Capítulo 47. Los juegos de antes. Segunda parte (y II).

 








Capítulo 47.



Los juegos de antes. 

Segunda parte (y II).




"...los caminos de la memoria

son siempre de ir y venir".

Xuan Bello.



 Eran aquellos días antiguos los que dictaban sentencia. La luna y el sol marcaban el ritmo de la vida impuesta en la cotidianidad del momento. Llindar les vaques, d'ir a misa, a la escuela, facer lo de casa, trabayar en lo que mandaren...y cuando podíes escapar d'ir a jugar. Ya que las cosas pasadas no tienen vuelta atrás, escapemos también al disfrute del juego.




El molinillo.


    Este juego consistía en dar vueltas sobre si mismo. Se podía hacer individualmente, pero era más entretenido hacerlo por parejas. Para ello era necesario agarrarse bien fuerte por las manos, evitando que se soltara una de las dos partes. No había vencedores, ni vencidos.

    Respecto a esta dinámica es muy crítico Alfonso Pinón: "Aquello no era un juego, ni era nada. Solo valía pa marearse y pegase trompazos". Matizando sus usuarios: " Jugaben a eso, los más pequeños, que no sabíen hacer otra cosa".


El molinillo. Girar y girar.




El lirio.


   Suele tener otra denominación en determinados concejos asturianos, "el palo". Su desarrollo es tan simple como eficaz, aunándose habilidad y fuerza. Se coloca un palo corto con sus partes finales terminadas en punta, el lirio, en el suelo y con otro más grande que se llama "machorra" se le golpea por uno de sus extremos. El objetivo es levantarlo del suelo y una vez en el aire se le vuelve a golpear para lanzarlo lo más lejos posible. Hay un límite de rondas para cada concurrente en el juego. Normalmente el límite estaba en tres intentos.

  Falo El Roxu, matiza detalles y consecuencias en el desarrollo de "el lirio": " Todos jugábamos y había auténticos fenómenos . Otros taben como burros y valía más apartate si no queríes ir pa casa con la cabeza abierta".



Fuente: El Comercio. Niño empuñando la machorra,
para golpear al lirio.



Pasar la corriente, pasar el telegrama.


    Este juego no ha sido recabado en ninguno de los informantes nacidos antes de 1940. Probablemente porque aquella innovación tecnológica que fue la electricidad ya les cogió en una edad que superaba la infancia. 

    Otro juego que se celebra sin mayores complementos que las ganas de jugar. Los guajes forman un corro cogidos por la mano. Todos menos uno, que se coloca en el centro en virtud de vigilante. Se comienza con una expresión característica , en la que uno de los niños dice: " Paso la corriente a...", indicando el nombre de uno de los integrantes en el corro.

    La "corriente" es un pequeño apretón que se da en la mano al que se tiene al lado y que tiene que llegar por ese procedimiento hasta el receptor. Cuando finalmente le llega debe decir: " Recibido". El objetivo del "vigilante" es descubrir aquellos movimientos de manos, para impedir que lleguen a su destinatario. Si acierta, debe señalar donde lo vio y gritar: "¡Aquí!". 

    Recurrimos a las vivencias  de Falo El Roxu, quien nos manifiesta: " Casi siempre jugaben soles les rapacines a este juego del telegrama. Porque lo que más prestaba era cuando teníes al lado a una de elles apretar bien la mano, pa ver como chillaba. Lo de que te descubrieran era lo de menos".



Fuente: LaCasitadeAlf. Niños jugando a la corriente
o telegrama.


Las canicas y el gua.


    En sus orígenes este juego se usaban otros componentes, ante la ausencia de bolas perfectamente redondeadas. El maestro aragonés Vicente Naharro, hace una compilación de algunos juegos que se desarrollaban durante el siglo XVIII, en su obra " Descripción de los juegos de la infancia" (1918). Detallando respecto a este juego lo que sigue: "El juego de las nueces se reduce a formar un hoyo, y tirar con  las nueces a meterlas en el dicho hoyo". Detallando quien eran sus usuarios: " Este juego es propio de los niños chiquitos, que también lo juegan con cantitos, con plomos y con cuartos".

   Hay dos modalidades de juego, al menos en nuestro pueblo. La primera es  trazar un círculo en el suelo y colocar varias canicas de los competidores. El objetivo es tratar de sacar a estas con el golpeo de otras, que se lanzan desde el exterior y ayudándose del empuje generado por el golpeo con los dedos. Básicamente son las mismas normas del curling, juego olímpico. El que más canicas saca de aquella zona marcada con anterioridad, es el ganador.

