Capítulo 82. Un modelo agotado y una historia de casi cien años.

 




Fuente: Rafael Gutiérrez. 


Capítulo 82.


Un modelo agotado

y una historia de casi cien años.





¡Hay que organizarse!



"El caos es un orden aún por descifrar".

José Saramago.



Para que las cosas funcionen, aunque nunca se sepa por cuanto tiempo, es necesario un objetivo, una meta, no necesariamente real. Puede ser esta perfectamente una entelequia, un mito que solo tiene cabida en la compleja cabeza del ser humano. Así, hemos ido formando  grupos, comunidades, aldeas, pueblos, ciudades y países.


En un ámbito más doméstico, se han creado extrañas estructuras sociales casi siempre con el origen en los vínculos sanguíneos, esto es, la familia. Probablemente, sea este el pegamento más fuerte en cualquier estructura social, que garantiza la continuidad de proyectos. El apego a la sangre mantiene vivo a un armazón, pero cuyas raíces, con toda seguridad, han conocido mejores tiempos.


Los líderes, en cualquier ámbito comunitario, aunque algunos sociólogos discrepen, fueron muy  importantes para una  organización socio-laboral. Fue este manejo propio de los chamanes, brujos, curanderos, nigromantes,  o sacerdotes, ahora sustituidos por icónicos deportistas, políticos, influencers de redes sociales. Poseedores todos de brújulas, en muchos casos erráticas, que nos han conducido a catástrofes insospechadas.


En Antromero, cómo tantos y tantos lugares, no  hemos podido escapar de esta dinámica histórica, pero, en cambio, para evitar desazones tuvimos la posibilidad de refugiarnos en los beneficios de un carácter cosmopolita. Gozamos fama, bien merecida, de campechanos, amables y un poco brutos en las formas. Hemos tenido que ir adaptándonos a los reveses con los que la naturaleza nos ha puesto a prueba el tesón, fortaleza y paciencia. Nuestra idiosincrasia, emanada de unas profundas costumbres y tradiciones, ha sido forjada en el convencimiento propagado por nuestros propios líderes. Estos que no hemos tenido que buscarlos a ningún lugar exótico, que han sido capaces de organizarnos en función de unos valores heredados. Ellos, han sido nuestros mayores, respetados y venerados a lo largo de cientos de años.



Fuente: Olga Fernández. Miembros de Casa 
Menéndez (Alto el Monte). Años veinte del
pasado siglo. De izquierda a derecha. Arriba:
Dolores, su esposo Rafael Menéndez y la 
hermana de este. Abajo: Los patriarcas, Antonia
y Manuel. Respeto y tradición.

  


Coses de no hace tanto tiempo.


"Más sabe el diablo por viejo que por diablo".

Popular.


Hasta no hace demasiado tiempo, entendiendo como tal, la segunda mitad del pasado siglo XX, se mantuvieron formas y costumbres ancestrales en ámbitos domésticos y laborales, no sujetos estos últimos a protocolos importados. La sociedad rural tradicional, se ha ido desplazando y arrinconando inevitablemente, por unos cambios acelerados y traumáticos. El progreso disfrazado de modernidad ha hecho, lo que no pudo la evolución durante siglos. Atropelladamente, sin casualidades, nos han hecho cambiar. "A la fuerza, ahorcan".


Este proceso, no pasa desapercibido en nuestro actuar y hablar. La etiqueta "los tiempos d'antes"  o "les coses antigues", no dejan lugar a dudas. Esta coletilla, fue empleada con frecuencia, para referirse a unos tiempos imprecisos en su definición, pero siempre lo suficientemente lejanos para que no quedara duda alguna de su vinculación con ellos. Así, personas cómo Amparo Julián, Lucía Les Moranes, Benigna Anxelín, ..., no tenían problema alguno, tanto en lo bueno cómo en lo malo, para sentenciar con inapelable, " eren coses d'antiguos".


Los vieyos, los antiguos, fueron gente que formaban parte de la cúspide  social, oráculo de sabiduría, respeto y sin lugar a dudas, depositarios del saber heredado. Su presencia representaba la garantía de estabilidad frente a la incertidumbre, eran sin duda alguna, la seguridad del clan familiar.  En el pequeño universo que fue la casa tradicional, dotado de una identidad y organización propia, sobresalía la figura del patriarca, o en su defecto matriarca.  Aunque siempre de puertas adentro, la personalidad de la ama, de la mujer de mayor edad, sobresalía en la estrategia doméstica. Dueña y señora de todas las decisiones , que se reflejaban  en el control del gasto, la administración de todos los recursos  y la gestión del personal de aquella pequeña, pero eficaz, unidad de producción. La mesa festiva, la comida de las fiestas, una prueba de fuego y un reto más a su administración. No había casa en Antromero, que no celebrara la festividad de San Pedro, con invitados a su mesa y la escasa logística desplegada con una eficacia envidiable.



