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Fuente : Nedi Pérez Artime. Mar gafa en bajamar. El Castillo y la Isla. |
Capítulo 11.
La mar. Segunda parte.
El pedreo (II).
Tipos de pesca en el pedreo.
"¿Tú sabes cuánto miden los recuerdos?
Siempre cambia el tamaño de las cosas
que guarda tu memoria."
Antón García.
La pesca en el pedreo es un componente más que configura la identidad del pueblo. Pilar básico de usos y comportamientos que inevitablemente constituyen la cultura propia del espacio donde se desarrolla.
Sus actores son los interesados en preservar y defender los recursos que oferta este medio. Buscan en su actividad el equilibrio y su rutina se transforma en respeto. Nunca fueron bien vistos los forasteros en este ambiente, pues generaban desconfianza y rompían las costumbres atávicas heredadas.
Este tipo de actividad siempre se consideró de menor importancia respecto a otras vinculadas a la mar. Pero en determinadas épocas, algunas no tan lejanas, fueron vitales para el mantenimiento de muchos hogares costeros. La prueba evidente de su arraigo social se demuestra con la participación de todos los miembros del clan familiar. No hay ningún tipo de exclusión .
Para recoger todas las especies posibles que se pueden capturar en la actividad de pesca en el pedreo, necesitaríamos recurrir a un listado tan extenso, como ambicioso. Nos sentimos incapaces para afrontar ese reto en toda la amplitud. En cambio transitaremos por aquella fauna más común en estas aguas y las que han alimentado y alimentan a nuestros vecinos. Este tipo de actividad casi siempre ha sido orientada al autoconsumo, a llevar a casa el fruto del trabayo pa fartucase.
Antes de iniciar este recorrido nos sentimos obligados el hacer una elemental clasificación, para llevar una mínima pauta organizativa. El tipo de pesca del pedreo la podemos dividir en dos grupos básicos: vertebrados o invertebrados . En los primeros englobaremos todos los peces. Dentro de los segundos, pueden ser fijos: percebes, oricios (erizos), llampares (lapas) , bígaros, turullos (tritón nodifer), orejas de mar... y móviles: centollos, pulpo, andaricas (nécora), morenatas (camarón), esguiles (quisquilla), burones ( eriphia verrucosa), .... Todos ellos sin distinción se pueden pescar a mano o con cebo.
En cualquier caso y en nuestro pueblo, se trata de una actividad que podemos calificar de poco riesgo. Las contingencias son mínimas, más propias de la impericia humana que del ambiente en el que se desarrolla la tarea.
Invertebrados móviles.
"¿Que fue de aquel tiempo?,
¿ donde quedó agachado?
¿acaso tiene miedo
de este ahora que corre tanto?.
Nené Losada.
El marisquear desde tierra con nases, terrafines o trueles, fue durante muchas décadas una labor común y característica de esta zona. Desarrollada prácticamente por todos los habitantes varones de nuestro pueblo. A consecuencia de ello, en época de mareas les riberes se convertían en un autentico hervidero de gente. “Una romería de xente sin música”, tal y como en mas de una ocasión escuchamos en boca de nuestros mayores.
Imagen superior, pulpo de pedreo. Debajo el pulpo cabezón. Son visibles la disposición de sus ventosas. |
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Pulpo en un oriciero. Camuflaje casi perfecto. |
Para su captura, tal y como nos lo recuerda el rico refranero español “cada maestrillo tiene su librillo”, los estilos han sido variados a la vez que efectivos. Así hemos tenido verdaderos maestros que han pescado al contacto, con la ayuda de sus manos y poco más; otros con el inevitable cebo; con el señuelo o engaño del trapo blanco amarrado a la punta de la vara o finalmente la espectacular captura del pulpo haciéndole cosquillas (ejercicio este de temple y confianza). Pero todos estos métodos coinciden en la importancia del factor sorpresa y su aplicación con la rapidez necesaria.
En la captura a mano se conjuga el conocimiento, experiencia y el riesgo. Meter la zarpa debajo de una peña, en la cueva de una presa requiere mucha confianza, pues la exposición a los ataques de cualquier depredador es evidente ( especialmente en nuestras aguas, los congrios.)
