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Capítulo 4.
La romería.
"Oigo sonar una gaita,
oigo sonar un tambor,
baila la xente del pueblo
ye la fiesta del patrón".
Canción popular.
La definición de romería por parte de la Real Academia de la Lengua Española, nos precisa en una de sus acepciones “fiesta popular que se celebra en el campo junto a una ermita o santuario con motivo de la festividad religiosa del lugar”. Se trata obviamente, como no puede ser de otra manera, de una definición limpia, precisa e intachable. Pero en ningún caso recoge los sentimientos, alegrías y expectativas de los miles de romeros que durante tantos años recorrieron caminos, praos y caleyes para rezar, implorar, pedir y festejar a nuestro santo, San Pedrín. Uno de los santos más simpáticos, conocidos del Santoral y que mayor devoción arrastra. Especialmente entre la gente vinculada a la mar.
Orígenes.
"Las cosas pasadas no tienen vuelta atrás".
Julio Llamazares.
Les
romeríes asturianes tienen una base pagana y que la iglesia con el paso de
los siglos se encargó de cristianizar, sumándola a sus ceremonias. Al lado
de casi todas las capillas, ermitas, iglesias que están repartidas a lo largo
de nuestra comunidad autónoma hay un árbol, una fuente, una cueva, un río o un
acantilado con connotaciones mágico-milagrosas, que nos recuerdan las raíces laicas y su vinculación con los ritmos de la naturaleza.
En cualquier caso, representan en el aspecto estrictamente religioso, el
último eslabón con aquellas costumbres antiguas, de ofrendas, de petición de
indulgencias, de reforzar promesa o voto. Siempre a través de la intermediación
del santo/a.
El ilustre Jovellanos, nos dice que las romerías: “Tienen su origen en los tiempos de la fundación de todos los pueblos”, esto es, no hay posibilidad de precisar con dato alguno el inicio de estas fiestas populares. Aunque Ángel de Villalobos en el año 1.845 en una colaboración en el periódico “La Colmena” nos aporta con su erudición, lo que estima como el germen de las romerías: “ Se juzga que principiaron a propagarse y fomentarse con los bailes populares, al mismo tiempo en que los concurrentes se recreaban con otros ejercicios, que consistían en pruebas de destreza o de fuerza: de aquí y todo ello nacía la romería". Otros historiadores prefieren amarrar sus hipótesis al carro de la cultura y tradición celta estas fiestas.
Las históricas dudas a la hora de definir sus orígenes, nos sobrepasan. Por nuestra parte, no añadiremos más que les romeríes en su aspecto estrictamente festivo no son más que una respuesta a la rutina diaria, al duro trabajo y al sacrificio, convirtiendo unas pocas horas en fiesta con cantos, bailes y juerga. Tal y como nos lo expresa Jovellanos: “¡A tan poca costa se puede divertir a un pueblo, por grande y numeroso que sea!”.
La sabiduría
popular en forma de coplilla, nos recoge la esencia festiva de la romería:
"… con la folixia y
la romería,
axúntense ricos y
probes,
en la fiesta y
alegría,
aunque solo por
unes hores...”
Es en el siglo XVII, donde por primera vez se nos
documenta con mayor detalle y precisión como eran las romerías de entonces. La
fiesta era acompañada por la gaita y el
tambor, como únicos elementos musicales. En la verbena se danzaba en torno de
la foguera. Ese mismo día se encendía con la colaboración necesaria
de todos los mozos del pueblo y con el único objetivo de iluminar el prao de
la fiesta. Además de anunciar el inicio de la misma.
El denominador común de estas fiestas siempre era el mismo: algunos romeros incontrolados empezaban una disputa que solía resolverse a garrotazos. Lo que a continuación ocurre es el inicio de la pelea que generalmente solía ser tumultuosa y de consecuencias impredecibles.
Vinculado a estas lides, era muy habitual en los mozos y romeros que asistían a las romerías a principios del siglo pasado llevar en su indumentaria chamarras ( prenda de abrigo gruesa y tosca, parecida a la actual zamarra) con algún adorno metálico, pese a los calores propios de las fiestas de prao. Normalmente no la llevaban puesta, sino colgando del hombro, para que en el caso de participar en una de las habituales peleas, le sirviese como protección o escudo de los posibles golpes que pudieran recibir.
Fue tal el apego que los mozos astures tenían a estas grescas en las romerías, que se hizo una costumbre casi obligada y en aquella que no se desarrollase una exhibición de fuerza y palazos, no era considerada por los romeros como buena fiesta. El temor y pánico que tenían a los asturianos y sus fiestas se refleja en el Consejo de Castilla del año 1787, que para evitar los previsibles desordenes, prohibió con penas de cárcel la reunión de asturianos en Madrid. En caso de incumplimiento deberían de cumplir en el infierno de un penal africano por el plazo nunca inferior a 6 años.
También
el uso del palo (algo característico en la danza prima entre los varones que
participaban en la misma) fue prohibido en las ordenanzas municipales de Oviedo
de 1814. Salvo en aquellos casos en los que: “No excediese la vara y medio de
largo y fuese él liso y sin nudos salientes o de cabeza”. En cambio para
los que no atendiesen a esa observación, precisaban:”.... y los que quieran
aprovechar esta diversión depositarán sus palos en las casas inmediatas ó en un
sitio proporcionado distante del concurso de las gentes, baxo pena de seis
reales por cada vez que se contraveniese”. Para mayor desesperación de los
romeros, que tenían en este artefacto un símbolo de poder y virilidad.
Como
ocurre en estos casos la prohibición del uso de los palos, acarreó un problema
aun mayor. Tal y como también predijo Jovellanos, que fue la sustitución de
estos en las fiestas por cuchillos y navajas con consecuencias devastadoras.
Se repite nuevamente la historia: el remedio empleado por los bien pensantes,
resulta ser peor que el mal a tratar. Así el diario El Comercio, a finales del siglo XIX, el 27 de noviembre de 1886, recogía en portada el siguiente titular: " Las romerías se modernizan, Y el vino y la navaja sustituyen a la sidra y el palo". Los comentarios sobran.
En lo referente a los palos, siempre hay predilecciones. Los romeros escogen
la más apropiada entre las distintas y variadas maderas que nos ofertan los
ricos bosques asturianos. Así el insigne Cabal nos recuerda que no había mejor
palo, ni mas estimado por la mocedad que el de avellano:” Ya que por su
ligereza y dureza, pegaba solo...” . De resultas de esta exposición queda
reflejado el dicho popular, ” Señor San Pedro, tengo un palo d'avellanu.
Mientras que dure no hay mieu ninguno.”
Pese a todo lo expuesto, Jovellanos apoyaba el derecho y la necesidad de la gente a disfrutar de la fiesta y romería. Dada la estimación que era la única alegría que podían tener en una vida tan mísera como la que penaban. Criticando abiertamente en sus textos a las disposiciones legales del momento y como no orientando las mismas hacía algunos miembros de la Iglesia. Aquellos quienes querían prohibirlas a toda costa, como en más de una ocasión ocurrió.
Desde las instituciones oficiales y
sobremanera desde la iglesia, se pretendió el máximo control al respecto,
llegando en algunas ocasionas a la total prohibición de las romerías. Tal lo refleja el entonces Obispo de Oviedo, González Pisador, en su
edición del Titulo 12 de las Sinodales
del Obispado, aprobadas por el entonces monarca Carlos III el 15 de Enero de
1784: “Suelen concurrir muchas gentes y con ese motivo ser
grande el desorden así en comidas y bebidas superfluas, como cantares, danzas y
bailes y otras cosas indecentes de que siguen muchos escándalos y pecados
especialmente siendo de noche; POR TANTO PROHIBIMOS SO PENA DE EXCOMUNIÓN MAYOR
DICHAS ROMERÍAS Y FOGUERAS ESPECIALMENTE DE NOCHES”.
Años atrás el Padre Feijoo con su característico
radicalismo furibundo, encabezaría la lista de los detractores de las romerías. En su obra “Peregrinaciones sagradas y romeras” (1746), alertaba de la
influencia negativa de estas fiestas por ser: “Nefastas del abuso de bebidas
y del amor y por las reyertas y peleas que uno y otro originan”. Añadiendo
en sus textos más argumentos contrarios al desarrollo de nuestras fiestas más
populares: “Las romerías tienen innumerables relajaciones,...se disfraza
allí el vicio con la capa de la piedad,...rencillas, borracheras y otros abusos
son el principio, medio y fin de las romerías·”.
El
benedictino Feijoo, sufría la influencia de autores y pensadores franceses,
quienes apostaban por la eliminación de tanto desorden en torno a las fiestas
de la plebe. Pese a ello no pediría nunca la supresión de las mismas
(temeroso de las consecuencias que pudiera acarrear tal decisión). Solicitando
“tan solo” la intervención del Ministerio de Justicia para que: “Vele y ataje
todo genero de desordenes”.
