Capítulo 88. Coses y casos de cases. Casa Lluisa- Gonzale. Parte VI.

 


Fuente: Arturo Artime.





Capítulo 88.

Coses y casos de cases.

Parte VI.



Casa Lluisa- Gonzale.





Memoria: "La memoria del ser humano es la capacidad que tiene para codificar, almacenar y recuperar información, experiencias, sentimientos, ideas y sucesos del pasado. Esta función, es esencial para el aprendizaje, la adaptación y la supervivencia. A través de la memoria, los seres humanos construyen su identidad y se adaptan al mundo en el que viven, pudiendo tanto recordar conscientemente, como revivir y recordar impresiones de modo involuntario".




La importancia de conocer las cosas que nos rodean.



"Todo ello me recuerda el hogar de mi ser

y, porque recuerdo, me duele cuanto soy". 

Xuan Bello.



Decía hace unos años un viejo conocido, que no hay mejor sitio que la propia casa, que es el mundo perfecto. Razón no le faltaba, aunque resulta cuando menos muy difícil cuantificar el tamaño de lo que entendemos por ese mundo, de la felicidad que despierta  y, por supuesto,  del propio concepto de casa.


Aunque sinceramente, consideramos desde nuestra humilde opinión, que el mundo más cómodo y manejable  es el portátil, aquel que nos entra entero en la cabeza y que lo podemos llevar a todas partes con nosotros. Pero por desgracia, esa capacidad está al alcance de unos pocos elegidos. Gentes capaces de convocar a la memoria, hilvanando caminos que conducen a la eternidad soñada.  Son los hombres de pueblo, curtidos en un ambiente rural, los más adeptos a estas habilidades, pues saben de cada cosa, cada piedra, animal o persona que les rodea. Evitando con ello, la posibilidad de que el paso del tiempo transforme todo su entorno en materia caduca.


Cada vida pasada es el refugio de una historia, y que dependiendo quien sea su narrador se puede llegar a transformar en un nuevo mundo, real y vivo. De sus palabras nacerán universos verosímiles, testigos de lo que antaño fueron tantas y tantas cosas. Son, estos testimonios, tesoros que no podemos ni debemos olvidar.


Es cierto, las cosas han cambiado en tan poco tiempo que no facilitan ciertas convocatorias a la memoria. Entonces, el mundo conocido de nuestros ancestros tenía un tamaño abordable. Una patria llena de familia, vecinos y algún que otro amigo. Sin respetar a la aplastante lógica de los amenazantes nuevos tiempos, los antepasados creían que el mundo no era más que una parroquia más grande que la conocida. Las fronteras las marcaban las líneas del horizonte, ciertas e inconfundibles.


Podemos llegar a pensar que todo esto es poco, cosas sin importancia, que nada de lo que pasó merece la pena. Ignorar, esquivar el sentimiento de pérdida es la abdicación ante el destierro moral, la batalla definitiva que hace vencer al olvido. El olvido, agazapado y vigilante se alimenta por el abandono de historias que alguna vez hubo, y que ya nadie escucha.


Pero siempre, para fortuna de todos, habrá personas que mantengan fresco el espíritu y esencia de estas tierras, transmitiendo valores y conocimientos que, sencillamente nos hacen sentir más seguros y poderosos, tal es el caso de Marcelo Gutiérrez Heres, Marcelo Lluisa (1922). Hombre sobre el que recaerá una gran parte del contenido de este capítulo, con la necesaria connivencia de su nieto, Arturo Artime Gutiérrez.




La perfecta simbiosis de un abuelo y su nieto.



"No heredamos la tierra de nuestros

 antepasados.

La legamos a nuestros hijos".

Antoine de Saint-Exupéry.



El libro más leído en la historia de este mundo es La Biblia. Obra sagrada, tanto para cristianos como judíos. En sus textos, promueve el respeto de los descendientes a sus abuelos, y a estos últimos les incita a que dejen una herencia espiritual a sus hijos y nietos, transmitiéndoles sus enseñanzas y bendiciones (Proverbios 13:22). Con independencia del contenido de estos textos sagrados, y anteriores a su edición, las antiguas civilizaciones (en su mayoría) mantenían estas pautas de respeto y enseñanza. Siendo por tanto, los mayores, el referente y guía necesario del futuro que se avecinaba.


Las lecciones vitales de los antepasados pueden caer y caen habitualmente en saco roto, pero en algunas ocasiones se produce el milagro de la transmisión. No es fácil, conocimientos, relatos, historias y saberes que proceden del calor de una tierra exigente y dura, captadas por el interés de un niño/a o un/a joven. Voces antiguas que antes fueron de otros y que se transmiten a nueva savia, evitando la desaparición de un mundo. Marcelo Lluisa, sabedor de aquellos riesgos, invierte su tiempo e ilusión en empapar de conocimiento ancestral a su nieto, Arturo Artime. Y será este, quien hoy despliegue una pequeña muestra de ello, para nuestro disfrute y deleite. La saga del conocimiento heredado continúa y, para nuestra fortuna, es la mejor nueva que podemos celebrar.


Al fin y al cabo, es el propio Arturo, quien desgrana esta difusión hereditaria, constituyendo su memoria un tesoro de difícil cuantificación: "Mi güelo Marcelo Lluisa, me fue enseñando muchísimas cosas. Algunas de las cuales, con toda seguridad, le fueron transmitidas por su padre y sobre todo por su madre". Nuestra esperanza es que se plasme todo ese conocimiento en algo tangible, que toda esa sabiduría no sucumba ante el ocaso del abandono. O que en su defecto, su hijo Samuel, esa última generación, forme parte de ese engranaje familiar que garantice la persistencia de la sabiduría popular. Esa que alimenta nuestra particular historia.


Fuente: Arturo Artime. Joaquina Llorienzo, Marcelo Lluisa y Arturo.
Arturo, representa la voz y memoria de un prodigio de conocimiento, tal  fue
su abuelo, Marcelo. (2001).



El compendio de la sabiduría popular.




"Vale más saber alguna cosa de todo,

que saberlo todo de una sola cosa".

Blaise Pascal.



No todas las cosas son como parecen. Pasar por el mundo, sin fijarse en pequeños detalles es, además de poco aconsejable, infructuoso e improductivo. Son todas esas aparentemente insignificancias, aquellas líneas que se van agrupando en un mismo punto, que es nuestra vida. Cuantas más líneas juntemos, más valor y conocimiento tendrá la existencia.


Cortejar la eternidad, evitar el desamparo que provoca el desconocimiento, solo se consigue pellizcando la memoria y alimentando el hambre que exige la razón. El mundo conocido, aunque pueda resultar sorprendente, es más profundo que largo. Siempre habrá algo en nuestro entorno que pida a gritos explicaciones. Esa es la esencia de la sabiduría popular, que algunos de nuestros antepasados aplicaban con la satisfacción de los que creen en las cosas que hacen.


Marcelo Lluisa, recoge conocimientos heredados, amplía y corrige errores, analiza el mundo que le rodea y saca sus conclusiones prácticas y utilitarias. De aquella amplitud de sabiduría popular, su nieto, Arturo Artime, es el albacea necesario para mantenerla viva. Una extensa y casi inabarcable cognición, que exigiría miles de páginas, es su herencia.


