Capítulo 16. La mar. Las costeras (I).Séptima parte.

 



Oleo de Julián Muñiz González. Llegada a puerto, al atardecer.



Capítulo 16.



La mar. Séptima parte.


Las costeras (I).





La pesca como alimentación.

           


 

"Si quies saber

lo que ye pasar fame,

cásate con un marinero." 

Popular.

 

 

 

                   Nuestros sentimientos son pájaros migratorios que siempre vuelven al calor y la claridad de los recuerdos. ¿ De que color es el olvido?.

                  Tenemos la ventaja de pertenecer a un lugar en que las distancias se miden en tiempos y las ausencias se perpetúan en la memoria. Donde el respeto se debe de ganar y las leyes que se aprenden durante la niñez no se abandonan hasta la muerte. Eso y hasta el momento, nos hace inmunes al olvido. Pero, ¿por cuanto tiempo?.

                 El vivir en contacto permanente con la mar, nos hace distorsionar la evidencia de la realidad. En ocasiones olvidamos que este medio representó a lo largo de la historia para nuestros antepasados el milagro de la vida y supervivencia.  Es la fisura y vulnerabilidad de los recuerdos lo que aleja aquellos viejos fantasmas familiares. Pretender comparar el mundo de la mar del pasado siglo con  tiempos anteriores es un grave error en el que no caeremos. La evolución marcada por nuevas tecnologías  desarrolladas en la última centuria hace imposible la misma.

           Si analizamos la actividad marina  aleatoriamente en el conjunto de Asturias, los datos son reveladores. Pongamos como ejemplo que en el año 1797, en este territorio había censados 350.662 habitantes. De ellas, 1612 personas eran marineros y otras 1438 pescadores. Concentrada esta actividad en 226 embarcaciones registradas. Esto es, los oficios tradicionales de la mar representan tan solo un 0,86% del total de la población. Estos datos revelan una actividad significativa en esta comunidad, pero no determinante. Pese a la importancia de la misma en nuestro entorno.

              El pescado no era un alimento considerado de primer orden en la alimentación familiar. La carne y los productos derivados de la tierra fueron siempre mucho mejor valorados desde el punto de vista social. Estimados como mejores nutrientes en las mesas. Propiciado ello por la tradición y cultura adquirida en el paso de los siglos.  

                Será en la época medieval cuando se aprecia el pescado como elemento fundamental en la alimentación . Conjugándose dos elementos para ello: la abundancia de sus capturas y el obligado cumplimiento de las disposiciones de la Iglesia. Las rígidas normas eclesiásticas de prohibir comer  carne en viernes y determinadas fiestas religiosas, facilitaran la demanda y su consumo.

               Durante la Alta Edad Media en todo el litoral asturiano se inicia un exponencial crecimiento de nuevas  poblaciones y de las ya existentes. Sus habitantes orientaran sus actividades a la mar y con ello una mayor  captura de las especies marinas. Las actividades salineras facilitaron  la conservación de todos los excedentes y con ello se abre una nueva expectativa comercial con su venta o trueque.

             En esta época y posteriores las especies de pescados más codiciadas eran los congrios, merluzas o besugos. Todos ellos capturados a poca distancia de costa y con aparejos de anzuelos. En la zona litoral eran muy abundantes las sardinas y ya en playas y pedreos todas aquellas especies reflejadas en anteriores capítulos.

            La progresiva desaparición de la ballena vasco-francesa en nuestra costa en los inicios del siglo XVIII, va a precipitar una definitiva rotura con las costumbres y usos ancestrales. Se inicia la pesca de pexes por determinados periodos temporales, siempre marcados en su inicio y final por el santoral cristiano. Serán las denominadas costeras.            

               En cualquier caso, vamos a recordar que en el "Diccionario Geográfico Histórico de España. Parte III", de 1850, Pascual Madoz en los registros concernientes a la parroquia de Bocines, respecto a la pesca, expone: "Se pescan buenas anguilas, besugos, bonitos y otros peces."

             “Emporcar los dientes y rabiar de fame". Eso era lo que algunas personas consideraban desde épocas medievales el consumo de los pexes , al menospreciar al pescado como base de la alimentación. Pese que nuestro Mar Cantábrico fue definido como la despensa de los pobres, de los más desfavorecidos: "fuente de vida y alimentación".

            La posibilidad de complementarlo con productos derivados de la tierra, fue en determinadas ocasiones, en aquellos años escasos en casi todo, menos de fame, un autentico manjar. Así nos lo recuerda el saber popular, "sardines con boroña y castañes ena forma". La mezcla de los socorridos recursos de la mar (sardinas) y la tierra (maiz y castañes), que puestos en la mesa cumplían con creces las  mayores expectativas gastronómicas de entonces. ¿Cómo no recordar la bolla o boroña de sardines?. Solo aquellos afortunados que la han probado, pueden dar fe de la magia de sabor de tan celebrada combinación.

             Por estos recuerdos, recogemos unos versos de la poetisa castrillonense Ana López.  Una composición llena de sentimiento, estrecheces de posguerra, señaldá de sabores inigualables y temor por el futuro de la mar. Es una oda al chicharro (jurel)al sabroso chicharro. Porque ¿conocéis mayor placer que el sabor de un chicharrín con patatines al forno?.

 

 

al 41

 

No te avergüences chicharro

de mirar la buena mesa

un día fuiste manjar,

de aquella maldita posguerra.

Comíamos de niños

los güeyos y la cabeza

no tenías una espina,

o no reparábamos en ellas.

Cuanto lloramos por ti

cuando no había mareas.

Fuiste el pan de cada día

y también en Nochebuena,

en ese día tan especial

comíamoste por docenas.

Dios quiera no venga otra

comeríamos la arena,

tú y yo lo fuimos matando.

El mar...ya no tién despensa.

 

           

Chicharro o jurel. (trachurus trachurus). Auténtico
tesoro de gusto y sabor que nos da la mar. 

 

            Será durante los duros meses invernales cuando las inclemencias meteorológicas propias de la época se conjugaban para impedir salir a faenar a les lanches. Cuando se manifestaba con mayor crueldad las estrecheces y dureza de aquellos otros tiempos. La sabiduría popular en forma de refrán nuevamente nos lo sentencia, “boga de xineru, sabe como carneru”.  Esto es,  la escasez de pesca en ese mes debido a lo anteriormente expuesto, ensalza a este pez (boga), despreciado durante el resto del año, como un gran manjar.

            Es en estas situaciones, donde sobresale la figura de la muyer, “aquella que calla pero al final faise lo que ella quier”. Base determinante de la actividad pesqueraPunto de apoyo necesario y cabeza visible  para sacar adelante  milagrosamente a  la familia de casi todos los atolladeros que no estuviesen vinculados al uso de la fuerza física. “En aquelles cases que no hay muyer, pasase fame”, conocida y costumbrista sentencia popular, fiel reflejo de todo lo expuesto .



 

Les costeres.

 

 

 

"Barco sin cubierta sepultura abierta." 

Popular.

