Capítulo 8
Mitos, leyendas y
supersticiones. (Parte primera).
“Los mitos y leyendas siempre estarán vivos,
viven en los pueblos y sus gentes”
Julio Caro Baroja.
Este capítulo está dedicado a aquellas personas, que
generación tras generación, han sufrido la angustia de los ruidos y la noche, aliados necesarios de todo tipo de
seres y fenómenos. Estos que siguen formando parte de la oscuridad. El reino
en el que se generan las pesadillas y
los miedos. Dedicado a todos nosotros.
Todas las historias del mundo pasado, de todos los mundos que han sido, se irán perdiendo. La desmemoria campará a sus anchas una vez más, haciendo mella en lo que alguna vez fue nuestro. Miles de cosas inmateriales se perderán para siempre.
Luchemos contra ese destino impuesto. Estamos obligados todos a aprovechar el almacén de recuerdos que va con nosotros. Aprovechemos el beneficio de la suerte de haber vivido en un lugar tan pequeño que hasta las piedras tienen nombre. Cerremos la puerta al silencio y empecemos sin más demora el viaje a las fantasías y sueños acuñados en nuestras tradiciones.
Los
mitos y leyendas son historias que recogen elementos sobrenaturales que tienen una difícil explicación desde el
punto de vista racional. En cambio, cuando se relatan y transmiten oralmente de
generación en generación, se entienden como posibles e incluso reales por los
oyentes. Estos a su vez los relataran con el entusiasmo transmitido en una larga cadena que no debiera tener fin.
Encuentran entre el pueblo llano un terreno abonado,
dada su escasa formación y conocimiento científico en temas relacionados con la
naturaleza y sus fenómenos. Hay siempre una especial predilección a tratar historias de contenido misterioso, que alimentan una curiosidad inevitable hacía lo desconocido.
La Iglesia, siempre trató con su mensaje doctrinario, explicar lo inexplicable. Vincular las supuestas cosas sobrenaturales con Dios. Pero ciertamente, el temor al mundo desconocido, a la fuerza de estos fenómenos, no hacía otra cosa que alimentar la ambigüedad del comportamiento del asturiano, "una vela para Dios y otra para el diablo...por si acaso".
Desde que el hombre es hombre se ha ido acompañando de supersticiones, mitos y leyendas. Narraciones de fantasía e imaginación, transmitidas de padres a hijos durante siglos. Nacidas en lo más profundo del origen de nuestra cultura, que perseveraron de igual modo en sociedades de escaso desarrollo, como en otras de gran creatividad cultural y artística. Véase el caso de la Grecia clásica.
Por lo que los mitos, las leyendas y como no las supersticiones son
unos fenómenos absolutamente universales, que han trascendido a pueblos, culturas
y civilizaciones.
Los mitos son necesarios, en la medida que tratan de dar un razonamiento donde la ciencia no llega, complementándose con una explicación fantasiosa en hechos supuestamente sobrenaturales. Se fundamentan necesariamente en la fe, esa que se apoya en la credibilidad de cualquier hecho real o figurado. Y que fue precisamente el caldo de cultivo necesario para que tuviera desarrollo en la sociedad, especialmente, en la rural.
El
folclore de Antromero como el resto de los pueblos está formado, entre otras cosas, por sus mitos,
fábulas y leyendas. Estos matices nos pueden dar una idea más
profunda para conocer las formas de vida y el pensamiento de nuestros
antepasados. Forjándose en ello nuestra identidad cultural consuetudinaria que
ha llegado hasta nuestros días.
Algunos intelectuales, como Anatole France,
estiman que “los pueblos viven de la mitología, de las leyendas sacan todo
lo necesario para seguir viviendo y creyendo en su futuro”. Y a nuestro
modesto entender así lo creemos. Todos esos temores y respetos
enquistados en esas creencias, han sido determinantes en el comportamiento y
desarrollo de nuestras sociedades.
Subrayamos
también la postura de Carlos Rubiera Tuya, quien postula que “los
mitos de nuestra cultura (asturiana) son poco agresivos”, salvando la excepción de la
Güestia, que es el miedo a la noche,
a la oscuridad y al más allá.
