Capítulo 6
Les escueles de entonces.
Parte primera.
“La letra con sangre entra”.
Popular.
Hay una suposición errónea de que siempre hubo escuelas o similares. Esto no fue así hasta el siglo XVIII , sólo en puntuales lugares del territorio español siendo en la mayoría de los casos a través de las denominadas “escuelas de primeras letras”. Así lo recuerda el catedrático de historia Ángel Mato, “desde el siglo XVIII funcionaban en gran parte de los pueblos de Asturias las escuelas de primeras letras”. Tendrán que pasar bastantes años para su cuajo y normalización en nuestro ámbito geográfico. Serán una vez más los factores económicos los que determinan la existencia o no de las mismas. Pensad por un momento cuantos de nuestros abuelos o bisabuelos podían leer, por no decir escribir con cierta solvencia.
Las
prioridades y preocupaciones familiares
pasaban por otros avatares ajenos a la educación, tal y como hemos podido
comprobar en anteriores capítulos.
Afortunadamente para todos nosotros los tiempos han ido evolucionando y en esa misma trayectoria se han ido sumando distintos apoyos y compañeros de viaje. Así se han conformado una serie de pequeños guiños con los que el destino ha sorprendido a los mas desfavorecidos, llegando hasta la escolarización obligatoria actual.
Pequeña reseña histórica.
“La instrucción y educación es
la base de toda prosperidad social”
Jovellanos.
Antiguas culturas y civilizaciones han tenido como referente la formación educativa de su población y en muchas ocasiones a elevados costes, no solo crematísticos. En las escuelas de aprendizaje del Egipto de los faraones se decía que "el oído del que aprende está en la espalda, ¡solo escucha cuando le pegas!". En las academias de los escribas las brutales palizas era lo mas habitual cuando se reflejaba la impericia del discípulo. Incluso estaban contemplada la pena de prisión para el alumno, en el caso que el proceso de aprendizaje no fuera el más adecuado. Los antiguos romanos enseñaban griego y latín como base de todo desarrollo y nuestros ancestros visigodos dejaban la acción educativa en manos de la iglesia.
Así en los siglos VI y VII los castigos físicos eran habituales, de una crudeza enfermiza y
pese a que en algunos de estos podía provocar la muerte del alumno, los
enseñantes quedaban exonerados de cualquier responsabilidad. Tal informa el propio San Isidoro en la ley 8ª, título 5, libro 6 del Fuero
Juzgo por la “que aquel maestro que castigase locamente al discípulo, hasta
el punto de morir este de sus heridas y si no lo hubiera hecho por
malquerencia, ni por odio, no debía ser penado ni infamado por el homicidio”. ¡¡Así
se las gastaban entonces!!.
La
conquista de la península ibérica por los árabes representará una mejora cualitativa ya que
van establecer la educación entre las personas libres como función pública y
obligatoria. Y en la posterior reconquista iniciada en tierras astures primará
el espíritu guerrero y el control de la escasa enseñanza impartida a las clases
pudientes, pasará nuevamente a manos de la iglesia. Recordad que los dirigentes de la reconquista procedían de linajes visigodos y mantenían las pautas educativas de sus ancestros.
Será
tal y como se expuso anteriormente en el siglo XVIII, cuando desde las más
altas instituciones estatales se hace un notable esfuerzo para llevar la
educación a toda la población. Las mujeres, con muchas limitaciones serán las beneficiadas de esta reforma educativa. Discriminadas desde
siempre en todos los ámbitos sociales.
Aparece
la figura de las Sociedades Económicas de Amigos del País con el loable
objetivo de mejorar la escasa educación e instrucción pública. Sus aportaciones logísticas y económicas serán determinantes en muchos lugares de nuestra geografía.
Con estos nuevos aires renovadores será el
monarca Carlos III, apoyado por el todopoderoso Godoy, quien desarrolla una
importante legislación en favor de la alfabetización. Haciendo un especial
hincapié en la integración de la mujer en los proyectos educativos. Postergadas desde siempre a un segundo plano y
alimentada esta situación aun mas si cabe por la indolente postura de ilustrados e intelectuales
quienes aunque exhibían su mensaje de igualdad y libertad, excluían a las féminas de
la formación académica.
Así
lo expresaba Rousseau, afirmando que las mujeres están hechas para cuidar y solo aptas para atormentar al
hombre. El insigne I. Kant opinaba en términos similares al señalar que los objetivos de las féminas eran , “educar a los hombres cuando niños y
cuidarlos cuando sean mayores”.
Para refrendar todo lo anteriormente expuesto, y en lo concerniente a nuestro ámbito geográfico recurrimos a el Acta de la comisión local de Instrucción Pública de 17 de Agosto de 1850 de Gozón. En esta se considera hacer una serie de reformas, entre las que se resalta, " que las escuelas de Luanco sea solo de niños y se prohíba la concurrencia de niñas". Sobran los comentarios.
La inestabilidad social, política y económica de
nuestro país en este y venideros siglos,
se convertirá en un pesado lastre que no aportará continuidad a los proyectos y reformas necesarias para
dotar de formación al grueso de la población. Proyectado este problema en unos elevados porcentajes de analfabetismo,
para sonrojo y escarnio en el análisis
comparativo con otros países vecinos.
Esta
pandemia de ignorancia alerta a los intelectuales, algunos de los cuales expresan su malestar por el futuro
desolador que espera a nuestro país. Tal lo recoge Jovellanos en su “Memoria
de educación pública”: “Que sin este auxilio (educación) los pueblos
quedaran perpetuamente abandonados a la estupidez y la miseria”. Para
posteriormente reflexionar y preguntarse sobre las consecuencias de
aquella previsible situación: “...¿a
que podrá aspirar un pueblo sin educación, sino a la servil y precaria
condición de jornalero?.
Con respecto a los contenidos de la enseñanza en estas épocas estaban orientadas y dirigidas, como no podía ser de otro modo, a la religión. En un país de larga tradición cristiana, la iglesia ha desarrollado una gran influencia en la propagación de su fe a través de la educación.
Para refrendar lo anterior, solo citar que en la “Estadística General de la Primera Enseñanza” del año 1880 de los alumnos de entonces el 100% estudiaba religión, por tan solo un 65% quienes lo hacían en lectura.
