Capítulo 12. La mar. El pedreo ( y III). Tercera parte.

 




"Tania mirando a la playa San Pedro". Dibujo de Mari Artime López.



Capítulo 12


La mar. Tercera parte.


El pedreo ( y III).



Algunos animales del pedreo.


"Marea que sube, 

marea que baja, 

tu sueño es

suave mortaja."

Luciano Castañón.


         En este recorrido en torno a la fauna de los pedreos, no debemos olvidar a algunas especies, que si bien no fueron nunca apreciadas por su valor gastronómico o comercial, han estado presentes acompañando  la labor de nuestros pesquines. 




La estrella de mar.


" Ya estás del mar aquí, flor sacudida,

estrella revolcada, descendida..."

Rafael Alberti.

      

          Probablemente sea uno de los animales mejor reconocidos por los guajes  en un pedreo. Nuestras estrellas tienen cinco brazos radiales que salen de un cuerpo central, que está formado por un esqueleto interno constituido por pequeñas placas calizas. Se desplazan con la ayuda de centenares de pies, que más bien parecen pequeños tentáculos. Una de sus características físicas más llamativas es la del gran poder regenerativo de sus brazos. 

                    Aquellas estrellas robustas y de pronunciados pinchos en su cuerpo, son llamadas "la madre del pulpo", en nuestro pueblo. 

                   Las estrellas son insaciables, siempre tienen fame. Nunca le hacen ascos a cualquier animal, vivo o muerto. Es muy curioso su procedimiento para alimentarse. Una vez que selecciona a su victima, envuelven a esta con el elástico saco estomacal que tienen, impregnándola con sus mortales jugos gástricos. 

             Entre la lista de sus preferencias  a la hora de seleccionar el alimento están los oricios, mejillones, almejas,..  y especialmente les andariques. Su presencia en las artes de pesca es una de las mayores frustraciones para el sufrido pescador. Recogemos a este respecto las declaraciones de Cesar García: "Una vez, por compromiso subí a la lancha a unos forasteros. Eran el padre, la madre y un guaje pequeño. Querían ver como recogía una tanda de nases. En la primera que subí a bordo había les cascares de dos andariques cojonudes y una estrella . Diome tanta rabia que la saqué y la lancé contra el suelo de la lancha". Nuestro vecino jamás imaginaría lo que aconteció después: " Y entonces el guaje empieza a llorar, diciendo, ¡que mataste a la pobre estrella, que mataste a la pobre estrella!. A la cuarta nasa, seguía llorando, volví a largales y pa tierra." Concluyendo tajantemente: "Nunca más subió un guaje a la lancha."


Marthasterias glacialis. Muy común en nuestras aguas.



Anémonas, mexiones y morcillones.


"...La bajamar parece

ese álbum familiar

abierto al amanecer..."

Santiago Pérez Malvido.


                    Estos animales que encontramos en zona submareal, tienen en la cultura popular una mala reputación, rodeada siempre de temores y advertencias. Sin lugar a dudas, su nulo aprovechamiento gastronómico por estos lares ha sido determinante para ello. En cambio, hoy son productos de gourmet, muy valorados económicamente, en la mesa y el mantel. Sin más dilaciones hagamos una breve exposición de los mismos:

                            Anémona o mexión. Dentro de la gran variedad de estas, nos fijaremos en la más común de nuestros pedreos, la Anémonia Viridis. Su hábitat de desarrolla en  las charcas intermareales y pueden vivir en profundidades que no superen los 20m., pues para ellas es de vital importancia la luz solar. No es demasiado exigente con  los parámetros de su medio, pues puede sobrevivir sin mayores dificultades entre  aguas contaminadas y con grandes variaciones de salinidad.

                 Hay una creencia que son inmóviles y nada más lejos de la realidad ya que se desplazan a través de un pie muy musculado. Con el mismo que se fija a las rocas. 

              De su aspecto sobresale los coloridos y llamativos tentáculos. Estos son urticantes y mortales de necesidad para alguna especie marina. Tienen la propiedad física de ser retráctiles, esto es, los recogen en determinadas circunstancias. Tal es  cuando quedan en seco, a las bajamares. En este caso recuerdan el aspecto del pezón de una vaca, recibiendo el nombre de teto.


Anémona cerrada o teto. En bajamar.

                   Cuando se sienten agredidos lanzan su líquido irritante como reacción defensiva. Es por ello el sobrenombre de mexiones (meones). Nuestro apreciado vecino Manolo Robés nos refrenda con su envidiable memoria lo expuesto: "Desde guajes siempre te machacaben con lo mismo a la hora de bajar al pedreo, no tocar a los mexiones, porque si te chiscaben en los ojos podíes quedar ciego".


Fuente Fernando A. Fernández.
Corcón o pez plata, atrapado por un mexion o anémona.


                    Morcilla o morcillón. (Holothuroidea). Se trata de un equinodermo invertebrado. Esta criatura marina solo se deja ver en las grandes bajamares y está emparentada con nuestros conocidos oricios  y estrellas de mar.

            Tiene un cuerpo alargado y fusiforme. Su esqueleto está formado por pequeñas placas calcáreas que constituyen una especie de armazón defensivo. El aspecto recuerda inequívocamente al de una morcilla y esa es la razón de su apelativo popular. Una de sus características físicas más llamativas es que tiene su boca y su ano en cada extremo de su alargado cuerpo.

           Muy apreciada por su valor gastronómico en muchas áreas del sudeste asiático. Su consumo puede ser peligroso, al tratarse de un animal que se alimenta de residuos y deshechos, tal y como ocurre con el mejillón. 

            Su sistema de defensa es sorprendente. Aprovecha la capacidad regenerativa de sus órganos para ello, pues cuando se siente realmente atacado expulsa a través de su orificio anal partes de sus vísceras, tales como el intestino, pulmones y  gónadas. Es tan impactante esa visión para el atacante que casi siempre huye despavorido.
                  
