Capítulo 9.
Mitos, leyendas y supersticiones. Parte segunda.
Mitos de animales.
"No olvides olvidar
que ya viviste..."
Xaviero Cayarga.
Son innumerables los sucesos naturales protagonizados por animales que eran interpretados como mágicos. Se decía que muchos de ellos anunciaban muerte, desgracias y mala suerte. La gente las llamaba agüeros, avisos, señales o presagios.
Hay una gran relación de animales sobre los que giran multitud de leyendas, todas ellas tenidas muy en cuenta entonces y por que negarlo, algunas hoy aun mantienen su vigor. Podemos destacar los que siguen, como más representativas, al menos en nuestro pueblo:
La culiebra (culebra), es uno de los animales en torno al cual giran más leyendas y mitos. Su condición de reptil y estar involucrado directamente en la expulsión de Adán y Eva del paraíso, lo han convertido inevitablemente en un ser apestado en casi todas las acepciones en torno a ella.
Se ha levantado un mito falso, por el cual maman de las vacas y que tienen tanta dulzura en ello, que aquellas no se enteran. También se cree aun que pueden lactar de las mujeres. Ambas cosas totalmente imposibles porque su boca no tiene la capacidad para succionar, al carecer de paladar.
Respecto a ello, hay un relato que ha trascendido al paso del tiempo. En un lugar muy próximo (evitaremos dar más detalles) un padre y un hijo se dedicaban a la cría de ganado vacuno. El patriarca tenía vacas de carne y su hijo de leche. Ambos guardaban sus animales en cuadras diferentes, separadas por tan solo la quintana. El padre observaba con preocupación como sus terneros de cría adelgazaban cada vez más, ofreciendo un aspecto desolador. Consultado a un vecino experto en temas mundanos, le aseguró que era debido a la presencia de una o varias culebras que se amamantaban de las ubres de sus animales, dejándolas vacías. Desesperado, esa misma noche se apostó vigilante a la puerta de su cuadra, para eliminar a los indeseados intrusos. Cuando ya le vencía el sueño, sintió como alguien abría la puerta del establo y el ruido de pisadas de animales. Era su hijo quien aprovechando la nocturnidad llevaba a amamantar sus crías a las vacas del padre.
Las culebras cambian de camisa en la primavera. Esta piel es considerada amuleto de buena suerte. Manolo Robes, nos relata: ”algunas personas, cuando encontraban una camisa de culebra la llevaban en el bolso, o en el monedero, porque se creía que traía buena suerte”. En cambio, otras estiman necesario para atraer aquella ventura que la persona que lo llevara encima no lo supiera. En este sentido Benigna Anxelín, nos detalla : “ un hermano de mi madre, Josefa Anxelín, para evitar el ir a la mili y la posibilidad de combatir en África, se marchó para la Argentina. En casa le metieron una camisa de culebra dentro de la chaqueta, descosiendo el forro para que no supiera de ella.” En este caso, solo Álvaro Anxelín podría dar respuesta a la duda de la eficacia de este método.
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Tarjeta postal de Álvaro Anxelín , ya en Argentina. |
También nos precisa Manolo Robes que : “decían que no tenias dolor de cabeza, si la metías dentro de la boina o del sombrero”. Según estas creencias, debería ser la piel de la culebra macho. Esta es la que tiene las propiedades mágico-medicinales. Aportando a sus agraciados buena suerte y la protección para los males de ojo.
Como curiosidad añadida, quisiéramos puntualizar la variante explicitada por Margarita de Casa Miguel, quien añadía a la piel de culebra una castaña seca o mayuca, para preservar el buen fario. El requisito para su máxima efectividad pasa nuevamente por el desconocimiento del beneficiario/a.
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Piel de culebra. |
Si hay algo que más controversia ha levantado, en torno a la figura de este animal, esta ha sido la mítica piedra de culebra. Sobre la misma se ha escrito ríos de tinta sin llegar a una conclusión clara y menos aun definitiva. Recogemos el testimonio de Aureliano de Llano Roza de Ampudia, por la precisión de datos y la sencillez de sus palabras, quien nos lo explica de la siguiente manera: “...para formar la piedra de culebra se juntan siete o más culebras formando un grupo interesante: unas giran irguiendo la garganta; otras ondulan caprichosamente, y la luz hace sobre los colores diversos de su piel hermosos cambiantes; después se apiñan y se babean seis de ellas sobre la cabeza de la más grande, y cuando se endurece la baba, queda formada la piedra. Es porosa y de color azulado según dicen”. El vistoso baile al que se refiere Aureliano parece ser una llamada de la naturaleza. Es el cortejo y celo de la llamada culebra de collar (Natrix natrix).
