Capítulo 52. La riqueza natural de Antromero y otras curiosidades. El Bigaral. Tercera parte (III).







Fuente: Paulino García.




Capítulo 52.




La riqueza natural de Antromero

y otras curiosidades.


El Bigaral.


Tercera parte  (III).



El Bigaral.



"Con nuestra pequeñez,

como los bígaros.

Ven,

te espero,

continuaremos la historia interrumpida...".

Kirmen Uribe.



Sobrepasado el mítico Peñón de Gargantera nos dirigimos hacía una llastra que en baxamar nos aboca al Pozo Les Xulies (1). Puesta de pesca conocido por los pesquines autóctonos, quienes han heredado el conocimiento y lugar preciso para su fecunda actividad. Probablemente el último y mayor representante de los nuestros, conocedores del enigmático lugar haya sido Alfonso de Belarmina. Inconfundible figura con sus  pantalones y camisa de mahón, larga vara de bambú, paxa  y la garantía del éxito de los que saben aplicar con acierto su conocimiento.


No es la única "puesta" en esta zona, pero si seguramente la más representativa. Cada maestrillo tiene su propio librillo y lo manifiesta en preferencias específicas, con el único objetivo de llevar para casa el botín arrancado a la mar en forma de pexes. Tratando siempre de guarecer y ocultar cualquier indicio que pudiera poner en peligro la zona específica de su actividad. 


Aunque José Adela, con su característica sinceridad dejaba a las claras el potencial de estos mares: " Hasta no hace muchos años, d'ir p'al pedreo y venir con paxaos de pescao y marisco era lo normal. Ahora vas y vienes solo pa entretenete".



Fuente: Antonio López. La llastra divisoria entre Gargantera y 
El Bigaral, a media marea.



Fuente: José Antonio González. En primer término,
Alfonso de Belarmina, junto con otros trabajadores
de la fábrica de Albo.



El Pozo les Xulies, parte izquierda, donde rompe la ola. El saber la ubicación 
en cualquier caso no te garantiza ningún éxito. Tan solo el conocimiento de
las coordenadas precisas  y las brazas a las que debe ir el cebo lo hace.
Experiencia y conocimiento.



Vencida al paso aquella depresión subacuática (pozo Les Xulies) se presenta ante nosotros El Bigaral, pletórico de pasado y otrora la alcantarilla del concejo.


Hablar del Bigaral tratando de condensar en un puñado de líneas mal esbozadas su historia y presente es un reto pueril. Una ingenua pretensión que se ahoga en el propio  intento. Requeriría en cualquier caso mucho texto y dedicación  que seguramente no tendría cabida en  voluminoso libro. Pese a todos los inconvenientes, admitimos el reto y trataremos de al menos ilustrar en buena voluntad un recorrido por su pasado, seguramente parcial y sesgado de esta ribera. 


En las últimas décadas, las administraciones públicas  han tratado de promocionar este familiar pedreo con en nombre de la Playa de los Cristales. Probablemente para tapar y aliviar los pecados capitales cometidos contra ella, con  decisiones emitidas desde sus confortables despachos. La sentencia es inequívoca: unos son culpables por responsabilidad directa en tamaña tropelía y otros por omisión. 


Si fuera así el objetivo, el de imponer el llamativo sobrenombre, deberíamos entre todos luchar contra esa voluntad y rescatar para siempre su nombre original, El Bigaral.




¿El Bigaral o la Playa de los Cristales?.



" No quisieras transformar 

en nostalgia

lo que fue exaltación...".

Eugenio de Andrade.




Aunque la pregunta pudiera resultar inadecuada, nos sentimos obligados a justificar la misma y como no puede ser de otro modo,  posicionarnos con la respuesta. Tal vez para alguno de los lectores sea un tema baladí, de escasa o nula importancia, pero nada más lejos de la realidad.  