  Otra de las modalidades es el "gua".  Con el talón del calzado de hace un agujero en la tierra con unos diez centímetros de profundidad, que se llama genéricamente "el gua". Para establecer el orden de tirada, se hace un primer lanzamiento. Aquel que se acerque más o ha metido su bola en el agujero, iniciara las tiradas. Este último medirá dos palmos y medio desde su bola y colocando esta entre los dedos índice y pulgar tratará de golpear una canica contraria. Si fuera así debe de tratar de meter la suya en el "gua", quedándose en propiedad con la bola ajena. Si no fuera así, se da paso a otro competidor, hasta lograr el objetivo.

   Al principio aquellas bolas estaban elaboradas de barro cocido, con una fragilidad manifiesta. La actividad y proximidad geográfica de diferentes talleres mecánicos facilitó la aparición de las potentes bolas de rodamientos de acero. También se comercializaron vistosas canicas de vidrios de colores, de todos los tamaños. En aquellas disputas estas últimas no salían bien paradas frente a la dureza de las primeras, así lo recuerda Félix Hevia: "Lo que más prestaba era pegar con les boles de acero sobre les de cristal. Estallaben que daba gusto".



Fuente Real Asociación Española de Cronistas Oficiales. Niños
jugando al "gua".




Carreres a recostinos. 


    Juego sencillo, que tuvo su éxito en anteriores épocas. Se trata de ganar una carrera con un compañero sobre las espaldas. Actualmente forma parte de los entrenamientos aeróbicos de muchos deportistas.



El esconderite, el escondite.


    Es uno de los juegos más populares y que prácticamente todos aquellos que tienen una edad lo han jugado. El objetivo es que no te encuentren o por el contrario aquel que "queda", tiene la obligación de localizar a sus compañeros.  Uno de los jugadores cuenta con los ojos cerrados, mientras el resto se esconden. Comienza la búsqueda y cada vez que encuentra a uno, debe de tocar la pared o "maya" donde contó antes del "descubierto", y decir: " por...(el nombre del anterior)". 

    Si descubre a todos, lo sustituirá el primero que fue descubierto. Hay una consideración a tener en cuenta y es que el último puede salvar a todos sus compañeros si toca la pared (maya) antes, diciendo la fórmula. "Por mi y por todos mis compañeros".

    Siempre hubo gente con una facultad increíble para mimetizarse y prácticamente resultar infructuosa su búsqueda. Otros en cambio, eran manifiestamente torpes y cogían la malla, siendo incapaces de escapar de ella. Así lo recuerda Antonio Guardado: "Jugábamos al esconderite y cuando le tocaba quedar a .... (obviamos su filiación, por considerarlo innecesario), marchábamos todos pa casa y quedaba él solo". Matizando su exposición: " Y el caso ye que no se enteraba". 


Obra de Vicente Palmaroli (1834-1896). "Al escondite".




Los cromos de la palma.


    Para poder jugar era necesario tener unos cromos que se compraban. Aunque también se podía jugar con recortes de previstas, hechos de dibujos o fotografías. La base del juego elemental y acordada entre los participantes, pues estaba en definir el número de cromos que se ponen boca abajo.

    Tras ello, se hace un sorteo de quien empieza el turno para intentar voltear con la palma de la mano, ligeramente ahuecada y así quedarse con ellos. 


Niños jugando a los cromos de la palma.


    Respecto al uso de cromos comercializados en determinadas épocas, nos despeja dudas Benigna Anxelín (1929). "Cuando éramos rapacines, ¿Quién tenía una perrona pa comprar cromos?. Recortabes cualquier papel y con eso había que arreglase".  Añadiendo una matización, que denota las carencias de otros tiempos : "Y si teníes suerte de tener un papel  curioso pa recortar". 



El pañuelo.


  Otro de los muchos juegos que no exigía grandes logísticas. Un cacho trapo y xente pa jugar. Se forman dos equipos, normalmente sus miembros serán escogidos por los procedimientos previamente expuestos. Cada uno de ellos tiene asignado un número secreto.

    La zona de juego está divida en dos partes exactamente iguales (unos diez metros de longitud cada una) y la persona que ejercerá de juez, se colocará en el centro sosteniendo un pañuelo por uno de sus extremos.  Esta cantará en voz alta un número y saldrán corriendo los jugadores de cada  que tienen adjudicado aquel. El objetivo es intentar coger y llevar el pañuelo el primero, sin que el otro competidor te coja en el camino de vuelta.

