(3). Este terrible suceso está recogido en el capítulo 86, dedicado a "Casa Miguel".
Un toro, vinculado a un pueblo.
"Los animales son tan agradables
que no te hacen preguntas ni críticas".
George Eliot.
Hay personas que inevitablemente marcan una época, que disfrutan de un extraño halo que atrae y pueden resultar necesarios, e incluso adictivos. También esta conclusión puede ser trasladada a ciertos animales, aunque para los más escépticos resulte imposible.
Fueron algunas bestias tan importantes, que se les recuerda como si formaran parte de la familia. En los recuerdos, forman parte inconscientemente del listado de aquellos que ya no están. Poco importa que tengan cuatro patas, ellos han hecho posible la forja de lo que hoy somos.
En Casa Lluisa hubo un toro que es parte de la intrahistoria de Condres y alrededores. Arturo Artime, pergueña una simpática reseña al respecto: "Hubo un toro en Casa Lluisa que entre los años 50 y principios de los 60, era el que inseminaba las vacas del contorno".
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| Fuente: Arturo Artime. El famoso toro de Casa Lluisa., con Julio, hijo de María. |
La disposición y buena voluntad de los miembros de la familia, en ocasiones era asaltada por la imprudencia, adobada en el alcohol: "Un familiar de mi güelo, de La Rodil, trabajaba en la mina de El Regueral. La parada en los chigres era casi una obligación y aquel hombre cumplía fielmente con la misma. Un día llegó a casa enfiláo y comprobó que tenía una vaca en celo. Probablemente, con Ángel Lluisa no debía de tener mucha confianza, así que fue a las tres de la mañana a casa mi güelo, para convencerlo que fuera a Casa Lluisa a sacar el toro para inseminar la vaca".
Las cosas que empiezan mal, difícilmente pueden mejorar: " Marcelo, le dijo que aquellas, no eran horas y que volviera a la mañana siguiente a una hora prudencial". El alcohol no facilita la comprensión, tal y como describe Arturo: " El paisano seguía empeñado en inseminar la vaca, argumentando que si no le sacaban el toro, que la "echaba" él. Refiriéndose a que sacaba el toro de la cuadra él mismo". El ingenio de Marcelo, pone fin a una situación surrealista: " Pues, échala tú, a ver si la dejes preñada".
Casa Lluisa-Gonzale.
"Es un error pensar que la memoria tiene que ver con el pasado.
Tiene que ver con el presente y con el futuro,
si no sabemos de donde venimos no podremos
saber quienes no queremos ser".
Almudena Grandes.
"Voy a contar la historia de la Casa Lluisa y la Casa Gonzale, según me la contó mi güelo, Marcelo (1922), último de los hijos de Fructuoso Lluisa (1880) e Irene Gonzale (1880)".
Casa LLuisa.
"Fructuoso Gutiérrez González, era el benjamín de los hijos del matrimonio formado por Ramón Gutiérrez (1827), natural de Condres y Teresa González (1934), nacida en Villa, concejo de Corvera. De los padres de Fructuoso, mis tatarabuelos, no puedo contar nada ya que mi güelo, no llegó a conocer a Ramón y Teresa.
Fructuoso era el último de cinco hermanos y entre el primero y él había una diferencia de edad de veintitrés años. La relación de los mismos es la que sigue: José (1857), estaba casado en La Rodil, en Condres; Evaristo (1859) se casó en Casa Llarriba, en el Piedeloro; Falina (1865) que quedó soltera y ayudaba en el trabajo de la casería. En el censo de 1867, figuran como hermanas María (1861) y Josefa (1865), pero de las que no se tiene mayor información. Probablemente morirían jóvenes.
Decía mi güelo, Marcelo, que el hórreo de Casa Lluisa vino de Piedeloro. Es más que probable que antes que Fructuoso, mi bisabuelo, se casara y quedara en Casa Lluisa, su hermano Evaristo hubiera vivido con su mujer allí y que aquel hórreo formara parte de su dote. Y una vez que Fructuoso se casó, su hermano marcharía con toda probabilidad, a vivir con su esposa a Piedeloro.