           En otras ocasiones recurre a la segregación de los llamados tubos de Cuvier. Son unos filamentos tóxicos, blanquecinos y muy pegajosos con los que inmoviliza y envenena a sus potenciales agresores. Al respecto, Emilio Rodríguez, el Lechugo así lo detalla: "Lo peor que te podía pasar era que cogieras o tocaras sin querer a una morcilla. Echaba unos filos blancos y pegajosos, que no había dios quien los limpiara. Tenías que frotar con algas o arena y así siempre te quedaba todo pegao." Advirtiendo de sus efectos secundarios inmediatos: "Después te quedaban unas ronchas (erupciones) por la piel y picores. Mucho podía ser también por frotar tanto. La verdad que daba mucho asco". Si la zona corporal era más sensible, la cosa cambiaba. Tal lo recuerda Cesar García: " como te echara el líquido la morcilla por la cara o el pecho, quedabes aformigao ( piel insensible)".

            Lo cierto es que la relación de los pesquines con estos animales siempre fue de mucho respeto, evitando cualquier contacto con los mismos, por evidentes razones.



Morcilla o morcillón de mar.




El pescador de caña de pedreo.


"Huele a salmoria y carnada
al volver de la pesca."
Labidú Milanu.
           

             El pescador de caña en el pedreo es sin lugar a dudas una figura  muy reconocible y no tan solo por su aspecto. En él se conjuga conocimiento y grandes dosis de pragmatismo. Sacar rendimiento a la labor que desarrollan con los escasos medios usados, solo se consigue con esa mezcla de sapiencia heredada y el tesón propio de los hombres bañados en el salitre.
            
            Una simple vara arranchada (preparada) puede obrar el milagro de la multiplicación de los peces. El análisis, la perseverancia y la correcta aplicación de la cultura recibida harán el resto. Por añadidura, en este medio no sobran nunca las dosis de picardía y astucia para aprender, copiar métodos y puestas (lugares) de pesca de los veteranos experimentados. 



Útiles de pesca de vara o caña.
                                    
                                                                

            Los útiles necesarios para iniciarse en estos rudimentos son básicamente tres: una vara, una cesta de mimbre y un truel. Todo lo demás resulta complementario. Recurrimos a la impagable explicación de Luis Servando Peláez para ilustrar lo expuesto: " Las varas de pescar eran casi siempre de cañavera (bambú). Había gente que las hacia muy curioses, calentábales al fuego para enderezarlas a su gusto". Observando con mucho acierto: "En aquella época (finales de la década de los 50 y principios de los 60 del pasado siglo), quien tenia una caña de esas, tenía un tesoro". Respecto al resto de útiles, precisa: "Había varios tipos de trueles. Los más curiosos eran los que los hacían todo de madera, aprovechando un forcao (horca) de ramas largas para poder redondearlo. Después solo quedaba poner la red a gusto. Otros los hacían con un mango y un aro de alambre." Por si hubiera alguna duda, remata sus declaraciones: "Pero como los de madera, ninguno.". Respecto a las cestas de blima o mimbre, ver capítulo 10.

              También nos describe Luis un curioso complemento: "Algunos llevaban a la cintura un cuerno de vaca vacío, tal como lo llevan para meter la piedra de afilar." Precisando su sorprendente uso: "Ahí se metía el cebo la xorra (arenícola), tapándola con un corcho para que no escapara."



Cuerno de vaca. Multiuso.



Les cañaveres.


                Un gran número de generaciones sacaron un importante rendimiento a las cañaveras de bambú del Bardascal, para la elaboración de las socorridas cañas. Estas eran usadas para el ejercicio de la pesca del pedreo. Buscando las puestas de el Aramar, Carmen, Bigaral, Gargantera, Fuentina, Carrero, el Cabrito, Sombrao, Cuerno, San Pedro, Talusia, Redondel...También para proyectos de mayor envergadura, tal fueron las artes de la cacea. 

 


Las humildes cañas de bambú. El Bardascal .



El aparejo.



            Tras la obtención de de la logística que exige la actividad, queda  preparar  los aparejos. Antes de la eclosión del plástico y el nylon, todo se reducía al máximo aprovechamiento, sobras y retales de otras artes de pesca. Para preparar la cale (aparejo) a la vara de pescar se recurría a la cuerda o cordel más fino de la cacea del bonito (había tres grosores), que se llamaba el socalé. De este se derivaba un hilo muy fino (capullo) para empatar el anzuelo y finalmente había que ponerle un peso adecuado.

            Este proceso de elaboración lo describe con envidiable precisión nuestro dicente Luis Servando Peláez: "Íbamos a casa de Alfonso la Fabiana a comprar uno o dos capullos por una perrona. Este era un trozo de hilo fino. Cada capullo medía algo más de una cuarta. Ese sobrenombre popular era debido a la gran similitud física con los generados por los gusanos de seda. Y si no tenías anzuelos, también se compraban allí." Respecto a estos, había que tener la picardía de comprar distintos tamaños : "Uno mayor donde encarnabes un costaraño, morenata o esguila, para los peces grandes. Y otros dos más pequeños, para los sarrianos y les julies." Con referencia al peso o plomada y ante la ausencia de otras opciones se tenía que recurrir a la destreza e imaginación: "Normalmente eran piedras amarradas. Algunos iban hasta Santolaya a la explotación que había de barita, porque era un mineral apropiado para sujetarlo bien a la línea.  Este peso también se llamaba cabudo."  Es evidente que la condición humana es tan amplia como impredecible y así lo explicita Luis: "Aunque había algunos que no se molestaben en buscar nada, pues cualquier piedra o regodón liso les valía. Lo ataben ... y a pescar."


Capullos comercializados por MH actualmente.



Esquema de cañavera de pescar para pedreo,
ya arranchada.




El enguado y el macizo.



                   En la pesca desde tierra, pese a los rudimentarios elementos y accesorios que acompañaban a los pescadores, no había lugar para la improvisación. El buscar   a la Fedionda (fábrica de harinas de pescado sita entonces en Antromero) u otras fábricas de pescado los restos de los mismos, para la elaboración del pestilente enguado con el que se atraía a las piezas. Este debía estar perfectamente descompuesto y deshecho sin nada sólido para que no se alimentasen del mismo y evitasen el cebo. Siempre guardado en latas tapadas para aminorar los efectos perniciosos para el olfato que  generaba su fermentación. Era el paso previo a todos los condicionamientos posteriores. 

