapuzón. Respecto a las féminas, a les muyeres, la cosa cambia. La evidente falta de medios textiles, en mezcolanza con las normas sociales imperantes fue un verdadero problema. La directriz de no enseñar nada más que lo estrictamente necesario, convertía el baño de aquellas damas en un auténtico espectáculo. Aquella ceremonia estaba marcada en el calendario y los muchachos y no tan muchachos tenían la oportunidad de observar a escondidas entre los setos y bardiales de les ribes ( acantilados). Tomamos prestada la declaración de Amparo Julián para ambientar aquel acontecimiento. Ese que en ocasiones se convertía en un verdadero desaguisado: “Cuando era rapacina (Amparo nació en 1916), díbamos a dar los nueve baños (1) con un vestido. Yo llevaba una bata de mi ma y otres se envolvían en sábanes".
Para ello siempre una fecha propicia, escogida en el calendario y un protocolo a respetar: "Siempre se tomaban en el mes de setiembre. Empezaben con la luna en creciente y no se iba de seguido. Un día si y al otro no".
Entre todas las participantes había una solidaria colaboración, tal lo expone Amparo: "Siempre había que ayudar la la gente mayor. Decíame la difunta María Balsera cuando se estaba bañando, Amparo aguántame por la sábana”. Aclarando a continuación una situación previsible y muy agradecida por algunos participantes de la escena: “Ya taben los mozos por la riba, y cuando taba más entusiasmada siempre me caía la sabana”. Acababa añadiendo aquello de: "¡Que siempre tas igual. Amparo!. Pero que no tienes nin gota de sentíu, decíame enfadada María”.
El objetivo no era otro que fortalecer la salud de cara al invierno venidero: "Decíen que era pa no coger catarros y gripes. ¡Que se yo!, gripes siempre hubo". Actualmente aun hay personas que confían en este protocolo y es utilizado como reclamo en algunos pueblos costeros para atraer visitantes.
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Fuente: Laudina Artime. Amparo Julián y Marcelino la Salada. |
Lucia Les Moranes detalla como se desarrollaba aquellos baños: “Cuando íbamos a bañanos, llevábamos un vestido. Venia el agua con les foles (olas) y levantaba el vestido. Quedábamos peor de lo que estábamos”
Benigna Anxelín, en cambio nos añade : “ Me acuerdo que íbamos a bañarnos con una bata. Lo peor era cuando te la levantaba el agua o al salir que te quedaba pegada al cuerpo". Elevando una reflexión que dicta sentencia de estrecheces: " Porque, ¿dónde estaben les toalles?". Sumando en su declaración lo reiterado y previsible: “No había mas que cabezas detrás de los bardiales y por la riba mirando”. Nosotros reflexionamos que para satisfacción y alegría de los mismos.
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Fuente: Lola Mosteiro. Baño en la Playa de San Pedro. Peña Larga. "...íbamos a bañarnos con una bata". |
Algunos años después aparecerían los bañadores de una pieza, los
bikinis, el top less y el desnudo integral. La vida ha cambiado tanto en tan
poco tiempo. Así Amparo Julián nos hace una pragmática exposición: “Ahora
los chavales y paisanos ya no van a ver les muyeres así, ¿pa que?. Si tan
viéndoles de esa manera y peor a todes les hores y todos los días. Ahora ye
bobada”.
Pues eso, no hay mejor conclusión, “ye bobada”.
(1) Lo de los nueve baños era una costumbre muy arraigada en determinas áreas del Cantábrico, y que tuvieron su mayor esplendor a mitad del siglo XIX. Auspiciado por los tomados por la entonces reina Isabel II en aguas de Gijón. Durante esos días estuvo alojada en el palacio de Revillagigedo. Algunos republicanos aprovecharon ese acontecimiento, para recordar que no eran motivos de salud los que llevaban a la reina a tomarlos, sino para calmar sus calores uterinos. Anécdotas aparte, el objetivo que perseguían los baños no eran otro que evitar enfermedades propias del invierno, tales como catarros o gripes. Para ello y según los cánones tradicionales, se debían de aplicar siempre en tandas de días impares (en el caso que no pudieran ser los nueve preceptivos) e iniciarlos durante los días de creciente de septiembre.
