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Punta San Pedro. El Pico. |
Capítulo 14.
La mar. Quinta parte.
¿Qué fue de lo nuestro?.
"En algún lugar de futuro
mis fantasmas me siguen
rodeando."
Kenneth Rexroth.
Antes de adentrarnos nuevamente en la búsqueda de ese tiempo arrinconado por los años y el olvido. De ese robamemorias que nos acosa en los tránsitos generacionales, nos vais a permitir el hacer un breve recorrido por nuestres lanches y su crónica. Por nuestra evocación salina del siglo pasado.
Es inapelable que en Antromero hubo una continua actividad pesquera con embarcaciones desde tiempos inmemorables. Así se constata en el siglo XII la presencia de un pequeño astillero próximo a la ensenada de San Pedro, para la reparación y construcción de chalupas.
En su magna obra “Asturias” editada en 1900, Bellmunt y Canella, en la referencia que hacen a la parroquia de San Martín de Bocines, documentan: "...en su territorio se halla la ensenada de San Pedro (Antromero), bajo su ermita, con humilde astillero." Si analizamos el texto y teniendo en cuenta la línea de marea, tendría que estar ubicado, atendiendo a la lógica en las proximidades al original camino de acceso a la playa o bien la desembocadura del río Pielgo. En ese documento nos confirma esa permanente actividad desarrollada a lo largo del tiempo. Además, si atendemos a las valiosas explicaciones de Pepe Capacha quien recordaba que en su tardo-infancia: ”En Antromero había tres lanchonas, grandes, para ir a pescar la sardina..., la de mi padre se llamaba “Cinco Hermanos” y otra era “Dos Hermanos”. Aclarando: "Cuando había que reparar se llevaben a Luanco.” Podemos deducir de la manifestación del dicente, nacido en el año 1921, que aquel pequeño astillero cesó en sus labores poco después de constatar su presencia los eminentes Bellmunt y Canella (principios del siglo XX). Y que tal actividad no se reanudará con cierta continuidad hasta el inicio de la década de los 70 del pasado siglo. A través de las manos hábiles y firmes de Cesar García Artime, el último de los carpinteros de ribera que ejerció en Antromero.
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Pepe Capacha. Nacido en el año 1921. |
La ausencia de este oficio en el pueblo durante el periodo de tiempo señalado, es confirmada por multitud de declaraciones de nuestros vecinos. Tal se explicitan: Bernardina Mori: ”se iba a reparar a Luanco”; Lucia les Moranes nos añade que “casi siempre iban a Luanco y algunas a Candás” y Amparo Julián, aun nos lo precisa más, “...a Luanco, pero sobre todo al astillero que había en el Dique”.
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Astillero del Dique. Año 1912. |
Tan solo alguna excepción, rompió el monopolio de construcción y reparación foránea de embarcaciones. Como fue el caso de Manolo Bernarda, quien construyó una lancha en La Flor, en los pasados años 40. Así lo documenta Manolo Llaranes:” Tenía manos de plata, se le daba bien todo...hizo una lancha muy buena en las casas de La Flor”. Aunque también nos aclara por si hubiera alguna duda: "En Antromero, siempre hubo gente muy buena trabajando manualmente. Que si no quisieron hacer lanchas, seguramente fue que no les interesaba."
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Fuente: Marisol Carro. De izquierda a derecha, Manolo Bernarda y Manolo Llaranes. |
La relación de aquellos astilleros en Luanco que ofrecieron sus servicios a nuestros vecinos en ese tiempo, nos la expone Menéndez el Roxín : “Anselmo, Dique, Roxín, José Ramón de la Pintora, Ramón y Benigno de la Palacia, Alfredo el Caracol...”. Como curiosidad resalta por la forma de trabajar al calafate Ramón el Demonio, en su monótono golpear en los hierros de calafatear para meter la estopa entre las juntas de tablas y tablones:“... trabajaba los domingos (incumpliendo las normas morales y sociales existentes entonces) y cada vez que golpeaba con la maza para calafatear, decía: “zis, zas, agua hiciste, más harás”. Precisando que tan solo silenciaba aquella cantinela cuando le daban la bota de vino.
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Menéndez el Roxín. |
Respecto a las lanchonas que había en el pueblo a principios del siglo pasado no hay uniformidad de criterios entre las declaraciones de nuestros vecinos, si bien parece que pudieran ser entre tres y seis. Sus características corresponderían a las de las trainerillas, embarcaciones sin cubierta dedicadas a la pesca próxima a la costa, especialmente a la sardina. Recurrimos a a la prodigiosa memoria de Manolo Robes, para confirmar nuestras sospechas: "Siempre escuche a mi padre decir que en Antromero había media docena de lanchonas que se dedicaban sobre todo a la sardina."
La auténtica eclosión de botes se produjo durante la década de los 60, que se llegaron a contabilizar más de una treintena, prácticamente todas con las mismas características, Tal nos lo recuerda Manolo Robes : “En 1966 compré un bote, de nombre Heres, que tenía estas dimensiones: 4,50 m. de eslora, 0,80 de puntal y 1,55 de manga...” . Para añadir: “ Y era de popa recortada (lisa)”. Esta última apreciación representaba para aquellas embarcaciones el no tener que hacer reforma alguna para usar los socorridos motores fueraborda. Quienes representaron una revolución en las formas y modos de faenar con su aparición. Al tiempo que nos secuencia las labores que se desarrollaban con ellas: “Se dedicaban a pescar y marisquear, con o sin licencia, y también al ocle.” . Sin olvidar la imposición legal de registrarlas, “había que despacharlas (documentarlas) en la Ayudantía de Marina en Luanco.”
