Capítulo 42. Coses de animales . Cuarta parte. Los burros.

 





Magnífica obra de Luis Gutiérrez Tudela. Ambientada en El Monte. 
 



Capítulo 42.


Coses de animales. Cuarta parte.



Los burros y caballos.




"De su lomo yo me asomo

al mundo de la amistad y humanidad".

Juan Ramón Jiménez.


    La identidad rural se ha ido consignando en el paso del tiempo  con una serie de factores fijos y otros variables. La presencia de ciertos componentes no solo fue necesario, sino aconsejable. Los animales fueron imprescindibles para el desarrollo de las caserías.

    Los équidos, entendiéndose como tal a burros, caballos y mulas, han formado parte del equipo de fuerza en gran parte de las tareas, ya no solo agrícolas. En este pueblo, los burros han copado el lugar de privilegio en las mismas, siendo su presencia muy habitual en todo tipo de laboreo cotidiano.

 Aunque pudiera parecer una leyenda, tal es nuestra forma de vida actual, en Antromero como en tantos otros pueblos hubo algún que otro caballo e infinidad de burros. La ausencia de medios de transporte y de fuerza actuales, eran cubiertos por la tracción de aquellos cuadrúpedos.

    Entonces no había chigre que se preciara que en su fachada no tuviera dispuesta una o varias anillas. Su finalidad no era otra que la fijación del animal de tiro, mientras su dueño saciaba la sed ayudado por unos vasos de vino.



Argolla para amarrar equinos. En todas las fachadas
de los chigres hubo al menos una. Aquello era motivo
de tranquilidad para los dueños de los animales.


   Detrás de la presencia de estos animales en las casas y caserías de entonces, hay un más que interesante mundo sociológico y etnográfico. Sin pretender ni ambicionar ahondar en ello, vamos a tratar de recorrer aquellos usos. Descubriendo el milagro del regreso, sorteando los abismos amenazantes del silencio. Abriremos las ventanas de nuestra memoria para desalojar a la ansiedad y el desasosiego que ya empezaba a hacer mella.

    En el burro su aspecto es inequívoco, con un aire servicial y apesadumbrado. Su mirada transfiere la tristeza eterna del esclavizado al trabajo y sus orejas semicaídas reflejan el descreimiento sobre aquel  mundo conocido y familiar que acababa en la línea del horizonte. Donde los retazos de felicidad de sus dueños eran controlados y domésticos.



Fuente: Mariluz Serrano. Bernarda Mori, Mino El Civil
y Curro, junto a un burro y sus aparejos. El burro fue una 
pieza socioeconómica de primer orden en Antromero, 
hasta entrada la década de los años 80 del pasado siglo.

   Es cierto que en los últimos años han aparecido por nuestros pueblos infinidad de caballos, cuya tenencia busca otros diferentes objetivos de antaño. Hoy se tienen por motivos deportivos o de capricho. Las razones económicas-productivas que primaban no hace tanto tiempo, ya se han obviado. 



Ferrar los animales.



"¿A donde fue el pasado

que jamás volverá?

Roberto Fidel Sarokin.




    El origen del oficio de herrador se pierde como tantos otros , en la neblina de los tiempos antiguos. Fueron las demandas y requerimientos exigidos a los cuadrúpedos, quienes van a generar este empleo. Será preciso calzarlos para optimizar su rendimiento y esfuerzo, evitando con ello innecesarias lesiones y un envejecimiento prematuro de la bestia.

    Estamos convencidos que si preguntamos entre la gente más joven, futuros hombres y mujeres de provecho del mañana, por esta profesión, seguramente sus respuestas serán evasivas. El que más se acerque rondará en su contestación  con algo vinculado al hierro, por afinidad fonética.

    En la Guía Didáctica de la Ruta de los Artesanos de Asturias se une indefectiblemente los oficios de herreros y herradores (ferreros y ferradores), señalando tareas que hasta no hace mucho tiempo atrás se hacían en nuestra región. Un compendio de actividad mixta y curiosa: "...Además, los domingos y fiestas de guardar , al no poder trabajar por estar prohibido por la Iglesia Católica, se hacían otras actividades: cortaban el pelo a los vecinos del contorno, sacaban incluso muelas y dientes con los instrumentos propios como tenazas, alicates, ...etc. Anestesiaban a aquellos pobres diablos con orujo y después para desinfectar se hacían enjuagues con vinagre". Puntualizando que en el resto de los días de la semana se dedicaban a lo suyo: "Además realizaban la actividad de ferrar el ganado".

   Queda meridianamente claro que se trataba de hombres con cierto sentido práctico y consideración social, avalado por una pericia demostrada, necesaria para ganarse la confianza de sus convecinos. También se manifiesta, por enésima vez, la triste realidad que se refleja en el manoseado refrán: " Treinta oficios, cuarenta miserias". Por si quedara algún resquicio de duda respecto a lo anteriormente expuesto, recurrimos a la  escritora y filóloga María Josefa Canellada (1912-1995), quien se explicita del modo que sigue respecto a estos hombres: " Podían ser considerados hombres vulgares. Pero todo lo contrario, tratándose de hombres fuertes y bien alimentados..., además de ser fuertes físicamente, solían tener inteligencia natural y cierto cultivo social por la cantidad de personas con las que trata y negocia".

  En Antromero el único ferrador reconocido durante el pasado siglo XX fue Alfonso Sampedrín. Así lo recuerda su hermano Marcelo: " Mi hermano Alfonso fue durante muchos años el que ferraba  a los animales en Antromero. Por aquí pasaron casi todos los animales del pueblo, vaques, caballos y burros". Explicitando la necesaria colaboración de sus dueños ante algunos animales temperamentales, a la hora de subirlos al potro: " Me acuerdo de  Joaquina Anxelín cuando venía a ferrar el burro, traía en una bolsa cinco o seis panoyes (mazorcas), pa que estuviera tranquilo, mientras mi hermano lo calzaba". 



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Ferrando un xato. El animal 
permanece inmovilizado en el potro, mientras su dueño trata de calmarlo
el ferrador hace su trabajo.


    Durante muchos años fue el referente para estos tratos en el pueblo y años atrás había que llevar a los animales a otros lugares, tal lo recuerda nuevamente Marcelino: "Cuando yo era guaje, hace 70 años, había un paisano en Luanco, que se llamaba Paulino, que era quien ferraba a los animales. Y había que llevarlos hasta allí, ese era el gran inconveniente".

    El paso del tiempo obliga a cambios, algunos muy positivos: " Cuando se retiró mi hermano y entre varies caseríes se compró un potro portátil, que se llevaba de un lado pa otro con el tractor. Así llamabes al ferrador y ya lo tenía todo preparao. Todo cambió mucho, los que anden a estes faenes ya lo traen todo en la furgoneta. Tienen hasta una especie de potro pa sujetar les pates a los animales". 