Si queremos comprender este estadio de gran influencia religiosa, advertimos que incluso un avanzado a su tiempo como Jovellanos se vio influenciado por esta coyuntura. Así expone prioritario la educación en la base de la doctrina cristiana, necesaria para su eficacia: “...pero entre todos los objetivos de la instrucción será primero el estudio de la moral cristiana. ... Sin el cual ningún otro podrá llenar el más alto fin de la educación”. Para contextualizar en su debida forma esta exposición del ilustre asturiano, debemos pensar que el laicismo estaba francamente mal visto en ese y posteriores siglos. Algunos de los educadores que no seguían el guion oficial fueron sumariamente juzgados y ajusticiados.
El verdadero problema que se arrastró a lo largo de la historia de
nuestro país fue la falta de formación
de los españolitos sin poder económico, por un manifiesto abandono
estatal. Los datos son abrumadores y escandalosos. Si atendemos a la obra España
de Espasa - Calpe (1935), nos precisa que hace un siglo (1910), del total de
la población española solo el 1,77% sabían leer, el 38,59% sabían
leer y escribir y más de la mitad, el 59,35% no sabían leer y escribir. Esto
es, de un total de 20 millones de personas, son completamente analfabetas 12
millones.
Transfiriendo las cifras a Asturias y atendiendo a la misma
fuente, de un total de 685.131 habitantes, desconocen cualquier rudimento de
lectura o escritura 308.377, esto es, el 45% . En cambio, si desglosamos los porcentajes
en razón del sexo, nuevamente la mujer sale malparada ya que los índices de
quienes ni saben leer ni escribir mantienen el secular desequilibrio: los hombres un 37,69% por un
51,22% de las mujeres.
Retrocediendo
10 años, situándonos en 1900, el porcentaje de analfabetos se dispara hasta el
63,78%, esto es, casi 7 de cada 10 personas se encuentran en esta penosa condición.
Las
autoridades de la década de los 20 del siglo pasado, reducen paulatinamente aquellos dígitos
escandalosos y vergonzantes. Aprovechando para ello la apertura de mas escuelas y la impartición
de cursos de alfabetización en la mili , que entonces duraba varios años
para consternación de los sufridos soldados: “Por dotar de mayor número y
mejor organización de las escuelas, además de la campaña cultural realizada en
los cuarteles junto con la ley del servicio obligatorio”.
También el Estado invertirá en 1921 la nada
desdeñable cantidad de algo más de 80 millones de las pesetas de entonces en
todo el territorio nacional (3,76 pts./habitante), según consta en el Anuario
Estadístico de España: “Para ampliación del número de escuelas nacionales...,
orientada (la inversión) para la formación de las clases más
desfavorecidas”. Fruto de esta iniciativa estatal, Antromero se verá
favorecido con la apertura de su primera
escuela nacional, la d'arriba,
sita entonces en la Flor.
Con
el advenimiento de la II República y su nueva constitución aprobada el 9 de
diciembre de 1931, se declara a España un estado laico, sin religión oficial.
El entonces director general de primera enseñanza, suprime
la asignatura de la religión y cualquier signo vinculado a ella en las
escuelas, como fue el crucifijo.
También
en este periodo de tiempo se va a producir un hecho insólito, con el
nombramiento en 1931 de Rodolfo Llopis como director general de Primera Enseñanza y estando al frente del Ministerio de Instrucción Pública (lo que hoy sería de Enseñanza) Marcelino
Domingo, exigiendo a los futuros maestros el bachillerato, para acceder a las
llamadas Escuelas Normales a través del Magisterio. Algo inaudito hasta entonces. Aquella profesión, la de maestro, tenía un terrible agravante que no era
otra que la de la escasa formación académica y nulas nociones pedagógicas de
los mismos. Esta reforma va a provocar una exigente prueba de selección para el
acceso de los aspirantes a maestros. Condición inmejorable para la calidad de enseñanza
a repercutir en los escolares.
Hay una fecha clave e histórica para el desarrollo educativo del país, que es el año 1876, cuando se funda la Institución Libre de Enseñanza (ILE) por una serie de catedráticos universitarios entre los que figura Francisco Giner de los Ríos, su principal referente. Nace como respuesta a la imposición de la cultura oficial y negándose a seguir los dictados hasta entonces en materia religiosa, política o moral. El espíritu y la línea educativa la señala el propio Francisco Giner de los Ríos: “Una escuela que acoge antes que expulsa, que educa antes que instruye, que libera y no somete ni reprime, que atiende a todas las niñas y a todos los niños, vengan de donde vengan y sean como sean”.
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Francisco Giner de los Ríos. |
No debemos olvidar para ser justos con la historia, otros proyectos que durante un tiempo cuajaron en la sociedad española, como fue la Escuela Moderna, de Francisco Ferrer i Guardia, que estaba inspirada en métodos libertarios. Este fue el modelo pedagógico español que más se exportó por todo el mundo. Algunos países, hoy referentes educativos, usaron durante décadas este prototipo educativo.
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Manual de estudio de la Escuela Moderna |
Con el inicio de la guerra civil, en 1936, se pone
punto y final a aquellos proyectos vanguardistas que mantuvieron hasta el final
la bella premisa de educar a todas las clases sociales, sin importar el poder
económico de las mismas, ni su orientación religiosa.
Y aun creyendo firmemente que ningún tiempo pasado fue mejor como algunos preconizan a los cuatro vientos, ni que la escuela de hoy es un infierno, ni las pasadas un paraíso, nos motiva sobremanera el hacer un breve recorrido por aquellas escuelas de entonces, las del siglo pasado. Llenos de nostalgias que nos abruman e ilusionan, apoyados en estos torpes pasos que ahora iniciamos.
La escuela de
les primeres letres o de parvulitos.
“La importancia de saber les cuatro letres”.
Emilia Posada.
Pese a las reticencias del Estado para facilitar el acceso a la enseñanza a las mujeres, surge a mitad del siglo XIX, la figura de la que algunos investigadores denominaron maestra maternal. Sin ningún tipo de titulación , pero con una férrea voluntad para formar a los mas pequeños en el inicio y manejo de las primeras letras. Tendrán estas una labor fundamental en el proceso educativo, constituyendo una pieza clave en el organigrama del sistema formativo de entonces.
Se
dan una serie de condicionantes comunes entre estas enseñantes: ser mujer, carecer de estudios y casi siempre no tener hijos y gente a su cargo (que pudieran
obstaculizar su actividad).