Fuente: Laudina Artime. Invitados en la fiesta de San Pedro, de 
las familias El Tuertu /Anxelín. Principios de los años 40.



Fuente: Mercedes López. Invitados a la fiesta del patrón. Años 40.


Fuente: Benigna Anxelín. Familia Anxelín e invitados a
 la fiesta de San Pedro. Finales de los años 40.



Sin lugar a dudas, los vieyos en les cases, constituían un referente moral intocable, proporcionando valores que hoy se añoran, aun cometiendo en ese objetivo errores de bulto. Aunque, para lograr esa raigambre y equilibrio, primaba un respeto por sus decisiones y normas, casi con carácter religioso. No se pueden discutir y mucho menos modificar. Sus juicios se llevan hasta el final de las consecuencias, encauzados por su saber heredado y conocimiento adquirido. Tal lo recogían dichos y saberes populares: " Piedra que se mueve, no cría mofo".


En los ambientes urbanos, se mantenía ese mismo rigor en casi todas las casas. Nuestro vecino, Aurelio García Mori, Aurelio Basilio, que vivió a caballo entre su Luanco natal, Oviedo y Antromero es un claro reflejo de ello. Siempre trató de inculcar en su familia numerosa los valores morales del respeto y el orden, por encima de todas las cosas.



Fuente: Loli García. Aurelio Basilio, acompañado de 
dos de sus vástagos, en Oviedo.


Estos depositarios y salvaguardas de tradiciones, según se van haciendo  mayores, siempre han sido más considerados y venerados, muy especialmente la mujer. Esa ama, mujer mayor, agotada su fertilidad para parir hijos, emplea todas sus fuerzas y empeño en dotar a los miembros más jóvenes de la unidad familiar, de una moral y cultura tradicional. Será la figura que arrope y proteja a todos, sin distinción: "No había nada peor que hablasen mal de algún fio o nieto en el pueblo". Para evitarlo, estaban los consejos, las sentencias indiscutibles y los refranes, en boca de la ama, abuela, madre o tía.


Pequeños gestos domésticos, tal se reproducía rutinariamente en la hora de la comida, denotaba esa estructuración: " Mi pá, sentabase en la cabecera de la mesa, a comer. Aquel sitio se respetaba siempre pa él. Primero se servía la comida a él y después a todo el mundo". Esa misma apreciación, coincidente en gran número de entrevistados,  se mantenía firme con el paso de los años, vista desde una perspectiva de nieto-abuelo: " Los domingos, d'ibamos a comer todos los nietos a casa de los güelos. Poco más de medio día, comíamos con él, que siempre presidía la mesa. El menú, sopa y garbanzos no fallaba. Y cómo protestábamos porque la sopa taba muy caliente, se levantaba y echábanos en el plato un chorro de vino. Y seguíamos protestando y él seguía echando. Al final, la sopa se convertía en una especie de mejunje de color morado, que nos hacía flotar. Después de comer, todos teníamos unos coloretes tremendos y una sensación placentera, que nos impedía correr o saltar. Si eso pasa en estos tiempos, mi güelo taba todos los domingos en el cuartel de la guardia civil".


No nos cansaremos de reiterar la misma idea, en que las sociedades rurales, han tenido cómo salvaguarda de su patrimonio a las personas mayores. Durante años y años, la familia ha mantenido tradiciones, costumbres y usos, fijadas por el celo y vigilancia de los mayores, de los viejos. Sus decisiones, prácticas y utilitarias, vitales para la buena marcha de aquellas pequeñas unidades de producción familiar, que fueron las casas y caserías, una referencia. Aunque, todo ese capital heredado, basado en el infalible método de  prueba y ensayo, hoy forma parte de la historia. Ese orden y organización de vida ha sido sustituido por un progreso, salpicado de prisas y desorden. Lo que hoy es azul, mañana puede ser verde y pasado, con toda seguridad,  estará abandonado en un vertedero.



Fuente: Marina Iglesias. Dos de los jerarcas más representativos 
de nuestras caserías. De izquierda  a derecha: Ramonín de La Piedra e
Ignacio Fernández, de Casa El Catalán- La Granda.


