Capítulo 46. Los juegos de antes. Primera parte (I).

 









Capítulo 46.



Los juegos de antes. 

 Primera parte (I).




Introducción.




"La necesidad de jugar en los humanos es permanente".

Adam Blatner.



    El juego es una actividad vinculada a la propia evolución humana. No distingue a clases sociales, ni se rinde ante fronteras o banderas. El juego es universal y  esa condición ha sido vital para adquirir todo tipo de habilidades y  aprendizajes, favoreciendo a  la socialización de los mortales que nos han antecedido en tiempo y espacio.

    Sin lugar a dudas ha sido la más genérica de todas las actividades desarrolladas por nuestra especie. Se ha practicado y practica en todas las sociedades humanas e incluso en otras comunidades de animales. Los chimpancés hacen de ello un verdadero arte.

  Para tener una visión correcta y global  del origen del juguete, debemos retrotraernos a la Prehistoria. Los nuevos estudios desarrollados han reconsiderado exposiciones con tesis revolucionarias, que proporcionan inéditas expectativas y que hasta no hace mucho fueron consideradas como incorrectas. Elementos como pequeñas figuras de animales elaboradas en hueso, madera, piedra o barro fueron catalogados como colgantes, para uso religioso o parte de rituales. 

  Investigaciones más recientes han valorado  otras consideraciones en virtud de su tamaño y el desgaste provocado por su uso. Evidencias de horas de diversión, vinculadas a aquellos objetos. Ejemplos manifiestamente claros de esa nueva reconsideración, pueden ser los hallazgos del denominado león de Isturitz (cultura magdaleniense, entre 17.000 y 12.000 años) o más recientemente canicas, tabas y las figuras de pequeños cerdos de la Edad de Bronce del yacimiento de Maszkowice (Polonia), de hace  3.000 años.



Fuente: Michelle Claire, León encontrado en la cueva de Izturitz, 
en la Aquitania francesa. Inicialmente se considero un elemento
de uso para ceremonias religiosas o rituales.



Juegos simples y primitivos, propios del Paleolítico, darán paso a otros más elaborados, con la participación de objetos destinados a tal uso. Para reforzar lo expuesto, podríamos recurrir a centenares de descubrimientos en yacimientos históricos, pero por su espectacularidad nos ceñiremos a un par de ejemplos que fidelizan esta evolución.   Haremos pues,  mención de un descubrimiento en el sudeste de Turquía, con al menos una antigüedad de 5.000 años: en la tumba de un niño y junto a sus restos apareció una pequeña carroza con cuatro ruedas. Entonces se acostumbraba a enterrar a los infantes con sus juguetes.  También en Jakasia, al sur de Siberia, se ha hallado las facciones de una  muñeca elaborada con esteatita (roca blanda), con una datación de más de 4.500 años. Convirtiéndose en uno de los nítidos juguetes más antiguos de la prehistoria.



Fuente: Hali Fidan. Juguete de más de 5.000 años, 
descubierto en una tumba de un niño en la actual Turquía.


Fuente: The Siberian Times. Muñeca elaborada con su facciones perfectamente
talladas en roca blanda. Se sospecha que el cuerpo se complementaba con
restos vegetales.

    

    El estudio de aquellos objetos con los que los guajes de entonces se interrelacionaban a través del juego, es un complemento perfecto para conocer con mayor profundidad los rasgos culturales y sociales de cada época. Al fin y al cabo, no dejan de formar parte del carácter identitario de pueblos y sus habitantes.

Aquellos juegos primitivos, propios del Paleolítico, darán paso a otros más elaborados: carreras, saltos, juegos con pelotas, lanzamiento de objetos,...etc. Comienzan a entremezclarse el ocio, la exhibición de fuerza y estrategia, antecedentes universales que han llegado íntegros a nuestros días. 

  Hay estudiosos en esta materia, que estiman que la evolución  de la humanidad ha sido tan dura con los niños y niñas que no tenían tiempo, ni ganas para jugar. Épocas en las que la alimentación y sustento diario no estaban asegurados y todas las ayudas eran pocas. Los niños han sido, son y serán  para bien y para mal niños: siempre tendrán una perfecta excusa para jugar, para evadirse y vivir su mundo de fantasía paralelo. Incluso en los campos de exterminio y concentración nazis, se encontraron juguetes y en aquellas condiciones de muerte y horror, había un momento para el asueto infantil. Todos hemos sido niños y aunque la memoria flaquee, aun podemos reconocer entre el abandono de los recuerdos, episodios de juegos que compensaban penalidades cotidianas.

