Capitulo 22. La fábrica de harinas. La Fedionda.




Vista panorámica de Antromero, desde Candás. Con una flecha
la fabrica de harinas, La Fedionda. Década de los 60.



Capítulo 22.



La fábrica de harinas de pescado.



La Fedionda.




 

"Poroso, inconsistente el ahora.

En él todo

deposito mi esperanza y algo (apunte

mínimo, boceto hecho al aire)

del por venir que viene.

Son útiles, qué duda cabe los abandonos".

Teresa Soto.

 

 

 

             El político y jurista, Pascual Madoz, allá por el año 1850 escribía respecto del carácter de los asturianos: “Tiene talento e imaginación y naturalmente pensador,...amando con entusiasmo a su país”. Detrás de esta apreciación positiva y optimista, siempre han existido sentencias  históricas que han negado aquella conclusión. Sustituyendo la misma por otros juicios menos elegantes, con la insana intención de tumbar sus efectos positivos. Así podemos recordar entre un largo abanico el aforismo procedente de las mesetas castellanas, que durante siglos trató de etiquetar (creemos que sin gran éxito) nuestra forma de ser: “ El asturiano loco, vano y mal cristiano”.

            Lo cierto es que la composición de nuestra naturaleza y personalidad, con independencia de cualquier crítica, ha sido forjada por elementos tan dispares como la difícil orografía, paisaje y adaptación al medio.  Pero sobre todo, por la ineludible mezcla de los diferentes pueblos que a lo largo de los siglos nos han conquistado, sometido y saqueado.

            Así, si a tópicos nos remitimos, podemos deducir ( estimamos que  erróneamente) que con   lo expuesto se ha fraguado un carácter único que pudiera ajustarse con  la siguiente relación de adjetivos : laboriosos; trabayadores; vigorosos; valientes; charranes; borrachos y en muchas más ocasiones de las deseadas, atolondrados. Serán las primeras descripciones  y los atributos que acompañan a las mismas, las  que desde siempre  ha cuajado popularmente una imagen de pueblos, regiones y países. Aquellas que en definitiva,  quedan en la memoria colectiva.

            Así a los catalanes les han etiquetado el epíteto de avaros; a los andaluces de vagos; a los vascos de laboriosos y a los asturianos nos han grabado con  el de guasones. Capaces de ridiculizar hasta nuestras propias desgracias y miserias.

            Este paisaje social descriptivo, también ha posibilitado la idealización de una composición. Esa en la que nosotros, los antromerinos, hemos fijado y precisado con la curiosidad, espontaneidad, chispa e ingenio que han hecho gala algunos de nuestros vecinos. Incluso en las situaciones más complejas y duras.

             De esa acidez humorística, el tomar todo a broma ha sido una tónica en nuestra historia. Ese perpetuo componente del carácter moldeado con  nuestra forma de ser y actuar. Siendo máximos exponentes vecinales sin lugar a dudas el célebre Manuel Robes o el recordado Celesto Bolla.

            Aquella tendencia a ridiculizar exhibida con una ironía rompedora, filosofía llana y rebelde. Propia de la habitual coña marinera y que  se manifestará cruelmente  en la construcción de la nueva fabrica de harinas, a la que denominaran La Fedionda.   Por su manifiesto mal olor en la transformación de aquellos subproductos y borrando definitivamente de la memoria colectiva el nombre original de la misma, Supesca.

            La amenaza de los nuevos tiempos, de un futuro que reclamaba su necesaria cuota,  empujando a marchas forzadas en aquel ambiente autárquico y de supervivencia, comienza a forjarse en la casa de Manolo Salero. Aquel edificio de factura vanguardista y  estilo racionalista, con unas sorprendentes líneas curvas en su fachada principal. Todo ello diseño y ejecución del bueno de Manolo. Rompiendo   su construcción la ortodoxia  imperante con del resto de las edificaciones del pueblo. Este inmueble va a ser el germen de la primera gran industria  de Antromero, la popular Fedionda.

            Aunque con anterioridad, nos recuerda con gran satisfacción Manolo Robés una actividad lúdica, desarrollada en los bajos de aquel edificio: "Tenía la casa de Manolo Salero un salón bárbaro. En el bajo se hacía baile. Cuando se acababa en la romería de San Pedro la fiesta, íbamos a rematar allí". Aclarando  la dinámica de la misma: "Pero solo se hacía en feches señalades. No era de continuo". 


Fachada de La Fedionda, ya en ruinas. Octubre de 2008.
Se aprecia el estilo racionalista en su fachada. Con una
vistosa curva.



            Las expectativas vecinales con las inminentes obras son grandes. Aunque es bien  cierto que  el oscurantismo propio de la época, no facilita información pública al respecto que desvele la finalidad de las mismas y sus posteriores consecuencias. Aun sin conocer a que se destinará el objeto de tanta maquinaria y movimiento de tierras,  la curiosidad  se verá frustrada una vez conocido el objeto de las mismas y se toda su aparatosidad.

            El germen de toda la futura actividad estará en manos de Manolo Salero. Con fecha de 21/10/1950, la sociedad Guardado y Compañía (Manolo Salero) finiquita el pago contributivo por la actividad de fabrica de abonos, sita en Antromero.



Fuente: Laudina Artime. A la derecha,
 Manolo Salero, acompañado por 
Marcelino la Salada.

            En el año 1951, con capital madrileño se inician las obras en aquel solar, para facer fariña de pescao. La empresa atendería al nombre de SUPESCA. A principios de los años 60, un catalán llamado Santiago Barceló Escribá, comprará a aquellos la fábrica. El nuevo nombre comercial atenderá a HARINAS DE PESCADO, sin más.  Su actividad se mantendrá hasta el año 1969.