El cisgo.
"La suerte es el trabajo de cada día".
Juan Tebares.
Desde hace muchas décadas y siempre vinculada a la la
actividad minera , dependiendo de las
corrientes favorables, nuestro Cantábrico ha depositado una película de carbón
en polvo en la superficie de nuestra playa de San Pedro, el llamado cisgo.
El origen de este viajero de aguas fluviales y marinas, está en los lavaderos de carbón que había en el río Nalón, y la carga en barcos en su desembocadura. Las corrientes harán el resto hasta su depósito definitivo en nuestro arenal.
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Fuente: Celso Diaz. Antiguo cargadero de carbón en San Esteban de Pravia. |
Así les muyeres, siempre les muyeres eran las encargadas de recoger aquel valioso combustible pa les cocines de leña, que rompía la estética del arenal, ensombreciendo el mismo. Y algún que otro varón hacia las labores de aquella recogida. Tal lo detalla Paulino García: "Mi güilu, Marcelo'l Cevil, era un consumidor diario del mismo, desde que se jubiló hasta que les fuerces lo acompañaron. Bajaba todos los díes a coger un calderín. Previamente miraba desde la riba de la capilla de San Pedro, si con la bajamar al descubierto, era un buen día pa ello". Matizando una postura reflexiva común en muchos de los varones de Antromero: "Recuerdo que la posición que tomaba en el borde del prao de los de Antón de Menénde, era de cuclillas con el pitín fecho con el librito entre los labios".
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Fuente: Paulino García. Marcelo'l Cevil, en el centro con boina y corbata. Invitados en la boda de Falina y Manolo Santolaya. |
La recogida se hacía aprovechando una tablilla lisa, poco pesada y sobre todo muy manejable. Con ella se arrastraba el preciado botín. Haciendo pequeños montones y siempre evitando que en dichas montoneras no hubiera restos excesivos de arena. Pues perdería parte del poder calorífico del combustible.
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Fuente: Luis Servando. Recogida de cisgo en Luanco. |
La
definitiva fase estaba en el secado y posterior
almacenamiento, ya previo a su final uso en cocinas o llar.
En los últimos años con la perdida de actividad minera en la comunidad, ha generado la desaparición paulatina de este manto negruzco que dependiendo de determinadas épocas del año cubría la playa. Para sorpresa de más de un visitante que al grito ¡¡Que playa más sucia!!, ignoraban el verdadero trasfondo de aquel maná, de pésima estética. Pero absolutamente trascendental para algunos hogares en los duros días de invierno.
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Fuente: Agustín el Guache (1964). Playa de San Pedro. En primer plano el valioso cisgo. |
A la rucha.
"El fondo de las cosas no es la
muerte o la vida.
El fondo es otra cosa
que alguna vez sale a la
orilla".
Roberto Juarroz.
Este
nuestro litoral es uno de los más zarandeados del mundo. Aun tratándose de una
percepción con tintes poéticos, sin base científica alguna, lo pueden asegurar las humildes y afortunadas gentes. Aquellas que sufrieron y sobrevivieron a gigantescas
olas, terribles temporales y galernas
repentinas.
Después de todo ese desmedido movimiento, cuando la mar dictaba calma , entre las líneas de
las mareas, aparecían pequeños tesoros, o grandes según la estimación del
beneficiado. Aquellos objetos eran fruto de los robos de la mar a barcos y a la
misma tierra. Esta actividad insolente y terrorífica que de cuando en cuando inflige a la fuerza, cobrando sus imposiciones en sitios y regalándolas en
otros. Esa es la mar y su caprichoso comportamiento.
