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Fuente: Mercedes López. Invitados a la boda de Avelino El Civil y Concha. |
Capítulo 70.
Llabores doméstiques ya olvidades.
Otros ritos y consideraciones.
Parte IV.
Los "comecuras".
"Una pulga me picó
haciendo la cama al cura,
nueve meses me duró
la dichosa picadura".
Popular.
El asturiano con independencia de pensamientos políticos o religiosos, rojo o azul, ateo o creyente, tiene un carácter e idiosincrasia único. Persona que no suele dar rodeos y que llama a las cosas por su nombre (1), ha tenido desde siempre, una especial predilección en observar los lazos terrenos y los que lo unen con el mundo espiritual.
El sacerdote, cura o párroco y sus comportamientos han sido objeto de una permanente vigilancia. En los ambientes rurales, donde todo el mundo se conoce por el nombre, donde los limites del espacio conocido son familiares y nunca sobrepasan la línea del horizonte, no se ha hecho otra cosa que magnificar, acentuar defectos y taras de los ministros de la iglesia. Su condición de mediador con la divinidad, de ser la llave que abra o cierra el paso a la eternidad les ha convertido, por méritos propios, en el blanco de cualquier sospecha.
No nos dejemos llevar por el asombro, ni esta conjetura despierte alarmas apagadas, pues este es un anticlericalismo rural, miedoso, con tintes de temor en el más allá y sobre todo muy primitivo. Vinculado en sus orígenes a las antiguas creencias paganas y la admiración por los fenómenos naturales, estas raíces han sido suficiente motivo para mantener unos principios bárbaros de los asturianos imposibles de domesticar por la Iglesia. El lenguaje procaz y lleno de blasfemias es probablemente, su manifestación más visible.
El asturiano de carácter bravío y cerril, pero a su vez pragmático, exhibe esa peculiaridad en sus quehaceres diarios. Los conocimientos heredados transmitidos a través de perennes sentencias, son un claro ejemplo de ello. Cojamos una de estas al azar, vinculada con la religión y nos daremos cuenta del utilitarismo aldeano, aquel que no duda en emitir veredictos socarrones y malintencionados, con todas las consecuencias: "Dios y el cucho pueden mucho..., pero sobre todo el cucho", mientras temerosos ante esta exposición vigilan de soslayo al cielo y sus reacciones, medrosos y observantes por lo que pudiera pasar.
Temores que son encubiertos con chanzas en forma de denuncia jocosa, cantares maliciosos y todo tipo de dichos dirigidos a los representantes terrenales de la iglesia. Siendo estos uno de sus objetivos preferidos:
" A los curas cápenlos este año,
quiera Dios que non capen al mío amo,
que me tien prometido unes medies.
Si lo capen, quédome sin elles".
El descreimiento a este sector concreto de la Iglesia, los curas, se apoyaba en el censurable comportamiento de algunos de aquellos pastores de almas, quienes caían más a menudo de la cuenta en pecados capitales que ellos mismos censuraban: lujuria, gula, ira, avaricia... Las deshonestas conductas de algunos curas vinculados a estas flaquezas, se dejaban exteriorizar a través del ingenio sarcástico:
"El cura de Antromero
diz que no tien rapacinos,
p'ol furaco de la llave
vi yo siete pequeñinos".
"Vino el gato’l siñor cura
a ver a la nuesa gata,
nunca vi gato nin gata
con la corona rapada".
"Los curas y el cuquiello
dejan el huevo
en el ñero (nido) ajeno".
"Al señor cura
de La Piñera
tóca-y la gaita
la molinera".
No debiéramos caer en el error de pensar que este tipo de actuaciones y respuestas populares se circunscriben a tiempos recientes. Nada más lejos de la realidad. Cuenta la historia que siendo obispo de Oviedo, Juan Francisco Manrique y en una visita por las afueras de Gijón en el año 1756, estaba departiendo con sus colaboradores cuando se organizó en la cercanía una danza prima, compuesta por mujeres. Molesto por aquel atrevimiento, ordenó a sus acompañantes que disolvieran aquella manifestación festiva. Las mozas, irritadas por la actitud del mandatario religioso no dudaron en una nueva formación, esta vez, más alejada del ilustre personaje. Aunque en esta ocasión, recurriendo al ingenio cantaron a viva voz e irreverentemente, mientras proseguían con su danza, la siguiente copla:
"El señor obispo manda
que s'acaben los cantares
primero s'an d´acabar
obispos y capellanes".
Durante la II República (1931-1939), el artificioso equilibrio religioso alimentado desde las propias administraciones, explotaría por los aires. La Constitución de 1931, proclamó un Estado Laico, con ciertos tintes anticlericales y siendo la secularización de la enseñanza el punto de inflexión definitivo que rompería las relaciones con la cúpula eclesiástica. Amparados por este novedoso estadio surgen cantares populares entre los afectos al nuevo estado, fortaleciendo un espíritu y ánimo "anticuras", quienes no dudan, llegado el caso a exteriorizarlo a viva voz y en público. Valgan como muestra estos ejemplos:
"Pedrícame cura,
pedrícame flaire,
per un lao m’entra
y per otru me sale".
"De gorriones, curas y frailes,
líbrenos Dios de estas tres malas aves.
Los gorriones se comen el trigo,
y los curas se beben el vino,
los frailes retozan las mozas:
líbrenos Dios de estas tres malas cosas".
Nuestra ínclita declarante Amparo Julián, no deja lugar a dudas de esta nueva situación en el pueblo: "Antes de la guerra, el cura que vivía en Bocines y pa llegar a Antromero venía caminando por el monte Rellario. Tábamos les mi hermanes y yo, con mi padre en la tierra y taba una de elles cantando un cantar que se cantaba en la República:
"Si los cures y los frailes
supieran la paliza que van a llevar,
correríen les oles de sangre
como corren les oles de la mar".
Al escuchar la canción el cura, que en ese momento pasaba por allí , dijo a mi padre:
- Don Julián, ¿pero Ud. ta escuchando a esa chiquilla?. Pero ¿no oye lo que está cantando?.
Mi padre sin asustase dijo:
- Home, pensé que me taba pisando lo que semé (sembré)". Y así acabo la cosa".
Tras la guerra civil y el nuevo acercamiento de la iglesia al Estado, la figura del cura representaba uno de los poderes fácticos de cualquier pueblo o lugar. A este se le sumaba el maestro, alcalde y boticario si lo hubiera. Eran entonces las cuatro patas del banco sobre la que residía la estabilidad social y el orden. Un respeto exacerbado y un aura de blindaje forjaban sus figuras.
Las relaciones del ciudadano con el representante de la iglesia se mantenían con una necesaria distancia y respeto, que en ocasiones podían llegar a tener ciertas connotaciones de amistad, tal lo recuerda Celestino Hevia, nieto del célebre caminero Celesto Bolla: "Entonces el trabayo era muy duro y los pocos momentos de relajación Celesto los pasaba en La Frontera (bar) echando la partida y con la botella de vino cerca. Muncho vino, que siempre había sede. Celesto que no era de vocabulario refinado, jugaba entre otros con el cura de la época y cuando perdía a les cartes lo primero que le venía a la cabeza era un cagamento , pero por respeto al cura exclamaba: "¡Tengo que aguantame!, ¡Tengo que aguantame!". Mientras se iba consumiendo... Tal era la situación que al final el cura le decía: "Celesto no se aguante hombre, no se aguante". En un claro ejemplo de compadreo y amistad en unos tiempos muy difíciles".
