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Fuente: Charo Rodríguez Muñiz. |
Capítulo 57
La riqueza natural de Antromero
y otras curiosidades.
La Playa de San Pedro (II).
Octava parte (VIII).
El camín de la playa.
"He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas,
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas".
Antonio Machado.
El camino que actualmente baja a la playa es una modificación del original. Sobre aquel sendero más angosto, de tierra y piedra se le dotó de una base de hormigón, que lo hace más cómodo, funcional y accesible a vehículos y viandantes.
A mitad de recorrido y en el talud de la ladera que llega hasta la iglesia, surgía de las entrañas de la tierra una afloración de agua subterránea, en la que se había construido intencionadamente una pequeña balsa, para que los animales cuadrúpedos pudieran saciar su sed y aliviar calores. Así lo recuerda Maruja Anxelín: " Teníamos un perro de agues en casa, el Kaiser, que solo tenía dos aficiones: d'ir a moces y cada vez que pasaba pol camín de la playa, bañase en el pozo que había allí". En la actualidad, ya forma parte del recuerdo de otros tiempos, de esa neblina que empieza a ocultar la memoria.
En el entorno de este camino se halla un yacimiento del Paleolítico Inferior, que está sin investigar y donde se encuentran primitivas herramientas de aquellos pobladores que habitaron estos lares hace miles de años . Será en la década de los años 70, cuando aparecen en el perímetro de esta bajada y en superficie, importantes descubrimientos de útiles prehistóricos que hoy se encuentran depositados en el Museo Arqueológico de Oviedo (1) y catalogados en la Carta Arqueológica del Principado de Asturias. Todos ellos fueron tallados en cuarcita: bifaz de cuarcita, punta Levallois y una lasca Debris, junto con un núcleo. Pertenecientes a la industria Achelense Final o Musteriense , hace de ello, al menos 100.000 años (2).
Bifaces de cuarcita, similares a los encontrados en Antromero, y hoy depositados en el Museo Arqueológico de Asturias. |
Algo que en ningún caso debiera sorprendernos, pues posteriores descubrimientos en catas de obra pública y otros fortuitos, nos hace esgrimir la hipótesis de la gran dinámica humana de supervivencia, que pudo haber en esta zona durante aquellos periodos. La proximidad de la mar y su fácil accesibilidad han sido factores, con toda certeza, determinantes para la presencia y actividad de nuestros remotos antepasados.
El empleo de aquella utilería no deja lugar a dudas, dada la cercanía de la playa, pues eran utilizados para golpear, rascar, cazar o extraer en las labores propias de las riberas. Al fin y al cabo, el pescador del pedreo es con total seguridad lo más parecido a un hombre primitivo. Acompañado de unos escuetos, pero a la vez, eficaces aparejos. Con aquellas toscas piedras, trabajadas con exclusivo fin, se facilitaba la posibilidad de desprender llámpares, mejillones, ostras...y la captura de pexes en la proximidad de la orilla.
El trazado original de los accesos estaban sujetos a buscar la menor dificultad, aprovechando para ello las cotas más bajas. Las opciones barajadas pasaban por el inicio de ambas laderas, del pliegue anticlinal que preside la bahía.
Así, una de ellas fue la desembocadura del río Pielgo, regato pretencioso y otrora cauce de agua activo, pero actualmente sujeto a unas condiciones climatológicas que le impide exhibir aquel poderío de antaño. Condicionado en todos los casos a las limitaciones que marcaban la fuerza y nivel de las aguas fluviales. La otra, es la que aun permanece, el camín de la playa, a la que hubo que hacer una "caja" o desmonte, para minimizar la empinada cuesta y proporcionar mejor accesibilidad para caminantes y todo tipo de artefactos. Son históricamente los senderos necesarios de los que se hicieron uso, para rentar lugares de vida y actividades vinculadas a los quehaceres diarios desde tiempos inmemoriales.