 

 

           Para analizar esta actividad de las costeras debemos de hacer una consideración, que marcará un  antes y después.  Hay un punto de inflexión  que es la aparición de los barcos de fumo y de los motores de combustión. Para dotar de mayor precisión en lo que respecta a nuestro ámbito geográfico, diremos que los primeros de este tipo lo hicieron a finales del siglo XIX. Será en el año 1896 cuando la embarcación propiedad de José María Mori, "Primero de Luanco" se hizo a la mar. Tal lo testimonia el investigador Toño Cuervo: "Este barco trabajaba para la fábrica conservera Cabo Peñas. La mayoría de los mismos eran comprados por los industriales conserveras para asegurar el pescado de sus fábricas."


Fuente: Mariluz Serrano. Chavalería de Antromero, posando en el muelle de Luanco.
Al fondo, vaporas o barcos de fumo. Finales de los años 40.
De izquierda a derecha: Bernarda Mori, Marina el Tuerto, Ángeles García,
Benigna y Covadonga Anxelín y Maruja Jesús.


            Manolo Chispa, así lo refrenda: " Cuando yo era joven, (principios de la pasada centuria) conocí 40 barcos matriculados . Mucho trabayo y mucha xente trabayando. Aquí en Luanco hubo cuatro fabriques de conserva: La Polar, la Cabo Peñas, Pesquerias y la Norte. Los barcos trabayaben pa elles."

         Debido a ello, la inversión en la motorización de flota de bajura se consideraba un buen negocio. En el año 1920 de las antiguas traineras que fueron la base de estas pesquerías pocas quedaban que no dispusieran su motor de explosión. No obstante, a principios del siglo XX, será el vapor la apuesta firme para las embarcaciones de altura y de las costeras. 

          En 1914, en Asturias hay registrados 63 vapores de los que 22 son parejas y 42 pequeñas vaporas. Así expone la evolución de la construcción de barcos,  Rodríguez Santamaría (1911) : "Lejos de dedicar el vapor a la pesca de altura, se están construyendo lanchillas más pequeñas motorizadas, que reemplazan a las viejas lanchas boniteras. Aplicándose sucesivamente a la pesca de merluza, besugo y a las de costa". Esto es, las lanchonas descubiertas que se dedicaban al bonito, empiezan a tener los días contados.


Foto: L. Roisín. Boniteras descubiertas y con vela
en el puerto de Candás (1907).


            Si hacemos un repaso a épocas pasadas y nos remontamos hasta el siglo XVIII, haremos una mención a lo expuesto en el Catastro del Marqués de la Ensenada (1749). Aquel infructuoso trabajo elaborado durante el reinado de Fernando VI, para hacer una profunda y necesaria refirma fiscal, recoge en el municipio de Carreño:  "18 barcos para pescar sardina, besugo y otros peces". Y genéricamente distingue dos tipos de embarcaciones: los de propiedad individual y los de uso colectivo. Ya en el siglo XIX, se pueden diferenciar tres : trainera, lancha pequeña y la lancha bonitera descubierta. A finales de esa centuria, se iniciará el proceso de modernización con la progresiva sustitución de velas y remos por motores y vapores. 

               En este gremio, como en tantos otros, cualquier novedad resulta sospechosa. Este notable cambio técnico y práctico va a estar lleno de resistencias. Tan solo la evidencia de sus ventajas y el paso del tiempo superarán las mismas. Si se trata de la actividad del cerco con las redes, las vaporas ganan a las arcaicas trainerillas en velocidad . Factor este último, vital para el óptimo rendimiento de estas pesquerías. En el uso del arte de la cacea, como era la pesca del bonito, la mayor debilidad de las lanchonas frente a las vaporas era la dependencia del viento. Además de poder faenar en días que antes no se podía, por las mejoras de las embarcaciones (cubiertas). La tecnología vencerá las reticencias iniciales poco a poco.


Fuente: Luis Servando. Lanchonas descubiertas en el
muelle de Luanco (1910).


         Los costes de mantenimiento y el carbón necesario para propulsar aquellos motores, son compensados con los mejores precios que se consiguen al vender las capturas en el día y en el puerto donde mejor se paga. El tren constituirá un factor vital. Su tránsito hacia tierras castellanas genera la posibilidad de la venta de los pexes frescos y con ello unas expectativas comerciales desconocidas hasta entonces.

            En pleno proceso de adaptación a estos nuevos tiempos, salta la primera crisis importante. Desde el año 1923 se evidencia un agotamiento de los caladeros, poniéndose en cuestión todas las inversiones y su rentabilidad. El constante laboreo en aquellos conduce a un evidente empobrecimiento. La solución pasa por alejarse cada vez más de la tierra, llegando a faenar en lugares impensables pocos años atrás. Y con ello, mayores riesgos. 

            Hasta bien entrado el pasado siglo XX, década de los 20, se desarrolló un tipo de pesca mayor característico en todo el Cantábrico, tal fue la denominada costera.  Dependiendo de fechas se orientaba a determinadas especies. Teniendo un denominador común: el tipo de embarcaciones en las que se efectuaba, las lanchonas de unos 10 a 15 metros de eslora, anchas y planas para poder ser varadas en la arena sin mayor problema. Además de ser propulsadas a remo o con velas (habitualmente con 5 de diferente tamaño), pero con el gran inconveniente de estar desprovistas de cubierta  o a lo sumo con media cubierta corrida en la proa. Esta fue la causa y origen de los innumerables naufragios de la historia en estas aguas. Especialmente el la campaña del besugo, que se desarrollaba en los duros meses invernales. Jalonados de innumerables galernas y temporales y que para afrontarlos se necesitaba  todo tipo de ayuda:

  

"Pídele a la virgen santa

que nos de buena costera

que vamos a navegar

en tiempo de galerna."

 

 

            Es en estos momentos cuando se vuelve en contra  aquella complicidad que la humanidad en su existencia   buscó en el cielo. Tratando de complementar el esfuerzo que representó el mover las embarcaciones en la búsqueda de sus objetivos. Porque la mar con la combinación del viento poco favorable, se  convierte  en el mayor riesgo de heroicos marineros. Aquellos quienes en estas ocasiones  interpretaron erróneamente las señales, signos heredados en el paso del tiempo.

             Los silencios de la mar son más peligrosos que cualquier amenaza. Manolo Robés incide en ello: "Estábamos en alta mar sobre el año 48, largando un palangre y fízose de repente un silencio que nos asustó. Era como si la mar hubiera desaparecido. El patrón avisó que recogiéramos y que aquel  que creyera en Dios, que rezara. A los pocos minutos desatose un temporal que facía fumo. Tamos vivos de milagro". En este trabajo, las reglas son fáciles. Esquemas de vida o muerte.

            La alianza, maldita alianza del viento y la mar, convierte a esta en asesina de vidas en el agua. Poblando la tierra de huérfanos y viudas. Es esa mar terrible la que nos asusta  y nos hace renegar de la riqueza que algún día nos proporcionó. 

            Manolo Robés, nos añade la explicación puntual de la peor pesadilla de cualquier marinero: “En alta mar,  cuando escacha  y rompe la fola (ola) ,  es cuando más peligro hay. Cuando la mar da el golpe  más duro y se necesita toda la suerte para poder salir de ello.” Es mas que evidente que se tienen que dar una inmejorable combinación de buen azar y sapiencia. Y así escapar con éxito de estos envites que la naturaleza oferta, en esa explosiva combinación viento-mar.

