Capítulo 84. Coses y casos de cases. Casa La Granda/El Catalán. Parte II.

 




Fuente: Rosa Mari ( hija de Concha, de Casa Catalán). El toro "Rubio", 
sujeto por Urbano. 





Capítulo 84.

Coses y casos de cases.

Parte II.



Casa La Granda / El Catalán.



"La vida no es la que uno vivió, 

sino la que uno recuerda y

 cómo la recuerda para contarla".

Gabriel García Márquez.



Hablar de Casa El Catalán o Casa La Granda, como nuestros antepasados la mentaban, es con total seguridad referenciar una casa matriz y fecunda del desarrollo demográfico de Antromero. Desde prácticamente el último cuarto del siglo XIX, esto es, en 1870, año este del nacimiento de la primogénita (María) de seis hermanas, se va a producir un punto de inflexión en la castigada demografía del pueblo. Estas hermanas, poblarán de retoños  a un lugar sacudido en sus cimientos por la mar, por el terrible naufragio que una treintena de años antes (1) llenó este paraje de luto y dolor.  


Aunque pudiera parecer lo contrario, entonces, este era un lugar bueno para vivir, en un contexto global. La vida era otra cosa, una aventura marcada por la supervivencia. Un lugar donde todo el mundo se conocía por el nombre y se sabía su procedencia. Los misterios sociales eran pequeños y solventables. La memoria era una obligación, que no ostentación. En cambio, en el presente, viajar al pasado es el obstáculo de tratar de  conciliar la imagen en un espejo viejo y roto. Ahora, ya nada que ver con el pasado, la vida es una peripecia llena de incógnitas, donde rebuscar en las agostadas y añejas raíces familiares, se convierte en un tratado que siempre cuestiona resultados.


Esta casería, se encuentra ubicada  en La Granda, topónimo este que da nombre a su primera acepción. En la zona que ya, entre otros autores, el insigne Pascual Madoz (1805-1870) en su prolífica obra, distinguía entre las Grandas Altas y Bajas de Antromero (también hacía lo mismo con el propio pueblo) y que la administración recordaba recientemente en un informe geológico: " En las Grandas Altas de Antromero ha habido un importante hallazgo geológico" (2006).


La casería de La Granda, vista desde la carretera local GO-5.


Pues eso, siguiendo la ruta marcada por insignes geógrafos, ubiquemos  a esta casería en las Grandas Bajas de Antromero. Lugar este de rica tierra, regada por la proximidad del río Pielgo y pequeños manantiales, que hasta no hace mucho tiempo, pululaban sin orden ni concierto en aquel lugar. Aunque, curiosamente, Xosé Lluis García Arias, nos contradiga en su definición del término "Granda": "Se trata de un terreno inculto, lleno de piedras, maleza y de naturaleza pedregosa". La vivencia de nuestras gentes, se manifiesta por encima de cualquier acepción, que bien pudiera poner en jaque las definiciones oficiales. Así, Laudina Artime recuerda experiencias laborales, vinculadas a estos parajes: " Bien, José Arenes o yo, llevábamos les vaques por el verano a beber a un manantial de La Granda: Estaba cerca donde está ahora la piscina". 


La riqueza histórica de estos predios es inapelable, y nada mejor que para confirmarlo que los restos prehistóricos aparecidos en distintas catas de terreno, derivadas estas por obra pública ejecutada en las últimas décadas. Hace miles de años, esta zona estuvo poblada por nuestros ancestros, quienes vieron la posibilidad de sobrevivir con las posibilidades que ofertaba La Granda. Y nuestros vecinos siguieron las mismas pautas, hasta nuestros días.



Fuente: Raquel Escotet. Dos generaciones, Ignacio
Fernández, El Patrón (con chaleco) y su hijo Urbano,
posan delante de la fachada principal de la casa.





(1). El 24 de enero de 1840, tras una gran nevada, se desata una galerna, naufragando cuatro lanchonas descubiertas de Candás que faenaban al besugo.  La tragedia no deja lugar a dudas: 90 hombres mueren ahogados y, entre ellos  17 vecinos. La fría estadística demuestra un balance demoledor en tierra: al menos 27 huérfanos (dos recién nacidos) y 13 viudas. El otoño demográfico amenaza, una vez más, al pueblo. 




¿La Granda o Casa El Catalán?.



" Cuando era joven, luchaba por ser yo mismo;

ahora ya me resigno a ser lo que soy".

Josep María Morrera.


 

El caos de la vida regatea nobles intenciones, vencida la adolescencia que solo mira al futuro, la madurez invita a organizar el pasado, o al menos intentarlo. Todas aquellas mujeres que, al menos, en el último cuarto del siglo XIX nacieron  intramuros en esta hacienda (2), hijas del matrimonio compuesto por Antón Fernández, de Antromero y Rita Muñiz, de Perlora, acompañaban su nombre de pila con el sobrenombre de " La Granda": Ramona (1879), María (1870), Ángela (1882), Rosa (1880), Antonia (1885), Casimira (1886). Deduciendo en lógica aplastante de esta exposición que el apodo "El Catalán" es sobrevenido. Hubo en cualquier caso, otros dos nacimientos, también féminas, que murieron tras el parto.