    Así se van eliminando poco a poco a los participantes, ganando el equipo que reduzca a la mínima expresión al otro. Respecto a este juego, Manolo Llaranes confirma dudas : "En el pañuelo, era muy raro que estuviéramos mezclados rapacinos y rapacines". Aclarando su exposición: " Que aunque había muyeres que corríen mucho, no eran todas y había mucha diferencia ".



Fuente: Juegos Educación Física. Dibujo esquemático 
del juego de "El Pañuelo".




El gomero, tirachinas.


    Más que un juego propiamente dicho, estaríamos hablando de un juguete.  Pero uno de esos juguetes "que los carga el diablo". En manos inapropiadas se podía convertir en una arma descontrolada.

    En cualquier caso, su clasificación estaría sujeta a un entretenimiento de precisión y puntería. Para poder disfrutar de sus encantos, había que construir el gomero. Para ello se seleccionaba una rama en forma de forcao (forma de Y) y se buscaba unas gomas de un cámara de rueda de bicicleta, junto a un trozo de badana o cuero. 

    La unión de los componentes se hará con el  filo vela (bramante). El resto es probar la destreza y respuesta de este juguete. Manuel Llaranes precisa detalles sobre usos y usuarios: "Cesar el de Rosario era muy bueno haciendo gomeros. Era un artista, algunos tenían todos los detalles, con el forcao grabado con navaja . Además tenía muy buena puntería con ellos". Así mismo proporciona información añadida respecto a las municiones: "Las piedras tenían que ser un de un  tamaño pequeño y a ser posible redondines. Aunque algunos las hacían en casa con cachos de hierro doblados, que podían ser puntas viejas. Con eso hacían verdaderas masacres entre las bandadas de pájaros".



Gomero. El paso de lo años y los nuevos medios, sustituyeron
materiales. Especialmente el forcao, que se hacía de metal.



Piedra, papel o tijera.


    Este juego, podía entenderse como tal, o bien como una forma de decidir o dirimir algún asunto, ante la imposibilidad de llegar a algún acuerdo. Trasciende el ámbito puramente infantil, llegando a otros ambientes lúdicos. Era habitual su uso y entretenimiento en los chigres, cuando empezaba a surtir efecto las "medias de vino", entre los concurrentes.

  Para un buen cumplimiento de este juego de manos, hay que tener en cuenta las siguientes consideraciones: La piedra vence a la tijera rompiéndolas, la tijera vence al papel cortándolo y el papel a la piedra envolviéndola.



Las tres opciones del juego, representadas en las manos.



    Les prendes.


    Juego de iniciación en los primeros flirteos sentimentales. Uno de los jugadores hará de "madre", tapándole los ojos, para no ver como el resto de los participantes en el juego, deposita una prenda (objeto personal) delante de ella.

    La "madre" será quien cada vez que coja uno de aquello elementos que tiene ante si, mande a su propietario hacer alguna cosa, mientras dice: "De quien sea esta prenda..., que de un beso a...". Los ententes a tres bandas formaban parte de la estrategia .



Niños reunidos en torno a la "madre", para atender a sus designios
en el juego de las prendas.



El sillón de la reina.


    Se prima la fortaleza y habilidad. Dos de los participantes forman, entrelazando sus brazos una especie de silla (sillón de la reina) y otro se sienta en este intencionado asiento. Mientras cantan:


"Al sillón de la reina,

que nunca se peina.

un día se peinó , 

cuatro pelos se arrancó

y la silla se rompió".


    Mientras dura la canción , deberán tratar de tirar al que está sentado y así pierda. Lucía Les Moranes, manifiesta preferencias: " Este era un juego más pa los rapacinos, eren más brutos".



Fuente: Nubenubita. Jugando al sillón de la reina.



Les cuatro esquines.


    Participan cinco jugadores, de los que cuatro ocupan cada esquina de un cuadrado y el quinto está en el centro. El desarrollo del juego pasa por cambiar de esquina, cada vez que se cuente tres, evitando que el del centro pueda coger una de ellas. Aquel que no consiga una de las esquinas pierde, pasando a ocupar el centro.

    Juego muy dinámico, que se desarrolló con mucha frecuencia con la construcción de las escuelas de La Eria. La distribución del patio, con cuatro columnas facilitaba su operatividad. Añadiendo  la ventaja de estar a cubierto. 