            En esta tesitura hubo hasta los años 20 del pasado siglo, unos marineros que se distinguían por su arrojo, valentía.  Por desafiar  aquellas grandes dificultades de este oficio como nadie y que se los reconocía con el genérico de los vizcaínos.

            Armando Palacio Valdés en su novela “José”, objeto de disputa entre Candás y Cudillero por dilucidar donde está ambientada la misma. El autor menciona en su texto a nuestro pueblo(1), favoreciendo los intereses candasínos. Nos describe como los marineros vascos, los vizcaínos, auténticos lobos de mar,  acudían a estas costas cuando escaseaba la pesca  en sus mares. Acercándose a faenar por estos lares, escogiendo el puerto que estimaban  más propicio (casi siempre Gijón). Estos sacrificados hombres hacían toda su vida en aquellas lanchonas de remo y vela con las que se dedicaban a la dura faena en la mar :“...sus tripulantes escogen el puerto que más le place y pasan en él la costera de bonito... mientras permanecen a su abrigo observan la misma vida que los marineros del país..., la única diferencia es que los vizcaínos comen y duermen en sus lanchas, donde se aderezan toscamente una vivienda para la noche, protegiéndose con toldos embreados...”. 

            Será en estas circunstancias cuando se desarrolla una labor dura y penosa, de grandes dificultades añadidas tal fue el frío, el inmenso frío. Aquelles xelades que acompañaban en los amaneceres a nuestros sacrificados marineros entumeciendo los huesos y bloqueando las manos.  Multiplicando sus efectos por el contacto con el salitre y la ausencia de cualquier protección para poder mitigarlo.


"El pan nuestro de cada día" (1915). Ventura Sala.
El comer a bordo formaba parte de la rutina diaria de los
vizcaínos. "...comen y duermen en sus lanchas..."


            

            La presencia de estos aventureros de la mar fue frecuente en nuestras aguas hasta la llegada y consolidación de los vapores pesqueros que modificaron  formas y hábitos marineros.  Así han quedado registrados para la eternidad apellidos que denotan el paso de aquellos valientes y abnegados marineros. Tales pueden ser los casos de los Aramendi en Candás o los Sustaeta en Luanco.


(1)...el mejor camino es el de Sarrió, hasta Antromero, y allí tomar el de Nueva, pasando por delante de la Iglesia”. Extracto de la novela “José”.





La del bocarte.



"Llegan ahora a mi,

los recuerdos. 

Llegan a mi, 

pero son tantos..."

Naciu'l Riguilón.

       


     El bocarte (Engraulis encrasicolus) es un pescado azul que mide entre los 15 y 20 cm. de largo. Históricamente muy apreciado para el consumo humano. Muy apreciado por su sabor y por la textura de su carne. Se le denomina anchoa, cuando se prepara en salazón y se conserva en aceite, preferentemente de oliva.

          Para los profanos en la materia, reseñaremos la diferencia entre el bocarte y la parrocha. Esta última es una sardinilla o sardina joven, se distingue sobremanera por su tamaño. Muy apreciada igualmente en las mesas, pero menos "fina" que el preciado bocarte. Aunque para gustos los colores ya que hay gente que las prefiere a cualquier otro pexe.


Deliciosos bocados del Cantábrico. A la derecha parrochas y
a la izquierda bocartes.
        

                Se trata de un pescado que durante los meses invernales vive a una profundidad que supera los 100 metros. Es durante la primavera cuando se acerca a las costas para iniciar su proceso reproductivo. En los medios conserveros (gran parte de su pesquería va orientada a esos derroteros) se consideran los meses de abril y mayo los de mejor sazón y mejor sabor. 

                Respecto a su comienzo, vinculado como no podía ser de otro modo a festividad religiosa, nos lo precisa Luis Servando: "La costera del bocarte empezaba después de la Pascua y duraba hasta el comienzo de la del bonito". Añadiendo que en la capital gozoniega: "Había como unos cinco barcos bocarteros". Siguiendo siempre un mismo guion: "La costera la empezaban de Este a Oeste.  A la altura de Ribadesella y una vez que el bocarte alcanzaba la altura de Avilés ya daban por perdida la costera. Ya la abandonaban". Iniciando una nueva expectativa: "Y empezaban la del bonito."

                    Nuestro vecino Avelino el Civil, se iniciará en el mundo de la pesca al bocarte: "Empecé con 16 años con el barco Pleamar de Luanco, al bocarte". Para después añadir una importante precisión: "Aquello pensé que era trabayar. Pero viendo lo que conocí después, lo del bocarte era un chollo". 

                Para emprender las futuras tareas había que pertrecharse, acondicionar y arranchar barcos y útiles: "Se varaban las lanchas en el Dique o en la Ribera y se prendían fuego a  los palos de rebolles (árgoma) para secar la madera. En el ambiento marinero se justificaba, diciendo que era para eliminar los bichos y sanear la lancha. Primero por un lado y a la siguiente marea baja por el otro. Después ya se pintaba". Este era protocolo anual, previo al cambio en la captura de especie marina.


Barco varado. Preparativos para el inicio de la costera.



                La referencia para esta especie estaba en la presencia de delfines o toliñas. Cuando estos cetáceos iniciaban saltos en el mismo sitio, acompañados de pájaros que se tiraban una y otra vez al agua. Era la perfecta señal de la presencia de bocarte. Estos peces se agrupan para defenderse de los ataques de sus enemigos. Es el momento ideal para lanzar la red de cerco y pescar al mansio. Respecto a la presencia de aquellos cetáceos y en especial al botu (similar al calderón), quienes hacían un ruido raro en su respiración, una especie de ¡Buuufff!,  nuestros vecinos de Candás no dejaban pasar la oportunidad de demostrar sus afiladas sátiras, diciendo: "¡Coño, ya llegó la banda de música de Luanco!."     

               En aquellos tiempos de fame, de dura postguerra, algunas embarcaciones no dejaban pasar la ocasión de pescar  aquellos cetáceos.  José Adela detalla los beneficios de aquel bocado: "La toliña ye más rica que la ternera. Hay que dejarlo a remojo unos días pa que suelte lo bravo. Después adobalo y a comer". 

               En determinados puertos algunas embarcaciones hacían una alianza temporal pactada para este tipo de captura, llamada "la Unión". En otras ocasiones esta era "obligada". Ocurriendo cuando llegaban a la vez, al banco de bocarte. Si la red no estaba  perfectamente cerrada y otra lancha permanecía ya en sus proximidades, al grito de: ¡parte!, tenía garantizada la mitad de la captura. Este protocolo trajo alguna que otra tirantez entre patrones y marineros de las lanchas en disputa. Si las diferencias entre ambas partes no quedaba resuelta, sería la autoridad marina quien decidiría al respecto.

           La picaresca no quedaba a la zaga. Alguna que otra lancha se dedicaba a vigilar antes que pescar. Y sin llevar aparejos, tan solo visibles unos corchos, trataban de manera ladina conseguir su "parte". Así lo recordaba Gervasio Rodríguez, Pacho: "Había lanches que teníen mucha cara, solo llevaben  a bordo unos aparejos, a la espera de poder hacer la maniobra de reclamar la parte".