            Acompañamos el testimonio de Luis Servando para ilustrar aquella actividad tan común y necesaria: "Íbamos a la fábrica de Pesquerías Asturianas a buscar el enguado. En la zona de la izquierda era donde tiraban los desechos de bonito. A veces había unas febras (tiras) de bonito cocido cojonudes. Mejores que las que te venden ahora en latas a precio de oro. Esas en vez de enguadar los pexes, eran pa enguadar nuestro estomago." Aunque aquella felicidad para las papilas gustativas tenía alguna sombra e inconveniente: "El problema llegaba después, cuando estabas pescando, pues era bonito salao y te entraba una sed tremenda." Ante la ausencia de fuentes o manantiales en el pedreo del Aramar , se recurría al río: "Todos bebíamos en aquel río, que a veces se le notaba la actividad del matadero. Aunque antes de hacerlo y para evitar problemas, se decía aquel sortilegio:


"Agua corriente,
no mata a la gente.
Y agua parada,
mata la vaca..."

Hacíamos la señal de la Cruz y a beber. Y ya ves, aquí estamos...". Una de las otras opciones siempre desestimada era la de pedir en el astillero el agua: "Nunca se nos pasó por la cabeza pedir el agua en los astilleros del Dique, aunque tenían un porrón con ella. Una de las labores del aprendiz era el ir a buscarla a la fuente de Cañeo para suministrar a los carpinteros. Así que no era plan." Nosotros opinamos que tampoco.

          El macizo se elaboraba con productos frescos, bien machacados. Se selecciona para ello crustáceos, equinodermos o moluscos...Tal lo recuerda Luis Servando: "Se aprovechaba mucho el xorrero de piedra (lugar donde anidan las xorras de piedra), oricios, costaraños, sapes, morenates, y se machacaba todo, fijándose que no quedara trozo grande". El objetivo era evidentemente avivar la fame de los pexes, despertar el instinto animal. Respecto al protocolo a seguir no daba lugar a equívocos: "Siempre lo había que echar cuando subía la mar".

            Si la mar estaba clara, había que oscurecerla con tierra para que los pexes no se dieran cuenta del engaño. Y después los conocimientos y la experiencia eran el factor determinante, tal y como podrían testimoniar tantos foráneos que acompañados de carísimos  equipos de pesca, tenían que rendirse ante les modestes cañaveres de nuestros vecinos.

 

         


Les puestes. Pescar sobre roca.



             Una vez cubierta la intendencia y logística quedaba lo más importante, el pescar. El objetivo de todo aquel trabajo y elaboración estaba orientado a conseguir pexes. Para ello había que buscar los sitios adecuados, les puestes. Y una vez localizada, llegar el primero, haciendo bueno aquel popular refrán: "A quien madruga, Dios le ayuda", que algún socarrón prolonga intencionadamente, "...a trabayar más."

           Todos  los pescadores veteranos y con experiencia, tenían sus lugares favoritos, que dependiendo de la especie, era apuesta segura. Cuantes cañes arranchades, apuntando desafiantes al cielo en nuestros acantilados. El gratificante recuerdo de tanta xente  echando cales en les riberes con la orientación de las mismas guardada con recelo absoluto para no descubrir sus referencias . La figuras, entre otros muchos, de Alfonso de Belarmina y su pozo de les Xulies o de Josefa Llantada, quien llevaba en la doblez de los pantalones el cebo, acompañarán para siempre nuestra memoria.

           Pescar a caña fixa en el pedreo, era exigente. Luis Servando incide en ello: "Siempre había que buscar las puestas de la que iba subiendo la marea, fijándote en el nivel del agua". Por si no había quedado claro, la mar es la que manda y ordena. Les puestes eran casi un secreto de Estado, el mantener la exclusividad de aquellas suponía una garantía de pesca y lo que ello representaba. Fruto de esta estudiada estrategia se explicita en las declaraciones de Luis: "Había un paisano que se llamaba Pepucu y tenía una puesta cojonuda en el Bigaral. Pero era muy difícil de localizar porque había que pasar casi a nado. Traía unes marees cojonudes. Tenía puestes en otros pedreos. En el Carmen cogía unes mandiates tremendes." También es cierto que el respeto reverencial por determinadas personas, se traslucía en el ámbito marinero: "Había puestes intocables, como la de Don Melquiades, en Los Boletos".

           La referencia inevitable para los más jóvenes con ansias de aprender y crecer en estas lides,  pasa por aquellos que van con la cesta llena de pescado para casa. Los objetivos, localizar sus puestas, tal lo refrenda el bueno de Luis: "Te fijabas por donde pescaban los veteranos y donde dejaban los restos de haber preparado el enguado o el macizo. Después ya ibas probando."

        Dados los medios y ausencia de carretes y similares se pescaba con la técnica de "a pique", dejando caer en vertical la cale,  en la distancia que marcaba la longitud de la caña o vara.


Fuente: Luis Servando Peláez. Pesquín en su puesta  de mandiata del Roquino.
Detrás de las cabeceras del dique. Años 40 del pasado siglo. Además de la caña,
se aprecia la enorme cesta. Síntoma de abundancia en capturas.


                     


Algunos vertebrados del pedreo.


"...y el pez, bajo las ondas sosegadas.
como flecha de plata raudo vuela."
Julián del Casal.

            

            Dentro de los vertebrados recordaremos sucintamente a aquellos peces que son habituales en los pedreos, que han sido prioridad y objeto de captura por parte de los pescadores que visitaban aquellos. Para ello siempre acompañados de su caña de bambú, cales (aparejos), cesta y cebo. El resto se dejaba a su buen hacer y conocimiento, en muchos casos heredados de sus ancestros. 