Ángel
Mato precisa que pese a que en gran parte de las zonas rurales se
contabilizaban gran número de escuelas de primeras letras: “No significaba
ni la existencia de un edificio, ni tan siquiera la presencia de un maestro con
título”.
Es evidente que poner escuela, era un esfuerzo
colectivo que se trataba de solventar con los escasos medios y logística
existentes y con la premisa de “aprender a leer, escribir y contar”. Estos
objetivos se cubrían a duras penas, tal lo recuerda Emilia Posada: “A principios de siglo solo sabían escribir los hombres ya que tenían que
prepararse un poco porque iban a la mili”. Detallando que en cuestión de
sexos la situación se agravaba aun mas:“ Las mujeres salían primero de la
escuela, y aquellas que sabían leer eran solo unas pocas”.
Para
cumplir con la instrucción de los más pequeños se planifica en aquel siglo unas
pautas especificas. Resumiéndose del
modo que sigue: “Dar principio a la enseñanza por la lectura, no entrar en
la de la escritura hasta que los niños no adquieran conocimientos más o menos
extensos de la primera y no pasar a la aritmética y a la geometría sino a medida que avanzan en edad...”. Esta
referencia es el inicio y base del aprendizaje de los tiernos infantes hasta
prácticamente nuestros días.
A principios del siglo XX, en nuestro pueblo sobresale la figura de Perfecta (Perfeuta) Salines, cumpliendo con el perfil anteriormente detallado (ser mujer y maestra maternal) quien desarrollará esta valiosa labor en el cabildo de la antigua iglesia. Sus clases eran por la mañana y por la tarde. Con unas mínimas condiciones para cumplimentar la encomiable actividad, tal y como nos lo detalla Marina el Tuertu:“Se daba clase en aquel cabildo de la iglesia, no había ni pizarra, el suelo era de regodones, y solo teníamos unos bancos pa sentanos”.
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Fuente: Laudina Artime. Escolinos de la escuela de Antromero. Apostados sobre la fachada de la iglesia de Antromero (1920) En el centro y segunda fila por abajo, Perfeuta Salines. |
El
número de asistentes a estas clases sufría variaciones, dependiendo de factores
varios, pero normalmente nunca superaba las tres docenas. Alfonso Pinón señala
que cuando yo fui:“Seriamos entre 25 o 30, pero no más”.
Recurrimos nuevamente a nuestro dicente Alfonso para explicitar la forma de pago: "Les families le pagaben una peseta por cada guaje al mes y otres ajustaben el pago en fabes, maíz o fariña".
Ante la ausencia de relojes o similares se desarrolló un curioso método para conocer la hora que ponía fin al sufrimiento de la clase, tal nos lo explica Manolo Llaranes: “Cuando los rayos del sol llegaban a una marca que había en la pared era cuando salíamos “. Adivinamos la tensión entre aquellos tiernos infantes y toda su atención para estar pendientes del álgido momento, en el que aquella claridad solar se acercaba a la deseada marca de la pared encalada.
Aunque en algunas ocasiones, la salida había que posponerla por causas imprevistas. Amparo Julián recordaba que. "A la hora de marchar teníamos a veces que esperar mucho tiempo, porque los de Antón de Menéndez teníen un caballo que se ponía a correr alrededor de la iglesia y no nos dejaba salir."
Y una vez en el exterior, nuevamente nos detalla Amparo Julián lo que acontecía: “ Aquí en la iglesia aprendíase lo justo, y al salir correr por ahí a bajar por los praos en arrollones. Después al llegar a casa palos por nosotros, porque llegábamos llenos de barro... no había mas diversión.” Rosario Rosa lo aclara por si hubiese alguna duda: “Aprendíamos poco, tábamos casi todos como gradies”. Expresión esta que caracteriza la falta de captación de conocimiento, pero menos expresiva que la más contundente “ Tábamos como tapines”.
El
sistema de enseñanza era siempre igual pero infalible, pues la apuesta era
segura. Así nos lo describe sucintamente Alfonso Pinón: “Ella hacía un corro
y nosotros a contestar a las preguntas
mientras hacía punto” . Las materias a cubrir eran:"Soletrear y
el silabario, mas tarde era el Catón”. El objetivo era llegar a conocimientos
básicos pero imprescindibles, tales como: “Aprender los números hasta el
1000, sumar, restar y poco más... y canciones de la iglesia” . Las
canciones e himnos han sido un elemento permanente en nuestra enseñanza y no
precisamente por educación musical .
También Alfonso rescata de la memoria que era
frecuente las ausencias de Perfecta por motivos de salud, y como se cubrían las
mismas: “Iban a dar clase Manuela o la sobrina, que se llamaba Joaquina”. Sea
como fuera, las directrices y métodos educativos se mantenían, ya que no había motivo para
introducir mejora alguna en aquella herencia educativa.
Jovita
González precisa otras concesiones en la enseñanza de Perfecta: “ Tenía un
único libro, un manuscrito con letras y un cartón con números...con solo
aquello aprendía todo el mundo”. Antonio Guardado, nos añade: ”En la
iglesia se estudiaba con el Corazón, el Manuscrito, la Enciclopedia y el
Silabario, pero tenía un cartón con todes les letres”.
No había distinciones de sexo o edad. El aprendizaje
se basaba en un conjunto de voces
corales repitiendo una y otra vez las cosas, con una musicalidad penetrante y
cansina. La eficacia de este sistema diseñado para memorizar colectivamente, no
siempre daba los resultados apetecidos.
Rescatamos un acta de 1889 de la
escuela de Verdicio que bien pudiera ser la nuestra, en la que refleja la escasa
eficiencia del procedimiento cantado y
los vicios aportados a la lectura : “Los resultados dejan
bastante que desear, pues además de no haber perdido por completo los niños un
sonsonete insoportable que se advierte están acostumbrados a producir
cuando leen, no conocen la perfección y firmeza necesarias las pausas y los
tonos correspondientes a los signos ortográficos”.
Antonio Machado refleja este ambiente en unos versos
llenos de simpatía y humor:
...y todo un coro
infantil
va cantando la
lección
mil veces ciento,
cien mil,
mil veces mil, un millón.
El alumno, sufrido alumno, aportaba para su formación una pequeña pizarra, cuyos pizarrines se obtenían de la búsqueda en la playa. Se iba a la zona de la pregona, a por piedras apropiadas, que al desgastarlas sobre un muro u superficie dura, se obtenía al cabo de un laborioso trabajo manual el preciado lápiz pétreo.