Todas estas leyendas nos presentan y exhiben un mundo acogedor, casi nunca
peligroso para sus moradores. Desgraciadamente en nuestro caso, empezarán a desaparecer de
modo fulminante con la llegada de la televisión . Las inmediatas
consecuencias de su aparición: el silenciar la tertulia de la sobremesa, la desaparición de la
familia agrupada en torno al llar. La eliminación del vecindario reunido en la quintana y con
ello la perdida paulatina de nuestro patrimonio cultural oral.
La influencia de los mismos es variada, y aunque su procedencia es casi siempre discutida por los grandes estudiosos de estas materias. Actualmente se puede confirmar, en un elevado porcentaje, su raíz : en la pluriculturalidad de los diferentes pueblos: los nórdicos (incluyendo la cultura céltica), centro-europeos y árabes. Estos que no han hecho mas que enriquecer nuestro mundo.
Pese
a que seguramente han existido referencias de bastantes mitos en Antromero, tan
solo hemos podido observar la presencia
de manera expresa en la recogida de testimonios en estos años de un puñado de ellos . Estamos convencidos que
hubo otros. Pero
ante la ausencia testimonial en muchos casos y en otros las referencias
residuales de los mismos en las respuestas de nuestros vecinos, hemos decidido
obviarlos, en este breve recorrido por nuestra fantasía histórica.
A medida que nuestra sociedad ha ido
evolucionando, ( las prisas se han hecho dueñas de nuestro presente y futuro) todas estas creencias que nos
acompañaron durante tantos siglos, se han ido desvaneciendo, disolviendo, engullidas en el
olvido. Por la evidente ausencia de transmisión
oral y por supuesto, escrita.
La Güestia.
"las llamas nos queman
por nuestros pecados,
denlos el descanso
hermanos amados."
Joaquín García.
Parece algo probado a fecha de hoy que la procedencia de este mito es de la cultura celta. En cambio, para el insigne Menéndez Pidal, procedería de la expresión de la Biblia Hostis Antiquus, esto es, enemigo antiguo, referida el diablo. Si podemos confirmar que su significado popular es el de procesión de almas en pena, condenadas. Esta es la explicación más antigua de todas las que circulan en torno a este mito.
La güestia suele estar formada por un grupo de ocho ánimas que caminan en grupos de a dos, con un líder que la encabeza y que siempre sale de los cementerios en busca de mortales que sumar a su grupo.
En
otras ocasiones, hemos de reconocer que se nos presenta, aunque las
menos, como ánimas del Purgatorio que deambulan por huertos y prados, portando
el motivo de sus pecados finxos (jalones), arboles, portillas.... Y así tratar de reponer todo aquello que han robado.
La güestia era considerada un mal augurio y que presagiaba la muerte de alguien del pueblo. Según las leyendas esta procesión se repetirá siete noches alrededor de la casa de un moribundo, hasta que al final de las mismas se produce la muerte de dicha persona. También se considera en la tradición la variante de que rodea tres veces tan solo la casa del enfermo, y al acabar la última, este fallece.
Una variable, es la figura del güerco. Este mito, es un aviso de la muerte. En nuestro ámbito se trata de una persona que se le presenta a otra, poco antes de morir, normalmente en el campo. Estas visiones no tenían la facultad de hablar ni tan siquiera de hacer gesto alguno. Al llegar a casa al visionario le comunican que aquella persona que vio acaba de morir y en un lugar distante a donde lo había visto. Alonso Pinón, lo recuerda del modo que sigue: "Cuando era guaje, siempre oí a mi padre, que a mi güelo se le apareció un conocido de Candás por la caleya que ni lo saludó, de la que venía de trabayar. Pero le dijeron que era imposible que aquel paisano taba muerto, que morriera por la mañana, antes de que él lo viera."
Relatamos un fallido supuesto de güerco que transcurre en el siglo XIX, en Condres. La dicente, Concha de casa Miguel, así lo transmite: "José Miguel, era mi padre, nacido en Posadorio. Era muy alto y fuerte. En aquellos años, era el encargado de ir a buscar les cajes de los muertos a Luanco. Las llevaba al hombro. Una vez tuvo que buscar una y de la que volvía empezó a granizar. En la Caleyona se metió dentro de la caja para no mojarse. Cuando los vecinos de Bocines iban a Condres al velatorio, mi padre sintió las voces y salió de la caja. Salieron todos corriendo, llegaron a la casa del difunto diciendo que José Miguel iba a morir porque les salió de una caja de muerto." Sospechamos la tensión vivida por aquella buena gente y la sorpresa cuando vieron llegar al "muerto", completamente vivo.