            El punto final de todo ello se producirá ante la negativa de las autoridades a atender algunas demandas del propietario. Con fecha de 9/3/1967, se publica en el Boletín Oficial de la Provincia la solicitud de Santiago Barceló para construir una nave de almacén. Con fecha de 14/8/1968 registra una nueva solicitud para sustituir maquinarias obsoletas por otras nuevas. 


            Las exigencias administrativas serán inasumibles y de difícil cumplimiento. Tal lo expone, Manolo Robés: " Nos dijeron que entre otras condiciones se pedía retirar la fábrica de al lado de la carretera y una chimenea de un montón de metros de altura. Para que los humos no molestaran a los vecinos. Aquello fue imposible".

            Las imposiciones cerraron las puertas, a la continuidad de una actividad molesta y nociva. Amparadas en el Decreto 2414/1961 de 30 de noviembre, en el que se regulaban todas aquellas instalaciones que alteraran las condiciones normales de salubridad e higiene del medio ambiente. 

                 El cierre de aquella empresa, nunca considerada como parte del pueblo, pues los muros y portilla y la ausencia  de cartel anunciador impedía la integración de la misma, representa un gran alivio a la mayor parte de nuestros vecinos.

            

           


¿Porqué La Fedionda en Antromero?

 

 

“Mira lejos

al nordeste

el mar maravilloso

pletórico de peces...” 

Poema irlandés del siglo IX.

 

  

           

            Para valorar en su justa dimensión  la instalación de esta fábrica de harinas en nuestro pueblo, debemos de tener en cuenta un factor determinante, tal fue la época en la que se desarrolló la fabricación de ese subproducto de uso animal. La necesidad de generar un tejido industrial, hasta entonces inexistente; la ausencia de controles;  junto a la escasa o nula preocupación por parte de las autoridades y administraciones al respecto de la contaminación medioambiental generada, hacen posible su funcionamiento en un medio rural denso como el nuestro.

            Estimamos que  el análisis y valoración de los propietarios para la construcción de esta empresa se basó especialmente en que aquellos momentos la comarca disponía de una importante industria pesquera y conservera. Principio y fin de aquel negocio.

            La industria de harina de pescado necesita un suministro regular de materias primas. Por lo que al planificar la creación de estas instalaciones fabriles se hace necesario conocer el tipo de mercaderías disponibles. Siendo vital  la continuidad de las campañas de pesca (costeras) . Importante condicionante fue también el bajo precio de algunos tipos de peces. Tal fue durante los años 40 y 50 del pasado siglo, las grandes capturas del chicharrón.  

            Esos grandes excedentes en las capturas de peces de la flota pesquera y las dificultades de colocar esta mercancía en el mercado, tuvo una influencia determinante para su instalación.  Las capturas de especies despreciadas tradicionalmente en el consumo humano, por diversas razones,  o las dificultades de entonces para poder almacenar y conservar determinados pexes. Representaron en su conjunto los  factores decisivos que inclinaron la balanza para asentarse finalmente en Antromero.

            Las harinas de pescado se han destinado y destinan para la alimentación de animales, como aves, cerdos, vacas, peces. Disminuyendo claramente los costes de su nutrición respecto a otros tipos de productos alimenticios y a la vez  mejorando y acelerando su crecimiento. Supone un importante añadido proteico y energético a la cría de animales  y peces de piscifactoría. Se trata de un material apropiado para mezclar con piensos de animales. Su aporte de proteínas es su gran valor añadido. Aunque para ello debe de tener una buena textura, que facilite el tránsito digestivo.

            En definitiva, esta actividad necesita  un gran aporte de pexes y sus vísceras. Siendo las puntuales circunstancias temporales que en aquellos momentos existían en nuestro entorno, el perfecto caldo de cultivo para instalarse en Antromero.

 

 

La obtención de la materia prima.

 

 

"...porque el ayer es un sólo epitafio

 o porque mañana es

nunca para siempre".

José Manuel Caballero Bonald.

 

 

            Tal y como se expuso con anterioridad, el origen en este tipo de industria estaba en la obtención de la materia prima, el pescado y sus derivados. Todos aquellos excedentes que no iban destinados al consumo humano eran los más adecuados, por una evidente razón económica, para la fabricación de fariña. Así lo recuerda nuestro vecino Enrique García, quien a finales de los años 50 estuvo empleado en la fabrica de harinas ALFA S.A. de Avilés. También conocida  popularmente,  no podía ser de otro modo, como La Fedionda,: “Se recogía pescado y los restos en las fábricas”. Detallando una práctica habitual: “También se iba muchas veces a los puertos como los de Gijón y Avilés y se cogía directamente a los barcos para abaratar los precios”.



Fuente: Luis Servando. Barco a la espera 
para descargar chicharrón en la Ría de Avilés.
Años 50 del pasado siglo. Se observa la gran
cantidad de pescado en tierra como en el barco.

         Así, en muchas ocasiones se evitaban las intermediaciones. Negociando la compra en puerto. Priorizándose sobre todo, tal y como lo recuerda nuestro anterior declarante:“ Los barcos de pareja, los de arrastre que iban sobre todo al chicharrón”. Precisando la recogida de especies no orientadas a la venta (normalmente por exceso de oferta) algo que en los tiempos actuales resultaría inverosímil: “Recogíamos en aquellos barcos, bacaladas, calamares, raya, patarroxa, chicharrones, palometa". También añadiendo la razón económica: "Todo mezclao, sin escoger nada. Todo lo que no podían vender a mejor precio, todo iba para la fábrica de harinas".

