Capítulo 55. La riqueza natural de Antromero y otras curiosidades. El Sombrao y El Cuerno. Sexta parte (VI).



Fuente: Paulino García. El Castillo.




 Capítulo 55.


La riqueza natural de Antromero

y otras curiosidades.


El Sombrao y El Cuerno.


Sexta parte (VI).




Punta del Sombrao / El Castillo.



" A sus tibios resplandores,

que argentan del mar las aguas,

miro elevarse al castillo..."

Gertrudis Gómez de Avellaneda.



   Sobrepasado  el Carreru de La Isla nos topamos con un prolongación rocosa que se introduce sin complejos en la mar: La Punta del Sombrao. Este saliente  va a romper aquella uniformidad rocosa de grandes llastres, para anunciar una nueva estética conformada por una pequeña cala de canto rodado alternado con pequeños parches de arena. Integrado en este saliente, se encuentra El Castillo.

    Esta última denominación no es gratuita. Su formación rocosa invita a pensar en rústicas fortalezas, almenas y pasadizos bañados por la mar. Tal lo recuerda Paulino García: "... la Punta del Sombrao, donde se encuentra El Castillo... un peñón con abundantes agujeros a modo de almenas, que en bajamar, usábamos para jugar los rapacinos de aquella época".



Fuente: PorceDrone. En primer plano, vista aérea de La Punta del Sombrao
y del Castillo.


   Lugar recurrente de concentración  por muchas generaciones para el desarrollo de juegos, apagados en las últimas décadas con las innovaciones técnicas que han alterado el desarrollo natural del ocio.  Durante años fue la puerta abierta al crecimiento de  la imaginación. Una confabulación infantil con  un escenario que invitaba a gloriosas batallas de caballeros, villanos, damas y dragones, entre pasadizos y huecos que antaño parecían enormes.  Habiéndose minimizados estos volúmenes con el crecimiento biológico que impone el estado adulto.

  Aquellos viejos juegos llenos de ingenuidad, de fingir transformaciones mágicas en otros seres increíbles y conjurados en una fantasía descontrolada.  Galerías y torres de piedra con habitáculos perfectos para guarecerse los cuerpos infantiles, y que la mar se encarga de revisar con sus aguas durante las mareas cíclicas, justifican esta denominación de El Castillo.



Fuente: Paulino García. Vista parcial de El Castillo, con sus agujeros, pasadizos 
y almenas. Está integrado en la Punta del Sombrao.



    Este capricho arquitectónico creado por la naturaleza no pasa desapercibido para los foráneos y visitantes de paso desde hace siglos. Nuestro ilustre Jovellanos hace referencia de este paisaje en sus "Epístolas. VIII de Jovino a Posidonio", durante su encierro decretado por Godoy en la castillo de Bellver (1), entre los años 1802-1808: 


"¿No ves siempre indefenso, empero nunca

 rendido, al fiero embate de las ondas 

inmoble estar el risco de Antromero, 

cual roquero castillo a los doblados

 ataques de rabiosos enemigos?   

Así ella inmoble esperará sus golpes". 


    El intelectual asturiano ensalza la resistencia de nuestro castillo frente "al embate de las ondas (olas)", metáfora que emplea para encomiar  la solidez y resistencia ante los virulentos ataques de cualquier adversario, por injustos que fueran. Fortaleza y entereza ante las vicisitudes con las que reta la vida, virtudes aplicables a los sufridos habitantes de este pueblo y de las que han hecho alarde a lo largo de la historia.

    La Punta del Sombrao en las pleamares será un punto de referencia  para pescar a" la puesta". Durante los días propicios de primavera/verano, un referente más para capturar los deliciosos mirlotos o corcones. 



Fuente: Nedi Pérez. La Isla y la Punta del Sombrao, azotados 
por una bagamar, a media marea.


    Fue durante años lugar obligado para intentar la captura del congrio "por tierra". Para ello se hacía uso de un aparejo especial, dadas las características físicas y agresividad de este pez. Este útil es similar a cualquier otro para la pesca de puesta, desde tierra, pero con la salvedad de tener que hacer un "rendal"  o "mamayu", esto es reforzar los primeros metros del tramo con bramante y alambre. Evitando con ello, la acción destructiva de sus dientes y la reacción natural (cuando esta capturado) de buscar el desgaste y roce del aparejo sobre las rocas. La llamada de la libertad así lo exige.

