Capítulo 3 . Los fotógrafos de caleya.








Capítulo 3.

Los fotógrafos de caleya.

 

"...son aquellas pequeñas cosas,

que nos dejo un tiempo de rosas

en un rincón,

en un papel

o en un cajón..."

                                      

Joan Manuel Serrat.

 

El interesado trabajo de los fotógrafos de caleya, aquellos que viajaban  arrastrando sus trastos y con ellos el polvo y barro de caminos para poder hacer su tarea en una labor artística y penosa. Que gracias a la misma,  hoy podemos disfrutar en casi todas las casas de una parte de nosotros, de nuestra historia, casi siempre recogida en el fondo de una caja de cartón o de hojalata y que muy de vez en cuando rescatamos para sorpresa de nuestra memoria.

              

Aquellas fotografías que con tanto esfuerzo y sacrificio se hacían una y otra vez,  en muchas ocasiones priorizando a otras necesidades, para inmortalizar cualquier acontecimiento, fiestas, romerías, reuniones familiares, comuniones, bodas, inicio de curso, fallecimientos,...etc.  hoy son un pequeño tesoro, que en ocasiones nos refrescan y en otras muchas aun nos sorprenden de como fueron aquellos tiempos, tan duros , escasos en casi todo y a la vez felices. 


                                           
                         

   Boda de Avelino " el Civil" y Concha (1946). Este tipo de celebraciones era una cita obligada para el fotógrafo de caleya.





                    Andecha en el molín del Pielgo, años 70 de la pasada centuria. Sin tener el carácter festivo de la anterior fotografía, también estos acontecimientos sociales formaban parte del abanico de posibilidades de estos artistas.

      

            

Esas imágenes que nos recuperan la sensibilidad perdida y que han añadido  a su blanco y negro, tonos amarillentos, envejecidas y cuarteadas por el implacable paso del tiempo, cumplen con el objetivo de eliminar la neblina de nuestra memoria, niebla melancólica. Imágenes captadas por estos sacrificados artistas de caleya, que son un relámpago en la oscuridad de la noche, de los años y del olvido. Descubriendo después de tanto tiempo y sin poder escoger otra posibilidad que forma parte de una larga cadena que aun no tiene fin. De ese pasado que nos persigue y alivia.   Sentirnos a través de esas fotografías   fieles a todo aquello que nos rodeó y que ha ido desapareciendo poco a poco, con el paso del tiempo. 

            

Volver a visitar esas imágenes, desempolvar las cajas y revisar esas fotos con los ojos de la memoria que ya nos había abandonado o lo estaba haciendo, es podéis estar seguros, el mejor tributo u homenaje al trabajo de estos fotógrafos  y a quienes fueron retratados con un gran esfuerzo económico.

              

Crees que tienes memoria, pero repasando  estas viejas fotos que evocan  tiempos pasados te das cuenta que ella te tiene atrapado a ti, porque ya no se puede cambiar los recuerdos. Añorando esa vida cuando era propia. Imágenes que alivian el dolor y el pesar de saber que no somos inmortales, pero a través de su magia ancestral e inexplicable nos convierten en eternos. Es nuestra medicina para fortalecer el recuerdo, evitando el sustrato de la neblina que devora los días antiguos de los nuestros.

               
El poder de la atracción de la fotografía, de ese oscuro objeto del deseo, en los años 20, 30, 40 y 50, fue tal que acercarse irremediablemente a aquellos hombres cargados de maquinas para plasmar momentos, era una costumbre tan arraigada, como inexplicable. Fotos y más fotos nos transmiten esa dependencia que no entiende a lógica alguna, formando parte de un ritual que durante tantos años se cumplió a la perfección.

              

Entonces la fotografía era cara, muy cara para las posibilidades económicas de casi todos, y para llegar a ellas estaba el sacrificio del ahorro para plasmar ese momento en papel. Así nos lo atestigua, como podrían hacerlo  tantas personas, Lucía “les Moranes”: “Fuimos andando hasta la romería de Bañugues, Josefa “el Tuertu”, Rosario Rosa, Esther y yo, y vimos nada más entrar en el prao de la fiesta al fotógrafo, juntamos todes les perres que teníamos y sacamos una foto todes juntes..., tuvimos toda la tarde mirando unes pa otres, porque no teníamos perres pa gastar”. 



                                            Romería San Pedro (1963). Grupo de mujeres con sus retoños.