Rindamos un pequeño homenaje, al pragmatismo aplicado de Marcelo, para catalogar en función de la disposición de predios, animales y gente adherida, la productividad y categoría de aquellas unidades de producción agroganaderas" Mi güelo, hacía una estimación en función del número de animales que tenía la casería, también del terreno que debía de tener y del número de miembros de la familia que podía alimentar". Las proporciones no dejan lugar a dudas: "Por cada animal adulto (vacas, bueyes), tenían que disponer de 8 díes de gües  de terreno (1) y por cada vaca en la cuadra, podían vivir dos personas".  Siguiendo estas pautas, marcadas por el conocimiento y experiencia de Marcelo, su nieto llega a una lógica deducción, que pone en valor algunas de las caserías de la primera mitad del pasado siglo: " Lo normal de aquella, antes de la llegada de los abonos químicos y maquinaria, era tener 6 vacas. Con este número, podrían alimentarse 12 personas en casa y , para ello, deberían de tener al menos 48 díes de gües para producir alimento pal ganáo". Aunque, llegados a cierto punto, el criterio seguido para valorar la potencialidad, siempre estaba en lo más visible y tangible, que era el número de animales disponibles: " Una casería normal de aquella época, era la que tenía 6 vacas, la de 8 se salía de lo normal y solía tener un criáo. La que tenía 10 vacas era sobresaliente y solía tener criáo y criada". 


Respecto a la propiedad, los parámetros para su análisis  dependen de una serie de variables, y teniendo en cuanta estas se valoraba el poderío de la casería: "La casería era propia, si el terreno y la casa era de ellos. También podían ser "caseros", que era cuando la propiedad tenía un amo diferente y se le pagaba una renta". Y, en este sentido, no había lugar a incertidumbre: " Mi güelo no tenía dudas. Siempre dijo que la más potente de Antromero era la Casa Norte, que aparte de tener mucho ganado, tenía terreno alquilado a otras caserías y casas". Precisando algún dato vivido en primera persona, por el propio Marcelo: " En la casa donde nació mi güelo, tenían terreno alquilado que era de los de Norte, y que después compraron. Y, años después, hizo Marcelo la casa".



Fuente: Arturo Artime. "Antigua Casa Lluisa. Entre Casa Corujeo
y Casa Güelín. Fue así, hasta finales de los años 60. A la izquierda,
se aprecia la subida a la panera, que allí permaneció hasta principios 
del nuevo milenio".


Siguiendo los parámetros  marcados,  hace un listado de las caserías más importantes del pueblo, amén de la todopoderosa Casa Norte: " Según el número de animales adultos, terrenos que tenían y explotaban , además de los criáos, mi güelo decía que las más fuertes eran las de Posada, José Antón de Menende, La Piedra, José La Granda, El Chato, Menende y El Catalán".


Las caserías en propiedad (las menos), también necesitaban del arrendamiento, para atender las urgencias propias: " Solían tener alguna finca de renta o arrendada. Normalmente propiedad de algún terrateniente (Pola, Gordillo, Mori, Bosquet, Ferrer, Aureliano, Veneterra, Norte, José Manuel de Condres, Moré,...)". En cambio, la situación de las caserías a renta  o "del amo", era mucho más precaria : "Estas caserías pertenecían a los grandes adinerados, y los inquilinos no tenían nada, ni el terreno, ni los edificios (aunque ellos mismos los hubieran construido)". Y dentro de este grupo, se puede distinguir otro más penoso: " También estaban los que además de estar arrendados, no tenían ni animales. Y el "alquiler" de estos bichos, seguía, según mi güelo, estos pasos: Cuando el dueño de la vaca y de la casería compraba el animal, decía a los "llevadores" de la casería el dinero que había costado. Dinero que había que devolver al dueño, cuando se acababa la vida "útil" del animal. Al vender la vaca, tenía menos valor que cuando se compró, y esa diferencia debía de ser abonada por el llevador de la casería. Después de la venta, no había liquidez para comprar otro animal, y había que nuevamente pedir dinero al amo, y con esta dinámica era imposible salir de esta rueda de miseria". Esta historia, es ciertamente antigua, casi tan antigua como la propia humanidad y tan actual (circunscrita a otras actividades), que se nos hiela la sangre, pensando en lo poco en que hemos evolucionado.


Respecto a la manutención en estas caserías de "llevadores", mantenían las pautas lucrativas definidas por la propiedad: " Todo lo que le ocurriera al animal, era costeado por el inquilino y la leche que producía era para él". Los beneficios derivados de la  venta de un  xato o ternera, eran repartidos a partes iguales.  Si de inmuebles hablamos, las cosas no difieren mucho de lo expuesto: " La producción de madera de los montes, eran también repartida a la mitad, aunque el llevador pagara religiosamente la renta". Tiempos duros, mucho trabajo y escasas expectativas de crecimiento.


Observador impenitente, Marcelo hace gala de ese don, a la hora de esgrimir alguno de los resortes empleados por los propietarios de las grandes caserías, para sacar mayor rendimiento: " Mi güelo siempre decía que en las caserías potentes, no había nada casual, que  los trabajos estaban perfectamente organizados". Así, las mejores de estas, aprovechaban coyunturas temporales : "En casa José Manuel de Condres (2), contaba que siempre tenían una pila muy grande de leña de podar los manzanales".  Para su corte y almacenamiento, se recurría a la necesidad de los transeúntes: "Aquella madera no era cortada por los criáos que trabajaban allí, pues no querían que se perdiera el tiempo en aquello. Picar la poda del manzanal llevaba mucho tiempo y se sacaba poco rendimiento. Así que se lo mandaban picar y almacenar a los pobres que venían pidiendo". Máximo rendimiento de los recursos no programados.


También, el bueno de Marcelo, es compilador de leyendas de tradición oral, que son trasmitidas de padres a hijos y que han llegado, para nuestra fortuna, hasta Arturo:" Mi güelo recordaba que había escuchado a los vieyos, que en donde está ahora la captación del agua de la Magdalena, que alimenta  a Luanco había un pozo que siempre tenía agua, un pozo que no tenía fondo. Y que una vez un paisano llevó a la pareja de gües a beber y que cayeron al pozo con carro y todo. Nunca más volvieron a aparecer". Historias, contadas a la luz y calor del llar, forman parte de la identidad y culturas de los pueblos, y también, de sus temores y miedos.


Nuestro hombre, se distinguirá por el conocimiento milimétrico de su entorno. Personas, animales, cosas, territorios y sus vinculaciones, forman parte del juicio detallado, de los saberes que cobija cada arruga de la piel, cada dureza de las manos, de la memoria acumulada que nos recuerda la importancia de la herencia desplegada por Marcelo.




(1). El día de gües, es una medida de superficie que equivale a 1250 metros cuadrados.

(2).  Esta casería fue hasta la segunda década del pasado siglo,  una de las mayores productores de sidra de la parroquia y de Gozón, tal lo atestiguan los censos de actividades industriales de la época





 Fructuoso y Marcelo Lluisa.

