Capítulo 74. Tabernas, tascas, bares y chigres. Parte III y última.





Fuente: Tito Les Moranes.



Capítulo 74.

Tabernas, tascas, bares y chigres.

Parte III y última.




Casa Urbano.



"Mis recuerdos son vuestros desde ahora..."

Aurelio González Ovies.


Siguiendo la inquietud familiar, con precedentes exitosos y envidiables, Urbano Fernández, de la casería de La Granda, va apostar por la apertura de un chigre en el segundo tercio del pasado siglo, en La Frontera.  Negocio, cuyo nombre popular, cómo no podía ser de otro modo, fue el de Casa Urbano. Fue sin lugar a dudas, un reto lleno de riesgos. La postguerra limitaba proyectos, compensados con el esfuerzo rutinario de sacar adelante el comercio. Ricardo Fernández, Calo, su sobrino y a la postre continuador, aunque con un intervalo temporal  de aquel negocio lo precisa: " Urbano sería quién abrió aquel negocio y lo tuvo durante muchos años, hasta mediados de los años 50. Después lo cogería Genaro Coruña y  este casi quince años después nos lo traspasó a nosotros, allá por el año 1971".


Fuente: Raquel Escotet. Ricardo Fernández, en el centro. A la izquierda, Marcelo
Sampedrín y a la derecha, Mino Llaviana.

Urbano, un hombre al que no le arrugaban los riesgos, tal y cómo se pudo comprobar en sus distintas iniciativas, ajenas al  mundo de la hostelería. Apostó por un horno de cal, en la carretera de La Granda, tuvo un almacén de productos agrícolas, e incluso siguiendo los pasos de su hermano Florentino, tentará a la diosa fortuna del mundo subterráneo, con la solicitud de un permiso para investigar la explotación de barita (1). Así lo recogía el Boletín Oficial de la Provincia Nº. 150, con fecha de 4 de julio, de 1959 : " Urbano Fernández, vecino de Antromero, solicita permiso de investigación de mineral de Barita en el monte del Rellario, en una extensión de 27 hectáreas, zona que se llama " Recuerdo"".



Fuente: Raquel Escotet. Urbano Fernández.


La versatilidad de Urbano es recordada por Amparo Julián: "Alguna vez, al lado de Casa Urbano, se facíen bailes. Lo que no me acuerdo era si tenía pianola o era con la gaita". De aquel complemento, hace una mayor precisión, por el evidente conocimiento que facilita ser miembro de la familia,   Ricardo: "En la terraza que tenemos en el bar, era todo tierra y en medio una planchada  de cemento: Mi tío Urbano, traía en determinadas fechas una gramola, para poner música. El encargado de manejarla, era un chaval de Bañugues". La logística de venta se reducía a la mínima expresión, tal y cómo mandaban unos años cargados de estrecheces: " Para vender a los clientes, una caja de sardines salones, un pellejo de vino y alguna botella de coñac".



Fuente: Raquel Escotet. Urbano, mirando a la cámara.


Nuestro declarante, Arturo Artime, refresca historias orales transmitidas por su abuelo, Marcelo Lluisa, conocedor de otros tiempos, repetidos con toda seguridad en todos los bares del lugar:  " Mi güelo pudo comprobar cómo una pareja de gües (bueyes), de aquellos animales de tiro, estaban delante de Casa Urbano, mientras su propietario refrescaba el gaznate en el interior. A la salida, este hombre se tiraba en el interior del carro a fumar y los animales conscientes que era la hora de marchar, iniciaban el viaje a casa, sin ningún tipo de guía".


Tras su experiencia hostelera, Urbano finalmente arrendará a Genaro Coruña y a su mujer el negocio, manteniendo la vieja usanza, como lo recuerda Ricardo: "Después de Urbano, estuvo bastantes años Genaro Coruña. En concreto, catorce años y medio".


Fuente: Tito Les Moranes. En el centro, Casa Urbano, ya gestionado por 
Genaro Coruña y su mujer. Años 60.






(1). La barita, es un mineral de la clase de los sulfatos. Su uso se extiende a un sinfín de sistemas productivos, entre ellos, la producción de agua oxigenada, en el mundo de las pinturas, la industria del caucho, la del vidrio, como recubrimiento de las salas de rayos X, para evitar las radiaciones... Actualmente, es considerado un importante mineral, dada su versatilidad.





