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Luis Gutiérrez Tudela. "Pesca sostenible" (2009). |
Capítulo 1
LA CAZA DE LAS
BALLENAS
“Si conoces el pasado, nunca te
sorprenderá el futuro.”
Plantearse una lectura de la historia de Antromero,
sin ahondar en su pasado más profundo es un riesgo que no vamos a correr, a
sabiendas que se nos escapa del objetivo inicial de este futuro libro. No
podemos ni debemos olvidar lo que en definitiva trazó la historia del pueblo,
fue la caza de la ballena, aun asumiendo el riesgo que representa el
valorar y enjuiciar este episodio que marcará nuestro presente y futuro.
La primera referencia documental en la que aparece nuestro pueblo, Antromero,
data del año 905, en el testamento del rey astur Alfonso III, el Magno,
donde figura la iglesia de Sancta María de Entromerio. Siete años
después será su hijo Fruela, quien donará a la Iglesia de Oviedo, varias de sus
propiedades entre las que figura "in Intromerio ecclesian Sancta María".
Es importante y necesario precisar este dato, pues va a ser determinante en el posterior desarrollo de acuerdos, permutas y trueques, con los que la iglesia negociará la importante actividad de pesca de ballenas que aquí tendrá lugar.
En el siglo XII, se constata la presencia en un terreno próximo a la ensenada de S. Pedro, de un pequeño astillero, donde presumiblemente se construía y reconstruía las embarcaciones y accesorios necesarios de las mismas, demostrándose con ello una actividad pesquera, que amen del cultivo de la tierra, atendía las necesidades alimenticias de la población.
Hasta el siglo XIII, las labores en la mar eran típicamente costeras, esto es, desde tierra firme, o en pequeñas embarcaciones de bajura. A partir de este momento, comenzaría la aventura de la pesca “a mar lontana”, de la captura de las impresionantes ballenas, casi siempre entre los meses de noviembre y febrero.
También
parece indicar que la actividad de aprovechamiento de la ballena, bien por
varamiento accidental o por captura se
podría haber desarrollado antes de estas fechas, ya que se encuentra datada la
aparición de una vertebra de estos cetáceos entre el material mezclado de la
muralla romana de Gijón (siglos III-IV). Constatar que en el castro de la Campa Torres de Gijón fueron encontrados restos óseos de ballenas. Estos tienen una antigüedad de unos 2500 años.
En estos siglos de la Edad Media, es donde los grandes monasterios ovetenses
ejercen su dominio en Antromero, ya que figuraba en su listado de propiedades,
mezclándose en el recuento de sus bienes hombres, mujeres, niños y ganado sin
ningún tipo de distinción. Vinculados todos ellos hasta el fin de sus días a la
tierra que trabajaban y que no poseían. Y este dominio por parte de dichos
monasterios durará 500 años, hasta la desamortización y venta de bienes de la
iglesia, a mitad del siglo XIX.
La verdadera importancia de esta actividad en nuestro pueblo en toda la Edad Media, nos aparece reflejada en un documento de permuta del año 1312, donde el obispo de Oviedo, pone un especial hincapié en el intercambio con el abad del monasterio de S. Vicente, de bienes y villas de Gozón, de evitar en el mismo, al puerto de Entromero con sus talayas (lugares desde donde se vigilaba la presencia de ballenas) et entradas et salidas, y así conservar unos suculentos ingresos derivados de la actividad de la pesca de ballenas.
Así en otros dos testimonios documentales pertenecientes a la colección diplomática del monasterio de S. Vicente de Oviedo, se reseña los repartimientos de todos los beneficios obtenidos de la pesca de la ballena en dos pequeños enclaves de la costa central asturiana, que estaban bajo el dominio de ese importante centro monástico. Se trata del pequeño puerto d´Estazones (Villaviciosa), año 1294, y del lugar de Antromero, fechado en 1331 y en el que se especificaba en un documento las compensaciones o pagos que debía recibir el abad de S. Vicente por el arriendo de sus posesiones en Antromero y alrededores: “...SI DIENTRO ESTE TIEMPO RIENDA VENEIR GANANCIA DE BALLENA AL PUERTO DE ENTREMERO, DEVEIS VOS ABBAT A AVER LA MEATAT E YO LA OTRA MEATAT”. En este documento, otorgado el 13 de noviembre del año 1331, el monasterio de S. Vicente de Oviedo, arrendaba a un morador del lugar de Antromero, de nombre Johan Pérez, las heredades que poseía en el cenobio en Condres y S. Martín de Bocines, con la obligación del arrendatario de repartir la ganancia que hubiera de la pesca de las ballenas a partes iguales “mitad de la ganancia de ballena (que viniese) al puerto de Entremerio”.