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Foto familiar. Jose Miguel y familia. |
El güerco, también da señales y avisos previos a su visita. Cuando un perro ladra u aúlla por la noche sin motivo aparente o la curuxa (lechuza) canta durante varios días en el entorno de una casa es la señal inequívoca del anuncio de una muerte. A fecha de hoy, estas creencia están muy arraigadas en el mundo rural.
Retomando nuevamente a la güestia, podemos añadir que no siempre se presentaba en formas humanas, envueltos en sudarios y portando cirios encendidos. Hay algunos relatos de transmisión popular que los vinculan a animales. El poeta del siglo XVII, Antón de Marirregera, lo trasluce en estos versos:
"¿Serás acaso un estornín tornado
l'alma de un ahorcado
En
Antromero, hay una ampliación muy significativa del contenido de la güestia,
y es la denominada caldereta. En ella, algunas personas eran
capaces de ver a la procesión de ánimas esgrimiendo o entregando una vela. Una vez en la mano esta, se transformaba
en un hueso que estaba encendido como un cirio. Así siguiendo esta
leyenda, Álvaro el Civil,
preguntaba en velatorios y entierros si no habían visto pasar la caldereta entregando
sus restos óseos, en forma de candela encendida.
Según
las tradiciones al respecto, solo las personas que habían sido bautizadas en
Jueves Santo, día de la muerte de Jesucristo, o bien por el error del sacerdote de haberlos
bautizado con los oleos de ungir los muertos, eran los privilegiados de poder
ver a esa procesión sin ningún tipo de riesgo. En otras ocasiones podían presagiar las muertes antes de que ocurrieran. Eran los llamados vedorios. Aquí podríamos destacar la figura de
Falina Muñoz, quien exponía sin recato su capacidad para ver la güestia y
otros fenómenos similares, evidentemente sin sufrir daño alguno.
En nuestro pueblo, nuestros antepasados veían los
entierros, en el caminar de la güestia por el Rellario, camino
del cementerio de Bocines, cumpliéndose
al poco tiempo esa fatal premonición. Así nos lo recordaba Jovita González,
para añadir a continuación que: “eran cosas de antiguos”.
Manolo Robes, nos ofrece una declaración insólita y estimamos muy importante no solo por lo novedoso de su información, sino por no estar recogida por ninguno de los grandes estudiosos e investigadores de nuestras costumbres. Es el tiempo de güestia. Una variante de déjà-vu (término francés que nos indica la sensación de haber vivido con anterioridad lo que estas haciendo en el presente) y que se daba sobre todo en velatorios y entierros, para añadir mayor morbo, tensión y asombro al momento. Así en alguno de estos acontecimientos, nos comentaba el dicente, Manolo : “Era la facultad que tenía una persona en un entierro o velatorio de adivinar lo que iba a pasar. Decía que esto ya lo vi yo, y luego explicaba que dentro de un poco tiempo vendrá fulano y se va apoyar en la puerta de iglesia, antes de entrar en ella. Y llegaba el fulano y se apoyaba, tal y como lo había dicho. Eso ponía los pelos de punta. Esto era lo que se llamaba tiempo de güestia. Y alguno de nuestros vecinos tenia esa facultad.”
Esa
procesión de ánimas en pena que lleva huesos encendidos en vez de cirios, fue
la más temida y solo, en caso de ser sorprendido por ella, te podía salvar de
la muerte segura en ese mismo año, el hacer un circulo en la tierra, dibujando
una cruz en él y metiéndose dentro.
Incluso el racionalista ilustrado Padre Feijoo, testimonia estas apariciones en sus "Cartas Eruditas", Tomo 4, Carta XX, núm. 3 y 4. "La persona que habla con un alma en pena, o aparecido, fallece al cumplirse un año de esa conversación."
Deambulaban
por doquier, canturreando lúgubremente y pronunciando a su paso
en la noche, distintas fórmulas, como la que sigue:
"Cuando yeramos
vivos
andábamos a estos
figos.
Ahora que somos
muertos
andamos por estos
güertos.
Andar, andar
hasta'l tueru la figar".
En el supuesto caso que tuvieras la desgracia
de tropezarte con ella, te daban un
golpe cada una de los integrantes del grupo. Al mismo tiempo que te
decían eso de: “andai de día que la noche ye mia”.
