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Fuente: Luis Servando. Sardinas pescadas con red. |
Capítulo 17.
La mar. Octava parte.
Las costeras(II).
La del besugo.
"Cuando en las caracolas
se marchita el mar y ya solo se escucha
la agonía de los naufragios."
Héctor Pérez.
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Besugos (Pagellus bogaraveo). |
Este pexe tiene un cuerpo en forma de oval, pequeña cabeza y redondeada. Son muy característicos sus enormes ojos y boca pequeña. De color rojizo parduzco y costados plateados. Tiene una mancha negra muy visible en el nacimiento de una línea lateral que lo atraviesa.
Su hábitat es variable, dependiendo de su edad. Los más jóvenes pueden encontrarse a unos 40 metros de profundidad. En cambio, los ejemplares adultos pueden vivir hasta los 700 metros. Como ocurre entre muchas especies nacen machos y en su madurez se vuelven hembras. Los expertos en estas lides aconsejan mirar unas marcas que tienen en forma de media luna detrás de sus aletas. Esta es la mejor garantía que estamos ante un besugo auténtico y de buena calidad. En la Edad Media, se consideraba aquella señal había sido hecha en estos peces por los dedos de San Pedro. Conformando en el besugo una aurea semidivina entre el pueblo.
En la vieja Europa se constata por primera vez su consumo en Escocia. Será los restos hallados en cuevas los que evidencian el mismo durante el periodo Neolítico (6000 a 3000 años a. d C.). En Japón es y fue durante siglos considerado el verdadero rey de los peces.
En nuestro país, las embarcaciones vascas a partir del siglo XIV empezarán a hacer trayectos más largos, rompiendo la "línea del horizonte". Sumándose casi al unísono las asturianas. En estas expediciones empezarán a faenar en aguas próximas a Irlanda, capturando con ello importantes cantidades de besugo. Para soportar estas distancias y las olas se destinaban los barcos de pesca más grandes para esta pesquería. Pinazas, lanchonas y finalmente durante el siglo XX los primeros vapores orientaran durante este periodo invernal a la captura del preciado besugo.
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Foto: Bellmunt y Canella (1894). Puerto de Candás y lanchonas. Coloreada por Ramón Fernández González. |
La costera de esta especie se realizaba en aquellas distancias lejanas al litoral, empleándose para ello las denominadas lanchas besugueras. Tratándose estas de embarcaciones de mayor porte que las traineras. Manejada por la fuerza motriz de remos y velas. Solían salir a faenar con viento suave y su mejor aliado para el éxito de las capturas se basaba en parámetros específicos. Tal lo aclara Avelino el Civil: "Pa pescar el besugo era importante que hubiera frio. Si el tiempo estaba de norte, se cogían más". Aclarando, no obstante: "Durante muchos años siempre fue muy buena la costera del besugo. Siempre se pescó hasta reventar los barcos. Pero si se notaba que se pescaba más rápido los días del frio".
El besugo era la verdadera fuente de ingresos durante el invierno. Su alta demanda constituía un acicate y una garantía de venta.
Esta actividad era una vida en permanente amenaza. Defenderse de sus peligros, un imposible. No obstante, en los puertos, se trataba de regular a través de ordenanzas esta faena, para ofrecer unas garantías mínimas a los sacrificados marineros. Entre otras cosas no se permitía hacer noche en la mar. para cumplir esta exigencia, se impuso la prohibición de salir de puerto antes de las 6 de la mañana y después de las 10.
Las artes de pesca usadas y para evitar abusos fueron reguladas a través de unas ordenanzas pesqueras de ámbito local o regional. Recurrimos al conocimiento y sapiencia de Luis Servando: "Históricamente el besugo siempre se pescó a cale (línea con anzuelo) , desde la embarcación. En los pasados años 60 se pescó con palangre". Añadiendo que en los últimos años de esta pesquería : "Enseguida se volvió a pescar con cale. Cada una con 100 anzuelos. Era la llamada rapeta". Detallando su uso: "La rapeta iba metida en un tubo. Requiriendo una gran práctica, pues el mayor riesgo era que se liase todo".
Los palangres usados en algunas de esas playas eran los denominados cuerdas p'al besugo. Y en algunos puertos del Cantábrico fueron objeto de tensiones entre los defensores del uso de la tradicional cale y de los palangres. Aunque siempre había coincidencia en el cebo a usar: "Preferentemente se usaban sardinas saladas en salmuera."
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Palangre para el besugo. Palangre de piedra-bola. |
Reseñar por la curiosidad que representaba la forma de enguadar. Tal lo confiesa Avelino el Civil: "Se enguadaba con un saco con restos de pescao, de tripes, cabeces. Si no hubiera bastante, se echaba sardines salades". El procedimiento sencillo y eficaz: "Se metían dentro del saco pa que no lo pudieran comer. Se movía arriba y abajo para que soltara la sustancia. Casi nunca fallaba, aparecíen besugos por todos los lados."
En nuestra región en el año 1769 y a través de denominada Real Ordenanza de Avilés, se regula la pesca de la sardina y besugo. En el artículo VII expone :"La principal pesca en los puertos de esta provincia (Asturias) se reduce a la sardina y el besugo". Aclarando que en ese periodo no había marineros foráneos: "Que se hace por la marinería de los mismos pueblos, no advirtiendo la presencia de gentes de afuera, y solo sirve de refugio a la marinería que no tiene otro recurso". En la lectura de este mismo artículo de puede deducir que aquellos que se dedicaban a esta faena , lo hacían ante la imposibilidad de participar en otra actividad más provechosa. En las mismas se extienden en regular su duración y las artes empleadas: "Se ejercitará del primero de diciembre hasta el tiempo de Cuaresma de cada año. Usándose para ello cordeles, cuerdas y anzuelos con cebo de sardina. El aparejo se reduce a 50 o 60 cuerdas sembradas de anzuelos encarnados con sardina chica fresca o salada en salmuera".
Durante los siglos XVI y XVIII, fue uno de los pescados más consumidos en toda la Península Ibérica. A las importantes capturas se suma su conservación en escabeche, siendo determinante para llegar a muchos hogares del interior. Sin olvidar que en esos siglos se podían computar casi tres meses a lo largo del año, de estricta prohibición del consumo de carne. Factor determinante para potenciar su ingesta.