Fuente: Toño Rodríguez. Gervasio Rodríguez,
Pacho, su esposa Maruja e hijos : Armando y Toño.
Pacho fue uno de los que pudo comprobar en su periplo
por la mar, aquella "Unión", entre lanches. Aunque fuera
en ocasiones forzada por la picaresca de una de las partes
.
Siendo en esta última ocasión muy crítico por estas
maniobras poco éticas.


             En cambio,  otros preferían la pesca con el reclamo de la luz artificial. Aprovechando la irresistible atracción que representaba esta luminiscencia a estos pexes. Era la 1a llamada pesca a mamparra.

                Finalmente, reseñaremos a través de las palabras de Luis Servando una curiosa observación: " Siempre se pescó muchísimo bocarte en la desembocadura del Nalón. Coincidiendo con la actividad minera. El carbón en polvo de los lavaderos de las minas, llegaba hasta allí. En la misma proporción que se iba menguando la ocupación minera, lo hacían los bocartes". Para añadir: "Hasta casi llegaron a desaparecer por toda esta zona". La singularidad así la manifiesta : "Cuando se hundió el Castillo de Salas frente a la playa de San Lorenzo (11/01/1986), tiró mucho carbón a la mar. Al año siguiente volvieron a aparecer en gran cantidad los bocartes". La evidencia es una desconocida y extraña atracción entre esos peces y el negro mineral. 




La del bonito.


 "La idea que tenemos del progreso, 

nos ha llevado a perder la visión

de la historia."

Josep Noguerol.



            En su magnifica obra“Asturias y la mar”(1976) de nuestro insigne investigador Jesús Evaristo Casariego, describe del siguiente modo la forma de actuar de la flota en les costeres del bonito: “Las boniteras se enmaraban a muchas millas, llegando a perder la costa de vista. Si las sorprendía un fuerte temporal, quedaban a merced del tiempo, pues no tenían marcha ni resistencia para correrlo ni para ponerse a la capa”. Y si a ello añadimos los riesgos definidos anteriormente (barcos sin cubierta) hasta la aparición de los primeros barcos de fumu (vapores) constituye el paisaje ideal para  una exposición  permanente a naufragios y por ende perdida de vidas humanas.     Aún considerando  que esta no fue la costera de mayor riesgo, dadas las fechas en las que se desarrollaba (poco propicias a galernas y temporales desatados).


Obra del artista luanquín Luis Gutiérrez Tudela. "Gente de marII".
Llegada de las lanchonas de bonito al puerto de Luanco en un 
terrible temporal.

            La costera del bonito desde el punto de vista práctico, está sujeta a los hábitos migratorios de estos túnidos. Obligados por los desplazamientos de los peces que les sirven de alimento, tales   fueron aquellos peces pelágicos como la sardina,  bocartes y xardas .  Incluso en épocas de escasez recurren a los menospreciados patexos , cangrejos conocidos por los pescadores de lancha. "Bocarte ´na primavera, bonito por donde quiera."

               El nombre genérico  de bonito del Norte (Thunnus alalunga) corresponde a varias especies de túnidos. Dependiendo del mismo, reciben unos nombres específicos: Listado, bonito, atún, bacoreta,..etc.   Nace a finales de invierno o principios de primavera entre el espacio geográfico de las Islas de Azores , Madeira y Canarias. Lugares en los que se mantendrán hasta sus primeros dos años de vida. Una vez vencido ese plazo, acompañara la marcha migratoria de los adultos en busca de comida. Apareciendo por nuestras aguas a partir del mes de junio.

            Tal y como expusimos,  son peces pelágicos que tienen como denominador común el emigrar durante el verano a la búsqueda de alimento. También  buscando una temperatura de agua cálida, para iniciar el periodo de reproducción. Inician su aventura por el Golfo de Cádiz e irán subiendo hacia al norte, desplazándose hacía el Oeste, por el litoral cantábrico. Poniendo punto y final a su trashumancia en el cambio de estación (otoño), regresando a sus orígenes. Suelen nadar agrupados y delata su presencia los curiosos saltos que alguna vez hacen para capturar su alimento.



Bonitos que se pescan en Asturias.



            El mejor indicio es el caso de buena captura de bocarte  previa al inicio de la pesca del bonito. Los marineros estimaban como buena la costera en ciernes, “bocarte na primavera, bonito por onde quiera”. Si la alimentación es abundante, hay garantía de la presencia de los mismos. 

            Esta actividad se desarrolla entre los meses de junio y septiembre, y tuvo a partir de la segunda mitad del siglo XIX un gran auge. Así algunos de nuestros marineros embarcados en lanches de Candás y Luanco, solo se apuntaban a esta faena evitando otras costeras más peligrosas. Complementando con estos ingresos los menguados recursos familiares para el resto del año. En una alternancia laboral, sin dedicación exclusiva a esta actividad. Tal lo recuerda Benigna Anxelín: "Mi padre, José el Salao, solo iba a la costera del bonito. Nunca fue a otras. Cuando decidió dejarlo, todavía vinieron a buscarlo a casa para convencerlo.". 

          Tal y como se expuso en anteriores capítulos, fueron muy valorados los conocimientos y maneras de nuestra gente en las lanchas vecinas. Menéndez el Roxu, precisa uno de aquellos motivos por los que eran tan apreciados nuestros paisanos: "Estando al bonito José el Salao  con Malleza, se les rompió una vara de cacea y no había repuesto. Cuando creían que iban a pescar con una vara menos, José arranchó aquella que estaba rota. Y a pescar".

            Las referencias para iniciar las actividades y trabayos, tanto en mar como en tierra, están sujetas al santoral. "Per San Xuan (24 de junio) bonito has de pescar." Tradicionalmente nuestros paisanos dedicados a estas faenas, lo hacían pasado el día de San Pedro (29 de Junio). Era consolidad tradición el invocar, rezar e implorar en la desaparecida capilla a nuestro patrón, San Pedro, la protección en la costera que se avecinaba. Costumbre extendida a otras zonas, tal lo expone Luis Servando: "En Cudillero se iniciaba costera del bonito siempre después de San Pedro. Tras honrar adecuadamente a su santo". Precisando la finalización de la misma: " Si la mar lo dejaba, aguantaban hasta Todos los Santos, en noviembre. A partir de octubre salían al día, pues los bonitos estaban muy cerca. Y en pleno verano solían hacer una media de cinco días en la mar". 


Fuente : Laudina Artime. Foto coloreada por Ramón 
Fernández. Comisión de festejos de 1936, año de inicio
de la contienda civil. De arriba a abajo e izquierda a derecha:
Braulio , Manolo Salero, Antón de Balsera, Pepe Salero, 
José Canales y Marcelino la Salada. Al fondo la desaparecida 
ermita de San Pedro. Visita obligada de los marineros antes
del inicio de la costera. 


            Aunque había una señal  para el arranque de la costera determinante e infalible, que se transmitía en los muelles. Esta era la información prestada por los costeros. Pequeños barcos mercantes de 200 a 300 Tn., que iban a vela o a motor. Lo precisa en forma envidiable, Luis Servando: "El  paso de los llamados costeros, era normalmente el principio de la campaña del bonito. Aparte de su labor de transportar mercancías, siempre llevaban echada alguna cacea, para pescar bonito. Una vez en puerto eran los que daban el aviso donde se podían pescar". Aunque también manifiesta que en alguna que otra ocasión y dependiendo de la empatía entre  las partes, se notificaba de manera errónea y malintencionada la información. 