Jovita González apuntaba que cuando ibas a la marea, a la playa o pedreos,: “Nunca venías de vacío”. Detallando y enumerando una larga lista de las cosas que llegabas a encontrar: “Siempre había madera, mucha madera, cacahuetes, caucho (1). Alguna vez apareció tabaco, bebidas, bengalas, y una cantidad muy grande de cocos, aparejos, salvavidas ...muchas cosas”.
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Fuente: José Antonio García. Jovita González. |
Alguna de las salas de las casas del pueblo fueron
sus suelos revestidos, gracias a la búsqueda, a la rucha. La aparición de tablas y tablones de gran dureza, fruto de la perdida de carga de
algún barco, facilitó aquel recubrimiento.
En el Boletín Oficial de la Provincia N. 47, de 27 de febrero de 1917, se publica: "Un vecino de la parroquia de Bocines, Evaristo Menéndez González ha encontrado en la mar y próximo al sitio conocido como La Gargantera, en Antromero, un tronco de madera sin labrar, al parecer de roble americano con una longitud de 5,30 metros por 0,35 de diámetro. En una de sus cabezas tiene calado la marca H.E.C". Advirtiendo en el escrito que si pasados treinta días de su publicación sin que nadie acredite su propiedad, "será entregado a su hallador". La aparición de objetos de valor por las playas y pedreos debía de ser notificada a las autoridades marinas locales. En este caso a la Ayudantía de Marina de Luanco.
Aunque no siempre resultaban satisfactorios los encuentros de objetos en la rucha. Así lo atestigua José Sirgo, Canales: "Tendría 15 años. Una de las veces que veníamos todos en grupo caminando desde la escuela de Pepe el Moreno por el cementerio de Candás, encontramos el cuerpo de un paisano, ya en la playa de San Pedro. Solo tenía el tronco". Aclarando quien era aquel desventurado: "Se trataba de un pescador de caña que había desaparecido" .
En otras ocasiones el botín era más previsible, tal lo expone nuevamente José Sirgo: "La Guardia Civil de Luanco, acostumbraba a hacer prácticas de tiro en la Peña Larga". Haciendo una precisión de rango: "Los números disparaban a las latas con el fusil y los oficiales con pistola". Finalizadas las maniobras: "Buscábamos el plomo de las balas estrelladas, para hacer plomadas".
Benigna
Anxelín añade una curiosa anécdota: “A finales de los años cuarenta,
Josefa Llantada, avisó a les muyeres que en el Bigaral, estaba varando una
barrica. Fueron un grupo de ellas, y pasado bastante tiempo, estando la mar
subiendo y ante la tardanza, los hombres preocupados se acercaron hasta el
pedreo a ver lo que pasaba .Entonces fue cuando les encontraron tirades por los
praos de la bajada del Bigaral, porque la barrica era de vino dulce y el
contenido ya había desaparecido”.
Ya nos lo decía Jovita, cuando ibas a la rucha, ”nunca
venías de vacío”.
(1). La aparición de planchas de caucho durante la postguerra fue muy apreciada. Algunos curiosos las laminaban para pegar a la suela del calzado. Otros en cambio, las destinaban para los tacos de les madreñes.
Coses de artistes.
"En el mar la vida es diferente.
No está hecha de horas,
está de momentos."
Sandy Gingras.
Nuestros paisajes han sido motivo de inspiración, de búsqueda de tranquilidad y sosiego de políticos, artistas de todo pelaje...Como no recordar la figura del universal pintor Nicanor Piñole acompañado de su mujer, Enriqueta, en los acantilados de la Punta del Cabrito. Sentados horas mirando a nuestra mar como una tierna pareja de enamorados, mientras les esperaba un coche de alquiler apostado a la altura de la bajada del Bigaral.
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Nicanor Piñole (derecha) y Margarita (sentada). Habituales visitantes de nuestro pueblo durante la década de los 70. |
Y la presencia del Presi, el más ilustre de los cantantes de tonada asturiana, en la riba (acantilado) de San Pedro. Ante su carencia de visión, se dejaba llevar por la minuciosa descripción del paisaje marino que su acompañante detallaba. A una altura de 30 metros de altitud sentenciaba: “Por lo que me estas diciendo, esto ye el Paraíso”.