Una compleja historia de padre e hijo.



"Saber y saberlo demostrar

es valer dos veces".

Baltasar Gracián.




Marcelo Gutiérrez Heres, viene al mundo el día de carnaval del año 1922, fecha que acompaña una curiosidad cronológica, tal y como lo recuerda su nieto, Arturo: " Nació y presumía de ello, un martes y trece, que además coincidía con el carnaval ". Último hijo de una prole numerosa procedente de dos matrimonios: " Mi bisabuelo, Fructuoso Lluisa (1880), se casará inicialmente con una mujer de la parroquia de San Martín de Cardo, Carmen García, de Casa Regaláo. En esta unión nacerán cinco hijos, y con el nacimiento del último, su mujer se suicida. Años más tarde, se casará con una vecina suya, Irene Gonzale ". Este último matrimonio, se consolida y formaliza por razones humanitarias: " Mi güelo, siempre decía que su madre (Irene), se había casado por la pena que le despertaba ver a un paisano solo con cinco hijos tan pequeños". De esta unión, nacerán tres hijos más, siendo el último, Marcelo.




Fuente: Arturo Artime. Fructuoso e Irene.


Aunque, será la enfermedad quien marcará el devenir amoroso de Fructuoso: " Mi bisabuelo, iba a casarse con una de Casa El Catalán y, ya se habían hecho las proclamas. En ese momento, él tendrá una infección muy grande (aún estaba lejano en el horizonte el descubrimiento de la penicilina (1928), por el doctor Fleming) y todo el mundo le daba por muerto. Durante el periodo de convalecencia, ella echó otro novio y se casó". 

Fructuoso Lluisa, no se distinguirá por sus formas sociales: " Mi bisabuelo era un hombre que tenía un carácter duro, seco y era muy poco cariñoso con sus hijos, aunque me consta que tenía buena relación vecinal, sin llevarse mal con nadie". Aquellos ademanes  se visualizaban en su día a día: " Decía mi güela, Joaquina, que era de Santolaya, pero que su casa estaba cerca de Bocines, que se acordaba siendo rapacina de verlo subir a misa sin hablar con nadie, con el traje de pana y los puños cerráos, entrando y saliendo de misa sin parar con ninguna persona". La naturaleza y su equilibrio se manifiesta en la familia: " Aquello era compensado con la dulzura y amor de su mujer, Irene. Ella no va a distinguir en ningún momento entre hijos e hijastros. Todos serán tratados con el mismo cariño".


Aquel varón, no dejará flecos sueltos a la hora de afrontar el futuro. Hombre seco y riguroso con los miembros de su numerosa familia, planifica el desarrollo de la casería: " Tras un breve paso de sus hijos por la escuela, toma la decisión de que uno de ellos quedará junto a él, para la gestión de la casa. El resto de los hijos, tienen que abandonar la casa y emprender nuevas vidas".




Fuente: Arturo Artime. Fructuoso..."tenía
un carácter duro, seco..."



Los tiempos de hace un siglo, están teñidos por la dureza: " Los trabajos para los hombres que había por esta zona estaban restringidos prácticamente al riesgo de la mar y a la ingrata labor de ser "criáo" en otras caserías más pudientes. En esta última opción sobraba el trabajo agotador y faltaba la remuneración, casi siempre saldada por el techo y la comida".


El régimen económico familiar, estaba regulado por el cabeza de familia, Fructuoso: "No entregaba una peseta en casa, todos los beneficios generados por la casería eran gestionados por él. En ningún caso  contribuía  para la comida o gastos de la casa". Aunque su mujer, desarrollará una ingeniosa idea, para aportar los ingresos necesarios para el sustento familiar: " Siempre se plantó mucho maíz. Y con el maíz se empezó a sembrar fabes. Irene, que demostró ser una mujer muy inteligente, empezó a cambiar la dinámica de venta. Entonces, llevar la mercancía desde Condres hasta la plaza de Luanco, no era una tarea fácil. Caminos impracticables no ayudaban para nada. Sustituyó les patates por les fabes y con ello aminoró el peso y aumento el valor de la venta". Los beneficios de aquella nueva apuesta no se dejan esperar: " Con aquel dinero, pudo hacer frente a los gastos del día a día. Además, Irene, evitaba el transito por monte Rellario empleado normalmente por el resto de los vecinos, en cambio ella iba por la Cuesta El Ruxu, para salir a la carretera que bajaba desde Antromero, y así no delatar lo que llevaba a la venta".



Fuente: Arturo Artime. Irene Gonzale. Una mujer con 
iniciativa envidiable.



El espíritu e inteligencia natural de Irene, es una evidencia. Por si hubiera que  solventar alguna duda al respecto, basten las declaraciones de Arturo, una vez más: " Decía mi güelo, que su madre (Irene), nunca fuera a la escuela. Que iba a vender a la plaza y que nadie le engañaba con los números. Además, ella sabía leer lo que llamaba letras de molde. Estas, eran las que estaban impresas por máquinas o imprentas".


Marcelo, también visitará temporalmente, muy de joven la ermita de San Pedro, aprovechando la presencia de aquellas maestras maternales, que dispensaron  saber y conocimiento entre los abnegados escolines: " Algún verano fue al cabildo de la capilla, a aprender lo de la escuela con Perfeuta". 


La decisión paternal, de dejar tan solo a uno de sus hijos en la casa para trabajar,  marcará los inicios laborales por cuenta ajena de Marcelo Lluisa: " Mi güelo empieza a trabajar de criáo, siendo un crío. Comienza en Casa La Torre, en El Regueral, y más tarde en Casa El Maestro, en Bocines. En esta última casa, el pago del trabajo de todo el año se cubre con la comida diaria, dormir en la tenada, dos pantalones de mahón y una vara de yerba para su padre, Fructuoso".


Inevitablemente, los hechos históricos  influyen en el desarrollo personal y social. Mucho más, cuando aquellos son graves y están salpicados de muerte y dolor: " A mi güelo, Marcelo, la guerra civil y sus consecuencias lo van a marcar de por vida. Pese a no vivirla directamente, si sus cinco hermanos varones y otro que en aquel momento estaba haciendo el servicio militar". La contienda y sus consecuencias marcarán su adolescencia: " Con 17 años, en el final de la guerra (1939), una bomba acabará con la vida de unos niños (3), vecinos suyos, en Condres, mientras jugaban con ella. Marcelo estaba muy próximo y toda aquella barbarie le quedaría grabado de por vida".




Fuente: Arturo Artime. Marcelo Lluisa, de joven.



Durante los años  del conflicto (1936-1939), será el encargado de ayudar a su padre en la casería, ante la ausencia de casi todos sus hermanos, alistados en aquel sinsentido incivil: " Será quien junto a su padre, mantenga la actividad agroganadera de la casa. Otro de sus hermanos, muy joven, estaba trabajando en una casería de El Regueral y Marcelo divide su tiempo en ayudar a ambos". El espíritu solidario de nuestro protagonista se destapa, manteniendo el mismo a lo largo de toda su vida, ayudando y colaborando con familiares, amigos y vecinos: "Cuando había que ayudar, colaborar, trabajar en el arreglo de caminos,...allí estaba mi güelo".