La Playa de los Cristales es una denominación de carácter temporal y tan efímera como los cristales que algún día poblaron la superficie del pedreo. Frutos estos de una vergüenza colectiva, del abuso de las autoridades y de sus decisiones arbitrarias. Aquellas  que dejan en evidencia las carencias de mando y la insultante falta de previsión y provisión. Aquellas que son incapaces de valorar los efectos perniciosos de sus resoluciones.


En la segunda mitad de la década de los años sesenta, el Ayuntamiento de Gozón  con la  colaboración necesaria de las entonces autoridades regionales sentencian esta bella costa. La decisión de convertir este cantil en el basurero  municipal, marcará el destino en las próximos decenios del pedreo. Camiones diarios de desperdicios urbanos  de todo tipo irán cubriendo aquel espacio, a través de una inmensa montaña de inmundicia que trepará semana a  semana por el acantilado.



Fuente: La Voz de Avilés. Primer plano de la montaña de 
la basura depositada en el Bigaral. Fecha 4 de Julio de 1980.




En aquel totum revolutum se mezclará cualquier tipo de deshecho sin orden ni concierto. Con ello aparecen los buscadores de "tesoros", aquellos que revuelven entre los desperdicios ajenos, buscando la fortuna que la vida les deniega. Gitanos y transeúntes de todo pelaje serán habituales visitantes, buscando las "riquezas" que sus convecinos desdeñan.


Puntualmente la naturaleza en forma de  grandes mareas vivas, acompañadas de oleaje y vientos favorables, se encargarán en aliviar  aquel desolador aspecto. La mar arrastrará y repartirá  en otros márgenes marítimos  la basura acumulada. Reparto aleatorio que escasamente alivia tanta desfachatez.


Aparecen las quemas intencionadas  para tratar de reducir el volumen del promontorio putrefacto y con ellas la aparición de los humos tóxicos. La ayuda de los vientos del norte ambientará en olores al pueblo, ya curtido por  los desarrollados en la fábrica de harinas, La Fedionda. Se junta una vez más la fame y les ganes de comer.


De aquel plantel de "pirómanos" voluntarios, que trataban de eliminar con su actuación aquel desmán, reseñaremos por curiosidad a  un jubilado de Oviedo.  Atendía al nombre de Manolo,  hombre pequeño, trajeado y de aspecto aseado, había sido funcionario público durante 35 años. Siempre se acompañaba  con independencia de los caprichos meteorológicos  de sombrero, paraguas, bolsa con bocadillo y periódico. Durante años empleó sus horas de ocio  en aquella loable labor de minimizar tamaño desaguisado, con el desconcierto de la vecindad incapaz de comprender la generosidad de su esfuerzo. Adalid en la lucha silenciosa contra la degradación medioambiental, exponía con el tesón diario su conciencia ecológica en unos tiempos que no tenía reconocimiento. 


Confesaba  su sorpresa ante  la insensibilidad y connivencia del pueblo ante tamaña afrenta. Un día dejó de aparecer y al cabo de unas semanas alguien corrió la noticia que había fallecido, sin ver la recuperación de la naturaleza mancillada por mano humana. 


En el año 1979 se extiende  un rumor que va a excitar los ánimos vecinales y no es otro   que los concejos colindantes empezarán a tirar también la basura en El Bigaral. Esta historia se suma a otra serie de factores, como la plaga de ratas derivada de aquel basurero, las restricciones de agua y el incremento del paso de aquellos camiones llenos de despojos, interpretándose ya como cierto aquel rumor. La indignación  adormecida de los vecinos, se manifiesta. Hasta entonces todo se reducía a las críticas en los chigres, propósitos de exigencias y enmiendas nunca formalizadas, que se aletargaban con el consumo de las "pintas" de vino. 


La eclosión del malestar tiene fecha concreta. Coincidiendo con las fiestas del pueblo (San Pedrín), el día 30 de junio de 1980 y reverdeciendo reivindicaciones aparcadas, pero alimentadas por los últimos acontecimientos, un grupo de vecinos toman la iniciativa de impedir el tránsito del camión de la basura. 


