Capítulo 53. La riqueza natural de Antromero y otras curiosidades. El Picudel y La Fuentina. Cuarta parte (IV).

 





Al fondo, el Picudel.




Capítulo 53.




La riqueza natural de Antromero

y otras curiosidades.


El Picudel y La Fuentina.


Cuarta parte (IV).




Picudel, Punta del Cabrito.



 "Ha llegado el momento

de la nostalgia.

¿Recuerdas?".

Ángel González.




Una vez dejado atrás el Bigaral nos desplazamos en dirección a la Punta del Cabrito, o del Picudel. Para ello tenemos que sobrepasar un pequeño cataclismo en forma de inmensas piedras que forman parte de un argayo. Allí y oculta entre la inmensidad rocosa se encuentra, en altura,  una pequeña gruta con registro de reducidas estalactitas, actividad acuática y cuyas pretensiones de notoriedad se van reduciendo a los pocos metros en una estrechez que impide el tránsito humano. No así, para pequeños roedores, quienes tienen en ella el perfecto cobijo ante las amenazas cotidianas. Su trazado paralelo al acantilado es perfectamente detectable en el ligero hundimiento del prao. Aquel que augura una longitud no superior a diez metros o al menos así se puede intuir.



Fuente: JrCdronreportajes. Desde el Bigaral en dirección a la Punta
del cabrito, tenemos que pasar por un importante desprendimiento de 
voluminosas rocas. 


Fuente: JrCdronreportajes. " ...una pequeña gruta con registro de pequeñas
estalactitas...". En el exterior de la entrada de la cueva se aprecia la importante
actividad de aguas subterráneas, reflejado en las rocas.


Se trata esta punta de un entrante escalonado que se va afilando según se introduce en la mar. Protección natural y muy agradecida del Bigaral, se mantiene firme y estoico ante las terribles galernas de las que de vez en cuando hace gala el Cantábrico.


Lugar concurrido para aquellos pesquines de caña, expertos en los avatares de las pleamares. La facilidad de su acceso ha representado en las últimas décadas un problema de sobreexplotación.   Durante muchos años vivero de deliciosos pescados de roca como  chínfanos o peces aguja (1), chopas, mandiates, farraguetes, fañeques, cabres, xulies, sarrianos y xargos, hoy venido a menos. Emilio Rodríguez El Lechugo, recuerda que alguno de aquellos pexes no eran muy apreciados: " Los chinfanos nadie iba a ellos, aunque si los pescabes los traías pa casa. En la Punta del Cabrito, era muy normal pescalos y daban unos saltos tremendos. Lo mejor era tapalos o metelos en un saco". Detallando una precisión vital para cumplimentar el éxito de la operativa: " La mar tenía que estar subiendo o bastante alta y siempre pescar a bolla, nunca a fondo. Aunque  había listos que no les importaba perder aparejos y pescaban como ellos querían, a escape libre".


Hay un refrán que sentencia comportamientos y beneficiarios de los mismos: "Lo que uno no quiere, otro lo desea". Quedando bien claro quien eran unos y los otros: " Después a la bajamar se iba a buscar los plomos y anzuelos que  dejaron allí". En aquel proceso de recuperación no había distinción de edades. Mayores y pequeños se afanaban en la búsqueda en aquel lugar especialmente propicio para que los más lerdos y torpes, dejaran a su pesar parte de sus aparejos, fruto de  los roncheles (2). 


Es cierto que era muy habitual en todos los pedreos con "puestas" ir a tratar de recuperar plomadas y anzuelos, en las visitas que se hacían en las baxamares. Formaba parte esta estrategia del aprovechamiento y economización de los recursos disponibles y por supuesto que ir  a esta rucha, era uno de ellos y casi siempre muy provechosa.

   


Belone vulgaris. Chinfano, muy habitual su pesca durante muchos años 
en la punta del Cabrito.