            En cambio, cuando se recolectaba  en las fábricas de conserva, la cosa cambia : "Cuando había que cargar en las fábricas de conserva, allí se recogían  los desechos. Todo lo que no se enlataba, cabezes de pescao, restos de bonito, tripes".  Señalando que la operativa era siempre física, ante la ausencia de maquinaria apropiada: “Se cargaba el camión a mano, a paladas y no se pasaba por báscula". El procedimiento para valorar aquel peso así lo detalla: "Se calculaba  dependiendo del número de paladas. Teniendo en cuenta que cada una pesaba entre 5 o 6 kilos". Para verificar el buen cumplimiento de lo pactado: "Cantábamos en voz alta cada palada: una, dos, tres, cuatro...Y siempre había una persona de la fábrica vigilando que todo fuera correcto".

            Pero pese a que hablamos de desperdicios,  deshechos de pescado y que aparentemente no tendrían mayor importancia, nada más lejos de la realidad.  No todos eran iguales para sacarles el mejor rendimiento en la posterior producción de la fariña, tal lo aclara Enrique: “Los mejores eran los de Candás, los de Casa Albo y los de Portanet”.

            Después del esfuerzo, del trabayo, había que llevarlo a destino. Será nuevamente este dicente, quién describa aquella pequeña odisea desarrollada entre baches, empinadas cuestas y duras curvas de la carretera :“El camión era muy pesao, iba muy lento y les carreteres de entonces tampoco ayudaben mucho. Así cuando empezábamos a subir les cuestes, los guajes y no tan guajes aprovechaben para descargar algún pescado para llevar pa casa”. Matizando: “En aquellos años que hubo tanto chicharrón los guajes subíense a la caja del camión y tiraben los pescaos a les cunetes, que más tarde recogíen”. Sentenciando: "Si el camión paraba en cuesta ya no arrancaba. Así que lo mejor era dejar que cogieran lo que quisieran. El daño no era muy grande".

            Esta picaresca, alimentada por la necesidad del momento,  trasciende fronteras. Tal lo recuerda José González: “Los guajes en Samarincha (entrada de Luanco), cogían de la carga chicharrones, aprovechando la poca velocidad de aquellos camiones”. Luis Servando también lo refleja en una expresión característica: "Se aprovechaba cuando el camión subía cuestas  ya que le entraba la fatiguilla. Era el momento para coger la carga."

            También es cierto, que ocasionalmente se producían permutas durante el trayecto entre el camión y su destino final. A través de pequeñas transacciones comerciales, de muy poca monta, como lo señala Enrique García: “ Algunas veces, en algunos bares cuando íbamos a comer el bocadillo, cambiábamos algo de aquella mercancía. Una botella de vino por algo de pescao". Confirmando nuestras sospechas: “También se llevaba alguna vez pescao camuflao pa casa, como chicharros, pulpos, calamares, ...”.


Enrique García:" ...se llevaba alguna
vez pescao camuflao pa casa".

            Manolo Robés, apostilla que en lo referente a nuestra  Fedionda: “Durante la última época se abastecía sobre todo de la fábrica de  que había en Lastres, Forascepi". La empresa a la que alude el bueno de Manolo, era la fábrica de conservas conocida popularmente como "La Rosario". Fundada por Antonio Forascepi y su mujer Rosario (de ahí el sobrenombre de la empresa).

            Precisando  la logística: "En La Fedionda había un conductor y un camión. Siempre se llamaba a algún chaval para que hiciera pareja con el chofer para cargarlo". El medio usado para ello: "Un par de palas y los brazos. Sin parar hasta llenar el camión".

        Manolo añade en la información la filiación de algunos de aquellos operarios: "Los últimos años de actividad el chofer se llamaba Losa y casi siempre iba con él un fio de Pedro d'Xuan d'Mingo (Pedro de los Carros)". Aunque detalla las impericias de un anterior empleado: " Antes de Losa , trabajó conduciendo el camión un paisano de Bocines, Paxa. Era muy despistao conduciendo". Argumentando el motivo de aquella precisión: " Muches veces no se acordaba de bajar el basculante del camión. Una vez saliendo de Luanco arrancó todes les cometides de la luz. Dejó la parte de abajo de Luanco sin luz unos cuantos días. Otra vez por lo mismo tiró a la entrada de la fábrica un árbol y no cayó encima de Manolo Julián de milagro. Manolo cuando Paxa bajó del camión, le dijo que si pensaba ponerle el árbol de gorro". Estaba claro que la sustitución del chofer era inminente. Tal y como así ocurrió.



Manolo Robés y Josefina Artime.

            Una vez la materia prima en fábrica, quedaba la dura faena  de descargarla en los receptáculos destinados a tal efecto.  Para ello y  en un proceso tan poco mecanizado, se recurría nuevamente a la abundante mano de obra existente. Tal lo recuerda Manolo:“ Aquí se contrataba gente, casi siempre chavales, de manera ocasional pa descargar los camiones. Dependiendo del apuro se llamaba a uno o dos. Con eso bastaba".

            La síntesis, el sumario de todo este proceso de transporte, lo apostilla Enrique García: “En aquella época todo este trabajo se hacía a mano y era muy duro, de mucho esfuerzo. De mover miles de kilos de pescao y desperdicios solo con la ayuda del tus brazos, de tú cuerpo”. En esta misma orientación se explicita otro trabajador de la Fedionda, nuestro vecino Francisco Santos Martín, Paco: "Uno de los trabajos más duros era el descargar los camiones de pescao y mover todo aquello para dentro de la fábrica. Eren tonelades y había que hacerlo todos los días". Aclarando cualquier duda: " Y de maquinaria la justa"

                Aunque Paco valora otros hándicaps: " Lo peor de aquella fábrica estaba sobre todo en la suciedad". Recordando su paso por aquel proceso productivo: "Allí se trabajaba de todo. Pendiente de que las maquinas funcionaran. Que no fallara nada. Los mayores problemas los daban los motores eléctricos". 