Plinio el Viejo, en el siglo primero de nuestra era, dejaba constancia en sus escritos como los celtas de las Galias ya creían en los poderes mágicos de esta piedra. Aunque en su descripción para hacerla solo era necesaria la participación de dos culebras.
Algunas de los mayores de este pueblo, ponen como punto neurálgico de esta reunión de culebras el caliero de Cardina, en la Eria. En este mismo sentido, Manolo Robes, nos explicaba : “un día en el camino de casa vi como en un agujero había diez o doce culebres, fui a por un palote a casa y lo clave donde estaban. Al día siguiente volví a mirar y solo había dos o tres colas de ellas cortadas por el palote, de piedra nada de nada.”
En el año 1.981, el entonces cronista oficial del concejo de Carreño, Marino Busto, hace entrega de una piedra de culebra al Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid (Volumen 35/1981). Dicha piedra le fue entregada a Marino, por una vecina de Antromero.
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Fuente: Emilio Posada. Generosa Posada, propietaria de la última piedra de culebra de la que se tiene constancia en Antromero. |
El erudito Berto Álvarez Peña, en su impagable obra "Cuélebres, culuobras, culiebres y culiebrones", describe del modo que sigue a aquella roca: "...el color ye amarronao, redondina y pulida, con una manchina arroxiada y un furaquín, al moverla suena, como si tuviera güeca y dientro tuviera algo suelto".
Y que utilidad tenia ?. La querían sobre todo para extraer el veneno de la picadura de este reptil. Todas las leyendas confirman la eficacia de la misma. Era capaz de absorber la sustancia ponzoñosa que tenia el cuerpo humano debido a esa picadura y volver a la completa normalidad en pocos días. Algo que no nos sorprende en realidad, ya que las cuatro especies endogámicas de culebras que hay en nuestra región (que no víboras), no son venenosas. Su picadura genera únicamente el consabido malestar, a la vez que la pertinente hinchazón, que desaparece al cabo de pocos días.
Aunque nos resulte difícil de admitir, algunos estamentos oficiales creían en este tipo de soluciones. Así lo testimonia Luciano Castañón: " Conocemos un Ayuntamiento que conserva dos, en él vinculadas, para servicio de los vecinos, y consta que una de ellas fue adquirida en cien ducados de vellón para siempre jamás del mundo".
Algunos informantes aseveran que una vez que la piedra de culebra se aplicaba a la zona de la mordedura, se debía meter a la mayor brevedad en una jarra de leche. De ese modo recuperaba todas las propiedades, pudiendo ser usada nuevamente.
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Piedra de la culebra. No era necesario el agujero en la misma. |
Para preservar y evitar sus mordeduras y de otros reptiles, se usaba los cuernos del considerado mayor escarabajo de Europa, el ciervo volante, la vacallorina.. Para su plena eficacia había que llevarlos en el bolso o en su defecto colgado del cuello.
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Cuernos del ciervo volante. Vacallorina. |
Cuquiellu (cuco), es fundamental que la primera vez que se escuche el cuco o cuquiellu, estar saciado, no tener hambre (hace algún tiempo misión casi imposible) y con dinero en los bolsillos ( si difícil era la primera, imaginaros esta). Este es el anuncio de un buen año. Tener perres en el bolso y no pasar fame. Esta puede ser la explicación más popular del porque se pasaron tantos malos años. Manolo Robes nos detalla, “cuando se escucha el cuquiellu, es la señal para empezar a semar (sembrar)”.También nos reseña la inteligencia y malicia de este animal, “pone su huevo en el nido de otros pájaros, como los raitanes o la zarruca, para que se lo críen”. Una vez que crecía doblaba el tamaño de sus padres adoptivos, descubriendo tarde estos el engaño.
La generosa cultura popular comparaba el comportamiento de estos pájaros, con los desmanes de algunos curas : “los curas faen como'l cuquiellu, ponen el güevu en el ñeru axenu.” Ya sabéis, a buen entendedor...