De la estirpe de pesquines de estos cefalópodos, destacaremos en nuestro pueblo entre muchos otros que fueron a Antón la Salada; su cuñada Carmen y Venancio Artime; Manolo y Vicente Salero; los hermanos Pepe, Ángel y Félix Hevia... Nos vais a permitir que ensalcemos la figura de Venancio, quien interpretaba como nadie los rastros y aplicaba su maestría y oficio en pos de la captura de la preciada pieza. Seguramente que no había llastra, esquina o recodo entre el Aramar y el Bigaral que no estuviera bajo su dominio.
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Fuente: Daniel Pérez. Venancio Artime, al fondo y a la izquierda parte del acantilado de Gargantera, pedreo que estaba bajo el dominio de su conocimiento. |
Recordaremos una jugosa anécdota en torno a la experiencia de Venancio en estas lides. Nuestro vecino trabajaba en los ferrocarriles de vía estrecha, el popular Carreño. En uno de esos días marcados en el calendario por el pesquín de pedreo, correspondiente a una gran marea viva, llegó de la faena cuando se estaba iniciando la secuencia de pleamar. Bajó a Gargantera y observó una gran cantidad de personas pertrechadas con varas y ganchos, pero sin ninguna captura, sin pulpo alguno. Dos de aquellos estaban sentados encima de una llastra y no perdieron la ocasión para tratar de ridiculizar al recién llegado: "Nadie cogió un pulpo en toda la mañana y ¿quiés cogelo tú ahora que está subiendo la marea?". Venancio miró a un lado y otro, les pidió permiso para que se apartaran, metió el gancho debajo del petón (piedra) donde estaban descansando y sacó un pulpo. Este relato fue contado años después por Félix Hevia, reflejando en su síntesis el valor del conocimiento frente a la soberbia que genera la ignorancia.
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Félix Hevia, con un pulpo de pedreo. |
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Fuente: Daniel Pérez. Carnet de marisqueador de Venancio Artime (1973). |
Entre la gente foránea subrayaremos por su capacidad y conocimiento de este tipo de pesca a Falín de Juaca, Ramón de la Gaita, Alvaro del Tamborín (Perlora). Mención especial para el primero de los mismos, más conocido por Falín de los Pulpos, apodo acertado y en absoluto gratuito. Sobre quien circulan un sinfín de leyendas que engrandecen las aptitudes que tuvo. Cuentan quienes lo conocieron que pasaba nadando a la isla de la Erbosa para saquear los nidos de las gaviotas y luego vender sus huevos; que echaba el palangre a nado; que dormía en los surcos abiertos por las aguas subterráneas de la Ería y que conocía como nadie donde capturar pulpos, andariques y todo lo que se le pusiera por delante entre Perlora y la Punta de la Vaca.
Un hombre con una vinculación especial con los pulpos, capaz de saber el peso de ese animal inmediatamente sacado del agua sin engañarse mas que unos pocos gramo. Nacido en Candás en 1909, fue un hombre, mitad anfibio. Hizo grandes proezas deportivas, como cubrir espacios a nado de varias millas marinas: Candás- Playa de San Lorenzo (Gijón); Salinas- Gijón; Luanco -Candás...Falleció a los sesenta años, de modo inesperado, un 26 de Octubre de 1961.
Dotado de una inventiva e inteligencia natural, cuentan las leyendas urbanas que un día el conocido hostelero candasín Genaro, el de La Parra, lo retó a que le pescara una roballiza, de 2Kg justos. Al día siguiente se presentó con un ejemplar, que una vez pesado se ajustó al peso de la apuesta. Genaro, al abrir el pexe, se dio cuenta del engaño, pues su estomago estaba llenó de pequeñas piedras, que Falín había metido para cumplir con precisión el reto (1).
Nuestro vecino Luís Servando Peláez, nos aporta unas declaraciones respecto a Falín, que no tienen desperdicio. En ellas se demuestra su singularidad y la rotura con los convencionalismos atávicos. Así lo describe el bueno de Luís, "Yo lo conocí y algunos lo llamaban el rey de los pulpos y para cogerlos no llevaba ni gancho , ni cebo. Cogía un palo fino y sacaba los pulpos como si nada. Hacía lo mismo que nosotros para sacar grillos: con una blima (mimbre) furando la cueva y se cargaba de pulpos". Añade nuestro declarante : " Después usaba algún pulpo como cebo , para echar el palangre para la roballiza (lubina)." También nuestro dicente se sorprendía por el empleo de esta técnica de pesca, "Un día lo vi echar uno ( palangre) en mareas vivas por la rexia (orilla) y a pleamar. Le dije que allí no iba a pescar nada. La explicación que me dio fue que en las mareas vivas subían las roballizas (lubinas) a comer pulgas " . Luís finaliza la exposición con rotundidad, "Yo quedé convencido de su teoría". Nosotros también.