          Estos peces litorales o costeros que recorreremos brevemente son aquellos que viven y sobreviven en los influjos de las mareas y siempre muy cerca de la costa. Y para ello haremos una distinción básica y elemental. En primer lugar distinguiremos el pescar pieces entre las piedras y pozos que quedaban al descubierto en la baxamar. Y en segundo lugar, la pesca sin importar el estado de la marea. Los útiles difieren poco entre ambos procedimientos. 

            Los peces de pedreo, son aquellos que se adaptan al medio perfectamente. Soportan dos ciclos completos de mareas cada día, siempre pendientes del agua que viene y va. Como grandes supervivientes que son, se guarecen en pequeñas cuevas y charcos durante la bajamar, para evitar cualquier desecación.


                    Pixiapu, baboso, bruxa o mormón (Blennius spp.). Es con toda seguridad el pez que mejor se adapta a las condiciones especiales del pedreo.  Es casi más un anfibio que pexe pues tiene la glándula tiroides muy desarrollada, que le permite respirar branquialmente. 

           Viven en pequeñas grietas y huecos que ellos mismos fabrican con su poderosa dentadura. Evitan cualquier actividad durante la bajamar, pues es cuando se sienten más desprotegidos. Marcan su territorio de dominio e influencia y su carácter agresivo se evidencia en la defensa del mismo. Su facultad de vigilancia extrema es  facilitada por  la posibilidad de mover los ojos independientemente y en cualquier dirección. No tienen escamas y su piel es resbaladiza como la de una anguila (baboso). 

            Su carne es poco apreciada al ser muy dura, correosa e insípida. Es un verdadero rompedero de cabeza para los pescadores de caña del pedreo, pues son colonias tan numerosas como voraces. Cuando se quería testimoniar en estos ambientes la impericia o torpeza de alguien, se solía usar la expresión: "vales menos que un mormón."


 Fuente : Rivero de pesca. Pixiapo, baboso o mormón.


                        Escamarón (Gobius paganellus) . Ciertamente muy abundante en estas aguas litorales. Su mayor diferencia con el mormón está en que tiene un cuerpo escamoso y la cabeza ligeramente aplastada. Tan voraz como aquel, aunque no tan agresivo. Se refugia en las rocas y en ocasiones puede alcanzar un tamaño de unos 20 cm. Muy habitual en las cestas de nuestros pesquines. En los años de la fame, fueron muy apreciados, tanto por su sabor como abundancia en las capturas.



Fuente: César Fernández.  Escamarón.


                        Xulia o doncella. (Coris Julis). Una de las curiosidades más llamativas es que se trata de un pez hermafrodita. En su primera etapa vital es hembra , para posteriormente convertirse en macho. Precisar que en algunas ocasiones puede ser hembra y macho a la vez, lo que le va impedir procrearse. 

        Su aspecto es muy llamativo, luce colores muy vistosos, dependiendo estos últimos del sexo que tenga en esos momentos. Son los machos los que tienen la tonalidad mas llamativa, con una franja longitudinal de color anaranjado inconfundible. Recordemos la ironía de nuestro vecinos de Candás que hacen distinción dependiendo del color de la cola. Aquellas que la lucen negra, las llaman xulies de culo cagao. En Luanco genéricamente suele llamarse la Xulia de la banderina.

        Pueden llegar a tener una longitud de 25 cm, de forma oblonga (más larga que ancha), con escamas y dobles labios carnosos. Su carne fue siempre muy valorada en nuestro pueblo. Especialmente en tiempos de fame que siempre fue reservada para los mas vieyos y chiquillos del hogar.

          Es un pez de costumbres firmes, confiado y que durante la noche suele guarecerse entre las arenas y piedras del fondo marino. Muy voraz, no le hace ascos a ningún tipo de cebo, aunque siente predilección por pequeños moluscos. Nuestros vecinos solían encarnar sus anzuelos para su captura con  xorra, llámpares o mirucos (gusanos de tierra).

             Hay una notable diferencia entre les xulies de pedreo y las de aguas más profundas que se pescan desde lancha y es su tamaño. Siendo las primeras más pequeñas y a tenor de los expertos mucho más sabrosas. 

            En nuestras aguas litorales hubo hasta no hace muchos años gran cantidad. Sabedores de ello, como no podía ser de otro modo, los pescadores profesionales usaban una técnica para evitar los anzuelos, aumentando el número de capturas. En una nasa de andarica, machacaban oricios y cuando la levantaban  iba llena de ellas. Actualmente está terminantemente prohibido.

            Nos sentimos obligados a recordar la figura de Alfonso de Belarmina, quien dominaba como nadie su pesca en el pozo de les xulies, en el Bigaral. Tan solo se acompañaba su cañavera, carnada y la intuición . Lo demás sobraba.



Fuente: Betsabet García. Alfonso, el segundo por la derecha.


Xulia. Vistosos colores en nuestras aguas.



                        Barbadas de pedreo o negra (Lotidae). Es una pesca de invierno. Y respecto a las barbadas hay varias técnicas para su captura en los pozos de bajamar.  Se usan normalmente varias varas o cañaveras  de diferentes tamaños y que no superen los tres metros. Recurrimos una vez más a la experiencia de Luis Servando para precisar como  es la técnica: "La vara con la que se pesca la barbada, prácticamente no tiene sedal, apenas un poco en la puntera para empatar un par de anzuelos. El cebo casi siempre xorra o sardina." Se produce una novedad respecto a otros peces: "Se preparaba el macizo, bien machacao con sapes, xorres. llámpares , oricios...  y se mojaba toda la puntera de la vara con él". Los resultados no se dejaban esperar: "Salíen como loques a por el cebo." 
                