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Fuente: Celestino Hevia. Generosa y Celesto. |
En esta parroquia, con toda probabilidad, podemos aseverar que esta dinámica "comecuras" se mantuvo con continuidad hasta la aparición de Don Jorge, en los últimos años de la década de los sesenta. Su juventud y nuevas perspectivas que van a girar en torno a su figura, van a generar un soplo de aire fresco entre las relaciones cura-feligreses. De un humor socarrón e inteligente, desconocido hasta entonces en aquel gremio, facilitó en grado sumo su aproximación a todas las capas sociales y generacionales, ante la incredulidad y el desafecto de los más inmovilistas.
Con aquellos antecedentes, propios y ajenos, se pueden sonsacar infinidad de pequeñas anécdotas que demuestran la nueva inercia que acompañaba aquel cura, ya sin sotana. Recurrimos a Arturo Artime y a la boda de sus padres para ilustrar aquel carácter "coñón", más típico de las tierras asturianas que del páramo leones: " Mis padres, Amado y Marisa, se casaron el 29 de marzo de 1980, en Bocines. Cuando mi padre estaba esperando en el exterior de la iglesia a que llegara mi madre para celebrar la boda, Don Jorge se dirigió a él y le preguntó:
- Amado, ¿estás nervioso?.
Y mi padre que no podía ocultar los nervios, le contestó:
- Si, la verdad que un poco.
A lo que Don Jorge riéndose y sabedor de la profesión de mi padre, respondió:
- Estate tranquilo, hombre. ¿No es peor ir a la mar, que casase?".
Tras la celebración del sacramento, el abuelo Marcelo Lluisa, dejó aviso a Don Jorge que pasara por el hotel de Luanco, para degustar el menú de la boda: " Pero, le dijo que no, pues tenía que celebrar otra más en la parroquia de San Martín de Cardo. Que se lo agradecía mucho, pero que estaba muy apurado. Y tan apurado debía de estar, pues no se acordó de registrar y documentar la boda. Nadie se dio cuenta hasta que años más tarde hice la Primera Comunión y mis padres estaban sin "casar por la Iglesia"". Sin lugar a dudas, estos despistes fueron muy comunes durante el periodo en el que ejerció de sacerdote Don Jorge en esta parroquia y de los cuales algunos vecinos pueden dar cuenta.
Retomando el tema inicial de este apartado y las suspicacias derivadas de determinadas actividades ejercidas por los sacerdotes, hubo una especial animadversión respecto a los temas económicos, dádivas y regalos. En el anterior capítulo, nuestra declarante habitual María del Rosario Muñiz hacía referencia a un rumor extendido por el pueblo: "Había un rumor que se decía que Florentino, el de Casa Catalán ,le había regalado una vespa al sacerdote (Don Vicente) para que pudiéramos tener misa y actividades en la Iglesia". La aparición de este vehículo levantó inevitables suspicacias e interpretaciones diferentes en la capital de la parroquia, Bocines. Hubo una habladuría extendida que señalaba al cura Don Vicente y a una de sus homilías dominicales, donde llegó a decir:
" -¿Veis pa que pido?.
- ¿Veis pa que dais?.
-¡Vespa que tengo!".
Evidentemente, pudo ser todo un chismorreo injustificado, pero que en cualquier caso alimentó en sumo grado sospechas sobre la procedencia y el pago a través de los donativos, de aquella vistosa moto aparcada delante de la iglesia.
Esta desaprobación pública se apoyaba, tal y como se expuso, en los rumores, ecos malintencionados y evidencias que fueron la perfecta excusa de la animadversión de un sector de la población, respecto a algunos de los portadores de los alzacuellos y sotanas. El desigual status de unos y otros facilitó las actitudes reprobatorias en formas anónimas, transmitidas en crueles versos, alimentados por el ingenio popular y como única forma de desahogo y protesta. Son lo que hoy podemos llamar "comecuras" y que diversos etnógrafos han recogido como parte de una cultura popular, abandonada y con la que se puede estar de acuerdo o no.
También es muy cierto que gran parte de estos hombres que han dedicado su vida a la religión, han sido unos pilares básicos para conocer nuestro pasado. Sus aportaciones a través de notas manuscritas y documentos han hecho posible que conozcamos con mayor profundidad parte de la historia, reflejando directa o indirectamente unas formas de vida ya extintas.
Su laborioso y minucioso trabajo en la documentación de todos los ritos de paso: nacimiento, matrimonio o muerte es absolutamente impagable. Así, han sido vitales para desfacer el entuerto de los naufragios que asolaron a la población de Antromero, durante los siglos XVIII y XIX, y que ha rescatado del Archivo Diocesano de Oviedo, Geli Artime. Por todo ello, estamos eternamente agradecidos al impagable trabajo de aquellos clérigos y a la misma Geli.
(1). El pensador Ortega y Gasset, cuyo abuelo materno tenía entre sus apellidos Artime, presumía de llevar sangre asturiana y definía como pocos el carácter de los habitantes de estas tierras: " El asturiano va siempre de frente, no sabe dar rodeos".
Los últimos curas de la parroquia.
"Intencionadamente o no, se confunden siempre
los jueces con la justicia y los curas con Dios.
Así se acostumbran los hombres a desconfiar de
la justicia y de Dios".
Alphonse Karr.
Recurrimos nuevamente a la fortuna de poder contar con la prodigiosa y detallista memoria de Laudina Artime, quien rememora el listado de curas que hubo en Antromero en los últimos cien años:
-D. Jenaro: "Era de La Ren, era de Casa Llonguera". Benigna Anxelín lo recuerda como un hombre de carácter, de poco trato con la gente. En aquellos momentos tan sólo se celebraba misa en Antromero el día de San Pedro, para el resto del año estaban las celebraciones en Bocines.
Javier (La Llonguera), nos aporta esta interesante información respecto a D. Jenaro: " Nació en el año 1880 y murió en 1959. Estuvo de sacerdote en Bocines y también en Pravia". Añadiendo detalles de un tiempo duro para todos: " El día de la fiesta de Bocines se declaró la Guerra del 36. Según contaban en casa, llegó a dormir en el cementerio, pues en aquellos días el clero estaba muy perseguido".
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Fuente: Javier (La Llonguera) Don Jenaro. |
-D. Vicente: "Llevaba les parroquies de Cardo y Bocines ... y tenía la mano ligera". La habitual declarante Benigna Anxelín, lo describe cómo agradable: " Era joven y bastante buena persona. Mientras estuvo de cura, vivió en la Casa Rectoral de Bocines".
Este sacerdote, estaba a cargo de las parroquias de San Martín de Cardo y San Martín de Bocines, y seguramente animado por sus ímpetus más juveniles, organizaba disputas deportivas entre ambas parroquias, a través de partidos de fútbol. La playa de Antromero fue en algunas ocasiones escenario de aquellas competiciones.