Estamos pues, ante  una sociedad diferente, enfrentada a un modelo agotado, donde los mayores eran el núcleo duro de la misma. En aquellos tiempos ya indefinidos, las casas regidas por gente joven, ante la ausencia de los mayores, era motivo de suspicacias sociales. Los jóvenes, sin ser mal vistos, eran objetos de críticas, más aun si su actuación entrañaba alguna innovación. La reprobación y la crítica, siempre en el disparadero: " Toda la vida faciendo les coses igual, y este quier inventar la pólvora. ¡Ta guapa la criatura, dónde va d'ir parar!".


Fuente: Loli García. Josefina El Tuertu, junto a sus
vástagos, presentan sus respetos a Josefina La Piedra,
madrina en la boda de la primera y de la comunión
de su hijo, Selín.
 

   

En las próximas líneas, nos adentraremos en razonamientos y causas del fin de una forma de vida, siempre aderezados con la apreciación de nuestros vecinos.




El fin de un modelo.


"Añorar el pasado, 

es correr tras el viento".

Popular.


Llegados a los años sesenta y setenta del pasado siglo, este modelo socio-productivo comienza a dar muestras de agotamiento. Analizar las causas con detalle, llevaría probablemente más tiempo y espacio del que disponemos, pero en cualquier caso, caeremos en la precipitación de un enjuiciamiento somero y no por ello, menos acertado. Las razones de ese cambio abrupto, cómo casi siempre ocurre, son ajenas a los intereses de la sociedad rural y las familias protagonistas. 


El denominado progreso, se va a manifestar visiblemente, durante este periodo. La presencia progresiva de un nuevo medio de comunicación, tal fue la televisión, va a romper estereotipos ancestrales en las familias. El nuevo rey de las casas, va a ocupar un lugar preferencial: la cocina o la sala. Su incorporación aniquilará comportamientos y costumbres. Benigna Anxelín, no deja lugar a dudas: " En casa de mi má, se compró la televisión sobre el año 1967. Aquello cambiolo todo, cuando estaba prendida, nadie podía hablar. En aquella cocina, antes todo el mundo hablaba, discutía y explicaba les coses que pasaben en el día. Cuando vino la televisión, fixo a la xente muda".


Con estas innovaciones técnicas, se van olvidando poco a poco las interpretaciones de las señales que marcaba la propia naturaleza: " Siempre se esperaba al parte de la noche pa ver el tiempo que daba pa mañana". Se empieza a tener más en consideración , entre otras cosas, las generalidades de la información meteorológica,  prestada por el hombre del tiempo del momento, Mariano Medina, que al conocimiento heredado y puesto en práctica durante cientos de años. El resignado campesino, mira desde entonces, de soslayo, con un ojo al cielo y con el otro a la pantalla de televisión, antes de iniciar cualquier actividad: " Ayer dixo la televisión, que d'iba plugar, non se que facer. El tiempo non tien mal carís". Las fisuras del conocimiento ancestral, empiezan a manifestarse.


Otras causas, que en algún modo erosionaron pilares, que hasta entonces fueron inamovibles, bien pudieron ser la llegada de nuevos equipamientos técnicos, mejoras agrícolas y ganaderas, que ponían, nuevamente en duda, el valor del conocimiento heredado. Ya no era necesario la aplicación de determinados saberes, por el contrario, los nuevos equipamientos exigían mejores formaciones y adaptaciones. Pilo: " Los tractores y los aparatos con los que se trabayaba mejoraron mucho les coses. Si queríes tener un puñao de vaques, ya no valía con una pala de dientes, un gadaño y un carrín de burro". No se quedan a la zaga, las declaraciones de Basilio El Tercero, quien exterioriza  pesadumbre e inquietud sobre los nuevos tiempos: " Ahora ye todo más fácil, si antes tuviéramos lo que tienen ahora, éramos los más ricos del mundo. Hay de todo, muy caro y todo ye poco".



Fuente: Rafael Gutiérrez.  Tres generaciones, contempla
la imagen. Preside la misma, el inefable Basilio El Tercero.
  



Los nuevos cambios, obligan a los mayores a adecuarse a la nueva situación y organigrama social y familiar. Lucía Les Moranes: " A los vieyos ya no se les escucha cómo antes. Ahora ye todo correr y prises por gastar. El mundo ta echáo a perder". Las personas viejas fueron válidas, mientras sus creencias, valores y conocimientos fueron respetados durante una larga cadena que se adentra en la oscuridad de los tiempos. Con la ruptura del último eslabón se pierde una forma de vivir, de existencia que algunos creyeron eterna.