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Potro.



    La capacidad de observación de nuestro declarante, Marcelino, no resultó vana: " Con todo lo que vi al lado de Alfonso fui aprendiendo. Así que en los lugares de confianza me llamaben para cortar y limpiar les uñes a les vaques. Pero lo que nunca quise fue calzarles. Al fin y al cabo yo lo hacía por amistad y por hacer un favor. Nunca cobre nada".

   Respecto a esta etapa de calzar los animales depende de las tareas a las que están asignados estos:"No ye lo mismo una vaca que está en la cuadra que otra que está todo el día xoncida. O un burro que ta todo el día en la cuadra espantando les mosques con el rabo, que tirando del carro por caleyes".  Aunque el denominador común siempre es el mismo: " El calzado, les ferradures hay que darles forma en la fragua, pa adaptales a les uñes y siempre colocarles en caliente". El objetivo de esta actuación es para cauterizar las heridas que pudieran hacerse durante el proceso de limpieza. Así se ahorran muchos disgustos.

  Para hacer una comparativa fiable entre el antes y la actualidad recurrimos a un ferrador de los activos actualmente, Samuel García. Este  señala la mayor diferencia que existe entre sus antecesores y él: "La gran diferencia está en la comodidad y mejora de la herramienta. Yo ahora voy en furgoneta, con una fragua de propano, antes era de carbón". Manifestando la gran ventaja respecto a antiguos protocolos: " La comodidad está en que yo visito los animales y no lo hacen ellos a mi". Así mismo, estima que respecto a las herramientas se siguen usando prácticamente las mismas, pero mejoradas: " No han cambiado tanto las que se usaban hace unas décadas con las de ahora. Seguimos usando tenazas, escofinas, cuchillas, martillo, taladro, lijadora y unos soportes para fijar las patas de los animales, que sustituyeron al potro. Y es cierto que mis tenazas nada tienen que ver con las de hace 60 años o más. Las mías cortan con una precisión milimétrica". Aunque subraya que siempre, ahora y antes, acompañado de dos convidados obligados: " Puedo olvidar cualquier cosa, pero el mandil y guantes de cuero, nunca".



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Antiguos útiles de ferrar.



    Recurrimos a la memoria del joven ganadero José Ramón Heres, nacido en 1979, quien recuerda en su tardo-infancia la actividad de uno de aquellos ferradores que visitaban las caserías para el desarrollo de su trabajo: " Ramón de Pillarno iba con su moto a ferrar por las cuadras. En unos arcones adaptados para su vehículo llevaba toda la herramienta necesaria". Los tiempos hacen cambiar las formas de trabajo y aprovechando la tecnología en favor del cliente, resulta más cómodo  esta nueva modalidad. Aunque algunos se mantuvieron inamovibles en las formas heredadas: "También siguió ferrando Chelo El Ferrerín de San Jorge de Heres, pero con la incomodidad de tener que ir a buscar el ferrador a su casa".

    El resumen de un buen ferrador lo precisa sin concesiones y de modo inequívoco Samuel: " Si aciertas con el aplomo y la linealidad del animal que fierras garantizas que no sufran y evitas las lesiones". Nadie mejor que la experiencia que destilan sus palabras para cerrar este apartado: " Hay que saber comprender lo que te dicen los animales, sin que te digan ni una palabra. Hay que ferrarlo como ellos te dicen".

            



Breve introducción histórica.



"De su lomo yo me asomo 

al mundo de la amistad y humanidad".

Juan Ramón Jiménez



    Hace varios miles de años (varían de 6.000 a 8.000 años, según los investigadores), el burro fue domesticado. Los intereses del ser humano vieron en este animal una oportunidad para derivarle casi todas las pesadas tareas de carga y alguna de tiro. En la Península Ibérica, desde hace algo más de 3.000 años comparten tareas con los paisanos. Serán los fenicios los promotores de esta importación, conscientes de toda su potencialidad, aprovechando sus grandes conocimientos comerciales y de navegación.

    En las fundaciones fenicias de Castillo de Doña Blanca (Puerto de Santa María) y Toscanos (Vélez - Málaga) se han encontrado restos de burros de hace más de 2.800 años. Usados casi con toda seguridad para transportar minerales desde las minas hasta las embarcaciones de aquellos dominadores del Mediterráneo.

    Lo más probable es que estos asnos llegaran procedentes  de África (Nubia y Somalia) y Asia (Kulan, Kiang, Onagro...). Lugares todos estos donde había miles de estos animales silvestres.

    La importancia de los burros en el desarrollo de la historia del ser humano en los últimos milenios, ha sido poco reconocida. La alargada sombra de otro equino, el caballo, ha hecho posible este menosprecio.

  En el continente americano desapareció de sus tierras, incapaces de sobrevivir a las duras temperaturas provocadas por la última glaciación. Tendrá que pasar mucho tiempo para que sus pezuñas pisen nuevamente aquellas tierras. Parece ser que en una de las posteriores expediciones de Cristóbal Colón, tras el descubrimiento del Nuevo Mundo, ya en 1495, llevó cuatro machos y dos hembras. 

  Pese a lo que pudiera parecer son animales muy inteligentes y de memoria más que contrastada.  Aunque los antiguos egipcios identificaban a esta bestia con la ignorancia y para los romanos ver un burro en su proximidad era un motivo de desgracia inminente.

  En cambio en otras culturas y civilizaciones eran venerados. En la antigua Mesopotamia se han encontrado criptas funerarias con restos de burros enterrados junto a humanos e incluso solos. Es una evidencia de su manifiesta importancia, pues este protocolo era reservado para gentes y animales objeto de enfermiza veneración.

    Durante los primeros siglos de nuestra era, fueron usados para cruzarlos con yeguas, para generar mulas. Siendo estas muy apreciadas para las campañas militares, para el trasporte de todo tipo de equipaciones.

  Incluso en el aspecto estrictamente derivado de la religión católica han tenido su cuota de representación.  En las Sagradas Escrituras, tiene un protagonismo especial con su presencia en el portal de Belén, durante el nacimiento de Jesús. Además de la celebración de su llegada triunfal a lomos de un burro a su llegada a Jerusalén, tal y como se viene celebrando todos los Domingos de Ramos. El profeta Zacarias así lo recoge: "...llegará a Jerulasén, montado en un burro..." (Zacarias 9:9)

    El ilustre Voltaire, en su "Diccionario Filosófico" (1764), relata como Jesús una vez que el burro lo acerca en sus lomos a Jerusalén, se apiada de él y lo libera. El animal horrorizado por la crucifixión de su mentor huye , viajando por el Mediterráneo. A su paso las aguas se cristalizaban, recorriendo en su aventura numerosas islas, hasta llegar a la ciudad italiana de Verona. Sus habitantes vieron en el lomo (la denominada aguja), la señal de la cruz (1) entendiendo que se encontraban ante el pollino bíblico.


