Capítulo 18.
La mar. Novena parte.
Las costeras ( y III).
La del chicharrón.
" En cada costera, mucho se espera".
Popular.
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Chicharro o jurel. (Trachurus trachurus). |
Probablemente estemos cometiendo un grave error. Cuando el fin perseguido es tratar de aparcar las emociones, obrando con objetividad y eres consciente de tú fracaso. Nos resulta imposible arrinconar la pasión por la mar. Y mucho más aun después de haber sido confidentes en la vida de nuestros vecinos y amigos. Son tantas las confesiones, complicidades y experiencias que nos sentimos empequeñecidos. Incapaces de reflejar una mínima parte de aquellas. Abogamos para que perdonéis nuestra impericia. Solicitamos vuestra indulgencia ante la frustración que lastra la imposibilidad de lograr el reto de revivir ese pasado. Aquel que golpea con frecuencia en nuestra vida.
La mar puede llegar a ser un sentimiento, único y exclusivo. Nadie ajeno a ella, podrá saber de ello. Pocas imágenes son más impactantes y perdurables que la gran inmensidad salina. Esa que nos atrae y aterra.
Vamos a recorrer un nuevo episodio de las costeras. Aquella dedicada a un pez menospreciado hace algunas décadas y hoy final y felizmente rescatado por los sibaritas del fino mantel de hilo. Estamos hablando del chicharro (Trachurus trachurus), el más plebeyo de todos los pescados azules.
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Dibujo de chicharro grande o chicharrón. |
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Fuente: Revista el Bollo. La foca de Avilés. Su estatua permanece en el parque del muelle, para curiosidad intrigante de los visitantes. |
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Fuente: Luis Servando. Ría de Avilés.( Años 40). Chicharrón descargado en muelle. Barco repleto a la espera, para poder descargar. |
Había otros que preferían llevarlos para casa, para aliviar la eterna fame. Pero ante la sospecha que pudieran ser mangaos y acarrear con las consecuencias, además de evitar dar explicaciones, casi era preferible venderlos.
Es una evidencia que la necesidad agudiza el ingenio. Y aquella chavalería era el perfecto arquetipo de ello. En esta ocasión la estrategia era mas desarrollada y se trabajaba en grupo. La victima propiciatoria: los vetustos camiones de transporte. Aquellos que llevaban la pesada carga de los chicharros hasta las fábricas conserveras o harineras. Recurrimos nuevamente a la sapiencia del eterno dicente, Luis: "Aquellos camiones iban cargados hasta los topes. No andaban ni cuesta abajo. Cuando empezaban a subir una cuesta, les entraba la fatiguilla y era el momento de actuar. Pues el chofer no podía hacer nada ya que si paraba ya no lo podía arrancar. Solo mirar por el espejo e insultar". La operativa tan simple como eficaz: "Normalmente los más mayores subían a la caja del camión y descargaban los chicharros. El resto los iba cogiendo de la cuneta y a correr". El resto quedaba sujeto al reparto del botín.
Epílogo de les costeres.
"En torno a ti, la vida va tejiendo
una red invisible de recuerdos,
un ovillo que enreda la nostalgia."
Antón García.
Nos vais a permitir un recuerdo a uno de los mejores patrones de pesca de nuestro pueblo. Siendo un referente inevitable durante aquellos años, Marcelo Melilla. Formando parte de embarcaciones punteras como las de Garrucho o Vicente Murcia.
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Fuente: Paulino García. Marcelo Melilla. Excelso patrón de pesca. |
Son estos hombres la semilla esencial y vital de este presente. Aquellas manos curtidas, mil veces dañadas. Hechas de sufrimiento y trabajo reflejado en grietas, sabañones y llagas. Nuestro recuerdo orgulloso de la sabiduría popular, perpetuando con ello el sacrificio perenne e inhumano. Tal era el espíritu de aquellos héroes. Hechos de una pasta especial, necesaria para inmortalizar la cultura de la pesca. Retumbando en nuestra frágil memoria nombres como: Robés, Manolo Sampedrín, Falo y Donato Capacha, José Rosa, José Canario, José Adela, Rafael González y sus hijos Manolo y Pepe Capacha, José Arenes, José el Salao, Firme Rosa, Fausto, Manolo y Cristino Robes, Rey de Santa, Menéndez, Avelino, Andrés de Bolla, Francisco la Salada, Laureano, Ramón el Rulero, Manolo Capachu, Marcelo y Álvaro el Civil, Aurelio y Marcelo el Tuertu, Braulio Rosa, Manuel Menéndez, Cesar, Álvaro Artime, Perfecto Muñiz, Carmen y Ernesto, Eduardo, Arturo y Marcelo Piqueiras...y tantos otros a los que les debemos lo que hoy somos.