Fuente: Luis Servando Peláez.
Pesando bonito en el muelle de Luanco.


            Como atractiva curiosidad añadiremos unos nuevos informantes. Tal lo recuerda nuevamente Luis Servando: "En los años cincuenta había cuatro balleneros españoles faenando por el Cantábrico. Ellos te avisaban por donde había bonitos y nosotros les intercambiábamos la información indicando donde habíamos avistado algún cetáceo. casi siempre cachalotes". En una envidiable muestra de su portentosa memoria, especifica: "Sus nombres eran Caneliñas, Lobeiro, Carrumeiro y Temerario. Todos ellos con base en Vigo. Faenaban por el verano en el Cantábrico y por el invierno en el Mediterráneo."

            Menéndez el Roxín, nos detalla que empezó a trabajar en la mina de Llumeres con 15 años: “A seis pesetas el día trabajado”.  Transcurridos 15 meses reorientó su actividad laboral a la mar. Iniciándose en el año 1939 , en la costera del bonito en un barco que se llamaba “Alicia” y años más tarde con el "Salvadora": “Los dos tenían cubierta”. Y con la beneficiosa novedad (dadas las entonces circunstancias) “de comer en el barco”. Para puntualizar a continuación: “Solo llevaba el pan que entonces estaba racionado".  Cuando se desataba un  temporal el alimento ingerido se reducía: " No se comía nada caliente. Lo único que se llevaba a la boca un trozo de pan, tocino y vino".  Y una vez acabada las faenas del bonito, continuaba con la costera de la palometa. 

            Aunque sus primeros contactos con estes llabores salines, se remontan algunos años atrás: "Empecé como rapaz . Daba aviso , casa por casa, en la madrugada. Era para que los marineros no se durmieran". Precisando: "Era tan pequeño, que muchas veces venía mi madre conmigo". Otras de sus actividades en puerto era la de dotar de logística a la embarcación: "Llenaba les garrafes d agua, que después se amarraben al palo de proa. Y para ayudar en los trabajos de la bodega, desliar y preparar aparejos, aprender a encarnar los anzuelos...". Reafirmando una inequívoca sentencia: "La biblia del aprendiz de barco, era la escoba y el balde. Sin parar con ellos todo el día".


Certificado del paso por la mina de Llumeres 
de Menéndez, el Roxín.

            Tal y como evoca su hija, María del Rosario Muñiz Menéndez, con envidiable precisión genética: "Mi padre fue al servicio militar en el año 41. Haciendo la instrucción en Palma de Mallorca y siendo destinado en el Ministerio de Marina, en Madrid". Siendo estos meses su única desvinculación con la mar en su extensa vida laboral. Allí se reencontraría con vecino , tal lo reseña nuestra informante: "Coincidiendo con Palmeiro de Luanco". En aquellos duros años de posguerra se teje una relación de solidaridad y auxilio: "La gente de Luanco que servía en casas , les ayudaban dándoles bocadillos". Pasados aquellos largos meses cumpliendo con sus obligaciones militares, la vuelta al exigente trabajo.

            Al bonito, según las declaraciones paternas (Menéndez): “Íbamos hasta Francia y hasta el Canal de la Mancha y sería Manolo Cachán,  el primero que orientaría la pesca de los bonitos en dirección al oeste, hacía Galicia”. Ruta inédita hasta entonces, observando a continuación que “con buenos resultados”. 

                En cambio, el sufrimiento de la familia en tierra se trataba de aliviar con noticias. Aquellas que proporcionaba las emisoras de radio. María del Rosario, precisa: "Las costeras del bonito se vivían con miedo. Mi madre, Esther, invirtió parte de los ahorros para comprar un receptor de radio. Recuerdo como ponía todos los días Onda Pesquera, escuchándose en todo el barrio. Y siempre lo hizo hasta que mi padre fue para la marina mercante, en el año 68. La radio era tan grande como un televisor". 

           La presencia de aquellos receptores en los hogares que podían permitírselo, representaba un alivio a la ansiedad e incertidumbre. Aunque los disgustos sobrevenían alimentados por el caprichoso azar, tal lo recuerda María del Rosario: " A principios de los años 60 estábamos celebrando la fiesta del Carmen. Se levantó una gran galerna. Mi madre y yo volvimos a casa fruto de la desesperación de no saber nada de mi padre que estaba al bonito". Solo aquellas personas que han sufrido estas situaciones pueden hablar de la desesperanza y angustia que genera el desconocimiento.

              Aquellas radios eran a válvulas. Llamativas por su formato vistoso y tenían tres tipos de ondas (Media, normal y corta). Su frecuencia se expresaba en Kilociclos y Megaciclos. Y su mayor curiosidad consistía en que algunos modelos iban equipados con la conocida OP (Onda Pesquera). En ella se podía escuchar las comunicaciones en AM entre los barcos que estaban faenando y las estaciones de Radio Costeras. Toda aquella innovación representaba un importante plus añadido en el precio final de aquellos receptores.


Frontal de un radio con onda pesquera.


        Para poder orientarse en el proceloso mar Cantábrico, se usaba la intuición, acompañada de reloj y brújula. Para ello hacían una división de los 360 grados de la rosa de los vientos en 32 partes. Esta técnica es la denominada "cuarta". Una medición no del todo precisa, que incurría en groseros errores. Aunque todos los patrones tenían en su cabeza dos líneas divisorias, llamado "el cruce",  para referenciar posiciones: la de "tierra" y la de "afuera". La línea de "tierra" es la que iría desde Finisterre a la punta más saliente de Francia (Plougonvelin), siendo la zona por donde transitan los mercantes. En cambio, la línea de "afuera" es la trazada desde Finisterre hasta Inglaterra (Cornualles). De este modo tan genérico se señalaba donde estaba la pesca.

            Entre los antiguos marineros del siglo XIX, hubo una referencia para ir al bonito. Era la que denominaban estar a "la altura del Cabo Raso". Nos lo aclara Luis Servando: "Mi abuelo y bisabuelo iban al bonito a lo que ellos llamaban la altura del Cabo Raso. Y era cuando la linterna del faro del Cabo de Peñas quedaba a ras de la línea de agua. Esto sería a unas  15  o 20 millas de tierra". Usando como único ingenio para la navegación un vetusto reloj Roskopf : "Llevaban el reloj sujeto por una cuerda al cuello y metido en la faja, para no perderlo".


Reloj Roskopf.



Luis Servando con dos bonitos.
"...a la altura del Cabo Raso".


            Según se consumía el verano. las vaporas se dirigían hacía el Este, tal lo refrenda Luis Servando: "A mitad de verano se solían meter en el Golfo de Vizcaya. Aunque los patrones de Luanco no eran muy amigos de ello". Razonando el motivo: "En esta zona francesa, la plataforma continental empieza a 200 millas y los vientos habituales el Oeste generan grandes rompientes en la mar".

            Menéndez  nos hace una curiosa observación, en la que la disputas localistas  Luanco-Candás transcendían los ámbitos terrenales y se llevaban a las aguas cantábricas: “Los barcos de un lugar y el otro se distinguían por el número de caceas con las que faenaban”. Lo que provocaba entre ambas partes litigantes un sinfín de discusiones y chascarrillos. Pero en general, solían pescar con 8 o 9 caceas repartidas de babor a estribor y a diferentes longitudes. Hábilmente repartidas por el barco, aparejado para tal efecto. 