Fue tal el éxito, que este pescado fresco se trataba de llevar con la máxima celeridad desde nuestros puertos hasta la meseta castellana. En este esfuerzo, muchas caballerías morían por tal esfuerzo. Pero el beneficio era superior a la perdida. El humanista toledano Hernán Núñez de Toledo en su obra "Refranes o proverbios en romance" (1549), recoge el dicho: "Besugo mata mulo y gana mulo". Reflejando lo anteriormente expuesto. Este mismo autor refleja el fin de la costera, con un explícito refrán:" Febrero, la castaña y el besugo no tienen zumo".
Forma parte en el siglo XVI del primer recetario español de cocina. Así en el año 1599, Diego Granado lo enumera entre los pescados más sabrosos, en su tratado "Arte de cocina": "Del pescado llamado en Italia tiglia, y en España besugo y en alguna playas pagel". Estamos en condiciones de asegurar que desde ese tiempo ha gozado de una gran popularidad en toda la Península Ibérica. La prueba de la misma es que da nombre a un utensilio de cocina llamado besuguera.
El monarca Felipe III (1578-1625) exigía como obligatorio el besugo en su opíparo menú de Navidad. Francisco Martínez Motiño, jefe de cocina del rey, así lo recoge en su obra "Arte de cocina" (1661), pero con la condición inexcusable de que fueran frescos.
El consumo de esta especie ya viene reflejado en una obra maestra de la literatura española, “El Libro del Buen Amor” (1300) del Arcipreste de Hita. En ella se cita la presencia de los besugos de Bermeo en la provincia de Guadalajara. Más de setecientos años contemplan el reinado de este pez en gran parte de la alimentación de nuestros antepasados. Especialmente en época navideña.
Fue un pez tan abundante en estas aguas, que incluso era motivo de portadas en la prensa diaria. Así El Comercio, con fecha de 24 de noviembre de 1897, reflejaba aquella copiosidad: " El besugo se vende en Candás, para el consumo local, a 25 céntimos de peseta el par de besugos. Más barato imposible, pues hace un año la pieza de este pez se cobraba a 1 peseta y 25 céntimos".
Una serie de factores han concurrido para que lo antaño representó el sustento invernal de multitud de familias marineras, haya desaparecido prácticamente de nuestras aguas, ¿sobreexplotación?, ¿cambios climáticos?, ¿ciclos naturales?...
Antes de iniciar el recorrido por la costera más exigente de todas, debemos de pensar que nada de la vida actual, se puede comparar a lo pasado . El mundo de hoy es un falso espejismo de todo lo que fue ayer. En cada arruga de nuestros antepasados, está grabado el dolor y el miedo de la inhumana aventura de la supervivencia.
Época de fame y luto. La mar amenazante, cumplía . Los temporales marcaban el paso del tiempo, evitando la faena en la mar. La ausencia de ingresos y la perenne intimidación de la penuria golpeando la puerta.
Los pagos a los pescadores venían fijados por el denominado "a la parte". Este protocolo debía de ser facultado por la correspondiente Cofradía de Pescadores. Este tipo de remuneración representaba un mayor sacrificio de la ya por si dura faena del pescador. Cuanto más se pescaba, más se cobraba. Además de la incertidumbre e inseguridad de aquel procedimiento. Avelino el Civil, lo simplifica sabiamente: "Si no se pescaba, pasábase fame".
Reiteramos que se trata sin lugar a dudas la costera mas peligrosa y dura , la llamada de invierno. Aquella que en el calendario gregoriano tenia los días señalados. Se iniciaba el 30 de noviembre, San Andrés, y dando fin a la misma "el 15 de Cuaresma".
Les tragedies nunca vienen soles.
"Los náufragos no eligen puerto".
Jacinto Benavente.
En alta mar y a una distancia no inferior a 10 millas de la costa había que buscar a estos peces. Hasta la llegada de las vaporas, las embarcaciones eran lanchonas sin cubierta. Empleándose para tal faena hasta 20 hombres en cada una de ellas. En Luanco durante el siglo XVIII había una media de 18 lanchas mayores, de 10 a 12 toneladas y cuya tripulación estaba formada por 10 o 15 marineros, dedicadas casi en exclusiva a la costera del bonito y del besugo.
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Fuente: Luis Servando. Lanchonas en el muelle de Luanco (1910). |
La evidencia era inapelable. Unas mínimas condiciones de seguridad, adobadas por la fuerza del Cantábrico en invierno, formó el caldo de cultivo perfecto para teñir de muerte nuestros pueblos. La desolación se reflejaba en la gran cantidad de viudas y huérfanos que penaban en tierra. Aquellos terribles naufragios marcaron el futuro de estas costas.
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Fuente "La ilustración gallega y asturiana". Grabado por Vela. Candás: Niños esperando la vuelta de las lanchas pescadoras. |
Para documentar lo anteriormente expuesto, nos remitimos a la excepcional obra de David Pérez–Sierra González y Manuel Ramón Rodríguez, “Asociacionismo Marinero en Asturias” (1993). En ella, subraya la gravedad de estos luctuosos sucesos. Reseñaremos los acontecidos con fecha de 24 de Enero de 1840, en la que perecen 90 hombres que faenaban a la costera del besugo en las embarcaciones de Candás. Entre los que presumíblemente pudieran encontrarse antepasados nuestros: “...como se deduce eran lanchones tripuladas por unos 17 hombres. Y la duda entre 80 y 90 fallecidos creo yo estará en que habría entre ellos algunos de otras parroquias vecinas, como puede comprobar en otros naufragios que figuran algunos de Bocines, que más bien cabe suponer lo eran de Antromero...”
Esta deducción de David Pérez queda confirmada en el posterior naufragio sufrido por varias lanchas de Candás el 14 de Enero de 1877. Faenando todas las embarcaciones afectadas al besugo. Con la irreparable perdida humana de 34 hombres, entre los que figura: "Manuel García Roves, soltero de Bocines (1)". Manolo Robes, nos corrobora que se trataba de un antepasado suyo.