"Soy de la opinión del cuco,
pájaro que nunca anida,
pone el huevo en nido ajeno
y otro pájaro lo anida."
Haciendo una precisión a lo anteriormente expuesto pues hay una especie de pájaro que siempre descubre la estrategia del cuco, los gorriones. Estos se niegan a dar de comer al intruso e incluso en ocasiones, sorprendidos por el tamaño del huevo lo arrojan del nido.
La inteligencia natural y espíritu de supervivencia en el cuquiellu está muy desarrollado. En sus migraciones a otras tierras cálidas, aprovechan el lomo de otros pájaros más grandes para viajar kilómetros sin esfuerzo. Una ave astuta y ladina. No es baladí la expresión característica para advertir de determinados individuos: "Ten cuidao con ese, que ye muy cuco".
Su canto era también utilizado por las mozas casaderas para preguntar cuantos años faltan para su boda:
"cuquiellín del rey,
rabiquín de escoba.
¿cuantos años falten
para mi boda?."
Y en función de las veces que diga "cu" (cu-cu-cu...), tantos años faltan. Por lo que algunas ocasiones, dada la prolongación excesiva de su canto una vez hecha la pregunta, era el cuquiello objeto de una pedrada para silenciar su sonido.
También se le consultaba para la muerte, aunque para ser rigurosos muy pocos se atrevían a ello:
"cuquiello, cuquiello,
¿cuantos años hay
d'aqui al mio entierru?."
La respuesta, sería la misma que con la de la boda, pero en este caso podéis estar seguros que sin pedrada, para interrumpir su canto.
Contra la picadura de ortiga, se frota con las babas del caracol: “El caracol de abril pa mí, los de mayu pal mi hermanu, los de xunu pa ninguno”. Lo que nos deja entrever que si una ortiga te pica en junio, hay que buscar otro remedio o empezar a rascar.
Con las gallinas, los huevos no empollan si se echan a guariar (incubar) los días de la Ascensión, Jueves Santo o el Corpus. En cambio, todos empollan si se echan el día de la Anunciación. Y si le ponemos junto al nido un trozo de hierro, entonces nos garantizará el éxito; “Si quies pollos en el día del Señor, echa los güevos el día de la Ascensión”.
Respecto a la puesta de huevos en el día de difuntos, Margarita de casa Miguel relata que si los rompías a la luz solar, se apreciaba un barco en su albúmina.
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Fuente: Fumañeda Santolaya. Margarita de casa Miguel, a la derecha. |
La andarina (golondrina), es seguramente el pájaro más respetado en los pueblos, representando su presencia la confirmación de la llegada de la primavera. Haciendo una inestimable labor de cazar moscas y mosquitos en cuadras, casas y quintanas en una época donde había tantos insectos molestos.
En muchas zonas existe la certidumbre que son inmortales. Hay pleno convencimiento que son siempre las mismas que vuelven a nido, año tras año, tras el periodo obligado de hibernación. El error es evidente, su esperanza de vida oscila entre los tres y cinco años.
Es aun creencia que fue el pájaro que alivió el sufrimiento de Cristo en la Cruz, al quitarle las espinas de su corona. Esgrimiendo el argumento que el color rojizo de su buche, corresponde a la sangre que manaba de la frente de Jesús. Este es el motivo por el que no hay en la zona rural quien destruya su nido de modo voluntario.
Aquel que mate de mala fe una de estas aves, pesara sobre él la condena de muerte del animal doméstico mas apreciado, generalmente una vaca. Si no tuviera, morirá un familiar. El refranero asturiano así lo asiente, "El que mata una andarina, entra-y en casa la morriña."
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Les andarines y su inconfundible color rojizo en el buche. |
La curuxa (lechuza) es considerado, en cambio, un pájaro de mal agüero, ya que su canto en la proximidad de una casa anuncia muerte de alguno de los miembros de la misma: “¿Canta la curuxa? Muerte segura.” En cambio, hubo voces discrepantes con esta sentencia. Nos lo recuerda Manolo Robes : “La curuxa iba al olor del aceite quemado de los candiles” . Esta idea que nos aporta el bueno de Manolo es de procedencia romana y que ha trascendido hasta nuestros días. Así nos lo reseña esta coplilla popular asturiana que defenestra las actitudes de este ave y las mujeres ligeras de cascos:
"coruxa que suerve el aceite
y moza rebrincadora,
pa la puta de su madre
que las lleven en malahora".