    Como tantas otras cosas que hemos revisado en pasados capítulos, los juegos traspasan en ocasiones el ámbito puramente terrenal, extendiéndose a universos espirituales. Un entretenimiento aparentemente  infantil como "el cascayo", tiene sus orígenes en el Paleolítico (1).  Siendo los hechiceros o chamanes los encargados de teatralizar aquellos movimientos con intenciones místicas: los saltos entre las cuadrículas eran los viajes a otros mundos y la piedra que se lanza, el alma en busca del paraíso. 

    Una vez perdida su sacralidad originaria, se fue transformando en un entretenimiento . Primero para adultos y después para los infantes, especialmente para niñas. Es sorprendente su universalidad, en todos los continentes se jugó y juega con mínimas variaciones. La investigadora folklorista inglesa, Alice Bertha Gomme, a principios del siglo pasado, interpreta en unas líneas desdibujadas del Foro Romano las figuras de un cascayo. Si fuera así, estaríamos hablando del más antiguo conservado. Dos milenios le contemplan.  

    Ajena a valoraciones e interpretaciones históricas, se trata de una perfecta metáfora del reflejo de la vida: nacer, crecer, madurar y después de todo el esfuerzo, llegar al cielo.



Fuente: Abremundo. El cascayo o rayuela un juego eterno. Metáfora de la 
vida del ser humano.


   Ese correcalles infernal en la que se ha convertido la evolución del mundo rural, tiene un punto de inflexión: el desarrollismo de la última mitad del siglo XX. La vulnerabilidad de ciertos estadios, como fue el del ocio,  se va a manifestar a través del acelerado progreso.

   Tal y como expusimos, es a  partir de los años sesenta del pasado siglo cuando  la sociedad va  a evolucionar a un ritmo trepidante. Arrastrando con ese frenesí usos y costumbres que habían constituido formas de vida hasta entonces intocables. Eran parte de una eternidad aposentada por miles de generaciones, reconciliada con la inmovilidad impuesta.

  La vida tan austera, llena de estrecheces pactaba  tregua con el destino. Había escasos  momentos, pero muy bien aprovechados, para el asueto entre los miembros de la familia.  Lógicamente los tiernos infantes eran los más beneficiados, pues su edad invitaba a ello.  Los juegos, formaban parte del entramado social de un entretenimiento sobrio en  medios, pero de disfrute innegable. 

   Los tiempos amenazantes vienen de la mano de nuevos ritmos, estrategias cambiantes descontroladas. Ya nada será lo mismo, el hoy se precipita al futuro incierto del mañana. Los pasatiempos se mudan, obligados por la frenética carrera hacia un horizonte manejado por intereses comerciales.

  El punto de inflexión rupturista lo marcará la tecnología. La aparición de la televisión supuso la progresiva desaparición, el injusto olvido y el desuso de muchos  juegos. Aquellos que amenizaron la vida de nuestras gentes. La programación de la caja tonta fue el detonante rupturista con las tradiciones y nadie salió indemne de aquella colonización incruenta.

  Es interesante el recordar que el juego evoluciona y se adapta  al ritmo de la sociedad. La  mecanización del trabajo agro-ganadero, finiquitó definitivamente algunas actividades de cooperación vecinal, tal fueron les esfoyaces y los filandones. Con ello, juegos inmemoriales vinculados a ellos.

  Los nuevos tiempos abren puertas sin llamar, vienen avasallando con las formas propias de modernas jerarquías traficantes de sueños inalcanzables.  Los otrora juegos infantiles, sin grandes exigencias en su logística, serán sustituidos por otros en los que son necesarios complementos adquiridos en comercios. Casi sin querer, empiezan a perderse las  ancestrales esencias de los que nos antecedieron. Los juegos tradicionales forman parte de la historia. Una historia  tan próxima, que sentimos aun su cálido aliento,  pese a todo el tiempo transcurrido.






(1). El Paleolítico es el periodo más largo de la existencia del ser humano y se extiende desde hace unas dos millones y medio de años hasta hace unos doce mil años.





Los juegos tradicionales.




"...aunque el pasado está escondido y lejos

no tienes más remedio que mirarlo".