Atendemos a las declaraciones de Rosario la Salada, quien nos proporciona unos datos de vital importancia, pero con el hándicap de no precisar fecha. Tratándose de un relato de transmisión oral y con los inconvenientes que ello acarrea: “Antromero tenía 20 mozos que se dedicaban a la mar, con lanchonas, y un temporal dejó al pueblo sin ellos”. Esta exposición en términos más genéricos nos la refuta Jovita González: “Entre la gente mayor del pueblo alguna vez escuché esa historia”. La pregunta nos asalta ¿verdad o leyenda?.
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Rosario la Salada. |
Si reflexionamos al respecto y sin poder contrastar tal información por motivos obvios, expondremos que teniendo en cuenta la fecha de nacimiento de la declarante, en el albor del siglo XX (1902). Considerando que el testimonio es de transmisión oral (de padres a hijos). Podemos elaborar la siguiente hipótesis, aun a riesgo de errar en la conclusión:
Ante la ausencia, ya expuesta en anteriores capítulos, de documentación y registro en la parroquia concerniente a esta y anteriores épocas, y por defecto en el concejo en lo que a nuestros intereses afecta, recurrimos a la minuciosa obra de los autores candasinos David Pérez y Manuel Ramón. Por si en alguna de las grandes tragedias registradas que afectaron al concejo vecino, estuvieran enumerados ese importante grupo de mozos desaparecidos.
- Si atendemos al escaso desarrollo demográfico en los últimos siglos, la importante pérdida humana (veinte mozos), fue un importante obstáculo para el desarrollo de nuestro pueblo. Antromero, según la obra "Geografía General de España" del año 1862, tenía 220 habitantes y 45 casas.
- Analizando la relación de los más dañinos naufragios en nuestro entorno, nos ceñiremos a los tres más importantes por las perdidas humanas. Todos ocurridos en embarcaciones del concejo de Carreño:
- El primero, fue el 9 de Enero de 1782. Habiendo fallecido 45 marineros.
- El 24 de enero de 1840, tras una fuerte nevada, naufragan cuatro lanchas que faenan al besugo. Pereciendo unos 90 hombres. No habiendo registro fiable de las victimas.
- El 14 de enero de 1877 se hunden varias lanchas, despareciendo dos embarcaciones. En total perecen 34 hombres. Entre los que al menos se pueden contabilizar 6 vecinos de nuestra parroquia: José Muñiz y sus hijos Antonio y Genaro; Manuel García Roves; José de la Viña y Antonio Fernández.
- Teniendo en cuenta la gravedad de los hechos, la imprecisión de las fechas, el nacimiento de la informante y el juego amnésico sufrido por la memoria colectiva. Todo ello nos invita a pensar que tales hechos tuvieron que ocurrir a inicios del siglo XIX o durante el siglo XVIII. Esta conclusión es fruto del tiempo necesario para recuperar aquella savia joven en forma de mozos. Solo el paso de varias generaciones pudo “normalizar” la población de hecho del pueblo. Algo que a finales del siglo XIX y principios del XX parecía haber ocurrido. Tal lo testimonian los numerosos entrevistados, quienes vivieron, sufrieron y disfrutaron estos años.
- En cualquier caso y tomando como referencia el alto porcentaje de victimas sufrido en el año 1877 (de un total de 34 victimas, al menos 6 eran vecinos nuestros). Y si tuviéramos que especular en fecha alguna para concretar tan grande tragedia, apostaríamos por la ocurrida en 1840. Ante la imposibilidad de certificar fehacientemente nada, por la ausencia de datos.
- Los números son demoledores y las preguntas sin respuestas refuerzan nuestras dudas. ¿Qué pudo pasar en este pueblo, para que sufriera en este periodo este frenazo tan grave en la progresión demográfica?. La tesis del naufragio relatado por Rosario la Salada cobra más fuerza.
No obstante hagamos un último análisis respecto a la evolución demográfica de este pueblo. Los habitantes de Asturias en el año 1858 eran en torno a 460.600. Un siglo más tarde, en 1955 habían alcanzado la cifra de 885.804, esto es, el crecimiento supuso un 48%. Si llevamos esta misma horquilla temporal a nuestro concejo, Gozón, en el año 1857 estaban censados 7257 habitantes y en 1950 había 10227 vecinos, el incremento poblacional fue de un 40%. En cambio, en Antromero en el año 1858 contaba con 220 habitantes por los 251 del año 1955, reduciéndose el porcentaje de crecimiento a un 14%.
Ante la evidencia de datos numéricos, tan sólo nos queda una disquisición: ¿Qué pudo pasar en este pueblo, para que sufriera en este periodo este frenazo tan grave en la progresión demográfica?.
Certezas y no especulaciones.
" Si un hombre comienza con certezas,
terminará con dudas.
Pero si se contenta empezando con dudas,
terminará en certezas".
Francis Bacon.
Hasta ese momento, estas fueron nuestras cábalas y elucubraciones planteadas desde una exposición de transmisión oral. Las frustraciones y el desencanto, fruto de ausencias documentales (pese a todos los intentos infructuosos de búsqueda), se van ver superadas y vencidas con la contribución de Geli Artime. Esta investigadora gozoniega, encontrará en el Archivo Diocesano de Oviedo unos documentos impagables, que aportarán la certificación necesaria a todas las cavilaciones desarrolladas hasta entonces.
Siguiendo el orden cronológico, transcribimos los textos recuperados para nuestra historia, por la impagable contribución de Geli:
" En el libro parroquial de Bocines 21.5.2, en la página de la "Cláusula de difuntos de la parroquia de Vocines", figura:
"El día veinte y dos de enero de este año de mil setecientos ochenta y dos se hizo en esta iglesia de Bocines el entierro y oficios por el alma de Simón Artime vecino, que fue de esta parroquia y marido de Antonia García, murió el día nueve de dicho mes en la mar, con motivo de haber ido a la pesca de besugos y le cogió la muerte por el Cavo de San Vicente a él y otros tres compañeros del mismo barco, según contó un hijo suyo, y los demás que escaparon, favorecidos de una balandra, que por casualidad se apareció allí, dejó por hijos, y herederos a Juan, María, Josef, y Antonio, y asistieron a dichas funciones cinco señores sacerdotes, así lo certifico para que conste en Piedeloro dichos día, mes y año.