Hasta la aparición de aquel hórreo, tenían uno compartido con Casa Corujeo, lo que probablemente sea un indicador de que no hubiera demasiada producción. Solo estaba la cuadra, la casa, una pila de leña y el carro que empinaben delante en la quintana. No había nada más, ni tan siquiera desagües : así que los orines del ganado se empapaban con el "estro" (4), que se sacaba todos los días con el carro.
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Fuente: Geli Artime. Censo de 1867. Registro documental de la familia de Fructuoso.
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| Fuente: Geli Artime. Asiento de Casa Lluisa, en el censo de 1924. |
La Casa Lluisa no era la típica casería de aquellos años de Bocines, en las que todas tenían en propiedad la casa, cuadra, hórreo, panera, llosa, etc. en una misma finca. La casa y la cuadra estaban encajadas entre otras dos edificaciones (Casa Corujeo y Casa Gonzale), impidiendo la escasez de espacio tener el hórreo al lado. Este se encontraba en otra pequeña finca frente a la casa, con la caleya de "Les Quintanes", separándolo.
En cuanto a las fincas, casi todas eran de pequeñas dimensiones y repartidas a lo largo y ancho del pueblo, lo que no facilitaba el trabajo de laboreo. Casi todas ellas en régimen de alquiler y cuyos propietarios eran de las familias de Álvaro Condres y Casa Norte. Años más tarde, y con gran esfuerzo de ahorro y trabajo, se fueron comprando poco a poco.
Siempre recordaba mi güelo como curiosa anécdota que su padre, Fructuoso, se había "proclamado" para casarse nueve veces, tres por cada matrimonio. En los primeros años del siglo XX, unos días antes de formalizar matrimonio con una de aquellas hermanas de Casa El Catalán, una gran infección le postró en la cama, durante un largo periodo de tiempo. Una vez recuperado, pudo comprobar como aquella mujer ya se había casado, creyendo que Fructuoso no saldría con vida de la enfermedad.
Tiempo después, se casará con Carmen García, de Casa Regaláo, en Cardo. Este matrimonio tendrá cinco hijos: Ramón (1906), María (1908), Rafael (1910), Carmen (1911) y Manuel (1915). Con el último de los hijos, su mujer se suicida tras amamantar a su último hijo. La situación de Fructuoso no debió ser muy buena y todo apunta que la hermana soltera que vivía con él, Falina, se hizo cargo de aquellos pequeños. Pero esta mujer tenía muy poco espíritu y sufría de una enfermedad vinculada a los miembros familiares, las migrañas. Cuando estaba atacada por estas, igual estaba una semana acostada, sin levantarse a comer, ni nada.
Tras el penoso episodio de su mujer, Fructuoso se casa con Irene Heres (1880), su vecina de Casa Gonzale, quien había regresado a la casa paterna, tras varios años sirviendo de criada en Perlora, en Casa Pachu Valle. La situación de desamparo de aquellos menores, vecinos de puerta, abre el corazón de Irene. Mi güelo, siempre dijo que su madre se había casado por lástima. De este último matrimonio, nacerán tres hijos: José (1918), Ángel (1919) y Marcelino (1922).
La gestión económica de Fructuoso es simple y sencilla. Él si vendía una vaca o un xato, el dinero no iba destinado a la casa, lo empleaba para pagar la renta de las fincas que llevaba, la contribución de alguna que tenían en propiedad, para ferrar las vacas y si juntaba algo de dinero era para comprar alguna finca, para algún carro o algún arreglo por casa.