Las intervenciones de la iglesia para el control de
la fiesta pareja a la romería, fue notable durante este tiempo, se aligeró a
principios del siglo XX y tras instauración del régimen franquista, se
convirtió en obsesión (tal y como veremos a lo largo del presente capítulo). Siempre en
aras al mantenimiento de la moralidad y orden.
Recordaremos
que en nuestro ámbito geográfico, las autoridades que gobiernan el concejo de
Gozón a finales del siglo XIX, disponen en las ordenanzas municipales aprobadas
en el año 1897, de unos 30 artículos para regular el uso y disfrute de los
romeros en las fiestas. En ellas tratan de cumplimentar el objetivo fundamental, que
no es otro que el evitar las alteraciones del orden público. Para ello se
explicitan de tal modo: “Desde las once de la noche en adelante, se prohíbe
sin permiso escrito de la autoridad, las rondas, músicas, serenatas, canciones,
gritos y en general cuanto pueda turbar la tranquilidad de la población y el
reposo del vecindario.” . En esos mismos textos solicitan el apoyo de la
gente en la labor de refrenar los ímpetus y frenesí de los romeros. Provocados estos casi siempre por la inevitable ingesta de alcohol: “Todos los vecinos tienen
el deber de auxiliar a la autoridad cuando lo necesite para conservar y
mantener el orden público”. Tratando de regular otro tipo de desmanes vinculados a excesos mucho más
peligrosos: “...en ningún caso se
permitirá sin licencia disparar dentro de la población armas de fuego, cohetes,
petardos...etc. elevación de globos que no se hallen sujetos o cautivos”. Por
lo expuesto, es notable la preocupación de nuestros gobernantes por mantener el orden en la celebración de
las romerías. Tomando para ello, como referencia las experiencias que en torno a estas
populares fiestas se habían observado a lo largo de la historia.
Será
tras la contienda civil, en los años 40, cuando la administración ejerce un
total y exhaustivo control sobre nuestras fiestas, garantizado por las
circunstancias políticas que se desarrollaron en esa época y que bien conocéis.
La presencia de los agentes del orden público personalizados en la pareja de
la Guardia Civil, era una tónica constante en las romerías. Representando un
factor de dispersión de los posibles
conflictos.
En
esta dura época de la posguerra el
control de las romerías se guiaba a través de las Ordenes de la Dirección de
Seguridad, quien delegaba a su vez en los Ayuntamientos. Disponiendo estos de la
necesaria colaboración de la iglesia. Velando conjuntamente por el cumplimiento de las
más rígidas normas morales conocidas hasta entonces.
Jovellanos nos
recuerda en el fondo de sus reflexiones y pensamientos que la gente se divierte
de la misma forma que vive, trabaja y es gobernada, en clara critica a legisladores y gobernantes. Y sin extendernos más, eso es lo que
realmente creemos.
La fiesta religiosa.
"Deja que pasen estos días,
deja que pasen estos años,
y entretanto
agradece el regalo de la luz..."
Ángel González.
Hay
un elemento que es el aspecto religioso, base fundamental del desarrollo de
cualquier romería, que no debemos olvidar. En nuestro pueblo, se apoya en la
devoción a nuestro patrón, San Pedro. Históricamente esto no siempre
fue así, ya que la primera advocación conocida y registrada documentalmente
(recogida en anteriores capítulos), giró en torno a Santa María.
Ante la ausencia de documentos, tristemente desaparecidos durante la contienda civil, que nos aporten claridad para discernir desde cuando es nuestro patrón San Pedro, en detrimento de Santa María, vamos a recurrir a una leyenda, muy típica entre pueblos marineros. Alimentada esta por nuestros antepasados y que como todas mezclan irregularmente milagrerías, realidades y fantasía a partes desiguales: "Una vez desaparecida la iglesia de Santa María (seguramente por ruina), un grupo de marineros que sufrieron un terrible temporal, prometieron a San Pedro hacerle una capilla a su nombre, en el supuesto caso de salvar sus vidas, tal y como finalmente así ocurrió. Cumpliendo con el compromiso adquirido construyeron una capilla muy pequeña, con una ventana que tenia el tamaño del fondo de un vaso. Esa era la única claridad que desde el exterior se aportaba a la pequeña ermita". También nuestra leyenda, recoge los pequeños pecados humanos, como el olvido : "Los marineros una vez que salvaron sus vidas no se acordaron inicialmente de la construcción en que se basaba su promesa. La imagen de San Pedro apareció en el lugar en la que se encuentra actualmente la iglesia y aunque la quitaron en varias ocasiones, en tantas otras volvía a aparecer en el mismo sitio. Tan solo dejó de aparecer una vez que se hizo la capilla. Cumpliéndose con la promesa pendiente". La proverbial cabezonería de los habitantes de Antromero, se refleja en la figura de San Pedro.
Este relato, de
transmisión oral, estuvo en la memoria colectiva de los mayores de nuestro
pueblo y fue aportado por Rosario La Salada en la década de los años 80
del siglo pasado.
La capilla que supuestamente se menciona en la leyenda, fue derribada en el año 1969, para sustituirla por la actual. Habiendo sido reconstruida en el año 1898, al encontrarse en un estado ruinoso. Siendo por entonces Obispo de Oviedo el Sr. Diaz Caneja y los mentores de su rehabilitación el Regidor del concejo de Gozón, D. Bernardo Fernández Carbayeda y su esposa Dña. María González Villar. No nos consta documentación alguna de posteriores aportaciones económicas para mejoras hasta la fecha de su derribo.
El apego y devoción a nuestro patrón, San Pedro, pude ser explicado entre otras razones por la histórica vinculación de este santo con las gente del mar. Era muy habitual el paso por la capilla de innumerables marineros para solicitar la protección, salud y suerte para él y los suyos. Ante el inminente inicio de las costeras y para afrontar con fuerza, la vida tan menguada de recursos como la de entonces. Emilia Posada, nos apostilla : "Los marineros acudían a rezar y a la romería, porque entre San Juan (24 de junio) y San Pedro (29 de junio) se bendecía la mar, y empezaba la costera del bonito..., así buscaban el amparo del santo".
El respeto y devoción de la gente marinera, queda reflejado con el paso (en el día de San Pedro) de los pequeños vapores, que a la altura de la playa, saludaban con sus sirenas a nuestro patrón, en señal de respeto al mismo. Menéndez el Roxín, nos lo explica desde su larga experiencia en la mar: "Las lanchas, que eran casi siempre de Luanco, entraban a saludar a la altura de la playa con las sirenas a San Pedro...., con tres señales largas y una corta". Detallando a continuación : "Esas señales eran respondidas desde el prao de la romería con voladores, casi siempre por Tamón".
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Fuente: María del Rosario Muñiz. Menéndez y su esposa María Esther. |
A si mismo, nos refresca una simpática anécdota, por la
que Tamón recordaba en el momento de las
salutaciones desde el agua, que eran las lanchas de Luanco las que
saludaban y no las de Candás. Recriminando a continuación la actitud de aquellos que sentían más
simpatía por nuestros vecinos de Carreño.
En el día grande de la fiesta se celebraba una
Santísima Misa, en el que el cura del pueblo la oficiaba, acompañado de varios
sacerdotes. Y tal como bien nos precisa Amparo Julián : " La ropa
de fiesta del altar, la traían de la
iglesia de Bocines, ya que en la iglesia de Antromero no había."
En algunas ocasiones era misa cantada como nos lo señala Alfonso Carma :"Algunas veces había misa cantada". Así nos lo detalla Menéndez El Roxín: "Recuerdo oír la misa cantada por José María "el Maestro" de Luanco. Alguna otra vez por De Diego Cuervo, de Bocines, y acompañado de gaita y tambor".
También es de reseñar que siendo sacerdote de Antromero D. Jorge, se formalizó un coro entre los jóvenes, quienes acompañados de guitarras, amenizaban con gran acierto actos religiosos, y como no, la misa dedicada a nuestro patrón. Y ya en la década de los ochenta resaltaremos la presencia de alguna masa coral de la comarca, y a Pipo Prendes y su coro, quienes cantaron y emocionaron a los entonces asistentes.
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Fuente: Laudina Artime. Coro de Antromero. Gran parte de la gente joven del pueblo formó parte del mismo en los años 70, del pasado siglo. |
La procesión era previa a la misa y los "decanos" del pueblo eran los que tenían el privilegio de portar el santo (Pepe Posada, Manal, Sergio la Flor, Manolo Julián, Falo la Flor, José la Flor y su hijo José Antonio, Menéndez el Roxín, José la Maestra, Sergio les Moranes..). En este trayecto era acompañado por la figura de la Inmaculada, en una jerarquía respetada. El recorrido de la misma era en torno a la capilla, pero tal y como nos lo recuerda Manuel Hevia: "Llegó un momento en que se tuvo que modificar el recorrido de la procesión. Era tanta la gente que asistía a ella, que la cabeza cogía a la cola antes de que se moviera".