            Recordaremos también un método usado para la captura de esta especie, pero con la curiosidad de no usar anzuelos o similares. Es lo que se llama pescar a la "merucada". Para ello es necesario hacer acopio de una importante cantidad de lombrices de tierra o merucos. Siguiendo las pautas aconsejables, estas no debían de tener en su cuerpo ninguna mancha amarilla  o estar cogidas en las proximidades de un gallinero. La razón es porque desprenden un olor desagradable que espanta a nuestra presa, la barbada. Una vez conseguido el cebo, en una cuerda fina se deben "enfilar" a lo largo el meruco, hasta cumplimentar un metro aproximadamente. Se enguada el pozo y se envuelve la "merucada" en la puntera de la vara , tal y como si tuviéramos anzuelo. Aquella viendo tal cantidad de cebo, morderá y no soltará hasta que se vea con la cabeza fuera del agua. Antes de que esto ocurra, colocaremos el truel para evitar que escape. 

                           

Fuente: Rivero de pesca. Merucada.

                El influjo de la luna, se hace notar en la pesca de esta especie tan insaciable y voraz. Cuando hay luna llena no comen. Como curiosidad añadida, recogemos la experiencia vivida en el pedreo por Luis Servando: "Estaba una vez por el pedreo y sentía silbar una y otra vez. Fui hasta donde provenía aquel sonido y era un paisano que estaba a les barbades. Para satisfacer la curiosidad pregunté porque silbaba  y la respuesta es que salíen mejor por el sonido." La explicación no pareció muy convincente: "A veces me pregunto como van escuchar el silbido, si están debajo del agua."

                Lo cierto, es que en nuestro pueblo hay una expresión característica para aquellos que cuando van a pescar, nunca cogen nada y es "dir a xiblar a les barbades". Probablemente era lo que estaba haciendo aquel paisano "xiblando a les barbades."



Barbades de pedreo.



                    Muil, Mujol (Mugil Cephalus). Pez de cuerpo alargado y cilíndrico. Cabeza grande, ancha  y de robustas escamas. Algunos iniciados en el mundo de la pesca lo confunden con la sabrosa lubina o roballiza, para regocijo de los más avezados que se encuentran en sus proximidades. Su nombre Mujol, procede de la expresión latina Mugil, que significa viscoso, resbaladizo. Tiene un rápido desarrollo y crecimiento que se demuestra en determinados tamaños de los adultos más viejos. 

            Es un pez que actualmente tiene mala fama. Los grandes bancos de ellos que se localizan a la salida de aguas fecales o en desembocaduras de rías, no le ayudan mucho a quitarse la mácula de animal carroñero.

            Plinio en el siglo I d. C. describía en sus escritos la manifiesta desconfianza de este pez: "No muerde el anzuelo o trampa, suelta el cebo golpeándolo con su aleta trasera". Seis siglos después, San Isidoro de Sevilla, no dejaba de sorprenderse con la inteligencia natural del muil, cuando se tiene que enfrentar a una red: "Salta por encima de ella, como si tuviera capacidad de volar...". Nuestros pescadores y pesquines son conscientes de como se frustra su pesca ante el menor incidente. El muil se embaya, escapa con una facilidad pasmosa de la puesta.

           Es una pesca típica del verano. Así recuerda sus capturas Luis Servando: "Es un pez muy delicado, pues se embaya (huye). Todas las precauciones son pocas. Había que ir con un saco, cada poco limpiando y evitar que te cayera una escama o sangre al agua". El procedimiento no difería mucho del resto de los peces de pedreo: "Con los muiles tenías que estar enguadando cada poco, enguadar y venga a enguadar... y no te dejaban pescar, solo enguadar. Así que cuando se despistaben un poco tiraba una piedra al agua y así si yo no pesco, ellos tampoco."

            Recuperamos una técnica de captura original empleada por Félix Hevia, que después fue secundada por otras personas. Para su ejecución había que conjugar fuerza, habilidad y rapidez. Cuando en Gargantera estaba el ocle embancao (amontonado) y en proceso de putrefacción, Félix bajaba con una pala, lo revolvía  echándolo a la mar. A los pocos segundos aparecían como arte de magia un banco de muiles, atraídos por el cebo de las pulgas que acompañaba las algas. Era el momento de lanzar una tarrafa cuadrada guiada por un largo mango, por detrás de los peces. El factor sorpresa, acompañado de una rauda y rápida recogida del arte de pesca, representaba el éxito o fracaso de la operación. Solo había un único intento, tras este los muiles huían.



Fuente: A. M. Arias. Muil (Mugil cephalus).



Truel de arrastre. Método poco ortodoxo para la pesca del muil.


            
                   Pez plata, corcón,  mirloto, pexe sin sangre (Argentina nsphyranea,). Pesca típica de otoño. Vive agrupado o en cardúmenes (agrupaciones). Se reproduce en primavera y verano. Es carnívoro, alimentándose de pequeños crustáceos y larvas de peces.  Hasta hace relativamente poco tiempo, su pesca se reducía exclusivamente a la red, ante la inexistencia de anzuelos adecuados para su tamaño. Como curiosidad añadiremos que existe una gran demanda de sus escamas y de la guanina de su vejiga para la producción de perlas artificiales.



Cardumen de corcones.



                Su pesca se basaba en enguadar y enguadar para atraer el cardumen o banco de corcones. Así lo precisa Luis Servando: "En aquellas épocas en las que no había ni artes, ni anzuelos para pescarlos, se hacía con el "mediomundo" . Los detalles y precauciones de uso de este arte de pesca las detalla nuestro informante: "Se trata de un gran truel, enorme y sujeto a una vara de eucalipto. Para arriarlo al fondo hay que tener la precaución que no vuelque y el suelo liso". Para la perfecta conjunción del entramado advierte de algunas circunstancias a tener en cuenta y la forma de solventarlas: "Si el agua estaba clara, había que echar barro o tierra para oscurecerla...y sobre todo enguadar y enguadar".



Mediomundo.
            

                 En nuestro pueblo el ingenio de Marcelo Sierra, se manifestó  con el uso de un mediomundo de proporciones inhumanas en la puesta del Bigaral, ayudado para su izado con un sistema de poleas y trípode. En cada levantada decenas de mirlotos brillaban como espejos plateados,  atrapados en aquella enorme trampa.