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Manolo Robés. |
La creación en este periodo de tiempo de grandes empresas en nuestro entorno, (Ensidesa y Uninsa) y junto las ya existentes, hace que se genere una creación de empleo estable. Dotando de mayor seguridad económica a los hogares y con ello la posibilidad de crear una pequeña flota pesquera, que desarrollará su actividad, con ligeras excepciones, de manera complementaria. Modificando el modus vivendi y reinterpretando el sentido de la manoseada frase,“d'ir a la mar”.
Hay una serie de fotografías hechas por Agustín el Guache, datadas en 1964 y coincidentes con la fiesta de San Pedro. En ellas el objetivo nos descubre a los pies de la ermita engalanada para la ocasión, una playa llena de coches, gente y lanchas. En una mezcolanza que sería extraña e inverosímil en los actuales tiempos.
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Fuente : Agustín el Guache (1964). Pese a la mala calidad de la copia se puede observar una decena de botes en la bajada a la playa. |
Aquellos botes se guarecían de las pleamares y marejadas a lo largo del camino de acceso de la playa. También en pequeños tendejones habilitados para ello y en otras ocasiones se dejaban en la misma (sobre la arena seca), siempre que no hubiera mareas vivas . En los años 60, se construye el pequeño malecón de hormigón que remata la actual bajada del camino de acceso a la playa. Sus objetivos iniciales son los de colocar los botes y chalanas, y frenar el empuje de la mar. A fecha de hoy, soporta las duchas públicas de la playa. ¡¡Tanto han cambiado las cosas, en tan poco tiempo!!.
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Camino de playa de San Pedro. En sus laterales se apostaban les lanches, en caso de mareas vivas o marejadas. |
Antes de la aparición de los primeros carros que facilitaron el subir desde la rexa (orilla) los botes hasta lugar seguro, se hacía con unos troncos de madera, normalmente de eucalipto, llamados imos. Sobre los que se deslizaba o botaba las lanchas, requiriendo para ello un mínimo de personas y práctica. Tal y como nos lo explicita Manolo Robes: “Los imos tenían una longitud de metro y medio aproximadamente. Y se necesitaban por lo menos media docena para botar con garantías la lancha". Precisando que en el caso de que no hubiesen bastantes imos: " Se colocaban los paneles del bote(tablas del suelo) ". Manteniendo la excepcionalidad de lo último: " pero solo como urgencia”.
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Imos de madera. El objetivo, resbalar la lancha sobre ellos. |
También la necesidad de gente para poder hacer la maniobra: “Según la lancha iba pasando los imos y dejándolos atrás, se volvían a ponerlos delante. Y las dos personas que estaban en la proa tenían que estar pendiente que el bote no cabecease. Así se botaban pa arriba y abajo los botes".
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Colocación de los imos. |
Este sistema primitivo a la par que eficaz, fue usado desde tiempos inmemorables para salvar la distancia entre la línea de marea (rexa) y el camino, o en su defecto la arena seca . Será la aparición de los primeros carros, en la década de los 60 los que agilizan y minimizan esfuerzos. Pues representaron una gran evolución por su rapidez y eficacia a la hora de botar les lanches. Este fue el principio del fin de aquel primitivo sistema de desplazamiento.
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Fuente: Mariluz Serrano. Bañistas nativos. Al fondo y a la derecha, se observa uno de aquellos carros. A la izquierda y al fondo la barraca. Chigre de playa. 1964. |
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Älvaro Artime, su motora "Dardo" y chalana con ocle (algas). En primer plano, se observa el carro con el que se desplazaban las lanchas por la arena. |
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Fuente: Emilio el Lechugo (1969). Botes con carros en la playa de San Pedro. |
La playa, nos recuerda aquellos antecedentes. En su parte izquierda, con el nombre que aun hoy perdura de la Imera, lugar donde se recogían sus rudimentarios utensilios nuestros vecinos.
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Al fondo y a la izquierda, la Imera. |
En cambio, cuando las condiciones de la mar lo permitían, tal y como nos lo recuerda Manolo Robés: “Había gente que fondeaba en la Punta San Pedro, y en otres dos llastres que ya teníen gancho”. El sistema no era otro que sujetar con garantías y conocimiento la lancha. Atendiendo para ello, los condicionamientos naturales, dirección del viento y sentido de les corrientes y foles. Las últimos en usar esta práctica fueron las motoras de Cesar y Álvaro (hoy continua la estirpe marinera de ambos con sus hijos, Kiko y Alvarín).
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Foto cedida por Paulino García Suarez. Autor: Agustín El Guache. Playa de San Pedro, mediados de los años 60. Domingo de playa. Se observa una febril actividad, con siete lanchas en zona de marea. |
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Fuente: Emilio el Lechugo (1969). Guajes jugando al balón en la playa de San Pedro. Al fondo, actividad de lanches y una de ellas fondeada. |
Y si de lanches hablamos, aquellas que eran bendecidas con agua bendita para librarlas de accidentes y naufragios, la relación existente en el pasado siglo es extensa. En ella se mezclan motoras con motor central, trainerillas, botes y chalanas. En las declaraciones nuestros vecinos nos destacan una relación que se prolonga desde los años 60 hasta finales de los 70. Será la época dorada, por el número de embarcaciones en nuestro pueblo, tal y como apuntábamos con anterioridad:
"Chubasco" -Mino " Jipia "– José Canario " Richard" – Eduardo
"R. Gijón" – Fausto "La Isla "– Pepe Capacha " Heres" – Robés
" La Gaviera "– Paulino "Navalón"- Ernesto y Carmen "Josefina "-José el Roxu
"Venancio "- Venancio "Dardo "– Alvaro " Angélica "– Cesar
"Manolín " - José Adela "Carmen y Ernesto "- Carmen y Ernesto
"Mariano" – Avelino "La mar Díaz "– Mino Salero "Terrible"– Manolo Bernarda
"Cinco Hermanos "– Jesús Capacha "Noco" – Aurelio Rionda
"Playa de San Pedro" – Cesar / Álvaro / Ángel Choli
"Punta de los Ángeles "– Juaco les Moranes "Palmerina" - Manolo Capacho.