Debido el problema, se modificó el trazado hasta la carretera general con lo que se evitaba y desahogaba el tumulto. También recordaba con satisfacción y orgullo el primer año que sacó en procesión al santo : " Fue en el año 1971, por la ausencia de alguno de los decanos". Normalmente se acompañaba de gaita y tambor, con el consabido lanzamiento de voladores, para disgusto de los más pequeños y perros de los alrededores.

Para
cubrir gastos ocasionados por la celebración religiosa se salía a pedir por
las casas, en forma de ayuda monetaria. Emilia Posada, nos lo precisa
del siguiente modo :"Se pidió siempre dos veces por las casas, una para
la fiesta y otra para la misa... y siempre por separado." Todo lo
recaudado se exponía en el cabildo de la
iglesia una relación con los donantes y las cantidades aportadas.
En algunas ocasiones, también se recurría a la figura de la ofrenda del ramu, para colaborar con su subasta de los costes generados por la misa. El modelo utilizado no se difiere mucho del resto del entorno. Sobre una peana se monta una estructura de madera piramidal y sobre ella se colocan objetos donados que van a ser objeto de la puja. Aquel que lograba la subasta, siempre por un precio superior al real de lo subastado, tenia con ello un reconocimiento social por el esfuerzo económico realizado. Buscando a su vez el conseguir la protección y amparo del santo para todo el año.
Nuevamente recurrimos a la declaración de Amparo Julián, quien nos detalla la puja del ramu:"Un año...de la comisión era Marcelino la Salada, Manolo, José Canales, Avelino y Marcelo de Angela..., montaron un ramu para rifarlo delante de la puerta de la iglesia. El ramo estaba adornao con flores y cintas..., y tenia pañoletes, pañuelos, tabaco, pan..., sacaron perres por ello".
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Fuente: Laudina Artime. Marcelino La Salada y su hija Laudina. Romería San Pedro y el ramu. |
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Fuente: Amapola Sirgo. Rifa del ramu.(1936). |
José Antonio García Uría (1928), rescata de su prodigiosa memoria, detalle de aquella captación de dinero: " En el año 1953, forme parte de la comisión de festejos. Éramos solo tres: Fausto, Antonón y yo. Para conseguir dinero con los que cubrir gastos, hicimos un ramo para sortear. Tenía tabaco, pañuelos, comida...No era para hacerse rico, pero todo sumaba".
Nuestros veteranos, se encargan de recordarnos el valor y sentido de esta fiesta religiosa entre los romeros y peregrinos, tomando partido por alguna celebración, así Jovita González, recuerda :"Lo que más me gustaba de la fiesta era la procesión...".
Es innegable que el sentimiento, fervor y devoción de los romeros ha sido la constante, a lo largo de la historia de nuestra romería. Acentuada si cabe, por la figura de San Pedrín y ayudado todo ello por el origen y tradición marinera de nuestro pueblo y comarca.
"Vivimos para sentir
la nostalgia de lo vivido."
Miguel Rojo.
También tenemos una explicación razonada en base al calendario festivo, ajena en cierta medida a la devoción y simpatía que pudiera despertar San Pedrín, del éxito histórico de nuestra fiesta y no es otra que la fecha en la que se desarrolla. Era la primera (con cierto peso especifico) de las romerías que se celebraban en la comarca. Con ella se daba inicio al resto de las folíxias que se prolongaran durante todo el verano. Además se despedía al duro invierno y a la vez que se iniciaban las exigentes tareas agrícolas y pesqueras.
Era el momento
propicio, clave para el disfrute y para la fiesta. El año festivo se inauguraba
con la romería de San Pedro. Todo ello no pasaba desapercibido a
la gente, a los miles de romeros que nos visitaron durante tantos años.
Siguiendo una costumbre ancestral, en la que los pueblos primitivos acompañaban de un copiosa comilona a los actos solemnes, en cada domicilio se tiraba la casa por la ventana. Se organizaba dentro de las posibilidades de cada una un gran banquete. Donde se comía todo lo que no había el resto del año : se mataba conejo, pitos de caleya,...se cocinaba sopa y garbanzos, fabes..., conejo con arbeyinos y de postre arroz con leche o natillas. La característica más importante en esta celebración, estaba en la presencia de una gran cantidad de invitados en casi todas las casas del pueblo. Forasteros que se arrimaban a sus familiares y medio parientes para aprovecharse de la hospitalidad y carácter cálido y acogedor que desde siempre se reconoció entre nuestras gentes.
Nos consta la presencia en una fotografía (datada a principios de los años 50) de más de 60 personas invitadas a estas comidas de celebración de San Pedrín entre las casas de Josefa Anxelín y María El Tuerto. Ya podéis imaginar como eran las dificultades propias de intendencia para abastecer a todo ese regimiento de invitados.
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Fuente: Mercedes López Villén. Invitados a la comida del día del patrón. |
Se rompe con
el control y la moderación en el comer y el beber. Los escasos
recursos alimenticios se administran con una alegría impropia de las
necesidades del momento. Es el tiempo para que los mozos más jóvenes
hagan excéntricas travesuras. Siendo las
borracheras el denominador común de los varones adultos, junto con el
incansable trabajo de las féminas de las casas que tienen que multiplicarse
por diez para atender las demandas de los suyos y sus invitados. Al fin y al
cabo, la romería de San Pedro siempre significó un paréntesis de desorden en
la vida tan organizada y establecida de los antromerinos. Representando a
través del banquete la unión de los lazos familiares, separados sus miembros en muchas ocasiones durante todo
el invierno y que puntualmente se encontraban en algún acontecimiento de tipo social. Normalmente “cabos de año” y entierros.
Menéndez El Roxín, nos recuerda que en las caserías con recursos : “Se criaban pollos para dar de comer a los invitados que tenían para la romería de San Pedro. Que siempre eran muchos”. Añadiendo :”Estrenaben ropa el día de la fiesta”. Este último esfuerzo era más duro de cumplir dados los índices de natalidad que entonces había, que eran proporcionalmente inversos a la disposición económica, esto es, “mucha xente y poques perres”.
Y aquellos que no estaban invitados por alguna de las casas traían sus propias cestas de comida, quedando en el prao de la fiesta para saciar la fame. Pepe Capacha nos recuerda en sus declaraciones la importancia de nuestra romería, que atraían a vendedores de pescados y sobre todo mariscos: “Venían sobre todo les bañugueres, con los burros cargados de marisco” .
Resaltando el éxito de ventas
por la proporción de los deshechos de los mismos: “Desde la capilla de San
Pedro hasta la Pregona, estaba todo lleno de cascares de centollos y langostas”.
Jovita González, nos precisa donde se apostaban los vendedores de estos
productos: “Eran casi siempre les bañugueres las que vendían centollos y
mariscos, que los traían con los burros. Siempre se ponían a la entrada del camino de
la romería y acababan donde la capilla”. Estaba claro, la disposición económica de la gente era muy variada y aquellos que tenían, lo gastaban en honor a
nuestro patrón y sus estómagos.
El poder de atracción de gente forastera a nuestra fiesta era tal, que incluso en tiempos de mucha escasez se organizaban excursiones para aproximar a los romeros. Así, Manuel Hevia nos lo puntualiza: “Había autocares aparcados en el borde de la carretera, podían contarse hasta quince..., y eso fue así desde finales de los años 40 hasta bien entrada la década de los 60.” Pero años atrás, nos precisaba Amparo Julián los distintos medios de transporte de los romeros que por supuesto dependían del poder económico de cada uno: “Veníen en grupos andando, alguno en bicicleta, con caballos y los menos con xarres...”.
Entonces
era innegable la popularidad de San
Pedro y los peregrinos se apostaban para reparar el cansancio y reponer
fuerzas por donde bien podían. Dada la demanda de suelo tal y como nos lo
recuerda Menéndez El Roxín:”Había
gente desde el sanatorio hasta la iglesia y en dirección hacia Luanco, había
gente hasta el Carmen, se comía y celebraba por donde podían. Estaban por
todos los lados”.
La notable referencia de nuestra romería en el calendario festivo comarcal queda patente en la declaración de nuestros vecinos. Alfonso Carma: “No había fiesta más grande en el entorno”; Emilia Posada: ”Solo le hacía un poco de sombra la de Perlora, pero como la de Antromero no la había”; Pilo: ”No se cogía de gente en Antromero”; Josefa Muñiz :”Era muy buena romería, la mejor de todes” .Para no extendernos en exceso recogeremos la sentencia de una persona ajena a nuestra pueblo pero vinculada sentimental y económicamente a la fiesta y que disponía de criterio contrastado por motivos laborales, como fue Ramón el avellanero : “Era increíble la cantidad de gente de todas partes que atraía a San Pedro de Antromero. No había suficiente prao para sentar a todos". El propio Alfonso Carma, sentencia inequívocamente: " No ye por presumir , pero no había nada más grande que la romería de San Pedro".