Mario Benedetti.



   Los juegos tradicionales forman por méritos propios parte de la historia de los seres humanos. Fuente de diversión, desarrollo físico y de imaginación, aprendizaje de enseñanzas, han sido estas las razones por las que han permanecido íntegros hasta hace relativamente poco tiempo.

    Para su desarrollo no se necesitaban grandes instalaciones, estadios, suelos de tartán, equipaciones ergonómicas y materiales de desarrollo en laboratorios. Los guajes de antes sabían como pasarlo bien con lo que había a su alrededor, donde la diversión era más natural. Objetos vivos y cotidianos que se acomodaban a aquellos mínimos requerimientos, tal lo recuerda  Mercedes Menéndez, Mercedines : " Mi madre, Mercedes González Muñiz, nacida el 12 de julio de 1929,  como era la menor de todos los hermanos cuando llegaba fechas señaladas como el día de Reyes, aquellos que iban a trabajar a la fábrica siempre le regalaban algún juguete, una muñeca... Y ella se sorprendía al ver al resto de las crías de Antromero con muñecos que eran un palo cruzado con una patata por cabeza y dos más pequeñas a los lados que hacían de manos". Estas declaraciones dejan en evidencia a la exigencia de estos nuevos tiempos, a los que sentencia nuestra vecina Bernarda Mori: "Ahora los chiquillos tienen de todo y nosotros antes nada de nada. Pero éramos mucho más felices".



Fuente: Mercedes Menéndez. Mercedes González:
"Pero éramos más felices".


   Incluso hace más de doscientos años ya existía una preocupación por parte de estudiosos e intelectuales por la pérdida de esta cultura del ocio. Así el pedagogo aragonés Vicente Naharro, publicará su manuscrito "Descripción de los juegos de la infancia", en 1818, con una sana intención: "Evitar que se pierdan en el olvido juegos y sus facultades físicas y morales por la depravación de las costumbres que han llegado". ¿Qué pensaría el bueno de D. Vicente, si viviera en los tiempos actuales?.



Compilación de juegos tradicionales. Hace de 
ello más de doscientos años. La preocupación 
por la perdida de juegos populare
s.



    Las reglas de los juegos se aprendían por transmisión oral de abuelos y padres a sus descendientes. No hacía falta nada más que ganas para ello. Caleyes, ríos, montes,  pedreos y praos se convertían en los mejores lugares para escenificar la diversión infantil. Sin juguetes al uso, un palo cualquiera se convertía en la mejor espada posible, envidia de la Tizona del Cid Campeador y un trozo de trapo para vestir al sucedáneo de muñeca, emulaba a la mejor seda de Samarcanda. La felicidad del momento, no tenía parangón, tal lo rememora Falo El Roxu: " Cuando yo era guaje, aquello era  el no va a más. En les escueles d'arriba y en los recreos se juntaba todo el mundo, jugábamos todos mezclaos rapacines y rapacinos.  La gente que iba lo pasábamos de miedo, porque se pasaba mejor que en casa”.

   Estas acertadas palabras de Falo, no dejan lugar a ninguna duda. Aquellas actividades lúdicas favorecían la imaginación y potenciaban la socialización, para satisfacción de sus usuarios. Además de fortalecer valores eternos, como lo corrobora Falo: " De allí salieron amistades pa toda la vida".



Fuente; Raúl Sirgo.
Falo El Roxu:"... lo pasábamos de miedo."


   Los juegos tradicionales tan recordados por los que los disfrutaron, marcan notables diferencias estéticas entre generaciones. Las manos y rodillas de los guajes de otras épocas estaban curtidas por todo tipo de durezas, heridas, costras y  postillas. Dedos casi siempre ensangrentados, encumbrados con unas  uñas en las que se recogía  parte del sustrato terroso que habitualmente se pisaba. Al fin y al cabo, eran el tren de aterrizaje habitual para minimizar las caídas.

    En cambio, los niños actuales en las manos tienen unos poderosos dedos, fogueados en mil batallas con las consolas y manejo de pantallas táctiles. Los tiempos cambian y la evolución física le acompaña. Llegará el día en  que las pruebas para valorar el desarrollo humano se midan por la fortaleza de esos apéndices.

    



Preliminares a los juegos.

  


"Cansado está el recuerdo, muy cansado,

y quiere hallar la paz en el olvido..."