Algunas sentencias populares interpretan esos gustos de la curuxa por el aceite, porque las brujas se transformaban en estos animales para robar los oleos de las lámparas de las iglesias. Dejándolas a oscuras y así poder apropiarse en la oscuridad de las Hostias consagradas, con fines obviamente poco edificantes.
También es de justicia hacer una reseña respecto a este animal, en función del color de su plumaje. Había quien estimaba que ver a una curuxa blanca o albina era señal de buena suerte. Apoyados para ello en creencias de origen griego, pues era el ave de la sabiduría (su imagen acuña la moneda de un euro de este país helénico). Sus hábitos nocturnos junto con la facultad que tiene de emitir extraños sonidos, susurros, jadeos, siseos propios de una garganta humana, han sido determinantes para que estos animales tengan una permanente vinculación a leyendas y supersticiones negativas.
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Lechuza o curuxa blanca. Símbolo de buena suerte. |
Como también el aullido y lamento prolongado del perro, sin ningún motivo aparente, en las proximidades de una casería o quintana nos indica que alguien del entorno va a morir.
Para los marineros, su mejor aliado era la gaviota. Su presencia en tierra, era el inequívoco aviso de temporal en mar o proximidad de la misma. Ya sabéis, el grosero, pero acertado refrán, “gaviota en tierra, marinero a la mierda”
Si en la quintana el gato al sol se lava con su lengua o si pasa su pata por la oreja es el anuncio de un mal tiempo inmediato. En el caso que este felino tuviera el pelaje negro y cruzara delante tuya, la mala suerte estaba garantizada. Aun permanece viva esa creencia en parte de la población.
El cuervo, pájaro de mal agüero antes y ahora, traía la muerte si en las proximidades de la casa se alineaban tres juntos. En nuestra parroquia, se decía ante aquella imagen, "Ahí van la Cruz y los ciriales", en referencia a un inminente entierro. Representando esta trilogía el sufrimiento de Jesucristo en la Cruz, acompañado de los dos ladrones
El sapo, es el anfibio que siempre se vinculó en la cultura tradicional a brujas y conjuros. Hay una creencia muy arraigada que el mexo (orina) del sapo genera inflamación de piel, granos e hinchazones. Rosario Rosa añade: " Si el mexo te toca los ojos, puedes quedar ciego".
Para la cura de los problemas originados por estos animales, recurrimos a las declaraciones de Luciano Castañón: "Hay dos formas de eliminar estos problemas de piel. La primera es lavar la zona afectada con agua del molín que haya pasado por el rodezno. La segunda es echando ceniza del llar mezclada con la saliva del afectado, diciendo esto:
"Con ceniza del llar
y saliva de boca.
Santo serás. Amén."
Moncho La Piedra, vincula el sacrificio del sapo y crucificado posteriormente para eliminar las verrugas de la piel. Para ello, es necesario que esté así mortificado hasta que se empiecen a secar aquellos problemas epidérmicos.
Benigna Anxelín, aporta esta novedad: "Pa curar les verrugues, lo que se hacía era pasar un sapo por encima de elles. Después se empalaba y se clavaba en la tierra. Según iba secando el sapo, iban secando les verrugues."
También fueron victimas propicias de la chiquillería, quienes les daban de fumar, hasta la hinchazón inevitable que les llevaba a la muerte. Lo cierto es que este animal nunca fue apreciado. Esta sentimiento social queda evidenciado en aquellas personas torpes de movimientos, a las que se les calificaba de "sapo".
Y si ves un ñarvatu (mirlo) blanco, es un motivo para estar satisfecho, tal y como nos lo refrenda Manolo Robes: “Si ves alguno, estas de suerte”. Cierto que debe ser así, en tanto en cuanto la dificultad de ojear alguno.
Fueron tantos los piojos que hubo entre las personas de todo género y condición, que había una creencia muy arraigada que la cabeza de la gente tenía un deposito de los mismos. Aquel que los sufría habitualmente, no los podía evitar, ni deshacerse de ellos.
Si los mirucos (lombrices de tierra), salen de su cueva, y andan por la superficie, es señal segura de que la lluvia se avecina.