            En la fase final de aquella fabrica, el deterioro de aquellos elementos que componían la columna vertebral de La Fedionda, era más que manifiesto. Tal lo atestigua nuestro anterior dicente: "Se hacía de todo y todo era poco. Los motores eléctricos estaban en muy mal estado". 

           Este tal y como veremos más adelante, será uno de los motivos para el cierre definitivo de aquella instalación.


Carmina Sampedrín  y Francisco Santos, Paco.

 

 

Funcionamiento general de las fabricas de harinas.

 

 

"...hasta algamar una fosca sospecha:

que les coses nun son como son". 

Pablo Marín Estrada.

 


                        Es intención en estas escasas líneas el hacer un pequeño esbozo de las fases necesarias y elementales para obtener la preciada harina, objeto final de todo este proceso::

1.    La cocción: donde se procedía a el cocido de la materia prima (pescados y sus vísceras).  La finalidad de coagular las proteínas, a la vez de evitar la inminente descomposición de los pescados y  detener la acción de las bacterias. El segundo objetivo de esta operación, era eliminar las grasas y el agua.

2.      El pre-prensado: donde se persigue  una eliminación de cualquier resto de líquidos.

3.      El prensado y centrifugado: es la eliminación definitiva de agua y de cualquier tipo de grasa, a través de la compresión  de  pescados, la denominada torta.

4.      La evaporación: la desaparición de aquellos vapores que se resisten  a la volatilidad, y que con las fases anteriores aun estaban presentes en el proceso. La evaporación se hace en el "agua de cola" que es el liquido sobrante. Se intenta reducir el volumen del producto para concentrarlo mejor y obtener sólidos.

5.      El secado: es donde se deshidrata la torta del prensado, la torta separadora. Sin afectar en ningún caso a la calidad final del producto. El objetivo final de este proceso  no es otro que el eliminar cualquier tipo de humedad ( meta de cualquier tipo de fabricación de harinas). Con ello la desaparición de los microbios, bacterias que pudieran afectar e incidir definitivamente en el resultado definitivo del producto a comercializar.

6.    La molienda o molturación: es  donde se trata de cumplimentar con las exigencias del cliente, reduciendo todos  los componentes  sólidos a lo que es la harina. Del resultado final de esta operación dependerá el aspecto final y granulado especifico exigido. Con ello la aceptación de los mercados y el precio final.

            Lo que no se debe olvidar, con independencia de las etapas de esta fabricación  explicadas con anterioridad ,es que en el caso de la harina de pescado, el contenido de aminas biogénicas, esto es, la degradación y la descomposición bacteriana  refleja el estado de la materia prima  y por ende, la frescura del  proceso. Siendo esta la base de su consideración en el control de calidad de la harina de pescado para su uso final, y admisión entre los mercados.



Fuente: Cesar Augusto La Madrid. Esquema proceso
productivo de la fabricación de la harina de pescado.

 

El proceso de fabricación en La Fedionda.

 

  

            Solo la suerte al contar con la solvente memoria de Manolo Robés, ha hecho posible el adentrarnos en las tripas de aquel proceso, que durante aquellos años se desarrolló en la antigua casa de Manolo Salero. Ante la ausencia total de documentación respecto a este desarrollo productivo. Y aprovechando esta circunstancia que juega a favor de nuestros intereses, exponemos tal cual  ha relatado el procedimiento habitual: “En aquella fábrica había 17 motores eléctricos trabajando a la vez. Eran los que daban la energía a toda la maquinaría, quemadores, prensa, rulo, trituradora... Había un transformador de energía. Allí llegaba la tensión en alta. Se necesitaba mucha corriente, pues había mucho consumo". Todo un auténtico hito técnico, en el nulo desarrollo industrial del pueblo.


Fuente: Google. Acceso de vehículos pesados al almacén
de La Fedionda. Ya en ruinas.  En la parte superior derecha
se observa el transformador de energía. Octubre de 2008.

            Detallando del modo que sigue aquel proceso. “ El pescao que se traía en camiones entraba para la fábrica. Directamente se llevaba al almacén. Allí había una rampa para ayudar a meter en la cinta transportadora para que se cociese en el cocedor, en la manxeca. Todo a paladas y si las piezas de pescao eran grandes, a mano". Con ello se eliminaba la posibilidad de podredumbre, de la no deseada descomposición, que pudiera afectar al resultado final.

            Una vez cocido, se trataba de separar lo sólido de lo líquido, tal lo detalla Manolo: "Con el separador, se sacaba mucho aceite de pescado. Yo calculo que en un turno de producción normal  entre 1000 y 1500 litros". Concretando nuestro declarante: " No todo era aceite, pues estaba mezclao con restos de pescao. Había que filtrarlo y después  llevarlo a refinar". Subrayando el valor de esta producción: " El aceite era mucho más caro que la fariña. Estaba muy valorao".

          Describiendo el siguiente paso, en una breve y concisa explicación, el del prensado,  centrifugado y secado: “ Después se llevaba a la prensa (para eliminar el agua) cayendo directamente al rulo, que era un tubo  con un diámetro de 1,5 m. que estaba girando sin parar. Alimentado por un motor de giro lento”. Aclarando y precisando: “Que el rulo tenía un quemador para curar y secar la harina”. Finalmente todo aquel producto estaba en espera de la última fase: “Una vez que estaba curado se molía en la harina, y después almacenarlo”.  Suponemos que en un lugar seco, para evitar cualquier incidente indeseado.