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José González "El Presi". |
También recordaremos aquel histórico despropósito ejecutado por Godoy a su vuelta al
poder en 1800, ordenando al año siguiente la encarcelación de nuestro ilustrado
Jovellanos. Sin cargo alguno y con el beneplácito del rey, será enclaustrado en el castillo de
Bellver (Mallorca), “totalmente incomunicado, encerrado bajo llave y privado
de papel, pluma, lápiz, tintero u otra cosa con que pudiera escribir". Algún
tiempo después y dado su delicado estado de salud, sus carceleros le levantan
aquellas prohibiciones. Desencadenando el reo una prolífica creatividad
literaria, entre la que figura este fragmento de sus “Satiras y Epistolas” (15
de Agosto de 1806):
"¿No ves siempre
indefenso, empero nunca
Rendido al fiero
embate de las ondas,
Inmoble estar el
risco de Antromero,
Cual roquero castillo
a los doblados
Ataques de rabiosos
enemigos?
Así ella inmoble
esperará sus golpes".
En
estos versos manifiesta en forma metafórica la fortaleza que se debe tomar ante
los injustos ataques a los que su persona sufrió. Personalizando esa dureza y resistencia
de nuestro pueblo, Antromero, ante los embates de la mar.
Algunes curiosidades y más coses nuestres.
"El privilegio es estar vivo".
Anne Lennox.
Si hay algo destacable entre el comportamiento de los marineros dentro y fuera de la lancha es la importancia que tuvieron algunas supersticiones. Aquellas creencias ajenas a la religión a la que estaban tan ligados, tal fue la permanente ausencia de determinados objetos comunes a bordo, como el caso del paraguas. ¿Habéis visto alguna vez un paraguas en una lancha?. En el ambiente marino, siempre se ha desconfiado de aquellas personas que llevaban semejante útil, pues eran consideradas gafes, de mal augurio o desleales con el trabajo a realizar. “Marineru con paragües, afilador, o boticariu o zapateru”.
Recordar una vez más la magia y el mundo inescrutable de la pesca. A bordo no soportan los paraguas, los tenedores, ropa blanca, los curas o les muyeres con regla. No se puede nombrar determinadas cosas como raposa, o cura (sacerdote). Coincidir en el trayecto previo al embarque con personas con pies planos, solo podía traer mala suerte. Echar a bordo un pexe raro, era sinónimo de desventura y algunos patrones volvían a tierra, para evitar cualquier desgracia. Se recurre frecuentemente a amuletos como el ajo o la ruda, pues toda previsión es poca ante el gran abanico de infortunios que pudieran ocurrir. Para esquivar el mal fario y de modo instintivo se recurría a "tocar fierro" y así neutralizar el efecto negativo de la presencia de estos malos augurios.
Siempre el sacrificio vital, por encima de todas las cosas. El trabayar como burrinos pa sacar adelante la familia, así se reviente en el intento, formó parte del espíritu combativo e irreductible de los nuestros. Tal lo testimonia Paulino García: " Mi güilu Marcelo'l Cevil, cuando se jubiló de la mar, seguro que con poca pensión, trabayó en la Fedionda (fabrica de harinas en Antromero). Había sido fogonero toda la vida y todavía tuvo que quemase más al lado de casa".
Pese a la naturaleza inquebrantable, hay un poso de amargor por todo el mayúsculo esfuerzo: " Poco antes de morir, en el año 1979, oilu decir que no quisiera tener que volver a nacer, pa trabayar todo lo que i toco trabayar en su vida".
La evidencia es que la cultura de la mar, obviando matices, está formada el sacrificio y empeño expuesto. Estos son rasgos de personalidad colectiva. Cubierta de inevitables tópicos transmitidos en herencia oral. Padres e hijos han mantenido vivas estas peculiaridades, forjados en las duras y extremas tareas.