    El protocolo de actuación del pesquín , básicamente se reduce  a dejar la línea (aparejo) atada a un punto fijo durante la noche. Buscando el influjo de las mareas y la luna (2) que aporta el conocimiento del medio y experiencia adquirida. Dadas las características físicas de este pexe con sus potentes mandíbulas y afilados dientes el cebo seleccionado debería ser duro y compacto, preferiblemente pulpo, xibia o algún tipo de pescado duro. 

    Como no puede ser de otra manera, la sabiduría, sapiencia heredada, factor determinante. Así Luis Servando recuerda: " Los congrios suelen encuevar. Donde pescas uno, al poco tiempo ya hay otro en la cueva". Esta garantía fortalece los hábitos secretos del pesquín para no confesar sus puestas de pesca.

    Si avanzamos camino en búsqueda de la siguiente parada, el pedreo del Sombrao, por la parte de los praos, volvemos a encontrar unas alteraciones en la superficie: unas zanjas dispuestas a los bordes acantilados, que no son ajenas a la mano humana. Sin encontrar indicios del uso para el que fueron construidas, si se puede garantizar ser una obra antigua,  pues varias décadas las contemplan, Tal lo recuerda Benigna Anxelín: "Aquelles zanjes que hay por los praos del Carreru de La Isla, acuérdome de veles ya de cuando era más joven". Aunque haciendo una curiosa observación: " La última vez que pasé por allí parecíen más pequeñes y menos profundes de como les recordaba". Probablemente la actividad del hombre ha estado vinculada a este relleno, junto con la acción regeneradora de la naturaleza.

    Atendiendo a esta declaración podríamos caer en el error de elucubrar cualquier teoría al respecto de su origen, vinculadas casi siempre a fosas defensivas o restos de algún tipo de construcción. Respecto a  la primera posibilidad no parece ser el lugar más idóneo, dada su escasa visibilidad, con respecto a otros puntos del entorno.  Ante la ausencia de un mínimo hilo conductor, nos limitaremos a dejar constancia de su presencia, sin más.






(1). Jovellanos, hombre culto y con ideas reformistas muy claras comete el gran pecado de tratar de postularse para modernizar un país atrasado y con unos mediocres gobernantes. Denunciado por adversarios políticos por sus propuestas para mejoras sociales, culturales y productivas, como fueron las la de reforma agraria, fomento de obra pública, educación universal y gratuita, abolición de la Inquisición... Todo demasiado revolucionario para el poderoso Godoy y el borbón Carlos IV.

(2). El influjo de la luna en la mar y las actividades derivadas de las mismas es un hecho. Respecto a algún tipo de pesca era muy tenido en cuenta aquel. Expertos marinos como Manolo "El Chispa", no dejaban lugar  a duda alguna, con su sentencia: " Cuando hay luna llena y también al otro día, los congrios no comen".





El Sombrao.



"Miro hacia atrás.

¿Qué queda

de esos días?

Restos..."

Ángel González.




    El Sombrao, forma con el pedreo del Cuerno el conjunto de cantiles que los advenedizos llaman Las Playinas y que el Principado dio por bueno en alguna de sus guías informativas. Se trata de una cala de dimensiones pequeñas, con aspiraciones de ser playa de arena, pero que se queda en el intento. Su suelo está formado por cantos rodados y arena que reparten desigualmente la superficie y siempre dependiendo de mareas, marejadas y fases sedimentarias estacionales.

    Limitado su espacio y en ambos lado por dos enormes llastres que se adentran en ligera pendiente en la mar, tal parece un escape obligado por semejante estrechez. 



Fuente: Paulino García. El Sombrao. Al fondo, parte de La Isla y 
en la zona intermedia, la Punta del Sombrao y El Castillo.


    Ha sido considerada como la segunda playa del pueblo, ambición lastrada por la siempre dificultosa bajada excavada en el mismo cantil. Ello ha impedido el convertirse en punto de encuentro estival con carácter familiar, como ocurre en otros espacios marinos del pueblo. Esta claro que lo que unos desdeñan, otros lo desean. La dificultad del acceso para algunos ha sido bendición aprovechada por las parejas de enamorados, quienes han encontrado su paraíso particular en este lugar.