De su carácter impetuoso da fe la iniciativa tomada tras un percance derivado del mal estado de las carreteras parroquiales. Hace mención y recuerdo de ello, Arturo Artime: " Don Vicente que era cura de Cardo y Bocines, se desplazaba en bicicleta y en uno de sus viajes cayó a la altura de la Gallega, yendo a decir misa a Cardo. Entonces, tomó la decisión de escribir una carta al Arzobispado, para quejarse del pésimo estado general de la parroquia. La carta comenzaba así: " Sr. Obispo. En el trayecto de la parroquia de Bocines a Cardo he caído entre la asquerosa repla (2) y no se a quien dirigirme para manifestar esta queja. Si al propietario de las cepas o a la empresa cortadora..."
Parece ser que era invierno y estaban cortando madera en un monte de esa zona. Al sacarla a la carretera salía mucho fango y al pasar el cura en bici, cayó". Es una evidencia que los percances cotidianos no hacen excepciones y afectan a todo el mundo.
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D. Vicente. |
-D. Plácido: "Era el cura de Luanco, Venía a dar misa a Antromero cada quince días. Una semana en Antromero y la otra en Bocines".
-D. Casimiro: Un hombre que mantenía una distancia estudiada con sus feligreses. Tal lo recuerda Lucía Les Moranes: "Tenía un carácter tremendo, parecía que estaba siempre enfadao. Era de agárrate". Benigna Anxelín lo describe físicamente como un hombre muy fuerte.
Los datos biográficos, nos los aporta nuevamente Javier (La Llonguera): "Casimiro Suárez Osorio, nacido en Fresnedo, Quirós, en el año 1914. Llegó a Bocines en el año 1964, procedente de la cuenca minera , de Carbayín, con 49 años. Vivió en la Casa Rectoral de Bocines, acompañado de su hermana Aurelia y una sobrina, María de los Ángeles. En septiembre de 1967, se trasladó a Cortavio, localidad de Navia. Falleció el 14 de Abril de 1969, con 55 años".
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Fuente: Gabriela Álvarez. Boda de Margarita (Casa Miguel) y Luis. Oficiando la ceremonia, D. Casimiro. Fuente: Javier (La Llonguera). Don Casimiro. |
-D Ángel: "El cura de Bañugues, estuvo sólo un año o poco más. Después ya vino Don Jorge".
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Fuente: Enrique Pinón. D. Ángel, flanqueado por Alfonso y su hermano. |
-D Jorge: Natural de la provincia de León. Fue el cura que inauguró la nueva iglesia, en el año 1971, tras el derribo de la pequeña e histórica capilla en 1969.
Hay recuerdos insobornables y aquella ermita marcó la existencia de muchos de nuestros vecinos, quienes mantienen en su memoria retazos de momentos vitales, espacios temporales que recuerdan añejas raíces. Amparo Julián (1916): " Si ye en estos tiempos la capilla no se tira. Tenía un cabildo con un banco alrededor y el suelo era de bolos (cantos rodados, procedentes con toda seguridad de la ribera de San Pedro) y dentro de ella ya era de madera, de tables. Tenía desde que me acuerdo un San Pedro, en el altar y cuando pusieron un retablo nuevo, después de la guerra, trajeron a San José, San Antonio Abad, la Purísima y Santa Teresa de Jesús. Santa Teresa la dio Consuelo Teresa, San José en Casa Posada, San Antonio fue María Artime y San Pedro en el año 1950 lo dio Teresa La Flor". Jovita González suma nuevas informaciones a la relación de sant@s: " La virgen de ahora, la del Rosario, la regaló Benigna "Rexidorio". Benigna Anxelín hace una nueva concesión rescatado de los recuerdos: " Primero hubo un San Pedro, que era muy piquiñín. Después, cuando colocaron un retablo mayor, se trajo un San José y una imagen de la Purísima. Más tarde la gente fue donando más figuras a la iglesia".
En esa dinámica se movían donaciones y pagos por misas. Coincidencia de los nombres de los donantes y el santo o la devoción manifiesta por determinadas fechas del santoral, tal lo rememora Emilia Posada: " En Antromero todos los días de San José pagaba la misa Teresa La Mata, porque su marido se llamaba José".
Respecto a Don Jorge, hay un sinfín de anécdotas y vivencias en torno a su figura, pero aderezadas de ciertas condiciones personales que no ofrecen discusión alguna. Probablemente, la más destacada fue la de "desprendido" y "campechano" en el amplio sentido de la palabra, rompiendo rígidas costumbres pasadas salpicadas de estéticas ceremoniosas. Un detalle de esta exposición nos la ofrece Arturo Artime: " Cuando me bauticé fue mi padre a Antromero a avisar a Don Jorge. Una vez acabada la ceremonia, mi abuelo le preguntó cuanto se le debía y él respondió que nada. No conforme con la respuesta, mi güelo le metió 1000 pesetas en el bolso "a la fuerza". Poco tiempo después, hubo una reparación en la iglesia y se colocó una lista en el cabildo con las donaciones que habían hecho los vecinos. En esa lista estaban aquellas 1000 pesetas, que había "donado" Marcelo Lluisa, mi abuelo".
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Fuente: Conchita Hevia. De izquierda a derecha: Ángel Rodríguez. Félix Hevia y en primer término Don Jorge. Disfrutando de la celebración de una boda. |
Con él se rompe la tradición decimonónica de que el sacerdote de la parroquia viviera en la Casa Rectoral, dispuesta a tal efecto en Bocines. Acompañado de su madre, dispondrá de vivienda en Antromero.
-D. Antonio. Fue el perfecto contrapunto al anterior sacerdote. Su aspecto, le facilitaba una asepsia y distanciamiento con la feligresía: " Don Antonio, no quería confianzes. Sólo les justes". En los inicios de la década de los ochenta, mantuvo un pulso singular con la joven comisión de festejos de entonces. El uso de la iglesia para la celebración del pregón, además de la utilización del cabildo durante los días festivos, supuso un motivo de tensión entre las partes. Solventadas con el apoyo del pueblo a los organizadores del evento, una aclaración de opiniones respecto a la titularidad del edificio religioso y una caja de vino.
Obraba durante la procesión de San Pedro, el milagro de disponer de docenas de voladores, cuando tan sólo compraba una docena. Probablemente, el compartir la custodia de los mismos en la sacristía con los de la comisión, podía facilitar aquella multiplicación milagrosa.
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Fuente: Arturo Artime. D. Antonio, junto a él, Arturo, en la celebración de la Primera Comunión. |
-D. Gumersindo, "Gumer". "Estuvo dando misa tres años y después se retiró en el 2002. Era el cura de Bañugues". Un hombre bueno por naturaleza, con independencia de creencias y tendencias. Familiar y cercano, supo aunar a gente sin distinción de edad o sexo en colaboraciones, proyectos culturales y sociales. Tras su retiro, se refugió en la Casa Sacerdotal de Oviedo: " Aunque un cura no se retira nunca".