"Joaquina"- Perfecto
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Fuente: Mariluz Serrano. El mítico bote de Juaco les Moranes, Punta de los Ángeles. Años 60. |
También hubo más, como fueron las de Aurelio el Tuerto, Paco Medero, Ramón de Raimunda, Pepe Salero, Jenaro la Pilora, Falo Balsera,... Podemos sumar en épocas anteriores las de Manolo el Civil, Sergio la Flor, José Arenes, Falo d´Xabel, Saturno Flixuma, Falín de Esperanza, José el Salao, Matarrates, Capacha. Y tantas otras que nos quedan en la reseca memoria de nuestro tintero.
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Fuente: Emilio el Lechugo. (1969). Chavalería subida al bote "Playa de Antromero". Un hábito muy molesto para sus propietarios. |
Detrás de cada una y de los hombres que las manejaban hay cientos de historias, sucesos, incidentes y aventuras para llenar miles de páginas. Para recordarnos la dureza y el sacrificio de la mar y en definitiva no olvidar nuestros orígenes. Así nos José El Roxu siendo un chaval, avisó a su padre que le buscara un bote. Encontrando en la ensenada de Perán, el vetusto bote Josefina. El primer objetivo de aquella adquisición era para generar dinero y empezar los estudios de capitán en A Coruña. Habiendo para ello ahorrado las 800 pesetas de su coste, faenando con el bote de Paulino García. Iniciándose así ya como propietario, en el duro y sacrificado trabajo de arrancar el ocle desde la lancha, garabateando (1). Con la inestimable ayuda diaria de “un bocadillo de huevos con chorizo, un par de peras y refresco de naranja”. Tal y como nos indica nuestro declarante, solo su tesón, hizo posible que no abandonase el intento. Incumpliéndose con ello y excepcionalmente el espíritu metafórico del dicho marinero: “Al último que llega a la barca, un remu tuertu (torcido) nunca i falta”. Hoy y después de tanto tiempo, entre las hojas de un viejo libro aun guarda José, reposada y envejecida la documentación de Josefina. Aquella que forma parte de “ otro tiempo” que nos mezcla sentimientos y recuerdos, de aquellos años nuestros, cautelosos y ¿porqué no?, inmortales.
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José El Roxu.( 1971). En la Recalada (San Vicente ) Portugal. Con 23 años y ejerciendo ya de Capitán. |
Nuestras técnicas de pesca.
"La arena, caliente.
Heladas, las olas.
Los que se murieron,
hoy, mar, no te nombran."
Rafael Alberti.
Pese a haber hecho en anteriores capítulos un somero repaso de las artes de pesca empleadas en pedreos y desde lanchas, nos sentimos obligados a recorrer sentimentalmente su uso en Antromero y por sus habitantes. En ningún caso pretendemos aburrir en la reiteración, solo despejar el polvo que acumula el pasillo de nuestra memoria.
La dedicación desarrollada por nuestra pequeña flota estuvo orientada hacía la pesca artesanal, con nases; palangres; cacea (con vara y récodo sujeto al carel); trasmallos; sedeña (calamar); manxiu (bocarte), galdiar (sardina); etc. En definitiva, un monopolio de pesca y marisqueo, hasta la comercialización del oro negro, del ocle, en los años 50. Este último será quien romperá con la perpetua dinámica de estas faenas tradicionales. Aportando unos sustanciales ingresos a las economías domésticas de esta zona.
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Arte del palangre. Visto con más detenimiento en el anterior capítulo. |
Pero la clave de la mar es la pesca, es el objetivo primordial . En nuestro caso esta actividad se desarrolló en las proximidades de tierra, ya que no debía por evidentes razones perder la referencia de la costa. Además de desarrollarse de día, evitando en lo posible la oscuridad de la noche y los riesgos que esta representaba, entre otras razones por la perdida de referencias. Reforzando lo dicho, Manolo Robes nos transmite que a la hora de solicitar el permiso en la Ayudantía de Marina, para la pesca de recreo, esta se expedía con una serie de condicionantes a respetar por el solicitante. Tal era la distancia respecto a costa para faenar, las zonas autorizadas, haciéndose especial hincapié en que se debía de salir con la luz del día y regresar antes de que finalizase la misma.
También las autoridades regulaban determinadas artes de pesca, tal y como nuevamente nos lo apostilla Manolo: “En el uso del trasmallo, no se podía echar cerca de tierra, siempre de puntas para fuera”. Tal y como nos lo precisa el dicente, la referencia a la hora de faenar con estas redes, era las puntas, o últimos salientes de tierra y siempre hacia mar adentro.
Nuevamente trasciende la importancia del conocimiento y experiencia en estas labores. Saber si se podía o no largar esta arte o similares como la beta o la volantilla, tal lo recuerda el dicho marinero “con espumayo, non vayas al trasmallo”. Si hay espuma en la superficie de la mar es que trabaya y la perdida de las redes es previsible y por supuesto elevada.