Fuente: La Costa Asturiana. La bajada original está consignada
en la zona amarillenta, de barro y arena. Las dificultades de acceso
desde tierra una evidencia. Se aprecia en el pedreo un argayo, relativamente
habitual en esta zona. 


    Esta predilección no ha sido un conocimiento caído en saco roto por los jóvenes del pueblo, quienes no perdían la oportunidad de convertirse en observadores voluntarios de los juegos amorosos, de aquellos amoríos. Aunque las dificultades de visión se multiplicaban por la forma de terraza del acantilado y la vegetación que lo conformaba, tal lo recordaba Paulino García: " ... y en tiempos los chavales más jóvenes alimentábamos la leyenda de ir a espiar parejas, siempre sin resultados...".

    Nuestros  parajes marinos han sido fuente de inspiración de temática amorosa, incluso en creatividad literaria, tal lo reflejan los versos de Luis L. Acosta:


"Entre rocas y algas

 danzantes,

el mar dibuja sus cuentos,

en esta costa de amantes, 

donde los sueños

son vientos.


Antromero, poesía en la arena

testigo de amores, desvelos,

 en cada ola, una cadena

que une cielo, mar y anhelos..."


  En cambio, si puede El Sombrao presumir de haber sido pionero de los primeros baños de sol con cuerpos desnudos íntegramente, sin autorización administrativa alguna. La iniciativa de aquellos precursores estuvo amparada por la idoneidad del entorno. En cualquier caso esta exhibición fue  muy agradecida por los transeúntes, quienes no perdían la ocasión de disfrutar doblemente del paisaje.

   A principios de la década de los 70 del pasado siglo, uno de aquellos argayos generado por estos acantilados "aterrazados", característicos  de esta zona, se cobró la vida del joven José Manuel, quien estaba guarecido de la lluvia bajo la roca asesina, en una jornada de ocle. La diosa fortuna obró desgracia y tristeza en aquel fatídico día.

    En la actualidad, muchos visitantes de este recogido pedreo, dadas las dificultades de acceso recurren a los pasos de la Punta del Sombrao o a través de la llastra que divide la ribera anexa del Cuerno. En estos casos, con la colaboración necesaria de la mar y de sus mareas.



Fuente: Paulino García. A la derecha, se aprecia la llastra que hace la
división entre los pedreos del Sombrao y el Cuerno.


   Esta gran piedra inclinada y plana que separa las riberas del Sombrao y El Cuerno fue, y dada su accesibilidad, un recurso habitual para los menos avezados en el arranque del ocle, durante el periodo estival. Aprovechando las baxamares y la seguridad de su piso, exento de grietas y descensos bruscos, que pudieran llevar la intranquilidad a estos ocleros, se afanaban en aquella recolección que aportaba pingües beneficios. Las opciones de transporte una vez realizada la faena, pasaba por evitar la peligrosa subida de este cantil con el peso y volumen añadido que representaba "el ocle cargao al llombo en paxes, bolses de rede o sacos".

    Para ello, se trasvasaba al Cuerno a través de los pasos estudiados que había en ese larguero rocoso. Otra opción pasaba por el tránsito del Pico del Sombrao, recordando que ambas alternativas eran eludibles siempre que dispusieras de chalana o bote para sacarlo por la mar. 

    




El Cuerno.



"¡Si estoy viendo sus playas y su cielo!

¡Si cuando muera, moriré pensando

que ellas han sido mi mayor anhelo!

Mi anhelo. mi ilusión, mi fantasía..."

Nicolás Estevanez.



  Según el doctor en filología por la Universidad de Oviedo, Julio Concepción Suarez, la palabra "cuerno" en una de sus interpretaciones populares significa : " Roca, una punta o un extremo" . Esto es, nuestro lugar, bien pudiera ajustarse a esta acepción  y justificar su nombre.

  El Cuerno es un lugar lleno de piedras, grandes, pequeñas y mastodónticas que además está ubicado en la parte final del recorrido que se accede a la playa. Una especie de "corner", de esquina que se funde con la Pica de San Pedro, o también El Pico y donde se pone punto y final a los pedreos del pueblo, para adentrarnos en las finas arenas de la playa de San Pedro.

