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| Fuente: Marcelino Menéndez. |
Capítulo 87.
Coses y casos de cases.
Parte V.
Casa Bolla.
El porqué de las cosas.
"Izena duena bada".
Todo cuanto tiene nombre existe.
Aforismo vasco.
El término "bolla", en el Diccionario de la Academia de la Llingua Asturiana, está prácticamente vinculado en sus acepciones al pan, que puede ser de varios tipos: de maíz, de trigo, dulce, relleno, de mantequilla,...Conceptos todos, que en la actualidad se resumen de forma genérica en el concepto masculino, "bollo".
Hace años, bastantes años, cuando la actividad pesquera del pueblo era constante, y no había día en que no se viera pasar los pesquines de pedreo y propietarios de las pequeñas embarcaciones cargados de paxas con el fruto de su trabajo arrancado a la mar, en el menú habitual de casi todas las casas estaba la "bolla de sardines". Humilde pan de maíz, una boroña preñada con aquellos sabrosos peces que hacía las delicias de comensales, ansiosos de apagar una fame eterna.
La impagable memoria de nuestros declarantes, nos hace recordar, sentir la presencia de otros tiempos, no tan lejanos, de aquella bucólica Arcadia no siempre feliz. Así, Amparo Julián, no duda en exponer sus recuerdos al respecto de comidas abandonadas para siempre: " Aquelles bolles de sardines facíense con sardines salones. Había que poneles a desalar toda la noche en agua y si taben muy salades, con un chorro de leche. Después facíase la bolla como si fuera una empanada". Aunque, su escrupulosa selección a la hora de comerla, estaba plagada de reproches: " A mí no me gustaba la sardina y moríame por la pasta de la boroña. Mi má, siempre acababa riñéndome por dejar toda la bolla picotiada y la sardina sin comer".
Al inicio de este epígrafe, recogíamos una máxima de procedencia vasca, que demuestra que el saber popular difícilmente se equivoca : Es cierto, todo lo que tiene nombre, existe. El origen del apodo Bolla, no hace falta rebuscarlo en las profundidades de la historia, es relativamente reciente, tal y como lo detalla Celestino Hevia, miembro de esta saga familiar, por vía materna: "Mi güelo, Celesto, que vino de El Regueral, de joven se volvía loco por la boroña, por el pan de maíz. Y por defecto, se supone que también de la de sardines, la bolla de sardines. Lo demás ya es deducible". Ángeles Fernández, transmite esta información a una generación anterior: " Siempre escuché que a mi bisabuelo de rapacín le mandaban a los recáos y le decían : "Anda que cuando vuelvas ya te doy un bollín o una bolla". La evidencia se manifiesta una vez más en estas declaraciones, que con independencia del protagonista, coinciden en el argumento y con ello se aclara cualquier duda que pudiera tornar en esta cuestión.
Marcelino Menéndez (1948), nieto del ínclito Celesto, precisa la existencia de Casa Bolla, en El Regueral, casa matriz reconocida popularmente con esta asignación: " Mi güelo, venía de Casa Bolla, en El Regueral (1). Una casa, que por circunstancias de la vida, está actualmente en ruinas. Entonces, aquella casería era de tres hermanos: de mi güelo y dos hermanas más. Estás dos vivirán en ella, una vez que Celesto se casa". Angelita, refrenda estos mismos datos, expuestos por su primo: " Así son las cosas de la vida, y en este caso sin solución".
Como bien se sabe, hay ciertos atisbos personales que la maleficencia aprovecha para colgar una etiqueta eterna, heredada esta a posteriores generaciones. Nadie, ni nada se escapa al perverso ingenio popular. Aquella preferencia gastronómica, se traducirá en un apelativo para la eternidad que hoy lucen con indisimulado orgullo todos los miembros del clan familiar, tal se exhibe en el cartel que anuncia en la fachada de la vivienda antromerina: "Casa Bolla".
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| Cartel identificativo en Casa Bolla. |
Avancemos pues, en la historia que constituiría uno de los clanes familiares más populares y queridos del pueblo. Pero, no sin antes, recordar que las circunstancias y singularidad geográfica de nuestro pueblo y su proximidad a otros núcleos de población va evitar la endogamia social, la perenne mezcla de sangre propia. Los censos y registros así lo certifican, con la presencia de vecinos de otras parroquias, de otros lugares, para formalizar nuevas familias. Celesto Menéndez va a ser uno de ellos, quien desde su Regueral natal, se convertirá en vecino de Antromero , respetado y querido.
(1). Esta casa, en la actualidad en estado ruinoso, aun es visible en los lindes entre los concejos de Carreño y Gozón, el lugar llamado L'Ablanal.
Casa La Pielora.
"Nos parece que no se puede atribuir un apodo
cualquiera a alguien que deberá absorberlo
y sufrirlo como un atributo durante toda su vida".
"Historia de Cronopios y de Famas"
Julio Cortázar.
El origen de raíz antromerina de esta familia se consigna en Casa La Pielora, en el barrio de La Peruyal, tal lo recuerda Chela Mosteiro: "La casa matriz de Casa Bolla en Antromero, está en Ca La Pielora, donde vive actualmente mi hermana Lola, y lo será por mediación de Generosa Artime García, nacida al albor del siglo XX ". Los padres de esta, Genaro Artime Rodríguez (1865) y Josefa González Gutiérrez (1870) formarán una familia que amén de Generosa, estará constituida por el resto de sus hijos: María Artime González (1900), Marcelino (1896) (2) y Rafael (1903).