Tampoco nadie duda, que la escolarización obligatoria representó el inicio de otras formas sociales y jerárquicas. En la escuela se inicia, al menos, un amago de culturización ajeno al saber tradicional impartido  en las casas. Con ello, se planta la semilla del desasosiego y las dudas respecto a los poderes de la sapiencia ancestral. El maestro/a forma parte de la cosmogenia infantil, ocupando un lugar privilegiado. En la jerarquía de los más pequeños se hace un hueco a la figura de la autoridad educativa, quién en muchas ocasiones pone en duda los conocimientos heredados en la familia. Alfonso Pinón: "La primera escuela a la que fui era en el cabildo de la iglesia con Perfeuta. A mi no me tocó d'ir a la de Condres, pero desde casa veía como atravesaben por la Bayuerga, Alberto La Granda, Concha y Paulino, Josefa de Antón de Menéndez, María Carma, Amparo Julián...Cuando salí de con Perfeuta, mi má metiome en la escuela nacional de Luanco. Después ya fui a Candás a la escuela de Ramón de Xuan. Ahí teníamos que pagar dos pesetes al mes. Éramos unos rapacinos, pero dábeste cuenta de muches coses nueves, coses que no siempre eren cómo te les contaben en casa". Los cambios, el nuevo pensamiento se empezaba inevitablemente, a filtrar en los viveros de las escuelas. La hasta entonces todopoderosa gerontocracia(1) familiar, en manos de los ancianos, empieza a ser cuestionada, dentro del núcleo de la familia.



Fuente: Arturo Artime. Escolines en les escueles de Bocines (1930).


Aquel mundo rural, visto por los urbanitas como embrutecido y retrasado, empieza a dar un giro insospechado y que a fecha de hoy, aun no se ha detenido.  Son los nuevos tiempos, con nuevas maquinas, nuevas formaciones, nuevas logísticas (piensos, fertilizantes, fungicidas,...), los que van a marcar las pautas y pasos a seguir. Matías Artime: " Fue mi ma, Falina, la que tomó la decisión de dejar la casería. Si había que seguir con ella, había que aumentar el número de cabezas de ganao y comprar nueva maquinaria, porque sino aquello, tal y cómo estaba, no rentaba".



Fuente: José Antonio González. Celebración de la boda de
 Rafaela (Falina ) y José El Chato, en la Nozaleda (Perlora)
.
La madrina es Cesarea Llorenzo, hermana de Ángel de
Sampedrín y el padrino, un amigo de Luanco del novio.
(información proporcionada por Arturo Artime).


Nuevos tiempos, van dejando, tal y cómo se puede observar en las anteriores declaraciones, cadáveres y abandonos en el trayecto que marca el futuro. Es el principio de una dura y exigente reconversión, que tendrá su punto álgido con las imposiciones de la Unión Europea. El abismo, se abría ante los pies de muchos de nuestros vecinos. En 1986, hay dos factores determinantes que obligarán a la especialización en la cabaña ganadera: La implantación del IVA y  las famosas cuotas lecheras.


En la agricultura, las cosas no mejorarán, con la competencia de productos llegados de cualquier parte del mundo.  El inicio de una primitiva, pero amenazante globalización, golpea y derriba la puerta de nuestras economías domésticas.


Esta crisis estructural, va a generar, el punto y final a un modelo social y laboral afincado entre los nuestros desde tiempos inmemoriales. Y, los peor parados, nunca nos cansaremos de repetirlo, serán el conocimiento y memoria tradicional, reflejado en los más mayores de las casas. A partir de este momento, primarán otros criterios y conocimientos. El progreso con falsa vitola glamurosa, campará a sus anchas. 

 




(1). Forma de gobierno en manos de personas mayores. Fueron muy visibles las desarrolladas históricamente en el gobierno del Vaticano, entre otros.




La crisis demográfica, no mejorará les coses.




"Hay momentos en que todo el mundo está dormido,

las preguntas son demasiado profundas

para un hombre tan sencillo.

¿Podrías, por favor, decirme que hemos aprendido?.

Supertramp. " The Logical Song".



Una de las preocupaciones más latentes en la sociedad actual, es el otoño demográfico. Políticos y sesudos estadistas lucen sin rubor sus carencias para dotar de soluciones a este amenazante problema. El envejecimiento poblacional, junto con la reducción de los nacimientos marcará las próximas generaciones, y por ende, cualquier evolución social y económica.

En Antromero, los caprichos de la naturaleza y  especialmente de la mar, traducidos en muertes han limitado un desarrollo poblacional y con él, un freno a toda la potencialidad económica. El freno demográfico del pueblo se puede contextualizar en determinadas fechas, salpicadas de luto, dolor y muerte en los naufragios de los siglos  XVIII y XIX. Hagamos un somero repaso de dos fechas, que teñidas de muerte, han convertido al pueblo en lo que es actualmente.