Recurrimos a la memoria de uno de aquellos participantes, Perfecto Muñiz, para ilustrar aquel momento: " No hizo falta que nadie organizase nada. Dejamos que pasara el camión pa tirar la basura y delante de Casa Falo Basilio, cruzamos en la caleya un poste de teléfono que allí había". Los ruegos del conductor no se hicieron esperar, pero la suerte estaba echada: " Éramos bastante gente, paisanos, muyeres y rapacinos. El chofer dejó allí el camión. Entrar pudo, pero después ya no salió".



Fuente: Google Maps. "...y delante de Casa Falo Basilio..."


Fuente: Milagros Fernández.
Perfecto Muñiz, acompañado
de Milagros, el día de su boda
.



No tardaron en aparecer las fuerzas del orden público, representada por la pareja de la guardia civil. Escuchando las exigencias vecinales, se rindieron ante la evidencia expuesta: " ¿Qué nos iben a decir?. Danos la razón y marchar fue lo que hicieron".


Tras exhibir la fuerza que hace el colectivo, vendrían intentos infructuosos de negociación por parte de las autoridades municipales,  para prorrogar aquella situación mientras se buscara otra alternativa. Todo en vano, no había marcha atrás: "Ningún camión vino más a tirar basura". El entonces alcalde de Gozón y a la postre primer alcalde elegido democráticamente tras la larga dictadura, Ramón Vega (UCD), se rindió ante la justificada intransigencia comunal.



Fuente : La Voz de Avilés. La noticia recogida a  toda
página , el día 4 de Julio de 1980. En ella se manifiesta 
el malestar vecinal contra el abandono del ayuntamiento.
Tres días antes este mismo periódico recogía el corte de la caleya
que puso punto y final a más de una década de tirar basuras
 en El Bigaral.



Una vez más la naturaleza corregirá desatinos. Comportamientos humanos sobrecargados de dislates y materializados en forma de siniestro ecológico. La mar, pondrá con el paso de los años orden y equilibrio. Con ello una nueva normalidad y un original aspecto: la presencia de millones, miles de cantos rodados de cristal y cerámica. La mar, una vez más, se convertirá en el agente neutralizador, la encargada de transformar botellas y otros componentes cerámicos en guijarros vistosos y romos que cubrirán toda la superficie de la playa.



Bigaral. Cuando abundaban los cristales romos en su superficie.



Esta nueva realidad de un pedreo de curiosos cantos rodados, compuestos de cristales variopintos, fruto del reciclaje natural, del desgaste y erosión de la actividad de la mar, será un nuevo punto de inflexión. Atracción turística, correspondida y publicitada por medios e interrelaciones sociales. 


La insaciable acción predadora  del ser humano se evidenciará con la recolección masiva de aquellos llamativos cristales y vidrios. Suelos hormigonados y otras edificaciones  se beneficiaran de aquellos componentes cristalinos, al sustituir la piedra por ellos. A este "saqueo" se le suma  la inexorable acción marina, quien  se encargará de minimizar tamaños y reconducir lentamente a su aspecto original aquel pedreo, tal y como lo conocieron nuestros antepasados.


Los visitantes atraídos por su sobrenombre caen en la decepción con la comprobación de las escasas cuentas de cristal y vidrio que se pueden encontrar. Sin embargo,  no pierden  la oportunidad de llevar sus "souvenirs ", pese a la evidente escasez de los mismos. Estas actuaciones facilitan, junto con la labor erosiva marina,  la regeneración definitiva de nuestro pedreo.


Tras esta lección plagada de decisiones vergonzantes, es   el momento de no volver a caer en errores pasados, de reconsiderar situaciones y evitar que se repita  aquella historia plena de desaciertos. Antes de que nos llegue el definitivo  olvido, brindemos por esta segunda oportunidad que la naturaleza ofrece, pues El Bigaral, se lo merece.




Misterios y pasado.