(1) Las declaraciones de Pedro Solís, están recogidas del periódico La Nueva España.
La Marina Mercante.
"No sigue el tiempo mi pensar
ni transita por las sendas
que le sugiere el olvido."
Avelino el Civil lo sintetiza de modo incontestable: “Esto era otro cantar, otra cosa. Aquí cumplías con la jornada ajustada y después a descansar. Ya no dependías de redes, anzuelos y pexes, el jornal estaba garantizado. Si echabes hores les pagaben aparte. Era otra vida, mucho mejor vida, nada que ver con les costeres".
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Fuente: Mariluz Serrano. Los hermanos Mino y Avelino el Civil. |
Tal y como lo expone nuestro vecino, la Marina Mercante era otro mundo diferente. El trabajo se estipulaba por horas y salvo contratiempo así se mantenía la jornada. Como lo testimonia Menéndez el Roxín: " Se trabajaba ocho horas a turnos y si pasaba algo raro o había que hacer cosas en puerto, ya te las pagaban aparte".
Todas estas labores a bordo perfectamente jerarquizadas en posiciones especificas. Así lo reseña Luis Servando, en su época de barcos movidos a vapor: "Había oficiales (mandos), los de maestranza (caldereteros, contramaestre, carpintero), marineros y los de maquinas (fogoneros, engrasadores, paleros)". Y cada puesto cubierto por tres personas, para cumplimentar las 24 horas diarias.
Con independencia del tránsito de mercancías de los barcos, había en aquel escalafón un puesto que era el más sacrificado, tal lo recuerda José Sirgo, Canales: "Trabajar como fogonero era un verdadero infierno. El quemar carbón, era una labor muy física, acompañada de un calor insoportable de la caldera". Aquella faena se hacía en equipo: "Los paleros eran los que asistían el carbón al fogonero. Tenían que transportar ese mineral en carretilla desde donde se almacenaba hasta el fogonero". Recurrimos a la anécdota prestada por Luis Servando para ilustrar otros tiempos: "Los fogoneros tenían un trabajo muy duro. Era habitual en los vapores darles un "extra", en forma de botella de coñac, para aliviar el penoso trabajo".
Los inicios de gran parte de nuestros marineros de navegación fue en las maquinas. Tal lo expone Avelino el Civil: "Navegando en la mercante, empecé de fogonero, quemando carbón. Después las cosas mejoraron. Cinco años en el Ciaño, de Gijón. Transportábamos carbón y mineral para Francia, Holanda, Marruecos, América del Norte...".
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El mercante Ciaño. Hecho en 1901, desguazado en 1971. Comprado por Duro Felguera en el año 1934. "...quemando carbón." |
En cambio, nuestro colaborador Menéndez el Roxín, abandonaría definitivamente en mundo de la pesca en el año 1968. Se inicia en esta nueva experiencia aprovechando los títulos que con tanto esfuerzo obtuvo de Mecánico Naval Mayor y posteriormente de telegrafista. Navegará en barcos de mayor porte y calado: "En la mercante navegué en barcos de 5000 Tn. o más. Casi siempre graneleros. En el Jousiña y Antonio de Satrústegui, que eran gemelos. De segundo maquinista en el Trasona o el Llaranes....". Por si hubiera alguna duda, quedará disipada con su inapelable sentencia: "La vida entre la pesca y la mercante era la misma que la del infierno y el cielo". Pese a ello, había matices: "También navegué en el Marco Gris. Era muy duro aquel trabajo porque era un barco asfaltero. Un infierno". Lo cierto es que después de tanto esfuerzo, trabajo y sacrificio, el bueno de Menéndez, cumplió con creces sus objetivos laborales.