Fuente: Gale. Ilustración antigua del juego de las cuatro esquinas.



La pelota.


  Decir pelota, en los tiempos actuales, es inevitablemente remitirse a deportes. Aunque en otros tiempos representaba juego y entretenimiento.

    Tener una pelota era disfrutar de un tesoro, tal y como expone tan expresivamente Amparo Julián: "Pero, ¿Quién coño tenía antes una pelota?. El que la quería tenía que facela". Nuestro declarante Manolo Llaranes, detalla algunas alternativas: "De rapacinos íbamos a las tierras y robábamos un nabo, pa jugar como si fuera una pelota". Aunque siempre quedaba la alternativa de la manufacturación casera: "También se hacía con trapos envueltos, pero pesaba poco. Entonces cuando varaba por les riberes algún coco, se envolvía con los trapos y ya teníamos una buena pelota".

  En la citada con anterioridad obra "Descripción de los juegos de la infancia" (1818), se hace la siguiente referencia, respecto a este juego:" ...no es muy común en España, pero por cuanto es juego de niños, y aquí lo suelen jugar con vejigas de cerdo en tiempos de matanza". Para su elaboración lo detalla  de la forma que sigue: " Se escoge una vejiga bien redonda, se infla con fuerza, y después para redondearla todo lo posible se la dan algunas vueltas con hilo muy fuerte, o con bramante, y algunos las forran con paño".  Recurrimos a la memoria de Alfonso Pinón, para recuperar imágenes de otros tiempos: "Eso de la vejiga del gocho alguna vez me tocó, pero duraba poco la alegría, era como un globo, pero un poco más duro".

 Laudina Artime, añade una precisión que demuestra inteligencia y error de cálculo: "Mi padre, Marcelino La Salada ( 1910), cuando era guaje preparaben con la vejiga del gocho una pelota pa jugar. Pero  como pesaba poco, una vez rellenáronla con coses y al final valió pa que quedaren sin pelota".

   La dinámica más básica del juego, consistía en lanzar la pelota al aire y no dejarla caer. Habiendo sinfín de variedades y fórmulas. Otras opciones eran más dinámicas, como fue el caso de la variante denominada "sangre".

   Los competidores forman un círculo y uno de ellos tiene la pelota  que la lanza al aire, mientras grita: ¡Declaro la guerra a mi peor enemigo que es....(nombre de otro jugador)!. Todos se alejan corriendo, menos el nombrado, que tendrá que recoger el objeto esférico. Si lo puede coger antes de que toque el suelo, puede usar la misma fórmula que hizo el compañero.

   Las cosas cambian si el balón toca el suelo. Entonces cogerá el balón y gritará : "¡Sangre o bomba!", momento en el que todo el mundo quedará quieto. El tenedor del balón dará tres pasos y lanzará este a uno de los jugadores, quien tratará de esquivarlo, pero sin poder mover los pies. Si recibe el contacto de la pelota, pasará a ser jugador del centro.


Fuente: Emilio Rodríguez, El Lechugo. Guajes jugando al
balón en la playa de San Pedro (1969).


Fuente: Blog infantil. Inicios del juego "sangre".

    Con la concentración escolar en la capital del concejo, en la década de los 70, los escolines se transportaban en autobuses. Los momentos de espera en las paradas de La Frontera, La Flor y El Monte, se compensaban jugando a la pelota. Era tan escaso el tránsito de coches, que se podía permitir ese lujo. Disfrutar con el juego, en un asfalto destinado inicialmente a vehículos.



La suela.


    Se trata de uno de los juegos más clásicos e históricos del pueblo. El disfrute no estaba condicionado a ninguna selección natural o física, tal lo testimonia Lucía Les Moranes: "Después de trabayar en les esfoyaces, se apartaben les riestres y se cantaba y bailaba, pero también se jugaba. Sobre todo a la suela".

    Los participantes, deben  de estar sentados en el suelo, en forma de círculo y con los ojos cerrados, mientras cantan esta canción: 


"A la zapatilla por detrás, tris, tras.

Mirar arriba que caen morcillas,

Mirar abajo que caen garbanzos,

A dormir, dormir.

Que los reyes Magos van a venir.

¿A que hora?

A las 12, 1, 2, 3,4,5,6,7,8,9,10,11,12."