Y la suerte, siempre presente. Que el azar impida que determinadas especies no desfaigan con su paso a estas redes, tal y como nos lo recuerda el antiguo dicho, “calderón en la mar, aparejo arreglar”. Los grandes mamíferos son enemigos declarados de los marineros y de sus artes de pesca. Tal nos lo testimonia el famoso Pleito contra los Delfines, que nuestros vecinos de Candás, en el primer cuarto del siglo XVII interpusieron a aquellos cetáceos. Esta demanda se interpuso ante el obispo de Oviedo, Martín Alonso. El argumento de la misma se basaba en que les toliñes (delfines) destrozaban sus redes y comían la pesca una vez que estas estaban llenas. Ocasionando unas graves pérdidas y con ello la aparición del fantasma de la fame.
Este insólito hecho, lo documenta en 1635, el Maestro Gil González Dávila en su libro "Teatro Eclesiástico de la Santa Iglesia de Oviedo". Recabando que en esta demanda se suman a los pescadores de Candás los de los lugares más próximos, al "estar las costas infectadas de delfines y calderones que rompen las redes con que les quitaban el sustento de las personas y casas." Expuesto esto y sin poder confirmarlo ni desmentirlo, sospechamos que los entonces marineros de Antromero, se incorporaron en calidad de demandantes a aquel pleito.
Es cierto que los detractores de aquel acontecimiento argumentan que forma parte de los mitos y leyendas sujetas a los trabayos de la mar. Añadiendo que la obra citada como prueba del Maestro Gil González Dávila, no es más que una sátira donde ridiculiza las actividades de entonces de la Iglesia de Oviedo. En el año 1980, en el Archivo Histórico Provincial, aparece un documento donde se corroboran estos hechos, datando los mismos el 8 de septiembre de 1624. Con él se reafirma y da fuerza a la tesis de la existencia del Pleito.
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Documento de Archivo Histórico Provincial, donde se refleja el Pleito contar los delfines (1624). |
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Monumento al Pleito de los delfines. Candás. Autor: Vicente Menéndez Santarua. |
Retomando las tareas en la mar, nos sentimos obligados a recordar, el ir durante el periodo estival al calamar. Acompañados de les poteres, a la altura de la Vaca o cerca del Musel requería, como en otras artes, la presencia a bordo de un rixón (ancla) o de una potada (ancla artesanal). Esta última, así la describe con su envidiable sapiencia, Luis Servando : "La potada se trata de una piedra con la que se fondia. Para sujetarla, se hace con una base de madera en sentido perpendicular. Esto es, la tabla y la piedra no se ponían en la misma dirección. Normalmente se usaba de eucalipto o roble". Para fijar la piedra, nos precisa: "La piedra se sujetaba con palos de rebolla (árgoma / Ulex europaens). Un palo por cada lado, sujetos por estrobos bien apretados. Los agujeros para sujetar debían hacerse en la madera muy pegados a la piedra. La parte ancha de la rebolla era la que hacía tope en el agujero, quedando todo bien trincao." Añadiendo nuestro vecino: "Los toletes (palos donde se sujetan los remos en la lancha), también eran hechos de rebolla" . La madera de este arbusto es muy resistente al agua, presentando un aguante sin par al salitre. En Candás , este ingenio recibe el nombre de pedrón.
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Potada. En este caso la rebolla es sustituida por fierro. Se observa la disposición transversal de la piedra y la madera. Tal lo precisa Luis Servando. |
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Potada del Museo Marítimo de Asturias Se aprecian los componentes descritos por Luis Servando. Al fondo. a la izquierda un rixón o ancla de hierro. |
Una vez en posesión de estos pertrechos, se podía fondear posición y el necesario cumplimiento de la sentencia marinera, “pa pescar calamares en Asturies, la mar tien que tar comu un platu”. También esta similar, “pa pescar calamares ena costa d'Asturies, tien que tar la mar como una llaguna”. Estimándose que en caso contrario estos moluscos se alejarían de la costa, impidiendo su captura y lo poco aconsejable que es el estar fondeao (anclado) con el movimiento generado por las olas.
Otras socorridas labores de pesca que practicaron de manera masiva durante décadas nuestres lanches, fue con aquellas artes de pesca que requerían anzuelos ( de distinto tamaño en función a que especie iba orientado) debidamente encarnaos o cebaos. Tal fueron los palangres (arte que se caracteriza por su infinidad de cebos). Precisando determinación y solvencia a la hora de largarlo, y como no a la hora de recogerlo primaba en el subconsciente la máxima marinera “pez cabeceru, o muchos o el primeru”. Alabando la suerte que representaba el atrapar en las primeres brazades del aparejo un pez, al que seguirán muchos más.
También habitual la socorrida práctica de la cacea, con distintas varas que llevaban las líneas a varias alturas y que en ocasiones se citaba a las piezas con el reclamo de fueyes de maíz en el anzuelo. En la actualidad hay señuelos preparados para el engaño con imitaciones de algún elemento que forma parte de la alimentación de los pexes a capturar.
Obligados nos sentimos el recordar aquellos bandos de pexes, boqueando en superficie a la búsqueda de alimento. Tal fueron les xardes, que en tal cantidad se agrupaban que cambiaban el color de la mar, para sorpresa de los tripulantes menos avezados de les lanches. También el ir con caña o al pinchu, calando a dedu. No sin antes nortiar y saber donde fondiar, fue menester en los caladeros y puestes próximas a nuestra costa en pro de la captura de fañeques, mandiates, panchos, salmonetes... Y de tantas especies que generó este tipo de pesca.