Rosario La Salada, nacida en 1902, siempre recordaba una información de transmisión oral: "Antromero, tenía 20 mozos que se dedicaban  a la mar, con lanchonas y un temporal dejó al pueblo sin ellos". Esta información, cumplía con una imprecisión de datos preocupantes. El posterior descubrimiento de nuestra colaboradora Geli Artime, en los Archivos Diocesanos del documento que testimoniaba aquel terrible suceso,  fue determinante. El 24 de enero de 1840, tras una gran nevada, se desata una galerna, naufragando cuatro lanchonas descubiertas de Candás que faenaban al besugo. El resultado es demoledor pues 90 hombres, mueren ahogados. De aquellos varones, 17 eran de Antromero, enrolados en las embarcaciones vecinas desaparecidas. La fría estadística demuestra un balance demoledor en tierra: al menos 27 huérfanos (dos recién nacidos) y 13 viudas. 


La catástrofe social y económica golpea con fuerza a Antromero. Detengámonos, una vez más, en algunos datos que pueden reflejar esta evolución. Nuestro pueblo, según la Comisión Estadística General del Reino, en el año 1840 (año del naufragio) contaba con 234 habitantes. En 1862, el número se reduce a 220 (datos de "Geografía General de España"). Veintidós años después de aquella gran tragedia, hay 14 personas menos en el pueblo. Puede parecer realmente poco significativo, pero hagamos una visión más ambiciosa y un análisis comparativo con una horquilla de años superior: en Gozón, en el año 1857, tenía un censo de 7257 habitantes y en 1950 el número se incrementa a 10227, esto es, un crecimiento del 40%. Traslademos esta misma evolución a Antromero: en 1958 hay 220 personas censadas y en 1955, tan sólo 251. El porcentaje de crecimiento se reduce a un escaso 14%. Los números evidencian y rinden cuentas, una vez más.


Si a ello sumamos otras tragedias, convertidas en muertes por los naufragios, y que afectaron a nuestros vecinos, tal fue el de 9 de enero de 1782, estamos en disposición de confirmar, que uno de los frenos del desarrollo poblacional fue la mar (2). Esa mar, que tanta riqueza generó y que tanta tragedia desató.


Fuente: Pedro Busto. Documento del Archivo Diocesano de Oviedo,
donde se hace constar a los vecinos que perdieron la vida en el
terrible naufragio de 9 de enero de 1782.


Ya en tierra firme, serán  dos factores los  que van a condicionar el futuro de este y resto de pueblos. El abandono paulatino de las tradicionales actividades agro-ganaderas y el envejecimiento de la población. La baja tasa de natalidad, a partir de la segunda mitad de la década de los sesenta es un hecho conformado. El punto de inflexión, se sitúa con mayor precisión en el año 1964, el último "baby boom", y a partir de ese momento se manifiesta un decrecimiento de neonatos más que preocupante.  Los causas de este cambio, están sujetas a una nueva forma de vida, donde se pasa de una economía doméstica de subsistencia, de cubrir las necesidades básicas familiares, a otra en la que se trata de buscar una de mayor progreso y productividad, y para ello, es necesario la adquisición de medios técnicos y equipaciones costosas. En aquella economía tradicional, los hijos representaban el pilar básico y fundamental  para poder atender a las caserías y casas. Empleo barato y responsable. Las máquinas y la técnica suplirán la mano de obra, antaño necesaria.


Nada mejor que una comparativa de imágenes para ilustrar esta evolución: la primera fotografía, corresponde al grupo de pequeños escolares asistentes a la escuela de primeras letras, en el cabildo de la capilla, en la década veinte del pasado siglo. La otra imagen, pertenece al último grupo de escolines, que pusieron punto y final a la experiencia educativa en Antromero (Curso 2005/06). La diferencia en el número de asistentes  a  ambas escuelas, es sencillamente, demoledora.



Fuente : Laudina Artime.



Fuente: Lorena Ventura.


A partir de este momento mandarán otros símbolos del progreso, encabezados por la maquinaria. El planteamiento tradicional de " a más hijos, mayor seguridad económica ", se abandona. Se pasa de constatar cómo habitual a las familias numerosas, constituidas por un número elevadísimo de vástagos, a las familias de uno, o cómo mucho dos hijos. El freno demográfico está servido.