    El que tiene la zapatilla pone una hora y la coloca detrás de alguno del corro. Este cogerá la zapatilla y correrá tras el que la puso. Si este último consigue sentarse en el hueco libre ganará, pasando la "queda" al otro jugador.



Fuente: Wiki Hoyo. Jugando a la suela.



El pulso.


    De aquel juego ha surgido un deporte. Evidentemente, se trata de un entretenimiento de pura fuerza. Los participantes se ponen a cada lado de una mesa y con los codos apoyados en ella y cogidos por sus manos, tratan de vencer la resistencia del otro. El primero que toque la superficie del tablero con su mano, pierde. Hay un sinfín de variantes, pero todas ellas con el mismo denominador común: exhibición de poderío físico.

    Manolo Llaranes, hace especial hincapié de la fortaleza de algunos vecinos del pueblo: " Había gente muy potente en Antromero. Y que los venían a buscar de otros pueblos para reforzar sus equipos, cuando retaban a otros en romerías y fiestas."


Muñecos simulando un pulso.




Veo, veo.


    Orientado para el entretenimiento de los más pequeños. No necesita del acompañamiento de ejercicio alguno. El  juego sedentario por naturaleza.  Su desarrollo se apoya en el que uno de los jugadores observa un objeto y se inicia un dialogo entre los participantes:


"-Veo, veo.

-¿Qué ves?.

-Una cosita.

- ¿De que color?". 


    Tras el interrogatorio, se pasa a enumerar los objetos que están al alcance de su vista, con la intención de adivinar el mismo.



Los zancos.


    Para poder jugar, era necesario disponer de unos zancos. Utensilios estos elaborados con unos palos, a los que se les colocaba unas pequeñas superficies de madera, para elevarse. En si, requería un buen poder de equilibrio, para evitar caídas en sus desplazamientos.

    Su uso no estaba bien visto en todos los hogares, temerosos de percances derivados de su manejo, tal lo recuerda Amparo Julián: "Un rapacín de Antromero, rompió un brazo cuando cayó de los zancos. Así que en casa no queríen que nos subiéramos en ellos". Aunque su posterior confesión la honra:  "Tampoco tenía yo muches ganes".



Niño ruso, con zancos. El divertimento
no entiende de fronteras.



Pionza, peonza.



    La pionza o peonza era un juguete muy apetecido por los varones. Está elaborada en madera dura en forma cónica y en su punta tiene una púa de hierro incrustada. También lleva una especie de coronilla para generar más estabilidad. Para hacerla girar es necesario una cuerda fina y dura, que se enrollará en su perímetro hasta alcanzar unas tres cuartas partes aproximadamente. Al final del cabo debe de colocarse un tope, que bien puede ser un nudo, chapa o moneda agujereada. En los años 30 y 40 eran habituales las monedas de 25 ctmos., para en las siguientes décadas usar la conocida de "dos riales" (50 ctmos.).



Fuente: Yo fui a EGB. Peonzas con sus correspondientes
cuerdas enrolladas y con el tope de moneda en ella.




    El objetivo siempre era el hacerla "bailar" bien sobre su punta y durante mucho tiempo. Para ello había que tener cierta coordinación y maestría en su uso. Cuando se hace competición entre varias, el juego más habitual era el denominado, "sacarla del circulo".

    En ese juego se tenía que pintar un circulo de mediano tamaño en el suelo. Se hace un sorteo para el orden de tiro y tratar de hacerla girar sobre la zona delimitada previamente. Se debe dar la condición inexcusable que cuando finaliza de "bailar" quede dentro de la misma. El objetivo es ir sacando con la peonza propia al resto de aquel círculo. Así lo detalla Falo El Roxu: " Había muchos que afilaben la punta de les pionzes. Otro metíen una punta acerada. Aquello destrozaba a todes les demás. Eren expertos en joder pionzes".

   Como curiosidad diremos que este juguete fue empleado como desprecio de ciertos comportamientos criticables: " Menudo pionza ta fecho" y también para nombrar subrepticiamente al sexo masculino.




Les tabes.



    Es un juego de habilidad y destreza que se desarrolla con huesos. Siendo estos normalmente de las patas de las ovejas o corderos. Aunque esta apreciación tiene otras adaptaciones, tal lo recuerda Benigna Anxelín: " Nosotras jugábamos a les tabes, con piedras. Muy pocos las tenían de huesos". Detallando de este modo el juego: " Nosotros jugábamos con siete tabes y una pita (bola, normalmente de barro cocida). Aunque algunos  jugaban con doce. Se tiraba todo junto al aire y se cogía la pita. Después se tiraba otra vez la pita al aire y se empezaben a coger les tabes, según como estaben tirades en el suelo. Así una y otra vez."



