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Fuente: Paulino García. |
Capítulo 52.
La riqueza natural de Antromero
y otras curiosidades.
El Bigaral.
Tercera parte (III).
El Bigaral.
"Con nuestra pequeñez,
como los bígaros.
Ven,
te espero,
continuaremos la historia interrumpida...".
Kirmen Uribe.
Sobrepasado el mítico Peñón de Gargantera nos dirigimos hacía una llastra que en baxamar nos aboca al Pozo Les Xulies (1). Puesta de pesca conocido por los pesquines autóctonos, quienes han heredado el conocimiento y lugar preciso para su fecunda actividad. Probablemente el último y mayor representante de los nuestros, conocedores del enigmático lugar haya sido Alfonso de Belarmina. Inconfundible figura con sus pantalones y camisa de mahón, larga vara de bambú, paxa y la garantía del éxito de los que saben aplicar con acierto su conocimiento.
No es la única "puesta" en esta zona, pero si seguramente la más representativa. Cada maestrillo tiene su propio librillo y lo manifiesta en preferencias específicas, con el único objetivo de llevar para casa el botín arrancado a la mar en forma de pexes. Tratando siempre de guarecer y ocultar cualquier indicio que pudiera poner en peligro la zona específica de su actividad.
Aunque José Adela, con su característica sinceridad dejaba a las claras el potencial de estos mares: " Hasta no hace muchos años, d'ir p'al pedreo y venir con paxaos de pescao y marisco era lo normal. Ahora vas y vienes solo pa entretenete".
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Fuente: Antonio López. La llastra divisoria entre Gargantera y El Bigaral, a media marea. |
Vencida al paso aquella depresión subacuática (pozo Les Xulies) se presenta ante nosotros El Bigaral, pletórico de pasado y otrora la alcantarilla del concejo.
Hablar del Bigaral tratando de condensar en un puñado de líneas mal esbozadas su historia y presente es un reto pueril. Una ingenua pretensión que se ahoga en el propio intento. Requeriría en cualquier caso mucho texto y dedicación que seguramente no tendría cabida en voluminoso libro. Pese a todos los inconvenientes, admitimos el reto y trataremos de al menos ilustrar en buena voluntad un recorrido por su pasado, seguramente parcial y sesgado de esta ribera.
En las últimas décadas, las administraciones públicas han tratado de promocionar este familiar pedreo con en nombre de la Playa de los Cristales. Probablemente para tapar y aliviar los pecados capitales cometidos contra ella, con decisiones emitidas desde sus confortables despachos. La sentencia es inequívoca: unos son culpables por responsabilidad directa en tamaña tropelía y otros por omisión.
Si fuera así el objetivo, el de imponer el llamativo sobrenombre, deberíamos entre todos luchar contra esa voluntad y rescatar para siempre su nombre original, El Bigaral.
¿El Bigaral o la Playa de los Cristales?.
" No quisieras transformar
en nostalgia
lo que fue exaltación...".
Eugenio de Andrade.
Aunque la pregunta pudiera resultar inadecuada, nos sentimos obligados a justificar la misma y como no puede ser de otro modo, posicionarnos con la respuesta. Tal vez para alguno de los lectores sea un tema baladí, de escasa o nula importancia, pero nada más lejos de la realidad.
La Playa de los Cristales es una denominación de carácter temporal y tan efímera como los cristales que algún día poblaron la superficie del pedreo. Frutos estos de una vergüenza colectiva, del abuso de las autoridades y de sus decisiones arbitrarias. Aquellas que dejan en evidencia las carencias de mando y la insultante falta de previsión y provisión. Aquellas que son incapaces de valorar los efectos perniciosos de sus resoluciones.
En la segunda mitad de la década de los años sesenta, el Ayuntamiento de Gozón con la colaboración necesaria de las entonces autoridades regionales sentencian esta bella costa. La decisión de convertir este cantil en el basurero municipal, marcará el destino en las próximos decenios del pedreo. Camiones diarios de desperdicios urbanos de todo tipo irán cubriendo aquel espacio, a través de una inmensa montaña de inmundicia que trepará semana a semana por el acantilado.
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Fuente: La Voz de Avilés. Primer plano de la montaña de la basura depositada en el Bigaral. Fecha 4 de Julio de 1980. |
En aquel totum revolutum se mezclará cualquier tipo de deshecho sin orden ni concierto. Con ello aparecen los buscadores de "tesoros", aquellos que revuelven entre los desperdicios ajenos, buscando la fortuna que la vida les deniega. Gitanos y transeúntes de todo pelaje serán habituales visitantes, buscando las "riquezas" que sus convecinos desdeñan.
Puntualmente la naturaleza en forma de grandes mareas vivas, acompañadas de oleaje y vientos favorables, se encargarán en aliviar aquel desolador aspecto. La mar arrastrará y repartirá en otros márgenes marítimos la basura acumulada. Reparto aleatorio que escasamente alivia tanta desfachatez.