El joven Marcelo, nacido en 1922, conocerá al amor de su vida, en uno de sus viajes de visita familiar: " Una hermana de mi güelo se había casado en Casa Llorienzo, en Santolaya y en una de sus visitas conocerá a quien sería su mujer, Joaquina (1917)". Aquel noviazgo nacerá, no sin dificultades, en la década de los años 40 del pasado siglo.




Fuente: Arturo Artime. " La foto fue tomada el día de 
la fiesta de Santolaya, en los años 50. Marcelo Lluisa,
sujetando una novilla pinta. Tras él, Ángel Lluisa y 
a sus lados, Tino y Ramón de Llorienzo".



Joaquina era madre soltera, un verdadero estigma social en aquellos tiempos: " Había tenido un hijo con uno de aquellos teyeros trashumantes de la zona de Llanes, que venía por los veranos. Este hombre moriría durante aquella sanguinaria guerra". Esta relación rompe los lazos con la familia, especialmente con su padre, Fructuoso: " Es prácticamente repudiado por su padre. El hijo de Joaquina, que genera toda la tensión, fue siempre considerado como suyo, por el bueno de Marcelo".




Fuente: Arturo Artime. Marcelo, posa con sus dos nietos, en la
romería de Bocines, en los años 70.



Tras cumplir con el servicio militar y ante aquella situación,  toma una decisión definitiva: " Decide no volver a la casa paterna. Empieza a trabajar como criáo,  por alguna de las caserías de Santolaya, como fueron las de Casa Llantada y Casa Papes".


Pasarán unos pocos años, para formalizar aquella relación de pareja: "Se casan en el año 1948, cuando el hijo de mi abuela cuenta 12 años". Ante la imposibilidad de conseguir vivienda propia, toman la decisión de ir a vivir a la casa materna de ella, Casa Llorienzo: "  Los permanentes roces y tropiezos con una de sus hermanas, no hizo fácil la convivencia, y al poco tiempo, reconsideran aquella situación. Se trasladan a una pequeña casería de La Uz, negociando la explotación de la misma". El acuerdo no se hace esperar y el compromiso de ambas partes se formaliza de forma salomónica:" Las titulares eran unas mujeres muy mayores y se acuerda el reparto de los beneficios al 50%. Mis abuelos exponen el trabajo y los dueños de la casa, la propiedad".




Fuente: Arturo Artime. Boda de Joaquina y Marcelo, acompañados
de algunos de los invitados.




Fuente: Arturo Artime. Joaquina y Marcelo, el día de su boda.



Aquella apuesta, no da los resultados apetecidos: " Trabajaron muy duro durante el año 1950, sin descanso y cientos de privaciones, pero los rendimientos fueron tan escasos, que toman la decisión de abandonar este proyecto. Este mismo año, nacerá mi madre, Marisa, en plena seronda, un 22 de noviembre de 1950".



Fuente: Arturo Artime. Marcelo y Joaquina, 
posan junto a su hija, Marisa. Años 50.



Tras aquel fracaso productivo, la joven pareja junto a sus hijos y los nulos recursos les obligan tomar una decisión de alto riesgo: " Aprovechando que la vivienda de los maestros de la escuela de Condres estaba vacía, se instalan en ella". Para dotar de algún y necesario ingreso de dinero, ambos se ponen a trabajar: " Mi güela, empieza  a trabajar en la industria conservera de Luanco, con Rendueles. Marcelo, trabaja "a jornada", por algunas caserías de la zona, cobrando por día trabajado". Es habitual la presencia del cabeza de familia en Casa de José Manuel de Condres, Casa Cuixo, La Llonguera,..


Cuando todo parecía encarrilado, la tranquilidad se desmorona: " Una maestra, a los pocos meses, reclama aquella vivienda hasta entonces deshabitada. Así, que deciden construir una casa en una parcela de su propiedad, con los pequeños ahorros obtenidos". Será la Casa de Marcelo Lluisa, orgullo y satisfacción de un hombre que sabe lo que es afrontar las dificultades con la entereza y el sacrificio de los elegidos. Aquella morada, tal y como se expuso con anterioridad, fue construida sobre un terreno adquirido a Casa Norte, llamada La Zalza y de la que fueron arrendatarios durante generaciones.


Manteniendo la pauta de trabajo diseñado, una información proporcionada por el titular de una de las caserías, donde prestaba su trabajo, le cambiará la vida: "El dueño de la casería de Cuixo, donde estaba trabajando, le anima a que solicite un trabajo en la Diputación, pues le habían informado que iba a a quedar una plaza vacante". Marcelo, viaja hasta Avilés para hacer la solicitud pertinente: " Cuatro días después, le llaman para empezar a trabajar en el mantenimiento de carreteras". La suerte viene acompañada de otra buena nueva: " Le adjudican, el tramo que va desde Casa Amable, en Valparaiso, hasta la capilla de La Ren". Son años de buenaventura, trabajar en el lugar donde naciste y te criaste, es un lujo al alcance de pocos.




Fuente: Arturo Artime. Marcelo Lluisa, a la 
izquierda, durante su trabajo en la Diputación.




Los réditos derivados de este trabajo por cuenta ajena, son escasos: " Cobraba, al principio, 600 pesetas al mes. Pero, el complementaba los ingresos con un par de vacas". El animoso Marcelo, aprovecha una nueva oportunidad: " Un paisano de Bocines, le comunica que están buscando un portero  para los domingos en la sala de fiestas de Valparaiso. Más tarde, la propiedad decide abrir otra sala de fiestas, esta vez cubierta, en la Canal, será el llamado Valpa-Club". En esta nueva aventura, tendrá a Lolo El Civil, de Antromero, como compañero de aventuras, dichas y desdichas. 


La Diputación, en la década de los 70, toma una decisión que va a trastornar aquella dinámica laboral: " Centralizará el mantenimiento y conservación de las carreteras en Avilés. Para salvar aquella incidencia, comprará un piso en Luanco, y con ello la pérdida del contacto permanente con su tierra, Condres". No por ello, dejará de visitar su casa, todos los sábados y domingos y un par de días por semana. Manteniendo, esta resolución hasta su jubilación.


Marcelo, fue por encima de todas las cosas un hombre querido y apreciado, ayudando a amigos y vecinos en todo lo que estuviera a su alcance. Cariñoso, humilde y con un desarrollado sentido del humor, que no desperdiciaba el momento para exhibirlo: "Con una gran sonrisa en la boca, contaba que cuando se casó fue de viaje de novios a Avilés, a comprar una guadaña, para ir a segar a Biforcos, y así poder  ayudar a uno de sus hermanos que estaba trabajando allí de criáo".


Hombre autodidacta, de inteligencia natural inapelable, preocupado por los problemas de su entorno, y muy práctico en sus resoluciones:"  Sabía medir perfectamente superficies y volúmenes, pendiente del desarrollo de políticas económicas y sociales, estaba atento a la actualidad, no se perdía ningún debate sobre el Estado de la Nación".