La noche de difuntos era la más propicia para coincidir con ella, pues según nuestras ancestrales tradiciones,
es cuando las ánimas salen por la calle.
En todos estos miedos y temores, hay quien saca provecho, como es el caso de la Iglesia, que aumentó sus
ingresos, al ampliar sus oficios. Así los que
abonaban los mismos, creían que en esas procesiones de almas errantes pudiera
estar algún familiar suyo, necesitado de misas
para aliviar su eterno dolor.
Era tal el temor a este mito, que finalmente vamos ilustrar nuestras últimas palabras en torno a él, con un relato que se repite en infinidad de pueblos de Asturias y que nos lo desarrolla, con su proverbial sentido del humor, Manolo Robes: “ Iba un paisano por la noche por una caleya, cuando sintió que alguien lo cogía por detrás, por la gorra. Sin dar la vuelta por el miedo que tenía, empezó a decir que lo soltaran, temiéndose lo peor (la güestia). Así fueron pasando les hores y él repitiendo la misma cantinela de que lo soltasen. Cuando empezó a amanecer y agotáo por todo el tiempo que tuvo con esa tensión, dio la vuelta para ver que lo que lo tuvo toda la noche enganchao por la gorra era un arto (zarza ) de un bardial (matorral). Y a lo que envalentonao, le dijo: tienes suerte que yes un arto, que si fueses un paisano dábate una buena mano de hosties.”
Margarita , de casa Miguel, detalla una vivencia vinculada a su oficio de modista; " Siempre entregaba los pedidos de noche, después de trabajar. Un día sentí un ruido detrás mía, como el sonido de una campanilla. Miré y no vi nada. Según iba andando el ruido continuaba y si paraba el ruido también. Pensando que era la güestia que iba a por mi. Hasta que me di cuenta que en el bolso llevaba un dedal de coser y dentro iba un grano de maíz. Era lo que hacía el ruido". Los miedos ancestrales se hacen fuertes durante las sombras nocturnas.
Los relatos de este tipo eran casi siempre narrados al calor de la lumbre del llar, en una larga y oscura noche de invierno, desarrollando la memoria colectiva, alimentando la imaginación y con ella la posibilidad de visiones mas o menos probadas.
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La Güestia. |
Les xanes.
“Del folklore asturiano: mitos, supersticiones, costumbres”
Aurelio de Llano (1922)
Seguramente
que estamos ante el mito más importante de la mitología de Antromero, por ser
el personaje menos conflictivo, el más
querido y arraigado en nuestra
cultura popular. Representa la bondad de la naturaleza.
Si en Asturias, estos seres de gran belleza viven al lado del agua dulce tal y como nos lo aporta Roberto González en su obra “Antropología social y cultural de Asturias”: “ este pequeño ser que es la xana habita siempre en la cercanía de las aguas dulces, o sea al lado de fuentes, estanques o ríos...”, en Antromero habitan al lado de la mar como un caso excepcional.
Están
vinculadas directamente con el pedreo de Gargantera y sus fornones (agujeros),
tal y como nos lo recordaba Josefa Llantada:”cuando les muyeres diben al
pedreu a buscar agua pal fermientu, munches de elles veien una pita con pitinos
como si fuesen de oro. Diben a cogelos y nunca podíen dar con ellos porque se
metíen entre les peñes o escondíense en los fornones”.
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Los fornones de Gargantera. Piedra angular de nuestros mitos y leyendas. |
En
este testimonio, se recoge una de las características más importantes de las xanas,
y es que poseen grandes riquezas ( en el caso de nuestro pueblo pitinos de
oro) y que reparten parte de las mismas a aquellos humanos que en algún momento
les preste ayuda. Aunque no conozcamos a nadie que tuviera esa suerte.
También Josefa Llantada, reseñaba que se veían pañales y ropa tendida por encima de las piedras, pero cuando la gente se acercaban allí aparecía la figura de una mujer vieja que lo recogía todo. Después desaparecía entre los fornones, donde se oía la gaita y el tambor ( observación esta última importante, confirmando lo que ocurre en el resto de nuestra región en que las xanas bailan y cantan una vez han lavado y tendido su ropa).
Y
así, ampliando esta última información, añadiremos que según la tradición
antromerina, los guajes iban a jugar al peñón de Gargantera y cantaban
lo que sigue:
Sal xana, sal.