En la baxamar, el panorama y las expectativas  de pesca eran exponencialmente más notorias. Al uso de varas para faenar con anzuelos en pozos, se le suma todo tipo de crustáceos, pulpos y los sabrosos oricios. La cantidad de oricieros ( habitáculos de los oricios) era importante, dadas las características del suelo, que facilitaba su formación. Recordaremos que las piedras y rocas de esta zona son calizas, muy factibles para la actividad horadadora de estos equinodermos. Para evitar el chapuzón que requería su captura, se recurría a la creatividad e imaginación. Desde la embarcación, con el apoyo del espejo para localizar las presas y el lámparo (3), se subían a bordo los deliciosos erizos de mar. Para mayor detalle de esta técnica aconsejamos la lectura del capítulo 11.


Además de aprovechar las pozas y puestas conocidas para la pesca de las habituales especies, tal y como lo describe nuestro vecino Raúl Sirgo: ""Recuerdo ir al Picudel, cuando bajaba la marea y la mar estaba buena, en verano. Pedíamos a mi tíu Alfonso una cañavera con plomada y dos anzuelos, uno más grande y otro más pequeño. Sacábamos la xorra de los xorreros y ¡a pescar!. Si había suerte y picaban los pexes: xulies, cabres, fañeques, sarrianos...Metíamos todo en una cesta de blimes y antes de marchar pa casa, nos pegábamos un baño. Cuando más prestaba era cuando iba con mi hermano".


Lugar muy propicio en ese estado de la marea, para arrancar el ocle. Las características de sus piedras y llastres submareales invitaba a ello. Era muy frecuente en el entorno del Picudel, ver en las bajamares propicias grupos de gente afanándose en esta productiva labor.




Fuente: José Antonio González Cuervo. Mari Fina Rodríguez 
Morán, transportando el ocle en sacos, una vez arrancado. Al 
fondo, la Punta del Cabrito o El Picudel.




Al norte de esta punta aflora un pequeño islote en las mareas bajas, sin más pretensiones que ofrecer refugio y cobijo a especies marinas. Algunas de las cuales eran especialmente apreciadas, tal fue el caso de los xargos, dándose una especial curiosidad que explicita Emilio El Lechugo: " Los xargos que se cogían en esa zona (al lado del islote), casi todos tenían los ojos blancos, como si fueran cataratas. Algunos pensaban que era por vivir y comer cerca de esta isleta que está siempre batida por la mar y era por las partículas arenosas que desprendía, afectándoles los ojos. Así que muchas veces controlaban la paxa con el pescado y mirándoles sus ojos te decíen: ¡Coño, hoy diose bien El Picudel!. Por el color de ellos, ya sabíen donde se había pescado". Aunque aquella facilidad de acceso, expuesta con anterioridad, representó un hándicap añadido: " La gente que venía a pescar de afuera metíen los coches casi hasta el mismo pedreo y no lo hacíen porque después no lo podíen sacar. Hubo en algún tiempo más pescadores que espacio y allí era una aventura el hacer un lance con el tú aparejo sin que se cruzara con el de otro".


La fama arrastrada desde tiempos pasados de ser una zona muy atractiva y productiva para la pesca traspasó fronteras locales y se notaba en la interrelación de paisaje/pescadores: "Llegó un momento que eran todos gente de afuera. De Antromero nadie o muy pocos se ponían a pescar en El Picudel. Veías cañas y carretes de muchos miles de pesetas y los calderos vacíos de pescao. Y después ibes a otros pedreos y otres puestes y ya estaben los del pueblo, con cañaveres de bambú y les paxes de pescao llenes". La experiencia y el conocimiento vitales para enfrentarse a cualquier reto .



Fuente: ignacioterán.com. El Picudel sufriendo una marejada.
 Con la flecha se indica el pequeño islote,
otrora puesta para la pesca de determinadas especies. 


Punta del Cabrito, con la mar bella. Se aprecia el islote casi sumergido
con un poco de espuma marina a su alrededor, al frente.




Esta irresistible atracción de los pesquines  por esta península y saliente del Picudel, no es nada nuevo, ni debiera de sorprendernos. Durante miles de años ha satisfecho necesidades vitales de nuestros antepasados, saciando hambres que se pierden en la oscuridad de los tiempos, tal lo refrenda el descubrimiento en este lugar, por parte de nuestro vecino Rafael Gutiérrez de un pico asturiense. Tratándose de un útil del Paleolítico medio (9.000-8.000 años a. c.), usado especialmente para marisquear.