Un hombre que dejó huella, sufridor de las carencias afectuosas de su padre, transmitió un comportamiento ejemplar y un compromiso vital con todos aquellos que lo rodeaban. Afable, cordial y honrado, recogió y cultivó las semillas heredadas por su madre, Irene, elevándolas a una quinta esencia.








(3). Este terrible suceso está recogido en el capítulo 86, dedicado a "Casa Miguel".








Un toro, vinculado a  un pueblo.





"Los animales son tan agradables

que no te hacen preguntas ni críticas".

George Eliot.




Hay personas que inevitablemente marcan una época, que disfrutan de un extraño halo que atrae y pueden resultar necesarios, e incluso adictivos. También esta conclusión  puede ser trasladada a ciertos animales, aunque para los más escépticos resulte imposible.


Fueron algunas bestias tan importantes, que se les recuerda como si formaran parte de la familia. En los recuerdos, forman parte inconscientemente del listado de aquellos que ya no están. Poco importa que tengan cuatro patas, ellos han hecho posible la forja de lo que hoy somos.


En Casa Lluisa hubo un toro que es parte de la intrahistoria de Condres y alrededores. Arturo Artime, pergueña una simpática reseña  al respecto: "Hubo un toro en Casa Lluisa que entre los años 50 y principios de los 60, era el que inseminaba las vacas del contorno"




Fuente: Arturo Artime. El famoso toro de Casa Lluisa., con Julio, hijo de María.



La disposición y buena voluntad de los miembros de la familia, en ocasiones era asaltada por la imprudencia, adobada en el alcohol: "Un familiar de mi güelo, de La Rodil,  trabajaba en la mina de El Regueral. La parada en los chigres era casi una obligación y aquel hombre cumplía fielmente con la misma. Un día llegó a casa enfiláo y comprobó que tenía una vaca en celo. Probablemente, con Ángel Lluisa no debía de tener mucha confianza, así que  fue a las tres de la mañana a casa mi güelo,  para convencerlo que fuera a Casa Lluisa a sacar el toro para inseminar la vaca".



Las cosas que empiezan mal, difícilmente pueden mejorar: " Marcelo, le dijo que aquellas, no eran horas y que volviera a la mañana siguiente a una hora prudencial". El alcohol no facilita la comprensión, tal y como describe Arturo: " El paisano seguía empeñado en inseminar la vaca, argumentando que si no le sacaban el toro, que la "echaba" él. Refiriéndose a que sacaba el toro de la cuadra él mismo". El ingenio de Marcelo, pone fin a una situación surrealista: " Pues, échala tú, a ver si la dejes preñada".








Casa Lluisa-Gonzale.





"Es un error pensar que la memoria tiene que ver con el pasado.

Tiene que ver con el presente y con el futuro,

si no sabemos de donde venimos  no podremos

saber quienes no queremos ser".

Almudena Grandes.




"Voy a contar la historia de la Casa Lluisa y la Casa Gonzale, según me la contó mi güelo, Marcelo (1922), último de los hijos de Fructuoso Lluisa (1880) e Irene Gonzale (1880)".


Casa LLuisa.


"Fructuoso Gutiérrez González, era el benjamín de los hijos del matrimonio formado por Ramón Gutiérrez (1827), natural de Condres y Teresa González (1934), nacida en Villa, concejo de Corvera. De los padres de Fructuoso, mis tatarabuelos, no puedo contar nada ya que  mi güelo, no llegó a conocer a Ramón y Teresa.


Fructuoso era el último de cinco hermanos y entre el primero y él  había una diferencia de edad de veintitrés años. La relación de los mismos es la que sigue:  José (1857), estaba casado en La Rodil, en Condres; Evaristo (1859) se casó en Casa Llarriba, en el Piedeloro; Falina (1865) que quedó soltera y ayudaba en el trabajo de la casería. En el censo de 1867, figuran como hermanas María (1861) y Josefa (1865), pero de las que no se tiene mayor información. Probablemente morirían jóvenes.


Decía mi güelo, Marcelo, que el hórreo de Casa Lluisa vino de Piedeloro. Es más que probable que antes que Fructuoso, mi bisabuelo, se casara y quedara en Casa Lluisa, su hermano Evaristo hubiera vivido con su mujer  allí y que aquel hórreo formara parte de su dote. Y una vez que Fructuoso se casó, su hermano marcharía con toda probabilidad, a  vivir con su esposa a Piedeloro.


Hasta la aparición de aquel hórreo, tenían uno compartido con Casa Corujeo, lo que probablemente sea un indicador de que no hubiera demasiada producción. Solo estaba la cuadra, la casa, una pila de leña y el carro que empinaben delante en la quintana. No había nada más, ni tan siquiera desagües : así que los orines del ganado se empapaban con el "estro" (4), que se sacaba todos los días con el carro.



Fuente: Geli Artime. Censo de 1867. Registro documental
de la familia de Fructuoso.




Fuente: Geli Artime. Asiento de Casa Lluisa, en el censo de 1924.




La Casa Lluisa no era la típica casería de aquellos años de Bocines, en las que todas tenían en propiedad la casa, cuadra, hórreo, panera, llosa, etc. en una misma finca. La casa y la cuadra estaban encajadas entre otras dos edificaciones (Casa Corujeo y Casa Gonzale), impidiendo la escasez de espacio tener el hórreo al lado. Este se encontraba en otra pequeña finca frente a la casa, con la caleya de "Les Quintanes", separándolo.


En cuanto a las fincas, casi todas eran de pequeñas dimensiones y repartidas  a lo largo y ancho del pueblo, lo que no facilitaba el trabajo de laboreo. Casi todas ellas en régimen de alquiler y cuyos propietarios eran de las familias de Álvaro Condres y Casa Norte. Años más tarde, y con gran esfuerzo de ahorro y trabajo, se fueron comprando poco a poco.


Siempre recordaba mi güelo como curiosa anécdota que su padre, Fructuoso, se había "proclamado" para casarse  nueve veces, tres por cada matrimonio. En los primeros años del siglo XX, unos días antes de formalizar matrimonio con una de aquellas hermanas de Casa El Catalán, una gran infección le postró en la cama, durante un largo periodo de tiempo. Una vez recuperado, pudo comprobar como aquella mujer ya se había casado, creyendo que Fructuoso no saldría con vida de la enfermedad.


Tiempo después, se casará con Carmen García, de Casa Regaláo, en Cardo. Este matrimonio tendrá cinco hijos: Ramón (1906), María (1908), Rafael (1910), Carmen (1911) y Manuel (1915). Con el último de los hijos, su mujer se suicida tras amamantar a su último hijo. La situación de Fructuoso no debió ser muy buena y todo apunta que la hermana soltera que vivía con él, Falina, se hizo cargo de aquellos pequeños. Pero esta mujer tenía muy poco espíritu y sufría de una enfermedad vinculada a los miembros familiares, las migrañas. Cuando estaba atacada por estas, igual estaba una semana acostada, sin levantarse a comer, ni nada.