Entonces Antromero, era una
pequeña agrupación de chozas, hórreos “todo techado de palla” habitado
por un par de decenas de habitantes. Con esa modestia de medios, nuestros antepasados
iniciarían una intensa y lucrativa
actividad en la zona, con permiso de Entrellusa
(Perlora), que marcaría el devenir económico en la Baja Edad Media y la Edad
Moderna del lugar.
Aunque será en 1232 ( el País Vasco fue en 1200) donde se tiene la primera referencia documental de esta pesca en Asturias .Todo indica que esta actividad se había desarrollado mucho tiempo atrás. En el mes de marzo de ese año el abad del convento de Santa María de Ambás arrendaba el puerto de Entrellusa ( Perlora) a pescadores avilesinos, con la condición que se le entregase a dicho convento la cantidad de veinte maravedíes por cada ballena capturada y entregada en tierra.
La caza de ballenas, atrajo, por ese
importante atractivo económico, a numerosas gentes de diferente procedencia y
que con el paso del tiempo acabaron asentándose en esta zona. Así, nos lo documenta
Ignacio Pando: “...es el caso del apellido Artime, que algunos
investigadores hacen llegar desde Irlanda y que se documenta en estas tierras
en el siglo XI, siendo uno de los rasgos más característicos de la identidad de
sus gentes y una de las aportaciones mas notable extendida por todo el concejo
gozoniego y alrededores.”
Como
se pescaba la ballena.
Era esta una actividad perfectamente
organizada, ya que en este empeño, estaba en juego las vidas y sustento del
pueblo. Todo parece indicar que había varios puntos para otear y vigilar el
paso de las ballenas. Eran lugares estratégicos, con una amplia visión de
costa, las atalayas, y los encargados de dar avisos, bien con señales de humo o sonoras de la
presencia de los cetáceos, eran los talayeros.
Que bien pudieran ubicarse en el Alto Monte, la actual ubicación de la iglesia, o la
Piedra. Teniendo muy en cuenta que el paisaje de hoy no se ajustaría en
absoluto al de entonces, poblado de grandes arboledas autóctonas (pinos,
castaños, carbayos.., y cuyo último vestigio de aquellos tiempos lo tenemos en
el Bardascal, con presencia aun
de castaños centenarios, testigos mudos de nuestra historia o el topónimo de la
Viesca / bosque) y cuya
deforestación , amen de otros acontecimientos de carácter fortuito o
accidental, se puede explicar por la necesidad de abastecer las necesidades de
aquellos pobladores, como era la construcción de pequeñas chalupas, viviendas, abrir
espacios para cultivos poco intensivos, alimentar a la lumbre necesaria para su
subsistencia y posteriormente con la tala masiva de arboles para materializar
el proyecto megalómano del monarca Felipe II de construir la funesta Armada Invencible, en su intento
de doblegar a la pérfida albión (Inglaterra), a
fines del siglo XVI.
Una vez dado el aviso, era cuando
salían las pequeñas embarcaciones, chalupas, con los aparejos necesarios
para tratar de garantizar su captura: arpones, estachas, lanzas, sangraderas.
Estas lanchas eran tripuladas entre 6 y 8 hombres, quienes manejaban remos ,
tratando de acercarse lo más rápido posible a su presa.
Entonces aparecía la figura del arponero, fundamental en esta caza, dado que de su habilidad y puntería dependía el éxito de toda la operación. Este se situaba en la proa y lanzaba su arpón (que media entre 1,5 y 2,5 m. llevando grabada una señal que identificaba a su propietario en caso de dudas, por si hubiera más de un arponero o chalupa) sobre el cetáceo, quedando unido a la embarcación por una cuerda o maroma de cáñamo. Ya arponeado, el animal, furioso intentaba escapar sumergiéndose bajo el agua, pero cuando salía a flote, el resto de los miembros de la embarcación o embarcaciones continuaban clavándole más arpones y sangraderas, con el objeto de desangrarlo.