Nené Losada.


   En aquellos tiempos en lo que todo envejecía a un ritmo pausado y  sin prisa, los juegos estaban enmarcados en convencionalismos, reglas sociales. Sujetos siempre a una manifiesta división, en una inequívoca partición por género y edad. Muy pocas de estas actividades contemplaban la posibilidad de agrupar a niños y niñas en su mismo espacio y desarrollo. Algunos tiempos no demasiado lejanos imponían el anatema y la  prohibición, tal lo recuerda la popular canción del cómico Fernando Esteso del año 1975:"Los niños con los niños, las niñas con las niñas".  Tras su ingenua letra se abrevia una exposición sociológica, que abarca unos duros años vinculados a rígidas normas sociales.

  Siempre existía un preámbulo, una pertinente preparación para el inicio  de  aquellos juegos. Así lo más socorrido cuando no era distracción individual, sino colectiva era la elección por sorteo o selección de los miembros de cada equipo o formación.  La competitividad en actividades de grupo era manifiesta y se respetaba aquel enrole, vinculado normalmente al azar.

    Aquel ritual que antecedía al juego, estaba sujeto a unas fórmulas inequívocas y conocidas por todos los participantes. Los líderes o capitanes serán quienes vayan a formalizar una ceremonia, destinada exclusivamente a componer los dos bandos. Se empieza escogiendo los más hábiles o diestros, quedando para el final los considerados más torpes. Sin mayores incertidumbres, cada individuo sabrá a ciencia cierta el valor de sus habilidades y posición en el grupo.

    Para ello, son varios los procedimientos  para conseguir el mismo resultado: se usan canciones, juegos de habilidad o azar. Entre los que destacaremos:


-Echar los pies. Se ponen las personas que van a elegir uno enfrente del otro a una distancia de dos o tres metros. Cada uno va avanzando colocando  el talón de uno pegado a la punta del otro pie. Siempre cantando en voz alta "Oro", mientras su contrincante con ese mismo movimiento grita "Plata". Cuando estén lo suficientemente juntos y uno de ellos va a pisar el pie del otro, dice "Monta", y si entre las dos punteras entra el calzado atravesado, dice: "Y cabe". Pudiendo entonces elegir el primero. Si tras todo el proceso , el pie "monta pero no cabe", hay que volver a empezar.


Fuente: Atlas Etnográfico de Vasconia. Dos guajes echando los pies.


- Pares o nones. Otro popular método para determinar quien elegirá primero. Se colocan delante uno de otro los dos "dilucidantes", eligiendo uno pares y el otro nones. Escondiendo tras su espalda una mano,  cantan en voz alta: "Uno, dos, tres , pares o nones", mostrando ambos y al unísono su mano oculta con algún dedo extendido  o no. La suma del total de los dedos determinará quien es el primero en escoger, en función de la elección inicial (pares o nones).



Fuente. Atlas Etnográfico de Vasconia. Pares o nones.


  -Canciones para elegir. Con un monótono sonsonete se recitaba una canción, mientras aquel encargado de hacer la selección , va señalando a todos, reunidos en círculo en torno a él. Cuando acabe el recitado será el elegido al último señalado. Evidentemente había ciertas malicias malintencionadas e intereses perversos para forzar el ritmo y cadencia, con la maniquea intención de seleccionar a determinadas personas. No obstante, se trata de la elección más vinculada al azar y la suerte.

    Entre muchas de aquellas canciones que acompañaban este ritual, escogemos las que siguen, por ser probablemente la más populares:


"Pito, pito".

"Pito, pito, colorito.

Dónde vas tú tan bonito.

A la era verdadera.

Pim, pom, tú fuera".


"Una, dole".

"Una, dole,

tele, catole.

quine, quinete.

Estaba la reina

en su gabinete.

Vino Gil.

rompió el barril.

Barril, barrilón.

Ele, jota,

justicia y ladrón".


"En un café..."

" En un café se rifa un gato.

Siempre toca el número cuatro.

Uno, dos, tres y cuatro."



    Tras la composición de los equipos o grupos solo quedaba disfrutar. Jugar hasta la saciedad o la llamada, normalmente a grandes voces, de algún miembro de la familia y el penoso retorno a casa.





Escenarios y juegos.



"Esto ye lo que me queda,

lo que soy de lo que fui,

más lo que nun pude ser".