             Años después, aparecerían unos diminutos anzuelos aptos para su pesca. Los llamados anzuelos de cristal. Con ellos, todo el mundo accedió a sus provechosas y abundantes capturas. Grandes y pequeños se apostaban en las puestas del Bigaral, la Fuentina o el Castillo con aparejos de dos, tres o cuatro reclamos, encarnaos con xorra. Levantando y bajando las finas cañaveras para sentir el peso de la presa, ya que era imposible hacerlo a través de su picada. Y casi siempre se subía en el aparejo alguno robao. Aquellos que quedaben enganchaos en el anzuelo por la agalla o aleta.


                    Sarrianos. (Symphodus melops). Pez carnívoro que vive en fondos rocosos o arenosos que oscilan entre 1 y 50 metros. Cuerpo fuerte y alargado. Son muy vistosos sus colores, pues combina tonos verdes, marrones y amarillos con puntos azules y rojos ordenados en líneas longitudinales. Hermafroditas, en sus inicios vitales son hembras, pudiendo pasar a machos al cabo de un año. La primera pone sus huevos entre llastres (piedras) con  abundancia de algas, mientras el macho tiene la misión de vigilarlos.

         Siempre fue un pez muy abundante en nuestros pedreos, con ejemplares que podían llegar a alcanzar los 25 cm. Luis Servando así lo recuerda: "Antes había unos sarrianos tremendos en cantidad y tamaño". Añorando en su testimonio la facilidad de su captura: "Te ponías a pescar con un palo de escoba  y llevabas sarrianos pa casa. De todos los colores y tamaños. Había unos muy grandes, como la palma de una mano, que los llamábamos zapatones. Esos están prácticamente extinguidos."


Fuente: LMP. Sarriano ferrao con cebo de xorra.


                    Xargos.(Diplodus sargus sargus) Pescado azul, muy apreciado en las cocinas por sus características: graso, sabroso y de fácil preparación. Cuerpo comprimido y de un vistoso color plateado, alternando alguna franja oscurecida en sus dorsos. Al  nacer es hembra, convirtiéndose en macho con el paso del tiempo. 

                    Desconfiado y veloz en sus movimientos, vive hasta profundidades de 30 m. Omnívoro, no le hace ascos a nada en su alimentación, sintiendo especial predilección por los cefalópodos, como xibias, pulpos o chipirones. Posee una gran arma que son sus poderosos molares, capaces de romper las conchas de los moluscos con facilidad pasmosa.

                Para su pesca es aconsejable en el otoño y  a través de boya, dado que es mas fácil hacerlo en el primer metro de agua y cuando está la mar un poco revuelta. No son peces específicos de puestas, dada su movilidad. En Antromero se pescaban hasta no hace muchos años en grandes cantidades en el Bigaral, el Cabrito o en la Isla.



Xargos.



            Lubina, roballiza, furagaña. (Dicentrarchus labrax). Pescado blanco muy magro. Apreciado en los manteles por su sabor excelso y escasas espinas. Tiene un cuerpo alargado que puede alcanzar el metro de longitud. Su color es variable, abundando los tonos grises de su dorso y el color blanquecino de la zona ventral.
            
            El hábitat de la roballiza se localiza en las costas rocosas y arenales en profundidades que oscilan de 1 m. a 15 m. Abandonando este entorno en los fríos meses invernales. En fase de crecimiento buscan la protección del grupo, en pequeños cardúmenes y de adultos están en parejas o solos. Al respecto, Luis Servando precisa: "Las lubinas de gran tamaño nunca andan solas. Si tienes la suerte de pescar una grande, tiene la pareja a su lado. Otra cosa es que la puedas pescar también."

                En el primer siglo de nuestra era, Plinio la denominó "Lupus Lanatus", esto es, lobo lanudo. La referencia al lobo es por  ser carnívora y tener una voracidad desmedida. El adjetivo, lanudo, lo añade en referencia a la textura y suavidad de su carne. Este pescado era uno de los favoritos en la antigua Roma, pues en sus mercados siempre eran reservados para las clases más pudientes.

            Las dificultades de su pesca desde tierra al no disponer de cañaveras con carretes para poder "lanzar" el cebo a distancia, era compensada con otras técnicas. Así lo detalla nuevamente Luis Servando: "Se preparaba un palangre pa echar en tierra. Se llamaba "rapeta" y estaba hecho con unos treinta anzuelos. Se echaba a la bajamar en el oscurecer y se recogía doce horas después, a la siguiente bajamar".

            Aun así había excepciones que rompían los parámetros preestablecidos, tal lo expone nuestro declarante: "Alguna vez venia de pescar sarrianos con la vara y los capullos y probar por tentar la suerte en el Aramar y pescar roballizes ". Creemos que el factor suerte en este caso, va acompañado por el conocimiento.  

                Añadiremos una técnica de pesca, que podíamos definir como "de espera", hoy totalmente prohibida. Es "la tabla" y así la describe Luis: "Se usaba en las playas de arena o pedreos que tuvieran alguna zona arenosa. En un trozo de tabla, no muy grande de una cuarta o así se sujetan dos líneas pequeñas con anzuelo y cebo". . El modus operandi es el que sigue: " Se entierra en el suelo haciendo un pozo pequeño y a la bajamar. Y se recogían a la siguiente bajamar.".


Tabla para pescar. Básica y eficaz.


                Y la picardía acompañada del innato talento era la perfecta combinación para conseguir siempre pexes en el pedreo. Dependiendo de los condicionantes físicos de los pozos se posicionaba la red, para cerrar el paso de las presas. Era el momento de ahuyentarlos, de espantarlos, quedando aquellas atrapadas en la trampa. Nuestro sempiterno dicente, Luis Servando, explicita su experiencia al respecto: "Aprovechábamos retales de redes y hacíamos una tira larga. La colocábamos de cabecera a cabecera (saliente) en el Dique. Después de espantar con piedres la los pexes, levantábamos la red y había mucho pescao, alguna roballiza."Aclarando que no todo era parabienes y éxito: "Por cada uno que cogíamos, escapaban cinco, pues el suelo irregular no facilitaba mucho las cosas.".