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Ilustración de la caza de la ballena. |
En los ambientes marineros durante mucho tiempo fue popular el dicho "para ser arponero, ojos, cojones y ser de Antromero", denotando en el mismo, el aprecio que nuestros balleneros tenían en el gremio.
Una vez muerta, y dado que por su
gran cantidad de grasa garantizaba una muy buena flotabilidad, era remolcada
hasta la playa en un último esfuerzo, previo al reparto acordado.
Práctica muy común, era que en caso
de que la ballena estuviese acompañada de su cría, ballenato o cabrote, este
era el primer objetivo de la captura, pues así garantizaba la no huida de su
madre, incapaz, como buen mamífero, de abandonar a su suerte a su retoño.
Por último y como curiosidad reseñar la "profesionalidad" que hubo en determinadas épocas en el oficio de arponero. En el Archivo Histórico Provincial se halla un contrato firmado a fecha de 16 de octubre de 1601y suscrito en la villa de Candás por veinticuatro personas, en el que "se convinieron y concertaron para andar a la mar en el oficio de ballenas, que no besugos". Junto con los arponeros Andrés Fernández, Juan de la Quintana y Alfonso Cassal, todos ellos vecinos de Candás. El acuerdo era el ir juntos durante cuatro costeras, "comenzando el día de San Martín de ese año hasta acabar el mes de febrero del año entrante. Por el mismo tiempo y en las mismas fechas, habrán de cumplirlo en los tres años sucesivos." En dicho contrato a los arponeros hay que facilitarles barcas y todos los utensilios necesarios para esa costera. El salario a recibir era de 110 ducados por campaña "del primer pez que Dios les diera" . Aclarando el documento que "no dando Dios ningún pez" durase el contrato, los veinticuatro contratantes, deberían pagar los ducados correspondientes como indemnización.
Reparto
En la playa, se procedía al despiece y reparto, tal y como estaba estipulado y en el que la iglesia se reservaba la mitad de la captura y después le correspondía asignar la parte al arrendatario. Un claro ejemplo del poder eclesiástico queda reflejado en el acuerdo de 1618 entre el cura de Candás y los feligreses por el que estos se comprometían a donar los vientres de todos los cetáceos capturados por la embarcaciones candasinas al párroco. Entre los miembros de la tripulación se procedía al reparto mediante quiñones y con la entrega al arponero del privilegio que representaba la aleta, habiendo sido otorgada por sus buenas artes y manejo del arpón. La repartición continuaba entre viudas, huérfanos, marineros ancianos, enfermos y desvalidos, que en esta como en otras épocas, abundaban.
Especial interés tenia el reparto de
la lengua del animal, bocado en la época más que sabroso, y que generalmente
era entregado a persona o personas importantes, tal y como nos lo indica, el
estudioso de la historia asturiana, Luciano Castañón: “La cola y sobre todo
la lengua eran platos de lujo, y según costumbre (tras el despiece) se
entregaba a la Iglesia la lengua de la ballena”.
Despiece y aprovechamiento.
Una vez en tierra, se procedía al despiece
del cetáceo. Labor esta de suma
importancia, ya que antes del reparto se realizaba esta actividad, para conocer en toda su dimensión la riqueza
a repartir.
Para ello se utilizaban diversos utensilios de corte de fierro, según la
parte a descuartizar acompañados siempre de calzas para poder subirse encima del cetáceo para no resbalar. Estas eran básicamente unas tablas con puntas de fierro que se sujetaban a los pies . Se despiezaba siempre en tiras, que a su vez eran
cortadas en trozos más pequeños, que facilitaran su posterior manufactura.
Recordar que estamos hablando de un animal de gran volumen (aproximadamente 20 m. de largo y entre 30 y
80 toneladas de peso), el mayor que ha conocido el hombre.
