Capítulo 3.
Los fotógrafos de caleya.
"...son aquellas
pequeñas cosas,
que nos dejo un
tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón..."
Joan Manuel Serrat.
El interesado trabajo de los fotógrafos de caleya, aquellos que viajaban arrastrando sus trastos y con ellos el polvo y barro de caminos para poder hacer su tarea en una labor artística y penosa. Que gracias a la misma, hoy podemos disfrutar en casi todas las casas de una parte de nosotros, de nuestra historia, casi siempre recogida en el fondo de una caja de cartón o de hojalata y que muy de vez en cuando rescatamos para sorpresa de nuestra memoria.
Aquellas fotografías que con tanto esfuerzo y sacrificio se hacían una y otra vez, en muchas ocasiones priorizando a otras necesidades, para inmortalizar cualquier acontecimiento, fiestas, romerías, reuniones familiares, comuniones, bodas, inicio de curso, fallecimientos,...etc. hoy son un pequeño tesoro, que en ocasiones nos refrescan y en otras muchas aun nos sorprenden de como fueron aquellos tiempos, tan duros , escasos en casi todo y a la vez felices.
Boda de Avelino " el Civil" y Concha (1946). Este tipo de celebraciones era una cita obligada para el fotógrafo de caleya.
Esas
imágenes que nos recuperan la sensibilidad perdida y que han añadido a su blanco y negro, tonos amarillentos,
envejecidas y cuarteadas por el implacable paso del tiempo, cumplen con el
objetivo de eliminar la neblina de nuestra memoria, niebla melancólica.
Imágenes captadas por estos sacrificados artistas de caleya, que son un
relámpago en la oscuridad de la noche, de los años y del olvido. Descubriendo
después de tanto tiempo y sin poder escoger otra posibilidad que forma parte de
una larga cadena que aun no tiene fin. De ese pasado que nos persigue y
alivia. Sentirnos
a través de esas fotografías fieles a
todo aquello que nos rodeó y que ha ido desapareciendo poco a poco, con el paso
del tiempo.
Volver a visitar esas imágenes, desempolvar las cajas y revisar esas fotos con los ojos de la memoria que ya nos había abandonado o lo estaba haciendo, es podéis estar seguros, el mejor tributo u homenaje al trabajo de estos fotógrafos y a quienes fueron retratados con un gran esfuerzo económico.
Crees que tienes memoria, pero repasando estas viejas fotos que evocan tiempos pasados te das cuenta que ella te tiene atrapado a ti, porque ya no se puede cambiar los recuerdos. Añorando esa vida cuando era propia. Imágenes que alivian el dolor y el pesar de saber que no somos inmortales, pero a través de su magia ancestral e inexplicable nos convierten en eternos. Es nuestra medicina para fortalecer el recuerdo, evitando el sustrato de la neblina que devora los días antiguos de los nuestros.
Entonces la fotografía era cara, muy cara para las posibilidades económicas de casi todos, y para llegar a ellas estaba el sacrificio del ahorro para plasmar ese momento en papel. Así nos lo atestigua, como podrían hacerlo tantas personas, Lucía “les Moranes”: “Fuimos andando hasta la romería de Bañugues, Josefa “el Tuertu”, Rosario Rosa, Esther y yo, y vimos nada más entrar en el prao de la fiesta al fotógrafo, juntamos todes les perres que teníamos y sacamos una foto todes juntes..., tuvimos toda la tarde mirando unes pa otres, porque no teníamos perres pa gastar”.
Romería de San Pedro (año sin datar). Grupo de hombres celebrando el santo . Curioso contraste en estas imágenes, división total de sexos.
Por todos estos esfuerzos, os invitamos a
reencontrarnos con nuestro pasado, convirtiéndonos por el arte de la fotografía
en aquellos jóvenes y niños que alguna vez fuimos. Regresando a un mundo único en que el hombre era hombre y la mirada de todas
las cosas sencillas. Volver, en
definitiva, al patrimonio de la nostalgia, de la morriña de aquellos
atardeceres inacabables, acompañados de sonidos y de olores irrepetibles.
Nuestros
años reflejados en ese papel mágico,
años que eran enormes y en los que el tiempo y las prisas probablemente no
existían. Viajar hacia aquel mundo
y rescatar parte de él . Observando
esas imágenes y añorando aquellos detalles que han marcado nuestras
vidas y sueños. Tirando una vez más de ese hilo que no se rompe, sacando del
pasado recuerdos de todos nosotros y
que primero fueron de otros que ya no
están.
Artífices
de que tengamos este insustituible patrimonio de aquellos años, aparte de los
fotógrafos ambulantes que venían desde
varios puntos de la región, e incluso de otras áreas limítrofes como Santander ,
fueron las figuras de José Feliciano Álvarez Díaz “La Karaba” (Foto Díaz) y del
gallego Salvador Fernández Reija (Foto Reija), genuinos prototipos de
fotógrafos de caleya. También tuvieron cierta actividad, sin llegar a la de los primeros, Ángel,
Fredi, César, Acuña, Paz (este inicialmente asociado a “la Karaba”).