Sí sal el gigante
que no se espante,
sí sal la xanina
la mi amiguina.
El
insigne estudioso de nuestra cultura asturiana, Aurelio de Llano Roza de
Ampudia, en su obra “Del Folklore asturiano: mitos, supersticiones y leyendas”
del año 1922, nos deleita con esta cita: “...y en Antromero, concejo de
Gozón, las xanas tienden la colada al resplandor de la luna” para añadir
más adelante:”...y estando en el pedreu, a la orilla del mar, oyen piar en
las cuevas del cantil los pitinos de las xanas que viven allí.” Podemos
observar que la vida de les xanes se desarrolla con la normalidad de cualquier
otra mujer (lavan y tienden la ropa, cantan y bailan, cuidan de sus pitinos)
pero todo ello pasado por el tamiz de la magia y el mundo maravilloso de
los tesoros. No podría ser de otro modo.
Ponemos nuevamente en boca de Manolo Robés, una historia relacionada con este mundo de les xanes, que se repite con ligeros matices en otros puntos de nuestra región: “una paisana (xana) que vivía en los fornones cambió su fíu por el de una muyer que estaba sallando y que lo tenía durmiendo a la sombra de un pino en el Tesoro. Como la muyer no daba de mamar al fíu (xanín) que ya estaba llorando, dixo la paisana (xana) : ¡Pero , cuida a ese guaje! . Y la muyer seguía a lo suyo, cantando y sallando. Y otra vez: ¡Muyer dai de mamar a esi guaje!. Y contestoi a la xana:¡Que lo dei la madre que lo parió!.
Las xanas de Gargantera,
son de las que vigilan un tesoro o poseen una importante riqueza, en este caso, encarnado en la gallina con los pitinos de oro. La única posibilidad de
conseguirlos era arrancando un remiendo de la saya cuando los tuvieras a la
vista y decir aquello de:
xana, xaneta,
dame tu riqueza
y toma mi pobreza.
No tenemos constancia de que nadie de nuestro pueblo
arrancase remiendo de saya alguna.
Es evidente que las historias de nuestras xanas son sin ningún tipo de dudas las más atractivas del conjunto de leyendas y mitos que tiene Antromero .
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Les xanes, vinculades al agua. |
El trasgu o el
gorretín colorau.
Son unos personajes mitológicos que tienen un origen céltico-romano, proceden de los gnomos, silfos, kobolds, y que surgieron como antiguas mitologías en las tierras del Norte de Europa cuando las viejas divinidades célticas acabaron arrinconadas por el cristianismo.
Se
trata de un personaje en el fondo simpático, travieso y revoltoso, haciendo travesuras propias de cualquier
adolescente. Es pequeño y si algo hay que lo distingue es que cubre la cabeza
con un característico gorro rojo.
A veces entran en las casas, cuadras, hórreos, paneras, tenadas, para hacer sus labores: esconden las cosas a les muyeres en casa, sueltan la ropa de los tendales, abren la puerta al ganao de la cuadra, alborota, juega a los bolos en el desván y grita en la noche para la desesperación de los moradores de la vivienda que ha tomado por asalto. Manolo Robes, nos lo precisa más : “el gorretín hace la vida imposible a todos los cristianos”. Hay un dato doméstico significativo, a los trasgus les encantan les llambionades (dulces). La desaparición de parte o totalidad de un postre en las cocinas o llares, era como no podía ser de otro modo atribuida a la labor de este mito.
Por si hubiera alguna duda al
respecto no hace muchos años en este pueblo, algunos mayores para recriminar el
comportamiento de los más pequeños utilizaban la siguiente expresión: “ yes
más malu que un gorretín”.
Cuenta uno de los innumerables relatos que pululan en torno a este personaje, que una familia harta de no poder dormir por los ruidos que hacía el trasgu en la casa, decidieron irse a otro lugar. Uno de los hijos se acordó que se les había olvidado una riestra de panoyes (mazorcas) . Cual sería su sorpresa cuando regresó a buscarla, tropezándose en el camino con el trasgu y la riestra al llombru. Diciéndole: “tranquilu, que esta ya la llevo yo”. Confirmando la dificultad de deshacerse de este personaje, que aun cambiando de casa, el va ir contigo.