En primer lugar, se cortaban los
trozos de grasa, amen de otros apéndices citados anteriormente (aleta y
lengua), y se llevaban a un cobertizo normalmente en la proximidad de la zona
del despiece, dotado de fuego, que con la ayuda de recipientes, cabe suponer
que metálicos, se iba derritiendo la grasa hasta obtener el aceite o saín, que
se almacenaba en barricas. De la importancia que en la época
representaba esta extracción y de su excelente calidad nos la da el saber que
hasta la llegada del petróleo, era el combustible, dadas sus características,
más empleado para el alumbrado, ya que ardía sin desprender humo ni olor. Testimonio de esta actividad queda recogida por Tomás López en 1777 en el vecino concejo de Carreño , "... la caza de la ballena cesó ya muchísimos años atrás y de la que nos quedan memorias de los huesos que se descubren y algunos muros de edificios arruinados que la tradición advierte fueron bodegas que se fabrican el aceite en ella."
De la ballena, como del cerdo, se aprovechaba prácticamente todo. Además de la grasa, una gran parte de su carne se preparaba en conserva de salmuera para el consumo humano, aunque algunos eruditos, como Jesús E. Casariego afirmaba que “los productos de la ballena casi nunca se empleaban en la alimentación humana”. Lo que resulta ciertamente chocante ya que pasados varios siglos desde entonces, aun se consume en países como Japón, Noruega, Holanda, Dinamarca.....,por lo que nos vamos a permitir el dudar de esta afirmación, ya que no creemos que nuestros antepasados, dada su escasez de recursos, se pudieran permitir el lujo de despreciar esta comida que con tanto esfuerzo arrancaban a la mar.
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Grabado que refleja las actividades en la ribera posteriores a la caza de la ballena. |
No obstante, el mismo Jesús E. Casariego nos precisa el aprovechamiento de estos cetáceos " de una ballena de veinte o veinticinco metros de eslora y peso proporcionado, se obtienen tres mil quinientos litros de aceite y dos mil de barba.... la ballena constituía una gran riqueza. Con su grasa se nutrían varias industrias, entre ellas las de pintura naval, alumbrado y otras aplicaciones, incluso farmacéuticas. Sus barbas servían para los más variados usos, incluso en la sastrería femenina..." o retrocediendo en el tiempo, recuperamos el testimonio del Padre Carballo, quien en su obra "Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias" (1965), cita "Hay pez tan monstruoso en este mar de Asturias, que solamente las barbas se venden en mucho dinero; y el pez trae de provecho a los que pescan más de mil ducados, y lo más de la grasa, que la llaman saín, con la que se alumbra la gente común de esta tierra."
Su esqueleto era normalmente
utilizado para un sinfín de usos tales como cierres de las modestas
cabañas de los pescadores, confección de muebles o incluso como adornos. Testimonio de ello nos lo expone el Dr. Graells, en 1889, quien referencia lo que sigue "...y entre Candás y Luanco, en la playa de Antromero, existen otras tres mandíbulas de ballena que sirven de pared para formar una rinconada, en la cual depositan los ribereños el ocle o algas marinas que en las mareas recogen, u que después de podridas, van llevarse a los campos para abono."
Y especial consideración tenían las
barbas del animal, el único material flexible conocido en esa y posteriores
épocas, que reportaron a las damas de la alta sociedad una esbeltez propiciada
por el uso de las mismas en la confección de corsés ( el término ballena
sigue usándose en corsetería, en fajas y sostenes).
Un agravante añadido, era el
transporte de toda esta mercancía, sin medios, ni logística, representaba un
esfuerzo añadido a la dura y penosa labor realizada.
La importancia de la sal.
Aunque en estos momentos nos cueste creerlo, la tenencia y producción de la sal fue vital para el desarrollo de nuestras sociedades ( el término salario deriva del hecho que los antiguos romanos en ocasiones pagaban los trabajos en sal). Para dar fe de su importancia y hasta hace relativamente poco tiempo estaba prohibido importar o exportar sal de cualquier puerto sin la pertinente licencia, por los beneficios que representaban sus tributos al Real Tesoro. Y de esto se testimonia que en el año 1591, en Avilés, se denunció a un hombre de nacionalidad francesa por estar haciendo sal furtivamente en las marismas de aquella zona, sin la preceptiva licencia para ello.