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Pexes boqueando por la superficie. |
Pero si hay algo en común con las artes del anzuelo es el secretismo, el tratar de mantener oculto aquellos puntos donde localizar el pescado y sus puestas. Para ello tomando marques o referencias en tierra y así tratar de repetir la suerte. Tal lo describe Manolo Robes :“Una vez que sabias donde estaba el pescao, fijabas la posición con tres marques en tierra, que podían ser edificios o algo fijo”. Y dentro de la estudiada estrategia, está la de tratar de desinformar al resto de les lanches recurriendo a todo tipo de triquiñuelas y picardías. Algunas de las cuales tan antiguas como la misma pesca, o como dirían en los ambientes de sabor marinero, “más vieyes que carracuca”. Como fue fondear (anclar) en otros puntos antes del lugar seleccionado o no repetir la misma rutina.
Respecto a ello, hay una expresión característica en nuestra tierra que es la de "d'ir a la sonada". Es cuando los pescadores repiten la puesta del día anterior en la que se pescó mucho. Que en ocasiones resulta frustrante al no cumplir con las expectativas creadas, "a la sonada, nada."
Ningún pescador presume de lo mucho que pesca, precisamente para evitar ser vigilado y con ello descubrir sus puestes. La estrategia se cumplimenta con la respuesta “no pesquemos nada de nada”. Pero en los chigres, en ocasiones por las afecciones del exceso del peso de la merluza acumulada entre media y media de vino, se descomponía aquella maniobra estudiada. Convirtiéndonos en aquellos charranes y grandones que desaprobamos cuando estamos cuerdos, facilitando la clave de nuestro enigma.
Y como no, la suerte era valorada como un factor en ocasiones determinante, tal nos lo recuerda el recurrente dicho, “Candás, cuando te toque”. Popularizado por los marineros de Luanco y Gijón, cuando unos pescaban y otros no lo hacían. En Candás, era socorrida la expresión para testimoniar el componente del azar, “la marea p'al Orlando”, bonitera de Ramón “el Troncha”, quien se distinguió por ser durante décadas maestro en el arte de la pesca del bonito. Aun hoy se estima, pese a los grandes adelantos tecnológicos, que la suerte es un parámetro determinante en los resultados cosechados por los pescadores.
El marisqueo desde lancha, fue una actividad permanente de nuestra costa, y que desde siempre generó un notable furtivismo. Sin lugar a dudas, la estrella principal de este tipo de faena fue la nasa. Y que dependiendo de la pesca a la que va destinada podía tener diferentes formas, aunque la base y estructura es la misma: una jaula de red, en la que es fácil entrar y por supuesto, difícil salir. Ahora son elaboradas con materiales de fierro, componentes varios que resisten a la corrosión salina. Antaño se confeccionaba el armazón con vares de castaño. Estas que debían de ser cortadas siempre en menguante, para dotarlas de aquella mítica resistencia, transmitido tal conocimiento de padres a hijos. Tal y como nos lo advierte Manolo Robes: “La de creciente trisca”, rematando que: “Sin duda el mejor menguante es el de enero y es cuando la gente con interés, hace acopio de madera”.
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Reproducción de una antigua nasa de madera. |
La base de este conocido ingenio popular (cuyo origen se pierde en la oscuridad de los siglos) es un armazón cubierto de red. Con uno o dos orificios o bocas de entrada ( las del centollo o langosta se hacían con calderos) y una sujeción para el cebo (encarnaderos). “Cuantes nases amontonades unes encima de otres, en casetes, sótanos y cuadres esperando el momento de ser arriades desde les lanches que durante tantos años surcaron nuestres agues”.
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Nases, a la espera. |
El método pa arriar estas andanas (tiras) de nasas desde los botes o chalanes, se basaba en la unión de aquella, a través de un cabo principal ( tirante o madre) y teniendo en cuenta que cada tanda puede oscilar entre 20 y 50 unidades. Dependiendo de las características de la lancha y habilidades del tripulante/es. Y sobre todo la señalización del principio y final de la tanda con elementos flotantes para visualizar y evitar conflictos. En los últimos años se les ha añadido señales luminosas para facilitar su localización en la faena nocturna. Y el tiempo de espera necesario para cada levantada depende de la especie que se pretende capturar.
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Álvaro Artime. Referente de nuestra pesca, faenando con nases. Estas últimas ya elaboradas de fierro. |
La aparición masiva de hombresrana (buzos) en los años 80 pertrechados con sus trajes de neopreno, puso en jaque a marineros. La aproximación no siempre de manera intencionada a nases y viveros de marisco, generó innumerables desencuentros entre ambas partes. Cuyo efecto más inmediato fueron las broncas y discusiones, en el mejor de los casos. Algunos de nuestros vecinos siempre fueron muy críticos con su presencia, como lo refleja José Adela: "los buzos son peor que les pulgues pa la carnada."
Los viveros se dejaban en el punto de atraque de la lancha o en el lateral de la misma, siempre sumergidos. Su construcción tiene una única exigencia, que es la abundancia de agujeros en su estructura, para facilitar el transito y regeneración del agua en su interior. Con ello se garantiza el buen estado de las piezas capturadas.
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Vivero. Almacenaje de marisco vivo. |
En las artes de arrastre menores, distinguiremos por la curiosidad que representó, les terrafes rectangulares de red fina, que se arrastraban desde la popa de les lanches en la bajamar de San Pedro (sobre el fango característico de la zona submareal), en la captura de les exquisites quisquilles o esguiles. Tal y como vimos trajinar a Mino el Civil, Mariano y tantos otros que se aplicaron con entusiasmo en esta curiosa modalidad. Así lo refresca Luis Servando:" Cuando necesitabas cebo en gran cantidad, dabas unas pasadas con la tarrafa de arrastre por la Playa de San Pedro en bajamar y ya lo tenías."