El sustento económico de las caserías de entonces estaba basado en la venta de la leche, y que en este caso era Irene la encargada de bajarla a vender a Luanco todos los días. Representando este el ingreso para los gastos domésticos que su marido se negaba a cubrir. El ingenio de esta mujer, se hace notar. En Casa Lluisa durante la primera mitad del siglo XX se siembra mucho maíz, que sirve tanto para la alimentación de los animales como de las personas, haciendo la boroña. Irene, toma la decisión de sembrar a la par, fabes con maíz, lo que va a representar unos nuevos ingresos a la economía familiar y un desahogo muy agradecido, entre tanta estrechez. Todas las tierras que se sembraban de maíz, se sembraban de fabes y para facilitar aquel duro trabajo, en los años 20, compraron una sembradora en la Ferretería Cuervo, de Avilés. Con aquella venta resta peso al transporte de la mercancía y aumenta el beneficio por la misma. La ecuación perfecta.
Así, hizo frente a la vida y a la crianza de ocho guajes, tratando a todos por igual, con independencia que no les hubiera parido ella. Todos iguales y la prueba de ese trato de equivalencia fue el al menos todas las mujeres (ninguna era hija propia) al salir de la escuela, trató el evitar el que fueran a servir a las casas. Además de ir a aprender a coser a Luanco".
(4). El "estro", son los restos vegetales, con los que se hacía la cama a los animales, en la cuadra.
Los fíos.
"Los hijos varones, una vez finalizan en la escuela, trabajan de criáos en las caserías más potentes de la zona: La Reguera, Casa Toribo, Casa El Maestro, Casa Llantada y Papes en Santolaya, Biforco en Bañugues. Mientras, las hijas iban a aprender a coser a Luanco.
Ramón Gutiérrez García (1906): el hijo mayor, casado con una mujer de Cabornio, Virginia y tuvieron un hijo y una hija: José y Carmen. Este hombre fue una persona muy trabajadora y emprendedora. Cuando se casó y marchó para Cabornio, la casería estaba embargada, por la mala gestión de una tejera instalada por su suegro y su propia mujer, en los años anteriores a la guerra civil. Trajeron tejeros de la parte de Llanes y aquello no funcionaba, tal y como decía mi güelo: "Sacaben les fornades de tejes y les tejes pa la escombrera". Con gran esfuerzo, Ramón va a levantar el embargo de la casería.
En el periodo de la autarquía, Ramón sembró mucha remolacha, además de tener bastante ganado. Una vez amortizar la deuda contraída, su mujer e hijos marchan para León a gestionar una pensión, y no le quedó más remedio que marchar con ellos. Aunque él siempre estuvo vinculado a esta tierra. Hizo una nave en Cabornio, y con un consuegro traía vino y paja de León para vender aquí. En Andrés de Rabanedo (León), compraría una finca y recordando los viejos tiempos, metió ganado en ella.
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Fuente: Arturo Artime. Ramón y Virginia.
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María Gutiérrez García (1908): se casará con un hermano de mi güela, Pepe, en Casa Llorienzo, en Santolaya. Se casaron el año anterior a la guerra y justamente en el inicio de esta, tendrán dos hijos: Julio y José Antonio. Su marido es alistado a la guerra y vuelve enfermo. En el año 40 nace el último hijo y al poco tiempo morirá por una afección que arrastraba en los pulmones. Vivían en Bocines.
Esta mujer, quedará sola con los chiquillos, uno de ellos recién nacido, con una mano delante y otra detrás. Tan solo una máquina de coser aliviará esta penuria. Mientras, aquellos quedan al cuidado en Casa Lluisa, mientras tanto cosía los encargos por las casas. Así, hasta que pudieron ahorrar lo suficiente para comprar una casa, en Santolaya.
Rafael Gutiérrez García, Falo (1910): soltero. Se decía de él, que era muy alegre y simpático. Fue a la guerra y vino muy cambiado. Era muy trabajador y lo querían mucho. Así que nunca cambió de casa para trabajar de criáo, en Casa Toribo, en Bocines. Tras una discusión marcha y al día siguiente vienen a buscarlo de Casa Biforco, de Bañugues. Al cabo de unos años, a finales de los cuarenta, cuando los hermanos titulares de esta casería se fueron casando, vuelve a su casa y tras unos días desaparece. Su cuerpo será encontrado por los miembros de la familia de la Casa Piedra, en la playa de Antromero. En Casa Lluisa, siempre estuvieron muy agradecidos a los miembros de aquella casa porque fueron a buscarlos, evitando dar la noticia a su madrasta muy mayor. Cuando llegaron, el cuerpo de Falo estaba cubierto con una sábana.