            La fariña de pescao, está formada por entre 60% y 72% de proteína, entre el 5% y 12% de grasa y un máximo de humedad del 9%. Si se cumplen estos parámetros se puede almacenar por un tiempo prolongado. Sin riesgo de podredumbre.

           Manolo añade una interesante declaración: “ La harina que se sacaba tenía una calidad muy buena. Lo que se hacía era llevarla para mezclarla con otras harinas que  producía la misma empresa. En fabricas por la costa mediterránea, que era de peor calidad.”

           Respecto a la jornada de trabajo, lo detalla Manolo del modo que sigue: “Casi siempre se trabajaba en dos turnos y a doce horas". El número de personas que acompañaban esta etapa laboral:  “Era mínimo de tres o cuatro de  trabajadores, aparte del administrativo”. Aunque en ocasiones, recuerda: “Se contrataba alguna vez gente, pero casi siempre para descargar los camiones”.     

           Nuestro vecino Francisco Santos, Paco, corrobora lo anteriormente expuesto: "Solo se llamaba a gente cuando había tareas extra. Siempre cuando se esperaban por uno o más camiones". Respecto al trabajo, precisa: " Los trabayos todos son diferentes. No se pueden comparar entre ellos. Y menos con los tiempos de ahora. Lo que si se echaba de menos era un poco más de maquinaria". Aquella carencia se compensaba con creces con otras cosas: "Lo que había entre la gente era muy buen ambiente. Y eso a la hora de trabayar, se nota".


Fuente: Google. Vista aérea de La Fedionda.  Años después de su cierre.
 En el circulo el área de trabajo de la misma. Octubre 2008.


            También recordar que serán los laboratorios IBSI, de Madrid, quienes llevarán el control de la calidad de la fabricación de las harinas

            Debemos de valorar en su justa medida e importancia estas  declaraciones de nuestro dicente, Manolo Robés.  Describiendo el complejo proceso productivo de la Fedionda, en el último lustro de actividad, de manera breve y concisa .



Algunos de los trabajadores de Antromero. 


            La plantilla fija no era muy numerosa. Entre los dos turnos diarios de doce horas y dependiendo de la intensidad productiva, podía oscilar entre seis y doce personas.

         Algunos de aquellos laboradores eran de nuestro pueblo. En ese listado figuran nombres como: Avelino el Civil; Manolo Robés; Andrés el de Bolla; Marcelo l'Cevil; Basilio Gutiérrez Lique; Francisco Santos Martín Paco; Joaquín Les Moranes. Y seguramente alguno más que se nos queda aparcado con la desmemoria.

            Basilio Gutiérrez Lique, destaca algún detalle: "Trabaye en La Fedionda  y  llegaben todos los días camiones llenos de pescao. Chicharros grandísimos que ahora cuesten un montón de perres y eren pa facer fariña".


Basilio Gutiérrez, Lique.


             Tal y como recuerda Paulino García, su abuelo Marcelo l'Cevil : " Cuando se retiró de la mar, tuvo que trabajar en La Fedionda . Para complementar su pensión. Había sido fogonero toda la vida y todavía tuvo que quemase más al lao de casa, trabayando en los hornos".


Fuente : Paulino García . Boda de Aurelio l' Tuertu. El primero 
por la izquierda Marcelo l'Cevil.



Joaquín les Moranes. Trabajó en La Fedionda, antes de 
su entrada en los populares ferrocarriles del Carreño.



            Entre las contrataciones temporales, sin registro, ni alta y que no formaban parte de la plantilla fija, estaban un sinfín de jóvenes, quienes por horas o días daban cuenta de algún trabajo apremiante, tal lo recuerda José Manuel Mori: "Íbamos a descargar camiones, casi siempre gente joven. A mi me llamaban también para picar y limpiar los hornos. Necesitaban gente que tuviera la habilidad para entrar por espacios pequeños y poder picar aquellas máquinas". Además de sentir la gratificación económica: " Muches perres gané trabajando allí".

            El mantenimiento de las edificaciones, mejoras y ampliación de las mismas correspondía a las expertas manos de un vecino, Sergio La Flor, como lo señala su hijo, José Manuel: " Mi padre era el encargado de mantener los edificios de La Fedionda. También lo llamaban cuando había que hacer obra nueva". Es una evidencia que esta fábrica representó para muchos habitantes de Antromero unos pingues ingresos por el trabajo desarrollado.



Fuente: Inés García. José Manuel y su esposa Inés, posando frente
al monasterio de Monserrat.


            

 

Los problemas ambientales .

 

 

“Huelo mal, como a fracaso, como a podrido,

como a derrumbe y nostalgia,

 como a  hambre de esperanzas”.

Gonzalo Osses.

  


            Si analizamos los problemas de esta producción de harina de pescado con independencia de factores sentimentales o afectivos, hay un agente común a cualquier otro proceso productivo, la contaminación medioambiental. Esta se traduce en las dificultades para tratar adecuadamente los deshechos y residuos propios de las plantas procesadoras.

            Las grandes industrias en este tipo  se han ido instalando en los últimos años en países en vías de desarrollo y con importante actividad pesquera. Auspiciadas en la permisividad de  aquellas autoridades con respecto de su legislación ambiental. Evitando los periódicos y exigentes controles a los que son sometidas en los países más desarrollados este tipo de actividades. Reguladas por reglamentos más exhaustivos y exigentes.