En el prao de la fiesta, aparte de las barracas, de las que prestaremos atención más adelante, estaba la omnipresente figura del vendedor de avellanas, chucherías y juguetes infantiles sin mecanismos. En las primeras décadas del siglo pasado estaba representada por la Sra. Encarna (mujer menuda y siempre enlutada ) y a la que acompañó posteriormente en sus avatares su yerno, Ramón El Avellanero allá por el año 1.957. Quien aun mantuvo esa actividad hasta este siglo. Eternizando esa necesaria estirpe en nuestras fiestas.
En nuestro pueblo, Antromero, también hubo vendedoras de avellanas, que feriaban de romería en romería. Fue durante las primeras décadas del siglo XX, tal lo recuerda Marcelino Sampedrín: " Mis tías, que en realidad eran hermanas de mi abuela vendían avellanas por todes les romeríes del contorno. Se llamaban Ramona y Josefa y compraben les avellanes verdes en Gijón. Después en el forno, que había al lado de casa les curaben . Metíenles en cartuchos de papel y a vender."
También era habitual la presencia de los fotógrafos de caleya; vendedores de mariscos (casi siempre monopolizado por las bañugueras); de piononos y tartas (tal y como nos lo recordaba Menéndez El Roxín, quien elogiaba en su declaración los inmaculados mandiles blancos de las vendedoras); los feriantes de atracciones y una figura elemental y básica en nuestro paisaje festivo: los hermanos Helio Helados. No había romería que se preciase que no tuviera los apetecibles y deseados dulces fríos. Primero portando sus carritos de tracción manual. Y con el paso de los años y la imprescindible mecanización que imponen los nuevos tiempos, conduciendo sus vehículos blancos, tan populares como necesarios.
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Herminio, de Helio Helados, ya motorizado. |
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Fuente:: Carmen Capacha. De izquierda a derecha: Gelos, María , Jesús el Capacho y Carmen. Año 1963. El deseado carrito de los helados, al fondo. Año 1963. |
Les romeríes, en su aspecto lúdico, fueron un lugar idóneo para configurar nuevas relaciones, ya en forma de nuevas amistades, enemistades o noviazgo. Fueron muchas las parejas formalizadas en el campo de San Pedro, algunas de las cuales acabaron en matrimonio. Jóvenes de diferentes lugares quienes recuerdan con agradecimiento, la colaboración del santo y su fiesta por haber conocido su media naranja. Así, la gozoniega Enedina Prendes, nacida en San Jorge de Heres, no olvida el momento en que conocería a su futuro esposo: " En el año 1963, conocí en la romería de San Pedro a José Ángel. Seis años después, en 1969, nos casamos y tuvimos dos hijos". José Ángel Artime, candasín de pro, era muy popular en su villa: " Tocaba la trompeta en el grupo Los Rodris". La suerte aleatoria de la vida, no sonrió a la pareja: " Mi marido murió muy joven. A los 53 años perdió la vida por un infarto". Aunque, Enedina, pese a aquel recuerdo, jamás olvidará esta romería: " San Pedro siempre fue nuestra fiesta".
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Fuente: Enedina Prendes. Enedina y José Ángel. Un amor, nacido a la sombra de San Pedro. |
Esta historia, no tan extraña, es la historia de un amor que vence perjuicios sociales trasnochados. Las disputas localistas entre dos concejos vecinos, que han constituido los pilares de una estudiada animadversión, son vencidas en la música y el calor festivo de una romería. Esta historia, tan vieja como la propia humanidad, forma parte de la vida de Enedina y José, y por supuesto, con su permiso ya es también nuestra.
La música.
“Una mexiada en sin peu,
ye como una romería en sin gaitero”.
Popular.
En este popular y soez refrán asturiano, se refleja con toda claridad lo que fue, es
y será la música en el ámbito de las fiestas y romerías asturianas. No había folixia que se preciase que no estuviera acompañada de sones musicales. El
desarrollo y evolución propia del paso del tiempo, preocupó y alertó a algunos
ilustres investigadores de nuestro folclore por
la paulatina pérdida de nuestra identidad musical . Así Juan Menéndez Pidal, en su obra “Poesía Popular” (1883), expone: “Que
la alemana polka y la habanera, disputan con su nueva musicalidad, sus derechos
a la danza prima y a la giraldilla". Para añadir el previsible declive de
las mismas: “Cinco lustros más y estarán olvidados por completo.” Transcurrido
más de un siglo desde entonces, hemos podido comprobar que los ciclos
musicales junto a su inevitable evolución, han ido arrinconando a estas y otras modalidades. Adaptándose a modas y exigencias populares.
La importancia de la música, de cualquier música, en el ámbito rural en épocas pasadas fue determinante para el desarrollo de determinados acontecimientos. Tal y como nos lo expone Elena Rey:”...fue uno de los principales entretenimientos, vinculado directamente al trabajo, a la diversión, a las celebraciones familiares, sociales, al culto religioso e incluso a la muerte".
Nacida en el año 1901, Rosario La Salada transmite unos valiosos recuerdos de su infancia y adolescencia: " Si no había gaitero y tamborilero , llamábase a una pareja que veníen de fuera. Ye empezaben a cantar:
"San Isidro Llabrador
trataba paños de seda,
tenía un fio de cinco años,
de todo le daba cuenta.
-Fiyín mío, ¿Quién entra en casa?.
-Fiyín mío, ¿En casa quién entra?.
-Padre, vi pasar a un home
que no ye de esta tierra,
a mí me da unes perres
y échame pa la escuela.
Muyer, ¿Qué ye esto que me cuenta?.
¡Calla la boca, calla!
Todo lo fai la nocencia,
el rapacín tién cinco años
y non sabe lo que atienda".
Los romeros, no exigían más: " La xente, no necesitaba más pa bailar. Una gaita y un tambor". Entonces, se bailaba al son de aquella música autóctona y local.
Obviando otro tipo de instrumentos (casi siempre caseros y de percusión), serán la incombustible gaita y el tambor, los auténticos protagonistas musicales de nuestras fiestas y con ellos el propio limite de la evolución melódica. La incompatibilidad de estos instrumentos con otros ritmos pujantes es notable. Confirmando los temores del ilustre Juan Menéndez Pidal, será a principios del siglo XX cuando se introduce una novedad en la escenografía musical de entonces y no fue otra que la aparición del acordeón. Este instrumento musical abrirá de modo irremediable aquel escaso repertorio sonoro.
En Antromero, se vincula a este instrumento la figura de Marcelino La Salada, la única persona de la que tenemos constancia que se desenvolvía con sobrada solvencia en su manejo. El inicial éxito del acordeón frente al tambor y la gaita se basó que con el primero se ajustaba a los bailes modernos, como el agarrao, la polka o incluso el vals. Algo inaudito hasta entonces. Posteriormente serán los gramófonos o gramolas los que romperán con sus discos de pizarra los monótonos y repetitivos sones musicales de entonces.
Recordaremos la figura de Antón d'Sabel, como reconocido gaitero en la década de los cincuenta del siglo pasado, en nuestra romería. Además de manejar con determinada soltura el tambor, tal era su habilidad.
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Fuente: Mariluz Serrano. Un jovencísimo Antón d'Sabel (Antonón), posa con la gaita. |
Finalmente la aparición en la década de los años 70 de las
primeras orquestas que amenizaran las verbenas. En muchas ocasiones con más
ganas que maña, que hasta entonces eran territorio exclusivo de los altavoces
distorsionantes de sonido.
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Fuente: Laudina Artime. Marcelino la Salada. |
La gramola.
"Pertenezco a otro tiempo
y por eso el presente
me va tan deprisa".
Aurelio González Ovies.
Si algo revolucionó el paisaje musical de forma abrupta fue sin duda la aparición
de la gramola. Un invento que fue tildado como obra del diablo por alguno de
nuestros vecinos, ya que no entendían la posibilidad de poder escuchar música a
través de semejante aparato.
A principios de los años 40, aparece la figura de un mocetón de 1,96 m. de altura que atendía al nombre de Mercurio Martínez Rodríguez. Con él viaja un inseparable y admirado artefacto que acompañado de unos altavoces van a entretener y maravillar a los entonces romeros, la gramola. Este hombre, amenizará con música nuestra romería durante varios años. Abandonando esta actividad, obligado por la apertura en el año 1946 de la popular tienda de electricidad y electrodomésticos que llevaría su nombre, Mercurio, en la gijonesa calle de Uría que aun sigue abierta al público .