Será María, quien se quede casada "pa casa", formalizando su matrimonio con Aurelio, quienes no tuvieron descendencia. Años después irá a vivir con ellos su sobrina Ángela, quién a su vez se casará con el candasín Tino El Carbayu. Actualmente, una nueva generación habita esta vetusta casa con Lola Mosteiro (hija de Moisés y Oliva , sobrina esta última de María).
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| Fuente: Chelo Mosteiro. De izquierda a derecha: María La Pielora, Dolores L'Civil y Aurelio (marido de la primera), disfrutando de celebración familiar. |
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| Fuente: Geli Artime. Censo de 1924, con las personas censadas en Casa La Pielora, en aquella fecha. |
El topónimo que da pie a esta casa, no deja lugar a dudas. Nuevamente, el flujo de gente que se instala en estas tierras, es constante. En este caso, analizado con más detalle Ca Pielora, tal y como se decía hasta no hace tanto tiempo, o bien Casa Pielora, podemos deducir lo que sigue: "Pie" es un término que procede del latín, concretamente "Ad Pedem", esto es, "cerca de un sitio o lugar" o "próximo a". El lexema "ora/oro", nos invita a pensar a una "cercanía al oro". En cambio, si castellanizamos difinitívamente el término "Pielora/o", en Piedelora/o, todo apunta a la próxima parroquia de Piedeloro (Pieloro), de la que fuimos hijuela, hasta el siglo XIX.
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| Al fondo, y a la derecha, Casa La Pielora. |
Esta última teoría cobra más fuerza, teniendo en cuenta la procedencia de Josefa González Gutiérrez, nacida en 1870, en Pieloro y tal y como expusimos, casada con el antromerín Genaro Artime Rodríguez (1865). El género femenino que acompaña al topónimo de la casa, se ajusta a esta deducción.
El rastro familiar se da fe en el censo de 1867. Los padres de Genaro son registrados por el maestro de Instrucción Pública de entonces, Manuel Cuervo, el 12 de diciembre de aquel año, siendo los mismos, Antonio de Artime, entonces con 39 años y de profesión labrador, y su esposa Rosalía Rodríguez, nacida en 1839 y que en la fecha de registro tenían dos hijos: Josefa (1862) y Genaro (1865). También conviviendo con ellos, Josefa Rodríguez (1789), viuda y parienta (tal como está registrado) de Rosalía.
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| Fuente: Geli Artime. Censo de 1867, donde figuran los miembros de entonces de Ca Pielora. |
(2). Marcelino, se casará con Benigna García García (Reixidorio) (1903), y serán los que animen a vecinos a recoger ocle por les riberes. Convirtiéndose en almacenistas de ocle del pueblo. Para mayor información, consultar capítulo 15.
El origen de todo. La vida en Salines.
"Aunque el pasado sea doloroso...
nos pertenece tanto como le pertenecemos
y tenemos derecho a conocerlo".
José Luis Aranguren.
Volvamos a las primeras décadas del pasado siglo. Generosa, se casará con Celesto Menéndez y tomarán la decisión de ir a vivir a Salines, en nuestra parroquia. Formarán, no sin dificultades su familia en una modesta vivienda, en una zona llamada Les Rubines, en el antiguo camino de la iglesia parroquial. Así lo recuerda, con su inigualable humor crítico, Pacita Bolla (1930): " Cuando se casaron mi pá y mi má, marcharon a vivir pa Bocines. Era un grupo de cases vieyes. La nuestra, el suelo era de tierra y no tenía ni puerta, ni ventanes que abriesen y cerrasen. Vivíamos como los indios". Celestino Hevia, reseña aquella vida de su abuela, con una frase que no admite duda: " Generosa en aquella llosa trabayó lo que no está escrito".
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| Fuente: Marcelino Menéndez. Celesto y Generosa. |
Aunque y pese a las dificultades económicas de entonces, Chela Mosteiro proporciona un interesante y curioso dato, para cubrir cualquier eventualidad surgido de aquella unión eclesiástica: "Me consta de la existencia de un documento notarial, en el que mi bisabuelo materno, Genaro, notifica la dote de su hija, Generosa. Pobres y agricultores, pero sobre todo con las ideas claras".
De aquella desvencijada vivienda, nos proporciona Arturo Artime más detalles: " La casa donde vivían estaba pegada a la de las Rubinas, aunque curiosamente no figuraran en los censos municipales de entonces. La casa era propiedad de Valparaiso y cuando quedó deshabitada, José María Valparaiso llevó el hórreo y lo colocó encima de un comedor de lo que fue su restaurante".
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| Fuente: Google. La panera usada por la familia Bolla, en Salines y hoy reubicada en Valparaiso. |
La vida de los hermanos, era con toda probabilidad muy común al resto de los niños de entonces: " Fuimos a la escuela de Condres. Íbamos cuando podíamos, siempre había que facer coses y ayudar en casa. Otres veces cuando llegábamos a la escuela, la maestra dábanos la vuelta, porque llegábamos tarde. Entonces la fiesta era doble". Años duros, de subsistencia marcados por una postguerra interminable: " Mi pá tenía buenes vaques, trabayaba con elles. Arando y transportando, cortando en el monte. Nosotros díbamos poco a la escuela, ayudábamos a tronzar ocalitos (eucaliptos) y a cargalos al carro". En esta última operación contaban con la fuerza e ingenio paterno: "Pa cargar les rolles y ayudanos, mi pa quitaba la faja y amarrábala a la rolla (3) y empujaba con nosotres". La operativa no finalizaba hasta cubrir la totalidad del carro: " Preparábase con tres tonelades de madera". Aunque, Pacita, destaca por encima de todo el oficio, antaño muy importante, de su padre: " Era carretero y muy bueno".