   Una visión en altura de la planta de esta ribera, también nos invita a pensar en las astas o cuernos de poderosos animales reflejados en sus puntas divisorias. Aquellas que la separan del Sombrao y de la playa.



Fuente: José Ignacio Terán. Visión aérea de esta zona. La división entre 
las diferentes riberas se hace por picos o salientes geográficos, símiles 
de astas o cuernos de animales fantásticos y mitológicos.




Fuente: PorceDrone. Espectacular imagen aérea de la parte Este de nuestra 
costa. en primer término El Cuerno y al fondo la Playa de San Pedro. Se puede ,
en esta perspectiva, ver la división de este pedreo con sus dos salientes rocosos,
como si fueran dos grandísimos cuernos.




   El Cuerno, ha sido desde siempre el hermano acomplejado, aquel que tiene de todo y no sobresale por nada. En él, se pudo marisquear con las artes domésticas, d'ir a llampares y bígaros con la plena convicción de al menos cubrir las expectativas mínimas. Buen lugar para recolectar el ocle varado, tras las fuertes marejadas invernales. 

   Tiene un perfil subacuático suave, sin grandes sobresaltos que evita disgustos mayores. En cambio, sus peñes semi-sumergides a la baxamar no son buenas  para el arranque de ocle, del gelidium sespiquedale. En estas se reproducen con cierta facilidad las algas denominadas "rabo de raposo" y alguna laminaria, que impide el desarrollo y crecimiento del preciado ocle. Incapaz este de superar la sombra y el tamaño de aquellos sargazos, para realizar su función de fotosíntesis necesaria para su desarrollo.

    Esta presencia no pasaba desapercibida para los llevadores o propietarios de heredades próximos a este pedreo, quienes no perdían la oportunidad de recolectar por procedimientos rústicos y a la par eficaces estos tipos de algas, para abonar aquelles tierres. El tamaño de aquellas justificaba el esfuerzo, ante la ausencia de otro tipo de abono o cucho. Benigna Anxelín, haciendo gala de una prodigiosa memoria así precisa este tipo de dinámica laboral: " Mi pa, Jose El Salao, tenía una tierra a la entrada del Cuerno y bajaba en las bajamares a segar "ramalotes" ( Saccorhiza polyschides) y "rabos de raposos" (Cyrtoseira baccata) con una foceta y una paxa". El procedimiento era básico y eficaz: " Iba por les peñes que estaban al descubierto o teníen poca agua y cortabales hasta llenar el paxo. Después lo vaciaba en un montón donde no llegaba la mar. Así siempre, hasta que empezaba a subir la marea y no lo dejaba seguir". Precisando una casi obviedad : " Cogía eses plantes de la mar, porque eren les más grandes y les que más cundíen".



Detalle de un alga Cyrtoseira baccata o "rabo de raposo", varado en 
el pedreo de El Cuerno. Su sobrenombre se debe al aspecto frondoso,
similar en posición horizontal al rabo del zorro.




Laminaria  varada en la playa, del tipo Saccorhiza polyschides  o "ramalote"
 dependiendo del tipo de tronco pudiera denominarse "tolete" 
(en este caso rígido, duro y cilíndrico). Formaron parte de la flora habitual del
Cuerno y alrededores.



   El protocolo posterior  al uso de este abono natural estaba sujeto a varios factores: " Si se necesitaba pa el día, pa cuchar rápido, se llevaba pa la tierra . En el caso que no fuera necesario, se dejaba amontonao, junto a la riba, pa que no lo llevara el agua. Había varies piles de cucho de  estes plantes, de la gente que iba, como mi pa, a segar a la mar".

    El ingenio adobado por la necesidad ejecutaba curiosas tareas. ¿Os imagináis en los tiempos actuales decir delante de la gente: "Voy d'ir segar a la mar?". Pues eso fue habitual en nuestro pueblo hasta bien entrado el pasado siglo.



Fuente: Paulino García. Otra perspectiva del Cuerno. 
Esta vez a media bajamar.