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Pizarra y pizarrines. |
Benigna Anxelín hace unas declaraciones que en
los tiempos actuales representan un acto inverosímil: “Perfecta fumaba en
clase, liaba el tabaco con hojas de maíz, que afinaba con la navaja”. Además
de otros convidados puntuales, que no participaban del proceso educativo, como
lo recuerda Marina el Tuertu: “Feliciana de Antón de Menéndez, entraba con
nosotros al cabildo, cuando estaba por fuera llindando (cuidando) les vaques y hacía mal
tiempo”.
El tiempo, el paso de los años hacen ver las cosas
desde un único punto de vista, reflexivo y crítico, como las sabias y
agradecidas palabras de Alfonso Pinón: “A Perfeuta Salines había que hacerle
un monumento por tanta paciencia y aguante que tuvo con tantos chiquillos.”
Debido a la edad de Perfecta, será Maruja el Tuertu,
quién continuaría con esta impagable y desagradecida labor. Base y fundamento
de lo que hoy somos, de lo que nuestro pueblo y sus vecinos han sido y son.
Maruja El Tuertu.
Para exponer con cierto criterio la actividad educativa de nuestra vecina, recurrimos a la impagable colaboración de Paulino García Suarez, quien vivió la fase final, además de ser sobrino de Maruja.
"El final de la guerra trajo como consecuencia la normalización de la vida civil en pueblos y aldeas de aquella sociedad. Atrás quedaron años duros y crueles que hubo que restituir con prontitud. Los planes de educación en lugares como Antromero, estaban condenados a la improvisación, pero era necesario organizarse y poner en marcha los recursos existentes para sacarlos adelante.
La capilla de San Pedro alivió aquella necesidad y fue convertida en improvisada escuela por la que pasaban los más pequeños, niños y niñas del pueblo. Perfeuta y Feliciana, dos mujeres de Casa Menende, se encargaron de asistir como maestras con el visto bueno de Don Vicente, el maestro titular, que ejercía en la casa la escuela, que así se llamaba el local.
A finales de los años cuarenta, Perfeuta y Feliciana, debido a la edad y precaria salud, dejaron de ejercer y Don Vicente llamó a Maruja El Tuertu como sustituta, recomendada por el cura Don Plácido que sabía de sus aptitudes como catequista. Maruja apenas tenía 18 años cuando inició esa tarea, que desempeñó con soltura durante una docena de años, hasta 1961, año en que se trasladó a vivir a Candás.
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Fuente: Paulino García. Maruja El Tuertu, primera a la derecha, junto a sus hermanas. |
El cabildo de la capilla ofició de improvisada escuela, el suelo era de bolos, por el invierno entraba el agua y les madreñes eran indispensables. Las mesas con pupitres se retiraban los sábados hacia una esquina para hacer sitio a los feligreses de la misa dominical.
Maruja fue la primera maestra de muchos de nosotros, los que nacimos en las décadas de los años cuarenta y cincuenta, por lo que todos la tenemos en nuestra memoria; "Antes de la b y de la p, va una m". Seguro que esa frase es recordada por todos los que por allñi pasamos, poruqe lo recalcaba con tanto entusiasmo como insistencia. Mientras estuvo de maestro don Vicente en la " escuela de arriba", con Maruja estaban hasta la primera comunión, más tarde con la llegada de Doña Ana como nueva maestra, dejaban la "escuela de abajo" a los seis años.
En el año 1959, se inauguraron las escuelas de niños y niñas, que hoy figuran como locales sociales y se acabó el término de escuela de arriba y de abajo".
Paulino García Suarez.
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Paulino García Suarez. |
La escuela
nacional.
"Sin embargo, la infancia se empecina,
comienza a levantar inventarios,
a echar sus amplias redes para luego.
Es una isla limpia y sobre todo
fugaz, es un veneno de primicias
que se van lentamente resecando."
Mario Benedetti.
Durante el reinado de Isabel II, se trata de contener la sangría de analfabetismo de la sociedad con medidas aprobadas en ley. La más importante será la denominada Ley Moyano de 1857 y que durará cien años. Su objetivo fue regular la instrucción pública.
Se trata, pese a lo que pudiera parecer, una ley no innovadora, pues se desarrolla con el espíritu de otras que habían fracasado con anterioridad. Si pudiéramos reseñar algo de la misma es la implantación de la enseñanza gratuita para aquellos que no podían pagarla . Todo ello siempre bajo la atenta vigilancia e inspección de la Iglesia.
Con ella se inicia el periodo de las llamadas escuelas nacionales.
La de Condres.
"lo que se del olvido,
me lo enseñó la vida".
La llamada escuela nacional, aquella que dependía de las directrices del Estado, estaba inicialmente en Condres. Así se expone en el "Nomenclátor de las escuelas nacionales de Asturias", de Muñiz Vigo (1866-1941): "...que en el distrito de Antromero (Bocines) debe de haber una escuela incompleta mixta en el barrio de Condres, lugar más céntrico y donde construyeron el Ayuntamiento y los vecinos un local para escuelas...".
La parroquia de Bocines se divide en tres lugares: Antromero, Salines y Condres. La lista de contribuyentes que participaron para la construcción de la escuela nacional de Condres en el año1901 es extensa. Uniéndose a la misma residentes en la isla de Cuba.