"¿Per ónde s'esmuecieron los tos mieus?
María Teresa González.
Realmente se trataba de fósiles de equinodermos, con unas vistosas marcas parecidas al paso de un ciempiés por una superficie arenosa. Fueron conocidos en toda Europa como “piedras de rayo”, debido a la creencia que las consideraba el residuo físico que dejaba la caída de un rayo. Sus dueños conservaban estas piedras en el hogar o directamente los portarían para protegerlos de los truenos y de los rayos. Benigna Anxelín refrenda esta exposición con su impagable declaración: " En la Eria, cuando estábamos semando (sembrando) detrás de la casa, solían aparecer fósiles de oricios (erizos de mar) y los apartábamos en un montón, porque eran muy curiosos. Un día apareció un paisano y nos dijo que si podía llevar uno, que era para protegerse de de los rayos".
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Fósiles similares a los encontrados en la Eria, en casa Anxelín. Llamada piedra del rayo. |
El laurel.
"Muy buenos días, laurel,
muy buenos días, metal, bruma y silencio..."
Siguiendo este argumentario popular, no había mejor protección para las tormentas y los rayos que el laurel. Era muy habitual la presencia de estos arbustos plantados en torno de casas y caserías, buscando en ello el amparo para determinados agentes metereológicos.
Vista aérea de la casería de La Piedra. Se aprecia la protección de los lloreos en casi todo su perímetro. |
El agua.
"Algo tiene el agua, cuando la bendicen."
Popular
Aunque hemos dedicado todo un capítulo al agua (cap.5), hemos dejado para este, la parte mas intangible del mismo. Este elemento vital para el ser humano ha estado siempre sujeto a creencias milagrosas y terapéuticas. No había casa en el pueblo que no tuviera agua bendita u objetos que habían sido rociados por la misma (el ramu de Semana Santa).
Nos consta que en nuestro entorno se usó "el agua ferruñada", para males de pecho y catarros. Se conseguía metiendo un fierro candente en el agua. Aunque fue más común el empleo para estos problemas de salud de aquella que era cocida con patatas sin sal. En ambas opciones se recomendaba esta ingesta líquida durante unos días.
Según costumbres y usos, si se bebe tres sorbos, aguantando la respiración unos momentos o bien hacerlo por la parte contraria de la boca del vaso, se quitaba el hipo.
Como norma general, siempre fue de obligado cumplimiento, el dejar reposar el agua recién traída de la fuente. El agua posada, no generaba problemas en garganta ni en el tracto digestivo.
El mismo Jovellanos, en su reclusión forzosa balear, anhelaba con nostalgia el regreso a tierras astures para poder disfrutar del agua de Santarúa, en Candás. Tal vez sea por el popular dicho, "l'agua de Santarúa fai la xente aguda."
Y si de fuentes hablamos, había entre nuestros vecinos una fe desmedida en los usos curativos de sus aguas. Así Antón la Salada , como otros tantos, mientras su salud le acompañó, iba todos los días del año a buscar el elemental líquido a la fuente de Carín, evitando el uso del grifo.
La llave del hórreo.
"Hai nos tus gueyos
una esquirla qu'ambura fuxidiza..."
María Teresa González.
El uso mas común de este objeto, aparte del cierre de las puertas, está en la cura de los orzuelos de los ojos. Concha Menéndez, lo expone del modo que sigue: "cuando se hinchaba el ojo, calentábase una perrona con la mano y se colocaba encima. Había que hacerlo varias veces seguidas. También se calentaba con la ropa, la llave del horro, poniéndola encima del ojo." Nos consta otra alternativa al uso de la misma, con la variante de la llave fría.
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Concha Menéndez. |
Hay una creencia popular que estos orzuelos salía por comer delante de una embarazada o por el contrario si no se le concedías una petición o deseo."
Mal de ojo/ mal del filo/pasar el agua.
"Ye preciso nun traicionar los nomes
nin los mitos.
Esa fuerza o esllendor
que nos restitúi la fe
cada mañana. "
Mal de ojo. Se atribuía a algunas personas, casi siempre mujeres, la facultad de ocasionar daños y perjuicios a otras con solo mirarlas, por envidia. Esta fue una de las creencias más arraigadas en nuestro pueblo hasta no hace mucho tiempo y que aun hoy perdura. Aunque con un carácter muy residual. Aquellos que sufrían este agüeyamiento, no les quedaba otro remedio que pasar el agua.