¿Cuándo y de que forma se va sustituyendo el apelativo original por este nuevo apodo?. Las pistas al enigma, nos las proporciona Rosa Marí, la hija de Concha de Casa El Catalán: " Mi abuelo Ignacio Fernández, vino de afuera, de Santolaya. Parece ser que su aspecto llamaba la atención y mucha gente decía : " Se parece a un catalán". Entonces, era una costumbre arraigada el colocar un apodo a las personas y familias. Nadie, ni nada, se escapaba a ese juicio social. El desconocimiento del nombre o incluso si hubiera esa información, no era obstáculo para un nuevo bautismo popular y eterno. Basilio El Tercero, ante la presencia de una persona de un buen aspecto, o al menos, diferente, no dudaba en enjuiciar con un inapelable: "Parez un francés". Otra de las posibilidades que bien pudieran indicarnos el camino de esta nueva acepción, nos lo aporta Raúl Sirgo, quien en su infancia escuchó una curiosa y atractiva historia en su casa (la abuela de nuestro colaborador, era Casimira, nacida en La Granda): " Recuerdo vagas historias de un señor que vendía quincalla y se casó en Casa El Catalán, llevaba al cinto una navaja capona y era muy valiente y que lo llamaban El Catalán". Ante las incógnitas polvorientas, arrastradas, quedémonos  con  estas exposiciones a un enigma, cuyo origen lleva más de cien años sin aclararse.



Fuente: Marina Iglesias. Mayando fabes, delante de la quintana de
Casa La Granda. A la derecha, Pepe y Nora.



Fuente: Marina Iglesias. En les caseríes todo el mundo arrimaba el hombro. 
Amontonando fabes, para después mayales, en la quintana de Casa La Granda.



(2). Fueron 6 hermanas , todas mujeres, quienes con su fertilidad repartieron vida por el pueblo a raudales.



Aquelles muyeres abnegades y solidaries.


"El pasado no solo es fugaz, 

es que no se mueve del sitio".

Marcel Proust.


Hagamos un recordatorio, de aquellas hermanas, quienes de alguna manera han cambiado el rumbo de un pueblo instalado en la desgracia y pesadumbre. Ellas, han contribuido con su aportación en forma de trabajo e hijos, a orillar la desazón y fijar un hito para la esperanza.


Tan solo un dato revelador: El pueblo en el periodo de tiempo entre  la primera de las hermanas María (1870) y la última (1888), Casimira, apenas sobrepasa los 220 habitantes. En el año 1910, en plena fertilidad de aquellas mujeres, el crecimiento vegetativo de la población local es exponencial, 286 habitantes, esto es, un incremento de un 30%. Sobran las palabras.



María Fernández Muñiz, María La Granda. (1870).


La primogénita, María, siempre se distinguió por un carácter seco y cortante con aquellos que no formaban parte del grupo familiar más íntimo. Se casó con José Artime Álvarez El Saláo padre (1968), y de aquella unión nacieron 8 vástagos con vida y algún que otro aborto:  José (1890), Pilar (1898), Antón (1899), Concha (?), Rosario (1901), Etelvina (1903), Faustino (1907), Marcelino (1910).


Fuente: Laudina Artime. El clan de María La Granda. De izquierda a 
derecha: Etelvina, La Morena, María La Granda (sentada), Antón, Faustino,
Rosario (sentada), Concha, José El Saláo padre (sentado), Marcelino,
Pilar y José el Saláo. Foto elaborada en 1920, por la casa de fotografía
La Sra. Artística, en la calle Lope de Vega, en Santander. El benjamín, Marcelino,
con los píes cambiados.


Recordemos un episodio relatado en anteriores capítulos, en el que se evidencia las formas resolutivas y la naturaleza de María La Granda. En el año 1920, apareció en el domicilio familiar, en Les Moranes, uno de aquellos fotógrafos de caleya, ofertando la posibilidad de elaboración de una imagen de la familia para la posteridad. Tras negociar y cerrar el trato, así se hizo.

Tras meses de duro trabajo y ante la ausencia de vestimentas adecuadas, el artista confecciona un retrato digno del mejor artista renacentista. El minucioso dibujo, plasma collares, corbatas, trajes, vestidos, zapatos, donde no había. La composición del grupo, en el que tan sólo son originales las caras de los protagonistas, es una obra digna de admiración y de muchas horas de trabajo con plumillas, tintas y lápices.

Cumplido aquel objetivo, el sufrido artista hace entrega en domicilio de su obra. Tras una breve e intensa inspección ocular, María La Granda hace gala, una vez más, de un temperamento indómito. Coge una pala de dientes y corre tras el fotógrafo lanzando todo tipo de insultos, abjurando del día que había cerrado aquel trato con el fotógrafo de caleya. El cuadro jamás se pagó y nunca más se supo de aquel desdichado hombre. El motivo de la explosión de ira de María, fue comprobar que los zapatos elaborados para su benjamín, Marcelino La Salada, estaban cambiados de pie.

Por si hubiera alguna duda del talante de esta mujer, de armas tomar, recurrimos al testimonio de una de sus nietas, Benigna Anxelín: "Ella era muy buena con los suyos, pero hasta los fios, después la cosa con el resto de la familia la cosa cambiaba. Cuando íbamos a verla, siempre nos decía: "Pero, ¿Qué coño facéis aquí?...¡No hay nada pa vosotras!". Nunca fue cariñosa, ni nunca tuvo un gesto amable, Dios la tenga en su gloria".



Fuente: Geli Artime. Padrón de 1924. Asiento del matrimonio 
María La Granda y José El Saláo padre. Faltan los hijos que ya habían 
contraído matrimonio: José, Antón y Concha.



Rosa Fernández Muñiz (1880).


Rosa, fue la tercera de las hermanas, nacida en 1880. Una mujer con un carácter muy diferente a la primogénita. Los genes caprichosos, no transmiten la misma información, para fortuna de todos. " En casa de Rosa y Manuel, de Casa Menéndez, toda la gente era bien recibida. Siempre había gente de afuera. Rosa, era muy cariñosa".



Fuente: Laudina Artime. Rosa, sentada a la derecha,
acompañada de su hermana, María. En la parte superior,
de izquierda a derecha: José La Granda, Marcelino La
Salada, Manolo (hijo de Rosa) y Silvino Artime.