Les muyeres de la paxa.
Reseñar una vez más aquella esencia única, sacrificada y exclusiva de la xente marinera. Trascendiendo a situaciones y comportamientos. Como aquelles muyeres, que sobreponiéndose a todas las dificultades iban por calles, montes y caleyes a vender el fruto de tanto trabayo en la mar. Transportando con paxes o cajes de pescao en la cabeza, o años después con la ayuda del socorrido carrín. Tal nos lo apunta Jovita González: “Iban andando hasta Oviedo por praos, montes y caleyes. A la Corredoria a vender el pescao”. Confirmando la presencia de algunas de nuestras vecinas en estes llabores: "Algunas mujeres de casa Arenes y también de casa Sampedrín iban a esta venta. Siempre vistiendo de negro, con largos faldones". Evidenciando la importancia que hace el grupo en estos viajes nocturnos: "Iban juntas con las de Candás".
En su exposición confirma nuestras sospechas: “Aquello si era trabayar, no lo de ahora”.
Les muyeres de la paxa, eran vendedoras de pescao que iban con les cestes o paxas cargadas al máximo posible, para su venta en el interior. Normalmente solían salir al atardecer para poder llegar a las primeras horas de la mañana del día siguiente a su destino. Oviedo o La Corredoria eran sus objetivos iniciales. Aunque en ocasiones se podía formalizar la transacción o trueque en paradas intermedias. Tal fueron determinadas caserías y pequeños núcleos de población.
Una de sus paradas obligatorias solía estar en el Monte Areo. Aprovechando la presencia del Santuario de la Virgen de los Remedios, descansaban un poco y rezaban.
Para valorar este trabajo en toda su inmensidad debiéramos descubrir las cifras objetivas del mismo. La distancia recorrida superaría los 70 Km. (ida y vuelta) con un peso que podía perfectamente llegar a los 40Kg. Huelga cualquier comentario al respecto. Tan solo reflejar nuestra admiración por semejante sacrificio.
En esta misma línea nos apunta una anécdota, Avelino el Civil, quien nos la detalla en una persona no nacida en Antromero, pero vinculada a nuestro pueblo: “Marta la de Candás, iba vendiendo pescado con una goxa en la cabeza y al bajar les Teyeres empezó a llover. Quitó los zapatos y los puso debajo del brazo. Unos metros más adelante pegó una patada a una de les piedres que había en la carretera y machacó los dedos del pie. Con todo aquello ensangrentado y roto, dijo que menos mal que iba descalza que sino jodía los zapatinos nuevos”. Pese a la simpatía superficial que destila este relato, se puede sonsacar en el fondo del mismo, la capacidad de sufrimiento y estoicismo característico de nuestra xente.
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Marta, una de aquelles muyeres de la paxa, dibujada por las manos del gran artista Alfredo Menéndez. |
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Fuente : LNE. Dionisia Cuervo, la última mujer de la paxa. |
La juerga.
En tierra siempre se magnificó el ánimo juerguista de los marineros. Grandes aficionados a chigres y todo lo que se expendía en ellos, reportó en otros sectores productivos un sinfín de críticas y recelos. Tal fueron los campesinos, quienes lo exteriorizaban con dichos como el que sigue: “La xente de la mar y xente de gran caldeirada, día de muncho, víspera de nada”. Censurando estos excesos y gastos, recriminándolos por desatender en múltiples ocasiones los débitos económicos familiares.
El alcoholismo en este sector productivo fue una lacra. Justificado socialmente por los reveses e incertidumbres productivos. Seguramente buscando refugio en aquel estímulo espirituoso para no pensar en el oscuro futuro. Viviendo el día a día. Tal lo refleja, con estos versos Luciano Castañón:
"Vino tinto se llama su dios
-Desbrozador de telarañas-
porque es barato
y alivia no solo las gargantas".