Aurelio González Ovies.

    


    En este apartado, podríamos afrontarlo por divisiones de edad, género o número de participantes. No es nuestra intención hacer ese tipo de particiones, tan solo recoger aquellos juegos que fueron más populares entre nuestros vecinos. Serán estos quienes determinen escenarios, gustos y selecciones infantiles.

  Hay en todas sus declaraciones un elemento común, la felicidad del momento. Esa que se multiplicaba cuando eran varios los participantes en el juego. Salvo en las contadas ocasiones de colaboración vecinal, como esfoyades o algún filandón, el mejor momento se daba en los recreos de la escuela. Tal lo recuerda Amparo Julián: "No aprendíamos nada y después de salir de la escuela en la Capilla, íbamos a correr por ahí. Bajábamos en arrollones por los praos". Añadiendo un detalle previsible: " Cuando llegábamos a casa todes llenes de barro rojo, palos por nosotros". Excusando comportamientos: " Que íbamos a facer, no había otra diversión".

  En la misma línea se manifiesta Alfonso Pinón: " Jugábase sobre todo al salir de la Capilla, de la escuela de Perfeuta. Allí corríamos, se saltaba unos encima de otros, con una madre. También  al lirio y  al esconderite". Haciendo una exposición de segregación voluntaria: " Los guajes éramos muy burros jugando, siempre a lo bruto. Así que casi siempre les rapacines por un lao y los paisanos por otro. Teníen-nos un poco de miedo, en algunos juegos de fuerza".

  Aunque el marco espacial del desarrollo del asueto infantil, no se limitaba al ámbito lectivo y se mantuvieron hasta la entrada de la década de los cincuenta del siglo pasado. Recogemos diferentes consideraciones al respecto de nuestros habituales declarantes. Así  Amparo Julían , concreta aquellos lugares en la década de los felices años veinte: " Delante de La Flor, donde la portilla del Naranxu, era donde al oscurecer se reuníen los guajes. Les rapacines a eses hores quedábamos en casa. Unes veces jugaben a la llave, al lirio, al paño (pañuelo), al potro". Junto con una manifiesta división del tipo de entretenimiento por sexo: " Nosotres jugabamos al cascayo, al corro de la patata y a la soga".



Fuente: Google Maps. Al fondo de la carretera, el Naranxu.
Lugar de encuentro para jugar.


   Con independencia del espacio físico, también se consideraba otras variantes vinculadas a actividades rurales, tal lo recuerda Lucía Les Moranes: "Cuando yo era rapacina (años veinte), en Antromero había muchos amagüestos de castañes por les cases. En esos sitios se jugaba mucho entre la gente menuda. Sobre todo se jugaba a la suela (zapatilla)". Al margen de estos acontecimientos, los lugares declarados por Lucía para el desarrollo de estas actividades infantiles, no difieren del resto de los declarantes: " La xente joven iba pa la Saltadera, donde Casa Pepín de Rosario y también delante del Naranxu. Aunque allí casi iben solo los mozos, chavalinas poques". Precisando el tipo de aquellas actividades lúdicas: " Jugábamos al cascayu, soga, al esconderite y poco más". La excelsa memoria de Emilia Posada, nos retrotrae a tiempos de trabajo y disfrute: " En les esfoyaces la gente menuda jugaba sobre todo a la suela (zapatilla). Era un entretenimiento muy bueno y muchas veces también jugaban la gente mayor".

   En aquella concentración infantil de la Saltadera, era  el lugar de acceso a les escueles d'arriba, lo que facilitaba el punto de encuentro de los menores. Las aventuras  no se hacían esperar y el espíritu travieso salía a relucir como lo recuerda Benigna Anxelín: " El maestro D. Vicente, cuando salía de la escuela y bajaba por la caleya, tenía la costumbre de pasar la mano por encima del muro que había en la Saltadera". Aquella observación no pasó desapercibida a la chavalería, ávidos de retos: " Un día le colocaron una culebra muerta encima y él la cogió con la mano. Al día siguiente en la escuela hubo la de Dios es Cristo. Porque D. Vicente tenía la mano muy ligera".



La Saltadera. "...donde Casa Pepín de Rosario".


   Bernarda Mori, hace una aportación interesante, por ser la que hasta la fecha precisa un juego, convertido en deporte autóctono: "Se jugaba sobre todo en el Naranxu, La Flor y en la Saltadera, allí se juntaba toda la chiquillería del pueblo. Se jugaba a la llave y también a los bolos, los batientes".  