Niña jugando a las tabas.
Escultura romana del año150d. C. Se trata de una copia,
cuyo original, correspondía al artista
griego Policleto (siglo V a. de C).



Las palmas.


    Fue durante décadas uno de los juegos más populares entre las niñas. Tiene una gran variedad de repertorios y formatos. Se trata de chocar las palmas de las manos, siguiendo el ritmo marcado por canciones dispuesta para ello. Su gran ventaja respecto a otro tipo de entretenimiento es que se podía jugar en prácticamente todos los sitios, siempre que no hubiera que respetar un mínimo de silencio.
    
    Una de las letras de aquellas canciones, utilizadas para estos menesteres, nos la recuerda Benigna Anxelín, cuyo contenido sería imposible cantar en los actuales tiempos sin llevar una segura bronca: 


"Don Federico mató a su mujer

la hizo picadillo y la puso a cocer...

Don Federico perdió su cazuela

para casarse con una costurera.

La costurera perdió su dedal 

para casarse con un general.

El general perdió su espada

para casarse con una bella dama..."



Niñas jugando a las palmas.



Los tarucos.
   

    Corresponde este juego a una época de aprovechamiento de todos los recursos disponibles. El taruco es la parte leñosa de la mazorca del maíz, una vez desgranada. Era destinado para combustible de los llares y cocinas de leña y como juguete de construcción para los pequeños de la casa.

    La edificación de torres con aquellos restos de la panoya, era un reto colectivo o individual, tal lo rememora Lucía Les Moranes: "No pasé tiempo faciendo torretes con los tarucos. Era el entretenimiento que había".


Saco de tarucos. 




Cuchillo, tijera, ojo de buey.


  " Si no quedamos inválidos, fue de casualidad". Esta es la apreciación personal de Emilio Posada, al valorar el juego de "cuchillo, tijera, ojo de buey". Su exposición se justifica así: "Es que estábamos como burros. Era todo pa saber quien hacía la mayor burrada. Quien saltaba mas alto y caía sobre la gente haciendo más fuerza".

    El desarrollo del juego consistía en una "madre", que estaba sentado y los miembros de uno de los equipos que deberían adoptar una colocación precisa. El primero apoya la cabeza sobre el regazo de la "madre" o juez  y a continuación el resto ponen sus cabezas entre las piernas del jugador que tienen delante.

    Los miembros del otro equipo irán saltando sobre aquellos y cuando estén todos encima, el que inició los saltos preguntará : " ¿Cuchillo, tijera, ojo de buey?". Señalando con su mano que está representando en ese momento y respondiendo el primero de los agachados. En el caso de acertar, se cambiarían los papeles.

    Aunque lo normal era que tras varios impactos de los que saltaban, aquella "melé", se derrumbara antes de iniciar cualquier interrogatorio. 



Fuente: EtnoLeón. Pese a la mala configuración del grupo, 
se trata de este juego. En el que había alguna que otra variante,
pero con la misma dinámica. " Si no quedamos inválidos, fue 
de casualidad".



   Les cueves.


  Volver a la Prehistoria, vivir por unas horas al día como aquellos hombres que adoraban al sol y al fuego. Hacer tú propio refugio y experimentar  la sensación de ser propietario de algo sin llegar a tener nada. Construir con tus propias manos, sentir la adrenalina y el orgullo de empezar a sentirte útil y respirar un sucedáneo de libertad. Estas podían ser unas de las razones por las que se construían "las cuevas".

    Nada mejor que recoger la información proporcionada por un verdadero experto en estas lides. Quien vivió en primera persona la construcción de aquelles efimeres cueves, tal fue Falo El Roxu. " Al salir de la escuela, íbamos a hacer una cueva. Había que tenerlo un poco en secreto, porque sino podía tirátela cualquiera. Los sitios eren muchos, pero no podíen estar muy lejos de casa, porque echabes entonces mucho tiempo en ir y venir". Los lugares elegidos eran siempre los mismos: "En el Bardascal, en algún hueco de un pedreo, La Caleyona, El Tesoro... había muchos sitios donde elegir". Y los medios usados formaban parte de la rutina: " Siempre se aprovechaba todo lo que teníes alrededor como maderes y rames pa el techo y les paredes". Puntualizando el éxito de alguna de sus construcciones: " Una vez en el Bardascal, ficimos una tremenda. Aprovechamos un plástico negro que trajo la mar pa Gargantera y con unos listones gordos se hizo el techo. Después empezamos a colocar tapinos encima, Trabayamos como burrinos".