El mismo día nueve de enero del mismo año de mil setecientos ochenta y dos, salieron también a la pesca en dos barcos de Candás, los sujetos abajo anotados, y haviendose levantado un muy ???? temporal no hubo la menor razón de ellos, aunque por toda la costa se hicieron varias diligencias por adquirir alguna, no teniendo ninguna esperanza de sus vidas, sus herederos les han funerado voluntariamente, cada uno según sus medios, y voluntad, cuia razón pongo aquí para que en lo sucesivo conste, y lo firmo en Piedeloro, a tres del mes de junio de dicho año.
Andrés Francisco García Miranda.
Lista de los vecinos de esta parroquia que faltaron el día nueve de enero de este año de mil setecientos ochenta y dos, yendo a la pesca del besugo en el Puerto de Candás
Juan Morán marido de Isabel de Luanco
Juan Morán, hijo del de arriba, marido de Luisa Muñiz de Santiago
Pedro Rodríguez marido de Josefa García
Josef Suárez marido de Josefa Muñiz
Gerónimo Cuervo marido de Bernarda Suárez
Juan García Salines marido de Josefa Mori"."
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Fuente: Pedro Busto. Documento del Archivo Diocesano de Oviedo, donde se hace constar a los vecinos que perdieron la vida en el terrible naufragio de 9 de enero de 1782. |
Respecto a este terrible temporal del día 9 de enero de 1782, en las embarcaciones de Candás desaparecieron 42 hombres. Hasta el momento era la tragedia marina más importante registrada en el concejo vecino. Manuel Ramón Rodríguez y David Perez-Sierra, en su obra "Asociacionismo Marinero en Asturias", así describen aquel trágico suceso: " Ocurrió esta vez el 9 de enero de 1782: Habían salido de este puerto 6 lanchas a la pesca del besugo, cuando les sorprende un recio temporal".
Tan sólo la providencial aparición de una embarcación (balandra), perteneciente al monarca Carlos III y capitaneado por Simón Pedro rescatan a 15 marineros que fueron conducidos al puerto de Santander. Aquella intervención redujo notablemente el número de victimas.
Entre los desaparecidos, tal lo recoge el documento rescatado por Geli Artime, figuran al menos siete vecinos de la parroquia de Bocines, quienes por probabilidades y sentido común, bien pudieran ser en su mayoría de Antromero.
Ciñámonos a los datos proporcionados por nuestra colaboradora, respecto a la gran galerna que marcó para siempre el futuro de nuestro pueblo, la correspondiente a 1840.
" En el libro parroquial de Bocines 21.5.5, en el apartado de defunciones, página 343 dorso, figura:
"Sucedió el día 24 de enero de 1840
En el año de 1840, en la costera del besugo, faltan en dicha costera del lugar de Antromero de la parroquia de San Martín de Bocines en el concejo de Gozón los siguientes:
Antonio Rodríguez casado con Theresa Álvarez Buylla, los dos casados, y otro militar, Domingo Rodríguez casado con Manuela de Prendes, esta no dexo familia sino el que trae en su vientre, Juan Mori de su primera mujer dexo dos niños de poca edad, Manuel Mori casado con María Morán dexo 3 o 4, Manuel Morán casado con Josefa de Artime dexo 3, Antonio Álvarez Inclán dexo 6 o 7, casado con Manuela Morán, José Menéndez casado con María de Artime dexo 2 hijos, Ramón Muñiz casado con Manuela García Salinas dexo 3 o 4 hijos, dos hijos solteros de Antonio Rodríguez de la Granda, Lorenzo Rodríguez casado con María Muñiz dexo otros 3 o 4 hijos, Francisco González de la Vega mozo soltero hijo de Francisco y Antonia Fernández Corujedo hoy difunta, José de Artime casado con familia, José de Ovies casado con Benita García Salinas con familia, Juan Morán casado con María Mori no dexo familia, y si dexo a su mujer preñada la que dio a luz un niño, José Botella molinero en el Molino de la Granda casado con una niña.
Y para la eterna memoria de esta desgraciada costera la firmo hoy 9 de mayo de 1840"."
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"Naufragio". William Turner. (1805) |
Llama poderosamente la atención la firma certificativa registrada en Piedeloro. Entonces la parroquia de Bocines era hijuela de esa población carreñense, esto es, su vinculación y administración religiosa dependía de aquella cabecera.
Si en el anterior registro pudiera ofrecer dudas el censo de las víctimas (naufragio de 1782), no es así en esta última ocasión (naufragio de 1840). El texto no deja lugar a dudas: " ...faltan en dicha costera del lugar de Antromero...". Contabilizados y traducidos a fríos números, el balance es demoledor: 17 desaparecidos, al menos 27 huérfanos (dos recién nacidos) y 13 viudas. La catástrofe social y económica golpeó con dureza a Antromero. Una vez más, la mar dictará con sus intervenciones caprichosas el destino de hombres, mujeres y pueblos.
Los números expuestos entonces por Rosario La Salada, no difieren mucho de los registrados en el Archivo Diocesano. Tragedia de grandes dimensiones que ha forjado la historia de este pueblo. Mujeres, hombres y niños han sentido con temor, desde siempre, la amenaza de la mar cuando golpea.
Pese a todo, no dejamos de sorprendernos que el antromerín pese a los terribles avatares del destino, jamás ha perdido su carácter afable y acogedor. Son los habitantes de esta tierra y de esta mar emotivos, sentimentales, familiares y sobre todo coñones. Un sentido del humor agridulce moldeado por las desgracias naturales, que ya hace mucho tiempo detallaba acertadamente Rosario La Salada.
En estas excepcionalidades, sujetas y obligadas por las circunstancias en las incontables desgracias marinas, casi siempre representadas en forma de naufragios , sobresale nuevamente la figura de la muyer. Elemento omnipresente e imprescindible para salir de aquellas miserias, para ahuyentar a la fame. Convirtiendo la escasez del día a día en el verdadero milagro de la supervivencia. Sin más recursos que su espíritu y valentía para tratar el sacar una familia adelante con la ausencia del patriarca e hijos desaparecidos entre las gélidas aguas del Cantábrico.