            Así países como Perú, Chile y Argentina copan en el ámbito latinoamericano los top rankings de producción de harinas provenientes del pescado. Lugares donde desgraciadamente se suceden continuas denuncias referentes a la contaminación del aire, del mar y de los aledaños de aquellos centros industriales. De la importancia de esta actividad da fe el informe de la OEA (Organización de Estados Americanos), en la que cifra como el 20% del total del PIB de Perú (2017), lo que representa esta tarea económica.

            Rescatamos un recorte de la prensa de la ciudad de Puerto Madryn en  la Patagonia argentina, “Diario el Chubut” ( 8/2/2008),  denunciando este permanente atentado ambiental: “ El mal olor inunda por completo la ciudad y se hace difícil a veces convivir con ello”. Precisando el origen de aquellos males: “... las plantas procesadoras que en muchos casos, destilan un fétido olor producto de los líquidos residuales que quedan después del proceso que se le aplica al producto de la pesca”.  Describiendo una situación familiar en nuestro pueblo: “Un olor nauseabundo que atraviesa ventanas y puertas y que a veces se hace difícil soportar a lo largo de los 365 días del año”. A través de estas líneas se puede comprobar la triste universalidad  de este tipo de males, con independencia de nacionalidades y latitudes.

            Ciñéndonos a los inconvenientes, estos se resumen en la sobrecarga de residuos orgánicos y químicos que se vierten directamente y sin control al aire, a los ríos y mares.  Estos son producidos por las aguas (aguaza o sanguaza), con residuos sólidos previos al proceso propiamente dicho de producción. Aguas con restos de pescaos, mezclas de sangre y restos del inicio de la descomposición de los mismos, almacenados previamente a  la fabricación de les fariñes.  Finalmente, las aguas denominadas de cola, que son las empleadas en la cocción de la materia prima (pescados y sus derivados).

            Podemos afirmar, que  los graves problemas estaban en la eliminación de las aguas procedentes de aquella elaboración. Y que en Antromero fueron visibles en el entorno de la fábrica, río Pielgo y la Pregona (desembocadura del citado río).

           

 

 

¿Pero porque fedía tanto La Fedionda?.

 

 

"Huelo y pervivo,

huelo y presiento,

 huelo y escribo;

Huelo y sé que algo

          ha de morir por tal olor…"     

Gonzalo Osses.

 

            Esta era el interrogante habitual de quienes conocieron a nuestra primera y primaria industria . Pues el soportar aquellos fedores no era demasiado agradable y que el viento se encargaba de extender a lo largo de kilómetros.

            Sin ánimo de aburrir en exceso al sufrido lector, vamos a tratar de dar una pequeña explicación de aquellos nocivos olores que acompañaba la rutina y el quehacer diario a los vecinos de Antromero.

         Tal y como vimos con anterioridad, la putrefacción  propia de las materias primas (pescados y restos de los mismos) y las aguas derivadas de aquella actividad son el verdadero problema. No debemos olvidar  en ningún caso los contaminantes emitidos a la atmósfera durante el proceso productivo. Destacando entre otros por su mayor impacto medioambiental, los que siguen:

            Sulfuro de hidrógeno: la acción de las bacterias sobre los pexes y restos de los mismos, generan su descomposición, produciendo una serie de gases como el que ahora tratamos (H2S). Es evidente, que se trata de una pequeña concentración del mismo y que el efecto es el olor característico a podrido. No es el gran problema del origen de aquellos fedores. Aunque su suma, ayuda a ello.

            Ya en la transformación para la elaboración de la harina, radicaba la gran problemática, ahora analizada. Durante el proceso de secado, donde se trata  que la torta de pescado pierda toda el agua, se genera unos gases, las que se conocen como partículas PTS y PM-10. Estas  son una combinación de polvos muy finos procedentes de la materia orgánica y de las cenizas causadas en esta parte del proceso (Manolo Robes detallaba como el secado en el rulo). Son las responsables de  la mayor parte del olor putrefacto y fétido tan característico.

            Finalmente, el vapor de agua generado durante esta misma fase de secado contiene unos agresivos componentes, tales como amoniaco, trimetilamina, etc. Estos potencian los efectos nauseabundos derivados de la producción de harinas de pescado, anteriormente detallada.

            Podemos afirmar, en el convencimiento de no errar en el diagnóstico, y pese a la creencia y certidumbre de algunos vecinos entrevistados, que el origen de aquellos fedores descontrolaos, no estuvo nunca en la descomposición de la materia prima, entiéndase pescados y demás (su olor era demasiado local, sin gran expansión).  Fue la fase productiva de la desecación y evaporación ( perdida de agua)  de la torta de pescado, para la eliminación  de las bacterias que pudiesen alterar el resultado final. Esto es, la fariña de  pescao, la gran culpable de la desazón olfativa reinante.

            Debemos  recordar que para la limpieza de las instalaciones y determinada maquinaria se debía acompañar al agua con  una elevada proporción de soda para dotarla de la necesaria eficacia desinfectante. Estas aguas y los restos orgánicos que generaba su limpieza acababan normalmente en los ríos, arroyos más próximos y por defecto en la mar. Aparejando un notable problema contaminante en el entorno.

            En nuestro pueblo, aquel agua acompañado de notables residuos orgánicos y químicos eran aliviados en la parte final del río Pielgo y que trascendía muy visual  en la Pregona. Esto es, la zona de la playa de San Pedro donde desembocaba el citado río. Tal lo recuerda muy gráficamente Moncho La Piedra: “En el Pielgo y la Pregona había una salsa en el agua que metía miedo. Como sería que cuando había un poco de fola (ola) en la mar no movía aquel agua, porque de gorda que estaba parecía una balsa”.