Celesto, conocedor de los límites de aquella fuerza animal de tracción, hacía lo posible e imposible para mantener el esplendor de su pequeño negocio: " En casa, había un banco y mi pá echábase en él toda la noche, donde taben les vaques. Cada poco daba de comer a les vaques, unes paladines de vianda. Así cuidaba de aquellos animales, que taben muy contentos, siempre fartucos". Esta dedicación, iba sujeta a una exigencias ineludibles, tal era la naturaleza y calidad de los animales: " Tenía muy buen ganáo, buenes vaques, muy buenes. Una vez parió una y mi má, preguntaba: ¿Y ahora que vas a facer Celesto?, ¿Con que vas a facer la pareja pa tirar del carro?. No tuvo problema, tenía otra mejor que la parida".
Duras jornadas, agotadoras labores, vinculadas a una actividad de supervivencia familiar, estaban perfectamente programadas: " Mi pá, trabayaba mucho pa Fermín, el dueño de la sierra de Candás. Y tenía que cortar la madera a una medida. Tenía en el mango del hacha tres marques, pa saber donde tenía que cortar la medida justa. También carretaba piedra pa alguna obra y material pa les carreteres, con él diba muncho José el de Casa Miguel (4)".
La faena, no se reducía tan sólo al ámbito doméstico, también era necesario mejorar el entorno desolador que rodeaba la casa: " El camín que diba pa la casa, metía miedo. Todo lleno de barro y baches. Piedra que pañábamos, piedra que diba pa tapar los furacos y el barro de la caleya. No había día que no se subiera alguna". El esfuerzo se tradujo en una mejora aparente, que cruelmente desmentían las condiciones metereológicas no favorables: " Cuando llovía , otra vez todo se jodía".
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| Actual estado del antiguo camino que iba para Les Rubines. |
Nuestros primeros años de vida siempre dejan recuerdos, son cicatrices que el paso del tiempo trata de reducir. En cambio, hay ritos de paso que jamás se olvidan, y mucho menos aun los detalles que los acompañan, tal lo rememora, la impagable memoria de Pacita: "Cuando fice la Primera Comunión, mi má despegó de los baúles que se trajeron de Cuba el forro que traía. Y con aquello fizo mi vestido. Era de tela de raso, muy brillante". Añadiendo un recuerdo más: " Después de salir de misa, a todos les daben algo de regalo y a mi no me dieron nada de nada".
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| Fuente: Ángeles Fernández. Pacita Bolla. |
Los juegos de aquellos infantes eran escasos y cuando tocaban, aunque las inevitables travesuras salpicaban la rutina diaria: " Díbamos unes cuantes neñes a jugar alrededor de la iglesia de Bocines: la del Molín, la de Nicanor,... tendríamos seis o siete años y una de les veces pañamos veles que había por allí y llevámosles pa casa. Mi pá nunca nos puso la mano encima, pero tenía muncha mano con la vara. Preguntonos, ¿Qué traéis ahí? y antes de que dijéramos nada, ya nos cayeron unos varazos a todes. Al final, otra vez de vuelta con les dichoses veles pa la iglesia".
Nuestra declarante, subraya un denominador común con otras muchas personas que vivieron en aquellos años: " Fame, lo que se diz fame, nunca pasemos. Necesidad de munches coses, si. En casa matábase dos gochos, había panoyes y patates, había cinco o seis vaques que daben leche y mi má arroxaba el forno pa facer boroñes,...fame nunca se pasó". Además, siempre se contaba con el apoyo familiar: " Mi má venía todos los domingos a comer a casa de mi tía María (Ca La Pielora) y cuando había, también se repartía". Rescata, un episodio y lo eleva a una crítica buscando una explicación ante determinadas respuestas frente la inesperada visita de la mala fortuna: " Antes la xente era muy lista, pero facíen coses sin sentido. Una vez, afogósenos un xato que metió la cabeza por medio de dos barrotes y morrió. Y con la necesidad que había, en vez de comelo, van y entiérrenlo. Probe xato y probes nosotros".
Su conclusión de aquellos años en Salines, deja interrogantes abiertos y conclusiones inapelables: " No sé si fuimos felices allí, pero lo que ye verdá, que nunca hubo tiempo pa aburrimos".
(3). Trozo de tronco de árbol.
(4). José de Casa Miguel, era un reconocido carretero, como nuestro protagonista y del que dimos cumplida cuenta en el capítulo 86.
El sueño americano.
"No existe el fracaso,
salvo cuando dejamos de esforzarnos".
Jean Paul Marat.
Los primeros hijos de aquella unión son víctimas del llamado "mal de moda", una potente mutación de la gripe, conocida genéricamente como la "gripe española" y que se cobró millones de víctimas en todo el mundo: " Los primeros fíos que tuvieron murieron. Pa salir de aquello, de la miseria marchó pa América, y así ganar cuatro perres, que aquí no había". Celesto, no viaja solo. Sus cuñados Marcelo, Falo y Aurelio, lo acompañarán en la aventura americana: " Marcharon los cuatro cuñáos pa Cuba, desde El Musel, en un barco. Marcelo, era el que organizaba todo. Estuvieron unos años por allí y ficieron alguna perra".
El sueño americano, se transforma en un duro y permanente trabajo, que cientos de miles de compatriotas pudieron comprobar, tal lo recuerda el nieto de Celestino, Marcelino : " Allí, trabajaron duro, en algo vinculado con la siderurgia, probablemente una fragua. Entonces, aquellos trabajos eran muy físicos, nada que ver con los actuales". La distancia se pronunciaba con una incomunicación manifiesta: " En todos los años que estuvieron fuera, no escribieron una carta. Nadie supo su suerte hasta que llegaron de vuelta".