"Esto es lo que mis sentidos han aprendido solos:

Que las cosas no tienen significación, sino existencia."

Alberto Coeiro.




El Bigaral, desde la caleya tiene una bajada sin ser excesivamente exigente, si dificultosa. Sus pasos escalonados entre tierra, planchas de hormigón y la piedra han dado más de un disgusto entre sus usuarios. El desconocimiento y la osadía se aparejan innatamente y su combinación puede llegar a resultar catastrófica.


Vencida la inicial bajada por la vereda que se va marcando en el prao de Casa Salero, hay que recorrer unas llastras largas y lisas que por la inercia y aparente facilidad suele llevar a los desconocedores de los peligros a dirigirse al mofo. Pisar estas algas verdosas es garantía de resbalón, tal lo recuerda la sabiduría popular en forma de incuestionable sentencia: "Mofo pisar, ostiazo pegar".



Fuente: Ramón. Bajada del pedreo El Bigaral, indicado con trazo.
Al final del mismo, se observa la tonalidad verdosa del mofo.



En estas piedras y en un entrante de las mismas, fue durante algún tiempo el lugar escogido por nuestro vecino Marcelo Sierra, para desarrollar su capacidad e ingenio. Armado de una estructura compuesta de maderos, juego de polea y un amplio terrafín ( red compuesta con un aro, llamada mediomundo), enguadaba (2) y capturaba sinfín de corcones (pez plata) en cada izada de aquel invento, para regocijo y asombro de los asistentes. 


Una vez en el pedreo, sorprende al visitante neófito, el abrigo natural y envolvente de su acantilado. Un extraño confort ambiental y la convicción de disfrutar de unas aguas tranquilas fortalece la confianza del novato. Estas características no publicitadas, la ha hecho convertirse en un lugar frecuentado por familias, durante los periodos estivales.


En cualquier  caso es un lugar de cierto interés paleontológico, acentuado más si cabe con los últimos descubrimientos, realizados por José María Montes, quien debido a un presumible argayo encontró una vértebra de un dinosaurio. Esta con toda seguridad estuvo en contacto con las mareas, pues tiene adheridas conchas de ostras. 



Fuente: José M. Montes. Dimensiones de la vertebra del
dinosaurio. Se observan la presencia de las conchas de los 
ostreidos adheridos a su superficie.





En si no deja de ser un interesante descubrimiento, un fósil importante. Pero hay una información que le dota de cierta singularidad y aumenta su valor intrínseco en la globalidad de este tipo de hallazgos. Se trata del primer resto de este tipo de animales descubierto y correspondiente al Cretácico Inferior (144 millones de años). Los encontrados hasta la fecha, corresponden al Jurásico (201-144 millones de años).


Este antepasado que vivió en estas tierras se trataba presumiblemente, pendientes de confirmar por los expertos, de un iguanadón. Un dinosaurio herbívoro que tenía la peculiaridad de poder correr bien a dos patas o a cuatro. Su peso podía alcanzar las tres toneladas y llegar a medir más de diez metros. 


Tomamos prestadas las palabras de su descubridor, José María Montes, quien detalla aquel hallazgo y elucubra sobre su evolución post-mortem: " Por su posición en la serie estratigráfica es posible que el dinosaurio viviera en la orilla de un río en una zona con vegetación muy abundante tal y como indican los abundantes restos de cortezas vegetales existentes (conservadas como azabache) y las acumulaciones de lignito. Tras la muerte del animal el esqueleto se degradaría y parte de sus componentes ( sobre todo los más resistentes como son las vértebras) sería arrastrados por las aguas del río y llegarían al litoral donde quedarían expuestos en superficie durante un tiempo lo que permitió que se le adhieran las ostras que presenta el fósil. Posteriormente la vértebra sufrió un enterramiento que produjo su deformación por el aplastamiento debido al peso de todos los depósitos que se colocaran encima (si es que esa no era su forma original) y se inició el proceso de fosilización y una larga espera (125 millones de años), hasta que volvió a la superficie una mañana del mes de julio del año 2019 d. C., justo en el momento en que alguien pasaba por allí".