Tras el penoso episodio de su mujer, Fructuoso se casa con Irene Heres (1880), su vecina de Casa Gonzale, quien había regresado a la casa paterna, tras varios años sirviendo de criada en Perlora, en Casa Pachu Valle. La situación de desamparo de aquellos menores, vecinos de puerta, abre el corazón de Irene. Mi güelo, siempre dijo que su madre se había casado por lástima. De este último matrimonio, nacerán tres hijos: José (1918), Ángel (1919) y Marcelino (1922).


La gestión económica de Fructuoso es simple y sencilla. Él si vendía una vaca o un xato, el dinero no iba destinado a la casa, lo empleaba para pagar la renta de las fincas que llevaba, la contribución de alguna que tenían en propiedad, para ferrar las vacas y si juntaba algo de dinero era para comprar alguna finca, para algún carro  o algún arreglo por casa.


El sustento económico de las caserías de entonces estaba basado en la venta de la leche, y que en este caso era Irene la encargada de bajarla a vender a Luanco todos los días. Representando este el ingreso para los gastos domésticos que su marido se negaba a cubrir. El ingenio de esta mujer, se hace notar. En Casa Lluisa durante la primera mitad del siglo XX se siembra mucho maíz, que sirve tanto para la alimentación de los animales como de las personas, haciendo la boroña. Irene, toma la decisión de sembrar a la par, fabes con maíz, lo que va a representar unos nuevos ingresos a la economía familiar y un desahogo muy agradecido, entre tanta estrechez. Todas las tierras que se sembraban de maíz, se sembraban de fabes y para facilitar aquel duro trabajo, en los años 20, compraron una sembradora  en la Ferretería Cuervo, de Avilés. Con aquella venta resta peso al transporte de la mercancía y aumenta el beneficio por la misma. La ecuación perfecta.


Así, hizo frente a la vida y a la crianza de ocho guajes, tratando a todos por igual, con independencia que no les hubiera parido ella. Todos iguales y la prueba de ese trato de equivalencia fue el al menos todas las mujeres (ninguna era hija propia) al salir de la escuela, trató el evitar el que fueran a servir a las casas. Además de ir a aprender a coser a Luanco". 


.






(4). El "estro", son los restos vegetales, con los que se hacía la cama a los animales, en la cuadra.




Los fíos.



"Los hijos varones, una vez finalizan en la escuela, trabajan de criáos en las caserías más potentes de la zona: La Reguera, Casa Toribo, Casa El Maestro, Casa Llantada y Papes en Santolaya, Biforco en Bañugues. Mientras, las hijas iban a aprender a coser a Luanco.


Ramón Gutiérrez García (1906): el hijo mayor, casado con una mujer de Cabornio, Virginia y tuvieron un hijo y una hija: José y Carmen. Este hombre fue una persona muy trabajadora y emprendedora. Cuando se casó y marchó para Cabornio, la casería estaba embargada, por la mala gestión de una tejera instalada por su suegro y su propia mujer, en los años anteriores a la guerra civil. Trajeron tejeros de la parte de Llanes y aquello no funcionaba, tal y como decía mi güelo: "Sacaben les fornades de tejes y les tejes pa la escombrera". Con gran esfuerzo, Ramón va a levantar el embargo de la casería.

En el periodo de la autarquía, Ramón sembró mucha remolacha, además de tener bastante ganado. Una vez amortizar la deuda contraída, su mujer e hijos marchan para León  a gestionar una pensión, y no le quedó más remedio que marchar con ellos. Aunque él siempre estuvo vinculado a esta tierra. Hizo una nave en Cabornio, y con un consuegro traía vino y paja de León para vender aquí. En Andrés de Rabanedo (León), compraría una finca y recordando los viejos tiempos, metió ganado en ella. 



Fuente: Arturo Artime. Ramón y Virginia.




María Gutiérrez García (1908): se casará con un hermano de mi güela, Pepe,  en Casa Llorienzo, en Santolaya. Se casaron el año anterior a la guerra y justamente en el inicio de esta, tendrán dos hijos: Julio y José Antonio. Su marido es alistado a la guerra y vuelve enfermo. En el año 40 nace el último hijo y al poco tiempo morirá por una afección que arrastraba en los pulmones. Vivían en Bocines.

Esta mujer, quedará sola con  los chiquillos, uno de ellos recién nacido, con una mano delante y otra detrás. Tan solo una máquina de coser aliviará esta penuria. Mientras, aquellos quedan al cuidado en Casa Lluisa, mientras tanto cosía los encargos por las casas. Así, hasta que pudieron ahorrar lo suficiente para comprar una casa, en Santolaya.



Rafael Gutiérrez García,  Falo (1910): soltero. Se decía de él, que era muy alegre y simpático. Fue a la guerra y vino muy cambiado. Era muy trabajador y lo querían mucho. Así que nunca cambió de casa para trabajar de criáo, en Casa Toribo, en Bocines. Tras una discusión marcha  y al día siguiente vienen a buscarlo de Casa Biforco, de Bañugues. Al cabo de unos años, a finales de los cuarenta, cuando los hermanos titulares de esta casería se fueron casando,  vuelve a  su casa y tras unos días desaparece. Su cuerpo será encontrado por los miembros de la familia de la Casa Piedra, en la playa de Antromero. En Casa Lluisa, siempre estuvieron muy agradecidos a  los miembros de aquella casa porque fueron a buscarlos, evitando dar la noticia a su madrasta muy mayor. Cuando llegaron, el cuerpo de Falo estaba cubierto con una sábana.



Fuente: Arturo Artime. Documentación personal de Falo.





Fuente: Arturo Artime. Falo, con una pareja engalanada, probablemente
de Casa Toribo o Biforco.




Carmen (1911): se casa con un paisano de Luanco, Joaco, que andaba a la mar, y lo hizo nada más acabar la guerra. Se decía que cuando se casó, inmediatamente acabada la guerra, el cabildo de la iglesia de Bocines no tenía cubrición, debido a un incendio. Vivieron de alquiler, por el Crucero (Luanco). Tuvieron dos hijos muy seguidos: Carmen y Joaquín.



Manolo Gutiérrez García (1915): el benjamín del primer matrimonio. Se casa en La Ren, en La Cazonera, con una viuda de guerra, Marina. Sin hijos. Poco antes de la guerra, su hermanastro José, se entera de una subasta en Miranda de una casa y se fue con su padre a Avilés a la misma. La subasta estaba dividida en varios lotes de una propiedad muy grande y adquirieron  dos casas, un hórreo y alguna finca, siguiendo las pautas marcadas, en sobre cerrado. La casa aun la tiene la familia. Viendo el éxito de la operación, se animan a ir a más subastas  de aquellos lotes, con la idea de hacer una casería para Manolo. El estallido de la guerra frenó todo aquello y no hubo más compras.