            También es necesario precisar que el fedor característico transcendía la producción e incluso afectaba a su transporte. Tal nos  lo recuerda José González: “ En el año 1982 hicimos el trayecto Tocopiye (Chile)- Amberes. Llevábamos un cargamento de harina de pescado y los primeros días de navegación el olor en el barco fue insoportable. Al final acabamos todos acostumbrándonos”. La sorpresa se precipitó en destino: “Cuando atracamos en el puerto de Amberes, la policía rodeó el barco. Aquel olor generó una alarma tal, que no creían que se trataba de un cargamento de harinas”. También añade en su relato, que incluso aquel pequeño problema de pestilencia se prolongaría tiempo después: “ Cuatro días más tarde en los viajes que hacíamos en los autobuses por la ciudad, la gente no se acercaba a nosotros. Huyendo de aquel tufo que desprendía nuestra ropa”. 

            La degradación del entorno de estas fábricas es notable y muy visual. Restos biológicos de los pescados, de la propia harina, formaba parte del paisaje e influía en el paisanaje. Además del ya conocido agravante que representaba aquella peste, en forma de olor insoportable.

            El resumen de este apartado, del interrogante ¿porqué fedía tanto La Fedionda?, puede quedar resumido  y obviando los tecnicismos, que son tan necesarios en este apartado, del modo que sigue: en esta fabricación son necesarias una serie de fases , entre la que destaca la etapa del secado. Es en este momento cuando se liberan junto a los vapores de agua propios una serie de gases. Culpables de aquellos fedores que durante dos décadas acompañaron el ambiente de Antromero.

       

 

Otra Fedionda, otra comparación.

 


“Llegados a este punto,

quizá todo tendría que ser  más sencillo...”

Berta Piñán.

          

            A pocos kilómetros de nuestro pueblo, en Avilés, hubo una similar actividad. Desarrollada por la empresa ALFA S.A., pero a mayor escala, con más empleados. Su ubicación estaba en el acceso a la villa , ya casi en el mismo casco urbano de Avilés. En la actual Avda. de Gijón.

            Aquella producción se mantuvo hasta la entrada de la década de los años 80 del pasado siglo. Será  la primera corporación democrática y el empeño de alguno de aquellos ediles los que ponen punto y final a su fabricación de harinas. Con la oposición de algunos  sectores productivos obviamente implicados en ello. Es evidente que nunca llueve a gusto de todo el mundo. Forma parte de la compleja naturaleza humana.    

            Los problemas anteriormente expuestos en nuestra Fedionda, se multiplicaban en este caso. Teniendo en cuenta los siguientes factores: el número de trabajadores oscilaba entre 16 a 20 y se fabricaba a tres turnos.  Es evidente que la producción era muy superior a la de nuestro pueblo y los agentes contaminantes, también.

            Requeridos algunos vecinos próximos a la zona en la que se ubicaba aquella instalación para que opinasen al respecto, las respuestas son variadas, coincidiendo en un elemento común: “Los fedores insoportables”.

            Para no extendernos  en exceso, rescatamos el análisis de dos personas, Félix Menéndez Bravo, quien hace la siguiente exposición: “Cuando íbamos en el autobús a la playa de Salinas o San Juan, al pasar delante de la Fedionda, teníamos que tapar las narices por aquel olor insoportable”. En  cambio, José Ramón García García, reflexiona del modo que sigue: “Si, es verdad que lo de la fabrica de harinas olía muy mal. Pero había otras empresas que contaminaban igual o más”. Además nuestro último declarante,  concluye con una pragmática  exposición : “ Encima daba empleo a bastantes personas”.

            Como podemos observar, las consideraciones al respecto, como todas las cosas de la vida, son tan flexibles como variadas.        

 


Principio y final.

 

 

Yo se que nada regresa, que nada

vuelve  a nacer, que lo que tuvo

nun ta, que nada ye lo que fue...”

Aurelio González Ovies.

 

 

             Después de vagar durante estos apartados por nuestra Fedionda, vamos hacer un resumen de aquella actividad. Con ello pretendemos organizar y sintetizar el origen y ocaso de aquel proceso productivo.

            El inicio de las obras para construir la edificación de la Fedionda, comienzan en el año 1945. Será la iniciativa y buen hacer de Manolo Salero quien construirá una obra única y exclusiva. La forma de su fachada romperá con las sobrias líneas de los edificios de Antromero. Unos tres años después se iniciara el proceso productivo en aquel solar,  con la solicitud por parte de Guardado y Compañía (Manolo Salero), de una fabrica para la producción de abonos. 

            Iniciada la década de los años 50 y con la marcha del bueno de Manolo a Guardo (Palencia), será el capital madrileño quien se aventurará en la fabricación de harinas de pescado. A través de la empresa SUPESCA.

             En torno a 1961,  el empresario de Reus, Santiago Barceló se hará con el control de aquella producción, a través de la empresa denominada HARINAS DE PESCADOS. Que se mantendrá activa hasta el año 1968.  Si bien es cierto que Manolo Robés, puntualiza: “La producción empezó a bajar a partir del año 1966, hasta el cierre definitivo. Aunque Santiago quería mantenerla abierta".  Corroborando lo expuesto, en el Boletín Oficial de la Provincia, con fecha de 6 de Junio de 1971, Santiago Barceló declara negativa la actividad del año 1969. Esto es, sin productividad alguna.

            El mayor problema que tuvo en su arranque fue la ausencia de agua potable. Inconveniente que se solventó con la instalación de una bomba que impulsaba el liquido elemento desde el río Pielgo hasta la fábrica. Aquel ingenio había que cebarlo "in situ", en algunas ocasiones para su arranque.  Siendo aprovechado en aquellas puntuales ocasiones y en el turno nocturno, para esconderse y dar un susto al que debía de bajar al río para conectar la bomba.