            Recurrimos a la descripción de Luis Servando para aclarar este modus operandi: "En Luanco lo habitual eran cuatro líneas de cacea por cada vara. Los del Este echaban solo dos. La distribución de las mismas era una por babor, otra por estribor, dos más a proa y tres o cuatro a popa". Detallando una importante y eficaz novedad: "Después se añadiría la llamada Gilda o Primera. Llevaba un peso de  un kg. e iba echada casi a pique. Esta fue copiada de los marineros gallegos". Tal y como sospechábamos aclara el sobrenombre de la última cacea descrita: "Se llamaba así, Gilda, porque era la época en la que hizo furor aquella película. Pescaba como Gilda".

            La película "Gilda" se estrena en España en 1946. Protagonizada por un icono sexual del momento, Rita Hayworth, generó una revolución social entre el populacho. Desde algunos púlpitos de las iglesias, algunos representantes de Dios en la tierra, no dudaron en amenazar con la excomunión a aquellos impíos que cedieran a la tentación de verla. ¡¡Que tiempos!!.


Esquema de un barco , aparejado 
para la cacea del bonito. Abajo , vista lateral
las caceas.
                         



            Para ilustrar las disputas localistas de nuestros vecinos de Luanco y Candás, que se extienden a las aguas.  Recogemos el testimonio del popular Manolo Chispa (2): "El mayor y mejor puerto de Asturies siempre fue el de Luanco. De que ho, si veníen de todos los llaos a aprender a pescar de nosotros". Por si hubiera alguna duda: "Los de Candás y Llastres veníen a esperar por nosotros pa salir detrás al bonito. Poníense toda la noche a esperar a que saliéramos detrás de la Punta de la vaca."
            
               El contraste a las anteriores declaraciones lo ofrecen los candasinos , interesados en publicitar a los cuatro vientos los siguientes ripios:


"Pa bocarte los pravianos
pa les xardes los luanquinos,
y pa pescar bonitos
Dios me de a los candasinos".

                El inevitable paso del tiempo ha surtido de unas sustanciales mejoras de medios y técnicas a esta faena.  Las varas de entonces en las que se arranchaban  las caceas eran de ocalito (eucalipto). Hoy son de acero o fibra.  Las antiguas líneas de cáñamo son reemplazadas por componentes sintéticos y los señuelos de fueya de maíz fueron  sustituidos por reclamos de plástico y látex.  Aquellos que reproducen fielmente pequeños peces o cefalópodos para encandilar y atraer a los insaciables bonitos o atunes de aleta larga.

          Lo que resulta  inapelable es que nuestros pescadores desde siglos atrás, siempre utilizaron este procedimiento con la ayuda de señuelo artificial (normalmente una fueya de maíz arranchada al anzuelo) y la necesidad de estar la lancha en movimiento. Todo ello generaba un coctel perfecto. Provocando una mayor atracción al cebo  en esta costera. La fame insaciable de estos pexes hacen el resto, el éxito de la operación.

     Para el mejor aprovechamiento y eficacia de la hoja de maíz como señuelo era necesaria una previa preparación y acondicionamiento. Así lo instruye Luis Servando: "Lo primero que hay que hacer con la hoja de maíz es meterla en lejía y agua, para que blanquee bien. Después se secan y planchan, para finalmente peinarlas". Este proceso de peinado se realiza con un corcho al que previamente se le clavan unas alfileres. 



Fuente : Luis Servando. Arte de pesca con señuelo de fueya de maíz
y reclamo de color rojo. Se aprecia el resultado del paso del peine.





Fuente: Luis Servando. Señuelo artificial
para la pesca del bonito.

            Nuestro declarante , recuerda que en lo que atañe al uso del cebo vivo: "Los franceses fueron los primeros, les siguieron los vascos y al final, todo el mundo". La evidencia del éxito no requiere mayores explicaciones, tan solo sumarse a él.

           Inevitablemente  los tiempos cambian, evolucionan. Aunque  la esencia permanece en este sistema de pesca y cuyo resumen está en los siglos que nos preceden, de trabajo, mucho trabayo, sudor y lágrimas. Solo había una garantía y no era otra que la certeza de tener   dificultades de todo tipo, combinadas con  el peligro inherente de la vida marina. Ambas se repartían las cuotas a partes iguales. La sentencia de nuestros antepasados si pudieran ver la evolución  y mejoras técnicas en la costera del bonito respecto a su época, quedaría resumida en una frase popular y tajante ante la manifiesta evidencia, ”hay que jodese, ver pa creer”.

            Una vez a bordo todo perfectamente jerarquizado. Tal nos lo detalla Menéndez el Roxín:”Había entre 8 o 12 tripulantes, dependiendo del barco” . Entre ellos nos distingue :“Un patrón de costa que hacía las labores de capitán; otro de pesca que solía ser un marinero con dotes y experiencia; un maquinista; un fogonero; un cocinero si se estaba varios días o semanas faenando y cuatro o más marineros”.

                   Si destacábamos en la pesca artesanal la sempiterna figura a bordo del gaxarte, en estas embarcaciones es sustituido por un gancho más consistente y sólido, el bicheru. Este será el complemento imprescindible con el que subir a bordo los bonitos y para facilitar maniobras de aproximación, casi siempre en puerto. Así no perdieron esta oportunidad los marineros de Candás  para afilar su ironía, utilizando como argumento verbal las características del instrumento. Y así criticar el comportamiento poco de fiar de algunas personas: “Este tien un bicheru pa atracar y otru bicheru pa desatracar”.


Bicheru.

            Regresando a la faena a bordo, recurrimos al testimonio de Avelino el Civil, quien nos puntualiza: "Estuve 22 años trabayando en la mar, en la pesca y después navegando en la mercante. Pero eso ya no tenía nada que ver con el pescar”. Precisando que “empecé con 16 años, en el año 40, con la lancha Pleamar de Luanco,  p'al bocarte. Y  a continuación  me estrené en la pesca del bonito, en el barco Arenondo de Tazones". Detallando las duras condiciones del trabajo: "A bordo descalzos, sin ropes de agues y pasando mucho frío”.

                Si bien es cierto que en poco se difieren las declaraciones de quienes participaron en las  lides de aquellas épocas,  Avelino reseña la dureza de la faena en determinados mares, tal nos cita: “Lo más duro fue en Irlanda que estuvimos 8 días sin pescar nada, a la capa y al devalo. Había un  un frío que calaba los huesos y sufriendo muchos golpes de mar”.  Reforzando su argumento en el añadido de otras zonas: “En la costa portuguesa, entre Finisterre y Las Berlingas, se sufrió lo suyo”.

            La vida a bordo era dura, fiel reflejo de la faena. Se descansaba poco y mal. Nuevamente Avelino, nos detalla que se recurría para dormir :“ Echábamonos  en un jergón de fueya de maíz que en los dos primeros días no se estaba mal del todo. Pero después era dormir como en una tabla”.  El payarón,  era el colchón que se hacía con la hoja de maíz, aquel al que se refiere nuestro dicente. Componente fijo del ralo equipaje de los marineros en las distintas campañas.