Fuente: Geli Artime. Asiento familiar de Rosa La Granda y Manuel Menéndez.
Padrón de 1924.

Rosa Fernández Muñiz (1880) se casa con Manuel Menéndez Gutierrez, de Casa Menéndez (1880) y aquel matrimonio, va a proporcionar una agradecida savia nueva al pueblo, en forma de hijos. Una familia numerosa en toda regla, con 12 descendientes vivos, quienes a su vez extenderán poderosas raíces que llegan hasta nuestros días: Estrella (1901), Fermín (1903), Concepción (1909), Manuel (1911), María ( 1913), Rosario, Rosario Rosa ( 1914), Benigno (1915), Braulio (1916), Paulino (1918), Paz (1921), José (1921) y Paulina (1923).



Antonia Fernández Muñiz (1885).


Antonia, es la penúltima de las seis hermanas. Mujer trabajadora e incansable, cómo casi todas aquellas de una generación privada de placeres mundanos y curtidas en las carencias cotidianas. Sabedora de las limitaciones impuestas por la vida, se distinguió por su arrojo y constancia. Su hijo, Alfonso Pinón, no deja lugar a dudas: " Mi madre, siempre fue muy trabajadora: Mientras mi padre trabajaba en la construcción, ella fue la encargada de la casa, de la cuadra y de los fíos. Y una vez que quedó viuda, aun joven, tiró más que nunca por el carro". Aquella iniciativa, se plasma en su pluriempleo: " Cosía en casa, para los fíos y pa los encargos que le hacían en alguna tienda de ropa de Luanco. Hacía y reparaba ropa. Era una artista con la aguja". Su personalidad no pasaba desapercibida entre vecinos, familia y transeúntes: "En aquella casa, nunca faltó un plato de comida para el que lo necesitaba. ¡Cuantos probes dormieron y comieron allí!".



Fuente: Enrique Pinón. Antonia Fernández
Muñiz, Antonia La Granda.


Se casará con Enrique Rodríguez García (1881), instalándose en El Monte. De aquella unión, siguiendo las pautas de entonces, se formalizará una familia numerosa, con 9 hijos vivos: Gloria (1904), María (1908), Constantino (1909), Marcelino (1912), Florentino (1914), Rosario (1917), Amparo (1919), Alfonso (1921) y Avelina (1923). 



Fuente: Geli Artime. Padrón de 1924. Asiento de la familia constituida
por Antonia y Enrique.


Ángela Fernández Muñiz (1882).


La cuarta de las hermanas fue una mujer frágil, a quien el destino y la enfermedad la limitó: "Siempre la conocí en la cama, en una postura encogida, ladeada y de vez en cuando cosiendo. Era todo lo que podía hacer". Buena y cariñosa, se casa y se domicilia en El Rebuñón, donde va a tener tres hijos: Marcelo, Pacita y María.


Casimira Fernández Muñiz (1886).


Para recordar a  la benjamina de aquellas hermanas, contamos con la inestimable colaboración de su nieto, Raúl Sirgo: 

" Mi güela Casimira nace en 1886. En esta época Asturias era una provincia con tradición minera (carbón). La economía dependía de ella. Había muchas desigualdades sociales. Existía una clase obrera minera con bajos salarios y una clase media-alta que se beneficiaba de ello. Nuestra provincia estaba gobernada por instituciones políticas nacionales. En ese año hubo elecciones generales celebradas después de la muerte de Alfonso XII.


Casimira Fernández Muñiz nace en ese contexto histórico en la casería La Granda y casa con mi güelu Rafael Fernández García-Barrosa. Tienen cuatro hijos, uno de los cuales, varón, fallece a temprana edad. Sus hijas: Rita, Belarmina y Sara forman un núcleo familiar en Antromero (Casa El Roxu). Allí, siendo mi güelu un hombre muy emprendedor establecen un bar-tienda-posada que permanecerá en la memoria de sus descendientes.


Fuente: Raúl Sirgo. Rafael Fernández. El matrimonio compuesto
por Rafael Fernández García Barrosa y Casimira Fernández Muñiz 
(Casimira La Granda), junto a sus tres hijas: la mayor, Rita; 
la mediana Belarmina y la pequeña, Sara. (1914).


Casimira enferma muy joven, quizás "depresión", quizás fibromialgia y permanece en la cama hasta que fallece, prematuramente, a la edad de 46 años. Acompañó a mi güelu como panderetera en su bonanza vital como animadora social del negocio mientras pudo. Esto lo cuento para dar a conocer la historia de una de las seis hermanas de la citada casería y como miembro de una familia que llegó, en gran medida, a conformar la población del pueblo.

Un personaje para la Historia del pueblo fue mi güelu Rafael. Un hombre polivalente, creativo y gran profesional que se merece excelente narrativa y que pospongo para una próxima oportunidad. Lo cuenta Raúl Sirgo Fernández nieto de Rafael y Casimira".




Fuente: Geli Artime. Registro del padrón de 1924, de la unidad familiar
formada por Rafael y Casimira.




Ramona Fernández Muñiz, Ramona La Granda (1879).


Con toda probabilidad, nos encontramos ante una mujer de carácter y resolutiva. Ella tomará decisiones vinculantes para el futuro del clan familiar y con unos arrestos envidiables. Fue la segunda hermana  de aquella prole de féminas . Salvando las pautas y tradiciones, en estrategia estudiada, se hará cargo de la casería, ante la ausencia de varón heredero. Entonces, para mantener la indivisibilidad de estas unidades de producción familiar, hacía recaer en el hijo (varón) la titularidad y explotación de aquellas. 