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Fuente: Arturo Artime. Documentación personal de Falo.
Fuente: Arturo Artime. Falo, con una pareja engalanada, probablemente de Casa Toribo o Biforco.
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Carmen (1911): se casa con un paisano de Luanco, Joaco, que andaba a la mar, y lo hizo nada más acabar la guerra. Se decía que cuando se casó, inmediatamente acabada la guerra, el cabildo de la iglesia de Bocines no tenía cubrición, debido a un incendio. Vivieron de alquiler, por el Crucero (Luanco). Tuvieron dos hijos muy seguidos: Carmen y Joaquín.
Manolo Gutiérrez García (1915): el benjamín del primer matrimonio. Se casa en La Ren, en La Cazonera, con una viuda de guerra, Marina. Sin hijos. Poco antes de la guerra, su hermanastro José, se entera de una subasta en Miranda de una casa y se fue con su padre a Avilés a la misma. La subasta estaba dividida en varios lotes de una propiedad muy grande y adquirieron dos casas, un hórreo y alguna finca, siguiendo las pautas marcadas, en sobre cerrado. La casa aun la tiene la familia. Viendo el éxito de la operación, se animan a ir a más subastas de aquellos lotes, con la idea de hacer una casería para Manolo. El estallido de la guerra frenó todo aquello y no hubo más compras.
Este hijo, una vez finalizada la guerra, se casa y va a vivir a la casería de su mujer, perdiendo fuerza aquella idea inicial. Una de las casas, la más pequeña, se alquila. Fructuoso, su padre, invita a su hija, Carmen, casada en Luanco a ir a Miranda, probablemente por no ir demasiado bien económicamente la cosa y así no pagar renta. Su marido, Joaco, se enrola en alguna lancha de Avilés. La familia complementa sus ingresos con la tenencia de alguna vaca. A este hombre le sonríe la suerte, ya en su madurez, pues aprovecha la instalación de ENSIDESA, para trabajar y retirarse allí.
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Fuente: Arturo Artime. Manolo. Años 50.
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José Gutiérrez Heres (1918): fue el último que murió de todos los hermanos a una edad muy próxima a los cien años y el primero del matrimonio Fructuoso- Irene. Una persona con una inteligencia natural muy desarrollada. Una verdadera pena que hubiera nacido en aquella época de estrecheces, pues en caso contrario, llegaría a ser algo importante. Trabajador de el campo, una vez jubilado y aconsejado por unos familiares de la mujer, decidió invertir en acciones, fondos y con las mismas hizo mucho dinero.
Fue en los pasados años treinta, a una casería de El Regueral irá a trabajar de criáo, sin cobrar nada. Tan solo por la comida y la cama. Estalla la guerra y se alista en el año 1936. Su ausencia es cubierta por su hermano menor, Marcelo LLuisa. Cuando este último tiene que ir a la mili, en 1942, reclamaron en la familia el regreso de José, pues tal y como decía mi güelo, teniendo muchos hermanos en el ejercito, podías hacerlo. A su vuelta, José empieza a trabajar en la misma casa y acabará casándose unos años más tarde, con Argentina (descendiente de los dueños de la casería), quedando a vivir en la misma casa. De aquel matrimonio nacerá una hija, María.
El caso de José, es cuando menos curioso, pues empezó a trabajar de criáo, y acabó convirtiéndose en dueño. Con su esfuerzo y tesón, compró más terrenos, ampliando la propiedad inicial.
Ángel Gutiérrez Heres (1919): quedará en la casería paterna, manteniendo la ganadería. Años más tarde, contraerá matrimonio con Sara, de La Llongera, en La Ren. De este matrimonio nacerá un hijo, Ángel.