La última vez que se le vio por nuestro pueblo, fue en una noche de galerna desatada, descamisado, retando a pecho descubierto las inclemencias del temporal. Cantando y vociferando en su paso por la carretera. Era seguramente el último de los celtas que habitó estos lares. Aquel que no entendía de fronteras y barreras, quien interpretó la libertad en los mismos limites de la naturaleza, a la que siempre respetó.
(1). Los datos ofrecidos de las aptitudes deportivas de Falín y de la anécdota con Genaro La Parra, han sido detalladas por José Antonio González.
Crustáceos varios.
..." y aunque nada es
lo mismo,
lo mismo
siempre."
Aurelio González Ovies.
La definición de crustáceo según la R.A.E, es la que sigue: "Dicho de un animal: del grupo de los artrópodos, con un número variable de apéndices, dos pares de antenas, cuerpo cubierto por un caparazón, generalmente calcificado, y respiración branquial." No deja lugar a dudas que describe con total perfección nuestro próximo objetivo. Vamos a repasar de modo fugaz a nuestros crustáceos de pedreo.
Hay una característica común a todos ellos, pues al estar cubiertos por un caparazón no pueden crecer como otros animales. Su desarrollo se condiciona por la "muda", por lo que estas criaturas sustituyen su anterior coraza por otra de mayor tamaño. Es una de la mas llamativas conversiones de nuestras aguas . Manolo Robés se recrea en ello, "cuantes veces ibes al pedreo y de repente veíes a la entrada de algún pozo o cueva un centollo o una andarica y metíes el truel y era la muda de ellos." Cesar García lo refrenda del modo que sigue, "estaba en el Carrero de la Isla, y por el espejo vi un llocántaro cojonudo en un regato, cuando fui a meterle mano, rompió todo..."
El centollo.
"El poema del mar,
tiene diez patas
y de nombre centolla."
Álvaro Cunqueiro.
Si antes entendíamos como rey de los pedreos al pulpo, respecto a los mariscos le concedemos ese título al centollo. Se trata de un crustáceo decápodo (diez patas). Es poseedor de un caparazón grueso de forma ovalada, abombado en el dorso y plano en la parte inferior. Lleno de pinchos y tonalidad rojiza. Para hacer mas efectivo su mimetismo con el medio en el que habita, procura que su coraza esté repleta de algas varias. Tal y como se expuso con anterioridad tiene diez patas de diferentes tamaños, siendo el par delantero las que tienen pinzas.
Su reproducción se desarrolla durante el verano, pudiendo las hembras hacer cuatro puestas de huevos al año. Para la mejor funcionalidad del apareamiento, este se hace durante el periodo de muda de las hembras. Una vez fecundada, el macho dada la debilidad del caparazón de aquella, la custodia y defiende de posibles agentes agresores. Cuando la muda se produce en el macho, este se entierra en la arena o el fango hasta que se endurezca su protección. Evitando con ello cualquier eventual incidencia, dada su endeblez.
De cara al consumo y disfrute de sus sabores es muy importante la distinción del sexo. No es lo mismo comer un macho que una hembra. Aunque hay opiniones dispares al respecto, la balanza se inclina favorablemente hacia la última. El ilustre escritor y gastrónomo Álvaro Cunqueiro así lo exponía: "Una centolla de febrero y marzo, simplemente bien cocida, no hay sabor que la iguale." El omnipresente Cunqueiro corrobora definitivamente y por si hubiera alguna duda su tesis, "Una centolla es el más exquisito de los frutos del mar y da varios sabores diferentes: uno en las patas mayores; otro en las patas cortas; otro en el abdomen y otro en el caparazón...y si tiene corales mejor." Apoyamos sin duda alguna la anterior exposición, pues una hembra con corales no tiene parangón. Aunque está claro que para poder celebrar en plenitud la delicadeza de sus carnes lo debemos hacer en los meses que lleven la letra erre, especialmente los invernales.