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Fuente: El Comercio: Mercurio Martínez, practicando piragüismo. |
Mientras
duraba el evento festivo (normalmente 3 días, antes de la guerra civil eran 2),
se hospedaba en la casa de Rosario la Salada, con quien desarrollaría una entrañable amistad.
Este innovador musical, se distinguió (aparte de su
educación, monumental estatura y por ser
buena xente), por su portentosa capacidad atlética: campeón de boxeo en
campeonatos nacionales e internacionales, magnifico baloncestista, lanzador de
martillo y sobre todo pelotari ( deporte que le apasionaba). Una
prematura lesión de cadera le obligaría a dejar el deporte de manera
competitiva, decantándose finalmente por el piragüismo. Su apolínea figura
formaba parte del paisaje del río Sella en esas practicas deportivas ( tal y
como a él le gustaba recordar). Fue sin duda
un personaje único, un adelantado a su tiempo. Un hombre capaz de
escandalizar a la gente de Gijón, al bañarse todos los días del año, en las gélidas aguas del Cantábrico después de practicar carrera campo a través.
Mercurio
falleció el día 29 de Junio de 2010,
curiosamente el día de San Pedro. A su muerte era el socio n.1 del Grupo Cultura Covadonga, a quien
representó en su vida deportiva con tanto orgullo.
Tras
Mercurio, le secundaron en esta actividad Xareo de Luanco, Manolo “el
Resecu” de Logrezana, Ramón Sirgo y su hermano Pilo. Finalmente en
el periodo de declive de los años 70, Pesgana,
pues empiezan aparecer las primeras orquestas condenando a estas formas musicales que habían perdurado
cuarenta años, al ostracismo.
Hubo un año en que fue tal la calidad de sonido de la gramola que sorprendió a nuestros vecinos, tal y como lo recordaba Lucía les Moranes: ”Un año trajeron una radio que fundía el misterio..., aquello metía miedo”. Recurrimos a las precisas declaraciones de Manuel Hevia, quien nos lo referencia del siguiente modo: “Manolo “el Resecu” trajo unos altavoces gigantes. Tenían 4 hilos desde el amplificador, que era muy potente. Era el mejor de todos los que hubo, por su categoría.”
Montaje de los altavoces de la gramola.
Para completar este apartado dedicado a la gramola, nos centramos en la figura de Pilo, quien empezó en esta actividad en el año 1960 y continuó en ella hasta bien entrada la década de los 70. La gramola era propiedad de Jenaro "el de la luz" y por los tres días de romería le abonaba 20 duros . El transporte de todos los artefactos correspondía a Vidal "el del vino". En otras ocasiones era el propio Pilo quien los llevaba en una bicicleta y un carrín, por no poder atender la demanda el primero.
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Pilo con la bicicleta que usaba para transportar sus artilugios. |
Visitaba prácticamente todas las romerías de la comarca: “Iba a San Bartuelo (Viodo), a San Juan de Nieva, Vioño, La Ren, Bañugues, El Ferrero, Perlora, San Jorge...” . Su jornada de trabajo, una vez instalada la gramola y altavoces era de 5 o 6 de la tarde hasta las 11 o 12 de la noche, como máximo: “Antes les verbenes no eren como las de ahora, deshacíense muy rápido y empezaben primero”. De ahí el refrán asturiano : “Acabose'l día, acabose la romería”
Para desarrollar su actividad manejaba una veintena
de discos, de piedra y por tanto muy
frágiles. Tal y como nos lo atestiguaba nuestro vecino :”Tenía algo más de 20
discos, que se rayaban o rompían muy fácil, y cada cierto tiempo había que
cambiarlos.” La temática correspondía a éxitos imperecederos de Pepe
Blanco, Antonio Machín, Antonio Molina, Concha Piquer,...Acompañados
excepcionalmente con algún otro del momento. Señalando el cuidado y
celo que había que tener a la hora de pinchar los discos. Los
censores del orden mal interpretado
estaban vigilantes. Así en una ocasión, en Bañugues, fue el cura quien
disolvió la verbena de la romería por motivos musicales: “ Fue la canción
“El Túnel”, lo que hizo que el cura deshiciese la romería, porque la canción no
era de su gusto. Algo parecido también paso en San Jorge con otra canción y esta vez fueron los hermanos religiosos.”
Nos recuerda el bueno de Pilo que en los
bailes de pareja, la mujer colocaba el
antebrazo entre ella y el varón para evitar contactos y malentendidos, siempre
y cuando no hubiera una relación formalizada oficialmente. Ya sabéis, los
papeles en esa época lo arreglaban todo.
El
éxito de estos predecesores de los actuales pinchadiscos era notable. Eran la referencia de las romerías, tal y como nos lo refrenda en sus
declaraciones nuevamente Pilo:” Era más popular que el Cordobés, en todos
los lugares me conocíen”.
Después
de los tres días de musicar las fiestas, la dura realidad: “Y una vez
acabada la romería a trabayar en casa,...y sin parar”.
Nuevos tiempos.
"No hace tanto tiempo
que pasó todo...
...tanto tiempo,"
Aurelio González Ovies.
Será los años 70 del siglo pasado, quienes ponen el
punto y final a las gramolas con la aparición de las orquestas. En nuestro
pueblo, debemos de reseñar la reiterada presencia en esos años de los Talsulmara. Grupo de Gijón, quienes repetían año tras año en nuestras verbenas,
convirtiéndose en una pequeña referencia de la misma.
Es en esta década donde se produce un importante bajón en la marea humana que acompañó a la celebración de San Pedro. Los romeros disminuyen y sobre todo en el sector de población más joven. La explicación sociológica a esta rotura con nuestra celebración, nos la presta Manuel Hevia :” Las discotecas acabaron con las romerías”. La fiebre del sábado noche que popularizaron John Travolta y los Bee Gees pasaba factura a nuestro patrón. Comienza (para nuestra desgracia) la globalización cultural.
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Fuente: Celestino Hevia. A la izquierda nuestro valioso informante Manuel Hevia. Junto a él Guillermo "La Luz". 1962. |
Hasta los años 80 la tensión eléctrica necesaria para el desarrollo festivo era prestada por Corsino, quién cedía gentilmente su cuadro de luz y conexiones para alimentar la romería. Años atrás, en la década de los 40 en cambio se traía la manguera de cable prestada por los ferrocarriles del Carreño y así conectar desde la carretera general. Con la inestimable colaboración de Marcelino La Salada. En la década de los cincuenta, José Antonio García Uría (1928), detalla información de aquella época: " Cuando tenía veinticinco años, fui de la comisión de fiestas, junto con Fausto y Antonón (Anton d´Sabel). La corriente que se gastaba, era gracias a Antonón, que traía una manguera de los talleres del tren del Carreño, aprovechando que trabajaba allí". Parte de la escasa logística que acompañaba los días festivos, eran también gestionados por nuestro popular vecino: " El paragües de les luces, que alumbraban el prao, las negociaba a coste cero el propio Antonón. ¡No había nadie como él!".
Es en 1982,
cuando se da un crecimiento cualitativo en nuestra fiesta con la instalación de
tres fases en el tendido eléctrico hasta la iglesia, con la impagable gestión
de Manuel Hevia. Esta obra, garantizará la presencia de importantes orquestas y
bandas de rock, estrellas regionales: Manolo Santarúa, Jerónimo Granda, Vicente
Diaz, Julio Ramos..., e internacionales (Elsa Baeza) entre los años 1982 y
1986. Presidida entonces la Sociedad de Festejos con gran brillantez por
Roberto García Suarez.
En
cambio si algo permanece perenne en el imaginario colectivo es la presencia de los altavoces en el palo
del centro del paraguas de la romería. Serán quienes distribuyen la música
caprichosamente, dependiendo de la dirección del viento, junto a la bandera de
España y Asturias (antes solo la española). Testigos necesarios del discutido
gusto musical de los integrantes de la comisión de festejos, encargados de
poner los discos. Tal y como ocurrió en el año 1975 con la reiteración
permanente del entonces éxito musical, “La
Ramona” de Fernando Esteso. Música que sonaba en todo momento, incluso en la
madrugada y con el deseo inconfesable de los vecinos para que rompiese el
disco que soportaba aquella tortura:
La Ramona es la más
gorda de las mozas de mi pueblo,
Ramona te quiero
Tiene un globo por
cabeza y no se le ve el pescuezo
Ramona te quiero...
Es indiscutible transcurridos tantos años desde
los orígenes de las romerías y fiestas populares asturianas que si algún
elemento musical es necesario e imprescindible es la gaita, acompañada del
tambor. Ambos genuinos símbolos y garantes de nuestra identidad musical.
Les barraques.
"Llega ahora a mi
los recuerdos,
pero son tantos...
llegan ahora a mi ."