A la marcha de su marido, Generosa está embarazada y a su regreso, conoce un retoño de varios años de edad: "Mi padre cuando marchó tenía dos fios y mi má taba preñada. Cuando vino, los dos rapacinos primeros, un neno y una nena ya no taben, morrieron y Marcelino ya tenía unos años". Marcelino, transforma sus sospechas calculadas, en certezas numéricas: " Mi padre nació en el año 1921, y por ese dato, si mi güela estaba preñada , Celesto y sus cuñáos marcharon para Cuba en ese mismo año. Al regreso, mi padre ya tendría unos seis años. La aventura americana duró por lo menos cinco años".
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| Marcelino Menéndez. |
La ausencia del cabeza de familia, se sustituye con el trabayo y sacrificio permanente de Generosa. A la desgracia y desesperación de la pérdida de sus hijos, se le suma el sacar adelante a su nuevo retoño. La vida no le ofreció tregua alguna en sobrevivir a la misma.
El esfuerzo del progenitor, tuvo su recompensa, tal lo recuerda nuestro vecino: " Vino con unos duros que ahorró . Y con aquello pudo cambiar de vida, comprar una casa en Antromero. Una casa buena, recién hecha, la mejor del pueblo. Cuatro vacas y una novilla para ir cambiando aquel equipo de tiro y trabajo y cuatro fincas". La apuesta por el futuro estaba servida.
Celesto, el carretero.
"Mira si será malo el trabajo,
que deben pagarte para que lo hagas".
Facundo Cabral.
Los etiquetados nuevos tiempos, que el paso del tiempo y a mucho no tardar, los convertirán en obsoletos, han arrancado marcas que se creían eternas. Costumbres, creencias y trabajos se han ido desvaneciendo. Nada, ni nadie impedirá que el materialismo dominante campe a sus anchas, con un dominio avasallador, sabiéndose dueño de un momento irrepetible. En su ordeno y mando, destruye tradiciones milenarias y construye castillos efímeros, que pese a su sólida apariencia serán volteados ante cualquier incidente de la aldea global, ante el movimiento de alas de una frágil mariposa en Singapur.
Afortunadamente, aun hay gente que resiste ante la dictadura programada del olvido. El culto a la posesión, nos ha ido doblegando, perdiendo en ello el contacto familiar y vecinal. Hemos aparcado para siempre la celebración vecinal, hemos perdido la raigambre ancestral de la comunicación, de la transmisión oral, aquella antigua tradición que medraba en nuestras casas.
Entonces, a la vida no se le pedía y exigía grandes metas y cualquier ambición se reducía a cosas pequeñas. A evitar, más que a tener. La vida campesina trataba de esquivar a la alargada sombra de la fame, a tener lo suficiente en casa para evitar que los hijos fueran a "servir" a otra, a eludir la esclavitud de "trabayar pa otros".
Celesto, un hombre de palabra, sabía lo que quería y sus cálculos de fugitivo del hambre estaban más que fijados. Marcelino Menéndez, glosa la figura de su abuelo, con la seguridad del que atina por conocimiento: " Mi güelo era carretero, le tocó vivir unos tiempos duros, muy duros, pero supo sobreponerse a todo. Entonces, aquel trabajo te daba una cierta categoría, un cierto caché. Tenía un buen ganáo: Buenas vacas y un burro de confianza, que amarraba delante de la pareja (de vacas), cuando lo necesitaba. Este animal, era lo que se llamaba "el ayuda", necesario para subir algunas cuestas empinadas".
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| Fuente: Marcelino Menéndez. Celesto y su hijo, Marcelino. Tras ellos, el símbolo de un trabajo único. La misma imagen, coloreada por gentileza de Ramón Fernández. |
Aquel hombre, sociable y con un don de gentes natural, sobresalía por encima de todo su dignidad y honestidad: " Era un paisano muy tranquilo, de palabra. Recto y muy serio cuando lo había que ser, sin ejercer de macho alfa, que era lo que se estilaba en aquella sociedad. Y, aunque el paisano de casa era el que mandaba, nunca tuvo un control exhaustivo a sus hijos, ni a la hora de entrar, ni a la hora de salir de casa. Las normas todo el mundo las sabían y no quedaba más que respetarlas". De aquella dinámica social, Marcelino expone una conclusión sociológica que el paso de los años la conforman como inapelable: " Hablo de unos tiempos, que no son tan remotos, aunque algunos lo crean así. Antes, y sobre todo para las mozas, había tres formas de llegar a Antromero los domingos por la noche en forma de grupos: Los que llegaban en el último ALSA; los que venían del cine y los que salían del baile, estos últimos bajando todos juntos andando por El Llagarón. Como no llegaras así, en uno de esos equipos, jodido ibas. No había excusas, ni disculpas que valieran. No había nada escrito en ningún sitio, pero todo el mundo lo respetaba".
Hombre ingenioso, de reflejos mentales rápidos, no perdía la oportunidad para emplearlos: " Cuando iba a arar una tierra o trabajar para alguien, le preguntaba: Güelo, ¿Cuánto va a cobrar? y me decía con una pícara sonrisa, "depende de lo que nos den pa marendar". Sus sentencias eran muy celebradas por la concurrencia y nunca le faltaba comentario "chisposo" para romper la solemnidad de algunos momentos: " En una ocasión comentó que con 75 litros de agua tenía para toda la vida. Y yo, que lo estaba escuchando, me parecía hasta mucho, pues nunca lo vi beber una gota de agua. Pero con el remate posterior, se aclararon todas mis dudas: Pero, pa lavase y pa todo".