Sara, descendía de la familia de José Manuel de Condres y tenía unas fincas. Con estas propiedades, sumadas a las de las casa de su marido, forjaron los inicios de una casería muy potente. Ángel, era un paisano muy trabajador y sus descendientes también.
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Fuente: Arturo Artime. Primero a la izquierda, en la procesión, en Bocines.
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Fuente: Arturo Artime. Certificado de buen comportamiento de Ángel, emitido por las autoridades locales falangistas, cuando este contaba 18 años de edad (1938). |
Marcelo Gutierrez Heres (1922): se casará para Casa Llorienzo con Joaquina y después de unos años construirá una casa en terreno familiar, en Condres. La casa de su mujer, en aquellos momentos era básicamente muy pobre. La muerte prematura, por el llamado mal de moda (gripe española) de la madre de Joaquina (1917) que estaba embarazada, al año de su nacimiento, junto con dos hermanos empeorarán mucho las cosas. Quedando el viudo al frente de todo, junto a ocho hijos. La primogénita, cumplimentará las labores maternas. En este grupo de supervivientes, estaba un hombre, que sería vecino de Antromero, Ángel de Sampedrín, el segundo mayor en edad. Mi güela, decía que ya no lo había conocido en casa.
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Fuente: Arturo Artime. Documentos personales de Marcelo Lluisa (Civil y militar). |
Esta mujer, también recuerda aquellos duros años de infancia, llenos de necesidad y fame. La solución, tan socorrida en aquellos tiempos, era la de cuando pudieran, todos los hermanos empezar a trabajar. A los dieciséis años, Joaquina que era una mujer muy fuerte, va a trabajar de criada a El Regueral, a Casa La Reguera, que era muy potente económicamente.
Uno de sus primeros encargos en su nueva tarea, fue una aventura: llevar fabes a Gijón, a la calle Pedro Duro. Nunca había ido a Gijón en su vida y pese a ser un viaje de cierta facilidad, confesaba que fue el día que peor lo había pasado en su vida.
La personalidad de Joaquina, afable y cariñosa, la detallaban los herederos de aquella casería de La Reguera, quienes la querían como una segunda madre. Es estos tiempos, aparece para trabajar en El Regueral, uno de los teyeros trashumantes, quedando embarazada de este. Estalla la guerra y este hombre marcha a Llanes, de donde era originario, desconocedor de la preñez de Joaquina. Tiempo después, se supo que moriría en el conflicto civil, durante su encarcelamiento en un campo de concentración.
Ella va a su casa a dar a luz, naciendo su hijo el día de Santiago, una semana después de iniciarse la guerra. Entonces, mi güelo ya tenía relación en Casa Llorienzo, pues una de sus hermanas estaba casada allí y conoce a la que sería su mujer. En casa, sabedores de esta relación, no la aprueban, pues era mayor que él y tenía un guaje.
Marcelo, siguiendo las costumbres y tradiciones, era el señalado para casarse y quedar en casa. Su padre, Fructuoso, cambia aquella decisión, obligando a su hijo, Ángel, a romper una relación sentimental que tenía, para que se quedara "casado pa casa", desplazando así a mi güelo.
Adoptará como suyo el hijo de soltera de su mujer, Luis, y el matrimonio tendrá posteriormente una hija, Marisa".
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Fuente: Arturo Artime. Los hermanos de Casa Lluisa, en la boda de Ángel y Victoria, en 1977.
Fuente: Arturo Artime. Miembros de la unidad familiar de Casa Lluisa, en la romería de San Pedro (1945).
Fuente: Arturo Artime. Miembros de Casa Lluisa en una romería (1944). |
Casa Gonzale.
"Esta casa, estaba pegada a Casa Lluisa, vecinos y posteriormente familia política, con la unión de Fructuoso e Irene. Era una casería de alquiler, no de propiedad, pero era grande, como se demostraba con la gran cantidad de terreno que disponía. De hecho en la década de los años veinte del pasado siglo, disponían de criáos, algo poco habitual habiendo cuatro paisanos para trabajar en casa. Demostrando, este último dato la importancia de Casa Gonzale.