                Probablemente fue la playa de San Pedro uno de los puntos álgidos para la captura y pesca de lubinas. La condiciones de la misma facilitaba la presencia de estos peces tan voraces. Grandes cantidades de ocleesguiles de arena, crustáceos, los restos de la fábrica de harina de pescados de la Fedionda y la presencia de angula en la desembocadura del rio Pielgo fueron  unos condicionantes idóneos para garantizar la presencia de las codiciadas furagañes.


Lubina, roballiza, furagaña. La excelencia del sabor.



                            Congrio (Conger conger). Es un pez anguiliforme, similar a las anguilas, pero más robusto. Carece de escamas y su lomo desprende una mucosidad característica. Es sin lugar a dudas el gran depredador de nuestros pedreos. Sus armas más poderosas son su  imponente boca cubierta de dientes afilados y puntiagudos y la descomunal fuerza de su cola y aleta dorsal. Sus hábitos son nocturnos, pues tienen verdadera fobia a la luz y claridad. Su natural curiosidad facilita en algún modo su pesca, que suele ser habitual en los meses otoñales y de invierno.

                Cuando es joven se encueva y vive en las proximidades de la costa y con el paso del tiempo se va alejando hacia aguas más profundas. En la actualidad se pueden llegar a pescar a mil metros de profundidad.

            El aparejo  usado para su captura es como cualquier otra cale, pues consta de anzuelo y plomada o peso. Teniendo que reforzar el primer tramo del mismo con hilo vela y luego con alambre para evitar la acción de sus dientes y el roce con les peñes. Esa protección es  lo que se llama el "rendal". En el pedreo, esta línea se dejaba atada a algún punto fijo durante la noche, levantándola por la mañana. En cambio, si es desde un bote o chalana este arte de pesca se señalaba con bolla , recibiendo el nombre  de chinchar. Respecto al cebo era preferible pulpo, xibia o pescado duro.
          
           Nuestro incombustible experto en estas labores de pesca, Luis Servando, precisa : "Los congrios suelen encuevar. Donde pescas uno , al poco tiempo ya hay otro en la cueva". Esta garantía hace al pesquín mantener en secreto inconfesable sus puestas. Añade en su exposición una notable y atractiva curiosidad: "Tienes una curiosa simbiosis con el bugre o llocántaro, pues la comida que no quiere uno lo aprovecha el otro".

        Una vez capturado el gran reto  fue siempre reducir al animal. Cuando el congrio era para consumo propio y no destinado a la venta, algunos le clavaban en la cabeza un cuchillo a la altura de la cerviz, haciéndole una cruz. Esa opción, por razones estéticas, se desestimaba cuando estaba  orientado a la comercialización. En este caso se recurría a la práctica solución de meterlo en un saco o golpearlo en la zona de la cola. Tal lo explica Luis: "Toda la fuerza la concentra en el rabo. Alguna vez que saque alguno yendo en bote, lo metía debajo los paneles y estos salían por el alto." Su sistema nervioso  es muy fuerte y hacen gala de ello: "Tengo visto como se engancha a las cuadernas de la lancha y marchar p'al agua." Haciendo una envidiable exhibición de su portentosa memoria, describe una situación no tan extraña: "Una vez pesqué uno de más de doce kilos y lo eché pa bordo en el bote y estuvimos un montón de tiempo por encima de los bancos de la lancha. Hasta que se aburrió de pegar ostiazos."

              Tan solo como curiosidad, recordar que hasta la aparición de las fibras sintéticas , nuestros veteranos pescadores iban al congrio calando a trescientos o quinientos metros. El aparejo u arte de pesca requería un proceso largo en su preparación para habilitar adecuadamente la cuerda de cáñamo utilizada . Los efectos perniciosos del salitre sobre ella la imposibilitaba para su uso sin antes "encascarla".
                    Esta técnica  pasaba por elaborar un  cocido de agua con cortezas de pino, humero (aliso) y salguero (sauce blanco). Es lo que se llamaba "casca". Previamente se rozaba el cáñamo, esto es, se iba desbastando todos sus sobrantes, y se teñía en aquel preparado. Su impregnación debía de ser total y uniforme. Se volvía a rozar y nuevamente se encascaba en el mejunje. Este protocolo se mantenía hasta que el cáñamo compactara en un único filamento. El final del proceso era una fibra dura como el alambre, pero frágil. Siempre se debía evitar el pisarlo, pues rompía con una facilidad pasmosa. Este proceso de encascar  o teñir era obligada para prácticamente todas las artes de pesca de entonces que estaban elaboradas con fibras vegetales.

                Una vez resuelto esta contingencia, se preparaba el aparejo, con su correspondiente anzuelo y el peso o cabudo. No sin  antes reforzar con alambre la parte final donde se empataba el hamo para evitar la rotura con los poderosos dientes del congrio.


Fuente: Néstor Alonso. Cale o aparejo de congrios




                Finalmente, el conocimiento y experiencia obligaba a desestimar las noches de luna llena para su pesca. La explicación la oferta Manolo el Chispa:" Cuando hay luna llena y al otro día los congrios no comen." Algo tendrá que ver la fobia de los congrios a la claridad.


El temido y deseado congrio.





Algunes coses de les marees.


"Somos gente marinera, 
somos gente pescadora..."

Carmen de la Campa.


            La pesca a bajamar en los pozos de les barbades, escamarones o los denostados mormones o pixiapos..., daba lugar en algunas ocasiones a sorpresas. Como la posibilidad de encontrarse en la marea  con congrios,  potarros gigantes (primos hermanos del misterioso kraken que habita en las profundidades del cañón de Avilés) o la aparición de un despistado bonito, entre les peñes del Cuerno tratando de recuperar  inútilmente la ruta perdida. Tal y como les ocurrió en la dura posguerra a Marina y Benigna Anxelín. Fueron agradables anécdotas que deparó este tipo de actividad.


Pedreo del Cuerno.


            Labor reseñable era la recogida de les xibies en la rexa u orillas de la mar, una vez que estas desovaban en la primavera en las proximidades de la costa. Cumpliendo con el fatal ciclo natural que les empuja a su muerte. En este caso la importancia residía en actuar antes que fuesen fruto de la alimentación de las omnipresentes  gaviotes.