Mesón 7 Villas. Casa Calo.



"El vino

Mueve la primavera,

Crece como una planta la alegría,

Caen muros,

Peñascos,

Se cierran los abismos,

Nace el canto..."

Pablo Neruda.


Los años avanzan de modo inexorable y la nueva sabia e ilusión aceleran el paso. Cambian los tiempos y ello conlleva otras exigencias. Ricardo Fernández y la ovetense Raquel Escotet, formalizan su enlace matrimonial el 8 de agosto de 1971. Casi un mes después, el 6 de septiembre, inauguran su negocio, en el que van a depositar todas sus ilusiones y apuestas futuras. Treinta ocho años de esfuerzo y trabajo, así lo certifican.


Los primeros momentos, previos al arranque están condicionados por dudas, tal lo recuerda Raquel:  "Cuando vine por primer vez aquí, lo que vi me llenó de dudas. Un local viejo, con una barra de madera, una cocina muy pequeña y el suelo de cemento. Lo que era un bar-tienda de pueblo, sin haber hecho reforma alguna en años". Ante aquel panorama, y la inexperiencia es difícil conciliar el sueño: "Estaba en la cama y me preguntaba  que a quien iba a vender". 


Las obras se inician y su desarrollo se ejecuta en el estricto ámbito familiar:  " Las obras las llevaron mi suegro y mi cuñado". El coste económico evidente se cubrió con el riesgo y la confianza en sus propias posibilidades, tal lo recuerda Ricardo: "Empezamos con nada, lo único que teníamos era ilusión. Era una aventura de una pareja joven, con  26 y 24 años y un crédito a un 16% de interés. Pagando también un traspaso al anterior titular, Genaro. Según íbamos teniendo, se iba amortizando, ampliando y mejorando".  La continua inversión en el negocio, un santo y seña, según manifiesta Raquel: " Con todas las obras que hicimos en estos años, comprábamos varios pisos en Luanco. Pero apostamos por el futuro en este negocio".


Tras las obras integrales iniciales, el local adquiere un aspecto acogedor y atractivo: " Cuando abrimos la puerta por primera vez, todo había cambiado, ya era el mesón que queríamos, con una lampara de madera que presidía el local y que aun conservamos".


La inexperiencia de la pareja en este mundo hostelero, va a ser superada ampliamente con el tesón de los que buscan y encuentran lo que quieren:"Empezamos de cero. En la cocina yo sabía lo que me había aprendido mi madre, aunque contaba con la ventaja de que siempre me gustó cocinar. Al principio fueron  tapas,  para no complicarnos. Y en aquellos primeros días contamos con la suerte del asesoramiento de mis tíos Severino y Josefina (hermana de mi padre). Ellos habían tenido en Oviedo,  "La Gran Taberna" y otro mesón en la Estación del Vasco". 


Una de las apuestas seguras fue la venta de jamón. Ricardo, experto conocedor de este sector, pues había sido comercial de algunas de las marcas de referencia de entonces: " Se trabajó mucho el jamón y embutido". La promoción del negocio y su eslogan no daba lugar a dudas: " Mesón 7 Villas, el rey del buen jamón". Aquel surtido de  patas curadas, era uno de los reclamos iniciales: " Mucho se vendió, en aquella época no era normal ver tantos jamones en un mesón o bar. También el vino más corriente se traía en barricas".



Fuente: Raquel Escotet. La familia, posa tras la barra, junto con 
un surtido de embutidos y jamones. Años 70.


Será la casualidad, quien cambie la dinámica del negocio, tal lo recuerda Raquel: " Algún tiempo después de la apertura. llegó uno de los repartidores del "Kas", Laudelino, y preguntó. " ¿Hay comida?". Y cómo no había menú, le dimos parte de la comida que estaba preparada para nosotros". Aquella minuta casual, abrió unas expectativas impensables al negocio, evidenciando las buenas dotes de cocinera de Raquel: " Tras Laudelino y el boca a boca, llegaron comerciales y viajantes  de todo tipo: bebidas, cosméticos, alimentación, ropa. El del taller El Jarama y su socio, el cura Don Jorge, los obreros de la carretera, los veterinarios,... Fue una bola que enseguida creció". Ricardo, traduce el éxito en números que evidencia el buen quehacer de su cocina: " Llegamos a dar 64 menús, pero un día normal no se bajaba de los 40". Los numerosos coches y furgonetas aparcados a lo largo de la carretera de La Granda, su mejor publicidad.