Si queremos poner en practica este conocimiento es necesario distinguir el género de este crustáceo. Deberemos para ello de comprobar en su abdomen el tamaño y la forma que tiene una lengüeta adherida al mismo. Si es mas ancha , redondeada y robusta será hembra. En el caso que fuera picuda y en forma de triangulo isósceles, entonces estaríamos hablando de centollo.
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Centolla a la izquierda. Centollo a la derecha. |
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Carro de centolla con sus corales. |
Finalmente y con independencia de todo lo expuesto, haremos reseña de un análisis popular, debido al aspecto del centollo y que lo expone directa y crudamente, José Adela:"el primer paisano que comió un centollo tenía que tener una fame de muchos cojones." Nosotros también lo pensamos.
Nécoras o andariques y otros crustáceos.
"...y mis ojos se van con el cangrejo,
y el cielo se hace rojo en su coraza,
y el mar se pierde y nada pesa."
Vicente Gallego.
Las andariques (nécora púber) son un exquisito y apreciado marisco en cualquier mesa. Es un crustáceo decápodo (diez patas) que vive en zonas rocosas. Su caparazón tiene un color pardo y con una característica evidente al tacto pues está llena de vellosidades que le dan un aspecto de terciopelo. Dispone de unas pinzas muy poderosas, con las que se enfrentan a sus eventuales agresores. Para evitar mayores destrozos, los profesionales del sector antes de agruparlas en los viveros, les arrancan la parte móvil de sus tenazas. Una de las acepciones más populares en nuestra zona para designarla es la de piaña.
Es un animal muy nervioso y autónomo. Marca su territorio y no tiene problema alguno en atacar a cualquier intruso que trate de asentarse en sus dominios. Tal y como ocurre con los centollos y la casi totalidad de los crustáceos marinos, las hembras son más sabrosos que los machos. Para hacer la distinción de genero, recurrimos al mismo método que los centollos. La lámina del abdomen es triangular en los machos y mas redondeada y ancha en las hembras.
Su hábitat se suele limitar a las rocas y sus cuevas. Es donde se protege durante los días, buscando durante la oscuridad de la noche su alimento. Es una de las presas más codiciadas en las nasa durmionas, aquellas que están largadas durante las horas nocturnas. Los cebos usados para su captura suelen ser los chicharros o cualquier pescado cuya carne no se descomponga rápidamente.
Se desplaza con gran facilidad a través del medio acuático. El último par de patas y más pequeñas finalizan en terminación plana, muy apropiada para usarse como aletas en sus desplazamientos.
Fue hace algunas décadas muy abundante en nuestras aguas. En algunos hogares era tan frecuente y continua su presencia, que ante la desgana de los moradores finalmente se las echaba de comer a les pites (gallinas).
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Andarica. Se aprecia el aspecto de terciopelo y las últimas patas planas. |
Les sapes ( Pachigrapsus marmoratus), son cangrejos muy comunes en nuestros pedreos. Su aspecto es inconfundible: su cascara es rectangular y de un vistoso color negro. Soporta bien las diferencias y contrastes de salinidad y temperatura por lo que es habitual verlos por pedreos, playas o bocanas de rías.
Llama poderosamente la atención, que no tienen ningún tipo de problema para dejarse caer aparatosamente, si se ven en peligro. Son pésimos nadadores y desde el punto de vista gastronómico son despreciados por su "exceso" sabor a mar.
Fue y sigue siendo un cebo apreciado y muy recurrente por nuestros vecinos para la pesca a caña.
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Sapa. |
Su nombre científico lo delata (Carcinus maenas), como cangrejo rabioso. Es muy voraz, omnívoro, no le hace ascos a nada, muerto o vivo. Está considerado como una de las especies marinas más peligrosas e invasoras del mundo. Su adaptación al medio es tal, que son capaces de cambiar el color de su caparazón, para mimetizarse y sobrevivir con mayor solvencia.
Aunque no todo son parabienes para este crustáceo. Hay un estudio elaborado por la Universidad de Exeter que ha demostrado que el ruido de los barcos estresan a estas morenatas. Impidiendo por ello sus reacciones naturales de defensa ante ataques de sus predadores.
También fueron utilizadas como cebo por nuestros antepasados para la pesca de determinados peces, como la lubina y los sargos, dada la facilidad de su captura, además de su resistencia y dureza de su carne. De su prestancia como accesibilidad de captura, nos da fe Cesar García, " solo necesitabes una cesta o un caldero y un cacho sardina. De la que subía la mar tirabes la sardina entre les pates y a esperar. Veníen como loques,...pa cogeles siempre por les pates de atrás y apoyando los dedos sobre la cáscara. En un momentín llenabes el cesto".