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Fuente: Asturnatura. Vista aérea de la ensenada de San Pedro. Con una flecha se indica el camino a la playa. |
El camino fue, al margen de acceso más cómodo, lugar para guarecer y depositar otro tipo de riqueza ofertada por el Cantábrico, las algas marinas. Ya en los estertores del siglo XIX, la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, en el volumen 13 (1887), deja constancia esta actividad : "En la playa de Antromero, existen otras tres mandíbulas (ballena), que sirven de pared para formar una rinconada, en la cual depositan los ribereños el ocle o algas marinas que en las mareas recogen, y después de podridas, van a llevarse a los campos “.
Aquella recogida de todo tipo de algas tenían el objetivo de abonar las tierras de cultivo. Actividad que se mantendría hasta bien avanzado el siglo XX, como lo testimonia Marina El Tuertu: “ En mi casa teníamos una pila ( de ocle) en el camín de la subida de la playa, donde está la caseta de Mino el Civil. Y por supuesto, no se trataba de ninguna excepción: " A continuación la tenía Fructuoso Medero y un poco más arriba, José Arenes”. Cada familia tenía una zona asignada, que se respetaba mientras hubiera algún tipo de alga en ella : " Mientras tuvieras algo de ocle en el sitio, aquello taba acutao (reservado) y nadie te lo tocaba".
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Primer plano del final del camino de la playa. A los pocos metros, en su borde y a la derecha, se aprecia parte de la fachada norte de la caseta de Mino El Civil. |
Otros vecinos recuerdan aquella llabor de recogida de algas, como una parte más de su jornada cotidiana. Así Pepe Capacha, no dejaba la oportunidad de señalarla como prioritaria y necesaria: " La xente que tenía algo tierra d'iba a juntar ocle en la ribera, y después subilo p'al camín, pa que no lo llevara la mar". Explicando el motivo de estas labores: " El que quería cuchar la tierra, tenía que facelo así. Porque la xente piensa que antes había mucho cucho. ¿Pero de donde d'iba salir? ¡Si no había vaques por les cases!".
Además de guarecer el camín de la ribera San Pedro les piles de ocle, también era usado como salvaguarda de las pequeñas embarcaciones del pueblo. En mareas grandes y siniestras marejadas, aquellos botes y chalanas se alineaban a lo largo de aquel angosto sendero, buscando la protección ante la amenaza marina. La construcción del pequeño malecón en la década de los 60, del pasado siglo, minimizó aquel temido empuje salino.
(1). El transcurso y paso del tiempo, mantiene ciertas curiosidades. Actualmente el Museo Arqueológico de Oviedo se encuentra ubicado en el antiguo monasterio de San Vicente. Esta institución religiosa, fue dueña de estas tierras durante la Edad Media. La historia y el presente nos sigue vinculando a aquellos vetustos muros claustrales.
(2). El el documento "Carta Arqueológica del Concejo de Gozón" (1992), elaborado por Bernardino Díaz y Gerardo Sierra, así lo testimonian : " Gozón cuenta en tres yacimientos cuya valoración cultural puede atribuirse al Paleolítico Medio y más concretamente al Musteriense de Tradición Achelense: Tenrero, Antromero y Moniello".
El muro de contención o el dique.
" Los pescadores saben que el mar es peligroso
y que las tormentas son temibles..."
Vicent Van Gogh.
Los años sesenta y setenta del pasado siglo fueron la época dorada de la flota pesquera del pueblo. Decenas de embarcaciones oficializaron la popular expresión, d'ir pa la mar. Pesca limitada o de recreo casi siempre, salvo honrosas excepciones como las de Álvaro Artime, Cesar García y los hermanos Carmen y Ernesto, quienes hicieron de esta sacrificada labor, su profesión.
Aquel notable incremento de lanches en ese lapso de tiempo, generó un importante problema logístico ante la ausencia de embarcaderos o atracaderos. El empuje amenazante de la mar ponía en constante peligro la integridad de los botes y chalanas, apostadas a los costados del estrecho camino.