Pero en la fatiga, dureza y riesgos del trabajo en la mar, conscientes como eran de aquellas críticas, encontraban una perfecta excusa social al exteriorizar su oficio como el más cruel. Manifestándose a través de aquellos cantares populares. Por supuesto y como no podría ser de otro modo, en el mejor de los escenarios posibles, los chigres:
"Somos los del barrio alto,
somos los de la Altamira,
todos somos pescadores,
que andamos a la sardina;
tenemos muy mala fama
porque en juergues y en beber
gastamos lo de la semana...
...Pero no saben ustedes
que debemos disfrutar
por si algún día nos lleva
un traidor golpe de mar."
Copla popular de Luanco.
"Para que no nos llamen vagos
hemos ido a pescar
una merluza traemos
pero no es de la mar.
Fue pescada sin anzuelo
en el chigre del Tronquín
entre botella y botella
y un sabroso centollín."
Copla popular de Candás.
En el subconsciente, siempre activo el temor a la faena futura, a la incógnita del mañana, del futuro incierto. Aparcada la merluza del día anterior para volver a activar los cinco sentidos, ya que a la mar había que ir todos los días. Y con el recelo permanente, tal lo expusimos, “el meyor marineru, muere en la mar, onde naide se puede descuidar” . Ese es el fondo, el coraje marinero. Una extraña conjugación de precaución y riesgo, de alegría y tristeza, que bien puede reflejarse a través de la conocida canción:
“Ay mi dulce amor,
esi mar que ves tan bellu
ye un traidor...”
Machismo.
Aprovechamos una vez más, la ocasión para reiterar el machismo enraizado que dominó cualquier extracto social en este país. Alimentado en los ambientes marinos por los poderes fácticos y transmitido en un sinfín de ocasiones con el binomio comparativo y secular mar-mujer: “en na muyer y en la mar nun hai que fiar”. También en la más que expresiva: “ni en la muyer te has de enfotar, nin les oles de la mar”. Pero os habéis planteado el interrogante, ¿ que sería de los marineros sin les muyeres?.
Curiosidades y conocimiento.
También recordar las autenticas aberraciones que a bordo se hacía una vez recogido el pescao que se destinaba a la venta. Quedando por el suelo de la lancha otras especies consideradas entonces de segunda o tercera, como julies , maragotes, tiñosos, escachos,...etc. "Antes se tiraba todo a la mar, pescaos y mariscos cuando limpiábamos la lancha o en el mejor de los casos se echaban pa carnada", sentencia Avelino. Eran otros tiempos y como tal lo debemos contextualizar para poder comprenderlo.
El saber sacar rendimiento a las circunstancias adversas por el conocimiento y la experiencia, factores ambos determinantes. Tal lo refleja Manolo Robés: "Estaba con mi hermano José a la cacea a la altura de la Vaca, y de repente descargó el turbón (tormenta). No se veía nada y cuando despejó estábamos en Perlora. En aquel momento todo el mundo recogió pa casa, pero José dijo que nosotros no". Razonando el motivo de aquella decisión: "La explicación que me dio fue que con el agua que había caido teníamos que pescar, porque los peces tenían en el arrastre del agua cebo. Estaba toda la mar de color marrón del barro arrastrao por la lluvia. Fuimos por detrás de La Isla, y empezamos a cacear, en un momento llenamos el bote de chicharrones, no podíamos meter más a bordo".
La experiencia también garantiza seguridad. La sapiencia de no arriesgar, el saber como y hasta cuando, ha salvado vidas, muchas vidas. Recurrimos al testimonio nuevamente del bueno de Manolo: "Estaba mi padre, Robés, pescando y de repente se levantó un nordestón y tomó la decisión de enxorrar el bote en Llumeres. Pasando allí la noche, para no arriesgar pues con un viento así puedes ir arrimao a tierra, y que te eche pa los petones o ir abierto en la mar y que te tire el aire". De este tipo de maniobras de aproximación a peñes, queda exteriorizado perennemente en el dicho luanquín: "Nun tárrimes a la Vaca que nun da lleche; el caballu nun da coces, los de Lluanco son atroces". Refiriéndose a aquellos petones que llevan el peligro inherente a ellos.