Fuente: Raquel Escotet. Recorte de prensa de
LNE, donde se da buena y cumplida información
del buen hacer de Raquel, con los fogones y las 
buenas viandas.


Algunos clientes fueron ganados con la confianza de un buen servicio y una colaboración impagable: "Lo de los veterinarios fue curioso, comían todos aquí y era yo (Ricardo) quien les empezaba a recoger los avisos por teléfono fijo desde las ocho de la mañana". Precisando un dato curioso, que  forma parte de las casualidades que se quedan grabadas para siempre en la memoria: " Laudelino, nuestro primer comensal, acabó siendo jefe de ventas de la Pepsi-Cola, y con los años creció una gran amistad entre nosotros. Sería  también, el último cliente al que se sirvió comida en nuestra casa, sin saber que cerrábamos ese mismo día, allá por 2009".



Fuente: Raquel Escotet. Ricardo, junto a alguno de sus empleados, 
ya con la reforma definitiva del  local.


La demanda de la clientela, hace replantear estrategias a los titulares del establecimiento, y algún sueño sin ejecutar, tal lo expone Ricardo: " Mi ilusión, siempre fue hacer un hospedaje con ocho o diez habitaciones, para explotar un nicho de mercado que no había en el pueblo". Aunque, lo que empezaba a ser una referencia gastronómica de la comarca, exigía una ampliación: " Hicimos muchos cambios en estos años: un comedor exterior; varios baños;  se cambió la entrada que daba  a la carretera por la actual y la construcción de un comedor en el interior". Esta última infraestructura se hará realidad con una potente inversión:"El comedor formó parte del taller de carpintería que tenía mi primo Luisín. Después, se convirtió en una tienda de comestibles que gestionó mi prima Rosa Mari, Oliva de María Ángela y finalmente Viri". La compra de ese local, va  a generar nueva distribución de espacios:  "Tiramos el bar, se hizo el comedor y una nueva cocina. Fue una importante inversión, pues la compra superó las ochocientas mil pesetas y la obra cuatro millones. Y seguir trabajando, no hay más secreto".



Fuente: Raquel Escotet. Histórica fotografía. Lateral de Casa Urbano.
Se observa la antigua entrada al local. Unos jóvenes en bicicleta, 
apostados tras unas grandes piedras, que hacían la labor de protección
del edificio, ante la impericia de conductores. Años 40 o principios de los 50. 


La jornada laboral, siempre condicionada por la clientela, tal lo detalla Raquel:"No abríamos temprano, porque el negocio estaba apoyado en las comida que se daban y se empezaba a darlas a la una de la tarde. A esa hora ya estaba la comida lista, las cosas de la casa hechas y mi hija, Raquel, preparada". Con la llegada de sus hijos, se tuvo  la inestimable ayuda de algunos vecinos, quienes no dudaban en colaborar en su cuidado: " José, el hijo de Amor, venía todos los días a tomar un vino y yo le llamaba para que me acunara a la niña. También Ángeles la de Gelia y su marido Evaristo la llevaban de paseo y, Angelita (Casa Bolla), también me la cuidaba. Su padre Andrés, la entretenía para darle de comer, pues no era muy buena comedora". 



Fuente: Raquel Escotet. Raquel sujeta en sus brazos
 a su primogénita. Al fondo, José un colaborador 
necesario.


El agradecimiento no se hace esperar, tal lo recuerda Ricardo: "Cuando José y Paulino estaban haciendo la mili, todos los martes les enviaba "La Voz de Asturias Deportiva". Una de la veces que vino José de permiso, le trajo una muñeca, y otro permiso ya estaba Raquel embarazada. Ricardo (hijo), nació dos años después de su hermana".



Fuente: Raquel Escotet. Ricardo, posando a la entrada
del Mesón, con sus hijos.


Uno de los caballos de batalla de estos establecimientos, durante algunos años fue el cumplimiento de cierre, regulado en las ordenanzas municipales: " Al principio, recibíamos la visita de un sargento de la Guardia Civil, en moto. Estaba obsesionado en que se cerrara el bar a las doce de la noche en punto. Hubo que tirar de contactos y llegar hasta el coronel de la Guardia Civil, Sáenz de Santamaría, a través de un amigo que había sido asistente suyo en la mili. Tras hablar con él, se acabaron los problemas. Al fin y al cabo si estaba abierto a esas horas era por una reunión de amigos, cómo Ramón de La Piedra, Badiola (padre), Pepe La Matiella, que después de cenar, echaban una partida a las cartas, sin molestar a nadie".