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La popular morenata. |
Bígaros.
" Y cuando no teníamos nada que facer
íbamos a por bígaros a la ribera."
Marina el Tuertu.
Seguramente estamos hablando del molusco mas reconocido y popular de nuestras riberas. Es, sencillamente el caracol de la mar. Su concha es dura, ovalada y en forma de espiral. El cuerpo es cilíndrico y ocupa prácticamente todo el interior de su caparazón. Tiene una nariz saliente y unos pequeños tentáculos donde están los ojos. Su defensa ante posibles ataques se ve reforzada por una especie de tapa u opérculo de color marrón.
Se distingue por su gran capacidad y resistencia para aguantar con vida fuera de su medio habitual, el agua. Aprovechando la dureza de su concha, cuando se siente acosado se refugia en el interior de la misma.
Formó parte de la dieta de nuestros antepasados, desde hace miles de años, como prácticamente el resto de los moluscos de nuestra rasa costera. En la dura postguerra fueron el equivalente a las actuales pipas de girasol, tal lo recuerda Marina el Tuertu:" cuando no había nada que facer en casa íbamos a por bígaros a la ribera de San Pedro. Cocíamoslos y como no había alfileres o agujas, cogíamos escayos (pinchos largos y finos) de los bardiales (matorrales) pa poder sacalos.". Aclarando que en aquellos tiempos: "no había mejor entretenimiento, éramos tantos comiéndolos que la Saltadera (lugar del barrio de la Flor) era una grixera (montón de pequeñas piedras, en este caso conchas) tremenda."
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Bígaros cocidos. |
Erizos de mar u oricios.
"Bajo la aguas poco profundas de la costa
anclo mi coraza. No segrego no nácar
ni perlas, la belleza no me importa..."
Joan Margarit.
El término erizo (oricio) deriva del griego "Eckinos" y del latín ericius. Y sirve igual para designar tanto el de tierra como el de la mar. Su nombre científico impronunciable es paracentrotus lívidus. Tiene un cuerpo globoso, protegido por placas calcáreas soldadas entre sí, recubierto todo ello por púas móviles. Las inferiores son mas cortas y, en combinación con su boca serán las encargadas de horadar y limpiar la piedra para hacer el habitáculo donde se instalan.
Se alimentan de pequeñas algas e invertebrados y mientras comen van haciendo las oquedades a las que nos referíamos con anterioridad. Haremos una especial mención a su robusto diente o aparato masticador, llamado linterna de Aristóteles, en honor al filósofo griego (384-322 a. d. C.). Este fue el primero en describirlo en su tratado "Sobre las partes de los animales ", con esta didáctica observación: "Los erizos tienen cinco dientes, cinco huevos y cinco estómagos". Es cierto que está compuesto por cinco duras mandíbulas calcáreas, que cómo los roedores siempre están creciendo, y le permite triturar y descomponer piedras o cualquier crustáceo. Aquellos que hemos probado este delicioso equinodermo pudimos comprobar como en ocasiones se mastican restos de arena o piedrecillas. Derivados estos detritus de la actividad reseñada.
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Fuente: Philippe Bourjon. Boca del oricio o Linterna de Aristóteles . |
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Lámparo. Rústico y eficaz. |
El escritor gallego Julio Camba hace una sugerente visión poética de este equinodermo: "Es un extracto de mar, un halito de borrasca, una esencia de tempestades, el tomar este marisco no es comer ni beber, sino respirar en pleno océano". Es lo más parecido a meter un trozo de mar en la boca. Estamos convencidos.
En la antigua Grecia los consumían habitualmente como aperitivo y en el imperio romano lo hacían sazonándolos con vinagre, menta y perejil. Nosotros los devoramos frugalmente, acompañados con un cacho de pan y en el mejor de los casos con una botellina de sidra.
La evolución y el paso del tiempo solo ha hecho empeorar las cosas. No hace tanto tiempo que se vendían por toda Asturias a paladas en un precio irrisorio y ahora, en cambio, hay que disponer de un autentico capital para pillar una fartura de ellos.