Tal y como expusimos con anterioridad, la sal fue uno de los productos básicos de la economía de nuestras sociedades, especialmente de la Edad Media. Tan importante como cualquier otro alimento, pues era el conservante de referencia par algunas proteínas de consumo habitual. La pesca y la sal van de la mano, constituyen por si solo una economía propia. La explotación de la riqueza de los productos derivados de la mar está ineludiblemente asociada a la sal.
En esta época que ahora tratamos transcurre en una sociedad de pura y dura subsistencia, autárquica, de escasa o nula actividad mercantil, controlada esta última por la estructura señorial de la Iglesia de San Salvador de Oviedo. En virtud de donaciones reales o bien particulares, la Iglesia de Oviedo tiene el control absoluto de todas las explotaciones de sal asturianas sin excepción, entre los siglos X y XI. Más de doscientos años de dominio sobre un producto vital y necesario, con los beneficios económicos que ello representaba. Siglos después el insigne ilustrado Jovellanos denuncia en su "Sexta carta a Ponz" esta situación "..los monasterios e iglesias son casi los únicos propietarios de las cosas valiosas de Asturias".
Para fabricar este maná, se hacía a partir del agua de la mar, aprovechando la desembocadura de rías o riachuelos. El erudito F. Selgas indica que la obtención de sal en esta zona y desde hace más de dos mil años, se conseguía por la ebullición por fuego del agua marina, esto es, hirviendo dicho líquido, aprovechando el combustible que proporcionaba la abundante vegetación. Dadas las condiciones climatológicas seria imposible hacerlo por la desecación tal y como ocurre en otros lugares de la Península Ibérica. El inconveniente de esta producción era la laboriosidad y el aspecto estético del producto final, de un color terroso, pero que al machacar los granos recuperaban el color blanquecino que asociamos al sal, tal y como lo citó el geógrafo griego Estrabón hace más de dos mil años) respecto a las costumbres de los pueblos del noroeste de Iberia, "su sal es purpurea pero se hace blanca al molerla".
En nuestra área de influencia no debemos olvidar el topónimo Salinas (officinae salinarum), lugar de producción de sal. Es en el año 1060 cuando Adosinda Roderiquiz, viuda de Garsea Ouequiz, dona a la sede ovetense de San Salvador la villa de Condres, "iusta ripa maris". En este documento no se cita expresamente que se trate de una fábrica de sal, pero todo parece indicar que así fue, teniendo en cuenta la ya notable actividad pesquera desarrollada en nuestra zona y a la importancia que el documento recoge de tal donación. Hoy como bien sabéis ese topónimo de Salinas aun se conserva en nuestra parroquia.
Añadir, respecto a esta actividad salinera, que el historiador Henao, cita en documento de 1282, la presencia de vascos en nuestra tierra. En aquel, el Rey Sancho concede la potestad a los bermeanos para que pudieran salar en los puertos de Asturias. Evitando con ello los conflictos de competencia con nuestros paisanos.
No podríamos entender la caza o pesca de la ballena y de otras muchas especies sin la simbiosis de la sal, para su conservación.
La ballena.
La ballena que cazaban nuestros antepasados es la franca o de los vascos, mamífero en peligro de extinción ya que los expertos estiman que quedan menos de 500 ejemplares en los océanos. Se trata de un animal, que en aquellas épocas se acercaban mucho a la costa, tal y como lo hacían los calderones, hasta no hace muchos años. Durante el verano se desplazaban hacia las frías aguas atlánticas de Noruega, Islandia...En los meses invernales se acercaban a nuestras costas en busca de alimento para ellas y sus crías.
Era lenta en los movimientos, poco agresiva en sus reacciones y sobre todo muy confiada. Eso puede explicar como era posible esa lucha tan desigual entre los contendientes, donde existía una una notable desproporción de volumen y fuerza entre ambos.
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Ballena vasco-francesa. |
La desaparición de la pesca de
la ballena
La escasez de ballenas durante la
segunda mitad del siglo XVII, determinó el abandono definitivo de esta
actividad durante los primeros años del siglo XVIII.