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Fuente: Arturo Artime. Tras el toro más famoso de Condres, durante más de una década (50/60), la cuadra de Casa Lluisa y la Casa Güelín, antes Casa Gonzale. Lo acompaña Ángel, hijo de Ángel. |
La Casa Gonzale desapareció como tal hace casi un siglo, a finales de los años 20 de la pasada centuria. En ella nació Juan Heres Valdés (1844), casado con Antonia Fernández (1837), quedando ambos a vivir en la casa paterna del primero. La historia local recuerda que a Juan Gonzale, nadie lo conocía con ese nombre y si, en cambio, con el sobrenombre de "Xuan el Llambión", ya que en tiempos de estrecheces y escasez lo pillaron robando "figos" en la figar de una casa cercana Y no sería porque en su casería no tuvieras figares (que si las había), sino porque los de la otra casa tenían una fama de ser muy dulces.
Los fíos.
El matrimonio de Juan se formaliza, tal y como se expuso, con Antonia, que era vecina suya. Antonia, pertenecía a la actual Casa de Alberto El Prao, y que entonces atendía esta al nombre de Casa Afonso. Una casería, esta última pudiente, pues disponían, entre otras cosas, capilla propia. Esta unión concebirá ocho hijos: Ramona (1870), la mayor; María (1872); Generosa (1876); Irene (1880); Falina; Rosario; Manuela (1888) y Marcelo (1888).
Este último, Marcelino (5), más conocido como Marcelo Gonzale o Marcelo Puño, al ser el único varón su destino no es otro que trabajar en la casería paterna. Tras un breve paso por Cuba y a su regreso, comprueba como casi todas sus hermanas estaban casadas, manteniendo únicamente la soltería Generosa.
Ramona: la primogénita se casa con un recaudador de la contribución, que vivía en la parroquia de Ruedes, en Gijón. Lugar donde finalmente, Ramona se desplazará, una vez casada. Su marido, pariente de la Casa Corujeo, desarrollaba sus labores recaudatorios por estas tierras, a finales del siglo XIX, quedándose a pernoctar en la casa de sus parientes.
María: casada en Xuan de Mariana, en Bocines.
Irene: casada con con Fructuoso Lluisa.
Falina: lo hará en la Matiella, en Candás. Una hija, quedó viuda de guerra, desplazándose a vivir a Avilés. Allí regentará una tintorería y en los años 50, con el boom de ENSIDESA abre un bar en Versalles, orientado a los obreros a turnos de aquella empresa.
Manuela: se casa en Santolaya.
Rosario: en Casa El Chofer, en el barrio de El Rincón, en Luanco. El marido tenía un coche, y por eso era conocido como Ángel El Chofer. Durante la República, transportaba de un lugar a otro a los mandos y tras la victoria de las tropas nacionales tuvo que exiliarse en Francia. La desgracia no quedará aquí, pues a un hijo y a un yerno los matan como represalia.
Tan solo Generosa, permanecerá soltera y conviviendo con su padre, tras el fallecimiento de Antonia, su madre. Una vez que muere su padre irá a vivir a Candás, con su hermana Falina. Con este panorama, Marcelo toma la decisión de dar un giro a su vida: No va a seguir con la casería y la traspasa a la familia Güelín, que procedían de Santolaya.
Tras unos años, los nuevos inquilinos que estaban a renta, compran la casería, sus terrenos y durante algunas generaciones más mantendrán la misma, aquella que en su día había sido Casa Gonzale.
El patriarca, Juan Heres, una vez que abandonó la propiedad, ya muy mayor, irá a vivir con una de sus hijas, Rosario, a Luanco. Poco tiempo después, sería atropellado por una bicicleta y falleciendo a consecuencia del accidente.
Marcelo Conzález, Puño, una vez liberado de los quehaceres de la actividad agroganadera, por el traspaso de su propiedad, se dedicará a lo que más le gusta, curar animales. Este curandero, fue muy conocido y valorado por los propietarios de casas y caserías de la comarca.