Así David Pérez y Manuel Ramón, nos recuerda que en aquel fatídico año de 1840 en la costera del besugo, también Candás quedo diezmada de hombres. Debido a este estado de necesidad serán las propias mujeres las que salieron a faenar a la mar, para sacar adelante a sus familias. Muyeres, bendites muyeres. La cultura popular bien refleja este permanente sacrificio, como lo reflejan la siguiente estrofa:
"La muyer del marinero
bien puede llamarse viuda,
el que navega en la mar,
navega en la sepultura".
Hasta la década de los 50 del pasado siglo, fue una pesca garantizada. Luis Servando lo explicita del modo que sigue: "Había tantos besugos que no se vendían al peso. Se hacía por docenas". Añadiendo para visualizar la magnitud de aquellas capturas: "Pero las docenas eran de 20 unidades. Era en aquellos tiempos que los besugos se enlataban en las conserveras". Contrastando tal información con la indiscutible experiencia : "Todo esto me lo confirmó Manuel Antonio Gutiérrez, Chispa. Pescabas 200 besugos y para la venta eran 10 docenas. Y dependiendo de la cantidad que te compraran, tenías que regalar algunas unidades más." En aquellos años las empresas dedicadas a esos menesteres tenían una gran demanda de la conserva en escabeche en tierras castellanas.
Nada mejor que una imagen para reflejar tal abundancia. En la siguiente foto cedida por Luis Servando se ve la forma de reparto dentro de la lancha. En este caso se trata de la embarcación "Villa de Luanco" que laboreaba a la merluza y el besugo era un pexe raro (no era la especie a la que se estaba faenando). Tal lo refleja Luis: "Los besugos pescados se repartían a quiñón, fardel o los llamados también los de partir. Se hacía el reparto a partes iguales entre el armador y cada miembro de la tripulación".
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Fuente: Luis Servando. Reparto a bordo de besugo. Cada montón corresponde a un miembro de la tripulación y al armador. |
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Luis Meléndez. 1772. "Bodegón con besugos y naranjas". |
Será en los años veinte del siglo pasado, cuando aparecen los primeros síntomas de agotamiento de los caladeros de esta especie. Casualmente coincidente con la mejora de medios a disposición del gremio. Tal nos lo transmite el profesor Ocampo: “El constante laboreo de las playas cercanas ha conducido fatalmente a su empobrecimiento... lo que, junto al crecimiento de la flota y progreso de los medios de captura, ponía al pescador en el trance de alejarse más y más de su natural base de operaciones”. Y lo que a continuación ocurre ya bien lo conocéis, tal nos lo expuso Avelino o Menéndez, el obligado éxodo y el ir a faenar a Irlanda, Las Azores, Portugal, Canal de la Mancha, ...etc.
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Fuente: E. Bosquets. Imagen coloreada por Ramón Fernández González. Descargando besugo en Luanco (aprox. 1916). Les muyeres y su trabayo siempre omnipresentes. |
Parece que todo ocurrió hace mucho tiempo, lejos de aquí. Aquel dolor y sufrimiento que llenó de lagrimas ríos de zozobra y angustia, nos recuerda la lucha diaria de la supervivencia de los nuestros. Aquella que nos protege del riesgo de vivir.
La de la sardina.
"Un día y otro día
y otro día más."
Xandru Fernández.
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Sardinas (Sardina pilchardus). |
La sardina es un pez pelágico. Tiene un cuerpo alargado y no demasiado comprimido. Sus dorsos son de color gris oscuro, azul plateado y en los laterales una banda azulada. El vientre es blanco plateado.
Tienen costumbres gregarias y migratorias. Viven en grupos, llamados cardúmenes, en los que se mueven al unísono para evitar ser atacados por otros peces depredadores. Este movimiento es un ballet subacuático y vistoso. La agrupación de miles de ejemplares facilita su pesca a través de las redes.
Su esperanza de vida es de unos 8 años, pudiendo alcanzar los 15. Son ovíparos, alcanzando su madurez sexual cuando tiene una longitud de unos 15 cm. aproximadamente. Durante el día se encuentran a una profundidad que puede oscilar entre los 25 y 50 metros. En cambio, durante la noche es fácil localizarlas a unos 15 o 30 centímetros de la superficie.
Se trata de uno de los peces más conocidos y ha sido históricamente el símbolo de toda la fuerza cultural que la mar representó para pueblos y sociedades, de modo incontestable.
Hay recuerdos insobornables y ausencias que fortalecen las remembranzas. La llegada del aire de otro tiempo nos hace esquivar el olvido. Las vivencias de nuestros antepasados no tienen recambio. Y estas serán las que nos empujen a recordar la costera más participativa y popular. De aquellos que lucharon con todas sus fuerzas para liberarse de la esclavitud de la fame.
Hasta finales del siglo XIX y normalmente en ámbitos ajenos a la mar, el oficio de marinero era considerado como el más miserable de todos los que concurrían en los entonces sectores productivos . Puntualizando que los que se dedicaban a la captura de sardina o especies próximas a costa aun era más. Tal y como se popularizó en la siguiente coplilla:
"Marinero quiero madre
pero no de sardina,
que pa morir de fame
ya me basto yo solina".
Esta costera era del verano, se desarrollaba desde marzo hasta finales de octubre (aunque en muchas ocasiones se mantenía todo el año). En nuestro pueblo gran parte de los habitantes varones de la primera mitad del siglo XX faenaron en ella. Bien en embarcaciones del pueblo o por el contrario en foráneas. Tal nos lo confirma Manolo Robes: “Cuando era chavalín (década de los treinta) me acuerdo de ver llegar a la playa de San Pedro lanches grandes de sardina” .
Las lanchas con las que se faenaba solían ser trainerillas ( entre 10 y 20 tripulantes). Basadas en las primitivas chalupas con las que se cazaban las ballenas. Embarcaciones curiosas si las comparamos con el resto de sus hermanas de toda Europa, ya que no encontraremos diseño similar en ninguna costa del viejo continente. Su curiosa confección parece ser una provocación a la buena suerte que debe acompañar a cualquier marinero. Son frágiles, de eslora desproporcionada respecto a su manga, de bordas provocadoramente bajas para el duro mar en la que faena. En cambio, todo se compensaba con la gran rapidez de sus maniobras, necesarias para la captura de determinadas especies. Tal fueron la sardina, bocarte o especies pelágicas que solían aparecer como borra en bandos de gran movilidad. También se valoraba la importancia de la facilidad con la que estas naos se varaban sobre la arena.