Para protegerse de un agüeyamiento, en los bautizos era la madrina la encargada de colocarle al ahijado algún amuleto: una medalla venerada en el ámbito familiar, un texto religioso o la cigüa de azabache en la muñeca. En los pueblos del interior donde se horneaba el pan de centeno, se hacía uno especial para ese día con las marcas de dos cruces. El intelectual José Caveda Nava, en el siglo XIX, expresaba estos procederes del modo que sigue en su obra "El neñu enfermu":
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Vaques con esquila o campana al cuello. |
Mal del filo. Variante del mal de ojo. En nuestra zona son prácticamente sinónimos. Se trata de un cuadro crónico de enfermedad que según los enjuiciadores siempre era derivado de un "agüayamiento". La comprobación consistía delante del afectado, casi siempre un guaje , el deslizar una gota de aceite sobre un hilo, dejándola caer. El el caso de que rompiera era la confirmación definitiva de que estaba agüeyao.
Otro método de diagnostico consistía en colocar el afectado de píe, con los brazos en cruz. Se medía de los dedos de una mano hasta la otra, después de la cabeza a los píes. Ambas medidas deberían de ser iguales. En caso contrario, tenía el mal del filo.
Rescatamos el protocolo de Concha de Casa Miguel (Condres) para eliminar este mal. Iba a la Caleyona (camino de acceso de Condres a Bocines) para atar y hacer en un hilo un montón de nudos. Por cada mal, un nudo. Después prendía fuego a aquella hilacha y según iban restallando se erradicaban todos los males. Este método servía indistintamente para animales y personas.
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Tres generaciones de Casa Miguel. Margarita, Gabriela y Concha. |
Pasar el agua. El curandero/a era una persona respetada por la sociedad. Estos curioso/as estaban casi siempre de manera altruista al servicio de la comunidad. Su objetivo, curar a la gente y animales de todo tipo de daños físicos o espirituales, incluido el mal de ojo.
Según la leyenda, aquellos que sufren este mal, enfermaban rápidamente. Las vacas dejaban de dar leche y empezaban a dar sangre. Los síntomas mas habituales eran: anorexia, depresión, dolores de cabeza, desnutrición, raquitismo...etc.
Era un procedimiento de cura inicial el llevar a los afectados ante la persona que los agüeyó y que les diga aquello de : "¡Dios te Bendiga !", cosa harto improbable. Por lo que la otra opción que quedaba era llevarlos a una curiosa/o para iniciar el proceso de pasar el agua.
Hay un sinfín de variantes, dependiendo del área geográfica. En nuestra zona de influencia, se hacía del modo que sigue: se empleaba un trozo de cuerno que recibía el nombre de alicornio. En un recipiente con agua se echaban unas arenas de sal y con el cuerno se hacían cruces al borde, mientras se recitaba el Credo. Al llegar a la frase "...su único hijo", se dejaba caer el alicornio al agua. Al ser de materia porosa salían burbujas. Eran los "gueyos de la agüeyadora" que habían provocado la enfermedad a causa de la envidia. Se decía a continuación: "Agüeyaronte dos, agüeyaronte tres: San Pedro, San Pablo y el Divino San Andrés".
En otras zonas de Asturias se recurría a la siguiente fórmula: se sacaba el cuerno del recipiente y se vertía un poco de agua sobre el fuego, diciendo, "nin quemo'l agua, nin quemo l'sal, quemo los güeyos que te miren mal". Con el agua sobrante se hacían cruces en el lomo del animal enfermo durante nueve días. Si el afectado era una persona debía beber ese agua, en ayunas, esos mismos días de modo consecutivo.
Otro de los métodos, recogido por Constantino Cabal era meter en un recipiente unos granos de pólvora, restos de suelas de zapatos viejos, unas barbas de maíz, excrementos de cerdo, cañas de laurel. Todo ello se prendía fuego y el vapor debería ser aspirado por el agüeyao. Es evidente, que lo que no mata, engorda.
El pasar el agua, es una creencia que se pierde en la oscuridad de los tiempos. Aparece ya en bestiarios medievales. Independientemente de la zona o del curandero, siempre hay un denominador común: el alicornio. Este objeto representa la magia y la leyenda de simbolizar el cuerno de un animal legendario, el unicornio. Esta mítica bestia está tallada en la sillería gótica de la Catedral de Oviedo.