    La modalidad del juego de los bolos a la que se refiere el anterior testimonio, consiste en lanzar una pesada bola rodando por una especie de pasillo, llamado encalme, hasta el lugar donde se encuentran los bolos. El objetivo pasa por derribar el mayor número de estos y lanzarlos lo más lejos posible. dependiendo del éxito de ese esfuerzo, se puntúa de un modo u otro.

   En esta relación de descripciones sumamos la de Antonio Guardado, Casa Salero: " Se jugaba al lirio, a la machorra, al esconderite y a saltar". Detallando el primero de los juegos: "El lirio era un palo pequeño que se ponía sobre una piedra y le pegaban con otro. La idea era saber quien lo subía más arriba". El declarante hace una concesión a la rotura de la rutina: " Una vez trajeron un arco fecho con madera cojonuda y les lanches eren varilles de metal. Aquello era tremendo".  La alegría va por barrios y en muchas ocasiones tan solo de visita: " Duró muy poco el asunto, enseguida se enteraron que teníamos guardao un arco y desapareció , como vino". En cambio, Manolo Llaranes recuerda y precisa otro entretenimiento entre los varones: " Se jugaba mucho al tiro con cuerda y en la Saltadera, se aprovechaba el muro para jugar a las chapas y a las perras gordas. Cuando estaba el suelo un poco blando, era cuando jugábamos al pincho. Era la manera que el hierro clavara bien en el suelo".

  Tal y como pudiera parecer erróneamente, no había zonas rojas marcadas para el desarrollo del entretenimiento infantil. Cualquier sitio servía, tal como refleja con sus palabras Jovita González: " La gente joven se reunía en el Naranco, allí se jugaba de todo. Aunque muchas veces se bajaba a la playa, porque allí no se molestaba a nadie". 

  El destino se revuelve en ocasiones contra el tránsito natural de las cosas y convierte en tragedia, momentos de ingenuos esparcimientos en la playa. El diario "La Voz de Asturias", con fecha de 7 de agosto de 1929, recoge una auténtica tragedia : " Los niños Jesús y Alfonso Serrano se hallaban jugando en la playa de Antromero. Uno de ellos se entretenía en lanzar al otro unas piedras. Jesús se subió a un saliente y al pretender bajar, vinieron muchísimas piedras, una de las cuales de cerca de tres toneladas los alcanzó, aplastándoles. La superiora del Sanatorio Marítimo, envió un botiquín pero no se pudo hacer nada por salvar sus vidas".

  La anterior precisión de Jovita, se va a convertir en designio popular. Con la inauguración de les escueles en La Eria, se van modificar costumbres y con ello puntos de encuentro. La playa se va a transformar por méritos propios, a partir de la década de los 70,  en uno de los lugares de concentración de los jóvenes, especialmente varones. La eclosión de algunos deportes colectivos y la ausencia de instalaciones o terrenos comunales, obligarán a ello. 

    Se empiezan a abandonar usos ancestrales y se van desarrollando otros gustos orientados a cubrir el ocio. Aparecen juguetes impensables hasta hace unos pocos años y la televisión con su única cadena (VHF), condicionará comportamientos. El progreso se había introducido en las casas en forma de ondas electromagnéticas.

  Una vez recurrido al apoyo de nuestros vecinos, para abrir la quebradiza puerta de la memoria, haremos un recorrido por algunos de lo juegos citados por ellos. Será una vez más un recordatorio sin más ambición que el recuerdo de su dinámica. Adentrémonos pues en el atemporal placer del juego.





Algunos juegos de toda la vida.



"La madurez del hombre es haber vuelto

 a encontrar la seriedad con la que jugaba 

cuando era niño".

Fred Rogers.

 



Las cacharritos, les cocinites.


    Es la interpretación infantil de la dura vida doméstica de la ama de casa. Se aprovecha todo lo aprovechable: cacharros hechos de barro, palos, objetos inservibles a los que se les da una nueva vida. Así lo recuerda Bernarda Mori: " Cuando éramos rapacines se jugaba a los cacharritos, con lo que se podía. Con hojes, palinos, piedres...todo valía pa jugar".



Jugar a las cocinitas. Imaginación y ganas.



La carraca.