En esta costa hay constancia de la presencia de ignitas (huellas fósiles)  de dinosaurios saurópodos (3), correspondientes al mismo periodo geológico de la vértebra encontrada. Ello da los suficientes indicios para pensar que están muchos descubrimientos pendientes de hacerse. Este fósil del Bigaral presenta unos rasgos similares al encontrado en el pueblo de Salas de los Infantes (Burgos), según José M. Montes, habiéndose sido identificado como Iguanadon Benissartensis.



Fuente: Francisco Miguel  Merino. Reproducción de un dinosaurio
Iguanadon Benissartensis.





Con independencia de este fósil estrella, el Bigaral es un lugar donde abundan estos vestigios. Los argayos, tal y como se reflejó en pasados capítulos, abren puertas a nuevos descubrimientos y así lo reconoce Montes: "En el mismo desprendimiento (el de la vértebra del dinosaurio), fueron recogidos dos fósiles: un gasterópodo del tipo Glauconia y un diente de un pez espárido".



Fuente: José María Montes: Dos fósiles más encontrados en el mismo argayo.




Los más viejos del lugar reconocerán haber encontrado en este pedreo infinidad de fósiles con esa forma característica (tipo Glauconia), de bígaro. Y así recurrimos a las declaraciones de Benigna Anxelín: " Siendo rapacines cuando mi padre bajaba al Bigaral en les bajamares a segar con el focete (foz) ramalotes y ocle, pa despues cuchar la tierra que llevábamos en El Picudel, entreteníamonos buscando fósiles de bígaros. Ganaba la que más cogía". Tras estas declaraciones queda sobradamente demostrado el origen de este topónimo  (Bigaral) de carácter ictionímico  (vinculado a animales de la mar).


La variedad de fósiles en la zona es más que manifiesta, tal lo recuerda nuevamente Benigna : " También los había de oricios y bígaros más grandes y redondos". Aclarando el destino final: "Los dejábamos allí (en el Bigaral), como pa ir cargando con ellos pa casa. Matábanos mi pa".


Los conocedores del pueblo de Antromero, saben de sus simas y huecos en superficie que pululan sin orden alguno en determinadas superficies. Algunas de las cuales han sido y son muy visible en la zona de La Eria, fruto del paso de aguas subterráneas que han provocado hundimientos  en llamativas formas cónicas. La presencia de estas ha dado lugar a un sinfín de historias mitificadas y leyendas, que forman parte de la imaginación y miedos ancestrales: " Eran donde dormían los chupasangres"; "Fueron de cuando bombardearon con el barco Cervera y después con los aviones a Antromero, en la guerra civil"; "Tienen muchos años, pues ye de cuando los piratas. La xente fízolos pa metese dentro y tapábense con ramasques y escondese". 


Otros en cambio, resultan más pragmáticos, concluyentes y acertados en sus conclusiones, como lo corroboran las palabras de Álvaro Artime: " En algunos de los pozos de La Eria y de junto a la playa, había muchos días que sentías como corría el agua por debajo de ellos. Era el ruido de un río". Mino El Civil, también recuerda otro uso mundano de los mismos: " En algunos de ellos dormía Falín de Los Pulpos. Y los guajes iban muchas veces a molestarlo pa que no durmiera".


Esa riqueza natural subterránea se manifiesta en cantiles y pedreos con mayor o menor intensidad, dependiendo de factores varios. La aparición de pequeños manantiales que fueron objeto de un mantenimiento popular en otras épocas, y  así aliviar la sed de pesquines, bañistas,  ocleros y transeúntes  varios es la manifestación evidente de aquella actividad del subsuelo.