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Mino el Civil. |
Reseñar como no podía ser de otra manera el rentable uso del espejo, estimado cajón con culo de vidrio, que desde la lancha permite ver los fondos marinos y con ellos las preciadas y deseadas piezas: xibies (sepia), centollos, oricios. Extraídos casi siempre con la ayuda de útiles como fisgas, garabatos , trueles, garabexas o lámparos que facilitaban sin lugar a dudas el marisqueo de especies concretas, desde la propia embarcación. Y el objeto imprescindible a bordo, el gaxarte. Necesario gancho para aferrar pexes, lances y todo lo necesario. Tal nos lo recuerda el sabio dicho, “en el bote, el gaxarte en cualquier parte”.
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Varios tipos y tamaños de gaxartes. |
Actualmente los antromerinos se pueden permitir el lujo de vivir de espaldas a la mar, pero nuestros antepasados tuvieron que recurrir a estas actividades desarrolladas (en algunos casos) durante cientos de años para garantizar la difícil supervivencia. Si analizamos la evolución histórica que han tenido en nuestro pueblo estes llabores, podemos confirmar que su máxima actividad ha sido en la década de los 20 del siglo pasado. Es en este periodo, cuando se registra y documenta el mayor número de xente dedicada a dichas faenas.
En cambio, si el análisis se hace con los datos del numero de embarcaciones y como actividad complementaria, las cosas cambian. Será en los finales años 50 y la siguiente década cuando se constata el mayor número de lanches en disposición de faenar en Antromero. En su mayoría usadas como medio para ampliar los ingresos de otro trabajo. Las excepciones confirman la regla, tales fueron: Álvaro, Cesar, Manolo Artime, Carmen y su hermano Ernesto...
Sirvan estas líneas como sentido homenaje a la sabiduría transmitida, a la memoria, al sentimiento y al incansable trabajo de nuestros padres y antepasados.
Coses nuestres.
"Existen tres tipos de hombres:
los que viven, los que mueren
y los marineros."
Popular.
Hubo una estética vinculada a los hombres de la mar, y no fue otra que la ropa de mahón y como complemento sempiterno la boina calada en la cabeza, tratando de proteger aquellos rostros azotaos por el sol y el salitre. Hasta no hace muchos años era común ver gran parte de los paisanos allegados a la costa y a sus actividades en esta gracia. Transcurrido el tiempo solo fue usado como uniforme de trabajo. Pero como no recordar las gratificantes excepciones de Joaquin Les Moranes, José Adela o Manolo Artime Capachu, quienes lucían en todo lugar y con satisfecho orgullo tales atuendos que formaban parte de la dignidad de una profesión única, el marinero.
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Joaquín les Moranes. |
Entre nuestros pescadores siempre hubo un inequívoco sentimiento de identidad colectiva, cargado de un simbolismo identitario. Cualquier detalle por insignificante que pareciera, podía representar un distintivo del orgullo marinero.
Si aseverábamos anteriormente que la aparición de las grandes empresas que dominan la economía asturiana fueron quienes rompieron con la transmisión del oficio marinero de padres a hijos, se confirma la misma con la excepción involutiva de Manolo Capachu. Quien tras un tiempo yendo a la mar, comenzó a trabajar en ENSIDESA. Transcurridos 4 años tomó la decisión de regresar a sus orígenes. Pues lo de él era “ir a la mar” y aparejado a ella la llamada de la libertad. Trabajada y dura libertad.
"Barca , aunque tú quilla quebró el agua,
hoy varada permaneces
porque el tiempo imperturbable pasa."
Luciano Castañón.
Manolo faenaba al congrio, a les sardines, al calamar, al marisco....Tenía tal y como nos lo apunta su mujer, Benigna El Civil:”nases y redes pa pescar...y las arranchaba él, todo lo hacía él”. Por si quedara alguna duda, la dicente la despeja: "Era muy curioso pa les coses de la mar. Tenía mucha maña." Cuando reparaba la lancha iba siempre al dique, a Anselmín y dependiendo del estado de la mar amarraba en Luanco o en el desvencijado atracadero del Dique.
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Un marinero por los cuatro costados. Manolo Capacho y la mar. Una comunión perfecta. |
En época poca propicia de pesca y en bajamar, “iba arrancar ocle junto a la Isla del Carmen”. Y en casa trabajaba en la tierra que tenía en El Riego: “echaba y semaba (sembraba) patates y fabes”, complementándose las actividades de la mar y la tierra. Algo tan común en nuestro pueblo.
Y por supuesto el anclaje de la piedra angular con la necesaria colaboración de su mujer, Benigna El Civil. Para comerciar el fruto del duro trabajo de su marido: ”Iba a vender les xardes con el carrín, casi siempre por Antromero".
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Fuente: Candás Astur. Venta de pescado en la calle en Candás (años 80). Se aprecian los socorridos carros para su traslado. |
Aunque las buenas capturas exigían excepciones: "Una vez pescó más de 40 kilos de calamares y lo lleve a Avilés”. Respecto al marisco, la dinámica cambiaba: “Lo llevaba a la plaza del pescao en Gijón." Las fechas de esta actividad las concreta nuestra declarante: "P'al marisco era siempre en diciembre, enero, febrero, marzo y abril". Explicando la rutina previa a la venta: "Dependiendo del marisco, había que escogelo y seleccionalo. No se vendía todo igual". Tras la preparación de la víspera: " Salía a las 7 de la mañana, y pa Gijón en ALSA”. Para la venta, confiesa :"Tenia compradores casi fijos. Y siempre muyeres. Ya me conocíen." La calidad y la confianza en el producto ofertado facilita este tipo de operaciones mercantiles.