Este hijo, una vez finalizada la guerra, se casa y va a vivir a la casería de su mujer, perdiendo fuerza aquella idea inicial. Una de las casas, la más pequeña, se alquila. Fructuoso, su padre, invita a su hija, Carmen, casada en Luanco a ir a Miranda, probablemente por no ir demasiado bien económicamente la cosa y así no pagar renta. Su marido, Joaco, se enrola en alguna lancha de Avilés. La familia complementa sus ingresos con la tenencia de alguna vaca. A este hombre le sonríe la suerte, ya en su madurez, pues aprovecha la instalación de ENSIDESA, para trabajar y retirarse allí. 



Fuente: Arturo Artime. Manolo. Años 50.



José Gutiérrez Heres (1918): fue el último que murió de todos los hermanos a una edad muy próxima a los cien años y el primero del matrimonio Fructuoso- Irene. Una persona con una inteligencia natural muy desarrollada. Una verdadera pena que hubiera nacido en aquella época de estrecheces, pues en caso contrario, llegaría a ser algo importante. Trabajador de el campo, una vez jubilado y aconsejado por unos familiares de la mujer, decidió invertir en acciones, fondos y con las mismas hizo mucho dinero.


Fue en los pasados años treinta, a una casería de El Regueral irá a trabajar de criáo, sin cobrar nada. Tan solo por la comida y la cama. Estalla la guerra y se alista en el año 1936. Su ausencia es cubierta por su hermano menor, Marcelo LLuisa. Cuando este último tiene que ir a la mili, en 1942, reclamaron en la familia el regreso de José, pues tal y como decía mi güelo, teniendo muchos hermanos en el ejercito, podías hacerlo. A su vuelta, José empieza a trabajar en la misma casa y acabará casándose unos años más tarde, con Argentina (descendiente de los dueños de la casería),  quedando a vivir en la misma casa. De aquel matrimonio nacerá una hija, María. 


El caso de José, es cuando menos curioso, pues empezó a trabajar de criáo, y acabó convirtiéndose en dueño. Con su esfuerzo y tesón, compró más terrenos, ampliando la propiedad inicial.


Ángel Gutiérrez Heres (1919): quedará en la casería paterna, manteniendo la ganadería. Años más tarde, contraerá matrimonio con Sara, de La Llongera, en La Ren. De este matrimonio nacerá un hijo, Ángel.

Sara, descendía de la familia de José Manuel de Condres y tenía unas fincas. Con estas propiedades, sumadas a las de las casa de su marido, forjaron los inicios de una casería muy potente. Ángel, era un paisano muy trabajador y sus descendientes también.


Fuente: Arturo Artime. Primero a la 
izquierda, en la procesión, en Bocines.



Fuente: Arturo Artime. Certificado de buen
comportamiento de Ángel, emitido por las
autoridades locales falangistas, cuando este 
contaba 18 años de edad (1938).



Marcelo Gutierrez Heres (1922): se casará para Casa Llorienzo con Joaquina y después de unos años construirá una casa en terreno familiar, en Condres. La casa de su mujer, en aquellos momentos era básicamente muy pobre. La muerte prematura, por el llamado mal de moda (gripe española) de la madre de Joaquina (1917) que estaba embarazada, al año de su nacimiento, junto con dos hermanos empeorarán mucho  las cosas. Quedando el viudo al frente de todo, junto a ocho hijos. La primogénita, cumplimentará las labores maternas. En este grupo de supervivientes, estaba un hombre, que sería vecino de Antromero, Ángel de Sampedrín, el segundo mayor en edad. Mi güela, decía que ya no lo había conocido en casa.



Fuente: Arturo Artime. Documentos personales
de Marcelo Lluisa (Civil y militar).



Esta mujer, también recuerda aquellos duros años de infancia, llenos de necesidad y fame. La solución, tan socorrida en aquellos tiempos, era la de cuando pudieran, todos los hermanos empezar a trabajar. A los dieciséis años, Joaquina que era una mujer muy fuerte, va a trabajar de criada a El Regueral, a Casa La Reguera, que era muy potente económicamente. 


Uno de sus primeros encargos en su nueva tarea, fue una aventura: llevar fabes a Gijón, a la calle Pedro Duro. Nunca había ido a Gijón en su vida y pese a ser un viaje de cierta facilidad, confesaba que fue el día que peor lo había pasado en su vida. 


La personalidad de Joaquina, afable y cariñosa, la detallaban los herederos de aquella casería de La Reguera, quienes la querían como una segunda madre. Es estos tiempos, aparece para trabajar en El Regueral, uno de los teyeros trashumantes, quedando embarazada de este. Estalla la guerra y este hombre marcha a Llanes, de donde era originario, desconocedor de la preñez de Joaquina. Tiempo después, se supo que moriría en el conflicto civil, durante su encarcelamiento en un campo de concentración.


Ella va a su casa a dar a luz, naciendo su hijo el día de Santiago, una semana después de iniciarse la guerra. Entonces, mi güelo ya tenía relación en Casa Llorienzo, pues una de sus hermanas estaba casada allí y conoce a la que sería su mujer. En casa, sabedores de esta relación, no la aprueban, pues era mayor  que él y tenía un guaje.


Marcelo, siguiendo las costumbres y tradiciones, era el señalado para casarse y quedar en casa. Su padre, Fructuoso, cambia aquella decisión, obligando a su hijo, Ángel, a romper una relación sentimental que tenía, para que se quedara  "casado pa  casa", desplazando así a mi güelo.


Adoptará como suyo el hijo de soltera de su mujer, Luis, y el matrimonio tendrá posteriormente una hija, Marisa".



Fuente: Arturo Artime. Los hermanos de Casa Lluisa, en la boda de
Ángel y Victoria, en 1977.



Fuente: Arturo Artime. Miembros de la unidad familiar de Casa Lluisa, en la
romería de San Pedro (1945).



Fuente: Arturo Artime. Miembros de Casa Lluisa
en una romería  (1944).




Casa Gonzale.


"Esta casa, estaba pegada a Casa Lluisa, vecinos y posteriormente familia política, con la unión de Fructuoso e Irene. Era una casería de alquiler, no de propiedad, pero era grande, como se demostraba con la gran cantidad de terreno que disponía. De hecho en la década de los años veinte del pasado siglo, disponían de criáos, algo poco habitual habiendo cuatro paisanos para trabajar en casa. Demostrando, este último dato la importancia de Casa Gonzale.




Fuente: Arturo Artime. Tras el toro más famoso de Condres, durante 
más de una década (50/60), la cuadra de Casa Lluisa y la Casa
Güelín, antes Casa Gonzale. Lo acompaña Ángel, hijo de Ángel.



La Casa Gonzale desapareció  como tal hace casi un siglo, a finales de los años 20 de la pasada centuria. En ella nació Juan Heres Valdés (1844), casado con Antonia Fernández (1837), quedando ambos a vivir en la casa paterna del primero. La historia local recuerda que a Juan Gonzale, nadie lo conocía con ese nombre y si, en cambio, con el sobrenombre de "Xuan el Llambión", ya que en tiempos de estrecheces y escasez lo pillaron robando "figos" en la figar de una casa cercana Y no sería porque en su casería no tuvieras figares (que si las había), sino porque los de la otra casa tenían una fama de ser muy dulces.



Los fíos.