En el Bigaral, surge en determinadas ocasiones y con una fuerza que le hace abrir cauce entre tanto canto rodado, un pequeño riachuelo de aguas transparentes. La brevedad de su recorrido en la playa en muchas ocasiones le hace pasar desapercibido. No así a un grupo de geólogos, quienes a finales de la década de los ochenta, aprovecharon aquellas depresiones o simas a las que hacíamos mención con  anterioridad para echar unos inocuos tintes de diferentes colores . El objetivo no era otro que conocer y orientar el sentido, tendencia de aquellas aguas. El resultado se hizo esperar unas horas: aparecieron restos en La Imera de la Playa de San Pedro, en La Fuentina y sobre todo en El Bigaral. Lugar este último donde confluyó toda la gama cromática (todos los colores), indicando con ello una tendencia de aquellas aguas hacia el lado Oeste.  Probablemente estas filtraciones aprovechen inclinaciones  de estratos y permeabilizaciones naturales en esta dirección.



El agua subterránea que aflora a través del acantilado del Bigaral.

    

En el ámbito de las leyendas  propias de estas riberas, el Bigaral tiene una muy curiosa, que se repite en algún otro pedreo del pueblo. Se trata de una  cueva en la base del cantil, que Paulino García en su recorrido costero, así lo detallaba:  "En El Bigaral, según la antigua tradición, nace una cueva que comunicaba hasta La Flor, centro tradicional del pueblo, el chigre, la tienda, el bar... " . Suele ser este tipo de leyendas en torno a grutas muy  habitual en pueblos costeros, donde se entremezclan aventuras de todo tipo: xanas, tesoros, piratas, contrabandistas... Formando parte  de esa riqueza inmemorial de nuestros pueblos y sus habitantes.



Fuente: Fósiles asturianos. Plano parcial del acantilado del Bigaral.
La cueva forma parte del misterio de la zona oculta por los argayos.







Descubrimientos accidentales.





" Vuelve siempre
 
a los viejos sitios

donde amó la vida

y entonces comprende

como están de ausentes

las cosas queridas".

Cesar Isella/ Armando Tejada.






Vivir en torno a la mar, es vivir en la sorpresa. Esa compañera salinera e inseparable alimenta incertidumbres, temores justificados y sorpresas imprevistas.


La gente de este pueblo sabe bien de las riquezas que ocasionalmente reparte. Mucho más apreciadas durante los largos periodos de escasez y estrecheces. Tal lo recuerda Jovita González:  " El que iba a la rucha (4) por les riberes nunca venía de vacío".


En otras ocasiones el azar milagroso deparaba  beneficios sin contar con ellos. Los caprichos de este mundo son inescrutables y el Bigaral, como tantos otros pedreos fue beneficiario de los mismos. Jovita recuerda uno de aquellos episodios: " Un año vararon muchísimos cocos, sobre todo en el Bigaral. Seguro que fue de un barco que perdió la carga. Hubo cocos en casi todas las casas del pueblo".


En otras ocasiones el beneficiario es único y exclusivo, aunque los efectos del hallazgo beneficien a decenas de personas, como lo detalla Benigna Anxelín: " Mi pa, encontró en el Bigaral dos cachos tremendos de caucho. De allí salieron muches sueles pa alpargates de la gente. Uno de aquellos cachos, nunca se llegó a gastar y cuando hizo la casa en La Ería, fue con él también".


Algunos de aquellos encuentros servían  o al menos así era aparentemente, para satisfacer estómagos, tal lo recuerda nuestra anterior declarante: " Estando mi pa en el Bigaral , en bajamar cogió un potarro tremendo. Era del tamaño de un rapacín de cuatro o cinco años. Pesaba un montón de kilos, nadie había visto ninguno parecido. Fue lo que hubo que hablar en el pueblo, pues todo el mundo decía:  "Hoy la marea pa Jose El Salao". La cruda realidad fue otra: "A la hora de cocerlo, todo se volvió a una carne negra y con olor a amoniaco. No se pudo comer, hubo que tirarlo".