Aparecen las quemas intencionadas para tratar de reducir el volumen del promontorio putrefacto y con ellas la aparición de los humos tóxicos. La ayuda de los vientos del norte ambientará en olores al pueblo, ya curtido por los desarrollados en la fábrica de harinas, La Fedionda. Se junta una vez más la fame y les ganes de comer.
De aquel plantel de "pirómanos" voluntarios, que trataban de eliminar con su actuación aquel desmán, reseñaremos por curiosidad a un jubilado de Oviedo. Atendía al nombre de Manolo, hombre pequeño, trajeado y de aspecto aseado, había sido funcionario público durante 35 años. Siempre se acompañaba con independencia de los caprichos meteorológicos de sombrero, paraguas, bolsa con bocadillo y periódico. Durante años empleó sus horas de ocio en aquella loable labor de minimizar tamaño desaguisado, con el desconcierto de la vecindad incapaz de comprender la generosidad de su esfuerzo. Adalid en la lucha silenciosa contra la degradación medioambiental, exponía con el tesón diario su conciencia ecológica en unos tiempos que no tenía reconocimiento.
Confesaba su sorpresa ante la insensibilidad y connivencia del pueblo ante tamaña afrenta. Un día dejó de aparecer y al cabo de unas semanas alguien corrió la noticia que había fallecido, sin ver la recuperación de la naturaleza mancillada por mano humana.
En el año 1979 se extiende un rumor que va a excitar los ánimos vecinales y no es otro que los concejos colindantes empezarán a tirar también la basura en El Bigaral. Esta historia se suma a otra serie de factores, como la plaga de ratas derivada de aquel basurero, las restricciones de agua y el incremento del paso de aquellos camiones llenos de despojos, interpretándose ya como cierto aquel rumor. La indignación adormecida de los vecinos, se manifiesta. Hasta entonces todo se reducía a las críticas en los chigres, propósitos de exigencias y enmiendas nunca formalizadas, que se aletargaban con el consumo de las "pintas" de vino.
La eclosión del malestar tiene fecha concreta. Coincidiendo con las fiestas del pueblo (San Pedrín), el día 30 de junio de 1980 y reverdeciendo reivindicaciones aparcadas, pero alimentadas por los últimos acontecimientos, un grupo de vecinos toman la iniciativa de impedir el tránsito del camión de la basura.
Recurrimos a la memoria de uno de aquellos participantes, Perfecto Muñiz, para ilustrar aquel momento: " No hizo falta que nadie organizase nada. Dejamos que pasara el camión pa tirar la basura y delante de Casa Falo Basilio, cruzamos en la caleya un poste de teléfono que allí había". Los ruegos del conductor no se hicieron esperar, pero la suerte estaba echada: " Éramos bastante gente, paisanos, muyeres y rapacinos. El chofer dejó allí el camión. Entrar pudo, pero después ya no salió".
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Fuente: Google Maps. "...y delante de Casa Falo Basilio..." |
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Fuente: Milagros Fernández. Perfecto Muñiz, acompañado de Milagros, el día de su boda. |
No tardaron en aparecer las fuerzas del orden público, representada por la pareja de la guardia civil. Escuchando las exigencias vecinales, se rindieron ante la evidencia expuesta: " ¿Qué nos iben a decir?. Danos la razón y marchar fue lo que hicieron".
Tras exhibir la fuerza que hace el colectivo, vendrían intentos infructuosos de negociación por parte de las autoridades municipales, para prorrogar aquella situación mientras se buscara otra alternativa. Todo en vano, no había marcha atrás: "Ningún camión vino más a tirar basura". El entonces alcalde de Gozón y a la postre primer alcalde elegido democráticamente tras la larga dictadura, Ramón Vega (UCD), se rindió ante la justificada intransigencia comunal.
Una vez más la naturaleza corregirá desatinos. Comportamientos humanos sobrecargados de dislates y materializados en forma de siniestro ecológico. La mar, pondrá con el paso de los años orden y equilibrio. Con ello una nueva normalidad y un original aspecto: la presencia de millones, miles de cantos rodados de cristal y cerámica. La mar, una vez más, se convertirá en el agente neutralizador, la encargada de transformar botellas y otros componentes cerámicos en guijarros vistosos y romos que cubrirán toda la superficie de la playa.
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Bigaral. Cuando abundaban los cristales romos en su superficie. |
Esta nueva realidad de un pedreo de curiosos cantos rodados, compuestos de cristales variopintos, fruto del reciclaje natural, del desgaste y erosión de la actividad de la mar, será un nuevo punto de inflexión. Atracción turística, correspondida y publicitada por medios e interrelaciones sociales.
La insaciable acción predadora del ser humano se evidenciará con la recolección masiva de aquellos llamativos cristales y vidrios. Suelos hormigonados y otras edificaciones se beneficiaran de aquellos componentes cristalinos, al sustituir la piedra por ellos. A este "saqueo" se le suma la inexorable acción marina, quien se encargará de minimizar tamaños y reconducir lentamente a su aspecto original aquel pedreo, tal y como lo conocieron nuestros antepasados.