Aprendizaje sobre la marcha.
También exportamos el efectivo aprendizaje sin monitores ni lecciones de varias semanas. Así lo hizo Álvaro Artime a todos los entonces varones y en edad para nadar. Subías a bordo de su motora "Dardo" (tal era la ingenuidad) para echarle una mano en levantar les nases, jugando al despiste y aprovechando el momento que estabas entretenido, te lanzaba por la borda. Era cuando te dirigía en la buena enseñanza del braceo: "¡Da a los brazos, sigue, mueve los brazos!. Pasado el inicial y gran susto, cumplías fielmente con aquellas ordenes dictadas desde la deseada y segura embarcación, ¡¡vaya si dabas los brazos!!. Y sin darte cuenta emulabas a cualquier nadador olímpico, tratando de conseguir a la mayor brevedad la borda de la motora. Esta ha sido una enseñanza garantizada, que pueden testimoniar los actuales cincuentones y sesentones del pueblo y aledaños.
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Fuente: Mercedes López. Álvaro Artime, primer monitor no oficial de natación de Antromero. |
Hubo, tal y como indicamos naufragios, incidentes muy reseñables, y algunos espectaculares (afortunadamente sin victimas) tal fueron los embarrancamientos de dos barcos. El primero nos lo apunta Pepe Capacha : "Tenía unos ocho años y detrás de la Isla, embarrancó el vapor Unión Hullera. Estuvieron los buzos trabajando varies semanes pa desarmar el barco". Trabajo no del todo fructífero, pues no pudieron sacar todas las piezas del pecio. Así nos lo recuerda Pepe: "En algunas casas de Antromero estuvieron coses de aquello, como algún ancla y bolles de fierro".
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Fuente: Alberto Hevia. Pepe Capacha y su mujer Maruja Julián. |
El vapor en cuestión hacía habitualmente la ruta Barcelona-Bilbao y el desgraciado día de autos fue el 5 de junio de 1925. El Unión Hullera fue construido en los astilleros escoceses de Murdoch & Murray en el año 1878, siendo bautizado con el nombre de Victory. En el año 1889 fue adquirido por el empresario gijonés Luis Adaro, para la empresa Unión Hullera, con el objetivo de transportar carbón. Ya en 1906 pasa a manos de Duro Felguera, siendo de su propiedad hasta la fecha de su naufragio.
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El Unión Hullera (1878). De 580 Tn. |
Este suceso fue recogido con todo lujo de detalles por parte de la prensa regional y nacional.
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Recorte del diario madrileño "La Prensa", donde se detalla el hundimiento del "Unión Hullera". |
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Recorte del ABC, donde se recoge aquel naufragio. |
Otro percance con mejor final (al menos para el buque), ocurrió en las proximidades del Faro de Candás, y en esta ocasión fue el buque Campuzano, construido en 1932 por la Unión Naval de Levante en Valencia. En este caso es Moncho La Piedra, quien toma el testigo con su testimonio: "Íbamos a pescar de madrugada Fausto y yo hace unos 60 años y vimos entre la niebla una silueta de un barco muy grande y echao a tierra,...era el Campuzano y estaba embarrancao junto al Faro. Estuvo una semana y con el trabajo de los buzos pudo salir sin mayores daños". Era un pequeño petrolero de unas 8000Tn., perteneciente a la entonces compañía nacional Campsa, y que por motivos no del todo esclarecidos (probablemente la niebla tuvo parte de culpa) encalló entre los petones. Las buenas condiciones de la mar y el lastre del buque, facilitaron el éxito de las maniobras registradas para sacarlo avante.