El potarro al que se refiere la declarante en un cefalópodo de la familia de los calamares. Por el tamaño, peso y decepción en la cocina a la hora de su guiso, sospechamos que se trate de un pariente del famoso kraken, aquel calamar gigante que vive a pocas millas de aquí, en el insondable Cañón de Avilés. Su alto contenido en amoniaco, así lo delata.



Fuente: Web Cadena Ser. Calamar gigante, se aprecia el tamaño en 
comparación con un humano.





Finalmente recurriremos a una historia con final más feliz y alegre, ya contada en anteriores capítulos y vinculada a nuestro querido Bigaral. En la década de los años treinta del pasado siglo y estando un sinfín de muyeres del pueblo faenando en este pedreo, sospechamos que marisqueando, fueron alertadas por Josefa Llantada, de la presencia de un objeto cilíndrico flotando en la cercanía de la orilla.


Transcurridas algunas horas desde aquel momento, las alarmas saltaron entre los maridos. Aquellos paisanos que departían alegremente en el chigre entre media y media botella de vino, fruto de la preocupación interrumpieron su actividad para  ir en su búsqueda. Al llegar a la ribera pudieron observar un paisaje impensable: Aquellas sufridas mujeres, se encontraban en un estado de euforia impropio, tiradas por el suelo, gritando y riéndose a carcajada limpia. La explicación a todo ello estaba en la presencia de una barrica de vino dulce y de la que ya no quedaba ni una sola gota. 


Podríamos recurrir a cientos de anécdotas vinculadas a este entorno acantilado, que marcó como tantos otros, vidas y comportamientos. Un lugar en el que hemos hecho una especial parada por el valor intrínseco de su propia historia,  para purgar parte de nuestra culpabilidad  en la destrucción permitida del mismo, de su entorno y agradecer la recuperación  milagrosa orquestada por la exigente y sabia mar.


Nos sentimos obligados a tratar de no olvidar, evitar que la memoria deformante impida que la sigamos llamando como siempre fue, El Bigaral. Que esa amenazante costra del olvido jamás anide en nuestros recuerdos. Para ello recordamos las palabras de Manolo Llaranes, quien dicta sentencia con un sentido común envidiable: " Primero fueron los plásticos por las riberas, más tarde se dejó tirar la basura en El Bigaral, y ahora muchos años  después quedó casi como siempre la conocimos. No se puede permitir que se vuelva a repetir otra vez lo mismo".
    


(1). Julia, doncella. Este popular pez es un lábrido hermafrodita. Durante su primera fase de vida todos los ejemplares son hembras y según van envejeciendo casi todos se vuelven machos. Incluso de puede dar la curiosidad que durante una fase pueden ser machos y hembras a la vez, pero sin la capacidad de auto-fecundarse. Sus colores dependen de la sexualidad. Los machos lucen colores vistosos, mientras las hembras tienen tonos parduzcos. 

(2). El enguado o macizo es complemento usado de atracción para los peces. Elaborado con restos y vísceras de pexes, se deja descomponer evitando que quede algún trozo grande . Su uso es fundamental en determinadas especies costeras, lanzándolo en la proximidad de donde se encuentran los anzuelos. Para ello la experiencia será fundamental al conjugar olas y corrientes marinas, evitando su alejamiento y pérdida de eficacia. Dado su olor es aconsejable mantenerlo en recipientes con tapa, para aminorar aquella pestilencia. Forma parte del lenguaje coloquial: " Ten cuidao con ese, que te ta enguadando".

(3). Los dinosaurios saurópodos eran animales de gran tamaño. Un largo cuello, cabeza pequeña, larga cola y patas robustas, Sus dientes no les facilitaban una buena masticación de los alimentos, por lo que comían piedras, denominadas gastrolitos, para facilitar los procesos digestivos.

(4). La rucha son el conjunto de cosas que las mareas varan en las playas y pedreos. Durante muchos años fue un recurso habitual de muchos vecinos el vigilar las mareas, con el propósito de encontrar objetos a los que dar utilidad en la rutina diaria



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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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