Escultura de la muleta, en Verona. Tiene un paso
en la Semana Santa local.

    En su honor se hizo una escultura en el siglo XIV,  ubicada en la iglesia de la Madonna Degli Organi, para rendir culto a las reliquias de aquel burro. La leyenda nos recuerda que en ese mismo templo los monjes recitaban una oración en su honor, finalizando la misma con la expresión: " Cristo con todos y su asno con nosotros".

   Sin necesidad de recorrer media Europa, tenemos en Avilés la procesión de "La Borriquilla", iniciada en el año 1956. Refleja  la entrada triunfal de Jesús en la Ciudad Santa. Con menos historia que la italiana, pero que en cualquier caso denota la importancia y el poso de este animal en el culto cristiano. 



Procesión avilesina de La Borriquilla (1956). LVA. 
El entusiasmo del fraile Francisco Gómez Carral hará posible este paso.
Se encarga la obra escultórica a los artistas compostelanos Rodríguez y 
Puente, por valor de 100.000 pesetas. Se suspende en el año 1978 y 
recuperada veinte años después. Forma parte de los pasos de la actual
Semana Santa de Avilés.



    Nuestro recurrido Plinio el Viejo, durante el siglo I de nuestra era y en su obra Historia Natural, Libro VIII, en referencia a la Península Ibérica, detalla : " Es cosa bien conocida que en la Celtiberia las burras han llegado a producir crías por valor de 400.000 sextercios". Esta cifra delata que aquella actividad, no era en ningún caso un tema baladí.

  Los mandamases romanos imperiales acuciados por cubrir intendencias fruto de sus ambiciones militares, potenciaron el cruce de los burros con yeguas. Conscientes como eran del gran poder físico de las mulas, cuyas virtudes más sobresalientes eran ser fuertes, frugales y resistentes. Todas esas ventajas se reflejaban en el campo de batalla y la colaboración con la producción agrícola.

   En estas tierras ibéricas, hicieron una selección de los asnos peninsulares en dos grupos: el común para todo tipo de trabajos y el selecto o gigante, para su uso como semental mulatero.

    Ya en la Edad Media se podían consignar tres tipos de razas diferentes, seleccionadas según intereses territoriales: el burro catalán que se expandía en el Reino de Aragón, el zamorano que lo hacía en el Reino de Castilla y León y finalmente el andaluz, en el Califato de Córdoba. Especies todas ellas actualmente en franco retroceso.

  Aunque no lo pudiera parecer, fue usado como instrumento diplomático entre España y el entonces recién creado país de los EEUU de América. El rey Carlos III apoyó durante el siglo XVIII la independencia de aquel país de su metrópoli, Gran Bretaña. El líder libertador George Washington pidió a su representante en España , en carta fechada en 1784, que le comprara un burro semental y lo enviara a EEUU. El objetivo no era otro que tratar de repoblar sus territorios del Sur y Suroeste con estos animales.

    En aquellas fechas estaba prohibido terminantemente en todo el continente europeo la exportación de cualquier animal vivo, especialmente los sementales. Carlos III, conocedor de aquel interés, saltó las prohibiciones y temiendo que durante aquel largo viaje el burro pudiera enfermar, le envió dos. Se trataría de dos asnos zamoranos, recomendados por los expertos por su mayor dureza y resistencia. Las previsiones reales fueron atinadas y uno de aquellos animales murió durante el viaje. El otro llegó en perfecto estado, iniciándose con él la cría de mulas. Aquellas que tan popularmente promocionó las películas del oeste americano.

   Fueron vitales en algunos frentes de la I Guerra Mundial y durante la triste contienda nacional. En esas belicosas épocas, iban en la retaguardia cargados de las provisiones e intendencia, constituyendo una pieza fundamental en  todo aquella logística.

  Pese a arrastrar una  mala imagen histórica, es el símbolo del Partido Demócrata en EEUU. En el siglo XIX, uno de los políticos más influyentes del momento era Andrew Jackson (quien a la postre sería presidente de aquel país), quien siempre era comparado por sus adversarios políticos como un burro. Acusándole  de tozudez y muy cortas miras políticas. Aquel insulto en vez de ofuscarle, lo tomó como un acicate, al considerar a ese animal como el mayor trabajador de la faz de la tierra. Adoptando su icónica figura como símbolo de su partido, el Demócrata.  Algo tiene el burro, cuando se acuerdan de él hasta los poderosos políticos.

   En la década de los 30 en este país había contabilizados más de un millón de asnos, hoy no llegan a 30.000. Esta disminución forma parte de la evolución. La industrialización ha ido arrinconando aquella fuerza bruta, convirtiéndose en una especie en franco retroceso. Este diagnostico en nuestro pueblo sería hace cincuenta años totalmente descabellado. Hoy es una realidad.





(1). Esta cruz, es la llamada de San Andrés. Muy habitual en todas las razas de burros y más visible en los que tienen pelaje blanco o grisáceo.




Refranes.


"¡Dios bendiga el suelo

que, con noble savia,

generoso cría

tan potente raza!".

Federico Balart.



    Los burros, équidos rústicos, han sido humildes y sufridos. Trabajadores modestos e incansables, fueron recurso y referente comparativo para lo bueno y lo malo. Su nombre ha tenido y tiene sinfín de acepciones: para comparar comportamientos sociales, laborales e intelectuales o para alabar aptitudes físicas y defenestrar el escaso intelecto. La sabiduría popular se ha encargado de eternizar aquellas sentencias. Aquí dejamos una breve muestrario de alguna de las mismas, en forma de refranes.

 

"Apara la burra". Se cita para frenar los ímpetus de la otra parte.

"Cagase'n el pollín". Renegar de algo sin más fundamento.

"El primer burro delante, pa los que demás no s'espanten". Critica a todos aquellos que se ponen en primer lugar.

" Non ver tres en un burro". Si no eres capaz de ver ese volumen, urge una visita al oftalmólogo.

"Ponelo a baxar d'un burro". También se sustituye por "a caer ". Cantarle las cuarenta a alguien.

"¡Qué sabe un burro cuando ye fiesta!". El desconocimiento de las cosas.

"¡Qué sabe un burro cuando ye día de misa!". Exactamente lo mismo que el refrán anterior.

"Tar como tres subidos a un burro". No saber por donde se anda, ni lo que se hace.

"Al burro vieyo, la mayor carga y el peor apareyo". La vida misma, a la vejez todo son cargas y peor forma de llevarlas.

"Al burro flaco, todo se vuelven matadures". Las desdichas se amontonan al que ya tiene bastantes.