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Fuente: María Jesús Alonso Rodríguez (Bañugues). Don Gumersindo, en el centro, en un Domingo de Ramos. |
-D. Rafael. "Tan sólo estuvo tres años, fue cura de Bañugues y era militar". De vocación militar, Rafael Lavandera solicitó un permiso al Ejercito para formarse como sacerdote, siendo ordenado seis años más tarde. En su periplo por tierras gozoniegas, fue el cura responsable de seis parroquias: Verdicio, San Martín de Podes, Viodo, Vioño, Bañugues y Bocines. Su agotamiento, tras un largo periplo de 25 años entre los pueblos de Tineo y Gozón hace pedir una excedencia al Arzobispado, que le es concedida.
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Fuente: LNE. D. Rafael. |
-D. Cipriano. Se retira en el año 2018. Singular y "muy suyo".
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Fuente: el Comercio. D. Cipriano. |
- D. José Antonio. El cura actual de la parroquia.
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Fuente: Internet. José Antonio Alonso Artero. |
Matrimonio.
"Dicen que casar, casar,
yo también me casaría
si la vida de casado
fuera como el primer día".
Popular.
El matrimonio hace ya algunos años era algo más que la consumación de un sacramento religioso. Representaba la plena integración de los contrayentes en la sociedad, con unos proyectos sujetos a unos deberes y obligaciones que hasta entonces no tenían.
Como todo en esta vida, el matrimonio va fijado a un protocolo social. Sus pasos se inician con el cortejo necesario para la aproximación de las partes (familias y novios). Además, se complementa con la pedida y finalmente la celebración religiosa y festiva.
El conocese y el cortexar.
En Asturias y especialmente en las zonas rurales, como fue el caso de Antromero, el cortexo, el cortejar siempre estuvo controlado por normas familiares muy estrictas. Desde tiempos inmemoriales la regulación pasaba por las manos de la familia de la novia, objeto esta última de todos los prejuicios sociales habidos y por haber, en torno a las formas desarrolladas durante el noviazgo.
Este protocolo siempre se hacía, al menos inicialmente, con la presencia de algún miembro familiar. Normalmente mujer de contrastado criterio y exigencia en el cumplimiento de las más estrictas normas morales.
"Si quieres que te corteje,
majito, por los rincones,
echa una llave a las manos
y un candáo a los calzones".
El inicio de la relación, manifiestamente controlada se alteraba en determinadas y puntuales ocasiones. Los trabayos de colaboración vecinal, entiéndanse filandones o esfoyaces rompían aquellas escrupulosas normas. Momentos en los cuales, los jóvenes sin compromiso alguno aprovechaban para dar rienda suelta a una relativa permisividad.
No obstante y como rutina, el rigor inflexible familiar se mantenía sin atender a excepcionalidad alguna, tal lo recuerda Amparo Julián: " Mi padre no nos dejaba ir soles a ningún o pocos sitios y como nosotres en muches cases del pueblo. A les andeches sólo fui a la que se facia en El Rebuñón. Nunca nos dejó ir a ninguna esfoyaza y cuando les matances de los gochos, que en muches cases era una fiesta, tampoco podíamos ir soles". Limitando y regulando la estética que imperaba en aquel momento: " Mi padre cuando íbamos a algún sitio de estos no nos dejaba llevar manga corta, ni pintar la cara, ni ondular el pelo". Aclarando, en cualquier caso, posibles dudas derivadas de sus declaraciones: " Claro que nos gustaba ir a les fiestes, cómo a todo el mundo, pero había que estar a las ocho de la tarde en casa, tanto en verano, como invierno".
Con el paso del tiempo, el mozo solía ganar la confianza con la familia de la novia con actitudes colaborativas y en ocasiones, participaba del proceso productivo. Toda ayuda era poca:
"Fui cortexar a Antromero,
estimáronmelo mucho,
nun taba la moza en casa,
mandáronme sacar el cucho".
Las fiestas populares, entiéndase bailes y romerías era una apuesta segura para conocer nuevas gentes, evitando las relaciones de endogamia que dominaba los núcleos rurales pequeños. Nuestra declarante Amparo Julían (1916), describe la dinámica de uno de aquellas verbenas: "Cuando éramos chavalines, íbamos al baile del Valparaiso andando y llegábamos a las cinco de la tarde, pa volver sobre las ocho. Había una radio tocando, les muyeres poníamonos pa un lao y los homes pa el otro. Y ellos eren los que nos sacaben a bailar. A veces bailaben dos muyeres juntes y veníen dos homes y partíen pareja. Tendría yo sobre 16 o 17 años y fuimos hasta que empezó la guerra. Luego ya no, porque mi padre quedó preso, pasando por campos de concentración y cárceles , como la de Deusto o El Coto, en Xixón". Otra de las fechas señaladas en el calendario festivo, propicio para conocer nuevas gentes, era la fiesta del Cristo de Candás, tal lo aclara Lucía Les Moranes: " En casa había que tar temprano, no cómo ahora que no encuentren el momento de metese pa casa. Normalmente a les nueve de la noche se llegaba, menos en el Cristo, que teníamos más libertad. Otres veces íbamos pandilles de quince o vente hasta el Cabo Peñes con tortilles y empanades, de aquella el mayor tendría cómo mucho vente años". Esta limitada dinámica social facilitó el inicio de cortejos, que acabaron en matrimonios: " En aquellos bailes y fiestes salieron parejes, que no tardaron muncho en casase".
Aunque la alternativa más usada, una vez llegado el verano, eran les romeries, donde los jóvenes aprovechaban esa oportunidad para conocerse. Estas fiestas populares era un lugar perfecto para esto y para exhibir otros poderes menos ejemplares. Históricamente las peleas siempre fueron muy habituales en estos actos festivos y cualquier motivo podía desencadenar el inicio de voces, discusiones y finalmente golpes. Emilia Posada, hace una valoración que entendemos muy atinada de aquellos eventos, vinculada a cortejos y grescas: " En les romeries, todo el mundo iba a pasarlo bien. Cada uno como podía, unos bebiendo, otros bailando, jugando ... Entre los jóvenes solteros siempre hubo la intención de conocer gente, por una parte y otra. Pero cuando los hombres eran de otro lugar y se acercaben a hablar con mujeres del pueblo, la cosa podía ponerse fea. Muches veces aquello podía acabar en peleas".
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Fuente: Benigna Anxelín. Les romeríes fueron desde siempre un punto de inflexión para iniciar un acercamiento y cortejo, sin el férreo control familiar, |
Estas declaraciones no hacen más que confirmar aquellos "conflictos en la raya", que mencionaba Jovellanos doscientos años atrás. El celo mal entendido por los nativos, generaba conflictos entre las partes, cómo hace expresívamente mención Alfonso Pinón: "Teníes que tener mucho cuidao cuando d'ibes a cortexar fuera casa. Con un ojo pendiente de la moza y con el otro de todo lo teníes alrededor". Otro de los vecinos entrevistados, que prefiere guardar el anonimato, pues de aquella experiencia, fructificó el noviazgo y posterior matrimonio, también relata su anécdota: "Fuimos en bicicleta varios amigos hasta una romería. Allí conocí a una chavala que taba con la hermana y empecé a hablar con elles. Cuando me quise dar cuenta taba rodeao de un grupo de chavales. Tuve que escapar por pates, dejé la bicicleta allí y al día siguiente fui a buscala. Iba temblando, menos mal que no me la jodieron".