Nuestro capitán José Sirgo (Canales), recuerda aquel incidente en su infancia: "Estábamos hace unos 68 años en la iglesia. Era una mañana de domingo y sentíamos el ruido del barco entre la niebla". Desde su incontestable experiencia advierte del método a seguir entonces para eludir percances en este litoral: "La costa se repite, tienes que tener la precaución de ir anotando y controlando el paso de los picos. Confirmando los mismos. En el radar se repiten las figuras y puede incidir al error. Siempre hay que tener como referencia la costa". Presumiblemente, tras las explicaciones de José, todo parece indicar que aquel embarrancamiento fue provocado, por la combinación del exceso de confianza y la niebla.
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José Sirgo, Canales. |
Este buque durante la guerra civil, estaba destinado a transportar gasolina desde Rusia a España para el Gobierno republicano. En una de sus incursiones fue capturado por los buques de guerra Canarias y Almirante Cervera, pasando a manos de los "nacionales".
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Petrolero Campuzano. Construido en 1932 por los Astilleros Unión Naval de Levante. Tenía 128, 4 m. de eslora y un peso muerto de 7932 Tm. Desguazado en Valencia en 1971. |
Hace una treintena de años, Luis Gutiérrez Tudela descubre un ancla tipo almirantazgo entre las aguas de la Punta del Cabrito y la Isla. Fue recuperado con la ayuda de otros buzos y actualmente depositado en el Museo Marítimo de Luanco.
Este tipo de ancla, es una evolución del primitivo modelo usado en el mundo antiguo. Su característica más notable es que tiene un gran agarre en fondo duro, de arcilla o arena. Normalmente y debido a su peculiaridad física es usado en embarcaciones grandes, tipo goleta.
Detrás de este descubrimiento hecho por Luis Gutiérrez hay un enigma. Uno de tantos y tantos que seguramente seremos incapaces de conocer o interpretar.
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Ancla tipo almirantazgo. |
Salud pública.
En el aspecto de la salud pública, rememorar los ambientes de escasa salubridad que en ocasiones generaba las actividades marineras. Fue desde la Edad Media la comercialización del pescado uno de los quebrantos de cabeza para las autoridades municipales. Olores e insectos poco aconsejables por las vísceras podridas de los pescados en ambientes cálidos se derivaba de aquella actividad.
El alto contenido en agua de los pexes unido al calor ambiental, provoca una descomposición que en determinadas especies es casi instantáneo, tal el caso de les fañeques (faneca). La combinación de humedades salitrosas propias de las zonas costeras y la defectuosa alimentación de la población, generaban entre los más débiles graves problemas de salud. Especialmente de tipo respiratorio.
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Fañeca o faneca. Trisopterus luscus. Pez emparentado con el bacalao. |
Aunque estos eran "compensados" en estas zonas litorales, por la prácticamente ausencia del bocio. Una alteración de la glándula tiroides por falta de yodo, que se extendió por todo el interior de la Península. Había una creencia en determinados pueblos de Asturias que era provocada por el consumo del agua que pasaba entre las raíces de determinados árboles, como el castaño.
En cualquier caso se trata de una enfermedad endogámica, que en ocasiones se manifestaba por transmisión genética. Pero sobre todo propiciada en la mayor parte de los casos por una evidente falta de yodo.
“El que nun tien papu, nun ye guapu.” . Esta sentencia popular en la zona rural del interior de nuestra región que tiene su origen en el Medievo. Estimando que aquellos cuellos alterados por la enfermedad, era un sinónimo de salud y belleza. Tal eran las cosas de antaño.
Mujer afectada por el bocio. |
Orgullo del pueblín.
Nuestros vecinos candasinos, en cuanto tienen oportunidad para ello, sacan pecho y exteriorizan a los cuatro vientos que Gijón es el barrio grande de Candás. Los del culomoyau (gijoneses) les replican con su sentido de humor tan playu, tan de nuestro admirado Dionisio Viña, que “entonces Candás es un barrio de Antromero”. ¿Quién sabe?, ¡¡¡Igual ye verdá!!!.
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