En  aquellas prolíficas familias, en número de miembros, se exteriorizaba a la hora de determinadas labores domésticas. Tal fue el caso de lavar la colada de sus miembros y posteriormente  su secado en todo tipo de setos, matorrales y bardiales, dada la escasa logística existente, entiéndase tendales. Rescatemos de la memoria de alguna de nuestras declarantes estos momentos, tal fue Lucía Les Moranes: " En todes las cases había mucha gente y aunque no había mucha ropa, cuando se facía la colada y  a la hora de tender, no se veía más que ropa alrededor de todos los bardiales de les cases. No había mejor sitio". Benigna Anxelín, no se le queda a la zaga, en su exposición, aunque con matices de humor negro: " Cada vez que tendíamos la ropa en casa (eran diez miembros, en la unidad familiar), Manolo El Civil siempre decía lo mismo: "¡Coño, ya llegaron los hospicianos!". Llenábamos los bardiales de debajo de casa hasta el prao de María Artime con la ropa". Pocos años después, los índices de natalidad, convertirían a este pueblo y a casi todos en víctimas del amenazante otoño demográfico.



Fuente: Benigna Anxelín. Gente joven y animosa, era la tónica
habitual en las casas del pueblo.

Probablemente, si tuviéramos que rescatar una expresión, de entre todas las recogidas durante estos años, para reflejar lo que fue este pueblo, sería la de Marina El Tuertu: " Fiyín, antes en Antromero no había más que xente en todos los llaos, mirases pa donde mirases, siempre había xente".


La casería, icono productivo histórico,  deja de ser una unidad de producción familiar, a convertirse en una empresa, donde ya no primará el número de xente, si en cambio, otros factores menos humanos y más orientados a la inversión productiva.





(2). Para mayor información , respecto a las tragedias marinas que afectaron a Antromero, aconsejamos la lectura del capítulo 17.




Las empresas circundantes.



"El caso era tener un puñao de perres

en casa, por lo que pudiera pasar".

Alfonso Pinón.



En las casas y caserías, desde siempre las generaciones de repuesto han buscado otras fuentes de ingreso ajenas a la producción familiar, tal lo detalla Alfonso Pinón: "Mis hermanos, aparte de ayudar en casa, siempre  trabajaron en la construcción y eren muy buenos en lo de ellos". Incluso y casi siempre con carácter excepcional hacían lo mismo las cabezas visibles de aquellas, cómo lo recuerda Pilo: " Mi padre también trabajaba de albañil", o el propio Alfonso: " Mi madre cosía pa fuera casa, pa una tienda de Luanco".


Sea cómo fuera, estos ingresos, generados en la mayor parte de las ocasiones, tal y cómo se expuso, van a representar una importante inyección económica a las economías domésticas, como lo recuerda, Alfonso:  " El caso era tener un puñao de perres en casa, por lo que pudiera pasar".


En la década de los 50, la gran siderurgia se instala en la cercanía del pueblo. ENSIDESA, la fabricona, será la perfecta excusa para abandonar formas ancestrales y tratar de labrarse un futuro diferente. La inversión estatal despertará en los ambientes rurales un efecto llamada sin par.  UNINSA, en el concejo de Gijón y los Astilleros, marcarán el devenir económico de este pueblo, cómo de tantos otros, en las próximas generaciones. Marcelo Sampedrín, no deja lugar a dudas: " Medio Antromero, trabayó en los Astilleros, en Gijón, otros en la UNINSA y ENSIDESA, el Carreño (tren) y unos pocos a la mar y en casa, con el ganao y la tierra".


El salario garantizado a final de mes, la jornada de ocho horas , y los periodos de descanso, son una irresistible tentación para iniciar nuevos proyectos vitales. Los jóvenes prefieren una complicidad en forma de estabilidad, que el sacrificado trabajo agro-ganadero no garantiza. Estas expectativas son analizadas, desde la experiencia que te proporciona los años vividos , por nuestra vecina Emilia Posada, quien sentencia : "Les coses cambiaron mucho en poco tiempo. Los probes de antes, eran los que trabajaban para otros. Esos son los ricos de ahora".


Este nuevo tejido industrial, generado en la zona circundante del pueblo, ha sido uno de los factores decisivos en el paulatino abandono de tareas ancestrales, vinculadas a la tierra. Marcelo Sampedrín, no deja lugar a dudas en esta selección: " La gente fue buscando trabajo fuera del pueblo. Hubo algunos que teníen una o dos vaquines  o un gochín pa matar en casa. Les caseríes ya nadie les quier, dan mucho trabayo y poco beneficio. El que quiere vivir de ello, anda hipotecáo toda la vida".



Marcelo Sampedrín.


La gente, nuestros vecinos, han visto la oportunidad y no la han dejado escapar, de labrarse un futuro lejos del yugo de la tierra . El cinturón industrial instalado en torno al pueblo así invitaba.