En el año 1972 hubo un escándalo mayúsculo en el Cabo Busto. Los recolectores de oricios toman la decisión antipopular de subir el Kg. a 7 pesetas. En ese año, el Kg. de azúcar costaba 16 pesetas. Hagan sus comparativas con respecto a los precios actuales.
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Recorte de prensa de 1967 (El Comercio). Camiones ponían a la venta la palada de los oricios a 15 Pts. |
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Vehículos vendiendo oricios en el muro de Gijón. Años 60 de la pasada centuria. |
Tal y como expusimos anteriormente la época que mejor están para probarlos es entre los meses de noviembre y marzo. Después corres el riesgo que estén corridos, esto es, que inicien el periodo de desove y con ello la perdida de la consistencia de sus corales o güevares. Quienes toman un aspecto lechoso, perdiendo sabor y peso.
Para los puristas y ortodoxos, se deben de comer siempre crudos, para así poder apreciar su inigualable sabor, mezcla de yodo puro, ocle y mar.
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Evaristo Valle. Óleo "Demetrio el guapo". El artista refleja la fartura de oricios en un chigre. |
Los oricios , pese a ese aspecto tan extraño, despertaron la admiración y fueron musa de todo tipo de artistas, como el ilustre Premio Nobel de Chile, (país que adora a los oricios, como los asturianos) Pablo Neruda. Quien en varias ocasiones a lo largo de su excelsa obra se remite a este popular equinodermo, como en su poema titulado, como no podía ser de otro modo, "Erizo":
El erizo es el sol del mar,
centrífugo y anaranjado,
lleno de púas como llamas,
hecho de huevos y de yodo...
Aparte del atractivo que tiene el oricio de mar para nosotros, los humanos, sorprende la atracción que representa también para otros animales como a las gaviotas. Estas han desarrollado una increíble habilidad natural para abrir su casco espinoso. Así lo pueden atestiguar alguno de nuestros vecinos , como el caso de Pepe Capacha: “Estábamos en San Pedro ( la playa ) y vimos como una gaviota cogía un oricio que había en un pozo,... echó a volar y lo dejo caer sobre la Peña Larga y después bajó a comerlo”. La naturaleza es sabia y exigente, pero los animales que la acompañan no se quedan a la zaga.
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Félix Hevia pescando oricios en el Bigaral. |
Obligados nos sentimos a recordar el recurso ejercido para sobrellevar mejor la resaca de la gente xoven, después de una larga noche festiva y antes de ir a dormir la moña ( borrachera) era habitual bajar al pedreo. En algún pozo xorrero en la bajamar, abrir pequeños oricios y sorbiatar (chupar) su contenido representaba el perfecto antídoto para aliviar los efectos de los excesos nocturnos. Aunque en algunas ocasiones el remedio era peor que el mal a tratar, pues las condiciones de equilibrio y estabilidad no ayudaban a deambular por aquel medio rocoso, y los golpes, torceduras, erupciones cutáneas no tardaban en aparecer.
El gran inconveniente y hándicap de estos animales, no es otro que el tiempo que tardan en pasar de embrión al estado adulto que puede oscilar entre tres y cinco años. Este es, con toda seguridad la perfecta explicación de la progresiva desaparición de gran parte de los oricios en nuestra costa, auspiciada, como no podía ser de otro modo, por la sobreexplotación.
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Oricios en su hábitat natural. Se observa la "casa" fecha a la medida. |
Como contraste a los tiempos actuales recordar, dada su abundancia, que en el siglo pasado se iban a rastrillar y se subían del pedreo en cestas para abonar las tierras. El componente calcáreo de su coraza, era muy apreciado para fortalecer la salud de les tierres. Tal lo recuerda Benigna Anxelín : "Mi padre , José el Salao, bajaba alguna vez a la bajamar del Bigaral con un rastrillo a coger oricios. Así cuchaba (abonaba) la tierra del Picudel."
Desde mucho tiempo atrás, uno de los objetivos del ser humano fue el controlar y domesticar gran parte de la fauna marina. El escritor y gastrónomo catalán Xavier Domingo participó en los años ochenta del pasado siglo, de un proyecto de alto riesgo en las aguas atlánticas de la Bretaña francesa. El objetivo del mismo era conseguir dominar el desarrollo del oricio, desde su fase embrionaria hasta su madurez. Para ello se construyeron unos grandes cilindros con pequeños huecos para que estos equinodermos los habilitaran. Una gran galerna puso punto y final a esta obra babélica. La naturaleza tarde o temprano coloca a cada cual en su sitio natural y evolutivo.