El matrimonio de Juan se formaliza, tal y como se expuso, con Antonia, que era vecina suya. Antonia, pertenecía a la actual Casa de Alberto El Prao, y que entonces atendía esta al nombre de Casa Afonso. Una casería, esta última pudiente, pues disponían, entre otras cosas, capilla propia. Esta unión concebirá ocho  hijos: Ramona (1870), la mayor; María (1872); Generosa (1876); Irene (1880); Falina; Rosario; Manuela (1888) y Marcelo (1888).


Este último, Marcelino (5), más conocido como Marcelo Gonzale o Marcelo Puño, al ser el único varón su destino no es otro que trabajar en la casería paterna. Tras un breve paso por Cuba y a su regreso, comprueba como casi todas sus hermanas estaban casadas, manteniendo únicamente la soltería Generosa.


Ramona: la primogénita se casa con un recaudador de la contribución, que vivía en la parroquia de Ruedes, en Gijón. Lugar donde finalmente, Ramona se desplazará, una vez casada. Su marido, pariente de la Casa Corujeo, desarrollaba sus labores recaudatorios por estas tierras, a finales del siglo XIX, quedándose a pernoctar en la casa de sus parientes. 


María: casada  en  Xuan de Mariana, en Bocines.


Irene: casada con con Fructuoso Lluisa.


Falina: lo hará en la Matiella, en Candás. Una hija, quedó viuda de guerra, desplazándose a vivir a Avilés. Allí regentará una tintorería y en los años 50, con el boom de ENSIDESA abre un bar en Versalles, orientado a los obreros a turnos de aquella empresa.


Manuela: se casa en Santolaya.


Rosario: en Casa El Chofer, en el barrio de El Rincón, en Luanco. El marido tenía un coche, y por eso era conocido como Ángel El Chofer. Durante la República, transportaba de un lugar a otro a los mandos y tras la victoria de las tropas nacionales tuvo que exiliarse en Francia. La desgracia no quedará aquí, pues a un hijo y a un yerno los matan como represalia.


Tan solo Generosa, permanecerá soltera y conviviendo con su padre, tras el fallecimiento de Antonia, su madre. Una vez que muere su padre irá a vivir a Candás, con su hermana Falina. Con este panorama, Marcelo toma la decisión de dar un giro a su vida: No va a seguir con la casería y la traspasa a la familia Güelín, que procedían de Santolaya.


Tras unos años, los nuevos inquilinos que estaban a renta, compran la casería, sus terrenos y durante algunas generaciones más mantendrán la misma, aquella que en su día había sido Casa Gonzale.


El patriarca, Juan Heres, una vez que abandonó la propiedad, ya muy mayor, irá a vivir con una de sus hijas, Rosario, a Luanco. Poco tiempo después, sería atropellado por una bicicleta y falleciendo a consecuencia del accidente.


Marcelo Conzález, Puño, una vez liberado de los quehaceres de la actividad agroganadera, por el traspaso de su propiedad, se dedicará a lo que más le gusta, curar animales. Este curandero, fue muy conocido y valorado por los propietarios de casas y caserías de la comarca.


Fuente: Arturo Artime Gutiérrez. La única foto
que se conserva de Marcelo Puño. Vestido de 
militar y teniendo que cumplir con la "mili", tras un 
primer intento fallido. La foto es de finales de la 
primera década  del siglo pasado.





Fuente: Geli Artime. Registro de Casa Gonzale, en el
censo de 1867.



La Casa de Gonzale, al contrario que la Casa Lluisa (ambas estaban pegadas), era una casería típica de la época, con casa, cuadra,  hórreo, una finca grande al lado (lo que llamaban un coto) y varias fincas de buenas dimensiones un poco más distantes de aquel núcleo. En el censo de 1924, están registrados dos criáos, en esta casería : Benito Palacio de 23 años y Manuel González, de 14.




Fuente: Geli Artime. En el censo de 1924, asentada con el
 número de registro 826, se encuentra los miembros de Casa
Gonzale. Se detalla a Juan Heres, "Xuan el Llambión, ya con 84 
años  y sus hijos: Marcelino Heres Fernández (1888) y Generosa (1876).
Junto a los dos criáos nominados con anterioridad.




La relación de todos los hijos de ambas casas, aquí enumerados, evidencia una inteligencia muy desarrollada, que han sabido hacer frente a las dificultades con los que la vida trata de enredarte. Capaces de reinventarse con iniciativa envidiable,  ante cualquier tropiezo. Aquellos tiempos tan duros en todo y exigentes no les dio la oportunidad de demostrar toda su potencialidad. Si vivieran en estos años, estaríamos hablando con toda seguridad de personas con titulaciones universitarias, mucho empuje e inquietudes.


Como curiosidad, añadir que esta casa, fue la primera de Condres que llegó a disponer de un retrete, hecho de madera, a unos metros de la vivienda. Toda una novedad de la época"




Arturo Artime.







(5). Para mayor información de Marcelo Puño, consultar el capítulo 49. La vida de este hombre rompió estereotipos y roles sociales. Un personaje en toda regla, merecedor de protagonizar una novela.









Conclusiones.


Cuando se inicia algún viaje, por pequeño que sea, es más que aconsejable aprovisionarse de las cosas más necesarias, para afrontar cualquier eventualidad que pudiera trastocar tus planes. 


Si se aventura  una visita al pasado, por reciente que sea, los riesgos se multiplican y la andanza puede convertirse en una verdadera odisea. El azar, juega con las pretensiones iniciales y te sonríe  cuando la documentación necesaria aparece, casi sin contar con ella y, en cambio,  la fatalidad se alimenta con los legajos desaparecidos,  construyendo  la senda que abre el desasosiego.


Todos los sinsabores son compensados cuando surge, cuando crece la frustración de la impotencia,   el albacea y guardián de la memoria de un hombre, probablemente irrepetible, Marcelo Gutiérrez Heres, Marcelo Lluisa. Su nieto, Arturo Artime, ha sido el perfecto enlace de la transmisión oral. Aquella que durante cientos, miles de generaciones, ha impedido que el saber y conocimiento popular no se pierdan en la neblina que siempre acompaña al olvido. Gracias a este tipo de  custodios, la humanidad ha podido evolucionar hasta los tiempos actuales.


Marcelo, ha demostrado tener una mente forjada en la curiosidad, en la sed de conocimiento y el afán de aprendizaje. Por  encima de todo ha sobresalido como transmisor  de la sabiduría, alimentada por años y experiencia, buscando al fideicomiso perfecto en la persona de su nieto.


No nos queda nada más que agradecer toda la cesión de este, quien con el guion desarrollado a lo largo de este capítulo, nos ha hecho descubrir la vida de dos de las casas de nuestra parroquia, Lluisa y Gonzale y de sus miembros. Sus cuitas, alegrías y tristezas ya son nuestras. Gracias Marcelo, allá donde estés y gracias Arturo por hacer valer parte del alma de su conocimiento.




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Capítulo 88. Coses y casos de cases. Casa Lluisa- Gonzale. Parte VI.

  Fuente: Arturo Artime. Capítulo 88. Coses y casos de cases. Parte VI. Casa Lluisa- Gonzale.