Nacio l´Reguilón.
En Sevilla y su Feria de Abril presumen de casetas en
las que los romeros recuperan el resuello, alivian las penas del camino y
celebran la fiesta según mandan los cánones del buen festejador. Antromero
no es Sevilla, ni quiere serlo, pero ambas se parecen en el orgullo y
satisfacción que representan sus casetas/barraques en el desarrollo de
la fiesta.
No
seria concebible la romería de San Pedro/Pedrín, sin la presencia de las
populares y visitadas barraques. Sitios donde la juerga y diversión
estaba garantizada, donde se recogía el romero para olvidar penas, celebrar y
festejar a nuestro patrón, con la bebida y comida que los titulares de estos
sitios ponían a su disposición.
Respecto al número de las mismas que había en la época de mayor esplendor, no hay un criterio unánime al respecto. Se admite la presencia de cerca de 20 barracas, dispuestas paralelas a la riba. Tal lo atestiguan Alfonso Carma: "Cuando era joven vi mas de dieciocho barraques en el prao de la romería" y Emilia Posada: "Yo llegué a contar veinte barraques". Aunque algunos discrepan de esa posibilidad. Teniendo en cuenta que las características de las mismas no tienen nada que ver con las actuales (mucho más grandes), son razonables sus exposiciones.
Lo
que no ofrece duda, es la instalación de
barracas llegadas desde distintos puntos de Asturias, atraídos por la
importancia de nuestra romería. Así venían de Candás, Perlora, Gijón e incluso
de Oviedo a instalarse en el campo de San Pedro.
En lo que a nosotros nos importa, vamos a reseñar las clásicas y míticas. Aquellas que perduran en la memoria de nuestros veteranos y que forman parte ineludiblemente de nuestra historia festiva, tan necesaria como cualquier otra. Y destacaremos como referencia de lo que fue y no será jamás: La Picarona, Xulia, la de la Comisión, Encantadora...., y otras muchas que se conocían por el nombre del titular. En nuestra psiquis colectiva permanecerán arraigados a estas celebraciones y barraques los nombres de Antón d'Xabel (Antonón), Tamón, Mino, Manolo, Quico, Félix, Posada, Roberto, Vicente... y de todos aquellos que de una manera u otra prestaron parte de su tiempo y esfuerzo, para que fuese posible nuestra fiesta.
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Fuente: José Antonio González Cuervo. Juventud disfrutando de la folixia, en una barraca. Bien pudiera ser la de Antonón, a quién se le ve al fondo, a la izquierda. |
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Fuente: Mónica Vigil. Barraca de Manal y Manuela . Finales de los 60, Falo Miterio, escanciando sidra. |
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Romería San Pedro, años 40 del siglo pasado. Al fondo se aprecian dos barracas. |
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Años 50. Miembros de Casa les Moranes. Tito, Carmina y Cuca. Al menos se aprecia una barraca y una atracción, gras ellos. |
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Fuente: María José Menéndez. Argenta y Maruja Rionda, con los pequeños Marisa y Eduardo. Al fondo, luce con orgullo su cartel la barraca "La Picarona". |
La cultura.
"El viento de otro tiempo
que ha venido
a explicar palabras silenciosas".
Agustín Alonso.
A lo largo de la historia de nuestra romería se han
desarrollado un sinfín de actividades paralelas, que acompañaron a las
estrictamente festivas. Y es a partir de la década de los 70 cuando se
empiezan a desarrollar con más ímpetu, dado que existe partida presupuestaria
para ello.
Destacan sobre manera en el aspecto deportivo: carreras ciclistas, partidos de fútbol en los que se retaba a alguno de los pueblos del entorno o en su defecto se derivaba en el clásico, pero desequilibrado solteros contra casaos (por razones obvias), carreras de botes, de piraguas, cucañas, suelta de patos, carrera de burros, … y en algún año fuegos artificiales, carrozas...etc.
Pero
es en el año 1982 cuando se produce una innovación importante, que acompañada
de otras, cuajará un lustro único en la
historia de la romería de Antromero. Esta no es otra que la celebración del
pregón y que se repetirá en los cinco
años de presidencia de la Sociedad de Festejos de Roberto García Suarez.
Se trata de un hito histórico y de una evolución impensable hasta pocos años atrás. Destacaremos sin desmerecer a nadie el de Segundo Fidalgo por ser el primero y romper le espicha, el de Raúl Sirgo (1984) lleno de emotividad y recuerdos, el de Pilar Sánchez, actual Presidenta de la Asociación de Escritores de Asturias, quien elaboró su pregón con formato de verso. Una auténtica joya literaria impagable que emocionó y entusiasmó a todos los presentes. Con ella se finaliza hasta la fecha la presentación de pregones y por ende, pregoneros. Recordamos un breve extracto del mismo:
"...Allí vienen los vikingos,
entre ruxidos y truenos,
sobre el mar de yerba, barcos,
los mismos que vinieron
fae ya tantos, tantos años
que nun queda nin el recuerdu..."
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Fuente: Pilar Sánchez Vicente. Pilar en su pregón en verso. Año 1986. |
Reseñar
también que se organiza concursos de poesía y dibujo entre los más jóvenes a nivel comarcal. Asistimos en esta época,
sin lugar a dudas a los años más brillantes dentro del aspecto estrictamente
cultural de nuestras fiestas.
El pecáo de ser
muyer.
"Moza
que nes romeríes
clinca
como'una nuviella
y
va a les fogueres sola
que
cargue'l diablu con ella."
Popular.
En esta coplilla popular, se nos
manifiesta el aspecto más machista que perduró y tristemente aun perdura en la
sociedad, nuestra sociedad.
Basado en una educación propicia para
ello y amparado desde siempre en una legislación retrógrada, la mujer se ha
visto siempre sometida a los designios del varón y gobernantes. Si en la vida
cotidiana se ve relegada a un segundo plano, (pese a que normalmente las
decisiones más importantes para el hogar pasan siempre por sus manos) en las
romerías y fiestas de todo tipo, desaparece la posibilidad de cualquier iniciativa
que pueda derivar de ella. Así se nos refrenda en la Ordenanzas Generales del
Principado de Asturias del año 1781: “Los jueces (un hombre que represente a
la justicia) han de asistir a las romerías y de ninguna manera permitir que
dancen hombres y mujeres juntos. Es también el juez quien determine con una
señal la hora en que han de retirarse a sus casas”. Cualquier incumplimiento
derivaba sanciones económicas: “Con pena de dos reales, y de cuatro, si
después de avisado aún no lo hiciese”.
Tan solo la referencia de edad,
resultaba permisiva a la mujer a la hora de regresar de la romería. En los
siglos XVIII y XIX, la vuelta de las mujeres casadas o solteras menores de 40
años, que no estuviese acompañada por marido o familiar directo era motivo de
multa: “Si al regreso a casa se hallase moza soltera o mujer casada de menos
de 40 años, sola, o con hombre que no sea padre, hermano, marido o pariente
dentro del cuarto grado y persona mayor, se le condene a ella y a él a 8 reales
de multa.” El criterio para determinar la edad límite a regular es
evidente, ya que en el año 1900 la esperanza de vida de una mujer española no
sobrepasaba los 40 años . Así para nuestros legisladores, una fémina de
esa edad es una anciana y por tanto los riesgos para conservar la moralidad y el recato que desde siempre
ocupó a determinados miembros de la iglesia, se reducen a la mínima expresión.
Pero tal y como dijimos con
anterioridad, no solo eclesiásticos y juristas apostaban por esta situación. El problema estaba arraigado en la sociedad, tal y como nuevamente nos
lo demuestra la siguiente copla:
"La
muyer, como la abeya
debe
ser trabayaora,
morar
siempre en su canxello
y
non salir a deshora"
La presencia de una muyer sin
compañía en una romería que no superase los 40 años, era una provocación sin par. Representando a la desdichada el
colgarse unos sambenitos de mujer fácil y de poca sesera.
En la posguerra, también los
atuendos de las féminas estaban regulados por unas normas morales no escritas.
Se fundamentaban en el recato y en la mínima exposición de piel, esto es,
faldas tobilleras y los brazos permanentemente tapados, junto la prohibición de
usar prendas supuestamente masculinas, tal eran los pantalones. Aunque en este
último caso, algunas personas como Josefa Llantada no respetaba y por supuesto nadie se lo
reprochaba.
En algunas ocasiones, era la
propia familia quien prohibía a las mozas casaderas acudir a las romerías, tanto en compañía como sin ella. Tan solo después de consagrar el matrimonio
se levantaba esa prohibición.
A partir de los años 60 del siglo pasado, se produce una ligera apertura en las normas sociales imperantes hasta entonces, que fueron in crescendo hasta nuestros días, para fortuna de todas las mujeres sin excepción. Aliviando de algún modo el sometimiento que la propia sociedad le imponía.