    Útil elaborado en madera. Su finalidad es hacer ruido a través del giro de una carraca. Funciona con el golpeteo de varias lenguas de madera sobre los dientes de una rueda. Así lo detalla Alfonso Pinón: "La carraca fai un ruido que mete miedo, eso ye pa morise. Ye como regalar un tambor o una trompeta a un rapacín. ¿Quién aguanta eso?".



Fuente: Museo Rattle. Carraca. Suplicio para muchos oídos.



La carretilla.


   Se necesita la concurrencia de al menos dos personas. Uno de ellos se tumba en el suelo y el otro lo sube por los pies, empujándolo tal fuera una carretilla. Avanzando el primero con el impulso y fuerza de sus manos y brazos. Exige coordinación y entendimiento entre las dos partes, tal lo anuncia Bernarda Mori: " Lo peor era cuando te empujaban más de la cuenta y pegabas con la cara en el suelo".



Fuente: Juegos para niños. La carretilla, coordinación y trabajo en equipo.



El diábolo.


  Ejemplo claro de la "alta" y entonces envidiada tecnología  y de su poseedor. Se trata de dos estructuras en forma de embudos y unidos por la parte más estrecha. La dinámica del juguete pasaba por lanzarlo al aire con la ayuda de una pequeña cuerda sujeta a dos varas. Tratando de recogerlo en su caída nuevamente con ese instrumento sin que caiga al suelo. 

   Aquel objeto de deseo no pasó desapercibido a nuestros tiernos infantes, tal lo recuerda Manolo Llaranes:" La primera vez que lo vimos fue en Candás y quedamos asustaos. El tiempo que tardó Manolo Bernarda, que tenía manos de plata, en hacer uno fue un abrir y cerrar de ojos".



Diábolo.




La goma.


    La goma fue un juego de gran disfrute entre el sector infantil femenino. Todo se reduce a saltar y pisar una goma a diferentes alturas. Como en el caso de la "cuerda" o soga, es necesario al menos la participación de dos personas que sujeten aquella, una frente a otra. Una tercera persona irá superando alturas, siguiendo un complejo protocolo, de difícil interpretación para los lerdos en la materia.  

  Las alturas asignadas eran: primeras (tobillos); segundas (rodillas); terceras ( cadera); cuartas (cintura); quintas (axilas); sextas (cuello); séptimas ( frente); nubes (brazos en alto). Los condicionantes pasaban por las tallas de las personas activas en el juego.

    Este juego fue una referencia en los recreos de las escuelas de nuestro pueblo, tal lo recuerda Amapola Sirgo: "En les escueles d'arriba todes les críes jugaben a la goma. Era el entretenimiento más grande en el recreo".



Fuente : Átlas Etnográfico de Vasconia. Saltando a las gomas, 
nivel cuartas.


El florón.


    También llamado el anillo escondido. Juego que necesita la participación de varios niños, formando todos un círculo, excepto uno que se quedará en el centro. Se trata de pasar el florón (anillo, moneda, piedra), mientras se canta la canción.


"El florón está en mis manos.

En mis manos está el florón.

Si supieras quién lo tiene,

no estarías de plantón.

Paso por aquí y yo no lo vi".  

  

    El objetivo del jugador del centro es adivinar cuando termine la música, donde se encuentra el florón. Respecto a este juego, Falo El Roxu lo tiene claro: " Era una cosa pa les muyeres. Los guajes somos muy burros pa eses coses".



Fuente: Alcozar. La posición habitual de las manos de participantes
en este juego.



Cierra la caleya.


    Dos equipos se enfrentan, cogiéndose de las manos y formando una barrera  que ocupa el ancho del camino, separados por unos metros. Según se van aproximando van cantando :


"Cierra la caleya, 

que no pase nadie, ni pueda.

Que pasen mis abuelos,

comiendo frixuelos.

Tortillas amarillas,

que se pongan de rodillas..."


  Perderá el equipo que primero suelte uno de sus miembros. Está prohibido golpear, pudiendo empujar. El análisis del juego nos lo ofrece Emilio Posada: " Jugábamos en los recreos alguna vez, pero solo valía pa llevar algún chinchón pa casa y la ropa que metía miedo de caer por el suelo. Un juego de fuerza bruta".



En esta formación afrontaban los equipos este juego.



La soga, la comba.