No todos los estudiosos en esta
materia coinciden en sus conclusiones, y una de las más llamativas resulta la
que a continuación exponemos:
Con cientos de testimonios
vinculados directa o indirectamente a la pesca de la ballena y recogidos en su
obra “ Las ballenas en las costas oceánicas de España” de la Real
Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales de Madrid, el Dr. M. P.
Graells en 1889, fundamenta del porque
de la desaparición de esta actividad de pesca a partir del siglo XVII. Y entre
esos testimonios recogidos, destacamos el del entonces párroco de Candás D.
Gregorio Diaz Bayón, dada su proximidad geográfica, quien testimonia: “las ballenas vivas, se
ven todos los años a ocho o diez millas de la costa, durante los meses de
primavera y verano, desapareciendo por completo en otoño e invierno...más
frecuentemente en los meses de Mayo y Junio, viéndose muchas, hasta 30 o 40 ejemplares...”
El Dr. Graells, en su estudio incide que no fue por la desaparición de los cetáceos el porque se abandonó este estilo de pesca, sino por la mayor y mejor rentabilidad de la captura de otras especies, y el no estar pendiente de su movimiento migratorio amen del menor riesgo que representaba su captura respecto a las monstruosas ballenas. Poco a poco la actividad marinera se fue especializando en otras actividades y abandonando lo que hasta entonces se había convertido en su casi única forma de vida.
En contraposición a las declaraciones del Dr. Graells, reflejamos las del Cronista Oficial de Carreño, Marino Busto, quien en su obra Magna "Historia del concejo de Carreño en la general de Asturias"(1984), expone "...al alejarse y escasear (las ballenas) a poco de comenzar el siglo XVI, dio comienzo la aventura de los mares del Norte" . Para ello tuvieron que modificar sus hábitos de pesca cambiándose las pequeñas chalupas por barcos de mayor calado. En estos, amén de arpones, sangraderas y otros útiles para la pesca de estos grandes cetáceos llevaban calderas de cobre, ladrillos refractarios y arcillas. El objetivo no era otro que cocer los trozos de grasa para su transformación en el apreciado saín.
En cualquier caso, los hechos objetivos fueron la progresiva desaparición de estos monstruos marinos. El efecto más inmediato fue la escasez de "la grasa de arder" entre la población. El Ayuntamiento de Carreño, para paliar este déficit y en un acta del día 4 de octubre de 1663, aprueba, "...si no pudiera venir abasto de grasas de ballena y se pueda suplir la falta de la de la ballena con la de linaza de Castilla y de las sardinas y otros cualesquiera peces que sean de dar grasa, así se haga."
Objetivamente todo apunta, que el hostigamiento sufrido por estos animales durante siglos, les obligó a cambiar sus hábitos en la aproximación a nuestras costas, y por ende la de los pescadores.
Así, a principios del siglo pasado,
la aparición de alguno de estos gigantes marinos de manera circunstancial, con
sus características jorobas, presagiaba entre los marineros la proximidad casi
inmediata de un fuerte temporal o galerna, a los que nos tiene tan acostumbrado
nuestro Cantábrico. Por lo que si era avistada en alta mar, las lanchas
trataban de refugiarse rápidamente a puerto, o tratar de conseguir que abrigo.
Como curiosidad, añadiremos que el último varamiento de una ballena en nuestra comarca lo documenta el investigador Ricardo García Iglesias, quien confirma el mismo en el año1925, en la playa de Xagó. El cetáceo fue descuartizado por los habitantes de San Juan tutelados en dicha operativa por un guardia civil del cuartel de dicho pueblo, quien conocía los rudimentos de tal labor. En una casa de Laviana (Gozón) aun conservan huesos de aquella ballena.
Años atrás, en 1883, serán dos pesqueros gijoneses quienes capturen la última ballena en aquel contorno. Recogida aquella excepcional noticia por el periódico El comercio: " Dos lanchas gijonesas capturan una ballena de 16, 75 metros, que es deshuesada en la playa del Arbeyal". El 11 de octubre de 1895, un vapor pesquero llamado " Sultán", encuentra a más de veinte millas de Gijón un enorme rorcual de veintidós metros muerto. Lo arrastra hasta la playa de Gijón, despertando durante dos días una gran expectación entre la ciudad. Desde entonces, quedará en el imaginario popular, una expresión para siempre. "Vete a ver la ballena", cuando se está molestando más de la cuenta.