La pedida.
En les caseríes "de poderío", en la pedida de mano del novio a la novia, se aprovechaba para fijar la dote y de la denominada "mejoría". Este era un protocolo muy importante para el futuro de la relación de los novios. En él se fijaban detalles y se trataban de conciliar posturas.
En este acto se ponía la fecha de la boda y los detalles de la misma: Menú, invitados, donde iban a vivir los novios y algunos tratos y convenio para formalizar una dote o llegado el caso una mejora. No era extraño que en ese primer contacto hubiera discusiones de todo tipo, citándose en otra fecha para llegar a un acuerdo fructífero para ambas partes.
Esto en las zonas rurales era una cuestión de prevalencia, donde se llegaba incluso a formalizar un contrato, escrito o no, donde las dos partes pactan el acuerdo (trato).
"Mi madre mandó casame,
mandóme lo que tenía,
mandóme el perro y el gato
y la escoba con que barría".
El carácter socarrón de la gente de este pueblo, enseguida se hacía notar y transmitía a los foráneos que iban a formalizar su enlace matrimonial con algún vecino/a:
"Si vas casate en Antromero,
van date buena dote,
al día siguiente de la boda,
van mandate d'ir al ocle".
El banquete.
Respecto a la posterior celebración festiva, traducida en un buen llantar y mejor beber ha ido evolucionando con el paso del tiempo. En pocos años hemos pasado de la alpargata como único medio de transporte a viajar en coches de alta gama. Los banquetes han experimentado esa misma evolución.
Nuestros habituales declarantes han sido testigo de ello y sus testimonios así lo evidencian. Amparo Julián (1916), despeja cualquier duda al respecto: " Después de casanos, comimos en casa. No me acuerdo de lo que fue, pero sería algo de carne y sólo pa la familia". La declaración de Benigna Anxelín (1929), mantiene el mismo argumento: " Comimos la mi boda en casa de mi madre, en la Eria. Y sólo estaban de invitados la gente de casa".
Los años pasan y ya, salvo excepciones, a finales de la década de los cincuenta de la pasada centuria se inician las celebraciones en chigres y restaurantes. El factor económico será determinante en esta evolución. Actualmente y ya desde hace más de cincuenta años, las bodas tienen su remate en estos locales de hostelería y restauración, siendo determinante la colaboración monetaria de los invitados: "La xente ahora ta chiflada. Gasten miles de duros en comer y chumar. Si los antiguos ven esto, van otra vez p'alla asustaos".
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Fuente: Benigna Anxelín: "...a finales de la década de los cincuenta de la pasada centuria se inician las celebraciones en chigres y restaurantes". |
Hemos pasado a unos tiempos en los que la exhibición de postureo, de ostentación en los banquetes han oscurecido para siempre otras épocas. Jovellanos en el siglo XVIII, advertía de la importancia de esta comilona de celebración, por el papel de unión que tenía entre dos familias y que no siempre acababa bien, por los efectos perniciosos del alcohol. Hoy se ha perdido aquel otrora interés familiar en la comida posterior a la celebración del matrimonio y, se ha reorientado a una gran festividad plena de excesos, a imagen de las comidas pantagruélicas de los antiguos romanos.
Música en directo, regalos para los invitados, "barras libres" hasta perder el control, fiestas previas para los novios para despedirse de su soltería, viajes a exóticos lugares para los contrayentes y sesiones de fotos y videos son algunos de los detalles con los que se adereza esta fiesta. Frente a esa "luna de miel", contemplada en la actualidad como un reto programado para disfrutar de países y paisajes inalcanzables hace un puñado de años, estuvo la sobriedad de nuestros antepasados: " Después de casame, a trabayar. Pero, ¿Quién tenía perres pa salir de casa, a otros lugares?. Yo entonces tenía una prima viviendo en Madrid y ella quería que fuésemos a pasar unos días por allí y dije-i: ¿Quién va a atender el ganao y lo de la casa?". Nuestro vecino Pilo, detalla la dinámica de entonces con unas declaraciones llenas de incertidumbre estudiada: " Cuando me casé con Yoli, fuimos de luna de miel con la moto, sin rumbo. Y el viaje duró lo que aguantaron les perres".
Hasta no hace demasiados años, era muy habitual en los días previos a la celebración matrimonial, llevar pasteles a vecinos, familiares y amigos. También la sesión de fotos en nuestra comarca estaba marcada por un denominador común: La Casa Soponte, de Bocines. Sus bucólicos jardines eran el perfecto atrezo para el desarrollo de la imaginación del que manejaba la cámara fotográfica. Hoy en cambio, los novios prefieren retozar con sus inmaculados trajes entre las olas , rebozados entre la arena para cumplimentar el recuerdo de tan inolvidable fecha. Así éramos y en esto nos hemos convertido.
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Fuente: Mercedes Menéndez. Mercedes y Falo, posando en los jardines de Casa Soponte,hoy en total abandono. |
Pero pese a las diferencias que marca el calendario y el paso de los años, es coincidente un sentimiento univoco de gran parte de los entrevistados coinciden en una cosa: "Ye que fue el día más importante de mi vida, pa lo bueno y pa lo malo". Probablemente sea esta la perfecta excusa para tanta desmesura, que algunos repiten con insistencia y sin ánimo corrector en varias ocasiones a lo largo de su vida.