                Romería de San Pedro (año sin datar). Grupo de hombres celebrando el santo . Curioso contraste en estas imágenes, división total de sexos.



            Grupo de mujeres (1952) , en las afueras de alguna de las fabricas conserveras de Candás, donde llevaban la comida a sus familiares que trabajaban en ellas.

             

Por todos estos esfuerzos, os invitamos a reencontrarnos con nuestro pasado, convirtiéndonos por el arte de la fotografía en aquellos jóvenes y niños que alguna vez fuimos.  Regresando a un mundo único en  que el hombre era hombre y la mirada de todas las cosas sencillas.  Volver, en definitiva, al patrimonio de la nostalgia, de la morriña de aquellos atardeceres inacabables, acompañados de sonidos y de olores  irrepetibles.

            

Nuestros años reflejados en ese papel  mágico, años que eran enormes y en los que el tiempo y las prisas probablemente no existían. Viajar  hacia aquel mundo y  rescatar parte de él .      Observando  esas imágenes y añorando aquellos detalles que han marcado nuestras vidas y sueños. Tirando una vez más de ese hilo que no se rompe, sacando del pasado  recuerdos de todos nosotros  y que primero  fueron de otros que ya no están.

         

Artífices de que tengamos este insustituible patrimonio de aquellos años, aparte de los fotógrafos  ambulantes que venían desde varios puntos de la región, e incluso de otras áreas  limítrofes como Santander , fueron las figuras de José Feliciano Álvarez Díaz “La Karaba” (Foto Díaz) y del gallego Salvador Fernández Reija (Foto Reija), genuinos prototipos de fotógrafos de caleya. También tuvieron cierta actividad,  sin llegar a la de los primeros, Ángel, Fredi, César, Acuña, Paz (este inicialmente asociado a “la Karaba”).

            

El zamorano, José Feliciano ,“La Karaba”, empezó a desarrollar sus labores de fotógrafo por estos lares antes de la guerra civil, instalándose  en una pequeña “cabina” de la candasina calle Braulio Busto, falleciendo en el año 1.971. Su oronda figura junto con todos los bártulos que carreteaba era  constante imagen reconocible  en nuestras romerías. Lo secundará  en esta actividad,  pero mas orientado  a las fotos de estudio Luis Díaz Paz, con el nombre comercial de Foto Paz, hasta su jubilación en los años ochenta.

            

Pero si alguien dominó el mundo de la fotografía rural entre los años cuarenta y principios de los setenta,  fue la familia Reija. Primero con el patriarca de la misma, Salvador,  y a su muerte en 1.965, continuarían con esta actividad sus hijos varones, Vicente y  Luis, quienes mantuvieron la firma comercial de su padre, Fotos Reija. Posteriormente será Fotos Quinti, quien tomará el relevo en los años ochenta.

            

Una de las épocas que más difícil tuvieron que afrontar en su trabajo , fue en  los duros años de la postguerra. Estos pioneros del mundo de la fotografía en nuestra zona sufrieron el desabastecimiento de recambios, repuestos y consumibles que en muchas ocasiones fueron suplidos con grandes dosis de imaginación, en otras recurriendo al soborno y estraperlo  pagando varias veces el valor real de las piezas necesarias, pero siempre acompañados de la  ilusión necesaria para afrontar todos estos avatares.

            

En el inicio de la década de los sesenta, constatamos la presencia de los primeros fotógrafos aficionados con actividad en nuestro pueblo. Y si en algo se distinguieron respecto a los anteriores fue porque orientan los objetivos de sus cámaras no solo hacía personas, algo común hasta entonces, sino también hacía el paisaje, pues en este caso se trata de una actividad vocacional, sin interés económico alguno, contrariamente a la desarrollada hasta entonces. Aparecen las primeras imágenes captadas  del  paisaje de Antromero, sin paisanaje, algo inaudito o casi, hasta la fecha. Y destacan sobre todo dos,  Agustín “el Guache” y sobre todo  Emilio Rodríguez “el Lechugo”.



Foto de Emilio "el Lechugo"(1969). Entrada de la playa San Pedro, se aprecian los botes , carro de burro y la barraca. se aprecia la composición de la imagen, ya no aparecen figuras humanas.