Como curiosidad histórica añadida, diremos que la venta ambulante de pescado siempre estuvo regulada por normas y leyes. Así se constata desde la época medieval. En Oviedo, entre los años 1245 y 1274 existieron ordenanzas municipales, editadas por Ciriaco Miguel Vigil, donde se detallaba las condiciones para su comercio. En estas, se indicaba los lugares de venta y el tiempo que podía estar ese pescado en la villa. Dos días en verano y tres en invierno. Con ello, se pretendía mantener una salubridad en las calles, evitando malos olores y la podredumbre.
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Benigna El Civil. El intachable complemento de la actividad marinera. |
Sus hijos no trabajan en la mar, aunque durante algún tiempo así lo hicieron: "Jesús empezó a d'ir a la mar con su padre, Álvaro estuvo algo de tiempo con los de Lludro de Candás, y José con Los Mangolos”. Resumiendo en sentencia firme e incontestable: "La mar ye muy dura, muy jodida. No todo el mundo vale pa la mar."
Este es uno de tantos testimonios que podrían divulgarse en estos textos. En ellos se trasluce el sacrificado trabajo y el optimismo, pese a todo. Sin lugar a dudas, representa el ocaso de un viejo y orgulloso oficio.
La religión y la mar.
"Y después, así y todo,
aún quedan por hacer
todas las preguntas."
Berta Piñán.
Es un hecho constatable que el cristianismo se asentó en nuestra comunidad, sobre antiguas creencias paganas. Siempre enraizadas con la naturaleza y sus ritos. Así hay elementos naturalistas que van a ser aprovechados por la nueva religión cristiana. La estrategia es sencilla y eficaz, cuando no puedes con el enemigo, súmate a él.
En el mundo de la mar no hay ninguna excepción al respecto. Constituyendo este ambiente un perfecto caldo de cultivo, para vincular los naturales miedos y temores al Dios tenebroso y vengativo que nos muestra el Antiguo Testamento.
La mar, que pone limite a la tierra y con ello a la seguridad del hombre que faena en ella. Es la que tarde o temprano le va a hacer pasar por alguna situación comprometida, peligrosa que va a recordar la insignificancia del ser humano e impedir el pergueñar sus ambiciones.
Retomando el hilo de la historia, lo que no parece albergar dudas es la presencia de colonizadores romanos en nuestras costas ya que el topónimo Aramar según los investigadores Del Frade y Figaredo significa “altar del mar”. Los romanos tenían entre sus costumbres el dedicar un templo a Neptuno, el dios del mar, para agradecerle los éxitos y capturas conseguidas en este medio, a la vez tratar de evitar su enfado y las tragedias que este acarrearía. Confirmando esta hipótesis basada en el aspecto espiritual y religioso, Cristian Longo Viejo, en su magnífica obra “Estudio Diacrónico de la toponimia marinera de los concejos de Carreño y de Gozón”, nos aporta :”...la Capilla del Carmen (Aramar), de cuyo culto puede deberse a una cristianización del viejo ritual pagano romano de dar ofrendas a las antiguas divinidades o dioses romanos por librarse de un temporal u otras cuestiones derivadas de la mar”.
Algo que se mantiene hasta nuestros días, ese temor y respeto que desde siempre han tenido los marineros a la mar. Buscando las buenas vibraciones con las alturas, en actuaciones tales como bautizar (con el beneplácito de la Iglesia) con nombres a lugares tan vinculados en nuestra historia como Playa de San Pedro o Isla de Carmen. Referentes todos ellos del santoral y devociones cristianas, en una clara búsqueda de alianza con el mundo divino.
Es mas que evidente que el espectro religioso y sobrenatural ha estado ligado a los trabajos desarrollados en la mar. Como se demuestra en el manifiesto temor irracional y a la vez justificado por la exposición permanente a los graves riesgos , situaciones de peligro y con ello implícitamente la alta tasa de mortalidad cobrada en naufragios y accidentes varios. Es la sabiduría popular la encargada de recordarlo a través de crueles ripios, tal como los que siguen:
Marineru que navegas,
asegura bien tu vida,
mira que vas navegando
en una tabla podrida.
La religión y el respeto profesado al mas allá, han estado vinculado a lo largo de la historia y cultura en las actividades marinas. Inicialmente buscando protección a través de los dioses paganos ungidos a la naturaleza que han tenido nuestros antepasados y posteriormente con la cristianización y el cambio de costumbres de adoración de un solo Dios. Delegando con su permiso, al amparo y devoción de un sinfín de santos.
Fueron costumbre arraigada las promesas y agradecimientos a estos sagrados personajes por haber salido indemne de una situación comprometida y grave riesgo para sus vidas. Tal pudieron dar fe, las paredes de la ermita de San Pedro. Pues la visita de marineros fue una constante permanente durante décadas en la búsqueda de protección y por ende agradecimiento a nuestro patrón.
Así una parte de nuestra historia esta apoyada en la leyenda histórica de la construcción de la ermita de San Pedro. Como cumplimiento por la promesa en la solicitud de protección que ejerció el santo a un grupo de marineros en peligro.
Resulta cuando menos paradójico, que en el siglo XXI, donde la tecnología intenta ir con un paso por delante a los fenómenos de la naturaleza; donde nunca se han habido en el mundo del mar tantos inventos que facilitan el trabajo al todavía sacrificado marinero, aun reina la incertidumbre y el miedo al más allá. Y se mantiene como hace siglos, siguiendo rituales antiquísimos, el bendecir naves, barcos, lanchas. En clara sintonía con el mundo espiritual, al que los hombres de salitre jamás dan la espalda.