Aquel carácter inquebrantable, se reflejará en el día a día, pese a la escasa formación  académica, tal lo detalla Rosa Mari: " Mi abuela, Ramona, no sabía leer ni escribir, pero era una mujer que conocía todas las leyes de entonces. No era raro ver en casa a los vecinos del pueblo hacer consultas sobre sus problemas a Ramona". Su capacidad y pragmatismo, se evidencia en una curiosa anécdota: " Tuvo un juicio y fue ella misma la que se defendió, ganándolo".



Fuente: Cristina García. Ramona  y su esposo, Ignacio



Ramona, toma decisiones y las ejecuta, planificando el futuro de la casa. Inicialmente, señala al benjamín, Alberto, como su sucesor. Circunstancias de la vida, hacen modificar su intención: "La mujer de Alberto y Ramona, no hacían vida". El recambio no se deja esperar y será  Nora con su marido  Pepe, originario de Piedeloro, los elegidos: "Entonces Nora y Pepe, estaban de caseros en algún pueblo del concejo de Pravia". Su regreso, formalizará la decisión final de la matriarca. 



Fuente: Marina Iglesias. Nora y Pepe.


Entonces, La Granda, era una casería con fama de acogedora. Un reconocimiento casi generalizado en todas las casas de Antromero, donde  la escasez hacía mella y la ayuda era agradecida: " En casa de mi abuela, nunca faltaba gente, pidiendo, comiendo o buscando ayuda. Los amigos de mis tíos, formaban parte de la casa: Hubo un tiempo que Urbano tuvo mucha relación con Ochoa, de Les Escallejes, de Luanco y aquel hombre era uno más a comer en casa".   La proverbial afabilidad que arrastra desde siempre nuestras gentes, se manifiesta, una vez más con hechos tangibles.


La importante inyección económica, que aporta el descubrimiento de la mina de caolín a su hijo, Florentino, despierta a Ramona su instinto natural y calcula una oportunidad única: la compra de la Casería Norte, aprovechando la ausencia de herederos en primer grado y el posible desapego a la tierra de aquellos. Tratando de fusionar en esta operación, a dos de los más importantes referentes agro-ganaderos del pueblo. Una ambición frustrada, al no llegar a acuerdo alguno, con la otra parte.


Centrémonos ahora, en la figura del marido de Ramona, Ignacio Fernández Artime, un pilar básico en el posterior desarrollo económico de la casería La Granda.



Ignacio Fernández Artime, El Patrón (1870).


Ignacio Fernández, nacido en 1879 en Casa Viña (Santolaya), es un ejemplo más de la vinculación geográfica y sentimental entre áreas y pueblos próximos, necesaria para un desarrollo socio-económico vital y aconsejable para evitar riesgosas endogamias. La evidencia, un vez más, se empeña en demostrarnos que somos seres sociales y que la interrelación es un engranaje más de nuestra vida,  manifestándose tozudamente y con rotundidad.   El amor,  picó en su corazón cuando conoció  a Ramona y de aquella unión nacieron 9 hijos, de los que dos murieron prematuramente, tal lo detalla Rosa Mari: " Murieron por lo que entonces, se llamaba el mal de moda (3)". Atendiendo al padrón municipal de 1924, los entonces vivos eran siete:  Florentino (1903), Alvarina (1907), Leonor Nora (1915), Urbano (1905), José (1912), Concha (1916) y Alberto (1917). En este listado, falta Bienvenido, quien falleció con cinco años y un segundo que la descosida memoria nos impide citar.




Fuente: Geli Artime. Copia del padrón de 1924. En el círculo,
la familia de Casa El Catalán. 


Resulta, cuando menos curioso en el documento oficial, la corrección de las edades (a lápiz) y sobre anotación original de las edades de los primeros cinco inscritos, manteniendo el error de ser todos, sin excepción,  hermanos. 


La llegada de Ignacio Fernández Artime a la casería y su gestión al frente de la misma, no va a pasar desapercibida. Hombre de ideas claras y constancia, sobresalía por encima de todo su carácter afable y bonachón. Marina Iglesias, así lo resalta: " El Patrón (Ignacio), el abuelo de mi marido Kiko,  era muy buena gente. Lo conocí ya mayor, limitado físicamente, pero independiente. Recuerdo perfectamente cómo cada vez que llegaba a casa,  siempre me pedía un chupachups. Disfrutaba de los dulces. Tenía un gran cariño por el naranjal que todavía tenemos en la quintana. Te daba todo, pero si cogías más de una naranja para comer, no le parecía muy bien". Sabedores de aquella debilidad por aquel árbol, su nieto Kiko y Moncho La Piedra, le gastaron una broma muy al uso de entonces: " Apareció Moncho con un hacha en la mano, y preguntó: "¿Patrón, donde está ese naranjal que hay que cortar?". La cara de sorpresa y el disgusto inicial suponemos fue monumental.



El naranjal de Ignacio, un amor terrenal.



Fuente: Marina Iglesias. Ignacio Fernández, en el centro, en el día de 
la boda de su nieto Kiko y Marina (1971). 


Las primeras décadas del pasado siglo son tiempos difíciles y eso no hace mella en sus ideas. El crecimiento de esta unidad de producción familiar va a ser una evidencia y su mejor ostentación: La presencia de un animal, de un toro de raza asturiana que no dejará indiferente a nadie. Nos estamos refiriendo a "Rubio", prodigio de la naturaleza y orgullo de su propietario y familia. Sus 1200 kg. de fuerza y carne musculada fue escaparate y referencia de multitud de concursos de ganado durante el periodo pre-guerra civil. Los diarios regionales e incluso nacionales, se hacen eco de aquel fenómeno animal: 


Diario Región, 29 de julio de 1931: " Concurso de ganados: Organizado por el Ayuntamiento de Gozón, primer premio para el toro "Rubio", de 1170 kg, de Ignacio Fernández, de Antromero". El 30 de agosto de ese mismo año, este periódico registra la siguiente noticia: "  En el Concurso de ganados de Avilés, premio de 250 pesetas al toro "Rubio" de Ignacio Fernández".