El
zamorano, José Feliciano ,“La Karaba”, empezó a desarrollar sus labores de
fotógrafo por estos lares antes de la guerra civil, instalándose en una pequeña “cabina” de la candasina calle
Braulio Busto, falleciendo en el año 1.971. Su oronda figura junto con todos
los bártulos que carreteaba era
constante imagen reconocible en
nuestras romerías. Lo secundará en esta
actividad, pero mas orientado a las fotos de estudio Luis Díaz Paz, con el
nombre comercial de Foto Paz, hasta su jubilación en los años ochenta.
Pero si alguien dominó el mundo de la fotografía rural entre los años cuarenta y principios de los setenta, fue la familia Reija. Primero con el patriarca de la misma, Salvador, y a su muerte en 1.965, continuarían con esta actividad sus hijos varones, Vicente y Luis, quienes mantuvieron la firma comercial de su padre, Fotos Reija. Posteriormente será Fotos Quinti, quien tomará el relevo en los años ochenta.
Una
de las épocas que más difícil tuvieron que afrontar en su trabajo , fue en los duros años de la postguerra. Estos
pioneros del mundo de la fotografía en nuestra zona sufrieron el
desabastecimiento de recambios, repuestos y consumibles que en muchas ocasiones
fueron suplidos con grandes dosis de imaginación, en otras recurriendo al
soborno y estraperlo pagando varias veces el valor real de las piezas
necesarias, pero siempre acompañados de la ilusión necesaria para afrontar todos estos
avatares.
En
el inicio de la década de los sesenta, constatamos la presencia de los primeros
fotógrafos aficionados con actividad en nuestro pueblo. Y si en algo se
distinguieron respecto a los anteriores fue porque orientan los objetivos de
sus cámaras no solo hacía personas, algo común hasta entonces, sino también
hacía el paisaje, pues en este caso se trata de una actividad vocacional, sin
interés económico alguno, contrariamente a la desarrollada hasta entonces.
Aparecen las primeras imágenes captadas
del paisaje de Antromero, sin
paisanaje, algo inaudito o casi, hasta la fecha. Y destacan sobre todo
dos, Agustín “el Guache” y sobre
todo Emilio Rodríguez “el Lechugo”.

Es
importante reseñar estos episodios, pues es el inicio de la desaparición de todos aquellos personajes y
de sus artefactos, extinguiéndose definitivamente en esta actividad en la
década de los 70, años en que de manera irremediable empiezan aparecer maquinas
fotográficas por casi todas las casas y voluntarios para usarlas, con mejor o
menor tino.
También apuntar en este recorrido una importante colección de fotos realizadas por alguno de los miembros del Sanatorio Marítimo, el hospicio. Parte de las mismas montadas sobre planchas de madera y de un tamaño considerable, 0,50 m. x 0,50 m., donde se recogen imágenes del entorno del edificio y de la playa de S. Pedro. Destacaremos dos, la primera una fotografía en blanco y negro, sin fecha, de prácticamente todas las lanchas que a principios de los años 60 había en nuestro pueblo, siendo donada por Maruja “el Sanatorio” al club de Antromero, cuando se hizo la última remodelación del edificio. Desgraciadamente desaparecida por un daño irreversible en la tabla en la que estaba soportada. Y la segunda, que sorprende por la perspectiva de su ejecución, tratándose de una imagen aérea de la finca, conservando casi íntegramente la fachada original del año de su construcción en 1.912,. En ella se puede apreciar, tal y como dijimos, el exterior del edificio, la desembocadura del río Pielgo, la casería la Piedra, parte de Talusia, la antigua carretera, (distinguiendo en ella su superficie de piedra) y algunas casas de la Frontera que entonces había. Se trata de una fotografía que se puede datar en torno a principios de los años 50.
Resaltamos
en la colección privada de Martín Carrasco Marqués, una instantanea datada en el año 1.920, en la que se aprecia con total claridad como
unos cuarenta niños, acompañados por sus tutores y vestidos todos ellos para la
ocasión, hacen gimnasia en la playa , con el sanatorio al fondo, presidiendo la
imagen.
Llama
poderosamente la atención que a principios del siglo pasado, se elaboraron un
sinfín de fotografías en un formato exclusivo, para dar mas clase y categoría a
las mismas. Era la tarjeta postal (similar a las actuales ya en tan desuso)
que se obtenía por la técnica de contacto de placas de cristal. El resultado
era la imagen mas nítida, y presentada siempre en papel cartón, con la
posibilidad de poder utilizarla como envío por correo. Este tipo de foto, la
hemos podido observar en decenas de fotos cedidas para la exposición
etnográfica que se celebró en los
locales de las antiguas escuelas en 1996.