    Nuestra anterior declarante habla con nostalgia de otros tiempos, de felicidad infantil vinculada a esta ribera: " Mientras mi pa trabayaba en la tierra (que lindaba con el Cuerno), nosotres despistábamos alguna patata, maíz o lo que fuera y bajábamos al pedreo a jugar a les muñeques". El protocolo no difiere mucho a los tiempos actuales, tratándose de disfrazar aquellos productos de la tierra y pese a los años transcurridos, el objetivo era buscar el entretenimiento: " Hacíamos vestidos con unos trapos y si era época cogíamos les barbes del maíz, pa ponerles pelo. Si no había maíz el pelo se hacía con ocle fino y seco. Después  las íbamos a bañar a un pozo que tuviera un poco de agua del Cuerno". La felicidad pura, sin intrusos, es intangible y estas declaraciones no dejan de poner en evidencia el consumismo y dinámica social presente, que sentencia con demoledoras palabras Lucía Les Moranes: " Antes no teníamos nada y éramos más felices. Ahora tienen de todo y no saben ser felices. Tan refalfiaos".

    La mar y su costa, tal y como se reflejó en anteriores capítulos sorprende con regalos inesperados y tal vez por ello, más apreciados. El Cuerno, espacio especialmente protegido de las grandes marejadas fue uno de aquellos receptores, tal lo recuerda Cesar Artime: " Un mes de abril, de cuando era chaval, vararon en El Cuerno unes maderes tremendes, unos tablones que llamaben la atención por como estaben trataos. Algunes cases de Antromero vistieron el suelo de les sales (3), con aquello".

    Los beneficiarios de este tipo de varamiento caprichoso y aleatorio ha sido una tónica histórica. Unos pierden y otros con gran sorpresa ganan, tal lo rememora el anterior declarante: " Alguna vez me tocó oir hablar a mi pa de que habíen encontrao en El Cuerno unes cajes de madera con vino y aceite dentro, Arreglaron el año". En otras ocasiones la mar dispendiosa sacrifica alguno de sus habitantes en favor humano, como se recordó en anteriores capítulos, con la memoria de Benigna Anxelín: "Una vez que bajamos a la marea de bajamar, con mi hermana Marina, cogimos un bonito tremendo en uno de aquellos pozos". El despiste manifiesto del túnido fue su peor desgracia , que se transformó en el beneficio de aquellas mujeres, que lo recordaron toda la vida.: "Ocurrió en un tiempo en el que lo que dice fame, no había. Lo que si había era mucha necesidá. Necesidá de casi todo".

    Al contrario del Sombrao, aquí el acceso es más sencillo. La vereda de bajada se inicia en el punto de menor altitud del cantil, con unos pasos de tierra y piedra, sin ningún tipo de precipicio que hiciera poner en riesgo al visitante. El perfil de inclinación es una oferta tentadora para plegarse a una visita que no nos dejará indiferente. Pedreo muy poco visitado, probablemente por la desleal competencia de la playa matriz, San Pedro.

     En su acantilado hubo constancia de al menos dos bocas correspondientes a una grutas, que algún derrumbe y la vegetación en constante crecimiento han ocultado, al menos temporalmente.

    Repasando el tiempo pasado, recordamos en esta ribera la presencia  durante años de familias de raposos, quienes sobrevivían entre pequeñas cuevas rodeadas de maraña vegetal que crecía en el acantilado. Pese a su natural tendencia a la evasión y a evitar cualquier contacto con seres  humanos, no resultaba difícil observar puntualmente entre la maleza, los penachos de las colas de las pequeñas crías. 

    Algunos pequeños integrantes de aquellas camadas hicieron "amistad interesada" con  miembros de la plural adolescencia de entonces. La presencia de comida los iba acercando poco apoco a los jóvenes cachorros humanos, llegando incluso y con el paso del debido tiempo, de comer en sus manos. Esta antinatural relación se frustró sangrientamente con la caza de aquellos zorros, por parte de cazadores. Desde entonces, y de ello hace más de cincuenta años, no tenemos constancia de presencia de estos mamíferos en El Cuerno.





    

(3). La sala, era dentro del espacio de la casa asturiana, el lugar noble. De poco o escaso uso, servía en ocasiones y ante la ausencia de hórreos o paneras de almacén y despensa.





Paleontología.



"¿Y de nosotros?

Yacimiento de fósiles de olvido

de sueños muertos.