El fiestín.
"Ayer en la romería
bailé con un aldeanu
y estrapayome una deda
y desféxome un calcañu..."
Popular.
El último día de celebración de la romería o fiestín . Es un día especialmente vinculado a los sentimientos de los habitantes del pueblo. Con él se despide hasta el próximo año la celebración de San Pedro. Es el tiempo de dar las gracias porque todo ha salido bien, para que nuestro patrón nos guarde y proteja durante los 12 meses venideros. Es el momento de darlo todo, de bailar, beber y cantar. Jovita González, nos lo confirma:” El día de la fiesta que más prestaba a la gente de Antromero, era el fiestín, era un día especial”.
Es el día de Antromero y de los
antromerinos.
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Xente moza. Celebrando San Pedrín. |
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Sergio La Flor, echando un culín. |
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Romeros años 50. Pese a la mala calidad de la imagen, se aprecia la capilla desaparecida al fondo. |
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Fuente:Laudina Artime. Ángeles García y dos pequeñas. Finales de los 40. Al fondo montando la barraca. |
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Fuente: Laudina Artime. Romeras nativas. Disfrutando de nuestra romería. |
La
danza prima.
"Ye preciso nun traicinar los nomes
nin los mitos..."
Ana Rosa Fernández.
Con la danza prima se daba finalizada la
romería, se desfacía. Se trata de un baile singular en los que
los danzantes forman varios círculos concéntricos, unidos de la mano por el dedo
meñique, y girando lentamente al compás del canto. Es de una danza colectiva,
circular, coral (sin instrumentos), de
paso repetido e igual, cuyo éxito se fundamentó en la fácil realización de la
misma . En alguna época pasada también se llamó en nuestro pueblo, danza de
San Pedro, en honor a nuestro patrón.
Nos lo describe como se desarrollaba con gran precisión en su obra “Poesía popular”, Juan Menéndez Pidal en el año 1.885: “Forman un corro hombres y mujeres de toda condición y linaje trabados del dedo meñique... y ellos sosteniendo entre los dedos de la diestra mano que les quedan libres, el garrote corto y nudoso a modo de maza de combate.” La forma en que se desarrolla el baile nos lo explica del siguiente modo: “Al sonido de la gaita muévese la danza de izquierda a derecha con andar quieto y reposado, adelantando primero los danzadores un paso con el píe derecho y retrocediendo dos . A este movimiento de vaivén acompaña otro igual del cuerpo y de los brazos que extienden y dejan caer a una con los regulados tiempos de la marcha...” .
En aquellos tiempos esta danza estaba muy jerarquizada, esto es, normalmente un hombre y una mujer, los de mayor edad son los que dirigen y guían la misma iniciando el canto de los romances con voces parecidos al canto litúrgico. En nuestro lugar bien pudiera ser la formula : ¡Válgame el señor San Pedro!.
Discrepamos de Juan Menéndez Pidal, en su aseveración de la necesidad del uso de la gaita, a todas luces innecesaria, tal y como pueden dar fe quienes tuvieron la oportunidad de ver y disfrutar las danzas primas desarrolladas en nuestras fiestas.
Jovellanos nos sorprende en su
“Octava carta dirigida a Ponz” al describirla como una danza sexista , al
separar hombres y mujeres en su desarrollo : “...cada sexo (varón o mujer)
forma las suyas separadamente,... se unen los danzantes en rueda, asidos de las
manos, al son del canto, sin perder ni interrumpir jamás ni el sitio, ni la
forma...”. Seguramente el no mezclarse los hombres y mujeres en la danza
estaba sujeto por el Título V de las Ordenanzas judiciales y políticas para la
Administración de Justicia del Principado (año 1782), quien establece: ”De
ninguna manera permítase que dancen los hombres y las mujeres juntos...”.
Está claro que los defensores de la moralidad, influenciados por el Padre
Feijoo y sus afines intelectuales imponen sus criterios, para pesar de nuestro
ilustrado Jovellanos y de todos aquellos que disfrutan de la fiesta.
Pero si hay algo que distinguió este tipo de bailes en nuestra romería, respecto a otras del entorno, fue lo que atinadamente definió Jovellanos, como los conflictos en la raya. Siendo el origen de estos en los comportamientos de los danzantes, quienes aprovechando la celebración de la danza prima, buscaban en sus cantos y romances la provocación y los retos con los del concejo vecino. Son las eternas disputas localistas y antagonismos históricos entre los vecinos de Luanco y Candás que tan bien conocemos, sufrimos y disfrutamos los lugareños de Antromero. Jovellanos nos los ilustra con las siguientes palabras: ”Sucede frecuentemente que, en medio de la danza, algún valentón caliente de cascos empieza a vitorear a su lugar o concejo. Los del concejo confinante vitorean al suyo; crece la competencia y la gritería, y con el grito la confusión...”y lo que sigue después es lo que ya sabéis, las peleas y los palos. Este es el origen del popular y conocido refrán asturiano: “El que va de romería, arrepiéntese al siguiente día”.
En nuestro caso, las danzas primas se desarrollaban en el fiestín ( último día de fiesta ). Eran siempre aleccionadas por la gente de Candás. Quienes en mayor número y mejor organización superaban en la iniciativa a los de Luanco. Siendo siempre las mujeres como Josefa “La Cervera” y sus hermanas Adela y Cuca “Las Ñareas” y otras tantas que durante años acudieron a la celebración de nuestras fiestas, quienes aleccionaban a formar esta danza.
Prueba de ese poder de convocatoria
nos lo testimonia D. Benito
Pérez, autor de la obra “El Romancero de Riego”, publicado en 1842. Quien se
sorprende de la capacidad organizativa de los candasinos para el disfrute de la
danza prima: “ El día 14 de septiembre de 1819 se reunieron en una gran
danza circular, o prima que llaman, más de 500 mozos, con otra dentro de mozas,
cantando el romance triste de la muerte de Porlier...”.
Emilia Posada con una
memoria increíble y precisa nos deleita en su relato, como se desarrollaba la
danza prima en el prao de la romería :”Para despedir la fiesta, la
formula era siempre la misma, la gente de Candás organizaba una danza prima con
tres círculos que ocupaban casi todo el prao de la romería. Empezaban a
cantar y acabando siempre con la copla:
"San
Pedrín el de Antromero,
está
estallando de risa
al
ver les fates de Luanco
con
cadena y sin camisa".
Y empezaban a cantarla en un tono muy suave, y cada vez que la repetían subían un poco más la voz, para acabar a grito pelado, y a ellos se unían alguna gente de Antromero. Los de Luanco trataban de organizar otra danza al lado, pero no les podían hacer sombra.”
La sátira y el ingenio eran la
nota común en las coplas de las danzas primas. Y en ello nuestros vecinos de
Candás eran unos auténticos maestros. Capaces de sacar punta a cualquier hecho
por insignificante y simple que fuese, empleando para ello la sorna y
desparpajo que les ha caracterizado desde siempre.
Es preciso el recordar que en
nuestra romería, al final de la danza, los participantes en ella aceleran su
ritmo, apresuran los cantos y finalizan con un salto para rematar su baile, acompañado de un grito en honor a nuestro patrón, San Pedro como gesto de
agradecimiento.
La danza prima y sus coplillas representaba en muchas ocasiones una forma popular de regatear las encorsetadas normas morales y legales que
entonces oprimían a la población. Sirva de ejemplo a este respecto la siguiente
exposición:
Cuentan las leyendas urbanas que estando el Obispo de Oviedo, Juan Francisco Manrique (1703-1765), de visita en las afueras de Gijón departiendo con sus conocidos y colaboradores, se inició en el exterior una danza prima compuesta por solo mujeres. El señor Obispo molesto por la jarana desarrollada ordenó a sus acompañantes que alejasen a dicho baile. Una vez reorganizada, las mozas que la componían añadieron esta nueva copla, que a grito pelado (para que lo oyera el dignatario religioso) cantaron, mientras bailaban:
"El
señor obispo manda
que
s'acaben los cantares
primero
s'an d´acabar
obispos
y capellanes".
Al margen de las danzas primas
desarrolladas a lo largo de la historia de la fiesta de San Pedro, nos consta
que la única que se celebró de manera espontanea en nuestro pueblo. Fue en el
año 1945, en la Flor. Así nos lo
recuerda Benigna Anxelín : “Se juntaron aproximadamente entre 40 o 50
personas, y en la carretera se bailó una danza prima hasta que oscureció”. En
esta declaración queda de manifiesto la poca y escasa tradición que la danza
prima ha tenido en Antromero, muy al contrario que en Candás, o en estos
últimos años la tendencia al alza que se ha desarrollado en Luanco.
Conclusiones.