Como buen patriarca, estaba pendiente de su gente: " En los tiempos difíciles, y empleo esta definición por no usar otra más dura, venía de la escuela y mi madre me decía (vivíamos en La Frontera, donde está ahora el Mesón 7 Villas): " Hala Marcelín, vete a jugar a casa de la güela". Nada más que llegaba, salía él y pese a que nunca jugaba con nosotros ni nada, decía: " Generosa. Mira a ver si este chiquillo tendrá fame. Sabía lo que era la dureza de la vida, y las necesidades de la misma".
Pese a las duras y exhaustivas jornadas de trabajo, siempre había un momento para lucir con determinado orgullo su profesión: " En días de fiesta o domingos, ponía a la pareja de vacas unas mullidas (5) vistosas, más nuevas y por semana las más corrientes". Aunque, tal y como se expuso en anteriores capítulos, hubo un periodo en el que trabajar los domingos y fiestas de guardar estaba penado, y Celesto fue una víctima más de aquel despropósito: " Una vez el cura le puso una multa por trabajar un domingo, por ir a segar. Y aun sin tener asimilado aquello, sería otra vez el cura quien generaría una situación que encrespó definitivamente los ánimos a mi güelo: Era yo un rapacín y estaba sentado en la primera fila de la capilla para escuchar misa, entonces el cura me levantó para que se sentara otra persona". Celesto, demuestra nuevamente su personalidad inquebrantable: " Con esta nueva situación, que se sumó a la anterior, dejamos toda la familia de ir a misa a Antromero y todos pa Candás. Mi güelo, cuando decía una cosa se cumplía hasta el final. Su palabra valía más que cualquier contrato".
Aquellos transportistas de entonces, se distinguían por el tipo de pareja de animales de tiro que llevaban, y Celesto hombre práctico donde los hubiera, se decantó desde siempre por las vacas: " El carretero que tenía gües (bueyes), se les daba de tener mayor categoría. Pero el que tenía vacas, tenía leche. Y ese plus añadido en una época de escasez, era muy importante. Por eso, él siempre tuvo vacas".
Como buen profesional, mantenía con rigor las pautas diarias para la buena marcha de su negocio: " Su profesión era vital en los pueblos, para hacer obra privada y pública. Me consta que nunca al anochecer fue para la cama sin vigilar como estaban los animales". Tal y como refleja Marcelino en su declaración, podríamos concluir con una sentencia arraigada socialmente y cuya autoría desconocemos: " La profesión y el trabajo hay que respetarlo, para hacerse respetar".
Había un día especial en la semana que Celesto tenía marcado siempre en rojo: " Muchos lunes iba al mercáo de Avilés. En aquellos años había dos tipos de gente que iban a negociar: los que iban a comer a Casa Cabrera y los que, como él, llevaban el bocáo de casa. Pero cuando tuvo los fios ya criáos y pudo ir a comer a Casa Cabrera parecía otro paisano, con una satisfacción tremenda". Una vez más la razón económica, evidenciaba aquella evolución: " Entonces, ¿Quién tenía 20 o 25 pesetas para ir a comer el menú?".
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| Fuente: Celestino Hevia. Generosa y Celesto. |
Muchas cosas entran en una vida. Viejos tiempos que engrandecen a los venideros. Dos mundos, dos visiones, narraciones que fortalecen la raíz de lo que hoy somos, gracias a gente como Celesto, quien vivió con pasión un trabajo exclusivo y necesario.
(5). Les mullides, son una especie de almohadillas que se ponen sobre el cuello de los animales de tiro, para evitar que el roce del yugo les haga daño.
Casa Bolla, en Antromero.
"Con frecuencia solemos caer en la trampa
de considerar "nuestro", frente a lo nuevo,
aquello que tenemos desde hace tiempo aunque,
en su origen, nos viniese tan de "fuera",
nos fuese tan "extraño" como lo nuevo de ahora".
José Luis Aranguren.
La Casa Bolla, en Antromero, fue construida por Jesús Mori Menéndez (1890), de profesión contratista, y formando domicilio en la década de los treinta del pasado siglo, con sus padres, Manuel Mori García (1852), Bernarda Menéndez Pérez (1860); su esposa María González Artime (1889) y los hijos María, Cristina, Luz, Jesús, Manuel y Bernarda. La casa la construye en un lugar envidiable y tal y como marcaban los cánones prácticos de entonces: al borde de la antigua carretera que unía Luanco con Gijón, en el barrio de la Frontera, para así evitar el pisar barro y prao, que era lo que abundaba.
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| Casa Bolla. |
Las habilidades y gusto estético de Jesús se manifiestan en la nueva construcción, tal y como lo recuerda Pacita Bolla:" En aquella época esta casa era la más guapa de todes, taba fecha a conciencia. Jesús, el que la fizo, era contratista y aprovechó muncho material de la iglesia de Candás que quemaron".
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| Fuente: Mariluz Serrano. Jesús, orgulloso de su obra, posa delante la fachada. |
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| Fuente: Mariluz Serrano. El día de la inauguración de Casa Bolla. |
Una vez finalizada la obra, Jesús Mori, organiza una fiesta para su inauguración, que muchos de nuestros vecinos recuerdan, tal lo detalla Amparo Julián: "El día que se puso el ramo, se fizo una fiesta tremenda en la casa de Jesús, fue lo que hubo que hablar en el pueblo durante mucho tiempo".