"Al burro y a la muyer, mucho palo y poco comer". Si aun hoy existen grandes brotes de machismo, antaño era una práctica habitual. Tal lo recoge estos versos de Ciro Alegría:


"Les muyeres y les burres

son a mi ver, cuasi iguales,

si s'arreen non son buenes,

non arreándoles son males".


" A tenor del burro, l'albarda". El tamaño es vinculante de muchos enjuiciamientos. 

"Amarra la burra onde te diga l'amo, aunque la lleve el diablo". Donde manda patrón, el marinero obedece. Respecto a esta sentencia popular existen algunas variaciones: "Amarrando la burra onde'l amo manda, ta bien amarrada", o esta otra más concluyente: "Amarrando la burra onde lo manda'l amo, como si la comen los llobos".

"A la nueva muyer y a la burra vieya, amor y zurra". Este refrán es muy popular en Ponga. En cualquier caso denota la permisividad social sobre algunas actuaciones del paisano.

" A sardina y a sardina, arrevienta'l burro". Es malo el exceso. Respecto a ello, nos recuerda Benigna Anxelín una anécdota vivida en primera persona: " Siendo yo una rapacina (la declarante nació en 1929), estábamos viendo como descargaben sardines en el muelle de Candás. Y estaban en una parte cargando un carro de burro, cuando lo tenían a tope y a punto de marchar, una muyer cogió un pescao que estaba en el suelo y lo echó p'al carro. Nada más empezar a andar aquel pobre animal, que era todo pelleyo y oreyes, cayó al suelo. El dueño empezó a gritar a aquella pobre muyer: "¡Reventaste al burro por echar ese pexe!".

"Burra con pollín, non van derechos pál molín". Ciertamente las compañías influyen en los comportamientos.

"Burra de munchos, cómenla los lobos". Aquello que es de muchos, siempre está mal cuidado.

"Burro cargao d'oro,  algámalo todo". Seas tonto o listo, con dinero todo se consigue.

"Burro con taches no se vende en el mercao". Está claro, los defectos visibles tienen pocos compradores.

"Burro fue Perico a Oviedo, burro fue y burro vino". Es la crítica a quienes viajan, conocen mundo y siguen igual de torpes e iletrados, como cuando se fueron.

"Burro grande, ande o no ande". La tendencia natural del ser humano es fijarse siempre en el volumen y cantidad, primando sobre la calidad.

"Burro que muncho trabaya, no tien buena albarda". La gente trabajadora se le nota ya en el aspecto físico.

"Burro vieyo, no entra por el paso". El inmovilismo de las personas mayores. Muy reacias a cualquier cambio.

"Burro yes que en prao paces, cuanto más paces, más burro te haces". Insistir en los errores, aun a sabiendas que lo haces mal, demuestra poca inteligencia.

"Después del burro muerto, la cebada al rabo". Cuando la cosa a tratar ya no tiene remedio.

"Da un burro una patada, y si ye grande como este, dos". Algunos no esperan otra cosa de la gente más que desprecio y maltrato.

"El burro que tien buen amo, llega a casa temprano". El sentirse cómodo en cualquier aspecto mundano, te hace sentirte más satisfecho.

"El burro malo, va pa'l pesebre sin palo". Los vagos y holgazanes, no hace falta avisarlos para descansar.

"El fio del burro María, dos veces rebuzna al día". Tener las mismas costumbres que los padres.

"Tú fae caso a un burro y acabarás como él". Sobran los comentarios.

"Facer burla del borrico. que co´l rabo vos dará en el focico". Al final todo se paga, o al menos así lo estima el refrán.

"Hombre casao, burro apareyao". El matrimonio obliga al paisano a compromisos que antes no tenía.

"Maldiciones de burro, non lleguen al cielo". Dependiendo de quien emite juicios, se pueden tener en cuenta o  no.

"Nadie tira pol rabo al burro, mejor que el amo". Nadie mira mejor por la hacienda que el dueño.

" Oveyes, muyeres y burras, las tres cosas mas cabezudas". Sobran comentarios.

"Siempre domando burros, y la cuadra llena". Era muy habitual este refrán entre los enseñantes. La frustración por el escaso rédito de sus enseñanzas, derivada de esta exposición  va vinculado al  escaso intelecto.

"Burro grande, ande o no ande". En caso de duda...lo más grande y vistoso.



Fuente: Emilio "El Lechugo". Maruja Anxelín,
dirige el burro, para la satisfacción de los guajes.


"Cuando un burro rincha, otro escucha". Siempre hay gente que sigue y admira a personas con pocas dotes intelectuales. La condición humana.

"Burro vieyo, no entra al paso". Las costumbres y la tradición difíciles de modificar.

"Maldiciones de burro, no lleguen al cielo". Dependiendo de quien provengan las imprecaciones, caso omiso.

"Home de munchos oficios, burro en todos los sitios". El que sabe de todo y es evidente que no es así. La figura del "cuñadísimo sabelotodo" es un claro ejemplo.

"Val más callar que con burros pelear". Sobran comentarios.

"Los cuidados ajenos, maten al burro vieyo". Nada como quien te conoce bien, para atender cualquier demanda.

"El llabrador cuanto más burro, meyor". Dicho antiguo, que solía estar en boca de caseros y terratenientes. La fortaleza y el escaso poso intelectual de algunos de aquellos colonos, jugaban a favor de sus intereses.

"Un ingeniero y un burro ven más que un ingeniero solo". En ocasiones, los consejos aportados deben ser al menos escuchados, sin importar los expedientes académicos. En las montañas asturianas, era frecuente el uso de este refrán, justificando el trazado de algunas carreteras y caminos por algunos montes.

"Aunque la burra se queja, la carga nunca deja". El tesón aplicable a humanos y animales.



Fuente: Mariluz Serrano. De izquierda a derecha: Padre de Vitorma,
Bernarda, Maria Jesús, Manolo y Suso.

"¿Onde vas Miguel?. Onde la burra quier". Estos animales eran conocedores de usos y costumbres de sus dueños. 

" Nel mes d'agosto mosquen les burres, alcen les pates y tiren les ferradures". En capítulos precedentes, algunos de nuestros vecinos declaraban a la hora de llindar (vigilar) los animales, que una de sus mayores preocupaciones era cuando eran atacados por las moscas. Sus reacciones imposibles de predecir.

    Al margen de estas sentencias populares, hay expresiones que vinculan el burro a la incapacidad intelectual para quien van dirigidas. Probablemente las más expresivas y que no dejan lugar a dudas son tan breves como impactantes: "Tas como un burro" o "tas como un pollín".





La leche de burra.



"En muchas ocasiones, maestros,

me detuve aturdido

a preguntaros cosas extrañas".

Chechu García.