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Fuente: Luis Servando. Genoveva Fierro. |
A bordo todo era como una numerosa familia, más o menos avenida. Así lo testimonia José Sirgo Canales: "El capitán gestiona el barco y tiene que llevarlo como una familia. Cuantas veces venían los marineros a confesar todo tipo de problemas personales. Eras padre y confesor".
Respecto a la intendencia y en lo referente a la comida a bordo estaba "subvencionada" y gestionada por el mayordomo. Tal lo detalla Luis Servando: "Había unas ayudas para comer y un escalafón de más a menos. No era lo mismo para los oficiales que para los marineros. Cada uno tenia asignada una cantidad al mes que a la hora de cobrar la nómina se te descontaba". En cambio respecto a la bebida era para todo el mundo igual:" Media de vino y media de agua para todos". En la década que nos detalla el dicente (años 60) no era habitual el café a bordo y en el desayuno se solventaba del siguiente modo: "Cinco galletas tipo maría y un vaso de agua caliente con leche condensada".
Los objetivos crematísticos de la tripulación se basaba, como no podía ser de otro modo, en la nómina. En ella figuraba un "extra" o prima que era la llamada "sobordo". Luis se explicita al respecto del modo que sigue: "Cuando empecé en el año 63, ganaba 300 pesetas de sueldo y otras 300 de sobordo. Esto era una prima de viaje. Los que hacían los trayectos más largos eran los más beneficiados". Para compensar este desequilibrio, el Gobierno unifica ese plus con el valor de la totalidad de la nómina.
Había notables diferencias respecto a la mercancía transportada, distancias a cubrir entre puertos y los países de destino. En este sentido Luis Servando cita como la peor carga transportada fue un circo: "La carga más jodida que me tocó como capitán fue llevar un circo para los Emiratos Árabes. Aquel cabrón del elefante había que pasearlo a todas las horas por cubierta. No podía parar. Así nos tuvo durante 9 días". En cambio, también el factor suerte es determinante en muchas ocasiones: "La que libramos fue traer cuadros valiosísimos del Museo del Prado desde Argentina a España. Esa carga es una gran responsabilidad por el valor y el riesgo. Afortunadamente no lo hicimos".
Cuando recorres todo el mundo, eres consciente de los riesgos y diferencias entre países y continentes. Las anécdotas, experiencias y situaciones vividas son infinitas entre la marinería y los oficiales. Cada uno, individualmente tendrá sus visiones personales y matices sobre hechos acontecidos en muelles y buques. Rescataremos algunas de aquellas vivencias, prestadas por Luis Servando: "Cuando navegaba, el continente de mayor riesgo era África. En Guinea Conakry nos asaltaron un montón de nativos el barco durante la noche, sin mayores perdidas. Pero con el miedo en el cuerpo. En la zona de Liberia había unos paramilitares que se llamaban el escorpión rojo que andaban en un remolcador. Si te subían al barco te llevaban de todo. Menos las pesetas, porque no las querían".
Aunque en determinados puertos el riesgo eran las propias autoridades: "En la década de los 80 hicimos un viaje a Tailandia con un barco nuevo, fletado por capital danés. Estando atracando en el puerto fluvial, apareció un autobús cargado de uniformados. Subieron al barco y requisaron lo que quisieron ( mantas, bebida, tabaco). En calidad de capitán protesté a su mando por aquel abuso. Su respuesta fue la amenaza que las cosas podían solo ir a peor. Advirtiéndonos que si queríamos recuperar parte del material lo podíamos encontrar en el mercado del pueblo al día siguiente". Aclarando un gesto que "honra" a aquel personaje: "Antes de marchar extendió un recibo por el valor de las cosas incautadas, para que me pudiera justificar ante los propietarios del buque".
Una de las grandes lacras de la humanidad es la apropiación de las cosas ajenas. En determinados lugares podía llegar a ser insufrible: "Descargando en Sierra Leona 12000 Tn. de arroz y vigilada aquella operativa por el ejercito, desaparecieron 300 Tn". Puntualizando la importancia de vigilar la carga y descarga de mercancías.