Con respecto a este registro, aprovechamos la minuciosa investigación y laborioso trabajo de Ramiro Papes. Quien al respecto reseña lo que sigue:
Ramiro Papes, nos cede la relación de contribuyentes a la obra de la escuela de Condres. (1901) El objetivo de tener una escuela nacional en la parroquia se ve cumplido con la ejecución de las obras. Es el momento de dotar de una vivienda digna al maestro. Recurrimos nuevamente al conocimiento de Ramiro Papes, " Desconozco en que fecha se inicia un expediente para construir una casa-habitación para el maestro de Bocines, pero el 27 de marzo de 1903 la junta provincial de instrucción pública aprueba dicho expediente que se remite al ayuntamiento el 23 de junio de 1903." Las fechas reseñables en esta aspiración son las que siguen: -El proyecto es encargado a Manuel Antonio Mori, quien presenta el proyecto el 25 de abril de 1904. En el se recoge el construir una planta más al colegio para habilitarla como vivienda. - La comisión municipal de seguimiento del proyecto, da el visto bueno con fecha de 7 de mayo de 1904. - El plan recoge una vivienda de 9 huecos distribuidos del modo que sigue: cocina, dormitorios, salas y pasillo. Siendo el acceso por escalera exterior. Contemplando en la planta baja, aprovechando el rellano de la escalera, dos retretes. Uno de los cuales para uso de la escuela. Reseñamos esta logística del retrete como algo trascendente. Para ilustrar aquella coyuntura, recurrimos nuevamente al excelso trabajo de Ramiro, "Hasta 1867, según consta en el Archivo Municipal, en el local de la escuela de Luanco carecía de retrete, por lo que los niños y el maestro tenían que bajar a la mar para hacer sus necesidades." - El presupuesto asciende a 1405 pesetas, de las que el Ayuntamiento participa con 1250 y el resto los propios promotores del proyecto. - La comisión municipal de seguimiento da por buena la ejecución de la obra con fecha de 30 de septiembre de 1904. Tal y como nos recuerda Ramiro: "Bocines ya tiene una nueva escuela. Solo queda trasladar al nuevo edificio todos los enseres que se encuentran en el atrio de la iglesia, que era el local, que al igual que en otras parroquias, se venia utilizando como escuela." |
Planos de la edificación de la vivienda del maestro de la escuela de Condres. (1904). |
Tendrán que pasar más de veinte años para que se estrene la primera escuela nacional en nuestro pueblo. Amparo Julian, precisa que fue en el año 1925 cuando se inauguró la escuela de La Flor. Hasta esa fecha aquellos niños de Antromero que querían continuar estudios una vez acabado el ciclo de les primeres letres en el cabildo de la iglesia, tenían que desplazarse hasta Condres. Alfonso Pinón recuerda algunos de aquellos guajes: “A Condres iben Alberto la Granda, Concha y Paulino, Josefa de Antón de Menéndez, María Carma, Amparo Julián...desde casa vialos como iban por los praos y la Bayuerga hasta la escuela”.
En
cambio, detalla Alfonso que una vez que
salió de la escuela de Perfecta: “Fuí a la escuela nacional a Luanco. Después ya fui a Candás a la escuela de Ramón de Xuán y que pagábamos 2 pesetes
al mes”
Basilio
el Tercero nos recuerda: “Pa ir a
la escuela había que pagar”. Añadiendo mayor complejidad a las escasas
posibilidades de continuar con los estudios de muchos de nuestros vecinos.
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Escolinos de la escuela nacional de Bocines, en la década de los veinte del siglo pasado. |
La de la Flor o
d'arriba.
Debemos
antes de nada de partir de una premisa que hasta bien entrados los años 60 se
cumplió a la perfección, y no es otra que a la escuela se iba con escasa
motivación, con poca ropa en días fríos, mal alimentados. También la certeza (al finalizar la guerra civil) de
entonar en brazo alto y mano estirada los patrióticos himnos. Acompañados de los arribas y vivas necesarios que las
autoridades educativas estipulaban según
las fiestas y las ordenes dictadas por las más altas instituciones del Régimen.
Debido
al número de niños de ambos sexos que hay en el pueblo en la década de los 30
del siglo pasado, la administración toma la
decisión de abrir una escuela (auspiciado por una partida presupuestaria
estatal). Esta en una primera instancia se instalará en la casa de José
Manuel de La Flor. Años después se habilitaría como vivienda de maestros
la planta superior del edificio.
Será publicada la creación de esta primera escuela nacional en Antromero, en la Gaceta de Madrid n. 118 con fecha de 28 de abril de 1936, donde oficialmente se considerará creada a efectos oficiales. Siendo firmada esta resolución por el ilustre y entonces Director General de Primera Enseñanza, Domingo Barnes.
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Copia de la Gaceta de Madrid (28/04/1936). Donde se da cuenta de la actividad de una escuela nacional mixta, en Antromero y con un maestro a su cargo. |
Aunque ciertamente estas escuelas ya funcionaban como tal algunos años antes, tal lo recuerda Benigna Anxelín: "Tendría tres o cuatro años cuando empecé en la escuela. Y ya estaba abierta de unos dos o tres años antes". Teniendo en cuenta la edad de nuestra declarante, nacida en 1929, los números son evidentes. A principios de los años 30, se inicia con la actividad de las escuelas nacionales en Antromero.
El periódico de tirada regional publicita con fecha de 13 de noviembre de 1934 el nombramiento de uno de aquellos maestros para la escuela d'arriba : Florentino García González.
Aparte
de los elementos obligados (encerado, mapas, crucifijo, retratos...etc.), el
mobiliario propiamente dicho constaba de mesas cuadradas para cuatro alumnos y
sus correspondiente sillas. Situado estratégicamente un agujero en el centro de aquella para colocar el tintero y así los alumnos pudieran disponer sin problemas de la tinta.
Los tinteros tenían una forma de sombrero de copa invertido y estaban perfectamente encajados en los susodichos orificios de aquellas mesas.
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Tintero de cerámica. |
La tinta a principios de siglo se
hacía con unos sobres de sulfato ferroso que se combinaban con agua y dada la peligrosidad
de aquella operativa, será el propio maestro quien hacía la combinación o
algún alumno de confianza. No obstante y pese a todas las precauciones las
manchas de tinta afloraban por doquier, en ropas y pupitres. Años más tarde se
sustituiría por tinta liquida de mejor calidad. Benigna Anxelín reporta
una anécdota al respecto: “Para cambiar el color de la tinta y cuando el
maestro no nos veía, echábamos una mosca al tintero...., así poco a poco giraba
a color a rojo”. Añadiendo lo previsible ,“la alegría duraba poco porque
enseguida se descomponía la tinta y había que cambiarla.” Era seguramente
una forma de dar color a una vida tan gris como la de entonces.
Todos los libros y enciclopedias
servían de un año para otro y a las libretas se les hacia en cada un pagina un
renglón por la parte de arriba y de abajo para aprovecharlas más.
Había una pequeña variedad de libros, sobresaliendo entre otros y como no podía ser de otro modo “El Quijote”. Fue durante muchos años lectura obligada en todas las escuelas del territorio español, según Real Decreto de 1920. Para generar una supuesta confianza y práctica en la lectura, los sufridos alumnos se disponían alrededor de la mesa del maestro/a y pegados a la pared comenzaban aquel arranca, para y atasca en la descripción de las aventuras y desventuras del hidalgo caballero. En en el caso de los que tenían mayor dificultad con su dicción no hacía otra cosa que generar el escarnio de compañeros y el hundimiento de su autoestima.