    La leche de burra desde tiempos remotos ha sido usada por el hombre con fines alimenticios y usos medicinales. Hipócrates (460-370 a. C.) en sus tratados escribió sobre ese último uso, la prescripción para determinadas enfermedades y problemas de salud. En aquel listado figuraban fiebres, infecciones, hemorragias edemas o problemas renales. Cuatro siglos después, Plinio El Viejo en su "Historia Natural", elabora un intenso tratado sobre sus beneficios, ampliando aquel inicial listado de Hipócrates.

  Tendrán que pasar varios siglos, para que los beneficios de este producto tenga una consideración científica. El Conde de Buffon y biólogo, George-Louis Leclerc (1707-1788), edita en su extensa obra "Histoire Naturelle", de 44 volúmenes, el gran provecho de su uso para la salud humana en general.

  Durante la pandemia de tuberculosis que afectó a todo el territorio nacional en la mitad del siglo pasado y que cobró sus víctimas en Antromero, fue muy aconsejable su consumo para los enfermos.

  En algunos países la leche de la burra es muy apreciada como alimentación, tal lo demuestra Italia, con una granja de más de mil burras. Es muy similar a la leche materna humana, aunque más ligera. El filólogo y crítico gastronómico Eduardo Méndez Riestra en su meticulosa obra "Lo comido y lo servido", nos presenta al ilustre Jovellanos como consumidor de aquella lactosa: "Más no como bebida social, sino por las virtudes salutíferas que se le atribuían". Durante el siglo XVII eran muy habituales la presencia por las calles en Madrid de burras a las que ordeñaban para servir directamente. La gran dificultad de conservación de esta leche es manifiesta, su exposición al aire enseguida la altera. Esa es la razón del porque los vendedores llevaban el animal consigo.



Cliente en espera. El vendedor ordeña a la burra sobre la marcha,
para evitar el deterioro de su leche.

    Hay leyendas históricas, sin grandes fundamentos, que vinculan a la reina egipcia Cleopatra (aunque nacida en Grecia) como gran consumidora de la leche de burra. Para así aprovechar sus grandes propiedades vinculadas a intereses mundanos, como la belleza corporal y  estética. No hay datos históricos que avalen esta conjetura. Aunque si por el contrario está documentado que la segunda esposa del oscuro emperador  Nerón, Popea Sabina si hacía sus abluciones diarias con aquella leche. Para ello y según el poeta romano Décimo Junio Juvenal (60-128), llevaba en su comitiva un increíble número de burras nodrizas, que podían llegar a las quinientas, y así poder usar el producto derivado de su ordeño para bañarse. 

 Siglos después nos consta que algunos personajes históricos siguieron con aquellas frívolas costumbres. Tal fue el caso de la hermana del emperador Napoleón, Pauline (1780-1825), quien tenía concertado la adquisición de toda la producción láctea de las  burras de la zona. 

  Respecto a nuestro ámbito geográfico y en un uso más práctico, preguntado a nuestros habituales declarantes, por su consumo como alimento, nadie confirmó tal. Así Alfonso Carma lo aclara: "Habiendo vaques, quien va perder el tiempo en catar burres. Aparte que la leche no ye la misma y la cantidad tampoco. La leche de les burres era pa les críes".



"La leche de les burres era pa les críes".




Los burros.



"La zanahoria y el palo son motivadores y persuasivos.

 Pero si tratas a las personas como burros,

actuarán como burros".

John Whitmore.



    La vida continua su ritmo imparable, el tiempo pasa, jamás hace pausa, y nos convierte en testigos. Por eso  envejecemos. El ilustre escritor francés Pierre Michon, definía perfectamente  ese sentimiento:" Las cosas del pasado son vertiginosas como el espacio, y su huella en la memoria es deficiente como las palabras". Deseamos con todas nuestras fuerzas que al menos este texto nos haga recordar, conscientes que cada uno tenemos nuestra propia realidad. Fruto de los ecos de una memoria golpeada por el paso del tiempo.

  Estos animales, jumentos, burros, asnos o pollinos, normalmente dóciles y sufridos, que ya forman parte de nuestro acervo cultural, tienen una capacidad física indiscutible. Son en sus formas rudos y delicados, tiernos y ordinarios, pero sobre todo muy inteligentes y especialmente agradecidos. 



Fuente: Carmen Poquito. Elma, nieta de 
Álvaro Poquito. "En un burro que vendría
a por mercancía, a casa de su güelo".
Foto tomada el 17/04/1969, día en que cumplía
dos años.


    La palabra burro o borrico, procede del latín, del término burricus, que no significa otra cosa que caballo pequeño o de menor tamaño.

   Es seguramente el gran menospreciado y subestimado de todos los animales que acompañaron al ser humano. No en vano es el sinónimo popular y más usado  para designar a personas  tontas, torpes o estúpidas. Para desmentir estas percepciones diremos que tiene muy desarrollados determinados sentidos, tales como el olfato, la vista o el oído. Laudina Artime así lo ratifica: " Cuando José Arenes venía hasta casa, antes de que lo viéramos aparecer, la burra se ponía toda nerviosa y se acercaba a la caleya a esperarlo". Aquel hombre, José, tenía una mano especial para los animales, su trato  y la respuesta de estos con él, así lo evidenciaba: " En los bolsos de la chaqueta siempre llevaba cachos de pan. La burra, les oveyes y todos los animales iban detrás de él, no había bicho que no lo quisiera".



Fuente: Laudina Artime. José Arenes y tras él Laudina. 
"...todos los animales iban detrás de él".


  Su aparato digestivo es más resistente que el de los caballos o de las mulas. Pueden comer y alimentarse de vegetales que a otros équidos les provocaría cólicos digestivos. Conocedores nuestros vecinos de esa capacidad, no dudaron en sacar provecho de la misma, tal lo recuerda Emilio Posada: "Los burros pasaron de estar en todas las cuadras, para convertirse con el paso del tiempo en desbrozadoras. Mucha gente los metía en fincas para limpiarlas. Cuando empiezan a comer, no paran".

    Otra de las calificaciones habituales era la de terco, a la vez que trabajadores sufridos e incansables, rememorando alguna experiencia en ese sentido Marina El Tuerto: " En casa teníamos un burro, antes del tractor. Cuanto trabayo aquel animal, pa la tierra, pa el ocle. Era muy noble, pero cuando decía que no, era que no y no había nada que facer".

  Pese a su natural solidez y fortaleza física, tenían un gran problema durante aquellos inviernos interminables. Las lluvias continuadas generaban un riesgo a su salud, pues  su piel no es impermeable. Para evitar males mayores, se recurría a la imaginación, así lo detalla Alfonso Pinón: " A veces no se podía meter por lo que fuera el burro bajo techo y si llovía se tapaba con una manta, un abrigo o gabardina vieya amarrada a  su cuerpo". Justificando lo expuesto: " Los burros sufren mucho con el agua".


Fuente: Dreamstime. Burro tapado por un plástico, sufriendo la lluvia.