La solución no se hace esperar y en sestaferia (3), se construye un pequeño dique de contención en el entronque de la vereda y la propia playa. Este servirá como freno al impulso marino y para garantizar una mínima seguridad a aquellas livianas barcas, tal lo recuerda Manolo Robés: " Con la construcción de aquel muro de contención, la cosa mejoró mucho. Aunque no todo fue un camino de rosas, hubo algunos problemas que al final quedaron en nada. El hacer esa obra fue a raíz de que la mar machacara alguna lancha". Precisando la fecha de su construcción: " Se hizo en el año 1961 o 62".
El inequívoco paso del tiempo, modifica usos, genera nuevas costumbres y aparca hábitos que creíamos eternos. El servicio que antaño prestó aquel ingenio de hormigón y piedra forma parte de nuestra historia. Actualmente se ha convertido en un complemento para los visitantes, atalaya artificial en elevación, para albergar tránsitos pasajeros y temporales.
" ...buscamos en las ruinas los andamios
del mundo que quedó en nuestro recuerdo".
Desiderio C. Morga.
Al final del camino y frente a nuestro dique estuvo durante alguna temporada estival, una construcción temporal, la Barraca. La progresiva presencia de visitantes en nuestro arenal y la iniciativa de nuestro vecino Marcelo Sierra, la hizo posible.
Son los años sesenta, una leve mejora económica y la aparición de los utilitarios, facilitaron la llegada masiva de los primeros bañistas a esta costa. Este potencial no pasó desapercibido al espíritu empresarial del bueno de Sierra y el apoyo de su esposa, Sara Artime. Tal lo recuerda su hijo, Perfecto Muñiz: " El primero que puso una barraca en la playa de San Pedro, fue mi padre. La tuvo unos años, después ya la cogieron otros".
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Fuente: Carmen González. Foto icónica de nuestro arenal. Al borde y a la izquierda, se aprecia la Barraca. El entorno absolutamente virgen, sin ninguna construcción. Principios de los años 70. |
Tras los permisos administrativos expedidos por el Ayuntamiento de Gozón, con carácter temporal, había que montar su estructura. Para ello, se minimizaban gastos, reciclando materiales que la propia naturaleza ofertaba, tal lo detalla Perfecto: " La estructura se hacía con palos de ocalito, y el techo se cubría con la ramasca de ese árbol. Pa la barra, se hacía con tablones". Precisando una solución, fruto de la experiencia: " Mi pa y mi ma, ya sabíen de esto, tuvieron chigre muchos años. Y había bebida que hay que servirla fría, y más en la playa. Así que sin nevera, aprovechaben la cueva que había en la riba (acantilado) y que quedaba dentro del chiringuito, pa meter la bebida y echaben una capa de arena mojada por encima. No había nevera mejor".
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Fuente: Amapola Sirgo. Lugar donde se ubicaba La Barraca. Al fondo, la puerta a la cueva, que hacía las labores de nevera. Al fondo, Inma y Aquilino tumbado Victorma. |
En los inicios de aquella actividad, la instalación se hizo de un tamaño pequeño, pendientes de probaturas y respuesta de la clientela. Su nombre respondía a "Las Olas" y el éxito estuvo garantizado.
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Fuente: Maruja El Sanatorio. Los orígenes de La Barraca, años 60. Se aprecia en el grupo, Ramón, Fina , Amelia La Piedra y Delfa El Molín. |
Son años muy provechosos, nuestra playa empieza a recibir importantes cantidades de visitantes y aquel reclamo de bebida y comida, no pasa desapercibida. Las vacaciones a la orilla del mar, inventadas en el siglo XVIII por los ingleses y convertidas paulatinamente en una forma cultural, llegan con doscientos años de retraso a nuestra costa, pero llegan.
Ya en los años ochenta, la entonces sociedad de festejos, presidida por Roberto García Suarez, solicita a las autoridades municipales que entonces regían el concejo y le es concedida, la explotación de la Barraca, durante el periodo estival. Se mantiene la pauta de sus antecesores en la estructura y su cubrición, pero hay una mejora sustancial, producto de las nuevas tecnologías. La presencia del hielo, pese a la ausencia de electricidad. El milagro se obra con la inestimable colaboración de Emilio Rodríguez Artime, El Lechugo, quien facilitaba grandes bloques de aquel agua en estado sólido, para el enfriamiento de las bebidas, derivados aquellos de la fábrica de ocle.