 
El monte del Tesoro, con apenas pinos y una vista parcial del 
pedreo de La Gargantera. Puntos neurálgicos de la experiencia
de nuestro vecino, Falo El Roxu. 



  Tras el esfuerzo, quedaba el placer del disfrute y el inicio de algunos hábitos adultos:  "Allí el que nunca fumó, empezaba a fumar. Se hablaba de todo lo que no se podía hablar en otros sitios. Llegamos a tener hasta una baraja, que alguien despistó en el chigre. Una felicidad".



La gallinita ciega.


En este entretenimiento  sólo se exigía un suelo liso y espacio abierto, para evitar tropiezos. Dado que el que "la liga" lleva sus ojos vendados.  En ese  estado se le canta esta  cancioncilla :


"Gallinita ciega, ¿Qué se te ha perdido?.

Una aguja y un dedal, 

da tres  vueltas y  lo encontrarás ".


Ahora solo queda localizar a los jugadores y adivinar quién es con solo tocarles la cabeza y sus  manos. Nuestro declarante habitual Alfonso Pinón, atesora en su memoria esta información: "De rapacín no tengo recuerdo de jugar a eso. Pero si me acuerdo de ver a Perfeuta (la maestra) enseñar como se jugaba ".

"La gallina ciega ".(1789). Goya.
Un juego  atemporal.





El pincho.


  
 Entretenimiento vinculado al varón y prohibido familiarmente a los menores, dada su peligrosidad. En cada lugar tenía sus matices en el desarrollo e útiles.  En este caso nos ceñirnos a la testificación de Falo El Roxu, quien se explícita con la confianza que otorga el conocimiento  y la  experiencia: "Había que hacer un  redondel en el suelo y después clavar en él la machorra, que era un palo afilado y largo. Después había  que tirarla y si lo facies, decías un número en alto y tirabes la machorra de él lo más lejos que  podías. Mientras iba a búscala, teníes que clavar la tú machorra les veces del número que dijiste antes. Pero  siempre antes que llegará él de vuelta y ganabes el número de  puntos que cantaste antes".

  Advirtiendo de un  condicionado elemental: "Pa jugar al pinchu el terreno tenía  que tar blando, pa que clavara. Cosa que no era difícil,  antes no hacía nada  que  llover".


Fuente: Asociación Alcozar El pinchu. 





Les chapes.



  Este juego se apoya en la tenencia de las tapas que cerraban los refrescos carbonatados y cervezas. Aquellas chapas fueron durante  años ese oscuro objeto del deseo de jóvenes y niños. Vigilantes atentos de los residuos de los chigres. Tratando de rescatar los capuchones metálicos más  llamativos y menos doblados.

  Tras ese proceso selectivo, quedaba la personalización de los mismos: "Lo ideal era meter a les chapes un poco de peso. Así controlábense mejor. Muchos recortaben la  de un futbolista o ciclista y haciendo un cristal a la medida, que sujetaben con masilla. Había vilgueries".

  Después era el difrute. Hacer un recorrido sinuoso con una meta y empujar las chapas con el impulso de los dedos, evitando salirse de aquella ruta marcada.


Fuente: Quora.  Jugando a les chapes.




El cascayu. 


Se trata sin lugar a dudas de uno de los juegos tradicionales más reconocibles. El dibujo de su tablero  sobre el suelo deja lugar a pocas dudas . En el aspecto de su ejecución  física, exige buena  coordinación, precisión y equilibrio. 

 En el anterior  capítulo  ya habíamos hecho  referencia a sus antecedentes históricos, que incluso superan el ámbito puramente terrenal. Todo gira entorno a un tablero dibujado en el suelo, hecho por cuadrados enumerados del 1 al 10. El jugador lanza un objeto, casi siempre una piedra, para colocarla dentro de una de aquellas cuadrículas y siguiendo el orden preestablecido. 