Esta alianza con el mundo religioso está siempre presente en la mente de los marinos y marineros. Esos hombres sabios y pragmáticos a su manera, que tienen como objetivo el vencer y no ser vencidos por las dificultades. Buscando para ello la necesaria colaboración con las alturas, tal y como nos lo recuerda el refrán “el que no sepa rezar, que no vaya a la mar”, o el proverbio inglés que lo expone de manera inversa “para aprender a rezar, no hay como viajar por la mar”. También aquellos ajenos a este mundo, no perdían la ocasión para ridiculizar la interesada devoción de la gente dedicada a las faenas marinas:
Un marineru fue a misa,
y como no sabía rezar
decía por los altares:
¿hay barcos que aparejar?
Refresquemos los ripios de nuestros vecinos colindantes, quienes aportan versos mas familiares y domésticos buscando nuevamente el apoyo y favores en las alturas :
Santo Cristo de Candás
danos agua pa la tierra,
y también si nos conviene
sardines pa la Higüera.
Copla popular de Candás
O de agradecimiento a las mismas:
El besugo que pesquemos
de la Mofosa a la Vaca
es para Nuestra Señora
una corona de plata
Copla popular de Luanco
Las circunstancias y la vida tan expuesta de los marineros les ha hecho ser muy respetuosos y vigilantes a la hora de cumplir con las promesas pendientes. Pese a no ser muy exaltados en sus manifestaciones religiosas, siempre había que evitar aquella cita, “nel infiernu siempre hay llama abonda, p'al que non cumpla la promesa”.
Tal y como se expuso con anterioridad, desde tiempos inmemoriales la Iglesia promovió la costumbre casi obligada de bendecir las cosas importantes del ámbito familiar. Las lanchas no fueron ajenas a esta tradición. Con ello se trataba de buscar el amparo y protección de los cielos y sus moradores, a través de este acto religioso.
Respecto a esta contribución religiosa, nos sentimos obligados a recordar una anécdota que más de alguno seguramente habéis escuchado alguna vez. En los tiempos de la fame, un vecino del pueblo con gran esfuerzo compró un bote con el que poder faenar. De reconocida tendencia izquierdosa y anticlerical, no contaba con la confianza del entonces sacerdote. Habiéndole este impuesto alguna multa por faenar en los días de guardar. Su abnegada mujer le convenció de la necesidad de bendecir la lancha y así evitar mayores problemas con la autoridad religiosa. Cuando el cura, acompañado del monaguillo vio en la arena de la playa de San Pedro la lancha y el nombre de la misma, montó en cólera. A grandes voces y con teatralidad desmedida, advirtió a nuestro vecino que tenía 24 horas para recomponer aquel desaguisado. El motivo era lo que se podía leer en ambos lados de la embarcación: "QUE PESQUE DIOS". José, había ganado una batalla efímera, sacando de quicio al señor de la sotana. Para evitar males mayores, cambió el folio y llamó nuevamente al cura. La cara constreñida y en tensión del párroco, se convirtió en una gran sonrisa cuando leyó el nuevo nombre. La guerra desatada por aquel energúmeno estaba ganada, pensó.
Celebraron con vino, tortilla y unes sardines salones la bendición del bote toda la familia, unos pocos amigos, el monaguillo y el cura. Este último, impaciente por solventar una duda que le carcomía, se acercó a nuestro protagonista, y le dijo: "Tengo que reconocer que no esperaba ese nombre tan bonito para tú lancha . Pero estoy pensando que conozco a tus hermanas, madre, hijas y mujer . Ninguna se llama así. ¿ Como has llamado Remedios a tú lancha?. Con una leve sonrisa y un brillo de pícaro en sus ojos, sabiéndose vencedor de aquel pulso, le respondió José: ¡Pues ya que por lo que se ve Dios no podrá pescar, por lo menos que reme!
Este relato de transmisión oral, es común en algunas de las poblaciones de tradición marinera. En el se resalta el espíritu socarrón, libre y rebelde de los paisanos vinculados a la mar.
Finalmente citaremos como curiosidad, que en una parcela tan aparentemente inmovilista como la religiosa, en lo que se refiere a la mar, si va a desarrollar una curiosa progresión a lo largo de la historia en lo referente a los patronazgos. En época medieval fue el patrón de la marinería San Telmo. En los siglos posteriores (XVI, XVII, XVIII) se traslada el patronazgo a la Virgen del Rosario y finalmente transferirlo a partir del siglo XIX y hasta nuestros días a la Virgen del Carmen. Una entonces santa semidesconocida en el santoral. Pero en lo que a nosotros respecta y a los cientos y cientos de pescadores de nuestro entorno, seguiremos creyendo que nadie como San Pedrín para conjugar y defender nuestros intereses marineros.
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San Pedrín de Antromero. Patrón no oficial de nuestros marineros. |
👏👏👏👏😂guapísimo.vomo.yofod Tavo 👏👏👏👍
ResponderEliminarPerguapo!
ResponderEliminarMuy guapi
ResponderEliminarHola. Soy el hijo de José Sirgo. Sobrino de Raúl y Amapola. Enhorabuena por el blog!
ResponderEliminarHola Pablo. Esa enhorabuena debemos de transmitirla a todas aquellas personas que han colaborado y colaboran con el blog. Entre los que están tu padre, Raúl, Amapola y Falo. Sus aportaciones han sido vitales para enriquecer el mismo. Gracias por tus amables palabras
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