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Fuente: Josefina Menéndez. Invitados a la boda de Rosario Rexidor y Ramón-. "La mayoría de los invitados son de Antromero" |
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Fuente: Carmen Poquito. Boda de Álvaro Poquito y Maruja Batimarañes. (03/02/1945). Los invitados posan con los novios frente a la iglesia de´ Bocines. |
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Fuente: Betsabet García. Disfrutando de la sobremesa. |
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Fuente: Rubén Rodríguez. Josefa y Ramón, disfrutando de una boda. |
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Fuente: José Antonio Serrano. De izquierda a derecha. Sergio, Jovita, María Jesús, Susi y Antón . |
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Fuente: Paulino García. Boda de Aurelio El Tuertu. Marcelo (padre), primero por la izquierda y María (madre), segunda por la derecha. |
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Fuente: Mercedes Menéndez. Vecinos disfrutando de la post-comida, en una boda. |
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Fuente: Mercedes Menéndez. Posando a la cámara: Evaristo, Ángeles, Liber y José Antonio. |
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Fuente: Mercedes Menéndez. Invitadas dentro de la iglesia. |
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Fuente: Mercedes Menéndez. De izquierda a derecha: Tamón, Gelia, Sergio y Jovita. |
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Fuente: Enrique Pinón. Alfonso y Avelina. |
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Fuente: Celestino Hevia. Los cuatro cuñaos de Casa Bolla, departiendo. De izquierda a derecha: Tino, Manolo, Andrés y Moisés. |
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Fuente: Conchita Hevia. La familia Menéndez en una boda. De izquierda a derecha, fila de arriba: Toño, Alfonso, Jenaro y Javier. Abajo: Alfonso (padre), Josefina, Marifina y Jesús. |
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Fuente: Daniel Pérez. Manolita y Venancio. Fuente: Daniel Pérez. De izquierda a derecha: Antón, María Jesús, Manolita, Venancio y Joaquín. |
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Fuente: José Oliver. De derecha a izquierda: Constante, su mujer Carmen, Tomás y esposa, |
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Fuente: Loli García." Boda familiar, donde se puede ver a Angelinos, la madre de Calo, Álvaro, Pacita y Naci. Empezando por la izquierda Puri, Angelinos, Marilde, apoyada en Cusi y el apoyado en mi primo Emilio Basilio. Detrás Álvaro, el más pequeño, mi hermano Fernando; atrás de pie mi tía Pacita, al lado Naci, y yo con los brazos cruzados". |
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Fuente: Mar Martino. En el centro Pacita El Tuertu y a la derecha , Víctor El Molín. En pocas ocasiones se puede aunar la alegría y la fiesta que irradiaban ambos. |
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Fuente: Loli García. Boda de Selín y Maribel, en los bajos del Filarmónica, en Oviedo (1968). Fuente: Loli García. En el centro los novios, Loli y Ricardo, junto a hermanos y familia, en el exterior del Restaurante Casa Fermín. (27/11/1971). Fuente: Mercedes Menéndez. Invitados posan con los novios, Neri y Luis. |
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Fuente: Nedi Pérez. Boda de Covadonga y Alfredo, posando con familiares. Al fondo, en la escalera permanecen observantes otros invitados. |
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Fuente: Eva Hevia. Gran parte de la familia El Tercero en celebración. Fuente: Mercedes Menéndez. Vecinos invitados a un casamiento. ![]() Fuente: Conchita Hevia. Conchita y Toño, presidiendo el banquete nupcial. Fuente: María del Rosario Muñiz. De izquierda a derecha: Menéndez El Roxín, Esther, María del Rosario y Jorge. Fuente: María José Menéndez. Preciosa e icónica imagen que recuerda de la estética de los pasados años 80. Boda de Marisa. De izquierda a derecha: Ernesto, José Francisco (Cusi), Roberto, Joaquín, José y Humberto. |
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Fuente: Google Maps (2012). La fuente de la tortuga, en el exterior de Casa Soponte, con sus cabezas de vaca. |
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Fuente: María del Rosario Muñiz. María del Rosario y Jorge Granda. posando en los jardines de Casa Soponte. Estanque, con una ballena de surtidor. Fuente: María del Rosario Muñiz. Jardines Casa Soponte. Surtidos Fuente: María del Rosario Muñiz. Jardines Casa Soponte. Casa de los patos Fuente: María del Rosario Muñiz. Jardines Casa Soponte. Molino de viento. |
La pandorgada o cencerrada.
Recurrimos al conocimiento del Diccionario Histórico de la Lengua Española (1936-39) para atender una de sus acepciones del término pandorgada: " Reunión popular caracterizada por el estruendo que se hace con distintos instrumentos musicales o con utensilios para gastar una broma o para burlarse de alguna persona". En agosto de 1892, el diario " El Liberal de Gijón ", documenta por primera vez este tipo de reunión que tiene por objetivo alborotar.
En cualquier caso, estas celebraciones de pandorgadas o cencerradas en pueblos y aldeas han tenido un objetivo claro y no ha sido otro que las uniones por el sacramento religioso del matrimonio entre personas de edad madura, viudas o viudos. La prensa regional ha dejado un pequeño reguero de estas manifestaciones, en las que en ocasiones acababa todo en el cuartelillo de la Guardia Civil o el juzgado de guardia, dado el desarrollo descontrolado de aquellas.
Para no aburrir en exceso y poder ilustrar tales muestras de reuniones organizadas, recuperamos una noticia recogida en el diario "El País", ya en el año 1985 : " Un grupo de 15 jóvenes de la localidad asturiana de Sariego, en el municipio de Siero, han sido juzgados por participar en una pandorgada contra una viuda de este pueblo que iba a contraer nuevas nupcias. Los jóvenes que comparecieron ante el juez de distrito de Pola de Siero, están acusados de realizar estruendos, con cencerros, dos noches por semana, ante la casa de la viuda...".
En cambio, en otras épocas históricas, los plumillas recogen en periódicos otro espíritu, más acorde con el beneplácito social de este tipo de actuaciones. Así en la parroquia de Deva, en Gijón y unas décadas atrás, en el año 1928 el casamiento de dos septuagenarios (71 y 70 años) se recoge la pandorgada con ciertos tintes humorísticos La Voz De Asturias: " Ayer han tenido el humorismo de contraer matrimonio dos agraciados jóvenes de Deva, Indalecio Álvarez y Sabina Suárez , de 71 y 70 años respectivamente. Siguiendo tradicional costumbre, los vecinos de la mencionada parroquia, verdaderos humoristas, han dado a los felices cónyuges una gran pandorgada".
Es evidente que el objetivo no era otro que generar molestias, tal y como lo detalla García-Rendueles, en su obra " Liturgia Popular" (2012): " En los casamientos de los viudos si se quedaban en el pueblo, o al regreso si se ausentaban de él, se les obsequiaba con la pandorgada, asonada tumultuaria del barrio en que habitan los casados en segundas nupcias, con el malévolo fin de molestarlos". Empleando para ello todo tipo de objetos que pudieran cumplir con esa misión: " Con zambombas, pitos, sartenes y cazos, amargarles la vida y hasta injuriarles con cánticos soeces".
En nuestro pueblo y habiendo recurrido a la prodigiosa memoria de nuestros habituales declarantes, algunos de ellos han manifestado haber escuchado a sus ancestros comentarios de este tipo de actividades burlescas y humillantes. Tan sólo la precisión envidiable de Amparo Julián, pero obviando detalles personales y así haciéndolo saber, dada seguramente la proximidad familiar de algunos de los protagonistas: " Cuando yo era una chiquilla (nació en 1916), un vecín ya mayor que era viudo casose con una rapaza mucho más joven. Los rapazos tuvieron faciendo ruido con potes y palos unes cuantes noches alrededor de la casa. Aquello no terminó bien, enfadose con la xente y después de casao no tardó mucho en marchar a vivir pa fuera".
Lo cierto y como denominador común se hacen cuando se casen viudos o personas de cierta edad. El razonamiento popular es que esta formalización social es antinatura con respecto a cualquier otro matrimonio: tener fios o hacer un empresa productiva de aquella unión.
La iniciativa suele corresponder a gente xoven, quienes organizan acciones que pueden llegar a ser muy crueles en sus formas de actuación:
"A la novia le deseo
larga vida y placentera,
que viva otros treinta y nueve años
que es lo que tuvo soltera".
Estas provocaciones, socialmente no eran censurables, podían durar días e incluso semanas, dependiendo de la animadversión que los organizadores tuvieran hacía los contrayentes:
"Desde el día nueve de abril
al dieciocho que estamos
todos en grande alegría
la cencerrada tocamos".