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Fuente: Mario Argüelles. El rorcual varado en la zona del Piles (1895). |
La vida da unos giros insospechados y lo que antaño era recibido con gran alegría y garantía de sustento, futuro, por nuestros antepasados, se convirtió al paso de los siglos en un signo de mala suerte y mal fario.
Conclusiones
Como bien sabéis, cuando se
recorre la historia con tan poca precisión, inevitablemente, siempre salen
voces críticas que ponen en duda cualquier exposición o argumento, eso va
implícito al ser humano. Y algo contra lo que obviamente no vamos a luchar.
Los mayores del pueblo, en ocasiones
recordaban puntuales apariciones de restos de ballenas en los pedreos,
casi siempre huesos. En enero de 1991, la factoría de Aceralia en Veriña, tuvo
un escape de fuel, que llenó de galipote toda la playa de S.
Pedro. Durante dos noches y días extrajeron con ayudas de maquinas y camiones
centenares de metros cúbicos de arena. Las marejadas siguientes a este penoso
acontecimiento descubrieron dos grandes costillas y una vertebra de cetáceo,
que dadas sus dimensiones, bien podrían pertenecer a un ejemplar adulto.
Durante varios años, estuvieron
expuestos en el club de Antromero, hasta que una desaprensiva mano decidió
cambiarlos de sitio, sin dar explicaciones a nadie.
Con o sin costillas, podéis estar
seguros que nuestro milenario pueblo fue en sus orígenes un puerto ballenero.
Me ha gustado mucho,con muchas referencias y algunos datos que desconocía.
ResponderEliminarMuchas gracias por ilustrar el conocimiento.
Gracias por leerlo. el proyecto pasa por treinta y cinco capítulos que serán publicados semanalmente o quincenalmente
EliminarQué maravilla. Gracias por publicar toda esta informacion. Deseando seguir leyendo.
ResponderEliminarLa intención es divulgar la historia de nuestro pueblo. Una historia que va a ser escrita con los testimonios de los habitantes , como base y fundamento, ante la escasez de documentos para apoyar la misma. Van a ser treinta y cinco capítulos, todos ellos temáticos- y el objetivo será una publicación semanal o quincenal, dependiendo el tamaño de los mismos. La idea inicial fue en una cuenta de Facebook ( dado que es la red que mas siguen los habitantes del pueblo) publicar un enlace para llegar a este blog. Pero los responsables de esa red social han decidido censurar estos links por contenido inapropiado . Así están las cosas. Viva la Santa Inquisición.
EliminarPues personal y egoístamente me alegro mucho de que lo hayas hecho porque yo no tengo Facebook, de todas formas supongo que podrás enlazar estás entradas desde entradas de Facebook. Desde luego intentaré leerte allá donde lo publiques. Esperando con ansia cada uno de esos 35 capitulos. Gracias de nuevo.
EliminarVaya, te había leído mal. Ya veo que tampoco te permiten enlazar el contenido. Lo has intentado más de una vez? A veces se pasan de pejigueras, quizás insistiendo o cambiando el título lo den de paso.
EliminarEnhorabuena,a nosotros que nos fascina la historia y contarla ,nos encanta que haya personas/entidades que divulguen la historia de los lugares próximos a nuestras casas.
ResponderEliminarOs seguiremos leyendo.
El objetivo no es otro que el no perder el rastro de la historia, que la bruma del olvido no se cierna sobre nosotros. Y lo hacemos por el respeto que debemos a todos aquellos que hace ya mucho tiempo prestaron sus vivencias para que así fuera. No será un trabajo de investigación y duro, seguramente caeremos fácilmente en sentimentalismos vacuos, pero bienvenidos sean. Gracias
EliminarEnhorabuena. Me presta mucho esta iniciativa. Un saludo.
ResponderEliminarGracias por tus palabras. Y transmite nuestro agradecimiento a tú hermano Aurelio por facilitarnos la posibilidad de usar sus entrañables versos
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