Diario "El Imparcial" de Madrid, con fecha de 3 de septiembre de 1931: " En la Exposición Agropecuaria de la Feria  de Muestras en la variante de "Novillos de raza asturiana": Primer premio de 500 pesetas y trofeo, a "Rubio" de Don Ignacio Fernández, de Antromero-Gozón".


Uno de aquellas escarapelas sobrevivió a los avatares del paso del tiempo durante años, tal lo recuerda Rosa Mari (hija de Concha): " Recuerdo ver una de aquellas medallas de cinta que dieron al toro de mi abuelo, en la sala de su casa". Estamos en el inicio de los años cenit de esta casería, sin que nada sea casual.


Fuente: Rosa Mari ( hija de Concha, de Casa Catalán). El toro "Rubio", 
sujeto por Urbano.  Su raza de "asturiana de los valles" y la imagen
fue plasmada en agosto de 1930. A sus 32 meses, le contemplaban
1200 Kg. de poderío

Misma imagen, coloreada por gentileza de Ramón Fernández.



Fuente: Laudina Artime. José La Granda, sujeta al toro Rubio. Año 1931.




(3).
 El mal de moda o gripe española, causó verdaderos estragos entre la población asturiana, especialmente en la segunda década  del pasado siglo. Los cálculos en vidas humanas  de aquella pandemia, superan las 7000 víctimas, en Asturias.



Florentino Fernández Fernández (1903).


Florentino, será el segundo hijo del matrimonio compuesto por Ramona e Ignacio, El Patrón, tras el malogrado  Bienvenido (quien murió a los cinco años). Desde pequeño, siempre mostró unas inquietudes y conocimientos impropios de los niños de su edad. Despierto y curioso, no pasaron estos dones desapercibidos y su madre, Ramona, toma una decisión al alcance de pocas personas en aquella época, tal lo rememora, Rosa Mari:  " Mi abuela vendió las casas de Balsera para que Florentino pudiera estudiar en la Escuela Superior de Comercio, de Gijón". El éxito de la apuesta lo certifica la titulación académica, como certifica Ricardo Fernández, Calo: " Mi tío sacó el título de Profesor Mercantil".


Tras la experiencia estudiantil, comienza la laboral: " Estuvo trabajando con Ángel Rodríguez, de Candás". Rosa Mari detalla un aspecto de su vida personal: " Florentino se casó con una chica de posibles, tal y como se decía antes. Se casó con Luisa, que era de la confitería Rato, de Gijón". Una vez formalizado su matrimonio, cambiará de aires: " Cuando se casaron, fueron a Miranda- Avilés, en el Alfaraz, y tuvieron una casería con ganado y criaos". Desde entonces, la presencia de Florentino en Antromero, es en calidad de visitante. El matrimonio tuvo tres hijos: María Luisa, Ángel y Tino. Este último gestionará los últimos años de la actividad minera que marcó el futuro de la familia.



Fuente: Rosa Mari. Florentino La Granda, con sus hijos.




Su obligada presencia en el ejercito, en el servicio militar, fue de mando, de alférez. La titulación universitaria, tal y como se estilaba, le facilitó aquella graduación de oficial.


Fuente: Rosa Mari. Florentino y su mujer, Luisa.
Luciendo uniforme de alférez.

Pese a ser un hombre menudo, tuvo unas facultades físicas envidiables, resistencia y tesón, junto con un carácter competitivo y  ambición de triunfo: " Siempre le gustó mucho andar en bicicleta. Curiosamente, andaba con una bicicleta que no era de él, era prestada. Tenía un ruido tremendo, porque rozaban los frenos sobre la rueda. Antes de llegar a cualquier sitio, ya sabias que venía Florentino, por el ruido que hacía". Aquella forma de porfiar, de mejorar , se manifestaba en la forma de manejar y sacar mayor rendimiento al biciclo: " Cuando andaba en bicicleta, inspeccionaba el terreno. Marcaba en el suelo con una raya. El mejor sitio para tomar  las curvas y no caer".


Los resultados de aquella meticulosidad, aplicada al esfuerzo y continuidad, no se dejan esperar. Florentino, gana una carrera en bicicleta, donde participa lo más granado de Asturias, sobre dos ruedas sin motor. Aquel hito, lo recoge la prensa regional: El diario "Región", con fecha de 14 de octubre de 1926: "En Luanco se celebró una carrera ciclista y entre los participantes figuraba lo más granado de este deporte en Asturias. Luanco-El Empalme-Avilés-Luanco fue la ruta, ganando Florentino Fernández, de Antromero en una hora y treinta minutos y un premio donado por el Excelentísimo Ayuntamiento de Gozón. La inexperiencia del ganador sorprende a los expertos competidores".


Su afición a la caza le va a proporcionar unos réditos exponenciales. Así, accidentalmente, en una de aquellas excursiones cinegéticas topará con la riqueza, que no olvidemos estaría vinculada a un riesgo inicial, trabajo y esfuerzo. El origen de esta explotación minera, fue fruto de la intuición, conocimiento e instinto de Florentino, quien con el hallazgo de aquella veta, demostró toda esa capacidad, tal lo recuerda Rosa Mari: " La mina la encontró en Las Raigadas. Iba de caza con un amigo suyo, Manolín de Las Raigadas. A la hora de gestionar los permisos necesarios, su amigo renunció, pues había que poner dinero en el registro". La suerte estaba echada, en favor de nuestro vecino: " Y así se quedó mi tío solo con la mina".