Es evidente, que la previsión valora posibles acontecimientos futuros no deseados y economiza disgustos y sinsabores. La prudencia e inteligencia natural de José María García , natural de Casa La Cerezal y viudo de Loli Vega (Casa Miguel), se manifiesta en la celebración de sus segundas nupcias, tal lo detalla Gabriela Álvarez: " Se casó a las siete de la mañana, para evitar problemas". Hay tradiciones que mejor evitarlas.
Las pandorgadas o cencerradas están afortunadamente en franco retroceso. Muy de vez en cuando, nos llega noticia de alguna que otra celebración, que casi siempre acaba con sus autores en el cuartel de la guardia civil o en el juzgado de guardia. Aquella protesta, forma parte de un pasado que sinceramente, no queremos que regrese.
El casase por la iglesia.
Históricamente el matrimonio era un acontecimiento que se desarrollaba en los límites marcados por la religión. Tendrá que llegar el año 1868, con la instauración de el denominado Gobierno Provisional (1868-1871), ejecutivo que se formó en este país , tras el triunfo de la Revolución de 1868, que puso punto y final al reinado de Isabel II y su posterior exilio a tierras francesas, para la celebración de las primeras bodas civiles.
Obviaremos esta formula de compromiso laica y secular y nos centraremos en el matrimonio, a través de la iglesia, dados los antecedentes que hubo en el pueblo. En las sociedades rurales era el culmen y objetivo de la existencia. Constituirse en el jefe de familia, siguiendo las rancias costumbres instauradas.
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Fuente: Betsabet. Ángel y Betsabet en 1974. Este año cumplen sus bodas de oro (2024). |
Este será uno de los objetivos y el momento crucial en la vida, marcado en el calendario vital de las personas para el inicio de una nueva vida. Les bodes siempre tuvieron teñidas de un halo festivo (salvo excepciones que confirman la regla), de una trascendencia social inapelable. La formación de una unidad familiar nueva contempla esquemas predeterminados y objetivos a cumplir. Entre ellos, la llegada de nuevas vidas y planteamientos sujetos a ellas.
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Fuente: Matías Artime. Rafaela Rodríguez y José Artime. |
Les bodes, incluso en tiempos de estrecheces, llevan pareja una organización previa. Nada se hace a libre albedrío y por modesta que sea la ceremonia, lleva una complejidad inherente. Aunque la noticia de una boda se transmitía rápidamente, no se oficializaba hasta que el cura desde el púlpito anunciaba la misma, en lo que se llamaba la "proclama" (3). Entonces, no había oficialidad del compromiso hasta ese anuncio, como lo recuerda Emilia Posada: "El cura desde el altar anuncia lo que se llama proclama. Tiene que hacerse en día de misa y se anuncia por si hay alguna persona que sepa que esa boda no se puede hacer". Detallando el protocolo a seguir: " Cuando les families marcan la fecha, se lo dicen al cura pa que lo anuncie. Tiene que anunciarlo tres semanas seguidas en el altar". En torno a este procedimiento hay creencias que han sido abandonadas con el paso del tiempo: " Cuando se hacen les proclames, no pueden tar en la iglesia ninguno de los novios, porque los fios que tuvieren iben a salir tontos".
Hasta no hace muchos años, y por las exigencias geopolíticas de estas tierras los matrimonios se formalizaban entre gente muy próxima. No era extraño que los novios fueran medio parientes, en una relación endogámica admitida socialmente. Hay estudios elaborados al respecto que demuestran una consanguinidad sospechosa entre gran parte del colectivo humano y pueblos que sorprendentemente tienen altos índices de enfermedades genéticas, como el raquitismo y carencias del sistema inmunológico. Vinculadas a este tipo de relaciones entre parientes.
Como curiosidad diremos que esta consanguinidad ha sido norma común en el desarrollo evolutivo de pueblos y ciudades. Así el antropólogo Robin Fox, afirmó que el 80% de todos los matrimonios habidos en la historia fueron consanguíneos. Los pequeños núcleos habitados, facilitaron en sumo grado esta opción, dado las escasas posibilidades de "conocer otros mundos".
En las altas esferas sociales, entiéndase familias de real abolengo, aristócratas y clases pudientes fueron muy habituales este tipo de uniones hasta bien entrado el siglo XX. En Inglaterra, ilustres personajes como el propio Charles Darwin o la reina Victoria se casaron con familiares. En España, los reyes que manejaron los hilos del país, con los Austrias y posteriormente los Borbones, fueron el máximo exponente de esta práctica y en ellos se reflejó con meridiana claridad las consecuencias de esta consanguinidad. Muchos de sus miembros sufrieron enfermedades genéticas recesivas: Asma, problemas cardiacos, disfunción sexual, gota, discapacidad intelectual o la hemofilia.
Una de las costumbres que se han perdido con el paso de los años y la evolución de los nuevos tiempos es la celebración de los matrimonios en los meses invernales. La justificación de esa elección se ajusta al pragmatismo básico que exigen los ciclos productivos. Estos meses son, tanto en la mar cómo en la tierra, de poco laborío y actividad. Lucía Les Moranes así lo recuerda: " Ye verdad que antiguamente la gente solía casase por noviembre. Ese mes en les aldees hay poco movimiento. Ahora ta todo cambiao, le gente quier casase por la primavera, la verdá que ye mucho más guapo".
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Fuente: Marisol Carro: Manolo Llaranes y Segundina. |
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Fuente: Loli García. Josefina El Tuertu y Aurelio. Año 1940. Fuente: María del Rosario Muñiz. Menéndez el Roxín y Esther. Fuente: José Manuel García. José Adela y Carmina. |
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Fuente: Aurelio Fernández. Aurelio Sirgo y Carmen Piqueras. Fuente: Eva Hevia. Maruja El Tercero y Félix Hevia. Fuente: Josefina Mnéndez. Rosario Rexidor y Ramón Santolaya. Fuente: Inés Mori. Boda de María Morí González, con Sergio García, La Flor. En las escaleras de la iglesia de Bocines. Años 40. |
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Fuente: Arturo Artime. Boda de Marcelo Lluisa y Joaquina. Ambos en el centro. |
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Fuente: Carmen Poquito. Concha Batimarañes y Pepe El Maestro. "Ambos de Bocines, se casaron en Buenos Aires (Argentina), en marzo de 1950". |
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Fuente: Laudina Artime. Marcelino La Salada y Amparo Julián. ![]() Fuente: Betsabet García. Rosario y Vicente. |
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Fuente: Betsabet García. Esperanza y Ángel Campón. |
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Fuente: Carmen Poquito. Mariluz Iglesias y Manolo Batimarañes. " Se casaron el 24 - 9- 1949". |
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Fuente: Mónica Vigil. Boda de Modesto y Trini. Oliva a la izquierda. |
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Fuente: Gabriela Álvarez. Mari y Benito, tras celebrar el matrimonio. Posando junto a algunos invitados a los pies de la escalera de la Iglesia de Bocines, junto a sus invitados, Esta imagen es muy recurrente, entre las bodas hechas en este edificio religioso. (5/9/1959). |
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Fuente: Ana Vega. Inos y José. |
Tal y como expusimos con anterioridad, en muchas ocasiones se celebraba el matrimonio por compromisos entre las familias, imitando a las más rancias casas reales. Juntar dos caserías para dotar con la unión una mayor fortaleza económica, al puro estilo de los Reyes Católicos. Entonces, el amor podía esperar: "Enamorao, nunca tuve, pero con el paso de los años coges-i cariño". En este batiburrillo de intereses crematísticos y monetarios, no podían faltar las uniones de conveniencia, tan ligadas a la propia naturaleza humana y que quedan retratadas en estos populares y conocidos versos, con moraleja incluida:
"Caseme con un vieyo
po la moneda.