Además de esfuerzo, trabajo y fidelidad con la clientela, hubo momentos duros, provocados por los amigos de lo ajeno. Fueron duras experiencias, que se repitieron a lo largo de los años: " En 1976, nos robaron todos los jamones, el embutido y, las botellas de vino las sacaron al exterior, pero no les dio tiempo a llevarlas. Con la inauguración del comedor, nos robaron jamones de pata negra, la caja registradora y para colmo, tomaron unas cervezas, antes de marchar. Y otra vez, cuando estábamos de vacaciones en Benidorm". El punto de inflexión lo detalla Ricardo: " Cuando colocamos la alarma, se acabaron los robos".


Los hábitos de consumo van de la mano con modas, capacidad económica y otros factores sociales que se debieran tratar en un análisis más profundo. De estos cambios de costumbres y alguna deriva de los usos humanos son testigos los hosteleros, quienes desde su posición observante , dan fe de ello: "Antes se vendían muchas copas de coñac, sol y sombra, cubalibres. Con el paso de los años, se fue cambiando por sidra, cerveza o vino. Cada cosa tuvo un tiempo, así cuando abrió UNINSA, un amigo de Candás venía con los ingenieros alemanes que llevaban la obra, sobre todo los miércoles, si había partido. Aquella gente bebían un coñac selecto, que era "Carlos I", y cerveza selecta. El comercial cuando venía a reponer almacén , no daba  crédito a aquel consumo". También se apostó por algún tipo de clientela especial, cuando aun no había una cultura de vino en este país: " Teníamos una buena bodega de vinos. Algún presidente de Asturias pasó por aquí y el presidente del Real Oviedo, Eugenio Prieto. El disponer de un buen material, siempre te añade un plus".


Después de casi cuarenta años al frente de un negocio local, luce con indisimulado orgullo la honestidad y honradez: " Nunca quedó una factura sin pagar. Después de cerrar cuentas se devolvió dinero a proveedores, pues habían cobrado de menos y también cuando era al revés. Lo que no es mio, no lo quiero".


Ricardo formó parte de la Junta Directiva de la Hostelería regional, conociendo de primera mano la realidad de un sector tan condicionado y voluble como este. Su experiencia, contactos y conocimiento, junto con la necesaria  combinación de Raquel,  fueron los baluartes perfectos para llevar con buena proa el Mesón 7 Villas.


Quedémonos con una frase que puede resumir una labor y trabajo duro y sacrificado: " Cuando cerramos el mesón en diciembre de  2009, ya no teníamos clientes, eran amigos".







                                                 Fuente: Raquel Escotet. Evolución de la fachada del Mesón 7 Villas, 

a lo largo de los años.




Expresiones de chigres y otres curiosidades.



"Ser curioso. Leer ampliamente. 

Probar nuevas cosas. Lo que la gente

 llama inteligencia, simplemente se reduce

a curiosidad".

Aaron Swartz.


Los chigres, tal y cómo nos apuntaba uno de los informantes, son lugares de formación popular, una universidad de la vida. En ellos se han forjado expresiones,  aplicadas con el desparpajo de un ambiente desinhibido provocado por la inventiva de sus usuarios, aderezada con les pintes de vino y efluvios de otros tipos de alcohol. Expresiones típicas de los bares, forman parte de un lenguaje propio, que algunos autores asturianos han recogido en texto, con la singularidad y los matices del lugar geográfico donde se desarrollan 


No debiéramos jamás olvidar, de donde venimos y a donde vamos. Somos nietos y bisnietos de iletrados, gente que vivió otras épocas y circunstancias vitales diferentes a las nuestras. Personas que tenían bastante con bregar el día a día, pero no por ello  menos ingeniosas y  doctas en el manejo de los problemas cotidianos. 


   
En los chigres, todos se igualaban inevitablemente. Más y menos ilustrados, exponían con desigual acierto pareceres y opiniones, con resultados dispares. En aquellos lugares de ocio, se dispensaban expresiones y sentencias que han trascendido al paso del tiempo. En cada pueblo, lugar o villa tiene las suyas, propias e inequívocas. Todas ellas forman parte de ese acerbo popular que nos identifica con el pasado, un pasado lejano, pero nuestro.