            Añadiendo la distribución del personal para el descanso: “Los marineros a proa, maquinistas y fogoneros a popa. Y el patrón de pesca a veces en el puente”. En esta precisa observación se manifiesta  que nada se dejaba a la improvisación y sobre todo el respeto del escalafón prevalecía. Un orden jerárquico que se menospreciaba en determinadas circunstancias, tal  era cuando la cogíen en los chigres.  Soltando este mariachi, en el que se manifiestan de modo crítico, las aptitudes de unos y otros:

 

"Capitán cualquiera es,

pilotos son los carneros,

los que pasan los trabajos

son los pobres marineros".

  

             “Era muy mala vida”, reflexiona Menéndez el Roxín. Exponiendo a continuación para subrayar esta sentencia: “Cuantas veces echarte mojado, cuantos  golpes de mar,... y se apagaban las luces de posición de afuera y había que encenderlas, una y otra vez”. No sin recordar que  la aparición de las "dínamos"(3) representó  una importante mejora cualitativa en aquellas duras condiciones físicas. Es Avelino quién pormenoriza: “Con golpes de mar, casi siempre se dormía con la ropa mojada”. Añadiendo: “ y  casi siempre descalzos en cubierta”. La aparición de zuecos o galoches (término francés que define este tipo de calzado) con polainas hechas con las gomas de las ruedas de camión, alivió en algún modo esta situación.  Al menos en las faenas al exterior.


Galochas francesas, similares a nuestres madreñes.


            Las mejoras reseñadas con anterioridad que aportaron los vapores eran contrarrestados con los graves accidentes. Aquellos que ocurrían a bordo debido a las presiones irregulares de los motores, inexperiencia y al poco desarrollo técnico de aquellos. Carentes en muchas ocasiones de las más mínimas  garantías  de seguridad. Percances de todo tipo eran comunes, Menéndez el Roxín, nos lo  referencia del modo que sigue: “El 18 de septiembre de 1947, a las seis de la tarde estando de fogonero en el Dorita , reventó la caldera y me quemé”. Nos lo expone de modo más gráfico en expresión típicamente marinera: “Quedé pelao como un pixín. Tenía mas piel quemada que sin quemar.  Quedáronme escorias por todo el cuerpo”. Cuyas secuelas aun lo pueden testimoniar partes de su cuerpo, en las que se hacen visibles aquellos estragos, después de tantos años.


El Dorita, con las caceas preparadas: "El 18 de septiembre de 1947, a las seis de la tarde..."

            Sería, en una de esas extrañas coincidencias que depara la vida, el Alicia (vapor con el que se inició en les costeres) el que lo acercó a Luanco, tras nueve horas de navegación. El médico Moreno le hace las primeras curas. Tomando la decisión, dadas la gravedad de sus  quemaduras,  de trasladarle al Sanatorio Marítimo de Gijón. Tras siete días de terrible tortura, le suministran una primera inyección de morfina y tras 48 horas  repetirá  con la última: “Bendita inyección, después de tantos dolores y sufrimiento”. La dureza estoica de esta gente, de estos marineros de antes, se evidencia  en esta declaración: “Y después de dos meses a trabajar otra vez.” Tal vez el resumen de esta vida nos la adelanta Menéndez:   “En la mar yo pasé lo mío”.

             No siempre estos accidentes tenían un resultado feliz, Avelino el Civil nos declara: “Estando de fogonero en el barco la Romana ( años después naufragaría en la bocana de la ría de Avilés) en un cambio de guardia en el año 43, el  chaval que me lo daba, que era de Cariño, murió al quedar sin agua  y reventar la caldera. Quedó quemaó en las planchas. Era su primera costera del bonito. Si espero unos minutos a echar un mariachi, allí  quedamos los dos”. El factor suerte tan tenido en cuenta en este gremio, se demuestra definitivo en algunas ocasiones.

           La ambición de superación y sacrificio se refleja en las palabras de Menéndez el Roxín: " Para sacar el título de maquinista había que estudiar. Cuando  estaba en tierra, iba a Valentín, el Aguador, para que me preparara con problemas y así sacar el título." Tomando una firme decisión: "Junté dos costeras de bonito (66/67 y 67/68) para dejar de trabajar y poder estudiar. El primer año me examiné en Galicia y el segundo en Pasajes". Confirmando el éxito de su arriesgada decisión : "Así saqué el título de mecánico naval mayor. Pudiendo ir de segundo maquinista en barcos de mayor calado". Tal y como así ocurrió.


Menéndez el Roxín. Título de mecánico mayor naval.

            El espíritu tan sacrificado de esta xente es obvio, en comportamientos, actitudes y respuestas prácticas a los problemas que la vida manifiesta. Dejando en evidencia a sus descendientes y soluciones. 

            El primer consejo al neófito, al novato, una vez a bordo, era que antes de iniciar cualquier labor  había que mexiar (orinar) las manos. Con el saludable propósito de curtirlas y endurecerlas. Aunque tal remedio no resultaba siempre efectivo.

         Había que buscar soluciones a problemas cotidianos, tal nos apunta Benigna Anxelín: “Mi padre, José el Salao, para cerrar las grietas y heridas que tenía de trabajar en la mar, derretía la suela de las alpargatas codina. Aquellas  que tenían una suela rojiza, echándola sobre aquellas heridas". Advirtiendo: "En caso que no tuviera aquellas suelas, quemaba las gomas de las ruedas de bicicleta”. Transcurrido el suficiente tiempo desde entonces, no deja de causarnos sorpresa el método para cauterizar y cerrar aquellas terribles llagas  en las   manos. Cientos de veces rajadas por las artes y anzuelos.  Una cura que podríamos llamar de caballo. Escenificando la antítesis a la actual sociedad del bienestar. Evidenciando a  las actuales generaciones y  autoridades sanitarias que nos acompañan. cual ángeles de la guardia.



Fuente: Laudina Artime.
Josefa Anxelín y José el Salao (principios de los años 20 del siglo pasado). 
Con sus hijas Marina y Paulina.

            Pero en un ambiente tan sacrificado  como fue este, el comer a bordo era un motivo de alivio  y  gratificante momento. La combinación de la patata ( de fácil conservación) y los pexes, consiguió la panacea alimenticia en alta mar. Así en la segunda mitad del siglo XIX, surge un guiso que era  apetecido incluso por los propios marineros. Tal fue el milagro obrado en las ralas digestiones de aquellas sufridas personas. Cuyo máximo exponente fue la calderada (marmitako para los vascos), les patates con bonito. 


Fuente: Rosa Marí Mori. Marcelino Mori Suarez.
Comiendo a bordo.


        Tal aprovechamos las declaraciones  de Avelino para exponer aquellos usos: “En las costeras del bonito se comía habitualmente marmitaco (bonito con patatas) y a rancho. Con toda la comida en un barreñón, sin platos. La gente iba cogiendo directamente del barreñón para comer”. Pero también nos advierte que esa práctica se suspendería por  comportamientos poco cívicos: “Se tuvo que dejar de comer así, por las males artes de algunos que iban a buscar la mejor tajada”. La naturaleza humana se evidencia, una vez más, en cualquier rutina cotidiana.