En
la recopilación y recogida de fotografías hecha en casi todas las casas del
pueblo, entre los años 1996 a 1998, para
acompañar en un anexo a estos textos, se obtuvieron con la inestimable
colaboración de sus propietarios, más de mil imágenes, de las que se preseleccionaron unas
doscientas. Resaltando la importancia que todas ellas tienen por algún u otro
motivo, pero que , con independencia de su calidad, poseen un elevado valor sociológico, por lo
que representan. Se aprecia que casi todas ellas son elaboradas en épocas
estivales, coincidiendo con romerías, y fiestas similares. Coged varias a libre
albedrío, y observareis que las vestimentas se ajustan a épocas veraniegas.
Este era el momento de más actividad de esta especie extinguida, los fotógrafos
de caleya.
Para compensar la falta de trabajo del resto del año,
visitan casas en busca de clientes para hacer retratos individuales o bien
colectivos, creando en la mayoría de los casos autenticas obras de arte,
convirtiéndose en retratistas. La ausencia de buenas vestimentas y decorados,
eran paliadas con el minucioso dibujo,
acompañando en el mismo todo lujo de detalles: collares, corbatas,
zapatos, vestidos, trajes...etc. Tras
varias semanas de trabajo eran entregadas en el domicilio y cobrado, en tarifa
acordada previamente, en ese mismo día. Fruto de esta actividad tenemos muchas
de estas donde seguramente escoger, pero sin desmerecer a otras, prestaremos
especial atención, por la anécdota que le acompaña, al retrato del clan
familiar de José el Salao (padre) y María la Granda, junto a sus vástagos y familia, realizado en 1920 por
la casa de fotografía La Sra. Artística de la calle Lope de Vega, en
Santander.
En
el día de entrega, afloró el duro carácter de la matriarca, María la Granda,
al comprobar que en los zapatos que le habían confeccionado en el susodicho
retrato a su hijo, Marcelino la Salada, estaban cambiados de pie. Motivo
este mas que suficiente para que el desdichado retratista, huyera corriendo y
dejando olvidado su trabajo. Este
portentoso retrato, de un tamaño considerable, es conservado por Laudina
Artime, con sus aperos originales, el marco y el cordón de color rojo
para colgarlo. Acompañamos copia del mismo para
comprobar el imperdonable error de aquel artista, que seguramente no volvería a
repetir.
Los zapatos de Marcelino "la Salada" cambiados de pie. De izquierda a derecha: Etelvina, La "Morena", María "¨La Granda" (sentada), Antón "La Salada", Faustino, Rosario "La Salada", Concha, José "El Salao" padre (sentado), Marcelino "La Salada", Pilar, José " El Salao".
A las fotografías hechas sobre la marcha, en romerías y sitios similares, se contraponían las de estudio, mucho más elaboradas, y en ocasiones casi milagrosas. Se trataba de un trabajo arduo, artístico, retocando y reconstruyendo en muchas ocasiones las placas fotográficas, utilizando para ello tinta china, pastillas, cuchillas, pinceles...y acompañado todo ello de de una gran maestría, digna del mejor pintor renacentista.
Hoy,
en cambio, la fotografía digital ha
puesto las fotos al alcance de todos. Ha democratizado el hasta no hace mucho
tiempo, reducido mundo de la imagen. Somos unos fotógrafos en potencia: móviles con
cámara, cámaras fotográficas y de video inundan nuestro mundo, facilitan la
posibilidad de hacer millones de
fotografías sin necesidad de estar impresas, colgadas en Internet o en las redes
sociales. Van y vienen, están y no están, aparecen y se borran, son en
ocasiones tan breves como innecesarias...
La magia de esas imágenes digitalizadas es la pura y dura tecnología y aun valorando la capacidad artística de sus autores, con esos programas informáticos, con grandes ordenadores y magnificas cámaras capaces de lograr imágenes que casi ofenden a la propia realidad. Podemos confirmar que con ella se ha roto definitivamente el vinculo y el tono romántico de aquellas viejas fotos de papel acartonado que afortunadamente aun nos acompañan, estimulando nuestra memoria. Desafiando al tiempo, en blanco y negro, deteniendo la vida y capturando recuerdos, benditos recuerdos. Son las fotos de nuestra historia, las de los fotógrafos de caleya.
Vista de Antromero, desde Piñeres ( años 60). Imagen bucólica. El viejo autobús ALSA, las contadas casas construidas en el barrio de la Frontera y la presencia de les vares de yerba. Hoy totalmente desaparecidas de nuestro paisaje cotidiano.
Estoy totalmente alucinada, veo que la clase de mi familia era importante, y no lo sabia, también veo que mi guelo Faustino, tien la herencia física de su familia.Puff ahora ye verdad, que tengo la misma boca y expresión de mi gueliy
ResponderEliminarAsí es, la familia La Salada o los Salaos, son inconfundibles. La genética así lo demuestra
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