                     
Ambos se remiten en sus trabajos casi siempre hacia nuestros monumentos naturales de la costa, y sobremanera a la playa de S. Pedro y alrededores. Destacamos  una colección de fotos en blanco y negro hechas en 1.962 por Emilio en la playa con una cámara Kodak (inaccesible en aquellos momentos para casi todo el mundo y no solo por el asunto monetario), donde se aprecia una calidad extraordinaria  en su composición, alterando el  cartesiano estilo  imperante hasta entonces. Añade a estos paisajes, otras fotos donde recoge las labores diarias y cotidianas como lavar en el río, cargar cucho, sayar...etc. Imágenes estas que dentro de no mucho tiempo habrá que explicar a los más jóvenes del pueblo, ya que seguramente no podrán interpretar.


                                                Foto de Emilio "el Lechugo"(1969). Lavando en el río de la Viesca.




        Copia de foto cedida por Lucas Menéndez, hecha por Agustín "el Guache". Playa de San Pedro , junio de 1964, En la desaparecida ermita luce la bandera por celebrarse la fiesta patronal. Pese a la escasa calidad de la copia, llama poderosamente la atención la cantidad de vehículos en la arena y los populares botes en el pequeño malecón.





Foto de Agustín "el Guache"(1962). En ella se aprecia el poco vistoso pero eficaz combustible del "cisgo"( carbón en polvo).

            

Es importante reseñar estos episodios, pues es el inicio de  la desaparición de todos aquellos personajes y de sus artefactos, extinguiéndose definitivamente en esta actividad en la década de los 70, años en que de manera irremediable empiezan aparecer maquinas fotográficas por casi todas las casas y voluntarios para usarlas, con mejor o menor tino.

            

También apuntar en este recorrido una importante colección de fotos realizadas por alguno de los miembros del Sanatorio Marítimo, el hospicio. Parte de las mismas montadas sobre planchas de madera y de un tamaño considerable, 0,50 m. x 0,50 m., donde se recogen imágenes del entorno del edificio y de la playa de S. Pedro.  Destacaremos dos, la primera una fotografía  en blanco y negro, sin fecha, de prácticamente todas las lanchas que a principios de los años 60 había en nuestro pueblo, siendo donada   por Maruja “el Sanatorio” al club de Antromero, cuando se hizo la última remodelación del edificio.  Desgraciadamente desaparecida por un daño irreversible en la tabla en la que estaba soportada. Y la segunda,  que sorprende por la perspectiva de su ejecución, tratándose de una imagen aérea de la finca, conservando  casi íntegramente la fachada original del año de su construcción  en 1.912,. En ella se puede apreciar, tal y como dijimos, el exterior del edificio, la desembocadura del río Pielgo, la casería la Piedra, parte de Talusia, la antigua carretera, (distinguiendo en ella su superficie de piedra) y algunas casas de la Frontera que entonces había.  Se trata de una fotografía que se puede datar en torno a principios de los años 50.



                        Vista aérea del Sanatorio Maritimo, años 50 del pasado siglo (vista parcial del original).


            

Resaltamos en la colección privada de Martín Carrasco Marqués,  una instantanea datada en el año 1.920,  en la que se aprecia con total claridad como unos cuarenta niños, acompañados por sus tutores y vestidos todos ellos para la ocasión, hacen gimnasia en la playa , con el sanatorio al fondo, presidiendo la imagen.

            

Llama poderosamente la atención que a principios del siglo pasado, se elaboraron un sinfín de fotografías en un formato exclusivo, para dar mas clase y categoría a las mismas. Era la tarjeta postal (similar a las actuales ya en tan desuso) que se obtenía por la técnica de contacto de placas de cristal. El resultado era la imagen mas nítida, y presentada siempre en papel cartón, con la posibilidad de poder utilizarla como envío por correo. Este tipo de foto, la hemos podido observar en decenas de fotos cedidas para la exposición etnográfica  que se celebró en los locales de las antiguas escuelas en 1996.

            

En la recopilación y recogida de fotografías hecha en casi todas las casas del pueblo, entre los años  1996 a 1998, para acompañar en un anexo a estos textos, se obtuvieron con la inestimable colaboración de sus propietarios, más de mil imágenes,  de las que se preseleccionaron unas doscientas. Resaltando la importancia que todas ellas tienen por algún u otro motivo, pero que , con independencia de su calidad,  poseen un elevado valor sociológico, por lo que representan. Se aprecia que casi todas ellas son elaboradas en épocas estivales, coincidiendo con romerías, y fiestas similares. Coged varias a libre albedrío, y observareis que las vestimentas se ajustan a épocas veraniegas. Este era el momento de más actividad de esta especie extinguida, los fotógrafos de caleya.