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Fuente: Agustín El Guache. Panorama parcial del arenal de San Pedro. En el centro y arriba, se observa el importante número de vehículos. Justo debajo, ya en la playa, la Barraca. |
Curiosidades de la naturaleza.
" Produce una inmensa tristeza pensar
que la naturaleza habla mientras
el género humano no escucha".
Víctor Hugo.
La naturaleza está muy por encima de los intereses humanos. El sueño de domar y reconvertir el medio en el que vivimos es una presunción estéril e infructuosa. Ella diseña, planea y ejecuta sus propios proyectos, aparcando cualquier iniciativa y curiosidad del ser humano.
Los hombres primitivos, con toda seguridad se sorprendían ante aquellas "inexplicables" manifestaciones: los rayos y truenos, lluvias torrenciales, los fuegos fortuitos o temblores de tierra, y la ausencia de cualquier explicación que pudiera atemperar sus temores, no hacía más que alimentar miedos reverenciales, a toda aquella exhibición que la diosa naturaleza mostraba sin pudor.
El paso del tiempo fortalece convicciones, así hace más de 2.500 años se inició en la clásica Grecia una corriente filosófica, para tratar de entender a la naturaleza, a través de una serie de teorías, tratando de dar cuenta a sus interrogantes. Tales de Mileto, Anaximandro, Platón o el mismísimo Aristóteles forman parte de aquel elenco de privilegiadas mentes.
El paso de los años, no hace más que acentuar las inquietudes y multiplicar teorías e hipótesis. En Antromero, es seguramente la mar el representante natural que con más frecuencia exhibe su poderío en estas costas. Su acción erosionante, en conjugación con otros factores como el agua y viento se manifiesta de modo muy visible con los argayos. Aquellos desprendimientos de acantilados, que aceleran temores de desgracias y que permanecen grabados en la memoria colectiva, tal lo recuerda Maruja Anxelín: " Si te arrimes a la riba (acantilado), hay que tener mucho cuidao. Siempre nos avisaba mi ma ya de rapacines, que val más moyase que atechase debajo de una riba".
Son muchos los antecedentes a lo largo de los años que han teñido de luto algunas de nuestras familias. La combinación de mala suerte e imprudencia ha sido letal y así ha quedado grabado para siempre en la memoria colectiva.
Los desprendimientos o argayos, también para ser justos han producido relativa riqueza material y cultural. En anteriores capítulos dimos cuenta de la aparición de trozos de azabache e innumerables fósiles, fruto de esa riqueza natural de estas tierras. En otras ocasiones, han dejado curiosas formas temporales que han llamado la atención de los visitantes, mientras han permanecido visibles.
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Fuente: Marisol Carro. Argayo en la playa de San Pedro. |
Durante muchos años en la isla de Gran Canaria, han tenido un reclamo turístico muy llamativo: el dedo de Dios. Una estructura pétrea, que simulaba uno de esos apéndices en tensión. Sería la tormenta "Delta", quien en el mes de noviembre de 2005, arrancaría de cuajo aquella llamativa imagen. Salvando las diferencias, distancia y potencial turístico, hace algo más de diez años uno de aquellos derrumbes en la playa de San Pedro, apareció como arte de magia una estructura llamativa amarillenta en la altura del acantilado. Su forma no dejaba lugar a dudas, tal lo recuerda nuestro amigo Paulino García: "En uno de los numerosos argayos de los últimos años, apareció una figura bien erguida con forma fálica, en la ladera arenosa de la ribera. Nada de Falo de los Pulpos, Falo Teresa, Falo El Roxu, Falo Balsera, no un falo de época". Un ejemplo más de una fertilidad sin censuras que oferta aleatoriamente la diosa naturaleza.
Al igual que en la isla canaria, será la naturaleza quien pone fecha de caducidad a su capricho creativo .El material arenoso, facilitará la misma. Una vez más la naturaleza crea, la naturaleza destruye, mientras nosotros humildes humanos, permanecemos absortos ante tamaña fecundidad.
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