Desde entonces, un sobrenombre, sobrevolará por los lugares donde se desplaza, Florentino El Millonario. Aunque, debemos ser justos en ciertas apreciaciones, pues su aspecto antes y después de su sobrevenida riqueza nunca pasó desapercibido, tal lo estima Rosa Mari y lo pueden corroborar, aquellos que le conocieron: " Siempre tuvo algo especial, en su forma de actuar y comportarse. Tenía clase y compostura, que lo hacía sobresalir del resto".


Su figura, desde entonces, vinculada con un símbolo de riqueza, inaccesible para la gran mayoría de los mortales: un gran vehículo con chofer, vestido para la ocasión , con gorra y librea. Así lo recuerda, Manolo Llaranes: "El primer coche que hubo en Antromero, fue el de Florentino La Granda. Un haiga (4), que llamaba la atención por donde pasaba".


Fuente: Rosa Mari. Florentino La Granda y su esposa, posan frente 
a su haiga.

Su nuevo estatus, modifica su forma de vida, tal lo detalla Rosa Mari: " Lo de la vida cambió la vida de mi tío. Bajó del Alfaraz (Miranda) y se instala en Avilés con la familia, frente a calzados Metropol, en la calle La Cámara". Aunque el paso de los años le hace tomar una decisión definitiva: " Después, ya se instaló en Madrid, donde viviría de forma permanente. Aunque nunca faltaron las visitas por estas tierras".


Forman parte de la memoria colectiva, alguna de las colaboraciones y donaciones económicas a determinados sectores sociales. Algunas, estamos seguros, imaginarias, fruto de la sombra alargada que siempre generó la figura pública de Florentino Fernández, Florentino La Granda.



(4). El asignar el nombre de "haiga", a un coche, tiene su origen en la postguerra civil española. Fue tal la generalización de su uso, que la Real Academia de la Lengua Española, se vio obligada a incluirla en su diccionario. Su significado, no deja lugar a dudas: " Automóvil muy grande y ostentoso, normalmente de procedencia norteamericana". La llegada de algunos emigrantes "indianos", muy ricos durante aquellos años, pero con muy poca cultura, quienes buscaban en los concesionarios de automoción, "el coche más grande que haiga", sirvió de  excusa perfecta para consolidar esta nueva expresión.



Mina Casualidad, Peñaflor, Grado.


La mina encontrada por nuestro vecino será bautizada, con pleno acierto, "Casualidad". Es una explotación de caolín (4), cuyas ruinas se encuentran en el concejo de Grado, término de Peñaflor. Sus características geológicas y condiciones orográficas le darán continuidad en la otra margen del río Nalón, pero ya en el concejo vecino de Candamo. Esta última recibirá el nombre de "Mariqueta".



Fuente: Manuel Carballeira. Bocamina de "Casualidad", en  la actualidad.


Sus orígenes iniciáticos de la explotación con cierto rendimiento se sitúan en el año 1956 y tuvo continuidad hasta 1996. Entonces, ya con la empresa ARCIDESA (A. de la Serna) (5). La extracción del preciado caolín se formalizó mediante galerías y algunas labores de exterior, ocupando una extensión de al menos 880 hectáreas. La importancia de esta actividad se refleja en unos números incontestables: en el año 1971, este grupo era el primer productor de caolín de España, con una producción de más de 100.000 toneladas. 


En el concejo de Candamo aún son visibles algunas de sus instalaciones, tal es el caso de la bocamina de "Mariqueta" y los edificios donde estuvieron las oficinas, talleres, cocheras y transformadores. En Peñaflor, al lado de la carretera N-364, se encuentra la bocamina de "Casualidad", que mantiene unos símbolos mineros en su entrada (imagen anterior), restos de un edificio y un cargadero cubierto todo ello por la vegetación (6).

Florentino, como buen gestor, necesita arroparse de un hombre de confianza para diligenciar su mina.  No es necesario buscarlo pues está  en su casa: Su cuñado, Luis Fernández Palacios, casado con su hermana Concha.


Fuente: Rosa Mari. Luis, a la derecha, acompañado de algunos mineros.




El mayor problema que hubo que afrontar en esta explotación, estuvo en la falta de continuidad y uniformidad de la veta madre. "Empezaron en Las Raigadas, en El Cogollo y acabaron en el concejo de Grado, persiguiendo a la veta.  Recorrieron kilómetros, pasando por tres concejos: Candamo. Las Regueras y Grado".


Unos años más tarde, las oficinas se trasladan a la capital de la región. La actividad y rendimiento de la mina, así lo exigía. De aquella instalación en la capital de la región, tiene referencias familiares, Loli García: " Florentino, tuvo mucha relación  con mi padre Aurelio García, (Aurelio Basilio), quien le ayudó a gestionar mucho papeleo desde un principio con las minas de caolín. Florentino, en sus innumerables viajes a Oviedo, invitaba a mi padre a comer en el Hotel Principado, en la calle San Francisco, para tratar de aquel negocio. Él vino a mi boda, y mi padre fue, al menos, a la de dos de sus hijos, en Madrid. Una vez trajeron las oficinas a Oviedo, mi hermano Luis trabajo en ellas Y mi hermano, Paco, con la insistencia de Florentino trabajó como ingeniero, aunque por poco tiempo".




(4). El caolín, es una arcilla blanca que tiene múltiples usos: industria, farmacia, agricultura... Fundamental para la elaboración de refractarios en la siderurgia. Entonces, muy demandada por ENSIDESA o UNINSA.

(5). A. DE LA SERNA Y COMPAÑÍA SL, es una empresa constituida el 01/01/1963 en Oviedo Asturias. Su CNAE es para extracción de gravas y arenas; extracción de arcilla y caolín. 

(6). Datos proporcionados por Manuel Antonio Huerta Nuño, Toño Huerta. Investigador de la historia de minas.




Luis Fernández Palacios (1916).