    Es un animal muy social, no le gusta estar solo y busca la compañía de cualquier grupo de bestias o seres humanos. En esa interrelación puede dar fe, probablemente el asno más popular y conocido en la historia de Antromero. Su nombre Kike y fue propiedad de Antonio Guardado (Casa Salero), formando parte de la recordada charanga del pueblo. De sus habilidades sobresalía sin lugar a dudas el beber sidra o cerveza por un vaso muy fino sin romperlo, para sorpresa de los desconocedores de tamaña gesta. Esta destreza fue motivo de apuestas en aquellos días de fiesta y farra, para mayor gloria del animal y beneficio de los integrantes de la fanfarria.


 

Fuente :  Milagros Fernández. En primer término, el burro Kike,
 gran estrella de la Charanga de Antromero.



Fuente: Carmen Poquito. Antonio Guardado (Casa Salero),
acompañado de chiquillería, en Valparaiso. El popular burro
Kike enjaezado al carro. (1968).



    Tal y como se expuso con anterioridad es un animal de desarrollados sentidos, tales fueron la vista, el oído y el olfato. No pasaron desapercibidos esas dotes naturales para sus dueños, pues fueron usados (especialmente en zonas de montaña) como vigilantes de su ganado, para avisar del ataque de depredadores. Al respecto así se manifiesta Emilio Posada: " Si quies que te vigilen y te avisen de la llegada de gente o animales a algo tuyo, no hay nada mejor que un burro, amarrao o suelto. Son casi mejor que las ocas. Ye la mejor alarma que hay".



Fuente: Betsabet García. Ángel Rodríguez,
subido a lomos de un burro.


    
    Aunque no hay que desmerecer en ningún momento su inteligencia y capacidad de aprendizaje. Hace unos cincuenta años visitó un pequeño circo este pueblo. Con una remendada y envejecida carpa instalada en las proximidades de la actual carretera, anunciaron la presencia de grandes artistas: acróbatas, equilibristas, funambulistas, magos y el gran Basilio. Publicitándose este  como una  estrella sin par, lo nunca visto, tal se encargaban de anunciarlo por el megáfono una y otra vez. El único pase en tarde-noche. La afluencia del público muy notable, los ejecutantes a la altura del circo. El misterioso Basilio, cumpliendo las previsiones apareció acompañado por el maestro de ceremonias. Tratándose de un burro común, quien  atendía y cumplía estoicamente todas las órdenes recibidas. Tras aquellos ojos inmensamente tristes y las orejas echadas hacia atrás bailaba torpe e impreciso, se giraba hacía un lado u otro siguiendo el guion dictado por su amo. La sorpresa se estaba convirtiendo en una decepción para el público concurrente.

    Los pollinos, asnos "enteros" (sin castrar), tienen una merecida fama de ser muy activos sexualmente. Y nuestro artista Basilio, cuando ejecutaba uno de aquellas vueltas sobre el suelo, sintió la llamada de la naturaleza, evidenciando su poderoso órgano sexual, para regocijo de los asistentes. Ante la imposibilidad de controlar los arrebatos del animal, el presentador y ayudantes pusieron punto y final aquella noche "inolvidable", tal y como nos encargamos de rememorar.

  Hay un recurrente comportamiento del burro, que sorprende al advenedizo por la violencia coordinada de sus movimientos. Es lo que se llama "ganar la cebada" , siendo esta denominación la común en todo el norte peninsular. Básicamente se trata de una reacción del burro, cuando su dueño le libera de los trabajos ejercidos durante el día. Estos animales se revuelcan en el suelo, sobre sus lomos y tras estos aspavientos le solían dar la comida, que bien podía ser cebada. De ahí la expresión.



Fuente: Finca Fiyuelo. Burro ganando la cebada, con sus
movimientos característicos.
    

    Recurrimos nuevamente a la sapiencia de nuestro vecino Alfonso Pinón, quien hace unas precisiones al respecto: "Lo normal era que ganasen la cebada después de quitarles de les parigüeles o la albarda". Añadiendo un conocimiento heredado al respecto: "Aunque los antiguos decíen que daben eses vueltes pa quitar los bichos que teníen en el cuerpo".




Fuente: Emilio "El Lechugo". Burro con parigüeles.
Sobre el équido, alguno de  sus hijos de izquierda a derecha:
Jose. Yoli y Fernando. (1962).


    Nos sentimos obligados a recordar que dentro del calendario festivo organizado por la Asociación de Festejos del pueblo, en la década de los 70, se programaba con cierta continuidad la carrera de burros. La participación de los gitanos con sus monturas, significaba para el resto de los concursantes un obstáculo imposible de salvar para lograr la victoria.

  El burro formó, desde tiempos imposibles de precisar, parte del paisaje. Las aldeas, los lugares pequeños tienen una cadencia íntima en la que encaja perfectamente la figura de estos animales. Las cosas que narramos pasan entre personas conocidas y el burro, fijado casi siempre a las albardas, a las parihuelas o el carro, diseñado en exclusiva para él.

    En Antromero, fue el complemento perfecto de los pequeños agricultores. Su coste, mantenimiento y dureza fue el factor determinante para la existencia de decenas y decenas de pollinos en el pueblo. Así lo recuerda Marina El Tuertu: " El que tenía un poco de tierra, o una vaquina o algo de ganao, necesitaba un burrín". El inevitable paso del tiempo ajustaría necesidades: " Después ya vinieron los tratorinos, pero el burro todavía estaba por les cuadres".

    De ese trabajo tenaz y en ausencia de mecanización para aliviar el esfuerzo, se recurría a lo que se tenía. Y la aparición del carro (2) para el burro, fue una verdadera revolución tecnológica. Nada mejor que recurrir a las palabras y recuerdos de alguno de nuestros vecinos para testimoniar la ventaja del usufructo de aquel ingenio. Marina El Tuerto: " Si teníes un burrín, había que tener un carrín. Cuanto trabayo quitó a la xente. Quita p'alla, si siempre trabayamos mas que los burrinos. Y con el ocle, ¡Cuanto trabayó aquel animal carretándolo con el carro!". Alfonso Carma, así participa con este detalle: "Pa la gente que no tenía mucha casería, era lo que había. Era el tractor de antes, o carro con vaques o carro con burro. No había más".



Fuente: Emilio El Lechugo. Folclore y tradición. Carro de burro
de Casa Anxelín, con la chavalería enarbolando asturianía por
los cuatro costados. Principio de los 70.



  Ante la ausencia de aquel artefacto, se recurría a las ancestrales, pero efectivas albardas o parihuelas. En ella se transportaba todo lo transportable, pero con el grave inconveniente de limitar el volumen y cantidad. Fue este el recurso más recurrente de los vendedores de todo tipo, que durante años acarrearon sus intereses comerciales por les caleyes del pueblo.