Si bien es cierto que nuestra
romería se basó en los trazos que la tradición ha dejado con el paso de los
años, no lo es menos que en alguna ocasión esta se saltó tal y como nos lo
recuerda Manuel Hevia: “En los años 50, no se pudo hacer
porque llovió mucho, y rompiendo con la tradición, Marcelo Sierra y otros, hicieron
a finales del mes de julio una fiesta en los praos del Cañaveral con un gran
éxito de público”. Laudina Artime corrobora y precisa la anterior declaración: "En el año 1954, que estaba mala en la cama, Marcelo Sierra y Sara Artime hicieron en el Cañaveral la romería de San Pedro. Esos días llovió tanto que no se pudo hacer en el prao de San Pedro. Y me acuerdo porque pusieron tantes veces la canción "Manolo Mio" (1), por los altavoces que nunca se me olvidó". Alfonso Carma, complementa la anterior declaración con un nuevo añadido geográfico: "Un año llovió tanto por San Pedro que la romería se fizo en la Fedionda, en el solar de Manolo Salero". Afortunadamente fueron pocas las roturas con nuestras
costumbres, lo que impidió la perdida de nuestra historia .
Debemos de valorar que históricamente con San Pedrín se
inauguraba el año festivo, a la vez que se reforzaba la válvula de escape
necesaria para salir de la rutina y el marasmo de una sociedad con unos roles
demasiado definidos. Nuestra festividad era un elemento socializador, de
integración que incluso superaba a las polémicas y retos localistas de Candás y
Luanco,
Actualmente, corren malos tiempos
para las romerías y sus organizadores, cuyas exigencias legales están ahogando
a las mismas. En Antromero, desde hace unos años los jóvenes del pueblo han adaptado la fiesta a los nuevos usos, convirtiéndolas en una referencia festiva de la comarca.
Tan solo para finalizar, acompañarnos en una exclamación
llena de sentimiento y de gozo,
¡¡¡VIVA SAN PEDRÍN!!!
ANEXO FOTOGRÁFICO.
Los sentimientos son pájaros migratorios que siempre tratan de regresar al pasado. El paso del tiempo enfría los hielos del desapego, del invierno eterno. La llama de la memoria se apaga, cuando no acuden los recuerdos. Busquemos el antídoto en estas fotos, para convivir con sus moradores y formar parte de su inmortalidad.
Aconsejamos para un mejor disfrute de estas imágenes que se visionen en una pantalla grande. La calidad y el paso del tiempo de algunas de aquellas, así lo invita. También la relectura del capítulo de "La Romería", donde se han añadido nuevos textos e ilustraciones. Gracias.
Prao de la romería.
El prao de la romería, es el alfa y omega, principio y fin de la folixia. Representa el descanso, disfrute y socialización del romero. Es donde se bebe, baila, reposa, corteja...Es la vida reflejada en la hierba marchita.
Durante décadas a lo largo del siglo pasado se convirtió en un estudio fotográfico de grupos, familias, novios...Todo un tratado sociológico, que ahora se nos brinda en estas imágenes. Para la eternidad de nuestra fiesta, de San Pedrín y sus devotos.
"Es el aire fresco, de otro tiempo. Que regresa
para desvanecer en la memoria, la tiniebla y el olvido."
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Fuente: Rosa Marí Morí. A la derecha Marina Anxelín, con una acompañante. |
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Fuente: Rosa Mari Mori. Marina Anxelín y Marcelino Mori. Comer y beber, complemento fundamental de una buena romería. Década de los 40. |
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Fuente: Rosa Mari Mori. Julio el practicante, su mujer e hija. Xintando ( comiendo) en la romería. Década de los 40. |
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Fuente: Rosa Marí Mori. Marcelino y Rosi (1949). |
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Fuente: Rosa Marí Morí. Marina Anxelín y Maruja Norte. Años 40. |
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Fuente: Rosa Marí Mori. Marcelino y su hija Rosi (1948). |
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Fuente: Laudina Artime. Romeros y una de les barraques detrás. |
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Fuente: Mariluz Serrano. Mino el Civil y Bernarda. |
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Fuente: Laudina Artime. Avelino y Marina. |
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Fuente: Marisol Carro. Manolo Llaranes. |
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Fuente: Mariluz Serrano. Foto coral, masificada. Fiel reflejo de la llamada popular de San Pedrín. No hay distinción de edad, ni procedencia. Todos son bienvenidos. |
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Fuente: Laudina Artime. Amparo Julián, Marisol, Laudina, Marcelino de Antón de Menéndez y Cuca les Moranes. (Años 50). |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha : Eloína, Manolo el Civil, Josefa, Benigna, Covadonga, María, Falina. Abajo: Joaquina, Adelina, Laudina, Marisol y Ángeles. (1960) |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha: Donata, Manolo el Rilete, María Julián. Abajo: Braulio, Jesús y Laudina. Una de la populares barracas al fondo (1945). |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha: Fernando, Concha, Elena y José (Morís). (1951). |
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Fuente: Laudina Artime. Izquierda a derecha: Marisa, Laudina y Falina el Tuertu. (1955). Hay un cambio significativo en el fondo de la imagen. El pedreo de Talusia. |
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Fuente: Laudina Artime. Izquierda a derecha: Socorro Muñiz y Laudina. El plano fotográfico se amplía con la incorporación del faro de Candás. |
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Fuente: Laudina Artime: Izquierda a derecha: Donata Balsera, Rosario Rosa, María. Abajo: Josefa Buján, Donata y Concha Julián. (Años 40). |
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Fuente: Laudina Artime. Manuela la Salada y familia. Años 30. Se observa al fondo el revoltijo de guajes. Entonces el envejecimiento demográfico no era problema. |
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Fuente: Rosa Marí Mori. De izquierda a derecha: Marina y María la Maestra. |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha: Carmina les Moranes, Joaquín y Consuelo Anxelín. Fuente: Soco Farragús. Soco, con su padre Adolfo (1965). |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha: Varón desconocido, Marina, María la Maestra. Abajo: José María, Maruja Anxelín y desconocida. (1940). |
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Fuente: Rosa Marí Mori. Joaquina y Covadonga Anxelín, a los extremos. En el centro , sin identificar. (1942). |
"De vez en cuando el futuro se tiñe
de antigüedad, cubriéndose
de un pasado casi olvidado".
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Fuente: Rosa Marí Mori. Marcelino y Marina. Julio el practicante y Maruja, con sus vástagos (1949). |
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Fuente: Marisol Carro. Entre los romeros se distinguen Manolo Llaranes y Manolo Bernarda. |
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Fuente: Rosa Marí Mori. De izquierda a derecha: Rosa Marí, Ángeles y Mari Anxelín, con dos jóvenes acompañantes. Maravilloso fondo de nuestro acantilado más fotografiado. |
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Fuente: Erika (Fumañeda). Nora y Raimunda. Familia casa Pacha (1959). Fuente: Benigna Anxelín. Agrupación de jóvenes del pueblo. Años 40. |
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Fuente: María del Rosario Muñiz. Repostando fuerzas después de las carrozas. Años 80. |
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Fuente: María del Rosario Muñiz. María Esther y su hija, María del Rosario. Años 50. |
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Fuente: Benigna Anxelín, Enrique y Ricardo con sus primogénitos. Al fondo una de las populares tómbolas de la época. (1965). |
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Fuente: Erika (Fumañeda). Luzdivina, con su ahijado Cristino. Hijo de Cristino Robes. Año 1952. |
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Fuente: Mariluz Serrano. De izquierda a derecha: Bernarda y Cecilia (1944). |
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Fuente: Mariluz Serrano. Mino y Manolo Llaranes. Posando en el puesto de fotógrafo de la romería. |
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Fuente: Laudina Artime. De izquierda a derecha: Ramón de Sampedrín, Concha Julián, Joaquina Anxelín, Manolo el Rilete, Donata. Al fondo, el sempiterno puesto de la avellanera. Año 1953. |
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Fuente: Mariluz Serrano. Ángeles y José Llaranes. Años 40. |
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Fuente: Mariluz Serrano. De izquierda a derecha: Manolo Bernarda, Mino el Civil, desconocido y Manolo Llaranes. |
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Fuente: Manuel Ovies. Casa Canterín. 1964. Desde Francia, nos llega esta imagen. |
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Fuente: Laudina Artime. Izquierda a derecha: Concha Julián, José María y Joaquina Anxelín. Años 40. Fuente: Benigna Anxelín. Jóvenes romeras en 1969. |
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Fuente: Laudina Artime. Foto muy interesante. Donata Julián, apoyada en un coche de lujo. Al fondo, el carrito de los helados. Año 1949. |
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Fuente: Laudina Artime. Roberto galardonando a los seleccionados. Año 1983. Fuente: María del Rosario Muñiz. Entrega de trofeos. Año 1983. |
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