Creemos, y así lo manifestamos,  necesario  hacer un recordatorio de nuestro vecino. Luis, por ser una pieza angular en la gestión de la explotación minera de Florentino. Luis nace en Candás, en el año 1916 y su tardo infancia y juventud, como tantos otros jóvenes , no va a ser fácil, tal expone en nota biográfica su hija Rosa Mari: " Mi padre, dejó de estudiar muy joven, pese a que tenía mucha capacidad para ello.  La economía doméstica lo impedía. Con 15 años, empieza  a trabajar en la carnicería familiar, gestionada por su abuela. Fue una verdadera pena que no pudiera continuar con los estudios, porque valía y mucho". Conoce a Concha La Granda muy joven y con apenas 18 años se casan. Fueron a vivir con su familia a Candás, en una casa cerca de la iglesia de San Félix".


Fuente: Rosa Mari. Luis y Concha La Granda.


Son tiempos muy convulsos y su abuela, defensora de la República, no pierde la oportunidad de exteriorizarlo a los cuatro vientos: " Su abuela, tenía el sobrenombre de La Pasionaria, Aquello le marcaría  a ella y a toda la familia. Con la llegada de las tropas nacionales, tuvo que abandonarlo todo y huir refugiada a Francia, con una mano delante y otra detrás". Luis, en el año 1936 (inicio de la guerra civil), tiene un pequeño hijo de un año, cuando debe incorporarse a filas: " Mi padre nunca estuvo en el frente. El capitán de su destacamento comprobó que había potencial y lo metió en una oficina. Pero cuando pidió informes a Candás, descubrió la actividad política de su abuela". Los informes eran demoledores, y la respuesta del mando, inesperada: " El capitán rompió aquellos papeles y borrón y cuenta nueva".


Acabada la contienda, comienza a trabajar en el puerto de El Musel (Gijón), donde ya estaba su tío político, Pepe El Catalán (casado con Nora). Los dos matrimonios, comparten vivienda en Candás, en el barrio de San Antonio. El posterior descubrimiento de las vetas de caolín, por parte de Florentino, cambiará su vida y la de su familia: " Mi padre, es contratado por Florentino. Su trabajo es de gestión: Era el que pagaba las nóminas, llevaba el tema de personal y todos los problemas diarios. Delega en él todas estas labores, pues había plena confianza. Años más tarde, por el crecimiento de la empresa , se abrirán oficinas en Oviedo".  


Inicialmente, la logística de la vivienda es un pequeño rompedero de cabeza: " Mi padre, al principio quedó hospedado en Casa Antonio, en Las Reigadas y cuyo propietario era el amigo de mi tío, con quien encontró la mina". Esta solución es provisional: " Florentino, buscó a nuestra familia un piso al lado suyo, en la calle La Cámara, de Avilés. Pero, el problema es que mi padre no tiene carnet de conducir, para ir hasta su trabajo. Tampoco hay líneas de autobuses". La solución a este problema de logística, está en el transporte interno de la mina:" Mi tío, se da cuenta que por la zona de Buenavista (Avilés), pasan todos los días y a todas las horas los camiones en dirección a la mina. Observa que casualmente en esa zona están haciendo pisos ( frente al Bar Penedo), y le falta tiempo para hacer una reserva  en nombre de nuestra familia. Desde entonces, ,mi padre, viaja hasta el trabajo  con alguno de aquellos pesados camiones. Y allí vivimos, hasta que se tiraron las casas y curiosamente mi madre, Concha, fue la que más se disgustó, pues siempre decía: " Primero lloré por venir a Buenavista, y después lloré por tener que marchar".


Fuente: Rosa Mari. Luis, a la derecha, en una zona de trabajo de la mina.


La figura de Luis, está fijada a la inquietud cultural, en unos tiempos duros para la ilustración personal: " Mi padre leía mucho. Siempre tenía un libro en la mano. Pero, sobre todo, le gustaba estar al tanto de todo lo que pasaba . Compraba y leía todos los días dos periódicos, algo que mamá no entendía: " Pero, ¿No traen todos lo mismo?". Era la enciclopedia de la familia. Llevaba todo registrado al detalle, todas las fechas de lo que pasaba. Fue una verdadera lástima, que con toda la capacidad que tenía, no pudiera haber estudiado".



Los de Casa La Granda / El Catalán.


Habiendo recorrido con los recursos disponibles, parte de la historia reciente de la casería La Granda, hagamos un pequeño breviario de aquellos miembros nacidos en el primer cuarto del siglo XX, citando a sus descendientes. Cierto es, que algunos de los mismos ya han sido reconocidos con anterioridad y por tanto, haremos una sencilla cita.

En ese periodo de tiempo, esto es, principios del pasado siglo, todos los nacidos intramuros serán los hijos del matrimonio compuesto por Ramona La Granda e Ignacio Fernández.

Florentino Fernández Fernández (1903). Se casó con Luisa, de la familia Rato, de Gijón. Tuvo tres descendientes: María Luisa, Ángel y Tino.


Fuente: Rosa Mari: La mujer de Florentino, 
Luisa junto a sus hijos, en Avilés.


Urbano (1905). Soltero, luciendo con satisfacción aquel estado social: " No quiero casarme, no mantengo una mujer. Y si me caso, que sea con una maestra, para que sea ella la que me mantenga a a mi". La figura de Urbano, tratada ya en anteriores capítulos, no deja lugar a dudas sobre su personalidad: Inquieto y creativo, busca la fortuna en intentos de prospección de mineral de barita, en el monte El Rellario; propietario de un horno de cal; almacén de preseos agrícolas y de un establecimiento hostelero. Todo ello, con desigual resultado.



Fuente: Marina Iglesias. Urbano, a la izquierda, junto a Marina, Kiko 
y Aurelio García, Aurelio Basilio, en la boda de Marina y Kiko (1971).