Dichos y declaraciones formuladas entre discusiones estériles,  media y media de vino y, que ya forman  parte de la cultura popular. Rescatemos alguna de ellas, como ejemplo de épocas de una mayor  relación vecinal:


   -"Ta como una maniega, no le faigas mucho caso cuando te hable". Duda del estado mental.

   -"Será por perres". Donde hay dinero, no hay problema, para seguir con la fiesta.

   -"Tien perres cómo cucho". Lo cierto, es que no hubo nunca mucha abundancia de cucho (estiércol).

   -"Fartuqueme como un gochín". Cuando el comer, se transforma en gula.

   -"Prestome este vino por la vida". Hay placeres que no se pagan con dinero.

   - "Tas chiscándome". Cuando se escanciaba la sidra al lado.

   - "Naa, no hay con quien hablar, yes fato". Argumento para acabar una conversación, que comienza a ser molesta. Poner en duda la capacidad mental del otro interlocutor, una solución.

   -"No apetez d'ir pa casa, fai un frio que escarabaya el pelleyo". Un buen razonamiento, para seguir en el bar.

   -"Acútame el sitio". Cuando hay mucha gente y, poco sitio. 

   -"¡Calla ho!". Expresión de sorpresa por alguna información.

   - "Mira p'ahí". Algo para ver, que despierta asombro. Muy habitual en los chigres, con la aparición de la televisión.

   -"Vete a dar una vuelta alrededor de les riberes". La molestia ocasionada, se trata de evitar, enviando a su autor a una excursión disfrutando de la brisa marina.

  -"Vestise así pa d'ir al chigre. Parez la xatina de la rifa". El exceso de adorno y parafernalia,  criticable.

   -"¿Cómo ye, ho?". Cuando no se acaba de entender al interlocutor. Habitual, cuando las horas pasan y las medias de vino y las sidras, hacen su efecto.

  -"¿Vienes ho?". Pregunta que casi es un imperativo. ¿Vienes, o que?.

  -"¿A mi me lo vas a decir?". Con esta interrogación, se zanja una discusión.

  -"¡Vete a rascar los coyones a La Pregona!". Sobran las explicaciones.








Una "democracia orgánica".



"Vino que del cielo vino,

y vino con tanto rigor, 

que hasta el hombre más letrado

se vuelve predicador".

Popular.


No es normal que en los negocios, con independencia de su orientación comercial, los clientes habituales tomen decisiones que serán vinculantes para el futuro de aquel. Marcelo Sierra, un adelantado a su tiempo, fue uno de los pioneros en formalizar una iniciativa, que bien pudiéramos llamar "democracia orgánica", acorde con aquellos tiempos.


Tras varias semanas de la apertura de su chigre, aun no tenía nombre. Así, Gabriela Álvarez, precisa cómo se desarrolló aquel inaudito acontecimiento: " Mi padre, Benito, tenía que ir a trabajar andando hasta El Musel y paraban en el bar para tomar algo. Él sería quien me contaría que serían los clientes, los que escogieron y votaron  finalmente por el nombre . Optándose por el que quedaría para siempre: El Cañaveral".


Los chigres han sido un lugar curioso de socialización, de toma de decisiones vinculantes y de alguna que otra sorpresa. Un verdadero rompedero de cabeza para las clases gobernantes:" Cuando el río suena, agua lleva".





La sidra. 




"En el rincón más remoto

una fiesta has de encontrar,

no te faltará la sidra, 

tampoco con quien bailar".

Francisco Luque.




Este pueblo y por ende la parroquia, no ha sido históricamente grandes consumidores de sidra en los chigres y bares. Su consumo estaba más orientado al ámbito familiar, a la bebida de este zumo fermentado con les xarres o zapiques de madera. Serán estas de diferentes capacidades, pero siempre con una única asa, para su sujeción.



Fuente: Fidalgo. La zapica. Dependiendo de su tamaño,
podían ser zapiquina (litro), la estándar de dos litros y 
la zapicona, de mayor capacidad.