Dadas las circunstancias de este tipo de pesca (cerca de costa), se usaban otro tipo de embarcaciones. Como los botes o bateles, de menor capacidad y peor respuesta ante incidencias no previstas. Por lo que normalmente no se abrían a más de dos millas de tierra, evitando el peligro de la mar abierta.
La técnica habitual ya expuesta por Avelino el Civil con anterioridad, consistía en galdiar, esto es, largar el aparejo donde previamente se había cegado con salvao y enguadando con raba de bacalao. En una clara muestra de compromiso por parte del marinero con la sostenibilidad del medio que les aportaba el sustento. Evitando el daño innecesario a otras especies, tal se mantuvo en más de cinco siglos de pesca en nuestras costas. Avelino describe un sentimiento compartido: "Ahora todo se basa en técnicas de cerco y arrastre, que acaban con todo lo que encuentran al paso".
No obstante, la Administración siempre trató de controlar y regular la actividad pesquera. En el año 1769, se aprueba la Real Ordenanza de Avilés. Detallando con cierta precisión las condiciones para el desarrollo de la pesca de la sardina: "Se prohíbe pescar haciendo ruido, dando golpes con palos a los barcos, y arrojando piedras al mar para que entren los peces en las redes". Tal veto se justifica: "...de lo que resulta que los que no entran , se espantan y alejan, y por consiguiente falta la pesca".
Respecto a las artes de pesca, dicha Ordenanza matiza sus características y los tiempos de aplicación: "La red de abarique ha de tener de malla menos de media pulgada de largo y no puede echarse doblada para la pesca. Pudiéndose hacer desde que se pone el sol hasta que sale". Si es para galdear, así queda regulado su uso: "Y para galdear, que es con las mismas redes, echando carnada para que acuda la sardina, se puede hacer de día. Desde mediados de junio hasta finales de octubre". Las condiciones de las redes se detallan del modo que sigue: "Deben de ser de lino, del largo y ancho que convengan. Su malla no podrá exceder en una pulgada, de suerte que entre francamente el dedo pulgar de un hombre. Ni tampoco tener cope". El cope es una especie de saco de red más tupida, que impide salir a peces pequeños y crías. Aunque el uso de este arte de pesca, no fue bien recibido en todas las partes, tal lo refleja la noticia de El Comercio, que con fecha de marzo de 1881, refleja el malestar de los pescadores de Luanco, quienes apuestan por las técnicas tradicionales: " Los pescadores de Luanco se oponen al sistema llamado de cope".
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Fuente: Luis Servando. Despescando sardines. Muelle de Luanco. |
Es en esta pesca donde más se realzó los conocimientos heredados, las manifestaciones de la naturaleza y sus efectos en el agua salada. No debemos olvidar los ojos de nuestros antepasados nortiando el cielo. Tratando de vislumbrar cualquier indicio entre los vuelos de les gaviotes, la niebla, les nubes o el turbón. Así entre los innumerables dichos, refranes y sentencias populares expuestas a lo largo de los cientos de años y sus afecciones a esta pesca, vamos a listar una modesta referencia. No sin antes vernos obligados a citar al estudioso francés Marcel Baitallon, quien nos precisa acertádamente, “...la inteligencia y el buen hacer de los asturianos está formada por los refranes y saber popular.”
-De las condiciones meteorológicas:
“ Agües fríes y nortes, la sardina desaparez”
“Agua´na mar, sardina de galdiar”. Refiriéndose a las corrientes favorables de la mar.
. “Arreoyos en mes de mayo, sardina pa todo el añu”.Las riadas provocadas por las lluvias en la primavera, llevan el pasto, la alimentación a las sardinas.
“Lluna echada, marinero en píe". Se considera que con ese tipo de luna, sube el pescado a aguas más superficiales, pudiéndose pescar más. Tal se celebra en la pesca de la sardina de abareque.
"Si la sardina ta por aguas, el tiempu s'aguanta n'calma". Se estima que si la sardina se encuentra a pocas brazas de profundidad (por aguas), es garantía de buen tiempo y los próximos días está garantizada la faena.
"Vendoval, sardines a rial". Se trata del viento del noroeste, y según las costumbres y usos marineros es cuando más abundante es la pesca de sardina.
"Las estrellas a brillar, marineru pa la mar". Son estos astros referencia positiva par faenar.
-De la calidad de la sardina:
"La muyer y la sardina de focicu´na cocina". El machismo surge nuevamente en una sociedad educada para ese efecto.
"La muyer y la sardina, pequeñina". Aunque no merezca mayor comentario, distinguir que siempre fue en los pueblos de costa más apreciada la sardina pequeña. En cambio, en muchas zonas del interior se escoge y prefiere la de tamaño mayor. Aplicándose con rigor la máxima: "caballo grande, ande o no ande".
"La sardina cuanto más pequeñina, más fina".
"Si quies mal a la vecina, day en mayo una sardina". No hace falta explicación alguna.
-Y otros muchos dichos y refranes vinculantes al viento y su alianza con el temido oleaje. Aplicable a cualquier arte de pesca, y que exponemos sucintamente:
"Viento del nordés, botes d'agua en los pies"
" Vientu gallegu, agua segura"
" Vientu na popa, bella mar, cerca de la costa y saber nadar" .Pese a que se den las mejores condiciones para navegar, el marinero debe siempre estar en alerta. Desconfiar de todos los vientos por favorables que parezcan. Tal nos recuerda: "El mejor marineru muere en la mar, onde naide se puede descuidar".
" Aprovechar el viento de popa, que tos los díes non sopla". La fuerza motriz del viento.
"Si vas con sur a la mar, ropa de agues ties que llevar"
"Sursuroeste n'altura, galerna segura"
A la hora de la venta y remitiéndonos a principios del siglo pasado, era tal la cantidad de pescao y sardines que arribaban a nuestro litoral, que se utilizaba como unidad de medida el barreñón (2). Dependiendo del puerto o lugar donde arribaba la captura, estaban formalizadas las siguientes escalas para su comercialización:
-Mano: 4 sardinas en algunos puertos. En cambio, en otros eran 5. Por los dedos de la mano.