  Hay un sinfín de adaptaciones y alternativas en este juego, adoptando en esta ocasión la versión manifestada por Benigna Anxelín: " Hay que lanzar la piedra al número 1, después se salta a la pata coja  al 2 después al 3. En los 4 y 5 se apoya un píe , también en el 7, 8, 9 y 10. Se da la vuelta de un salto y se baja otra vez al 2. Si se hizo bien se empieza con el cuadro 2. Siempre lo mismo". Advirtiendo de un parámetro a respetar: " No se pueden pisar les rayes, ni tampoco caerse".



Fuente: Radio Enol. 
El cascayu.



El carretón.


    Se trata de un carro o plataforma con el que se pueda bajar una cuesta. El éxito de este ingenio se apoya en la velocidad: " Cuanto más rápido mejor". Los había muy rústicos, sin capacidad para adecuar su manejo a las exigentes curvas de les caleyes. En cambio, otros representaban la entonces mayor tecnología puesta al alcance del rapacín, tal y como lo confirma Félix Hevia: " Hizo uno cojonudo Cesar. Con unos rodamientos como ruedes, y un volante pa dirigirlo" . Añadiendo el verdadero problema de su uso: " Les ruedes al ser tan pequeñes, cualquier piedra en el camino era garantía pa pegate un buen ostión". Era evidente que el estado de los caminos no facilitaba el uso de aquellos juguetes de alto riesgo.



Carretón, guiada su dirección con los propios píes.



La llave.


    Técnicamente estaríamos hablando de un juego pensado más para adultos, que en tiernos infantes. Aunque cierto es que Bernarda  Mori, atestigua su uso por parte de los pequeños en el Naranxu y en La Flor. Años después dispondría de este instrumento Álvaro Artime, en el exterior del bar del Camping del Peñoso, donde los tertulianos entre vasos de vino, podían disfrutar del juego y los efectos de su puntería.

    La descripción de este artefacto, se podría resumir del modo que sigue: palo de fierro, de una altura que podría oscilar entre 47 y 57 cm. y en la que giran tres especies de aletas, de distintas dimensiones. Serán estas el objetivo de los lanzadores, quienes con unas fichas tratarán de atinarlas a una distancia de más de 10 metros (normalmente 14). Quien más atina , es el que gana.



Fuente: Museo del juego. La llave.








Conclusiones.


    Hay que intentar volver al sitio que te vio nacer y crecer. Volver a mirar aquellas cosas con la sorpresa, de quien las ha visto por primera vez. Recoger la invitación que te oferta la vida para atar de una vez por todas los cabos sueltos que deambulan por tu memoria.

  En estos dos últimos capítulos hemos recorrido una parte de aquellos juegos de nuestros antepasados. Entretenimientos más solemnes y menos efímeros que los actuales. Entonces las cosas se pensaban y diseñaban con el objetivo de su durabilidad.  Los hábitos vitales obligaban a la transmisión entre generaciones y los abuelos y padres así pusieron tal empeño, para no romper el hilo conductor con el pasado.

 Formaron parte de la conservación  de una cultura popular, sin pretenderlo. Aquel acompañamiento de canciones, poemas, bailes han sido vitales para evitar el caer en el peor de los desprecios, que es el olvido.

 La dinámica de su funcionamiento no exigía grandes logísticas, y el material empleado era el escaso excedente doméstico: trapos, cuerda, papel, trozos de hierro, madera...etc. La sorpresiva aparición de un componente comprado se convertía inevitablemente en una alegría indescriptible. Nuestro vecino Paulino García, recuerda uno de esos excepcionales momentos: "En los años 60, mi tiu Aurelio, que andaba navegando trájome unes pistoles de juguete. No había guaje más feliz que yo en el mundo".

  Las cosas han cambiado tanto en tan poco tiempo que da vértigo mirar hacia atrás. Para nuestra satisfacción hemos contado con la impagable colaboración de nuestros vecinos, quienes nos han recordado usos y la importancia de aquellos juegos que formaron parte de una infancia escasa en casi todo, menos en ilusión.










4 comentarios:

  1. Jose, ojalá algún día el pueblo de Antromero reconozca públicamente tu labor

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    1. No hay nada que reconocer. Lo importante es hacer visibles las vivencias de aquellos que prestaron su testimonio. Es para ellos todo este trabajo y un merecido homenaje

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  2. El bardascal en sus tiempos,no hace muchos años todavía hacían cabañas , Guillermo,carlinos , keko y los del camping amigos de el ahora ya cerró todo de no limpiarlo incluso entre las cañaveras 🤦 que tiempos

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  3. Cierto...el Bardascal ha sido un punto confluente para todas las generaciones en este tipo de actividades

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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