Esta obra magna de nuestra literatura fue un referente en las aulas, como nos lo detalla Benigna Anxelín: “Cuando era maestro Don Vicente, casi siempre nos mandaba leer El Quijote. Algunas veces mientras leíamos, se moría de risa, mientras todos nos mirábamos unos para otros sorprendidos, sin llegar a entender de que se reía”.
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Fuente: Mariluz Serrano. Escolines en la escuela d'arriba. 1942., con Don Vicente en la línea superior y en el centro. |
Es
verdad, que la lectura obligada no es la mejor formula para dejarse llevar por
los encantos de la letra impresa. Tal vez, esa pueda ser la explicación más lógica del
porque muchos españoles hayan renegado de las aventuras del ingenioso hidalgo
Don Quijote de la Mancha y su fiel escudero Sancho Panza.
Con la llegada del franquismo, el
culto a los iconos del Régimen no se hizo esperar y pese a no ser tan
asfixiante como en otras latitudes, nadie se libró del mismo. Se formaba y
cantaba a la bandera casi todos los días, obligación esta que fue decayendo
según transcurría el paso de los años.
La distribución del alumnado en los
pupitres no quedaba a libre albedrío, sino por el contrario, era el maestro
quién siguiendo sus propios intereses, acomodaba a la chiquillería dividiendo
la única aula en pequeños grupos. Tal nos lo recuerda una anónima declarante: “La
maestra dividía a la clase en grupos, y en la mesa más grande que había a la
izquierda de la entrada a sus favoritos, a los más (supuestamente) listos...
siempre hubo esta distinción”. Aunque en algunas ocasiones, la logística del mobiliario era un problema, tal lo recuerda Laudina Artime: " Empecé a la escuela d'arriba con tres años, y no había sitio para mi. Así que fue mi padre, que trabajaba en el mantenimiento del Carreño (tren), pa hacerme una silla pa mi".
Con independencia de este
régimen interno, el verdadero problema que hubo en esta primera escuela nacional
de nuestro pueblo no fue otro que el absentismo escolar, la falta de continuidad
del alumnado. Las labores domésticas en la féminas y en los varones la
enraizada obsesión por aprender un oficio y conseguir empleo para ayudar en las maltrecha economías domésticas, hizo de las puntuales o continuadas ausencias de
los alumnos un verdadero lastre en la educación colectiva de este y otros
muchos pueblos. Amapola Sirgo ilustra esta situación: “No asistimos mucho a
la escuela de arriba porque teníamos que
atender las cosas de casa,... había que llevar la comida al tren
(su padre trabajó de ferroviario) o llevar leche a vender a la plaza de
Candás”.
Es una evidencia que en aquellos momentos el orden prioritario que marcaba las pautas de la vida, el asistir los más jóvenes de la casa a la escuela no encabezaba el mismo. Así Falo el Roxu, se sincera : “En aquella época el ir a la escuela no se le daba demasiado importancia”. Reseñando a continuación lo anteriormente expuesto: “Lo que realmente importaba era saber un oficio y empezar a trabajar para ganarte la vida. En casa cansaron conmigo para seguir estudiando en Gijón o en Luanco una vez que salí con 14 años de la escuela, pero la idea mía era empezar a trabajar cuando antes mejor”.
Aunque en la mayoría de las
ocasiones será la propia familia quien sacará al alumno/a de la escuela
rápidamente, ante las nulas expectativas de continuidad en el estudio en ciclos
superiores. Tal lo recuerda Marina el Tuertu: “A los 14 años salí de la
escuela, pa ayudar en casa, íbamos a los bígaros y llámpares (lapas) cuando no había
que facer y como yo todes les demás”. Apostillando la declaración del modo
que sigue, “delante de casa Arenes era una grixera (superficie de
pequeñas piedras o similares) de los cascos de llampares y bigaros.” . Ante la ausencia de agujas o similares para sacar tan preciado molusco , lo
solventaban tal y como detalla:“ En la Saltadera, en un bardial de Álvaro
Artime cogíamos los escayos (pinchos largos de matorral) pa poder
sacarlos”. Atendiendo a las declaraciones de Lucia les Moranes, llegamos
a la misma conclusión, la necesidad del momento sobrepasa con creces cualquier
expectativa de formación educativa: “Enseguida me sacaron de la escuela,
había que atender les coses de casa”.
En muchas ocasiones para iniciarse en los estudios, se saltaban los procedimientos administrativos y era el propio maestro quién tomaba la iniciativa para la matriculación de los alumnos. Tal lo recuerda Marina el Tuertu: “Estaba jugando por afuera de la escuela y fue Don Vicente (el maestro) quien me cogió pa la escuela...y así empecé”. En términos similares se expresa Benigna Anxelín: “Entonces era la más pequeña de todo el vecindario y como vivíamos cerca de la escuela, estaba por allí jugando y sería Don Vicente quien me metió pa dentro a estudiar, sin cumplir con los años”.
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Foto de la escuela de Ángeles García. 1943 |
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Foto de la escuela de Laudina Artime. 1943. Fuente: Laudina Artime. Bernarda Mori. 1943. |
Es en la década de los 50 donde sobresale la figura de un vecino próximo a la escuela quien tendrá un papel relevante en el mantenimiento del achacoso y envejecido edificio, Álvaro Artime. Casi todas pequeñas reparaciones de aquella infraestructura pasaran por sus manos, que atendía gentil y gratuitamente la demanda de la entonces autoridad escolar, Doña Ana.
Si algo se distinguió esta atípica
escuela del resto de los centros del Régimen fue que no había perres
para hacer división y distinción de alumnado por sexos (tal y como se hizo en
la futura escuela de La Eria). Se mezclaban niños y niñas, facilitando una unión
y amistad inverosímil en contraste con
el resto del Estado Español y rompiendo
con ello uno de los rígidos principios morales de los duros años franquistas .
Falo el Roxu, recuerda aquellos momentos del modo que sigue: “La
escuela d'arriba era el no va a más, allí en los recreos se juntaba todo el
mundo, jugábamos todos mezclaos..., la gente que iba lo pasábamos de miedo, porque
se pasaba mejor que en casa”. Añadiendo que en el aspecto estrictamente
educativo no había demasiado progreso: “Aprendíase lo justo, siempre se daba
lo mismo”.