-Cuarterón: 25 sardinas.
-Medio ciento: 50 sardinas
-25 menos: 100 sardinas
-250 menos: millar de sardinas
-Barreñón: dos arrobas. Alrededor de 23 Kg. En la zona de Gijón se utilizaba como unidad de medida la ferrada, en vez del barreñón.
En abril de 1881 y en el muelle de Gijón se vendía a 12 reales el millar de sardinas y a perra chica la docena , tal lo recogía en sus páginas el diario El Comercio. Fue tanta la cantidad de este pescado por estas aguas, que en ese mismo año se llegaron a contabilizar solo en la influencia de aquel puerto, cien barcos pesqueros españoles y veinticuatro franceses que se dedicaban en exclusiva a la costera de las sardinas.
También la presencia omnipresente de un útil necesario y polivalente, el paxu. Aquel cesto de apropiadas dimensiones para descargar todo el pescao de la lancha a tierra.
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Descargando la pesca en la Ribera de Luanco (principios de sigloXX) Se observa en la parte inferior y centro, la presencia del paxu. |
Debido a la cantidad y excedente de pesca en determinadas épocas, empieza a proliferar entre las villas con puerto una actividad rentable. No era otra que la manufacturación del pescado para su conservación. En el siglo XVIII se da cuenta de al menos quince empresas escabecheras en Candás. Y un siglo después, se registran cuatro fábricas de salazón de sardinas en la misma población.
Sin llegar a ser actividad industrial. en algunas casas se procedía a la elaboración de las sardinas arencas, salprensadas. Tratándose de una opción muy aconsejable de conservar los excedentes alimenticios para la época de escasez.
Para hacer estas sardinas prensadas y saladas se selecciona a las más grandes. Introduciéndolas en un recipiente con salmoria (las partes deben de ser iguales de agua y sal), durante dos días. Se escurren una a una, con un trapo. En una caja redondeada se van colocando de modo ordenado por capas. Una vez rellenada la caja, se le pone peso durante otros dos días. Siendo este el quíntuple peso del total de las sardinas a prensar.
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Sardinas arencas. El viejo sabor del siglo XIV. |
Hay una creencia que esta técnica fue inventada por el holandés William Beukelzs, en el siglo XIV, para salar en barriles las capturas de pescado de su barco. Extendiéndose ese método como un reguero de pólvora por el viejo continente. Aunque su uso ya era conocido y practicado en el antiguo Egipto.
Este tipo de sardina históricamente se vendía por unidades, envueltas en papel de estraza. Aprovechando el mismo se colocaban entre la puerta y el marco. Y se apretaba lo suficiente para retirar la piel con las escamas (descamar). Después solo quedaba quitar la espina, y a disfrutar de los sabrosos y grasos lomos de nuestra querida arencada.
El consumo de esta conserva era tradicionalmente muy aconsejable en determinadas áreas geográficas del interior para las mujeres embarazadas. Al considerar que facilitaría el parto, minimizando los riesgos. Aun hoy perdura esa creencia en algunos lugares de Castilla- La Mancha.
En nuestro ámbito geográfico, son denominadas sardinas saladas o tabal (chorizo con ojos). Tal lo explicita Luis Servando: " Mi madre cuando se quedó huérfana, se crio en el bar Casa la Viuda (actual bar de Paco Alba , en Luanco). Y cuando los marineros llegaban siempre decían: Soledad, pon media de vino y un chorizo con ojos (tabal)". Aclarando que : "Era la tía de mi madre, Soledad, con la que salió adelante".
El paso del tiempo, hace reconducir consideraciones y modificar sentencias. Estas sardinas arencas estaban destinadas para el sector de la población con menos recursos, los pobres de solemnidad. En la actualidad, estos prensados son ya un producto gourmet, de alta gastronomía.
Recordar en este recorrido una figura omnipresente y vinculada a la venta, la muyer de la paxa. Quien la llevaba con envidiable garbo y soltura en la cabeza. Con el paso del tiempo, sería sustituida por los populares carrinos de mano.
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Fuente: Asociación Candás Marinero. Muyeres de la paxa de Candás. |
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El socorrido carrín de mano. |
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Fuente: Jesús Artime. Benigna el Civil, con parte de su prole. Referente de venta de pescado en nuestro pueblo. |
En el Catastro del Marques de la Ensenada correspondiente al concejo de Carreño (1753) , registra como actividad económica este despacho de pescado : "Hay otras dos muyeres que tratan en sardina, la compran en esta puerto y la van a vender a la ciudad de Oviedo". Durante siglos recorrieron sin desfallecer villas, pueblos, aldeas y lugares. Pateando caleyes, praos, montes y caminos musicando su venta al grito de: "sardines viiiiives."
Antaño en nuestro pueblo hubo muyeres, obligadas por las circunstancias que hicieron estas faenas, estos trabayos. No podía ser de otro modo. Así lo testimonia María del Rosario Muñiz Menéndez: "De niña oía contar como mujeres iban con la paxa en la cabeza, cargada de pescado . Creo que eran antepasados de casa Arenes y de casa Sampedrín, Mujeres que ya no conocí. Cruzaban a vender hacía el interior y Oviedo, atravesando en monte Areo". Es en definitiva, la dura ley de la supervivencia.
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Fuente: Candás Asturias. mujeres de Candás vendiendo pescado. Se aprecia alguna paxa en el suelo. Mediados del siglo pasado. |
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Muyeres de la paxa. Vendiendo pescado en Gijón. (1924) |
En siglos pasados habíamos reflejado la preocupación de las autoridades de algunas villas y ciudades respecto a la venta de pescados. La fácil descomposición de los mismos generaba problemas de insalubridad. Pese a ello los habitantes, sentían una irresistible atracción por aquellas especies marinas.
En el año 1274, se hacen valer las Ordenanzas de Oviedo. Entre sus objetivos está el controlar toda la actividad derivada de la venta del pescado. Para evitar el robo del mismo por parte de los vecinos, condena al ladrón al pago de todo el pescao expuesto en el banco y no sólo por el que tratara de usurpar.