                Tino Rionda, romería de San Pedro, años 40 del pasado siglo. Tras él, la desaparecida ermita de San Pedro.

            

Para compensar la falta de trabajo del resto del año, visitan casas en busca de clientes para hacer retratos individuales o bien colectivos, creando en la mayoría de los casos autenticas obras de arte, convirtiéndose en retratistas. La ausencia de buenas vestimentas y decorados, eran paliadas con el minucioso dibujo,  acompañando en el mismo todo lujo de detalles: collares, corbatas, zapatos, vestidos, trajes...etc.  Tras varias semanas de trabajo eran entregadas en el domicilio y cobrado, en tarifa acordada previamente, en ese mismo día. Fruto de esta actividad tenemos muchas de estas donde seguramente escoger, pero sin desmerecer a otras, prestaremos especial atención, por la anécdota que le acompaña, al retrato del clan familiar de José el Salao (padre) y María la Granda, junto a  sus vástagos y familia, realizado en 1920 por la casa de fotografía La Sra. Artística de la calle Lope de Vega, en Santander.

           

En el día de entrega, afloró el duro carácter de la matriarca, María la Granda, al comprobar que en los zapatos que le habían confeccionado en el susodicho retrato a su hijo, Marcelino la Salada, estaban cambiados de pie. Motivo este mas que suficiente para que el desdichado retratista, huyera corriendo y dejando olvidado  su trabajo. Este portentoso retrato, de un tamaño considerable, es conservado por Laudina Artime, con sus aperos originales, el marco y el cordón de color rojo para colgarlo. Acompañamos copia del mismo para comprobar el imperdonable error de aquel artista, que seguramente no volvería a repetir.


                 Los zapatos de Marcelino "la Salada" cambiados de pie.                                                                                  De izquierda a derecha: Etelvina, La "Morena", María "¨La Granda" (sentada), Antón "La Salada", Faustino, Rosario "La Salada", Concha, José "El Salao" padre (sentado), Marcelino "La Salada", Pilar, José " El Salao".

          

            

A las fotografías hechas sobre la marcha, en romerías y sitios similares, se contraponían  las  de estudio, mucho más elaboradas, y en ocasiones casi milagrosas. Se trataba de un trabajo arduo,  artístico, retocando y reconstruyendo en muchas ocasiones las placas fotográficas, utilizando para ello tinta china, pastillas, cuchillas, pinceles...y acompañado todo ello de de una gran maestría, digna del mejor pintor renacentista. 



                                                                        Tarjeta Postal. Ramona Llaranes (1918).




                                                                   Tarjeta postal. Antonón con la gaita (1920).


            

Hoy, en cambio,  la fotografía digital ha puesto las fotos al alcance de todos. Ha democratizado el hasta no hace mucho tiempo, reducido mundo de la imagen.  Somos  unos fotógrafos en potencia: móviles con cámara, cámaras fotográficas y de video inundan nuestro mundo, facilitan la posibilidad de hacer  millones de fotografías sin necesidad de estar impresas, colgadas en Internet o en las redes sociales. Van y vienen, están y no están, aparecen y se borran, son en ocasiones tan breves como innecesarias...

            

La magia de esas imágenes digitalizadas es la pura y dura tecnología y aun valorando la capacidad artística de sus autores, con esos programas informáticos, con grandes ordenadores y magnificas cámaras capaces de lograr imágenes que casi ofenden a la propia realidad. Podemos confirmar que con ella se ha roto definitivamente el vinculo y el tono romántico de aquellas viejas fotos de papel acartonado que afortunadamente aun nos acompañan, estimulando nuestra memoria. Desafiando al tiempo, en blanco y negro,  deteniendo la vida y capturando recuerdos, benditos recuerdos. Son las fotos de nuestra historia, las de los fotógrafos de caleya.





            Vista de Antromero, desde Piñeres ( años 60). Imagen bucólica. El viejo autobús ALSA, las contadas casas construidas en el barrio de la Frontera y la presencia de les vares de yerba. Hoy totalmente desaparecidas de nuestro paisaje cotidiano.














2 comentarios:

  1. Estoy totalmente alucinada, veo que la clase de mi familia era importante, y no lo sabia, también veo que mi guelo Faustino, tien la herencia física de su familia.Puff ahora ye verdad, que tengo la misma boca y expresión de mi gueliy

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  2. Así es, la familia La Salada o los Salaos, son inconfundibles. La genética así lo demuestra

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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