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Fuente: Arturo Artime Gutiérrez. La única foto que se conserva de Marcelo Puño. Vestido de militar y teniendo que cumplir con la "mili", tras un primer intento fallido. La foto es de finales de la primera década del siglo pasado.
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Fuente: Geli Artime. Registro de Casa Gonzale, en el censo de 1867. |
La Casa de Gonzale, al contrario que la Casa Lluisa (ambas estaban pegadas), era una casería típica de la época, con casa, cuadra, hórreo, una finca grande al lado (lo que llamaban un coto) y varias fincas de buenas dimensiones un poco más distantes de aquel núcleo. En el censo de 1924, están registrados dos criáos, en esta casería : Benito Palacio de 23 años y Manuel González, de 14.
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Fuente: Geli Artime. En el censo de 1924, asentada con el número de registro 826, se encuentra los miembros de Casa Gonzale. Se detalla a Juan Heres, "Xuan el Llambión, ya con 84 años y sus hijos: Marcelino Heres Fernández (1888) y Generosa (1876). Junto a los dos criáos nominados con anterioridad.
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La relación de todos los hijos de ambas casas, aquí enumerados, evidencia una inteligencia muy desarrollada, que han sabido hacer frente a las dificultades con los que la vida trata de enredarte. Capaces de reinventarse con iniciativa envidiable, ante cualquier tropiezo. Aquellos tiempos tan duros en todo y exigentes no les dio la oportunidad de demostrar toda su potencialidad. Si vivieran en estos años, estaríamos hablando con toda seguridad de personas con titulaciones universitarias, mucho empuje e inquietudes.
Como curiosidad, añadir que esta casa, fue la primera de Condres que llegó a disponer de un retrete, hecho de madera, a unos metros de la vivienda. Toda una novedad de la época"
Arturo Artime.
(5). Para mayor información de Marcelo Puño, consultar el capítulo 49. La vida de este hombre rompió estereotipos y roles sociales. Un personaje en toda regla, merecedor de protagonizar una novela.
Conclusiones.
Cuando se inicia algún viaje, por pequeño que sea, es más que aconsejable aprovisionarse de las cosas más necesarias, para afrontar cualquier eventualidad que pudiera trastocar tus planes.
Si se aventura una visita al pasado, por reciente que sea, los riesgos se multiplican y la andanza puede convertirse en una verdadera odisea. El azar, juega con las pretensiones iniciales y te sonríe cuando la documentación necesaria aparece, casi sin contar con ella y, en cambio, la fatalidad se alimenta con los legajos desaparecidos, construyendo la senda que abre el desasosiego.
Todos los sinsabores son compensados cuando surge, cuando crece la frustración de la impotencia, el albacea y guardián de la memoria de un hombre, probablemente irrepetible, Marcelo Gutiérrez Heres, Marcelo Lluisa. Su nieto, Arturo Artime, ha sido el perfecto enlace de la transmisión oral. Aquella que durante cientos, miles de generaciones, ha impedido que el saber y conocimiento popular no se pierdan en la neblina que siempre acompaña al olvido. Gracias a este tipo de custodios, la humanidad ha podido evolucionar hasta los tiempos actuales.
Marcelo, ha demostrado tener una mente forjada en la curiosidad, en la sed de conocimiento y el afán de aprendizaje. Por encima de todo ha sobresalido como transmisor de la sabiduría, alimentada por años y experiencia, buscando al fideicomiso perfecto en la persona de su nieto.
No nos queda nada más que agradecer toda la cesión de este, quien con el guion desarrollado a lo largo de este capítulo, nos ha hecho descubrir la vida de dos de las casas de nuestra parroquia, Lluisa y Gonzale y de sus miembros. Sus cuitas, alegrías y tristezas ya son nuestras. Gracias Marcelo, allá donde estés y gracias Arturo por hacer valer parte del alma de su conocimiento.
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