Debido a la tardanza del transporte y la humedad ambiental, hubo muchas quejas por la venta del producto en mal estado. En el año 1505, la ciudad denuncia a un pescadero por "dar la sardina mala y podre". En 1521, se demanda a la pescadera María López por tener "cierta sardina podre para vender, lo que es perjudicial para el pueblo", imponiéndole multa de dos mil maravedíes.
Teniendo en cuenta la importancia de aquella actividad y en especial la de la sardina, el concejo nombra "un visitador". Quien será el encargado semanalmente de controlar e inspeccionar el buen estado de los productos ofertados.
Ciñéndonos nuevamente a la actividad a bordo de la lancha y respecto a la forma de remunerar el trabajo, era muy frecuente en esta costera, dada esta abundancia y en ocasiones la difícil comercialización de la pesca, el pago de jornal a través del quiñón, esto es, en especie. Tal como lo definía el ilustre Jovellanos: "Es la quinta parte de un lote de pesca o porción distributiva, adjudicada como ganancia." En la Compilación del Derecho Consuetudinario Asturiano, lo precisa del siguiente modo: "Es la porción o cuota de pescado que se negocia entre los miembros de la campaña pesquera y está en función de la condición , categoría o responsabilidades de cada uno de los miembros. Se reparte semanal, quincenal o mensualmente según costumbre..., y en las embarcaciones de más de 3 tripulantes, se divide en dos partes: 50% para el armador y el 50% restante para la tripulación".
Si fuera el pago en especie, esto es, en pescao, aparecía el primitivo espíritu comercial del trueque, del intercambio. Nuevamente Manolo Robés es quien aporta una genial anécdota, que ilustra solidaridad e inteligencia natural propia de aquellos tiempos: "Venía mi padre de pescar con la cesta de sardines y cuando pasaba por el molín (del Pielgo) cambioles por fariña". Aquel canje representaba un aliciente gastronómico en una dieta rutinaria y saturada de sardinas: "Así que cuando en casa se estaban haciendo les papes, picaron la puerta y fui a ver quien era. Le dije a mi padre que era un pobre que estaba pidiendo". Aflorando entonces la solidaridad característica del mundo marinero: "A lo que me dijo que pasara que donde comían cinco, lo hacían seis. No convencido por aquella posibilidad me acerque a la puerta, donde estaba esperando aquel paisano y le dije en voz baja: díjome mi pa que como no marches, va pegate unes buenes hosties". Desde el interior de la vivienda , el padre, animó al mendigo: "No alimenten, pero tan calientes". Aquello no hizo más que precipitar la huida, pensando aquel pobre diablo que se refería a la posibilidad de llevar una paliza.
El reparto de los beneficios que representaba el quiñón, queda expresamente definido por la sentencia que nos cede Avelino el Civil: "Con el quiñón si pescabes, comíes y si no pasabes fame". O esta exposición característica en este ambiente, "hoy no salgo a pescar el mi quiñón pa tí", que refrenda lo anteriormente citado.
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Avelino el Civil. |
Para largarlo se tiene en cuenta la dirección del viento y de las corrientes. Siempre 15 minutos antes de caer la noche y amarrado a la embarcación. La sardina solamente se enmalla durante este corto período de tiempo pues cuando hay bastante luz, ve el aparejo y lo evita.
A finales del siglo XIX, los fabricantes de conservas de Gijón, Luanco y Candás, solicitan pescar a cerco para atender la demanda del mercado. Al considerar que: "Con los aparejos actuales, apenas se coge la suficiente sardina para atender la demanda de la población. Quedando desabastecidas la mayor parte de las fábricas". Los pescadores y sus gremios, quienes defendían el uso de artes tradicionales, se opondrán a aquella pretensión: "Llegará el día en que tengamos que abandonar este tipo de explotación, por disminuir el precio de la sardina, al saturar los mercados por su abundancia". Está polémica acabó en graves revueltas, sofocadas por las fuerzas de orden público. A partir de 1880 se autorizó en aguas asturianas el uso de redes de cerco y copo para la pesca de la sardina.
La aparición de estas redes de cerco, supuso para el sector una verdadera revolución. La mayor diferencia entre la de abareque y estas, radicaba en la mayor productividad . En tierra se sumaba la mayor "calidad y duración" de la sardina. Así lo expone Joaquín Ocampo: "La experiencia enseña que la sardina cogida con las redes de abareque desmerece comparada con la cogida con las artes de arrastre". El motivo lo evidencia del modo que sigue: "Porque enmallada por las agallas y permaneciendo horas bajo el agua, al haber sido cebada con raba, perdía tersura y primero se descomponía".
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Red de abareque. |
No podríamos cerrar este epígrafe sin contar con las disputas semi-folclóricas de nuestros vecinos de quien es más y mejor, pese al tranquilizante y ecuánime dicho: "Lluanco y Candás, en piescar sardines non queden atrás". En cambio, podemos confirmar, sin ningún interés en hacer controversia, que a partir de los años 50, la supremacía de la zona pasa casi en exclusiva a Candás en este tipo de pesca.
También antes recordar los alarmantes informes del SADEI, quien detalla que en Asturias en los últimos 20 años en la costera de la sardina se ha pasado de pescar 6674 toneladas a las 2500 actuales (3), y lo mismo ocurre con el bocarte, besugo, bonito y prácticamente esa disminución se manifiesta en todas las especies. Las cifras son demoledoras y sin excepción. El futuro, resulta a todas luces inquietante. La pesca se está reduciendo de manera general en todos los mares del mundo. Pues se captura más de lo que la mar es capaz de regenerar. Es nuestra deuda, aquella que van a pagar los descendientes. Tal ha sido la pésima gestión que hemos hecho en las últimos tiempos.
Cedemos el epílogo de este capítulo a la sabia reflexión de Avelino el Civil, quien condensa en una frase miles de disquisiciones estériles: "Por buen barco que tengas y mejores aparejos, siempre manda la misma. La mar ye la que diz cuando y como se puede trabayar".
Cada día lo hacéis mejor enhorabuena
ResponderEliminarMuchas gracias Ana, por tus palabras de apoyo. Gracias.
ResponderEliminarCómo todos buenísimo 👏👏👏
ResponderEliminarMuchas gracias
EliminarMuy bueno como todos 👏👏👏
ResponderEliminarMuy bueno como todos 👏👏👏
ResponderEliminarMuchas gracias
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