Fuente: Luis Servando Peláez.  Foto: C. Suarez.
Marineros vascos comiendo a rancho, a bordo. Años 30.


             Nuestro dicente recuerda una  anécdota que conjuga buenas formas y fame de posguerra:“ En la Romana, estábamos comiendo a rancho en un barreñón, atracados en la Ría de Avilés, y pasaba una madre con su hija. La joven le dijo con cara de asco, que guarros son los marineros comiendo. Su madre mirando a aquellos cachos de bonito,  le contestó: si hija, pero ¡se hartan!”.


Fuente: Luis Servando. Vapora la Romana(1924). 
"....pero ¡se hartan!".

            Lo que era evidente es que las embarcaciones faenaban en lo que podían. Así lo declara Luis Servando: " En Luanco hubo lanchas que se iban al bonito y cuando acababan a la pareja (técnica de arrastre). Y eran "Mofosa-Samarincha", mas conocidas por las Alvarés;  "Maridoce-Salvadores" , también llamadas las Salvadores ;  "Cuba- Filipinas" ; las populares "Pico-Pica"  y  los "Calinos". 


            Cuando  estos barcos de la  pareja, se reconvertían a la costera del bonito, faenaban independientemente. Tal lo expone Luis Servando: "Garrucho mandaba a la pareja en los "Picos". Cuando andaban al bonito, él lo hacia en el barco "Pico" y su cuñado José mandaba el la "Pica". En cambio, su hermano Cachán era el patrón en la pareja llamada los "Calinos". Al bonito él llevaba uno y su cuchado José Suarez , Pepuco, el otro". Aclara nuestro dicente quien era el armador: "Los barcos eran de un señor de la Arena, conocido por Rafael, el Faneguero". 
               

                Esta última precisión es importante por haber generado tensión entre los pescadores de Luanco y La Arena. Los hermanos ( Garrudo y Cachán) tenían plena potestad para contratar a la marinería. Por razones obvias, solían formalizar la misma con tripulantes de Luanco, generando grandes molestias a la otra parte. Pues el faenar en alguna de las anteriores era tener la garantía plena de pesca. Las buenas artes del patrón y conocimiento pesaban como  un factor determinante. 

            Para analizar con cierta objetividad esta costera, nada mejor que refrendar con datos económicos. Aquellos que afectan al reparto de beneficio entre los pescadores. Tal lo puntualiza nuestro anterior declarante: "En el año 1953, un bonitero de Avilés partió la costera en 3000 pesetas por marinero. Y la ventaja añadida de comer fuera de casa". Para precisar: "Después había que pagar lo de la libreta de fiado de la tienda. A final de campaña había que pagar todas las deudas". Si queremos valorar en todo su contexto lo que representaban aquellas pesetas, solo decir que el sueldo medio en España en aquel año era de 576 pesetas/mes.

            El tiempo, las manijas del reloj tan necesarias en estas actividades, definen y ajustan el principio y fin de todo, “por el verano al bonito y por el invierno a lo que  dejaba la mar”.




(2). Las declaraciones de Manolo Chispa, fueron recogidas por la escritora Montse Garnacho, en la década de los años 80 del siglo pasado.

(3). El dínamo es un generador de corriente continua. Transforma la energía mecánica en eléctrica.





La de la palometa o japuta.



 " no hace tanto tiempo

que pasó todo. 

Pero ha sido para nada,

tanto tiempo..."

Aurelio González Ovies.

 

                                                     

            La palometa (Brama brama) es un pez semigraso o azul. Se le conoce también popularmente por japuta o zapatero. Tiene un cuerpo ovalado, comprimido y alto. Es pelágico , vive en profundidades de hasta 400 metros de profundidad, entre bancos de arena y lodo. Cuando se reproduce se acerca a la costa. Gran depredador carnívoro que se alimenta de pequeños peces y otros animales. Tiene parentesco con las temidas y peligrosas pirañas, aunque no represente riesgo alguno para el ser humano.

         En poco tiempo pasó de ser un pez muy conocido en estas aguas a un absoluto desconocido, dada su fulminante desaparición.

Palometa o japuta. (Brama brama).

          “Y acabada la costera del bonito, empezábamos a la palometa”, así Menéndez el Roxín nos indica el inicio de esta curiosa costera. A fecha de hoy eliminada del calendario pesquero por la práctica desaparición de esta especie.

            Se usaba inicialmente la  técnica de palangre, encarnando los anzuelos del mismo con bocarte salado y soltándolo  en las denominadas playas. Aquellos caladeros de fondo arenoso,  que tienen una profundidad entre 30 y 140 brazas, tales fueron las denominadas, Bayola, Vallina, Ciberies,...  Aunque en los últimos años de esta campaña ya se usaban las artes de arrastre, para lamento y consternación de muchos marineros. Quienes exteriorizaban su malestar, aventurando por su uso el fin de esta especie, tal como la conocieron ellos. El tiempo ha sido testigo y juez de aquellas sentencias.

            Algunos expertos en estas lides han considerado a esta costera, como la más interesante desde el punto de vista crematístico. Nuestro impagado dicente, Luis Servando así lo expone: "La pesca de la palometa fue una importante inyección económica para los pueblos marineros. Desde el primer momento ya recibías una parte de la pesca. No como en la del bonito, que había que esperar hasta el final para poder cobrar". Estas aseveraciones, las detalla con envidiable precisión: "En el reparto diario, si el barco pescaba más de 100 palometas, cada marinero tenía derecho a llevar una grande para casa. Además del pago del llamado plus, que era 5 pesetas de bonificación". Una vez largado el palangre se podía pescar por cuenta propia: "Los tripulantes podían pescar  y todo lo que sacaban era para ellos. Esto es lo que se llamaba, lo de la línea".

            Otro de los sustanciales beneficios pasaba a la hora de desferrar a estos pexes del palangre: "Si había algún pez raro, entendiendo por ello a cualquiera que no fuera palometa, se repartía por turno rotativo entre la tripulación". También la proximidad de los caladeros era una bonificación añadida: "A la palometa, se iba y venía en el mismo día". 


 Fuente: Luis Servando.
Embarcación con palometa.
Puerto de Luanco (años40).

             El arte de pesca inicialmente usado fue el palangre de superficie, arriándolo a unos 200 metros de profundidad. Ello impedía la perdida de estos, al no pescar a fondo, evitándose el ronchel o enganche. El verdadero inconveniente era cuando una o varias lanchas cruzaban sus artes de pesca. 

            Cada barco marcaba con colores las bollas de sus trampas. No faltando las males prácticas de levantar intencionadamente los ajenos, ante la ausencia de sus propietarios. Es lo que se llama en términos marinos, "chicotialo". Tal lo expone Luis Servando: "Se hacía cogiendo el chicote, levantándolo para desferrar la palometa y nuevamente arriarlo."

            Fue tal el éxito de esta costera en los años 40,  que al reclamo de la misma había un sinfín de embarcaciones atracadas en nuestros puertos. Vascos, gallegos y cántabros se unían, constituyendo una pequeño Babel.   

            Lo que resulta  inapelable es que aquella costera y sus  capturas  representaban a los sufridos marineros un alivio respecto a otras campañas. Tal nos lo expone Avelino el Civil: “Ir a la palometa era un chollo, una gueta”.


 



 

 

 


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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.