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Fuente: Alberto Álvarez Peña. Unicornio tallado en la sillería gótica de la Catedral de Oviedo. |
En Antromero, fueron muy consideradas las personas que hacían estas labores. Destacando las que había en casa Floro los Páxaros, en casa Sampedrín y Marcelo Puño (Condres). Amparo Julián tal lo recuerda, "en casa Sampedrín era donde la gente iba a arreglar los huesos y a pasar el agua."
Recordar también que no todo el mundo creía en pies puntillas con esta parafernalia. Lucia les Moranes, nos lo reseña : “De joven lleváronme a pasar el agua y dijéronme que tenía mucho agüello y lo que tenia era enfermedad. Eran coses de antiguos”.
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Alicuerno de venado. No es casual que sea de este animal, pues desde siempre se consideró enemigo de la serpiente. |
"Con el tiempo todo pasa.
He visto con algo de paciencia,
a lo inolvidable,
volverse olvido..."
Gabriel García Márquez.
También haremos reseña a la cigüa, como remedio y sobre todo como prevención al mal de ojo. Se acostumbraba poner a los recién nacidos en una bolsa cosida por dentro de la ropa o en su defecto colgada de la muñeca ( es el caso del puño de azabache, aun tan popular en nuestros días). Había que llevarlo al menos hasta los dos años de edad, para garantizar su plena eficacia, contra las malas artes de la agüelladora.
Decimos agüelladora, pues en lo referente al conjuro de los niños pequeños, siempre hubo la creencia popular que se trataba de una mujer. Normalmente de edad madura, quien actuaba por envidia o despecho.
Recogemos unos versos de José Caveda y Nava, quien detalla las condiciones y características de la cigüa, para ser totalmente eficaz ante los encantamientos:
"¿Y quién sin ella le trai,
andando pel mundu bruxes,
que te pueden agüeyar?
Tengo yo una de azabache,
bien curiosina la verdá,
que la punxe munches veces
de pequeñucu al mio Xuan:
Has atála na muñeca
con medides de Candás
y pondraste más llozanu
que cuantos neñinos hay..."
El uso del azabache, al que se le atribuyen propiedades mágicas, por nuestras tierras data de al menos el Neolítico. En el monte Areo (Carreño) se encontró en un ajuar funerario de aquella época una cuenta de azabache. En el siglo VII San Isidoro de Sevilla, confiaba plenamente en las cualidades milagrosas de este mineral semiprecioso. En su obra "Etimologías" cita: "En estado incandescente espanta las serpientes y hace huir a los espíritus endemoniados...".
A lo largo de la historia y dependiendo de la zona geográfica el uso del azabache fue dispar. En algunos lugares se mezclaba triturado con miel para aliviar cualquier dolor. En zonas del interior de Asturias, se colocaba un trozo debajo del lecho de la parturienta para minimizar los dolores del parto.
También se tiene la creencia que cada cierto tiempo, hay que volver a enterrarlo en la tierra. Devolverlo a su lugar de procedencia, para que recargue su energía.
Recordar por último, como curiosidad, que el eminente geólogo Guillermo Schulz, en el año 1858, descubre algunas vetas de azabache dispersas en los acantilados de Antromero.
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La cigüa de azabache. Hay una creencia popular arraigada por la que se cree que este objeto representa el sexo femenino. Según esta idea, la vulva es el escudo natural contra los males que el diablo pueda ocasionar. |
Leyenda del Tesoro.
Este tipo de leyenda es muy común en todo el territorio asturiano, siempre con los matices propios de cada lugar. Son las denominadas leyendas de ayalgas o chalgas, esto es , de tesoro.
En nuestro caso, como bien sabéis, se ubica en el monte del Tesoro, encima de la riba de Gargantera, (hoy tristemente afectado en sus escasos pinos por una enfermedad irreversible, el nematodo) y que se relaciona directamente con los moros. Aquellos que poblaron nuestras tierras hace siglos (¿?), y que en su precipitada huida, agruparon toda su riqueza, enterrándola en ese monte. Hay voces que hacen un añadido más y es que esos mismos moros, después de haber escondido sus joyas y ante la imposibilidad de huida, decidieron suicidarse , tirándose por el acantilado de Gargantera. No sin antes haber hecho un pacto con el diablo, para maldecir a aquella persona que lo descubriera, para que no pudiera disfrutar ni él ni los suyos de esa riqueza. Los moros y los tesoros o ayalgues, son una combinación obligada en las leyendas asturianas.