Hasta bien entrado el siglo XX, sería este objeto el destinado al trasiego de la sidra. Preguntada al respecto Amparo Julián, no ofrece su respuesta duda alguna al respecto: " En casa había una xarra de madera, pero era para medir la leche, no pa la sidra". El consumo de la sidra se hacía sin escanciado, directamente del tonel a la xarra. La aparición de la botella, allá por el año 1884, cambiará los hábitos en el  consumo de esta zumo. 

    
Aunque esta bebida, en los chigres se servía en pequeñas jarras de barro cocido y sin esmaltar, donde a la falta de higiene, por las características físicas del formato, se compensaba por mantener fresca la sidra. El vidrio cambiaría las tornas.



Fuente: Muséu del Pueblo d'Asturies. Bebiendo sidra en las jarras
de barro. Principios del siglo pasado.



La fábrica gijonesa de vidrio "La Industrial", inventora en aquel formato, diseñará un primitivo vaso de sidra de cristal, llamado popularmente "el francés", por ser ingenieros de esa nacionalidad, quienes dirigían aquella instalación fabril. Este tándem (sidra y vidrio), quedará vinculado para siempre al consumo de la bebida  asturiana. Como curiosidad, el primer diseño de vaso, pesaba la friolera de un Kg. y con un valor prohibitivo para la mayoría de los bolsillos de entonces.


Retomando el hilo de la bebida autóctona y en lo que respecta a su producción, en Antromero, nunca hubo excedente de manzana y, por tanto, eso limitó la elaboración familiar. Amparo Julián, con una exposición que no deja lugar a dudas, despeja cualquier incógnita: "Pa facer sidra, había que tener manzana y aquí en Antromero el que pisaba manzana era pa él. En Condrés, la cosa cambiaba, facía sidra y la vendíen en Casa Álvaro y en Casa Benita también la facien".


Durante la primera mitad del siglo XVIII en los registros del Marques de la Ensenada , no hay constancia da actividad sidrera en la parroquia, aunque si plantaciones de manzanales. El primer documento en el que se tiene constancia de la actividad llagarera en la parroquia  es a través de Antonio Álvarez Fernández, de Valparaiso, en el año 1886.


Unos años después, en 1893, este fabricante de sidra, en declaración jurada correspondiente al cumplimiento del Reglamento de la contribución industrial, precisa una producción anual de 10.000 litros de esa bebida. En el texto, que se  adjunta, se detalla que Valparaiso, pertenece a la parroquia de Bocines, confirmando la exposición hecha por Marcelo Lluisa, en capítulos precedentes.


Por si hubiera que despejar alguna duda al respecto, sobre la antigua disposición geográfica de la parroquia de Bocines, remitámonos a la espectacular obra, que consta de 25 volúmenes, del "Diccionario Hispanoamericano de Literatura, Ciencia y Artes", editado entre los años 1887 y 1899, donde detalla: " San Martín de Bocines: "Parroquia del Ayuntamiento de Gozón, partido judicial de Avilés, provincia de Oviedo. Comprende los lugares de Antromero y Salinas, las aldeas de Aramar, Condres, Quintana de los Morales, Rebuñón, Regueral, Valparaiso y Villanueva. Tiene 717 habitantes".


La deducción es evidente, tanto Valparaiso cómo Aramar, formaban parte del conjunto de pequeñas aldeas y lugares que configuraban nuestra parroquia. Y en esta disquisición hubo un vecino, Antonio Álvarez Fernández, que se dedicó en aquellos años a la producción y venta de sidra, en cantidades ciertamente significativas.



Fuente: Patricia Puente. Certificado de Antonio Álvarez, elaborado
a "puño y letra", declarando la producción de 10.000 litros de sidra,
durante el año 1893.


Años más tarde, en 1893, aparece en los registros José Manuel de Prendes (Condres), declarando la fabricación de 9.000 litros, para el siguiente ejercicio económico no declarar nada. Mientras, Antonio lo hace en la cantidad de 10.100 litros y ya en 1894 sube su producción a la friolera de 44.649 litros. Para contextualizar estos datos, decir que el mayor productor de sidra de Luanco se quedaba a menos de la mitad en ese mismo año, con 20.261 litros.



Fuente: Patricia Puente. La producción de sidra de nuestros vecinos,
durante los años 1893/94 y 1894/95. 