Una de nuestros relatos más celebrado en torno a este mito, nos lo aporta nuevamente, el bueno de Manolo Robés, "cuando les muyeres iban pa la plaza a vender con la goxa en la cabeza (evidentemente, antes de que hubieran los carros de mano que tan popular hicieron a las mujeres de este pueblo) tenían la sensación de que no iben soles. Hasta que veían como el gorretín les tiraba de la cabeza la paxa y desaparecíen corriendo".
En Irlanda es muy habitual que el trasgu esté directamente
emparentado con los cuadrúpedos, pudiendo presentarse como un burro o caballo
blanco perfectamente ensillado y listo para montar. En nuestro pueblo también se recogen narraciones con esta raíz. Así José el Salao, recordaba que en una
ocasión un pariente suyo, después de una jornada de trabajo agotadora, estaba en La Granda tratando de recuperar fuerzas y
dijo: “ toy tan cansau que no me importaba subir encima de la güestia pa que
me llevase pa casa”. En pocos instantes, apareció un caballo a su lado, sin pensarlo
dos veces se montó en él y a partir de este momento el animal empezó a crecer y
crecer para su sorpresa y desesperación. Solo cuando imploró a Dios, el caballo
se esfumó.
Respecto a estos caballos fantasmas tienen un hilo conductor común y geográfico. Alberto Álvarez Peña así lo atestigua, "estos cuadrúpedos se encuentran en leyendas de otros países del arco atlántico. Kelpie en Escocia, el Cheval Mallet en Francia y Vatnahesturn en Islandia."
Fue socialmente tan arraigada su creencia, que ilustres representantes de la Iglesia durante los siglos XVI y XVII, estaban convencidos de su existencia. Existen numerosas actas de la Santa Inquisición en las que definen como neutralizar la actividad de los trasgus, a través de exorcismos varios. El ilustre Antonio de Torquemada los definía como "demonios más familiares y domésticos que los otros". Describiendo alguna de sus molestas actividades, "...se dan en sentir en algunas casas con regocijos, muchas burlas...con tañer de guitarras y cascabeles, y que muchas veces responden a los que los llaman." Hasta finales del siglo XVIII, la iglesia no abandonaría la idea de su existencia.
Lo que no deja lugar a dudas es que durante años nuestros antepasados tuvieron en este duende familiar, la perfecta coartada para cubrir sus torpezas y desmanes domésticos.
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Figura del trasgu. |
Mitos infantiles.
Los mitos infantiles que han aterrorizado a cientos
de generaciones en nuestro pueblo, fueron sobre todo dos l'home del
sacu y l'home del untu. Ambos fueron
utilizados con el objetivo de que los niños obedecieran a la madre o para
inducir al sueño a los más pequeños. Se basan en la mitología romana en las que
las nodrizas hablaban de la lamia. Un monstruo que arrebataba a los niños de sus familias, para sacarles su sangre o la grasa del cuerpo para su alimento.
L'home
de sacu era quien robaba a los tiernos infantes, con fines poco edificantes y se
escondía al borde de los montes, en los sembrados del maíz.
L'home del untu, se dedicaba a abrir a los niños para sacarles los untos (también se le llamaba sacamantecas) .Y un mito menor en este apartado era el chupasangres, personaje que sorbía, a través de un canuto o jeringa de madera la sangre de los niños. Estos eran utilizados para atemorizar a los guajes (pre-adolescentes) a fin de que no llegaran a casa a deshora.
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El home del sacu. Ilustración alemana. Los mitos trascienden a fronteras. |
El cuélebre.
Hay también una superstición, ya casi perdida en nuestra memoria popular, que gira en torno al gallo. Esta narra que cuando aquel cumple siete años, pone un huevo pequeño de color, del que sale una culebra monstruosa, que mata con solo mirar. Igual esta es la fácil explicación por la que pocos o casi ningún gallo logra sobrevivir más de esos años.
Manolo Robes aporta una interesante declaración, que no hace otra cosa que confirmar lo expuesto: "Cuando era guaje ya escuchaba lo del Basilisco, que nacía de un huevo negro que ponía un gallo vieyo.". Describiendo sucintamente el aspecto de aquel engendro: "Decíen los paisanos que era un gallo grande que tenía la mitad del cuerpo de una culebra." No obstante recuerda que era cobarde, "aunque escapaba si escuchaba a algún gallo cantar".