La alegría del contratista va a ser efímera, a la prematura muerte de su mujer se le una la cruel enfermedad: " Cuando vine pa Antromero, tendría 13 o 14 años (Pacita nació en 1930). Jesús tenía una fía muy mala del pulmón y tuvo que poner a la venta la casa pa poder atendela". Esta venta no pasará desapercibida a Celesto, sobre quien pesa un desahucio en Salines. Él verá la oportunidad de invertir lo ahorrado en su aventura americana: "Mi pá, comprola por 20.000 pesetes".
Aunque aun necesitaría de un apoyo económico añadido, para cerrar definitivamente la inversión inmobiliaria: " Pero quedó sin perres y necesitaba 1.000 pesetes más pa poder facer la escritura. Así, que fue a ver a unes muyerines que vivíen al láo nuestro. Llamábenles "Les Rubines", eren muy apañades, siempre taben trabayando: Segando pa un burrín que teníen, diben a les castañes... Fueron elles les que dejaron a Celesto, aquelles 1000 pesetes".
Las hermanas Rubines, apodo derivado de su apellido Rubín, eran unas mujeres de poca sintonía social, tal lo detalla Arturo Artime, memoria viva de su abuelo Marcelo LLuisa: " No tenían mucha relación con los vecinos. A mi güelo le había oído como tuvieron un pleito con Antón del Maestro y lo perdieron". Aquello, debió de marcar un punto de inflexión en su posterior relación vecinal. "De hecho la panera de estas hermanas, está en esa finca que pasó a Casa del Maestro y que años después vendieron"
La vida de estas mujeres, tan común y tan diferente como el resto de los mortales: " Tenían una vaca o dos. Sembraban mucho cebollín para vender. Y, al día siguiente de la fiesta de Bocines, antes de amanecer iban al práo de la romería "al rebusco", para tratar de encontrar algo de valor ". Socialmente, ellas marcaban una línea de desconfianza, que Celestino supo vencer: " Nunca mantuvieran relación fluida con los vecinos, ni los vecinos con ellas".
Vencida esta dificultad económica, Celestino se traslada con toda su prole a Antromero sobre el año 1943. Este es el inicio de una nueva vida, pero quien quedará ligada para siempre a esta vivienda, será Pacita, quien se casará "pa casa".
La vida, tiene la mala costumbre de poner a prueba a todos sus súbditos. La vida de postguerra, dura y exigente fue un obstáculo más, vencido a base de esfuerzo y trabayo permanente, como lo recuerda Pacita: "Trabayé en lo que pude, en casa, en la fábrica, en les riberes. Fui al ocle, a amontonar piles de ocle y después había que sacales al hombro, con sacos por les ribes (acantilados). En Talusia, El Redondel, Rebolleres. También me tocó ir a Gijón, a la playa, junto al Piles. Allí venía Evaristo, el de Gelia, con el camión a cargarlo. Como yo, munches muyeres de Antromero".
Ya fuera en Salines o en Antromero, se mantiene el mismo denominador común: El trabajo, la faena diaria dura y exigente: " Tocome dir a la fábrica de Ojeda, en Candás. Era una chavalina y ya cortexaba. Tendría 16 o 17 años. Allí hacía de todo, apurría el bonito, pelábalo, sobaba les anchoes... de todo lo que mandaben. Trabayábamos como paisanos y el encargáo Emilio, era muy bueno con nosotres. Cuando me casé ya no fui más, a los 23 años dejelo". Su hermana menor Josefina (1936), no se queda a la zaga en estas labores: " Empecé a trabajar cuando tenía 17 o 18 años en la fábrica de Ojeda y estuve más o menos 8 años. Pero, al principio fui unos meses y aquello no me gustaba y dejelo. En casa, penselo mejor y volví". Los detalles de este trabajo, no difieren mucho de los facilitados por Pacita: " Les muyeres estábamos pa todo. Paisanos había pocos en la fábrica, así que trabayábamos como estaba mandáo. Tuve de compañeres a gente muy buena y con las que más estuve fueron con Josefina Martín, de Antromero y Tina Capacha, de Candás". Aunque la vinculación de Josefina con las fábricas de conserva candasinas, venía de mucho más atrás: " Cuando era rapacina tocábame llevar la comida a les mis hermanes mayores, a Pacita y Oliva. La llevaba al prao del Mosquito, en la entrada de Candás". Las encargadas de esta labor, eran la que algunas personas denominaban "las apurridoras". De este episodio, hay una magnífica e icónica fotografía y en ella figura, entre otras, Josefina (núm.9), ejerciendo de "apurridora", en aquel prao.
Las fábricas de conservas, marcarán, especialmente en el sector femenino un hito. A les muyeres, se les abre la posibilidad de trabajar fuera del ámbito doméstico o en sector tan vinculado a ellas como fue el de corte y confección": " En Antromero, fue muncha xente a les fábriques de conserva. Sobre todo muyeres: Generosa de María Ángela, que era muy simpática, Josefina y Oliva les mis hermanes, Argenta, les de Anxelín, les de Sampedrín, Piedad, Rosario Rosa,... ¡que se yo, munches muyeres!. Nosotres, comíamos en Casa la Avellanera, en Candás, con la que gastábamos amistad. Mi má, Generosa, facía la comida que podía y a trabayar". Aunque, sin olvidar, que después de la jornada laboral por cuenta ajena, quedaba la propia: " Y después, trabayar en casa, ¡Qué remedio!".