Para la venta y antes de la lenta y progresiva aparición de las botellas, allá por 1844, se usaba los toneles de varios tamaños en su transporte. La llegada del vidrio, modificó el trasiego y era habitual ver el paso de carreteros con las cargas de botellas acamadas y forradas de hierba seca. Ya en la segunda mitad del siglo XIX, se fueron introduciendo las populares cajas de sidra, en formato de varilla de metal o madera.


El cosechero de sidra, vecino de Valparaiso, Antonio Álvarez, no le resultaba ajeno el mundo de la hostelería, y probablemente ese fue el  motivo para explotar un nicho de mercado importante, tal fue la sidra. Considerada entonces una bebida popular y mucho más accesible económicamente  que el vino: "La sidra era la bebida de los probes". Nos conta que ya en 1886, este hombre había pagado los arbitrios y tasas correspondientes a " Taberna fuera del casco", esto es, estamos ante un chigrero emprendedor y con iniciativa demostrada.



Este es, en definitiva, el recorrido de la producción sidrera en la parroquia, tal y cómo retrató en acertadas palabras Amparo Julián: "Pa facer sidra, había que tener manzana y aquí en Antromero el que pisaba manzana, era pa él ".







Cosas que pasaban en y por los chigres.





"¿Por qué nos alegramos en las bodas y 

lloramos en los funerales?. Porque no somos
 
la persona involucrada".

Mark Twain.



Vinculados a los chigres cientos, sino miles de historias distintas, salpicadas con los aderezos que la propia vida va añadiendo a su gusto y antojo. Hay semblanzas forjadas en tristezas eternas, alegrías desmedidas, rutinas banales y otras sujetas a la excesiva comunión con el vino o la sidra.


La ubicación geográfica de la anécdota histórica que ahora recordaremos, está lo suficientemente lejos de nuestro pueblo, para considerarla ajena, aunque lo bastante cerca en su contenido para hacerla nuestra. La abuela de Arturo Artime, recordaba una crónica, que su nieto describe: " Un paisano de Santolaya, había bajado con el caballo al molín de Urbano, en Luanco (al inicio de la actual calle Madrid). Mientras le hacían la molienda , aquel hombre paró en el bar de Palicio, que estaba pegado al cine. Una vez que salió del bar, ya debía de estar con el "pico caliente", y tiró la chaqueta encima de la molienda. Inició la vuelta a casa y, al llegar al Crucero, paró en Casa Ferreros, frente al actual campo de fútbol del Marino. 


A la salida, tenía el animal atado en una de aquellas argollas, colocadas a tal efecto en la fachada y observó cómo había una chaqueta en el suelo. Al ver aquella prenda se alegró mucho, la recogió y pensó la buena suerte que tenía. Para celebrarlo, decidió  parar un poco más arriba, en Casa Borial, y tras refrescarse con unos buenos vasos  de vino, fue a coger el caballo, comprobando para su sorpresa que una segunda chaqueta estaba tirada en el suelo, a los pies del animal. Dio gracias a Dios, por tantos regalos y pensó en la alegría que le iba  a dar a su hijo mayor con la entrega de esta última prenda. 


Feliz, porque  la fortuna en aquella mañana le estaba acompañando, tomó la decisión de hacer un nuevo alto, esta vez en Casa Fermín de Cartagena. Curiosamente, a la salida se repitió aquel hallazgo, y sin pensárselo la cogió para su segundo vástago. Al llegar a Cantalarrana, paró para dar de beber al  caballo, mientras él refrescaba los calores etílicos con un poco de agua a su rostro. Al levantarse, y al mirar para atrás vio otra chaqueta. Empezaba a no entender nada, pero decidió cogerla.


Una vez a la altura de la iglesia de Santolaya, y girar hacía casa observó una nueva chaqueta en la carretera. Le pareció que tenía bastantes , le dio una patada y la tiró a la cuneta. Al llegar a casa, su mujer estaba esperando y, ante el estado que traía su marido le recriminó. Mientras este, se excusaba entre risas, que no se lo iba a creer: "Había gente perdiendo chaquetas por la carretera y traía para todos". La mujer, incrédula, preguntó: 

    -¿Chaquetas para todos?, ¿Dónde están?.

    -Encima de la molienda.

    -Tas guapo. Da la vuelta por donde viniste y por lo menos mira si encuentras la tuya".