¿Qué dirán

al cabo de otro enorme trecho

 del cuchillo del tiempo?.

Rubén Lapuente.



    En una zona tan rica para la paleontología o estudio del mundo fósil, como es este pueblo, sería un error manifiesto el al menos no hacer una pequeña reseña de la potencialidad de estos dos pedreos: El Sombrao y El Cuerno.

    Sobresalen sobre todo fósiles pertenecientes al Cretácico Inferior (110 millones de años), con algún afloramiento perteneciente al Carbonífero (360- 299 millones de años). Entre la variedad de estos se pueden distinguir braquiópodos del tipo " Sellithyris viai", ostreidos, turritellas, gasterópodos, maderas fosilizadas, acompañadas de importantes restos de azufre (que se caracteriza por su cristalización amarilla y característico olor).


Gasterópodos encontrados en El Sombrao.



Ostreidos de El Cuerno.


    En El Cuerno y en la base de prácticamente todo el acantilado se observa un abundante medio relieve de figuras pétreas, que nos pudiera inducir a considerarlo como agrupación de fósiles. Se trata de las denominadas bioturbaciones, que son una alteración de un sedimento por la acción de los animales que viven en él. En muchas ocasiones, haciendo unas llamativas galerías, que inducen a pensar en otras posibilidades. Más que un fósil propiamente dicho, debemos de hablar de "marca fósil".



Bioturbaciones de El Sombrao, que bien pudieran confundirse con 
fósiles coralinos.



Detalle de bioturbaciones en El Cuerno. Se observa el juego de galerías
producidas por los "bichos" y que dan lugar a equívocos. Son muy habituales en 
gran parte de los pedreos del pueblo.





  Tampoco debemos de olvidar la presencia, una vez más de azabache, que aflora en mayor o menor cantidad  después de cada argayo. 








El secreto de una piedra.





"No hay nada más patente que lo secreto,

ni nada más tangible que lo recóndito".

Confucio.




   Algunos de los vecinos de cierta edad hemos podido comprobar una curiosidad que no pasó desapercibida. Rareza  vinculada al mundo geológico y con una duda insoluble que se mantendrá para siempre vigente. A la entrada del Cuerno, había varias rocas de diferente tamaño alineadas de modo irregular. Una de aquellas tenía una característica que la hacía ser fácilmente distinguible, y era su sonido. Al pisar encima suyo y estar mal calzada bailaba y emitía un extraño sonido. Tal pareciera no estar del todo maciza o rellena, invitando a pensar en una oquedad. 



Bajada de El Cuerno. Frente a ella se encontraba la piedra misteriosa.


    Durante los largos días de verano y cuando tocaba en los planes infantiles acercarse a aquel lugar, no se desaprovechaba la ocasión para golpearla con otras piedras, y comprobar aquella resonancia que no hacía otra cosa que alimentar nuestra imaginación.

  Todos teníamos una teoría al respecto, a cada cual más sofisticada e inverosímil. Pero toda  aquella agrupación de proyecto de hombres coincidían en el diagnóstico final: la piedra, aquella enorme llastra ( unos 3 x 2 m. y casi 1 m. de altura) tenía que ser muy valiosa. 

    Con las primeras marejadas del invierno, la piedra desapareció para siempre. La ligera pendiente y su mal apoyo, facilitó a la mar su desplazamiento y con él nuestras ambiciones de satisfacer una curiosidad que carcomía.

  En el siguiente verano, fueron apareciendo con las mareas unos pequeños trozos de "geodas", cristales trasparentes, perfectamente cristalizados y con una base de piedra caliza. Los había de varios tamaños, los mejor conservados no superaban los diez centímetros y algunos de los cuales estuvieron expuestos en la Asociación Cultural Gritos. Sería mano ajena quién los cambiaría de lugar, sin dejar aviso de su nueva ubicación .



Imagen de una geoda.

    El paso de las semanas minimizó aquellos varamientos y ya tan solo se fueron encontrando restos de la base caliza, pero sin el preciado cristal. Nadie argumentó, ni emitió teoría alguna, pero en nuestros pequeños corazones sentíamos como la mar había abierto, para siempre,  aquel secreto.





    

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Capítulo 85. Coses y casos de cases. Casa Norte. Parte III.

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