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| Fuente: Angelita Fernández. Foto de boda de Andrés y Pacita (1952). |
Las actividades agro-ganaderas se mantienen y se trabaja en grupo: "Plantamos centén (centeno), mucho centén (centeno). Díbamos de rapacinos a llindar los páxaros pa que no lo comiesen. Facíamos ruido con una lata y un palo pa espantalos. También semamos trigo, pero menos". La actividad fabril de la Azucarera de Veriña, influye en el calendario de siembra: "Hubo unos años que plantamos remolacha que la vendíamos pa la fábrica de azúcar que había en Veriña. Allí, llevábase en carros desde la tierra que teníamos en La Ería".
Al contraer matrimonio, las cosas cambian:" En el año 1952, caseme y les coses fueron diferentes. El mi home Andrés, era muy bueno, enseguida se adaptó a vivir aquí, en una casa que no era la de él. El probe, trabayó en todo: fue a la mar, a sacar ocle, de peón en la construcción, a subir grijo (pequeña piedra) de los pedreos pa facer les cases, trabayó en La Fedionda (fábrica de harinas de pescado que hubo en el pueblo),en ENSIDESA.... Concluyendo, en resolución inapelable: "Era de Candás, pero enseguida fue uno más de Antromero".
Los momentos de ocio, se cubrían atendiendo al momento y las posibilidades: " Nosotres, siempre tiramos muncho más pa Candás que pa Luanco. Al baile, al Cristo, ...siempre pa Candás". Aunque, al lado de casa, y cuando se organizaba fiesta, no se perdía la oportunidad: "También íbamos a bailar a Casa Urbano, que detrás del bar tenía una pista de cemento. Allí bailábamos mucho".
El colofón de sus declaraciones, no deja lugar a dudas y reabre planteamientos ya expuestos por otros informantes con anterioridad: "La nueva casa cambionos la vida a toda la familia. Siempre tamos quejándonos por todo, pero entonces, ¿Cómo se arreglaba mi má, y como ella tantes, que no teníen nada con ocho fios?. Dar de comer, dir delante de les vaques, arando, semando, sallando les tierres,...y toda una vida trabayando cómo una burrina pa sacanos p'alante".
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| Fuente: Ángeles Fernández. Ángeles, posa tras un mural, donde está su abuela, Generosa. |
Una dura historia, vinculada al primogénito, Marcelo.
"Cuando las palabras mueren,
los escritos permanecen".
Maurice Halbawachs.
Tras la muerte, por enfermedad, de los primeros hijos del matrimonio de Celesto y Generosa ,nace en 1921, Marcelo Menéndez. Su infancia llena de privaciones, no es diferente a prácticamente la totalidad de los niños de aquellos años: " En los primeros años de vida de mi padre, no había grandes diferencias entre los críos. Salvo que uno fuera rico, pero rico de verdad, porque las cosas no abundaban y no eran accesibles para casi nadie".
Una equivocada resolución y en el momento más inoportuno, puede condicionar la vida de cualquier ser humano: " Mi padre estaba en la tierra con mi güelo y discutieron. Su decisión, con 16 años fue ir para la guerra, alistándose voluntario con el ejercito republicano". La caída de Asturias, en manos de los nacionales era inminente: "A mi padre, la guerra le duró 4 días, porque aquello acabó enseguida". Su captura y desventura van de la mano:" A los vencidos y capturados, los concentraban para tomarles filiación. A otros, los liberaban con una paliza y para casa, eso si, maltrechos. Pero el caso de mi padre era diferente, pues él había sido voluntario".
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| Fuente: Marcelino Menéndez. Marcelo Bolla. |
Lo que de por si, ya resultaba un verdadero problema, aun se complicará más: " A esto, también se le sumó otro episodio, incluso mas grave. Una persona inventó y así lo denunció que había pegado tiros a los santos de la iglesia de Bocines". Acusación que le apareja, la temida pena de muerte.
Detenido en la cárcel de Oviedo en espera del día fatídico, es visitado por familiares: " Su hermana Angelina, lo iba a ver, compungida y llorando, cuando un señor que viajaba junto a ella le preguntó lo que le pasaba. Le explica que tiene a su hermano encarcelado en espera que se cumpla la sentencia de muerte, por algo que no había hecho". Este contacto, dará un giro insospechado a los posteriores acontecimientos:" Aquel hombre, debía de tener algo de poder, pues mandó a que inspeccionaran la iglesia y los santos de Bocines, comprobando que todo estaba en perfecto orden y sin indicio de ataque alguno ".
La temida pena de muerte le será conmutada, por otra muy curiosa: " Le cambian la ejecución del tiro de gracia por un ingreso forzado en la famosa División Azul (6)". La joven existencia de Marcelo, se ve estigmatizada por el voluntariado. Primero con las tropas republicanas y después el ser "voluntario obligado", por las tropas nacionales.
Pese a lo que pudiera parecer, en esta ocasión, la suerte le sonríe: " Son embarcados en El Musel, con dirección a Alemania. En el Golfo de Vizcaya son torpedeados y el barco se hunde. Muchísimos mueren y otros son rescatados, entre ellos, Marcelino". Las tropas francesas se encargan de los supervivientes:" Son llevados a Francia en calidad de detenidos. El lugar donde los tenían retenidos no debía tener grandes medidas de seguridad. Cada día se escapaban 8 u 10, y una de las veces le tocó a mi padre, junto con algún que otro compañero".
En aquella libertad, en país e idioma ajeno, buscan la forma de sobrevivir: " En Francia, país de larga tradición agrícola, eran muy apreciados los agricultores que sabían del oficio y mi padre lo era. Son contratados y se dedica a recuperar aquellos campos abandonados, que según decía daban pena. Se pasó toda la guerra camuflado y trabajando".