La exposición de esta zona de costa a los embates de la mar, se manifiesta en la fuerte erosión que sufren sus calizas de plano inclinado. Aristas y vértices que cortan y despellejan sin contemplaciones, tal lo recuerda Emilio: " En cualquier sitio donde caigas vas a mancate, eso ye cierto. Pero si tienes la mala suerte de caer en el Picudel, date por jodido. Aquelles piedres atraviesen hasta los escarpines de neopreno". Aunque debemos de reseñar que este desgaste era perfectamente aprovechado por algunas especies marinas, quienes veían en estas hendiduras el perfecto lugar para su morada. Tal fue el caso de las xorras, gusano del género Glycera,  empleado para cebo y que construyen sus propios habitáculos calcáreos llamados xorreros, tal y como lo detallaba con anterioridad Raúl.




Xorra. Cebo muy apreciado por los pescadores de cañavera. Habitual
su presencia en la Punta del Cabrito.




Fuente: Mariluz Serrano. Emilio Rodríguez, El Lechugo: "...si tienes
la mala suerte de caer en el Picudel, date por jodido".



Aunque con independencia del sufrimiento que pudiera ocasionar una enfocicada en aquel lugar, llama poderosamente la atención la disposición de sus llastres, de aquellas enormes piedras. Una visión en altura de las mismas nos hace visibilizar un enorme damero de piezas rectangulares, que se extiende hasta prácticamente el pedreo de La Fuentina. Es cierto que a pie de campo se puede apreciar con total nitidez la división de cada una de ellas con unos profundos surcos, tal parecen hechos por mano divina. Pero las nuevas tecnologías en forma de drones voladores han hecho posible valorar en su justa medida la complejidad de la ejecución de tamaña obra, elaborada por los caprichos de la naturaleza.



Fuente: JrCdronreportajes. En el círculo la llamativa división de le 
llastres del Pico del Cabrito.




Etimológicamente nada sabemos del origen de esa punta en su acepción " del Cabrito". La intención innata es recurrir a lo fácil, a la presencia del ganado caprino, o sea, cabras, tal ocurre en otros accidentes geográficos en esta nación. En nuestro caso particular, resulta cuando menos pretencioso y exagerado caer en esa comodidad de recurrir a la facilidad de la anterior teoría, por lo cual desestimamos cualquier desarrollo cabalístico.


En lo referente al término Picudel, mantenemos las mismas dudas, aunque se trate probablemente de un orotopónimo, derivado de un accidente orográfico. En este caso de un saliente, de un pico que se adentra en la mar. Pero a nivel de interpretación vecinal, este concepto se extiende a esta específica zona y a la parte del terreno circundante que va desde el Bigaral, hasta prácticamente La Fuentina, cubriendo todo este vistoso brazo de tierra.


Se trata en cualquier caso de una área con un ligero plano de inclinación que cae hacia la mar. Y en ella, llama la atención unos metros de muro construido con piedra, en el límite más septentrional de la tierra de Casa El Roxu. Su aspecto, colonizado por la vegetación, no deja lugar a dudas pues se trata de fabricación antigua, que resulta en cualquier caso imposible precisar en el tiempo. Alimentado su origen por las inevitables conjeturas que derivan de su proximidad a la mar, no falta quien defiende que fue un muro defensivo de los maliciosos ataques de enemigos provenientes del Cantábrico : " Fizose pa defendese de los piratas y de los que veníen a atacar por la mar". Otros, en cambio, apuestan por unos más recientes acontecimientos: " Aquel muro y alguno más que se fizo al lao de la mar, fue por la guerra civil. Por aquí andaba vigilando el Cervera (4) y hubo gente que tenía mucho miedo".