           

           


Otres actividades.


"Deja que pasen estos días,

deja que pasen estos años, y entretanto

agradece el regalo de la luz..."

Ángel González.


             En el apartado de la salud, el recomendable paseo por les riberes, tal y como diariamente efectúa nuestro vecino Ángel de Sampedrín. Por los casi tres kilómetros   de ruta acantilada que tanto pasean y pasearon nuestros vecinos en su diaria lucha contra el colesterol, cuando este no estaba tan mediatizado como ahora. Un paseo desestresante, igual en el recorrido ( aunque resulte paradójico), pero diferente.  La mar hace posible la diferencia, porque la mar nos hace sentirnos distintos todos los días.

            Y al margen de la pesca, el ir a buscar entre Gargantera y  la playa del Truán   les piedres  de arena “ pa fregar los suelos y la chapa de la cocina” y tantas cosas ante la ausencia de jabones, lejías y detergentes.  Así lo testimonia Aurelio Fernández Sirgo: "En los años setenta del pasado siglo, íbamos a buscar la arena de fregar  a la playa. Llevábamos el caballo y se dejaba en una parte del acantilado próximo de donde estaba la arena. Se llenaban les alforjes. En casa se hacían bolsas de más o menos un kilo y a vender a la plaza". Benigna Anxelín detalla al respecto, "Cuando éramos chiquilles siempre íbamos con mi güela a buscar arena de fregar a la playa que hay entre Gargantera y el Carmen pedreo de la Fedionda). Un día le cayo una piedra de arena, que no era mayor que una jarra, sobre les rodilles. Nunca más volvió a andar. En la cama siempre hasta que murió." 

        Aunque nos sentimos obligados el recordar una práctica popular, para dotar de total eficacia aquel procedimiento de limpieza, al menos estéticamente. Ta lo recuerda nuestra anterior declarante: " Después de fregar la chapa de la cocina con arena, se podía pasar un poco de jabón por encima, para que no le saliera el óxido".




A la derecha y al fondo,  el pedreo La Fedionda.
 La tonalidad amarillenta de su acantilado delata la presencia de la arena de fregar.


Detalle del estrato arenoso de La Fedionda, usado para fregar.

            

            También nos sentimos obligados el recordar otros trabajos vinculados a este ambiente como  el ir a cargar a la playa de  San Pedro la arena para estrar o facer la cama a les vaques, como complemento desinfectante. Y la grava para hacer obra o rellenar los innumerables baches y pozos de les caleyes.

             Para finalizar este apartado recordaremos una cita del inglés  Richardson: “ en algunos mares es un crimen pescar y en otros es un verdadero milagro”. Frase que pese a sus múltiples interpretaciones, recoge fielmente la evolución de los pedreos, de nuestros pedreos  a lo largo de la historia.



        La extracción de piedras y bolos el los pedreos.


"La necesidad espabila 

a la xente."

Amparo Julián.


                Es cierto que la necesidad agudiza el ingenio y esto lleva parejo soluciones ante carencias. No es menos evidente que alguna de aquellas  representa en muchos casos un duro trabajo, que no respetó ni edades, ni sexos. Y esta labor de sacar piedras del pedreo es un claro ejemplo.

              Menéndez el Roxín, recuerda la dureza de tiempos no tan lejanos: "Con nueve años me sacaron del colegio. Mi primer trabajo fue ir con mi hermano Manolo (unos meses mayor) con una chalana a buscar grijo (pequeñas piedras) al pedreo de Gargantera." Indicando su posterior uso: "Era para llevarlo a Luanco, para las obras de los Cañuilos.". Aunque detalla que era peor aun la carga de cantos rodados (bolos): " También se llevaban bolos para rellenar calles o para hacer más fuertes algunos cimientos". Detallando con el sarcástico humor de la xente de la mar: " La parte baja de Luanco, de la Ribera ye de Antromero. Todo el relleno salió de los pedreos de Antromero."

              Solo aquellas personas que han manejado unos remos para mover una chalana (embarcación plana), pueden entender en toda su dimensión la anterior exposición de Menéndez el Roxín. Si sumamos ello las edades del dicente y su hermano , junto a la pesada carga transportada es la representación física del sacrificio y responsabilidad. Ambos valores en franca decadencia. Son la última generación de héroes, aquellos que sacrificaron su bienestar y vida por los suyos. 

                El guinche del Tesoro. En los pasados años 50 , Jesús el Cuadrero, va conseguir una concesión para extraer piedra de los pedreos de la Fedionda y de Gargantera. Para ello habilita un cabrestante con una línea para cada lado del monte del Tesoro. Este será su centro de operaciones. Recurrimos a la precisión de Aurelio Fernández Sirgo: "Jesús el Cuadrero, junto a su mujer Justa y el mudo de Barrera van hacer un equipo para sacar piedra de la Fedionda y Gargantera. El trabajo se distribuye con Jesús al mando de la maquina y su mujer y el mudo, cargando el caldero del guinche en los pedreos."  Detallando la operativa, tal y como sigue: "Para evitar el descubrir el poste de la sujeción de los tirantes, usaban una carretilla . El trabajo era doble, pues se cargaba dos veces (carretilla y el caldero)". Especificando la zona preferente de carga: "Trabajaban más en la parte de la Fedionda porque el recorrido del cable era más corto y en  Gargantera alguna vez tenían problemas con el paso del caldero."

            Una vez almacenada la grava en el Tesoro se sacaba con camiones. El destino final era para relleno, tanto de obra pública como privada. A principios de los años setenta se puso punto y final a esta actividad que sería hoy irrealizable.


            

 Queremos agradecer la inestimable colaboración de Luis Servando Peláez. Hombre de inagotable conocimiento en torno a la pesca y la mar. Su asesoramiento, acompañado de una paciencia y carácter envidiable  han sido vitales para llevar a buen puerto este capítulo. Muchas gracias, capitán.


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