    Juego muy popular entre las niñas en el que se necesita al menos la participación de tres personas, dos de las cuales sostendrán la soga o la cuerda por los extremos. Moverán a esta de un lado a otro coordinadamente, haciendo una forma de "U", o por el contrario dando una vuelta completa.

    Los otros jugadores serán los encargados de saltar. Para ello se acompañan de canciones, aquellos sonsonetes tan característicos:


"Al pasar la barca

me dijo el barquero,

que las niñas bonitas

 no pagan dinero..."


"El cocherito leré

me dijo anoche leré,

que si quería leré

montar en coche leré..."


    Aquel que tropiece o interrumpa el movimiento de la cuerda queda eliminado y tendrá que moverla. Lucía Les Moranes confirma sus gustos: "Era de los juegos que más me gustaban." Precisando el valor de su tenencia: "La que tenía una soga pa jugar, tenía un tesoro".



Fuente: EtnoLeón.  Saltando a la soga.



Los dedos de los guajes.


    Más que un juego propiamente dicho, deberíamos de hablar de carantoñas o rebelguinos que se hacen los más pequeños de la casa. Se van cogiendo cada uno de los dedos de la mano, empezando por el meñique hasta llegar al pulgar, siguiendo este sonsonete:


"Esti fue a la mar,

esti garró un calamar,

esti limpió-lo,

esti  fri-lo 

y esti comio-lo.

¡Por eso ta tan gordo!".



La ferradura.


    Nada mejor que la exposición clara y nítida de uno de aquellos vecinos que jugaron a este juego. Por ello recurrimos una vez más a la figura de Alfonso Pinón: " De joven, tocome jugar a la ferradura. No ye más que un palo de madera o un fierro clavao en el suelo. Desde unos diez metros más o menos tienes que encajar la ferradura en el palo. Solo ye eso y con tan poco que ye, era muy entretenido".



Fuente: Juegos tradicionales. El juego de la ferradura.



Goma pa les manes.


    Juego de habilidad, donde se trata de hacer figuras con una goma elástica, colocada entre los dedos meñique y pulgar.  Partiendo de la posición inicial, se mete el dedo índice derecho bajo la goma palmar izquierda, el índice izquierdo bajo la goma palmar derecha y luego se separan las manos. Las palmas se han de colocar una frente a otra después de cada movimiento.



Fuente: Dafult. Complejidad.


El corro.


    Todos los participantes se cogen por la mano, formando un corro, y van girando en la misma dirección, mientras se canta una canción, siendo seguramente  las más representativa esta:


"Al corro de la patata.

Comeremos ensalada.

Lo  que comen los señores. 

Patatitas y limones.

¡Achupé, achupé!

¡Sentadita me quedé!".


    Dejándose caer al suelo sentado, una vez finalice la música. Era un juego orientado a un sector de edad muy concreto, tal lo recuerda Benigna Anxelín: " Ese juego era pa tener entretenida a la gente menuda".



Los bolos.


    La inquieta personalidad de Marcelo Sierra, le va a llevar a hacer una bolera en la parte posterior del bar que regentaba, durante los años 50, en El Cañaveral. Con anterioridad, en la década de los 20,  Alfredo Rionda dispuso de una bolera cubierta, vinculada al negocio de hostelería que gestionó, llamado popularmente "El Chinito". Estos son los antecedentes conocidos para jugar a los bolos,  en la modalidad de batiente rodao, en nuestro pueblo.

    En cambio, estamos en disposición de asegurar, que sin haber un lugar habilitado específicamente para ello, también se jugó en La Flor, tal lo asevera Bernarda Mori: " En la Flor se jugaba a la llave y a los bolos batientes".

    Esta modalidad es exigente en el aspecto físico, pues el tirador tiene que tomar carrera (máximo15 m.), con la bola sujeta entre la mano, la palma y el antebrazo. En esta postura debe de hacerla rodar por una especie de pasillo (rodáo) para golpear los bolos, que están ligeramente levantados.

    El objetivo es derribar el mayor número de bolos, además de levantarlos lo más alto posible. El sistema de puntuación se ajusta al cumplimiento de aquellas metas.


Fuente: Amapola Sirgo. Bolera de Marcelo Sierra.

 

Nota: Por motivos de espacio nos es imposible listar todos los juegos. En el siguiente capítulo, se detallarán el resto de los juegos que estimamos merecedores de recuerdo.

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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