Ante esta tesitura en ningún caso y dado los datos e información que disponemos podemos decantarnos por opción alguna. Aunque el sentido común nos hace reflexionar y barajar otra alternativa más pragmática y simple, tal lo recuerda Benigna Anxelín: " Aquel muro fecho piedra sobre piedra en la tierra de Casa El Roxu, en el Picudel, era tremendo pa cuando plantabes algo y soplaba el nordeste. Quedaba todo protegido y no te lo quemaba el viento. Porque al lao de la mar el nordeste abrasa y más teniendo en cuenta que no para de ventar en siete días por lo menos". La presencia de algún tipo de estas construcciones  y otras de factura vegetal (setos y bardiales) en la zona perimetral de nuestras costas, nos hace tomar partido por esta última exposición.


Las dudas que se puedan presentar al respecto, quedan despejadas por las declaraciones de Raúl Sirgo, quien pone claridad ante la tiniebla del desconocimiento: "Tengo oído que el muro de la tierra del Picudel lo hizo mi güelo El Roxín, con la finalidad de proteger los sembrados de las durezas de los vientos del norte. Las piedras vinieron del pedreo, sin duda".


En cualquier caso, aquellas  hipótesis populares están enraizadas en gran parte de numerosos lugares y pueblos costeros de nuestra geografía. Forman parte del acervo, de la idiosincrasia y la historia de nuestras gentes y deben ser siempre consideradas. El temor vivido durante siglos hacia las amenazas de lo inesperado e impredecible que venía desde  la mar, justifica cualquier comportamiento, por extraño que pueda parecer en la actualidad.


Y si de mar hablamos, estamos en una zona que probablemente sea la más expuesta a la fuerza de las olas y mareas. No hay impedimento ni obstáculo que se interponga ante el poderío que muy de vez en cuando exhibe la diosa naturaleza, en forma de poderosas olas.  Será en las proximidades más inmediatas donde hace un buen puñado de años, nuestro amigo Luis Tudela descubrió un ancla del tipo almirantazgo. Tuvo que recurrir a  la colaboración de otros buzos, dado su tamaño y peso, para extraerlo de las profundidades de la mar. Fue entregado al Museo Marítimo de Luanco.


 

Fuente: Fundación Exponav. Ancla almirantazgo y
sus partes.



Este tipo de ancla de Almirantazgo o también denominado de cepo, es un desarrollo de los usados en el mundo antiguo. Tiene un buen agarre en fondos duros, de arena o con algas y un rendimiento menor en suelos de barro o fangosos. Fue muy usado durante los siglos XVII, XVIII y XIX y por navíos de importantes dimensiones, tales fueron las goletas o ketch (5) . Normalmente de importante tamaño, su maniobra y estiba a bordo exigía pericia y experiencia, por lo que la evolución y nuevos diseños durante el pasado siglo le hizo quedar en desuso.


La pérdida por parte de uno de aquellos barcos que pulularon  a lo largo de la historia por nuestros mares, es una de las tantas incógnitas que estamos seguros jamás se conocerán. Forma parte de los misterios insondables que guarecen estas aguas. 


Serán acontecimientos en forma de pérdidas irreparables, quienes demuestran el riesgo de esta zona, tal lo expone Luis Servando: " En los años cincuenta cuando venían de pescar en bote de la Isla de Antromero un Jueves o Viernes Santo, José El Ruxio, Pepito Cagalera, José El Monxio, Evaristo El Hortelano y Pepín El Barbero, y al pasar entre el Cabrito y tierra un golpe de mar tumbó al bote. Ahogándose Pepín El Barbero. El cadáver se encontró en la bajamar de la noche, en Gargantera". La virulencia y la fuerza de las olas nunca hacen prisioneros y si victimas: " Y luego, en los años 90, mientras contemplaba la mar desde tierra, frente al Cabrito, un usuario del Proyecto Hombre fue arrastrado por la mar".