       Otro de los graves inconvenientes estaba en la evacuación de las aguas residuales. Recurrimos nuevamente al bueno de Manolo Robés: "Se echaba directamente al río Pielgo. Iba canalizado con tubos, que alguna vez se atascaban, porque aparte de agua pasaba por ellos muchos desperdicios".

            De aquella exposición pueden dar fe innumerables vecinos. Sin intención de caer en la reiteración, recuperamos la declaración de José Adela, para ilustrar aquellos efectos perniciosos: " En la Pregona (desembocadura del río el Pielgo, en la playa de San Pedro) aquello metía miedo. Aparte del fedor, el agua en la mar era tan gorda, que tirabes una piedra y no acababa de hundir. Aquel agua era gorda y de color anaranjao. Tenía una especie de nata por encima que metía miedo".  Añadiendo una sentencia irrefutable: "Debajo de aquel agua no había nada. No había ni una llámpara, ni un bígaro".

               Nuestra vecina María del Rosario Muñiz Menéndez, aporta una remembranza infantil imborrable: "Recuerdo que hasta la ropa de los tendales olía mal. Según de donde soplara el viento, había que cerrar las ventanas". Añadiendo una afección a los usos y costumbres estivales: "En el verano lo que queríamos era bañarnos en la playa de San Pedro. Pero allí había una capa de grasa que cubría el agua del mar. Nadábamos y el cabello, la boca, la barbilla y todo el cuerpo se nos adhería una grasa negra muy asquerosa". Precisando más se anterior exposición: " Muchos días cuando el agua del mar estaba tan contaminada, era mi abuelo, que ya estaba de baja laboral, quien me llevaba a bañarme a Gargantera. Porque el agua estaba más limpia. Otras veces era mi madre quien  me llevaba al Sombrao". En cambio, manifiesta que la rutina del baño se mantenía en la playa, pese a todo: "La mayoría de las veces el baño era en San Pedro, pues nos quedaba más cerca y era más cómodo. En aquella época éramos muy niños y seguramente tragaríamos cantidad de agua con abundantes vitaminas. Aquella balsa de aceite nos alimentaba y a los peces también". Tras esta evidente sentencia, tan solo nos quedaría añadir aquel popular dicho: "Lo que no mata, engorda".


Al fondo y a la izquierda, María del Rosario Muñiz Menéndez.
Año1957, comunión en Bocines. Muchos de los presentes, pudieron
comprobar la calidad del agua de nuestra playa con los aderezos de 
La Fedionda.





            La Fedionda,  empezó su declive con la regulación legislativa aprobada a través del R/D 2414 de 30 de noviembre de 1961. Con este decreto, se trata de ordenar las actividades molestas, insalubres, nocivas y peligrosas. La actividad transformadora de la Fedionda va a estar clasificada como actividad molesta e insalubre.

            En este Decreto, se va a perseguir vía administrativa, a aquellas actividades que redunden en una alteración de las condiciones normales de salubridad e higiene en el medio ambiente.

            Así, el inevitable paso de los años y la degradación de las maquinas hace inevitable una inversión. Tal y como recuerda Manolo: “ Santiago Barceló (el propietario) quería ampliar aquel negocio, porque los aparatos y maquinaria estaba bastante estropeao”. Añadiendo una razón de peso: “Quería invertir porque aquella harina era muy buena y además la llevaba para mezclarla con la de otras fábricas que tenía por el Mediterráneo". Fundamentando aquel interés inversor: "Barceló siempre nos decía que iba a meter tantes perres en la fábrica, que podríamos venir a trabayar con traje y corbata".

            Fruto de aquella manifestación, en el Boletín Oficial de la Provincia N. 57, de 9/3/1967, se recoge la siguiente instancia: "Santiago Barceló Escriba, ha solicitado licencia de obra para construir una nave para almacén en su industria de HARINAS DE PESCADOS, sita en el barrio de Antromero". 


Fuente: Loli Serrano. Con bicicletas: José Canario (hijo), Amparo Capacha y 
Loli Serrano. Al fondo y señalada con una flecha la chimenea de la fábrica
La Fedionda. Años 60.

            Todos los intentos de Barceló para continuar  fueron en vano. No obstante, tal y como expuso Manolo Robés, hace un segundo intento un año después para evitar aquel anunciado fin. Con fecha de 14 de agosto de 1968, registra solicitud en el Ayuntamiento de Gozón para sustituir las maquinas que pudieran producir aquellas molestias, por otras que aminoraran las mismas. Sus intentos fueron baldíos. Las autoridades de entonces no permitieron la continuidad de nuestra primera industria, al negar los permisos necesarios para ello.


Restos en la actualidad, de la primera empresa fabril de Antromero.

             La Fedionda, para unos un regalo del cielo y para los más, un castigo procedente del mismo . Así se interpreta la historia, nuestra historia.



2 comentarios:

  1. Interesantísimo post sobre la Fedionda. Me ha sorprendido (gratamente) la parte dedicada a la química del proceso. Efectivamente el sulfuro de hidrógeno es el responsable del olor a "pescado podrido" (realmente "fiede") y con los medios disponibles en la época para evitar su emisión no debería de ser nada agradable vivir en Antromero.
    Felicidades, una vez más, por vuestro gran trabajo

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  2. Muchas gracias como siempre a ti, Luis Ignacio. Tus palabras de apoyo nos hacen seguir en la brecha. Después de algo más de seis meses desde la primera publicación, representa tu ánimo un refuerzo animoso, difícil de cuantificar. Muchas gracias.

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