Los visitantes atraídos por su sobrenombre caen en la decepción con la comprobación de las escasas cuentas de cristal y vidrio que se pueden encontrar. Sin embargo, no pierden la oportunidad de llevar sus "souvenirs ", pese a la evidente escasez de los mismos. Estas actuaciones facilitan, junto con la labor erosiva marina, la regeneración definitiva de nuestro pedreo.
Tras esta lección plagada de decisiones vergonzantes, es el momento de no volver a caer en errores pasados, de reconsiderar situaciones y evitar que se repita aquella historia plena de desaciertos. Antes de que nos llegue el definitivo olvido, brindemos por esta segunda oportunidad que la naturaleza ofrece, pues El Bigaral, se lo merece.
Misterios y pasado.
"Esto es lo que mis sentidos han aprendido solos:
Que las cosas no tienen significación, sino existencia."
Alberto Coeiro.
El Bigaral, desde la caleya tiene una bajada sin ser excesivamente exigente, si dificultosa. Sus pasos escalonados entre tierra, planchas de hormigón y la piedra han dado más de un disgusto entre sus usuarios. El desconocimiento y la osadía se aparejan innatamente y su combinación puede llegar a resultar catastrófica.
Vencida la inicial bajada por la vereda que se va marcando en el prao de Casa Salero, hay que recorrer unas llastras largas y lisas que por la inercia y aparente facilidad suele llevar a los desconocedores de los peligros a dirigirse al mofo. Pisar estas algas verdosas es garantía de resbalón, tal lo recuerda la sabiduría popular en forma de incuestionable sentencia: "Mofo pisar, ostiazo pegar".
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Fuente: Ramón. Bajada del pedreo El Bigaral, indicado con trazo. Al final del mismo, se observa la tonalidad verdosa del mofo. |
En estas piedras y en un entrante de las mismas, fue durante algún tiempo el lugar escogido por nuestro vecino Marcelo Sierra, para desarrollar su capacidad e ingenio. Armado de una estructura compuesta de maderos, juego de polea y un amplio terrafín ( red compuesta con un aro, llamada mediomundo), enguadaba (2) y capturaba sinfín de corcones (pez plata) en cada izada de aquel invento, para regocijo y asombro de los asistentes.
Una vez en el pedreo, sorprende al visitante neófito, el abrigo natural y envolvente de su acantilado. Un extraño confort ambiental y la convicción de disfrutar de unas aguas tranquilas fortalece la confianza del novato. Estas características no publicitadas, la ha hecho convertirse en un lugar frecuentado por familias, durante los periodos estivales.
En cualquier caso es un lugar de cierto interés paleontológico, acentuado más si cabe con los últimos descubrimientos, realizados por José María Montes, quien debido a un presumible argayo encontró una vértebra de un dinosaurio. Esta con toda seguridad estuvo en contacto con las mareas, pues tiene adheridas conchas de ostras.
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Fuente: José M. Montes. Dimensiones de la vertebra del dinosaurio. Se observan la presencia de las conchas de los ostreidos adheridos a su superficie. |
Fuente: Fósiles asturianos. Plano parcial del acantilado del Bigaral. La cueva forma parte del misterio de la zona oculta por los argayos. |
(1). Julia, doncella. Este popular pez es un lábrido hermafrodita. Durante su primera fase de vida todos los ejemplares son hembras y según van envejeciendo casi todos se vuelven machos. Incluso de puede dar la curiosidad que durante una fase pueden ser machos y hembras a la vez, pero sin la capacidad de auto-fecundarse. Sus colores dependen de la sexualidad. Los machos lucen colores vistosos, mientras las hembras tienen tonos parduzcos.
(2). El enguado o macizo es complemento usado de atracción para los peces. Elaborado con restos y vísceras de pexes, se deja descomponer evitando que quede algún trozo grande . Su uso es fundamental en determinadas especies costeras, lanzándolo en la proximidad de donde se encuentran los anzuelos. Para ello la experiencia será fundamental al conjugar olas y corrientes marinas, evitando su alejamiento y pérdida de eficacia. Dado su olor es aconsejable mantenerlo en recipientes con tapa, para aminorar aquella pestilencia. Forma parte del lenguaje coloquial: " Ten cuidao con ese, que te ta enguadando".
(3). Los dinosaurios saurópodos eran animales de gran tamaño. Un largo cuello, cabeza pequeña, larga cola y patas robustas, Sus dientes no les facilitaban una buena masticación de los alimentos, por lo que comían piedras, denominadas gastrolitos, para facilitar los procesos digestivos.
(4). La rucha son el conjunto de cosas que las mareas varan en las playas y pedreos. Durante muchos años fue un recurso habitual de muchos vecinos el vigilar las mareas, con el propósito de encontrar objetos a los que dar utilidad en la rutina diaria.
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