Atendiendo a la situación expuesta, Amapola relata una sabrosa anécdota en aquellos momentos inexplicable para las que la vivieron, pero que pocos años después se transformó en triste realidad para las siguientes generaciones: “La maestra mandó ir a recoger a unas de nosotras unos mapas a Luanco, a la clase de D. Eugenio y cuando entramos quedamos todas asustadas porque en aquella clase era toda de críos, no había ninguna niña. Fue una gran sorpresa porque no lo entendíamos”.
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Curso escolar 57/58. La división de sexos aun no existía. |
Es más que seguro que aquella
situación que durante más de 30 años se vivió en Antromero facilitó en algún
modo un estadio, un clima de unidad, solidaridad y compañerismo entre
aquellas generaciones que jamás se repetiría en el paso de los años.
Es en los recreos y momentos de ocio cuando se juega a todo lo jugable. Todos y todas mezclados sin distinción, así lo recuerda Falo: “Se jugaba al lirio, a la luz, a la madre, al salto de la pared. Cuando había mucho barro aprovechábamos para jugar a la roma porque era cuando era más fácil clavar el pincho en el suelo”. Y al acabar la clase y si te dejaban en casa y sino también (pese al seguro castigo) se continuaba en aquellos ejercicios de amistad eterna: “Hacíamos cueves (casetas), en el Rebuñón, en la Ería,...por todos los laos”. Haciendo gala de una ingeniería práctica envidiable “en el tejao echábamos un plástico y encima tapines (trozos de hierba con su tierra)..., aquello era motivo de sobra pa no ir a la escuela “. Y con ello el inicio de hábitos adultos, tal lo recuerda Falo: “ Fumábamos las hojas de los artos (hojas de matorral), la dejábamos secar y en la mano la triturábamos. Después se liaba en el papel y a fumar”.
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Falo el Roxu. |
Tras los duros años de
posguerra y autarquía, el abrazo del entonces presidente estadounidense
Eisenhower con nuestro dictador, Franco, que el Régimen publicitó con gran
satisfacción en la visita que el primero hizo
a nuestro país en 1953, abrió unas expectativas impensables a una
dictadura semi-moribunda. Anteriormente a esa visita fue hecha otra por el
general Perón y su esposa Evita. El conjunto de las mismas repercutió en una
serie de donaciones (recordad
que en este mundo nadie da nada a cambio de nada) en forma de ayudas
alimenticias para el famélico pueblo español.
Fruto de estos acontecimientos,
generó en las escuelas nacionales (los colegios privados oficialmente no la
percibirían) la llegada de la leche en
polvo y la mantequilla de allende los mares. Aquella rareza entonces de la
leche pulverizada, se tomaba con una desconfianza manifiesta. Ya que en muchas
ocasiones no se podía concebir que la leche que salía de les cañades ( ubres) de les
vaques, se pudiera transformar en polvo envasado en grandes tanques de cinc
y a su vez volviera a convertirse en leche con la mezcla de agua caliente. Eso mosqueaba a
aquellos jóvenes que recelaban de su olor y sabor.
Es a mitad de los años 50 cuando se inicia esta practica en nuestra escuela y se prolongará hasta principios de los años 60 . Nos documenta esta experiencia histórica, Amapola: “ La leche la daban todos los días y en el primer año hervíamos el agua en el piso de arriba, en la casa de la maestra. Después se fue a buscar a Casa Artime”. El procedimiento era simple, se echaba en aquella agua la medida de la leche en polvo y lo demás quedaba en el manejo del cucharón para revolver aquel mejunje. Siempre evitando la aparición de grumos, misión esta imposible, tal lo recuerda nuestra anterior dicente: “La leche cuando se hacía siempre quedaban grumos, y algunos para beberla lo pasaban mal, muy mal”. Si bien es cierto que otros en cambio, aprovechaban aquellas bolas no diluidas de leche para aplicarlas en el pan como mantequilla. Ya sabéis que la naturaleza humana es tan extensa como variada y “lo que no mata engorda”.
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Leche en polvo americana distribuida en los centros escolares españoles en los años 50 y 60 del siglo pasado. |
Lo que no ofrecía ningún tipo de
discusión entre los beneficiarios de aquellas ayudas era la calidad de la
mantequilla. Su consistencia y sabor provocaban un efecto inmediato en las
papilas gustativas y el paladar. “La mantequilla era una maravilla, ¡¡que
bien sabía!!”.
En lo referente a la estética, llama poderosamente la atención como en varias fotografías datadas en los últimos años de existencia de esta escuela (finales de los 50) los peinados de las niñas eran salvo contadas excepciones todos iguales, con unas coletas laterales trenzadas. Teniendo en cuenta que las modas de entonces eran menos efímeras que las actuales, todo apunta que bien pudieran ser una influencia de la artista-icono del momento, la manchega Sara Montiel, quién en su paso por Hollywood, protagonizó en 1954 la película “Veracruz”, luciendo aquel imitado look.
Transcurrido
el tiempo necesario desde entonces, podemos llegar a una conclusión
indiscutible y no es otra que aquella escuela, la d'arriba fue un
importante elemento socializador para fortuna de nuestro pueblo y sus
habitantes. Donde se mezclaron compañerismo, solidaridad y el inequívoco
sentimiento de la amistad sin distinción de sexos. Una situación desconocida, a
nuestro pesar, desde entonces en Antromero.
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La escuela de la Flor o d'arriba. Doña Ana al frente de sus alumnos. El peinado inconfundible de las niñas. |
Les
academies o clases particulares.
"La verdadera patria del hombre es la infancia."
Rainer María Rilke.
No fueron muchos de nuestros vecinos
los que pudieron permitirse el lujo de conocer otros tipos de educación
desvinculados del Estado. Pues había que tener una disposición económica para
ello. Pero aquellas personas entrevistadas por este motivo coinciden en la
experiencia altamente positiva, donde se manifestaba un contraste en la calidad
de enseñanza y métodos para aplicarla.
Desde Alfonso Pinón , quien iba a la escuela de Ramón de Xuán , en Candás : “Pagando 2 pesetas al mes”, hasta Amapola Sirgo que asistió también en la vecina villa a clase de Angelines y más tarde a la academia de Pepe el Moreno, junto a Pepe el Tercero, Manal y otros, quienes se favorecieron de otros estilos educativos. Métodos revolucionarios si atendemos a las entonces estrictas normas existentes en este y otros ámbitos sociales: “ Hacíamos coros y fiestas para fechas señaladas”. Incluso la presencia de libros entonces prohibidos en su biblioteca, generaban un ambiente diferente, menos asfixiante en aquellos opacos años.