Plinio el Mayor ya lo referencia hace dos mil años, como "Basiliscu". Según su descripción, nace de un huevo puesto por un gallo viejo que ha sido incubado por una serpiente venenosa. Según se va desarrollando su cuerpo se va cubriendo de escamas duras y en su cabeza tiene una cresta en forma de corona. Su mirada provocaba la muerte instantánea.
En cualquier caso, la solución pasa por colocarle un espejo para que se refleje en él. Ese es el fin del Basilisco.
Influencias de astros y la luna.
"Otra vez presiéntovos equí
mancándome´l sentíu..."
Xaviel Villareyo.
El cuarto menguante de la luna es aconsejable para iniciar la incubación de los huevos, también para hacer el sanmartín , para cortar la madera (siendo más dura a la acción de la polilla) y para segar la hierba. Nuestro último carpintero de ribera, Cesar García Artime así lo testimonia, "pa facer les lanches, siempre había que cortar la madera en menguante. Si no se hace de ese modo, la madera trisca (rompe)."
En las casas, la matriarca marcaba el día de la recogida de las cosechas de patatas en ese periodo. La razón era porque en su almacenamiento había menos riesgo de putrefacción. También si se quería producir una patata sana y sin desperdicio. Los capadores de animales se suman a este argumento de la "luna buena"(cuarto menguante), para que las bestias sufran menos.
Cierto es que también se aprovecha la luna en creciente en determinadas actividades. Para embotellar la sidra se estima que es en esta fase lunar cuando la sidra tiene el brío suficiente y "fai fumu". También se hacen los injertos vegetales, garantizando con ello que prendan mejor. Siempre advirtiendo que el tiempo para hacerlo marca el éxito de los resultados. Si se tarda un día, un año; si se hace en dos, dos años para que den su fruto.
Siempre había que tener en cuenta para determinadas actividades domésticas el cambio de estado de la luna. Lucía les Moranes se explicita del modo que sigue, "En algunes cases teníen mucho cuidao con dejar ropa tendida por la noche, cuando no había luna. Porque se pensaba que la gente que la ponía después poníase mala.".
Incluso las conductas banales, podían despertar los temores atávicos. Menéndez el Roxín, declara: "Recién embarcao y estando preparando la carnada p'al palangre, llegó el patrón y me dijo que dejara de silbar, porque el silbido atrae al temporal". Es evidente que este tipo de sonoridad no estaba bien visto a bordo. Esta creencia la comparten marineros escandinavos.
La mujer, en los ambientes marineros su actividad se ceñía a las labores en tierra. En cambio, la presencia en la lancha de las féminas estaba restringida, al considerar que iba a afectar a la pesca. La injusta sentencia social aflora, pues todas las mujeres de estas tierras llevan en su piel el luto de todos los muertos, de todas las victimas que la mar se ha cobrado. Aunque para compensar, hay un dicho entre la xente marinera que dice, "la muyer siempre calla, pero faise lo que ella quiere."
Cuando te mueves en estos ambiente laborales de alto riesgo vital, cualquier detalle por insignificante que parezca, puede desencadenar temores reverenciales. Algunos de estos agüerios o presagios, condicionaban comportamientos y acciones futuras. Para ilustrar esta reflexión , transcribimos el testimonio recogido por Alberto Álvarez Peña al marinero Luís Miranda de Candás, en su magnífica obra, "Lliendes de la Mariña": "El día de Pascua sacábase la Virxen de la cofradía de Pescadores en procesión hasta onde ta'l Santisimu. Allí axuntábense. El velu de la Virxen había que quitalu desde abaxu con un forcáu....Si el velu se quitaba mal, quedaba engancháu o cualquier otra cosa, entós esa era una señal de mala costera pal bocarte o cualquier otra cosa.".
Imaginamos que la atención era desmedida en aquellos pormenores y circunstancias cotidianas que pudieran marcar los destinos de estos sacrificados trabajadores. Los detalles resultaban concluyentes y nadie ni nada se escapaba de ello. Solo aquellos que han vivido y viven la experiencia de enfrentarse a la mar, entienden en su plenitud todo lo expuesto. Cualquier prejuicio que se pueda sentenciar, es tan injusto como innecesario.
(1)-Un fuego fatuo, es el fenómeno consistente en la inflamación de ciertas materias que se elevan de las sustancias animales o vegetales en putrefacción, y forman pequeñas llamas que se ven arder en el aire
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