Tal y como recordamos, yendo en dirección hacia el pequeño pedreo de La Fuentina nos encontramos con la parte de la costa más desprotegida de Antromero. Es una zona abierta de apenas cuatrocientos metros, poco aprovechada para la actividad de la pesca y marisqueo, tal lo recuerda Manolo Robes: " La parte que va desde el Picudel hasta la Fuentina, ye muy brava, cuando ta en todos los sitios la mar bella, allí siempre rompe algo. No tien buenes puestes pa pescar con caña y si dibes a echar terrafines o nases por tierra, poco pañabes, porque la mar trabaya mucho. Aunque algún pulpo o andarica con truel siempre se puede pescar". Por si quedara alguna duda al respecto, detalla su desconfianza con la fuerza desatada por la naturaleza: " La mar no perdona y cuando ta brava y tampoco fai falta que haya grandes mareas subía por les peñes y llegaba hasta los praos". La inclinación del cantil facilita la llegada de la mar hasta la tierra firme, tal y como seguramente alguno de los lectores han podido comprobar y maravillarse por la fuerza desarrollada por este magno Cantábrico.



Fuente: Paulino García. En primer plano, el recorrido desprotegido
que hay entre el Picudel y la Fuentina.


   




(1). Pez en forma de anguila, con un sobresaliente pico y con una curiosa dentadura en forma de tijeras dentadas. Su nombre científico Belone vulgaris. Su nombre popular chinfano, es más que posible proceda de la forma latina Ciniphes, esto es, mosquito, dado su curioso morro compuesto por aquel afilado morro, similar al de estos insectos.

(2). Los roncheles es la denominación más popular y usada en esta zona para asignar el enganche de útiles de pesca en fondos rocosos. Normalmente con una gran posibilidad de pérdida de aquellos.

(3). El lámparo es un útil casero, elaborado con un largo mango (normalmente de bambú) y unas tiras finas de red amarradas a uno de sus extremos, a modo de forma de fregona. El objetivo es dejarlo caer sobre los oricios, estos al sentirse agredidos se impulsan ligeramente para tratar de inyectar el veneno de sus púas sobre el supuesto agresor. Esta mínima separación de su habitáculo rocoso será aprovechado para envolverlo entre las tiras de red en un movimiento de giro de su mango. El resto es subir a bordo de la embarcación estas presas capturadas por tan singular método.

(4). El "Almirante Cervera" fue un crucero, de los llamados ligeros que perteneció a la Armada Española. Se botó en El Ferrol, el 16 de octubre de 1925. Vinculada su actividad militar a Asturias, bombardeó varias poblaciones costeras durante la Revolución de Asturias, en 1934. Al inicio de la guerra civil, estaba en dique seco en El Ferrol y fue tomado por los insurrectos a la República. Fue enviado a Gijón para ayudar a las tropas sitiadas en el cuartel de Simancas, haciendo gala del poder de sus cañones. Colaboró con el acorazado España y el destructor Velasco para  controlar la salida de barcos con refugiados republicanos, desde los puertos del Cantábrico. Fue tal la impunidad y abusos de sus bombardeos a las indefensas poblaciones costeras que fue apodado "El Chulo del Cantábrico". Finalmente vendido para desguace en el año 1966.

(5). Se trata de dos tipos de veleros, que básicamente se distinguen por el número y tipo de palos y velas que llevan.




La Fuentina.



"¡Qué tranquila está la mar!,

¡qué azul tan puro está el cielo!

Más, bajo ese mar tranquilo,

¡qué escondido está el infierno!".

Aurelio García Morí. "Aurelio Basilio".




Recorremos los últimos metros de les llastres inclinades, antes de darnos de bruces con un capricho de la naturaleza, La Fuentina. Pequeña cala que hace una curiosa y pronunciada entrada en el perfil acantilado, constituyendo llamativa concha de canto rodado y piedras. Su acceso no invita al visitante al disfrute de la misma.


Fuente: JrCdronreportajes. Vista aérea del perfil acantilado desde 
El Picudel, hasta Perlora. En primer plano, se observa como el pedreo
de La Fuentina, rompe la línea uniforme del cantil con su entrada, cual
mordisco a tierra firme.