La escuela nueva o de la Eria.
" Te escuché hablar con nostalgia
de la tierra que no tienes
de la niñez perdida..."
Vanessa Gutiérrez.
En
1960 se inauguran unas nuevas instalaciones en la Eria, en la que se
puede configurar una de aquellas premisas educativas del régimen, la distinción
de sexos, la separación de niños y niñas. Amapola Sirgo recuerda que entre el
ramillete de autoridades en el día de su
inauguración destacaba la figura de Marcos Peñarroyo, “que era el entonces
Gobernador Civil de Asturias”. Resaltando que : “Aquel día hubo
mucha fiesta, flores y mantas adornando, voladores, altavoces y Pilo poniendo
música, muy al estilo de la época, con Paquito el chocolatero”.
Benigna Anxelín, precisa aquel día, vinculando la misma en su memoria a una fecha reseñable: “Me acuerdo porque estaba yo con mi abuela en el lecho de muerte y estaban tirando los voladores para inaugurales, fue en 1960”. También una placa de latón colgada en un lateral de la fachada principal y actualmente desaparecida, recordaba el inicio de su construcción en 1959.
El protocolo administrativo para conocer los plazos de desarrollo y obra, quedan reflejados en el Boletín Oficial de la Provincia:
-BOP. n. 103, de 6 de mayo de 1958: " "El Ayuntamiento de Gozón tiene acordado concurso para la adquisición de un solar o finca para construir un grupo escolar en Antromero, parroquia de Bocines.
. -BOP de 9 de Junio de 1958: "Se publica el modelo para formar parte del concurso y oferta . Para ello se deberá pagar una fianza de 1.200 pesetas".
- BOP n. 225, de 10 de noviembre de 1958: " se publica por parte de la corporación municipal del proyecto de presupuesto extraordinario firmado para la construcción de un edificio escolar en Antromero".
-BOP n. 19, de 24m de enero de 1959, se publica el anuncio de la obra.
-BOP n. 38, de 16 de febrero de 1959, se publica las condiciones de construcción en un plazo no superior a 5 meses y la apertura de plicas para la subasta.
-BOP n. 67, de 21 de marzo de 1961, se publica el edicto del Ayto. de Gozón por el que se aprueba la adquisición y construcción de edificio con dos viviendas anexas para los señores maestros de Antromero. Para ello se solicita un crédito por valor de 36.410,99 pesetas.
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Fuente: El Faro (Lorena Ventura). Escuela de La Eria. la división de sexos era un hecho. Curso 68/69 |
La estructura del edificio es similar a los cientos de escuelas que se hicieron durante ese periodo en la zona rural asturiana, siguiendo la línea arquitectónica del régimen. Sobre una construcción de líneas y formas sobrias se hace una separación a partes iguales y en cada una de estas, una gran aula. Será donde se desarrolla la labor docente, siendo estructurada la parte posterior como guardarropía (donde se colgaban las prendas de abrigo) , almacenillo y al fondo los baños. En ambos laterales un pequeño patio cubierto (muy agradecido en los duros días invernales) y una pequeña extensión de prao, casi siempre transformado en barro para mayor penitencia de las madres.
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Mariluz Serrano. Foto de la escuela. Años 60. |
En
cambio, hay una novedad arquitectónica importante, pero en ocasiones no muy
saludable, que fue la disposición de unas grandes cristaleras en el frontal del
edificio, con una parte superior con efecto de batiente para eliminar el
ambiente cargado y el olor del recinto (porque antes les escueles olíen). A la mejora de una mayor luminosidad por este
tipo de construcción se le añade un gran inconveniente que fue el no disponer
de protección alguna en los días en los que los rayos solares irrumpían sin
compasión. Desgracia esta compartida por aquello/as que estaban apostados en la proximidad de las
cristaleras.
Los
pupitres sufren una diferencia y mejora respecto a la antigua escuela, son para dos , con un asiento en forma de único banco con
respaldo. Y la presencia de un cuadradillo de madera a los pies con el objetivo
de aislarlos del suelo en los fríos días invernales (pero que servían en la
mayor parte de los casos para desparramar todo el barro acumulado en las suelas del calzado por las baldosas). La distribución y agrupamiento del alumnado se hace por
cursos dentro de aquella única aula.
El
boom de nacimientos en la década de los 60 (baby-boom), genera un
problema de logística para la ubicación
de los más tiernos infantes. Este se solventa con la donación de un banco de
castaño por parte de Benigna Rexidorio, donde se iniciaran en los duros
rudimentos educativos. Cuando había que ejercitar el noble arte de la escritura
se arrodillaban en el suelo, usando la superficie de aquel mueble como pupitre.
Y
la imposición de no pasar de una parte a la otra sin previo permiso (que nadie
osaba tan siquiera a pedir a los
maestros) para evitar cualquier contacto con personas del otro sexo.
Confirmándose en ello el inicio en nuestro pueblo (con 20 años de retraso) de
la política educativa sexista que con gran orgullo exhibían las autoridades del
momento.
Los
sufridos maestros tienen una sustancial mejora. Se les dota de vivienda de
doble planta en las proximidades de la escuela. Una para el maestro y anexa la
de la maestra. Porque en eso el régimen también disponía y no quedaba nada a
libre albedrío, maestro (varón) para los niños y maestra (mujer) para las
niñas.
El Gobierno aprueba el 4 de agosto de 1970, la Ley General de Educación. En su contenido se recoge el agrupamiento de los niños de las zonas rurales en la cabecera del resto de las localidades. Así en 1972, se pone punto y seguido a estas escuelas con la concentración de los centros escolares rurales de todo el concejo en Luanco. En la década de los ochenta se reabre uno de los dos módulos de le escuela a través del CRA (centros rurales agrupados) para dar clase a los niños de párvulos y primer ciclo. Será finalmente a principios de este siglo, cuando se ponga fin a la historia de las escuelas nacionales que durante 70 años se desarrolló en Antromero, debido al numero insuficiente de alumnos para poder mantenerlas abiertas.
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La tan temida cartilla de escolaridad de aquella época. Los malos estudiantes renegaban de ella. La de color azul para los niños y la de naranja para las niñas. |
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