Un recuerdo, una síntesis.



"Llegará un día que nuestros recuerdos serán nuestra riqueza".

Paul Géraldy.


No hay nada cómo el recuerdo, nada cómo la revisión en la memoria, para hacer un análisis comparativo. Una vez más, contamos con la colaboración de amigos, para viajar a ese pasado reciente pero que nos recuerda lo que fuimos y en lo que nos hemos convertido. Cada cual haga su propia valoración. Paulino García, escribió hace unos años un texto preciso, lleno de matices cotidianos abandonados. Este pequeño tesoro, nos hará recordar a los mayores y descubrir a los más jóvenes, disfrutemos del mismo: 


    " Fui a Antromero, caminando como casi siempre; después de estar con mi madre, subí por la carretera general hasta la que baja a la playa. En ese trayecto de unos quinientos metros, no me crucé con nadie, sólo algún vehículo que circulaba, era la una del mediodía. Pensé, ¿Dónde está la vida del pueblo?, porque aquí viven mas de trescientos vecinos y no creo que hoy haya ninguna excursión, o boda o fiesta; hace más de cuarenta años y de cincuenta, la vida en la carretera y en les caleyes y caminos y en les quintanes de Antromero era sencilla, pero intensa. Al mediodía, al margen de los pocos coches, camionetas, motos y bicis que circulaban, se formaba un "tejido vecinal"  tan denso que lo acaparaba casi todo; en el mismo trayecto de hoy toparíamos carros de vaques, y de burros y caballos, con la pación del día, y les muñicades y los cagayones bien esparcidos; otros y otres con la gadaña o la fesoria al hombro, procedentes de los huertos, muyeres que regresaben con el carro de la plaza de Candás del intercambio comercial diario y los rapacinos que, saliendo de la escuela al mediodía, y antes de regresar, jugábamos unos pocos minutos en cualquier rincón y a cualquier cosa. Finalmente se improvisaba una tertulia vecinal, de dos o más, en cualquier cuneta, donde se manejaben los datos de aquella actualidad. Eso era Antromero en los años sesenta, y no hablo de los chigres, porque no los viví por dentro, hasta la década siguiente, pero en algunos momentos de algunos días eran como ateneos y auditorios a un tiempo; hubo y había oradores y filósofos brillantísimos y hasta buenos artistas intérpretes. En la vida de un pueblo como lo fue el mío, donde nací y crecí y donde me siento feliz cada día que vuelvo, que son casi todos. Echo en falta aquello, no lo puedo negar, porque quiero al pueblo, pero el tiempo y la vida te lleva a otres direcciones y hoy soy un carreñense de adopción, agradecido e integrado".


Paulino García Suarez.




Invitados a la boda de Luis y Concha de Antón de 
Menéndez. Los vecinos ahora tan sólo se reúnen en 
celebraciones y fiestas. Asepsia social, dicen.




Una historia de casi cien años. 



"La buena suerte no necesita explicación alguna".

Shirley Temple Black.


La vida, caprichosa e impredecible, rompe moldes y estereotipos. En las familias trocales, los más pequeños, sin ser un estorbo, eran el eslabón menos importante en la producción doméstica. Hasta que no alcanzaran la pre-adolescencia, su empleo familiar se reducía, "a los recaos, llindar (cuidar) el ganao o la erga, pañar patates, destarronar ... coses que aliviaban el trabayo de los mayores". Pero hay veces, que sin querer, se convierten en protagonistas, pues la diosa fortuna abraza su halo infantil, proporcionando inesperados réditos familiares.


Betsabet García, nos deleita con una historia real, en la que la feliz protagonista será  su madre, una tierna infante (nacida en 1923), en vez de gente mayor.  Una historia casi centenaria, que merece la pena ser descubierta. 


    La historia de mi reloj.

    "Hace unos noventa y muchos años, cuando mi madre tenía 6 u 8 años iba junto a una amiga, camino de la escuela, vio en el suelo una bolsa que le llamó la atención. La cogió, para comprobar su contenido, y cual fue su sorpresa cuando descubrió que estaba llena de billetes y de monedas, que resultaron finalmente ser de oro.

    Ante tal hallazgo, cambió el rumbo inicial y se dirigió a la Fábrica de Pesquerías, donde trabajaba su hermano mayor. Al ver todo aquello le ordenó ir para casa , y así lo hizo, no sin antes sentarse con su amiga para repartir el botín: " Billete pa ti, billete pa mi, puñado de monedas pa ti, puñado de monedas pa mi". 