En algunos países del Telón de Acero, las labores de control podían ser ejecutadas por estudiantes universitarios. Tal lo expone Luis: "En Polonia, estábamos descargando limones y había estudiantes que contabilizaban toda la operativa".
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Fuente: Luis Servando: En Polonia, universitaria controlando descarga de limones en puerto. |
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Fuente: Luis Servando. El Rio Asón. |
La tranquilidad de estar en zonas pequeñas y controladas, con la ausencia de los amigos de la propiedad ajena, tan común en media orbe: "No había ladrones y esa confianza nos hizo conocer un poco la isla, en viaje turístico. Cuando salimos a la mar faltaban los walkies- talkies para las maniobras y no había en todo el barco ningún prismático". Es evidente que unos cargan con la fama y otros cardan la lana.
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Fuente: Luis Servando. Niños en Islandia estrobando la carga. |
Cualquier trabajo, en cualquier lugar tiene sus ventajas e inconvenientes. Aquellos que salieron del mundo de la pesca y recalaron en la marina mercante, son los que más valoran esas diferencias. En cualquier caso, ya lo expone Avelino el Civil: "Esto era otro cantar, otra cosa."
Confiamos que en esta relación no quede nadie en el tintero. Que no nos falle la memoria y la de los informantes .
- Manuel Miterio. Trabajó de fogonero en vapores de pesca y costeros. Fue uno de los pioneros en este trabajo de Antromero. Su hija Amparo Julián detalla aquellos momentos: "Mi padre fue fogonero en costeros durante la guerra del 14 ( I Guerra Mundial ). Unos años después se examinó para maquinista, pero Fermín el de la estación le convenció para trabajar en la sierra".
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Fuente: Laudina Artime. Manuel Miterio, Ramona Julián y Amparo (niña). |
- Carmelo Echevarría. Vasco de origen y antromerino de adopción. Identificado con su sempiterna txapela inconfundible. Fue mayordomo en el buque Benito.
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Fuente: Luis Servando : El barco Benito. |
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Castillo de la Mota. Bulckcarrier de 65000 Tn. botado en 1970 y desguazado en 1988. Propiedad de la Empresa Nacional Elcano. Fue el primer buque automatizado controlado por ordenador. |
- Paco Medero. Navegó entre otros barcos en el Cimadevilla. Haciendo labores de marmitón (Ayte. de cocina) y de cocinero. Coincidiendo en ese periplo con Luis Servando: "Cuando limpiaba y preparaba la cocina de noche, amenizaba con sus cantos todo el barco. Era un cantante cojonudo". Posteriormente estuvo navegando por barcos en aguas del Caribe, ya de cocinero.
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Fuente : Juan Carlos Diaz. El buque Cimadevilla. |
-Mino Llaviana. Navegó en mercantes como el Jovellanos o el Asturias. Sus últimos años enrolado fueron en los remolcadores de Gijón.
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Mino Llaviana. |
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El Amaconte. Navegó durante años con el pabellón de conveniencia de Panamá. |
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Fuente: Juan Carlos Díaz. Trasatlántico Guadalupe. |
-Aurelio el Tuertu. Estuvo de marinero en varios buques. Entre ellos el vapor denominado Cimadevilla.
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Fuente: Pepita Suarez. De izquierda a derecha: Carabín, Marcelo Melilla, Aurelio el Tuerto, Alvarín el del monte y Paco la Piedra. De tertulia en Casa el Aldeano (Luanco). |
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Fuente: Humberto Piqueiras. Certificado de reducción en la edad de jubilación de Arturo. |
- Ramón Artime, el Romero. Le experiencia marina de nuestro vecino fue breve, motivado por problemas de salud. Continuaría la saga su hijo, Ramón Artime Ramonín, enrolado como jefe de maquinas en buques de gran tonelaje. Así como algún cementero. Su afición al buceo, le granjeo buen prestigio en los ambientes de investigación de las algas litorales.
- Falo Balsera. Desarrolló parte de su actividad en la mar como telegrafista. Contaba como anécdota que aprovechaba los viajes en barco para practicar el manejo de la gaita sobre cubierta. Sospechamos que todos los comienzos son duros y para sus compañeros náuticos algo más.
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