La prueba irrefutable de la existencia de ese tesoro según nuestros antepasados nos lo explicaba en los años ochenta del siglo pasado Rosario la Salada: “Cuando iben a llindar (cuidar) les vaques al Tesoro, del lao del que se echaba la vaca se veía marques de monedes y algunes vaques aparecíen con pintes por ese lao”.
Este ha sido el mito que más credibilidad ha tenido a lo largo de la historia en nuestro pueblo, y aun hoy podemos encontrar a personas que defienden a capa y espada estos relatos.
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Vista de la playa de Gargantera. El monte del Tesoro en la parte superior derecha. |
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Vista aérea de la distancia entre la boca de la cueva y el barrio de la Flor. |
Hendidura por la que se accede a nuestra cueva secreta. |
Conclusiones
El único alivio que nos queda, a aquellas personas que disfrutamos de la imaginación, de la creatividad del ser humano, es que mientras la ciencia no de respuesta a todas nuestras dudas comunes y existenciales , existirá la explicación mitológica . Con ella los mitos, leyendas y supersticiones.
Tenemos una deuda con la impagable labor de estudio, de recopilación de datos y testimonios de hombres como Aurelio de Llano, Luciano Castañón, Constantino Cabal o Juan Uría. Más recientemente Roberto González, Xuan Xosé Sánchez, Elviro Martínez y sobre todo Alberto Álvarez Peña, quienes han hecho posible que todos estos mitos no hayan sido tragados por el abandono y el olvido. Que hoy podamos aun disfrutar de la gran riqueza que representa la antropología asturiana, en todas sus variantes.
Si bien es cierto que asistimos a un repunte de todo lo relacionado en esta materia en nuestra comunidad, no lo es menos la colonización sufrida en nuestra cultura por las tradiciones foráneas, sobre todo por la anglosajona. Nuestros mitos, han sido paulatinamente sustituidos por vampiros de todo pelaje, monstruos varios, conquistadores alienígenas, entre una larga lista para escoger. Pese a todo lo expuesto, podemos decir que el futuro de nuestra cultura tradicional aun está en nuestras manos. Enferma pero sin que la güestia la haya visitado aun.
Su supervivencia estuvo garantizada durante siglos porque nuestros antepasados vivían en un mundo con dos únicas opciones: la dura realidad y el antídoto a esta con la fantasía de nuestros mitos.
Los tiempos de entonces fluían a través de una magia ancestral e inexplicable. Con nuestros ancestros siempre convivió el miedo. Un miedo indescifrable que se llevaba calado en la piel. La desconfianza a romper usos antiguos que ya eran norma y el perenne desasosiego atávico a seguir sumando más temores. Ese fue el perfecto caldo de cultivo para alimentar nuestros mitos, leyendas y supersticiones.
En lo referente a nuestro pueblo, sorprende en las declaraciones de alguno de nuestros vecinos, con : “Son cosas de antiguos”. Algo que no debiera extrañar, pues a principios del siglo XIII, Guillermo de Alvernia pensaba lo mismo respecto a las leyendas: "Son cosas de viejos". Cabe, si acaso, preguntarse cuando se acaba y empieza lo antiguo y moderno. Por todo lo reflejado con anterioridad, junto a otras reseñas recopiladas, creemos firmemente que el punto de inflexión, de rotura en estos dos estadios es la aparición de la televisión a finales de los años 60. Con ella se inicia una irremediable fractura de uno de los pilares básicos que acompañó a nuestras familias durante siglos: el dialogo, la conversación, la unión familiar a través de la palabra.
Sirva al menos este capitulo expuesto como pequeño bálsamo. Recuerdo obligado de aquellos tiempos que jamás volverán.
Queremos agradecer a través de estas líneas el ímprobo trabajo de Alberto Álvarez Peña. Sin su esfuerzo, hoy habríamos perdido una incalculable información para que permanezca vivo gran parte de nuestro intangible patrimonio cultural. Gracias.
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