    Cuando llegó a casa, su madre (mi abuela), que estaba enferma en la cama, al ver todo aquello  y de la que alegría que recibió, sanó. No dejaron durante un largo tiempo de indagar, con discreción, quien pudiera ser el propietario de aquella fortuna. Nunca nadie reclamó nada, ni supieron la procedencia de aquel dinero.

    Pasado un tiempo y viendo que el dueño no aparecía, mi abuela tomó la decisión de comprar cosas que tanto necesitaban: colchones, cobertores, sábanas, llenó la despensa de comida, pues había 8 hijos que alimentar. ¡Y cómo artículo de lujo , un reloj de campanas!. 

    Años más tarde, cuando mi madre se casó, le pidió a mi abuela aquel reloj, que había comprado con su aquel botín encontrado. La entrega de aquel objeto se hizo con mucho gusto.

    Casi 100 años después, este reloj sigue dando fielmente las campanadas a todas las horas del día en mi casa". 


Betsabet García.



Fuente: Betsabet García. Rosario, sostiene a su hija Betsabet,
en la celebración de la boda de Manolo LLaranes y Segundina (1949).


Un reloj que reitera y recuerda la felicidad despertada en su repique, de aquel encuentro fortuito de una niña con la fortuna.



Fuente: Betsabet García. El reloj de nuestra historia.


    


Conclusiones.


La tradiciones, saberes, valores y creencias en los que se han depositado la confianza para el desarrollo de las comunidades, durante siglos, han sido desplazadas y arrinconadas por otras formas, supuestamente mas novedosas. En lo que a nosotros respecta, la economía rural enarbolada en esta nueva dinámica, está ubicada en el polo opuesto de la que representaba nuestros antepasados.


La sociedad tradicional, constituía un espacio hecho a la medida de los mayores, a su "imagen y semejanza", que se sostenía con toda su sapiencia y poder. Ser vieyo entonces, era un símbolo de respeto, prestigio y valor. 


En cambio, la economía rural, está en manos más jóvenes, manejada con unas ideas mercantilistas más claras y un único objetivo: facer perres. Aunque pese a las inversiones, mejoras e innovaciones que acompañan a su trabajo, se ha perdido una sociabilidad latente en otras épocas, tal lo recuerda el joven ganadero, José Ramón Heres: "Ahora no hay tiempo para nada. Está todo mecanizado, el trabajo siempre más llevadero, pero ¿Dónde quedaron aquellos momentos de hablar con la gente, de charlar entre los vecinos, tal y cómo se hacía no hace tiempo?".


El pueblo, nuestro pueblo, ha estado sujeto a un sinfín de avatares que han condicionado su pasado, presente y futuro. Con toda probabilidad la mar, ha sido el juez y parte más siniestro en su historia. Pese a todo, el antromerín (como tantos otros), jamás ha perdido su carácter afable y familiar. Son los habitantes de estos parajes, gentes condicionadas por los caprichos naturales, pero que mantienen una naturaleza acogedora, acompañada de un sentido del humor agridulce, moldeado por los sinsabores con los que ha salpicado el destino, y que entre otros,  detallaba, pleno de acierto Rosario La Salada.


Atrás, quedaron los tiempos en los que el pueblo era un lugar lleno de ebullición humana, tal lo recordaba Paulino. El envejecimiento de la población, el otoño demográfico y las nuevas tendencias laborales y sociales, son probablemente tres de las más importantes razones para justificar el definitivo abandono de un modelo productivo de siglos, cuyas víctimas notorias han sido el conocimiento ancestral, representado en los vieyos de les cases.


8 comentarios:

  1. Magnífico. Capítulo digno de publicarse en cualquier tratado de sociología. Muchas gracias Jose!!

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    1. Gracias a ti y a todas aquellas personas que leen estos textos, Saber que el esfuerzo, es recompensado con su lectura...eso, sencillamente, no tiene precio.

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  2. María Jesús Fdez.12 de marzo de 2025, 10:53

    Preciosa cronología.Me trae recuerdos de tiempos pasados, en mi Pueblo S.Martin de Podes.Muchas gracias Antromero Antromero.Un saludo.

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    1. No nos cansaremos de agradecer tú colaboración y apoyo, María Jesús. Muchas gracias a ti.

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  3. Agradeceros el estraordinaria trabajo que haceis por el bien de la memoria de los pueblos, por qué aunque el "protagonista" ye Antromero, muches coses son les mismas en otros pueblos.

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    1. Razón tienes, aunque esté dedicado a Antromero, esto se puede contextualizar a cualquier otro pueblo de la rasa costera asturiana. Muchas gracias por tú animo

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  4. Agradeceros el gran trabajo que estáis haciendo

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