Su nombre no deja lugar a dudas, tratándose de un hidrotopónimo, esto es, que tiene una evidente relación con el hidros= agua. Pudiendo ser este líquido elemento de cualquier tipo: fluvial, marino, agua subterránea, manantial... En este caso, el saber popular en forma de nominación, no deja lugar a dudas ni equívoco alguno. La denominación de La Fuentina es por la presencia de un manantial en su cantil, entre sus estratos de piedra y tierra aflora una fresca y antaño apreciada agua como regalo de la naturaleza.


Durante años fue punto de referencia a cientos de personas que pudieron saciar la  sed, en su tránsito laborioso por estos parajes. El agua de todos los manantiales acantilados del pueblo no pueden ocultar su riqueza en cal. Su paso subterráneo entre calizas así lo delata, imperceptible en la mayoría de los casos para los autóctonos, no pasa desapercibida para los foráneos. Tal lo expresaba un madrileño, tras dar buena cuenta del agua que manaba en la fuente de La Imera, en la playa de San Pedro: " Si un sueco bebe un litro de este agua, no necesita comer en todo el día".


Es cierto que esta ribera nunca ha sido referente en actividad turística, probablemente por su aparatoso y accidentado acceso, esto no ha sido impedimento para el desarrollo de sinfín de actividades  con finalidades mercantilistas. La pesca, el marisqueo y en las segunda mitad del pasado siglo XX la actividad de recolección del ocle han sido santo y seña de la vinculación vecinal con La Fuentina.



Fuente: Paulino García. Pedreo de La Fuentina. Acceso del mismo. A la izquierda,
aunque imperceptible en la imagen, se encuentra el manantial que da
nombre a esta coqueta cala de piedra.



Otra perspectiva de este pedreo, La Fuentina.



Fue un lugar de referencia, dada la comodidad de sus llastras semisumergidas durante las mareas vivas y en bajamar, para los más temerosos e inexpertos en el arranque de ocle, en temporada veraniega. Así lo recordaba Maruja Anxelín: " D'ir arrancar ocle por los regatos y les peñes en algunos pedreos como en La Fuentina, era un chollo. Subíeslo después de acabar la marea  a los praos de alrededor, tendíeslo pa que secara y por la tarde a vendelo. Un chollo". Aunque matiza algún detalle que actualmente resultaría absolutamente increíble: " Cuando más entretenida tabes arrancando el ocle, llevabes a veces sustos tremendos, pegábasete un pulpo a les pates, a los brazos o a la espalda. Y muches veces eren más de uno".


La pesca en pleamar ha tenido en este lugar un sitio de referencia para una especie específica, ya citada con anterioridad, el corcón o mirloto (pez plata). Si Marcelo Sierra hacía gala de su ingenio y habilidad en la captura de estos pexes, con su técnica de red y polea en El Bigaral, aquí se recurría al ancestral arte de la caña y anzuelo, como lo detalla Félix Hevia: " Pa pescar corcones hay que arranchar una punta muy fina de cañavera, cuanto más fina mejor. El aparejo se hace con nylon muy fino y con dos o más anzuelos y muy poco peso en la plomada. Los anzuelos tienen que ser de los finos , que se llamen de cristal". Su presencia en costa se hace en importantes agrupaciones, llamadas cardúmenes, para evitar dentro de lo posible agresiones de otras especies: " Van siempre en manada, juntos. Hay que encarnar el anzuelo con un poco xorra  y como son tan pequeños casi no sientes la picada, entonces lo que tienes que hacer ye cada poco levantar la caña y si sientes peso ye que pescaste alguno. Hay veces que en cada levantada coges tres o cuatro a la vez y alguno era robao (6)". Aunque advierte de una serie de condicionantes a tener en cuenta: " Ye importante pa que vengan a donde tienes pensao pescar el enguadalos con el macizo o enguado (atrayente de pescado en proceso de descomposición) y arrimar lo que eches a la piedra donde estás, controlando pa donde lo lleva  la mar. Y si el agua ta muy claro, entonces la cosa puede ponese jodida, porque ellos pueden ver lo que ta pasando fuera del agua". Demostrando que cada maestrillo tiene su librillo: " Lo mejor ye echar unos puñaos de tierra pa tratar de cegalos un poco y que no te vean".