En algunas culturas antiguas, se aconsejaba su consumo para problemas gástricos y estomacales. Sin ir más lejos, en la Roma Imperial así se prescribían, tal lo recoge Claudio Elano (siglo II d. C.): "He sabido que el erizo de mar es usado como remedio eficaz para inapetencias y para aquellos que sientan repugnancia por cualquier alimento...". Cierto será , ya que una vez que empiezas a comerlos no ves el momento de dejar de hacerlo.
Este mismo autor también estima como remedio para curaciones de tipo epidérmico: "...y si se quema al erizo en su propia concha , se echan estas cenizas sobre las heridas supurantes, dejando estas de hacerlo." En la actualidad hay sitios en los que creen que dejando secar y moliendo el caparazón para posteriormente mezclar el producto resultante con aceite de oliva o grasa animal, es la solución para una serie interminable de afecciones de piel.
Finalmente, recordar una tradición y creencia muy arraigada aun en nuestros días. Cuando se va a los oricios, el mayor riesgo es que te pinches con algunas de sus púas. Dadas sus características, lo habitual es que rompan y queden dentro de la zona subcutánea . La labor de extracción es ardua y difícil. Lucía les Moranes recuerda el protocolo ancestral para su eliminación: "Cuando te queda una espina dentro de un dedo o en cualquier otro sitio y sobre todo si ye de la mar, hay que sacarla cuando empieza a subir la marea. No hay mejor remedio, porque la espina va saliendo según sube la mar."
Les percebes y les falses percebes.
"Sírvete de lo aparente
como indicio de lo inaparente."
Solón de Atenas.
Aquellos que habéis disfrutado de una u otra manera de nuestro pueblo, Antromero, sabéis que sus pedreos no son los más idóneos para la captura de las apreciadas percebes. El estar a la sombra del Cabo de Peñas, condiciona el desarrollo y crecimiento de estos crustáceos. El percebe (Pollicipes pollicipes ) necesita una gran dosis de agua con oxígeno y esto se solo se consigue con mar fuerte y oleaje. Y esto último no es lo habitual entre las rocas, llastres y piedras de nuestras orillas. Aunque hay lugares específicos y conocidos por nuestros vecinos donde crecen y se multiplican.
Su aspecto es inconfundible, tiene un pie o pedúnculo cilíndrico y carnoso con el que se fija a las rocas. En su extremo tiene lo que se llama la uña o capítulo, que está constituida por varias placas de color blanquecino. En el interior de esta última es donde se encuentran los denominados cirros, que son con los que capturan su alimento, basado en el minúsculo plancton.
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Fuente: MARTravel. Partes de un percebe. |
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Fuente: MARTravel. El delicioso y deseado percebe. |
Hay una distinción básica y elemental en estos animales que la marca su exposición a la claridad o no. Los percebes de sol, los más apreciados desde el punto de vista culinario, son cortos y gruesos. En cambio, los percebes de sombra son largos y píes más finos. Estos últimos son popularmente conocidos como "aguarones", pues tienen un gran cantidad de agua y poca carne aprovechable para el consumo.
Los primeros están localizados en zonas donde el agua bate mucho ya que hay pocas algas y eso facilita su crecimiento. Como curiosidad añadida diremos que por debajo de estos, normalmente siempre hay mejillones. La zona menos expuesta a la fuerza del mar es donde se desarrollan los "aguarones" y junto a ellos otras especies como pulpos, andariques y peces varios, quienes no necesitan la bravura de la mar para su existencia. Esto es un reflejo del curioso hábitat de nuestras costas.
En ocasiones, las mareas dejan depositados objetos con unos llamativos crustáceos pegados a ellos. Son los denominados falsos percebes (Lepas anatifera) y viajan en alta mar como polizones adheridos a todo tipo de cosas. Llama poderosamente la atención su aspecto por la cantidad y agrupamiento. No tienen valor gastronómico alguno y su consumo no resulta tóxico, aunque sea desaconsejable.
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Falsos percebes. Pegados a una bolla |
Muy bien publicado
ResponderEliminarMuchas gracias por tú ánimo. Confiamos en que sigas leyendo los próximos capítulos y en no decepcionarte
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