Alvarina (1907). Esta hermana, apuntará su futuro al otro lado de la parroquia. Se casará con Marcelo Mingo, de Bocines. De aquel matrimonio, nacerán dos hijas: Aniceta y María Teresa.


José (1912). José se distinguió en el trato personal por una simpatía y carácter envidiable: "Era la alegría de la familia. Era mundial. Hoy sería un perfecto relaciones públicas". Se casará con la ovetense Angelina y de aquella unión fructificarán dos hijos: José (Pepe) y Ricardo, Calo, quien gestionaría, junto con su esposa, Raquel Escotet, uno de los referentes gastronómicos de la comarca, el "Mesón 7 Villas" (para mayor información, consultar capítulo 74).



José, La Granda.



Concha (1913). Casada con Luis Fernández, tendrá tres hijos: José Luis, Alberto y Rosa Mari. Esta última, subraya algunos puntos de su personalidad: " Mi madre, era una persona muy cercana y cariñosa. Era simpática, tenía algo que hacía sentirse bien a la gente con ella. Pero, siempre, muy preocupada por las personas de su entorno. Siempre pendiente de todo el mundo".



Fuente: Rosa Mari. El matrimonio de Luis y Concha, junto a sus 
hijos y su sobrino Pepe, primero por la izquierda.


Fuente: Rosa Mari. Rosa Mari, acompañada de su madre, Concha.
" Mi madre se fue, con 96 años".


Leonor, Nora (1915). Se casa con Pepe, nacido en Piedeloro. Finalmente, este matrimonio será el encargado de gestionar la casería, a la muerte de Ramona. De su unión, nacerán dos varones: Pepe y Francisco, Kiko.


Alberto (1917). El benjamín de la familia. Fue designado por Ramona, para continuar al frente de la casería, pero ciertas incompatibilidades asociadas a las relaciones sociales, impidió que se cumpliera la voluntad de la matriarca. Casado con la carreñense, Maruja, tuvieron tres hijos: Elena, Berta y Moisés.



Kiko, El Catalán. 


Recorrer la historia más reciente del pueblo, sin hacer una reseña a uno de los hombres que en el aspecto socio-festivo más porfió para evitar la desaparición de la romería de San Pedro, sería un error imperdonable.


Hombre predispuesto y colaborador, formó parte de distintas comisiones de festejos, en tiempos diferentes, donde se estilaban otros tipos de estrategias festivas. Y con la desaparición de aquellas, tomó el mando de las fiestas, asumiendo riesgos personales y con ello, evitando su extinción. Obró el milagro, durante muchos años, que al menos, el pueblo no se quedara sin una de sus referencias históricas: la festividad del patrón, San Pedrín.


Apoyado por su mujer, Marina, consiguió, en muchas ocasiones y tiempo récord, el milagro para que se montara el paraguas de las luces, sonaran los altavoces, aparecieran feriantes, avellaneros, explosionaran voladores y se escuchara música en el entarimado del prao de la romería...Labor pocas veces reconocida y mucho menos agradecida.


Fuente: Marina Iglesias. Kiko y Marina, 
compartiendo su pasión por los caballos,
que sus hijos heredaron, especialmente, 
Cristina.


Sirvan al menos estas palabras de desagravio, para aquel hombre de gesto amable, pícara sonrisa y afabilidad desbordante. Gracias, Kiko.



Fuente: Cristina García . Kiko, a los mandos del tractor, en
una de aquellas primeras carrozas festivas.




Conclusiones.


El objetivo de este capítulo, como tantos otros, es la evocación. En este caso, el último siglo y medio de los miembros de la casería La Granda, hasta donde los registros, padrones, recuerdos y algún texto y contrato privado nos han dejado llegar.


Ha sido este intento una modesta manera de visibilizar a un grupo de mujeres  y hermanas, que han regalado vida a un pueblo, cuando este más lo necesitaba. Mujeres plenas de coraje que han asentado y repartido para la eternidad, su linaje familiar. El trabajo y sacrificio han abanderado sus vidas y pese a que nadie en la existencia de la humanidad se ha ahogado en su propio sudor,  han sido el mejor ejemplo para todos sus descendientes. Nuestra responsabilidad, que su memoria no caiga en el amenazante olvido.



Nota final: Este capítulo aun permanece sin cerrar definitivamente, dependiendo de algunas informaciones pendientes.

6 comentarios:

  1. María Jesús Fdez Fdez.2 de mayo de 2025, 19:19

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    1. Disculpa María Jesús, pero tú comentario está incompleto

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    2. Soy María Jesús. Claro que está incompleto!!!Quería decir ,que de todas las historias que leí, esta me trae buenos recuerdos. Conocí El Metropol de la c/La Cámara, pasaba frecuentemente por El Alfaraz de Miranda a ver a mi suegro José el de La Venta.(Que vivía cerca de los tres concejos.Candamo,S.Roman, y Grado) El mercado de Grado , es muy famoso, se celebra los domingos. Y algún otro recuerdo que ahora no recuerdo (valga la redundancia) Me prestó mucho este capítulo. A seguir Antromero,Antromero, Antromero.Si me excedí en lo expuesto,disculpar.Grcias.

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    3. María Jesús, siempre son agradecidas tus palabras. A lo largo de estos meses, nos has prestado apoyo, y sobre todo información que hemos reflejado en el blog, a tú nombre. Estamos muy agradecidos por toda tú labor, palabras y ánimo. Y por supuesto, nos presta muchísimo que la lectura te haya traído recuerdos y vivencias. Muchísimas gracias, una vez más

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  2. Ya metí la pata otra vez. No lo quería poner como anónimo. Soy María Jesús Fdez Fdez. Nacida en S.Martín de Podes. Vivo en Piedras Blancas. Disculpar.

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    1. Gracias, te reiteramos siempre las gracias. Dada que disculpar, todo lo contrario.

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