La moneda se acaba
y el vieyo queda".
En la actualidad, la formalización de un matrimonio sin el amor por el medio, es pocas veces planteable. Hasta no hace muchos años esta relación primaba un sentimiento de respeto, por encima de cualquier otro valor.
(3). La proclama fue un requisito que el Papa Inocencio III hizo extensivo a la Iglesia universal, durante el Concilio de Letrán (1213).
Otra vida.
Esta nueva unidad familiar solía estar condicionada desde el principio por la precariedad. El vivir dentro del mismo techo de los padres de uno u otro, era un modus operandi habitual. Casar un "fio pa casa", era una fórmula muy aceptada socialmente y casi obligada en la sociedad tradicional asturiana. Costumbres enraizadas en protocolos vinculados a razones puramente crematísticas.
Entrar en casa ajena de la novia, podía convertirse en una peligrosa aventura con las relaciones de los miembros políticos de la nueva familia. Las relaciones entre, especialmente la ama sus hijas y la nueva (nuera), podía convertirse inevitablemente en un infierno, que sólo la adaptación de la recién casada a las normas, podía aliviar: "Conocí a una del pueblo, que se casó y fue a vivir con los suegros. Nunca se habló con las dos cuñadas que tenía, ficieron la vida imposible a la probe muyer".
"El día que yo me case
Dios quiera que no aparezca
ni cura, ni sacristán
ni las llaves de la iglesia".
Aunque el objetivo final de esta unión eran los hijos, los fios. También en este nuevo estado había que cuidar ciertos detalles de cara a la malintencionada opinión pública. Imprescindible el no manifestar públicamente el amor entre los miembros de la pareja: un beso, ir cogidos de la mano. eran unos detalles que socialmente eran reprobados, que mostraban cierta "debilidad" del paisano. En cualquier caso, todo muy curioso, pues la sociedad rural y tradicional asturiana estaba marcada por un matriarcado manifiesto, expuesto en detalles casi imperceptibles, pero que delatan la importancia de la mujer. Así los hijos del matrimonio eran conocidos con la común expresión: "Este ye el fio de fulanita". En muy pocas ocasiones se nombraba al padre, incluso se seguía manteniendo en el caso de fallecimiento de la mujer: "Ye el fio de la difunta menganita".
Tampoco se contemplaba ningún tipo de separación entre el hombre y la mujer, llevando hasta el final aquella sobada expresión de la liturgia: "...hasta que la muerte os separe". El matrimonio duraba el tiempo que marcaba el fallecimiento de uno de los cónyuges. Romper este nuevo estatus de modo unilateral, era un agravio imperdonable socialmente.
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Fuente: Betsabet García. Fina , vestida de novia. |
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Fuente: Betsabet García. Genaro y Carmina, escoltando a unos novios. |
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Fuente: Carmen Poquito. Carmen y su tío Pepe, en el día de la boda de la primera (1966). |
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Fuente: Betsabet García. Los novios, Marifina y José Antonio, custodiados por Ángel y Betsabet. |
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Fuente: Inés García. Boda de Josë Manuel Mori e Inés (1972). El paso de los novios por debajo del arco de las palas de piragüismo, en honor al pasado deportivo de José Manuel. |
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Fuente: Nedi Pérez. Jaime, en el día de su boda. a su lado. Maruja Anxelín, madrina del casamiento y de su bautizo. |
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Fuente: Fumañeda Santolaya. Carmina Sirgo y Enrique Pinón. Banquete de boda celebrado en el Valparaiso. (20 /6/1959). Fuente: Conchita Hevia. Boda de Conchita y Toño, flanqueados por los padres políticos de la contrayente. |
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Fuente: Jessica. Neri y Luis. |
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Fuente: Mónica Vigil. Boda de Angelita Sampedrín. A su derecha, Modesto y Trinidad. |
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Fuente: Mercedes Menéndez. Mercedes y Falo. Vigilante, nuestro querido San Pedro. |
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Fuente: Benigna Anxelín. Luis Servando y Mari Anxelín. Es una costumbre entre los hombres de la mar con galones, el celebrar su boda con el uniforme de gala., en este caso de capitán. |
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Fuente: Loli García. Boda de Loli y Ricardo. Entrando en la Iglesia de San Isidoro. La novia va acompañada de su padrino, Aurelio Arcadio. |
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Fuente: Dani Pérez. Boda de Venancio Jr. Acompañado de esposa y familia. |
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Fuente: Jaime Artime. Tomás, esposa y padre, Constante. |
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Fuente: Conchita Hevia. Conchita siendo felicitada por Félix Hevia. |
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Fuente: Carmen Poquito. Boda de Carmen y Alfonso. De izquierda a derecha: Manolo, Álvaro (padre), Carmen, Alfonso Galupo, Maruja y Alvarín Poquito (1966). Fuente: José Antonio Serrano. Naci y Antón El Civil, celebrando la boda de la primera con un baile. Fuente: Moncha Artime. Los novios, Moncha y Félix, documentando el acto matrimonial en el altar de la Iglesia de San Pedro. Fuente: Benigna Anxelín. Mercedes y Álvaro, ya en el restaurante, con los invitados. Fuente: Mónica Vigil. Modesto y Trinidad, bajando las escaleras de la Iglesia de Bocines. Fuente: Lilo García. Los novios siguiendo el ritual del sacramento. Acompañados por su padrino, Aurelio Arcadio y madrina, Luisa. Fuente: Inés García. Boda de Inés y José Manuel Mori. Arriba de izquierda a derecha: Mará Jesús, José Manuel, Inés, Antón El Civil. Abajo: José Antonio y Susi. Fuente: Moncha Artime. Los novios Félix y Moncha, en el exterior de la iglesia, Al fondo, La Ería ochentera. Fuente: Benigna Anxelín. Boda de Benigna y Enrique. (1963). |
Por favor, formato libro!! Una preciosa herencia para nosotros y las generaciones venideras.Graciasss!!!
ResponderEliminarMuchas gracias por al menos leer esta parte de nuestra historia. Una historia singular y a la vez tan comun a otros pueblos. Mientras existan lectores como tú, no hay riesgo de pérdida de la memoria colectiva. Muchas gracias a ti
EliminarEs un lujo disponer de todo este trabajo. Gratis y disponible para todo el mundo. Después de 70 capítulos solo nos queda agradecerte toda esta información que de manera altruista nos das. Gracias Jose!!
ResponderEliminarMientras haya gente que lea esto, todo el esfuerzo estará recompensado. Es el único objetivo. Una sola persona que disfrute de esta lectura habrá satisfecho nuestras aspiraciones. Gracias.
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