Fuente: Mercedes López. Burro con les parigüeles, 
en la Playa de San Pedro. Ante la ausencia de carro y 
dependiendo de la cantidad a transportar, se recurría
a este sistema. 



Fuente: Homenaxe al campo asturiano. Si el material fuera de un tamaño que
 
se escapaba  de la sujeción de este artilugio, se sustituía
por las albardas. Bolsas cerradas diseñadas para transporte 
de áridos y pequeños objetos. 





    En ocasiones el carácter de los burros se revertía misteriosamente, para desconcierto y preocupación de sus propietarios. Era lo que popularmente se denominaba el burro resabiáo. El diagnostico claro y contundente, pues el animal adquiría malas costumbres, al conocer por veteranía, las artimañas y circunstancias de la situación en la que estaba sometido. 

  Su negativa a ejecutar ordenes o reacciones violentas era su respuesta habitual. Nuestra declarante Benigna Anxelín, recurre a su memoria, para ilustrarnos un episodio vivido con un asno resabiao: " En casa hubo un burro que tenía una gran planta, pero era muy malo, muy atravesao. No se hacía carrera con él. Además de no querer trabayar, tenía la mala costumbre de morder". La solución salomónica, fue determinante , tras sufrir algunos miembros del clan familiar las impertinencias del équido: " Mi padre dijo que había que venderlo y al siguiente lunes, mi madre y yo fuimos camino de Avilés para venderlo en la plaza de Carbayedo". El comprador, atraído por el aspecto del animal,  no se hizo esperar : " Tenía tan buena pinta aquel burro, que enseguida apareció un paisano para cerrar la compra. Cuando nos dijo que iba a mirar los dientes del burro, pusímonos a temblar. Metió los dedos en la nariz y yo cerré los ojos. Algún dios alumbró al animal y no pasó nada. Cobrado el burro, compramos un gocho pa criar, que vino de vuelta con nosotros para casa".



Fuente: Dreamstime. Mirando los dientes al burro.
Este procedimiento era habitual para comprobar 
el desgaste de la piezas dentales, y así estimar su edad.
La vida media de estos animales oscilaba entre los treinta
y cuarenta años. Algunos llegaban hasta el medio siglo, sin 
mayores problemas.

  Sus deyecciones, como el resto de los animales de cuadra eran usados como abono o cucho. En ocasiones, se seleccionaba para aportar nutrientes a determinadas plantaciones, dadas sus características. Benigna Anxelín, experta jardinera, así lo ratifica: " Para las plantas de adorno era muy bueno el cucho de burros o caballos, especialmente para fortalecer las raíces y que prendieran mejor. Aunque también se echaba para la huerta, en espacios pequeños y para plantas que no necesitaran mucho cucho".

  No nos cansaremos de reiterar que fueron animales vitales para el desarrollo económico de las áreas rurales. Su participación en el proceso productivo era indiscutible. Gran parte de los trabayos más duros pasaban por sus lomos: transportar cucho, ocle, productos de la cosecha, preparar la tierra,...etc. Aquel trabajo tenaz lo testimonia el catedrático de literatura Martínez Cachero, quien expone la importancia de determinados animales, para un mayor rendimiento productivo de las tierras, a mediados del siglo XVIII: "Se nota que el éxito de la producción de las tierras, consiste en el abonado...y la participación de animales, como el asno, sin el cual no se produciría en tanto terreno, ni tan seguidamente".    

    Por si hubiera que despejar alguna duda más, recurrimos al impagable testimonio del geógrafo  Jesús García Fernández, quien en sus estudios respecto al histórico cultivo de la escanda o erga y que se desarrolló intensamente en Antromero, detalla: " Se abre la tierra a finales de noviembre con el llabiego (arado rústico) , y después se pasa el arado, sembrándose la erga. Todo ello con la participación de animales de tiro, preferentemente el asno, mulas o vacas".

  El calendario agrícola, exigía el cumplimiento de fechas. La participación de todos los brazos disponibles de la familia era obligación inexcusable y la colaboración del burro (amén de otros animales) impagable.



Fuente: Emilio El Lechugo. Marcelino La Salada y Yolanda 
Rodríguez. El burro preparado para tirar de la semadora.
Las tareas agrícolas vinculadas a maquinas y la presencia
de estos animales en aquellas, tónica habitual.



        


(2). Para más detalle de este ingenio, aconsejamos la lectura del capítulo 29.






La cultura y los burros.



"No es el mío, este tiempo".

Jaime Gil de Biedma.




  Fueron protagonistas de algunas obras de la literatura universal. En las Fabulas de Esopo, se representa como humildes y trabajadores. También en el siglo II, el italiano Lucio Apuleyo, en su obra "El asno de oro" (única novela completa latina de la época que se conserva), denuncia los abusos de las clases dominantes, a través de un burro.

    Los dos grandes genios de la literatura universal, Shakespeare y Cervantes ilustran sus obras con asnos. El inglés en "Sueño de una noche de verano" y nuestro escritor en "El Quijote", con el inseparable burro de Sancho Panza, "El Rucio".

    A esta lista interminable, podríamos sumar autores de la talla de Tomás de Iriarte, George Orwell o Juan Ramón Jiménez, con su inolvidable "Platero y yo".  La literatura, las novelas, cuentos, poemas y fábulas son el reflejo de la creatividad de sus creadores, y el burro ha formado parte de sus historias. Crónicas de vidas, vinculadas para siempre a todos nosotros, al pasado, presente y futuro de todos.





Los capadores de équidos.


"Así es la vida de mi pueblo,

la historia de esta tierra".

Antón García.


  Los machos de algunas especies y como costumbre ancestral, estaban supeditados a una posible castración. El objetivo perseguido con ello era evitar, en algunos casos el mal sabor de la carne (si estaban enteros) y en otros, la necesidad de amansarlos para las duras tareas agrícolas.

  Este duro proceso, está actualmente en manos de los licenciados cualificados, esto es, los veterinarios. Antaño, eran los llamados capadores, quienes se encargaban de ello. Algunos de estas personas estaban especializados en determinados animales y visitaban puntualmente casas y caserías, previo aviso, para desarrollar sus habilidades.

  Se suelen castrar cuanto primero mejor, entre los  6 y los 18 meses de vida, para evitar mayores riesgos. Nuestro solícito y entrañable declarante Alfonso Pinón, se encarga con sus manifestaciones de aclararnos las dudas que asolan nuestro escaso conocimiento: "Para capar los burros y los caballos, había dos formas. La primera era cortando y vaciando y eso daba muchos problemas de infecciones. La segunda forma era apretar la parte de arriba de los testículos del animal con una cañavera abierta po la mitad (bambú) o también se colocaba una cámara de bicicleta, muy apretada. Al cabo de unos días caían solos, porque se secaban". Añadiendo la necesidad de evitar que se arrancasen con la boca semejante artilugio: "Para que no lo quitasen, se les ponía una collera (collar), con pinchos y así cada vez que lo iban arrancar se mancaban y no podían".