En otras ocasiones, salía a flote el espíritu dadivoso que adormecía los malos tiempos económicos, por los efectos de los efluvios alcohólicos, tal lo detalla Benigna Anxelín: "En los tiempos de la posguerra, no era que hubiera mucha fame por les cases, pero si mucha necesidad. Necesidad de todo lo que no había. Uno de los vecinos, salió del chigre, después de cobrar la costera y, había una nube de rapacinos alrededor de él. El paisano tenía encima una buena trancada (borracho) y estaba tirando la boina al suelo, dando perres al guaje que se la recogía. Así, una y otra vez. Cuando la muyer lo vio, casi lo mata".


Amigos, parejas, cuadrillas, gente solitaria, ...la afluencia a los chigres tan variada, enriquecía notablemente la interrelación y generaba confianza. Aunque, hay confianzas que sólo la amistad extrema admite. 


Uno de aquellos grupos de compañeros eternos, unidos desde la más tierna infancia, estaba constituido por Pepe Medero, los hermanos Manolo y Pablo de Belarmina, Luis El Catalán, Pepín de Rosario y Falo Basilio. Todos los miembros, jóvenes, feriados y jaraneros, habían constituido una cuadrilla para disfrutar del placer de la manduca en los chigres.



Fuente: Rafael Gutiérrez. Algunos de los miembros de aquella 
cuadrilla gastronómica. Arriba y de izquierda a derecha: Falo Basilio,
Luis El Catalán, Pablo de Belarmina. Abajo: Manolo de Belarmina, 
Pepe  Medero, y el niño, Alfonsín de Belarmina. Año 1957.



Uno de los mismos, Falo Basilio, nos detalla una jugosa anécdota, que en cualquier caso y, antes de prejuzgar, debiéramos someterla al análisis sujeto a un lapso histórico distinto y por ello,  contextualizarla en otros tiempos: " A mi me perseguía una justificada fama de fartón. Y el grupo que habíamos hecho, me invitaron a disfrutar de uno de los platos que más me hacía salivar: el conejo guisado. Pepín de Rosario fue el encargado en traer los conejos y se preparó la comida en El Cañaveral. Yo ya llevaba un plato comido y comenzaba con el segundo, cuando empezaron todos a miagar (maullar): ¡Miau, ,miau, miau,...!. Yo no se si fue verdad o mentira, si lo que comieron ellos fue preparado aparte". 



Fuente: Jessica. Pepín de Rosario.
Autor intelectual de la broma gastronómica.



Con la incertidumbre, de lo que pudo haber pasado o no, rescatemos el análisis de Falo, pleno de sentido de humor: " Probablemente, algún vecino del pueblo se quedó sin gatos".





Conclusiones.


Lo difícil de recordar no es el revivir historias pasadas, lo realmente duro es salir indemne de ese viaje. Sólo los años cicatrizan heridas abiertas, que los recuerdos son incapaces de sellar. Los chigres, han sido una universidad en la calle, ha transformado al tímido en atrevido, al mudo en charlatán de feria, al juicioso en insensato, al apocado en valiente...Lugares de concentración social, nido de reivindicaciones, partidas de juegos interminables, aderezados siempre de discusiones, voces y cantares.


Enjuiciar objetivamente  estos locales, un imposible. Siempre tendrán sus partidarios y detractores, es inevitable. Aunque creemos, que dada nuestra idiosincrasia, si no los hubiera, habría que inventarlos, ante la evidencia de ser locales propicios para desfogar inquietudes, frustraciones y una lista interminable de intenciones y proyectos.


Durante muchísimos años, fueron una pieza más del machismo que socialmente estaba instaurado, lugar de encuentro exclusivo a los varones, excepción esta que el pasó del tiempo ha corregido. Punto de referencia para todos lo avisos de la comunidad: calendarios de vacunación, pagos de impuestos, bandos de alcaldía, fiestas populares o esquelas. 


Locales donde los parroquianos no exigían comodidades extremas, y lo realmente importante era sentirse casi mejor que en casa. Para ello, el carisma del chigrero/a era el punto de inflexión necesario. Será definitivamente este factor, el de la personalidad del responsable del chigre, quien definirá el éxito o fracaso del mismo.


Tal y cómo ha ocurrido con una larga y numerosa lista de cosas que han condicionado el pasado, los bares en la zona rural se han ido alejando poco a poco de sus orígenes. La esencia, es más que probable que permanezca, pero los pilares sobre los que se han sustentado se han modificado para siempre. 

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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