Finalizada la encarnizada guerra mundial, toma una decisión asumiendo los riesgos que pudieran derivar de ella: " Vuelve a España y con la convicción de las autoridades que viene del frente de batalla. A partir de este momento, pudo enderezar su vida, aunque por su pasado "rojo", nunca pudo tener permiso de armas".
La existencia juega con casualidades, entrelaza caprichos y genera situaciones impensables, a la vez que kafkianas. Marcelo, cuya vida estuvo en juego por una denuncia vinculada a la iglesia, en esta ocasión le volteará esta afrenta, con la ayuda de un cura: " Más tarde, entraría a trabajar en ENSIDESA, gracias a la colaboración del entonces cura de Candás, José González Moniello. Este hombre metió a un montón de gente a trabajar en la fabricona, sin que nadie preguntara si era azul, rojo o blanco. Solo te decían : " ¿Yes de Candás?, pues p'dentro". Con ello, inicia Marcelo una vida laboral por cuenta ajena, hasta el final.
Los problemas derivados de una adicción, que antaño, no era considerada como tal, le van a producir ciertos problemas laborales: " Mi padre era bebedor en una época que en Antromero casi todos los paisanos bebían. Tuvo un jefe que en nuestra casa lo queríamos mucho, pues siempre lo apoyaba, corregía y cuando bebía, lo reñía. De golpe y porrazo este paisano muere y viene otro jefe y las cosas cambian. Le dice: " La próxima vez que vengas a trabajar bebido, no trabajas". Y así fue, los problemas empezaron a crecer y toma una decisión con la intención de salvar el pescuezo y el trabajo. Se mete en Alcohólicos Anónimos". Hay decisiones que marcan una vida y la de los que te acompañan: " Y ya no volvió a beber más. Su fácil palabra y forma de ser le hizo llegar a ser Presidente Nacional de Alcohólicos Anónimos (7). Aquello le cambió la vida, se sintió una persona respetada y muy querida. Murió a los 64 años, muy joven".
(6). La División Azul, conocida en los documentos oficiales como la División Española de Voluntarios, fue creada en 1941, para ayudar a la Alemania nazi en el frente oriental a combatir a las tropas soviéticas.
(7). En 1935, en Akron (Ohio-EEUU) dos alcohólicos severos que atendían a los nombres de Bill Wilson y Bob Smith, pusieron en marcha una asociación para ayudar a los bebedores compulsivos a salir de esa adicción. En España, esta agrupación se organizará en 1970. Hoy forma una potente estructura con casi 10.000 usuarios y 600 grupos.
Los yernos de Casa Bolla.
"Las familias son como las ramas de un árbol:
crecemos en diferentes sentidos, sin embargo,
nuestra raíz será siempre las misma".
Proverbio oriental.
Tal y como apunta Chela Mosteiro, hablar de la Casa Bolla en Antromero sin recordar a sus yernos, es dejar una historia incompleta: " Ellos forman parte de la historia de nuestra familia. Eran de Casa Bolla, como los que más". Atendiendo a su recomendación, recuperamos un delicioso relato narrado con envidiable frescura, amor y simpatía. Narración elaborada por uno de los nietos de los fundadores familiares, Celesto Hevia. Disfrutemos pues, del mismo.
" De los ocho hijos que tuvieron Generosa y Celesto Bolla, cinco fueron mujeres, María, Pacita, Oliva, Ángela y Josefina. Los varones fueron Marcelo, Avelino y Celestino.
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| Fuente: Ángeles Fernández. Pacita y Andrés. Fuente: Ángeles Fernández. Pacita, Andrés, Ángeles y Juan. |
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| Fuente: Celesto Hevia. Manuel Hevia y Josefina Menéndez. |
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| Fuente: Chela Mosteiro. Piedad y Avelino. Fuente: Chela Mosteiro. Avelino, durante su servicio militar en la Armada. |
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| Fuente: Chela Mosteiro. Celestino. |
Conclusiones.
La vida, es una extensa lista que relaciona nombres, personas, trabajo, alegrías, tristezas...La mala y la buena suerte se conjugan, juegan a la ruleta rusa con nuestras ilusiones y proyectos. Cuando tan solo nos queda caminar hacía delante, buscando aires de victoria, donde antes olía a derrota, es el mejor síntoma de que aun hay esperanza.
Celesto y Generosa, nos han dado un claro ejemplo de pundonor y sacrificio. Sus vidas son el perfecto modelo de lucha, de aquellos que no se rinden ante la desolación con la que nos castiga el destino. Han sabido pleitear contra la desgracia y el infortunio. Son ellos, el baluarte del clan Bolla, los que han asentado a esta familia en el pueblo, no sin sacrificio y pesares.
La unión de la sangre de Casa La Pielora, en Antromero y de Casa Bolla en El Regueral, no ha hecho más que fortalecer un proyecto familiar, ya enraizado desde la década de los años 40 en estas tierras. Hoy podemos decir, que este pueblo ya no sería el mismo sin la presencia de estas gentes. Hombres y mujeres, que han heredado la genética de aquella pareja de héroes, y que han sembrado y recogido, siguiendo las pautas marcadas, muestras de fidelidad y cariño por donde han pasado.
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| Chela Mosteiro: "Gracias a todos: a mis abuelos, a todos sus hijos, a los yernos,...fuimos una tribu generosa y tolerante". |
































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