    En cualquier opción escogida se mantenía el mismo denominador común: " Siempre había que tener muchos brazos pa sujetar el animal". La fuerza de la bestia se anulaba con la fuerza de otros animales, los paisanos.





Los caballos y mulos.



"Tengo praderas en el mapa mudo

de la niñez..."

José Luis Puerto.



   Estos animales por sus características, mayor coste económico y "mantenimiento", han tenido menos importancia y recorrido histórico en nuestro pueblo, frente al versátil burro. Haremos en cualquier caso, una breve reseña y recordatorio para evitar olvidos. Aprovechando una vez más las sabias prestaciones en forma de declaración de nuestros vecinos.

   El historiador José Luis Maya González, en su obra "Los castros en Asturias", estima que los caballos en la época de los castros prerromanos, eran  la especie favorito de aquellos antiguos pobladores. Aunque no para usarlos como montura o tiro, tal y como pudiéramos sospechar, sino como alimento.

  El profesor Narciso Santos Yaguas, considera como uno de los comercios más florecientes de los romanos en nuestras tierras (amén del oro y metales preciosos), la exportación de caballos a la capital del Imperio, Roma. Teniendo en cuenta la gran valoración que aquellos invasores tenían de la raza de los asturcones.

  Durante el siglo pasado, la presencia de caballos y mulos en Antromero fue en cierto modo poco notable, no en cambio, en el resto de la parroquia. Las razones, probablemente económicas, tal lo recuerda Matías Artime: "En casa llegamos a tener dos carros de caballo y xarrés. Y también caballo. En aquella época, tener un caballo con carro, era como tener un mercedes ahora".

    Moncho La Piedra, detalla un antes y después de tener el caballo con el carro en su casa: " Mi padre compró un carro y el caballo. Aquello fue tremendo, el llevar a la plaza todos los días la mercancía en aquel carro, lo más grande". Aunque matiza la tenencia de aquellos animales en Antromero: "No se cuantos podría haber, pero no muchos. Les caseríes más potentes, porque era más barato tener un burro".


Fuente: Moncho La Piedra. Carro y caballo delante de la casería
de La Piedra.


   Aquellos carros de caballos eran un poco más sofisticados que los expuestos con anterioridad y destinados a los burros.  Manolo Quirós, aporta con sus declaraciones y experiencia la cobertura para el mantenimiento de aquellos artefactos: " En la década delos 40, en casa ya había negocio para el aprovisionamiento de los barcos del puerto de El Musel.  Mi güelo hízose con un caballo y su carro, pues había que mover mucho material de todo tipo. Aquel carro lo llevaba a hacer revisiones al taller de Pedro de Los Carros. Lo tenía perfecto, porque entre otras cosas todo dependía de que funcionara correctamente". 

  Como todas las cosas en la vida, siempre se pueden barajar otras usos, algunos de ellos más mundanos. Relataban hace algunos años atrás, las hermanas herederas de la casería de Casa Norte, que uno de sus ilustres antepasados, hacía de ello casi dos siglos, que tuvo un incidente con las autoridades locales del concejo. Aquel hombre cruzó en caballo con nocturnidad y alevosía  a una velocidad vertiginosa el casco de Luanco. Siendo multado por tamaña imprudencia, con una importante cantidad económica.


Fuente: Elvira Rodríguez. Imagén lúdica
de un caballo. No siempre eran los animales
para trabajar. Delfa El Molín, sostiene 
a un pequeño en sus brazos. 



    Desde hace unos cuantos años, la tendencia de la posesión de caballos ha ido girando paulatinamente hacía otros derroteros. El abandono de las tareas agro-ganaderas ha sido uno de los motivos. Las prácticas de asueto con ellos o las deportivas, a través de la equitación, han creado una interesante variable social y deportiva.

    Nuestro vecino José Ramón Heres, hace una exposición que evidencia esta nueva realidad: "Estuve federado unos siete años, compitiendo en los dos primeros raids organizados en Asturias. también lo hice en otros muchos a nivel interterritorial, en Galicia y León. También lo hice en numerosas carreras de velocidad en Asturias, Galicia y Cantabria". Para ello había una exposición económica importante, como lo demuestra el número de caballos que poseía: " Llegué a tener 9 caballos. Todos ellos de deporte: anglo-árabes y pura raza inglesa". Afición esta compartida por otras persona próximas: "En la parroquia, también competían Gustavo Artime Cuervo, de la Gallega  y también Diego, de Casa Diego (Bocines), el de embutidos La Braña". Añadiendo con indisimulado orgullo: "Nosotros fuimos los que resurgimos la fiesta de la Sacramental de Bocines, haciendo la carrera de caballos el domingo y la suelta de vaquilla el lunes. Aunque años más tarde dejó de hacerse por las continuas protestas y denuncias de los ecologistas sobre el maltrato animal".



Fuente: RFHE. Participantes en un campeonato de raid internacional.



    Respecto a los mulos, animales que son producto de la mezcla de un burro con una yegua, recurrimos a las declaraciones de Alfonso Pinón: "Los mulos, tienen una gran fuerza, son duros y si te salen bien, no los cambias por nada". Añadiendo con énfasis para reforzar su postura: "Tienen lo mejor de los burros y lo mejor de los caballos".


Fuente: Enrique Pinón. Alfonso Pinón, afilando la guadaña.
Al fondo el carro y el mulo y los pinos del monte El Tesoro.




    

Conclusiones.


  Somos un espejismo, un esbozo mal trazado de aquel proyecto escrito en los pliegues de la historia. El progreso mal entendido ha golpeado nuestras puertas y nuestra inconsciencia le ha permitido el paso sin negociar nada a cambio. Nunca debiéramos olvidar que  la evolución de estas bestias analizadas sucintamente en este capítulo, es nuestra propia evolución.

    Los burros han formado parte de los instrumentos usados para cubrir objetivos e intereses. Ellos casi nunca han fallado. Su tenacidad y cabezonería han sido orientados en nuestro provecho. Forman parte de la larga nómina de seres que han sido sacrificados en pro del desarrollo humano.

 Aquellos antepasados, conocedores como nadie de todos los peligros a los que invitaba la supervivencia, fueron conscientes de la necesidad de cualquier alianza. La domesticación de los équidos fue un empuje determinante para ello. El cambio del relevo de los duros trabajos, va representar el punto de inflexión necesario para afrontar nuevos retos.

    La Revolución Industrial y sus consecuencias (tardías en este país), irá revertiendo el protagonismo de burros, caballos y mulos. La aparición de la maquinaria convertirá la presencia de estos animales en algo meramente testimonial. 

   Los tiempos han cambiado y son los aspectos lúdicos o deportivos a los que han sido destinados estos entrañables animales.

    

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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