Fuente: Moncha Artime. Félix Hevia, 
experto pesquín de nuestros pedreos.




Esta técnica detallada por Félix ha sido desarrollada por generaciones en este pueblo, respetando básicamente sus parámetros y manteniendo estas "puestas" que garantizaban cuando menos una paxa de pescao fresco para dar buena cuenta de ella en casa.


La riqueza biológica de estas aguas litorales era incuestionable hasta hace un puñado de años, y la combinación de fauna y flora cuasi perfecta.  La mano y actividad humana no fue ajena a su declive, tal lo expone sabiamente un experto en lides marinas, como es Manolo Robés: " Aquí fue siempre un vivero, había de todo y en cantidad: pescao como borra, marisco a paxiaos, pa aburrir...pero todo empezó a cambiar a partir de los años sesenta y setenta". Los argumentos y deducciones expuestas no dejan lugar a dudas y son demoledores: " Con la llegada de ENSIDESA, empezaron a verse coses que antes nunca se vieron: el ocle y otras algas estaben como quemaos por encima, con una costra muy rara. Empezaron a aparecer plásticos y planchas flotando de alquitrán y gasoil y los mercantes que estaban a la espera de entrar en El Musel , aprovechaben pa limpiar todo lo que podíen... los resultados están ahí pa ver. Yo no invento nada".



Manolo Robés y su esposa Josefina Artime.



El análisis de Manolo es incuestionable y en pocos años, se pasó en esta zona de La Fuentina especialmente a un estado de erial marino. Desaparecieron como por arte de magia casi todas las especies que habían constituido un equilibrio de vida subacuática: piedras sin alga alguna y por defecto y con ellas cualquier vestigio de vida animal. Afortunadamente la capacidad regenerativa de la mar, junto con políticas más restrictivas para mitigar desmanes  han hecho efecto, corrigiendo aquel desolador aspecto, derivado de los excesos humanos.


En cualquier caso, podríamos aventurarnos que este pedreo, es el gran desconocido para la inmensa mayoría de la población de Antromero, algunos de los cuales  (especialmente los más jóvenes), serían incapaces de ubicarlo con acierto en el perfil costero del pueblo.  


Antes de despedirnos de este lugar, tan solo recordar la presencia de numerosos fósiles, especialmente orbitolinas. La primera capa o estrato que se conduce desde la Punta del Cabrito hasta La Fuentina y que en ocasiones supera los dos metros, está compuesta casi en exclusividad por este tipo de fósil. Si bien es cierto que su presencia se extiende por toda la península de la Ería, es aquí donde se hace más visible. Animal marino que vivió en este pueblo durante el Cretácico (145-66 millones de años), colonizando en inmensas cantidades estas aguas, formando parte de la cadena alimenticia de animales marinos. Eran una especie de lentejas con una pequeña elevación en el centro que se desplazaban en su medio acuático por unos minúsculos de filamentos, tal como lo hacen en la actualidad las medusas.


Su gran cantidad, perfectamente apreciable, nos puede dar una idea de como pudo haber sido su numerosa presencia. Tal y como se expuso en otro capítulo anterior, existe un gran pedrusco de estos fósiles en el MUJA (Museo del Jurásico de Asturias), extraídas en esta zona. El error se manifiesta en su tarjeta identificativa, pues lo ubican en la playa de San Pedro.



Fuente: Suso Redondo. Detalle del estrato de orbitolinas, en la 
proximidad de La Fuentina.


    



(6). Popularmente se denomina pez robao, a aquellos que son pescados accidentalmente, esto es, no por haber sido capturados en la acción de comer el cebo del anzuelo. Suelen ser los capturados por las agallas o cualquier otro apéndice del animal.









3 comentarios:

  1. Gracias José,los pedreros todos ,los conocía Félix de pe a pa si no pescaba en uno pescaba en otro,

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    1. Cierto Moncha, ya hemos reflejado su vinculación con los pedreos y conocimiento. Él y sus hermanos han sido referencia de la pesca en ellos

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

Casa Norte, actualmente.  Capítulo 85. Coses y casos  de cases. Parte III. Casa Norte.